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Contents

VIKi
SINOPSIS
CAPÍTULO 1:
CAPÍTULO 2:
CAPÍTULO 3:
CAPÍTULO 4:
CAPÍTULO 5:
CAPÍTULO 6:
CAPÍTULO 7:
CAPÍTULO 8:
CAPÍTULO 9:
CAPÍTULO 10:
CAPÍTULO 11:
CAPÍTULO 12:
CAPÍTULO 13:
CAPÍTULO 14:
CAPÍTULO 15:
CAPÍTULO 16:
CAPÍTULO 17:
EXTRA
PRÓXIMAMENTE
NOTA DE LA AUTORA
VIKi

ALFA: RAVEN
VIKI

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en cualquier forma o medio sin previo aviso del propietario
del copyright.

Todos los derechos reservados.

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Slave y su orden:

-Slave: Axel (I)

-Slave: Drácula(II)

-Slave: Cassius (III)

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De Los Cinco Clanes:

-Clan De La Sombra: Mei

-Sammy

Novelas publicadas en Amazon del autor de la serie


Alfa, Beta y Omega:

-Omega: Levi (I)

-Beta: Daniel (II)

-Alfa: Raven (III)

Instagram: Viki_viki.m
Twitter: VikimViki
Los lobos no están hechos para cazar solos. Puede
que no. Pero muchos lo hacen. (Robin Hobb)
SINOPSIS

Raven era un lobo Alfa, trabajaba como contable y se había


acostado con la mitad de la población de Beta y Omega de
su manada. Adoraba el sexo, el placer y la caza. Raven
decide darse un respiro de la manada por un fin de semana
y pasar los días con sus amigos mestizos. Raven no estaba
interesado en encontrar a su pareja. Raven no estaba
interesado en un Alfa dominante. Raven no lo estaba. Raven
se equivocaba.

Trébol estaba a punto de casarse con su novia de toda la


vida cuando conoció a su pareja. Un lobo Alfa ridículo en
busca de atención y con ganas de huir de su lado a cada
segundo. Trébol no estaba dispuesto a dejar pasar esta
oportunidad. Un lobo sólo encuentra una vez compañero y
Trébol no iba a desperdiciarlo por mucho que Raven se
esforzara en asegurar que no eran el uno para el otro.
CAPÍTULO 1:
CARA SETA

Raven despertó con unos brazos desconocidos rodeando su


cintura, se dio la vuelta y sonrió. Sí. La noche anterior había
sido muy buena, pensó mirando al Beta.
Raven no pensaba cazar nada, en realidad, había salido
con sus amigos a tomar algo para celebrar que se quedaría
el fin de semana en la ciudad, dos copas y unos buenos
chupitos y Raven estaba en la pista de baile con un bonito
Beta de pelo negro. Raven tenía que sacarse la espina del
rechazo de Dani, aunque pensándolo bien... elegir a un Beta
que se parecía a él no había sido muy buena idea.
Demonios. Raven no sabía lo que le pasaba. Normalmente,
no se enamoraba nunca. Raven tenía la regla de cazar,
follar una noche y desaparecer. Sin sentimientos. Nada. Sin
embargo ese Beta... ese Beta le había comido la cabeza
hasta límites insospechables. Había buscado una tonta
excusa para ayudarlo mientras que lo que realmente quería
era llevarlo a su cama noche tras noche, por desgracia, Ivarr
se había adelantado a él y se lo había llevado.
Retiró la mirada para buscar su teléfono en el suelo. Tenía
más de diez llamadas de sus amigos y un par de mensajes
amenazantes, justo en ese momento, su móvil empezó a
sonar. Raven apretó el botón y se lo llevó a la oreja
buscando su ropa por la habitación destartalada.
—¿Dónde estás, Raven? Llevamos más de media hora
esperándote. Trébol está aquí —habló Ori.
—¿Trébol? Oh, joder. No me acordaba que la comida era
hoy.
—Prometiste venir. Trébol quiere conocerte.
—Lo haré. Dame... —Raven se asomó por la ventana, ni
siquiera sabía en qué barrio estaba—. Diez minutos, estaré
ahí en diez minutos.
—Más te vale.
En cuanto colgó, Raven se puso a buscar la ropa,
encontró la camiseta en el baño, el pantalón sobre una
lámpara, y su ropa interior hecha un desastre así que
prefirió irse sin ella. Miró al Beta profundamente dormido
por última vez y salió corriendo recuperando sus zapatos en
la entrada. Una pena. Raven ni siquiera recordaba su
nombre como la mayoría de mestizos, lobos o humanos con
los que había pasado una noche en la ciudad.
Paró al primer taxi para que lo llevara al restaurante y se
peinó cómo pudo. Su cabello oscuro era rebelde, solía
dejarlo más corto porque le molestaba el pelo en los ojos
pero esta semana no había conseguido tiempo para ir a
arreglárselo, sólo esperaba no tener ningún chupetón o
mordisco en el cuello, a Raven no le gustaba que lo
marcaran como las vacas y no entendía la afición de los
Alfas de marcar sus cosas.
Él era Alfa. Un Alfa dominante y jamás había querido
poner sus dientes en un Omega o Beta.
—¿Podemos ir más rápido? —preguntó al conductor.
—Lo intentaré.
Un Ori enfadado era un Ori peligroso. Raven sabía la
ilusión que le hacía presentarle a Raven a su hermano
pequeño ahora que regresaba de forma definitiva a la
ciudad y a la manada, y de tanto escuchar hablar de él,
Raven también se había sentido un poco curioso.
Ori y Cori eran dos gemelos mestizos Alfa que
pertenecían a la manada de la ciudad, Raven los conoció
hace años cuando empezó a investigar sobre los humanos y
se habían vuelto como hermanos, si Raven no estuviera tan
unido a su trabajo en la manada, seguramente la hubiese
dejado ya para permanecer con ellos dos. Era increíble la
forma en la que los tres se entendían sin necesidad de
hablar o de llamarse, y ahora iba a conocer a su hermanito
pequeño.
Raven debería haber comprado un regalo o algo. Le pagó
al taxi y fue hasta el restaurante, un italiano, a Raven no le
gustaba la pasta, esperaba que hubiese algo de carne en el
menú al menos. Encontró a sus dos amigos en la mesa de la
esquina, y ambos suspiraron al verlo.
—Dije diez minutos —alardeó Raven.
—Eres un culo prepotente —Ori se quejó. Su pelo largo
estaba recogido en una cola baja, de piel morena, y tatuajes
en sus dedos. Cori, en cambio, llevaba el pelo casi rapado,
no llevaba ningún tatuaje pero sí un piercing en la ceja. Los
dos venían de una larga generación de lobos indios, y en su
casa su abuela siempre estaba contando antiguas historias.
—¿Y Trébol?
—En el baño —respondió Cori—. Tienes un aspecto
terrible.
—Gracias, hombre. No he dormido en toda la noche, creo
que no hay ni un mueble en la casa de ese Beta que se
salvara.
—¿Ese Beta? ¿No tiene nombre? —Ori siempre se
enfadaba con él cuando hacía eso.
Raven encogió los hombros.
—No me acuerdo.
—Eres increíble.
—Tú haces lo mismo que yo cada noche.
—Al menos yo aprendo sus nombres —replicó Ori
cruzando sus brazos.
—Tranquilizaros. Más tarde podréis pelear, recordad que
es una comida feliz de familia, ¿de acuerdo? Trébol está a
punto de venir, poner un par de sonrisas o lo fastidiaréis.
—Lo intentaré —habló Raven—. Siempre que él deje de
sacarme los dientes.
—Ori —le llamó la atención Cori.
—De acuerdo. Estúpido.
—Cara seta.
—Sois unos niños —refunfuñó Cori mirando la carta.
Raven la miró por encima.
—Voy al baño a lavarme la cara, si viene la camarera
quiero carne, la que sea.
Raven se alejó hasta la puerta del baño, esperaba
encontrar ahí también a Trébol y quitarse de encima las
presentaciones pero sólo habían dos hombres. Se acercó al
lavabo desocupado y mojó sus manos. El Beta no había
dejado ni una marca en su cuello. Lavó su cara y peinó
mejor su pelo. Seguía llevando la ropa de anoche. Unos
vaqueros azul oscuros y simples, unas deportivas blancas y
una camiseta negra que ahora estaba arrugada. Raven se
remangó, sabía que tenía que pedirle perdón a Ori por
aparecer con ese aspecto, debería haber sido más
responsable pero Raven y responsable no encajaban en una
misma frase. Bebió un trago de agua y lo escupió para
refrescar su boca.
Raven se consideraba a sí mismo atractivo, más que
atractivo. Era alto, tenía músculos para el poco deporte que
practicaba después de estar todo el día metido en una
oficina y su piel estaba tiernamente bronceada. Sus ojos
eran plateados o de un azul muy pálido enmarcados en
largas y negras pestañas, y siempre llevaba los dientes bien
afilados para los cazadores que pudiera encontrarse.
El lobo se secó las manos y sus ojos se alzaron hacia una
interesante figura tras él. El hombre en cuestión no tenía
nada que Raven no hubiese visto ya en otros. Su cabello era
rubio oscuro, sus ojos de un verde planta y Raven frunció el
ceño mientras se acercaba al lavabo que acababa de dejar
libre para lavar sus manos, y que manos... Esas manos eran
inmensas, ásperas y cubiertas de durezas, Raven dió un
paso hacia atrás para admirar por completo la silueta del
inmenso hombre de cabello y barba perfectamente
recortados. Se notaba que acababa de ir a la barbería y a
Raven le recordó a un vikingo salvaje y suave. ¿Suave? No.
Corrigió. Ese hombre no tenía nada de suave.
Tragó saliva cuando sus miradas se entrecruzaron en el
espejo y Raven contuvo el aliento, o lo intentó. Ni siquiera lo
sabía. Raven no encontraba atractivos a hombres más
grandes que él, le gustaban las cosas pequeñas y bonitas y
manejables. Respiró, sintiendo que se ahogaba y el hombre
cerró el grifo del agua. Raven se sintió atrapado, paralizado,
como si no pudiera moverse o como si su cuerpo esperara
alguna orden de ese hombre para hacerlo. ¿Era un Alfa? ¿Un
humano? ¿Un mestizo? Su olor a tierra y ladrillo lo mareaba
y el lobo se obligó a dar media vuelta y a andar como una
especie de borracho hacia la mesa.
Raven se sentó y trató de meterse en la conversación de
los gemelos mientras esperaban al niño o a la camarera,
mientras, Raven no podía quitar la mirada de la puerta del
baño, esperando ver salir al hombre rubio y descubrir en
qué mesa iba. Cuando lo hizo, Raven no pudo apartar la
mirada.
Había algo en la forma en la que andaba, en la que se
movía alrededor de las mesas como un animal que
acechaba a su presa para devorarla.
—Raven, este es nuestro hermano pequeño, Trébol —dijo
Cori en el momento en el que el rubio llegó a su mesa.
Por primera vez en su vida, Raven no sabía qué hacer o
qué decir, así que votó por ser el mismo gilipollas de
siempre.
—¿Hermano? Es blanco —señaló su color de piel en
contraste con la morena de los gemelos.
—Trébol es adoptado.
—Creo que nos hemos visto en el baño —su voz era
aterciopelada y Raven agudizó muy bien su oído—
Encantado. Tenía ganas de saber de ti después de todas las
anécdotas que me han contado.
Raven miró su mano que tendía hacia él. Esa mano
grande y áspera y su lobo se recostó con la barriga hacia
arriba esperando ser tocado. Qué. Mierda. Era. Eso.
—¿Raven? —Ori lo miró preocupado y Raven se levantó
de golpe en su silla.
—Tengo que irme.
—¿Qué? Acabas de llegar. ¿A dónde vas?
—No lo sé. Pero me voy. Hablaremos otro día.
Correr hubiese sido demasiado vergonzoso en mitad de
un restaurante, así que Raven apresuró su paso lo más que
pudo hasta que alcanzó la puerta de salida, apoyó su mano
en una farola y respiró el aire contaminado de la ciudad
sintiendo todas sus células regresando a la normalidad.
Normalidad que acabó cuando escuchó su voz.
—Raven.
Raven se giró hacia él.
—¿Eres un Beta?
Trébol negó.
—Soy un Alfa.
—¿Dominante?
—Sí.
Raven tragó saliva.
—Tú también eres dominante.
—Si, lo soy. Oye, no te acerques —Raven dió un paso
hacia atrás hasta chocar contra la puerta de un coche
aparcado.
—¿No quieres saberlo?
Raven rió de forma agría.
—¿Saber? ¿Qué hay que saber?
—No te hagas el tonto.
—No me lo hago. Algo que bebí me ha sentado mal, creo
que voy a vomitar y te vomitaré encima si no dejas de
acercarte.
Los pies de Trébol estaban a escasos centímetros de los
suyos. Subió la mirada y su lobo se preparó. No para saltar,
sino para que saltaran encima de él.
—¿No quieres descubrir si somos compañeros?
—Los Alfas dominantes son incompatibles.
—Esa no es una respuesta.
Raven se cruzó de brazos, esperando mantener así a
Trébol lejos de su cuerpo, tratando de protegerse.
—Tú y yo no somos pareja.
—Deja que te huela.
—No uses esa voz conmigo.
Trébol rio, sus dientes eran perfectamente blancos y sus
colmillos...
—Esto es más difícil de lo que había pensado.
—No pienses, entonces.
—¿De qué tienes miedo?
Raven rodó los ojos.
—Yo no le tengo miedo a nada.
—Estás encogiéndote.
—Tengo frío.
—Estamos a treinta grados.
—Soy friolero.
—Vale, chico friolero. Tú no quieres saber si somos
compañeros...
—No lo somos —interrumpió Raven rotundamente.
Era imposible que él estuviera emparejado con otro Alfa
dominante. A Raven no le gustaban los Alfas, eran buenos
amigos, compañeros y familiares, pero no sentía atracción
sexual por ellos y mucho menos quería imaginar lo que
haría en la cama con uno. No. Jamás se entenderían.
—Yo quiero saberlo.
—Mira...Amigo...
—Trébol.
—Trébol —. ¿Qué clase de nombre era ese?—. Esto no
nos conviene a ninguno de los dos.
—¿Por qué?
—¿Cómo qué por qué? Somos Alfas, te recuerdo que
existen los Omegas, esos individuos con bonitas orejas y
cola.
—Sé lo que es un Omega.
—Genial, entonces no hace falta que te explique el
asunto de la cama y los problemas que tendríamos.
—¿Ya estás pensando en eso?
Los ojos verdes de Trébol brillaban. Tal vez se llamaba así
por sus ojos.
—Estoy pensando en lo importante.
—Primero, averigüemos si somos pareja, si resulta que
no, haremos como si esto no hubiese pasado nunca,
podemos entrar y comer con mis hermanos y luego ir cada
uno por nuestro lado.
—¿Y si somos pareja? No voy a emparejarme con un Alfa,
te lo advierto.
—No te pediré que te emparejes conmigo ahora. No nos
conocemos, yo tampoco sé si quiero emparejarme contigo o
pasar toda mi vida a tu lado.
Eso dolió más de lo que Raven había esperado.
Raven soltó un gruñido frustrado.
—Está bien. De acuerdo, cómo narices quieras. Hagamos
esto cuanto antes. ¿Lo haces tú o yo?
Trébol respondió dando un último paso hacia delante, las
puntas de sus zapatos se tocaron y Trébol colocó las manos
sobre el coche, rodeando a Raven pero sin tocarlo. Raven
tragó saliva, forzándose a permanecer en su lugar. Trébol se
movió muy lento hacia su cuello y Raven quiso alejarse de
él cuando el olor a lobo se metió en sus fosas nasales. Era.
Una. Completa. Mierda.
Trébol rozó con la punta de su nariz la piel de su garganta
y su lobo aulló tan contento que fue imposible tragarse el
jadeo. Finalmente, Trébol se alejó. El hombre no fue muy
lejos, pero lo suficiente para darle el espacio que Raven
necesitaba.
—Lo somos —gruñó el Alfa rubio.
—No.
—Sabes que estoy diciendo la verdad.
—Será un infierno para los dos.
—O no. ¿Qué problema tienes en que nos conozcamos?
—No me gustan los compromisos.
—Y no te pido un compromiso.
—¿Y qué quieres? No nos conocemos, hace nada pensaba
que eras un niño de quince años.
—No tengo quince años.
—Ya, lo puedo ver.
—Ori y Cori me dijeron que te quedarás en su casa el fin
de semana.
—Sí.
—Déjame ir a verte. Podemos hablar mejor, conocernos y
decidir.
Raven gruñó imaginando las caras de risa de sus dos
amigos cuando se dieran cuenta de que su maldita pareja
era un Alfa y su hermanito adoptado.
—De acuerdo. Hablar. Sólo hablar.
Trébol levantó una mano.
—Lo prometo.
Y Raven se fue.
CAPÍTULO 2:
¿CELOSO?

En cuanto Trébol lo vio marchar, tiró la cabeza hacia atrás y


rio. La Luna era una gran hija de puta. Se rascó la nuca y dio
media vuelta para regresar al restaurante cuando encontró
a sus dos hermanos pegados, literalmente, al cristal de
éste. Trébol hizo una seña para que salieran.
—¿Qué ha pasado? ¿Habéis peleado? A veces Raven es
un poco idiota —habló primero Ori preocupado.
—No, no es eso.
—¿De qué hablabais?
Trébol pensó en no decirles nada. Cabía la posibilidad de
que Raven no quisiera contarles nada de lo sucedido, pero
de igual forma, esta noche Trébol pensaba ir a verlo le
gustara o no y sus hermanos se acabarían enterando.
—¿Trébol?
—Raven es mi compañero.
—¿Tú qué?
—Compañero, Ori.
—Me estás jodiendo.
—No, no lo estoy.
—Raven es un Alfa.
—Lo sé. Me lo ha dejado muy claro.
—Mierda, Trébol. ¡Te vas a casar!
Trébol miró a Ori, parecía más enloquecido que él.
—Iba a casarme.
—¿Vas a romper con Laura a un mes de la boda?
—Laura es humana, ambos sabíamos que esto podía
llegar a pasar antes o después.
—Raven es nuestro amigo —le dijo Ori—. Lo queremos,
pero ambos sabemos que no lleva una buena vida. Se
acuesta cada noche con un lobo diferente, bebe hasta
reventar y entre semana es un esclavo de su trabajo. ¿Te ha
aceptado?
Trébol gruñó.
—No. No lo ha hecho.
—Puede que nunca lo haga. ¿De verdad quieres romper
tu compromiso con una mujer a la que amas para lidiar con
un Alfa como él?
Trébol no tenía que pensarlo. Amaba a Laura, era la
humana más valiente, fuerte y hermosa que jamás había
conocido, fueron juntos al instituto y eran mejores amigos
hasta que después de una estúpida broma acabaron
besándose. Unos años después estaban planeando su boda
soñada. Trébol sabía que iba a romper algo muy bonito, pero
en estos últimos quince minutos, Laura se había borrado por
completo de su mente, su lobo Alfa estaba arañando, su
nariz llena de su olor y Trébol quería seguir y cazar a ese
lobo que tanto se esforzaba por rechazarlo y por poner algo
de espacio entre ellos.
—Lo entenderás cuando conozcas a tu pareja, Ori. No hay
una forma de explicarlo, ni siquiera yo lo entiendo.
El pecho de Ori se hinchó y deshinchó.
—Es tu decisión, hermano. Y la respeto y te apoyaré en
todo lo que haga falta —Ori agarró su mano entre la suya, la
apretó y la golpeó contra su pecho.
—Gracias, hermano. ¿Cori? ¿Qué opinas?
—Estoy deseando ver su cara, seguro que ya había
pensado en no decirnos nada —Cori apretó su mano
también—. Estamos siempre contigo, hermano.
***

Raven corrió a hacer la maleta. No había mucho que


recoger así que le llevaría unos escasos diez minutos antes
de tirar la mochila sobre su hombro y salir corriendo hacia el
bosque. ¿Era un cobarde? Sí. Pero Raven no estaba
dispuesto a compartir más aire y a marearse por culpa de
ese Alfa. Raven tenía una bonita vida en su manada, en su
bosque. Un trabajo como contable de la manada que le
gustaba, Omegas y Betas siempre que quería, no un... un
Alfa grande y rubio que olía a ladrillo.
No.
Raven cerró la mochila.
—Sabía que ibas a huir con el rabo entre las patas —dijo
una voz en la puerta.
Raven se giró hacia Ori.
—¿De qué hablas? Caleb me ha llamado, hay una
emergencia que tengo que cubrir.
—¿No tiene nada que ver que estés haciendo la maleta
con haber encontrado a tu pareja?
Raven masculló una palabrota.
—¿Trébol ya te lo ha contado?
—Es mi hermano. ¿Qué esperabas? Nos lo contamos
todo.
—Oye, mira...
—No —Ori entró en la habitación—. Sé lo que vas a decir,
y no me da la gana de que dejes a mi hermano tirado por tu
estúpido miedo con el compromiso. Tienes casi treinta años,
Raven. Madura. La mayoría de nosotros estamos buscando
a nuestras parejas sin parar y tú la has encontrado y quieres
huir. Ves lo estúpido que es.
—Te recuerdo que los dos somos Alfas.
—¿Y qué?
—¿Cuándo has visto a un Alfa con otro Alfa?
—Muchas veces. No eres de los que piensan que los Alfas
son las únicas parejas de los Omegas.
—No me atraen los Alfas, Ori.
—Pero Trébol no es sólo un Alfa, es tu pareja Alfa.
—Pues no me atrae.
—¿Podemos desviar el rumbo de esta conversación? Es
mi hermano pequeño, joder. No quiero saber si te atrae
sexualmente o no, sólo...no lo dejes tirado. ¿Vale? Acaba de
romper su compromiso por ti por teléfono.
—¿Su qué? ¿De qué hablas?
—Me matará si se entera de que te lo he dicho, pero sí.
Trébol se iba a casar con una humana el mes que viene en
la playa. Ella estaba en su viaje de despedida, e iban a
comprar una casa juntos aquí.
Raven frunció el ceño. Se sentó en la cama.
—¿La ha dejado?
—Sí.
—¿Sabes lo que ella ha dicho?
—Creo que se ha enfadado un poco.
—¿Cómo está él?
—Pregúntaselo esta noche.
—¿Esta noche? ¿Viene esta noche? Eso es muy pronto.
—Te vas en dos días, tenéis cosas de las que hablar.
—Mierda. No quiero hacer esto, Ori.
—¿Te has cagado ya en los pantalones?
Raven no pudo hacer otra cosa más que reírse.
—Eso creo, amigo.
—Pues ve a la ducha, hueles a alcohol y a fiesta y a Beta,
y descansa algo antes de que venga Trébol.
Raven respondió con un gruñido, pero lo hizo. Se metió
en el baño y se quitó la ropa lanzándola al cubo de mimbre.
Abrió el grifo del agua y disfrutó de su ducha. Cuando salió,
se secó con la toalla, la enrolló en su cintura y fue hasta la
mochila para deshacerla de nuevo. Eligió unos pantalones
cortos por las rodillas y una camiseta de manga corta
fresca, siempre iba descalzo. Se lanzó a la cama, buscó la
almohada, la abrazó entre sus brazos y durmió hasta que el
sonido del timbre lo despertó. Raven se levantó frotando sus
ojos, mascó con la boca seca y caminó de forma torpe hasta
la puerta al ver que ninguno de los gemelos estaban en
casa.
Tendría que haber mirado antes por la mirilla porque un
Trébol muy fresco estaba detrás y Raven acababa de
despertarse de una siesta de cuatro horas y debía estar
todo hinchado. Pero...¿a quién mierda le importaba su
aspecto? ¿Por qué se preocupaba por eso? No necesitaba
verse bien delante de Trébol, ellos dos no estaban en una
cita, salvo que sí que lo estaban.
Trébol llevaba una bolsa con pizzas congeladas y Raven
no había comido en todo el día.
—Sabía que te morías de hambre.
—No voy a cocinar eso.
—Lo haré yo. No enseñes aún las garras, lobo.
Raven lo dejó pasar. Únicamente por las pizzas, por
supuesto.
—¿Sabes a dónde han ido tus hermanos? Apuesto que sí
—habló Raven mientras lo llevaba a la cocina y se sentaba
en uno de los taburetes altos.
Era una cocina demasiado moderna para él. Raven
estaba acostumbrado a la cocina de su pequeña cabaña y
con eso le bastaba ya que no pasaba mucho tiempo en su
casa. Siempre comía en el comedor o en la oficina y tocaba
su casa únicamente para dormir.
—Al cine, creo.
—Seguro.
Trébol se movía bien en la cocina, encendió el horno y
metió las pizzas mientras sacaba un par de cervezas frías
de la nevera. Raven escaneó su cuerpo por detrás. No había
nada malo en hacerlo. Sólo estaba...mirando. Su espalda era
ancha y esa camiseta blanca se apretaba a la perfección a
sus músculos. Raven bajó la mirada a su trasero enfundado
en unos vaqueros y la subió al darse cuenta. Culo de Alfa.
Si. Era un trasero de Alfa nada atractivo.
—Estarán listas en un cuarto de hora —Trébol le ofreció la
bebida.
—Gracias.
Raven le dio un gran trago.
—¿Te sientes más tranquilo? —Trébol estaba apoyado en
la barra, inclinado hacia él en la otra parte, era un alivio
tener ese trozo de madera de separación.
—¿Tú?
—No.
—Entonces, estamos igual. Me han contado lo de tu
prometida. Eres estúpido.
—Sí, hoy me lo han dicho mucho.
—¿Por qué lo has hecho? No tienes garantía de que yo
vaya a aceptar esto y has dicho antes que tú tampoco
sabías si querías pasar el resto de tu vida conmigo —Raven
soltó las últimas palabras entre dientes.
—Laura se merece algo mejor que un lobo que no esté
pensando en ella el día de su boda.
—Nunca volverás a recuperar esa relación, lo sabes,
¿verdad?
—Lo sé.
—¿Y estás bien con eso?
—¿A qué te refieres? —preguntó Trébol.
—Si lo nuestro sale mal no quiero ser el culpable de
romper una relación.
—¿Siempre eres tan negativo?
—Digo lo que pienso.
—Y ya piensas que esto va a salir mal sin conocerme.
—Nunca he estado en una relación con un Alfa, hay veces
que ni siquiera aguanto a los gemelos o a mí mismo.
—Lo entiendo, yo tampoco he estado en una relación con
un Alfa o con un hombre, pero quiero que me dejes
conocerte, y que me conozcas.
Raven suspiró.
—Está bien, ¿por dónde empezamos?
Trébol le dio un trago a la botella.
—¿Qué te parece el juego de las preguntas hasta que se
haga la pizza?
—Me gusta.
—¿Naciste en la manada del bosque? —preguntó Trébol
primero.
—Sí, mi madre murió durante el parto y mi padre me
cuidó hasta que cumplí los quince años, en ese momento
decidió abandonar y recorrer el mundo, a veces me envía
postales. Nunca las abro. No me interesan —Raven dio un
trago.
—Lo siento por eso.
—No te preocupes, ¿y tus padres? ¿Qué pasó con ellos?
Trébol encogió los hombros.
—No lo sé. Me abandonaron frente a una iglesia, fui
directo al orfanato, la madre de Cori y Ori trabajaba allí de
limpiadora y a mí me hacía gracia perseguirla. Me contó que
tenía una casa y dos hijos más mayores y que si me quería
ir con ella. Acepté y aquí estoy.
—Cori y Ori son Alfas mestizos, pero tú no. ¿Qué haces en
la ciudad cuando quieres ir a correr?
—Mi turno de preguntar, pero la aceptaré. Antes de venir
vivía en un pueblo pequeño, no habían manadas alrededor
así que tenía total libertad. ¿Tendré que pedir permiso para
correr en vuestro bosque?
—Eres un Alfa desconocido. Sí. ¿A qué te dedicas?
—Soy constructor.
Raven miró sus manos. — Eso explica el estado de tus
manos.
Trébol miró hacia abajo y frunció el ceño.
—¿Qué le pasa a mis manos?
—Están secas —Raven extendió la suya a comparación—.
Ves.
—Seguro que tú no trabajas con ellas.
—Soy contable. Aún así deberías cuidarlas más. Existe la
crema de manos.
—La probaré. ¿Qué piensas de las marcas?
Raven bebió cerveza.
—Que son de mal gusto.
—¿No te gustan?
—No.
—Es bueno saber eso.
—¿A ti te gustan?
Los ojos de Trébol fueron hacia la garganta de Raven.
Raven tragó saliva. ¿Por qué sentía la necesidad de
descubrir su garganta ante el Alfa y hacer que lo oliera?
—Me gustan.
Raven deslizó la lengua por su labio.
—¿Eres celoso? —preguntó en lugar de decir algo que no
debería.
—Sí. Y no se me da bien compartir mis cosas.
Raven esperaba que no lo hubiese llamado a él cosa o lo
mataría ahí mismo, eso pensaba, pero su lobo parecía estar
completamente drogado con su presencia, revolcándose y
haciendo piruetas para llamar su atención.
—¿Te has enamorado alguna vez, Raven? —A Raven le
gustó su nombre en su voz.
—No suelo enamorarme, más bien me encapricho con
algunos lobos, pero en cuanto conozco a alguno, me olvido
de ellos.
—¿Crees que serás capaz de enamorarte de mí?
Raven lo miró. Ese hombre iba totalmente en serio.
Hablaba de sentimientos, de marcas, no de una sola noche
de sexo fugaz. No. Trébol quería un compromiso fijo con él, y
Raven no sabía si iba a poder darle eso.
CAPÍTULO 3:
AMIGOS

Trébol no podía dejar de mirar a Raven. El lobo nunca se


había sentido así con nadie. Había estado con algunas
chicas en el instituto antes de con Laura, pero siempre eran
ellas las que iban detrás de él mientras que su lobo dormía
de forma indiferente, con Laura pasaba lo mismo, el
humano se interesaba por ella, el lobo ni siquiera tenía
intenciones de conocerla, pero con Raven... Su lobo saltaba,
aullaba, arañaba pidiendo una oportunidad de salir y de
dejarse ver. En su lugar, Trébol intentaba aparentar
tranquilidad.
Raven le había abierto la puerta recién despertado, su
cabello seguía siendo un desastre aún cuando había pasado
sus dedos por él una decena de veces para peinarlo, sus
ojos estaban hinchados y sus labios secos. Trébol
perfectamente podría imaginarlo despertando así a su lado
después de una noche intensa de mimos, abrazos y charla.
Demonios. Trébol quería eso.
—¿No estás yendo muy rápido, lobo? —preguntó Raven.
Trébol sacudió su cabeza.
—No. Bueno, quizá un poco.
—¿Sólo un poco? —Raven arqueó una ceja.
Trébol suspiró y apoyó los codos en la barra, alargó los
brazos, pero no intentó tocar las manos de Raven.
—Lo siento. Nunca pensé que podría encontrar a mi
pareja siendo de un pueblo pequeño, por eso acepté
casarme con Laura, y ahora estoy aquí, frente a una pareja
que no se siente cómoda conmigo ni a la que puedo tocar.
Es frustrante.
—Puedes tocarme—. Sus ojos lucían igual de
sorprendidos que los de Trébol cuando lo dijo—. No mucho,
pero puedes. Para mí también es frustrante, ¿sabes?
Esperaba que mi pareja fuera un Omega, no un Alfa
dominante inmenso que después de media hora de
conocernos me habla sobre enamoramientos.
Trébol sonrió ante el tono enfadado de su voz, como un
señor mayor refunfuñando.
—Perdón por eso. Me gustas, Raven. Lo que veo de ti me
gusta, y no es mi intención presionarte. Estoy dispuesto a
aceptar todo lo que me des, incluso si es una mera amistad.
—¿Te conformarías con eso?
—Sí —Trébol mintió.
Vio a Raven tomar aire.
—De acuerdo. Entonces, ¿amigos? —Raven levantó la
mano hacia él.
Fue difícil ignorar el cosquilleo ardiente que subió por su
brazo al estrechar su mano. Trébol no quería quedarse ahí.
Trébol quería tirar de esa mano y hundir los dientes en su
cuello, olerlo, manosearlo, joderlo. Todo en esa ridícula barra
de madera que los mantenía separados.
—Amigos —Trébol soltó la mano con un gruñido.
—No sabes el peso que me has quitado de encima.
El lobo de Trébol no disfrutó con esas palabras, estaba
prácticamente gruñendo, enfadado y decepcionado con el
humano por haber permitido esto y Trébol tuvo que
calmarlo. Era un amigos por ahora, para que Raven se
sintiera cómodo en lugar de alerta cada vez que estaba a su
lado, Trébol aún pensaba en cazarlo de forma sigilosa como
un tigre que acechaba a su ciervo.
Se giró para sacar las pizzas del horno y ambos pusieron
la mesa en el salón y luego vieron una película. Raven en
una punta del sofá, Trébol en la otra.
Trébol no trató de acercarse, Raven tampoco y fue el
momento más incómodo de toda la noche. Decidió
marcharse al acabar, estaba claro que sus hermanos le
estaban dejando tiempo para que hablarán o hicieran todas
esas cosas sucias que ellos pensaban que harían en la
primera cita y no quería ver sus caras llenas de decepción al
verlos cada uno a cinco metros del otro.
—¿Qué harás este fin de semana? —preguntó Trébol a
Raven.
—Salir a beber, supongo. ¿Y tú? ¿Quieres venir con
nosotros?
—No creo que pueda. Mañana empiezo una obra, tengo
que encargarme de anular toda la boda y avisar a la gente y
ver un par de pisos.
—¿Vas a alquilar alguno?
—Comprar. Era una sorpresa para Laura, ya que ella
nació aquí y le encanta esta ciudad, pero supongo que
ahora soy uno sólo.
—Oye...siento mucho todo esto. De verdad. Tal vez si
fueras un Omega las cosas serían diferentes.
—No te preocupes. ¿Crees que puedo ir algún día a la
manada y a correr un rato?
—Claro, hablaré con Caleb y con los guardianes para que
te dejen pasar.
Trébol buscó y sacó una tarjeta del bolsillo de su
pantalón.
—Avísame cuando quieras verme. Descansa.
—Tú también.

***

Raven se apoyó en la puerta después de cerrarla. ¿Qué


cojones? ¿Después de insistir una y otra vez con saber si
eran pareja ahora quería ser su amigo? Así, sin más.
Amigos. ¿Amigos?
Raven frunció el ceño analizando todo lo que había dicho
Trébol y él en su mente. Raven le había dicho que no le
importaba que lo tocara, era verdad, joder. No le importaba.
Y Trébol le había respondido diciendo que le gustaba. Hasta
ahí iba todo bien. Su lobo estaba feliz. Raven confuso, pero
también se sentía bien por gustarle, y luego... luego había
mencionado lo de los amigos.
Raven siguió divagando mientras caminaba hacia la
habitación.
Amigos. Trébol había dejado a su mujer casi en el altar
para ser amigo de su pareja. Era estúpido. A Raven le
parecía muy estúpido y luego había seguido hablando de
esa maldita Laura, y de sus gustos y de comprarle un piso.
¿Qué cojones le importaba a Raven eso?
Raven se dejó caer en la cama sintiéndose extraño. ¿Su
pareja lo acababa de rechazar? ¿Raven lo había rechazado?
¿O había sido algo mutuo? Empujó esos pensamientos fuera
y decidió ir a dormir. Mañana todo se arreglaría. Mañana,
Raven saldría con los gemelos, se fijaría en algún chico
guapo, un Beta, un Omega, un mestizo, un humano, y lo
jodería como cada noche sin preocupaciones, salvó que eso
no ocurrió.
Raven estaba con Ori y Cori en uno de sus locales
favoritos, habían chicos preciosos a su alrededor y Raven no
quería ir a bailar con ellos.
—¿Te encuentras bien, Raven? —le preguntó Cori.
Tenían su mesa habitual en la esquina, no demasiado
lejos de los baños y junto a un póster luminiscente.
—Perfectamente.
—¿Y por qué parece que estás planeando un asesinato?
Raven gruñó en respuesta y los gemelos soltaron una
risa. Los tres bebieron de sus cervezas.
—¿Cómo fue con Trébol?
—No quiero hablar de eso.
—¡Vamos, joder! Él tampoco nos quiere decir nada. ¿Pasó
algo anoche? —Ori lo miraba con risa socarrona.
—No. No pasó nada.
—No mientas. Siempre nos cuentas todas tus conquistas
y jodidas hasta el punto de volverse asqueroso. ¿Qué pasó?
Raven suspiró.
—No pasó nada —repitió—. Quedamos en ser amigos.
—¿Qué?
—Sí.
—¿Amigos con derechos?
—Amigos. Sin más.
—¿Qué cojones? —Ori parecía estar igual de confuso que
su hermano gemelo— ¿Por qué?
—Pregúntaselo a tu hermano. Fue él quién dijo que
estaba bien con eso.
—¿Y tú? ¿Estás bien con eso?
—Yo estoy hecho un puto lío.
—¿Quieres hablarlo con nosotros?
Raven sacudió su cerveza vacía.
—Nah. Hoy no. Voy a por otra, ¿alguien quiere?
Ambos negaron con la cabeza y Raven fue hasta la barra,
mientras esperaba a que el camarero lo atendiera dio un
vistazo rápido. Los sábados siempre se llenaba hasta
reventar, y Raven siempre se pasaba toda la noche cerca de
la barra tomando chupitos y ligando con cualquier lobo que
le prestara atención. Los gemelos mestizos siempre se
quedaban apartados, pero para nada ligaban menos que él.
Ori llamaba la atención por su cabello largo y tatuajes y Cori
era famoso entre los Alfas por su peculiar olor dulce a coco.
Raven tomó su cerveza y captó una mirada en la otra
punta de la barra. Raven reconoció a ese Alfa de pelo azul.
Era el mismo Alfa con el que casi liga el día que trajo a Dani
al bar e Ivarr se lo llevó a rastras. Después de ver esa
escena, Raven no pudo recuperarse y se pasó parte de la
noche en una esquina bebiendo solo y gruñendo a cualquier
persona que tratara de hablar con él. Ahora, Dani estaba
fuera de su escáner, Ivarr lo había reconocido como su
pareja, vivían juntos, felices con su hija Zoe y Raven se
alegraba por ellos. De todas formas, ¿cuánto había durado
lo suyo con el Beta? Nada. Dani no estaba interesado en él.
Siguió la mirada del Alfa y le dedicó una encantadora
sonrisa que lo hizo sonrojarse. Era bonito a su manera. Su
cabello era azul y ondulado, una melena corta que ocultaba
varios mechones tras de sus orejas, en su cuello llevaba un
collar a modo de gargantilla y usaba algo de maquillaje
ligero en sus ojos y labios. Raven sabía que era un Alfa por
su olor, y terminó acercándose a él.
—¿Nos conocemos? —preguntó Raven casual ignorando
las náuseas que amenazaban por salir de su garganta.
Apenas había bebido para eso, además de que Raven tenía
una buena resistencia al alcohol. Nunca se emborrachaba.
El Alfa sonrió débilmente.
—Ya me han entrado cuatro lobos con esa misma frase —
su voz era suave.
Para ser un Alfa, ese lobo no tenía aspecto de Alfa. Era
más delgado, no tenía músculos y su complexión era más
parecida a la de un Beta.
—Yo no soy un lobo cualquiera.
—Eres un Alfa. No me interesan los Alfas.
Raven se inclinó hacia él. Su olor no era malo, olía a
limpio, a jabón, pero a su lobo no le gustó lo más mínimo.
—¿Y qué te interesa? Te he visto un par de veces aquí,
siempre estás solo.
—Me gusta salir a beber.
—Esos collares los usan los Omegas —puntualizó Raven
señalando la gargantilla.
Eran más usados en la ciudad que en las manadas y
significaba que el Omega había encontrado a su pareja pero
que aún no se habían marcado, como una señal hacia otros
Alfas de que no estaban disponibles.
—Yo uso lo que me da la gana —gruñó el del pelo azul.
—Tienes mal carácter.
—¿Acaso importa mi carácter cuando sólo quieres
follarme?
—Supongo que no.
—Los besos están prohibidos.
—¿No acabas de decirme que no estás interesado en
Alfas?
El chico lo miró.
—Por ti, puedo hacer una excepción.
Raven sonrió.
—Mi casa está a un par de manzanas de aquí.
—La mía enfrente del bar.
—¿Y a qué esperamos?
El chico Alfa agarró a Raven del cuello de su camiseta y
tiró de él fuera del local. Raven no se molestó en decirles
adiós a los gemelos, era habitual en él y ellos ya estaban
acostumbrados. Esto iba a ser una jodida casual, otra de
muchas. Una noche. Una noche con un Alfa bonito al que no
le gustaban los besos.
A Raven sí que le gustaban, pero tampoco le importaba
no dárselos. Subieron en el ascensor en silencio y el Alfa se
apresuró a abrir la puerta, agarró a Raven de la muñeca y lo
empujó hasta hacerlo caer en la cama. Raven estaba bien
con eso, se obligó a pensar.
El olor era fuerte, jabón de jazmín, plantas, Alfa. Hombre.
Su cama estaba llena de feromonas y su lobo se cabreó al
recibirlas, pero Raven lo ignoró. Desabrochó el botón de su
pantalón mientras que el Alfa se desnudaba y agarraba una
pequeña botella de su mesa de noche y Raven se masajeó
de arriba abajo.
—¿Necesitas ayuda? —la pregunta del chico sonó entre
risas.
—Encárgate de ti.
Raven apretó la mandíbula fuerte. Joder. El cuerpo del
chico era precioso. Pálido, suave, delgado, sin rastro de
vello, con unos bonitos pezones rosas y trasero respingado.
Eso tenía que encender a Raven, salvo que eso no lo estaba
haciendo y el Alfa parecía igual de frustrado y blando que él
cuando metió sus dedos dentro.
Raven sintió una risa amarga subir por su estómago. Era
ácido, una náusea de su lobo disconforme por lo que estaba
haciendo y se echó a reír.
—Jodida mierda —miró al Alfa que aún trataba de
prepararse de forma incómoda sobre la cama—. Oye... deja
eso. Está claro que no va a funcionar.
El chico lo miró. Frunció sus labios, sacó sus dedos fuera
y apoyó las manos en el colchón.
—¿No te pongo? —preguntó.
—Está claro que ya no.
El Alfa bajó la cabeza y Raven tuvo la necesidad de ir a
consolarlo.
—Sé que esta frase va a sonar muy típica, pero no eres
tú. Eres bonito y normalmente eso me gusta, no suelo ir a la
cama con Alfas y mírame.
—No te parezco bonito, no te has puesto duro.
—No estoy con ánimo hoy. Tú tampoco estás duro,
¿sabes?
El chico no había ni encendido la luz, pero Raven pudo
ver un puchero tierno en su barbilla.
—¿A quién querías poner celoso con esto? Yo inventé esta
táctica, chico —Habló Raven.
El Alfa subió la mirada, agarró un cojín y se tapó con él.
—No te importa.
—Vas todos los fines de semana a ese bar solo, usas un
collar de Omega para que te confundan con uno. ¿A quién
quieres cazar?
El chico mordió su labio.
—Si te lo cuento, ¿me ayudarás?
—Puedo intentarlo.
El Alfa dudó durante unos segundos.
—Es uno de tus amigos.
Raven tuvo que cerrar su boca para que no cayera al
suelo.
—¿Quién? ¿Cori?
Negó con la cabeza.
—¿Ori? ¿Te gusta Ori?
No sabía por qué estaba sorprendido.
—Sí.
—¿Y por qué nunca te has acercado a él?
—No es cómo si no nos conociéramos.
—¿Habéis follado?
Sus mejillas rojas le dieron la respuesta.
—Lo habéis hecho. Qué jodida mierda, ¿por qué nunca
me ha hablado de ti?
—Porque él no se acuerda.
Raven agarró sus pantalones.
—¿Cómo es eso?
—Fue...hace unos años, en su primer celo. Los dos somos
parte de la misma manada, íbamos juntos al colegio y lo
fuimos en el instituto hasta que...eso.
Raven frunció el ceño. Los primeros celos eran una
mierda, era cuando los Alfas experimentaban por primera
vez el celo y el cambio. Ocurría en la pubertad, sobre los
dieciséis años y normalmente los Alfas se encerraban o sus
familias lo hacían para que no pudieran hacer daño a nadie.
El primer celo era peligroso por eso, los lobos Alfas se
volvían agresivos y tendían a salir a buscar a su pareja, si
no la encontraban atacaban a todo lo que oliera parecido
hasta que se quedaban sin fuerzas.
En la manada llevaban un control de todos los
adolescentes Alfas y Omegas, los separaban cuando
estaban a punto de llegar a sus celos, no les permitían ir a
clase y Caleb ponía guardianes en sus puertas por si alguno
escapaba de alguna forma y decidía atacar.
Raven llevó las manos al collar de su cuello y el chico no
se movió mientras que se lo quitaba revelando un gran
mordisco en la base de su cuello.
—Ori es tu compañero.
—Cállate y ni se te ocurra decírselo.
—¿Por qué no?
—Porque no le gusto, ¿vale? Lo hizo conmigo en mitad
del celo, me mordió y al día siguiente me ignoró como si no
fuera nada. Cuando vio mi cuello me preguntó quién había
sido y si tenía un compañero Omega y que se alegraba
mucho ya que era un Alfa difícil de emparejar debido a mi
aspecto.
—Hijo de puta.
—Uso el collar para que la gente no sepa que estoy
emparejado y me pida respuestas sobre mi pareja.
—Puedo darle una patada en los huevos si quieres.
—No. Pero quiero que le digas que tú y yo lo hemos
hecho.
—Eso no te hará sentir mejor, créeme.
—Me da igual. Quiero ver si siente aunque sea algo por
mí antes de arrancarme su marca del cuello.
Raven sintió algo de pena por él. Ori nunca le había
hablado de él, ni siquiera en los fines en los que habían
salido y se lo habían encontrado. Ori no había mostrado
interés en él mientras ligaba con otros mestizos.
—¿Cómo es que Ori no puede oler que es tu pareja?
El chico se encogió.
—Así de importante soy.
Raven suspiró.
—De acuerdo. Pero deberías poner algo de tu olor encima
mío para hacer esto creíble del todo.
—Eso no me gusta.
—A mí tampoco, yo también estoy emparejado.
El Alfa lo miró.
—¿Lo estás?
—Sí.
—¿Y qué haces aquí?
—Mi pareja ha decidido ser únicamente mi amigo, y estoy
bien con eso. Es un Alfa, no como tú. Nunca he estado en
una relación y él es...demasiado grande, y supongo que no
congeniaremos bien en la cama.
—¿Supones?
—Yo no soy el de abajo, chico.
—Me llamo Adriel. ¿Has hablado con él sobre eso?
—No.
—¿Y estás dispuesto a ser únicamente su amigo sólo
porque crees que no vais a congeniar en la cama? Es
estúpido. Eres muy estúpido.
—Gracias.
—Habla con él o te convertirás en el mismo Alfa frustrado
que yo.
—Tú lo tienes más fácil, Ori y tú sois de la misma
manada. Él siempre ha querido encontrar a su pareja así
que dudo que te rechace cuando se entere, y espero de
verdad que no me arranque las pelotas al salir de tu casa.
En cambio, Trébol y yo somos de manadas diferentes, él es
heterosexual y está comprometido o lo estaba con una
humana.
—¿Es Trébol el hermano adoptivo de Ori y Cori?
—Si.
—Vaya, ese Alfa no es ningún desperdicio.
Raven gruñó. Mierda. Ni siquiera sabía porque lo había
hecho y Adriel lo miró con risa contenida.
—Te gusta.
—No me gusta.
—Te gusta. Los Alfas también tenemos próstata, eso...se
siente bien.
—¿Podemos dejar de tener esta conversación e ir a lo
importante? —Raven abrió la garganta para Adriel y el Alfa
empujó su cabeza ahí para marcarlo.
—Asqueroso —ladró Raven.
—El sentimiento es mútuo.
CAPÍTULO 4:
TE CAZARÉ

Raven llegó a casa listo para darse una ducha y vomitar.


No lo hizo, al menos tenía que esperar a que Ori llegara y lo
oliera y luego podía darse esa ducha, y podía llamar a Trébol
e ir corriendo hacia él para que lo cubriera con su olor.
¿Qué? No. Eso último no había sido de él. Raven se quitó la
camiseta y los zapatos y se tiró en el sofá a la espera de su
amigo. Estaba preparado para un golpe, para lo que fuera.
Recordaba el puño de Ivarr estampándose en su cara
cuando besó a Dani y eso que Dani ni siquiera era su
compañero, no sabía la reacción que iba a poder tener Ori
cuando lo oliera, sólo esperaba que no quisiera pelear.
Raven no pudo dormir y se puso firme cuando escuchó la
puerta de la casa abrirse, sólo apareció Ori.
—¿Dónde está Cori?
—Se ha quedado hablando bajo con un amigo. Qué
pronto has llegado.
Ori recogió su pelo nada más entrar y fue a la cocina,
Raven lo siguió.
—Ha sido un polvo rápido.
—No puedo creer que te hayas acostado con él sabiendo
que mi hermano es tu pareja.
Raven tuvo que tomar aire para no hablar de más.
—Tendré una conversación con él esta semana, así que...
no le digas nada de esto.
Ori abrió la nevera y le pegó un trago a la botella de
agua.
—No te prometo nada.
—Vamos, no seas capullo.
—Tú eres el capullo aquí. ¿Sabes quién es el chico con el
que te has acostado?
Raven fingió indiferencia.
—No. Ha sido una jodida casual.
—Es un Alfa, y para tu información, está emparejado ya.
El rostro de Ori estaba tenso y Raven se dio cuenta de
que tan indiferente a Adriel no era.
—Sí, algo me ha comentado. También me ha dicho que su
pareja lo ha abandonado y que va a arrancarse su marca del
cuello.
Ori lo miró largo y tendido, se acercó a los cajones de la
encimera.
—¿Eso te ha dicho?
—Sí.
—Yo no sabía eso.
—Creía que no os conocíais, nunca te he visto hablar con
él.
—Adriel no se junta con la manada, apenas va a las
reuniones y vive solo desde que acabó el instituto.
—¿Cuántos años tiene?
—Dos menos que yo.
—¿Y sus padres?
Ori encogió sus hombros, agarró un bote de pastillas y
sacó dos.
—¿Qué estás tomando?
—Son pastillas.
—Veo eso.
—Son para el celo.
—¿Estás en celo?
—No. Las tomo para no entrar en celo.
Raven lo miró sin entender. Ori suspiró.
—Mis celos son fuertes, despierto en sitios que no
conozco medio desnudo. Nunca he hecho daño a nadie y
Cori se encarga de cuidarme pero no puedo descuidarme.
Hace unos años empecé con el tratamiento, es especial
para mestizos Alfas e inhibe cualquier rastro de celo.
—Nunca me lo habías contado.
—No me gusta que la gente lo sepa. Los mestizos
normalmente no sufren de celos, pero mi lobo es... me
cuesta controlarlo, con esto consigo marearlo hasta el punto
de que no sabe dónde está.
—Ni con quién está, ¿verdad? ¿No has pensado en dejar
de tomarlas?
—¿Y arriesgarme a hacerle daño a alguien? No.
—Esas pastillas dañan tu olfato.
—¿Desde cuándo te preocupas por mi olfato?
—Así no encontrarás a tu pareja.
—Tú la has encontrado y huyes de él como un niño de
cinco años, no me des lecciones.
—Cambia de pastillas, Ori.
—Me voy a la cama.
Raven vio como se marchaba. Hubiese preferido recibir
un golpe. El lobo fue corriendo a la ducha, tiró toda su ropa
y se enjabonó, el olor a jazmín había disminuido pero seguía
ahí y su lobo se estaba volviendo malditamente loco.
Tenía dos opciones. Recoger sus cosas y marcharse a la
manada, o tragarse su orgullo y llamar a Trébol.
Raven soltó un ruido.

***

—Jefe, hay alguien fuera que te busca.


—Dile que estoy ocupado —respondió Trébol cubierto de
pintura y masilla.
—Ya se lo he dicho. Insiste en verte, dice...dice que es tu
pareja.
Trébol se dio la vuelta hacia su obrero.
—¿Es un hombre moreno?
—Sí.
George lo miraba divertido. Claro que sí, a él le
encantaban los cotilleos de la obra y siempre estaba
esparciendo y llevando rumores, Raven tendría que estar
preparado para que toda la manada y toda la ciudad supiera
que él era su pareja.
—De acuerdo. Déjalo pasar e id a casa a comer, mañana
seguiremos.
—Si, jefe.
George se fue y al poco tiempo entró Raven.
—No esperaba... —su voz se cortó cuando Trébol lo olió.
Su sonrisa se convirtió en una mueca molesta y Trébol
apretó el pincel en sus manos—. ¿En serio?
—No es lo que piensas.
—¿Y qué pienso?
—Piensas que me he acostado con un lobo.
Trébol respiró hondo buscando un poco de paz en su
interior, eso sólo lo puso más y más furioso. Su pareja,
Raven, estaba frente a él con unos estúpidos vaqueros, una
estúpida camiseta ajustada, unos deportivos. Su estúpido
pelo húmedo, su rostro cansado y aún así viéndose
estúpidamente precioso y con olor a lobo.
—¿No lo has hecho?
—Lo he intentado. Pero escúchame...
—Mierda, Raven. ¿Qué cojones? De verdad que no logro
entenderte.
—No lo hice. Ni siquiera me pude poner duro.
—¿Eso tiene que consolarme? —Trébol negó con la
cabeza, le dio la espalda y siguió pintando la pared de verde
pistacho.
—No me ignores.
—No lo hago. Trato de mantener mis manos ocupadas
para no ir a dónde estás y hacer algo de lo que luego pueda
arrepentirme.
—¿Cómo qué?
—Déjalo, quieres.
—No. No quiero. Salí anoche, sí. Esperaba liarme con
alguien para ver si era capaz de dejar de pensar en ti y creía
que lo estaba consiguiendo hasta que vi que no podía
excitarme. Me fui a casa después de eso.
—Eso no explica por qué hueles a Alfa.
—Mírame, Trébol.
—Te he dicho que no.
Algo duro impactó en su espalda y Trébol se dio la vuelta
muy lentamente. Miró a Raven primero, luego al suelo y de
nuevo a Raven.
—¿Me has lanzado un bote de pintura?
—Lo haré otra vez si no me escuchas.
—¿Qué quieres?
—No puedo quitarme su olor de encima. Me siento mal.
Necesito que...
—No.
—¿No?
—No. Si estás tratando de insinuar que vaya y te quite su
olor...
—No lo estoy insinuando —interrumpió Raven—. Quiero
eso.
Trébol apretó su mandíbula.
—¿Crees que soy uno de esos lobos que lamen por donde
vas? Te dije que estaba interesado en ti, preparé una
maldita cita en tu casa para conocernos y que te sintieras
cómodo, me ofrecí a ser tu amigo y a darte tiempo para
pensar. Sabía que ibas a salir anoche, pero no esperaba que
a la primera de cambio te fueras con otro Alfa. Supongo que
la conexión entre parejas no es tan fuerte cómo pensaba y
fácilmente puedes irte con quien te dé la gana.
—No es así.
—¿Y cómo es? Si tuviera orejas y cola me hubieses
tratado diferente, tú mismo dijiste que te sentías aliviado de
ser sólo amigos.
—No quería...No era eso. Estaba confundido.
—¿Y ahora no? ¿Doce horas más tarde no lo estás?
—¡Si! ¡Sigo igual! ¡Y tú no haces nada para calmarme!
¿Cómo no voy a estar confundido si nunca he estado en una
maldita relación? Ni sé lo que es querer ni que te quieran. Tú
tuviste una segunda familia que te dio la oportunidad al
menos, yo lo que tuve fue a un padre que no dejaba de
recriminarme por haber matado a mi madre de bebé y que
me abandonó en cuanto pudo. Y sí, salgo, y busco cariño
cada noche porque es la única manera de sentirme bien
antes de volver a mi vida de mierda. Yo también pensaba
que tener una pareja era diferente, así que estamos a mano.
Puedes ignorarme ahora, me largo.
Trébol lo agarró de la muñeca antes de que pudiera
cruzar la moldura de la puerta.
—Raven.
—Déjame.
—No tenía ni idea de que te sentías así.
—¿Me sueltas?
—Hagamos esto de nuevo. Volvamos al principio. Seamos
sinceros realmente el uno con el otro.
Trébol miraba su nuca y Raven no contestaba, aún así no
se le pasó por la cabeza soltarlo en ningún momento.
—No hice nada con ese Alfa —habló al final el lobo—. Me
marcó, y dejé que lo hiciera para ayudarlo con algo. Es una
larga historia que seguro que no creerás.
—Te creo.
Raven lo miró de reojo. Sus ojos plateados estaban
apagados, al igual que su piel.
—No me gusta que hables de Laura. Me da igual que ella
quisiera venir a vivir aquí, y que le fueras a comprar una
casa.
—De acuerdo.
—Y no voy a ser más tu amigo.
—Vale. Ya que estamos diciendo lo que no nos gusta, a
mí no me gusta que me compares con Omegas o Betas o
alguna de tus conquistas. Soy un Alfa completo, y tendrás a
un Alfa completo con marcas incluidas. ¿Bien?
—Bien.
—Bien —repitió Trébol tirando de Raven.
El lobo no se resistió, dejó que Trébol lo guiara hasta su
cuerpo, metió la cabeza en el hueco de su cuello como si
fuera natural y respiró hondo. Trébol lo sentía relajarse, sus
manos picaban por acariciarlo y no se reprimió. Trébol era
consciente de que estaba cubierto de pintura, y sudor,
cuando Raven se separara tendría que tirar también esa
ropa a la basura pero le dio igual. Pasó las manos por su
espalda, lo acarició y ocupó su nuca forzándolo a olerlo más
y más, a reducir el escaso espacio que quedaban entre ellos
dos.
Raven hizo un ruido, sus dedos, junto al cuello de su
camiseta empezaron a moverse y a palpar el amplio pecho
de Trébol. Trébol casi lo sentía moverse y frotarse contra él y
empujó su pierna entre las suyas.
—Mmm... —murmuró Raven empujándose contra su
muslo.
Menos mal que le había dicho a los chicos que
recogieran. La casa aún no tenía ni ventanas, ni puertas y
todo el mundo que pasara por delante podría ser capaz de
verlos. Eso a Raven no parecía importarle.
—Me gusta tu olor.
Trébol tragó saliva.
—¿A qué huelo?
—Ladrillo. Cemento.
Trébol sonrió.
—Tiene sentido.
Raven levantó la cabeza en ese momento. Joder. Sus
caderas seguían moviéndose muy lentamente contra su
muslo, Trébol podía notar lo duro que estaba y él mismo
estaba igual. Los ojos de Raven parecían adormecidos,
como si hubiese estado fumando marihuana o alguna hierba
tranquilizante.
—¿A qué huelo yo? —preguntó, Trébol miró sus labios.
—Hueles a manzana verde.
—¿A manzana?
—Ajá. Me gustan las manzanas —Trébol pegó su frente a
la de él.
—Mmm... ¿Vas a besarme?
Los ojos de Raven se entrecerraron, lamió sus labios.
Raven movió las manos de su pecho fuerte a su cuello e
inclinó su cabeza para hacer que sus bocas encajaran.
Trébol se alejó antes de eso y Raven lo miró con fastidio.
Trébol sonrió malvado.
—No hagas eso.
—¿Hacer el qué?
—Eso. No te apartes.
—Es difícil apartarme de ti cuando estás casi encima mío.
Raven tiró del pelo de su nuca.
—Raven, desde aquí puede vernos cualquier persona.
—Vale.
Trébol rió.
—¿Vale? ¿Cuándo es tu celo?
—¿Qué importa eso?
—Importa. Vamos a tener que hablar de eso.
—Ahora, no. Ahora, me besas.
El lobo te Trébol gruñó muy de acuerdo, y finalmente,
Trébol no pudo resistirse más. Rozó sus labios contra los de
Raven. Raven hizo un ruido. Y Trébol sostuvo su nuca
mientras profundizaba el beso. Empujó su lengua y lamió su
boca por dentro, los colmillos de Raven lo rozaron y Trébol
se vio empujándolo hacia una de las paredes recién
pintadas.
Seguía habiendo mucho espacio en ellos. Mucha ropa.
Poca piel. Trébol quería empujarse completamente dentro.
Agarró su cabeza tomando el control del beso y mordió con
los colmillos su labio inferior. Raven gruñó y Trébol lo siguió
cuando el lobo metió las manos dentro de su camiseta.
La habitación estaba llena de feromonas Alfa. Raven
movía sus caderas contra las de Trébol casi de forma
frenética, Trébol estaba húmedo por dentro, su lubricante
empezando a dispararse. Las manos de Raven amasaban
sus pectorales y pellizcaban sus pezones mientras que
Trébol lo devoraba una y otra vez. Lo lamía, escupía en su
boca y volvía a lamer.
—Más —jadeó Raven.
El lobo de Trébol se sacudió. Sus manos descendieron por
su espalda y se metieron por dentro de su pantalón,
apretaron sus perfectas nalgas sobre la tela de la ropa
interior y lo empujaron hacia él.
—Sí. Así —animó Raven con voz ida.
Trébol era muy consciente aún de no ir hacia el lugar
prohibido. No quería estropearlo y que Raven huyera al
darse cuenta de que Trébol tenía intenciones de estar
dentro de él. En realidad, a Trébol no le importaba, nunca
había hecho sexo anal y tampoco lo había experimentado,
pero si era Raven, su lobo podría estar tranquilo con eso.
—Vamos, amor —musitó Trébol entre mordiscos
forzándolo cada vez más fuerte contra él.
Mordió su barbilla y los jadeos de Raven aumentaron
impulsándose hacia arriba. Raven quedó sujetó a él como
un koala con las piernas alrededor de su cadera, Trébol
aprovechó para aplastarlo y joderlo con su ropa.
—Un...un poc...
—Mírame, mírame, Raven.
Raven lo hizo. Sus labios se abrían y cerraban, su mirada
plata se fundía, su frente estaba sudorosa y mostraba sus
colmillos cada vez que Trébol apretaba dónde más le
gustaba. Se estrelló una última vez y los ojos de Raven
fueron detrás de su cabeza mientras escondía su rostro
finalmente entre el cuello de Trébol.
Trébol siguió moviéndose contra él aún cuando su
compañero había acabado y se corrió entre gruñidos y
sonidos bestiales apresando y clavando los dedos en su
trasero. Respiró. Respiró muy hondo y no trató de quitarse
de encima a Raven ni cuando pasaron diez minutos.
Raven se movió entonces, sus piernas se relajaron y
Trébol dejó de sostener su trasero para sacar sus manos y
acariciar su espalda húmeda por la pintura.
—¿Vas a empezar a enloquecer? —Trébol habló áspero.
—Creo que sí.
—No ha sido malo —. Trébol quería reírse de su propia
voz insegura.
Mierda. Él nunca se ha preocupado por dar la talla o no.
El sexo con Laura era cómodo, nada emocionante mientras
que Trébol se esforba por no hacerle daño, por ser suave,
por ser…más humano.
—¿Tú no estás enloqueciendo? No soy una mujer. Ya lo
has notado.
Trébol se había dado cuenta de eso.
—Te sorprenderá saber que estoy bien con eso.
—Eres un tipo raro.
Trébol rió.
—Gracias.
—No era un cumplido.
CAPÍTULO 5:
CELO

La despedida fue peor de lo que Raven pensaba. Decirle


adiós a Cori y a Ori era fácil, los lobos se pasaban todos los
fin de semana juntos y bastaba con sacudir su mano o gritar
algo, pero despedirse de Trébol fue...raro.
Sí. Esa era la palabra. Ambos habían acordado mandarse
mensajes y verse durante la semana, Trébol podía ir al
territorio por las noches a correr junto a Raven y Raven ya le
había ofrecido su cabaña para pasar la noche, no era como
si dejaran de verse, pero lo parecía. Después de su
encuentro con la pintura, Raven había tenido que ir a casa a
ducharse y a recoger todas sus cosas. De momento, Trébol
se estaba quedando en una casa compartida de alquiler de
su manada y había hecho lo mismo para luego ir a casa de
sus hermanos y acompañar a Raven al límite del bosque. El
paseo había sido entretenido, ambos habían hablado de
cosas sin importancia, de lo que les gustaba hacer, de lo
que no, de sus comidas favoritas y Raven se había dado
cuenta de que no había nada que temer de ese Alfa. No
aún.
—Llámame mañana —dijo Raven—. Acabo de trabajar a
las tres.
—De acuerdo. ¿Estás bien ahí dentro? He escuchado que
hubo un ataque de cazadores hace unos meses.
—Sí, pero nadie salió herido. A veces ocurre y estamos
preparados, de hecho hay un par de guardianes mirándote
ya.
—¿Por qué soy desconocido?
—Sí, hablaré en cuanto pueda con Caleb para que te
dejen pasar.
Trébol asintió y Raven se encontró dudando de si
acercarse o no. No olía a Ron ni a Marcus y se suponía que
eran ellos los encargados de la guardia de ese sector, al
final se acercó. De todas formas la manada descubriría
tarde o temprano que Raven había encontrado a su pareja y
que esa pareja era un Alfa. Respiró en el cuello de Trébol y
se alejó sintiendo sus ojos en su sien.
Raven recorrió el camino de tierra rápido y de memoria.
Deseando llegar a su cabaña, cambiarse y salir a correr por
el bosque. Cuanto más se acercaba a la manada, más
cuchicheos Raven notaba hasta que un tiempo después
llegó al territorio neutro. Normalmente, ese sitio era el
menos concurrido. Los Alfas preferían estar en territorio
Alfa, los Omegas y Beta en el suyo y el territorio neutro sólo
se llenaba cuando habían celebraciones, fiestas o alguna
oferta en la carnicería o tiendas más pequeñas, pero esa
tarde, todos habían salido de sus cabañas y no dejaban de
hablar unos con otros.
Los Alfas iban con los Beta, los Beta corrían a los Omega
y los Omegas disparaban sus oídos alarmados y
preocupados. Raven detuvo a una de las Beta que corría de
un lugar a otro con un bonito vestido de flores.
—¿Qué ha ocurrido?
Algunos guardianes vigilaban el lugar y Raven no veía a
Dani, ni a Ivarr, ni a Levi, Apolo o Helia.
—Un Omega dominante ha atacado a Caleb —dijo la
Beta.
—¿Cómo?
—Esta noche.
—¿Le ha hecho algo?
—No. Pero ha mandado a Drake a la clínica, Marcus y Ron
están con él y hay rumores de que el Omega planeaba
asesinar a Caleb.
—¿Lo han capturado?
—Lo tiene Beom.
—¿Beom?
—Lo tiene en su cabaña.
La Beta corrió a contárselo a otra persona y después de ir
a las oficinas y encontrarlas vacías, Raven fue a la clínica.
Conocía a Drake, Raven se había encargado de todo el
papeleo del cambio de su cabaña a la de Ron y Marcus, y
para su edad, el chico le había parecido muy maduro y
comprometido con la manada. Dejó la mochila en la entrada
de la clínica y tocó la puerta.
Helia salió.
—¿Cómo está Drake? Me he ido un fin de semana y
parece que ha llegado la guerra.
—Está bien, se acaba de despertar.
—¿Qué le ha pasado? Me han contado cosas sobre
Omegas dominantes y asesinatos.
—La gente ha empezado a especular pronto.
—¿Es verdad?
—Claro que no —dijo Helia, amarrando su cabello en una
cola baja.
—Beom ha encontrado a su pareja, fue hablar con Caleb
y hubo un malentendido, nada más. Nadie ha resultado
herido, Caleb hablará en los próximos días para aclarar el
asunto. Puedes ir a casa, Raven.
—¿No puedo entrar a ver a Drake?
—Es mejor que no. Está atravesando el primer celo y la
medicación no le está haciendo efecto.
—De acuerdo, cuida de él.
Raven cogió sus cosas.
—Raven —lo llamó Helia con los brazos cruzados.
—Dime.
—Hueles diferente.
Raven sonrió y Helia le devolvió la sonrisa con la mirada.
—¿De verdad? Yo no he notado nada.
***

Raven contestó al teléfono al cuarto toque.


—Dime —gruñó con mal genio.
—¿Llamo en un mal momento?
Raven se obligó a tomar aire, a respirar y a levantarse
del ordenador.
—No. Lo siento, sólo...estoy estresado hoy.
Trébol y él habían estado hablando durante unos días,
Trébol había tenido problemas con la obra y el ambiente en
la manada se estaba apaciguando aunque aún había miedo
entre los miembros.
—¿Estás libre mañana?
—No lo creo, estoy a reventar de trabajo, la manada no
está en sus mejores momentos.
—¿Y por la noche? Puedo ir, recogerte y llevarte de nuevo
con el coche.
—No es buena idea que vaya a la ciudad, Trébol.
—¿Y si me quedo en tu casa? ¿Hay algún problema con
eso?
—Entras a trabajar a las siete de la mañana.
—No tengo problema en madrugar más. Estoy cansando
de hablar contigo por teléfono y pajearme hasta quedarme
dormido.
—Que romántico eres.
—¿Qué me dices?
—De acuerdo. No tendría que haber ningún problema con
los guardianes, ¿vienes en coche?
—Si.
—Te pasaré la ubicación para que sepas que caminos
tomar.
Al día siguiente, Raven salió un poco antes del trabajo,
había adelantado todos los informes y enviado a Caleb y se
acababa de duchar, limpiar la casa y organizar. Para
desgracia de Trébol, Raven había tratado de cocinar algo de
carne, se había despistado y se le había quemado en el
horno así que había corrido como un loco a hacer una
ensalada y pan tostado. Trébol le había enviado un mensaje
nada más salir, debería estar a punto de llegar y así fue
cuando alguien tocó la puerta de su cabaña.
—Me lo he encontrado dando vueltas por la granja.
Trébol no venía solo, Jason estaba a su lado.
—¿Y has tenido que acompañarlo hasta la puerta, Jason?
—Raven se cruzó de brazos.
Jason era un lobo mentecato.
—Pensaba que mentía —Jason encogió sus hombros—.
Nunca he visto a un Alfa en tu casa. Los gustos cambian,
supongo.
—Deja de olfatear aquí y piérdete —gruñó Raven
agarrando la mano de Trébol y cerrando la puerta en las
narices del granjero— ¿Qué te ha dicho?
—Supongo que nada que no supiera antes.
—Lo voy a...
—Tranquilo —Trébol lo alcanzó—. Ha mencionado a unos
cuantos Omegas y Betas y a un tal Dani y se ha callado
cuando me ha escuchado gruñir. Eso es todo.
—Tendría que haber ido a recogerte.
Raven sabía que esto pasaría. El lobo no era un monje.
Era un Alfa sexualmente activo que tenía sexo ocasional con
casi la mayoría de lobos de la manada. Todos lo sabían y
sabían sus gustos peculiares. A Raven no le había importado
hasta que sabía que eso podía llegar a molestar a Trébol y a
hacerle daño.
—Todos tenemos un pasado. No me importa.
—Si que lo hace.
—Aprenderé a sobrellevarlo. ¿Es esta tu casa?
Raven lo siguió al salón mientras el lobo cotilleaba. En
realidad, era una pequeña cabaña sin demasiados lujos.
—No es mucho.
—Es bonita.
—He intentado hacer algo de cenar, pero...no ha salido
del todo bien.
Trébol llevó la mirada hacia él y fue como si ambos se
vieran por primera vez en mucho tiempo. Sólo habían
pasado cuatro días y habían hablado todas las noches por
teléfono, no se debía sentir como si Raven quisiera saltar
sobre él. No. Salvo que lo era.
—Lo he imaginado —La voz de Trébol se volvió espesa.
—¿Te gusta la lechuga?
—La odio.
—Mierda. Yo también.
Trébol rio.
—Préstame la cocina diez minutos, anda.
—Toda tuya.
Trébol hizo carne de pollo salteada, estaba deliciosa.
—¿Quieres tomar una ducha? —le preguntó Raven.
—Lo he hecho antes de venir, lo que no tengo es un
pijama.
—Te prestaré algo mío —Raven subió a su habitación.
Estaba nervioso. Joder. Lo estaba. Normalmente, la gente
venía, follaba y se iban. Nadie se quedaba a su cama a
dormir, nadie usaba sus pijamas, nadie le hacía de cenar y
limpiaba luego su cocina mientras que Raven se encargaba
de buscar una maldita película. Abrió uno de sus cajones y
sacó un pantalón corto. Hacía calor así que no le llevó
ninguna camiseta y Trébol se cambió antes de que la
película comenzara. Elegir los lugares en el sofá fue de lo
más incómodo. Ninguno de los dos quería que ocurriera lo
mismo de la última vez así que Raven se sentó en el centro
en lugar de en una esquina, fingiendo estar concentrado en
la película para cuándo Trébol salió del baño. El Alfa se
sentó a su lado. La piel de Raven cosquilleaba. Usaba
también unos pantalones cortos y una camiseta fresca y
ancha de tirantes.
Trébol colocó una mano sobre el muslo de Raven y Raven
se recostó en su hombro de forma cómoda, tomó aire.
Esto...se sentía bien y era algo a lo que Raven podría llegar
a acostumbrarse, pensó concentrándose en las caricias y el
calor masculino de la palma y dedos de Trébol. Raven movió
la pierna sobre el muslo de Trébol, y el rubio siguió
acariciando. A mitad de la película, Raven no tenía ni idea
de qué iba, todo se concentraba en esa mano, en el olor
suave de Trébol entremezclado con el suyo, en su calor.
Apartó la vista de la televisión y se abrazó al costado del
Alfa. Trébol no tardó en rodear su cintura y en subirlo a su
regazo mientras que Raven apretaba su rostro en su pecho.
Gran idea no darle camiseta.
Una gran y genial idea.
—No te he preguntado cómo ha ido tu día —dijo Raven,
amortiguado por la piel de su pecho.
—Cansado. He ido a comer con Ori y Cori.
—Espero que no se hayan burlado mucho de ti.
—Lo normal. Cori está conociendo a una chica. Una Beta.
—¿Si? Me alegro. ¿Y Ori? ¿Sabes algo de él y Adriel?
A Raven se le escapó mientras hablaba cansado con él la
otra noche, y le hizo prometer a Trébol que no diría ni una
sola palabra.
—No. Pero Ori fue al médico de la manada a cambiar de
pastillas, con suerte recuperará el olfato.
—Espero que sea antes de que Adriel se arranque la
marca.
—¿Eso se puede?
Raven tembló al sentir los dedos de Trébol en su cuello.
—Nunca me he preguntado si se puede o no. Es piel.
—Pero es el cuello. Por eso la marca va ahí, es un lugar
sensible y peligroso, ese chico tiene que saber que puede
hacerse mucho daño al intentar eso él solito.
—¿Vas hablar con él?
—¿Cómo? Nunca lo veo. En las reuniones ni siquiera lo
nombran y he pillado a algunos Alfas hablando barbaridades
sobre él.
—Con Adriel no. Con Ori.
—¿Debería darle un empujón?
Raven lo miró.
—Uno pequeño. No te pases.
Trébol se inclinó para besar su sien y Raven se encontró
disfrutando de ese mero contacto. No hicieron nada más.
Hablaron uno encima del otro hasta las tantas. Raven se
acostaba encima de él y acariciaba sus costados y
músculos, luego, Trébol le daba la vuelta, apoyaba la cabeza
en su hombro y Raven y su lobo disfrutaban de su peso.
Subieron a la habitación a las cinco de la madrugada y
durmieron únicamente una hora enredados uno con el otro
antes de que la alarma de Trébol sonara y el Alfa gruñera,
aplastará a Raven entre sus brazos y saltara de regreso a la
ciudad.
CAPÍTULO 6:
BONITO

Los aburridos y rutinarios días de Trébol se redujeron a eso.


Nada más acabar su trabajo en la obra, Trébol se metía en
su coche y conducía hasta el territorio Alfa del bosque. A
veces, Trébol se duchaba, se limpiaba el sudor, la pintura y
los restos de yeso y se ponía presentable para ir a casa de
Raven, otros días ni siquiera pasaba por la casa de alquiler.
Sus compañeros ya se preguntaban si Trébol seguía
viviendo allí y sólo dejaban de dudar cuando lo veían ir a
recoger algunas cosas.
El caso era que ver a Raven se había vuelto una
necesidad al igual que respirar. Era casi enfermiza la forma
en la que lo esperaba en su casa cuando el Alfa no acababa
pronto su trabajo y lo empujaba entre sus brazos mientras
lo besaba y mimaba. Había noches en las que ni siquiera
hablaban o cenaban, únicamente buscaban el cuerpo del
otro, su olor y sus feromonas y jadeaban con el único placer
de olerse. Aún no habían podido llegar hasta el final, cuando
no se corría uno entre las caricias, lo hacía el otro y antes de
poder prepararse, los lobos estaban besándose de nuevo y
estallando.
—Trébol... —Raven susurró en su oído—.Trébol, vamos a
la cama. Si nos quedamos en el sofá acabaremos con el
cuello roto.
Trébol murmuró, lamió sus labios hinchados de tantos
besos y asintió con los ojos entrecerrados.
—No podemos seguir así.
Trébol permitió que los brazos de Raven lo ayudaran a
levantarse y lo guiaran hasta la cama.
—Eres como un Zombie.
Trébol jadeó cuando la mullida superficie lo envolvió, pero
aún no estaba cómodo del todo. Buscó a tientas a Raven y
agarró su muñeca con fuerza.
—Voy ya, déjame ir al baño.
—Diez segundos.
Escuchó los pasos de Raven alejarse y mientras, Trébol
tironeaba de su ropa para quitársela. Hoy había sido un día
horrible, tenían un plazo de quince días para terminar la
obra y llevaba trabajando con sus obreros desde las cinco
de la mañana para llegar a tiempo. Trébol ni recordaba
haber cogido el coche para ir a ver a Raven o tirarse en el
sofá.
Empujó sus pantalones y ropa interior fuera y me movió
hasta alcanzar la camiseta y lanzarla a alguna parte de la
habitación.
—Rav...
—Estoy aquí. ¿Quieres agua o algo?
—No. Tú.
—Mañana hablaremos de esto, ¿de acuerdo? —musitó
Raven enfurruñado acomodándose en su pecho.
Trébol lo encontró con las manos y tiró de su pijama.
—Quita tu ropa —consiguió decir el rubio.
Raven gruñó en respuesta, hubo sonidos suaves y
cuando Raven se apretó de nuevo contra él, estaba
completamente desnudo. Trébol abrió los ojos pocas horas
después con el sonido del despertador, se frotó el rostro con
la mano aún somnoliento. Tenía que salir de la cama y
ducharse con agua fría, coger el coche, conducir hasta la
ciudad, trabajar en la obra y regresar con Raven. El hombre
en cuestión empezó a moverse a su lado, levantó su brazos
y apagó el despertador. El calor escapó de su cuerpo
cuando se separó de él.
—Tienes que dejar de venir aquí, Trébol.
El cerebro del Alfa empezó a funcionar con esas palabras.
—No me mires como si te estuviera dejando. Tus ojos sólo
son ojeras, no duermes, no descansas, yo también quiero
verte, pero no así.
Trébol agradeció el vaso de agua que Raven colocó en
sus labios y bebió.
—Quince días. Termino en quince días.
—Toma ese tiempo para descansar. No quiero que
mueras de agotamiento. Sé que estás semanas han sido
duras tanto para ti como para la manada, no pasa nada por
no poder vernos durante un tiempo.
Trébol negó con la cabeza.
—¿No qué?
—Necesito verte. No puedo elegir verte o no. Mi cuerpo
se mueve sólo.
—Esa es la excusa más estu...
Trébol sostuvo su rostro.
—Es cierto. Hay días que simplemente despierto aquí, ni
yo mismo puedo entenderlo. Creo que es cosa de mi lobo.
—Pues dile a tu lobo que pare. Va a matarte.
—No exageres.
—Lo digo en serio. Algún día tendrás un accidente con el
coche, o con alguna máquina de la obra. No puedes seguir
viniendo así. Tu cuerpo necesita descansar y tu mente
también y no puedes hacer eso cuando conduces una hora
entera para venir a verme y te levantas a las cinco sin casi
haber dormido para seguir trabajando.
Trébol sabía que Raven tenía razón.
—Tu celo está por llegar, Trébol. Tu cuerpo se está
preparando y necesitas esas horas de sueño.
Trébol tomó aire, besó la frente de Raven.
—Lo sé, joder. Pero necesito...realmente necesito verte.
—Prométeme que no volverás a venir hasta que yo te lo
diga. He hablado con tus hermanos y están dispuestos a
recogerte del trabajo y a encerrarte en tu cuarto.
Trébol no tenía fuerzas ni para reír. Hizo una mueca, o lo
intentó.
—Os he preocupado a todos.
—Sí, idiota. Ahora, vamos a la ducha. Te llevaré a trabajar
y me quedaré con tu coche para evitar que vuelvas esta
noche.
—Parece que no quieres verme más.
—No digas tonterías.
Raven preparó la ducha y ambos se metieron dentro, él
agua fría lo despejó al completo y el café y la tostada de
después terminó por activar todas sus neuronas. Raven
agarró las llaves del coche antes que él y le guiñó un ojo
antes de entrar al asiento del conductor. Durante esa hora,
Trébol durmió un poco más.

***

Raven no podía concentrarse en el trabajo, llevaba más


de diez días sin ver a Trébol ni hablar con él. Era ridículo el
tiempo que malgastaba pensando en él aún sabiendo que el
lobo estaba bien. Ori le hablaba todas las noches para
decirle si había comido, bebido y dormido y de vez en
cuando Trébol también le enviaba algún mensaje a la hora
de su descanso, hablaban un poco antes de volver a
trabajar y otro día llegaba sin más. Su lobo se había
refugiado dentro de él y no tenía ganas de salir a correr o a
mover simplemente las piernas y en la condición en la que
estaba la manada...Raven casi que lo agradecía. El Omega
de Beom era incontrolable y lo había puesto todo patas
arriba. Los guardianes corrían de un lado para otro y a Caleb
parecía que iba a darle algo cuando escuchaba nuevas
noticias sobre él.
Raven estaba deseando marcharse a la ciudad. Sí. Como
sonaba. Raven estaba acabando los últimos informes,
recogiendo en su cabaña y mirando pisos de alquiler en la
ciudad. Tenía ahorros para poder estar unos meses sin
trabajar mientras buscaba algo y ya había puesto a Caleb al
corriente de todo para que buscara a otro lobo para su
puesto. Raven sabía que tenía que ser así. Había amado a
su manada y trabajo por encima de todo, a Caleb como su
líder y su modo de hacer las cosas, pero estos días habían
sido un infierno para él, incluso cuando Trébol conducía para
verlo y quedarse a dormir.
Raven sabía que Trébol no iba a dejar a sus hermanos,
manada, familia y trabajo por la suya, por eso nunca había
abierto esa conversación. Sabía que Raven perdería y no le
importaba. Ya había pensado en marcharse y vivir con los
gemelos mucho antes de conocer a Trébol, además de que
Raven no tenía hermanos, ni padres, ni lazos de sangre que
lo unieran a la manada. Y abandonarla, no significaba un
adiós, Raven podría seguir viniendo y saliendo a correr por
sus territorios con la única diferencia que su líder sería el
líder de Trébol.
Raven metió la última caja en el maletero del coche de
Trébol. Únicamente le quedaban un par de bolsas de ropa y
se iría en cuanto Caleb le dijera que había un sustituto para
él. Había dejado el despacho ordenado y sus libros de
cuentas con notas preparados para el siguiente. El mensaje
no tardó en llegar y Raven sacó al fin todo el aire de sus
pulmones aliviado. Raven no había querido hacer ninguna
fiesta para él, esperaba una retirada silenciosa y esperaba
conseguirla hasta que encontró a Dani aproximándose.
—Te vas sin decir nada. Muy típico de ti, Raven —le dijo
con los brazos cruzados.
Raven miró sus profundos ojos azules, esta vez sin
ningún tipo de efecto en él.
—No me digas que me vas a echar de menos o me
pondré a llorar, bonito.
—Oh, cállate ya. ¿De verdad te estás yendo?
—Sí.
El Beta lo miraba sin creérselo aún. Seguía siendo
delgado y menudo, su cabello negro estaba recién cortado y
en su cuello lucia un gran mordisco al que ya no le daba
miedo enseñar.
—Por ahí dicen que has encontrado a tu pareja.
—Es cierto.
—¿Lo es? ¿Por qué no me lo has dicho?
Raven encogió los hombros.
—No he estado tan centrado cómo me hubiese gustado
estos días.
—Lo entiendo, ha sido una locura, pero pensaba que
éramos amigos.
—¿Lo somos?
—Claro que sí.
Raven rió negando con la cabeza.
—Cada vez que me acerco a ti, Ivarr quiere hacer un
pinchito con mi cabeza y no le culpo —Raven levantó la
vista y saludó con la mano al lobo furioso que había detrás
de la ventana—. ¿Lo has encerrado?
Dani se giró para ver a Ivarr.
—Algo así. ¿Quién es él? Jason me ha dicho que es muy
guapo.
—Sabía que ese lobo lo iba a contar en cuanto tuviera la
oportunidad.
—¿Y bien?
Raven caminó dentro de la casa y Dan lo esperó fuera.
—Sí, es muy guapo. Yo sólo me junto con gente guapa, lo
sabes.
—Oh, vamos. Deja de ser tan presuntuoso. Cuéntame
cosas, ¿cómo os conocisteis? ¿Cómo fue? ¿Por qué no estás
marcado?
—Y yo que pensaba que el cotilla aquí era Levi.
—¡Raven!
—De acuerdo. De acuerdo. Nos conocimos hace un mes,
es el hermano pequeño de unos amigos y fue en un
restaurante.
Dani chilló con emoción contenida.
—Es un Alfa, ¿verdad?
—Sí. Lo es.
—¿No tienes problemas con eso?
—Te has vuelto un pervertido.
Dani rió.
—Es la primera vez que te veo tan colorado. Quiero
seguir fastidiándote.
—No hace gracia.
—Te echaremos de menos. Lo sabes, ¿verdad? La
manada te echará de menos y espero que te acosen por las
calles de la ciudad por haberte ido sin una fiesta de
despedida.
Raven lo miró.
—Yo también lo espero, bonito. Cuídate mucho. ¿De
acuerdo?
—Tú también, Raven —Dani se acercó, y Raven no supo
lo que el Beta quería hasta que extendió sus brazos
pidiendo un abrazo.
—El grandullón se enfadará por esto.
—Mejor.
Raven negó con la cabeza, se inclinó y lo abrazó.
—Os visitaré algún día.
—Lo esperaré con ansias.
Dani se separó y se despidió con la mano antes de
regresar a su casa. Ahora, sólo quedaba que Caleb rompiera
su pacto de sangre con él y sería un lobo libre.
CAPÍTULO 7:
ADAM

Raven llegó de madrugada a la ciudad y pasó la noche en


casa de los gemelos.
—¿Cuándo le dirás a Trébol que estás aquí? —le preguntó
Ori.
—Cuando acabe con la obra, dentro de dos días. Así
podrá ir conmigo a ver el piso de alquiler.
—Le va a petar la cabeza. El único tema de conversación
del que habla eres tú.
Raven sonrió de forma inconsciente.
—¿De verdad?
Ori tiró de la camiseta de Cori.
—Por la diosa, míralo, Cori. Están los dos igual.
—¿Igual a qué?
—Enamorados como tontos. ¿Lo dicen así los humanos,
Ori?
—Sí.
—No seáis idiotas. Es muy pronto para eso —Raven
movió su café.
—Quién iba a decirnos que Raven, cazador de Omegas y
Betas, acabaría dejando su manada y emparejándose con
un Alfa. ¿Te lo crees, Cori?
—Nop.
—Aún no estamos emparejados y no he dejado la
manada por él.
—Claro que sí que lo has hecho. Te mueres de ganas de
verlo.
Raven mordió su labio. Era cierto, pero no iba a darles el
gusto de decirlo en voz alta.
—Será un infierno teneros como yernos.
—Si, bueno. Tú eres un poco más insoportable que
nosotros.
Raven fingió que reía.
—¿Habéis hablado con Adam? —les preguntó a los
gemelos.
Adam era su líder y el líder al que ahora, Raven debía
seguir.
—Si. Puedes ir a hablar con él esta semana, quiere
conocerte pero no tiene ningún problema en que te unas.
Cori y yo le hemos hablado muy bien de ti y creemos que ya
te ha buscado trabajo.
—Ese hombre es rápido.
—Te sorprenderás. ¿Caleb ha roto ya el pacto de sangre?
—Sí, aunque dice que tendré que esperar un par de días
más para que sea definitivo. No quiero que Trébol se entere
de esto tampoco, ¿de acuerdo?
—¿No crees que deberías decirle esto último?
—Quiero darle una sorpresa.
—Y lo entendemos, pero a Trébol no le gustará saber que
no ha participado en tu bautizo como nuevo miembro,
nosotros no hacemos las cosas a lo grande como en las
manadas de los bosques pero las parejas siempre van
acompañadas.
—¿Creéis que se enfadará?
—Espera unos días, Raven. Adam no va a cambiar de
opinión.
No. Adam no lo haría, pero...¿Y si Trébol lo hacía o decidía
ahora que estaba bien en su piso de alquiler compartido? ¿O
empezaba a tener dudas? ¿O...? Raven trató de no pensar
en cosas negativas. Lo peor ya había pasado. Ambos se
habían aceptado aún siendo Alfas y sus feromonas eran
compatibles. El lobo de Raven estaba contento de estar en
la ciudad y Raven había dejado de afectarle el asunto del
compromiso.
Raven se sentía bien con Trébol y eso era suficiente, más
tarde arreglarían sus problemas en la cama, si es que al
final había alguno y disfrutarían realmente de lo que era
tener un compañero.

***

Trébol miró la casa recién pintada, le había puesto mucho


mimo. La casa se encontraba en un pequeño rincón de la
ciudad, su patio daba al bosque y tenía una pequeña piscina
que se habían encargado de llenar. Las ventanas, paredes y
puertas estaban acabadas, completamente amueblada, con
sótano, trastero, salón, cocina y tres baños, habitación de
matrimonio, de invitados y otra para niños. Trébol estaba
orgulloso de haberla restaurado en tan poco tiempo y el
mérito también lo tenían sus obreros. La casa llevaba unos
años ya abandonada y Trébol se había encargado de darle
un mejor aspecto para sus nuevos dueños.
—Muy bonita.
Trébol se giró al escuchar su voz.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—He venido a dar un paseo.
—¿No trabajas?
—No me ves desde hace dieciséis días y me estás
preguntando eso en lugar de correr hacia aquí.
Trébol se encontró sonriendo. Raven no debería verse tan
bien, cualquier humano que se cruzara con él podría
averiguar que era un lobo. Raven tenía esa mirada plata
salvaje, los colmillos afilados y preparados para morder
dentro de ese par de labios...Su cuerpo tampoco quedaba
atrás. Raven era fibroso, alto, su cintura se estrechaba y
Trébol conocía el color exacto de sus pezones y cuántos
lunares tenía a la altura del abdomen.
Fue hasta él y buscó su cuello mientras que Raven
desvelaba su garganta con gusto. Trébol respiró y fue como
respirar aire fresco en un verano caluroso. Tan bien....Tan...
—Joder, Raven. Creo que soy un maldito drogadicto.
Hueles tan bien. Quiero lamerte por todas partes.
—Ahora no.
Trébol tragó saliva. Sus dientes se preparaban para
morderlo y su boca se deshacía. Trébol agarró la cintura de
Raven y lo pegó a él.
—La gente nos mira y tengo una cosa que quiero
enseñarte.
Trébol gruñó en respuesta.
—No seas gruñón. Te gustará.
—¿Vas a desnudarte?
—No.
—Entonces, no me gustará tanto.
Trébol lo siguió hasta el coche, y no dijo nada hasta que
aparcaron en un edificio de apartamentos.
—¿Qué es...?
—Shhh...
Marcó uno de los números y sacó una llave para abrir una
puerta de madera. Trébol lo siguió dentro.
—¿Qué te parece?
Trébol miró a su alrededor.
—Sé que es pequeño, pero podemos vivir aquí por el
momento.
—¿Vivir? ¿Los dos?
—Si. ¿Qué ocurre?
—¿Y tu cabaña?
—La he dejado. De hecho, llevo unos días viviendo en
casa de tus hermanos.
—¿Has dejado a tu manada?
Raven ya no sonreía.
—Nunca hemos hablado sobre quién debería irse o
abandonar, porque pensaba que ya estaba claro. Tú no vas
a dejar la ciudad, tienes aquí tu trabajo y acabas de venir y
tus hermanos están aquí, y yo tampoco quiero que la dejes.
Así que...
—¿Por qué no me has dicho nada?
—Quería que fuese una sorpresa.
—¿Y tu fobia a que sea Alfa? ¿Y tu miedo al compromiso?
—Es...¿me estás cuestionando?
—No. Pero...todo ha ido muy rápido, me siento como si
estuviera en la cuerda flora, ¿sabes? Y necesito saber eso
antes de dar el paso.
—¿Qué paso?
—Te pregunté si serías capaz de enamorarte de mí.
Raven lo miró en silencio.
—Lo sé. Yo estaba también.
—¿Qué respondes?
—Yo...¿Tengo que responder ahora? ¿Por qué...? Vale.
Bueno. Sí. Sí que sería capaz de enamorarme de ti. ¿Estás
contento ahora?
Trébol sonrió.
—Mucho. ¿Has pagado el piso?
—Aún no. Tengo que hacerlo esta tarde.
—No lo hagas.
—¿No te gusta? ¿No quieres vivir conmigo?
Trébol sacudió la cabeza.
—Sería un problema vivir aquí, cuando... —Trébol rebuscó
en el bolsillo de su pantalón—, cuando yo ya había
comprado una casa para nosotros dos.
Trébol sacó las llaves, y Raven no pestañeó.
—¿Qué?
Trébol rió, se acercó al lobo cauteloso.
—Una casa. ¿Quieres verla?
—No has hecho eso.
—Oh, sí.
—No. ¿Por qué?
—Por la misma razón por la que tú ibas a alquilar esto.
Para estar juntos —Trébol se detuvo frente a él.
—No estás bien. Yo iba a alquilar, no comprar...comprar
es otra cosa.
—Comprar es para siempre, ¿te refieres a eso?
—Si. Si. Eso.
—Quiero que lo nuestro sea para siempre, Raven. Ven.
Conduzco yo esta vez.
Regresaron al coche, y para sorpresa y más asombro, los
lobos regresaron al mismo punto en el que se acaban de
encontrar hace pocas horas.
—Me empezaré a preocupar si no te veo pestañear —le
dijo Trébol.
—Es la casa que has estado haciendo este mes.
—Sí. Está conectada al bosque y a tu manada, así
podemos salir a correr cuando nos apetezca y tú no tienes
que dejar a tu manada.
—Ya es tarde. La he dejado.
—No. ¿Sabías que Ori es un chivato? Está semana he
estado siempre por delante de ti. Hablé con Caleb antes que
tú, le conté mis planes y le dije que te siguiera el rollo.
—Pero... Caleb rompió el pacto.
—No lo hizo. Te dijo que lo hizo, pero no fue así.
—¿Y Adam? Ori habló con él y...
—Eso es mentira. Hablé yo con él.
—¿Me habéis mentido todos durante este tiempo?
Trébol acarició su nuca.
—Sé que crees que no le importas a tu manada y no es
así. En el tiempo en el que estuve yendo a tu cabaña me
encontré con algunos lobos y todos preguntaban y hablaban
de ti maravillas. Es tu familia, Raven, y no quiero que la
dejes por mí.
—Pero y tú...¿tú qué harás?
—Caleb y Adam tienen una alianza de paz. Yo puedo
seguir siendo parte de la manada y tú de la tuya con la
diferencia de que ahora vivimos juntos en mitad de los
límites.
—¿Cuánto tiempo llevas planeando esto?
Trébol pensó.
—Mmmm...¿desde que nos besamos en esas paredes
color pistacho, tal vez? Para mí fue una señal de que ésta
tenía que ser nuestra casa. Eso sí, trabajo no tienes. Esa era
la única verdad.
Raven lo miró, una sonrisa amenazó sus labios y a los
segundos estalló en risas. Trébol lo siguió.
CAPÍTULO 8:
MIERDA

Raven aún no encontraba las palabras para expresar lo que


sentía, su lobo se estaba relamiendo como un loco frenético
mientras que Trébol le enseñaba las nuevas instalaciones de
la casa, las habitaciones y todos los lugares que había
decorado para ellos dos.
—Hay algo que quiero enseñarte —le dijo Trébol con una
expresión sombría en el rostro guiándolo hacia el sótano—.
No he podido dejar de darle vueltas a lo de Ori.
—¿Has hablado con él?
—Aún no. Nosotros...no hablamos de esos temas. Ni
siquiera sabía que Ori sufría de celos, hay mestizos Alfas
que no los tienen.
—Yo no lo he sabido hasta ahora y he estado viviendo en
su casa.
—Pero soy su hermano. Tendría que habérmelo dicho. No
es justo que sólo Cori lo sepa.
Trébol no parecía enfado con Ori, más bien con él mismo.
—Tú vivías fuera, a lo mejor no quería preocuparte o que
pensaras que algo iba mal.
—Me da igual.
Llegaron al sótano y Raven vio la habitación de metal
acorazada que ocupaba la esquina, en la puerta había un
par de rendijas y una pequeña ventana por la que pasar
comida.
—Esto no le va a gustar a Ori —comentó.
—¿Sabes los efectos secundarios que tienen esas
pastillas en los Alfas?
—Me lo imagino.
—Dolores de cabeza, angustia, desmayos, pérdida de
olor, de olfato, del gusto.
—¿Has leído el prospecto? —bromeó Raven.
—No es un tema para reírse, Raven.
—Perdón. Es que estás muy serio.
—Mi hermano se está destruyendo a sí mismo.
—¿Y qué piensas hacer? No va a entrar aquí por propia
voluntad a pasar sus celos viendo la televisión.
—No lo sé, hablaré con Adam. Seguro que hay algo que
puede hacer.
—¿Y si...tratamos de que hablé con Adriel?
El aire bajo el sótano se hizo más espeso, y Raven intentó
distraer sus sentidos dando un paso hacia delante y
entrando en la habitación de seguridad. Había una cama de
metal y un par de sábanas que no habían sido puestas, una
televisión en el techo y un pequeño mueble dónde guardar
ropa. Nada más. Entrar ahí se sintió claustrofóbico y su lobo
lo espoleó a que corriera fuera antes de que la puerta se
cerrara y quedara atrapado.
Llegó hasta Trébol completamente inmóvil. Las
feromonas eran una mezcla de miedo y enfado y Raven lo
entendía. Ori era su hermano y Ori había atacado y marcado
a un Omega menor de edad en un ataque de celo y luego
desentendido. Raven no podía imaginar en cómo se había
tenido que sentir Adriel. No había oído mucho de él y Ori
tampoco parecía saber nada de su propia pareja marcada,
únicamente que vivía solo, que no se relacionaba con la
manada y...nada más.
—No quiero ver a Ori en la cárcel —susurró Trébol.
—Oye...Ori no irá a la cárcel.
—¿Y si Adriel habla con Adam o lo denuncia?
—Si Adriel quisiera denunciar a Ori ya lo habría contado,
¿no te parece? Adriel tampoco quiere que Ori sea
condenado, se siente herido y dejado de lado y buscaba
alguna clase de reacción en Ori cuando se fue conmigo del
bar.
—No me recuerdes eso.
Raven se sintió mejor al ver cómo las feromonas de su
pareja se calmaban.
—Lo primero es convencer a Ori de que deje de
medicarse y de que tenga una charla adecuada con su lobo.
Ese animal necesita que lo pongan en su sitio.
—Ori se ha criado en la ciudad con humanos y mestizos
—señaló Trébol.
La mayoría de los mestizos no sufrían celos ni cambios
en su cuerpo pero igual que los lobos siempre había
excepciones, Raven había escuchado de Omegas mestizos
con cola y sin orejas, o al revés, humanos que se creían
humanos pero que después de la pubertad sufrían celos
parecidos a los de los Omegas o Alfas.
Después de compartir la tierra durante tanto tiempo con
los humanos y mezclar su sangre no era de extrañar que el
ADN de algunos se hubiese visto modificado y tener muchas
más ramas en la raza de los mestizos.
Raven dejó caer la cabeza sobre el hombro de Trébol,
sintió su cuerpo relajarse un poco y Raven tomó su olor.
—No te preocupes. Algo pensaremos.

***

Raven esperaba a Adriel junto al portal de su casa. Le


había mentido a Trébol y dicho que tenía que recoger un par
de cosas más de la manada y que aprovecharía para ir a
correr también un rato mientras él hacía algunas llamadas y
presupuestos en casa.
Casa. No había pasado ni un sólo día y ya se sentía suyo,
como su hogar, mientras que su cabaña de toda la vida y en
la que había nacido y crecido era un mero escenario en su
mente. Se sorprendió la rapidez en la que las cosas podían
cambiar. Hace unos meses, Raven estaba trabajando para
su manada, pasando los días en una oficina y las noches en
un bar con sus amigos, y ahora metido en una casa entre la
ciudad y el bosque, lejos de su manada y rompiéndose la
cabeza por un Alfa dominante y su familia.
Raven se cruzó de brazos, pegó la cabeza a la pared de
ladrillo y esperó otra media hora más a que Adriel
apareciera, cuando lo hizo, el Alfa de cabello azul caminaba
de forma apresurada sacando sus llaves con manos
temblorosas. Adriel no se dio cuenta de la presencia del
lobo en su muro hasta que Raven tosió.
Adriel lo miró.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó con voz aguda.
—Necesito hablar contigo —sus ojos fueron directamente
al cuello recubierto por una venda blanca—. ¿Te has quitado
la marca?
—Ahora no tengo tiempo —las llaves resbalaron de las
manos de Adriel, soltó una palabrota y se agachó a por
ellas.
—¿Cuándo tendrás tiempo?
—Entro a trabajar en diez minutos. No me esperes en mi
casa, eso da miedo —Adriel se metió en su portal y empujó
la puerta para cerrarla.
Raven la detuvo.
—Adriel, ¿va todo bien?
—Si, ya te lo he dicho. No tengo tiempo. Trabajo todo el
día. Tampoco me rondes. Nunca tuve que haberte contado
lo que pasó con Ori.
—Me pediste ayuda, ¿ya no la quieres?
—No.
—No te creo.
—Me da igual.
—Dejé que me marcaras. Me metí en un gran problema,
¿y me dices que ya no quieres saber nada del tema? ¿Acaso
ha pasado algo que no sepa entre tú y Ori?
—No. No ha pasado nada. Todo sigue igual y así tiene que
seguir. Que Ori no sepa que es mi pareja es lo mejor. Yo no
soy bueno.
Raven fruncía el ceño sin entender ni una sola palabra.
—Si nos ponemos así, yo tampoco soy bueno para Trébol.
Adriel hizo un ruido de angustia, forzó la puerta de metal,
pero Raven la sujetó con más fuerza.
—Ori es querido en la manada. Yo no. Estar conmigo lo
arruinaría, suponiendo que él quisiera.
—¿Por qué piensas así?
Adriel sonrió pero no había alegría en sus ojos.
—Mírame.
—¿Pretendes que eso responda a mi pregunta?
—No soy...como tú.
Raven seguía sin entender y Adriel aprovechó eso para
terminar de cerrar la puerta en sus narices.
—¡Adriel! ¡Adriel! Vamos, no seas un niño idiota.
Esconderse no sirve de nada, vas a tener que enfrentar a
Ori te guste o no.
Raven esperó escuchar su respuesta. Adriel no dijo nada
y su sombra se alejó del cristal opaco con lentitud.
—Mierda —masculló Raven pasando una mano por su
pelo.
Había pensado que la forma más fácil de resolver esto
era ir hablar con Adriel, convencerlo de verse con Ori y
arreglar lo que había pasado para que Ori dejara los
medicamentos. Si Adriel marcaba a Ori, sus celos se
volverían menos incontrolables y más regulares, sucedía en
las parejas Omegas y Alfas marcadas y en la mayoría sus
celos se sincronizaban para que ambos los tuvieran a la vez.
Raven negó con su cabeza.
Hablar con Ori era su plan B, y si Ori tampoco quería
ceder... Raven tendría que pensar en alguna encerrona para
que los dos hablaran antes de que a Trébol se le ocurriera
agarrar a Ori del pelo y empujarlo en la celda hasta que el
lobo dejara sus pastillas. Raven no quería tener que dormir
en la cama sabiendo que Ori estaba dentro de esa caja de
metal.
—¿Estás seguro de que vive aquí?
—Sí, lo vi escabullirse el otro día.
—Maldita rata marica.
Raven escuchó a los dos hombres alerta. Esperando que
por primera vez su instinto se equivocara.
—Toca a todos los timbres.
Raven colocó una mano sobre los barrotes de la puerta
impidiendo que el hombre rubio llegara a los timbres.
—¿Buscáis a alguien? —preguntó con una falsa sonrisa
muy amistosa.
Sacó a relucir sus colmillos y los dos hombres dieron un
pequeño paso atrás.
—¿Vives aquí? —preguntó el más alto de los dos.
—No. Pero un amigo, sí.
Raven reconocía a esos dos hombres del bar. Había
coincidido un par de veces y podía asegurar que no eran
humanos.
—¿Lo esperas?
El más alto era el que tenía el olor más fuerte, mientras
que el olor del rezagado era casi inexistente. ¿Un Beta? ¿Un
mestizo? Raven miró su mano, ¿qué diablos estaba
haciendo? Él no era niñero de nadie, y si Adriel se había
metido en un problema con esos dos lobos, no era su
asunto.
—No. Ya no. Pasad un buen día —se fue de allí con algo
ácido en su estómago.
Aún no entendía cómo podía funcionar una manada en
una ciudad tan grande. La mayoría de los lobos necesitaban
tener a su líder cerca, sentirse valorado por él y establecer
lazos con los demás miembros, podía entender ahora cómo
era que Ori y Cori seguían viviendo juntos a pesar de que
ambos tenían un trabajo estable y por qué la mayoría de
lobos de la ciudad vivían en pisos compartidos con otros
miembros de la manada. Raven pensó en Adam para
distraerse mientras esperaba a que el semáforo se pusiera
en verde.
Jamás lo había visto y Caleb tampoco hablaba de él salvo
cuando necesitaba alguna ayuda de la ciudad. Los líderes
respetaban el territorio de los otros, la mayoría de veces
que había que ir a la ciudad, Caleb enviaba a Helia, o a
Jason y Adam hacía lo mismo cuando quería algo del
bosque. A pesar de su pacto de paz, ninguno de los dos
quería invadir el territorio del otro y causar problemas.
El semáforo se puso en verde, y Raven se encontró
incapaz de mover las piernas, giró la cabeza hacía la
esquina de la casa de Adriel, y se esforzó en mantener que
sus problemas eran sus problemas hasta que recordó en el
estado de nervios que el chico Alfa de pelo azul había
aparecido. Se dio media vuelta suspirando y negando con la
cabeza. Cuando llegó a su portal de nuevo, Adriel estaba
bajo y los dos lobos lo tenían acorralado.
—Te hemos hecho una pregunta —dijo el más alto.
—Estáis equivocados.
—¿Has escuchado, Gus? Dice que nos hemos equivocado.
Y yo creo que miente.
—¿Por qué os iba a mentir?
—Antes lo hacías, ¿verdad? Te encantaba tener dinero a
cambio de sexo. Yo tengo el dinero, y tú tienes un agujero.
El puño de Adriel salió estrellado pero el lobo lo detuvo.
—Había un lobo del bosque aquí antes. ¿Y si te damos
más dinero que él?
—Suéltame. No hago esas cosas.
—Antes lo hacías.
—Cómo he dicho. Te has equivocado, ahora suéltame.
El lobo no lo hizo, y Raven dedujo que era un Alfa por la
forma en la que su rostro se contrajo al escuchar la orden
de Adriel. A los Alfas no les gustaban las órdenes de otros
Alfas. Daban ganas de vomitar.
—Eres un Alfa enclenque, ni siquiera deberías existir, es
repugnante.
—Tú has venido a follar con este Alfa repugnante.
La vena del cuello del Alfa se hinchó y golpeó a Adriel en
el estómago. Adriel se encorvó, le sacó los dientes y el Alfa
sonrió antes de volver a golpear su rostro. El tiempo que
Raven tardó en llegar hasta ellos y ponerse por el medio.
—Una pelea en mitad de la calle y rodeados de humanos
no sería bueno para vuestra manada.
Inmediatamente, Gus dio un paso hacia atrás, pero el
Alfa no retrocedió.
—Ey...Retírate —empujó Raven liberando parte de sus
feromonas.
—Déjalo, Raven. Ambrose es un cretino.
—Y tú una puta barata —ladró Ambrose.
Raven puso una mano en el hombro del Alfa que no
dejaba de querer abalanzarse sobre Adriel. La gente ya
empezaba a mirarlos y Raven no estaba dispuesto a
aguantar esta tontería de patio de colegio.
—Manténte lejos.
—¿Cuánto le has pagado para que te sea fiel? Todos en la
manada sabemos lo que le hace a su compañero.
Raven rio a modo de burla.
—Hombre...No seas tan capullo, o tendré que...
—¿Qué? —Ambrose se puso de puntillas para llegar a la
altura de Raven— ¿Qué vas hacer, lobo del bosque putero?
Ese lobo estaba decidido a pelear mientras que su amigo
ya había dado unos cuantos pasos atrás demostrando que
no quería saber nada del tema.
—No te metas en una pelea que sabes que no puedes
ganar —advirtió Raven empujando por última vez a
Ambrose.
Agarró a Adriel del brazo y lo sacó de la pared. Pensaba
que al menos había solucionado algo y que ese Alfa había
entendido que pelear aquí y ahora no era una buena idea
hasta que un puño salió volando hacia su mandíbula y otro
seguido hacia el lado derecho de su rostro. Raven se quedó
sin visión durante unos segundos. Cuando la recuperó,
Adriel estaba saltando sobre Ambrose con las garras fuera.
CAPÍTULO 9:
CONFIDENTE

Raven mordió su labio mientras que la enfermera le


aplicaba desinfectante a las heridas de su rostro.
—Picará un poco —avisó la mujer morena tarde y el lobo
gruñó.
A Raven le gustaba pelear. Lo había hecho en su
adolescencia para calmar las consecuencias de su celo y
hormonas con otros Alfas, y siempre se sentía bien después
de ganar. Ahora, no lo hacía.
Incluso cuando había intentado evitar pelear, Ambrose se
le había echado encima. No es que le preocupara pelear con
él. No. Raven sabía que iba a ganar, si no que le preocupaba
pelear en mitad de una calle llena de humanos aterrorizados
y las consecuencias que eso les traería. Aún no sabía cómo
Adam mandaba sobre su manada, si permitía estos
comportamientos, si los castigaba.
Raven apretó con sus dedos la camilla del hospital
cuando el algodón de la enfermera llegó a su nariz. No se
había visto aún en un espejo, pero suponía el desastre que
llevaba en su cara y costillas y esperaba de verdad que
Ambrose y su estúpido amigo cobarde estuvieran mucho
peor. Había tenido que intervenir la policía para separarlos a
los cuatro y Adriel se había agarrado con dientes al brazo de
Ambrose negándose a soltarlo hasta que lo habían
amenazado con dormirlo.
Ambrose había llorado.
Raven movió su cuello de un lado hacia el otro cuando la
enfermera terminó. La puerta de la habitación se abrió de
golpe y Raven miró a Ori que entraba de forma apresurada
y se acercaba a él con el ceño fruncido.
—Raven, ¿qué ha pasado? Trébol me ha llamado y me ha
dicho que estabas aquí. Tu cara es un desastre, joder. ¿En
qué te has metido ahora?
—¿Por qué siempre tengo que ser yo el culpable? —se
quejó Raven a regañadientes.
—¿No lo eres?
—No. Esos dos idiotas golpearon antes a Adriel.
—¿Adriel?
Raven señaló con la cabeza a la camilla de enfrente y Ori
giró la cabeza para ver al lobo. Las pastillas si que tenían
que estar haciendo un gran desastre de su cuerpo si Ori no
había podido oler a Adriel a sólo unos tres metros de él.
Adriel encogió los hombros y su cuerpo se volvió más
pequeño bajo los ojos del mestizo. Por supuesto que Adriel
tampoco estaba mejor que Raven. Lo habían golpeado en la
cara y arañado los brazos, sus costillas también habían sido
dañadas pero a las enfermeras no le preocupaban tanto sus
heridas recientes de la pelea, sino más bien el hecho de que
Adriel se había arrancado la marca de su cuello sin llevar
cuidado y sin ir con un profesional.
Ori volvió a girarse hacia Raven. Su cabello lacio y largo
estaba enredado por correr sin parar, llevaba una camiseta
gris oscura, un collar del que pendía una pluma y unos
vaqueros rotos junto a unos deportivos desgastados. Ori
trabajaba desde casa como informático y en su armario de
ropa apenas había dos vaqueros y un par de camisetas
básicas y un pijama. El lobo también usaba la misma ropa
en verano que en invierno, Raven lo había visto en manga
corta en plena nevada y Ori se había reído y contestado que
no sentía el frío.
—Trébol está viniendo hacia aquí con Adam. Quieren
saber lo que ha pasado.
Raven gruñó.
—No es mucho. Fui a casa de Adriel a hablar con él
cuando vi que dos lobos lo estaban acosando y golpeando.
Me metí en medio para sacarlo y Ambrose me golpeó con el
puño. Adriel salió a defenderme y acabamos los cuatro
enredados en una pelea hasta que alguien llamó a la policía
—¿Ambrose y quién más?
—Gus. ¿Los conoces?
—Son compañeros de la manada. Amigos.
Raven vio la expresión de Adriel. Adriel apartó las manos
de la enfermera que ahora trataba sus heridas y se levantó
de la camilla.
—Muchacho, no puedes irte. Tenemos orden de seguir
revisándote —habló la enfermera.
—Me encuentro bien. Adam sabe dónde vivo. Si quiere
algo vendrá a buscarme.
—Espera —Ori se detuvo antes de llegar junto a él y
Adriel dio un paso hacia atrás—. Quédate. Por favor —. La
mano de Ori quedó suspendida en el aire y Raven estaba
dispuesto a saltar entre ellos si veía alguna amenaza.
No quería hacer un juicio de Ori tan pronto. Únicamente,
tenía la versión de Adriel, una versión confusa de la que
solo había sacado un par de cosas. Ori era su amigo, y
nunca lo había visto con una actitud agresiva ante nadie.
—Ori —lo llamó Raven—. ¿Nos meteremos en un lío por
esto?
—No. No creo. Si las cosas son como tú has dicho,
Ambrose y Gus son los culpables.
Adriel volvió a sentarse en la camilla y la enfermera
esperó unos segundos para quitar su venda manchada del
cuello.
—Sigo sin estar tranquilo.
Trébol llegó antes de que Ori pudiera responder a eso o
hacer una pregunta y el lobo de Raven suspiró satisfecho al
ver cómo su pareja corría hacia él y sostenía su rostro entre
sus manos para observar todos sus golpes.
—¿Estás bien? ¿Te han curado? ¿Te han mirado bien la
cabeza? —Trébol palpó en busca de alguna herida en su
pelo.
—Estoy bien. Ellos se llevaron la peor parte.
—Me mentiste, Raven. Me dijiste que ibas al bosque.
—¿Podemos hablar de eso luego?
—Por supuesto que lo haremos.
—¿Y Adam?
—Está en la habitación de Ambrose y Gus, tomando su
parte de la historia.
—Estoy seguro de que no dirán gran parte de la historia.
Las manos calientes de Trébol se alejaron de su rostro
para apoyarse en la camilla.
Trébol respiró hondo.
—¿Qué pasó, Raven?
Raven contó lo mismo que le había dicho a Ori y Trébol
asentía a cada frase.
—¿Por qué te acosaban, Adriel? —Trébol se giró hacia él.
—No lo sé.
Raven suspiró.
—Cuéntalo, Adriel. Adam tendrá que saberlo.
—¿Saber el qué? —Intervinó Ori sin moverse del sitio.
Al ver que Adriel no estaba dispuesto a decirlo, Raven
habló —Buscaban intercambiar dinero por sexo.
—¿Qué? —Trébol y Ori dijeron lo mismo mirando a Adriel.
Adriel bufó enfadado, apartó las manos de la enfermera
de su cuello.
—No me miréis así. Los dos sabéis lo que se habla de mí
por ahí, y es verdad, todos tienen razón. Engaño a mi pareja
con otros lobos, incluso lo hice con Raven —Adriel sonrió—
.No es de esperar que piensen eso de mí. Esos dos cretinos
no han sido los únicos en venir a mi casa y todo hubiese
salido bien si Raven no se hubiera metido de por medio.
Adriel agarró la venda y ocultó la herida de su cuello.
—¿Por qué no le has contado esto a Adam si ha pasado
más veces? —preguntó Trébol.
—Porque nada va a cambiar aún si lo hago.
—Castigará a la gente que te haga eso.
—Vendrán más. A mi no me importa ya. Estoy
acostumbrado. Iré a buscar a Adam, no tengo porqué pasar
todo el día en un hospital.
Raven saltó de su camilla para ir tras Adriel, lo atrapó en
el pasillo.
—Adriel —Raven lo sostuvo de la muñeca—. Si no
cuentas tú la verdad lo haré yo. Y no me refiero a lo que ha
pasado hoy. Habló de Ori.
—No puedes...
—Ori es mi mejor amigo y es mi familia.
—No lo entiendes. Todo lo que estoy haciendo es
ayudarlo.
—No creo eso —dijo Raven en contra.
—¿No? Pues dile a Ori que violó a un niño de diecisiete
años en un callejón mientras éste volvía de clases y que lo
marcó, y que para rematar, al día siguiente le habló como si
nada hubiese pasado.
Raven no habló. Había algo de razón en ello.
—Todo tiene arreglo —musitó con la garganta seca.
—Hay cosas que es mejor dejarlas estar.
Adriel se soltó y se encontró al final del pasillo con un
hombre trajeado. Raven supo al instante que se trataba de
Adam sin haberlo visto en su vida. Los líderes tenían algo,
era difícil de explicar. Un aura. Un halo de luz que los
rodeaba. No. Era invisible, era el olor, la forma de moverse,
de hablar, sus gestos. Sus ojos.
Ese hombre era un líder nato, y su lobo estaba
agachando la cabeza ante las feromonas que empezaban a
ocupar parte del pasillo mientras hablaba con Adriel. Era
más alto que el Alfa delgado, con un traje oscuro y corbata,
zapatos brillantes y cabello corto y bien peinado hacia un
lado. Sus ojos brillaban dorados y su olor se envolvía
alrededor de Adriel para hacer que se relajara mientras lo
guiaba a una de las sillas y llamaba a una de las enfermeras
de la recepción para decirle algo.
Raven tragó saliva. Quería ir ahí y decir toda la verdad
ante Adam. Quería ser premiado por él. Quería que Adam lo
valorara, quería que... Trébol lo sacó del trance en el que
estaba metido, y lo alejó de ambos lobos cuando apenas le
quedaban unos pasos para llegar a ellos. Lo metió dentro de
una habitación oscura y Raven respiró llenando sus
pulmones.
—¿Qué cojones? —Se preguntó mirando a Trébol— ¿Qué
ha pasado? Iba a ir hacia él y le iba a contar todo lo de Ori.
No sólo eso, todos mis secretos.
—Adam tiene eso las primeras veces.
—¿Eso?
—Es un confidente.
—No te estoy entendiendo, Trébol.
Trébol sonrió como si le divirtiera ver la confusión en el
rostro de Raven.
—Sus feromonas te incitan a querer contarle todos tus
problemas. Es así como soluciona los problemas de la
manada.
—¿Extrayendo secretos de los lobos? No me gusta eso.
—Eso es porque no te has acostumbrado. El primer
impacto es brutal, luego...simplemente te sientes cómodo
con él y eso te hace hablar.
—Y tanto, joder. Me quiero ir a casa.
—Y yo, pero no podemos.
—¿Por qué no? Escapémonos por una ventana.
Trébol sonrió y negó con la cabeza.
—Tienes que hablar con Adam. Adriel es bueno
ocultándole cosas.
—¿Estás seguro? ¿Y si le cuento sin querer todo lo que sé
de Ori?
—Yo estaré contigo.
—Trébol.
—Dime.
—He pensado.
—¿En qué?
—No estoy seguro de que decirle a Ori lo que pasó sea
buena idea. Adriel tiene razón, deberíamos dejar las cosas
como están. Decir la verdad...dañaría a Ori, y sé lo que vas
a decirme sobre esas pastillas y pienso lo mismo que tú,
pero...¿qué pasaría si un día te enteras de que le has hecho
el peor daño a tu pareja y qué no has estado ahí para
consolarla?
—Lo sé. Ori... Ori tendrá que superar eso. Adriel también.
—Ori no lo hará.
—Mi hermano es fuerte, y toda la familia le ayudará.
Raven no estaba tan seguro de eso.
CAPÍTULO 10:
ASQUEROSO

A veces, ser cobarde y esconderse era la mejor opción.


Raven tendría que haber salido corriendo del hospital, no
haberse sentado frente a un hombre que con gusto le
contaría su primera experiencia sexual. Lo peor de todo, es
que Raven lo había hecho. Después de hablar sobre la
pelea, sobre las intenciones de Ambrose y de Gus y de
tratar con todas sus fuerzas no soltar lo de Ori mientras que
Trébol a su lado pellizcaba su pierna, su boca se había
abierto para contar todas sus relaciones sexuales
empezando por la primera y acabando por la última con
Trébol.
Le había confesado al Alfa más de diez veces que Trébol
era su pareja y que lo quería.
Quería.
Quería.
Quería.
Ahora, Raven estaba encerrado en el baño de la casa de
la familia de Trébol. Adam había dicho que hablaría con
Caleb para que el líder de Raven estuviera al tanto de lo
ocurrido pero que no tendría que preocuparse, que el
culpable había sido Ambrose y su amigo y que serían ellos
los que tendrían que pagar por acosar a Adriel e insultarlo
de esa manera. Había una preocupación menos en la
cabeza de Raven, una muy pequeña comparada con lo que
se le venía encima.
—¿Piensas salir del baño, Raven?
—Nunca —respondió Raven a Trébol.
—Mi abuela pregunta por ti.
Raven relajó los labios apretados, descruzó los brazos y
abrió la puerta del baño. Trébol estaba ahí con una sonrisa
graciosa llena de superioridad.
—Ni una palabra —lo alertó Raven sacando sus dientes.
Trébol rio, llevó las manos en alto y sus músculos se
estiraron.
—No pensaba decir nada. Guardo mis palabras para
cuando lleguemos a casa.
—Y quita esa mueca en tu cara.
—¿Qué mueca?
—Esa mueca —señaló Raven con el dedo—. Como si
hubieses ganado algo.
Raven se dio la vuelta, seguía sensible por las feromonas
de Adam y si Trébol le apretaba...Raven estaba seguro de
que caería a sus pies confesando todo.
—He ganado —dijo bajo Trébol contra su oído
deteniéndolo a mitad del pasillo—. Aunque tengo que
reconocer que estoy un poco celoso.
—¿De qué hablas?
Raven sintió las manos de Trébol apretar su cadera.
—De ese tal Dan.
Raven no recordaba haber contado esa parte de la
historia a Adam, pero parecía que así había sido.
—Creo que Jason ya me había hablado de él, pero
pensaba que era uno de tantos con los que te habías
acostado.
—Nunca me acosté con él.
—No. Te enamoraste, que es peor —Trébol lo soltó, pasó
por su lado y fue hasta el salón.
Raven lo siguió dispuesto a seguir con la conversación
hasta que se encontró en mitad de toda la familia. Brahma,
la abuela de Ori y Cori, a la que no había visto al llegar tiró
las manos arriba, agarró su bastón y fue hasta él para
abrazarlo.
—¿Cómo es que nadie me ha dicho que estabas en mi
propia casa? —preguntó con voz temblorosa la mujer mayor.
—Seguro que querían darte una sorpresa, nana.
—¿Nana? ¿Por qué la llamas así? —dijo Trébol sentándose
en una silla.
Su madre, Hari, habló—. La abuela Brahma hace que la
llame así, Raven se volvió parte de la familia cuando llegó a
casa, nos ha ayudado tanto...
Raven ayudó a Brahma a sentarse.
—Nos ayuda con las cuentas de la familia y los ahorros,
es muy bueno con los números.
—Sólo me gusta hacer operaciones, nana.
—Tonterías. ¿Cuándo ibas a decirme que te habías
emparejado con un nieto mío? ¿Por qué siempre me tengo
que enterar de todo por los chismosos de Ori y Cori?
—Nosotros también te queremos abuela —habló Cori y su
abuela le hizo callar con el dedo.
Esa casa estaba llena de calidez y de amor, cuando
Raven conoció a Ori en un bar, no esperaba que fuera
invitado a su casa sin más. Por supuesto que Raven intentó
ligar con él, pero se dio cuenta a los cinco minutos de hablar
que jamás podría tener nada con ese lobo y grande lobo
Alfa. Toda su familia lo arropó ese día, su madre le hizo la
comida, su abuela le dio un par de embrujos que podía usar
para encontrar a su pareja y que Raven nunca formuló, Cori
lo trató como un tercer hermano, y los tres rezaron junto a
las cenizas de su padre fallecido como tradición de la
familia.
Raven quiso devolverles el favor y se ofreció a llevar las
finanzas de la familia y a ayudarlos con sus ahorros.
Brahma tiró de la camiseta de Raven y Raven sujetó su
mano arrugada.
—Lo siento, nana. No he tenido tiempo de venir.
La abuela bufó.
—Nunca he podido con esos ojos que tienes. En la nevera
hay ungüentos para las heridas. Trébol, lleva y cura a tu
pareja.
—Lo han mirado en el hospital.
—Hospital, un cuerno. Esos no saben ni la mitad.

***

Trébol abrió la nevera, consiguió el bote de cristal con


una espesa sustancia verde y lo sacó junto a una botella de
agua.
—¿De verdad te ha molestado eso? —preguntó Raven
llevándolo a su anterior conversación.
No quería tocar el tema ahora porque ni siquiera sabía lo
que pensar o cómo sentirse. Raven había desvelado todos
sus sentimientos ante Adam, un hombre al que apenas
conocía, mientras que a él. A su pareja. No había contado
nada. Y sí, se sentía emocionado al saber que Raven lo
quería, pero no era así como el lobo esperaba enterarse.
Quería algo romántico. Una cena que terminara en sexo
salvaje y que Raven lo gritara. Sí. Eso.
—Dani fue algo pasajero, te dije que no tenía
enamoramientos a largo plazo —Raven siguió hablando y
Trébol se movió para sacar dos vasos y llenarlo de agua.
—Siéntate.
—No hasta que respondas.
—Siéntate —lo miró dispuesto a no ceder—. Te pondré
este brebaje, estaremos un poco más, nos iremos a casa y
hablaremos ahí.
—¿Siempre tienen que ser las cosas como tú quieres? Me
gustaría saberlo.
—¿De verdad quieres hablar de nuestros problemas en
casa de mi abuela?
—¿Nuestros problemas? Sólo tú los ves. Yo no veo
ninguno.
—Hablemos de sentimientos.
Raven evitó la mirada y Trébol apretó más —. ¿Me
quieres?
—Ya sabes la respuesta.
—Estaría bien que me lo dijeras y también que ya no
sientes nada por ese Dan. He comprado una casa.
—Hemos comprado una casa. Es estúpido que estés
haciendo esto ahora.
—Déjame marcarte.
Raven lo miró.
Silencio.
Lo único que los separaba eran dos pasos y Trébol quería
cruzarlos.
—¿Ahora?
—No —Trébol se acercó y colocó las manos sobre la
encimera, atrapando a Raven—. No, joder. Estoy siendo un
capullo, ¿verdad? Debería llevarte a casa, y acostarte en la
cama, y poner hielo en tus heridas y darte mimos mientras
te quedas durmiendo.
Raven se movió hacia su cuerpo, su rostro magullado fue
muy suave a su cuello.
—También, quiero marcarte.
Las células de Trébol gritaron y su lobo mordió el aire.
—¿De verdad? —se sintió tonto preguntándolo.
—Mmm...
—Dijiste que no te gustaban las marcas.
—Si, pero tu cuello se ve tan vacío sin una.
Trébol murmuró una palabrota. Mierda. No podían hacerlo
aquí. Bueno. Sí. Podían. Pero no quería.
—Quiero hacerlo antes de que mi celo llegue —dijo
Trébol.
Raven levantó la cabeza. Su rostro era todo ojos y
colmillos y entendía a su abuela cuando decía que no podía
hacer nada contra ellos.
—Tendremos que ponernos manos a la obra —antes de
que Raven pudiera morderlo, Trébol lo evitó colocando su
mano sobre su boca.
—Casa.
Raven trató de hablar.
—Uhg...por favor. Dime que no os estáis dando en lote en
la cocina —Ori entró buscando agua.
Trébol soltó a Raven y se colocó a su lado, con las yemas
de los dedos rozando su muslo.
—Cinco minutos más y nos hubieses encontrado con las
manos en la masa.
—Asqueroso, hermano. No necesito saber eso.
Trébol miró a su hermano mientras se servía un vaso. Ori
había sido su guardián en el colegio y parte del instituto
dónde los niños se metían con él por tener el mismo
apellido que los gemelos pero por tener diferentes pieles. Lo
acorralaban de pequeño junto a los baños y le preguntaban
una y otra vez por qué él era diferente, porque sus
hermanos eran morenos y él no, por qué tenía los ojos
verdes, por qué olía diferente y Ori siempre llegaba a
tiempo para salvarlo y creaba estúpidos juegos graciosos
para hacer reír a Trébol.
Trébol miró a Raven y Raven le dedicó una mirada llena
de negación.
No.
No.
No.
Trébol caminó lejos de Raven, cerró la puerta de la cocina
y apoyó la espalda en ella observando a Ori beber. Ori lo
miró de reojo.
—Tenemos que hablar, Ori —pronunció las palabras
Trébol sin más.
CAPÍTULO 11:
CERDO

Trébol ignoró las espesas feromonas que emanaban de la


piel de Ori.
—¿Qué pasa? —preguntó Ori dejando el vaso de cristal
sobre la encimera.
Raven negó con la cabeza de nuevo, cómo si eso pudiese
llegar a cambiar algo. Claro que no. Ori estaba metido en un
buen lío, y como su hermano, Trébol tenía la obligación de
ayudarlo en lugar de mirar hacia otro lado.
—Sé lo de las pastillas —confesó sin apartarse de la
puerta.
Su familia estaba fuera, y aunque Cori estaba atento a
los problemas de Ori, su madre y abuela no parecían estarlo
y Trébol no quería cambiar eso. Su madre se pondría como
una loca, su abuela, también. Ambas eran Alfas puras,
mientras que Ori y Cori nacieron de la unión de Hari, su
madre y Javier, su padre, un mestizo Beta que falleció por
desgracia cuando Trébol entraba al instituto.
Ori miró a Raven de forma acusatoria —. ¿Se lo has
contado?
—Lo siento. Se me escapó una noche en la que
estuvimos hablando.
—No tienes que disculparte, Raven. ¿Por qué no me lo
dijiste y me pediste ayuda? Las pastillas son un último
recurso.
—¿Y qué ibas hacer? Estabas en la otra punta del mundo
con planes de boda. Fui a varios médicos y todos llegaron a
la conclusión de que la mejor opción era drogarlo —musitó
Ori entre dientes hablando sobre el lobo.
Por supuesto que Trébol sabía a lo que se refería. Cuando
llegó a la pubertad, Trébol también empezó a sufrir todos los
cambios que la mayoría de Alfas sufrían. Cambios
repentinos de humor, sensibilidad ante la luna llena, dolor
en huesos por la inminente transformación. Su cabeza se
dividió en dos y Trébol tuvo que darle la bienvenida al nuevo
ser que iba a vivir con él toda su vida. Lo hizo a
regañadientes, pero lo hizo y ambos aprendieron a convivir
juntos a tener su propio espacio. No era como si fueran dos
personas diferentes. El lobo era una parte de él, una parte
más animal y primitiva que no atendía a razones. Siempre
tenía que ganar la discusión, siempre tenía que ser él, y
Trébol tuvo que luchar mucho con él para mantenerlo dónde
está ahora.
—No es la mejor opción.
—Tú no sabes nada.
—Lo sé, joder. La mayoría de los Alfas y Omegas lidiamos
con esto. Podría haberte ayudado, incluso Raven y su
manada.
—No lo entiendes.
—¿Qué no entiendo? Explícamelo.
Ori fue hasta la puerta, pero Trébol le negó la salida.
—Ori.
—No voy a dejar de medicarme. Cambié mis
medicamentos cuando Raven se enteró.
—No necesitas pastillas.
Ori rio de forma amarga.
—Te aseguro que sí —Ori alcanzó la manivela de la
puerta, Trébol puso una mano sobre su muñeca y Ori le sacó
los dientes —Apártate.
—¿Necesitas esas pastillas para controlarte o para
olvidar?
Ori gruñó. Sí. Trébol lo estaba cabreando.
—Puedes sobrevivir sin ellas. Tu lobo lo hará, tú lo harás.
No será fácil, pero te ofrezco mi ayuda y Raven también
está aquí, y Cori, y Adam.
Raven se había acercado hacia ellos —. Ori, escúchalo.
Estás perdiendo una parte importante de tu vida.
Ori se llevó las manos a la cabeza, se apartó de los lobos.
—No...No puedo lidiar con él. Yo no debería ser así. Yo
tendría que haber nacido como Cori, no con esta...esta cosa
martillando mi cabeza día y noche.
—Llamarlo cosa no es una buena idea —le dijo Trébol.
—Quiero sacarlo de mi sistema. Quiero...si hubiese
alguna posibilidad de matarlo, lo haría.
—Es una parte de ti.
—¡No! —Ori rugió y el lobo de Trébol sacó sus dientes—
¡Eso no soy yo! ¡No puedo ser yo! Yo no hago daño a la
gente.
—¿Te refieres a Adriel? —le preguntó Trébol acercándose
cada vez más a su hermano.
Los ojos de Ori se abrieron llenos de miedo y trató de
colarse por el hueco para alcanzar la puerta y huir, pero
Trébol no lo dejó. Selló el hueco con rapidez y Ori se vio
obligado a retroceder contra la nevera.
—Cállate.
—Has dicho que tú no le haces daño a la gente. ¿Le has
hecho daño a alguien? ¿Te has descontrolado alguna vez
cuando eras más pequeño? ¿Cerca de Adriel?
—¡Cállate! ¡Cállate!
—Trébol...Creo que deberíamos parar —le susurró Raven.
—No. Tú también eras un niño cuando pasó eso Ori, pero
ahora eres mayor y adulto, deberías hacerte cargo de lo que
hiciste.
—¡Yo no hice nada!
Trébol lo forzó a mirarlo.
—Adriel se encoge cada vez que pasas por su lado, tiene
una marca en el cuello que se ha arrancado a arañazos.
¡Está aislado de la manada! ¿Qué le hiciste?
—¡Nada! ¡Nada! ¡No...no lo sé!
—Lo forzaste. Lo forzaste y lo sabes y por eso te médicas
y huyes.
—¡No! ¡Yo nunca le haría daño!
—¿Y el lobo? ¡¿Qué haría el lobo, Ori?!
Raven lo sujetó del brazo, quizá para decirle que se
estaba pasando. Tal vez. Pero a Trébol no le dio tiempo a
girarse. Una garra se clavó en su cuello. Los ojos de Ori se
volvieron opacos y sus uñas se clavaron en la piel de Trébol.
Trébol escuchó a Raven gruñir y sacar sus dientes y Ori
fue empujado lejos mientras que la espalda de Raven se
colocaba entre Ori y él.
—Si no lo controlas. Adam tendrá que saberlo todo. Es
una oportunidad, Ori —musitó Trébol.

***

—Cruzaste la línea, Trébol —le riñó Raven.


—Lo sé.
—No debiste decirle nada de Adriel, tenía que haber
llamado a Erick.
—¿Quién es Erick? —le preguntó Trébol.
Veía a Raven moverse de un lugar a otro, paseándose por
todo el salón con los brazos cruzados y el rostro lleno de
preocupación.
—El psicólogo de la manada. Él nos hubiese guiado.
—¿Puedes quedarte quieto un segundo?
Raven se detuvo sobre sus pasos.
—No. No puedo. Y no entiendo cómo es que tú estás tan
calmado. Ori te hubiese abierto la garganta ahí mismo.
—Suerte que hayas estado ahí.
Raven no encontró ese comentario gracioso.
—Cabrear a un lobo enfadado nunca es buena idea.
Pensé que no querías que Adam se enterara de lo de Ori.
—Y no quiero.
—Le has dicho que ibas a contárselo.
—No hablaba en serio. Quería ponerle un límite, lo que ha
hecho tiene consecuencias en nuestro mundo y en el de los
humanos.
Raven se pasó una mano por su pelo.
—Estoy cansado y necesito una ducha. Huelo a hospital y
medicamentos.
—Ve a bañarte. Haré algo rápido para cenar.
—¿No te importa?
—Ya sabía que me iba a tener que encargar de la cocina,
tranquilo.
Raven sonrió y su espalda se perdió a través del pasillo.
Trébol fue a la cocina, luego se daría una ducha después de
cenar. Abrió la nevera y sacó un par de huevos para hacer
una tortilla y algo de verdura, porque aunque la detestaba,
necesitaba sus nutrientes y apostaba lo que fuera a que
Raven también llevaba una buena temporada sin comer
vegetales.
Raven salió rápido de la ducha con un pijama de pantalón
largo y camiseta de manga corta y puso la mesa mientras
que Trébol acababa de cocinar. Era todo tan...doméstico.
Con Laura, Trébol había odiado todo lo relacionado con la
casa, ambos cocinaban y limpiaban y se repartían bien las
tareas del hogar, pero siempre que podía, Trébol se
escaqueaba y eso enfurecía demasiado a Laura. Con
Raven...su lobo quería cocinar todos los malditos días para
mantener su barriga llena y a su pareja cuidada.
Cenaron con un programa aburrido de televisión y Raven
limpió los platos de la cena mientras que Trébol se iba a dar
un baño y se recortaba la barba. Salió con una toalla
alrededor de la cintura. De todas formas, iban a dormir
desnudos.
Trébol encontró a Raven metiéndose en la cama.
—¿Cómo está tu nariz? —le preguntó acercándose.
—Bien. He tenido peores golpes. En la manada solemos
pelear unos contra otros de forma amistosa.
—¿Cómo es criarse en una manada? Los lobos de la
ciudad tenemos más libertad en lo que respecta. No sé si
podría acostumbrarme a tener al líder todo el día encima.
—Caleb no está siempre encima, sólo cuando hace falta.
Está bien, en la manada siempre hay algo de hacer, alguien
a quién ayudar, con quién hablar. Todos nos conocemos y
sabemos.
—¿Y los humanos?
—Siempre tratamos de incluirlos, algunos quieren. Otros
no. Tenemos más visitas de humanos en verano, antes de
irme dejé un par de cabañas alquiladas en el territorio
neutro. ¿Te hubiese gustado nacer en la manada?
Trébol se sentó en la cama.
—No lo sé.
—¿Y conocer a tus padres?
Trébol lo miró, lamió sus labios.
—Conocerlos...Creo que no. No. No es a ellos a los que
quiero conocer. Pero sí me gustaría saber de dónde vengo.
Mis raíces.
—¿No les guardas rencor por abandonarte?
—Al principio lo hacía, cuando era pequeño, pero luego
creces y aprendes a ponerte en su lugar. De todas formas,
gracias a ellos tengo una familia magnifica. ¿Qué me dices
de tu padre? —Trébol se recostó al lado de Raven y Raven
buscó su hombro.
Raven bufó.
—Ese hombre no merece ser llamado así. Cuidó de mí
porque no tenía otra y porque no se atrevía a decirle al líder
que no quería ocuparse de mí. En la manada no se entiende
que un padre abandone a sus hijos.
—¿No?
—No. Es antinatural.
Raven puso una mano sobre su pecho, acarició la piel de
su cuello y trató de ordenar sus pensamientos.
—¿Por qué es antinatural?
—Los animales no abandonan a sus crías, cargan con
ellas hasta que son lo suficientemente grandes como para
defenderse solas. Nosotros somos iguales.
Trébol ronroneó cuando Raven hundió su rostro en su
garganta.
—Raven.
—Mmm...
—No quiero echar todo esto para atrás, pero mi celo
vendrá la semana que viene.
—Sé eso.
—Vale. ¿Deberíamos prepararnos?
Raven sacó la cabeza y el lobo lloró su pérdida.
—¿Prepararnos?
—Mi lobo querrá...ya sabes. Montarte.
—Oh, no.
—Lo sé. Y a mí no me importa ser el de abajo, si eres tú,
creo que no tendré problemas, pero en el celo es diferente,
lo sabes.
—Nunca soy el de abajo. Cuando hablé contigo sobre los
problemas en la cama me refería exactamente a esto.
—¿Qué hacemos, entonces? Adam ofrece pisos vacíos a
lobos en celo, puedo hablar con él mañana y...
—¿Qué? No. No vas a ir a pasar tu celo solo.
—No encuentro otra solución.
—¿Cómo pasabas tus celos antes? ¿Con Lau...?
—No. Nunca he pasado mis celos con ella, me daba
miedo que pudiera hacerle daño y a ella también, así que
Laura se marchaba a un hotel y yo me quedaba en casa.
—¿Siempre has pasado tus celos solo?
—Si.
—Eso...Mierda —masculló Raven entre dientes—. Sólo por
esta vez, ¿de acuerdo? —levantó un dedo hacia la cara de
Trébol— Y cómo me duela te patearé las pelotas todas y
cada una de las noches hasta reventártelas.
Trébol hizo un ruido.
—Me parece malditamente justo.
—Genial.
—¿Empezamos?
—¿Perdona?
—No tendré paciencia para estirarte durante el celo,
tendrás que hacerlo tú solo y no quiero que sea algo nuevo
y terrorífico para ti.
—¿Y tenemos que hacerlo hoy?
Trébol se movió, abrió el cajón de la mesita de noche y
lanzó un bote de lubricante y un par de condones junto a los
muslos de Raven.
—Eres un...Lo tenías todo pensado, ¿verdad? —El rostro
de Raven lucía enfurruñado y Trébol quería ir y besar sus
labios fruncidos y magullados.
—Me gusta ser precavido.
—Cerdo.
—Quítate la ropa.
CAPÍTULO 12:
CUELLO

Raven no podía creer que iba a hacer lo que estaba a


punto de hacer. ¿Desde cuándo él accedía a ser el de abajo?
Nunca. La mayoría de los Omegas con los que había estado
estaban felices de tener algo en su trasero, sólo unos pocos
habían querido experimentar y Raven les había advertido
que él no era ese Alfa. Con los Beta, también pasaba algo
parecido y había pasado noches que se había quedado sin
sexo sólo por no hablar antes y por dar por sentado que un
Beta haría el papel de abajo. Y ahora....Ahora Raven se
estaba quitando la camiseta de forma furiosa y lanzándola
al suelo mientras que su lobo agachaba la cabeza.
No. No. De ninguna forma esto iba a gustarle. A Raven le
gustaba mandar, le gustaba atacar, le gustaba cazar con
sus colmillos afilados, no le gustaba ser montado por otro
Alfa grande y estúpido, excepto que su lobo sí lo quería.
Llevó las manos al pantalón y lo enganchó en sus dedos
junto a la ropa interior, la sacó de sus piernas y tiró al
mismo lugar donde se encontraba la camiseta.
—Ni una palabra —ladró a Trébol al descubrir que sí que
parecía estar emocionado por éste nuevo experimento.
—No he dicho nada.
—Mejor.
Trébol agarró la botella de lubricante, se acercó a los
muslos de Raven y lo miró, esperando.
—Estaría bien si abres las piernas.
—Esto es humillante.
—¿Prefieres ponerte boca abajo?
—Ni borracho.
Trébol rió.
—Eso pensaba —se inclinó sobre él y besó su cabeza—.
No quiero que te sientas incómodo.
—Eso es inevitable.
Trébol bajó, besando su sien, esquivó la nariz de Raven y
lamió su mejilla hasta llevar la lengua a sus labios. Raven no
tuvo problema en abrirlos para él y ambos jadearon cuando
sus lenguas se encontraron. Parecía haber pasado siglos
desde la última vez que se besaron o que estuvieron uno
tan cerca del otro sin gente a su alrededor. Las manos de
Raven empezaron a funcionar y sus muslos dejaron de
apretarse entre sí. Raven ladeó la cabeza, permitiendo a la
lengua de Trébol llegar más hondo y recostó la cabeza en la
almohada.
Trébol se colocó a su lado, una fuente de calor, de olor a
exquisito cemento y ladrillo, ¿desde cuándo el cemento era
exquisito? ¿Y qué importancia tenía eso ahora? Trébol olía
bien. Fin. Su mano se deslizaba por su cuello, torso, y
abdomen hacia abajo. Hizo círculos sobre el vello púbico de
Raven y acarició con los dedos de forma superficial su
miembro hinchado. Raven levantó las caderas esperando
una caricia más fuerte y Trébol sonrió sobre sus labios. Bajó
hasta sus testículos y uno de sus dedos se coló entre sus
nalgas.
No era amenazante. Trébol frotaba suave. Su boca se
encargaba de lamer y de mantener distraído a Raven y para
cuando el Alfa se dio cuenta, Trébol tenía sus dedos
lubricados, Raven lo agarró de la muñeca alarmado.
—Un poco. Tranquilo. Toma mi cuello, puedes morderme.
Eso tuvo que hacer despertar a Raven, en su lugar,
estaba temblando. Su cabeza empujó contra su cuello,
gimió de placer y de dolor al sentir su nariz estamparse en
su piel, pero era secundario. Muy secundario. Chupó su piel
y Trébol presionó junto a su entrada, un dedo se deslizó
dentro.
Raven lo sintió. Ardía, pero estaba demasiado ocupado
lamiendo parte de la garganta de Trébol y oliendo como
para decirle que se detuviera. Trébol empujó su dedo unas
cuantas veces más antes de añadir un segundo. Raven notó
la quemadura, sus colmillos buscaron la curva del cuello de
Trébol y Raven mordió.
Ambos gimieron. Sí, Raven sentía ahora lo que era
marcar a su pareja, el problema era que no quería soltarlo.
La sangre se deslizaba por su boca y Trébol movía sus dedos
dentro y fuera, estirando, los mantenía quietos hasta que
Raven retorcía sus caderas y los empujaba cada vez más
hondo.
—Tres —soltó un gemido Raven.
—¿Seguro?
—Joder, si. Hazlo.
Trébol lo hizo, y Raven mordió lo primero que tuvo
delante. Hincó los dientes en el pectoral de Trébol y lamió su
pezón. Su estómago estaba lleno de lubricante natural, pasó
la mano por él y miró sus dedos, luego, metió la mano
dentro de la toalla que llevaba Trébol alrededor de su
cintura, y buscó su miembro que no estaba en mejores
condiciones. Parecía una fuente. Raven se hubiese corrido
sólo de eso, pero el firme dolor de tres dedos que golpeaba
contra su próstata lo mantenían.
—No quiero...correrme —musitó Raven chupando de
nuevo el pezón herido de Trébol, lo mordía, soltaba y se lo
volvía a llevar a la boca mientras que los dedos de Trébol se
hundían hasta sus nudillos.
—Yo tampoco.
—No lo hagas.
—Tendremos un serio problema si no lo hacemos.
Raven empujó sus caderas, cerró sus muslos y los dedos
de Trébol quedaron atrapados dentro. No era suficiente.
Necesitaba algo alrededor de su polla. Soltó un lamento y
Trébol lo entendió a la perfección, lo abrazó con su mano
mientras que sus dedos presionaban dentro, Raven jadeó,
cerró los ojos con fuerza y su cuerpo se sacudió de dentro
afuera cuando un monstruoso orgasmo lo golpeó. Incluso
sus uñas se sentían bien. Trébol tiró entonces de la toalla, se
subió a las caderas de Raven y se masajeó sobre él. La
imagen era completamente desquiciante. Trébol parecía un
héroe vikingo todo cubierto de sudor, sangre y mordiscos.
Rubio dorado. Grande. Se consolaba a sí mismo mirando a
Raven, el lubricante caía sobre su pecho y Raven quería
beberlo. Mierda. Bebería y tomaría todo lo que ese hombre
le diera, así de mal estaba todo.
Lamió sus labios puesto que era lo único que su cuerpo le
permitía hacer y esperó, ido a que Trébol terminara sobre él.
Cuando lo hizo, el guerrero se desplomó encima.
Raven no trató de quitárselo de encima, lo abrazó y un
teléfono empezó a sonar.
—No me jodas.
—¿Es el tuyo? —preguntó Raven.
—Qué más da.
—¿No vas a cogerlo?
—No.
Raven alargó el cuello.
—Es tu teléfono, Trébol.
—Estoy pegado a ti, literal.
—No seas marrano.
—Lo somos los dos.
—Levanta.
—¿Te gustaron mis dedos?
Raven se levantó de golpe.
—Ni en tus sueños —salió de la cama con gelatinas por
piernas y agarró el teléfono del escritorio—. Dime, Cori. No.
No está aquí. Vale, tranquilo. Vamos para allí —Raven le
lanzó a Trébol la ropa—. Vístete.
—¿Qué pasa?
—Ori se ha ido.
***

Trébol y Raven corrieron hacia casa de los gemelos.


—No está en casa de mamá, Ori nunca hace esto. Me
avisa siempre que siente que va a estallar —hablaba Cori
preocupado.
La habitación de Ori era un desastre, el ordenador estaba
roto, la cama partida, el armario destrozado y toda su ropa
convertida en trapos.
—Cálmate, Cori. Cuéntanos qué ha pasado —dijo Raven
alcanzando a Cori de los hombros.
—No lo sé. Encargamos una pizza para cenar, bajé a
recogerla y cuando subí Ori estaba como un loco
destrozando su habitación, intenté detenerlo. Ponerle sus
calmantes en una inyección, pero me golpeó. Cuando
desperté ya no estaba.
—¿Hace cuánto de eso?
—Como...una hora. Quizá tres cuartos de hora. No lo sé.
—Vale, escúchame —Trébol llegó a él—. Llama a Adam,
cuéntale lo que ha pasado. Raven y yo iremos a casa de
Adriel.
—¿Adriel? ¿Qué tiene que ver Adriel en todo esto? —
preguntó Cori con el rostro fruncido sacando el teléfono
móvil.
—Adriel es su pareja.
—¿La pareja de Ori? ¿Cuándo ha pasado eso?
—Te lo contaremos luego. Hoy Trébol le ha apretado las
tuercas a Ori. Espero que no haya hecho una tontería.
Cori marcó el teléfono de Adam y Trébol le dijo que lo
mantuviera informado si Ori aparecía de nuevo antes de
salir con Raven y correr al edificio de apartamentos de
Adriel. Tocaron el timbre y nadie respondió, Raven miró
hacia arriba y las luces estaban apagadas.
—¿No creerás que...?
—Qué Ori está en casa de Adriel atacándolo. Ya no sé ni
lo que pensar —dijo Trébol.
—¿Tienes el teléfono de Adriel?
—No.
Raven asintió, miró la puerta de metal concentrado y le
pegó una patada.
—¿Qué haces? —le preguntó Trébol.
—¿Tú qué crees que hago? Ayúdame.
Ambos golpearon la puerta hasta que ésta se rompió y
cedió.
—Quédate aquí, por si acaso —mandó Raven subiendo
las escaleras.
Era un alivio haber ido a su casa y saber exactamente
dónde vivía. La puerta de madera vieja se abrió con el
primer golpe y Raven descubrió que allí no había nadie. La
casa permanecía impoluta, como si Adriel no la hubiese
pisado de regreso al hospital.
—No está.
—¿Has mirado bien?
—¿Cómo voy a mirar mal, Trébol? No. No está. No parece
que haya regresado del hospital.
—Perfecto, los dos desaparecidos. ¿Algo más? ¿Hay
alguna posibilidad de que haya ido al bosque?
—No. No le gustan los centinelas, lo llevé un día a la
manada y me dijo que jamás pisaría de nuevo ese lugar.
—No nos quedan más opciones.
—Llama a Cori —le dijo Raven esperando que al líder de
los lobos se le hubiese ocurrido algo.
Ori no podía haber desaparecido. Mientras que Trébol
realizaba la llamada y se movía de un sitio a otro, Raven
distinguió dos sombras que se acercaban con lentitud,
golpeó el brazo de Trébol y Trébol colgó al ver a Adriel
agarrado a un chico. Adriel se soltó de él, llevaba puesta la
misma ropa y vendas y lucía mucho más demacrado.
—¿Raven? ¿Trébol? ¿Qué hacéis en mi casa? ¿Qué te dije
sobre lo de rondarme?
—¿De dónde vienes? —le preguntó Raven.
—No te importa —Adriel sacó la llave y arrastró al chico
con él, pegó un salto al ver su puerta destrozada —. ¿Habéis
sido vosotros? Claro que sí, no sé ni para qué preguntó.
Estáis los dos como una regadera.
Raven no les permitió el paso.
—Lárgate, mestizo —musitó hacia el extraño.
—¿Qué cojones haces? —Los ojos de Adriel brillaban
enfadados.
—Salvar tu culo. Ori ha desaparecido.
—¿Desaparecido? ¿Qué le habéis hecho?
—Despídete de tu ligue, te vienes con nosotros.
—No voy a ninguna parte —negó Adriel.
—Si vienes.
—Oye...tío. ¿Quién eres? ¿Su ex? Pasa página, colega.
Raven miró al mestizo, no sólo parecía colocado, si no
que se tambaleaba de un lado a otro, Raven estaba seguro
de que si lo empujaba el chico acabaría en el suelo. Pero
Raven no era tan malo, en su lugar le sacó los dientes y le
gruñó y el chico corrió hacia atrás con las manos en alto y
acabó medio tirado en el suelo.
—Tus gustos cada vez son peores —rugió Raven.
—Dímelo a mí. Me lie contigo.
—Muy gracioso —Raven lo cogió del brazo y tiró de él—.
Nos vamos.
—¿A dónde? Suéltame. Raven. Quiero ir a mi casa.
—He roto tu puerta. Mañana llama a un cerrajero, y te
vienes a nuestra casa.
—Ni de coña.
—Me da igual lo que quieras, Adriel. Ori está por ahí fuera
enfadado y tú eres un maldito bistec al que quiere hincarle
el diente.
—Yo no soy... —Un gruñido lo interrumpió.
Los tres miraron hacía el callejón y hacia la enorme
bestia que se abalanzaba sobre ellos con las fauces
abiertas.
CAPÍTULO 13:
BASTA

Trébol empujó a Raven y a Adriel al suelo, sus manos


golpearon el costado del lobo y sus pies derraparon en la
acera de cemento cuando se vio impulsado hacia atrás.
Raven se había quedado al lado del Alfa, sacaba sus dientes
y sus garras no tardaron en salir, la ropa que llevaba se hizo
jirones y su lobo aulló sacudiendo su cuerpo y preparándose
para atacar. El propio lobo de Trébol respondió a su llamada
y Trébol lo dejó salir después de mantenerlo encerrado
durante tanto tiempo.
Su lobo también aulló, sus garras dejaron una marca en
el suelo, imitó la postura amenazante de Raven, sacando
sus dientes, rodeando a Ori, lanzando mordiscos con la
esperanza de que el lobo retrocediera y agachara la cabeza.
Ori no lo hizo.
Sus ojos negros estaban puestos en un Adriel pálido que
era incapaz de moverse en medio de la carretera, sus
colmillos afilados se preparaban para él y sus garras iban a
destrozarlo si uno de los dos no se ponía por el medio. Ori
corrió hacia el Alfa asustado y Trébol lo alcanzó mordiendo
su nuca.
No quería hacerle daño a su hermano, pero lo haría
mucho antes de que él quisiera hacérselo a Adriel, para eso
no había vuelta atrás. El lobo agresivo de Ori luchó contra
él, su olor se volvió penetrante y Trébol resistió las
feromonas. Era increíble que un Mestizo pudiera lanzar tales
hormonas cargadas de agresividad, Ori tendría que tener a
su lobo muy enfadado para que este se rebelase de forma
tan agresiva.
Los Mestizos eran más sumisos, no tanto como los
Omegas, pero lo eran ante la presencia de un Alfa. Tendían
a agachar la cabeza, a asentir y a tumbarse en el suelo, no
a desesperarse por morder, incluso Adriel, un Alfa completo,
podría doblegar. Sin embargo, el pobre estaba tan asustado
que era incapaz de correr por su vida o pedir ayuda a sus
altos cargos.
Trébol mordió la nuca de Ori, agarrándolo fuerte del
pellejo mientras que Raven lo aplastaba en el suelo,
pensaban que lo tenían, que dos lobos Alfas, mayores
habían sido suficiente como para retenerlo. Falló. Ori arañó
su estómago, empujó y clavó a Raven en una de las paredes
del edificio, fue suerte que Ori estuviera tan concentrado en
ir hacia Adriel que no se molestó en mirar hacia atrás o si
quiera prestar atención a Raven e ir a rematarlo, en su
lugar, corría como un caballo desbocado cuando un cuerpo
grande y vestido en un perfecto traje se lo llevó.
Literalmente.
Trébol aulló, Adam estaba sobre Ori, sus manos humanas
agarraban el hocico del lobo y sus piernas fuertes se habían
enredado a sus costillas con intención de romperlas si
seguía revolviéndose. El olor de Adam estaba en todos
lados. Ori resistió todo lo que pudo, una costilla hizo clack,
el lobo lloró y su respiración al final se calmó con los últimos
firmes apretones de Adam. Trébol cambió de cuerpo, ignoró
la sangre de su estómago y brazos y corrió hacia Raven.
—Estoy bien —musitó el moreno levantándose del suelo
—. Ve a ver a Adriel.
—Mejor ve tú, no sé cómo lidiar con personas asustadas
y Ori aún sigue retorciéndose.
Con un silencioso asentimiento, Raven fue hasta Adriel y
Trébol se acercó al líder que aún seguía luchando por la
sumisión de Ori. A estas alturas a Ori no le quedaba más
remedio que rendirse, pero su lobo era igual o más terco
que Ori.
—¿Necesitas ayuda? —le preguntó a Adam, mirando a su
hermano y dejando salir su olor con la esperanza de que al
olerlo, Ori se relajara.
—Lo tengo controlado. Necesitamos trasladarlo antes de
que los humanos lo vean así o nos meteremos en un
problema con el gobierno.
Trébol asintió. Si bien los humanos los habían aceptado
en su sociedad y su gobierno trabajaba con los líderes de los
lobos en planes de inclusión, charlas de respeto, aún habían
humanos recelosos que no los aceptaban del todo, y mucho
menos permitían que los lobos se pasearan a sus anchas
por la ciudad. Cualquier delito contra los lobos estaba
penado e igual forma ocurría al revés. Los lobos eran
respaldados siempre y cuando cumplieran con las reglas de
la ciudad, y por desgracia, Ori acababa de incumplir unas
cuantas reglas humanas y licantropas a la vez.
—Tranquilo. Tranquilo, Ori. Vamos. Así —la voz de Adam
se convirtió en un susurro y Ori dejó de moverse. Sus ojos
se entornaron y su cuerpo dejó de hacer fuerza para salir de
los brazos de Adam.

***

Raven sabía que ambos estaban metidos en un buen lío,


incluso si él no era parte de la manada de la ciudad había
mentido a su líder, vivía en su territorio, y esto podría ser el
fin del tratado de paz que Caleb y él mantenían.
Raven miró la punta de sus pies descalzos. Trébol llegó
con un café caliente y Raven se lo agradeció. Había pasado
por el hospital para dejar a Adriel en manos del equipo de
psicólogos mientras que Trébol, Adam y Cori se encargaban
de dormir a Ori con medicina y llevarlo a la celda de metal
de su casa. Habría acabado en la cárcel, o peor, en un
manicomio para lobos que habían perdido la razón de no ser
porque Adriel se había negado a denunciar su agresión
antigua e intento de agresión actual.
Raven podía hacerse una idea de lo que estaba pasando
por la cabeza del Alfa. Sin embargo, era mejor guardar su
opinión por ahora. Adriel estaba siendo cuidado por un
grupo de médicos que cuidarían de su mente y lo ayudarían
con su posible trauma, y Ori... Ori tendrá que afrontar su
problema ahora si no quería ser una preocupación para la
manada y para sus hermanos.
—¿Os dais cuenta de lo que podría haber pasado? —
preguntó Adam, sus ojos brillaban cubiertos por un halo de
fuego y su traje seguía impecable a pesar de haberse
rebozado como una croqueta por toda la acerca cargando a
un lobo rabioso.
—Somos conscientes —respondió Cori con la cabeza
gacha.
—El comportamiento de Ori podría haber perjudicado a
toda la manada. Sólo hace falta un fallo de este nivel para
que el gobierno humano nos considere una amenaza y
despliegue todo su arsenal. La paz no durará mucho si los
humanos descubren que hay lobos fuera de control
atacando a gente.
—Ha sido nuestro error.
—No te acumules la culpa, Trébol. El error es de Ori y de
Adriel, y se podría haber solucionado hace años si alguno
hubiese abierto la boca en lugar de llegar a esto.
—¿Crees que aún hay solución? —preguntó Trébol con
esperanza.
Tenía que haberla, pensó Raven.
Adam miró la celda fría del sótano. Ninguno de los cuatro
se atrevía a cerrar su puerta. Ori estaba en la cama
dormido, desnudo y tapado con una fina sábana, a su lado,
Trébol le había dejado una muda de ropa, agua, y algunas
vendas por si se arrancaba las que llevaba alrededor de su
cuerpo. Era una imagen triste...Muy triste. Y más triste aún
era darse cuenta de que un amigo, al que Raven
consideraba como su familia, no confiaba lo suficiente en él.
—No lo sé —respondió Adam—, depende de muchas
cosas. Del comportamiento de Ori cuándo despierte, de
cómo esté Adriel y de lo que la evaluación psicológica diga.
—Ori nunca le haría daño a nadie de forma consciente.
Vamos, lo conoces.
—En la manada no se toleran las agresiones sexuales. Yo
también aprecio a Ori, pero...
—¿Pero, qué?
Adam cerró la puerta de la jaula metálica.
—Pero lo que ha hecho, tiene un castigo,
independientemente de si Adriel decide denunciarlo o no.
Ori ha roto las normas de la manada, ha ocultado un delito,
me ha mentido y alterado el orden de la ciudad.
—Adam... —susurró Cori.
—Avisarme cuando despierte —Adam pasó por el lado de
Raven—. Siento que hayas tenido que verte envuelto de
nuevo en un altercado, Raven. Me haré cargo y le aseguraré
a Caleb de que la ciudad a partir de ahora será un lugar
seguro para ti.
Adam se fue.
Cori se llevó las manos a la cabeza, frotó su pelo corto y
dijo una palabrota silenciosa antes de correr a la puerta y
tratar de abrirla.
—¿Qué haces, Cori? —Le preguntó Trébol.
—Abre la puerta, tenemos que sacarlo de aquí.
—¿Has escuchado a Adam, Cori?
—Si. Podemos decir que se escapó, que nos pilló
desprevenidos, ¡que no había nadie en casa! ¡Lo que sea! —
Cori gritó al ver que ni Trébol ni Raven se movían—¡Trébol!
No podemos dejar que lo encarcelen por algo que pasó hace
años. ¡He cuidado de él todo este tiempo! ¡Lo he hecho todo
bien para que lo de esa noche no vuelva a suceder!
—¿Sabías que Ori atacó a Adriel? —preguntó Raven.
—No. Sabía que había hecho algo, pero no tenía ni idea
de que era Adriel ni de que era su pareja. Esa noche llegó a
casa cubierto de sangre y barro, desnudo y con un ataque
de pánico. Me suplicó que hiciera algo, que lo matara, que
no lo dejara salir.
—¿Empezaste a darle las pastillas?
—¡¿Qué más podía hacer?!
—¡Hablar con Adam!
—¡Tú tampoco hablaste con él! ¡No me tires la mierda a
mí!
Raven se metió por el medio y separó a los hermanos con
sus manos.
—¡Basta! Todos hemos tenido un día de mierda y
estamos cansados y alterados. Deberíamos descansar un
poco la cabeza antes de continuar con esta conversación y
decir algo de lo que luego nos podamos arrepentir, ¿de
acuerdo?
Cori respiró hondo, sus ojos clavados en Trébol.
—Ori no puede despertar sólo en esa cárcel de metal. Se
acabará arrancando la garganta.
—Lo ataremos, Cori. No te preocupes. Ve arriba, toma
algo de té.
—Regresaré en cinco minutos.
CAPÍTULO 14:
PERDÓN

Ori despertó cinco horas después. Los tres lobos


escucharon los ruidos, los jadeos y sollozos y Trébol abrió la
puerta accediendo a las demandas de Cori para permitir
que su gemelo se colara y tranquilizara al lobo. Con ayuda
de Raven, lo habían atado a la cama de pies y manos y
habían amordazado su boca sólo para evitar que Ori
mordiera parte de su lengua.
—¿Hacía falta esto? —Cori tiró con rabia la mordaza al
suelo.
Trébol era el malo, lo peor era que se sentía como tal.
Como el secuestrador que ata y tortura a sus víctimas.
Trébol estaba haciendo eso mismo con su hermano y por
mucho que se esforzara por pensar en que hacía lo correcto,
su lobo lloraba desconforme mirando a Cori acariciar la
frente sudorosa de Ori y susurrar palabras bonitas.
—Tranquilo, Ori. Estás bien. Todo está bien.
Ori apretó las cadenas de las manos y tiró de ellas sin
llegar a romperlas.
—¿Dónde...? ¿Qué ha pasado? —preguntó Ori
desorientado.
Trébol no vio la necesidad de cerrar la puerta de metal.
—¿Quieres agua? ¿Te duele algo?
—¿Qué ha pasado, Cori? ¿Por qué estoy atado?
Trébol frotó sus manos sudorosas en el pantalón vaquero,
se apartó del agarre de Raven que luchaba por mantenerlo
a su lado y fue al lugar de visión de Ori.
—Ori, ¿recuerdas lo que hiciste anoche?
Ori tiró de su muñeca y miró con el ceño fruncido a
Trébol. Mierda. Era su hermano. Él no debería estar
haciendo esto.
—¿Anoche?
—Si, anoche.
—¿Hice algo? ¿Por qué estoy...?
—Estás atado para evitar que te hagas daño. Ori. Ori —
volvió a llamarlo Trébol al ver cómo su mirada se iba al
techo—. Ori, anoche atacaste a Adriel.
—No.
—Si.
—No.
—Trébol... —dijo Cori colocando una manó en su muñeca
a modo de basta.
Trébol no le hizo caso.
—Anoche te transformaste, Ori. Estabas enfadado, fuiste
a casa de Adriel, ibas a atacarlo, ibas a hacerle daño.
—No. Nunca... —sus músculos se tensaron.
—Déjalo en paz, Trébol. Es suficiente para él, acaba de
despertar.
—Yo tampoco quiero hacer esto, Cori, pero Adam
regresará a por él tarde o temprano, y se lo llevará, y Ori
tendrá que saber por qué.
—Ni siquiera sabe dónde está su cabeza ahora mismo. No
necesita que le machaques el cerebro.
—Tiempo es algo que no tenemos.
—Cori... —lo llamó Ori.
—Dime. Estoy aquí —Cori empujó a Trébol lejos de la
camilla.
—¿Le he hecho daño a alguien?
—¿Qué? No. No. Tranquilo. Trébol se ha equivocado. Te
encontramos herido, y fuimos a curarte. Bebe un poco de
agua.
—¿No hice nada malo?
—No. No, hermano. Fue una noche tranquila.
—No me gusta este lugar.
—Saldrás pronto. Toma algo de agua, luego comerás algo
mejor.
Ori bebió un poco y volvió a cerrar los ojos de forma
lenta. Trébol se retiró hasta la puerta. De pequeño, siempre
estuvo agradecido a la familia por haberlo adoptado y a los
gemelos porque lo aceptaron sin ninguna condición, sin
embargo, Trébol había envidiado la forma que siempre
tenían de comunicarse, como si se leyeran el uno al otro y
seguía haciéndolo ahora. Cori cuidaba de Ori y Ori siempre
buscaba consuelo en Cori. Trébol volvía a sentirse como un
niño de cinco años perdido. La mano que lo rescató de sus
recuerdos fue Raven y el lobo buscó consuelo en su pareja y
en sus brazos.
Las siguientes veces que Ori despertó, fueron peores.
Poco a poco el lobo volvía a sus sentidos, su mente
ordenaba la información y su rostro era un amasijo de terror
cuando se dio cuenta de dónde estaba y del por qué.
—No puedo seguir haciendo esto —le dijo Trébol a Raven
arriba en la cocina.
Había subido a cocinarle algo a Ori, aunque no estaba
seguro de que el lobo fuera a comérselo.
—Cori me odia y me siento como el mayor bastardo hijo
de puta del mundo.
—Estás haciendo lo correcto.
—¿Para quién?
Raven apagó el fuego y lo giró hacia él, sus pies se
rozaron.
—Ori es un peligro para él mismo. Necesita ayuda. No
puede seguir con las pastillas, ya lo habíamos hablado, sería
demasiado perjudicial para su cuerpo, incluso con pastillas
perdió el control.
—Lo sé.
—Esto es lo mejor para él. Adam sabe lo que hace.
—¿Y qué hará? ¿Lo encerrará? ¿Lo drogará aún más? ¿Lo
meterá en una clínica? ¿Lo castigará públicamente? ¿Hará
que se arrodille ante Adriel? ¿Lo...?
Raven agarró su rostro.
—He escuchado a los gemelos hablar lo suficiente de
Adam para saber que no es un líder cruel. Tenemos que
confíar en él.
—¿Y por qué cojones tarda tanto?
Trébol no podía dejar de sentirse mal. Él estaba en una
cocina haciendo un filete mientras que su hermano estaba
metido en una celda y atado a la cama.
—Confía en él —susurró Raven atrayendo su cuerpo en
un abrazo.
Trébol ni siquiera respondió. Dejó que los brazos de su
pareja lo acomodaran, acariciaran y tratan de quitar toda la
culpa que tenía encima. No lo hacía. Trébol quería reventar
su cabeza contra algo.
—Raven, baja el cubo y la fregona. Ori está vomitando —
habló Cori desde la puerta.
—Voy ya.
Trébol se movió.
—Quédate arriba. Bajaré a llevarle las cosas y subiré, y tú
deberías comer también y tumbarte unos minutos.
Trébol negó con la cabeza.
—No seas cabezón —recriminó Raven—. Alguien tiene
que estar arriba para abrir la puerta a Adam.

***

A Raven le ponía los pelos de punta bajar. Su estómago


se retorcía y su lobo le pateaba el trasero para que
regresara arriba pero por supuesto, el humano era mucho
más cabezón.
—Aquí está... ¿lo has desatado, Cori?
—Se estaba haciendo daño.
—Cierra la puerta al...
—No voy a escapar —Ori susurró y la sangre de Raven se
heló, su lobo sacó los dientes furioso al no reconocer a Ori.
—Ori...
—Sé lo que soy. Lo entiendo. No escaparé —Ori ni
siquiera estaba en la cama, estaba sentado en una de las
esquinas del suelo.
Raven dejó las cosas en el suelo, ignoró el olor a vómito
cuando entró en la celda y sus sentidos y se acercó al lobo.
Lo había visto en peores situaciones, borracho y medio
desnudo en un bar, borracho y siendo robado, borracho y
tirado en el suelo. Esto no era peor, su amigo iba a
recuperarse.
—Ori, te vamos a ayudar. Sea lo que sea que le pase a tu
lobo contigo, lo arreglaremos, y podrás ser como nosotros.
Ori rio, pero en sus ojos no había nada más que dolor.
—¿Arreglar? —Ori levantó los ojos—¿Sabes lo que quiere
mi lobo? ¿Quieres saberlo? Mi lobo quiere destrozar,
despellejar, matar y devorar a todo ser que se acerque a
Adriel incluido tú, Raven.
—Nunca me acosté con él.
—Mentiroso.
—No. Él quería que le prestaras atención, y yo soy tu
mejor amigo. Ambos creímos que lo olerías y que montarías
alguna escena de celos para reclamarlo, pero no hiciste
nada. Fue ahí cuando me di cuenta de que tomabas las
pastillas.
—¿Por qué Adriel querría eso?
—Quizá porque le gustas, idiota. O le gustabas. Eres su
pareja, por supuesto que querría llamar tu atención de
alguna forma.
—Pero lo violé, habéis dicho eso.
—¿Lo recuerdas?
—No. Joder. Recuerdo....Recuerdo su cara y sus gritos y la
sangre. Y recuerdo dejarlo solo y correr a casa. No... No
recuerdo nada más.
—Le hiciste algo malo, Ori. Pero él nunca pensó en
denunciarte, y no lo ha hecho hasta el momento. Ahora,
está en el hospital.
Ori se movió apresuradamente y Raven lo detuvo, fue
fácil. El lobo apenas tenía fuerza.
—No está herido, ¿vale? —se apresuró a decir Raven—.
Están viendo si tienen algún problema en su cabeza y...
—Vale. Raven. Prométeme algo.
—¿Qué quieres?
—Sea lo que sea que Adam decida hacer conmigo, quiero
que me envíe lejos de aquí. Muy lejos.
—Ori...No...
—En el desierto, bajo tierra, me da igual. Mantén a Adriel
lejos de mí. ¿De acuerdo?
—Ori, no has pensado, ¿que quizá es mejor luchar por él?
Aún queda la mitad de la historia, no te sentencies a ti
mismo.
—Me doy asco, Raven.
—Ori...
—No. Me doy asco. He violado a Adriel y luego lo he
mirado a los ojos como si nada. Me doy asco —Ori apartaba
la mirada de él y se negaba a mirarlo de nuevo.
—Tu casa está aquí. No te irás a ningún sitio.
—Entonces, encerrarme. ¿Y si lo hago de nuevo?
Enciérrame.
Ori repetía esas esas palabras y por más que se esforzara
Raven en hacerlo cambiar de opinión, no lo conseguía. Cori
limpió el suelo de la celda y Raven le colocó la comida. Al
menos, Trébol no había bajado y escuchado nada de esto,
pensó Raven hasta que lo vio junto a las escaleras. ¿Qué le
pasaba a ese hombre? ¿No podía descansar ni un minuto?
Le dijo a Cori que vigilara a Ori y que lo avisara si algo
cambiaba y pasó por al lado de Trébol para agarrarlo de la
mano y subirlo por las escaleras, lo sacó fuera de la casa, ya
que ambos necesitaban aire fresco y lo miró. Sabía lo que
estaba pasando por su cabeza, lo hacía también en Raven.
—Deja de flagelarte, Trébol.
—No puedo dejar de pensar en que nada de esto estaría
pasando si yo no hubiese abierto la boca, o si te hubiese
hecho caso y hubiese dejado las cosas estar.
—No lo sabemos, no vale la pena pensar en eso.
Trébol soltó un gruñido de insatisfacción y los ojos de
Raven fueron directos a su cuello. No tenía que estar
pensando en esto pero ninguno de los dos había tenido
tiempo con lo de Ori para procesar lo que había pasado con
ellos en la habitación antes de salir corriendo. Ni siquiera se
habían duchado.
Raven había marcado a Trébol, y la herida era muy
notable en su cuello junto a otras magulladuras. Trébol le
había permitido tomar su cuello, pero no le había dicho
cómo se sentía al respecto ni por qué no lo había marcado
de vuelta. Raven se esforzó por no pensar en eso ahora, no
era tiempo de sentirse inseguro.
—Haré la primera guardia, podrás cambiar con Cori
luego.
—Espera, estoy siendo idiota de nuevo, ¿verdad?
—No. Yo también me siento así, pero lo que pensemos
nosotros no importa. Ori no está bien, Trébol, y es algo que
tenemos que asumir. No es mi familia y entiendo que a ti te
afecte más...
—Si que es tu familia.
—Lo importante ahora es cuidarlo. ¿De acuerdo?
Trébol asintió.
—Bien —susurró Raven mordiendo su mejilla interior.
Entrar de nuevo era lo que menos le apetecía en el
mundo, pero tenía que hacerlo, al menos esperaba poder
ducharse y comer cualquier cosa. Antes de poder entrar,
Trébol tiró de él y lo siguiente que supo fue que tenía el
rostro del rubio empujando en su cuello. Mierda. Raven
siempre había rehuido de este tipo de contactos por no
hacerle sentir nada mientras que se veía ahora luchando
por mantener sus pies firmes. La tensión de todo el día y
sus problemas habían desaparecido únicamente con ese
contacto. Su lobo asociaba a Trébol como casa, hogar, un
sitio seguro y se relajaba y relamía mientras que su pareja
buscaba consuelo.
Cuando los labios de Trébol rozaron su cuello, Raven se
tensó. Había algo correcto en recibir su mordisco aquí y
ahora. En el portal, con los edificios alejados de él, con la luz
ámbar del atardecer y los brazos de Trébol a su alrededor.
Raven inclinó más su cabeza, consciente del peligro que
supondría que un humano los viera, pero a la mierda con
todo. Raven quería estar seguro de que todo lo que tenía
con Trébol iba a ser para siempre.
Trébol hizo un sonido suave, su cuerpo lo empujó contra
la puerta, sus manos agarraron su trasero y su olor a ladrillo
y cemento se hizo más denso mientras que sus labios
buscaban los de Raven de forma ansiosa. Más que un beso
de pasión, fue un beso de necesidad.
Necesidad de saber que estaban haciendo las cosas
correctas.
Necesidad por sentirse apoyado.
Necesidad por contar con él.
Raven envolvió los brazos alrededor de sus hombros y
disfrutó de la lengua de Trébol en su boca, en cómo sus
labios encajaban y se separaban y volvían a encajar a
encajar con más fuerza. A Raven no le importaría ser
besado por Trébol a cada segundo a partir de ahora. Subió
sus manos hacia la nuca del lobo y lo apretó pegando su
cuerpo. Sobraba gente en su casa, ropa y problemas, y no
era el momento de empezar a desnudarse pero mierda que
Raven buscó el estómago desnudo de Trébol bajó su
camiseta. Trébol dio un respingo.
—Perdón —susurró Raven cuando se vio abandonado, sus
dedos tocaban la gasa blanca con la que habían cubierto las
heridas de la pelea con Ori.
Los lobos cicatrizaban bien, pero no tan rápido como en
las películas les hacían creer. Habían muy pocos casos de
lobos con ese don y Raven sólo conocía uno en la manada, a
Apolo.
Trébol negó con la cabeza antes de besarlo de nuevo,
esta vez era él quien buscaba la piel de Raven en su
espalda y Raven hubiese jadeado de no ser por una tos
ronca que los llevó a los dos a mirar y a separarse.
—Sentimos interrumpir —Adam estaba ahí. Adriel
también estaba ahí.
CAPÍTULO 15:
TE QUIER…

—No es buena idea —respondió Trébol mirando a Adriel


de forma atenta.
No odiaba a ese hombre, simplemente ahora mismo no
quería verlo cerca de su hermano.
—Se lo he dicho, pero Adriel insiste en verlo —respondió
Adam.
—¿No debería seguir en el hospital?
—Mi evaluación se ha terminado, Trébol. Y me gustaría
que me hablaras directamente a mí en lugar de a Adam.
—Muy bien, en ese caso. Mi hermano no desea verte ni
tener contacto contigo. Te llamaré cuando pregunte por ti.
Raven suspiró a su lado y agarró el brazo de Trébol.
—Su mal humor aumenta cuando no duerme, lo siento.
Entrar, hablaremos mejor dentro —dijo Raven pellizcando la
piel del brazo de Trébol cuando éste gruñó.
Como había dicho, no tenía nada en contra de ese
pequeño hombre Alfa de pelo azul, Adriel era una víctima y
no tendría que estar tratándolo con tanta dureza.
—Cori está con Ori —dijo Raven, sacando un par de vasos
y agua.
—¿Cómo se encuentra?
—Lo está...procesando. ¿Cómo te encuentras tú, Adriel?
—le preguntó Raven.
—Bien.
—¿Tienes que regresar al hospital?
—No por el momento.
—A Adriel le han recomendado tener dos sesiones
psicológicas a la semana —habló Adam.
—Y yo he dicho que estoy bien y que no es necesario.
¿Puedo ver a Ori, ahora?
—Le diré que estás aquí —asintió Raven marchándose.
Ori podía reaccionar muy mal al ver a Adriel o muy bien,
y Trébol no quería descubrir cuál de las dos sería la
ganadora.
—¿Podemos hablar, Adam?
Adam lo siguió al salón y Trébol cruzó los brazos.
—¿Para qué lo has traído?
—No he visto nada malo en que ambos mantengan una
conversación controlada.
—Ori no está controlado, está aterrado de sí mismo y no
quiero imaginar lo que hará cuando lo vea.
—Lo peor ya ha pasado. Adriel sigue sin querer
denunciar, dice que el sexo que tuvo con él fue consentido y
defiende que es su pareja y que nunca le haría daño.
Sabemos que eso no es verdad, pero es su palabra y los
policías no quieren desenterrar una violación de la que la
víctima se niega a afirmar. Adriel protege a Ori por alguna
razón y como tú, él tampoco quiere que sufra.
Trébol tragó saliva.
—¿Y cuál es el siguiente paso? ¿Qué harás con Ori?
—No puedo dejar a un lobo inestable en la ciudad, Trébol.
Espero que lo entiendas. Caleb está dispuesto a hacerse
cargo de él.
—¿Qué?
¿Caleb? ¿Caleb el líder de Raven? ¿El líder Alfa de la
manada del bosque?
—Sí. Me ha explicado que es común esos
comportamientos en algunos lobeznos Alfas que aún no
entienden sus hormonas, es un entrenamiento no agresivo y
ha prometido cuidar a Ori y ayudarlo en sus problemas
personales.
—¿No lo van a encerrar?
—Eso no lo ayudaría. No tengo problema en que lo
acompañes a instalarse en la manada cuando él esté
preparado.
—¿Qué pasará con Adriel?
Adam encogió los hombros.
—Ambos merecen hablar sobre lo que pasó hace años y
arreglar su relación o romperla del todo, pero necesitan
tener esa conversación.
—Hoy no —negó Trébol—. Dile que venga mañana,
prepararé a Ori. Todos necesitamos descansar y Ori no
dormirá más en una celda.
—Me parece bien.
—Mi familia aceptará la ayuda de Caleb. Siempre
estaremos en deuda con él.
Adam asintió, abrazó a Trébol y se llevó a Adriel.

***

Raven no veía a Adriel muy animado de bajar al sótano.


—Puedes regresar mañana —susurró para no asustarlo
más de la cuenta.
Adriel negó con la cabeza. No lucía como si hubiese
dormido bien, en realidad, nadie había dormido en casa. Ori
no había querido salir de la habitación de metal, Cori no lo
había dejado en toda la noche y esta mañana lo habían
tenido que sacar a rastras para que se marchara a su casa,
se duchara y recogiera algo de ropa para Ori, Trébol no
había parado quieto y cada media hora subía y bajaba y
Raven tampoco había podido pegar ojo. Al menos, las ojeras
de Adriel se disimulaban en su maquillaje, el chico era el
perfecto Alfa recesivo con el que cualquier Omega
dominante estaría loco por experimentar.
Pequeño, proporcionado, con una figura esbelta pero sin
ser femenino. Su cabello había perdido parte de su color
turquesa y ahora era más bien pastel y mantenía la
gargantilla negra en su cuello bien apretada.
—No. Quiero hacerlo hoy. ¿Has dicho que Ori se niega a
ver a Caleb?
—Parte de él cree que es un monstruo, así que si esperas
bajar y encontrar a un Ori maleable...
—Ori nunca fue maleable.
—¿Por qué te negaste a denunciarlo? Puedes no
responder, sólo es...curiosidad.
—Ori no era consciente cuando me atacó, es algo de lo
que me he tenido que dar cuenta con el tiempo. Su
comportamiento no es violento, y lo he visto... —Adriel bajó
la mirada—. Lo he visto en el bar con otros hombres. Ori no
es así.
—No importa si es o no. La verdad es que se aprovechó
de ti cuando eras menor de edad.
—Él también era un niño, y si hablamos de edades, un
Omega es mayor de edad en su primer celo, sobre los
dieciséis años, yo también había pasado mi primer celo, así
que a vistas de otros lobos, era mayor de edad.
—No dijiste que sí.
—Sabía que era Ori, y sabía que era mi pareja.
Raven no estaba seguro de cómo responder a eso.
—Trébol estará bajo contigo, se irá si prefieres quedarte a
solas con Ori, pero nos quedaremos aquí por si escuchamos
algo.
Adriel asintió con los ojos fijos en las escaleras,
finalmente, cuadró sus hombros, tomó aire y se enderezó,
su mano agarró la barandilla y empezó a bajar. Raven lo vio
desaparecer y quedó atento a todos los sonidos. Había
tenido una larga conversación esta mañana con Caleb para
asegurar que de verdad su manada podía ayudarlo y
hacerse cargo de sus problemas. Caleb le había asegurado
que así era.
La manada era más segura que la ciudad, los centinelas
lo controlaban y vigilaban todo y en el caso de que Ori
tuviera algún ataque, no habían humanos o personas a las
que pudiera hacer daño, sería rápidamente atendido y Helia
se encargaría de devolverlo a su estado. Ivarr se había
ofrecido a ayudarlo con su control, algo de lo que Raven
estaba muy sorprendido debido a la mala relación que
ambos tenían por la pelea por Dan y toda la manada
también estaba de acuerdo en ello. Así era la familia. Así
actuaba una familia.
Raven mordió su labio y escuchó las pisadas de alguien
subir tras diez minutos de silencio. El lobo notó el cabello
rubio de las sombras y el rostro pálido de Trébol.
—¿Bien?
—Ori no quiere hablar.
No era una sorpresa.
—¿Y Adriel?
—Se niega a irse hasta que no lo haga.
—¿Es seguro? ¿Es seguro que estés aquí?
Trébol asintió. No quería insinuar que Ori pudiera hacerle
daño a Adriel, pero tenían que estar seguros de que la
situación estaba controlada con ellos dos estando solos.
—Ori está encerrado. Le he dejado la llave a Adriel.
Raven suspiró.
—Esta situación me está poniendo diez años más encima.
Una sonrisa rompió el rostro triste de Trébol.
—No hables como si fueras un anciano.
—Me siento uno —Raven se apoyó en la pared y Trébol
hizo lo mismo frente a él.
—¿Cambiaran los planes cuando Ori vaya con la manada?
—preguntó Raven.
Trébol frunció el ceño.
—No te entiendo.
—Pensé que querrías mudarte al bosque y vigilar a Ori.
—Estamos cerca del bosque, y sé que Caleb y tu manada
tratarán bien.
—Aún así...
—Raven.
—¿Qué? No he dicho nada. Es normal que después de
todo esto quieras estar con él.
—No voy a dejarte en casa solo para ir a cuidar a Ori.
—¿Quién ha hablado de dejarme solo? Por supuesto que
yo también estaba incluido en el lote.
Trébol rio áspero.
—No me gustaría tener que compartirte con tu manada.
—Lobo egoísta.
—Lo soy.
—Entonces...¿cuál es nuestro siguiente paso? —preguntó
Raven.
—Quiero ser padre.
La mandíbula de Raven casi cae al suelo.
—¿Qué? Espera, ¿qué?
Jamás habían hablado de niños, por supuesto que la casa
era suficientemente grande para unos cuantos y sabía que
en la manada habían lobeznos huérfanos, pero...¿no era
demasiado pronto para pensar en eso? Desde que Raven se
consideró como gay, perdió la idea de ser padre o de
simplemente verse como un adulto al cargo de un niño,
pero a Trébol... a Trébol podía verlo y era...
Trébol rio con fuerza.
—Era una broma. ¿De verdad estás pensando en eso?
Puedo ver todas esas palabras en tu cabeza.
—Oh, cállate.
—No lo has negado, ¿eso es que quieres tener hijos
conmigo? ¿Estás pensando en un mini Raven?
Raven gruñó suave.
—No podemos tener hijos juntos. No tenemos ese
equipamiento.
Trébol alargó la mano, y sus dedos tiraron del pantalón
de Raven para acercarlo a él.
—Me encantaría poder dejarte embarazado.
Raven bufó sintiéndose sonrojar. ¿Cuándo él se había
puesto rojo?
—Sigue soñando.
—Esta noche. No. Esta noche voy a darle una bonita
decoración a tu cuello.
Raven lo miró. El pasillo no estaba bien iluminado, pero
Raven podía ver a la perfección a Trébol.
—Pensé que lo habías olvidado —le recriminó, esperando
sonar enfadado y no como un lobo desesperado que soñaba
con una buena mordida.
—¿Tan descuidado parezco? Estaba dándote la
oportunidad de enloquecer un poco más con tu aversión a
los mordiscos.
Los colmillos de Trébol estaban ahí, y sus manos
envolviendo parte de su cintura.
—Ves que no lo he hecho.
—¿Debería darte más tiempo?
—¿De verdad quieres morir?
Trébol lo miró serio.
—Te quie...
Raven corrió a tapar su boca con su mano, sus ojos
estaban bien abiertos y Trébol sonreía en su palma. Las
rodillas de Trébol se doblaron.
—Ni se te...Trébol. No. No aquí. No hagas...
Trébol ya estaba de rodillas.
—No es momento para hacer el tonto.
Trébol acarició la muñeca de Raven y su pulso. Besó y
lamió su palma y agarró su mano para retirarla.
—Nunca habrá un buen momento para esto. Raven,
mírame.
—Tu hermano y Adriel están abajo.
—No he escuchado gritos aún.
—Eso no quiere decir que esté pasando algo bueno.
—Podemos volver a mí, arrodillándome en el suelo, por
favor. Quiero decir unas palabras bonitas.
—No son necesar...
—Siempre me he sentido ansioso por encontrar una
familia y por encajar en algún lugar. Una gente maravillosa
me adoptó, pero yo seguía sin sentirme parte de ella, por
eso acepté casarme con Laura. Quería sentirme parte de
algo aunque mi lobo no la reconociera hasta que te conocí a
ti.
—Trébol, no...
—Déjame acabar, luego podrás darme la patada en el
culo. ¿Vale?
—Bien. No creas que no lo haré.
—Me has defendido de todo y apoyado. Compré esta
casa teniendo dudas de lo nuestro, pero ahora mismo, no
tengo ninguna. Es la casa en la que quiero vivir contigo, en
la que quiero que vivan nuestros hijos, o perros o gatos o lo
que decidamos tener. ¿Me aceptas, Raven?
—No tienes que preguntar eso, idiota —Raven lo empujó
hacia arriba, su mano llegó a la nuca y empujó el rostro de
Trébol en su cuello para que hiciera eso que exactamente
Raven siempre había odiado.
CAPÍTULO 16:
ENCERRADO

Trébol estaba aullando. Mordió el cuello de Raven y lo


empujó contra la pared contraria tomando el control. Agarró
las muñecas del lobo Alfa y las clavó en la pared mientras
que sus colmillos permanecían firmemente enterrados en su
garganta. Raven luchó al principio, pero Trébol estaba a
unos pocos días de su celo y su lobo dominante sacaba las
garras cada vez que alguien trataba de mandar sobre él.
Saboreó su sangre y sus caderas buscaron frotarse en el
muslo de Raven. Raven se mantuvo quieto, sin embargo, no
había miedo en su olor. Lo podía sentir endurecerse en su
estómago y su respiración había empezado a acelerarse.
Trébol agarró su barbilla y la mantuvo en alto, aprovechó
para lamer la herida y la sangre y volvió a morder. Si. Le
gustaba ese lugar. ¿Cómo había vivido sin él? El pulso de
Raven latía contra sus labios, los colmillos hurgaban y la
sangre... Para hacer más perfecto este momento, Trébol
hubiese deseando una partida de caza.
Perseguir a Raven por el bosque en su forma de lobo y
luchar con él hasta demostrar que él era el dominante, pero
ahora no podían marcharse, más bien, tenía que hacer de
niñera. La conciencia lo atacó cuando sus manos empezaron
a escarbar en el redondo trasero de Raven y gruñó bajo al
separarse.
—¿Por qué...? —dijo Raven decepcionado, el lobo no
parecía haber caído en que tenían a un lobo potencialmente
peligroso en el sótano junto a su comida favorita.
El asunto podría acabar muy bien o muy mal.
—No puedes calentar la comida y luego no comerla —
volvió a hablar Raven.
Si. Eso tenía sentido. El lobo estaba de acuerdo y el
humano veía su comentario racional. De todos modos, si
Adriel atacaba a Ori o si Ori atacaba a Adriel, los gritos se
escucharían y Trébol estaría ahí en menos de dos segundos
para separarlos.
Trébol miró a Raven sobre sus pestañas. Era una mierda
que su celo llegara ya y que no pudiera apreciarlo
realmente. Claro que lo hacía, pero su lobo solo quería darle
la vuelta, bajar sus pantalones y hundirse en él mientras
que el humano quería mimarlo antes, jugar y reír y besar.
Trébol tendría que avisarlo de eso mañana, tendría que
decirle a Raven que aunque él luchara por ser la pareja
perfecta en su celo iba a ser un completo cretino y él
tendría que aceptar también que Raven fuera un cretino en
el suyo.
Era lo que los Alfas y Omegas tenían, supuso.
Se abalanzó sobre la boca de Raven. Empujando su
lengua y dientes para empezar a devorarlo, sus manos
levantaron la camiseta del moreno y se fue completamente
a la mierda cuando Raven luchó por el control del beso y por
recuperar la situación. Trébol se vio con su espalda en la
pared, mordió su labio y arrancó la tela del pecho de Raven.
Sus manos lo agarraron de los hombros y Trébol estaba
empujando el rostro de Raven contra la nevera. ¿Cuando
habían llegado a la cocina?
Raven se sacudió y en lo único que podía pensar Trébol
era en su miembro duro sobre el trasero de Raven. Bonito
trasero. Antes de poder poner sus manos en él, Raven
gruñó, lo apartó y lo que vino a continuación fue una batalla
campal. La ropa volaba hecha trozos, habían mordiscos,
chupetones, algunas lámparas fueron asesinadas a medida
que uno y otro se empujaban hacia el sofá, cuando
finalmente llegaron, ambos estaban desnudos, húmedos y
listos para el orgasmo. Raven se enganchó a su pezón,
Trébol había notado que Raven tenía una fijación con ellos, o
simplemente le gustaba chupar algo mientras que Trébol
frotaba ambos miembros en su mano. Daba igual. A Trébol
le gustaba verlo y sentirlo ahí como un bebé desesperado
por su leche.
Trébol gruñó estampándose en su mano, agarró a Raven
de la nuca y levantó su rostro para besarlo con furia
mientras que ambos se corrían.
Trébol respiró hondo. Frotó su nariz contra la de Raven.
—Tendremos... que comprar nuevos muebles —dijo
Raven áspero con los labios hinchados.
Trébol rió.
—Un almacén más bien.

***
Raven despertó con un ruido. Abrió los ojos lo suficiente
como para ver el rostro dormido de Trébol bajo él, su pecho
y su pezón cubierto de mordiscos. No sólo se habían
quedado durmiendo desnudos en el sofá, si no que ni
siquiera se habían lavado y Raven empezaba a sentirse
incómodo con su estómago pegado a las costillas de Trébol.
Se levantó despacio y con cuidado de no despertarlo pero
su táctica no funcionó. Trébol lo agarró y volvió a tirar cerca
de él rumiando algo sobre su pelo antes de que la puerta
del salón se abriera.
—¡Por la diosa! —la voz de Cori los levantó del sofá—
¿Qué ha pasado aquí?
El rostro horrorizado de Cori recorrió la estancia hasta
ellos, un rubor cubrió sus mejillas, frunció los labios y luego
estaba gritando como un loco, hablando algo sobre Ori, y
corriendo. Raven tardó en darse cuenta, hacía tiempo que
no dormía tan bien y al bajar el rostro se dio cuenta de que
Trébol estaba en la misma situación que él antes de que
ambos saltaran del sofá recordando lo que tenían en el
sótano.
Ambos cogieron algo de ropa y subieron sus pantalones
mientras bajaban lo más rápido de las escaleras, Raven se
llevó las manos a la boca cuando vio la puerta de la celda
abierta y a Cori inmóvil frente a la puerta y esperó lo peor.
Si Ori no había vuelto a violar a Adriel, Adriel lo había
despedazado. Se reunió con los hermanos y Cori se llevó el
dedo índice a los labios marcando que no hiciera rubio.
Raven quiso ser pellizcado sólo para aquello que veía no
fuera un sueño. Ori estaba sobre la cama, sus manos atadas
al cabecero mientras que Adriel se acurrucaba en sus
costillas y axila y los dos dormían perfectamente tranquilos.
Esto era bueno. Mierda. Esto era mucho más que bueno.
Adriel no parecía tener ninguna herida, su ropa estaba en su
sitio y aunque el collar de su cuello había desaparecido,
Raven se alegraba de que al fin no escondiera su marca.
Raven llevó la mano a la de Trébol y le hizo una seña a
Cori para que los tres subieran arriba y los dejaran dormir al
menos un poco más. Lo hicieron en silencio y Raven trató de
arreglar una de las lámparas rotas encajándola encima del
mueble.
—Si lo sé, los encierro a los dos mucho antes —dijo
Raven evitando la mirada desaprobadora de Cori.
Mierda. Cori era tan...tan madre que ahora Raven se
sentía mal por haber descuidado a los Alfas y haberse
divertido un poco.
—¿Los habéis dejado toda la noche juntos?
—No te enfades, Cori. Ha salido bien.
—Claro que sí, pero, ¿y si no hubiese salido tan bien? ¿Y
si...?
—No pienses en eso. No hemos parado en días, es lógico
que necesitemos un...descanso. Incluso tú lo has
necesitado.
—¿Descanso?
—Si, descanso, chico puritano.
Las mejillas de Cori se encendieron y se cruzó de brazos
ignorándolas. Suspiró al final y peinó su pelo corto con los
dedos.
—Deberías ir a lavaros eso. No quiero tener que hablar
con vosotros y saber que acabas de...eso, con mi hermano.
Raven sonrió.
—Ya vamos. Tranquilo. Deberías preparar algo para
desayunar, los dos de abajo también se despertarán con
hambre. ¿Tienes las cosas de Ori?
—Si, hay algunas en el coche y otras que faltan de
empacar.
—Perfecto.
Antes de seguir en ese momento incómodo, Raven tiró de
Trébol que aún parecía estar en shock hacia la habitación y
la ducha. Abrió el agua y bajó sus pantalones mientras que
los movimientos de Trébol fueron mecánicos. Se metieron
en el bonito plato de ducha y Raven fue el encargado de
enjabonar, limpiar y secarlos a ambos. Cuando bajaron a
por el desayuno, Trébol seguía sin hablar.
Raven pinchó su brazo con el tenedor.
—¿Nos estás escuchando?
—¿Eh?
Raven hizo un ruido.
—Despierta, Trébol.
—Estoy despierto.
—Si, lo veo. Estamos hablando de que Caleb ha llamado
a Cori para asegurarles una cabaña en la manada y en
territorio neutro.
—Eso es...bueno, ¿no? ¿Por qué no ocupa tu antigua
cabaña?
—Porque no sabe cómo reaccionarán los otros Alfas a su
olor. El territorio neutro es más usado por los Beta, y
alquileres a humanos, además de que está cerca de la
clínica y de la oficina y Ori se sentirá más seguro ahí.
—Supongo que Caleb lo tiene todo muy bien controlado.
—Si, Ori estará...
—Por favor, parad ya. Me pitan los oídos —Ori apareció
por la puerta y Cori dejó sus tostadas para correr a abrazar
a su hermano.
Ori lo abrazó de vuelta.
—Que bien verte aquí. Te he hecho café.
—Mmm...tengo la boca seca.
—¿Y Adriel?
—No me lo he comido, Cori —Ori se apartó y Adriel
estaba justo tras su espalda.
—¿Te apetecen unas tostadas, Adriel? —preguntó Trébol.
Los ojos del Alfa se vieron aliviados, como si no supiera
qué hacer en esa situación. Raven señaló el taburete que
podía ocupar y Adriel fue a él.
—Gracias. Sí. Con una es suficiente.
—Ponle dos, Cori —gruñó Ori reclinándose sobre la
encimera con los brazos cruzados encima de su pecho
desnudo.
—No necesito...
—Tus tripas rugían abajo.
Raven no pudo evitar sonreír. Mierda. Se veían tan
malditamente adorables los dos mientras peleaban por las
tostadas y la cantidad de café que el otro tomaba. Le
hubiese gustado estar bajo mientras que despertaban y ver
sus caras.
Raven tosió y cortó su conversación para mirar a Ori
expectante, esperando que fuera quien los iluminara con lo
que había pasado y cómo es que habían acabado
acurrucados y durmiendo juntos.
Ori rodó los ojos.
—¿De verdad, Raven?
—Vamos. Todos queremos saber qué ha pasado.
Pensábamos que os íbamos a encontrar con la garganta
abierta, no acurrucados en la cama.
Las mejillas de Adriel se tornaron de un rojo intenso, y
bajó la cabeza a su tostada.
—Hemos… hablado.
—Hablado —repitió Raven con una sonrisa.
—Si. Hablado y llegado a un punto.
—¿A qué punto?
Ori miró a Adriel—. ¿Puedo decirlo?
—Si. No...no pasa nada.
—Adriel y yo hemos decidido empezar de nuevo.
—Empezar de nuevo. Explícate.
—Me iré de la ciudad y cumpliré con lo que Adam quiere.
Aprenderé a domar al lobo. Lo he decidido. Y cuando lo
haga, quiero regresar y estar con él como es debido. Como
una pareja.
Raven se sintió orgulloso. Más que eso. Se levantó y
abrazó a Ori.
—Sabes que puedes contar conmigo para todo, ¿verdad?
Bueno, los dos. Esta también es tu casa, Adriel.
—Gracias, Raven.
Trébol también se unió al abrazo y tras el desayuno y la
marcha de Adriel, Raven llamó a Adam para anunciar que
Ori se mudaría esta semana y para informar de cómo había
acabado con Adriel. El líder se alegró mucho.
Al fin empezaban las buenas noticias.
CAPÍTULO 17:
QUITA

Raven llegó a casa después de una reunión en las oficinas


de Adam. El líder le había ofrecido trabajo en su manada
como contable privado para algunos miembros y familias y
aunque era mucho más trabajo del que hacía en la manada,
Raven había dicho que sí. Trébol también empezaría a
trabajar pronto en unos nuevos edificios del centro y él no
iba a quedarse todo el día solo en casa con Ori junto a Caleb
y Cori trabajando desde casa.
Eso les dejaba los fines de semana para ir a visitar a su
manada, correr, ver a Ori y asegurarse de que Adriel estaba
bien e informar a su amigo loco que no dejaba de preguntar
por él por teléfono.
Raven había tenido que ir a casa de Adriel para lanzarle
el número de teléfono de Ori y pedirle que lo llamara de
forma urgente cada noche a las nueve, la hora en la que Ori
terminaba el entrenamiento y llegaba a la cabaña. Habían
pasado dos días de eso y Ori no había vuelto a molestar a
Raven, así que supuso que ambos lobos hablaban
diariamente. De cualquier forma, Adriel ya estaba dentro del
régimen de visita de la manada y los centinelas lo dejarían
entrar y lo vigilarían una vez que estuviera con Ori.
—Trébol, ya estoy en casa. ¿Qué has hecho de cenar? No
huelo a nada —preguntó Raven dejando la chaqueta en la
entrada y sacando sus botas llenas de barro.
El verano había desaparecido tan pronto como había
llegado y ahora la ciudad se preparaba para la lluvia, el
barro y las hojas otoñales. Raven no había usado la
chaqueta, normalmente no sufría de frío incluso en invierno,
pero Trébol se la había hecho llevar por la mañana y había
sido un estorbo en su primer día de trabajo o introducción.
—¿Sabes qué voy a tener que usar traje? Todos en esa
oficina usan uno. Aunque Adam me ha dicho que no hay
código de vestimenta. Al menos debería comprar unas
camisas.
Raven nunca había usado un traje o algo formal. En la
manada no era necesario, la ropa se rompía con facilidad en
los cambios o en las peleas así que usaban lo más cómodo
que había en el mercado menos para algunas fiestas
señaladas que acudían a las modistas de la manada.
—¿Trébol? —preguntó de nuevo subiendo hacia la
habitación.
Era pronto para que estuviera durmiendo pero a lo mejor
se encontraba mal. Cuando Raven abrió la puerta de la
habitación el olor a cemento lo golpeó de lleno haciéndolo
salivar, sus instintos lo obligaron a cerrar la puerta y a salir
corriendo pero sus pies no se movieron de la firme puerta
de madera cerrada.
Raven volvió a poner la mano en la manivela. Respiró
hondo. ¿Cómo podía ser que estuviera nervioso? Se espoleó
el miedo de encima y abrió de nuevo la puerta.
—¿Trébol?
Había ruidos desde la cama, entró a la habitación de
forma muy lenta y se quitó la camiseta pasándola por su
cabeza. Abrió uno de los cajones cerca y sacó un pequeño
bote de color rosa.
Tragó saliva.
Miró hacia el baño, pero antes de poder alcanzar el
pequeño cubículo, algo gruñendo lo detuvo y aplastó contra
la pared.
Ese algo era Trébol.
—No me iré. Tranquilo, Alfa.
Trébol gruñó en respuesta. Sus fosas nasales estaban
dilatadas, su cabello rubio despeinado, sus ojos verdes
brillaban oscuros y sus labios se abrían para enseñar sus
perfectos colmillos y amenazar a su presa con ellos. Raven
era la presa.
Raven había estado luchando esta semana con el
sentimiento de que en el celo de Trébol, él iba a ser cazado
y hecho papilla, y a parte de sentirse emocionado, también
estaba cagado de miedo y tan nervioso como en su primer
celo.
Trébol le había estado advirtiendo sobre ello. Él nunca
había pasado su celo acompañado y no sabía qué clase de
actitud podría tener al estar en una habitación con su
pareja.
—Si necesitas pegarme y dejarme inconsciente, puedes
hacerlo —le dijo anoche mientras tenían su serie de
arrumacos y mimos en el sofá.
Por supuesto que Raven no iba hacer eso. Se había
estado preparando cada día para él y únicamente
necesitaba un poco de lubricante y un par de dedos para
soportar todo lo que el lobo de Trébol quisiera hacerle.
Empezó a excitarse con esa idea y Trébol tiró con un sonido
de los pantalones vaqueros de Raven.
—Quita —gruñó.
—Tienes que darme cinco minutos. Lo hemos hablado.
Trébol sacudió su cabeza.
—Quita —tiró del botón del pantalón sin poder abrirlo.
Trébol estaba completamente desnudo. Su piel brillaba
cubierta de sudor, su erección se elevaba y clavaba en la
cadera de Raven húmeda buscando algún sitio caliente en
el que entrar y sus dedos se retorcían.
—Tengo que ir al baño.
—Quita.
Raven suspiró frustrado.
—¿En serio? —Trató de empujar a Trébol del pecho pero
el hombre no se movió ni un centímetro y gruñó ofendido
aplastando su boca contra la de Raven.
No fue un beso. No habían labios. Ahí solo Trébol mordía,
gruñía como un animal herido y enfadado y castigaba a
Raven impidiéndole tomar el control con sus dientes.
Raven lo entendió y lo único que pudo hacer mientras
que Trébol destrozaba sus labios fue abrir la botella de
lubricantes, ponérsela en los dedos y llevarlos a su trastero
aprovechando que Trébol estaba demasiado concentrado en
morderlo y frotarse con él como para darse cuenta de lo que
iba hacer. Metió uno de sus dedos con los pantalones
bajados y se sintió malditamente mal.
No disfrutaba cuando lo hacía él. Era un Alfa, demonios.
No un Omega que se ponía húmedo por dos dedos, sin
embargo, su lobo tonto tenía algo con la polla de Trébol,
algo enfermizo puesto que la quería dentro y gruña por ella.
Raven sacó sus dedos y consiguió apartar al lobo que
ahora chupaba y mordía su cuello. Se dio la vuelta,
temblando y consciente y sus manos separaron ambas
nalgas invitando a Trébol a entrar.
Trébol no dijo que no. Al segundo, Raven se vio siendo
aplastado y deshuesado contra la pared, su erección se
clavó ahí, su rostro, su pecho y piernas mientras que Trébol
embestía dentro. El golpe fue doloroso, Raven nunca había
tenido nada mucho más grande que los dedos de Trébol
dentro y no es que Trébol fuera pequeño ahora mismo.
Contuvo el aire y escuchó un gimoteo. Raven giró la
cabeza cuanto pudo. Trébol contenía el aliento y lloraba.
—No te arrepientas ahora, loco —le dijo Raven apretando
desde atrás su cadera.
Trébol mordió su nuca, sus caderas marcando círculos
lentos antes de embestir. Raven trataba de sujetarse a lo
que podía, el armario, la mesa de noche, el borde de la
cama. Trébol no estaba dispuesto a soltarlo, incluso diría
que ya habían boquetes en sus costados por la fuerza con la
que Trébol lo empujaba, pero no importaba. El lobo estaba
feliz, y cuando el dolor desapareció, el placer empezó a
abrirse paso por cada poro de su cuerpo. Sus dedos se
enroscaban, sus manos buscaban más y más de Trébol
mientras que éste lo aprisionaba como un animal sobre el
colchón.
Raven perdió la cuenta de las veces que se corrió
tocándose a sí mismo mientras que Trébol alcanzaba su
próstata, lo único de lo que estaba seguro, era de que
espalda estaba contra algo mullido, que Trébol lo tocaba y
besaba y mordía y que eran sus manos las que lo sostenían.

***

La visión de Trébol era una mancha borrosa cuando al fin


su temperatura bajó. Llevó la mano a su rostro sudoroso y
se apartó el pelo de encima, sus músculos se movieron con
dolor y algo murmuró bajo él.
—Mmm...deja de moverte.
Trébol pestañeó, aclarando su visión y buscando al
hombre bajo él con sus ojos. Raven ni siquiera se movía,
respiraba lento, y su cuerpo estaba lleno de mordiscos.
Trébol aún seguía dentro de él y ambos sisearon cuando se
deslizó fuera de forma muy lenta.
—¿Estás bien?
El pecho de Raven tembló. Trébol le dio la vuelta con sus
manos.
—Soy incapaz de sentir mi culo. Dime que todo está bien
ahí abajo y que no hay nada roto.
—Está bien. Está hinchado, pero no hay sangre.
—Menos mal.
—Raven...Yo...
—No digas nada. Fue...interesante.
Trébol se levantó de la cama y fue a preparar una bañera
de agua caliente.
—¿Interesante? —preguntó frunciendo el ceño mientras
que cogía el cuerpo de Raven en sus manos y lo llevaba al
aseo.
—No creo que pueda volver a correrme en un tiempo.
—Tenía miedo de hacerte daño.
—Soy un Alfa, ¿recuerdas?
—Lo hago.
Raven siseó cuando el agua bañó su cuerpo y Trébol se
metió junto a él para lavar su cuerpo y heridas.
—Y ten por seguro que me vengaré cuando venga mi
celo.
Trébol levantó la cabeza. Por supuesto que esperaba que
Raven se enfadara después de su celo. No es como si lo
hubiese forzado, pero al ser ambos Alfas, uno de los dos
tenía que ceder para que en el celo el otro quede satisfecho.
Trébol se hubiese arrancado la piel al verse incapaz de
tomar a Raven en su propia casa.
—Lo estoy deseando —Trébol besó sus labios hinchados y
Raven siguió el beso hasta que el agua dejó de estar
caliente y la espuma desapareció de sus cuerpos.
Luego salieron, se vistieron con ropa cómoda para estar
por casa y Trébol se aseguró de que Raven estaba bien
cómodo en el sofá antes de empezar a hacer la comida.
Hizo un plato de pasta sencillo, recogió la cocina con las
energías recargadas y vieron una película acurrucados en la
cama y oliendo el fresco cabello de su pareja.
Su lobo estaba completamente saciado, con la barriga
llena y durmiendo enroscado en su propio cuerpo. A la
tarde, Trébol decidió ir a comprar un par de cosas al
supermercado, estaba completamente vestido y a punto de
salir por la puerta cuando alguien llamó al timbre.
Trébol la abrió y una mano salió disparada hacia su
rostro. Trébol se llevó la mano a la mandíbula, y miró a la
mujer rubia y de aspecto furioso que se encontraba en su
puerta.
Laura. Su ex prometida.
***

Raven pestañeó fuerte ante la escena. La mujer de la


puerta era baja y curvilínea, su cabello oscuro estaba
recogido en dos trenzas, llevaba unos grandes pendientes
en forma de fresa y largas pestañas. Con un largo vestido
de color verde y unas pequeñas sandalias. No parecía tener
más de treinta años y Raven se preguntó quién demonios
era esa humana que acababa de golpear a Trébol en la cara
hasta que él pronunció su nombre.
—Laura, ¿qué...? —Trébol no pudo acabar la frase ya que
Laura estaba saltando sobre él para abrazarlo.
El lobo hizo que Raven saltara del sitio y el rostro bonito y
enfadado de la mujer se convirtió en una sonrisa al verlo.
—Te lo debía por dejarme por teléfono —dijo la mujer
separándose de Trébol.
Su lobo no quedó tranquilo con eso. Ella seguía estando
demasiado cerca de él.
—Lo siento, pero...
—Lo entiendo, ¿es él? —Laura señaló a Raven.
Raven hubiese preferido estar más presentable, haberse
comprado esa camisa blanca y esos pantalones formales en
lugar de ir con un chándal, despeinado y luciendo recién
salido de la guerra. No podía ocultar ahora sus mordiscos y
tampoco quería. El lobo lo empujaba a ir hacia Trébol y a
gritarle a la mujer que había compartido cama y casa con él
que era malditamente suyo. Para su desgracia, Raven gruñó
y la mujer soltó una pequeña risa apartándose unos pasos
del rubio.
—Sí, él es Raven —Trébol llegó a él y lo rodeó con su
brazo haciendo que Raven gruñera de gusto—. Raven, ella
es Laura.
—Sé quien es.
Raven no quería sonar como un cavernícola. Trébol era
suyo, no había nadie que pudiera quitárselo, ni siquiera una
humana pequeña y bonita con olor a flor.
—Sólo he venido a ver cómo estabas y a cotillear, no hay
necesidad de que me arranques la cabeza, Raven.
A pesar de su tamaño, la mujer tenía agallas y Raven
respetaba eso.
—No iba a arrancarte la cabeza. La garganta, a lo mejor.
Laura rió y Raven frunció el ceño. ¿Qué clase de persona
encontraría gracioso eso?
—Laura también se ha criado con los gemelos, está
acostumbrada a todo tipo de amenazas —le dijo Trébol.
—Cori me dijo que estabas aquí y me puso al día de todo
un poco. ¿Me vais a invitar a un café o me vais a dejar toda
la tarde aquí?
Trébol miró a Raven interrogante, como si la decisión
dependiera de él y por supuesto que Raven quería cerrar la
puerta en las narices de la humana y no verla nunca más
pero eso sería demostrar debilidad, y Raven no era débil.
No. Raven era un tipo seguro de sí mismo que no le tenía
miedo a una humana sin garras.
—Puedes pasar —habló finalmente.
La mujer entró y ambos le enseñaron la casa antes de
que el rubio le preparara un café con leche descafeinado
para ella y dos solos para ellos.
—He alquilado un pequeño piso en el centro, justo al lado
de una panadería.
—Que bien, sabía que querías mudarte aquí, pero
después de hablar contigo no tenía tan claro que fueras
hacerlo —respondió Trébol mientras que Raven bebía su
café de un golpe.
—Bueno... los dos sabíamos que el que encontraras a tu
pareja era una posibilidad y que en ese caso, yo tendría que
salir de ahí.
—No quería hacerte sentir mal, Laura. Sabes que te
aprecio.
—Lo sé, tonto. Ya sé cómo funciona tu cabeza después de
tantos años contigo. Me enfadé al principio, pero después
de dos semanas de vacaciones y matarte en mis sueños un
par de veces, comprendí que no tenía nada que hacer. Sé lo
importante que son las parejas para vosotros aunque sea
una humana y me alegro de que hayas encontrado a la
tuya.
—Gracias.
—Y parece que Ori también ha encontrado a la suya. Que
suerte, ¿sabéis algo de Cori? ¿Está saliendo con alguien?
—Creo que con una hembra Beta, no lo sé seguro, él es
muy reservado con sus cosas.
—Se lo arrancaré la próxima vez que lo vea.
—¿Te instalarás ya aquí?
—Por supuesto, trabajo desde casa, así que no tengo
problemas y mi hermano regresa en dos semanas de
Francia, estaremos compartiendo piso un tiempo.
—¿Y eso?
—Lo ha dejado con su pareja. Algo no funcionó supongo,
ya me contará.
—Espero que esté bien.
Raven los observó conversar como dos amigos que hace
tiempo que no se veían. Laura en ningún momento sacó
nada sobre su relación pasada, hablaban sobre la familia,
sobre el trabajo, la casa y sobre Raven para que él también
pudiera hablar, pero él lobo se sentía mejor observando, al
final, la alarma roja de peligro que se disparaba cada vez
que Laura se acercaba a Trébol se detuvo en la despedida.
Estaba claro que la humana había superado lo suyo y que
no les guardaba ningún rencor, al contrario. Laura quería
seguir manteniendo la relación de amistad con Trébol y con
él y los dos acabaron aceptando hacer una cena para
cuando su hermano regresara a la ciudad. Cuando
finalmente se fue y Trébol cerró la puerta, Raven lo miró.
—Es bonita —le dijo.
—No siento nada por ella, Raven.
Raven sonrió.
—Lo sé. Te estaba probando.
—Estabas celoso.
—¿Celoso? ¿De una humana? —Raven pasó por su lado
decidido a escapar pero Trébol no lo dejó.
Malditas manos y maldito él.
—Reconócelo.
—Nunca.
—Te pones bonito cuando gruñes.
—No uses términos Omegas conmigo.
—Mmm...¿No te gusta que te diga bonito? —masculló en
su oído, su barba de un día raspó la mejilla de Raven y
Raven se encontró frotando su mejilla contra la suya.
Mierda. Acababan de pasar un largo celo de dos días y
Raven seguía pensando en sexo y en joderlo, o que Trébol
siguiera jodiéndolo.
—Vete al cuerno.
Trébol mordió su mandíbula con risa.
—¿Te apetece salir a correr un rato?
—Sí, por favor.
Esa era una buena forma de enfriarse y sacar la cafeína
de sus cuerpos. Cerraron la puerta y se fueron al patio
trasero, quitaron sus ropas y Raven cambió rápidamente y
esperó paciente a que Trébol lo hiciera. Trébol acarició las
puntas de sus orejas con los dedos antes de hacerlo.
Trébol sólo era un poco más grande que él. De pelaje
rubio ceniza, ojos verdes y hocico húmedo. Le dio un golpe
juguetón a Raven en el suyo y su lobo sonó encantado. Más
que eso. La primera que se habían visto así no habían
tenido tiempo para verse, más bien para luchar e intentar
que Ori no partiera en dos a Adriel, pero ahora no había
peligro. El cielo estrellado caía sobre ellos, la brisa fresca, la
Luna y los árboles los acompañaban y Raven respondió a su
golpe con un pequeño mordisco en la oreja.
Trébol amasó el suelo, y Raven echó a correr tras él
decidido a cazarlo.
Esperaba que todas sus noches acabaran así.
Todas y cada una de ellas para siempre.

FIN
EXTRA
MESTIZO: ORI
3.5

Adriel no podía evitar temblar mientras bajaba las


escaleras hacia el oscuro sótano. Su padre siempre le había
dicho que era un inconsciente, que no valoraba el peligro,
que le gustaba jugar con fuego y que algún día de estos
acabaría herido. Adriel ya se había quemado hace mucho
tiempo. Pero esa sensación era tan adictiva como lo era
seguir comiendo chocolate con la barriga llena.
De todos modos, su padre murió mucho antes de que
pudiera comprobar que había criado a un niño tonto y
suicida y su madre...su madre siempre había preferido pasar
las tardes junto a una botella de vodka que haciendo los
deberes con él. Ella fue una de las cosas que le hizo salir de
su casa, ponerse a trabajar en una cafetería sirviendo cafés
y alquilar un piso pequeño para él. Su madre seguía viva,
Adriel incluso la visitaba de vez en cuando, pero la mujer
había perdido completamente el rumbo de su vida después
de la muerte de su padre y no aceptaba ayuda. A Laila le
gustaba despertarse y acostarse borracha, y gritar a su hijo
cuando la separaba del alcohol.
Sus visitas se habían reducido a una vez al mes y aunque
Adam estaba tratando de ayudar a su madre con su
problema, había días que Laila ni lo dejaba entrar en casa y
simplemente hacía que no escuchaba nada. Adriel ya se
había acostumbrado a ese caos.
El metal que llegó a su nariz lo hizo jadear de dolor y
Adriel se esforzó en seguir bajando hasta el último de los
peldaños. Trébol lo esperaba ahí mirando sus pies. Parecía
triste, no. Lo estaba y eso que el Alfa no había compartido
tanto tiempo con él para conocer del todo su carácter.
Trébol se mudó por trabajo a otra ciudad y debido a que
Adriel tampoco pasaba tiempo suficiente con la manada
solo había coincidido un par de veces después de su
llegada.
El lobo en cuestión lo miró. Era atractivo, demonios, si
que lo era. Era grande, alto. Su mandíbula estaba bien
cincelada y sus ojos verdes brillaban llenos de tensión.
También era musculoso, la camiseta blanca de manga corta
se apretaba lo suficiente a su cuerpo como para distinguir
cada rastro de carne musculosa y dura, sin embargo, Adriel
no estaba ahí para babear por un Alfa emparejado, guapo y
al que no le caía nada bien. No. Adriel estaba para para
luchar con una de sus pesadillas.
La primera. La importante. La pesadilla que no lo dejaba
dormir por las noches, que lo aterraba a cada luna llena,
que lo llenaba de tensión, de miedo y adrenalina y que lo
quemaba tanto que a veces Adriel no podía respirar.
Esa pesadilla era Ori.
Las cosas se habían salido de control por su culpa. Por
hablar. Por ser un maldito patán y por contarle a Raven en
un intento inútil por obtener algo de Ori de todo lo que
había pasado. Adriel se consideraba un buen mentiroso, no
es que disfrutara engañando a la gente, simplemente no le
gustaba la forma en la que los demás lo mirarían después
de saberlo todo. Raven lo hizo, su actitud cambió y ahora
siempre que lo miraba o hablaba con él, Raven sonaba
como si estuviera hablando con un perro herido. Adriel era
un perro, pero no estaba herido. No así.
En cambio, Trébol no lo miraba como una estúpida
doncella a la que le habían robado su flor. No. Trébol lo
miraba con rabia y resentimiento, como si fuera a aniquilar
a Ori o a hacerlo desaparecer.
—Hola —saludó Adriel sin saber si debía acercarse más o
no.
—Supongo que el que yo me oponga a esto no sirve de
nada, ¿verdad?
Adriel no quería herir a nadie. Quería... quería arreglar lo
que había estropeado. Quería que todo fuera como antes de
haber invitado a Raven a su casa y haberse bajado los
pantalones. Ori era un miembro querido en la manada, lo
sabía. Sabía que la gente lo buscaba para hablar con él, que
los machos confiaban en él y las hembras siempre reían
cuando estaba cerca. Adriel sabía que Ori no era una mala
persona, que no le divertía hacer daño, morder y sacar los
dientes. No. Y si esto seguía adelante, Ori perdería ese
puesto en la manada. La gente dejaría de llamarlo para
insultarlo o tratarlo de forma despectiva por un desliz que
simplemente pasó sin control. Por un desliz que nadie
hubiese podido controlar.
Adriel sabía de primera mano lo que era ser un
desterrado, lo que se sentía cuando un miembro de su
propia manada le daba la espalda y no quería eso para Ori.
—Lo siento.
—Puedes tratar de hablar con él, pero no creo que te
haga caso.
Adriel trago saliva.
—Lo...intentaré.
Trébol no parecía tener intenciones de marcharse y Adriel
tampoco quería tener este tipo de conversación con Ori
delante de su hermano. Eso podría hacer que lo odiará más
a él o que se enfadara aún más con Ori y no quería eso.
—¿Puedes...dejarnos solos?
Una ceja se inclinó en el rostro de Trébol.
—¿Has fumado algo antes de venir aquí?
—¿Qué? No. ¿Por...?
—Ori casi te despedaza la otra noche. ¿Quieres quedarte
a solas con él?
—No...no saldrá de ahí, ¿verdad? —Adriel señaló la
puerta acorazada.
—No. No está dispuesto a hacerlo.
—Entonces, no me importa quedarme a solas con él. No
le tengo miedo —trató de sonar convincente.
—Buen intento, chico.
Trébol finalmente se movió del sitio. Unas llaves
tintinearon en su mano y se acercó.
—Ori está despierto. La llave grande abre la celda. Tú
verás —Trébol dejó las llaves en sus manos sudorosas y
subió por las escaleras.
No se iría lejos, ¿verdad? Quiso preguntarle antes de que
desapareciera pero las palabras no salieron de sus labios. La
respiración pesada de Ori estaba ahí, ¿o era él quien estaba
jadeando? De cualquier forma, Adriel se esforzó por
recomponer su fuerza y por caminar hasta la maldita puerta
de metal en la que había una ventana transparente. Adriel
tuvo que ponerse de cuclillas para mirar bien.
Ori estaba ahí. Ori estaba mirando ahí. Ori sabía que él
estaba ahí.
El lobo estaba sentado en el suelo con las rodillas
apuntando a su pecho. No usaba camiseta, sólo un pantalón
gris de algodón y también iba descalzo. Los tatuajes tribales
de su pecho ascendían hasta sus hombros como una
especie de collar enrevesado y su cabello, negro y largo
caía a través de su rostro.
Adriel tragó saliva nuevamente.
—¿Podemos...hablar? —su voz fue un jadeo tembloroso.
Mierda. Había ocultado muy bien sus temblores delante
de los médicos y de Adam. Podía hacerlo ahora también.
Tenía que hacerlo. Salvo que no podía. Sus rodillas
temblaban como una gelatina, su nariz dolía por respirar el
metal y el olor de Ori había desaparecido en esa caja.
Ori no respondió. Pero sus ojos negros como el ébano lo
dijeron todo.
No. No y no.
Adriel pellizcó su dedo.
—Bueno...supongo que puedo hablar yo.
Podía hablar e irse corriendo. Si.
—Supongo que ya sabrás...todo. Creo. No quería que esto
pasara así. En realidad, ahorraba dinero para irme de la
ciudad. Sé que estarás confundido y quiero...decirte que no
voy a denunciarte ahora. Las cosas no tienen que cambiar.
Cuando regreses de la manada del bosque yo no estaré
aquí, y tampoco tengo a nadie a quien contarle nada de
esto. Puedes regresar tranquilo. Eso...eso es todo.
Ori lo miraba con una expresión extraña en su rostro.
Extraña. Algo que Adriel nunca había visto y eso que
siempre que coincidía con él en el bar aposta, se pasaba
toda la noche con los ojos en él.
Adriel sintió las llaves clavarse en su palma. Esperó un
tiempo más a que Ori dijera algo.
—No tienes...que estar aquí.
Adriel dejó de ponerse de puntillas. No había forma de
que lo obligara a hablar, pero al menos Adriel había hecho
su parte.
Ori se movió entonces, leve, Adriel lo captó por el rabillo
del ojo y volvió a ponerse de puntillas.
—¿Te violé de verdad?
Adriel mordió su labio, clavó sus colmillos en él y saboreó
su sangre. No había forma de decir esto de forma
agradable.
—No dije que sí. Tampoco dije que no. Supongo que estás
en territorio neutro.
—Qué forma más tonta de decirlo —dijo Ori negando con
la cabeza—. ¿Te hice daño?
Adriel respiró hondo.
—¿Quieres saberlo?
—Si, y preferiría que no lo adornaras.
—Lo hiciste.
—¿Qué hice?
—Ori...No sé si...
—Sé que no tengo derecho a escucharte, ni a pedirte
nada, ni siquiera tengo derecho a verte ahora, y no entiendo
cómo has podido cargar con todo esto tú solo. No debería
haber sido así. Soy tu pareja.
Un escalofrío lo recorrió. No esperaba que Ori lo
reconociera, ni esperaba que Ori abriera la boca o se
interesara.
—Porque lo soy, ¿verdad? —preguntó de nuevo inseguro.
Adriel sintió una punzada en su nuca. La marca había
sido algo horrible. Una forma de tortura de la que Adriel
siempre había querido deshacerse no porque odiará a Ori, si
no porque una marca descuidada dolía como el infierno.
—Si. Si quieres.
El pecho de Ori se sacudió, y Adriel quiso preguntarle qué
era tan gracioso.
—¿Tengo ese derecho? Lo justo sería que me pegaras una
paliza y me dejarás tirado en una cuneta.
—Preferiría no pelear contigo.
—¿Por qué no me has denunciado? Sería una buena
forma de vengarte.
—Ya te he dicho que tampoco dije que no.
—Te forcé, lo mires por donde lo mires.
—¿Podemos hablar mejor cara a cara?
—No.
—No soy tan alto y mis pies empiezan a doler por estar
de puntillas.
—No abras la puerta.
—¿Crees que te tengo miedo?
Ori sopesó su mirada, se levantó y Adriel se esforzó por
mantenerse clavado en el sitio mientras que el lobo se
acercaba hasta él. Su perfecto rostro quedó a pocos
centímetros del cristal. Incluso cansado Ori tenía un rostro
precioso y suave. Su piel morena y lisa, su ascendencia de
las antiguas tribus indias y sus ojos rasgados cubiertos de
pestañas.
—Lo tienes.
CONTINUARÁ…
PRÓXIMAMENTE
4. ALFA: BEOM

Beom había sido maltratado durante la mayor parte de su


vida. Era leñador, y vivía solo en una cabaña alejada de su
manada. Al lobo le gustaba estar solo y el silencio del
bosque. Le gustaban las noches frías y dormir junto a un
árbol. Beom era especial. Beom nunca pensó que pudiera
encontrar a su compañero, un Omega dominante caído del
cielo.

Ruby escapaba de su manada natal cuando quedó atrapado


en una trampa para animales que lo catapultó hasta el cielo
y lo dejó colgando boca abajo. El culpable había sido su
compañero recién encontrado y Ruby tuvo que someterlo
para poder huir mucho más lejos. Meses después, Ruby
decide regresar a la manada de Beom y pedir protección.

¿Estará dispuesto Beom a dársela? ¿Lo rechazará por haber


huido de él? ¿Qué pasará cuando Beom descubra su secreto
y el por qué tuvo que huir de su manada? ¿Y cuándo Ruby
descubra el verdadero pasado de Beom? ¿Podrá Ruby no
verlo como un monstruo?
NOTA DE LA AUTORA

Espero que hayas disfrutado el libro. Muchas gracias por


leerlo y dedicarle un espacio de tu tiempo. Me gustaría
pedirte que si has disfrutado del libro y llegado hasta aquí,
le dediques unos segundos a dejar una review en Amazon.
¿Por qué lo pido? Si te ha gustado, ayudarás a que más
gente pueda leerlo y disfrutarlo. Los comentarios en
Amazon son la mejor y prácticamente la única publicidad
que tenemos. Por supuesto, quiero que digas lo que te ha
parecido de verdad. Si te ha gustado y porqué o por el
contrario si no te ha gustado y también el porqué. Así puedo
saber también si hay algo en la historia que debería no
haber hecho o que sí debería de haber hecho.
Yo seguiré haciendo todo lo posible por escribir y haceros
disfrutar aunque sea un poco.

Con cariño, Viki.

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