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TENTADA

POR EL
ALFA
 
 
LENA RELISH
 
Copyright © 2021 Lena Relish
Todos los derechos reservados.

ISBN:
 
 
ÍNDICE:
 
 
  Capítulo 1 N.º pág. 1
  Capítulo 2 N.º pág. 17
  Capítulo 3 N.º pág. 39
  Capítulo 4 N.º pág. 62
  Capítulo 5 N.º pág. 77
  Capítulo 6 N.º pág. 100
  Capítulo 7 N.º pág. 117
  Capítulo 8 N.º pág. 142
  Capítulo 9 N.º pág. 161
  Capítulo 10 N.º pág. 183
     
 
Capítulo 11 N.º pág. 207
Capítulo 12 N.º pág. 225
Capítulo 13 N.º pág. 245
Capítulo 14 N.º pág. 263
Capítulo 15 N.º pág. 283
 
Capítulo 16 N.º pág. 37
Capítulo 17 N.º pág. 328
   
   
   
   
   
   
   
   
 
 
 
CAPÍTULO 1
 
ASTOR
 

Volver de hacer la ronda matutina con los más fuertes de la manada era lo
primero que hacía cada día, como alfa, tenía la responsabilidad de proteger

al clan de cualquier cosa que pudiese ser peligrosa o inconveniente. Nunca

se sabía cuando nuestros enemigos naturales, los vampiros, o incluso alfas

de otros clanes, que no fuesen aliados, iban a querer invadir el territorio de

uno.
–Astor. –dijo Luka, mi hermano menor, llegando hasta donde me

encontraba. Era un poco más bajito que yo, cosa que era normal teniendo en

cuenta mi metro casi noventa, pero tenía el pelo negro azabache como el

mío. –Mamá y papá me han dicho que venga a buscarte, quieren hablar

contigo. –añadió haciendo unos gestos ridículos que evidenciaban que

pensaba que aquel plan era un coñazo.

Sí, lo era, para qué iba a mentir; Pero aunque no tuviese ninguna obligación

de atender la llamada de mis padres puesto que al ser el alfa no le debía

sumisión a nadie, me pareció correcto subir los escalones de la gran

mansión donde vivía, y de dónde ellos no habían consentido irse, para

acudir al recado.

Entré en la biblioteca, esa en la que tenía guardados todos los libros

referentes a la historia, jerarquía y las normas de los hombres lobo, para

visualizar a mi madre, Elvira, sentada con austero vestido gris, junto a la

ventana. Mi padre, Freddick, por su parte, estaba de pie, con las manos a la

espalda y la cabeza hacia arriba en modo altivo; Era demasiado prepotente

para mi gusto, había que saber distinguir entre que fuese mi padre y que
pudiese seguir dándome órdenes dada mi edad y teniendo en cuenta mi

rango.

–Hijo, estás aquí… –exclamó mi padre algo pensativo.


–Me habéis llamado. No estoy aquí de casualidad. –recalqué indicando de

alguna forma que esperaba que aquella conversación fuese rápida.

–Mira, Astor, queríamos trasladarte la inquietud que hay dentro de la

manada respecto a tu situación actual. –informó mi padre rascándose la

barbilla, que era su movimiento característico cuando no estaba seguro de

cómo iba a reaccionar su interlocutor.

– ¿Mi situación actual? ¿Qué se supone que le pasa? –interrogué

cruzándome de brazos para evidenciar mi imponente altura y la anchura de

mi figura.

–Pues pasa que no ven normal que, a estas alturas de la vida, no hayas

considerado aún ni siquiera la posibilidad de casarte, formar una familia;

Ser un alfa con su propia estirpe. –contestó como si fuese evidente haciendo

movimientos con las manos hacia arriba.

Si quería clamar al cielo, que clamase. No tenía por qué elegir esposa y no

iba a hacerlo.

–Soy el alfa porque soy el más fuerte, no por tener una familia propia o no.

–destaqué nuevamente haciendo hincapié en el asunto. –Creo que no le


debo explicaciones a nadie. –añadí tensando el músculo de la mandíbula

tanto que pensé que iba a romperse.


–Es cierto que eres el más fuerte Astor, y que es eso lo que más importa en

un clan de licántropos, pero tendrías que tener en cuenta la opinión de tu

manada. ¿No son ellos, al fin y al cabo, los que te siguen a las guerras? ¿No

hacen ellos que tú puedas ser ese líder? Si todo el mundo decidiese irse,

¿dónde quedarías tú? –cuestionó paseándose nervioso por la habitación.

– ¿Y qué quieres que haga? No he encontrado a mi alma gemela, dudo de

que exista. –contesté con sinceridad apretando los puños a cada lado de mi

cuerpo.

En la vida de un hombre lobo, había tres cosas que entendíamos en cuanto

teníamos conciencia suficiente: La primera de ellas, que cada clan tenía un

alfa y que ese cargo se conseguía y se mantenía únicamente por el criterio


de la fuerza. Segundo, que las leyes de la comunidad mágica eran

inquebrantables. Y tercero, que nosotros no elegíamos compañera sino que

el destino nos juntaba cuando era el momento.

Yo, pese a tener la apariencia de un chico de treinta años, tenía doscientos

veinte por lo que estaba bastante cansado de esperar a que apareciese esa

supuesta mujer que iba a cambiar mi forma de pensar haciendo que solo me

importase ella. No existía y punto. Así que no tenía prisa por buscarla y si

bien era cierto que me pegaba algún revolcón que otro, eso no era problema

de nadie dentro de la manada.


–Hijo yo entiendo que estés desanimado, que pienses que no exista y todo

eso, pero, aunque existiera, siempre estarás a tiempo de cambiar. Un

matrimonio no es como una alianza de compañeros; Nadie te está pidiendo

que hagas el rito de unión, solo que te cases. –volvió al ataque sin darme

tregua.

¡Solo faltaba eso! Claro que no podían pedirme que hiciera el rito de unión

porque eso era un vínculo sagrado mágico por el que dos lobos se unían

para sentir todo lo que el otro sentía, incluyendo el dolor y la muerte. No

existía ya uno sin el otro.

–Freddick, tampoco presiones al niño. –intervino mi madre demostrando

que, en esos doscientos veinte años, no había cambiado su concepción de

que yo era su niño.

Le pasaba con todos sus hijos y por muy alfa que yo fuese, ella tenía la

impresión de que había cosas de las que solo podía salvarte una madre.

– ¿Entonces cuál es la solución? ¿Qué escoja una esposa al azar? –sugerí

para que vieran lo absurdo que era lo que estaban diciendo.

–Por supuesto que al azar no. Escoge a una de buena familia dentro del

clan, una que apoyen los demás y cásate. No te cuesta nada hacer feliz a la

manada, a nosotros como tus padres y a ti mismo, que no te vendría nada


mal tener a alguien que te cuide cuando estés en casa y todo eso. –explicó

con vehemencia.

–Bueno, y ahora que hemos hablado, salid de mi biblioteca. –ordené

intentando no perder los nervios.

Ellos no tenían que decirme lo que tenía que hacer, si era el alfa debía servir

para algo. ¿Qué no pensaban del todo bien de mí en la manada? ¿Era ese un
motivo para meterme en líos innecesarios? ¿Qué iba a conseguir? ¿Qué la

manada me viera más fuerte? Ya era el más fuerte. ¿Para qué la manada me
guardase más respeto? El respeto no se ganaba de esa forma sino

demostrando ciertas cosas.

Me quedé solo en la biblioteca acariciándome el puente de la nariz y

pasando ambas manos por mi pelo en un intento absurdo de buscar la paz;


Como si esos movimientos fueran a dármela.

Abrí entonces sobre el escritorio el plano del terreno para señalar aquellos

puntos donde los sensores de movimiento habían detectado algunas cosas


poco habituales a altas horas de la madrugada. Tenía apostillada gente de

vigilancia pero eso no significaba que no hubiese quien intentaba trasgredir


las líneas definidas de mi territorio.

Me senté en la silla del escritorio, donde había estado sentada mi madre,


para hacer lo mismo que ella y mirar por la ventana. Desde allí, pude
contemplar a varias personas de la manada, incluyendo niños que jugaban
felizmente en la tierra. Había quien intentaba transformarse siendo aún

demasiado pequeños consiguiendo unos escándalos que me producían cierta


gracia.

Yo era un tío considerado serio, no podía ser de otro modo. La

responsabilidad que conllevaba ser la máxima autoridad de todo un clan no


me permitía muchas veces interactuar como me hubiese salido si lo hubiese

hecho de forma espontánea. Aún así, me llevaba bien con todos los míos y
nadie tenía miedo de acercarse a mí para pedirme lo que pudiera necesitar.

En ese preciso momento, una chica joven, con el pelo liso hasta la cintura
de color caoba, pasó por detrás de los niños cubriéndose los lentes como si

no quisiera ser vista.

¿Quién era?

Intenté buscar en mi memoria de qué familia se trataba puesto que yo


conocía a todos los integrantes de mi manada en mayor o menos

profundidad. Sí, se trataba de Delia, la hija menor de los Stuart, había


crecido; Debía tener unos veinticinco años en apariencia y unos cincuenta

reales.

Las edades en los licántropos a veces eran tan relativas que no hacía falta ni

mirarlas. Básicamente nos dividíamos en adultos y niños; Era considerado


un adulto independiente a ojos de cualquiera tanto hombre como mujer que
hubiera alcanzado la edad donde su cuerpo hubiese decidido dejar de crecer

para perpetuar esa apariencia de por vida.

La pelota de los niños jugando le dio de golpe tirándole las gafas a la tierra

y en vez de reaccionar como hubiese hecho cualquier lobo o loba en su


lugar, reñirles en un buen susto, se apartó para recoger las lentes e irse sin

hacer ningún tipo de alboroto de allí.

¿No habría sido más lógico que se hubiese transformado y le hubiese

cantado las cuarenta a los niños para que aprendiesen? Totalmente según mi
punto de vista, pero no lo había hecho.

¿Por qué me había fijado en ella justo cuando estaba intentando poner sobre
la mesa mis posibilidades? Quizá, por muy loco que sonase, me acababa de
hablar el destino. Yo creía en la intuición, y mi intuición me decía que si me

había fijado en ella después de muchísimos años sin ni siquiera darme


cuenta de si nos habíamos cruzado, tenía que ser por algo.

¿Y si le pedía a la nerd del clan que fuese mi mujer?

Sí, sería una candidata perfecta: No molestaría en ninguno de mis asuntos y

en el caso improbable, por no decir imposible, de que llegase mi alma


gemela, no creía que fuese a poner mucha resistencia para quitarse de en

medio.
Mientras que pasaba o no pasaba eso, Delia llevaría una vida mejor de la

que llevaba, porque, por lo que yo sabía nadie le hacía el menor caso desde
hacía tanto tiempo que, seguramente, no recordaba la última vez que

alguien le había hablado porque sí.

¿Qué ganaba yo? Pasaría a ser un alfa con “familia propia” a los ojos de mi
manada que, últimamente, se estaba poniendo en exceso pesadita con el

tema.

¿Me estaba equivocando? Seguramente, pero como en aquel momento me

pareció una buena idea, lo iba a hacer. Si tenía en cuenta que era el alfa,
nadie iba a poder discutírmelo.
 
 
CAPÍTULO 2
 
DELIA
 

Llegué a la casa familiar donde seguía viviendo comprobando si las gafas

se me habían roto tras el balonazo recibido al pasar por detrás de un grupo


de niños del clan. Debía ser de las pocas mujeres lobo que llevase gafas,

pero eso no era precisamente invisible a los ojos de los demás, se trataba de
algo mucho más antiguo.

– ¡Hija! –saludó mi madre en cuanto entre por la puerta.

Mi madre, Mara, nunca pasaba por alto el preguntarme cómo estaba,


seguramente porque sabía una de las pocas personas que me dirigía la

palabra. Pese a tener yo tantos años y ser inmortal, no me había ido de casa

de mis padres porque no me veía con fuerzas de hacerlo; Si las habían


tenido el resto de mis hermanos.

–Hola mamá. –contesté poniéndome las gafas definitivamente.

– ¿Te las han vuelto a tirar? –preguntó llevándose la mano al pecho.


No me gustaba que mi madre se preocupase por esas cosas, para mí, a esas

alturas eran chiquilladas sin importancia; Pero la verdad era que veía en sus

ojos que no se sentía capaz de dejar de padecer cierta pena por tener una

hija nerd.

–Deja a la chica. –dijo mi padre en un tono poco simpático.

Aproveché la pequeña discusión entre mis progenitores para irme a mi


cuarto, ese que estaba en el sótano de la casa por decisión propia. Cuando

cumplí los veinticinco, los reales, había tomado la decisión de mudarme a

esa instancia de la casa ya que cogía cierta independencia para ser yo

misma; Allí era donde conservaba mis libros, mis pinturas y otras cosas con
las que entretenerme muy alejada del resto de hombres y mujeres lobo de la

manada que jugaban a pelearse o, en su defecto, a coquetear para encontrar

a un compañero ideal.

Me tiré en la cama, al menos tenía una gran cama, eso siempre era un

alivio. Acaricié las sábanas para después cerrar los ojos sintiéndome capaz

de imaginarme que era alguien normal: Con mis amigas, pretendientes…

Pero el sueño despierta duró poco debido a que pude escuchar, ya que mi

sentido del oído sí lo tenía agudizado, como mis padres seguían discutiendo
lo rara que era yo y cómo afectaba eso a la reputación de mi familia.
Todo había empezado cuando en el colegio mis demás compañeros

consiguieron su transformación a la edad temprana de seis, siete o nueve el

más tardío. Hasta ese entonces, hasta que quedó uno solo de mis

compañeros sin transformar, mi madre se refugió, en las constantes

discusiones que tenía con mi padre, en que yo era una chica inteligente, más

incluso que mis hermanos. Aseguraba que no me transformaba porque no


tenía ningún interés en la fuerza bruta. Pero la evidencia de que eso debía

ser por algo más se hizo inevitable cuando a los doce, edad considerada

apta para el inicio del entrenamiento militar para cualquier hombre o mujer

lobo, aún seguía sin conseguir el cambio.

Comencé entonces a ser objetivo de ciertas burlas que  al principio me


afectaron, sobre todo cuando las que por entonces consideraba mis amigas

dejaron de hablarme porque no querían que las relacionasen con el bicho

raro. Para cuando conseguí transformarme por primera vez, a la edad de

quince años, estaba completamente sola; De hecho, nadie lo supo. Me recluí

entonces en mi mundo de libros, pintura y el conocimiento en general; No

consideraba que hubiese hecho eso mal, me consideraba audaz, pero eso

poco iba a servirme para una eternidad, ya que era una mujer lobo

prácticamente por lo tanto inmortal, de soledad.

Oí los pasos de alguien llegando hasta nuestra casa justo antes de que tocase

la puerta con unos fuertes nudillos. Mi olfato, que también estaba


perfectamente desarrollado, detectó con extrañeza que se trataba del alfa.

¿Qué hacía Astor en nuestra casa?  No conocía al líder más allá de lo que

podía haberle visto en las veces que nos habíamos cruzado por sus

dominios o las múltiples veces en las que mis padres habían alabado su

gestión. Tanto ellos como mis hermanos siempre hablaban de que se trataba

de un alfa justo y honorable. Recordé vagamente que siempre que salía ese

tema de conversación recalcaban que lo único malo que tenía era que se

resistía a casarse, era algo sin importancia según mi humilde punto de vista.

Me mordí el labio curiosa hasta que no pude evitarlo más. Me levanté de la

cama para subir los peldaños hasta el piso principal y entreabrir la puerta

para enterarme del motivo de la extraña visita.

–Alfa. –saludó mi padre levantándose de la mesa como si tuviese un

resorte.

Era algo curioso como todo el mundo perdía el culo cuando se trataba del

alfa o incluso de su familia más cercana. La jerarquía dentro de una

manada, lo era todo.

– ¿Podemos ayudarle en algo? –preguntó mi madre notablemente nerviosa.

¿Habrían hecho algo mis hermanos? Eliot y Marcos estaban independizados

en otras casas en el mismo territorio; ninguno de ellos tenía pareja, pero


ambos estaban inscritos en el servicio militar que preparaba las formaciones

de ataque para las inciertas guerras que yo no terminaba de comprender.

Siempre era la misma historia, vivíamos en un bucle constante donde lo

vampiros y los hombre lobo nos matábamos; Para rematar el asunto otros

hombres lobo decidían que era una buena idea minimizar sus activos

peleándose con otros alfas.

–Vengo buscando a Delia. –afirmó Astor serio.

Parpadeé. Abrí la boca tanto que pensé por un instante que se me había

desencajado la mandíbula. ¿A mí? ¿Para qué? Mi interior empezó a

revolotear de tal forma que no pude controlar mis nervios y acabé

tropezando  con mi propia escalera cayendo al suelo de la estancia principal


a la vista de todos los presentes.

Me incorporé enseguida haciendo un saludo escueto con la mano sintiendo

que no era capaz de dejar de avergonzar a mi familia ni por un segundo.

– ¿Ha pasado algo? –interrogó mi padre serio como pocas veces lo había

visto en mi vida.

No pasó inadvertido para mí que, al preguntar eso, se refería a si yo había

hecho algo malo. Me miraba con el semblante furioso aunque Astor no

había dicho en ningún momento que se tratase de algo malo. Mi madre, por

el contrario, me miraba con cierta cara de preocupación.


¿Qué era lo que pensaban ellos que podría haberle hecho yo al alfa? ¿Qué

ofensa le iba a haber hecho yo si apenas salía de mi cuarto para correr

cuando nadie me veía?

–No, solo quería conversar con ella. –aseguró desconcertándome aún más el

alfa clavando sus penetrantes ojos azul marino en mí. – ¿Puedo? –añadió

pidiéndole permiso a mis padres.

Ellos, de alguna forma, tan solo balbucearon un casi inaudible sí.

–Esto… Hola. –dije torpemente. – ¿Necesitas algo? –cuestioné sintiendo

rara cada palabra que salía de mi boca.

Astor solo me miraba de arriba a abajo una y otra vez hasta formar una
ancha sonrisa en su cara que no comprendí. No era que el alfa se

caracterizase, por lo que había oído, precisamente por sonreír; Pero lo

estaba haciendo, allí, delante de mis padres, sin que yo pudiese comprender

lo que estaba sucediendo.

–Quería que diésemos un paseo para hablar. –admitió sereno.

Evidentemente yo quería decir que no: No tenía nada que hablar con él, no

había hecho nada malo y me parecía innecesario. Tuve a bien, sin embargo,

acceder para no dejar en evidencia a mi familia.


Eché a andar detrás de él mordiéndome el labio y tocándome nerviosa las

puntas de mi cabello para después colocarme las gafas una y otra vez en un

intento inútil de mantener la calma.

– ¿He hecho algo? –cuestioné rompiendo el silencio cuando ya nos


encontrábamos suficientemente lejos de la casa para que nadie nos oyese.

–No, que yo sepa no. –afirmó rascándose la nuca. –Verás… Delia. Esto…
Tu familia siempre ha tenido una gran reputación dentro de la manada y he

estado pensando que de todos sus miembros, es a ti a la única que no


conozco más allá de haberte visto un par de veces. –anunció para mi

sorpresa.

¿Qué Astor quería conocerme? ¿Para qué?

Todo era muy raro y yo estaba al borde del ataque de pánico así que

simplemente seguí andando como si con eso fuese a diluir la conversación.


Intenté recordar, mientras andaba, si había algo que hubiese hecho

recientemente que hubiera podido molestar al alfa del clan para que pudiese
querer echarme del clan porque, si no era para echarme, no encontraba otro

motivo para su visita.

–Sí, mi padre era un gran guerrero, mi madre también, y mis hermanos van

en camino de serlo. –Fue todo lo que conseguí decir tras mucho pensar la
contestación.
– ¿Y qué hay de ti? No te he visto luchar. –murmuró parándose en mitad del
bosque.

Se sentó entonces en una roca colocando su codo sobre la rodilla de forma


casual.

– ¿De mí? Soy una nerd. Todo el mundo lo sabe. No hay mucho más que
contar. –afirmé rechinando los dientes.

– ¿Ah, sí? –cuestionó irritándome.

Él tenía que saber perfectamente que era así porque el alfa lo sabía todo. Lo
que no veía, se lo contaban para que estuviese bien informado.

Precisamente por eso tuve que achinar los ojos y levantar la mano con cara
de reflejar todo lo que me estaba asqueando aquella situación.

–Tú lo sabes. No me digas que no lo sabes. Di lo que sea sin rodeos; Si me


tengo que ir por algo lo haré, y si es cualquier otra cosa que necesites de mí,

solo tienes que pedirlo. Tampoco es como si tuviese opción de negarte un


favor, eres el alfa. –solté sin más toda la retahíla que tenía en la cabeza.

–Sí, es cierto que quiero pedirte algo, así que iré directo al grano. Quiero
que te cases conmigo Delia. –aseguró dejándome totalmente estupefacta.

¿Había dicho que quería casarse conmigo? Me quedé tan en blanco que

chasqueó los dedos frente a mí tras un rato de espera. Yo solo parpadeé y


me eché hacia atrás intentando comprender qué significaba todo aquello.
Me puse nerviosa, me limpié el sudor de la palma de las manos en los

pantalones e incluso me recoloqué varias veces más las gafas antes de


empezar dar pequeñas vueltas a la vista de su alcance paseándome.

Astor era el alfa del clan. Tenía un porte envidiable con su metro noventa y
su anchura musculada. Los rasgos no eran menos atractivos con su pelo

azabache y sus penetrantes ojos azules. Era por así decirlo entonces un
hombre lobo de muy buen ver. Por si eso fuese poco, era el mejor guerrero

de todo el clan por algo era el alfa.

Con todo eso… ¿Por qué iba a querer él casarse conmigo?

–Nunca me había pasado que participaras en una broma. –dije


comprendiendo que tenía que tratarse de eso.

Alguna vez me había pasado que chicos del clan hubiesen intentado hacer

como que tenían cierto interés en mí para después reírse, pero había sido a
una edad mucho más temprana. Después yo ya fui lo suficiente inteligente

como para pasar de todos y perderme en mi propio mundo.

–No es una broma. ¿Por qué iba a tener yo la necesidad de participar en una

chiquillada como esa? –dijo con suficiencia.


No me gustaba que fuese tan prepotente pero tampoco era como si fuese a

decírselo.

–Pues si no es una broma, permíteme que te diga que no entiendo lo que


pasa. ¿Te van a degradar o algo así? –interrogué volviendo a la carga.

Yo necesitaba una explicación, algo lógico.

–Mira, veo que no eres una chica tonta, no esperaba menos. Eso sí, esperaba

que estuvieses más contenta e hicieses menos preguntas. Te explico: Todo


el mundo quiere que me case. Nadie ve bien que dada mi posición no tenga

una familia así que he decidido casarme.  –aclaró tras un carraspeo ronco
que me resultó inesperadamente bastante sensual.

–Ya. ¿Y por qué conmigo? Por si no lo sabes, que tienes que saberlo, hay
miles de mujeres ahí fuera, exactamente toda la que no tiene marido y esté

dentro del clan, que quieren casarse contigo. –contesté enarcando una ceja.

–Porque tú no me gustas. –dijo dándome un hachazo final. –No digo que yo

a ti sí. Simplemente he querido decir que como no siento una atracción


personal ni física hacia ti, me resulta más fácil la idea de casarme sin

conocerte solo para que se callen. –explicó sonándome ridículo.

–Pues gracias por los cumplidos pero no. –respondí ofendida.

Oye, que tenía mi orgullo aunque todo el mundo pasase de mí.


– ¿Qué no? Es perfecto para los dos; A mí me dejarán de molestar para que

tenga una esposa, y tú pasarás del rango más bajo del clan hasta el más alto
en un solo día. La gente empezará a relacionarse contigo, aunque solo sea

porque seas mi esposa y no querrán hacerme el feo. ¿Cómo quieres pasar el


resto de tu vida? ¿Encerrada en el sótano de tus padres? –preguntó

volviendo a darme una estocada en pleno corazón.

Sentí que el mundo se abría de alguna forma sobre mis pies. Sabía que lo

que había dicho Astor era cierto pero, aún así, sonaba suficientemente cruel
para que hubiera podido decorarlo si hubiese querido no ofenderme.

Aunque para qué iba a hacerlo.

–Tengo que pensarlo. –aseguré en un hilito de voz.

–Está bien. Acércate a hablarme cuando sepas algo. –concedió tras un

suspiro que me dejó claro que no me soportaba.

¿Qué debía hacer?

Me quedé sola en el bosque pensando hasta mucho después de que se


hubiese marcado. Volver a casa, para responder a las preguntas histéricas de

mis padres, se me hacía tan cuesta arriba que me quedé dormida admirando
la luna llena allí mismo entre la hojarasca.
¿Tenía algo que perder? No. ¿Y qué ganar? Pues no lo sabía pero no me iba
a quedar más remedio que comprobarlo.
 
 
CAPÍTULO 3
 
ASTOR
 

Mi plan había resultado una locura que, como no podía ser de otro modo,

no había salido como esperaba.

¿Cómo iba a rechazar alguien como Delia a alguien como yo? Yo era el alfa

del clan y ella una nerd a la que nadie parecía interesarle. Todo era ventajas
en su lugar, no tanto así como en el mío, y, sin embargo, nuestra conclusión

había terminado con que tenía que pensarlo; ¿Pensar qué exactamente?

Di vueltas por el territorio del clan algo nervioso lo que me pareció  una
eternidad mientras sopesaba otras opciones para elegir esposa y darle el

gusto a todo el que pensaba  que debía haberlo hecho hacía mucho tiempo.

Todas las candidatas acababan por ser descartadas ya que se les veía un
verdadero interés en mi persona y eso no era lo que buscaba; Yo necesitaba

a alguien que nunca hubiera mostrado ningún interés en mí y en la que yo

nunca me hubiese fijado.

 
¿Por qué debía ser así? La razón era sencilla: Yo pensaba seguir haciendo

mi vida, luchando en las guerras, y desatando las noches de pasión que se

me presentasen oportunas más allá del territorio de mi manada donde, por

supuesto, la respetaría ya que no me consideraba ningún animal.

Me senté junto a mi hermano, Luka, y junto a Brent, uno de los mejores


guerreros y un buen amigo de mi confianza.

– ¿Qué? ¿Pensando en cosas de alfa? –cuestionó Luka con cierta burla.

Él era así, consideraba que ser el alfa del clan conllevaba una

responsabilidad que ni quería ni veía de su estilo. Mi pensamiento al

respecto era que decía esas cosas porque no había salido tan fuerte como

para serlo.

El día que me di cuenta de que era el lobo más grande y más fuerte, se

despertó en mí un instinto, más allá del raciocinio, para indicarme que debía

convertirme en alfa. Así que, simplemente, fui hasta mi padre y le reté

como habría hecho con cualquier otro lobo. Le gané en una batalla limpia

en la que, sin embargo, él estuvo a punto de morir.  Todo el mundo alabó mi

combate como el mejor en siglos cuando, por dentro, yo pensaba que había

sido demasiado animal para haber luchado contra alguien de mi propia


sangre; Eso sí, no pensaba admitirlo delante de nadie.
–Astor. –Una voz suave, en un susurro, hizo que me diese la vuelta. Delia

estaba ahí jugueteando nerviosa con las manos y la mirada baja con tintes

de vergüenza por haber llegado hasta mí. – ¿Podemos hablar? –interrogó

con voz trémula.

Tanto Luka como Brent, así como todo el mundo que había visto la escena,

abrió los ojos desmesuradamente y pusieron la oreja extrañados. Joder, ¿tan

raro era? Ella era una simple loba del clan, como otra cualquiera. Que fuese

un poco distinta y distante de las demás no creía que fuese suficiente

motivo para que se sorprendiesen de ese modo.

–Claro. –Me levanté y toqué su hombro para señalarle que entrásemos a la

mansión para hablar. Mi acción provocó aún más curiosidad en los demás.

¿Qué estaría pensando la gente al respecto?

–Astor, yo… –comenzó para después detenerse.

– ¿Los has pensado ya? –pregunté cuando estuve seguro de que nadie nos

oía.

–Todo el mundo nos estaba mirando. –afirmó ella rascándose la nuca.

–Ya, bueno, a saber qué piensan. –contesté intentando diluir un poco el

tema de conversación.
–Yo sí puedo decirte lo que están pensando. –aseguró haciendo una pausa. –

Creo que todo el mundo piensa que vas a echarme del clan por aquello de

opinar que no contribuyo nada y esas cosas. –concedió encogiéndose de


hombros.

– ¿Lo has pensado ya? –interrogué repitiendo la misma pregunta.

–Sí. –respondió escuetamente.

– ¿Sí lo has pensado o sí aceptas? –pregunté con más ímpetu del que habría

deseado.

–Sí acepto. –contestó nuevamente tras rodar los ojos poniéndolos en blanco.

–Perfecto. Se lo diremos ya mismo a nuestros padres. –dije accediendo a

toda aquella locura dándole vueltas a la cabeza. –Primero se lo diremos a

los míos, son los padres del alfa del clan al fin y al cabo. Luego iremos a

hablar con los tuyos. –concluí tomando decisiones.

Ella simplemente se encogió de hombros como respuesta y me siguió

escaleras arriba. Tenía una cierta pinzada de nervios en el estómago por

primera vez después de mucho tiempo sabiendo que se iban a quedar con la

boca abierta. También sabía que, probablemente, no verían con buenos ojos

mi decisión, pero eso pasaba cuando presionaban tanto a alguien; ¿Querían

que me casase? Eso iba a hacer.


Ellos habrían deseado que me casase con Lori, la hija de Shau, que era el

mejor amigo de mi padre, pero yo no había estado dispuesto a hipotecar mi

vida de esa forma.

Toqué  la puerta con los nudillos de la habitación donde mis padres estaban

tomando el té para después entrar sin esperar contestación. Ellos se


quedaron muy quietos al comprobar que yo había entrado sonriendo, quizá

porque yo casi nunca sonreía.

–Os presento a Delia. –dije a modo de anuncio.

–Hola bonita. ¿Podemos ayudarte en algo? –intervino mi madre haciendo

gala de su buena educación.

Delia empezó a hacer aspavientos de negación y tuve que cogerle de una de

sus manos para que parase. Me miró indecisa con sus ojos verdes muy

abiertos, tanto como si algo de pánico hubiese inundado su ser. Le apreté un

poco más la mano intentando tranquilizarla.

–No, no puedes ayudarla en nada. Ella os va a ayudar a vosotros. –contesté

consiguiendo que se sorprendiesen aún más mis progenitores.

– ¿A qué exactamente? –intervino mi padre con el morro torcido.

–Nos vamos a casar. –anuncié sin más preámbulos.

– ¿Qué? –interrogaron al unísono para después reírse.


A Delia en aquel momento le faltó meter la cabeza por dentro de la camisa

como si fuese un avestruz de lo avergonzada que estaba. Podía notar su

corazón latiendo a mil por hora.

–Vale hijo, es la mejor broma que nos has gastado en tu vida. Me alegra que

empieces a tomarte tu larga existencia con algo de humor. –contestó mi

padre.

–No estoy de broma. –volví a la carga.

¿Cómo podían tomárselo de esa forma? Miré de reojo a Delia dándome

cuenta de que lo debía estar pasando realmente mal. Nunca la había visto

como nadie especial dentro del clan pero tampoco me había percatado de

que todo el mundo tuviese una concepción tan baja de ella. Se estaban

burlando abiertamente.

Al ver que no retrocedí mi supuesta broma, vi levantarse a mi madre

histérica.

– ¡Eso es una locura! ¿Qué estás diciendo? Te dije que buscases una esposa

pero me refería a que lo hicieses con alguien que merezca la pena. –gritó sin
ningún tipo de formas.

–Esto… Yo me voy. –murmuró Delia intentando zafarse de mi mano para

irse.
–Tú te quedas. –ordené con la voz grave. –Y vosotros tendrías que tener un

respeto. –añadí con el tono gutural más imponente que había utilizado con

ellos en algún momento.

¿Qué se creían? ¿Qué podían decirme con quién tenía que casarme? Si
decidía hacerlo con Delia, por nerd que fuese, era mi problema; ¿O no?

Además, la chica no tenía nada de malo en especial que yo supiera; Había


tenido una transformación tardía, eso era lo único que yo recordaba

haciendo memoria.

–Pero… ¡No es posible! –chilló mi padre llevándose la mano al pecho de

una forma que me pareció teatral.

–Es de la familia Stuart. –recalqué sabiendo que los Stuart siempre habían
servido bien a la manada y que todos sus integrantes estaban dentro del

ejército de guerra.

–Sí hijo, pero ella… No te ofendas, pero es una chica que no está muy
integrada. –soltó mi madre intentando usar palabras más delicadas para no
volver a desatar mi enfado.

–Bueno, pues a partir de ahora lo estará. Por cierto, nos casamos mañana así
que despejadme la mansión que vamos a vivir como un matrimonio normal

en soledad. –concluí para su total asombro.


No solté a Delia de la mano cuando salimos de la mansión directos a ver a
sus padres. Ella no decía nada ni hacía más que seguirme con el ceño y los

labios tan fruncidos que me pregunté qué estaría pasando por su cabeza.

Toqué la puerta de la casa de los padres de Delia y entramos en cuanto


abrieron sin soltarla de la mano. Tanto el padre como la madre clavaron sus

ojos enseguida en ese detalle para empezar a moverse bastante agitados;


¿Por qué me daban la impresión de que pensaban algo malo?

– ¿Qué ha pasado? Seguro que tiene solución. –dijo la madre de Delia


cogiendo a su hija repentinamente del brazo.

¿Qué pensaban que iba a hacer con ella? ¿Ellos también pensaban que iba a
echarla? ¿Por qué?

–Si tengo que responder por algo que haya hecho mi hija o si has decidido
que tiene que irse, mi familia te ruega que lo reconsideres. –intervino su

padre mostrando todo el respeto de lo que fue capaz.

Me quedé bloqueado por un instante intentando entender cómo era que su

propia familia tenía esa opinión de ella. Solo había tenido una
transformación tardía por lo que yo sabía, eso no debía hacer que le

tuviesen esa falta de confianza.


¿Y si estaba decidiendo casarme con alguien a quien conocía demasiado
poco aunque fuese de mi propia manada y estuviese bajo mi mando?

–Lo cierto es que venimos a comunicaros que Delia y yo vamos a casarnos.


–solté sin miramiento alguno intentando acabar con aquel circo lo antes

posible.

La cara de asombro de sus padres fue tal que casi le da un infarto al pobre

cabeza de familia de los Stuart pero, seguidamente, sus rostros pasaron a la


alegría extrema, tanto que lo vi inoportuno.

–Ay, eso es genial. Yo no sabía que nuestra niña tenía una relación contigo.
Quizá por eso actuaba tan raro. –concedió la madre en alto empezando a

darle besos en la cara a Delia que no hacía ni decía absolutamente nada.

–Eso es una noticia estupenda. Nosotros podemos hacernos cargo de la


preparación del enlace. –accedió su padre nuevamente servicial.

–No. Nos casaremos mañana en una ceremonia íntima en la que estaremos


solo la familia y luego se le comunicará a la manada. –decidí en alto seguro

de que era la mejor opción para ambos.

No tenía gana alguna de montar una parafernalia en la que todo el mundo

opinase sobre nuestro comportamiento juntos y la rapidez de nuestra


decisión. Sabía que pensarían que era una locura pero al ser la decisión del

alfa iban a tener que respetarla.

–Bueno, perfecto entonces. –dijeron sin más.

¿Así de fácil iban a dejar que su hija pequeña se fuese conmigo sin haber
sido conscientes de que tuviésemos una relación previa, que no teníamos, ni

decir una sola palabra? Sí, eso parecía.

–Recoge tus cosas. –murmuré en un tono suave.

–Claro. –contestó ella sin mirarme siquiera.

No tardó mucho en subir de vuelta equipada con una maleta y una mochila;
¿Ahí llevaba todas sus pertenencias? Que yo supiera los Stuart eran una de

las familias más ricas dentro de la manada. Aunque me pareció extraño tuve
a bien no destacarlo, ya tendríamos tiempo de hablar de algo en la mansión

mientras preparábamos el enlace. Lo que tenía que recalcarle era que no


íbamos a hacer una vida de pareja y  ni siquiera de amigos, solo nos

casaríamos, viviríamos en el mismo lugar y cruzaríamos algunas palabras


inevitables mientras cada uno hacía su vida por separado. Yo sabía que a

Delia le iba a venir bien, y  más con lo que acababa de comprobar; No le


iba a venir nada mal que empezaran a tener una mejor concepción de ella

todos los integrantes de la manada junto a comenzar a dirigirle la palabra.


Salimos de la casa y ella fue directamente hacia la mansión hasta que se

quedó parada tras subir las escaleras principales.

– ¿Dónde voy a dormir? –preguntó demostrando que era una chica muy

inteligente.

Ella no había dudado ni por un segundo de que no íbamos a dormir juntos

pese a mi ofrecimiento de boda. Su rostro no era precisamente de felicidad


y yo, sorprendentemente, quería saber cada vez más que estaba pasando por

su mente.

–Puedes elegir la que quieras, pero estaría bien que fuese alguna de las

contiguas a mi cuarto, por el que dirán. Si eliges una de esas, puesto que
tienen puerta de comunicación entre ellas, la gente no tiene por qué saber
que no dormimos juntos. –argumenté rascándome la nuca.

–Está bien, la de la derecha entonces. –decidió sin darle más vueltas.

– ¿Necesitas algo? –interrogué mientras la vi dejar las maletas sobre la

cama y sentarse observando la habitación.

–No, no. Todo está bien. –contestó tranquila y serena descalzándose para

cruzarse de piernas sobre la cama.

–Bueno, podemos cambiar lo que necesites de la habitación o comprar lo

que quieras; Solo tienes que decírmelo o darme una lista. –concedí
queriendo que se sintiese a gusto por alguna razón.

–Ya, lo pensaré. –susurró entonces mordiéndose el labio.

–Prepararé todo para que mañana se pueda celebrar la ceremonia aquí en


casa. –dije respirando profundamente.

–Sí, como quieras. Lo preparas tú y decides tú. –accedió sin más para

levantarse y cerrarme la puerta en las narices sin previo aviso.

¿Cómo era Delia? Me pregunté cómo era ella por dentro y si seríamos

compatibles para vivir, pero, de todas formas concluí en que había sido una
buena elección: Ella no iba a hacer nada conmigo, no iba a insistir en que

hablásemos, y eso era una gran ventaja teniendo en cuenta que solo quería
hacer mi vida sin que la manada pensase mal de mí.

Me fui a la habitación hasta sentarme yo también el borde de la cama; ¿Por


qué si era mi mejor opción empezaba a tener un sentimiento extraño en mi

interior? Quizá había sido por cómo me había mirado todo el mundo al irme
a hablar con ella, el cómo se lo habían tomado mis padres, e incluso más

cómo se lo habían tomado los suyos.

¿Cómo era entonces esa mujer de grandes lentes y pelo caoba hasta la
cintura que estaba en la habitación contigua? ¿Escondía algún secreto más

allá de la apariencia de nerd? ¿Por qué todos la trataban con desdén?


 

 
 
 
CAPÍTULO 4
 
DELIA
 

Mudarme a casa del alfa había sido, en realidad, muy sencillo para mí. No

contaba con muchas de mis cosas pero me sentía en paz por una vez, ya las
iría llevando.

Mis padres habían recibido la mayor alegría de sus vidas ya que, por muy
buenos guerreros que fuesen mis hermanos, nada les proporcionaba esa

subida de posición como mi enlace con el alfa.

Pensé en el casamiento y tuve que negar con la cabeza sobre lo absurdo que
era todo. Astor se iba a encargar de prepararlo todo y, en unas horas, sería

parte de la familia del alfa; ¿Qué haría la gente al enterarse?

Una parte de mí, una que tenía prácticamente olvidada, sonrió; A más de
una le daría un ataque por no ser mi amiga en aquel momento. Suspiré. Era

tan lamentable que aquella locura me viniese tan bien…

Saqué de la maleta mi ropa, la cual era casi toda gris o negra, y de la

mochila saqué algunos libros que me habían parecido imprescindibles junto


a un cuaderno para dibujar a carboncillo. Sí, debía hacer una lista de lo que

me iba a llevar para entretenerme, sencillamente iba a trasladar mi sótano

allí pero intercambiando alguna otra palabra con alguien de vez en cuando.

Mi teléfono, que nunca sonaba, vibró unas cien veces. Había recibido

mensajes de un montón de números que no conocía felicitándome por mi


próximo enlace; Los rumores corrían rápido pese a la extensión del

territorio. También recibí textos concretos de mis hermanos que parecían,

por primera vez, dispuestos a que se les viese conmigo en sociedad. Genial,

más hipocresía. El último que abrí fue el de mi madre que se ofreció a

ayudarme con mi preparación para el enlace.

En ese instante caí en que no tenía un vestido ni nada por el estilo, pero

tampoco lo quería así que me encogí de hombros y me quité las gafas

pensando en dormir las pocas horas que me quedaba por delante.

Alguien llamó a mi puerta a las ocho de la mañana sobresaltándome. Me

costó un poco acordarme de dónde estaba y creerme que todo aquello era

real. Tras unos minutos, abrí la puerta con cara de pocos amigos.

–Buenos días. –Astor estaba ahí plantado escrutándome con sus lobunos

ojos azules. –El enlace es en una hora. –comunicó.


–Perfecto, bajo entonces a esa hora. –contesté tranquila.

Estaba nerviosa, en realidad sí, pero no por casarme ni mucho menos. Astor
me estaba utilizando como una pieza en su puzle, una conveniencia que

sólo él podía entender; Mis nervios eran por la gente, esa que no me había

dirigido la palabra en años.

– ¿Tienes algo blanco? –cuestionó señalando el suéter negro que era parte

de mi pijama.

–No. –respondí con un gesto de disculpa poco convincente.

– ¿Piensas buscarlo? –interrogó de vuelta a la carga.

–Si es lo que quieres… –contesté antes de cerrarle nuevamente la puerta en

la cara.

Astor, en sí, no me caía mal, pero lo cierto era que me había ignorado tanto

como el resto durante toda mi vida así que no le tenía especial aprecio.

Además, estaba el hecho de su poca cortesía al contarme sus motivos de

elegirme: Si él no iba a mentirme ni siquiera para hacerme sentir mejor, yo

tampoco lo haría. ¿Esa pantomima no iba a ser beneficiosa para ambos?

Pues que así fuese.

Mi madre accedió, perdiendo el culo como no podía ser de otra manera, a

traerme algo blanco de su propio armario. Le especifiqué que fuese sencillo


porque no iba a ponerme nada que no casase con mi propia manera de ser;

Tampoco Astor me lo había pedido.

–Estás muy guapa. –aseguró mi madre.

Yo sabía que no era cierto. Por mucho que ella lo había intentado solo había

accedido a ponerme unos vaqueros, las botas marrones y un jersey de lana

blanco. Tampoco me había quitado las gafas y mi pelo simplemente estaba

recogido en una trenza lateral.

–Gracias, vamos allá. –dije abriendo la puerta de mi habitación.

–Podrías mostrar un poco más de entusiasmo. –murmuró mi padre que

esperaba en la escalera para acompañarme.

–No salto de emoción porque sufro de la espalda. –ironicé.

En el comedor de la sala estaba la familia de Astor, todos ellos con cara de


haberse comido un pepinillo agrio, y la mía que estaba radiante. Cómo un

mismo enlace repercutía en dos familias distintas era fascinante. También

había algunos allegados de Astor como Brent o Lori, quien había sido mi

amiga alguna vez en la infancia.

–Me alegro mucho por vosotros. –dijo alguien a quien no reconocí porque

no me había hablado en su vida.


–Es tu gran momento, disfrútalo. –comentó Shaun mirándome

directamente.

¿La gente se daba cuenta en ese momento de mi existencia o qué?

–Vamos a hacerlo. –susurró Astor en mi oído colocándonos frente al

oficiante.

–Sí, que termine rápido. –murmuré en respuesta.

Sus ojos azul marino se clavaron en los míos con algo parecido a la

confusión; ¿Qué esperaba? ¿Qué estuviera feliz por esa ceremonia a la que

había tenido que acceder porque todas mis otras opciones de vida eran una

bazofia? No.

–No has sonreído en toda la ceremonia. –afirmó Astor aún paseando a mi

lado.

–Si era un requisito habérmelo dicho. –contesté serena.

–Ya todo el mundo se ha enterado. –informó esperando, quizá, alguna clase

de reacción en mí.

–Supongo que sí. –aseguré. –Esa me acaba de sonreír. –señalé torciendo el

morro.
– ¿Y eso te molesta? –preguntó parándose para mirarme.

–Es hipócrita. –contesté sin necesidad de mentir.

–Demasiado sincera. –dijo sonriendo un poco. –Vayamos a comer. –ordenó.

Nunca me había sentado en el comedor de la mansión del alfa, nadie que no

fuese alguien lo había hecho así que me sorprendí de toda la comida que se

servía. Astor y su hermano, por no hablar de su círculo más cercano comían

como bestias.

– ¿No tienes hambre, querida? –cuestionó Elvira haciendo un esfuerzo

notable por dirigirme la palabra.

–No, gracias. –contesté cogiendo tan solo unas bayas moradas del plato.

Esperé con la cabeza en otra parte lo que me pareció una eternidad en


absoluto silencio mientras que Astor hablaba de cosas que en nada me

concernían con su grupo. Cuando por fin me miró, probablemente

comprobando que seguía ahí, cruzó algunas palabras con mis padres.

–Ha sido un día muy emocionante, si me lo permites, voy a retirarme. –dije

en el tono sumiso más forzado de mi vida.

Astor enarcó una ceja en mi dirección y luego asintió.

Supuse que me pondría algún problema pero después me reprendí a mí

misma por ello; ¿Por qué iba a ponerme trabas para perderme de vista?
Entré a mi cuarto algo enfadada conmigo misma por alguna razón que no

iba a ponerme a descifrar y me asomé a la ventana. Astor y su grupo iban a

salir a celebrar la boda como era típico en el clan, caza y pelea. Mi reciente

esposo iba sin camiseta y, aunque no lo había hecho anteriormente, me fijé

en su imponente cuerpo cubierto de una fina capa de bronceado. Justo a

continuación solté sin pretenderlo una carcajada; Seguro que había más

chicas de las que podía contar dentro de la manada odiándome por estar con

él, como si esperasen que después del jaleo fuese a venir a mi cuarto a
cumplir con las tareas maritales. Qué absurdo.

“Porque tú no me gustas” había sido su motivo para elegirme… Una noche


de bodas muy prometedora no esperaba.

Me puse a dibujar en mi cuaderno de hojas blancas plasmando, una vez


más, lo bonito que había a mi alrededor aunque no me refiriese a mí: El

bosque tenía cierto encanto y las acciones más comunes contenían algo
hermoso que reflejar.

La noche fue cayendo progresivamente y, aunque no lo hice a propósito en

ningún momento, fui levantando a intervalos mi cabeza de la tarea para


mirar por la ventana si volvía Astor. No había esperado una noche de bodas

en sí, por supuesto que no, ni siquiera la quería, pero si pasó por mi mente
que podría haber hecho el esfuerzo de tener una conversación conmigo tras
el enlace.

Debía volver a mi indiferencia de inmediato. Había cambiado de casa, pero


aquella habitación en la casa del alfa, iba a ser como mi sótano y no tenía
intención de salir de ella más del tiempo necesario.

Las líneas en mi cuaderno fueron haciéndose más débiles conforme el

sueño se iba apoderando de mí y una lágrima mojó mi boceto. Mierda. Lo


quité justo a tiempo para reprenderme a mí misma por volver a tener un
momento de debilidad; Nadie quería a Delia Stuart, la chica de la

transformación tardía, y eso no iba a cambiar.

Oí y olí a Astor frente a la puerta de mi habitación. Sabía que estaba allí

plantado por lo que giré la cabeza a la espera de ver qué tenía que decir,
pero no debía tener nada importante porque arrastró los pies hasta su

habitación para cerrar tras de sí.

Se suponía que había tenido suerte, que la gente tendría que querer

relacionarse conmigo… ¿Era eso lo que yo quería?


 
 
CAPÍTULO 5
 
ASTOR
 

Me desperté como cada día admirando el sol por la ventana antes de que

cualquier otro miembro de la manada se despertase, o eso creía porque oí


ruido en la habitación contigua.

¿Qué hacía Delia despierta a las cinco de la mañana?

No había cruzado con ella ni una sola palabra desde el enlace, tal y como

había planeado, mi boda no iba a interferir para nada en mi forma de vida,

pero eso no quitaba que me sintiera algo culpable por haberla dejado sola en
la casa sin decirle siquiera a quién podía recurrir si necesitaba algo.

Me vestí con un pantalón de chándal para ir a hacer la ronda y una camiseta

negra de pico de manga corta para después salir del cuarto parándome en el
de Delia. Toqué la puerta con los nudillos y abrí tras sentir que no había

nadie dentro.

La cama estaba deshecha y había unos cuantos dibujos esparcidos por la

habitación. Los observé, dibujaba ciertamente bien. Me asomé a la ventana


desde su cuarto para verla, asombrado, echar a correr camino al bosque

profundo.

¿Dónde iba?

Una parte de mí me advirtió que así estaba bien, que no necesitaba saber lo

que hacía, ella servía a mis propósitos de tener una esposa para que me

dejasen en paz y cuanto menos relación tuviera con ella mejor; Pero otra
parte, en mi interior, tenía curiosidad de saber cómo era y dónde diantres

iba a las cinco de la mañana bosque a través.

Contra todo pronóstico, me transformé para salir de la mansión en su busca.

Tenía un rastro inconfundible, dulce como el almizcle, así que no me fue

difícil localizarla. Corría en su forma humana a una velocidad


impresionante, iba vestida con unos pantalones holgados y un suéter de

algodón. La seguí hasta que se detuvo utilizando las rocas superiores para

que no me detectase.

–Creía que no éramos esa clase de matrimonio. –dijo alto y claro

demostrando que no había sido tan silencioso como creía.

Bajé en mi forma humana hasta ella. Estaba parada, con un fino reguero de

sudor en la frente, y las mejillas coloradas.

–Estás en buena forma física. –comenté intentando cambiar de tema.


– ¿Por qué me sigues? –interrogó frunciendo el ceño. –Casarme contigo y

seguir cada uno con su vida, eso fue lo que dijiste. –añadió colocando las

manos en sus caderas.

Estaba realmente molesta.

–Solo me dio curiosidad ver donde ibas a estas horas. –contesté. –Además,

soy el alfa, puedo moverme por el territorio como me plazca. –repliqué a la

defensiva.

–Ya veo. –murmuró poniendo los ojos en blanco. –Corro para despejar la

mente. –concluyó retándome a decir algo más.

–Te mueves rápido. –concedí.

Estuve a punto de preguntarle por su transformación. No me constaba que

lo hubiese conseguido nunca pero no parecía ser enfermiza ni nada por el

estilo para no poder conseguirlo. Decidí callarme.

–Necesito lienzos pequeños y pinturas, puedo ir a buscarlos a mi casa… –

dijo dubitativa.

–Te llegarán nuevos hoy. –aseguré.

Ella asintió desviando su mirada hacia otro lado.

–Buenos días. –saludó alguien a nuestra espalda. –Delia, te veo genial. –

añadió Lori forzando cada una de sus palabras.


Ella estaba en lo más alto del escalafón social y no creía que quisiese hablar

con Delia, al menos no hasta que se había convertido en la cúspide de la

manada al convertirse en mi esposa.

–Buenos días. –contestó Delia bajando la cabeza. –Yo… Tengo que irme

ya. –afirmó para después salir disparada de nuevo en dirección a la

mansión.

–He intentado ser agradable. –dijo Lori a modo de disculpa.

No quería incomodarme, nadie quería.

Levanté la mano restándole importancia porque, en realidad, ni siquiera

sabía yo mismo lo que había ocurrido.

–Ojos que te ven. –exclamó mi hermano Luka cuando llegué al lugar de

encuentro tras la barrida del perímetro.

–Estaba ocupado. –afirmé tranquilo. – ¿Qué se sabe? –interrogué

sentándome en una de las mesas de roble de los exteriores.

–Hay muchos indicios… Creo que nos estudian para atacarnos, no parecen

vampiros. –contestó Brent.

–Podemos con ellos, sean quienes sean. –repliqué con la seguridad que me

caracterizaba.
–Ahora tienes que tener más cuidado, Astor. –dijo riéndose Luka. Le hice

un gesto indicándole que no comprendía por qué. –Por eso de estar casado.

–añadió carcajeándose.

–Tu esposa volvería al sumidero de la indiferencia si te mueres. –intervino

Pol, otro de mis amigos riéndose.

Ellos sabían perfectamente que aquella decisión había sido una maniobra de

evitar que siguiesen torturándome con sentar la cabeza. Un zasca a todos los

que se creían con derecho a dirigir mi vida.

–Astor. –dijo Brent serio señalando con la cabeza a mi izquierda.

Me giré justo a tiempo de ver el dolor reflejarse en la mirada de Delia.

Siguió su camino sin decir nada aunque yo sabía perfectamente que ella lo

había oído.

–Era una broma. –aseguró Pol disculpándose sin dejar de tener cara de

pillo.

Negué con la cabeza decidido a alejarme del grupo para hablar con ella

pero, como si me sintiese detrás de ella, hizo  un gesto con la mano

descartando la idea.

–No debe ser fácil. –dijo Brent que había seguido mis pasos.
–Ella sabe perfectamente que esto nos conviene a ambos. –contesté casi

justificándome.

¿Por qué me sentía mal?

–Ella y todos, Astor. Es la herramienta para no tener que casarte con nadie

que importe, eso no da respeto. Ni siquiera tus amigos le dirigimos la

palabra más allá de lo que te concierne a ti. –explicó dándome una palmada

en el hombro.

Bufé sintiendo que aquello estaba resultando más complicado de lo que

esperaba. Toqué a la puerta de su habitación esperando no tener que

consolarla, yo no era de los que hacía eso. Abrí sin obtener respuesta para

encontrarla inmersa en un dibujo que estaba haciendo, llevaba los cascos

puestos donde la música sonaba a todo volumen.

Se dio cuenta de mi presencia a los minutos y, lejos de quitárselos, subió el

volumen.

–Tranquilo, no esperaba otra cosa. –dijo sin mirarme.

Cerré la puerta para volver a mis tareas. No tenía ni tiempo ni ganas de

ponerme a ocuparme de esas cosas, pero estaba profundamente molesto.

¿Con quién? ¿Con ella o conmigo?


Estaba en la biblioteca teorizando sobre quién podría estar detrás de las

incursiones en el territorio para recabar información con la que poder

atacarnos cuando Delia entró sin llamar.

–En realidad yo también te hago un favor. –acusó sin más. –Todos saben
que soy tu herramienta pero lo que no saben es que no es un matrimonio

consumado y por tanto no válido. Yo me callo eso en tu beneficio. –añadió.

Me levanté, todo lo alto e imponente que era, para llegar y quedarme a unos

pasos de ella.

–Creía que estaba claro cuando te lo pedí que sería así. –afirmé sin

alterarme ni un ápice.

–Y claro que va a ser así, no tengo ningún interés en acostarme contigo. –


replicó vehemente. –Pero no quiero que te burles abiertamente, sino yo

también me reiré de lo absurdo que es que intentes timarles con este circo. –
añadió.

– ¿Quieres que resolvamos el problema de la no consumación para que no


te deba una? –interrogué sin ser consciente del significado que tenían las

palabras que salían de mi boca.

Delia se echó dos pasos hacia atrás y solo entonces me di cuenta de cuánto

rehuía la idea.
–No voy a estar en el punto de mira para que se rían de mí, ya se reían
suficiente cuando era invisible. –murmuró antes de irse.

Yo no me había reído de ella y no había sido mi intención dejar que nadie lo


hiciese, aunque, quizá, podría haber sido algo más tajante con mi propio
grupo. Me rasqué la nuca pensativo; ¿Por qué le había parecido tan terrible

mi pregunta aunque ni siquiera lo había pensado de verdad? ¿Era acostarse


conmigo tan malo?

Aquella idea se quedó rondando por mi cabeza pese a no tener ningún


interés en que me desease; Alguien como ella no podía rechazar a alguien

como yo.

¿No había sido precisamente la candidata perfecta por no provocar nada en

mí y no tener ningún interés hacia mi persona? ¿Y por qué repentinamente


me molestaba?

Decidí seguir con la investigación de las incursiones y, como si no tuviese


nada que ver, se me ocurrió llamar a los Stuart, hermanos de Delia, a la

mansión para conocer su opinión.

¿Casualidad? No, claro que no.

–Pasad. –ordené en cuanto oí que estaban al otro lado de la puerta de la


biblioteca peleándose por quién debía entrar primero.
–Hola Astor. –saludó Eliot educadamente.

Marcos no era mucho más pequeño que yo en realidad y nos llevábamos

bien, sobre todo en las misiones del ejército, pero me debía un respeto que
se hacía palpable en cada una de sus palabras. Eliot por su parte, no debía

tener más que un par de años más que Delia.

–Alfa. –dijo Marcos más callado.

Marcos era recto como una regla para todo lo que hacía, le encantaba ser
obsesivo y meticuloso mientras que Eliot tenía una filosofía más distendida,

siendo ambos claro fuertes y buenos guerreros.

–Quería preguntaros por estos indicios, para ver si se os ocurre quien puede
ser. –aseguré aunque no creía que fuesen a decir nada productivo.

¿Por qué los había llamado entonces?

Delia.

No escuché prácticamente lo que dijeron mientras en mi cabeza iba dándole


forma, una y otra vez, a cómo sacar la conversación que me interesaba.

–Hace mucho que no hablamos con ella. –soltó Marcos repentinamente


como si leyese mis pensamientos. –Tampoco te habíamos visto a ti hacerlo

antes de la boda. –añadió sin ninguna clase de prepotencia.

–Si no la veías hace mucho no puedes saber si yo lo hacía. –afirmé tajante.


–Cierto. –murmuró más por no llevarme la contraria que porque fuese su

pensamiento.

–Ya puedes irte, Marcos. Gracias por tu ayuda. –contesté notando su gran
desprecio hacia mi esposa, su hermana. –Tú quédate, Eliot. –añadí

sorprendiendo al alegre de los dos.

Todo se quedó en silencio cuando estuvimos solos y él perdió la sonrisa de


golpe. Se rascó el dorso de las manos a la espera de mi pregunta, pero
decidí dejar que fuese él quien, presionado por la propia situación, dijese

algo.

– ¿Quieres hablar de ella? –cuestionó dubitativo.

–Una transformación tardía no explica que no se relacione con su propia


familia. –respondí intentando restarle importancia.

–Mi padre se decepcionó mucho en su momento. –dijo para después


carraspear. –Se perdía menos estatus dejándola a un lado que metiéndonos

en peleas para defender su honor. –añadió con el gesto contraído.

– ¿Y ahora? –pregunté enarcando una ceja.

–Supongo que ahora está bien estar con ella. –respondió incómodo.

–Quiero la opinión de tu padre sobre esto. Diles que vengan a cenar y venid
vosotros dos también. –ordené girándome hacia la ventana.
La conversación había concluido para mí.

–Eso no es lo que habíamos hablado. –dijo Delia en cuanto su hermano


salió.

¿De dónde salía su voz?

Miré hacia el techo para comprobar fascinado que estaba ahí arriba acostada

sobre una viga. Sí había sentido su rastro pero había concluido que se
trataba de algo normal si estaba por la casa.

– ¿El qué? –pregunté sin intentar que bajase.

Oía su respiración agitada y como tragaba con dificultad, no debía haber

sido fácil escuchar lo que decían de ella.

–No obligues a mi familia a estar conmigo. –contestó arrastrando las


palabras. –Por cierto, son los lobos de nieve. –afirmó tranquila. –Los que

buscas, los que se meten a investigar. –concluyó.

No me dio ninguna explicación al respecto pero se levantó para andar por la

viga hasta un agujero de ventilación y meterse dentro.

¿No habría sido más fácil utilizar la puerta?

Subí hasta su habitación pero no la encontré allí. Intenté rastrearla pero todo
tenía su fragancia era muy complicado. Su técnica de escondite y disuasión

era mejor de lo que esperaba para alguien sin entrenamiento militar.


¿Qué secretos escondía Delia Stuart?

Tal y como esperaba, por alguna razón, Delia no estaba en la mansión


cuando llegó la hora de comer. Aún habiéndolo supuesto, decidí que no era
buena idea cancelar esa comida.

Los Stuart llegaron puntuales, como no podía ser de otro modo y


agradeciendo la invitación.

–Es un honor comer a tu mesa nuevamente. –dijo el patriarca, Gard Stuart.

¿No habría sido lógico que la siguiente pregunta hubiese sido el paradero de
Delia?  Pues podía morirme esperando y eso que era prácticamente
inmortal.
Los ojos de Mara sí paseaban a un lado y a otro de la sala en su busca pero
no dijo nada.
–Quiero que disfrutéis de una buena comida ahora que somos familia. –
contesté con toda la intencionalidad.
Eso le produjo una visible satisfacción a Gard y a su hijo Marcos; Vivían
por su estatus y se habían ganado el que tenían.
–Hay muchos manjares, gracias. –comentó tímida Mara.
–Lo cierto es que me gustaría saber tu opinión sobre algunas incidencias
que están ocurriendo en el territorio, Gard. –aseguré.
Gard dio su opinión de forma extendida sobre las manadas vecinas y sus
tácticas de espionaje; Era un hecho que sabía de qué hablaba en cierta parte,
gajes de la experiencia.
–Y eso es todo lo que puedo decir, no sé si habré sido de ayuda. –afirmó
orgulloso.
La comida familiar había acabado y, sin embargo, no quería dejarme lo más
importante en el tintero.
–Sois una familia muy preciada para la manada. –aseguré consiguiendo una
sonrisa de todos los participantes. –Pero por encima de la vuestra, en rango,
está la mía. –añadí.  Sus sonrisas de borraron de golpe. –Delia es mi esposa
y, por tanto, la segunda persona más importante de esta  manda. No lo
olvidéis. –concluí a modo de advertencia.
 
 

 
 
CAPÍTULO 6
 
DELIA
 

Algo había cambiado sensiblemente en el ambiente aquella mañana cuando

salí de la mansión agarrando fuerte mi cuaderno y procurando no caer en el


medio de un partido de balón que rompiese mis gafas.

–Buenos días. –saludó alguien con respeto al pasar por mi lado.

–Delia, ¿vendrás al círculo de iniciación hoy? –preguntó Lori cuando me

vio.

¿Me estaba hablando a mí?


Una pelota alcanzó mi pierna y me asusté.

–Lo siento. –balbuceó el niño antes de cogerla.

¿Qué estaba pasando?

–Delia. –exclamó Elvira, la madre de Astor. –Ven aquí, querida. –solicitó.

Lo hice. No se me ocurrió ninguna excusa plausible para no hacerlo.

–Buenos días. –saludé forzando una media sonrisa.

–Deberías venir al círculo de iniciación hoy, es un acto importante en

nuestra comunidad. –afirmó tranquila. No dije nada y no pensaba ir. –Astor


se ha tomado muchas molestias en que todo el mundo sepa que ahora eres
parte de la familia del alfa. –añadió asintiendo.

Así que era eso… Fuese lo que fuese lo que había dicho Astor había calado
lo suficientemente claro como para que tuviesen miedo de ignorarme. No
me consolaba mucho pero sí algo; A esas alturas, no esperaba hacer amigos
ni nada por el estilo pero si cesaban las burlas mejoraría sensiblemente mi

existencia.

–Iré. –accedí sin ganas.

Tampoco era cuestión de dejarle con el culo al aire.


Me desmarqué de Elvira en cuanto pude. No tenía ganas de un paseo
“madre e hija” más falso que una luna verde. Fui directa al río para

sentarme en una roca a dibujar colocándome los cascos disfrutando de la


música; Había voces que no quería escuchar.

Alguien tocó mi hombro y, aunque no sabía quién era antes de girarme, su


rastro se me hizo conocido.

– ¿Pol, verdad? –interrogué quitándome los cascos. Asintió. – ¿Necesitas


algo? –pregunté cerrando mi cuaderno.

–Ver cómo estás, creo que nunca hemos hablado. –afirmó con una sonrisa

en su rostro que no me gustó.

–Pues estoy bien. –repliqué cortante.

– ¿Irás al círculo de iniciación? –interrogó maliciosamente.

Entonces lo recordé. Él hizo el círculo de iniciación el mismo año que yo


debía haberlo hecho y su transformación fue impresionante.

–Iré, con Astor. –dije sintiéndome más segura en ese momento.

–En algún momento encontrará a su alma gemela y tú quedarás relegada a


lo que eras, o peor. –aseguró haciendo que sonasen punzantes todas sus
palabras.
–Pero hasta ese momento… Mejor si te alejas. –amenacé yéndome de mi

lugar de tranquilidad todo lo rápido que pude.

Por algún motivo acabé en la puerta de mi casa familiar. Mi madre me abrió


sonriente y me ofreció una bebida caliente, mi padre no estaba. Bajé al

sótano, que seguía exactamente igual, y me tumbé en la cama con el sabor


del chocolate caliente aún bajando por mi garganta. No sabía qué hora era
pero tampoco me importaba, yo no tenía nada que hacer.

Una fragancia conocida inundó mis fosas nasales y me desperté en busca de


Astor, era imposible pero me pareció que había estado allí abajo.

–Es la hora del círculo. –dijo mi madre bajando la escalera del sótano lo
suficiente para verme despierta. –Por si quieres ir. –añadió haciéndome
saber que no me obligaba.

Me levanté sin ganas y anduve hasta el círculo de hojarasca quemada donde


los lobos que tenían la edad hacían sus primeras peleas transformados.
Había amistades que se forjaban allí de por vida. La gente me dejó pasar,

claro que sí, aunque no lo hubiesen hecho en toda mi vida. Me coloqué a la


derecha de Astor que miraba emocionado a sus nuevos miembros y
permanecí en silencio.

–Ella no se llegó a transformar y mira dónde ha llegado. –murmuró un


padre a su hijo nervioso por transformarse.
Así que yo era el consuelo… Genial.

El círculo duró más de lo que hubiese deseado y, por fin, sentí que podía
despegarme de aquel circo.

–No se notan las feromonas de él en ella. –susurró Lori al oído de su amiga


Tris. –Creo que ni siquiera por las apariencias son capaces de consumar. –

añadió.

Hice como si no hubiese oído nada porque, en realidad, nadie sabía lo


desarrollado que tenía yo el sentido del oído. Además, si no me daba por

enterada, no tenía que contestar.

Vi de reojo la mandíbula apretada de Astor y supe que él también lo había

oído. No dijo nada así que me pregunté si querría hablar del tema, por si
acaso aceleré el paso para esconderme en mi cuarto.

Me bañé por una eternidad. El agua no quitaba el recuerdo del día en el que
tendría que haberme transformado y no fui capaz de hacerlo. Alguna
lágrima corrió rebelde por mi rostro pero se confundía con el resto del agua;
Arte del disimulo.

Tuve que reírme cuando me puse el albornoz, no podía decir que mi calidad
de vida no había mejorado.
Astor abrió la puerta de la habitación de golpe sobresaltándome. Apreté el

albornos contra el pecho esperando una explicación.

–Llevo llamando una hora. –afirmó a modo de disculpa.

–Estaba bañándome. –repliqué molesta con su intervención.

Sus ojos cayeron sobre mi cuerpo durante un minuto para luego centrarse
nuevamente en mi rostro.

–Oye… Sé que no lo hablamos en su momento pero… La manada nota


ciertas cosas. –murmuró con una emoción en el rostro que no supe
interpretar.

–No voy a acostarme contigo. –solté sin darle vueltas.

– ¿Tan terrible sería? –preguntó haciéndose el digno.

–Yo no he dicho eso. –contesté sintiendo que la habitación, con su

imponente cuerpo allí, se hacía más pequeña. –Solo que no va a pasar. Si


era parte de tu plan, puedes volver a mandarme al sótano. –afirmé
cruzándome de brazos.

–Solo era una idea, quizá te apetecía que la gente te dejase de ver como
alguien digno de no tocar ni con un palo. –soltó.

Dolió.
– ¿Y tú ibas a estar dispuesto a hacerme ese favor? –interrogué intentando
no desmontar mi entereza.

–No  quería decir eso. –aseguró rascándose el puente de la nariz.

–Pues no digas nada más y sal de mi cuarto. –ordené enfadada.

–Delia… –murmuró en tono conciliador.

– ¡Fuera! –grité fuera de mí.

Cerré la puerta con toda la fuerza de la que era capaz. Me habían hecho

burlas y bromas humillantes a lo largo de mi vida pero nada me había hecho


sentir peor que aquel momento; ¿Estaba dispuesto a acostarse conmigo por
pena? Antes muerta.

Me senté en el borde de la cama tan cabreada que era incapaz de contener


las lágrimas saliendo como una cascada de mis ojos por mucho que las
limpiaba con fuerza utilizando el dorso de la mano.

¿Quién se creía Astor?

Por muy alfa que fuese podía irse al cuerno.

En un instante mi menté voló imaginando el cuerpo de Astor, imponente y


fuerte, cerca de mí acompañado de su fragancia caliente. Me reprendí de
inmediato.
Pol tenía razón en lo que me había dicho por muy odioso que hubiese sido
conmigo: Astor acabaría por encontrar a su alma gemela y no habría cabida
para mí.

A la mañana siguiente, me deshice de las gafas para salir a correr y me hice


una coleta alta. También escogí un pantalón menos holgado y un suéter que
aunque cubría todo, se ceñía al cuerpo. Yo no era ninguna loba que no
estuviese a la altura física de las demás, lo que pasaba era que nadie me

había dado la ocasión de demostrarlo; Simplemente, más allá de los quince


años nadie me había mirado como algo más que mi ropa holgada y mis
gafas.

¿Había intentado yo lo contrario? No, si todos me odiaban no buscaría su


aprobación.

Salí a correr hasta que oí el trote de alguien cerca de mí. Me paré en seco y
me giré pese a estar llegando ya la hora de salida del resto.

–Delia. –saludó Brent.

Su mirada recorrió todo mi cuerpo con gesto de sorpresa.

–Hola Brent. –saludé concediendo que él no había sido desagradable, en sí,


nunca conmigo.
–Tú… –Cerró el pico de pronto. –Pensaba que… –Volvió a callarse.

– ¿Pensabas que tenía alguna razón física para no transformarme? –


cuestioné terminando las palabras que no salían de su boca.

–No quería ofenderte. –aseguró con sinceridad.

–Ya… –murmuré.

– ¿Quién es tu amiga? –gritó una voz jocosa a nuestra espalda.

Pol.

–Delia. –exclamó haciendo el mismo gesto de sorpresa.

–Tengo que irme. –dije sintiendo que aquello de salir de mi caparazón no


había sido una buena idea.

–Espera, no quería molestarte. –aseguró Pol.

¿Y esa amabilidad?

Su mano se posó en mi antebrazo parándome de pronto.

–Suéltame. –ordené en tono bajo.

De repente mi seguridad se quebró. ¿Y si se burlaba de mí?

–Suéltala. –ordenó Astor a mi espalda.


Cuando me giré vi la expresión más amenazante que había visto alguna vez
en su rostro.

–Solo quería disculparme por una cosa que le dije antes. –aseguró en un
tartamudeo Pol.

–Eso no implica que la toques, no lo hagas. –Se acercó a él un poco. –


Nunca más. –concluyó con un gruñido gutural.

Mis ojos se encontraron con los de Astor por un instante para después irme
sin decirle nada.
 
 
CAPÍTULO 7
 
ASTOR
 

–Es una forma extraordinaria de ver el terreno. –afirmó Brent hablando con

Delia que sonreía de forma serena.

–Gracias. –murmuró ella.

–Brent, nos vamos. –ordené.

Delia había causado un gran revuelo en cuanto se había desprendido de las


prendas que la escondían. Yo había conseguido ver que algo no cuadraba en

cuanto la había perseguido corriendo, ese rendimiento físico era superior a


la media; ¿Por qué entonces dejar que todo el mundo pensase mal de ella?

Aún no transformándose podría haber ganado amigos y pretendientes en

forma humana.

¿O no?

La duda estaba ahí latiendo en mi cabeza como un quebradero constante. Y

encima estaba el hecho de estar pegada siempre a Brent, quien la

encontraba fascinante.
– ¿Estás celoso? –preguntó mi amigo andando hacia la zona de la última

incursión.

–Claro que no, es mi esposa. –dije remarcando cada palabra.

–Pero vosotros no tenéis nada. –afirmó casi como si fuese una acusación. –

Digo que algún día encontrarás a tu alma gemela y ella será historia. –

añadió.

–Mi alma gemela no existe y ella es mi esposa así que agradecería que todo

el mundo dejase de esperar a que la devuelva al sótano. –espeté.

–No creo que nadie la quiera mandar al sótano de nuevo. –aseguró.

Eso crispó mis nervios.

–Además, eso de que no tenemos nada… –Dejé la frase en el aire.

–Ella espera a su alma gemela. –contestó en una confesión que ella debía

haberle hecho.

Así que era eso…  No era por no hacerlo conmigo sino que no lo había

hecho con nadie.

Eso me consoló estúpidamente.

Delia no me dirigía prácticamente la palabra desde el día en el que le había

sugerido que nos acostásemos y habíamos acabado discutiendo. Solo


entonces empecé a notar todas las cosas que decía cuando yo pensaba que

no hablábamos en un principio.

Me deshice de Brent para pensar en la soledad de mi biblioteca en las

incursiones que, cada vez, llegaban más dentro de mi territorio.

– ¿Por qué aún no has concluido que son los lobos de la nieve? –preguntó

una voz por encima de mí.

Miré hacia arriba para encontrar a Delia tumbada en una viga.

– ¿Pasas ahí mucho tiempo? –cuestioné bajando la cabeza para que no me


viese sonreír.

–Más tiempo del que crees. –aseguró poniendo mi curiosidad al límite.

– ¿Por qué estás convencida de que son ellos? Los has mencionado en

alguna ocasión pero son aliados y no me has dado ninguna explicación que

merezca la pena. –repliqué.

–No sabía que mi opinión contase para algo. –afirmó en un murmullo.

–Y aún así la sigues dando. –volví a la carga.

¿Por qué estaba tan enfadado?

–Eres un borde. –exclamó levantándose para irse andando por la viga.

–Y tú una hipócrita. –recalqué consiguiendo que se parase.


No tardó ni un minuto en bajar por la columna y ponerse a mi altura.

–Retira eso. –espetó señalándome con un dedo.

–No. Vivías en una burbuja porque querías y de repente sales como si


fueses la primera flor después de la nieve. –acusé.

–Tú no sabes nada. –aseguró.

Por un instante vi un rayo de dolor cruzar por su mirada.

–Pues explícamelo. –reté con el corazón bombeando más de lo que podía

aguantar sin que mi pecho subiese y bajase al compás.

–Nadie quiere a alguien que no puede transformarse. Daba igual la forma

física que alcanzase o que pudiera haber participado en el entrenamiento

militar perfectamente, solo están dispuestos a obviar lo de la transformación

porque si tú quieres algo tiene que ser lo suficiente bueno. –explicó.

–Que seas atractiva o no es algo que no depende de mí. –murmuré.

–Ningún chico llevaría a casa a una mujer que no puede transformarse, no

es lo mismo que quedarse con la mujer del alfa cuando este encuentre a su

alma gemela. –argumentó.

– ¿Has intentado transformarte después de los círculos? –pregunté con

curiosidad.
–Eso no es asunto tuyo. –contestó con vehemencia.

–Podemos consultar con otras manadas, intentar averiguar por qué no

puedes. –sugerí.

– ¿Por qué ahora sí es importante? –interrogó riéndose. –A mí me

importaba cuando tenía catorce años y pasé a ser el último mono de esta

manada, ahora no. –concluyó.

– ¿Por qué crees que son los lobos de la nieve? –cuestioné cambiando de

tema sabiendo que si no se iría, ella era así.

–Todo el tiempo que otros han perdido haciendo el pavo, conociéndose y

yendo a fiestas yo lo he pasado delante de libros. Te digo que son ellos,

puedes elegir creerme o ignorarme como has hecho siempre. –soltó

acusatoriamente.

–Yo no he pasado de ti. –afirmé defendiéndome.

–Apuesto a que no sabías ni que aspecto tenía si te mencionaban mi

nombre. Apareces por la puerta de mi casa queriéndote casar conmigo

porque, simplemente, soy alguien a quien mangonear y que no tiene otra

opción… ¿Eso te hace el bueno de esta película? –cuestionó gritando.

–No ha resultado ser un mal plan. –aseguré enfadado.

Ni siquiera sabía por qué estaba tan cabreada en ese momento.


–No te importo. –recalcó encogiéndose de hombros.

– ¿Y se supone que debería ser distinto? Creo que te estoy haciendo mucho

más caso del que se suponía que te iba a hacer en un primer momento. –

aseguré.

–Pues no lo hagas. –dijo dando por finalizada nuestra pelea.

Alguien tocó a la puerta de la biblioteca dando el espacio perfecto para que

Delia desapareciese utilizando el conducto de ventilación. Me froté el

puente de la nariz y le di paso a quien fuese.

Mi padre, lo que me faltaba.

–Siento pillarte en un momento tan inoportuno. –aseguró carraspeando

incómodo.

– ¿Qué quieres? –interrogué sin rodeos sentándome detrás del escritorio.

–Sé que elegiste a Delia por darnos en la cara a tu madre y a mí, pero si la

elegiste tienes que hacer el matrimonio válido y, si no es así, deja el circo. –

soltó para mi sorpresa.

Estaba yo en ese momento para convencer a Delia de que nos acostásemos

para que fuese un matrimonio válido.

– ¿Sabes también que al alfa se le permiten tener varias esposas, verdad? –

interrogó dándome otra salida.


–Suficiente tengo con una. –repliqué saliendo de la biblioteca.

Necesitaba correr, si me quedaba allí iba a explicarles a todos por dónde

podían meterse sus exigencias y dudas. Yo era un buen alfa, siempre lo

había sido y nada tenía que ver si me relacionaba sexualmente con mi mujer
o no.

Volví con la camiseta en la mano empapado de haberme bañado en el río.


Era la hora de la cena y todo el mundo debía estar a la mesa con sus

familias, todos menos yo. Subí a mi cuarto con la idea de dormir para ver
todo con más claridad al día siguiente pero, cuando entré, me quedé

petrificado al ver a Delia durmiendo en mi cama. Me eché para atrás


comprobando que, en efecto, era mi cuarto.

¿Qué hacía ella allí?

Admiré su cuerpo mientras dormía sintiendo un calor irracional inundar mi


ser. Estuve a punto de irme a dormir a otra parte pero, si ella era la que

había ido hasta allí, no podía molestarse porque me tumbase; Era mi cama.

Empecé por tumbarme boca arriba pero mi cuerpo era demasiado

consciente de tenerla al lado. Mi miembro se reveló por algún motivo pese


a espetarle que no era el momento. Me giré hacia ella y le pasé el brazo por

encima. Se acurrucó más hacia mí mientras seguía dormida. Su fragancia


dulce lo envolvía todo y no estaba seguro de poder contenerme pero la
sensación era tan agradable que decidí disfrutar de dormir juntos, sin más.

Estaba dormido cuando noté su cuerpo girándose hacia el mío. Entreabrí los
ojos para comprobar que seguía dormida. Su pecho tocaba mis pectorales y
el calor que irradiaba era tal que pensé que la cama iba a salir ardiendo.

– ¿Qué estás haciendo, Delia? –pregunté en un susurro sin esperar

respuesta.

–Si añades otra esposa a esta ecuación, una que no sea tu alma gemela, la
mataré. –anunció abriendo los ojos solo un momento para comprobar que

estaba escuchando.

Y por todos los dioses, la creí.

Al despertarme con los primeros rayos del alba, ella ya no estaba ahí.
Supuse, mientras me levantaba negando con la cabeza, que no deseaba que

le hiciese preguntas al respecto de su amenaza o de por qué había acabado


durmiendo en mi cama.

Tras vestirme, salí dispuesto a hacer la ronda cuando una risa paralizó mi
corazón. Sabía de quién provenía sin lugar a dudas, pero nunca la había

oído hacerlo.
Me asomé a la entrada del bosque para encontrarme a Brent y a Delia
hablando animadamente mientras entrenaban.

¿Por qué Delia no estaba enfadada con él? ¿Él acaso le había hecho algún
caso antes de ser mi esposa? Hipócrita.

–Espero que tanta diversión sea porque ya has terminado tu ronda. –dije con
voz seria mirando a mi amigo.

Los dos se giraron hacia mí pero, en especial, ella me miró entrecerrando


los ojos.

–Iba ahora. –contestó Brent bajando la cabeza para irse al trote.

– ¿Piensas hacer que todo el mundo me deje sola o algo por el estilo? –

espetó Delia frunciendo el ceño.

–Él hace las rondas todas las mañana, no es nada personal. –Mentira. Me
había molestado verlos juntos en tanta cercanía.

– ¿Sabes? He cambiado de opinión, deberías escoger otra esposa a la que


torturar. –dijo con desdén.

–Eso no significaría que tú pudieses estar con otro macho, jamás. –respondí
con la sangre ardiendo a toda prisa por las venas.

– ¿Es eso lo que te preocupa? –preguntó en una risa irónica que, pronto, se
transformó en sensual. Dio dos pasos hacia mí y colocó una de sus uñas en
mi pecho desnudo. –Si tuviese que elegir a alguien con quien acostarme,

sería contigo. –confesó con un brillo en los ojos. –Pero decidí hace tiempo
que no traspasaría esa línea más que con mi alma gemela. –Hizo una pausa.

Mi satisfacción animal gruño ante esa afirmación. –Además, creí que me


habías escogido a mí precisamente porque no te interesaba en ese sentido. –

concluyó girándose hacia el bosque.

Dudé cuando la vi echar a correr pero decidí que no era un buen plan
seguirla. Tampoco tenía ni idea de qué decirle al respecto. Ella despertaba

algo en mí repentinamente que creía dormido.

– ¡Lobos de la nieve! –gritó Luca cuando casi llegaba al punto de encuentro

tras la ronda.

– ¿Cuántos? –pregunté en gruñido feroz.

–Todos sus guerreros. –contestó preparándose para la transformación.

Delia había tenido razón en su suposición y yo no había sido rápido en

tomar las decisiones al respecto.

Aullé llamando a cada lobo del territorio para que, cualquiera que pudiese

luchar se transformase y, quienes no, corriesen a la mansión a ponerse a


salvo.

Un pensamiento cruzó mi mente helando mi sangre.


– ¿Por dónde están entrando? –interrogué con urgencia.

–Por el bosque Norte. –contestó mi hermano. – ¡Formación! –añadió


poniéndose a la cabeza de uno de los grupos.

Delia.

Atravesamos el bosque mientras, todo aquel que no iba a luchar, se

escondía tras los grandes muros. Corrí a toda la velocidad de la que era
capaz, lo cual era mucho. Intenté, con todas mis fuerzas, aspirar la fragancia

dulce de Delia para ir en su busca y ponerla a salvo.

–No está aquí. –dijo Brent como si supiese exactamente qué estaba
pensando.

–No te desconcentres en eso. –espetó mi padre transformado detrás de mí

como si me acusase.

Era mi esposa, tenía el deber de protegerla y más si tenía en cuenta que no


se podía transformar.

La lucha empezó cruenta y sangrienta con cada lobo luchando por ellos
mismos, su familia, su manada y por mí. En cuanto el alfa cayó bajo el

yugo de mis colmillos, los que quedaron adoptaron posición de sumisión o


huyeron. Di la orden de volver a la mansión y reestructurar quedándome

solo con mi hermano, Pol, Brent y mi padre.


Solo entonces, en el batir de los árboles, detecté algo más.

Vampiros.

No eran muchos y, sin embargo, nosotros tampoco. Tocábamos a dos por


cabeza y, eso, era demasiado para que alguien no saliese malherido. Habían

debido aprovechar el revuelo para entrometerse sin ser vistos.

–Si matamos al alfa, caerán todos. –dijo el líder de ellos clavando sus ojos
directamente en mí. Percibí miedo en ellos al mirarme a los ojos pero

intentaban disimularlo por todos los medios. –He oído que ha contraído
matrimonio, enhorabuena. –añadió.

Me quedé congelado por un instante, esperando a que dijese algo más. Recé
porque no hubieran encontrado a Delia antes de toparse con nosotros.

–Vais a morir, aquí y ahora. –anuncié.

–Una lástima no haberla podido conocer. –dijo el líder encogiéndose de

hombros. –Esperaba encontrarla luchando junto a su hombre. Una elección


curiosa, alfa. –añadió.

Sabían demasiado, eso era lo que me estaba diciendo.

¿Cómo podían haber estado tan dentro y no darnos cuenta? Los vampiros
no nos habían atacado hacía años por alguna razón.
Los ojos del líder se abrieron de pronto demostrando verdadero miedo.
¿Qué había cambiado?

Olí el olor dulce de Delia mucho antes de girarme para mirarla detrás de
nosotros.

Iba toda de negro, no llevaba gafas y una larga trenza color caoba caía hasta
su cintura. En cada una de sus manos sostenía una larga espada curvada y,

en su rostro, pétreo, podía leer la palabra “Muerte”.

–La asesina de vampiros. –murmuró el líder. – ¡Corred! –gritó en una orden

a su grupo.

Antes de poder pestañear ninguno de nosotros, las cabezas de los vampiros


estaban rodando por el suelo donde ella, a sabiendas de que era lo único que

les terminaba de matar, tiraba unos polvos negros y una llama para
prenderlos. Solo uno había escapado a la matanza. Ella se acercó a él

clavándole una de las espadas en la pierna para inmovilizarlo, él, pese a su


condición, suplicó.

–Corre la voz, pequeño vampiro. No se entra al territorio de Astor sin morir.


–dijo en un susurro.

El vampiro asintió y, en cuanto ella quitó la espada, lejos de intentar pelear,


salió corriendo.
Delia se giró hacia nuestro silencio y, simplemente, sonrió en mi dirección
antes de desaparecer de un salto entre los árboles. 
 
 
CAPÍTULO 8
 
DELIA
 

No había querido intervenir pero había tenido que hacerlo.

Mierda.

Al oler a la manada de los lobos de la nieve había pensado en esconderme

en unos árboles a esperar a que Astor terminara con ellos para después
aparecer con el cuento de haber tenido suerte pero, desde mi posición en

aquel abeto había sido de las pocas en ver entrar a los vampiros

aprovechando el desconcierto y no había podido evitar bajar hasta ahí.

Me quité el corpiño negro en la habitación para tirarlo por el suelo. La voz

se correría y mi anonimato se iría al traste; Era precisamente lo que no

había querido. Estaba empezando a destrenzarme el pelo cuando Astor


abrió las puertas de par en par de un golpe.

– ¿Piensas darme una explicación? –cuestionó con una voz seria de

advertencia.

No quería juegos, no iba a permitirlos.


–Nadie me preguntó nunca si sabía luchar. –contesté encogiéndome de

hombros.

–Eso, no es luchar. –Hizo una pausa. –Es aniquilar y, no precisamente a

seres fáciles de matar. –añadió cruzando los brazos sobre el pecho.

– ¿Creías que, simplemente, los vampiros no entraban a tu territorio porque

impones demasiado? Claro que sí, tu prepotencia te permite creer eso. –dije
en una acusación

– ¿Cuánto tiempo llevas matando vampiros? –interrogó.

Era capaz de oír los latidos de su corazón, fuertes y decididos.

–Desde los veinte. –contesté con sinceridad.

– ¿Por qué? –preguntó refiriéndose, por su mirada, al por qué nadie sabía de
sus habilidades.

–Me hice tan invisible para la manada cuando no pude transformarme

cuando todos vosotros esperabais que estaba siempre sola. –dije con los
recuerdos golpeando en mi pecho como si hubieran sido ayer. Dolían. –Yo

había estado entrenando tanto como los demás chicos, aunque fuera del

servicio militar, claro. Había leído sobre armas para matar lobos, vampiros

y toda clase de criaturas así que me aseguré de tener todo lo que necesitaba

pringando mis pequeñas dagas porque sabía que nadie me iba a defender.
Un día, a la orilla del territorio, un hombre imponente me vio y se abalanzó

sobre mí. –Paré recordando el pánico que había sentido. –Lo bueno de mi

apariencia fue que ni siquiera se planteó que lo atacase así que le clavé una

estaca con veneno paralizante y luego lo degollé para quemarlo. –expliqué.

– ¿Gritaste? ¿Alguien te oyó? –preguntó Astor quien tenía la mirada

oscurecida dejando que sus ojos zafiro pareciesen negros.

–Si lo hizo, no vino a ayudarme. –contesté tragando saliva.

–A partir de ese momento, confirmé lo que ya sabía, que estaba

completamente sola. –dije intentando respirar. –Así que me seguí

preparando para defenderme ante cualquier cosa. –Apreté los puños.

–Podías haber venido a decírmelo a mí. –murmuró Astor.

– ¿Y qué hubieras hecho? –pregunté alterada. –Nada, absolutamente nada

más que preguntarme por mi transformación. No creerías todas las personas


que te enumerase que oyeron mi grito y no fueron en mi ayuda, ni

castigarías a mi padre por no esforzarse en intentar ayudarme. –aseguré

conteniendo mi transformación.

–Deduzco que puedes transformarte. –dijo mirándome serio. Asentí sin

pensármelo dos veces. –Pero no lo has hecho nunca dentro de mi territorio,


lo habría sentido. –añadió.
–No me voy a transformar nunca aquí porque es lo único que le importa a

toda tu estúpida manada. Sé que estoy atada aquí por el juramento de mi

familia de deberte sumisión, pero eso no significa que participe en todos tus
circos. –espeté al borde de la ira.

– ¿Se te ocurrió mencionarme algo de esto antes o después de casarnos? –

interrogó gritándome por primera vez.

– ¿Qué hubiera cambiado exactamente? –pregunté seca.

Astor pasó una mano por su nuca sin dejar de mirarme.

–Entrarás al entrenamiento militar ahora y te transformarás como todos en

él. –afirmó en forma de orden. –La gente entenderá porque te elegí como

esposa sin necesidad de acostarnos. –añadió.

–No me elegiste por eso. –murmuré.

–Claro que no, ni siquiera lo sabía, pero tiene sentido que yo lo descubriese,

eso es lo que pensará la gente. –explicó.

–No lo haré. –dije poniéndome muy seria.

–Elige, Delia Stuart, o entras al servicio militar conmigo, cosa que será

sencilla puesto que se correrá la voz de lo que hiciste; O te acuestas

conmigo para que nadie ponga en duda nuestro matrimonio. –concluyó

poniéndome delante la decisión más difícil de mi vida.


Maldito Astor.

–Si me obligas a hacer esa elección, Astor. –murmuré sabiendo que, pese a

haberse dado la vuelta para oírse, no te lo perdonaré nunca. –concluí

formulando una especie de amenaza.

–Pues que así sea. –dijo sin girarse.

Brent me encontró sentada en una roca admirando la inmensidad de la


montaña. Se sentó a mi lado en silencio y me tendió unas bayas que llevaba

en la mano.

–Él no puede pretender que yo, ahora, me ponga a entrenar con el servicio

militar que no me ha querido en los últimos treinta y cinco años. –murmuré

sabiendo que él era consciente de toda la historia si estaba allí.

–Es bueno para ti integrarte. –afirmó encogiéndose de hombros con una

media sonrisa. –Para él tampoco es fácil. –añadió mirándome para ver cómo

reaccionaba a esa información.

–Él lo tiene absolutamente todo fácil, es el alfa. –contesté haciendo un acto

de contención.

–No sabía tu situación. –dijo arrastrando las palabras.

–Precisamente me eligió por mi situación, una nerd a la que poder

mangonear para dejar de sentir la única presión que ha sentido en su vida. –


murmuré con dolor en cada palabra.

–Brent… ¿Por qué tú nunca te fijaste en mí? –interrogué queriendo saber la

respuesta con sinceridad.

–Has permanecido con un perfil tan bajo que, quizá, has ayudado a que se

te hiciese invisible. No digo cuando eras joven, pero sí de más mayor. Por

eso no enseñaste tus habilidades, era como si quisieras seguir sola para

reafirmar lo que te pasó. –contestó poniéndome una mano en el hombro.

–Lo mío no se toca. –advirtió una voz a nuestra espalda.

Brent se separó como si yo quemase. La orden de Astor había sido clara

como el agua.

–Perdón, alfa. –dijo con sumisión Brent poniéndose en pie.

El cuerpo de Astor irradiaba calor y autoridad por cada poro de su piel. Fui

a echar a andar pero puso su mano en mi antebrazo, no tiró, ni hizo falta.

–No te haré entrenar en tu forma de lobo si no quieres, pero me gustaría ver

el potencial de tu habilidad en combate con armas; Podría ser útil para la

manada. –dijo en un tono conciliador.

– ¿Ya no está la opción de acostarnos? –pregunté sin saber por qué lo había

hecho.
–No. Supongo que tienes todo el derecho del mundo a querer guardarte eso

para tu alma gemela. –respondió sorprendiéndome.

–Crees que soy un monstruo. –afirmó con una media risa. –Tú nunca

probaste a decirme lo que te estaba pasando, no puedes suponer lo que


hubiese hecho o no. –añadió.

–Supongo. –dije conteniendo la respiración.

–Cuando los lobos de nieve entraron al territorio corrí a buscarte. –

murmuró muy cerca de mí.

Notaba cada una de sus respiraciones en el subir y bajar de su pecho


cercano desnudo. Sus músculos marcados eran una prioridad para admirar

en aquel momento por alguna estúpida razón hasta que fui subiendo la
mirada hasta sus ojos. Los dos zafiros brillaron en mi dirección y entreabrí

la boca sin darme cuenta. Sus labios tomaron los míos con ferocidad
explorando toda mi boca con su lengua. Mi corazón latió a toda velocidad

mientras tocaba sus hombros con mis manos y él enterraba las suyas en mis
caderas.

Algo tornó el ambiente íntimo y caliente hasta que se separó unos


centímetros y la realidad me golpeó.

¿Qué acababa de pasar?


–No es buena idea. –susurré casi con la esperanza de que no me oyese.

–Tienes razón, al menos si sigues pensando lo de esperar a tu alma gemela.

–añadió antes de convertirse, ante mis ojos, en lobo y desaparecer


corriendo.

Me sentí vacía en aquel bosque mientras mis piernas seguían temblando con
lo sucedido. Astor era el macho más imponente y atractivo que había visto

en mi vida y su sabor era… Exquisito. Intenté quitármelo de la cabeza pero


era imposible.

Volví pensativa hacia la mansión deteniéndome en la puerta de la casa

familiar donde olía a galletas recién hechas, quizá le vendrían bien a mi


confunda cabeza.

Toqué para encontrarme a la familia allí reunida. Mi madre sonrió y mis


hermanos me saludaron por primera vez en mucho tiempo pero, cuando

menos lo esperaba, mi padre se levantó para darme un puñetazo que me


hizo caer al suelo.

Me llevé la mano a la mejilla dolorida ante la mirada horrorizada de Eliot y


mi madre, Marcos permaneció impasible, casi como si hubiese sabido lo

que iba a pasar.


–No sé cómo has podido hacernos esto. Si tenías cualquier talento podrías
haber paliado la vergüenza de la ausencia de transformación. –acusó con

desprecio.

Esperé para levantarme despacio cuando estuve segura de su siguiente paso,

volverse a sentar a la mesa.

–Y tú podrías haber demostrado que eras mi padre con algo de atención,

quizá así te hubieras enterado. –dije arrastrando cada palabra.

Escupí en el suelo de mi antigua casa un poco de sangre sabiendo que no

volvería allí. Él me había golpeado pero nadie había decidido intervenir, no


lo habrían hecho aunque me hubiese pegado una paliza.

Salí con la cabeza alta aunque en los ojos tenía tantas lágrimas que no podía

contenerlas. Yo podía con mi padre, al menos físicamente con mis armas,


pero psicológicamente no estaba preparada para enfrentarlo.

No sabía dónde ir, casi me sentía como aquella niña de quince años que
había intentado transformarse por última vez delante de su padre y había

recibido un correazo al no conseguirlo.

Él había dicho que podía haber acudido a él entonces así que fue el único

sitio al que se me ocurrió ir en aquel momento.


Atravesé la puerta de la biblioteca de Astor quien, en cuanto me vio, se

levanto de la silla como si tuviese un resorte. No quise hablar así que,


haciendo lo que ni yo misma esperaba, me abracé a él buscando un refugio

que nunca había tenido antes. Él pasó su mano por mi pelo a modo de
consuelo mientras yo lloraba sobre su pecho.

Estaba avergonzada por mi comportamiento, él era mi marido pero no

sentía amor por mí, aún así me consolaba respirar su aroma a jabón y
menta. Me sequé las lágrimas y no le dirigí la palabra al separarme pese a la

insistencia de su mirada sobre la mía. Subí a la viga escalando y me tumbé


en ella.

Astor se sentó en su silla para seguir mirando los mapas que estudiaba antes
de mi entrada. Su respiración era pesada.

–Solo dame un nombre y no pasará de esta noche. –dijo con la voz más letal
que le había escuchado alguna vez.

No contesté. No pude así que lloré mirando al techo sabiendo que él me oía
perfectamente.

Astor no me quería pero era lo más parecido a un hogar que había tenido en
toda mi vida.
 
 
CAPÍTULO 9
 
ASTOR
 

Alguien había osado hacerle daño a Delia pese a ser mi esposa y ella se

negaba a decirme quién había sido. Quizá no ayudaba el hecho de repetir en


murmullos que quien hubiese sido podía darse por muerto.

Como era de esperar, la voz de “la asesina de vampiros” corrió como la


espuma haciendo que cada uno de los integrantes de la manada mirase con

otros ojos mi decisión de casarme con ella y provocando que quisieran verla

en acción. Sin embargo, la encontré tumbada en la viga de mi biblioteca, un


día más.

– ¿No piensas salir ahí fuera? –cuestioné irritado tras hacer la ronda de la

mañana.

– ¿Para qué iba a hacerlo? –preguntó sin bajar.

–Llevas dos días saliendo a correr a una hora infrahumana y volviendo aquí

para tumbarte ahí mientras espías todo lo que hago o decido aquí dentro. –

contesté sintiendo como mi nariz se dilataba del enfado.


¿Estaba enfadado con ella o conmigo?

–No es espiar si tú sabes perfectamente que estoy aquí. –replicó

chasqueando la lengua.

–Los guerreros del servicio militar van a hacer hoy un círculo de pelea,

podrías venir. –sugerí intentando no estancar la conversación.

–Lo pensaré. –respondió con desgana.

Era tremendamente difícil obligar a Delia a hacer algo que no quería, no

porque no pudiera hacerlo tirando de nuestro vínculo lobuno como una loba

que pertenecía mi manada, sino porque no quería utilizar eso en su contra,

someterla.

Salí de camino al círculo viendo a los mocosos correr a coger sitio en las

primeras filas. A los lobos nos encantaban ese tipo de cosas, las

demostraciones de fuerza en las que yo había dejado de participar hacía

tanto tiempo porque nadie era capaz de vencerme.

Localicé a los hermanos Stuart en una de las esquinas y levanté la cabeza a

modo de saludo. Después crucé una mirada con el padre de Delia que

parecía buscar a su hija entre la multitud. Tuve la sospecha entonces de su

autoría en el moratón que llevaba mi mujer alrededor de su ojo pero no dije

nada.
¿A quién más iba a proteger de mi dura represalia?

– ¿No viene contigo? –preguntó Brent colocándose a mi lado.

A pesar de la  posesividad con la que le había recriminado que tocase a

Delia, negué con la cabeza sabiendo que su preocupación era sincera.

– ¿Escondiendo a la asesina de vampiros? –interrogó Luca poniéndose a mi

lado animado dándome una palmada.

Pol me hizo una inclinación de cabeza al llegar también y Lira aleteó sus

pestañas al frente de mí. Ante ese gesto, mi padre sonrió. Seguro que le
parecía una segunda esposa perfecta e incluso vería mejor que prescindiese

de la primera.

–Que empiece el círculo. –anuncié cuando todos se sentaron en los bancos

de alrededor para verlo todo mejor.

Fue divertido ver pelear a algunos jóvenes que se dignaban a retar a

antiguos guerreros. Marcos, el hermano mayor de Delia, luchó con un joven

sin mostrar piedad alguna y, en el rostro de su padre, se vio orgullo

potencial.

–Atrévete conmigo. –dijo con sorna Pol.

Ese combate fue duro, ambos tenían ciertas heridas pero eso no les quitó

para nada de encima los gritos de satisfacción y orgullo del público.


Quedaron en tablas seguramente para no llegar a más aunque,

personalmente, creía que había ganado Pol; Era fuerte y decidido, alguien

letal poco compasivo.

– ¿Alguien más se atreve a retarlo? –preguntó Luca animando a los

presentes.

Noté el olor de Delia llegando a mi lado cosa que me sorprendió. La miré

observando sus ojos verdes en silencio y sonreí un poco en su dirección.

–Quizá Delia quiera mostrar a la manada por qué es una buena loba beta. –

dijo Pol sin previo aviso.

Noté tensarse a Delia a mi lado en cada músculo de su cuerpo. Nadie dijo

absolutamente nada, se hizo un silencio ensordecedor mientras que, cada

uno de los presentes, clavaba sus ojos en ella.

Me puse más cerca de ella como si con eso pudiese protegerla de las

opiniones silenciosas que todo el mundo estaba haciendo en forma de

juicio. Solo entonces entendí por qué ella no había querido salir de la

mansión en dos días, quizá sabía lo que pasaría.

–Puedo patearte ese culo yo mismo. –dijo Brent intentando reírse.

Ciertamente consiguió que el ambiente se distendiera un poco, pero no duró

mucho.
–No. –contestó Pol. –Te reto Delia a un duelo amistoso. –dijo enseñando

todos los dientes en una sonrisa.

Quería arrancarle la cabeza por lo que acababa de hacer pero no podía. Era

algo habitual dentro de la manada hacer ese tipo de cosas, sobre todo entre

amigos para mostrar la fuerza. Estaba tan mal visto negarse que… No podía
decir nada al respecto.

Delia tenía la mirada vacía, parecía estar a kilómetros de allí. Levantó la

barbilla y se encogió de hombros sorprendiéndome.

¿Estaba realmente aceptando?

Se acercó al círculo en su forma humana para colocarse a la vista de toda la

manada. Incluso el que no había estado interesado en los combates

anteriores, se acercó para mirar.

–Pero que no sea amistoso, que sea hasta que uno de los dos se rinda. –dijo

con una voz gélida.

El murmullo de sorpresa fue digno de los mayores combates, quizá porque

nadie lo esperaba.

Pol sonrió ferozmente. Era uno de mis mejores hombres y había sido parte
de mi grupo desde siempre, sin embargo, en aquel momento, lo puse en mi

lista de enemigos imaginariamente. No debía haber hecho eso.


–Quiero la palabra del alfa antes. –dijo intentando sonreír. –Sin

represalias… –añadió señalando el cuerpo pequeño de Delia comparado con

el suyo.

Un combate a KO o rendición solía dejar a uno, por lo menos, malherido.

Yo conocía perfectamente la forma lobuna de Pol y era realmente

imponente. Delia clavó su mirada en mí mientras los latidos de su corazón

permanecían tan tranquilos que tuve que preguntarme en qué estaba

pensando.

–Tienes mi palabra. –anuncié ante todos sintiendo que me pesaba cada

palabra.

¿Y si le hacía verdadero daño?

– ¿Necesitas que te recuerde las reglas del combate, Delia? –interrogó

maliciosamente Pol pese a que todos éramos capaces de oírlo. –Porque

nunca te he visto en un círculo. –añadió sonriendo.

–Luchar hasta que alguien caiga inconsciente o se rinda, sin armas. No es

tan complicado, Pol, por lo menos no para mi inteligencia, no sé para la


tuya. –contestó ella devolviéndole la puya.

–No deberías dejar que lo hiciera. –murmuró Brent a mi lado.


–Si lo paro, no la respetará nadie. –contesté todo lo bajo que pude hacia mi

amigo.

Era mejor que perdiese habiéndolo intentado que intervenir y, sin embargo,

tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no meterme a parar aquella


locura.

Ambos estaban en su forma humana cuando comenzó el combate. Pol pegó


primero consiguiendo que Delia tuviese que echarse para atrás de un salto.

Era rápida. Él volvió a la carga todo lo rápido que pudo dándole un fuerte
puñetazo en el estómago que tuvo que dolerle. La gente rugió en respuesta,

querían que él ganase.

Me enderecé descontento y gruñí bajo consiguiendo silencio a mi alrededor.

Todos mirábamos con los ojos atentos la escena.

Delia aprovechó un movimiento impreciso de Pol para alcanzarle las


costillas de una patada voladora ágil y contundente. Hubo un murmullo

bajo al respecto. Los golpes se sucedieron uno detrás de otro, primero él y


luego ella, consiguiendo que ambos estuvieran sudando mientras se

ganaban el respeto de toda la manada. Quizá, después de todo, no había


sido tan mala la idea de aceptar el desafío porque todos se hallaban

sorprendidos con la buena forma física de Delia junto con su habilidad en el


combate pese a no haber ido al entrenamiento del servicio militar.
En un movimiento certero, Pol consiguió tirarla al suelo y palidecí, pero
Delia consiguió aprovechar la inconveniencia de su posición para

propinarle una patada en la mandíbula que consiguió que el arduo guerrero


saliese por los aires. Algunos, abrieron los ojos sorprendidos. Ella parecía

haber ganado porque él no se levantó de inmediato como en los anteriores


intercambios.

Solo entonces lo sentí. Toda la rabia que Pol tenía dentro porque su plan,

fuese cual fuese, no había salido como él quería, se reflejaba en su esencia y


en su rostro.

–Qué pena que tus habilidades de combate no vayan a servirte. –murmuró


Pol con el rostro desencajado de la ira.

Su transformación llegó como un tornado. Delia contuvo la respiración ante


el lobo marrón que la miraba amenazante. No tenía ninguna posibilidad, sin

armas desde luego, de enfrentarse a él. La figura lobuna de Pol era algo
menor que la mía, pero imponente para cualquier otro de la manada.

Esquivó la primera mordida de una voltereta hacia atrás y clavó sus ojos
verdes en mí por un instante.

¿Esperaba que la salvara? Algo se removió dentro de mí pensando en las


opciones que tenía para parar ese combate. No debía hacerlo, no era una

acción respetable parar un combate, ni siquiera para mí siendo el alfa. Mi


padre advirtió el paso que di hacia delante y me retó con la mirada. Delia
también debió ver mi movimiento porque hizo una leve negación con la

cabeza.

Delia respiró profundamente y, para mi sorpresa y la de todos, dio un salto

grande ayudándose del propio de cuerpo de lobo de Pol en una patada.


Cuando cayó de nuevo al suelo, ya era por completo una loba. Su cuerpo

era fuerte y enorme, casi tanto como el de Pol. Gruñó retándole a que la
atacase mientras él clavaba sus garras en la tierra asombrado. No parecían

llevarse tanto nivel físico, en realidad, yo mismo estaba consternado; Delia


era, posiblemente, el lobo más majestuoso, después de mí, en la manada.

El combate duró imposiblemente poco cuando Delia lanzó por los aires a
Pol, tras una embestida con mordida, dejándole inconsciente. Nunca había

visto a nadie dejar a Pol de esa manera.

Los ojos de los presentes estaban fijos en ella cuando recuperó su forma
humana. Nadie se atrevió a decir nada y yo solo asentí en su dirección

cuando ella pasó por mi lado invitándome a ir con ella. En cuanto dimos
dos pasos hacia la mansión, el murmullo creció como la espuma.

La miré entrar a la biblioteca por delante de mí y dejarse caer en la


alfombra que había junto a la chimenea acostada, parecía cansada. Yo solo

podía pensar en cómo mi mente había gritado “Mía” desde que se había
transformado. Nunca había sentido algo así. Bueno… Cuando pensé que

iban a hacerle daño el clan de los lobos de nieve había sido algo parecido
pero se sintió mucho más real en su forma lobuna.

¿Qué significaba aquello?

–Dime ya lo que me tengas que decir. –exigió ella, quien se tapaba los ojos

con el antebrazo.

–Supongo que ya nadie duda de mi elección. –Fue lo único que atiné a


contestar.

–Me alegro, así cada uno podrá volver a hacer su vida. –contestó
levantándose de un salto para subir por la viga.

–Podrías utilizar la puerta. –sugerí aun sabiendo que no me haría caso.

–Eso no tendría nada de asombroso. –contestó encogiéndose de hombros

antes de desaparecer por el conducto de ventilación.

Claro, todo en ella parecía tener que ser asombroso.

¿Cómo podía haber pasado desapercibida, para mí o para cualquiera, Delia


Stuart alguna vez?

Una cosa rondó por mi mente hasta media tarde así que decidí actuar.

Estaba claro que Delia podía defenderse muy bien sola, tanto en su forma
humana como en su forma lobuna así que solo quedaba una opción.
Llamé con los nudillos firmes a la puerta de uno de los cabeza de familia

más reconocidos de mi clan y esperé mientras detectaba con el olfato que


estaba con su mujer y sus hijos, no así con su hija.

Stuart padre abrió sabiendo que era yo. Quizá no esperaba el puñetazo que
le dejó en el suelo por varios minutos, y eso que no había utilizado toda mi

fuerza. Se levantó despacio mientras que la familia miraba la escena


aterrorizada. Nadie podía enfrentarse a mí físicamente así que ni siquiera lo

intentaron.

– ¿De qué se me castiga? –preguntó el firme Stuart frunciendo los labios

pero sin un ápice de rebelión en su mirada.

–No vuelvas a tocar a Delia. Puede que sea tu hija y que tuvieses la potestad
sobre ella antes, pero ahora es mi mujer y eso la deja muy por encimad de

tu rango. –aclaré intentando controlar la ira de mi interior.

Si Delia no se había defendido era por otra clase de miedo y, eso, solo podía

habérselo infundido él. El cabeza de familia no lo negó.

–Mensaje recibido, alfa, alto y claro. –contestó pausadamente.

–Alfa. –Miré a Marcos, hermano mayor, quien se había atrevido a hablar.


Le indiqué, solo con mi posición corporal, que no era un buen momento
para decir nada indebido. –Siempre hemos querido a Delia, pese a sus
errores. –concluyó.

Vi un gesto de sorpresa pasar por los ojos de Eliot y de Mara, pero asentí

como única respuesta.

¿Quererla? Nadie había movido un dedo por ella, ni siquiera él.

¿Qué clase de alfa era?

 
 
 
CAPÍTULO 10
 
DELIA
 

Salí a correr como cada día con la pequeña diferencia de sentir como, todo

el que me cruzaba, tenía la deferencia, o el miedo, de saludarme.

Cuando me ejercitaba en una rama haciendo dominadas, vi pasar a mi padre

con uno de sus amigos y advertí su ojo morado.

Astor…

No me sentí culpable y quise agradecérselo, de corazón, a Astor, pero no

iba a hacerlo. Él no debía saber cuánto había empezado a importarme, algo


se había despertado, sin pretenderlo, dentro de mí.

El alfa, mi marido, corría sin camiseta con su grupo asegurando el

perímetro cuando me encontré admirando sus marcados músculos ejercer

con dominancia cada uno de sus movimientos. Él debió sentir mi mirada


porque clavó sus dos zafiros en mí. Sentí como el color inundaba mis

mejillas por lo que bajé la cabeza.


Se acercó a mí al trote tras decirles algo a sus amigos y, al aspirar su

fragancia, me estremecí. Solo esperé que él no lo hubiera notado. Mi pecho

subía y bajaba rápidamente ante su cercanía pero casi se me desboca

cuando me sonrió, él pocas veces lo hacía y esa sonrisa era toda dedicada a

mí.

–Parece que ha terminado de llegar el buen tiempo. –dijo

despreocupadamente.

Por suerte para mí, no mencionaba para nada mis invasiones nocturnas a su

cama. Me sentía estúpidamente en el hogar durmiendo con él, con su brazo

rodeando mi cuerpo en una acción de protección que, si bien en realidad no


necesitaba, anhelaba recordando todas las veces que me había sentido sola

ante cualquier problema.

–Eso las enloquecerá. –contesté señalando al grupito de lobas jóvenes que


correteaban por allí para verlos, tanto a él como a los demás, ejercitarse sin

camiseta.

–Suficiente tengo con una mujer. –dijo riéndose.

Yo, más que reírme, me sentí complacida. No dejaría que otra entrara en

nuestra vida, no si no era quien me desplazaría, haciendo mi corazón en mil

pedazos, para siempre; Su alma gemela.


–He oído a algunos cotillear sobre la llegada de los Emerys. –solté

esperando que confirmase o desmintiese esa información.

Los Emerys eran un clan tan viejo como el nuestro, asentado más allá de los

lobos de nieve, en un territorio gigantesco que los posicionaba en una de las

cinco manadas más grandes del mundo, a tan solo un puesto de la nuestra.

La relación entre ambas era un débil pacto de no agresión que, sin embargo,

se había mantenido en pie más tiempo de lo que los mismos que lo firmaron

esperaban.

–Así es, habrá una fiesta de bienvenida. Pensaba darte los detalles más

tarde. –Hizo una pausa. –Cuando estuviésemos solos. –añadió.

Mi corazón aleteó con fuerza recordando su calor corporal cerca del mío y,

aunque no fue a propósito, creo que entreabrí los labios en su dirección


sintiendo la boca seca.

– ¿Se espera de mí que asista? –pregunté intentando seguir sonándole

coherente.

–Así es. –contestó ensanchando su sonrisa. –Y tienes que llevar algo

formal. –añadió señalando mi ropa.

El solo hecho de que me mirase con esa ferocidad hizo que mis piernas
temblasen. Sabía que eran solo imaginaciones mías pero sentía que Astor
me tentaba todo el rato desde el día que descubrió que era “la asesina de los

vampiros”; En cada roce, mirada o cercanía… Ahí estaba esa forma que

rugía en mi interior diciéndome que, quizá, no era tan mala idea


abandonarme a las noches cálidas que podíamos compartir más allá de

dormir.

¿Y dónde quedaba la promesa de esperar a mi alma gemela?

Maldito fuese mi cuerpo por reaccionar así sin preguntarme.

–Entonces tú también tendrás que mejorar tu look. –aseguré soltando una

carcajada.

Un revuelo donde acaba de llegar Pol llamó nuestra atención por lo que,

tras sonreírme, dijo lo que ya sabía que iba a decir.

–Tengo que irme. –aseguró a modo de despedida.

–Nos vemos luego entonces. –contesté tranquila.

No lo vi en todo el día y, en ese momento, tumbada en la cama, las horas

parecían pasar muy lentas. Solo al entrar la madrugada entendí que no iba a

llegar a dormir. Me levanté para colocarme una pesada sudadera por encima

antes de salir a hurtadillas intentando no llamar la atención de quien pudiese

estar despierto.
–Es una amenaza. –afirmó una voz conocida dentro de la biblioteca.

Pol.

– ¿Y qué sugieres que haga? –interrogó Astor con voz cansada.

¿Cuánto tiempo llevaban ahí? Me acerqué lo suficiente como para ver que

estaban sus mejores cinco hombres con él, una especie de consejo personal:

Pol, Luca, Brent, Kenneth y Fergus.

–Mándala a hacer cualquier otra cosa. –espetó con desprecio Pol.

No me cupo duda, por la forma de hablar, de ser yo de quien hablaban.

–No deberíamos arriesgarnos. –dijo Luca con vehemencia.

–Si es tu mujer es normal que permanezca a tu lado en cualquier visita

diplomática. –intervino Brent.

El único que salió en mi ayuda, claro que sí.

–No tengo nada personal contra la chica. –La voz de Fergus era tan neutra

que le creí. –Pero deberías estudiar la postura de Torak al respecto primero,

quizá no le haga gracia tratar con la asesina de los vampiros. –concluyó.

–No veo qué podría tener un clan de lobos en contra de eso. –espetó Brent.

–Nadie está en contra de que los mate, pero quizá les de miedo estar aliados

con un clan y territorio a los que los vampiros odian, por razones evidentes,
más que a otros. –añadió Kenneth.

Hacía unas semanas ni siquiera sabían que era yo y me iba a perjudicar…

Absurdo. Excusas para sacarme del camino como habían hecho siempre.

Entendía a Pol perfectamente, le había dejado en ridículo, pero no podía

imaginarme por qué todos los demás, menos Brent, seguían en mi contra.

¿No habían tenido suficiente con amargarme la existencia durante cincuenta

años poniendo unos cánones de conducta tan estrictos que nadie se acercaba

a mí?

Estúpidos.

–Tranquilos. –dije entrando por la puerta principal de la biblioteca. Estaba


furiosa, pero prefería ser yo quien se quitase del medio. Que Astor me

invitase a no asistir iba a ser mucho más humillante. –Si es por el bien de la

manada, no quiero ninguna otra cosa que quitarme del medio. –aseguré con

el rostro pétreo. –Aunque la decisión es tuya, por supuesto, alfa. –añadí con

respeto.

¿Había lanzado ese último órdago para que él me llevase la contraria?

–De todas formas creo que tu familia te ha enviado una invitación para ese

día. –dijo rompiendo mis esperanzas entregándome un sobre con el sello

abierto.
–Pues todo solucionado. –contesté forzando una sonrisa. –Con permiso. –

añadí sintiendo arcadas.

Da igual lo alto que estuviese en el rango social, lo buena que hubiera

demostrado ser con las armas o como loba, todo el mundo me odiaba sin
sentido alguno. Corrí, sin dirección exacta, sin pensamiento de volver para

una estúpida comida al día siguiente, solo intentando huir de mi propio

destino.

Los olí a los pocos metros de atravesar la línea que marcaba el fin del
territorio de Astor. Por suerte me había armado al pasar por uno de mis

muchos escondites de armas.

Eran tres, uno de ellos pareció detectarme así que giró su cabeza hacia los

arbustos donde yo me había agazapado. Desenvainé la espada con forma de


medio círculo que tan bien servía para dejarles sin cabeza y salí de mi

escondite. No dudaron en luchar, quizá no pensaron, ni por un instante, que


la chica solitaria e insignificante, era también el arma más letal para ellos.

No fue difícil degollar al primero, tampoco clavarle una daga silenciosa al

segundo en la tráquea mientras le dirigía una estrella de acero al centro del


pecho, y ni siquiera sudé cuando oí el crujir el cuello del tercero bajo mi

agarre mortal.
Limpiaba las armas con la calma que solo te da portar la muerte en tus
manos cuando vi centellear unos ojos marrones en la oscuridad. Aspiré el

aroma de mi alrededor, quien fuese era un lobo joven así que, simplemente,
seguí mi camino para intentar evadirme. Con un poco de suerte, me cruzaría

a más chupasangres con los que poder desahogar mi ira.

Volví cansada a las muchas horas para meterme sin ser vista hasta mi
habitación. Los Emerys habían llegado hacía mucho, podía notarse en el
revuelo exterior, en las elegantes ropas de todos a los que veía o en la

tensión de algunos guerreros en compañía de los guerreros del clan aliado.

Me metí directamente en la ducha para dejar que toda la sangre de mis

peleas se fuera por el sumidero. Froté mi piel con ansia, matar me daba
cierto placer que luego me pesaba como un gran bloque de hierro tensando

mis músculos.

Salí totalmente desnuda mientras cepillaba mi cabello para que quedase liso

y brillante. Debía mimarme, si no lo hacía yo nadie lo haría. Contemplé mi


figura en el espejo sabiendo que, si fuese cualquier otra persona, cualquiera

que hubiese conseguido una transformación en su tiempo, sería una de las


mujeres más codiciadas de la manada, era atractiva pese a mi inseguridad
pública. Me coloqué el vestido negro que había escogido y me pinté los
labios de rojo antes de subirme a los tacones.

– ¿Delia? –La voz de Brent al otro lado de mi puerta me sorprendió tanto


que casi me caigo.

– ¿Qué? –contesté prácticamente gritando.

No había pensando que nadie me viera de aquella manera, solo había sido

una estúpida idea formada en mi cabeza cuando Astor sí me iba a invitar a


esa estúpida fiesta.

– ¿Puedo pasar? –preguntó ya empezando a abrir la puerta.

Me puse  tan nerviosa que ni siquiera dije que no. Brent se quedó

mirándome con verdadero gesto de sorpresa en su rostro.

– ¿Qué pasa? –interrogué con desdén en mi tono.

Una buena defensa era atacar primero.

–Astor quiere que bajes a conocer a los Emerys. –contestó tras tragar saliva.

–Creí que esa posibilidad había quedado descartada. –dije con voz queda.

–Ellos han pedido conocerte. –respondió sabiendo mi pregunta oculta “¿Por


qué ahora sí?”. –De todas formas, vas muy bien para bajar. –añadió

consiguiendo que los colores volasen hasta mis mejillas.


Busqué todas las formas posibles de negarme pero no se me ocurrió

ninguna suficientemente buena como para ofender a un clan tan potente


cuyo pacto con Astor era fino como una hoja.

Las piernas me temblaban al entrar al gran comedor donde estaban reunidos

todos los que habían sido invitados a la fiesta oficial, era lo mismo decir
que allí estaba todo el que era alguien.

Astor dejó de hablar cuando me vio y yo, simplemente, intenté


concentrarme en seguir andando hacia él sin caerme.

No escuchaba nada de lo que la gente hablaba a mi alrededor pero me


pareció oír mi nombre más de una vez.

–Entiendo por qué quieres tenerla para ti solo. –dijo Torak, el alfa de los
Emerys, dándole una palmada en el hombro a Astor.

¿Eso era un cumplido? Mi respiración era irregular. ¿Hacía mí?

–Esta es Delia Stuart, mi mujer. –dijo Astor cogiendo mi mano a modo de

presentación.

–Sí, es ella. –exclamó alguien a mi derecha con emoción. –Lo del bosque
ha sido impresionante. –añadió la chica de ojos marrones y pelo negro tan

parecida a Torak.
–Esta es mi hija, Shiba, y parece que se ha convertido en una gran fan tuya.

–dijo a modo de presentación el alfa.

¿Fan mía? ¿Por qué?

“Lo del bosque” mi mente trabajó rápido hasta dar con ese recuerdo de unos
ojos brillantes en un seto. Debía ser ella. Sonreí en su dirección e hice una

inclinación de cabeza sin hablar de lo que ella había visto.

–Me parece fascinante que pudieras matar a esos tres vampiros solo con

armas, en tu forma humana. –prosiguió para poner en la mesa, sin mala


intención visible, mis actividades.

Astor enarcó una ceja en mi dirección y yo me limité a sonreírle.

–Es un riesgo pero al mismo tiempo una habilidad extraordinaria. –

intervino alguien a mi espalda.

Al girarme me encontré perdida en unos ojos marrones tan profundos como


el desierto. El chico era tan alto como Astor y, por su posición corporal,

bien podría haber sido un alfa. El pelo negro remarcaba las facciones
feroces y sensuales al mismo tiempo de su rostro, era atractivo, eso seguro.

–Mi hijo y heredero de mi legado, Abbot. –presentó Torak mostrando su


orgullo.
–Nuestra querida Delia tuvo una transformación muy tardía, por lo que
aprender a usar las armas fue una acción necesaria. –intervino Pol quien,

por lo visto, no pensaba dejarme en paz pese a la paliza que le había dado.

– ¿Una transformación tardía? –interrogó Abbot muy intrigado de repente.

–No creo que tenga que hablar de eso si no quiere. –dijo Astor de un modo
algo protector.

– ¿A qué edad lo conseguiste y cómo? –preguntó de vuelta a la carga

Abbot.

–Hermano. –murmuró Shiba con el rostro compungido.

Lo entendí por la mirada que se dedicaron pero fui la única.

–Mi hija aún no ha conseguido su transformación, de ahí el interés. –

confesó Torak con la mirada clavada en mí.

A Pol podría haberle tragado la tierra en aquel instante porque palideció.


Ofender a dos alfas al mismo tiempo no era parte de su plan seguramente.

– ¿Quieres que vayamos a hablar a otro sitio? –pregunté prestándole

atención solo a Shiba en aquel momento.

Ella asintió para después pararse un momento buscando la aprobación de su


padre. Éste le dio permiso tras unos segundos.
Yo no busqué la aprobación de Astor porque, sencillamente, si él no había
concluido en su discusión con el grupo que yo debía estar ahí, aunque

hubiese asistido a petición de los Emerys, no me importaba lo que dijese.


 
 
CAPÍTULO 11
 
ASTOR
 

Parpadeé varias veces intentando comprobar si había escuchado bien la

propuesta de Torak. Acababa de confesarme que no había llegado hasta mi


territorio muy convencido de reafirmar nuestra alianza al considerar que

solíamos tener más ataques de otros clanes que ellos; Omití decirle al
respecto que eso se debía a que, para atacarlos a ellos, había que pasar un

enorme lago. Sin embargo, justo después, me pidió que me tranquilizase,


que había cambiado de opinión y nuestra alianza le parecía beneficiosa para

ambos.

¿Así de fácil?

Mi alfa interior me gritó la palabra “peligro” por cada costado pero


permanecí atento a cada una de sus palabras sin hacer ningún movimiento

en falso. Torak sonrió, de alguna manera estábamos midiendo nuestro

autocontrol.
– ¿Qué quieres para mantener nuestra alianza? Yo creo que es justo un

compromiso de acudir a las guerras del otro, en caso de ser necesario. –dije

en voz queda.

–Sí, ese era nuestro acuerdo oficial, pero, como te digo, creo que tienes más

enemigos que nosotros… –Hizo una pausa que me resultó innecesariamente


dramática. –Quiero llevarme a Delia Stuart con nosotros. –soltó para

después cruzar los brazos sobre el pecho.

El gruñido salió de mí sin preverlo y, tanto sus hombres, como los míos, se

prepararon para una pelea inminente.

–No será necesario pelearnos. –intervino Abbot quien, sin duda, estaba a

unos pocos meses de convertirse en alfa sucediendo a su padre. –Nadie ha


hablado de secuestrarla o algo por el estilo. –añadió con cierta

condescendencia en su mirada.

–Mi hija Shiba no ha conseguido aún su transformación pero tampoco

cuenta con una preparación de habilidades que pudieran protegerla en caso

de cruzarse con algún ser indeseado sin nadie que la proteja cerca. –explicó

Torak. –Tu mujer es la asesina de vampiros… Queremos que la entrene y

ayude durante un tiempo. –concluyó.

–No. –Mi negativa salió disparada como una flecha hacia ellos.
–Astor. –murmuró Luca a mi lado abriendo mucho los ojos.

¿Era alguna clase de advertencia?

Muchos ojos estaban posados en mi decisión pero era una proposición

completamente absurda; ¿A quién se le ocurría que pedirme a mi mujer

como si fuese cualquier otra persona de mi clan era aceptable? Miré a mi

alrededor y, al parecer, a todo el que había escuchado la propuesta le parecía

una buena idea.

–No veo por qué para un matrimonio inmortal podría ser algo tan

inconveniente pasarse algunos meses separados… –dijo Abbot dejando la

frase a medias.

¿Era una forma silenciosa y educada de preguntarme a qué tenía miedo?

Yo no tenía miedo a nada.

–Irá. –acepté apretando todos los músculos de mi mandíbula. –Tres meses,

ni uno más. –añadí sintiendo cómo hervían mis venas.

–Me parece justo. –admitió Torak tendiéndome su mano para que la

estrechase.

Lo hice y todos parecieron relajar sus semblantes.

¿Había hecho lo correcto, no?


Al girarme y ver a Delia junto a Shiba en la puerta del salón, tan quietas las

dos, supe que habían oído nuestra conversación por lo que maldije en voz

baja. Esperé a que el vendaval de carácter que tenía como mujer me dijese
algo pero no lo hizo hasta que, al terminar la fiesta, me pidió permiso para

retirarse a preparar sus cosas para el viaje que daría comienzo al día

siguiente.

¿Me había pedido permiso? Algo escalofriante recorrió mi espina dorsal.

Cuando entré a su habitación donde empacaba lentamente sus cosas

carraspeé haciendo notable mi presencia aunque, seguramente, había

olfateado mi rastro.

– ¿Estás enfadada? –interrogué despacio.

– ¿Yo? No. –dijo con sus ojos centelleando como el fuego hacia mí. –
Supongo que les das a tus súbditos lo que quieren, perderme de vista. Y, de

paso, te sirvo para algo. –añadió con una carcajada seca.

–Es una manada fuerte. –contesté a modo de disculpa.

–Si fuera tu alma gemela no lo hubieras aceptado. –murmuró haciendo que

cada palabra sonase como un puñal en mi pecho.

–Delia… Si no quieres ir…. –dejé la frase en el aire.


–No, si en realidad estoy encantada, nunca he encajado aquí y nadie me ha

querido, sigue siendo así. A lo mejor allí, al menos, les parezco útil. –

replicó agrandando sus fosas nasales.

¿Era un buen momento para decirle que había sentido algo distinto hacia

ella, más allá de una atracción, un sentimiento de posesión? No me lo


pareció.

–Solo son tres meses. –respondí como si eso lo arreglase todo.

–Pues qué pena. –soltó irónica.

–Deberías ir a ver a tu familia antes de irte, has recibido más invitaciones a

tu casa. –dije cambiando de tema.

Ella pareció querer quemarme con la mirada. Probablemente solo le estaba

dando más motivos para querer desaparecer de mis tierras, donde tanto

había sufrido.

Me acerqué por instinto a ella y paré la mano que estaba utilizando para

terminar de recoger sus cosas. Ella me miró clavando los dos tréboles

verdes que tenía por ojos en mí. Me imaginé involuntariamente su forma

lobuna y tuve ganas de poseerla. MÍA.

–Prométeme que si algo va mal, si estás incómoda, o si necesitas algo, me

lo harás saber. –murmuré tan cerca de su boca que tuve que reprimir el
impulso de besarla.

–Yo no hago promesas que no vaya a cumplir. –respondió igual de bajito.

La besé con ferocidad, como si tuviese que estar seguro del recuerdo de su

boca en la mía y viceversa. Sus ojos centellearon algunos centímetros por

debajo de mí. No dije nada más antes de salir convencido de verla más tarde

en la habitación que estábamos compartiendo cada noche.

La haría mía antes de perderla durante unos meses, la marcaría con mi olor

y nadie se atrevería a tocarla. Si, era un buen plan. Más que eso, era una

necesidad.

Me desperté empapado en sudor sin saber la hora que era y, en cuanto lo

hice, la ausencia de Delia a mi lado, me hizo dar un salto para ponerme en

pie. Ya había salido el sol por lo que fui prácticamente corriendo al cuarto

de mi esposa para comprobar horrorizado que… Ya se había ido.

– ¿A alguien se le ocurrió que podría haberme querido despedir de mi

esposa? –gruñí a Pol y a Luca que estaban apostados junto a unos árboles

en la línea de fin del territorio.

–Pues no. –contestó de manera rotunda Pol.


Estaba seguro de haber vuelto a gruñir como única respuesta.

–Pensamos que ya lo habríais hecho. –dijo Luca. –Despediros. –aclaró

mintiendo como un bellaco.

–El bosque está inusualmente nervioso. –murmuró Pol.

A pesar de nuestras diferencias, que eran muchas más desde que había

elegido a Delia para casarme ya que su desprecio hacia ella era demasiado

evidente, Pol era un gran guerrero; Si algo le inquietaba era motivo más que

de sobra para tenerlo en cuenta.

–Han debido de enterarse ya. –soltó Brent llegando hasta nosotros.

– ¿De qué? –preguntó Luca recostándose sobre el tronco del árbol.

–De la ausencia de la asesina de vampiros. –contestó mi amigo.

–No nos atacarán de todas formas. –dijo Pol furioso.

¿Le ofendía pensar que Delia había sido una de las razones por las que esos
chupasangres se habían mantenido alejados de nuestro territorio?

–Eso espero. –respondió Luca.

¿Le asustaba tener un poco de responsabilidad? Sí, así era él.

–Hemos recibido una petición del clan Plengostro para venir a visitarte en
unos días. –dijo Brent.
–No tengo ganas de visitas. –aseguré sincero.

– ¿Por la chica tardía? –preguntó Pol.

–Deja de meterte con ella, Pol. He sido amable hasta ahora pero no estoy
seguro de seguir siéndolo en el futuro. –amenacé para conseguir que su

rostro palideciese.

–Sería capaz de bajarme de rango. Está perdiendo la cabeza. –murmuró Pol


quejándose a los demás cuando pensaba que no era capaz de oírlo.

Bajé a paso tranquilo viendo a los niños dirigirse a la escuela y a los adultos
al entrenamiento militar. Quizá debía pasarme por allí para comprobar

cómo estaba yendo todo pero mis pies eligieron por mí la dirección que
debía tomar.

Llamé a la puerta de los Stuart donde la familia, toda junta, estaba


desayunando. Casi me dio la sensación de estar presenciando una

celebración por la desaparición de Delia durante unos meses. No me hizo


gracia aunque, por alguna razón que aún estaba intentando descifrar, intenté

disimularlo cuando me abrieron y me invitaron a pasar.

–Alfa… ¿Podemos ayudarle en algo? –interrogó el patriarca Stuart sereno.

–En realidad… Venía a hablar con Marcos. –dije sin estar seguro de estar

teniendo una buena idea.


 

–Lo cierto es que quiero recuperar a mi familia, alfa. –declaró Marcos

bajando la cabeza, parecía sincero. –Hemos cometido errores, no hemos


sabido comprender a Delia pero somos inmortales, nada impide que
podamos repararlos. –añadió.

Yo mismo no había sido como debía ser con ella, por eso mismo había ido

en busca de él, había mostrado un interés en recuperar su relación con Delia


y yo solo quería que ella se sintiese integrada y feliz. Iba a hacer lo que

fuese necesario para ello.

–Creo que puedo intentar meterte en mis misiones, hacer que estés cerca de
ella hasta que te dé la oportunidad. Delia es todo corazón. –dije sintiendo

que el mío se salía del pecho al oír hablar de ella.

–Seguro que cuando la conozca mejor concluyo que así es. –respondió.

No fue una respuesta muy normal pero supuse que la situación tampoco lo
era de alguna forma.

–Cuando vuelva todo volverá al lugar que corresponde. –aseguró


ofreciéndome su mano para estrecharla.

Lo hice.
Me fui al único lugar que podía consolar la ausencia de Delia de alguna

forma. Tumbarme en la viga en la que ella lo hacía me hizo preguntarme


por qué no había sido capaz de estar más cerca de ella antes de su partida.

Respiré hondo y miré hacia abajo. Se veía mi silla, esa en la que solía
sentarme a resolverlo todo, a la perfección.

¿De alguna manera ella me observaba más de lo que yo conseguía percibir?


 
 
CAPÍTULO 12
 
DELIA
 

Había sido más fácil de lo esperado irme del territorio sin despedirme de

nadie, ni siquiera de Astor.

Caminaba, en forma humana, junto a Shiba aunque todos a nuestro

alrededor fuesen corriendo convertidos en grandes lobos. Yo sabía por


experiencia propia lo frustrante que podía ser estar completamente sola con

la única misión de estudiar la diferencia por lo que, sin necesidad de orden

alguna, había decido andar a su compás.

–Eres totalmente diferente a otra persona que haya conocido. –dijo Shiba

animada. – ¿Crees que aprenderé a defenderme como tú? –cuestionó

ensanchando aún más su sonrisa.

Reflexioné la respuesta correcta a ese interrogante. Lo cierto era que veía

difícil que en tres meses, tiempo acordado para pasar con los Emerys,

consiguiera hacer de ella una “asesina”, pero sí podía comprometerme a

enseñarle todo lo que estuviese en mi mano.


Por un momento fugaz, sostuve la idea en la mente de no volver… La

deseché sin decírselo a nadie.

–Es posible que ya tengas fuerza en tu interior que ni conoces. –respondí

tranquila.

Shiba se fue contenta hasta donde estaba su padre. Tenía veinte años,

todavía no había alcanzado la edad de no seguir creciendo y hacer acopio de


su inmortalidad, y, pese a no haber conseguido su transformación, parecía

estar totalmente integrada dentro de su manada.

– ¿El ser buena peleando te ayudó a transformarte? –preguntó una voz

grave a mi lado.

Me giré para encontrarme con los ojos de color avellana clavados en mí con
demasiadas preguntas en el tintero. Abbot.

–El día y las fuerzas llegaron de repente. Mientras, del coraje de la

diferencia que todos me hacían notar, aprendí a pelear. –contesté de manera


escueta.

No conocía a los Emerys más allá de la historia que sabía de su manada

gracias a los libros que había leído durante tantos años. Torak había sido el

mayor guerrero de su generación y había sido capaz de hacer grandes

murallas alrededor de su territorio que, ya de por sí, estaba al otro lado de


un gran lago. Poco a poco los lobos de su manada habían comenzado a

entrenarse en el agua de tal manera que había quienes les llamaban “los

lobos del agua”. Miré a Abbot. No era muy mayor, no en realidad, pero se

le veía totalmente formado para asumir el mando de un momento a otro.

– ¿Estás preocupado por tu hermana? Quiero decir, si no dejáis que se haga

invisible ahora que tu padre es alfa, no cambiará mucho cuando tú lo seas…

¿O sí? –pregunté evitando mirarlo a la cara.

Abbot tenía la tez morena acompañando sus afilados rasgos azabaches. Lo

único que suavizaba su expresión era un hoyuelo que hacía su aparición

cuando sonreía, que era más a menudo, por lo visto, de lo que imaginaba;

¿Había lobos preparados para ser alfa más simpáticos que Astor?

Probablemente, no era algo muy difícil.

Resoplé al darme cuenta de mi mente pensando en Astor sin permiso.

– ¿No hemos llegado al territorio y ya estás dispuesta a insultarme? –

interrogó con sorna. –Debí suponer, después de haberte visto en el bosque,

que la asesina de vampiros tendría un carácter especial. –añadió.

– ¿Tú me viste ese día? –cuestioné con incredulidad.

Yo había visto unos ojos marrones en los arbustos pero había sido Shiba.
Entrecerré los ojos preguntándome como un lobo tan grande, y con una
fragancia masculina tan contundente, había pasado desapercibida para mí.

En sus ojos brilló una emoción que no supe descifrar del todo pero estuve

segura de estar presenciando una burla silenciosa. Él sabía lo que yo me


preguntaba así que era consciente de esconder su rastro más allá de lo

común.

–Quizá dedique estos tres meses a aprender algo yo también. –dije

intentando controlar el bombeo de la sangre en mis venas.

–Deberías, nunca sabes cuándo puede estallar una guerra. –contestó tan

tranquilo que sentí un aire gélido golpeando mi espina dorsal.

Interrumpieron el viaje a mitad de camino y, aunque Shiba aseguraba por

activa y por pasiva que no estaba cansada, no iban a dejar que se mostrase

agotada. Alguien encendió una fogata y el grupo se dispersó para comer

durante un rato.

–Debe ser fantástico que te enseñen a pelear. Tu padre debe ser muy bueno

en la guerra. –soltó inesperadamente Shiba.

Abbot, sentado a mi lado, enmudeció su conversación con uno de los

guardias, para escuchar mi respuesta, casi como si supiera que yo no había


sido precisamente la niña mimada del clan.
–Es un buen guerrero. –contesté sabiendo que no era del todo mentira. –

Pero no me enseñó nada. Prefirió dejar en manos del destino si estaba

destinada a pelear como una campeona o morir. –añadí en un murmullo.

Todos los ojos estaban clavados en mí por lo que me arrepentí de haberlo

dicho. Si hubiera tenido tiempo de pensar en aquel viaje, probablemente,


habría decidido no contar cómo era que me había convertido en “la asesina

de vampiros”, no quería que me viesen como esa marginada que había sido.

–No tienes nada de lo que avergonzarte. –intervino Torak llamando por

entero mi atención. –La luna marca el destino de cada uno de nosotros a su

antojo, si fue su voluntad que tardases más, eso hiciste. A lo mejor estabas

predestinada a salvar a tu propio clan de la amenaza de los vampiros. –


concluyó.

¿Así que eran esas las mentiras que le contaban a Shiba para que no se

sintiese mal?

Sonreí tímidamente. Debía ser agradable tener una familia a tu lado que

siguiese viéndote como parte de ella pese a no poder transformarte.

– ¿Qué hubierais hecho si no hubieseis sido los reyes del cotarro? –pregunté

antes de darme cuenta de lo que estaba diciendo.

–No hubiese cambiado nada. –aseguró Abbot.


Asentí sin convencimiento y él pareció notarlo. Hizo un gesto para reanudar

la marcha consiguiendo que todo el mundo se pusiese a ello, no era el alfa

pero tenía más que asegurada su sucesión.

¿No era lo lógico que retase ya a su padre para destronarle? Al parecer no,

estaba esperando y empecé a preguntarme por qué.

¿Y si Abbot Emery no era de fiar?

El crujir de una hoja de manera irregular fue suficiente aviso para mí. Cerré

los ojos mientras que asentaba mis botas a la tierra para ser más consciente

de mi entorno. Los lobos crujían hojas a su paso constantemente, pero


aquello había sido un sonido accidental, un ruido que delataba una

presencia no grata.

–Vampiros. –dije suficiente alto y claro como para que todos me oyesen.

Me acerqué a Shiba de una zancada al ver su rostro palidecer de terror. ¿De

verdad no tenía nada con lo que defenderse? –Quédate detrás de mí en todo

momento y si te digo que hagas algo, lo haces. –añadí.

Abbot se colocó al otro lado de su hermana y su padre cerraba el triángulo

de protección. La manada entera se quedó en un jaque momentáneo

esperando a que llegase el ataque.


¿Cómo podían confiar tanto en mi palabra? ¿Bastaba con decir algo para

que lo tuviesen en cuenta? Era más mérito del que me habían dado en toda

mi vida dentro de la manada de Astor.

El primer vampiro se abalanzó sobre nosotros a una velocidad pasmosa


mientras que varios salían de unos arbustos dirigiéndose hacia el mismo

grupo de hombres lobo.

Reconocí inmediatamente el tipo de vampiro que eran porque, aunque para

los míos parecían ser todos bestias salvajes que solo querían destruir, y en
parte no les faltaba razón, yo había notado diferencias entre ellos. Estos

eran novatos, alguien los había convertido y entrenado hacía relativamente


poco tiempo; Se notaba en su ansia, en su sed y en la imprecisión de sus

movimientos.

Cuando estuve segura de cuántos eran saqué mis dos grandes espadas y

esbocé una de mis gélidas sonrisas antes de adelantar varios pasos para
lanzarme al ataque. No me costó más de diez minutos eliminarlos a casi
todos mientras que los ojos de todos los presentes se clavaban en mí con

algo en la mirada que jamás había visto en nadie…

¿Admiración?

 
Al terminar con todos, menos con uno, siguiendo mi modus operandi, me
acerqué a él para clavar mi bota de cuero en su nuez. El enemigo abrió los

ojos con verdadero miedo, no olvidaría jamás mi rostro.

–Diles a todos los demás que si intentan atacar a la manada Emerys la


asesina de vampiros caerá sobre ellos con tal contundencia que no querrán

haber nacido. –aseguré tranquila.

El chico se levantó en cuanto lo liberé pero, antes de poder salir corriendo,


fue interceptado por Abbot con fuerza. Le miré sin entender por qué si
habían dejado que yo me ocupase de todo y parecían estar de acuerdo con

lo que yo era, iba a desautorizarme así. Me crucé de brazos, tras guardar las
espadas, esperando una explicación.

–Ahí está. –murmuró el capturado con el rostro pálido. –Esa es la bruja. –


añadió señalando directamente a Shiba.

Abbot no dudó entonces ni un segundo antes de arrancarle la cabeza del


cuerpo y tirarlo a los restos de la fogata. Tras hacerlo, clavó sus ojos en mí

de una forma diferente, casi amenazadora. Mi respiración estaba agitada


sintiendo cada lobo presente dispuesto a atacarme. Miré a Shiba, en la

distancia, cuyo rostro asustado no había cambiado e incluso se encontraba


más compungido.

¿El vampiro la había llamado bruja? ¿Por qué?


–Me temo que nos encontramos en una situación delicada. –dijo Torak
arrastrando más de lo que deseaba las palabras.

Era una amenaza silenciosa.

–No veo por qué. –contesté encogiéndome de hombros. –Por lo que yo sé,
estábamos yendo tranquilamente hacia vuestras tierras cuando un grupo de

vampiros nos ha atacado. He acabado con todos y seguimos en el mismo


camino. –añadí quitándole hierro al asunto.

Abbot movía sus pies nervioso, como si no quisiera atacar pero debiera

hacerlo.

–Hablaremos de esto cuando lleguemos. –ordenó. –El camino no es seguro,


ya no. –concluyó en un murmullo.

El ambiente del viaje se tornó denso, lleno de alerta y desconfianza. Recibía

más atención de la que precisaba porque, en realidad, no iba a hacer nada


por haber oído esas palabras de la boca de un vampiro pese a mi creciente

curiosidad. Si algo sabía, por propia experiencia, era que cuando los
chupasangres te ponían un mote, siempre había algo de verdad en él.

¿Qué parte exactamente sería cierta de la identidad de Shiba como bruja?


No me dejaron acercarme a ella el resto del camino haciéndome sentir,

seguramente sin saberlo, más como en “casa”. Estaba acostumbrada al


recelo hacia mi persona, a ignorarme. No por ello sentí que por culpa de un

ataque inconveniente, había perdido demasiado pronto la oportunidad de ser


una chica integrada en un grupo nuevo.

Ya estábamos a las puertas de las grandes murallas cuando Abbot se acercó

a mí y me cogió del brazo suavemente invitándome a acompañarlo.

–No quiero hacer esto pero, hasta que tenga ocasión de hablar con mi padre

del tema, tengo que asegurarme de tu silencio. –declaró.

No me sorprendió ir directa a una celda donde cerraron barrotes tras de mí.


Desde luego, si pensaba que el casamiento con Astor me llevaba a un lugar

mejor, me había equivocado en su momento; Pero si huyendo de mis


sentimientos me había ido con los Emerys… Tampoco había sido la mejor

de mis elecciones.

“Bruja” la palabra resonaba con fuerza en mis sienes.

¿Y si lo era? ¿Cuánta gente lo sabría?

– ¡Basta! Vais a soltarla ahora. –gritó una voz femenina conocida bajando
las escaleras que conducían a la celda. – ¡No ha hecho nada! ¡Y es mi
amiga! –Shiba estaba con los brazos cruzados frente a su hermano en forma

amenazadora.

¿Era su amiga?

Era muy pronto para saberlo pero, lo que si era verdad, era que no había
hecho absolutamente nada, y, aunque no lo supieran, tampoco pensaba

hacerlo. Shiba no era una amenaza, no para mí, fuese bruja o no.

 
 
CAPÍTULO 13
 
ABBOT
 

Aquel no era el plan original y se había escapado de mi control, o el de mi

padre, antes de empezar siquiera.

Estaba de pie, apoyado a pocos metros de ellas, observando a Delia

intentando enseñar a mi hermana a coger una espada como se debía.

–Si quisiera matarla, lo podría hacer antes de tu primer paso hacia nosotras.

–declaró Delia señalando la ridiculez de mi vigilancia.


Habían pasado dos días desde que habíamos llegado, había intentado
hacerla prisionera sin éxito y habíamos consentido que empezaran los

entrenamientos. Esos tres meses tenían que dar para hacer a mi hermana
capaz de defenderse por sí misma; Yo no podía estar siempre tras sus
talones, era una de las razones principales para no haber ocupado ya el

puesto de mi padre, quedaba mejor que yo le hiciese de niñera que si lo


tenía que hacer mi padre con más de trescientos años vivo. No era lo que se

decía un buen plan de jubilación.

–No es que tú me hayas visto en una pelea. –afirmé cruzando los brazos

sobre el pecho tranquilo.

Yo era letal, eso era verdad, pero también lo era que, a la distancia que se

encontraban, no podría detenerla si quisiera hacerle algo.

–No vamos a empezar a medir quién la tiene más larga porque no

acabaríamos nunca. –dijo riéndose.

La sola mención de mi miembro me puso incómodo. Ella era una mujer con
la una forma exquisita y, si bien no la había visto en forma de loba,

desprendía una fragancia dulce inigualable allí dónde iba.

–Mi hermano es algo pudoroso para ser un futuro alfa. –soltó Shiba
divertida.
–Tú céntrate en lo que te está diciendo. –repliqué señalando la daga que
acababa de darle para sustituir la larga espada.

–No tienes mucha fuerza pero puedes usar tu agilidad a tu favor, ese
también es mi fuerte. –dijo Delia sonriendo.

– ¿Y si no puedo transformarme nunca? –interrogó Shiba alicaída.

–Puedes ser igual de valiosa peleando. –contestó con dulzura Delia. –

Además, tienes suerte de la posición que tienes. Te aprecio, pero no creo


que lamentarse sea la solución a tus problemas. –añadió.

Shiba la miró abriendo mucho los ojos. Yo conocía esa mirada, Delia, no.

Se estaba poniendo nerviosa y cuando lo hacía, su magia se descontrolaba.


Una niebla espesa salió disparada hacia Delia, quien debería haber caído

automáticamente al suelo paralizada, pero no lo hizo.

– ¡No ha sido a propósito! –chilló esperando el resultado que había


obtenido otras veces. Parpadeó entonces dándose cuenta de la tranquilidad

de Delia. – ¿Cómo es posible? –interrogó en un parpadeo echándose hacia


atrás.

–Sigamos entrenando. –contestó ella tras tomar una gran bocanada de aire.

– ¿Por qué no contestas a lo que te ha preguntado? –intervine con el ceño

tan fruncido por la sorpresa que estuve seguro de su consciencia al respecto.


–Porque no creo que hayamos llegado al punto en el que confiéis en mí y yo
confíe en vosotros. –respondió sin mostrar nada en su rostro.

Un buen rato más tarde, Delia dio por concluida la lección y se despidió,
con un leve movimiento de cabeza, de mí antes de irse a su habitación.
Estaba completamente seguro de haber dejado la vigilancia apostada en su

puerta a una distancia prudencial y suficiente para que no se diese cuenta


pero, por lo que iba descubriendo de ella, sabía que sabría que ellos estaban
allí.

– ¿Crees que puede ser ella? –interrogó mi padre en cuanto me junté con él
en sus aposentos.

Aquella habitación había sido la sala de estar preferida de mi madre cuando


aún vivía y, desde que había muerto, se convirtió en el sitio de pensar de mi
padre; Como si por estar allí, ella, desde el cielo, pudiera intervenir en sus

decisiones inclinando la balanza hacia lo correcto.

–Debe serlo. –contesté sin hablar de más. –Ella y Shiba se llevan bien solo
que sigo sin ver cómo mi hermana va a aprender a ser tan valiosa como dice

la profecía que lo será. –añadí frustrado.

Había cumplido la mayoría de edad con una transformación asombrosa a


mis espaldas que hacían temblar a todos los que eran como yo. No tardaron
mucho en murmurar, cuando acababa de pelear en el círculo u otros me
retaban, que sería el próximo alfa…

Pero la espera estaba siendo eterna.

Desde que había nacido mi hermana, veinte años atrás, todo había
cambiado. La mujer, curandera del clan, que había atendido el parto, se
apresuró a decir, nada más verla, que estaba marcada. Mi padre la mandó

matar y, sin embargo, años después fue al valle de las profecías para ver si
era cierto. Alguien marcado era alguien cuyo destino estaba escrito de una
forma imborrable. Todos teníamos un destino, supuestamente, pero los
marcados eran aquellos cuyo destino era tan grande que las estrellas estaban

esperando contemplar el espectáculo.

Shiba tenía sobre sus hombros un gran peso desde que había descubierto su
destino. Sí, aquella chica delgada, sin transformación ni habilidad,

eliminaría la existencia misma de la guerra entre vampiros y hombres lobo.

¿Era eso siquiera posible?

Al parecer sí, pero no podría hacerlo sola porque la profecía era clara. Solo
junto a una asesina de vampiros y encontrando ésta última el amor,

conseguirían hacer frente a semejante reto.


Pero como en toda pronosticación del futuro había dos caras de la moneda;

En la segunda cara, el resultado estaba claro: Si no conseguían encontrar el


camino correcto, la raza de los lobos caería en desgracia terminando por
erradicarse de la faz de la tierra.

–Tenemos dos de tres entonces. La bruja y la asesina… ¿Qué hay del amor?
–preguntó mi padre enarcando una ceja en mi dirección.

–No creo que funciones así. –aseguré con cierto remordimiento.

–Enamora a la chica, Abbot, es tu deber para con la manada. –ordenó mi

padre de vuelta.

¿De verdad el destino contaba con que engañara a la chica? La profecía

mencionaba el amor como parte del único camino para la victoria pero…
¿Era eso lo que quería que hiciese? Miré a la luna, que ya había salido,
preguntándome si todo lo que estábamos haciendo, desde el principio de los
tiempos, no era más que un terrible error.

Caminé con furia hasta el exterior sin rumbo fijo con la idea de serenarme,
pero oí llantos. Era Shiba. Me acerqué rápido hasta comprobar, con un

sentimiento encontrado en mi interior, que Delia ya estaba consolándola.

–Tienes suerte, Shiba, de estar en una familia que te quiere y te acepta tal y
como eres. No tienes que estar triste, todos somos diferentes. –murmuró
ella abrazándola.

– ¿Tu familia no te aceptó? Eres una guerrera formidable. –contestó mi


hermana sorbiendo por la nariz.

–Nadie sabía que yo era la asesina de los vampiros hasta que me casé con el
alfa. He estado sola e invisible más tiempo del que me gustaría reconocer. –

confesó ella.

Esa declaración revolvió algo mi estómago.

– ¿Y cómo pasaste de ser invisible a casarte con el alfa? ¿Me estás


mintiendo para que me sienta mejor? –preguntó Shiba con ojos
esperanzadores.

–Yo no tengo necesidad de mentirte. Es cierto que me das ternura porque


me recuerdas a mí pero mentir no es una forma de proteger, aunque haya

quienes piensen que sí. –respondió volviendo a hacer ese movimiento de


respirar profundamente que me hacía admirarla sin explicación. –Astor
quería casarse por las apariencias para con su manada y yo era una buena
opción, o eso pensó, porque no le iba a dar problemas. –añadió forzando

una sonrisa que casi dolía a continuación.

–Esto… Lo siento. –dijo Shiba.


–No lo sientas. Estoy aquí para ayudarte a aprender a pelear pero hay

batallas que nunca ganarás y solo puedes resignarte a hacerlo lo mejor


posible. –aconsejó Delia.

Esa forma de hablar… Parecía haber sufrido tanto…

Negué con la cabeza con sentimiento de culpa. Astor la había utilizado para

sus propios fines y yo, aunque por motivos totalmente distintos, pensaba
hacer exactamente lo mismo.

–Se le pasará. –murmuré saliendo de entre las sombras al ver cómo mi


hermana se iba.

–Oh, estás ahí… –susurró sorprendida. –Eres increíblemente silencioso. –


añadió sonriendo solo un poco.

– ¿Vas a preguntarme cómo lo hago? –interrogué enarcando una ceja.

–No vas a decírmelo de todas formas. –contestó empezando a pasear.

–Puedo enseñarte a hacerlo si quieres. –sugerí llamando por completo su


atención. Se detuvo para mirarme y entrecerró los ojos dubitativa. –Vamos,
protegía a mi hermana cuando llegamos pero no tengo nada en tu contra. –

añadí.

–Entonces… Después de ti. –concedió haciendo un gesto con la mano.


Se transformó rápido cuando se lo pedí y me quedé impresionado con su
forma lobuna, era grande y hermosa, pero sí hacía bastante ruido al
moverse. Me esmeré en mostrar cómo mis patas sentían la tierra, el truco
estaba en ser muy consciente de todo lo que te rodeaba en cada momento

para tenerlo en cuenta en los movimientos.

–Tienes que controlar la respiración. –expliqué pegando mi cuerpo de lobo


al suyo.

Nuestros pelajes se tocaron y ella dio un pequeño respingo hacia atrás.

–Hemos terminado por hoy. –aseguró volviendo a su forma humana.

–No quería incomodarte… –repliqué.

Lo dije totalmente de verdad.

–Y no lo has hecho. –mintió notablemente. –Es solo que… No estoy


acostumbrada a tratar con nadie en forma de lobo. Me siento más cómoda

así. –añadió señalándose.

–Debe ser difícil que nadie te apoye. –dije nuevamente siendo sincero.

–Ahora es algo distinto, tengo a Astor. –contestó encogiéndose de hombros.

No me venía bien que se pusiese a recordar a su esposo si pretendía que se


enamorase de mí, pero más allá de eso, me molestaba por dentro sin
ninguna razón.
–Es un alfa muy respetado. –comenté sin saber bien qué decir al respecto.

–Sí. –concluyó escuetamente.

Quizá a ella también le pesaba hablar de él. No era su alma gemela ni nada
por el estilo y ni siquiera se habían elegido porque se gustasen así que tenía

una oportunidad. Solo entonces, y fijándome con detenimiento en sus


preciosos ojos verdes como dos tréboles, me di cuenta de algo: Mi misión
no era incompatible con ser bueno con ella.

¿No debía encontrar  amor según la profecía? ¿No era por eso que mi padre
me había pedido que la enamorara? Pues eso no era incompatible con
enamorarme yo de verdad.

–Aprovecharemos estos tres meses. –solté en voz alta sin pretenderlo.

Ella me miró, parpadeó y sonrió. Seguramente no entendía a que venía esa


frase pero no le dio más importancia.

–Sí, el tiempo pasa sorprendentemente rápido. –aseguró ella.

Solo tenía tres meses pero iba a intentar que fuese más que suficiente para

los dos y para el destino.

 
 
CAPÍTULO 14
 
DELIA
 

Había pasado un mes y medio desde que había llegado al territorio de los
Emerys así que tenía la rutina interiorizada pero no podía acostumbrarme a
la cercanía con la que se empeñaba en tratarme Abbot.

–Encantadora asesina. –dijo a modo de saludo detrás de mí. – ¿Qué toca


hoy? –interrogó haciendo un gesto hacia Shiba que llegaba radiante.

–Ha mejorado mucho, pero creo que no va a transformarse a corto plazo. –


aseguré exteriorizando por fin los pensamientos que había ido forjando al

respecto.

– ¿Y tienes alguna idea de por qué? Porque tengo ganas de clavarme a mí


misma las dagas estas para dejar de practicar. –soltó Shiba llegando hasta

nosotros.

–Creo que tú misma te contienes por miedo a hacerle daño a los demás. –

contesté recordando algunos viejos textos. –No quiero meterme en caminos


que no me llaman pero… Leí sobre el poder contenido en brujas y… Creo
que ese puede ser el motivo. –concluí dejando que ambos hermanos
reflexionasen sobre lo que acababa de decir.
Había estado muy bien ese pacto no hablado de dejar de hacernos preguntas
incómodas hasta que estuviésemos dispuestos a empezar a contestarlas,
pero quedaba un mes y medio para mi vuelta por lo que se nos agotaba el

tiempo.

–No quiero hablar de eso. –dijo Shiba en voz quejicosa.

–Estoy de acuerdo. –añadió Abbot con el gesto torcido.

¿Dónde quedaba esa sonrisa amable que siempre estaba dispuesto a


dedicarme?

–No necesito saber cómo o por qué, aunque posiblemente ni lo sepáis, pero
sí es de imperiosa necesidad que dejemos de hacer como que no lo eres. –
espeté cruzándome de brazos.

– ¿Por qué? –interrogó Abbot poniéndose por delante de su hermana.

– ¿A estas alturas crees que le voy a hacer algo?  Eso es que no me conoces.
–dije ofendida. –Quiero ayudarte, Shiba. –añadí clavando mis ojos en ella.

– ¿Qué leíste sobre la contención de los poderes? –preguntó dando un paso


hacia delante.

–Tomo una serie de hierbas que me ayudan contra el veneno de vampiro en


caso de que consigan herirme. Leí en alguna parte que era efectivo contra
todo lo que fluía de ese veneno, en cualquier forma…. Las brujas son medio
del submundo también así que… Por eso no me tiraste al suelo cuando me
atacaste sin querer. –expliqué haciendo una larga pausa.

– ¿Cómo crees que eso puede ayudarnos? Dejando claro, por supuesto, que
no creo que mi hermana tenga veneno por sus venas. –respondió Abbot.

Que tenía ese veneno, era un hecho, sino no podría ser bruja, pero no iba a
discutirlo. Podía entender esa protección fraternal aunque nunca la había

tenido.

–Si ella estuviera segura de no hacer daño a las personas con las que
practica podría liberar una parte de su pesada carga. –sugerí encogiéndome

de hombros.

No era un hecho probado pero sí una teoría bastante convincente.

–De todas formas ya he mejorado mucho con las armas. –murmuró


intentando sonar contenta, sin éxito, Shiba.

–Ese miedo es el que te frena. No conseguirás nada así. –aseguré


cruzándome de brazos. –Yo no tenía miedo a herir a nadie, ese es el único

secreto que nos diferencia que yo sepa. –concluí.

Eché a andar hacia ninguna parte sabiendo que no le había enseñado ni una
sola cosa ese día. Me empezaban a pesar en exceso los comentarios que

mee recordaban que yo siempre había estado sola.


¿Por qué si todo el mundo la apoyaba no podía aprovecharlo?

–Delia. –La voz de Abbot a escasos metros de mí me hicieron recordar lo


silencioso que era.

– ¿Qué? –interrogué enarcando una ceja.

No me apetecía otro momento de esos que Abbot tenía preparados para mí,
esos en los que su fragancia masculina desprendía deseo y yo no sabía
cómo actuar al respecto.

– ¿Crees que hay maldad corriendo por las venas de Shiba? –preguntó en un
susurro.

El rostro de Abbot se contrajo, de verdad le dolía pensarlo.

–Yo… No tiene por qué. –Me encogí de hombros y le puse una mano en el

brazo tratando de proporcionarle consuelo. Sus ojos color avellana cayeron


sobre mí con la intensidad del fuego. –Ningún lobo nace con esa clase de
magia, Abbot. –confesé suspirando. –Tú lo sabes. –añadí. –Pero ella no
tiene intención de herir a nadie. –concluí.

Lo cierto era que la única forma de ser bruja era haber nacido de al menos
un progenitor vampiro y poseer el don. Yo no iba a ser quien le preguntase

al gran Torak si había tenido en cuenta que, seguramente, su mujer le había


engañado con un vampiro engendrando a Shiba.
–Me alegro de tu presencia aquí. –admitió Abbot acercándome con un

movimiento a él.

Estábamos demasiado cerca y, por un instante, no me moví.

¿Qué me impedía rendirme a la protección y cuidado que Abbot parecía


ofrecerme? Siempre me había tratado bien y nunca había dudado de mi
valía.

–Abbot, soy la mujer de Astor. –dije en un susurro.

– ¿Y si estoy dispuesto a luchar por ti? –preguntó pestañeando tan cerca de


mí que me temblaron las piernas.

– ¡Lo he conseguido! –gritó Shiba llegando, repentinamente, hasta nosotros


en forma de loba.

No tenía un gran físico pero era alta y fuerte. Destellos de pelaje naranja y
negro llamaban la atención.

– ¿Cómo? –interrogó Abbot saltando de la roca en la que se había sentado


tan cerca de mí.

–No lo sé, solo… Dejé de tener miedo y lo intenté sin nadie a mi alrededor.
–confesó tan emocionada que no paraba de mover la cola de manera
cómica.
–Es una gran noticia. –aseguré levantándome tras tomar una profunda

bocanada de aire. –He tenido una idea. –Ambos me miraron, una vez más, a
la espera de mi genialidad; ¿No era agradable ese sentimiento? –Podemos
dar el antídoto a toda la manada, además de darle más seguridad a tus
intentos, les protegerá contra los vampiros. –concluí.

–Así se hará. –afirmó Abbot.

Sus ojos centellearon en mi dirección. Algo en su sonrisa silenciosa me dijo

que nuestra conversación no había terminado.

–Papá tiene que saberlo. –chilló Shiba que aún se tropezaba en algunos
momentos. No conocía bien su propia forma.

–Hablamos luego. –dijo Abbot y no se ocultó cuando posó una de sus


manos en mi hombro.

“¿Y si estoy dispuesto a luchar por ti?”

Las palabras de Abbot sonaban con demasiada fuerza en mi cabeza una y

otra vez.

Nadie había luchado por mí nunca…

Él me estaba escogiendo por mí misma y no por conveniencia…. ¿No debía


tenerlo en cuenta siquiera?
Me desnudé para meterme en el gran lago que rodeaba las tierras de los

Emerys y agradecí el agua fría que templó mi cuerpo. No pude frenar mi

imaginación…. Quería estar con Astor, allí, acariciando su cuerpo desnudo,


sintiendo su fragancia a menta… Pero él no sentía lo mismo.

Yo había notado mis sentimientos sobre Astor mucho antes de lo que

reconocería ante nadie, había esperado que fuese recíproco, pero no lo era.

Él me podía llegar a desear, pero nada más y, si yo probaba su placer, no


soportaría no volver a tenerlo.

Una idea volvió a invadir mi mente… ¿Y si, simplemente, no volvía?

No podía hacer eso, dejar a Astor como un alfa abandonado, ni siquiera lo

permitiría.

– ¿Delia? –La voz de Shiba, en forma humana, era delicada y aguda. –

¿Sigues aquí? –interrogó sorprendida de encontrarme flotando en su lago.

– ¿Qué hora es? –pregunté de vuelta.

¿Cuánto tiempo me había pasado inmersa en mis propios pensamientos?

–La hora de la cena, ven, estamos de celebración. –anunció invitándome a


salir.

Shiba me prestó un vestido, el cual pese a entrarme me quedaba más


sugerente en el pecho de lo previsto. Abbot silbó cuando entré al salón sin
ningún tipo de complejo.

–Estás preciosa. –murmuró invitándome a tomar asiento a su lado.

Miré a Torak esperando buscar tanta reprobación como con los padres de
Astor pero, sorprendentemente, pareció complacido.

¿Y si era así de sencillo encajar?

–Quiero volver a mi manada. –susurré al oído de Abbot.

Éste palideció y buscó una explicación urgente con sus ojos color avellana.

–Si es por lo que te dije antes, yo… –dijo dejando en el aire sus propias
palabras.

–Necesito hablar con él, no me quiere así que… Podría dejarme ir. –
comenté con un profundo dolor en el pecho que no pensaba mostrar.

– ¿Volverás aquí? ¿Conmigo? –preguntó cogiendo mis manos entre las


suyas.

Shiba sonrió en nuestra dirección mostrando una vez más lo joven que era.

–Yo… Sí. –aseguré respirando hondo.

¿Tan malo era pensar en mí por una vez en la vida? Todos se alegrarían de

perderme de vista y yo no sufriría desprecio nunca más. Mandé a la mierda

mentalmente todas las veces que había soñado con esperar a mi alma
gemela; La había encontrado, era Astor y, sin embargo, no había nada de

felicidad en ello.

¿Por qué entonces no cambiar de vida a una en la que nadie sintiese el más

mínimo desprecio por mí?

–No quiero que te vayas. –replicó en la puerta de mi habitación provisional

Shiba refunfuñando mientras se cruzaba de brazos. –No es justo, no han

pasado tres meses. –añadió acusatoriamente.

–Volveré. –afirmé tranquila.

Era la primera amiga que había tenido desde que fui repudiada así que le

tenía un cariño especial. Saqué una daga y se la di, se quedó observándola

por un rato para después guardarla en su cinturón.

– ¿Y si no quieren que vuelvas? –preguntó con más agudeza en la voz

todavía.

Eso le daba miedo.

–Esa daga fue con la que maté a mi primer vampiro, al primero de tantos…

–murmuré recordando a cada uno de ellos. –Eres fuerte, más de lo que


imaginas, y aunque tengas sangre de vampiro, tu corazón es puro como el

de una gran loba. –añadí.


Nos fundimos en un abrazo tan sincero que tuve ganas de quedarme

directamente allí, enviarle una carta a Astor y dejar que Abbot afrontara las
consecuencias, pero no era justo.

–Te acompañará un grupo hasta tu manada. –informó Abbot llegando hasta


nosotras.

–No es necesario. –aseguré bajito.

–Os dejo despediros. –intervino Shiba para darme un abrazo antes de


desaparecer.

–Quiero que estés a salvo. –dijo dando un paso hacia mí.

Su forma de mirarme era tan… Tierna.

–Lo estaré. Llamaré menos la atención viajando sola. –informé tranquila.

No quería llevar a la espalda el peso de la culpa si él perdía hombres cuando

los vampiros detectaran presencia en el camino.

–Vuelve, Delia, por favor. –suplicó desconcertándome.

Solo en ese instante me di cuenta de algo que me heló la sangre: Yo era su

alma gemela.

–Abbot… –murmuré con cierta pena.

Yo era la suya pero él no la mía.


–Me conformo. –dijo leyendo casi mis pensamientos. –Tú vuelve. –

concluyó antes de acercarse para besarme.

No me negué. Posiblemente era la persona que más me había querido desde

el día en que nací y estaba harta de mi vida como repudiada.

–Volveré. –aseguré casi a modo de promesa.


 
 
CAPÍTULO 15
 
ASTOR
 

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal sin explicación.

Descarté el mal presentimiento de mi mente centrándome en seguir la


conversación con Tresh y Fiora, alfa y beta respectivamente, del clan

Plengostro. Al final no había tenido más remedio que acabar recibiéndolos


pese a darles largas durante un mes y medio; ¿Nadie entendía que no estaba

de buen humor con Delia fuera de mi territorio?

Por si eso fuera poco, habíamos tenido más ataques vampíricos que en los
últimos treinta años. Al parecer, ella nos ayudaba a mantener la manada a

salvo de una forma que ni siquiera nos imaginábamos.

– ¿Habéis oído lo de la transformación de la chica? –interrogó Fiora


emocionada. –Las noticias buenas vuelan, Shiba ya se puede transformar

desde hace unos días. –añadió feliz.

Los Emerys también eran aliados suyos.

– ¿Qué? –pregunté volviendo a la conversación de pronto.


Brent, a mi lado, se giró hacia mí comprendiendo el recorrido de mis

pensamientos.

¿Por qué ellos mismos no me habían informado y devuelto a mi mujer?

–Es una gran noticia; Corrió como la espuma en cuanto sucedió. –aseguró

la mujer.

Excepto en mi territorio.

Gruñí.

Eso no parecía una casualidad.

–Dejo a mi hermano Luca hablando con vosotros, tengo un asunto urgente

que atender. –dije levantándome de pronto.

Luca me miró como si me hubiese vuelto completamente loco y, de hecho,

así debía ser para dejar a mi hermano a cargo de algo con lo poco que le

gustaba tener responsabilidad.

– ¿A dónde vas? –interrogaron Brent y Pol al unísono.

Sus razones eran bien distintas; El primero preocupado por Delia y el


segundo histérico por mi supuesta pérdida de cabeza al dejar plantados a

unos aliados tan preciados.


–Si le ha pasado algo, reduciré a los Emerys a cenizas. –declaré con una ira

incontenible brotando de mí.

Ambos supieron que hablaba en serio pero, entonces, la vista de los dos

cayeron en algo detrás de mí.

–Astor. –saludó una voz totalmente reconocible a mi espalda.

–Delia. –dije girándome para verla.

Todo dejó de importar en aquel momento y solo avancé para abrazarla. Su

dulce fragancia envolvió mis fosas nasales consiguiendo que mi piel se


erizase por la necesidad.

–Tenemos que hablar. –murmuró saludando a Brent con un movimiento de

cabeza.

Otra vez ese escalofrío recorriendo mi cuerpo.

–Sube arriba, termino la reunión y me reúno contigo. –dije sintiendo que mi


corazón volvía a latir a un ritmo normal.

Ya podía estar tranquilo, ella estaba en casa así que podía terminar mis

obligaciones como alfa antes de subir y reclamarla como había soñado con

hacer desde el mismo día en el que se había ido. Podía hacer el ritual de

unión, amarla e incluso morir por ella. El destino había sido caprichoso en

su forma de presentarme a mi alma gemela pero nada de eso importaba ya.


Me despedí de los Plengostro que estaban más que sorprendidos con mi

buena voluntad de pactar. Estaba de buen humor y eso se notó en cada una

de mis concesiones.

–Volvió y ya le hizo perder la cabeza. –dijo Pol creyendo que no era capaz

de oírlo.

Acabaría por pegarle una patada fuera del clan como siguiese pero, en ese

instante, tenía cosas más importantes que hacer.

Respiré hondo antes de abrir la puerta de su habitación; Tampoco era

cuestión de entrar como una bestia a poseerla. Al entrar la encontré

inclinada sobre una gran maleta pero, lejos de estar vaciándola, estaba

llenándola.

– ¿Qué haces? –interrogué sintiendo que el corazón se iba a salir de mi


pecho.

–He pensado que, quizá…–Hizo una pausa que me heló aún más. –Podrías

buscar otra esposa, una que todos aprueben. –sugirió tranquila.

– ¿Para volver a tu casa? –interrogué sabiendo, con el dolor haciéndose más

agudo, que la respuesta sería negativa.

–Quiero que me dejes abandonar el clan, Astor. –soltó de golpe.

–No. –espeté sin siquiera pensarlo.


– ¿Por qué? –interrogó llevándose furibunda las manos a las caderas. –

Nadie me quiere aquí. –añadió.

–Eres mi mujer. –dije frenético.

–Pero puedes escoger a otra y decir que me has pegado la patada. Te

vitorearán. –aseguró señalándome en forma de acusación.

–Dame tus razones y lo consideraré. –dije aunque no pensaba ni


remotamente en considerar tal locura.

–Los Emerys me han ofrecido unirme a ellos como parte de la manada y

creo que podría ser una buena oportunidad para mí. –murmuró dejándose

caer con frustración en el borde de la cama.

– ¿Vas a pasar la esposa de un alfa a un miembro sin más de un clan? ¿Qué

oportunidad es esa? –interrogué tan cabreado que me costaba respirar.

–Pues que en ese clan quieren que esté. –contestó agrandando sus fosas

nasales. –Además, es como si pensases que nadie va a querer casarse

conmigo allí. –añadió.

– ¿Quién es? –interrogué entrecerrando los ojos.

– ¿Quién es quién? No entiendo a qué te refieres. –mintió como una bellaca.

– ¿Quién te sugirió que era una buena idea que te cambiases de manada? ¿A
quién tengo que arrancarle la cabeza por intentar que me dejes? –pregunté
tan furioso que me estaba costando no transformarme.

– ¿Por qué te importa tanto? ¿Por qué hiere tu orgullo? –cuestionó

enfureciéndose ella también.

–No te dejaré marchar y punto. –concluí serio.

– ¿Y cuando llegue tu alma gemela? –interrogó con media voz.

¿Era un buen momento para decirle que ella era mi alma gemela?

Probablemente no.

–Puede que entonces. –contesté siendo conocedor yo solo de mi verdad.

–Eres insufrible. –murmuró molesta. –Si me quiero ir, me voy, tan sencillo

como eso. –clamó al cielo.

–Pues no tan sencillo porque resulta que soy el alfa y eso me da potestad

para decidir sobre ti al igual que sobre otros miembros de la manada; Y por

si eso fuera poco, resulta que nos hemos casado. –replique molesto.

Alguien tocó a la puerta de la habitación de Delia con sigilo por lo que

ambos nos callamos a la espera de la decisión de Brent de intervenir en

nuestra conversación.

–Tienes visita, Astor. –anunció llamando mi atención. –Abbot Emery está

esperando abajo. –concluyó.


La tensión era palpable en el entorno por lo que desvié mi mirada hacia

Delia que pareció tan sorprendida como frágil en aquel momento.

Comprendí entonces que la visita quizá no era de cortesía.

–Llevarte con ellos fue una jugada sucia para mantener una paz débil pero
si esperaban que intentar quitarme a un miembro de la manada a la fuerza

era un buen plan… Se equivocaban. –dije apretando los puños.

Bajé sin esperar a Delia que corría detrás de mí como una bala. Cuando

llegué al cuarto donde Abbot esperaba lo vi tan cabizbajo que dudé por un
instante.

–Siento irrumpir así en tu territorio, pero vengo como clan aliado que
somos a pedir ayuda. –afirmó Abbot con el aliento entrecortado.

Me percaté de algunas heridas visibles en sus brazos y rostro; ¿Qué habría

pasado? ¿Sería una maniobra?

Silbé para que viniesen mis hombres de más confianza en posición de


ataque, decisión que le sorprendió.

–Si vienes a llevártela, puedes irte por dónde has venido. Nadie quiere una

guerra. –afirmé todo lo tranquilo que pude.

–Hay guerras que son inevitables. –respondió Abbot subiendo la tensión. –

Pero aunque vengo a por ella, no es del modo en el que estás pensando. –
Hizo una pausa. –Se han llevado a Shiba, los vampiros. –aclaró con cierto
temor reflejado en su expresión. –La necesitamos para recuperarla. –

concluyó.

Delia se llevó las manos al rostro bastante afectada y dio un paso hacia
delante que se vio truncado por la intervención de mi brazo.

– ¿Qué estás haciendo? Hay que ayudarla. –chilló hacia mí.

–No sin negociar. –anuncié sereno.

–Ya negociaste con mi padre cuando vinimos. Cumplimos nuestra parte y


ahora necesitamos ayuda. –replicó Abbot frunciendo los labios.

–En ese momento no vi lo que ahora. –respondí midiendo mis palabras. –


Quieres robarme algo que es mío y, por tu forma de mirarla, sé que harás lo

que sea necesario para conseguir tenerla contigo. –Una pausa pensando ante
la atenta mirada de los míos. – ¿Dispuesto a empezar una guerra? Espera, lo

estabas hasta que el inconveniente de tu hermana se ha metido por el medio.


No es lo mismo lobos contra lobos que si se meten vampiros. –Dejé el resto

de mis pensamientos para mí.

– ¿Por qué no te comportas como alguien de palabra y cumples con el

acuerdo entre manadas? Nadie quiere una guerra entre nuestros clanes. –
recalcó Abbot.
Era cierto que mi clan iría donde yo les llevase pero no era del todo justo
para nadie.

–Salvamos a tu hermana, mantenemos nuestra palabra. –accedí con toda la


fuerza de contención de la que fui capaz. –Pero lo que pase después

dependerá de tu actitud. –añadí.

–Deja que decida ella. –propuso Abbot.

–Estoy aquí. –saltó Delia llamando nuestra atención. –Quiero salvar a Shiba
y lo demás me da exactamente igual. –concluyó.

– ¿Ejércitos unidos en una gran ofensiva? ¿Sabes quién o dónde la tienen? –

interrogué poniéndome en mi papel de líder.

–Se la llevaron los vampiros en una gran emboscada preparada, no sé quién


exactamente ni donde, pero sé que no la han matado. –explicó Abbot.

–Eso no tiene sentido. –afirmé en respuesta.

–Si lo tiene. Deja en la sala a solo hombres de entera confianza. –solicitó


Delia.

Lo hice pero señaló a Pol con la cabeza. Éste bufó en respuesta pero, ante
mi movimiento, salió de la sala.

–Necesito un mínimo para un ataque y tenemos preparada la formación en


base a Pol, Kenneth, Luca, Fergus, Brent y yo. –expliqué pensando. –
Marcos le sustituirá, si te parece bien. –añadió recordando nuestra

conversación.

–No tengo ningún problema con ello. –afirmó en respuesta encogiéndose de


hombros.

La idea de llevar a Delia a una cacería de vampiros no me gustó en absoluto

pero sabía que su tenacidad y orgullo no iban a permitirle quedarse al


margen. Además, Abbot había llegado directamente solicitando su ayuda.

– ¿No podía esperar abajo con Abbot? Tengo armas escondidas por todo tu

territorio. –espetó Delia subiendo detrás de mí hacia la habitación tal y


como le había ordenado.

– ¿Si te pido que no nos acompañes y que convenzas a Abbot para que lo
acepte, lo harás? –interrogué buscando en la cómoda ropa militar para

empezar a quitarme la que llevaba puesta.

Noté como sus ojos se clavaban en mi espalda desnuda y tuve ganas de

darme  la vuelta olvidándome de bajar, pero me contuve.

–Tengo que salvar a Shiba, es mi única amiga. –contestó en un ritmo

pausado.

–Me tienes a mí. –afirmé en respuesta. –Además, Marcos me ha dicho que


le gustaría retomar poco a poco la relación de hermanos que nunca tuviste.
–añadí.

Por el rabillo del ojo pude ver que aquello le sorprendió, pero no dijo nada.

–Salvemos a Shiba y, después, ya veremos qué pasa con el resto de asuntos.

–dijo.

–Delia, yo quise hablar contigo la noche que te fuiste… –murmuré

sintiendo mi cuerpo caliente.

–No vamos a hablar de por qué decidiste que enviarme a otro sitio era
buena idea. –repuso en tono cortante.

–Tú dijiste que te parecía bien irte, que no querías estar aquí. ¿Qué

esperabas que hiciese? ¿Te enfadas porque no te retuve y ahora que intento
retenerte también? –interrogué cabreado.

Ya me había puesto los pantalones negros y la camiseta aún estaba entre mis

manos cuando sus ojos verdes atravesaron mi cuerpo desnudo una vez más.

–Me cabreo por las razones que te llevan a tomar las decisiones que tomas.

–contestó poniéndose a mi altura.

La besé agarrándola por la cintura. Agradecí sentir su calidez de nuevo, su

sabor, su dulzura única que me recordaba una y otra vez a gritos que era mi
alma gemela.

–Tenemos que irnos. –gritó Brent desde el otro lado de la puerta.


–No deberías haber hecho eso… –murmuró Delia despegándose de mí. –Yo
no quiero que me quieras del mismo modo que lo hicieron mis padres. –

añadió llamando mi atención. –Sí, esperando en que me convierta en algo


más. No seré tu alma gemela de la noche a la mañana y un día me darás la
patada  consiguiendo que mi corazón se quiebre, al igual que se quebró

cuando mis padres me rehuyeron cuando no conseguí mi transformación. –


Su verborrea encogió mi corazón.

–Delia… –dije acariciando su mejilla.

–No. –Su mano apartó la mía bruscamente. –Iremos a buscar a Shiba

porque es lo que acordaste con Torak y después me dejarás que yo decida lo


que quiero hacer. –añadió con una lágrima rodando por su mejilla.

–No puedo hacer eso. –aseguré sintiendo mi corazón en un puño.

Ella era mi alma gemela, debía saberlo pero parecía tan estúpido soltarlo en

aquel momento que me callé una vez más.

–Me lo debes. –acusó con solo un hilo de voz.

– ¿Por qué? –interrogué sabiendo que se nos acababa el tiempo a solas


Debíamos bajar preparados para la guerra.

–Porque me dejaste ser una paria social dentro de tu manada sin mover ni

un dedo. –acusó con la voz temblorosa.


Aquellas palabras dolieron como puñales dentro de mí.

¿Y si tenía razón?

¿Y si le debía que, al menos, pudiera elegir donde quería pasar el resto de


su vida?
 
 
CAPÍTULO 16
 
DELIA
 

Rastreábamos la gran zona entre el fin del territorio de Astor y el principio

del de los Emerys; Demasiados kilómetros para dos equipos de cinco


hombres lobo, lo que habían estimado conveniente los alfas, y yo.

Me desmarqué en varias ocasiones para recorrer saltando de árbol en árbol


metros de bosque en busca de una señal sobre el paradero de Shiba. Miré

hacia abajo para encontrarme con los ojos brillantes de Astor clavados en

mí. Nuestra última conversación no había sido precisamente agradable pero


no me podía imaginar por qué tomaba las decisiones que tomaba. ¿A qué

venía la intención de retenerme a su lado a cualquier precio? Podía buscarse

otra esposa y, simplemente, dejarles claro a todos los miembros de su clan

que me había dejado.

Intenté despejar la mente echando a un lado los sentimientos pero entonces,

mirando a Abbot, recordé algo importante: Astor y los suyos no sabían la

realidad de Shiba.
¿Era eso justo para ellos?

– ¿Tienes alguna idea de lo que quieren a cambio de tu hermana? –preguntó

Brent a un atemorizado Abbot.

–Por lo que sabemos ya podrían habérsela cargado. –intervino Luca sin

tacto alguno.

–La quieren viva. –aseguró Abbot.

–No iremos a la guerra sin saber por qué. –sentenció Astor dándole el alto a

sus hombres.

–El pacto entre manadas no incluía contar nuestros secretos internos. –

aseguró Abbot.

Había pensado mucho en por qué Torak, siendo el alfa, no había ido hasta
allí con su hijo; Al fin y al cabo, era su hija a la que había que salvar. En

aquel momento tenso, entendí que estaban asegurando la posición de alfa en

la familia; Aunque, personalmente, me resultó algo cobarde estar dispuesto

a perder a sus dos hijos.

–Es la hija de un alfa de un clan aliado. Si unos vampiros la secuestran,

vamos a la guerra. No la habrán matado porque creen que es poderosa, así

como lo es Delia; Quizá también piensen que es una asesina de vampiros

por lo de su transformación tardía. –argumentó nervioso Abbot.


¿Por qué decir solo medias verdades?

–Eso son presunciones pero pareces seguro de su bienestar entre los


vampiros. –replicó Astor.

–Algún día podrían ir a por Delia… ¿Eso no cambia las cosas? –interrogó

Abbot enarcando una ceja.

¿Por qué Abbot había hecho una amenaza superflua hacia mi persona?

¿Pensaba que eso iba a cambiar el pensamiento de Astor?

–Es justo que le digas la verdad. –intervine bajándome del árbol.

–No te metas, por favor. –suplicó Abbot.

No hubo ni un atisbo de amenaza en su voz, yo era su alma gemela así que

no iba a herirme, en ningún momento; Se haría daño a sí mismo.

– ¿Cuál es la verdad? –preguntó Astor dando un paso hacia delante.

No pasó desapercibido para mí que se colocó entre nosotros dos, en un acto

de defensa y territorialidad; ¿Para qué tantas molestias?

–Todos fuera, a un radio que permita intimidad. –ordené ante la atenta

mirada de los presentes.

Nadie se movió, cosa que me hizo sentir molesta y desplazada nuevamente,

pero ambos alfas ratificaron mi orden haciendo que quedásemos solos los
tres.

–Ya estamos solos… ¿Ahora qué? –interrogó Astor cruzándose de brazos

mirándome mientras enarcaba una ceja.

–Ahora te toca decirle la verdad, Abbot. Entiendo lo que quieres proteger

pero tú esperas que ellos luchen sin saber qué pasa. –Mi queja sonó algo

más infantil de lo que había pretendido.

–No hables de verdades que ni siquiera conoces. –espetó en un murmullo

Abbot sorprendiéndome.

Había algo oscuro en su rostro. Quizá no era oro todo lo que relucía; Mis

sospechas sobre el futuro alfa de los Emerys volvieron a emerger con más

fuerza.

¿Dónde quedaban sus sentimientos hacia mí? ¿Había pecado por primera

vez en mi vida de confiada?

–Pues habla, porque como no me convenzas, me sentaré aquí en esta roca

hasta que me salgan canas. –anuncié sentándome en la susodicha.

–Vamos, Delia, no es momento de ponerse así; ¿Es que no te importa

Shiba? Ella te consideró suficiente amiga suya desde el primer día para

sacarte de los calabozos. –contestó algo furioso.


No pude ni pestañear antes de ver a Astor encima de Abbot atacándole con

ferocidad. Registré lo más rápido que pude en mi memoria para comprobar

cuál era el motivo de la pelea; Solo entonces caí en mis propias palabras

“calabozos” implicaba un daño hacia mí y, al parecer, a Astor le había

sentado bastante mal.

–Basta, no me hicieron nada. Fue un malentendido. –chillé poniéndome

entre ambos.

Se separaron lo suficiente para que la calma pudiese llegar de nuevo hasta

nosotros. El resto de los implicados en la operación estaban dispersados a

cierta distancia a la espera de ser llamados y tampoco creía que fuese una

gran idea que todos ellos se diesen cuenta de la enemistad reciente de los
alfas.

–Mi hermana es una bruja. –anunció Abbot tan bajo como un susurro. Astor

parpadeó hasta en dos ocasiones antes de mirarme buscando una

confirmación. Asentí. –Esa es la parte que ella sabe. –Hizo una pausa que

pesó dentro de mí. –Lo que no se le explicó, por no meter más presión al

asunto quizá, fue que pesa una profecía sobre ella. –explicó.

–Saltándonos la evidencia de por qué si Shiba es medio bruja podemos

saber seguro que uno de sus padres no lo es… ¿Por qué iba a pesarle a
Delia una profecía que cae sobre tu hermana? –interrogó Astor nuevamente

protector.

Mi corazón latía rápido en aquel momento con un mal presagio cayendo

sobre mí.

–La profecía anuncia que solo con la colaboración de la “bruja” y la

“cazadora de vampiros” se mantendría la paz de las razas. –recitó.

– ¿Y pensabas decírmelo en algún momento? –pregunté molesta. – ¿Es por

eso que me has tratado tan bien? ¿Solo esperando que colaborase? –

interrogué sintiendo fuego en mi interior.

–Es cierto que te llevamos hacia allí por eso, pero no tiene nada que ver con
lo que siento por ti ahora. –declaró.

Astor únicamente gruñó en respuesta.

–Yo pensaba que eso era desinteresado, pero ya veo que no. Nadie me tiene

en cuenta antes de necesitarme para algo. –murmuré mucho más

decepcionada de lo que pensaba expresar.

–Delia… –dijo Abbot con la mirada cargada de explicaciones sin dar.

–Tenemos que salvar a Shiba, después ya tendremos tiempo para peleas

infantiles. –espeté dando un gran silbido para llamar al resto del equipo.

Si me hacían caso o no, era su maldito problema.


La furia manaba de mi interior con una fuerza imparable; Era rabia todo lo

que sentía. No quise voltear a ver en ningún momento la cara de ninguno de

los dos porque me daba miedo lo que mis sentimientos querían hacerles. A

Astor porque no podía soportar pensar que él acabaría encontrando a su

alma gemela; A Abbot porque dudaba de sus sentimientos, pese a lo que mi

olfato me confirmaba.

Me intenté centrar solo en la misión que nos ocupaba. El silencio en el

bosque, pese a los once que íbamos en el camino, era total. Un ruido
accidental suficientemente cercano llamó mi atención por lo que me giré y,

transformándome en el aire de un salto, eché a correr detrás de mi única


pista.

Alcancé al vampiro inmovilizándolo de una mordida. Recuperé mi forma


humana y saqué las grandes dagas que siempre llevaba conmigo para

ponerle una en el cuello.

– ¿Dónde la tenéis? –pregunté fijándome en cualquier gesto en su rostro.


Era ciertamente complicado ver algo en ellos. –Mi paciencia se está

agotando. –espeté chasqueando la lengua.

Él abrió notablemente los ojos y supe que el resto de los míos había llegado.

Se movían rápido por el territorio para comprobar si había algún vampiro


más por allí. No solían ir solos.
–La cazadora… –siseó el vampiro mirándome.

Le solté de la impresión, cosa que nunca hacía sin asegurarme de haber

infundido suficiente miedo. Astor se tiró encima de él y le eliminó antes de


poder considerar cualquier otra opción.

–Podía habernos llevado hasta Shiba. –acusó Abbot sin mucha vehemencia.

–Sabía de Delia. ¿Cuánta gente conoce esa profecía, Abbot? ¿Y cómo es


posible? –interrogó violento.

–Solo mi padre, Shiba, algunas personas de nuestro entorno y Delia sabían


de esa profecía. –contestó tranquilo. Me pareció que buscaba mi mirada con

cierta culpabilidad. –Ella misma debió decirlo, tampoco sabemos qué le


estarán haciendo. –murmuró rascándose la nuca.

–Pagarán por todo lo que le hagan. –aseguré respirando una sola vez. –
Están bajo nuestros pies. –declaré de pronto.

Había estado tan ocupada mirándome mi propio ombligo, perdida en mis


sentimientos encontrados, que no había sabido identificar por qué una

fragancia tan potente a veneno, a vampiros, no me dejaba ver a ninguno de


ellos. Probablemente nos habían detectado y habían enviado al imberbe del

grupo a comprobar cuántos éramos.


No tardamos demasiado, una vez puestos a ello, en trazar un plan viable de
rescate; Básicamente mi propuesta era que ambos grupos consiguieran

sacarlos de ahí mientras que yo entraba armada hasta los dientes para
acabar con los que quedasen dentro.

–No me parece buena idea. –acuñó Astor rascándose la nuca.

Su imponencia física y su aroma me envolvían desde la distancia a la que

nos encontrábamos. Era terrible sentir su presencia de ese modo, encontrar


a mi alma gemela, cosa que había querido desde que tenía memoria, no

había sido tan maravilloso como había pensado.

– ¿Y por qué no? –pregunté cruzándome de brazos nuevamente molesta.

Me irritaba todo lo que hacía. Se creía con derecho a decidir sobre mi vida.

–Porque es su hermana y entrará él. Tú te quedarás conmigo. –aseguró sin

pensamiento de dar tregua.

–Me parece justo. –intervino Abbot para mi sorpresa. – ¿Podemos hablar un


momento, Delia? –interrogó con dulzura.

Pese a la reticencia de Astor alegando que no era bueno tardar por si los
vampiros pillaban nuestras intenciones, acepté hablar con él tan solo unos

metros alejada. Desde luego, si ponían el mínimo esfuerzo en oírnos, lo


harían.
– ¿Qué pasa? –pregunté suspirando fuertemente.

–Quiero que sepas, por si me pasa algo, que lo que siento por ti es real. Tú

como loba puedes sentirlo perfectamente, solo que… Tardé en darme


cuenta. Posiblemente porque estaba muy pendiente de nuestros planes, te

necesitábamos, eso decía la profecía. –confesó cogiéndome la mano.

–Me dolió que me ocultaras información. Yo… No siento eso por ti, pero te
quiero de algún modo, aprecio la forma en la que siempre me has tratado. –
contesté lamentándome de lo que se parecía aquello a una despedida.

–Aún así, Delia, sigo pensando que estarías mejor con nosotros. Puede que
no sea el momento, pero quiero que lo sepas; Si tú decides venir conmigo,

nada te impedirá que así sea. –aseveró en forma de promesa.

No necesité confirmación de si Astor había oído nuestra conversación

porque su rostro pétreo lo decía todo.

–No entiendo por qué te importa tanto, ya cambiarás de opinión y la

inmortalidad está para esperar. –murmuré al pasar por su lado.

Los vampiros salieron tal y como estaba planeado cuando empezamos a

atacar pero, a quien no esperábamos ver ninguno y nos dejó en jaque a


todos, fue ver a Shiba, intacta y gloriosa, al frente de ellos.

¿Qué estaba pasando?


–Ellos tenían su propia profecía. –anunció Shiba con una media sonrisa. –

Creen que estoy destinada a dirigir su raza a un futuro mejor. No os


atacarán, tranquilos. –Hizo un gesto con las manos y los vampiros

detuvieron su ofensiva. Uno de ellos me miró y le costó contenerse. –Te


tienen miedo. –dijo señalándome. –Te has hecho un nombre entre ellos

suficiente para conseguir que se planteen no atacar a los hombres lobo. –


concluyó.

– ¿Shiba, qué se supone que tenemos que hacer? –interrogó Abbot con
cierto derrotismo inesperado en la voz.

¿No prefería ver a su hermana viva, sana y salva?

Me mordí el labio al ver el rostro sin expresión de Astor, era bueno


escondiendo sus emociones, pero creí ver duda por primera vez en su

mirada.
 
 
CAPÍTULO 17
 
ASTOR
 

–No pactaremos nada hoy. –anuncié tras escuchar lo que quería decir Shiba.

 Di la orden a mi escueto grupo de juntarse para retirarnos y fijé mi mirada


en Delia. No iba a dejar que hiciera ninguna otra cosa que volverse

conmigo a la manada.

–Delia. –La súplica en la voz de Abbot me dio cierto remordimiento, el

destino parecía ser demasiado caprichoso. –Tengo que volver a hablar con

mi padre pero… –dejó las palabras en el aire.

–Volveremos a vernos. –aseguró ella con una media sonrisa. – ¿Vamos? –

interrogó al pasar por mi lado.

Mi respiración volvió a ser regular al comprobar que no iba a poner las

cosas difíciles. Tenía demasiado en lo que pensar con lo de Shiba como para
pelearme con Abbot abriendo una guerra entre manadas.

¿Qué posición tomaría Torak respecto a su “no hija”?


–Vuelves con nosotros. –dijo Brent animadamente poniéndose al lado de

Delia.

–Sí, por ahora sí. –contestó ella más callada que de costumbre.

¿Por ahora?

–Me alegro de que estés bien. –anunció Marcos, su hermano, acercándose.

Ella pareció dudar en su contestación e incluso entrecerró los ojos, como si


buscase una explicación a aquel buen comportamiento; ¿El chico no podía,

simplemente, haberse dado cuenta de no haber tenido el mejor de los

comportamientos con ella?

– ¿Mamá y Eliot bien? –interrogó como respuesta.

–Sí, deberías venir a cenar una noche. –aseguró amable.

–Tengo cosas que resolver primero pero me pasaré por allí. –dijo pensativa.

Estaba seguro de su intención de no ir a su casa familiar, al menos no a

cenar estando su padre presente, pero no dije nada.

El camino de vuelta se me hizo eterno perdido en mis propios pensamientos


y aunque pensé en varias ocasiones que debía hablar con mi mujer, ella no

hizo ningún movimiento que indicase que quería mantener una

conversación.
Vi a Pol apoyado en un árbol al entrar al territorio con cara de pocos

amigos. No estaba seguro de la decisión de dejarlo fuera de la misión pero

su animadversión manifiesta hacia Delia tampoco me había dado mucha

opción. Aunque finalmente no hubiera habido guerra, de haberla su

participación habría sido valiosa.

– ¿Qué piensas hacer? –interrogó Delia entrando por detrás de mí a la

biblioteca. – ¿Por qué no aceptar una tregua? –preguntó de nuevo.

Me apoyé en la mesa para mirarla de frente mientras sus ojos verdes

centelleaban al hablarme. Al cruzarme de brazos tuve que fijarme en lo

grande que era a su lado en figura humana. Cada rincón de mi cuerpo gritó

por poseerla.

–No podemos fiarnos de los vampiros, Delia. –aseguré pellizcándome el


puente de la nariz con dos dedos.

–Pero sí de Shiba, si ella se hace su líder podemos contar con la paz entre

hombres lobos y vampiros. –exclamó frustrada.

–Ni siquiera sabemos si Torak lo aceptará. –contesté sereno.

– ¿Y si lo hace? –preguntó exigente.

–No sé si es algo que aprobaría la manada. –respondí con sinceridad.


–Ellos seguirán lo que tú decidas, Astor, siempre has hecho lo que te ha

dado la gana. –replicó. –Incluso te casaste conmigo por darle a la cara a

todos ellos; ¿Ahora no puedes tomar decisiones? –preguntó colocando sus


manos en las caderas.

–Yo creía que te había elegido por fastidiar, Delia. –declaré acercándome en

dos pasos a ella. Nuestras bocas estaban a escasos centímetros. –Pero no lo

fue, era el destino. –confesé.

Ella parpadeó e intentó echarse hacia atrás como si tuviese miedo. Negó

con la cabeza rehuyéndome.

–No puedes hacerme esto. –murmuró mientras la agarraba suavemente.

– ¿Hacerte qué? –pregunté sintiendo el fuego activarse en mi interior sin

control.

–Hacerme pensar que hay algo más que una atracción física por tu parte y

después encontrar a tu alma gemela; No lo soportaré. –susurró rota.

Elevé su barbilla con dos dedos contemplando sus ojos vidriosos; Era tan

fuerte y a la vez tan frágil. La besé con pasión, como solo se besa a tu

media mitad esperando que todo su miedo se disipase, ella tenía que notar

en cada rastro de mi fragancia, en la forma en la que nuestros cuerpos


estaban conectados, en su propio corazón que teníamos exactamente el

mismo sentimiento.

–Eres mía, Delia. –murmuré elevándola hasta colocarla a horcajadas en mis

caderas.

Nuestras ropas volaron con ferocidad hasta algún rincón de la biblioteca

mientras las bocas se entrelazaban una y otra vez sin que hubiera algo que

pudiera parar aquel momento.

Su cuerpo desnudo era todo lo que el lobo que había dentro de mí había

deseado desde que existía; Tantos años de existencia por fin cobraron

sentido y, mucho más, cuando alcanzó el clímax una y otra vez hasta quedar

rendida encima de mi torso.

–No quiero que le hagas daño a Shiba. –murmuró de pronto rompiendo el

silencio que había quedado tras creer que estaba dormida.

–Es la líder de los vampiros porque corre veneno por sus venas. –contesté

sin dejar de acariciarle el pelo con amor.

–Es la única que ha sido mi amiga lo suficiente para luchar por mí aun sin

tener con qué. –afirmó recordándome el episodio del calabozo. –Yo… Sé lo

que sientes por mí, ahora sí, pero eso no quita todo el tiempo que estuve
sola, siendo diferente. –susurró con el dolor del recuerdo reflejado en su

rostro.

–Nunca más. –aseguré besando su frente.

–Nosotras no elegimos ser diferentes, Astor, y es medio licántropa. –replicó

incansable.

Alguien tocó con fuerza la puerta. Todo lobo era capaz de aspirar y saber lo

que acababa de pasar entre nosotros así que tuvieron la deferencia de no

entrar de golpe pero llamaban una y otra vez expresando urgencia.

Nos vestimos todo lo rápido que pudimos y abrí encontrándome a Brent con

la cara blanca.

– ¿Qué pasa? –interrogué casi en un gruñido.

–Torak no acepta las condiciones de “su hija” y marcha hacia el bosque

para matarla. A ellos y a todos los vampiros que pueda. –explicó sin aliento.

–Él sabía de la profecía. –gritó Delia detrás de mí acercándose más a Brent

como si eso pudiese cambiar las noticias que traía.

–Él no sabía qué significaba, solo que habría paz. No aceptará que la hija

que crió como suya con ese fin sea un recuerdo de la infidelidad de su

mujer. –contesté casi en automático.

– ¿Y Abbot? –preguntó Delia abriendo mucho los ojos.


–Por eso he venido corriendo… Ha conseguido llevarse a una parte

importante de la manada de Torak que ya lo ven como el alfa, pero… Ha

pedido tu ayuda. –dijo clavando sus ojos en mi alma gemela.

–No. –contesté con rotundidad.

–Eso no está en tu mano, Astor. Voy a ir a ayudarle y tú puedes elegir lo que

más le convenga a tu manada. –informó Delia cogiendo armas de mi


biblioteca, de mi propiedad.

–Avisa al ejército, nos vamos. –anuncié mirando a Brent.

– ¿Estás loco? –interrogó Pol entrando de golpe.

Fue tan rápido que mi instinto me hizo ponerme delante de Delia con la
mirada fija en Pol. Entraron el resto que me habían acompañado en el viaje

mientras yo intentaba discernir por qué había algo en la mirada del guerrero
que expresaba triunfo y a mí no me gustaba.

Entonces lo vi.

Marcos había cogido a su hermana por la espalda y sostenía un cuchillo


contra su garganta. Sentí verdadero terror recorriendo mi cuerpo a tal punto

que me sentí paralizado.

– ¿Por qué? –interrogué con la mirada fija en el hermano de Delia que ni

pestañeaba. –Dijiste que querías recuperar a tu familia. –añadí recordando


nuestra conversación.

–Y eso hago. Mantendré unida a la que siempre ha sido mi familia, sin ella.

–anunció expresando su locura.

Cada lobo de la habitación menos Pol miraba la escena con terror. Si

mataba a Delia, pese a no haber hecho la ceremonia de unión, era como


matarme a mí; Quizá no físicamente pero el dolor emocional me haría

querer morir también.

–Marcos, baja eso. –exigió Brent apretando los dientes al ver a su amiga al
borde de la muerte.

–No, y ninguno va a meterse. –declaró Pol. –Arreglaremos este desastre,


está todo hablado. Él lo mata a ella y yo te mato a ti. –dijo mirándome. –

Después todos, como buenos súbditos del nuevo alfa, lucharemos con Torak
para aniquilar a esas aberraciones, incluyendo a la pequeña bruja. –añadió.

Quería moverme, acabar con aquella situación pero Marcos la tenía en una
posición completamente a su merced. Si apretaba el cuchillo… Miré los

ojos verdes de Delia tan serenos que tuve que preguntarme si era consciente
de lo que había pasado.

“Siempre he sabido cuidarme sola”


Esas palabras sonaron en mi mente con su voz aunque sin la ceremonia no
se podía tener esa clase de conexión o, al menos, yo nunca lo había oído.

Se movió sorprendentemente rápido quitándole a su hermano la daga y


degollándolo en el siguiente movimiento sin esfuerzo. Ese fue el pistoletazo

de salida para mi transformación y arrancarle la cabeza a Pol dejando todo


lleno de sangre.

–Tendremos que cambiar la alfombra. –dijo Delia tan fría que recordé por
qué la llamaban la asesina de los vampiros.

–Nos vamos, ahora. –ordené para que los presentes corrieran la voz.

Avanzamos hacia el bosque como uno solo, así era estar en manada. Delia,
por su parte, escogió ir en forma humana; Ella no era como nadie más,

única, letal y mía.

Abbot nos recibió con los ojos muy abiertos, sorprendido, pero contento. Su
hermana, detrás de él con una horda de vampiros dispuestos a su orden, nos
saludó con un movimiento de cabeza.

–Delia… –susurró Abbot.

–Oh, lo siento hermano. –dijo Shiba para después acercarse a Abbot,

quitarle una pulsera y romperla. El olor que desprendía de enamorado se


disipó. –Papá quería asegurarse de la parte del amor así que me hizo
hechizarte para que pensases que Delia era tu alma gemela. –explicó con

pena en su mirada.

Él asintió y, pese a la reacción esperada, sonrió.

Lo entendí: Mejor que fuese un engaño que saber que tu alma gemela iba a
ser eternamente de otra persona.

–Eso no cambia que te quiera, Delia, pero de otra forma. –declaró cogiendo

la mano de mi mujer.

–Lo sé. –contestó ella también sonriendo.

–Lucharemos. –declaré bajito, solo para Delia. –Por tus amigos, por nuestro
futuro, por todas las veces que tuve que protegerte y no lo hice. –concluí.

Mi manada, la mitad de Abbot y un ejército de vampiros eran suficiente


para intimidar a cualquiera. La manada de Torak se detuvo al entrar al

bosque y, entonces, Abbot se transformó para aullar y retar a su padre a un


combate por el liderazgo. Eso, lo decidiría todo.

Lucharon mucho más de lo que yo lo hice con mi padre, y eso que siempre

se había dicho que había sido uno de los combates más crueles entre
familia. Sus cuerpos estaban cansados, sus dientes llenos de sangre y su

ferocidad no decrecía ni un milímetro.

–Ganará. –dijo Delia convencida a mi lado.


La miré estudiando de dónde sacaba esa seguridad.

–Quiero que lo haga, pero Torak sigue siendo muy fuerte. –contesté
expectante como todo el resto de lobos y vampiros.

–Lo hará, es el destino. –aseguró Delia sonriendo. –La profecía decía que
solo con la bruja, la asesina de vampiros y el amor podría alcanzarse la paz,

pero lo entendieron como quisieron, como en cada profecía. –La miré sin
comprender lo que decía. –Ganará porque el amor al que se refería la

profecía era mucho más: El de Abbot por su hermana; el de Shiba por mí


como amiga y viceversa; y el nuestro. –concluyó.

Sonrió.

Hice lo mismo.

Abbot ganó, Shiba se ganó su lugar, las manadas se hicieron aliadas


permanentes y se firmó la paz con los vampiros.

Las estrellas admiraron cómo todos habíamos cumplido nuestro destino,

uno suficientemente brillante como para ser tenidos en cuenta. Yo, por mi
parte, solo tenía ojos para Delia que brillaba por encima de todos los demás;

Si alguna vez yo la había tentado a ella, ella sería la que me tentaría a mí


por el resto de la eternidad.

 
FIN
 

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