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En un primer sentido la justicia social se vio como atributo que debían poseer las acciones
de la sociedad, o el tratamiento que los individuo o los grupos recibían de la misma.
“la sociedad debería tratar igualmente bien a todos aquellos que lo han merecido… se
considera universalmente justo que toda persona obtenga lo que merece; es injusto que
tenga que obtener el bien o sufrir el mal quien no lo merece…”
De este modo, la justicia social o redistributiva se dirigía hacia los méritos morales en
particular. Para Hayek, éste tipo de justicia se convertía en una exigencia dirigida a la
sociedad con el fin de que ésta se organizará de tal modo que pudiese asignárseles
determinadas cuotas de la producción social a los diferentes grupos e individuos: “la
pregunta fundamental, pues, es la de si existe un deber moral de someterse a un poder que
pueda coordinar los esfuerzos de los miembros de la sociedad en orden a obtener un
modelo de distribución particular, considerado como justo” 1
El presupuesto inicial de los teóricos modernos (de aquella época) sobre la justicia social
consideraba que resultaba necesario asignar cuotas iguales a todos a menos que
consideraciones particulares no exigiesen aplicar éste principio. Nuevamente el problema
que subyace tras tal afirmación apunta a si resulta moral que los individuos estén sujetos
a este esquema que define si los beneficios obtenidos pueden catalogarse como justos o
injustos.
Por esto la forma de distribuir beneficios y cargas contemplaría una forma diferente:
“aquellas cuotas son el resultado de un proceso cuyo efecto sobre personas particulares no era ni
buscado ni previsto por nadie cuando las instituciones aparecieron por primera vez, y siguieron
existiendo porque se vio que mejoraban para todos, o para la mayoría, las perspectivas de
satisfacción de sus propias necesidades” 2
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2
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La justicia social conquista de la imaginación pública
Se comprende que la justicia social es un eje central en el ambito político (en su discurso
y acción), lo que ha llevado a la transformación del orden social.
Luego, Hayek exhibe que el orden de la sociedad aspirado por el liberalismo clásico
inicialmente se encontraba guiado por los principios de una justa conducta individual.
Esto se ha visto transformado ante las nuevas reclamaciones de satisfacción de una
justicia social, lo que queda en gran medida en manos de las autoridades, quienes tienen
el poder de ordenar a la gente lo que tienen que hacer.
Ahora bien, Hayek también advierte el peligro que conlleva el término de “justicia social”.
De hecho, la iglesia católica romana convirtió esta noción como parte integrante de su
doctrina oficial, lo que también se ha suscitado en el ambito político, dentro de diversos
gobiernos autoritarios y dictatoriales de la época. Aquí, la justicia social se ha convertido
en la característica peculiar del hombre bueno, y en el signo reconocido de la posesión
de una conciencia moral: “casi nadie duda de que esta expresión tiene un significado bien
preciso, de que describe un alto ideal, y de que delata los defectos del orden social existente, que
necesita urgentemente ser corregido3”
Continuando con lo anterior, el mal o abusivo uso del término “justicia social” se vería
transformado en la mayor amenaza para la mayor parte de los demás valores de una
civilización libre, debiendo de combatirse en el momento en que se convierte en un
pretexto para forzar a los demás. De hecho, la justicia social como un nuevo valor moral
conlleva un cambio radical a todo el carácter del orden social, sacrificándose algunos
valores que han contribuido a mantenerlo: “y sobre todo conducirá a la destrucción de aquel
ambiente que es indispensable para el desarrollo de los valores morales tradicionales, es decir de la
libertad personal4” De este modo los individuos de una sociedad confieren la entrega de
amplios poderes a los gobiernos para satisfacer los intereses particulares que devienen de
la “formula mágica” de la justicia social.
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Hayek distingue dos problemas relacionados a la idea de justicia social en un orden de
mercado:
Entonces, sólo podría darse significado a la expresión de “justicia social” en el caso de una
economía administrada o sometida a mandatos, en donde se ordene a los individuos
que hacer: “… ninguna acción libre de los individuos, podría producir resultados que puedan
satisfacer un principio cualquiera de la justicia distributiva6”
El fundamento del juego económico, en el que sólo puede ser justa la conducta de los
jugadores pero no el resultado
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modo se exigiría a través de éste atributo la aplicación de ciertas reglas de conductas
iguales para todos.
Ahora, ¿Qué ocurre en el ambito del mercado?; a primeras, Hayek declara que esto no
tiene aplicación para el proceso impersonal del mercado. Aquí las consecuencias del
mercado no podrán ser consideradas justas o injustas, ya que los resultados son
imprevisibles, habiendo inevitablemente vencedores y vencidos como plantea Smith.
También se hablará sobre las rentas de los diversos grupos o individuos. Para Hakey la
remuneración no tendrá que ver con un mérito reconocible, ni tampoco con las buenas
intenciones o las necesidades individuales. Por el contrario, lo que asegura la mejor
recompensa es hacer lo que efectivamente reporta mayores beneficios a los demás, con
independencia de su motivo: “los individuos pueden elegir el trabajo que les apetezca siempre
que la remuneración esperada se corresponda con el valor que sus servicios tienen para
quienes lo reciben, valor que con frecuencia no tendrá para sus semejantes relación alguna con sus
propios méritos o necesidades individuales9”
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Esta idea también traía consigo riesgos para los individuos que confiaban en su noción:
“esto puede también generar una confianza excesiva … la cual debe parecer una dura provocación y
una amarga ironía a quienes se consideran a sí mismos igualmente hábiles pero fracasaron…” 11
Por esto Hayek se plantea como dilema hasta que punto debería alentarse a los jóvenes a la
idea de que cuando se esfuerzan realmente triunfaran, o bien, si se debe permitir que
prevalezcan los puntos de vista de aquellos grupos que tienen excesiva confianza en la
adecuada recompensa que recibirán las personas hábiles y ricas en iniciativa.
Hayek comienza este subtitulo definiendo: “la búsqueda de precios y salarios justos se
abandonó definitivamente cuando se reconoció que sólo podía considerarse justo aquel precio natural
que se alcanzara en un mercado competitivo sin ser determinado por ninguna ley o decreto
humano12”
Ahora, este afán por encontrar un precio justo se ha renovado en tiempos modernos
(contexto del autor) en razón de la justicia social y del intento de descubrir criterios de
justicia ligados a los procedimientos para la conciliación en las controversias salariales:
o Se planteo que la remuneración debía ser fijada por un poder político, lo que fue
considerado como una atrocidad para Hayek.
o Otro criterio planteado para determinar lo justo o injusto de las remuneraciones
era el “valor para la sociedad” de determinados servicios.
Sobre éste último punto, el valor para la sociedad se trata de un concepto que no existe en
absoluto, ya que los servicios sólo pueden tener valor para unas personas en particular,
siendo diferentes dependiendo de diversos miembros de la sociedad. Así las
remuneraciones que los individuos y grupos reciben en el mercado están determinadas
por la utilidad que sus servicios tienen para quienes disfrutan de ellos, y no por algún
ficticio valor para la sociedad. No obstante, la consecuencia observada por Hayek
consistiría en que todos ganarían más de lo debido para ser inducidos a prestar servicios
en cuestión y, además: “la remuneración del mercado nunca parecerá justa, en el sentido de que
alguien podría justamente esforzarse en compensar los esfuerzos y el sacrificio ajenos que se hacen
en su beneficio” 13
Ahora, y como respuesta ante el fenómeno de la injusticia sobre éste tópico, el autor
considera que como individuos protestamos cuando no comprendemos la utilidad de una
actividad, o bien, cuando las grandes ganancias e emplean para acumular un patrimonio.
La realidad es que nadie conoce más de lo que le sugiere el mercado: “es cierto que nuestra
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P. 275.
12
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estima del valor de las diversas actividades a menudo es distinta del valor que les da el mercado; y
expresamos esta sensación protestando contra su injusticia” 14
Hayek: “el añadido del adjetivo social hace que se les pueda dar el significado que más
guste … parece que no tendrá fin la violencia que seguirá haciendo al lenguaje con tal de
fomentar un determinado ideal”
Justicia e igualdad
Hayek comienza relatando que los intentos más comunes de dar un significado al
concepto de justicia social hace referencia a consideraciones igualitarias, en donde la
diferencia de igualdad en el disfruto de beneficios materiales debe ser justificable con
un interés común reconocible. De hecho, y como se ha visto con anterioridad, se
demandaría que la justicia exigiese que las recompensas estuvieran determinadas por
reglas reconocibles y de aplicabilidad general, lo que en el ambito de las ganancias de
mercado no resulta real: “su objetivo consiste más bien en indicar a los individuos qué es lo que
tienen que hacer si quieren mantener el orden con el que todos cuentan … las consideraciones de
justicia no tienen sentido alguno respecto a la determinación de una magnitud que no
depende ni de la voluntad ni el deseo de nadie16”
14
P. 279.
15
P. 281.
16
P. 283.
Si hablásemos de una conducta humana deliberada en la determinación de cuotas, aquí la
justicia exigiría la distribución de los medios según un principio uniforme como el
mérito o la necesidad. Inclusive, la demanda dominante de igualdad material
probablemente se base, a menudo, en la creencia de que las desigualdades existentes
dependen de la decisión de alguien.
Además, y bajo estos supuestos, el gobierno deberá ejercer mandatos de autoridad para
concretar este objetivo material. Así las recompensas ocupadas como guía en el orden de
mercado, siendo una indicación de como dirigir los esfuerzos a donde son más
necesarios según el valor que sus servicios tienen para sus semejantes, se verían
desplazados y dejadas sin utilidad.
Hayek determina que la pretensión de una igualdad material sólo puede satisfacerla un
gobierno con poderes totalitarios ya que en una sociedad libre, en la que la posición de
los individuos no es resultado de la voluntad de nadie, las diferencias de remuneración
no pueden calificarse sensatamente justas o injustas: “… no existen principios de
comportamiento individual que puedan producir un modelo de distribución que, como tal, pueda
calificarse de justo” 18
Igualdad de oportunidades
17
P. 284.
18
P. 285.
Aquí se postula la “igualdad de oportunidades” bajo la acción el gobierno, promoviéndose
facilidades y oportunidades para los individuos. Lo cierto es que, según Hayek, esto
provocaría que el gobierno tomase un control desmesurado: “para conquistar la igualdad el
gobierno tendría que controlar el ambiente físico y social de todos, y esforzarse en
proporcionar el menos un número de ocasiones favorables iguales para todos … el proceso
debería seguir hasta que el gobierno llegue a controlar literalmente toda situación que pueda influir
en el bienestar de cualquier persona” 19
Si seguimos la idea de que los hombres son recompensados según sus méritos y según el
valor de sus servicios para la sociedad, estaríamos ante un sistema en donde todos los
individuos se someterían a especificas ordenes de la autoridad. Con todo, ésta autoridad
distribuiría las diversas funciones por cuyo desempeño serán retribuidos los miembros
de la sociedad, solicitándoseles además el cumplimiento de demandas especificas y no
sólo el acatar normas generales de conducta: “el tipo de orden social en que se ordena a los
individuos que sirvan a un sistema único de fines es la organización … se trata pues no de un
sistema en el que el individuo es libre porque no sólo está vinculado por normas generales
de recta conducta, sino de un sistema en el que todos están sometidos a especificas órdenes
de la autoridad” 20
Unas normas de conducta apropiadas sólo pueden determinar el carácter formal del
orden que constituye el tejido de las diversas actividades, pero no las ventajas especificas
de las que se beneficiarían determinados grupos o individuos. En caso contrario, según
Hayek, estaríamos contra la libertad individual de las personas, ya que se consagraría un
modelo de distribución a través de la consecución de resultados prestablecidos,
exigiéndose una coordinación intencionada de las diversas actividades: “esto impide que
algunos individuos actúen basándose en sus conocimientos y en función de sus propios
fines21…” Así, se descartaría indudablemente el uso de normas de conducta que
determinen exhaustivamente cómo funcionaria una distribución “justa”.
Luego, menciona como en la época se había evidenciado una transición desde la justicia
conmutativa a la distributiva, desplazando el ambito público al privado. Lo relevante
entonces sería entender que el derecho ya no apuntaba a normas de conducta para los
ciudadanos privados, sino a normas de organización para los oficiales públicos. Éste
derecho subordinaba a los ciudadanos a la autoridad (¿Dónde quedaba la libertad?): “solo
si se entiende por derecho no las normas generales de recta conducta sino cualquier
mandato formulado por la autoridad pueden considerarse compatibles las medidas que tienen a
la justicia distributiva con el estado de derecho”
19
P. 287.
20
P. 287.
21
P. 288.
Por último, sobre éste punto, Hayek distingue que el Estado o la sociedad conjuntamente
considerada debe proteger a lo más necesitados, como a quien no puede proveerse por sí
mismo, estableciendo, por ejemplo, una renta mínima uniforme garantizada. Esto no
implicaría una restricción de la libertad, o un conflicto con la soberanía del derecho. El
problema yace cuando la autoridad incide desmesuradamente en tópicos como lo son las
remuneraciones de los servicios prestados, quedando inoperante el mecanismo
imperfecto del mercado que orienta los esfuerzos individuales.
Nuevamente Hayek plantea que resulta evidente que no existen patrones de mérito,
pretensiones morales o necesidades a las que pueda apelarse para fundamentar la
distribución de los beneficios materiales en un orden de mercado.
Aquí, la perspectiva que intenta demostrar la injusticia se apoya en que dentro del orden
de mercado los trabajos más desagradables son generalmente los peores pagados:
o Lo anterior resultaría injusto si personas tan capaces como las demás fuesen
obligadas a realizar trabajos peores por orden de una autoridad superior, sin
especial indemnización.
o En caso contrario no podríamos hablar de injusticia, en cuanto el sacrificio de una
persona particular en la prestación de un servicio es totalmente irrelevante, lo que
cuenta es el valor marginal que los servicios tienen para aquellos que lo reciben.
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P. 293.
“el hecho mismo de que los trabajos más desagradables sean evitados por quienes pueden prestar
servicios más valorados por quienes lo adquieren, dará a quienes poseen capacidades poco valoradas
la posibilidad de ganar más de lo que podrían de otro modo” 23
Así, cuando un gran grupo de personas observa que sus rentas han disminuido, como
efecto de circunstancias que no habrían podido modificar o prever, se habla
comúnmente de injusticia. Esto en relación al orden de mercado, se encuentra
directamente ligado con “el feedback negativo” antes mencionado (que cierto grupo de
personas deberá de sufrir infortunios no merecidos): “sólo a través de tales cambios, los cuales
indican que algunas actividades deberían reducirse, pueden los esfuerzos de todos
adaptarse continuamente a una variedad de hecho superior a la que cualquier persona u
organismo puede conocer25”
De este modo Hayek habla de que los beneficios obtenidos no corresponden a cierta
“intención individual”, sino a los miembros de la sociedad que generalmente obedecen
reglas mientras persiguen sus propios intereses: “entre estas reglas está la de que nadie puede
ejercer coacción sobre los demás para asegurarse a si mismo una determinada renta … esto nos
impone la obligación de conformarnos con los resultados del mercado aun cuando éstos nos
sean contrarios” 26 En efecto, la posibilidad de obtener una renta tiene como fundamento
que la mayor parte de los individuos obedecen reglas que aseguran la formación de este
orden.
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24
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mucho tiempo por obra de otros favorecidos por nuevas circunstancias significa negar a estos
últimos aquellas oportunidades a las que debemos nuestra propia posición27”
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