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Biblioteca
B iblioteca Pierre Fabre en Ginecología
Coordinadores: Dr. Camil Castelo-Branco • Dr. Francisco José Brenes Bermúdez • Dr. José Medina Polo
Guía de prevención
y manejo de las
infecciones urinarias
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Biblioteca
B iblioteca Pierre Fabre en Ginecología
Guía de prevención
y manejo de las
infecciones urinarias
Coordinadores:
Dr. Camil Castelo-Branco*
Dr. Francisco José Brenes Bermúdez**
Dr. José Medina Polo***
www.campuspierrefabre.com
ISBN: 978-84-124103-5-8
DL: M-32920-2021
El contenido de esta publicación se presenta como un servicio a la profesión médica, reflejando las opiniones,
conclusiones o hallazgos propios de los autores incluidos en la publicación. Dichas opiniones, conclusiones o
hallazgos no son necesariamente los de PIERRE FABRE IBÉRICA, S.A, ni los de ninguna de sus afiliadas, por lo
que PIERRE FABRE IBÉRICA, S.A. no asume ninguna responsabilidad derivada de la inclusión de las mismas en
dicha publicación.
II
especiales
Júlia Roca Obradors1, Marta López Rojano1,
Camil Castelo-Branco1, Miguel Alsina Casanova2
y Carlos Verdejo Bravo3
1
Institut Clínic de Ginecologia, Obstetricia i Neonatologia. Hospital Clínic de Barcelona. IDIBAPS.
Universitat de Barcelona.
2
Médico Especialista en Neonatología. Institut Clínic de Ginecología, Obstetricia y Neonatologia. Hospital
Clínic de Barcelona.
3
Hospital Universitario Clínico San Carlos. Universidad Complutense. Madrid
INTRODUCCIÓN
Las infecciones del tracto urinario son las infecciones bacterianas más frecuentes durante el
embarazo. Se pueden clasificar en infecciones del tracto urinario inferior (bacteriuria asinto-
mática y cistitis aguda) e infecciones del tracto urinario superior (pielonefritis aguda). Todas
se asocian a resultados maternofetales adversos (1-3). Por este motivo, en nuestro medio se
recomienda el cribaje y el tratamiento universal de las infecciones del tracto urinario durante
la gestación.
Los principales factores de riesgo asociados a infecciones del tracto urinario descritos son el
bajo nivel socioeconómico, la historia de infecciones urinarias de repetición, la diabetes y las
alteraciones anatómicas en el tracto urinario. Los efectos de otros factores, como la paridad,
la edad o la etnia, son más controvertidos 4).
El tratamiento antibiótico debe ser eficaz y seguro durante la gestación, se debe adaptar a los
cambios farmacocinéticos del embarazo y la duración debe ser adecuada para asegurar una
buena adherencia. Ningún tratamiento antibiótico ha demostrado ser superior al resto (5). Por
este motivo, una vez valorado el perfil de seguridad de los fármacos, la elección de la anti-
bioterapia empírica se efectuará en función de las resistencias bacterianas de cada región y
de los gérmenes más frecuentemente identificados. También deben considerarse los trata-
mientos previamente realizados. Los antibióticos más utilizados son las penicilinas, las cefa-
losporinas, la fosfomicina y las nitrofurantoinas (fármacos de categoría B). Las fluoroquino-
lonas y las tetraciclinas deben evitarse durante el embarazo, así como las sulfamidas en el
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BACTERIURIA ASINTOMÁTICA
DIAGNÓSTICO
cluyó que la obtención de una única muestra de orina alrededor de las 16 semanas de gesta-
ción permitía identificar el 80% de las pacientes con bacteriuria asintomática (10). Por el con-
trario, un estudio reciente concluyó que con una sola muestra de orina antes de las 20 sema-
nas solo se identificaban el 41% de los casos de bacteriuria asintomática, mientras que con la
realización de un cultivo en cada trimestre se identificaban hasta el 88% de los casos (11).
TRATAMIENTO Y SEGUIMIENTO
La elección del antibiótico se efectuará en función del resultado del antibiograma y del perfil
de seguridad del fármaco (tabla II). La duración del tratamiento de la bacteriuria asintomáti-
ca en la mujer embarazada es motivo de controversia. Los regímenes de 5-7 días han demos-
trado tasas de curación ligeramente superiores al tratamiento con monodosis, sin haber dife-
rencias en las tasas de recurrencia ni en la prevención de la pielonefritis. Además, el trata-
miento con monodosis se asocia a menos afectos adversos, por lo que también se conside-
ra una opción válida (9, 13). Independientemente de la pauta terapéutica utilizada, la bacte-
riuria es recurrente en el 20-30% de los casos, motivo por el cual se aconseja la realización
de un urinocultivo de control una semana después de haber completado el tratamiento y uri-
nocultivos mensuales de control hasta al final de la gestación.
Tabla II. Antibioterapia empírica para la bacteriuria asintomática y la cistitis aguda no complicada
Antibiótico Dosis Días
Fosfomicina 3 g/24 h 1
Cefuroxima 250 mg/12 h 5-7
Amoxicilina clavulánico 500 mg/8 h 5-7
Nitrofurantoinas 50 mg/6 h 7
Cefixima 400 mg/24 h 5-7
Tomado de: Pigrau C et al. Infección urinaria. Protocolos clínicos SEIMC. 2013.
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concentraciones de SGB en orina <105 UFC, no está indicado el tratamiento antibiótico ya que
no parece prevenir resultados maternofetales adversos, como la pielonefritis, la corioamnio-
nitis o el parto pretérmino. La presencia de ≥105 UFC de SGB en orina sí debe ser tratada
durante el embarazo con antibióticos adecuados para evitar el riesgo de progresión a pielo-
nefritis aguda.
CISTITIS AGUDA
La cistitis aguda es una infección del tracto urinario bajo caracterizada por disuria, urgencia
miccional, polaquiuria, hematuria y disconfort suprapúbico en presencia de bacteriuria. Se
estima una incidencia de un 1-2% durante la gestación.
DIAGNÓSTICO
TRATAMIENTO Y SEGUIMIENTO
El tratamiento de la cistitis aguda se basa en la antibioterapia empírica vía oral hasta que no
se dispone de los resultados del cultivo. Por su perfil de seguridad y baja resistencia de los
patógenos a estos antibióticos se aconseja el empleo de betalactámicos con inhibidores de
betalactamasas (amoxicilina-clavulánico), cefalosporinas o fosfomicina que, por su comodi-
dad de administración (monodosis de 3 g), constituye una de las pautas de elección en nues-
tro medio (tabla II). Ni la ampicilina ni la amoxicilina deben ser utilizados como tratamiento
empírico dada la elevada incidencia de resistencias bacterianas. El cotrimoxazol tampoco se
recomienda como tratamiento empírico en España dado que más del 20% de los E. coli son
resistentes a este fármaco. Posteriormente, se ajustará el tratamiento en función de los resul-
tados del antibiograma. Se aconseja la realización de un urinocultivo de control una semana
después de haber completado el tratamiento y urinocultivos mensuales de control hasta al
final de la gestación (9).
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PIELONEFRITIS AGUDA
Durante las últimas décadas la incidencia de pielonefritis aguda durante la gestación ha dis-
minuido sustancialmente en nuestro medio gracias al despistaje y al tratamiento universal de
la bacteriuria asintomática. Es una de las principales causas de ingreso por motivo no obs-
tétrico y se estima que complica aproximadamente un 1% de las gestaciones. Además de la
bacteriuria asintomática, otros factores de riesgo descritos son los episodios previos de pie-
lonefritis, diabetes, inmunosupresión, nefrolitiasis, malformaciones en el tracto urinario y un
bajo nivel socioeconómico. Son más frecuentes durante el segundo y tercer trimestre, y pue-
den provocar complicaciones maternofetales graves, como anemia, insuficiencia renal aguda,
distrés respiratorio agudo, sepsis y parto pretérmino (14).
DIAGNÓSTICO
Clínicamente, se caracteriza por fiebre con escalofríos, alteración del estado general, dolor
lumbar, náuseas, vómitos y clínica miccional. En la exploración física destaca una puño-per-
cusión lumbar dolorosa. En el 90% de los casos la afectación es derecha y puede ser bilate-
ral en un 25% de los casos. Se produce bacteriemia en el 20-30% de los casos.
TRATAMIENTO Y SEGUIMIENTO
puede realizar con una cefalosporina de amplio espectro o con aminoglucósidos por vía
parenteral. Tras un periodo de observación de 6-12 h desde la administración de esta prime-
ra dosis endovenosa, se puede continuar el tratamiento vía oral con cefixima o ceftibuteno (9)
(tabla IV).
Los criterios de ingreso son la presencia de síntomas severos (fiebre ≥39 ºC, dolor lumbar
intenso, vómitos importantes, hematuria franca), deshidratación, insuficiencia renal aguda,
alteración del nivel de consciencia, comorbilidades (diabetes, imunosupresión), uropatía
obstructiva, sepsis, escaso soporte social, dificultades para la adherencia al tratamiento,
intolerancia oral o fracaso del tratamiento ambulatorio. En las pacientes que requieren ingre-
so, el tratamiento se basa en la sueroterapia intensiva junto con la administración de anti-
bioterapia endovenosa empírica. Lo fármacos de elección son las cefalosporinas de tercera
generación por vía endovenosa o, en caso de alergia a los b-lactámicos, los aminoglucósi-
dos, como la gentamicina (tabla IV). En pacientes con factores de riesgo de infección por
enterobacterias productoras de betalactamasas de espectro ampliado se acepta la utilización
de ertapenem o piperacilina tazobactam. Posteriormente, se ajustará el tratamiento en fun-
ción de los resultados del antibiograma. En casos de pielonefritis aguda no complicada se
recomienda completar 10-14 días de tratamiento. Se aconseja la realización de un urinocul-
tivo de control una semana después de haber completado el tratamiento y urinocultivos
mensuales (9, 13, 15).
Tabla IV
Manejo ambulatorio Ingreso hospitalario
Ceftriaxona 1 g o gentamicina 80 mg/8 h si alergias +
1ª dosis ev: ceftriaxona 1 g/24 h
sueroterapia intensiva.
Continuar con cefixima 400 mg/24 h o ceftibuteno 400
Pasar a vo tras 48 h afebril en función del antibiograma
mg/24 h vo hasta completar 10-14 días.
hasta completar 7-14 días.
Tomado de: Pigrau C et al. Infección urinaria. Protocolos clínicos SEIMC. 2000.
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PAUTA SUPRESORA
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INTRODUCCIÓN
La infección del tracto urinario (ITU) constituye una de las principales causas de infección
bacteriana en la edad pediátrica. En edades tempranas puede asociarse con bacteriemia y
sepsis mientras que, a partir de los dos años, las manifestaciones clínicas irán asemejándo-
se a las del adulto. Por otra parte, el primer episodio de ITU en los dos primeros años de la
vida es, con frecuencia, la primera manifestación de una malformación del tracto urinario o
de la presencia de reflujo vesicoureteral (RVU). La importancia del reconocimiento precoz y
del tratamiento adecuado es clave para disminuir el riesgo de cicatrices renales y la afecta-
ción de la función renal a largo plazo. En los últimos años los criterios y la duración del ingre-
so hospitalario y las indicaciones de los estudios complementarios han sido objeto de dis-
cusión y revisión.
EPIDEMIOLOGÍA
PREVALENCIA
En los dos primeros años de vida la presencia de una ITU se detecta generalmente en el con-
texto de un episodio febril sin foco (2). Tal y como muestra el metanálisis de Shaikh y otros,
basado en catorce estudios (1), en los tres primeros meses de vida la prevalencia de ITU
febril es mayor en varones, lo cual es exclusivo de esta etapa de la vida (1). Sin embargo,
es preciso considerar que, en varones circuncidados, la incidencia de ITU es nueve veces
menor en este grupo de edad (1). A partir de los tres meses de vida podemos observar que
la prevalencia en niñas es ya mayor y se mantendrá así hasta la edad adulta (1). En meno-
res de 2 años la lactancia materna (3, 4) y el cambio frecuente de pañal (5) actúan como fac-
tores protectores.
Con respecto a la raza, se ha observado que en menores de dos años, la raza afroamerica-
na constituye un factor protector, siendo la incidencia de ITU febril seis veces mayor en
niños asiáticos, y en niños blancos o hispanos cuatro veces mayor que en niños afroameri-
canos (6).
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PATOGENIA
Los estudios epidemiológicos españoles muestran que el germen más frecuente en la edad
pediátrica continúa siendo Escherichia coli, siendo el causante de la ITU en el 60-80% de los
casos, seguido de otras enterobacterias gram negativas, tales como Proteus (6-10%) y
Klesiella pneumoniae (3-5%) (10, 11, 12). Menos del 2% de las ITU están causadas por
Enterobacter cloacae, Citrobacter spp., y Klebsiella oxytoca, entre otros (11, 12). Entre las
bacterias gram positivas destaca Enterococcus spp., en lactantes <3 meses y Estreptococcus
saprohyticus en adolescentes. En recién nacidos críticos o prematuros Staphylococcus epi-
dermidis y Cándida spp. son también causantes de ITU (11, 12).
En España, más del 60% de E. coli presenta resistencia a ampicilina y el 40% a trimetoprim-
sulfametoxazol (12). Las resistencias a cefalosporinas de primera generación y amoxicilina-
70
clavulánico han ido en aumento en la última década, siendo en algunas zonas superiores al
15% (12). E. coli mantiene una sensibilidad mayor al 90% a los aminoglucósidos y cefalos-
porinas de segunda, tercera y cuarta generación (12). En los últimos años, de forma preocu-
pante, han ido cobrando mayor importancia las cepas comunitarias de E. coli y Klebsiella
spp., resistentes a beta-lactamasas, siendo hasta el 5% de los casos en nuestro ámbito (11).
Dentro de los factores endógenos que propician la ITU en la infancia, se encuentran la obs-
trucción del tracto urinario, la disfunción vesical orgánica o funcional (13) y el estreñimien-
to, que puede provocar un vaciamiento incompleto de la vejiga (14, 15). El RVU está presen-
te en el 25-50% de los niños que presentan un primer episodio de ITU, de los cuales el 10%
presentaría grados IV o V, que suponen un riesgo de daño renal permanente (13).
Para exponer la presentación clínica debemos atender, de nuevo, a la división por subgrupos
de edad.
RECIÉN NACIDO
El diagnóstico de una ITU en el recién nacido se realiza dentro del contexto de una sospecha
de sepsis (16). Es preciso recordar que la presencia de fiebre es un dato poco frecuente y tar-
dío en la sepsis neonatal, siendo su forma de presentación habitual la presencia de hipoacti-
vidad, rechazo de la ingesta o apneas en el recién nacido prematuro (16, 17). En estos casos
se recomienda la recogida de orina estéril para cursar un sedimento de orina y un urocultivo
antes de iniciar el tratamiento empírico, si las condiciones clínicas lo permiten (16, 17). La
ITU es la causa entre el 6 y el 12% de las sepsis neonatales tardías (16, 17).
Otro de los signos que se ha visto asociado a una ITU en el recién nacido es la presencia de
ictericia suprafisiológica no justificada por otros motivos. En estos casos es recomendable
realizar un sedimento de orina dentro del diagnóstico diferencial (7).
71
Otras formas de presentación en este grupo pueden ser síntomas inespecíficos, como icteri-
cia prolongada, fallo de medro, rechazo de la ingesta, vómitos y raramente síntomas miccio-
nales, como orina turbia o maloliente, retención de orina o hematuria (18).
A partir de la era verbal, los síntomas específicos, tales como dolor abdominal, incontinen-
cia secundaria, dolor lumbar, disuria y polaquiuria son los más útiles para detectar una ITU
(ordenados de mayor a menor capacidad predictiva) (18).
Habitualmente en relación con la retirada del pañal los episodios de vulvovaginitis son una
causa frecuente de disuria, polaquiuria e, incluso, incontinencia. En estos casos, la explora-
ción física y el curso evolutivo con el tratamiento adecuado permitirán realizar el diagnóstico
diferencial sin necesidad de realizar sedimento de orina (2).
En este grupo la sintomatología permite diferenciar una ITU inferior de la afectación renal,
siendo la presencia de fiebre, escalofríos y dolor lumbar sugestiva de pielonefritis (PNA) (18).
Aparte de los datos clínicos, la elevación de la proteína C reactiva (PCR) >20 mg/l y de la pro-
calcitonina (PCT) >1 ng/ml apoyan el diagnóstico de PNA (19).
punción suprapúbica (PSP) o sondaje vesical (2). Ambas técnicas requieren de entrenamien-
to y, en el caso de la PSP, que la vejiga esté replecionada antes de la punción, se ha demos-
trado que la PSP mejora su rentabilidad cuando se realiza guiada por ecografía (21).
La utilización de test rápidos de análisis de orina es clave para decidir el inicio de tratamien-
to empírico, especialmente en menores de dos años, en los que el riesgo de bacteriemia es
mayor. La sensibilidad y especificidad de la tira reactiva de orina y el análisis microscópico
de la orina han sido evaluados en metanálisis y revisiones sistemáticas cuyos resultados
podemos resumir en la siguiente tabla (22, 23).
En base a estos datos se recomienda que en menores de dos años o incontinentes se realice
un análisis microscópico con tinción de gram y urocultivo. La presencia de nitritos o >10
mm3 leucocitos o gram positivo, confirmados en muestra recogida por PSP o sondaje, serí-
an datos suficientes para iniciar un tratamiento empírico en espera del resultado del urocul-
tivo (2). En el caso de leucocitos y nitritos negativos se recomienda cursar el urocultivo ya
que la sensibilidad es menor al 90% (2, 22, 23). En el recién nacido con factores de riesgo
(corticoterapia, antibioterapia prolongada, nutrición parenteral prolongada…) se recomienda
solicitar el examen de levaduras en fresco (16, 17).
En niños mayores de dos años continentes la realización de la tira reactiva en orina, recogi-
da mediante chorro medio, se considera un método adecuado, en este caso la presencia de
nitritos con o sin leucocitos, o la presencia de bacterias en el gram, serían criterios para ini-
ciar un tratamiento empírico en espera del urocultivo (2). En presencia solo de leucocitos en
un paciente con sintomatología dudosa y buen estado general se puede considerar esperar al
urocultivo antes de iniciar el tratamiento (2). En este grupo, ante la ausencia de nitritos o leu-
cocitos no se recomienda la realización de urocultivo (2).
DIAGNÓSTICO DE CONFIRMACIÓN
El urocultivo se considera necesario como test definitivo para el diagnóstico de una ITU en la
edad pediátrica (2). La cuantificación de la bacteriuria dependerá del método de recolección
y de la identificación de una o más bacterias.
En caso de que la muestra se haya recogido por chorro medio se considerará positivo el cre-
cimiento de ≥100.000 unidades formadoras de colonias (UFC)/ml de un solo patógeno o
<50.000 UFC/ml de una segunda bacteria. El crecimiento de ≥50.000 UFC de dos bacterias
se considera contaminación (8, 20).
En el supuesto de que haya sido recogida por sondaje vesical se considerará positivo el cre-
cimiento ≥50.000 UFC/ml de una bacteria, aunque también se considera aceptable el creci-
miento de ≥10.000 UFC/ml en presencia de fiebre o piuria (lo cual constituye el contexto
habitual) (9). Por último, en el caso de la recogida por PSP, cualquier crecimiento se consi-
derará positivo (9).
TRATAMIENTO
En las últimas décadas, diversos ensayos clínicos han puesto de manifiesto que el tratamien-
to oral en la edad pediátrica presenta, en la mayoría de las situaciones clínicas, la misma efec-
tividad que el tratamiento endovenoso. Por ello, los criterios y la duración del ingreso hos-
pitalario se han ido restringiendo, basándose en el riesgo de bacteriemia, la alteración de la
función renal o si no se puede garantizar el buen cumplimiento del tratamiento (8, 24, 25).
74
Más allá del criterio de la edad, que se comentará de forma detallada a continuación, se reco-
mienda el ingreso hospitalario en los siguientes supuestos (2):
Existe un acuerdo en las diferentes guías y revisiones en que todos los menores de dos meses
deberían ingresar para recibir antibioterapia endovenosa (2, 8, 9).
En los menores de un mes y en aquellos pacientes que presenten signos de sepsis, se reco-
mienda recoger un hemocultivo y realizar una punción lumbar y, en función del resultado,
aumentar la cobertura antibiótica (26). El tratamiento empírico será, por tanto, el recomenda-
do para la sepsis, con la recomendación de desescalar tan pronto se obtengan resultados de
los cultivos y el antibiograma (16, 17).
En los pacientes de edad entre dos y tres meses, que presentan criterios de ingreso, se con-
sidera adecuado el mismo tratamiento parenteral (2, 8).
75
En los últimos años se ha demostrado que los lactantes de dos a tres meses, que no presen-
tan criterios de ingreso, se pueden beneficiar de un tratamiento ambulatorio, garantizando un
control clínico a las 24-48 horas (24). En estos casos la presencia de una PCT <0,7 ng/ml se
ha relacionado con un bajo riesgo de bacteriemia, lo que se puede tener en cuenta para
modular las decisiones clínicas (20, 24).
La duración del tratamiento total recomendada es entre 10 y 14 días (8). En el caso de ingreso
los criterios de desescalada al tratamiento oral serán los mismos que el grupo anterior (25).
En los pacientes de más de tres meses de edad, el tratamiento será ambulatorio, a excepción
de los pacientes que presenten criterios de ingreso. El tipo de antibioterapia es el mismo que
en los grupos anteriores, tanto si se trata de una ITU febril como si no hay presencia de fie-
bre (2, 8). En la ITU febril o cuando hay signos de PNA se recomienda un tratamiento de 7-
10 días, mientras que el caso de una ITU de vía inferior se consideran adecuados tratamien-
tos cortos de 3-4 días (2).
RESPUESTA AL TRATAMIENTO
ECOGRAFÍA RENOVESICAL
Tiene como objetivo detectar la presencia y grado de RVU. La CUMS es invasiva, ya que
requiere de sondaje vesical e irradiación, por lo que no hay un consenso general en sus indi-
caciones, si bien se han ido restringiendo dado que se ha demostrado que los grados meno-
res de RVU (I-III) y cicatrices renales leves no se relacionan con daño renal a largo plazo y,
por tanto, su detección y profilaxis no es coste-efectiva, las indicaciones en las que hay un
acuerdo mayor son las siguientes (2, 9, 13, 29):
• ≥2 episodios de ITU.
• Alteración en la ecografía renovesical.
• RVU familiar.
77
GAMMAGRAFÍA RENAL
Se recomienda profilaxis antibiótica en RVU avanzada (grados ≥III en niñas y grado ≥IV en
niños) y pacientes con dilatación obstructiva de la vía urinaria y a individualizar en pacientes
con ITU de repetición sin anomalías en las exploraciones complementarias (2, 20).
Por el riesgo de lesión renal permanente se recomienda seguimiento en pacientes con RVU,
cicatrices renales en la gammagrafía y ITU febril de repetición (2, 20).
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79
Hay que destacar que, para referirse a la patología infecciosa urinaria, se han utilizado diferen-
tes términos, cada uno de ellos con un concepto diferente, y que, a veces, se emplean inade-
cuadamente, pudiendo provocar algunos problemas metodológicos e incluso médicos (1, 3).
Desde un punto de vista clínico, la infección del tracto urinario (ITU) puede ser variable, tanto
por su presentación, como por su evolución y consecuencias.
Así, podemos clasificar la infección urinaria en base a diversos aspectos (1, 4).
• Además de estos grupos, también pueden ser considerados otros aspectos diferen-
ciadores, como el sexo y el domicilio habitual del anciano (comunidad, residencia).
De todas estas formas, la más común sería la simple o no complicada, en forma de cistitis,
seguida de la asociada al catéter vesical y, con menor frecuencia, se produciría la afectación
del TUS (5).
Los microorganismos más implicados en su producción suelen ser aerobios gram negativos,
como Escherichia coli, seguida del Proteus, Klebsiella, Serratia y Pseudomonas (2). En los
últimos años las infecciones por microorganismos gram positivos (Enterococcus faecalis,
Staphylococus coagulasa-negativo y el Streptococcus grupo B), así como algunas bacterias
resistentes (Pseudomonas), están incrementándose (1, 6, 7).
Además, es importante destacar que, en la población mayor, la tasa de resistencias a los anti-
bióticos se está incrementando progresivamente, lo cual supone un problema asistencial
considerable (2).
En la tabla I se presentan las principales manifestaciones asociadas con la ITU en los pacien-
tes mayores.
82
Desde el punto de vista clínico, conviene destacar el valor de la disuria, ya que se reconoce
como un buen marcador de la presencia de bacteriuria y piuria, sobre todo en los pacientes
institucionalizados, considerándose que la aparición nueva de disuria es el dato más útil para
identificar precozmente la existencia de una infección urinaria (5).
Sus principales factores de riesgo son las enfermedades neurológicas (Alzheimer, Parkinson,
ictus), la diabetes mellitus, el sexo femenino, la reducción de la movilidad, el estreñimiento
crónico, las alteraciones del aparato urinario (hiperplasia prostática, residuo vesical posmic-
cional), y la colocación de un catéter vesical (5,12).
Lo que sabemos actualmente es que, tras ajustar para las otras comorbilidades, la BA en las
personas mayores no genera una mayor mortalidad (2) y que, si se administran antibióticos
para tratarla, estos no reducen las tasas de complicaciones ni las consecuencias, y pueden
aumentar el riesgo de una subsecuente infección (5), con una mayor tasa de resistencia a los
antibióticos y el desarrollo de diarrea, sobre todo por Clostridium difficile (5).
Por ello, se considera que la BA en los mayores es una condición benigna, sin poder esta-
blecerse su relación con el deterioro de la función renal ni con la expectativa de vida (13). En
base a los datos actuales, ni el cribado ni el tratamiento antibiótico de la BA están indicados
en la población mayor, tanto a nivel comunitario como en las residencias (6, 14).
83
RECOMENDACIONES GENERALES
El antimicrobiano para el manejo de la ITU en el paciente mayor será similar al de los jóve-
nes, considerando individualmente, y según las características médicas de cada caso, el fár-
maco más apropiado y la dosis que se debe utilizar. Según el perfil de cada paciente (comor-
bilidades, deterioro funcional, lugar de residencia, portador de catéter vesical o no), el tipo
de infección (no complicada vs. complicada), su localización (baja vs. alta) y la repercusión
general (criterios de severidad), se elegirá entre la administración oral o intravenosa del anti-
biótico.
En relación con el inicio del tratamiento antibiótico, si la situación clínica es buena, se podría
esperar a tener el cultivo de orina y administrar el que tenga un mejor perfil de efectividad/segu-
ridad. En cambio, si la situación clínica es grave, se recomienda la administración, lo más pre-
coz posible, del tratamiento antibiótico empírico, ya que va a influir en la evolución del proceso.
Si bien para prescribir los fármacos en Geriatría existe una norma básica (comenzar bajo, ir
despacio), en el caso de los antibióticos no es válida ya que la actividad de algunos de ellos
es mejor cuando los niveles plasmáticos exceden la concentración mínima inhibitoria (CMI),
y porque en las infecciones de orina más graves, la primera dosis debería ser plena y poste-
riormente reducirla, ajustando las dosis al filtrado glomerular de cada paciente (6).
La duración del tratamiento debe ser de siete días, prolongándolo a catorce días en varones
con participación prostática, en las infecciones complicadas y del TUS. Las pautas cortas de
tratamiento (tres días) no están suficientemente aceptadas para la población de edad avanza-
da, y se podrían recomendar solo en mujeres seleccionadas con infección urinaria baja no
complicada.
Estará basado en la utilización del antimicrobiano por vía oral, recurriendo como primera
elección a la fosfomicina y como segunda elección a los betalactámicos (amoxicilina-clavu-
lánico, cefuroxima o cefixima), fluorquinolonas o furantoína (14). Hay que recordar que la
nitrofurantoína debe ser usada con precaución por sus efectos adversos, sin superar los siete
84
días de tratamiento, y que no suele ser eficaz en pacientes con deterioro de la función renal
(filtrado glomerular menor de 50 ml/min).
Será necesaria una mayor vigilancia clínica y analítica, recurriendo a la administración paren-
teral de antimicrobianos. El antibiótico se elegirá en base a la microbiología implicada en este
tipo de infecciones, considerándose imprescindible la realización del urinocultivo. No obs-
tante, al comienzo del proceso infeccioso se propondrá un tratamiento antibiótico empírico
que incluya alguno de los siguientes: ceftriaxona, fluorquinolonas o piperacilina-tazobactam.
Una vez se disponga del urinocultivo se debería elegir el antimicrobiano cuya CMI fuera
menor, siempre que el perfil de seguridad nos lo permita, utilizando inicialmente la vía intra-
venosa para finalizar el tratamiento antibiótico por vía oral.
Una vez se disponga del urinocultivo se debería elegir el antimicrobiano cuya CMI fuera
menor, siempre que el perfil de seguridad nos lo permita, utilizando inicialmente la vía intra-
venosa para finalizar el tratamiento antibiótico por vía oral.
El tratamiento antibiótico por vía parenteral debe iniciarse lo antes posible y de forma empí-
rica antes que se tenga la información de la microbiología. La pauta de antibióticos será simi-
lar a la recomendada para el manejo de las infecciones bajas complicadas.
85
EPIDEMIOLOGÍA
La infección urinaria asociada al catéter vesical supone una de las causas más frecuentes de
infección nosocomial, llegando a representar hasta el 75-80% de las infecciones a nivel hos-
pitalario. Además, aparece como una de las infecciones habituales de los ancianos institu-
cionalizados (entre un 35-40% de las infecciones), habiéndose comunicado que en estos
pacientes el riesgo de hospitalización, la estancia media y la duración del tratamiento
antibiótico son mayores.
FACTORES DE RIESGO
De todos los factores de riesgo de las infecciones urinarias en los pacientes portadores de
catéter vesical, el de mayor significación es la duración de la cateterización. Destacar que
cuando esta se realiza de forma transitoria (un único procedimiento con retirada inmediata),
el riesgo de bacteriuria es de un 5%, mientras que si la sonda se deja de forma permanente,
este riesgo se eleva considerablemente cada día, aceptándose que entre 5 y 15 días el 100%
de estos pacientes va a presentar bacteriuria mixta significativa (asintomática o no), depen-
diendo del tipo de catéter utilizado (sondas clásicas, entre 3-5 días, y aquellas con revesti-
miento interior hidrofílico, a los 10-15 días).
Otros factores menos importantes son el género femenino, la diabetes mellitus, la existencia
de retención urinaria, la obstrucción prostática, la alteración de la función renal, el uso pre-
vio de antibióticos, la mala técnica de la cateterización y los pacientes más frágiles.
En estos casos se debería considerar la infección como complicada, al igual que si el pacien-
te tuviera alguna alteración funcional o estructural a nivel del tracto urinario (18).
PATOGENIA
La presencia del catéter vesical provoca una pérdida de las barreras defensivas locales, debi-
do a un cierto grado de distensión uretral y de alteración del vaciado vesical, lo que condi-
ciona una proliferación de microorganismos en la orina residual, además de que el material
extraño del catéter pueda precipitar una respuesta inflamatoria y facilitar la adherencia de los
microorganismos, especialmente de los gram negativos a las células uroepiteliales.
Se acepta que los microorganismos pueden alcanzar la vejiga urinaria a través de tres meca-
nismos:
86
ETIOLOGÍA
Conviene destacar dos aspectos importantes de la bacteriuria que provoca el catéter vesical
permanente, como son la presencia de una flora mixta (polimicrobiana) y la de una gran faci-
lidad de que estos gérmenes generen resistencias a antibióticos, como, por ejemplo, la pro-
ducción de ß-lactamasas de espectro extendido (BLEE). No obstante, es indudable que la
etiología bacteriana y su patrón de resistencias diferirán según el medio asistencial en el que
se trabaje (hospital, residencia, Atención Primaria) y las características de la población aten-
dida (comorbilidad, grado de dependencia, polifarmacia, etcétera).
De una forma general, la mayoría de los microorganismos que producen bacteriuria asocia-
da al catéter proceden de la flora colónica del paciente, pudiendo variar, dependiendo de si
ha existido tratamiento antimicrobiano previamente o no. Así, en pacientes que no han sido
tratados previamente, los gérmenes más habituales suelen ser las enterobacterias, como
Escherichia coli (20-30%), otras enterobacterias (50-60%), Pseudomonas aeruginosa (30-
40%) y los gram positivos como el Enterococo (>70%). Si ha existido algún tratamiento anti-
biótico previo, esta flora se modificará, apareciendo con una mayor frecuencia los estafiloco-
cos, otros bacilos no fermentadores (Acinetobacter spp., Stenotrophomonas spp.,
Plesiomonas spp., Alcaligenes spp., etc.), y las levaduras (varias especies de Candida) y
otras cepas con multirresistencia (productoras de BLEE) (19).
Indudablemente, la mejor prevención pasa por una indicación adecuada del catéter vesical,
evitándose así un porcentaje considerable de sondajes permanentes, muchos de ellos
cuestionables. Por tanto, habría que promover su correcta indicación, así como la utiliza-
ción de procedimientos alternativos (colector externo, cateterismo vesical intermitente),
cuando fuera posible. Algunas de las principales indicaciones del sondaje vesical se reco-
gen en la tabla II.
87
Algunas de estas indicaciones lo serán para mantener el sondaje durante un periodo corto,
pero lo que ocurre en bastantes ocasiones es que se mantiene el catéter vesical a largo plazo
y de forma no justificada, por ejemplo, tras el ingreso hospitalario, el manejo de la inconti-
nencia, la retención aguda de orina, etcétera.
Comentar que en aquellos pacientes en los que se precise mantener el sondaje vesical, la
principal manera de disminuir la morbimortalidad será mediante una serie de medidas, como
la esterilidad en la inserción y cuidado del catéter (lavado de manos por el personal que rea-
lice la manipulación y el uso de guantes estériles), la rápida retirada del mismo (una vez colo-
cado el catéter vesical el tiempo es el principal determinante de la aparición de las infeccio-
nes), y la utilización de un sistema colector cerrado.
Los cuidados básicos del catéter son muy importantes, recomendándose una limpieza cuida-
dosa (con agua y jabón) de la zona próxima al meato uretral, así como de los genitales, un
par de veces al día. Asimismo, se ha de evitar el reflujo de orina desde la bolsa a la sonda,
con una adecuada colocación de esta, facilitando siempre el flujo de la orina constante e
impidiéndose las acodaduras.
En la tabla III se presentan las principales medidas preventivas para evitar la bacteriuria rela-
cionada con el catéter.
Tabla III. Principales medidas preventivas para evitar la bacteriuria en pacientes con catéter vesical
• Evitar la colocación permanente de catéteres.
• Tratar de mantenerlos el menor tiempo posible.
• Colocación estéril del catéter.
• Utilización de un sistema cerrado.
• Cambiar el catéter en casos de obstrucción.
• Aporte suficiente de líquidos (2.000 ml/día).
• Evitar las manipulaciones de la sonda (lavados).
• Elegir el catéter constituido en su totalidad por silicona.
Tomada y modificada de las referencias 15 y 17.
88
Con respecto al material de las sondas, está suficientemente demostrado que las sondas
constituidas en su totalidad por silicona se asocian con una menor frecuencia de infecciones,
sin haberse podido demostrar un beneficio claro de los catéteres recubiertos por antibióticos
ni con un sistema de liberación lenta de plata para reducir la adherencia bacteriana y el núme-
ro de infecciones urinarias.
De una forma general, se acepta que no está indicado el uso de antimicrobianos profiláctica-
mente con el cambio del catéter, ya que esta medida solo genera la aparición de cepas resis-
tentes. De igual forma, el uso de antisépticos locales (lavado vesical) tampoco ha demostra-
do su efectividad.
Por ello, actualmente solo se recomienda administrar profilaxis antibiótica durante el recam-
bio de sonda en algunas situaciones muy concretas, como son:
En los casos que cursen con fiebre elevada o datos de bacteriemia es necesario iniciar una
antibioterapia empírica por vía parenteral. El tratamiento empírico inicial debe basarse en la
flora bacteriana más común según el nivel asistencial y las características de cada paciente,
tratando de ofrecer una cobertura amplia en aquellos pacientes con cateterización prolonga-
da. La tinción de gram puede ser de inestimable ayuda en estas circunstancias, pudiendo ser
conveniente el recambio del catéter urinario una vez iniciado el tratamiento antibiótico por la
presencia de bacterias adheridas a la superficie del mismo.
Las opciones terapéuticas empíricas son diversas, pero es preciso tener en cuenta la posibili-
dad de infección por Pseudomonas aeruginosa y por enterococos. Una pauta antibiótica ini-
cial podría ser una cefalosporina de tercera generación, como ceftazidima o el aztreonam,
ambos con buena actividad antipseudomónica. Otras pautas igualmente adecuadas pueden ser
la piperacilina-tazobactam o el imipenem, especialmente en caso de pacientes hospitalizados
en unidades con elevada incidencia de infecciones por Enterobacter spp. o por Klebsiella
pneumoniae, productora de BLEE. No recomendamos la utilización de quinolonas empíricas
en esta situación dadas las elevadas tasas de resistencia de E. coli a dichos fármacos.
El tratamiento antibiótico empírico debe ser modificado por otro de espectro más específico
y con menor CMI, en cuanto se conozca la sensibilidad del microorganismo.
Con respecto a la duración del tratamiento antibiótico, se acepta que si existe afectación del
tracto urinario superior (pielonefritis) y/o bacteriemia, se debería prolongar hasta 14 días,
mientras que, si solo existe infección urinaria baja, sería suficiente una duración de 7-10 días.
El hallazgo de candiduria suele ser bastante común en el paciente anciano portador de caté-
ter vesical, especialmente en aquellos que han recibido tratamiento antibiótico o que son dia-
béticos. En la gran mayoría de los casos, los pacientes suelen estar asintomáticos, represen-
tado la candiduria una situación de colonización, y con muy escasas probabilidades de des-
arrollar candidemia (en torno al 1% en las series más amplias). Ante esta circunstancia, la
retirada del catéter, en los casos que fuera posible, se acompaña de un 40% de erradicacio-
nes, mientras que el recambio del catéter ha demostrado ser una medida poco eficaz.
En los casos en los que se decida el tratamiento antifúngico, este se puede realizar con flu-
conazol por su buena eliminación urinaria, debiendo reservarse para aquellos pacientes con
candiduria sintomática y riesgo de infección ascendente, así como para aquellos pacientes
con candiduria asintomática, pero con riesgo de enfermedad diseminada (neutropenia, inmu-
nosupresión, manipulaciones urológicas). Las recaídas son relativamente frecuentes en
aquellos pacientes a los que no se ha podido retirar la sonda, incluso en aquellos a los que
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