Está en la página 1de 13

Democracia y el Consenso de Washington

JOHN WILLIAMSON*
Resumen.

Este artículo argumenta que existe un cuerpo sustancial de consejos económicos,


resumidos de manera aproximada en el "consenso de Washington", que merece
ser respaldado en todo el espectro político. Dicho respaldo todavía dejaría una
serie de cuestiones económicas importantes, especialmente el equilibrio entre
eficiencia y equidad, para ser determinadas por el resultado del proceso político. Se
argumenta que la "izquierda", interpretada como aquellos que dan relativamente
más peso a la equidad, promoverá su causa al abrazar la economía convencional
resumida por el consenso.

1. INTRODUCCIÓN
A mediados de 1989, elaboré una lista de las principales reformas económicas que
estaban siendo instadas en los países la noamericanos por los poderes predominantes
en Washington (ver Williamson, 1990). Titulé el ar culo "Qué significa Washington con
respecto a la reforma de polí cas" y lo llamé temerariamente el "consenso de
Washington", un término inmediatamente desafiado por uno de mis interlocutores,
Richard Feinberg, argumentando que no era universalmente respaldado en Washington
y, por lo tanto, no era un consenso, mientras que su aceptación se extendía mucho más
allá del Beltway. Sugirió que habría sido más apropiado llamarlo "convergencia
universal". Mis amigos la noamericanos me hicieron saber que muchos de ellos
también tenían una opinión nega va del término, ya que sugería que Washington había
descubierto lo que deberían estar haciendo y estaba imponiendo "corrección
económica" sobre ellos. Su úl ma crí ca (debida a Carlos Prima Braga), que respaldo en
su sustancia, es que mi término es un nombre incorrecto porque el "consenso de
Washington" se está implementando en todas las capitales del hemisferio excepto
Washington. (Esto parece pasar por alto La Habana).
De hecho, mi opinión es que el "consenso de Washington" es el resultado de tendencias
intelectuales mundiales a las que América La na contribuyó (principalmente a través del
trabajo de Hernando de Soto) y que tuvieron su manifestación más dramá ca en Europa del
Este. Recibió su nombre simplemente porque intenté preguntarme cuál era la sabiduría
convencional del día entre las partes económicamente influyentes de Washington, es decir,
el gobierno de EE. UU. y las ins tuciones financieras internacionales. No pretendía implicar
que pudieran reclamar ninguna prioridad par cular en haber nutrido la sabiduría
convencional. Intenté describir lo que se consideraba convencionalmente sabio en lugar de
lo que yo consideraba sabio: es decir, estaba des nado a ser una lista posi va en lugar de
norma va. Sin embargo, sucede que respaldo todo en la lista, lo cual no es sorprendente ya
que vivo en Washington y me gusta pensar en mí mismo como razonablemente ecléc co en
lugar de temperamentalemente rebelde. La lista no obstante es materialmente diferente de
la lista que habría elaborado si hubiera buscado producir una lista norma va, ya que esta
úl ma habría tenido un componente sustancialmente mayor orientado hacia la equidad.
Excluí deliberadamente de la lista cualquier cosa que fuera principalmente redistribu va, en
lugar de tener consecuencias equita vas como un subproducto de buscar obje vos de
eficiencia, porque sen que Washington en la década de 1980 era una ciudad que
despreciaba esencialmente las preocupaciones de equidad. (2) Las preguntas abordadas en
este ar culo se refieren al estado polí co del "consenso de Washington", alias
"convergencia universal". ¿Sería deseable un acuerdo polí co de que esto es buena
economía? ¿O los polí cos democrá cos no tendrían nada valioso que decidir en el campo
de la economía si todos se suscribieran a la convergencia universal? ¿Cuánto consenso en
polí ca económica sería deseable y cuánto sería razonable esperar que se materializara?
2. EL CASO A FAVOR DEL CONSENSO
No veo ninguna ventaja para la democracia en que los principales par dos abanderen
tonterías económicas. Si ganan una elección, la economía sufrirá; pero en la medida en que
el electorado tenga cierto sen do común, es probable que pierdan y, por lo tanto, la gama
de opciones electorales efec vas se reducirá. Para aquellos de nosotros que nos
consideramos de centro-izquierda, debería parecernos par cularmente lamentable cuando
los par dos de izquierda defienden disparates económicos que ponen en peligro sus
perspec vas de poder promover causas igualitarias.
El consenso en torno a una buena economía es importante si se pretende que la reforma
económica tenga éxito. Las constantes reversals de polí cas son evidentemente disrup vas.
Las presiones para fabricar diferencias polí cas producidas por un sistema de dos par dos,
y luego cambiar de una posición a la otra a medida que los par dos alternan en el poder,
ayudan a explicar la inferioridad del rendimiento económico de posguerra del Reino Unido
en comparación con los países con nentales donde el gobierno de coalición es la norma y,
por lo tanto, las presiones son buscar convergencia en lugar de confrontación.
En muchos casos, los beneficios de la reforma dependen no solo de la promulgación de
polí cas sensatas, sino también de la confianza en que esas polí cas permanecerán
invariables ante el cambio polí co. Quizás el caso más obvio en este sen do, al menos en lo
que respecta a América La na, se refiere a la fuga de capitales. La principal causa de la fuga
de capitales fueron las polí cas macroeconómicas populistas, y por lo tanto, el retorno de
los capitales fugados exigió la restauración de la disciplina macroeconómica. Pero
simplemente restaurar la disciplina macroeconómica puede no ser suficiente, ya que los
poseedores de riqueza miran hacia el futuro y pueden repatriar sus fondos solo cuando
estén seguros de que las polí cas macro reformadas permanecerán. Lo mismo ocurre con
cualquier decisión que tenga implicaciones a largo plazo, especialmente la decisión de
inver r.
Un beneficio adicional de un amplio consenso polí co a favor de la convergencia universal
es que ayudará a limitar el daño que puede causar la mafia polí ca hipote zada por la
teoría de la elección pública. Reglas que hagan que la ayuda estatal sea la excepción en
lugar de la regla, y que requieran que sea transparente y basada en principios acordados,
restringirán el es lo de aquellos polí cos cuyo obje vo principal es beneficiarse a sí mismos
en lugar de promover cualquier concepto del bien público que pueda representarse en una
plausible función de bienestar social.

3. CONSENSO Y DEMOCRACIA
Sería ridículo argumentar que, como cues ón de principio, cada punto de vista concebible
debe estar representado por un par do polí co convencional. Nadie siente que el debate
polí co esté limitado porque ningún par do insiste en que la Tierra sea plana. Nadie exige
que uno u otro de los par dos principales defienda el racismo o la negación de los derechos
humanos. Hasta que se ganen esas batallas, por supuesto, el establecimiento de los
derechos humanos y la eliminación del racismo merecen estar en lo más alto de la agenda
polí ca. Pero uno espera que con el empo se establezca un consenso a favor de los
derechos humanos y en contra del racismo, y en ese momento esos temas muy
importantes dejarán de ser objeto de controversia polí ca entre los par dos
convencionales.
La convergencia universal me parece, en cierto sen do, el equivalente económico de estos
temas (con suerte) no polí cos. Hasta que el sen do económico general sea aceptado en
todo el mundo, su promoción debe ser una prioridad polí ca. Pero cuanto antes obtenga
un consenso general y pueda ser excluido del debate polí co convencional, mejor para
todos. De hecho, las posibilidades de eliminar estos problemas económicos básicos de la
agenda polí ca deberían ser mejores que las de mantener fuera de la agenda los derechos
humanos y el racismo, ya que estos úl mos dependen únicamente de juicios de valor,
mientras que el rendimiento económico superior de los países que establecen y man enen
economías de mercado orientadas hacia el exterior y sujetas a disciplina macroeconómica
es esencialmente una cues ón posi va. La prueba puede no ser tan concluyente como la
prueba de que la Tierra no es plana, pero está lo suficientemente bien establecida como
para darles a las personas sensatas cosas mejores que hacer con su empo que desafiar su
veracidad.
Sin embargo, dado que el mundo ene su cuota de excéntricos, no podemos esperar un
respaldo unánime de la convergencia universal. Un sistema polí co democrá co necesita
una forma de permi r la expresión del disenso. Esto es importante tanto porque la
supresión es la mejor manera de convencer a las mentes conspiradoras de que hay algo que
ocultar, como porque siempre debe exis r cierta duda sobre si lo que merece pasar por
sabiduría convencional hoy seguirá siendo válido en el futuro indefinido. El sistema necesita
algún mecanismo mediante el cual la ortodoxia pueda ser desafiada, ya que la verdad
nunca es absoluta en las ciencias sociales, y también cambia de una manera que la verdad
en las ciencias naturales no lo hace.
No tengo opinión sobre si este canal de escape se proporciona mejor mediante la existencia
de par dos marginales o si los par dos convencionales toleran a minorías excéntricas. No
veo razón para limitar la expresión de puntos de vista disidentes a un mecanismo en lugar
de otro.
Tampoco veo ningún problema análogo al "dilema de los demócratas": la pregunta de si los
demócratas deben tolerar el uso del sistema democrá co por parte de par dos totalitarios
que no permi rían ser reemplazados democrá camente si alguna vez llegaran al poder. Los
par dos con programas económicos disparatados obviamente se espera que causen daño
económico si llegan al poder, pero siempre y cuando puedan ser reemplazados
democrá camente, no hay mo vo para limitar su libertad polí ca. Por lo tanto, mi posición
no es que la democracia deba circunscribirse de alguna manera para promover una buena
polí ca económica, sino más bien que tanto la polí ca económica como la democracia se
beneficiarán si todos los polí cos convencionales respaldan la convergencia universal y el
alcance del debate polí co en cues ones económicas está circunscrito de facto en
consecuencia.
4. EL ÁMBITO DEL CONSENSO
¿Cuánto consenso en polí ca económica deberíamos esperar? Tanto como lo jus fique el
estado del conocimiento económico y la convergencia en valores fundamentales (en úl ma
instancia, polí cos).
La esperanza de que ahora podamos desarrollar mucho más consenso del que hubiera sido
concebible o apropiado en la década de 1950 se basa en úl ma instancia en el hecho de
que ahora sabemos mucho más sobre qué pos de polí cas económicas funcionan. En ese
momento, parecía que el socialismo era una alterna va viable a una economía de mercado;
ahora sabemos que no lo es. En ese momento, no habíamos descubierto que llevar la
sus tución de importaciones más allá de la primera etapa ("fácil") era vastamente inferior a
una polí ca de orientación hacia el exterior que permi era el desarrollo de exportaciones
no tradicionales; ahora sabemos mejor. En ese momento, pensábamos que polí cas
macroeconómicas más expansivas producían más producción en lugar de simplemente más
inflación incluso a largo plazo; ahora hay evidencia de que esto es lo contrario de la verdad
(De Gregorio, próximo). En ese momento, todavía era posible esperar que la avaricia
pudiera ser reemplazada por el altruismo de manera tan efec va como puede funcionar en
interés público mediante una economía de mercado compe va; después del colapso del
comunismo, eso parece ingenuo.
Sin embargo, el consenso estará y debería estar circunscrito por dos pos de
consideraciones: las limitaciones de nuestro conocimiento y las diferencias en nuestros
valores. Sabemos por la teoría económica básica que los mercados no funcionarán
sa sfactoriamente cuando las externalidades son importantes a menos que se tome alguna
acción deliberada para internalizarlas. También hemos estado aprendiendo sobre los pos
de situaciones en las que las externalidades son lo suficientemente importantes como para
exigir acciones compensatorias: cuando los efectos secundarios afectan la calidad del medio
ambiente, con respecto a la invención, cuando está en juego la seguridad de las
ins tuciones financieras, cuando la formación laboral proporcionada por una empresa
puede ser arrebatada por otra, y así sucesivamente. En la actualidad, muchas de estas
cues ones aún son demasiado novedosas para haber establecido un conocimiento sólido
sobre la mejor manera de internalizar las externalidades, y, por lo tanto, seguirán siendo
controver das por el momento. Pero con el empo, la experiencia se acumulará y, en
consecuencia, la controversia debería disminuir, excepto en países como el Reino Unido,
donde el sistema polí co está estructurado de manera que fabrica controversia
ar ficialmente.
La otra razón por la que el consenso seguirá siendo limitado es que los valores norma vos
difieren. La visión clásica de la polí ca es que proporciona el mecanismo por el cual la
sociedad decide cuáles valores norma vos prevalecerán. El par do o coalición ganadora
especifica la función de bienestar social que se maximizará mediante la elección de polí cas
económicas. Dado que no puedo concebir una función de bienestar social que especifique
los medios (como la elección de un sistema económico o la extensión del papel del Estado)
en lugar de los fines (especialmente el grado en que la equidad se intercambia por
eficiencia, como se esboza en el apéndice), esto sugiere que la división polí ca fundamental
(en cues ones económicas) no es entre el capitalismo y el socialismo, o entre los mercados
libres y la intervención estatal, sino entre aquellos preocupados por promover una
distribución equita va de ingresos ("la izquierda") y aquellos preocupados por defender los
privilegios establecidos ("la derecha"). Note que esta línea divisoria ayuda a explicar por qué
pareció natural que los intransigentes comunistas fueran considerados de derecha en los
debates sovié cos recientes, mientras que aquellos que buscaban la transición a una
economía de mercado eran considerados de izquierda. (Pero puede haber circunstancias en
las que la dis nción sea menos clara, especialmente cuando una élite privilegiada ha sido
parcialmente reemplazada por otra, como en Gran Bretaña en 1979, donde la an gua élite
fue parcialmente reemplazada por los barones sindicales y el desplazamiento de estos
úl mos dio lugar a que el gobierno de Thatcher fuera considerado radical).
Por lo tanto, las polí cas económicas se pueden clasificar en tres categorías: (a) aquellas en
las que se ha establecido un consenso; (b) aquellas en las que todavía reina la controversia,
pero donde la controversia no es ideológica en el sen do de que no hay una razón
inherente para que un igualitario favorezca un po de resultado en lugar de otro; (c)
aquellas en las que la controversia reina ahora y se espera que con núe en el futuro, ya que
la elección final depende de valores polí cos (norma vos).
Permítame tomar los 10 puntos del consenso de Washington y sugerir el grado en que las
polí cas en esos campos deberían caer en una u otra de estas tres categorías. Si bien la lista
se compiló con referencia a América La na, me parece que es aplicable en general.
Disciplina Fiscal. Los déficits presupuestarios, medidos adecuadamente
para incluir a los gobiernos provinciales, empresas estatales y el banco
central, deben ser lo suficientemente pequeños como para financiarse sin
recurrir al impuesto inflacionario. Esto generalmente implica un superávit
primario (es decir, antes de agregar el servicio de la deuda al gasto) de varios
puntos porcentuales del PIB y un déficit opera vo (es decir, el déficit sin tener
en cuenta esa parte de la factura de intereses que simplemente compensa la
inflación) de no más de alrededor del 2 por ciento del PIB.
Esto lo coloco sin reservas en la categoría (a). La única área en la que veo margen para un
debate sensato concierne a la medida en que puede ser racional permi r déficits
presupuestarios cíclicos en interés de la polí ca de estabilización (algo que no excluye mi
redacción), que ubico en la categoría (b).
Prioridades del Gasto Público. La reforma de polí cas consiste en redirigir el
gasto desde áreas polí camente sensibles que suelen recibir más recursos de
los que sus rendimientos económicos pueden jus ficar, como la
administración, la defensa, los subsidios indiscriminados y proyectos
ineficientes, hacia campos desatendidos con altos rendimientos económicos y
el potencial para mejorar la distribución del ingreso, como la salud y
educación primaria y la infraestructura.
He formulado esto para abarcar tanto como consideré que podría haber obtenido consenso
en Washington en la década de 1980, y sospecho que esto no difiere mucho de lo que
podría esperarse que obtenga consenso, es decir, cae en la categoría (a), en América La na
o en otros lugares. Pero esta es el área por excelencia donde querría y esperaría que se
enfoque y se produzca el debate polí co, en la categoría (c). La izquierda querrá gastos
dirigidos a mejorar la distribución del ingreso, incluso cuando no tengan un impacto
par cularmente favorable en el crecimiento, mientras que la derecha no lo hará. En otro
ar culo (Williamson, 1991), he discu do los pos de gasto que me parecen merecedores
de prioridad en América La na si se quiere hacer algo con respecto a la alarmante
distribución del ingreso en la región.
Reforma Tributaria implica ampliar la base imposi va y reducir las tasas
marginales de impuestos. El obje vo es incen var y mejorar la equidad
horizontal sin reducir la progresividad real. La mejora de la administración
tributaria es un aspecto importante de la ampliación de la base en el contexto
la noamericano. La tributación de los intereses sobre ac vos en el extranjero
("capital fugado") debería ser otra prioridad en la próxima década.
Una vez más, esa redacción se realizó con la intención de que fuera aceptable en todo el
espectro polí co (categoría a), pero sin la expecta va de que esto eliminaría la polí ca fiscal
de la arena polí ca. Si la izquierda pretende aumentar el gasto público sin comprometer la
disciplina fiscal, entonces tendrá que recaudar más ingresos a través de impuestos,
incluyendo tasas marginales más altas, aunque tal vez reconociendo aún el equilibrio con la
eficiencia que esto implica. En Williamson (1991), sugiero la conveniencia de la imposición
sobre el valor de la erra, además de gravar los intereses sobre el capital fugado, como
herramientas para mejorar la equidad sin costo en términos de eficiencia en el contexto
la noamericano..
Liberalización Financiera. El obje vo final son las tasas de interés
determinadas por el mercado, pero la experiencia ha demostrado que, en
condiciones de falta crónica de confianza, las tasas de interés determinadas
por el mercado pueden ser tan altas como para amenazar la solvencia
financiera de las empresas produc vas y del gobierno. En esas circunstancias,
un obje vo intermedio sensato es la abolición de las tasas de interés
preferenciales para prestatarios privilegiados y el logro de una tasa de interés
real moderadamente posi va.
Una vez más, esto fue redactado cuidadosamente con la esperanza de capturar terreno
común, pero es probablemente cierto que entre los economistas esta recomendación sería
más controver da que aquellas relacionadas con la polí ca fiscal. Algunos países
modernizadores exitosos (Francia, Corea) retuvieron la dirección estatal del crédito hasta
que estuvieron mucho más avanzados que América La na en la actualidad. Por lo tanto,
esta recomendación podría caer en la categoría (b) en lugar de (a). Williamson (1991)
sugiere que el Banco Grameen de Bangladesh es una innovación social que permite
canalizar el crédito hacia microempresas, donde ene una tasa de rendimiento
inusualmente alta, además de beneficiar a los pobres. Esto debería ubicarlo en la categoría
(b) en lugar de (c), aunque uno esperaría que la izquierda otorgara prioridad a la
implantación de tales ins tuciones.
Tipos de Cambio. Los países necesitan un po de cambio unificado (al
menos para transacciones comerciales) establecido a un nivel lo
suficientemente compe vo como para inducir un crecimiento rápido de las
exportaciones no tradicionales, y ges onado de manera que garan ce a los
exportadores que esta compe vidad se mantendrá en el futuro.
Dado el éxito del crecimiento impulsado por las exportaciones y la evidencia de que un po
de cambio compe vo es clave para dicho éxito, esta recomendación cae en la categoría
(a). Además, dada la evidencia convincente de que los mercados no pueden ser confiables
para llevar los pos de cambio a niveles compe vos que respalden polí cas
macroeconómicas prudentes y el crecimiento impulsado por las exportaciones, no veo que
esto sea consistente con permi r que el po de cambio flote (aunque no estoy seguro de
que esto se haya aceptado de manera universal hasta ahora).
Por supuesto, siempre existe un equilibrio entre asegurar un po de cambio compe vo y
contener la inflación, y puede haber momentos en los que un gobierno opte por dar mayor
peso a esta úl ma, por ejemplo, al unirse a una ins tución como el mecanismo de pos de
cambio del Sistema Monetario Europeo (EMS). Pero yo argumentaría que probablemente
habría (y defini vamente debería haber) consenso en que esto solo debería hacerse si el
costo prospec vo en términos de disminución de la compe vidad es aceptable.
Liberalización Comercial. Las restricciones comerciales cuan ta vas deben
ser reemplazadas rápidamente por aranceles, y estos deben reducirse
progresivamente hasta lograr un arancel uniformemente bajo en el rango del
10 por ciento (o a lo sumo alrededor del 20 por ciento). Sin embargo, existe
cierta desacuerdo sobre la velocidad con la que se deben eliminar los
aranceles (con recomendaciones en un rango de 3 a 10 años) y sobre si es
aconsejable ralen zar el proceso cuando las condiciones macroeconómicas
son adversas (recesión y déficit comercial).
Este es el único tema en el que reconocí explícitamente la existencia de una diferencia
significa va de opinión en Washington, y no cabe duda de que existe un desacuerdo similar
en la profesión en general. Tal vez se podría lograr un consenso sobre mi redacción dado
que incluye esta advertencia, pero la necesidad de esa advertencia obviamente significa
que estamos más cerca de la categoría (b) que de la (a).
Inversión Extranjera Directa. Las barreras que dificultan la entrada de
empresas extranjeras deben ser abolidas; las empresas extranjeras y
nacionales deben compe r en igualdad de condiciones.
Esto presumiblemente provocaría un desacuerdo polí co, no de la izquierda o la derecha,
sino de los nacionalistas. Sería bueno poder asignarlo a la categoría (a), pero no estoy
seguro de que esté jus ficado.
Priva zación. Las empresas estatales deben ser priva zadas.
Una crí ca frecuente a mi lista como ejercicio de informe fue que debería haber incluido la
reestructuración de las empresas públicas como una forma alterna va de abordar el
problema del mal rendimiento del sector público, que en algunos casos sería más prác ca
que la priva zación. Con esa adición, tal vez incluso esta entrada podría caer en la categoría
(a).
Deregulación. Los gobiernos deben abolir las regulaciones que dificultan la
entrada de nuevas empresas o restringen la competencia, y asegurarse de que
todas las regulaciones estén jus ficadas por criterios como la seguridad, la
protección ambiental o la supervisión prudencial de las ins tuciones
financieras.
Tal vez la forma general de esta recomendación sería aceptable en la categoría (a), pero
todavía existen muchos debates de categoría (b) sobre cómo se debe implementar.
Derechos de Propiedad. El sistema legal debe proporcionar derechos de
propiedad seguros sin costos excesivos y ponerlos a disposición del sector
informal.
Espero que esta recomendación caiga en la categoría (a), pero insté en Williamson (1991) a
que se complementara con una reforma agraria, que seguramente es un tema de categoría
(c).
Por lo tanto, la mayoría de la convergencia universal se encuentra en la categoría (a). Se
deriva de ese conjunto de generalizaciones empíricas sólidas que conforma el núcleo de la
economía. No tengo ni por un momento duda de que es posible concebir circunstancias
patológicas en las cuales todos los consejos enumerados en la convergencia universal serían
inoportunos. La pregunta interesante es si estas circunstancias patológicas realmente
ocurren con suficiente frecuencia como para que sea importante estar alerta ante su
posible presencia. Mi opinión es que de hecho surgen lo suficientemente raramente como
para que sea probable que se haga mucho más daño al hacer un fe che de su posible
presencia que al aconsejar a los responsables de las polí cas que ignoren su posible
ocurrencia. Por supuesto, los buenos economistas seguirán tratando de estar alerta ante la
posibilidad de que en ocasiones surjan circunstancias patológicas y aconsejarán a un
gobierno (o a la oposición) que modifique sus polí cas apropiadamente. Pero se les debería
presionar para explicar sus razones para apartarse de la ortodoxia, y ciertamente no se les
permi rá basar su jus ficación únicamente en que el consejo sea no ortodoxo.
CONCLUSIONES
La aceptación de la proposición de que existe un cuerpo sustancial de consejos económicos,
aproximadamente resumido en el "consenso de Washington/convergencia universal", que
merece ser respaldado en todo el espectro polí co, no significa el "fin de la polí ca",
aunque puede ayudar a frenar el es lo polí co an social descrito por la "nueva economía
polí ca". Pero la polí ca civilizada, es decir, el uso de los sistemas electorales y
parlamentarios para determinar la especificación de la función de bienestar social que la
polí ca económica debe buscar maximizar, todavía ene un papel crucial que desempeñar,
porque habrá un equilibrio entre equidad y eficiencia cuando América La na finalmente
ordene sus polí cas lo suficiente como para llegar a la frontera. Hacer algo para remediar
las vergonzosas desigualdades de la región será un gran desa o para la izquierda, aunque
será uno que la izquierda estará en posición de asumir solo cuando se libere de sus legados
históricos de an pa a hacia el mercado, el populismo y el nacionalismo introspec vo. Esto
no es una causa perdida, ya que en algunos países (notablemente Australia, Nueva Zelanda
y España) la convergencia universal fue pionera en la izquierda, mientras que en muchos
otros países ha sido respaldada tanto por la izquierda como por la derecha.
El respaldo polí co generalizado a la economía convencional también dejará espacio para
otro po de con enda polí ca, en la que los par dos polí cos buscan propuestas de
polí cas que corrijan mejor las externalidades. Esta búsqueda es esencialmente no
ideológica, es decir, no hay una razón inherente por la cual un igualitario debería estar más
o menos interesado en diseñar un esquema que (por ejemplo) aliente a las empresas a
proporcionar la can dad óp ma y la forma de formación que un conservador. Pero el hecho
de que todos los par dos crean que pueden ganar votos desarrollando propuestas para una
mejor ges ón del sistema mejorará las perspec vas de reforma construc va, especialmente
en comparación con una situación en la que los par dos de izquierda se sientan obligados
ideológicamente a forzar cualquier reforma en el molde del poder estatal para dirigir la
ac vidad económica.
POSDATA
Una pregunta que surgió durante la conferencia en Forli fue la relación entre el consenso de
Washington y lo que se llamó "neoliberalismo". Cuando pregunté cómo debía entender
este término, me dijeron que abarcaba la economía austriaca, el monetarismo, la nueva
macroeconomía clásica y la teoría de la elección pública. (Dado que estos son más o menos
los fragmentos de la economía que normalmente se presentan como economía posi va,
aunque solo los conservadores los suscriben, debo decir que encontraría más apropiado el
término alterna vo "neoconservadurismo").
Si se interpreta en ese sen do, ciertamente negaría que el consenso de Washington sea
neoliberal (o neoconservador). Sospecho que el descubrimiento de que se estaba
interpretando de esta manera pudo haber sido el es mulo para una lista que
posteriormente elaboré de cues ones en las que el consenso de Washington no implica
una opinión par cular (Williamson, 1992). Esta lista es la siguiente:
- La conveniencia de mantener controles de capitales.
- La necesidad de apuntar a la cuenta corriente.
- Qué tan rápido y en qué medida debe reducirse la inflación.
- La conveniencia de intentar estabilizar el ciclo económico.
- La u lidad de la polí ca de ingresos y congelaciones de precios/salarios (a veces
llamadas "choques heterodoxos").
- La necesidad de eliminar la indexación.
- La propiedad de intentar corregir fallas del mercado a través de técnicas como la
tributación compensatoria.
- La proporción del PIB que debe ser tomada en impuestos y gastada por el sector
público.
- Si y en qué medida los ingresos deben ser redistribuidos deliberadamente en interés
de la equidad.
- El papel de la polí ca industrial.
- El modelo de economía de mercado que se debe buscar (laissez-faire anglosajón,
economía social de mercado europea o responsabilidad de la corporación japonesa
frente a múl ples partes interesadas).
- La prioridad que se debe dar al control de la población y la preservación del medio
ambiente.
Estos temas no se incluyeron en el consenso de Washington porque, como buscador
crónico de consensos, no percibí que ninguna opinión en par cular pudiera acercarse a
comandar un consenso en Washington. En algunos casos (por ejemplo, en lo que respecta
al control de la población), pensé que esto era escandaloso, mientras que en otros casos
me pareció bastante natural. En la mayoría de los casos, mis opiniones personales sobre
estos temas controver dos están muy alejadas de las de los neoconservadores, por lo que
me resulta irónico que algunos crí cos hayan condenado el consenso de Washington como
un tratado neoconservador. Más bien lo considero, como dijo Luiz Carlos Bresser Pereira en
Forli, como un intento de resumir el núcleo común de sabiduría abrazado por todos los
economistas serios.
Notas:
1- Intenté completar la lista desde un punto de vista norma vo en un ar culo reciente:
Williamson (1991).
2- Otro de mis interlocutores originales, Stanley Fischer, me desafió en eso y
argumentó que al menos en lo que respecta al Banco Mundial, debería haber
agregado gastos sociales rentables desde el punto de vista de los costos.
3- Quizás el legado más desafortunado de Keynes para la profesión económica fue su
hábito de parodiar la ortodoxia. En realidad, fue bastante diver do cuando lo hizo, y
sin duda algunos de sus obje vos merecían ese tratamiento, pero seguidores
menores lo redujeron a una ru na barata. El hecho es que en la mayoría de los
casos, las cosas se vuelven ortodoxas porque con enen una gran can dad de
sen do, por lo que deses mar algo porque es ortodoxo es absurdo. Espero que esta
observación banal no se interprete como que estoy diciendo que la ortodoxia
siempre ene razón o que nunca debe ser desafiada.
4- El resumen bajo cada tulo se toma del apéndice de Williamson (1991).
APÉNDICE: LA FUNCIÓN DE BIENESTAR SOCIAL DE LA IZQUIERDA
Cualquier persona civilizada desearía ver arreglos sociales elegidos de manera que
maximicen una función de bienestar social de la forma general
W=W(U1,U2… Un)
con W, > 0 para i = 1...n, los n individuos reconocidos como componen la sociedad en el
sen do de que su bienestar es relevante para la evaluación del bienestar social, y donde Ui,
es la evaluación del i-ésimo individuo de su propia u lidad. En el pasado, la izquierda ha
dedicado mucha de su energía a ampliar n, el dominio de individuos reconocidos como
relevantes en la evaluación del bienestar social (desde reyes y señores hasta incluir a las
clases medias propietarias, la clase trabajadora, siervos, mujeres, esclavos, extranjeros,
gitanos, na vos y quizás en el futuro el esfuerzo será ampliar el dominio de la función de
bienestar para incluir especies dis ntas de Homo sapiens). La tradición económica ha sido
buscar evitar imponer más condiciones a W(...) que el que sea una función creciente de
cada uno de sus argumentos, bajo el argumento de que esto solo requiere un juicio de valor
muy débil que será aceptado por todas las personas civilizadas. Esto da lugar al criterio de la
óp ma de Pareto, que define una mejora social como aquella en la que el bienestar de
alguien mejora sin disminuir el bienestar de nadie más. Sin embargo, dado que casi ningún
cambio social podría pasar realistamente esta prueba, se intentó hace medio siglo extender
el criterio para poder lidiar con casos realistas en los que las ganancias de algunos se
producen a expensas de otros. Si los ganadores compensaran a los perdedores, se sa sfaría
el criterio de Pareto. El "criterio de compensación" sugería que se podría definir una mejora
si los ganadores pudieran haber compensado a los perdedores, incluso si no se pagaba
ninguna compensación real. Esto lleva a un criterio de bienestar muy conservador pero
comúnmente u lizado, en el que un dólar adicional se evalúa como igualmente valioso para
la sociedad sin importar si va a parar a un mendigo o a un millonario. La sociedad quiere
maximizar ∑yi. Paradójicamente, este criterio fue desarrollado por dos economistas de
centro-izquierda, Tibor Scitovsky y Nicholas Kaldor. Pasemos por alto las objeciones técnicas
al principio de compensación (notablemente su falta de aprobación en la prueba de
reversibilidad) y asumamos que la eficiencia económica se puede medir por el valor total de
los ingresos, Zy,. También acordemos que es posible medir la equidad de la distribución de
ingresos mediante alguna medida, como el inverso de la varianza de los ingresos (cuando
los ingresos se han hecho comparables mediante su transformación a ingresos reales per
cápita del hogar teniendo en cuenta las diferentes necesidades de ingresos reales de los
miembros de la familia en diferentes etapas del ciclo de vida), l/varianza (y,). Entonces, el
"gran dilema" de Okun (1975) es la curva mostrada en la Figura 1A.
Los valores polí cos
pueden caracterizarse
por la función de
bienestar social
u lizada para evaluar
resultados alterna vos
fac bles. Suponiendo
que hayamos resuelto
el problema del
dominio de la función
de bienestar, la
función de bienestar
social más
conservadora y
civilizada es la que
implica el principio de
compensación y se
muestra en la Figura 1A con líneas ver cales como W. Las funciones de bienestar más
igualitarias son aquellas mostradas por curvas como U o V, siendo V representa va de un
conjunto de preferencias más igualitarias que U. Si los par dos de izquierda con núan
adoptando polí cas populistas, socialistas o proteccionistas, tenderán a llevar la economía a
puntos ineficientes como A. El respaldo al consenso de Washington/convergencia universal
los llevará hacia la frontera, digamos en B. Dado que menos personas sufren un bienestar
inferior en B que en A, en comparación con la elección conservadora D, sus perspec vas
electorales se verán favorecidas en la medida en que el electorado comprenda las
implicaciones de los programas polí cos de los par dos. De ahí la conclusión de que
abandonar el lastre marxista con el que la izquierda ha estado cargando durante los úl mos
140 años debería mejorar las perspec vas de la izquierda y abrir el camino para un
enfrentamiento más vigoroso sobre el tema fundamental de la distribución de ingresos.

También podría gustarte