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El Consenso de Washington.
El concepto y nombre del consenso de Washington fue presentado por primera vez
en 1989 por John Williamson, economista del Instituto Peterson de Economía
Internacional, un comité de expertos en economía internacional con sede en
Washington. Williamson usó el término para resumir una serie de temas comunes
entre instituciones de asesoramiento político con sede en Washington, como el
Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y Departamento del Tesoro de los
Estados Unidos, de los cuales se creían necesarios para la recuperación económica
de los países latinoamericanos afectados por las crisis económicas y financieras de
los años ochenta.
El consenso como originalmente lo indica Williamson incluía diez amplios grupos de
recomendaciones políticas relativamente específicas:
Ahora bien, para actuar en el mercado es preciso conocer sus reglas y adquirir las
habilidades y competencias que permitan su adecuado diagnóstico y manejo, como
la única posibilidad de alcanzar el éxito en una sociedad donde se agudiza la
competencia contra los demás. En consecuencia, se exige al gobierno dejar de
asumir actitudes intervencionistas, “paternalistas y populistas” que pervierten el
funcionamiento de la economía y terminan inhibiendo la iniciativa individual.
Al mismo tiempo, de grado o por fuerza los países empiezan a formar regiones
donde se diluye la identidad nacional, lo que provoca el júbilo de quienes sostienen
que la cultura ha de ser cosmopolita y universal, o sólo será una mera expresión
limitada y provinciana. De esta manera, no se reconoce a las otras culturas y se les
niega toda validez pues se las considera como expresiones atrasadas y marginales
de la cultura “global” hegemónica, moderna.
El riesgo sistémico:
El costo de estas crisis puede ser muy elevado, pues no solo afectan al sistema
financiero, sino a toda la economía. La reciente crisis es sistémica debido a la
subestimación generalizada del riesgo sistémico surgido por la titulización de los
créditos y el crecimiento explosivo de las posiciones de los derivados de crédito y
por el exceso de liquidez motivado por las bajas tasas de interés. Se combinaron un
conjunto de elementos desequilibrantes a partir del momento en que la
desconfianza ganó los mercados.
Los efectos de la crisis financiero-productiva global sobre el SE-I mundial han sido
moderados: este sector se encuentra bien posicionado para constituirse,
nuevamente, en el eje dinámico de la recuperación, con China y Asia oriental
desempeñando un papel protagónico. Las tendencias durante este proceso se
orientarán al uso social racionalizado de las tecnologías electrónico-informáticas
que impliquen el ahorro de costos en el corto y mediano plazos tanto para las
empresas como para los gobiernos. México cuenta con un SE-I de mediano
desarrollo, pero aún carece de capacidad dinamizadora e integradora del
crecimiento de la economía interna; asimismo, inhibe el desarrollo de una
infraestructura competitiva para la integración internacional y el desarrollo interno
de procesos de conocimiento, por lo que su buen posicionamiento en la
recuperación tenderá a actuar, paradójicamente, en contra de las reformas
necesarias que permitan desplegar todas sus potencialidades de contribuir al
desarrollo del país.