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“Los lectores estudiosos leen en las bibliotecas. Los profesores imparten sus cursos.
Los estudiantes to man notas. Los contadores alinean columnas de ci fras. Los aprendices de
pasteleros rellenan con crema las hileras de pastelillos. Los pianistas practican sus escalas."
Por definición, el sociólogo es un lector, incluso un "gran" lector; por esta razón,
en una investigación sobre la lectura, no puede evitar movilizar su propio conocimiento
práctico del hecho lector. Quizá sea un lugar común recordarlo, dado que ese hecho ha
sido señalado muchas veces como una mo dalidad particularmente trivial de la
reflexividad característica de la relación de las ciencias sociales con su objeto.
Pero es forzoso reconocer que la premura por cumplir con esta "precondición
epistemológica" rara vez implica la problematización de las propias
representaciones del libro y la lectura, de estos supuestos previos positivos y
normativos que se atribuyen a la lectura.4
He podido comprobarlo personalmente cuando, en medio de una de mis primeras
entrevistas, mi interlocutor ex clamó: “¡Ah! Se ve que a usted le gusta la lectura!”
De este modo, la simple manifestación de una competencia técnica como usuario de
la lectura se considera una toma de posición axiológica, revirtiéndose así
radicalmente la relación normal entrevistador-entrevistado: ya no es el sociólogo
el
Pierre Bourdieu, “La lecture: une pratique culturelle, discussion avec Roger Chartier", Parques de la lecture,
Marsella, Rivages, 1985, p. 219.
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garante del modelo de lectura legítima quien juzga la adecuación de las prácticas de
sus interlocutores, sino que son éstos mismos quienes evalúan hasta qué punto se
adhieren al modelo de su práctica de investigación. A partir de esta re definición
de la situación de entrevista, quisiéramos hacer una introducción a las orientaciones
téorico-metodológicas que aquí se defienden, interrogando precisamente a la
socio logía de la lectura en cuanto hecha por personas que gustan de la lectura".
Desde hace algunos años, las investigaciones en sociología de la lec tura han roto
poco a poco con la pesada herencia pedagógica que no planteaba el problema de la
lectura sino como aprendizaje de una téc nica. Las investigaciones cuantitativas, por su
parte, necesarias en el sentido de que brindan los grandes puntos de referencia
estadísticos y permiten determinar globalmente las contingencias socioculturales de las
elecciones y prácticas de las personas, resultan igualmente ino perantes para asir el
contenido real de estos procesos.
Frente al libro, debemos saber que hay lecturas diversas y, por lo tanto,
capacidades diferentes, instrumentos diferentes para apropiarse de este objeto,
instrumentos desigualmente distribuidos, según el sexo, la edad, esencialmente según la
relación con el sistema escolar a partir del momento en que el sistema escolar existe... La
lectura obe dece a las mismas leyes que las demás prácticas culturales, con la dife
Por ello lo que importa actualmente es, sobre la base de esa comprobación, "continuar,
en una óptica complementaria,
Proposition de recherche sur la faible lecture, Ministère de la Culture, Bibliothèque pu blique d'information, service
des Études et de la Recherche, 1986.
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rencia de que el sistema escolar la enseña de manera más directa; es decir, que el
grado de escolaridad va a tener más peso en el sistema de los factores explicativos,
siendo el segundo factor el origen social... Así, cuando se le pregunta a alguien su
grado de escolaridad, ya se tiene una previsión en cuanto a lo que lee, al número de
libros que ha leído durante el año, etc. Se cuenta también con una previsión res
pecto a su manera de leer. Se puede pasar muy rápido de la descrip ción de las
prácticas a las descripciones de las modalidades de esas prácticas.
El primero es relativo al nivel de escolaridad: la “poca lectura" está dominada por los
efectos de la debilidad del nivel escolar o del fracaso de la escolarización. La "poca
lectura", en los géneros y los modos elegidos, es una lectura no certificada, no
sancionada por la institu ción legitimadora. Carece de la forma institucionalizada del
capital cultural
El origen social y los marcos de la socialización de los lectores se con jugan para
negarle a la lectura un beneficio social o cultural. Los esce narios de "poca lectura"
evolucionan en medios sociales donde la lec tura no puede permitir la constitución de
un capital social, debido a los bajos niveles de instrucción, que impide el acceso a
estas redes so ciales donde se "capitaliza" leyendo.9
De hecho, los estudios cualitativos" que se inscriben en ese marco hacen hincapié
en las prácticas de uso del libro (de los impresos) socialmente diferenciadas y
objetivamente detec tables (modos de información y adquisición de los libros,
modalidades de la presencia del libro en el hogar, tiempo de dicado al libro,
géneros poseídos, etc.). El acto de lectura en sí, cuando ha sido simplemente
abandonado, se infiere a lo más de las variables determinantes, es decir, del
grado de es colaridad y el origen social. En otras palabras, el acto de lec tura
no es, paradójicamente, el objeto de esta “sociología de la lectura” que se preocupa
en realidad por medir la eficacia práctica de la imposición de una práctica de uso
legítima de las producciones culturales. Las conclusiones del estudio de Joëlle
Bahloul dedicado a la "poca lectura" son ilustrativas en este sentido. La "poca
lectura" parece estar determinada por un modelo estructural que interviene en
todos los nive les del proceso del lector y que hace surgir la conjunción de dos
tipos de efectos:
En otras palabras, con base en un modelo cultural que les es ajeno, no solamente las
prácticas de "poca lectura” se defi nen aquí como ilegítimas, sino que también se
dice que el propio “poco lector" se (re)presenta a sí mismo:
1...] se define como lector por su trayectoria escolar y, sobre todo, ra cionaliza la
debilidad de su trayectoria en términos de fracaso escolar y de "dominación" cultural: el
“poco lector" se ve a sí mismo, de entrada, como desprovisto de "capital cultural” y, por
lo tanto, de medios socia les para acceder a la lectura reconocida por él como legítima.
De hecho, el "poco lector" se articula y se define siempre en relación con la legiti midad
de la lectura culta, más que por sus modalidades y condiciones intrinsecas. Desde este
punto de vista, aun cuando la “poca lectura” apa rece a los ojos del encuestador como
una práctica diferenciada que in cluye su propia lógica social, se afirma en un principio
como práctica
6 Pierre Bourdieu, La lecture: une pratique culturelle, op. cit., p. 224.
7 Ésos son, por ejemplo, los principales temas abordados por Joëlle Bahloul en Lectures précaires, étude
sociologique sur les faibles lecteurs, op. cit., (trad. al español: Lecturas preca rias. Estudio sociológico sobre los
"poco lectores”, op. cit.).
8 Pierre Bourdieu, op. cit., p. 226.
Joelle Bahloul, op. cit., pp. 107-108 (ed. en español p. 126).
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DEL LIBRO A LA LECTURA
ilegítima. Los rodeos discursivos de los lectores para justificar su débil relación con el
libro son formulaciones evidentes de esto" 10
Nos acercamos, en efecto, a la definición que da Michel de Certeau sobre el libro como
una construcción del lector.
Para esta sociología de los usos sociales del libro como pro ducción cultural11
y, por la misma razón, instrumento de una dominación cultural, “se supone
que asimilar significa necesariamente volverse parecido a lo que se absorbe y
no hacerlo parecido a lo que uno es, hacerlo suyo, apropiarselo o reapropiarselo."12
De este modo puede extenderse a la sociología de la lectu ra lo que decía Roger
Chartier sobre la historia de la lectura: que en parte debe erigirse contra la tradición
reciente de la sociología histórica de la lectura.
El lector inventa en los textos algo diferente a lo que era la intención de éstos. Los
desprende de su origen (perdido o accesorio). Combina sus fragmentos y crea algo
desconocido en el espacio que organiza la capa cidad de estos para permitir una
pluralidad definida de significación.14
Tras esto, nos enfrentamos a la pregunta que Michel de Cer teau lamentaba que no
estuviera en el centro de las inves tigaciones sobre la lectura: “¿Esta actividad lectora
está reservada al crítico literario (siempre privilegiado por los es tudios sobre la
lectura)?” Y por extensión: ¿es propio de la lectura culta o puede extenderse a la
lectura ordinaria?
Ésta - argumentaba él - se propuso dos objetivos fundamentales: es tablecer
correlaciones entre orígenes sociales y producciones cultura les, e identificar los
objetos propios de los diferentes medios sociales. Este enfoque fecundo en resultados,
que tendía a caracterizar cultu ralmente a los grupos sociales o socialmente a los productos
cultura les, puede sugerir una reflexión crítica. En efecto, las modalidades de
apropiación de los materiales culturales son quizá tan distintivas, o tal vez más,
que la desigual distribución de esos materiales en sí... Los mismos textos y los
mismos libros son objeto de desciframientos múltiples, socialmente contrastados, lo que
necesariamente debe lle var a completar el estudio estadístico de las distribuciones
desiguales con el de los usos y los empleos. Añadir, pues, al conocimiento de las presencias
del libro el de las maneras de leer.13
Esa es la pregunta a la que la historia, la sociología o la pedagogía es colar deberían
aportar elementos de respuesta. Desgraciadamente, la abundante literatura dedicada a
la lectura no brinda más que algunas precisiones fragmentarias sobre este punto o se
refiere a las experien cias letradas. Las investigaciones se abocan sobre todo a la
enseñanza de la lectura. Se aventuran más discretamente por los terrenos de la
historia y de la etnología, por falta de huellas de esta práctica que se desliza a través
de todo tipo de "escrituras" aún mal identificadas... Más numerosas en la sociología,
en general son de tipo estadístico: miden las correlaciones entre objetos leídos,
orígenes sociales y luga res de frecuentación más que analizar la operación misma de
leer, sus modalidades y su tipologia.
Queda el dominio literario, particularmente rico en la actualidad (de Barthes a Riffaterre
o Jauss), privilegiado una vez más por la escri
10 Ibid., p. 105 (ed. en español p. 123).
11 Es sintomático que el concepto recurrente de prácticas de lectura" desplace al acto de lectura. Para ser más
precisos, habría que hablar de "pácticas de lo impreso".
12 Michel de Certeau, "Lire, un braconnage”, L'invention du quotidien, París, UGE 10/18, p. 280 (trad. al
español: “Leer: una cacería furtiva", La invención de lo cotidiano I, Artes de hacer, México, Universidad
Iberoamericana-ITESO, 1996).
13 Roger Chartier, “Du livre au lire", Pratiques de lecture, op. cit., pp. 63-64.
1 Michel de Certeau, op. cit., p. 286.
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tura aunque altamente especializado: los "escritores" trasladan la "ale gría de
leer" hacia el lugar donde se articula en un arte de escribir y un placer de releer.
Y sin embargo, antes o después de Barthes, se relatan errancias e inventivas que
juegan con las expectativas, los enredos y las normatividades de la "obra leída”; allí se
elaboran ya los modelos teóricos que pueden dar cuenta de ella, 15
Como señala Paul Ricoeur, lo que se comunica en última instancia, y en una relación
dialéctica con el mundo del lec tor, está más allá del sentido de un texto: el mundo que
pro yecta y que constituye su horizonte.
En tanto que el lector somete sus expectativas a las que desarrolla el texto, él mismo
se irrealiza en la medida de la irrealidad del mundo ficticio hacia el que emigra; la
lectura se vuelve entonces un sitio irreal en sí mismo donde la reflexión hace una
pausa. Y a la inversa, en tanto que el lector incorpora (consciente o inconscientemente,
poco im porta) las enseñanzas de estas lecturas a su visión del mundo para au mentar
la legibilidad previa de ésta, la lectura es para el algo más que un sitio donde detenerse: es
un medio por atravesar.16
En otras palabras, una sociología que se proponga pasar, de acuerdo con la
afortunada expresión de Roger Chartier, del “Libro a la Lectura”, si no quiere
verse singularmente despro vista, deberá decidirse a buscar en otro lugar los
modelos teóricos operativos que le siguen haciendo falta; particu larmente
en estos terrenos de la fenomenología del acto de lectura (Iser) y la
estética de la recepción (Jauss), cuya pro ductividad ya señalaba De
Certeau.
Estos dos enfoques, cuya confluencia constituye la "escuela de Constanza", coinciden
en considerar el efecto producido por el texto sobre su receptor individual o
colectivo como un componente intrínseco de la significación efectiva del texto.
En esta acepción, el texto no es más que un conjunto de ins trucciones
que el lector individual o el público ejecutan de manera pasiva o creadora.
De acuerdo con la teoría de Iser, en efecto, cada texto presupone un lector:
implica una espe cie de posición vacía que el lector concreto ocupará durante la
lectura. Todo el texto se organiza así en torno a esta posi ción de “lector
implícito” (o “implicado"). Representa una estructura de virtualidades que, en la
lectura concreta por el lector real que toma la posición del lector implícito, se actua liza y
cobra vida gracias a una interacción permanente.
Se considera que esta interacción entre "mundo del texto" y "mundo del lector"
encuentra su expresión más acabada en el punto en que el apartamiento entre estos
dos mundos al canza su grado extremo: el caso de los textos de ficción. Un texto, nos
dice Iser, es en efecto ficticio en la medida en que no remite ni a los sistemas
semánticos dominantes ni a su validez, sino a sus horizontes: se refiere a algo que no
está contenido en la estructura del sistema sino que se actualiza como límite. En otras
palabras, el relato de ficción viene a problematizar la realidad de un mundo que ya no
se mani fiesta como familiar al lector. "Formula posibilidades exclui das por los
sistemas dominantes de la época y que por lo mismo sólo pueden ser introducidas en
el mundo cotidiano por medio de la ficción."17
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del lector. Como lector, no puedo encontrarme sino perdiéndome. La lectura me
introduce en las variaciones imaginativas del ego. La metamorfosis del mundo, de
acuerdo con este juego, es también la metamorfosis lúdica del ego. 18
Para los que objetarían que también y todavía en este caso se trata de lectura
culta, Michel de Certeau opone que este "ejercicio de ubicuidad", que él mismo
describe, es caracte rístico de todo acto de lectura, sea cual sea.
18 Paul Ricoeur, Du Texte à l'Action, París, Seuil, 1986, p. 217. 19 Michel de Certeau, op. cit., p. 291.
20 Peter Berger, Thomas Luckmann, La Construction sociale de la réalité, Paris, Méri diens Klincksieck, 1986.
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21 Les pratiques culturelles des Français. Evolution 1973-1981, París, Ministère de la Cul ture, service des
Études et Recherches, Dalloz, 1982.
22 Proposition de recherche sur les obstacles à la lecture, Ministère de la Culture, Bi bliothèque publique
d'information, service des Etudes et la Recherche.
Joëlle Bahloul, op. cit., pp. 8-9 (ed. en español pp. 24-25).
AJ. C. Mitchell, “Theoretical orientations in African Urban Studies", en Michael Ban Ion (comp.), The Social
Anthropology of Complex Societies, Londres, Tavistock, 1966.
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tura.25 No se trata ya, en efecto, de interrogarse sobre la au sencia de una práctica,
sino sobre las modalidades de exis tencia propia de lo que se designa
como “poca lectura”. El que debe ser nuestro objeto se halla entonces entre
una defi nición normativa de la lectura como fenómeno cultural y una práctica social en
toda forma.
1. Que el locutor mantiene una relación de verdad con su discurso, que hay una
relación de identidad entre lo que dice y lo que es; en sustancia, que su discurso no
sería más que una serie de informaciones auténticas. 2. Que el relato recabado
constituye una totalidad que sería propiamente la historia de una vida y cuyo
principio de or den sería un sujeto exento de contradicciones.
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1. Las transformaciones sucesivas de las prácticas de lectura con los diferentes
regímenes de atribución de sentido a la ex periencia lectora que se asocian a las diferentes
modalidades biográficas de la lectura.
2. Y también una definición de la lectura, la que corresponde a la práctica actual, que se toma
como definitiva y a partir de la cual se reformula precisamente el sentido de las prácticas
anteriores: la trayectoria lectora se reconstruye propiamente. Al mismo tiempo, las etapas
anteriores de la experiencia lec tora constituyen las condiciones de su surgimiento.
las prácticas que ratificaría el carácter definitivamente sospe choso de los
testimonios biográficos.27 Así, si bien es cierto, como afirma Joëlle Bahloul, que "los
que leen de manera for tuita en las consultas parciales y puntuales o profesionales,
se presentarán desde el principio como no lectores", o incluso los lectores
exclusivos de prensa tenderán a desvalorizar sus prác ticas lectoras y
se presentan casi siempre como no lectores,28 nosotros creemos que esas actitudes
son también elementos pertinentes en la negociación del sentido práctico de la lectura.
el más elemental cuestionario sociológico muestra que las declaracio nes sobre lo que
la gente dice leer son muy poco confiables debido a lo que (él) llama el efecto de
legitimidad: en cuanto se le pregunta a alguien qué es lo que lee, lo interpreta como: de lo que
leo, ¿qué me rece ser declarado? Es decir, de lo que leo, ¿qué es literatura legítima?26
Para hacer operativa esta opción metodológica general en el marco de un estudio sobre la
"poca lectura", es decir, cen trado en una práctica singular, es necesario inscribir estos
re latos de vida en un género particular, que sería el de los rela tos de trayectoria
lectora en una situación tal que la relación con la lectura se presente como un
componente esencial de la identidad del narrador (en vez de ser únicamente una
va riable secundaria en el análisis de contenido ordinario): una situación límite donde
las modalidades de la relación con la lectura se presenten como problemáticas y
donde el relato biográfico ofrezca los motivos, las razones.
Concretamente, el universo carcelario nos pareció desde un principio una de estas
situaciones que implican para el locutor una relación decisiva con la
lectura. En efecto, la po blación, por sus orígenes socioculturales, está
constituida mayoritariamente por "poco lectores” y no lectores, por lo
Esta advertencia sólo se justifica plenamente con el fin de ex plicar las prácticas de lectura
objetivas que llevan a los callejo nes sin salida que ya hemos mencionado. Por el
contrario, cuando se trata de preguntarse acerca del sentido que los "poco lectores"
dan a su práctica, el mencionado efecto de le gitimidad ya no es obstáculo para captar una
objetividad de
Hoelle Bahloul, op. cit., pp. 10-11 (ed. en español pp. 27-28).
26 Pierre Bourdieu, op. cit., p. 223.
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que una práctica más frecuente de la lectura podía, al con trario, permitir a algunos
deslindarse de la población carce laria normal. Además, los presos 29 se
encuentran en una si tuación tal (ocio, incitación institucional a la lectura) que
pueden negociar su práctica ordinaria.
Según que la virtualidad de la lectura inscrita en el espa cio-tiempo carcelario se realice
o no, tendremos o bien la "poca lectura” o la no lectura anterior con la que se ha roto, o
su persistencia a pesar de las condiciones propicias, y aquí la "historia de vida”
ofrecerá los motivos. A manera de hipó tesis, podemos proponer muy
esquemáticamente que:
1. En el primer caso, la lectura se interpretará como lo que permite escapar del
encierro, ya sea simplemente mediante el imaginario o mediante la perspectiva
de reinserción que la lectura abre; y se asumirá la contradicción entre lo que uno
era y aquello en que se ha convertido (y en este caso la lectura es un síntoma, un
criterio del cambio), en cuanto que todo individuo tendría la posibilidad de cambiar, de “re
gresar al buen camino". 2. En el segundo, la lectura se interpretará como una
activi dad radicalmente ajena a la persona, en el marco del rechazo de una sociedad
que no quiere saber nada de nosotros".
zaría el estudio con el fin de que pudieran encontrarse allí las condiciones singulares
para aumentar su pertinencia: la cárcel de Saint-Paul en Lyon. En efecto, desde hacía
varios meses se publicaba allí un periódico, L'Ecrou (“El encarce lamiento"), hecho
por y para los presos, muestra de que la lectura entraba en el marco de una política
cultural (de socialización de la dirección, que hasta entonces se había traducido en
particular en un esfuerzo por mejorar el fun cionamiento de la biblioteca penitenciaria. En
consecuencia, la ruptura con la "poca lectura” es más frecuente y, a la in versa, su persistencia
resulta aún más problemática. Pero además, al leer el periódico de la prisión o al no leerlo,
no sólo se negocia la pertenencia a la sociedad global, sino tam bién, por así
decirlo, a la "sociedad de los presos".
Este desvío hacia la situación carcelaria no tiene más fin que enseñarnos acerca del
sentido de las prácticas ordinarias de la “poca lectura”. Para la generalización que
intentamos ha cer, un uso objetivante de la historia de vida no serviría a me nos que
incluyera una regularidad estadística (infiriendo de una variable determinante -edad,
sexo, categoría socioprofe slonal- una relación idéntica a la no lectura, una misma tra
yectoria de no lector) en lo que se presenta como singularidad Irreductible; y así la historia
de vida casi no se diferenciaría casi de una investigación mediante cuestionario abierto.
A manera de contraprueba de la problemática planteada a partir del caso ejemplar de la
población carcelaria, hemos Neleccionado una segunda situación: el inicio de la
jubilación anticipada de obreros metalúrgicos, que presenta caracte risticas metodológicas
idénticas a la primera. En términos Henerales, se trata también de una situación de
ruptura en el ciclo de vida del entrevistado, de manera que el relato le brinda la oportunidad
de una posible renegociación de su Identidad y de la realidad del mundo que lo rodea. En
esta
Por último, la lectura puede interpretarse como algo que no tiene sentido dado que está
amputada del contexto en el que se inscribía; el abandono de la lectura se debería
entonces a que el encarcelamiento se vive como una ruina moral, una
estigmatización irrevocable.
Para ser más precisos, la problemática que desarrollamos debía guiar
incluso la selección de la prisión en que se reali
29 Esencialmente masculinos.
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situación, la cuestión de la lectura se presenta como un cri terio pertinente en
relación con la renegociación virtual.
De manera más precisa, se trata de un aumento objetivo del tiempo virtualmente
disponible para la lectura, pero cuya efi ciencia está en función de los términos
en que se defina la nueva situación (de jubilación, de encarcelamiento).
Una serie de oposiciones pertinentes, con base en las dos situaciones
similares, justifica esa confrontación:
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tir su validez en función de determinantes socioculturales que distinguirían a
estas dos poblaciones. Se trata simple mente de hacer operativos estos efectos de
contexto, de ana lizar estas dos dimensiones de la experiencia lectora
visibles aquí de manera distinta: la relación con el libro y la relación con la
lectura. Simplemente, en la medida en que la exhibi ción del libro funciona
como equivalente metonímico de la Lectura, la cual podría entonces quedar
incuestionada, in vertiremos el orden de los términos de manera que poda
mos lograr nosotros mismos una problematización de la lectura que esté más
allá de las certidumbres de la presencia del libro.
Una implicación práctica de las posiciones metodológicas anteriormente
defendidas es que en este informe dejaremos ampliamente la palabra a los “poco
lectores”. Esto no signi fica que debamos esperar encontrar allí la supuesta autenti cidad
de las formulaciones originales. Cuando se considera la coherencia de las palabras
grabadas como una realización situacional, ya no se trata de la historia de una
trascenden cia, de un relato independiente de las condiciones concretas de su
enunciación, sino de una historia localizada: un relato que se ha producido en
el marco de una situación de entre vista particular que hay que transcribir. El
carácter de la transcripción deja de ser entonces simplemente descriptivo
para volverse verdaderamente interpretativo:34 ésta se pro pone objetivar el
trabajo de “puesta en forma de intriga" al que realiza (y del que procede) el
relato biográfico (que, al contrario, se ve segmentado y oscurecido por la
estructura en forma de diálogo de la entrevista) mediante el cual el na rrador
resuelve los problemas prácticos planteados por la
entrevista. Por esta razón, aunque también para facilitar la lectura, los informes
que seguirán se presentan general mente en forma de relatos. Se exceptúan las
situaciones cu yas características contextuales se precisarán en cada caso, donde la
intervención de algún tercero, la esposa en un caso, u otro preso en el otro,
cuestione en forma más o menos abierta la coherencia de una argumentación y
manifieste que la atribución de sentido a las prácticas es producto de una construcción
concertada. En estos pasajes hemos conser vado la forma dialogada.
Precisemos, para finalizar, que los informes que vendrán a continuación fueron
extraídos de dos series de quince entre vistas efectuadas entre finales de 1986 y
principios de 1987.
La primera se desarrolló en Firminy, una pequeña ciudad situada a quince kilómetros
de Saint-Etienne, marcada por la historia del carbón y del acero, que vive
al ritmo de la empresa Creusot-Loire local, bastión del sindicalismo meta
lúrgico, cuya población siguió el mismo itinerario: de la Haute-Loire natal a la
ciudad, del campo a la fábrica. En consecuencia, hay yuxtaposición de las
comunidades fami liares, profesionales, militantes...
La segunda serie se desarrolló en la penitenciaría de Saint Paul en Lyon, que
concentra a una población de presos que
entre estos efectos, los más regularmente determinantes: el primero se relaciona con la con dición del sociólogo que,
ya lo hemos dicho, no puede dejar de aparecer como el represen lante de un modelo de lectura "culta"; el segundo
está implicado por las modalidades con Bretas de su interrogatorio. En el presente caso, se precisaba desde un
principio que la entrevista debía centrarse en las experiencias tanto pasadas como presentes de la lectura, de jando
entender con ello que esta ruptura, constituida en un caso por la jubilación y en el Biro por el encarcelamiento, podía
haber provocado modificaciones sensibles. Por lo demás, las intervenciones durante las entrevistas, por cierto muy
numerosas y recurrentes en uno u otro casos, apuntaban esencialmente a alimentar el hilo de una conversación
precaria (jal proponerse hacer hablar de su "poca lectura" a "pocos lectores" uno se expone a recabar po Has
palabras!) preguntando en particular sobre toda una serie de relaciones prácticas con la lectura o con el libro (modo
y frecuencia de adquisición, modos de presentación y almace hamiento, lugares, tiempos, frecuencias de lectura,
modalidades prácticas de la lectura).
34 Desde luego que la estructura dialógica de las entrevistas no deja de tener efectos so bre las orientaciones
semánticas de los enunciados. Sin embargo, como no es nuestra inten ción proceder a un análisis conversacional, nos
bastará con identificar esquemáticamente,
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en su mayoría esperan ser juzgados. Agregaremos a nuestros agradecimientos a la
dirección del establecimiento peni tenciario por las facilidades que nos brindó
y al equipo de L'Ecrou por su colaboración.
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