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Resumen:
I. Introducción
Continúa diciendo que son lugares con tres características principales: material, simbólico
y funcional (Nora, P. 1989). Incluso un lugar que pareciera ser puramente material se
convierte en un lugar de memoria cuando la imaginación lo dota de una simbología con un
aura o una energía particular, como se puede ver en la memoria y espiritualidad que
representan las animitas evocando a la conmemoración, el recuerdo emocional y a la
voluntad de recordar.
Porque si aceptamos que el propósito más fundamental del lugar de memoria es superar a el
tiempo e impedir que se olvide, trascender en el imaginario social y colectivo,
materializando lo inmaterial como los recuerdos en este caso inmortalizando la esencia de
la persona en esta animita, capturando elementos simbólicos en objetos físicos. También
está claro que los lugares de memoria sólo existen;
Se pretende mostrar en detalle algunos elementos que dan cuenta de las animitas en
carreteras y su relevancia como patrimonio, memoria en el norte de Chile, andino y
latinoamericano.
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Cada uno de estos modelos representa una forma diferente en que las sociedades poseen
diversidad cultural y étnica. Es importante tener en cuenta que ningún modelo es
inherentemente superior a otro; cada uno tiene sus propias fortalezas y debilidades
dependiendo del contexto específico de la sociedad (Ashworth y Tunbridge 2007).
1. Asimilación e Integración: Este modelo se refiere a sociedades que esperan que
los recién llegados se adapten a la cultura dominante, pero se permite mantener
ciertos aspectos de su propia cultura.
2. Crisol: Estas son sociedades en las que se espera que todas las culturas se mezclan
para formar una nueva cultura única.
4. Núcleo adicional: Este modelo se refiere a sociedades que tienen una cultura
dominante, pero también reconocen y valoran las culturas minoritarias.
5. Pilares: Este modelo describe sociedades que están divididas en grupos culturales
distintos, cada uno de los cuales tiene su propio conjunto de instituciones.
6. Ensalada/arcoíris/mosaico: Este modelo se refiere a sociedades que valoran la
diversidad cultural y fomentan la coexistencia de diferentes culturas.
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Las animitas son estructuras que fusionan lo estético y lo religioso. Vistas como parte
del arte popular desde lo estético y como manifestación de la religiosidad popular
desde lo religioso, estas pequeñas construcciones, ubicadas en veredas, esquinas o
carreteras, funcionan como memoriales que honran a quienes fallecieron
prematuramente, representando la creencia en una existencia más allá de la muerte.
Podríamos decir que, su origen es el reflejo de diversas creencias religiosas. Tienen
sus raíces en las apachetas, montículos sagrados de piedras de los indígenas
altiplánicos que buscaban protección divina en los caminos. Además, han sido
influenciadas por prácticas indígenas prehispánicas en Chile y el culto a las ánimas del
Purgatorio en la religión católica española. Estas influencias amalgamadas llevaron a
la creación de sitios especiales para albergar las almas de los fallecidos, en una especie
de transición hacia el más allá (Ojeda 2012).
El culto a las ánimas implica regalos y cuidados, un intercambio de favores entre vivos
y difuntos: los vivos solicitan ayuda a las ánimas para superar dificultades terrenales,
mientras que estas piden apoyo para su tránsito hacia el cielo. Algunas animitas se
consideran milagrosas por su supuesta capacidad para responder a las peticiones de los
devotos. A pesar de que las historias pueden cambiar en su transmisión oral, lo que
perdura es su impacto vívido a través de la fe y devoción de la comunidad.
Las animitas en las carreteras del Desierto de Atacama y Tarapacá son sitios y lugares
de memoria, no sólo porque representan eventos siniestros, sino también tragedias o
accidentes que dejaron una huella imborrable para una familia o una comunidad. Estos
espacios se convierten en testigos de sucesos trágicos y sirven como recordatorio para
prevenir que situaciones similares ocurran nuevamente en esos mismos lugares.
La muerte ha sido un tema de preocupación constante para los seres humanos a lo largo de
la historia sociocultural. La diversidad de manifestaciones culturales refleja la forma en que
los grupos humanos han interpretado y afrontado la muerte, incorporando sus experiencias
en la cultura. La cultura, como totalidad dinámica, permite comprender el mundo y se
transmite a través de la socialización. Sin embargo, más allá de las diversas construcciones
culturales, la muerte marca muchos de estos procesos desde la perspectiva de la finitud
biológica del ser humano. La muerte se ha enfrentado y entendido de diversas maneras a lo
largo del tiempo, manifestándose en rituales funerarios, preparación de cuerpos,
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cremaciones e inhumaciones, entre otros. Estas prácticas reflejan cómo los grupos humanos
han internalizado la experiencia de la muerte y su relación con los vivos. Este proceso de
lidiar con la muerte es parte de la conciencia humana sobre su propia finitud, lo que lleva a
la autodefinición como ser finito y consciente de su devenir biológico. La muerte, como
fenómeno universal, ha sido objeto de estudio y registro desde la antigüedad hasta el
presente, siendo un tema central en la antropología.
La animita, como ritual público de muerte, surge como una forma de conmemorar la
muerte trágica que interrumpe el orden habitual de la vida. Mientras la tradición occidental
solía enfocarse en la muerte como parte natural de la existencia, la animita se erige como
un marcador de memoria para hechos trágicos. Este santuario popular se forma en el lugar
donde ocurrió la tragedia, convirtiéndose en un cenotafio que honra el alma del fallecido.
El ritual de la animita implica la santificación del lugar con velas, seguida por la instalación
de un monumento, el cual puede variar en tamaño y forma. Posteriormente, se adorna con
objetos conmemorativos, iniciando así su vida pública. Este acto público de recordación,
marcado por velas y flores, saca la tragedia del ámbito privado para convertirla en una
experiencia colectiva en el espacio público.
La pugna por el espacio público por parte de deudos, comunidad y las municipalidades,
estas últimas poseen una atribución muy particular sobre el territorio. El párrafo 2o de la
Ley sobre Gobierno y Administración Municipal (Biblioteca del Congreso Nacional de
Chile, 2006), alude a las atribuciones del órgano local respecto de la planificación y
regulación de la comuna por medio de la confección de un plan regulador comunal, el cual
es definido en el artículo nº 35 de la Ley General de Urbanismo y Construcciones
(Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, 1976) como un instrumento que se encuentra
constituido por normas sobre condiciones adecuadas de higiene, seguridad en los edificios,
espacios urbanos, zonas habitacionales, de trabajo, equipamiento y esparcimiento. Con lo
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anterior, es posible determinar que la gestión municipal goza de una atribución asociada al
uso de suelo y localización de las zonas de equipamiento y vialidad de acuerdo a las
prioridades existentes en la urbanización de la comuna. Del mismo modo, la Ley General
de Urbanismo y Construcciones indica a la Municipalidad la composición de este
instrumento de planificación territorial, requiriendo estudios de factibilidad, ordenanzas,
planos particularmente una memoria explicativa que contenga datos demográficos y
socioeconómicos del sector. Considerando lo anterior, la pertinencia del tema animitas
dentro de los gobiernos locales dice relación con su construcción y mantención, ya que
éstas se emplazan en zonas que son planificadas por la Municipalidad. De este modo la
comunidad, a través de los medios de participación ciudadana en el ámbito local, podrían
tener acceso a solicitudes de construcción de este tipo de íconos, recurriendo a los acuerdos
municipales que se realizan con consulta al Concejo Municipal, dado a que este último es
un organismo que hace efectiva la participación ciudadana. No obstante lo anterior, se
delimita este tipo de autorizaciones o acuerdos con ordenanzas (Ojeda, 2012).
En las carreteras y caminos del desierto encontramos numerosas grutas, casitas y capillitas
destacan en el paisaje desolado, en su mayoría, corresponden a lo denomina
como“animita”. ¿Qué es una animita?, ¿cuál es su finalidad?, ¿dónde se emplazan?,
¿quiénes las construyen?, ¿quiénes las mantienen?, ¿por qué perduran? “Nace una animita
por misericordia del pueblo en el sitio en el que aconteció una mala muerte. Es un cenotafio
popular, los restos descansan en el cementerio, por lo que se honra el alma, la ánima. Una
animita es un pequeño edículo que se erige para conmemorar la muerte trágica de una
persona. Se construyen en espacio público y rara vez en uno privado. define las animitas
como pequeños santuarios que se emplazan habitualmente a la orilla del camino en
memoria de un difunto que tuvo una muerte trágica (Plath, 1995).
arquitectónica, pues en sí, la animita es un monumento funerario que celebra el alma del
difunto en ausencia de su cuerpo (Acevedo y Cortés, 2016).
Las animitas milagrosas son las que poseen mayor envergadura espacial, esto producto de
las repetidas intervenciones y ampliaciones que los devotos ejecutan de forma anónima.
Son una expresión que se manifiesta y se apropia del espacio público y le otorgan múltiples
sentidos en lugares específicos que inicialmente quizás no tenían ninguno.
Las animitas representan una amalgama de sentidos para algunos conductores, elementos
de advertencia, señales, recordatorios o simplemente un llamado de atención en las
solitarias carreteras del norte de Chile.
https://www.codelco.com/noticias/2009/codelco-norte-la-prelatura-de-calama-y-familiares-
participaron-de-la)
IV. Conclusiones
Estos lugares poseen una importancia profunda para quienes los mantienen, ya que
simbolizan la pérdida de un ser querido y también funcionan como recordatorios para
conducir con precaución y respeto en esas áreas. Asimismo, reflejan la conexión entre lo
público y lo privado, siendo espacios personales situados en lugares públicos, generando un
ritual colectivo que involucra tanto a individuos como a la comunidad en su conjunto.
Bibliografía
Choay, F. (2007). Alegoría del Patrimonio. Barcelona: Editorial Gustavo Gili. 193