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Este año se cumplen los ochenta años de la publicación de uno de los ensayos más
relevantes del siglo XX: The Road to Serfdom (1944), del pensador y Premio Nobel
austriaco Friedrich Hayek (1899-1992). Camino de servidumbre, en su traducción al
castellano publicado por Editorial Alianza, ha sido y sigue siendo fuente de gran
controversia académica y política debido a las múltiples interpretaciones que se han hecho
de dicho texto. Este libro de Hayek ha pasado a ser el texto más conocido y discutido del
pensador liberal Austriaco, a pesar de que el autor lo había escrito con la intención de ser
un mero panfleto de la época.
Camino de servidumbre entonces nos deja un legado confuso y difícil de descifrar,
ya que a pesar de que el libro es muy conocido, sus argumentos a menudo están mal
caracterizados, construyendo un hombre de paja de las ideas de Hayek. En estas líneas
trataremos de corregir dichos deslices e interpretaciones al hacer una relectura del libro a la
luz de la celebración de los 80 años de su publicación.
Como discípulo del profesor Ludwig von Mises, Friedrich Hayek desarrolló un estilo
directo, pedagógico y levemente confrontacional. Aunque valoraba las grandes
elucubraciones filosóficas, las consideraba fruto de un constructivismo estéril para las
ciencias sociales. Luego, prefirió dejar esa labor a individuos más capacitados para esa
labor. Hayek, en ese sentido, era un estudioso de la acción humana. Su interés radicaba en
explicar las bases filosóficas y epistemológicas del comportamiento individual (expresado
en las elecciones) y colectivo (expresado en las instituciones), para luego analizar las
implicancias de controlar o dirigir dicho comportamiento. Por lo mismo, la aparente
sencillez en las formas de su mensaje fue fundamental en su labor como intelectual público.
Hayek, al igual que Friedman, siempre tuvo claro que sus descubrimientos científicos
serían inútiles si no podían ser comprendidos fácilmente por los demás, en aquella batalla
cultural que se da en el discurso público y no en la torre de marfil de la academia.
Si bien la habilidad de Hayek para conectar con el gran público parecía natural, no
fue algo innato. Su destreza comunicativa se desarrolló con el tiempo mediante sus estudios
de diversas disciplinas (como el derecho, la economía, la filosofía, la sociología y la
psicología), las cuales convergieron en una teoría filosófica y social que culminó en la
defensa del Estado de derecho y el libre mercado. Su célebre frase sobre la necesidad de
incorporar diferentes perspectivas al estudio de los fenómenos sociales ha perdurado en el
tiempo: “nadie puede ser un buen economista si es sólo un economista”.
Sus primeros pasos como intelectual público y divulgador fueron un desafío. Al
principio, parecía tener el mundo cuesta arriba: autoexiliado de la Austria nazi en 1931, se
unió a la London School of Economics por sugerencia de Lionel Robbins, uno de sus
grandes amigos. Este último era uno de los pocos ingleses que, por su dominio del alemán,
leyó a los exponentes de la Escuela Austriaca y encontró en Hayek al contrincante capaz de
competir contra John Maynard Keynes y sus influyentes seguidores de Cambridge. Sin
embargo, Hayek tenía grandes limitaciones: un inglés extravagante, marcado hasta sus
últimos días por su fuerte acento austriaco, y su mal desplante público, hicieron pensar que
no podría ser rival de peso para la prosa elegante y el desplante fascinador que Keynes
cultivaba en los círculos del Jet Set literario de Bloomsbury. A pesar de esto, Robbins
estaba convencido de que su amigo se convertiría en una celebridad cuando revisó los
primeros borradores de un nuevo texto (Camino de servidumbre). Solo era cuestión de tener
paciencia, pensó.
El esperado momento tuvo lugar en 1944, con la publicación del libro protagonista
de estas páginas. El día de su publicación, el 10 de marzo de 1944, la trayectoria de Hayek
cambiaría por completo. Según uno de sus biógrafos, Alan Ebenstein, “Camino de
servidumbre revolucionó la vida de Hayek. Antes de su publicación, era un profesor de
economía desconocido. Un año después de su publicación, era famoso en todo el mundo”.
80 años después, muchos intelectuales de peso han reconocido que Camino de servidumbre
despertó su interés por la batalla cultural y la guerra de las ideas tras una prolongada
parálisis académica producto de producir papers en revistas indexas. Milton y Rose
Friedman, por ejemplo, admiten que este libro marcó “probablemente la primera incursión
real contra la opinión intelectual dominante”, siendo una fuente de inspiración que motivó a
distinguidos colegas a publicar libros de divulgación y bajar de la torre de marfil. George
Stigler, otro Premio Nobel de Economía (1982), afirmó que su popularidad llevó al Fondo
Volker a proporcionar el financiamiento necesario para organizar las primeras reuniones de
la influyente Sociedad Mont Pelerìn. No por nada, Stigler, influenciado por Hayek y su
amigo Friedman, público un libro titulado: “El economista como predicador y otros
ensayos”. En suma, todos los grandes economistas y pensadores liberales del Siglo XX
despertaron de sus sueños dogmáticos —como diría Kant— para abandonar (parcialmente)
sus elucubraciones de papers y bajar a la batalla cultural y la pugna de las ideas a través de
libros de divulgación, apariciones en televisión y con columnas de opinión en revistas
culturales. Décadas después, durante 1980-1990, dichos esfuerzos dieron frutos políticos en
lo que se conoce hoy como la década de la globalización, la liberalización y la expansión de
los mercados.
En definitiva, Camino de servidumbre abrió una senda por la cual transitaron
algunos importantes pensadores, quienes tomaron las advertencias de Hayek y las
integraron en sus propias teorías. Distintos argumentos planteados ahí siguen más vigentes
que nunca ante los desafíos contemporáneos impuestos por el paternalismo y la soberbia
provocada por los logros del desarrollo tecnológico. Ochenta años después, Hayek —al
igual que Orwell— continúa predicando a través de su texto intentando convencer y
prevenirnos de un posible futuro de sumisión advertido previamente por Alexis de
Tocqueville. De hecho, Hayek no solo tomó el título (The Road to Serfdom) de una de las
frases de La democracia en América, sino que también eligió una como epígrafe; una que
marcará toda la trayectoria del propio autor: “Habría amado la libertad, creo yo, en
cualquier época, pero en los tiempos en que vivimos me siento inclinado a adorarla”.