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La polinización de las plantas

La polinización de las plantas es el proceso biológico por el que el polen es transportado desde las
estructuras masculinas de una flor hasta las partes femeninas, ya sea dentro de la misma planta
(cuando las flores presentan órganos masculinos y femeninos o la planta tiene flores tanto
masculinas como femeninas) o entre diferentes plantas (en aquellas especies en las que existen
plantas con solo flores masculinas y otras plantas con solo flores femeninas). En este último caso,
el proceso recibe el nombre de polinización cruzada.

Mediante este curioso proceso, se lleva a cabo la primera fase de la reproducción de las especies
vegetales (o fecundación), por lo que, si nos preguntamos cuál es la función de la polinización,
claramente podemos afirmar que se trata del primer paso para conseguir la supervivencia y
evolución de las especies vegetales, mediante la reproducción de las mismas.

El proceso de polinización es necesario para que se lleve a cabo la fecundación, dentro de la


función de reproducción de las plantas. Pero, ¿en qué consiste la polinización exactamente?

La polinización natural se trata del transporte del polen mediante agentes bióticos y abióticos, los
cuales garantizan que los gametos masculinos (polen) que se encuentran en los estambres de las
flores, sean depositados en el pistilo de las flores, fecundando así los gametos femeninos (óvulos).

Este proceso cuenta con numerosas y diferentes estrategias de polinización desarrolladas tanto
por los polinizadores, como por las propias plantas. Como ejemplo del proceso de polinización con
adaptación de las propias plantas y a través de insectos, destacamos el asombroso caso de la
orquídea abejorro (Ophrys bombyliflora), cuyos colores y textura asemejan el cuerpo de hembras
de ciertas especies de abejorros. Mediante esta mímesis, la orquídea consigue atraer hacia sí
individuos abejorro macho, los cuales portarán posteriormente los granos de polen en sus cuerpos
cubiertos de pelo hasta llegar a otra orquídea, consiguiendo así la polinización de esta especie
vegetal.

La polinización es esencial para que se mantenga el equilibrio de los sistemas ecológicos, así como
la seguridad alimentaria de las personas, ya que la producción de los sistemas agrícolas depende
directamente de la polinización de los cultivos. Tal y como hemos visto a lo largo del artículo, la
polinización permite que se dé la fecundación y reproducción de las especies vegetales, de manera
que asegura la existencia de nuevos individuos vegetales y se perpetúan las especies. Por tanto, es
el proceso que permite que se reproduzcan las plantas y, de forma directa, haya alimento para los
animales herbívoros y los animales omnívoros, así como que debido a esto haya alimento para los
animales carnívoros.

Por otro lado, la existencia de polinizadores de elevada biodiversidad favorece de forma óptima
tanto el rendimiento de los cultivos, como el equilibrio de los ecosistemas naturales. Así, en los
ecosistemas agrícolas y naturales, la resiliencia se puede desarrollar a través de la biodiversidad de
los polinizadores que hay en ellos, cuya función ecológica y respuesta a las condiciones
ambientales permite minimizar los riesgos a causa del cambio climático que amenazan los
ecosistemas actuales y futuros.

La polinización es una interacción mutualista, en la cual ambas partes se benefician: la planta se


reproduce y logra perpetuarse y el agente polinizador, si es un ser vivo, ya sean insectos u otros
animales polinizadores, consigue alimento. Por esta razón, la polinización es un proceso
fundamental que contribuye a mantener la biodiversidad y asegura el funcionamiento y
estabilidad de los ecosistemas.

La importancia de la polinización de las abejas radica en que, por su comportamiento, visitan con
frecuencia una gran cantidad flores, lo cual las posiciona como agentes polinizadores eficientes,
en comparación con otros. Además, se las considera como el grupo mejor adaptado a la visita
floral y por el gran número de especies y su abundancia resultan esenciales para la polinización.
Incluso Albert Einstein una vez dijo "Si las abejas desaparecen al hombre le quedarían 4 años en la
Tierra", aunque la frase suene un poco drástica, la preservación de las especies de abejas es
primordial para la conservación de los ecosistemas y nuestra vida en la Tierra.

Resulta curioso pensar que el bienestar humano está ligado al proceso de polinización. Esta
afirmación no solo es certera, si no que esta originada por varios motivos. En primer lugar, nuestra
calidad de vida está directamente relacionada con la salud del ambiente que habitamos. En este
sentido, el proceso de polinización es fundamental ya que, como mencionamos anteriormente,
contribuye a la estabilidad de los ecosistemas.

Por otro lado, y no menos importante, la producción agrícola se encuentra estrechamente ligada
con el proceso de polinización, particularmente la producción de cultivos hortícolas y forrajeros, ya
que dichos cultivos necesitan ser polinizados. De hecho se estima que el 35 % de los cultivos
agrícolas del mundo requieren de la polinización para conseguir una producción provechosa y que
en el 70% de los cultivos se ha notado una mejora en su producción debido a los agentes
polinizadores. Esto revela la importancia de la polinización en la agricultura, también la
importancia económica de la polinización, así como de los agentes polinizadores, ya que de ellos
depende, en cierta magnitud, la diversidad de alimentos, el precio de los mismos y la nutrición
humana.

En función de la procedencia del polen existen dos tipos de polinización. La polinización directa,
autopolinización o autofecundación, en la cual el polen viaja desde las anteras de una flor hasta los
estigmas de la misma flor, que a su vez puede subdividirse en autogamia y geitogamia. La
autogamia ocurre cuando el polen proviene de la misma flor, mientras que en la geitogamia
proviene de otra flor, aunque también de la misma planta. La polinización cruzada, por el
contrario, es aquella en la que los granos de polen se transfieren hasta una flor de otra planta.

Este último tipo de polinización puede clasificarse, en función del agente polinizador en:

Polinización entomófila: llevada a cabo por insectos polinizadores. Dentro de este grupo se
encuentran los himenópteros (abejas, abejorros, hormigas y avispas), coleópteros (escarabajos),
que poseen mandíbulas masticadoras con mucha fuerza, dípteros (moscas) y lepidópteros
(mariposas y polillas). Los himenópteros prefieren plantas con grandes cantidades de polen y/o
néctar, que se encuentre accesible. Los coleópteros actúan sobre flores cantarófilas. Las
preferencias de los dípteros son flores de pequeño tamaño sin olor. Por último, los lepidópteros se
decantan por flores grandes, con forma de tubo alargado, donde pueden acceder al néctar gracias
a su característico aparato bucal.

Polinización ornitófila: polinización cruzada realizada por la intervención de aves.

Polinización zoófila: se da como consecuencia de la acción de animales polinizadores.


Polinización anemófila: forma parte de la polinización de tipo abiótico, puesto que el agente que
actúa es el aire o el viento. Se da fundamentalmente en coníferas o gramíneas, las cuales
producen grandes cantidades de polen de peso reducido, de manera que puedan flotar con el
viento. Estas especies suelen tener largos estambres y pistilos.

Polinización hidrófila: producida por el agua, aunque no es un mecanismo muy extendido.

Existe también una polinización de tipo artificial, que se da debido a una intervención del ser
humano, motivo por el cual se conoce también con el nombre de polinización manual. Se recurre a
esta acción cuando existe una escasez de agentes polinizadores naturales en un cultivo agrícola o
en circunstancias en que se desea evitar determinadas alteraciones en las características
específicas de una planta. Para ello, se cubren las flores, evitando que lleguen otros agentes, tras
lo cual se recoge el polen del estambre, trasladándolo hasta el estigma, cubriendo de nuevo la flor
hasta que se dé la fecundación.

La efectividad de la polinización por agentes bióticos puede evaluarse desde dos puntos de vida,
teniendo en cuenta la comunidad inicial de polinizadores y sus interacciones con el cultivo y desde
el punto de vista de la producción de frutos y semillas, siendo preferibles las primeras, puesto que
en el segundo caso, existe una influencia de factores abióticos que también intervienen en el
proceso polinizador y de producción.

Los insectos polinizadores


El insecto polinizador por excelencia es la abeja. Este es un insecto herbívoro, ya que se
alimenta del néctar que segregan las flores de las plantas. Además, cuentan con un cuerpo
velloso, lo que ayuda a que el polen se deposite sobre ellas y pueda ser transportado de una
flor a otro con mayor facilidad.
Sin embargo, aunque las abejas sean los insectos polinizadores más importantes, no son los únicos
que llevan a cabo esta tarea tan importante.

Otro de los insectos que cumple en ocasiones labores de polinización son las avispas. A pesar de
que este insecto parecido a la abeja es un insecto carnívoro, en ocasiones acude a las flores a
tomar su néctar, ya que es una sustancia muy energética. Cuando esto sucede, algunas ocasiones
termina polinizando las flores de la misma forma que lo hace la abeja. Así mismo, otros insectos
que también actúan de polinizadores de un modo similar a como lo hace la avispa son las
hormigas, que pueden transportar el polen de una flor a otra en busca de su propio alimento.

Sin embargo, tanto en el caso de las avispas como de las hormigas la polinización que realizan es
muy eventual. No obstante, además de las abejas, sí que existen otros insectos que se pueden
considerar plenamente insectos polinizadores al alimentarse del néctar de las flores e ir
desplazándose de una flor a otra de forma constante. Un buen ejemplo lo encontramos en las
moscas de las flores, muy similares a la mosca común pero que deposita sus huevos en las flores
en lugar de la carne muerta. Otro ejemplo son las mariposas, como la famosa mariposa picaflor.
Estos insectos, al igual que las abejas y la mosca de la flor, se alimentan del néctar de las flores,
por lo que están continuamente viajando de una flor a otra transportando con ellas mismas el
polen de dichas flores.

Finalmente, otro de los insectos que actúa como polinizador son algunos tipos de escarabajos,
especialmente en regiones cálidas o tropicales. En estos casos, se trata de una polinización que se
realiza de forma similar a la que pueden llevar a cabo las avispas y las hormigas, ya que son
insectos que no están preparados para alimentarse en exclusiva del néctar. No obstante, cuando
acuden a las flores, también pueden llevar a cabo la polinización de algunos ejemplares.

La importancia de las abejas


En general, los insectos tienen un papel crucial en los ecosistemas naturales, pues forman parte de
la biodiversidad, un concepto capital a la hora de garantizar que el mundo no deje de ser tal y
como lo conocemos. Y, por lo tanto, que también nosotros no dejemos de poder seguir en él

Suena dramático, pero así son las cosas. La pérdida de biodiversidad que sobrevendría si las abejas
desaparecieran o, simplemente, se vieran minimizadas, significaría una catástrofe ambiental. En
términos de nutrición humana, la seguridad alimentaria sufriría una auténtica debacle. No en
vano, el 35 por ciento de la producción mundial de alimentos depende directamente de ellas.

Como curiosidad, si su actividad se tuviera que realizar mecánicamente costaría la friolera de 153
mil millones de euros, según datos de Greenpeace. Pero el esencia de la cuestión va por otros
derroteros. Aquellos que no hablan de productores ni de pérdidas económicas. Ni siquiera de un
cambio de modelo de sociedad. Directamente, podemos ir haciendo las maletas para que un
cohete nos lleve a rumbos desconocidos.

Más allá del dinero, de la producción de miel, de lo importantes que son los polinizadores para
aumentar el rendimiento de los cultivos a nivel económico, lo que está en juego es la polinización
de las flores, esenciales para la sostenibilidad de la agricultura en todo el mundo.

Albert Einstein no dudó en afirmar que el ser humano no se mantendría sobre el planeta ni
siquiera unos cuantos años si las abejas desapareciesen. Una hipotética extinción de estos
pequeños animalitos perjudicaría de forma importante el equilibrio ecológico del planeta. Como
hemos apuntado, y apoya el mismo Einstein, amén de la ciencia en general, hasta tal punto que la
supervivencia humana sería imposible.

¿Pero, cómo puede la humanidad depender de un simple insecto? Su rol con respecto al equilibrio
ecológico es clave, eso es un hecho irrefutable, con lo que aún podemos ir más lejos.

Siendo más exactos, puesto que la polinización asegura el nacimiento de las especies vegetales en
la Tierra, si éstas fallan la cadena trófica también lo hace. Así pues, la polinización se traduciría en
una irremediable pérdida de un sinfín de especies animales y vegetales, incluyendo la gran
mayoría de las que el ser humano necesita para asegurar su alimentación.

Eso sí, podría ser la gran oportunidad de colonizar el mundo de los seres vivos microscópicos,
aunque también ellos habitan el actual ecosistema, con lo que igualmente habría cambios
fundamentales. Y, sea como fuere, lo cierto es que sin las abejas, el mundo sería otro muy distinto.

El declive de las abejas


Desde hace unos años, las abejas están en la cuerda floja. Su declive es alarmante por lo rápido
que está descendiendo su población. En prácticamente todo el globo estas polinizadoras
esenciales para el equilibrio ecológico. Sus enemigos principales, los pesticidas. Es decir, la misma
agricultura intensiva que está aprovechando su función polinizadora está caminando, con ello,
hacia su propia extinción.
Tras lustros de incertidumbre, sin dar con la causa que las estaba haciendo desaparecer, la ciencia
finalmente ha llegado a un consenso sobre el motivo que las está borrando del mapa. Con el
agravante de que las abejas no tienen armas para luchar contra este enemigo.

En efecto, según una investigación publicada en la revista Nature, ni el abejorro común ni la abeja
europea (Apis mellifera) son capaces de detectar la presencia de los tres pesticidas
neonicotinoides más comunes. Como consecuencia de ello, lógicamente, no pueden evitarlos y
quedan completamente inermes ante ellos. Además, la misma pérdida de biodiversidad actúa en
su contra. Como si se tratase de un círculo vicioso o efecto dominó, cada vez hay más espacio
colonizado por la agricultura convencional, auténticos páramos en los que no pueden hacer su
hacendosa tarea cotidiana, y cuando tienen la "suerte" de que ésta les pone cerca flores que
poder polinizar, éstas suelen estar cargadas de pesticidas.

Su efecto sobre su organismo es demencial. De hecho, enloquecen, pierden la capacidad de


orientación y la broma acaba costándoles la vida. Ello es debido a que los pesticidas actúan en el
sistema nervioso central de los insectos. Además, puesto que no pueden evitarlos, las poblaciones
no dejan de caer en picado.

Los intentos por frenar esta situación resultan insuficientes, pero no por ello dejan de ser
interesantes. Habida cuenta de que la población no se recupera y su existencia es vital para la
agricultura y, en general, para la supervivencia del ser humano.

¿Las abejas mueren cuando


pican?
Las abejas son insectos muy consentidos por el humano por su capacidad de producir miel.
Además, son indispensables para nuestra existencia porque son las responsables del 70% del
alimento mundial, dado que polinizan millones de plantas. A pesar de ser queridas, también son
temidas por tener aguijones dolorosos que en algunas personas pueden generar graves reacciones
alérgicas. Desde tiempos muy antiguos se conocía el efecto que tenían las picaduras de abejas en
el hombre. Quizás hayas escuchado que las abejas mueren cuando pican, ¿pero, es cierto?

¿Todas las abejas pican?

Las abejas son conocidas por sus picaduras. Si bien la gran mayoría de especies de abejas pica,
pero hay algunas que no, pues su aguijón se ha atrofiado completamente. Estas pertenecen a la
tribu de los meliponinos y habitan en las regiones tropicales de todo el mundo.

Un ejemplo de estas abejas es la especie Melipona beecheii, que es endémica de Yucatán, México,
cuyo cultivo es ancestral, usado desde los Mayas, para obtener miel dada la nobleza de estas
abejas que no pican. Aquí te contamos Cómo hacen la miel las abejas.

Fuera de esta tribu de abejas, las demás sí tienen la capacidad de picar, comportamiento que tiene
una función muy particular.

Por qué pican las abejas


La mayoría de los animales son agresivos cuando se sienten en peligro, y las abejas no son la
excepción. Ellas son animales sociales que tienen una compleja estructura dentro de sus colonias
y, como tal, son sumamente protectoras y territoriales.

Cuando una abeja decide picar es para proteger su espacio, a sus crías, a su colonia o a ellas
mismas. Una abeja no atacará sin motivo. Ahora bien, las abejas meliponas que carecen de aguijón
no están indefensas. Para protegerse puede morder muy fuerte o liberar sustancias irritantes.

Las abejas siempre están comunicadas entre sí y pueden detectar por su potente olfato cuando
alguna de ellas está en peligro, a lo que responden acercándose al sitio y atacando a la amenaza.
Cuando una abeja pica, está tomando una decisión que le afectará. Es un sacrificio que hace a
favor de su comunidad.

Es cierto que las abejas mueren al picar, y esto se debe a la morfología de su aguijón. Esta
estructura que inocula veneno está recubierta por espinas que al picar a la amenaza se clavan
como un anzuelo. Al no poder sacarlas, el aguijón se desprende de su cuerpo. El aguijón está
comunicado con las glándulas de veneno y con el intestino, haciendo que el interior de la abeja se
salga junto con el aguijón, causando la muerte.

Algunas abejas pueden picar una sola vez y en solitario, como es el caso de la famosa abeja
melífera europea (Apis mellifera), pero las abejas africanas son más peligrosas porque cuando se
detecta una amenaza, el enjambre completo ataca con múltiples picaduras.

En la actualidad existen 5 especies de abejas melíferas:


– Apis mellifera o abeja doméstica: Es la especie de abeja con mayor distribución en el planeta. Se
ha extendido por los cinco continentes debido a su excelente aclimatación y a su mayor
rentabilidad desde el punto de vista apícola. Sus colonias llegan a tener hasta 100.000 abejas. Está
dividida en más de 20 subespecies. En España encontramos la subespecie Apis mellifera iberica.

– Apis dorsata y Apis laboriosa: Son las abejas más grandes. Bastante agresivas. Habitan zonas
tropicales y subtropicales del sureste asiático.

– Apis cerana: Es ligeramente más pequeña que la A. mellifera. Suele formar colonias de hasta
7.000 abejas y su distribución se centra en Asia, con varias subespecies. Cabe destacar que, a
diferencia de otras especies, la operculación de las celdillas no es total, sino que dejan un pequeño
poro.

– Apis florea: Se considera la más primitiva y es la más pequeña. Forma pequeñas colonias al aire
libre con un solo panal y no son agresivas. Sólo vive en zonas tropicales del sureste asiático.

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