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Objetivos y bibliografía
Objetivos
Este primer tema versa sobre la norma lingüística. En él trataremos de definir este
concepto, reflexionaremos sobre el término más adecuado para denominarlo y
estudiaremos cómo funciona realmente la norma
Como se trata de un tema bastante extenso, lo vamos a dividir en tres partes. En esta
primera trataremos sobre cómo funciona la norma en la comunicación lingüística,
dejaremos para la segunda parte el estudio de su papel en la evolución histórica de las
lenguas hacia su constitución como lenguas de cultura y reservaremos para la tercera
parte la articulación de la norma a partir de las distintas variedades del español.
Desglosados uno por uno, estos son los principales objetivos de esta primera parte del
tema:
1
acuerdo con los distintos saberes o competencias que los hablantes ponemos en
práctica a la hora de construir nuestros discursos.
Demonte Barreto, Violeta (2005): “La esquiva norma del español. Sus fusiones y
relaciones con la variación y el estándar”. En R. Álvarez y H. Monteagudo
(eds.): Norma lingüística e variación. Unha perspectiva desde o idioma
galego, Santiago de Compostela, Consello da Cultura Galega / Instituto da
Lingua Galega, págs. 13-301.
Demonte Barreto, Violeta (2001), «El español (ab)suelto. Algunos ejemplos del léxico y
la gramática», II Congreso Internacional de la Lengua Española. El español de la
sociedad de la información [en línea]
(http://cvc.cervantes.es/obref/congresos/valladolid/ponencias/unidad_diversidad_del_es
panol/1_la_norma_hispanica/demonte_v.htm)
López García, Ángel (1995), «La unidad del español: historia y actualidad de un
problema», en M. Seco y G. Salvador (coors.), La lengua española hoy. Madrid:
Fundación Juan March, 77-85.
Pascual, José Antonio y Emilio Prieto de los Mozos (1998), «Sobre el estándar y la
norma», en Conrad Kent y M.ª Dolores de la Calle (eds.): Visiones salmantinas (1898 /
1998). Salamanca, Universidad de Salamanca / Ohio Wesleylan University, 63-95.
1
http://www.uam.es/personal_pdi/filoyletras/vdemonte/norma.pdf
2
Podemos ver un ejemplo de tal actitud en las siguientes palabras de André Martinet:
Sin embargo, más adelante veremos que otras consecuencias del rechazo absoluto por
la prescripción no han sido sino perjudiciales para nuestra comprensión del
fenómeno lingüístico.
Una voluntad cientificista por parte de los lingüistas, que los llevó a tratar de
emular las características propias de las ciencias naturales, a fin de conferir
también a nuestra disciplina un estatus científico prestigioso.
Como consecuencia de lo primero, y dado que las ciencias naturales no tienen nada que
ver con normas prescriptivas sobre el comportamiento de los objetos que estudian, sino
que poseen un carácter exclusivamente descriptivo, lo científico se oponía, para muchos
autores, no ya al dictado prescriptivo de normas, sino incluso al reconocimiento de la
actuación de normas en la comunicación lingüística. De ahí que en vez de sobre normas
se haya querido hablar, en la lingüística estructuralista, sobre interrelaciones del
sistema, y en la escuela generativista, de principios innatos.
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como acabamos de ver, las valoraciones no son necesariamente impuestas por el
lingüística, sino propias de los hablantes. Y, en tal caso, como es natural, el estudio
está obligado a explicar tales valoraciones. En efecto, los lingüistas no pueden olvidar
que los hablantes rigen su comportamiento por determinadas normas y que ellos
mismos valoran unas normas con respecto a otras. Tanto la existencia de normas
como el hecho de que estas sean siempre plurales y constituyan, en consecuencia,
alternativas dotadas de diferentes grados de prestigio, son realidades inherentes al
lenguaje.
«La gramática de una lengua es el arte de hablarla correctamente, esto es, conforme al
buen uso, que es el de la gente educada» (Bello, Gramática de la lengua castellana
destinada al uso de los americanos, "Nociones preliminares", Barcelona: Linkgua,
2005).
«Una gramática española no es una gramática del español como lengua histórica (con
toda su arquitectura), lo que no sería posible, ni tampoco del español como lengua
común (con sus formas regionales y sus diferentes niveles), lo que ya sería factible,
pero no sin enormes dificultades, sino sólo de un modo ejemplar o considerado tal (y
aun esto sin toda la correspondiente variedad de estilos de lengua)» Coseriu (El
problema de la corrección idiomática, Manuscrito. inédito. Tübingen: Archivo Coseriu
(Nr. B XXXIV, 16, www.coseriu.de).
En la tradición gramatical española, hay, sin embargo, una excepción a este panorama
general de reconocimiento de que la descripción gramatical entraña la propuesta de
normas. En el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española, publicado por la
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RAE en 1973, se afirma explícitamente que se trata de una obra sin carácter normativo,
pero no por voluntad de cientificismo, sino...
Para entender mejor por qué es imposible describir de manera adecuada cómo funciona
la comunicación lingüística sin tener en cuenta el concepto de norma, es necesario
constatar la existencia de dos acepciones diferentes de este término.
En latín, norma hacía referencia, en un principio, a la 'escuadra usada por los artífices
para arreglar y ajustar los maderos, piedras y otras cosas'.
( De ahí pasó a denominar también 'la justeza con la que deben encajar las piezas'.
( Y, en tercer lugar, la 'regla sobre la manera como se debe hacer o está establecido que
se haga cierta cosa'.
De estos significados procede el uso de norma como sinónimo de canon, modelo, guía,
ejemplo.
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Esta otra norma sería hábito, tradición idiomática. Designa, por tanto, a todo hecho
lingüístico que, pese a ser constante, es extrafuncional o asistemático. Se trata, por
tanto, de un concepto relativo entre la abstracción del sistema (la lengua como una red o
estructura de elementos relacionados por oposición) y la concreción del habla.
Ahora bien, ¿cómo funcionan esta norma consuetudinaria y el sistema en los actos
lingüísticos concretos? La siguiente cita, en la que
«En los actos concretos del individuo, junto a lo anecdótico y personal, ha de estar
implicado lo distintivo y funcional, es decir, el sistema, so pena de caer en la
incomunicación. Pero también ha de estar implicado en ellos lo regular y lo constante,
la norma, so pena de que el hablante quede comunicado, pero desarraigado de su
comunidad (la norma es el aspecto más evidente del peso de lo social en el lenguaje).
Precisamente por esto, no es la lengua como sistema la que constriñe la actuación
individual, sino la norma (Coseriu), en cuanto que es hábito colectivo hecho tradición
idiomática (pero que el hablante no siempre conoce en su totalidad). El sistema de
Coseriu es un sistema de posibilidades abierto a la función comunicativa (y opera en
la conciencia del individuo: de hecho, según Coseriu, cuando el hablante no conoce
la norma se guía por el sistema, es el fenómeno de la analogía). El sistema "vigila" que
se mantengan las distinciones comunicativas y hace posible que las torsiones creadoras
del individuo, despegadas de toda norma, sigan comunicando» (Méndez 1999, "La
norma idiomática del español: visión histórica", Philologia Hispalensis, XIII, 109-132).
A pesar de que, como hemos visto, se pueden distinguir dos acepciones distintas del
término norma, esto no significa que ambos tipos de normatividad/normalidad no se den
nunca conjuntamente. Más bien parece que la conjunción de ambas normas da lugar
a la lengua ejemplar, que es tanto una norma2 (consuetudinaria) como una norma1
(modelo). Y es que, cuando se tiene algo como norma, se lo tiene, al mismo tiempo,
muchas veces, tanto por costumbre como por obligación. Así, en las situaciones de
distancia comunicativa es al mismo tiempo normal=habitual el uso de determinadas
rasgos que, a la vez, coinciden con la norma prescriptiva.
Esto mismo explica, en la siguiente cita, el lingüista mexicano Luis Fernando Lara:
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La distinción entre corrección y ejemplaridad
En el uso cotidiano de la lengua, es muy común emplear el término correcto con dos
sentidos diferentes:
Como se ve, se trata de dos significados completamente distintos del término correcto,
que en un caso se aplica a enunciados del nivel individual y en otro caso a
modalidades del nivel histórico.
Así pues, para ofrecer una imagen completa de la evaluación de un enunciado o hecho
de habla es preciso recuperar la distinción de Coseriu entre los niveles universal,
histórico y actual del lenguaje, que en el apartado siguiente asociaremos con los
distintos tipos de saberes que conforman la competencia de los hablantes.
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De acuerdo con estos tres distintos niveles de análisis del lenguaje propuestos por
Coseriu, es posible distinguir también distintos tipos de saberes correspondientes, en los
que cabe articular la competencia del hablante. Cada uno de estos saberes comprende
distintos tipos de facultades que ha de dominar cada hablante competente:
La buena o mala puesta en práctica de tales saberes por parte de un hablante solamente
se puede juzgar en sus actuaciones particulares. Es decir, a la hora de evaluar un
determinado enunciado, no tenemos en cuenta únicamente su corrección (o nivel de
adecuación con respecto a la norma que trata de realizar), sino también otros aspectos,
relacionados con competencias universales o discursivas.
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Con la ayuda de algunos ejemplos, que tomamos prestados -como también la propuesta
teórica- de Coseriu, se verá más claro qué tipo de juicio emitimos en relación con cada
uno de estos saberes.
A primera vista, un enunciado como Las cinco vocales del español son cuatro: a, e y u
nos resulta extraño. Averigüemos por qué. Si lo observamos más de cerca, vemos que,
en realidad, no incurre en ninguna incorrección idiomática. La palabra vocal es
femenino en español y concuerda en femenino con el determinante plural las. El verbo
ser está correctamente conjugado en plural. El orden de palabras, la puntuación, el uso
de las mayúsculas y las tildes son correctos. Entonces, ¿qué falla? Pues que de acuerdo
con nuestro conocimiento del mundo cinco cosas no pueden equivaler nunca a cuatro y
cuatro cosas no se pueden enumerar únicamente mediante tres elementos. Así pues, el
problema de este enunciado, sus defectos de construcción, no tienen que ver con lo
lingüístico, sino con lo elocucional: se trata de un enunciado que resulta incongruente
cuando se lo evalúa desde el punto de vista del nivel universal del hablar.
En cuanto a los juicios de valor que tienen que ver con el nivel del discurso, es posible
construir enunciados que respeten o que infrinjan tres aspectos distintos: la adecuación
con respecto al referente, la conveniencia con respecto a los interlocutores y la
oportunidad con respecto al momento. Veamos un ejemplo de infracción de cada uno de
estos aspectos.
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Un ejemplo de enunciado inconveniente con respecto a los interlocutores puede ser
interpelar de la siguiente manera a un profesor de Universidad: Illo, perdona que ayer
no viniera a casa, pero es que me quedé encerrao por dentro en mi keli.
Por último, un ejemplo de enunciado inoportuno con respecto al momento del habla
podría ser formular la siguiente pregunta delante de unos niños de cuatro y cinco años,
aunque dirigida a otro adulto: ¿Has metido ya debajo de la cama el regalo del ratoncito
Pérez?
LO CORRECTO
De acuerdo con lo que acabamos de ver, podríamos definir lo correcto como una
valoración propia del nivel discursivo, cuando este es juzgado respecto al nivel
histórico. Se trata, por tanto, de una propiedad de los discursos que realizan
correctamente las reglas del saber idiomático.
En este sentido, hay que tener cuidado de no incurrir en las siguientes confusiones
comunes:
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Primera confusión común
Para evitar la primera de las confusiones comunes sobre las que vamos a advertir, hay
que tener claro lo siguiente:
Como se observa, la realidad evaluada (el enunciado) y el criterio que se emplea para su
evaluación (la norma) pertenecen a niveles de análisis del lenguaje diferentes (el
enunciado evaluado pertenece al nivel del discurso o nivel individual, mientras que la
norma con respecto a la cual se evalúa un determinado pertenece al nivel histórico).
Esto hace que algunas personas piensen que el juicio de corrección se aplica al nivel
histórico del lenguaje. No es así: de ese nivel histórico procede el criterio que
necesitamos para calibrar el grado de corrección o incorrección de un enunciado, pero la
evaluación se realiza exclusivamente en el nivel individual de los enunciados
concretos.
Por esta razón, carece de sentido decir que una determinada variedad de normas
(consuetudinarias) dentro de una lengua, como por ejemplo un conjunto de normas
geográficas o dialectales, es incorrecta. Las modalidades dialectales (como las
variedades sociales y situacionales) NO SON ENUNCIADOS CONCRETOS DEL
NIVEL DEL HABLA, sino NORMAS DEL NIVEL HISTÓRICO. Como mucho,
podemos decir que determinados rasgos dialectales, o sociales o situacionales NO
SON EJEMPLARES, puesto que no gozan de prestigio para la distancia comunicativa
(pero no que no sean correctas en el sentido técnico que estamos dando al término
corrección en este tema).
Para valorar un determinado discurso como correcto o incorrecto hay que saber
de antemano a qué norma concreta dentro del saber idiomático pretende
ajustarse, qué norma del diasistema sigue o pretende seguir.
Ya hemos visto que dentro de una lengua histórica hay diferentes tipos de
modalidades geográficas, sociales y situacionales. Esto quiere decir que hay, por
tanto, diferentes normas. Así que, antes que nada, hay que averiguar en qué tipo
de situación comunicativa se produce un determinado enunciado y, por tanto,
qué norma determinada trata de seguir.
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Es posible incurrir en incorrecciones tanto al hablar o pretender hablar la lengua
ejemplar, como al hablar un dialecto u otra variedad.
Otro ejemplo: pensemos en una persona de más de 50 años que tratara de hablar de
acuerdo con la norma de la modalidad juvenil del español peninsular de hoy en día pero
que incurriera en continuas infracciones con respecto a tal norma. Los enunciados de
esa persona serían, en ese caso, incorrectos con respecto a la norma juvenil que
estuviera tratando de realizar.
LO EJEMPLAR
Dado que se trata del modelo de prestigio para la distancia comunicativa, lo ejemplar
constituye la pauta de corrección solo para los discursos que pretenden realizar esa
técnica, no para los demás, que poseen otros criterios de corrección diferentes,
dependiendo de la norma que traten de realizar.
Una vez que hemos establecido la distinción entre lo correcto y lo ejemplar y que ha
quedado claro
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podremos entender mejor por qué dos ideologías lingüísticas enemigas, como la postura
excesivamente conservadora y la postura excesivamente tolerante, están equivocadas.
o Se trata, pues, de una actitud de censura que pretende eliminar todo uso
distinto del que concuerda con la ejemplaridad.
o Con ello parecen apostar por una unidad del idioma en forma de
uniformidad absoluta, mediante la eliminación de la variación.
Las lenguas históricas no están compuestas por una única norma, de manera que los
mismos usos ejemplares debieran valer para cualquier empleo, independientemente de
la situación comunicativa. Como hemos visto, tal como muestra el modelo de la cadena
variacional, no hay exclusividad funcional de ninguna norma, sino pluralidad real de
normas de ejemplaridad de diferente nivel y 'radio de acción' distinto. Y es que las
gramáticas de los hablantes no son monolectales, sino polilectales.
Además, los conservadores o puristas entienden la unidad del idioma como equivalente
a su fijeza o estaticidad absoluta. Consideran que la norma es una realidad inamovible,
ya realizada, un producto terminado, por lo que excluyen todo lo nuevo e inédito.
PERO, como sabemos, las lenguas no son productos estáticos, sino técnicas dinámicas
del hablar, a las que es intrínseca la capacidad de crear, debido al universal lingüístico
de la creatividad, y que, debido al universal de la historicidad, están sujetas a cambios
y transformaciones a lo largo del tiempo.
Para ellos todo uso es bueno/aceptable, ya que realiza algún tipo de saber
idiomático.
Sin embargo, como hemos visto al principio de este tema, las valoraciones lingüísticas
no proceden de los lingüistas, sino de los propios hablantes, por lo que pretender que
todo uso va a ser juzgado de la misma forma, independientemente del prestigio que le
confiera la sociedad, constituye también una quimera.
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Por otra parte, sería necesario que los liberales o tolerantes admitieran la utilidad de la
norma ejemplar en relación con
De acuerdo con esto, aunque lengua y dialecto suelen presentarse como realidades
enfrentadas, en una relación que podríamos representar gráficamente de la siguiente
manera:
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lo cierto
es que los dialectos no se enfrentan a las lenguas, no tienen con ellas una relación
excluyente, sino que necesariamente están contenidos en las lenguas. Ya vimos que una
lengua está formada por un sistema o conjunto de reglas nucleares esenciales, que se
llevan a cabo mediante convenciones normales o habituales en ciertas zonas (normas
dialectales o variedades diatópicas, es decir, dialectos), en ciertos grupos sociales
(normas o variedades diastráticas) y en ciertas situaciones (normas o variedades
situacionales):
En relación con la variación diatópica, la norma ejemplar sería una especie de norma
común o modo de hablar supra-dialectal. Por lo general, que una modalidad lingüística
tenga o no estatus de lengua depende, precisamente, entre otras cosas, de que posea una
norma ejemplar, pero esa norma ejemplar NUNCA constituye la totalidad de la lengua:
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2. Su imposición en la diacronía (es decir, en el transcurso del tiempo), frente a
otros sistemas (como veremos más adelante que fue el caso del castellano en su
conversión a español).
Ninguna modalidad lingüística está predestinada a ser lengua o dialecto. Hay formas
que fueron en su origen dialectos y más tarde adquirieron el estatus de lenguas, de
acuerdo con el siguiente esquema:
También hay lenguas que han dejado de existir como tales y han quedado
desmembradas en dialectos (latín → lenguas romances)
Hemos visto que el latín se fragmentó en distintos dialectos, que dieron lugar, en
muchos casos, a las actuales lenguas romances. Algunos de estos dialectos, procedentes
directamente del latín, fueron subsumidos bajo el paraguas de otra norma ejemplar
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diferente de la latina, y quedaron reducidos a variedades diatópicas. Sin embargo, como
su origen es simultáneo al del dialecto que más tarde devino fuente de la nueva norma
ejemplar, se denominan dialectos primarios o dialectos históricos:
DIALECTOS HISTÓRICOS: nombre que reciben los dialectos del latín que no
han llegado a alcanzar la categoría de lenguas: aragonés y leonés. Las
circunstancias sociopolíticas y culturales les impidieron alcanzar un uso culto que
les diera categoría de lengua, porque los núcleos históricos (Aragón, León) que
hubieran podido afianzarlos perdieron poder y sus variedades fueron quedando
reducidas al ámbito campesino y retrocedieron frente al castellano, que desempeñó
el papel de lengua culta.
Para diferenciarlos de los anteriores, se llaman dialectos secundarios del español los
dialectos surgidos, secundariamente, una vez implantado el castellano como lengua
común:
Hasta aquí hemos estado manejando el término de norma ejemplar para hacer referencia
al modelo de lengua (a la vez prescriptiva y consuetudinaria) que sirve de referencia
para los discursos propios de la distancia comunicativa y que funciona como variedad
supra-dialectal por encima de las variedades diatópicas que comprende una misma
lengua histórica.
Otras denominaciones posibles habrían sido lengua oficial, lengua nacional, lengua
común o estándar.
En todos estos sintagmas el primer problema es, sin duda, el sustantivo lengua, porque
da la impresión de que, efectivamente, la variedad ejemplar constituye la totalidad de la
lengua, que es algo que ya hemos dicho que conviene evitar pensar, puesto que las
lenguas son, necesariamente, conjuntos de diferentes variedades. Con todo, aun
sustituyendo el sustantivo lengua por los marbetes norma o variedad, algunos adjetivos
como oficial, nacional o común siguen resultando problemáticos. Vamos a ver,
entonces, por qué habría que descartar la mayoría de ellos como sinónimos válidos de
ejemplar, y por qué solamente conviene considerar, como tal sinónimo, el término
estándar.
Lengua oficial
En este sentido,
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«Es oficial una lengua, independientemente de su realidad y peso como lengua social,
cuando es reconocida por los poderes públicos como medio normal de comunicación en
y entre ellos y en su relación con los sujetos privados con plena validez y efectos
jurídicos» (Sentencia del Tribunal Constitucional citada por F. González Ollé, "El
largo camino hacia la oficialidad del español en España", La lengua española, hoy,
Madrid, Fundación Juan March, 1995, págs. 39-61).
Pero otra posible acepción del término, en la que subrayo la palabra estilo para llamar la
atención sobre el hecho de que tal "lengua" no equivale a la totalidad de un sistema o
diasistema lingüístico, sino que se trata únicamente de una de sus formas o normas
posibles, es la siguiente:
En el primer sentido del término, quizá podríamos pensar que se está haciendo
referencia al modelo propio de la distancia comunicativa (puesto que se alude a la "vida
pública") y admitir, por tanto, la sinonimia de oficial y ejemplar. Sin embargo, en
absoluto debemos confundir lo ejemplar con el estilo administrativo al que remite la
segunda acepción. Así pues, para evitar esta posible confusión, es mejor descartar este
término como posible nombre de la norma ideal o modélica para la distancia.
El término oficial podría inducir a pensar, además, que es necesaria una sanción
gubernamental de algún tipo para disfrutar de una norma ejemplar. Y este, como
veremos más adelante, no tiene por qué ser siempre el caso.
Lengua nacional
La siguiente tabla resume las ventajas y los inconvenientes que presenta el uso del
término nacional como sinónimo de ejemplar:
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Lengua común o general
Para lograrlo, los mejores instrumentos con que cuenta la planificación lingüística son la
enseñanza y la difusión de esta norma por parte de los medios de comunicación
Norma estándar
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El mejor sinónimo del término ejemplar para hacer referencia a la variedad que sirve de
modelo para la lengua de la distancia es estándar.
«la forma codificada de un idioma que es aceptada y sirve de modelo a una comunidad
relativamente grande» (P. Garvin y M. Mathiot, "La urbanización del idioma guaraní,
problema de norma y cultura", P. Garvin y Y. Lastra, Antología de etnolingüística y
sociolingüística, México, UNAM, 1974).
«aquella forma de lengua que se impone en un país dado, frente a las variedades
sociales o locales. Es el medio de comunicación más adecuado que emplean
comúnmente personas que son capaces de servirse de otras variedades. Se rata
generalmente de la lengua escrita y propia de las relaciones oficiales. La difunden la
escuela y los medios de comunicación» (Dubois et al. ápud Pascual y Prieto 1998: 3;
cf. apéndice 1).
«Es bien sabido que una variedad estándar no es únicamente una variedad geográfica.
Por el contrario, el estándar debe entenderse como una intersección de lectos, o dicho
sea con mayor precisión, como una variedad convencionalmente superpuesta (O'Grady,
Dobrovolsky y Aronoff 1997: 510) al conjunto de variedades geográficas, sociales y
estilísticas de una lengua» (Pascual y Prieto 1998: n. 6; cf. apéndice 1).
Por ello, negar la norma estándar y predicar la enseñanza exclusiva del dialecto
supondría condenar a ciertos grupos a quedarse sin movilidad social.
Suzanne Romaine nos proporciona una definición aún más extensa de este concepto de
lengua estándar:
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lengua estándar = «variedad altamente codificada que ha recibido el grado de desarrollo
y elaboración necesario para servir a una amplia gama de funciones. El proceso de
normalización convierte a una variedad en estándar fijando y regulando su ortografía,
morfología, sintaxis, etc., por medio de diccionarios y gramáticas, que sirven como
autoridad en la enseñanza prescriptiva de nativos y extranjeros.
Puede argüirse con cierta razón que la normalización y las lenguas estándar son
invenciones europeas. La mayor parte de la lenguas estándar actuales de Europa
surgieron en un clima de intenso nacionalismo político y fueron en parte fruto de la
necesidad de crear símbolos ideológicos comunes e ideales de patria compartidos. [El
castellano experimenta su primera normalización seria con Alfonso X, pero es en el
Renacimiento (siglos XV y XVI) cuando, coincidiendo con la unificación llevada a
cabo por los Reyes Católicos y con la expansión exterior, Nebrija publica la primera
Gramática (1492) y el primer Diccionario (1495) de una lengua que justamente
entonces se empieza a llamar también «español». La normalización de las otras lenguas
peninsulares ha coincidido asimismo con períodos de auge nacionalista, y no es
casualidad que sea precisamente ahora, en la llamada «España de las autonomías»,
cuando se esté intentando la conversión en lenguas estándar de variedades hasta ahora
tenidas por «dialectos»]. Los modelos seleccionados para la codificación fueron los que
se usaban en capitales como Copenhague, París o Londres [Burgos o Toledo], que eran
sede de la corte, centros comerciales y financieros. La normalización de estos modelos
la llevaron a cabo con éxito la imprenta y las clases medias flamantemente letradas, que
las convirtieron muy pronto en instrumentos de movilidad y progreso sociales.
Ninguna otra variedad tiene los recursos y el prestigio del estándar escrito. El hecho de
que exista como un objeto descrito en los libros de gramática produce la idea de que es,
de alguna manera, la lengua «verdadera» y «legítima», y que las otras variedades son
versiones degeneradas o corruptas de ellas. [a veces también se dice que una palabra
dialectal "no existe" porque no está en el diccionario]» Suzanne Romaine (El lenguaje
en la sociedad: una introducción a la sociolingüística; traducción y versión española de
Julio Borrego Nieto. Barcelona: Ariel, 1996: 107).
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Lo ejemplar es, para este autor, el ideal de lengua que se constituye dentro de la
lengua común y actúa por encima de ella, convirtiéndose en su norma ideal. No
tiene por qué ser único, como la lengua estándar, y puede haber lenguas
ejemplares en cada una de las variedades nacionales de la lengua española.
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7. No es fija e inamovible (como parecían desear los puristas), sino una técnica
bastante estable, pero que admite pluralidad de normas y está sujeta a cambio
como todas las variedades. De hecho, la razón de ser de que los profesionales de
los medios de comunicación deban conocer cómo se establece y cómo se
transforma la norma culta de su lengua estriba, justamente, en que tal norma está
sujeta a continuos cambios que van a repercutir en el desempeño de sus labores
de redacción, locución, etc.
En la siguiente tabla se ofrece una síntesis de las principales propiedades del estándar,
de acuerdo con (Gallardo 1978):
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¿Castellano o español?
Desde un punto de vista diacrónico, castellano era el nombre que recibía la variedad
originaria procedente del latín, que más tarde se convirtió, tras un largo proceso de
extensión geográfica y expansión a diferentes tipos de situaciones comunicativas (luego
veremos que esto último se denomina técnicamente proceso de elaboración lingüística)
en la lengua común de la Península. Llegado tal punto, pareció preferible sustituir la
antigua denominación de castellano por español, puesto que ya no eran únicamente los
castellanos quienes la hablaban, sino también los otros pueblos de la Península Ibérica.
Tal era, además, y lo sigue siendo, el término que se usaba para llamar a nuestra lengua
en otros idiomas europeos: Spanish, espagnol, spagnolo.
Desde un punto de vista sincrónico, se decantan por usar el término castellano para
referirse a su lengua materna los latinoamerianos y los españoles que dominan, además
del español, otra lengua propia (catalanes, vascos y gallegos). Por el contrario, los
hablantes peninsulares que no proceden de comunidades bilingües parecen preferir el
término español.
Ambas perspectivas no son incompatibles, puesto que tanto una como otra conciben la
lengua con independencia de la nación española (en su origen anterior a la existencia de
tal nación, o en su expansión posterior más allá de los límites de España o dentro de los
límites del Estado, pero en lugares con distinto sentimiento nacional).
El término español, por último, parece preferible para quienes desean resaltar el hecho
de que se trata de una lengua elaborada, distinta del dialecto originario del que
evolución (el castellano), y que los hablantes de otras lenguas conocen únicamente
como Spanisch, Spanish, espagnol...
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La norma y los conceptos de lengua hablada y lengua escrita (medial y
concepcional)
Como hemos visto anteriormente, la existencia de una norma ejemplar no hace que el
uso de la lengua sea monolítico, ya que no excluye, incluso para quien trata de
orientarse de acuerdo con el modelo de esta norma, al margen de variedades dialectales
o diastráticas propias de la inmediatez, la ocurrencia de variación diafásica o, lo que es
lo mismo, situacional. Ahora bien, la homogeneidad de la norma ejemplar es mayor en
lo escrito que en lo hablado; y, dentro de lo escrito, es también mayor en la prosa
científica que en la literatura.
Tal hecho tiene, por una parte, causas mediales, que están en el origen de la afinidad
entre norma y escritura:
«Normalización y alfabetización son dos procesos que van de la mano, puesto que
aprender a leer y a escribir presupone la existencia de una variedad escrita codificada,
y una lengua sólo está normalizada cuando es posible producir en ella textos escritos.
Una lengua que se escribe admite normas reguladoras mucho más fácilmente que
aquella que sólo existe de forma oral. La posibilidad de prescribir ciertos usos como
correctos y de proscribir otros como incorrectos se funda en la existencia de medios
que permitan registrarlos y abstraerlos del acto mismo de la emisión» (reificación)
(Romaine, 1996: 110).
«la conservación de hiatos en casos como peor, teatro, poeta, es norma superior a la
representada por su diptongación -pjor, tiatro, pweta- por más que ésta se la propia del
habla mexicana (o, al menos, sea admisible en su realización culta). [...] Por la misma
razón parece preferible la norma mexicana conservadora de la -d- intervocálica,
inclusive en la terminación -ado- que la madrileña, eliminadora de tal fonema» (Lope
Blanch, 1991: 1183).
Pero nos enfrentamos también, sobre todo, a causas concepcionales. Ya hemos visto que
la homogeneidad a la que contribuye el respeto de una misma norma ejemplar es un
requisito asociado a las situaciones de máxima distancia comunicativa:
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Esto es así porque las constelaciones comunicativas inmediatas favorecen la aparición,
en el discurso, de fenómenos dialectales, sociolectales y situacionales estigmatizados
por la modalidad propia de la distancia comunicativa, mientras que los discursos de la
distancia comunicativa son mucho más homogéneos.
«Hoy día concurren normas cultas diversas en los vastos territorios donde se practica
el español como lengua materna. Ya no es posible sostener, como un siglo atrás hacía
Leopoldo Alas, que los peninsulares somos los amos del idioma» (Alarcos, 1994,
"Prólogo" a Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe).
Una idea similar sostuvo Rosenblat (1967) al diferenciar entre las normas cultas, de
carácter oral, y la norma ejemplar, fundamentalmente ligada a las manifestaciones
literarias.
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bicéntrica, con un único centro en Hispanoamérica y otro en España» (Micaela
Carrera de la Red y Francisco José Zamora Salamanca, "Americanismos en la prensa
bonaerense", en César Hernández, Germán de Granda et al. (eds.), El español de
América. Actas del III Congreso Internacional de El español de América. Valladolid, 3
a 9 de julio de 1989. Valladolid: Junta de Castilla y León/Consejería de Cultura y
Turismo, 1101-1109; aquí págs. 1101-1102).
Hemos visto, cuando hemos definido las propiedades y las funciones de la lengua
estándar, que esta variedad carece de marcas diatópicas, en la medida en que constituye
el punto de referencia para el resto de variedades. Pues bien, parece que determinados
rasgos del español americano no pueden ser tratados como diatópicos, precisamente
porque, en su radio de acción, constituyen verdaderos estándares americanos y no
variedades diatópicas del español peninsular, en tanto en cuanto la norma europea ya no
es un punto de referencia para ellos.
Todo esto hablaría a favor de admitir que, en el caso del español, no nos enfrentamos
con una única norma ejemplar, sino que estaríamos ante una lengua pluricéntrica. Ahora
bien, pluricentrismo no tiene por qué significar, necesariamente, fragmentación. De
hecho, las actuales tendencias unificadoras de la literatura y de los medios audio-
visuales se han visto también favorecidas por las leyes del mercado, interesado en tener
cuantos más posibles clientes mejor; de manera que nos encontramos en una situación
pluricéntrica estable, en la que la intercomprensión es posible debido a que cada vez
más hispanohablantes conocen y respetan como legítimos los rasgos propios de
estándares ajenos.
Una vez que hemos definido el concepto de norma lingüística y que hemos estudiado,
en los apartados precedentes, cómo funciona realmente la norma en la comunicación
lingüística en general, abordaremos ahora cómo funciona la norma en la evolución de
las lenguas hacia su constitución como lenguas de cultura.
Aquí nos contentaremos con ver los conceptos teóricos que no permitirán dar cuenta, de
una manera precisa, de cómo es el proceso de constitución histórica de una norma
ejemplar, aunque los ejemplos que veremos de las distintas fases de tal proceso serán
del español. En la segunda parte del tema, una vez dominados los conceptos teóricos
necesarios, trataremos de familiarizarnos con la historia de nuestro idioma (para ver
de qué manera se llegó a conformar en él la norma actual) y con los principales
instrumentos de normativización con que cuenta actualmente el español: la Real
Academia Española de la Lengua y los medios de comunicación.
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En la primera parte de este tema hemos definido los conceptos de norma
consuetudinaria y norma prescriptiva y hemos visto cómo la variedad estándar de una
lengua es, al mismo tiempo, la norma consuetudinaria y prescriptiva propia de la
distancia comunicativa. Esto quiere decir, obviamente, que junto a la existencia de una
norma estándar o ejemplar se presupone que en una lengua histórica conviven otras
variedades de diferente estatus, la mayoría de ellas relegadas al uso propio de la
inmediatez comunicativa.
Ahora bien, ¿qué es una variedad estándar desde el punto de vista de su conformación o
constitución histórica? Pues, simplemente, una variedad que ha sido sometida tanto a un
proceso de elaboración extensiva e intensiva como a un proceso de estandarización,
gracias a los cuales ha pasado de la inmediatez a la distancia comunicativa. Debido a la
similitud entre la distancia comunicativa y la escritura, este proceso se denomina, en su
conjunto, escrituralización de una variedad oral.
Veamos, entonces, en qué consisten estos procesos, esto es, cómo podemos definirlos.
La elaboración es, pues, en síntesis, la apropiación del ámbito de la distancia por parte
de un idioma aún no escrituralizado.
Así, por ejemplo, si una variedad que comenzó empleándose exclusivamente para la
comunicación cotidiana en el ámbito familiar extiende sus usos a tipos de textos
jurídicos, o a diferentes tipos de tradiciones literarias, que antes se llevaban a cabo en
otra lengua o en otra variedad, podemos decir que está experimentando un proceso de
elaboración extensiva. Como se puede imaginar, la elaboración extensiva en absoluto
tiene por qué ser un proceso políticamente dirigido, sino que es perfectamente posible
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que una determinada variedad se elabore por iniciativas ajenas a cualquier tipo de
autoridad.
Ahora bien, dado que el tipo de recursos lingüísticos que se necesitan para la
comunicación propia de la distancia comunicativa es distinto al que empleamos en la
inmediatez, la elaboración extensiva de una variedad previamente restringida a la
inmediatez comunicativa no puede tener lugar sin la correspondiente elaboración
intensiva de esa variedad.
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especializado es el tipo de discurso, más preciso es el
léxico que se espera que utilicemos
Un ejercicio que podéis hacer de forma autónoma para daros cuenta de cómo la
distancia comunicativa precisa elaboración intensiva es grabaros contando algo que
hicisteis ayer y ponerlo después por escrito. Ya veréis como los recursos lingüísticos
que empleáis en un tipo de situación y en otro son diferentes.
Estandarización
Al igual que hemos visto que ocurre con la elaboración, el proceso de estandarización
contiene también un anverso y un reverso.
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Desde un punto de vista interno, la estandarización (estandarización interna) se
lleva a cabo mediante la codificación (en forma de manuales, diccionarios,
compendios normativos, etc.) de los mecanismos lingüísticos propios de la variedad
estandarizada, en todos sus niveles: fónico (ortofonía), morfosintáctico (gramática
normativa) y léxico (léxico normativo).
Ya hemos visto que la elaboración extensiva e intensiva de una lengua no tienen por
qué estar guiadas por una planificación lingüística consciente y ser, por tanto, fruto de
una labor de prescripción. Sin embargo, cuando esto ocurre, se suele hablar de los
procesos de elaboración y de estandarización conjuntamente como de un proceso
global de normalización. En este sentido, la normalización de una variedad se
definiría como el proceso de planificación lingüística por el que, de acuerdo con
determinadas decisiones normativas acerca de una variedad que se desea elaborar y
estandarizar, se proponen y codifican determinadas soluciones fonéticas,
morfosintácticas, léxicas y ortográficas como estándares para la comunidad en cuestión.
normalización es, en Cataluña, el 'proceso por el que una lengua postergada trata
de recuperar vigencia social, prestigio y generalización de uso'.
De acuerdo con los procesos vistos, sería posible esbozar un esquema de la historia de
la configuración de un estándar de acuerdo con los siguientes pasos:
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1. estandarización externa = selección de una determinada variedad como fuente
del futuro estándar.
2. La mayor elaboración intensiva del castellano tiene lugar de la mano del gran
auge experimentado por la prosa jurídica auspiciada por Alfonso X El Sabio.
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3. Estandarización externa: En cuanto a la selección de una determinada variedad
como fuente de la norma prescriptiva, los primeros tiempos se decantaron por la
norma toledana (pero no en un sentido geográfico, sino porque era en Toledo
donde se encontraba la corte; por lo tanto, la selección de la norma tuvo que ver,
como ocurre siempre, con factores de prestigio social).
Como se puede colegir del esquema anterior, la estandarización del español ha tenido
lugar durante un larguísimo proceso, que ha durado siglos, y que en sus inicios fue
ajeno a una planificación lingüística dirigida desde instancias políticas determinadas.
No se puede atribuir tal intención ni siquiera a la figura del Rey Sabio. Y es que
Alfonso X, que como hemos dicho dio un gran impulso a la elaboración intensiva del
castellano gracias a su prosa jurídica, prefería para otros géneros textuales otros idiomas
romances (por ejemplo, el galaico-portugués para la lírica).
Las otras lenguas cooficiales en España han seguido, en su historia reciente, un proceso
mucho más rápido de estandarización, que podemos resumir así:
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3. elaboración extensiva: fomento de las publicaciones en esa
lengua y de su empleo en los medios de comunicación
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