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Eco y Zorzoli - La Catedral gótica

Los comienzos del segundo milenio de la era cristiana estuvieron señ alados por la reanudació n de la actividad
en cada campo del arte y del saber. Pero es en el siglo XII cuando la arquitectura europea se encuentra frente a
un descubrimiento de particular importancia: las catedrales gó ticas (en el espacio de tres siglos, desde 1050 a
1350).
La catedral gó tica está constituida por sus nervaduras de piedra inmensa de este enorme edificio que se eleva
con nerviosa ligereza, dejá ndose atravesar por haces de luz que penetran por los amplios ventanales, como si
toda la construcció n estuviera totalmente perforada y compuesta solo por nervaduras muy sutiles, casi
inmateriales.
El arco ojival, el crucero ojival y los arcos rampantes son los tres elementos fundamentales sobre los que
descansa toda la concepció n de la construcció n gó tica.

La catedral y la ciudad
Acostumbrados a adorar a los dioses en el corazó n de las majestuosas selvas del norte de Europa, han
procurado imitar una selva de piedra que con sus pilares y sus bó vedas ojivales imitan la estructura de los
grandes á rboles y la majestuosa bó veda de ramas.
La catedral gó tica debe ser un vasto edificio capaz de contener a toda la ciudadanía, no só lo para la necesidad
de culto, sino para todas las actividades de la vida de sociedad.
La catedral representa la expresió n colectiva del bienestar y la potencia a que tiende la burguesía naciente y la
autoridad eclesiá stica, frente a cuya magnificencia se consuelan los pobres.
La técnica está empeñ ada, en construir una estructura vertical muy elevada, de gran amplitud, que ofrezca una
apariencia de solidez, al mismo tiempo que permita que el templo se inunde de luz. La luz es otro elemento
esencial de la catedral; no solo por exigencias prá cticas ni para poder imponer todas las soluciones figurativas
mediante los grandes vitraux. Sino que la luz, también adquiere un significado simbó lico y se presenta como
una manifestació n directa de la potencia creadora de Dios, adquiere para el fiel un significado místico.

La invención gótica
El arco quebrado, en vez de unirse a lo largo de la circunferencia ideal de un círculo, se empujan hacia lo alto y
se unen formando una punta. Entonces, el arco no es má s un simple sostén que resiste el peso que gravita
encima, sino que los dos semiarcos apuntando hacia lo alto, obran con un empuje vertical: como convergen, un
empuje contrario devuelve el peso de la bó veda a los pilares. Así se establece un nuevo equilibrio. En estas
condiciones, las paredes sirven só lo para cerrar y cubrir, no para sostener. La estructura se estiliza cada vez
má s, los arcos rampantes se tornan má s delgados y se ornan con relieves y calados. La técnica del proyecto, del
diseñ o preliminar, prá cticamente no existía y el edificio era concebido directamente durante la obra

La catedral y la summa
Una Summa es una desmesurada colmena de miles y miles de celdillas iguales, o bien, como se ha dicho, un
inmenso telar mecá nico donde nada, en la marañ a formidable de hilos y lanzaderas es independiente del resto,
nada es superfluo. Ni el lenguaje mismo concede nada al ornamento, a la divagació n retó rica; todo está
estructurado segú n exigencias funcionales.

Los maestros albañiles


El estilo gó tico y la civilizació n de las catedrales está n asentados sobre la obra de maestros albañ iles, talladores
y cavadores de piedra, escultores y picapedreros, peones, carpinteros; una multitud de artesanos que supieron
forjar obras grandiosas y que, en la fabricació n de los instrumentos de su trabajo, elaboraron toda una serie de
invenciones pequeñ as, pero no por ello menos importantes, por ejemplo: carretilla, palas, cucharas, martillos,
sifó n, braserillo, una especie de reloj solar, un sistema de palancas, entre otros.
Estas personas tenían una propensió n a la iniciació n secreta que hizo de estas corporaciones de albañ iles que
dormían y vivían cerca de las canteras, una logia edificada contra los mismos muros de la catedral en
construcció n.
Los talladores de piedra señ alaban con un signo especial las piedras que tallaban para que pudieran ser
reconocidas y para que el trabajo fuera pagado equitativamente a destajo.
La firma del albañ il estaba hecha segú n criterios de proportio, de consonantia y de armonía, una de las
cualidades esenciales que a filosofía de la época confería a la belleza.

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