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La ideología de género o ¿el enemigo invisible?

Gloria Huarcaya, 2019 (Promanuscrito), ©


Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad de Piura

Abstract:

This article aims to define what the gender ideology is, what are its main tenets and how have

they been introduced in the public discourse of the social media. In addition, it aims to clarify

what is the difference between (edg) gender equality and the gender ideology (idg), a question

which can be very useful to professional act of journalists and opinion leaders.

Resumen:

Este artículo tiene como objetivos definir qué es la ideología de género, cuáles son sus

principales postulados y cómo se han introducido en el discurso público de los medios de

comunicación. Además, pretende clarificar cuál es la diferencia entre la equidad de género

(edg) y la ideología de género (idg), cuestión que puede ser de mucha utilidad para el actuar

profesional de comunicadores y líderes de opinión.

Palabras claves: Ideología de género, equidad de género, igualdad género

Key words: Gender ideology, gender equity, gender equality,

1. Antecedentes

La polémica desatada respecto a la inclusión de la ideología de género en el Currículo

Educativo Nacional en Perú, ha llevado a un punto de enfrentamiento casi maniqueo en el

discurso público. De un lado están quienes preferirían desterrar cualquier referencia al género

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-por un comprensible temor a su distorsión- y del otro, quienes niegan los excesos ideológicos

-ya experimentados en otros países- y que acusan al bando contrario de ser “religiosos” y

“fundamentalistas” o de oponerse a la “igualdad de oportunidades”.

Es una inquietud frecuente entre padres y profesores identificar a los autores intelectuales y

materiales de los postulados de la ideología de género, como si tratase de un solo crimen

punible, cuyos autores concretos (¿El ministerio de Educación?, ¿George Soros?, ¿el Club

de Roma?), una vez neutralizados dejarían de ser un problema. (Castilla de Córtazar, 2011)

La evolución de las ideas no se ha restringido al plano de la abstracción. Su materialización

en las leyes y la educación, ha sido favorecida por una progresiva secularización, que ha

supuesto el abandono de los valores tradicionales en el mundo occidental (Adserá, 2013).

También han actuado a su favor diversas fuerzas socioeconómicas que ponderan la

autonomía individualista por encima de los valores comunitarios o los vínculos familiares

(Kotkin, 2012). En el campo de la sociología de la sexualidad, han sido claves invenciones

tecnológicas de gran impacto como las píldoras anticonceptivas, la pornografía en internet y

las aplicaciones para citas en línea. Estos fenómenos han contribuido, como explica Regnerus

a la banalización del sexo (Regnerus, 2017).

2. Metodología

De acuerdo con los objetivos de investigación de este trabajo, la metodología adecuada sería

la exploratoria y la descriptiva, además del análisis conceptual; todo esto bajo un enfoque

cualitativo de investigación.

Se pretende describir los postulados teóricos de la idg, diferenciándola de lo que propone la

edg. Se parte de dos premisas hipotéticas:

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a) La idg ofrece una visión reduccionista de la sexualidad y la libertad humana.

b) El uso del “género” como variable social, sin contaminación ideológica, se asienta

sobre una antropología integral, que apuesta por una relación complementaria entre

sexo y género.

Respecto a los ejemplos presentados sobre los medios de comunicación peruanos y

extranjeros, estos constituyen casos individuales sin representación estadística, analizados de

manera inductiva, tal como corresponde a un enfoque cualitativo de investigación en ciencias

sociales. (Batthyány & Cabrera, 2011)

3. Desarrollo

3.1 ¿Qué es ideología de género?

Conocida por algunos como la “ideología invisible” (Trillo-Figueroa, 2005), o como “la

ideología más peligrosa de todos los tiempos” (Scala, 2010), la idg podría definirse como

aquel conjunto cerrado de ideas que ofrece una interpretación sesgada de la realidad, pues

adecúa la realidad a un conjunto de categorías pre establecidas, siendo la más relevante el

género. El género se convierte en una especie de prisma, por el cual se interpretan y se juzgan

los demás elementos de la realidad.

Las posturas ideológicas atentan contra la verdad pues simplifican la realidad. Tal como lo

explica Agejas (2008):

La ideología reduce la verdad a instrumento de manipulación de conciencias, y a

la audiencia y a la sociedad, a meros individuos o grupos rivales de intereses. Encasilla la

historia y las acciones humanas en el molde de sus categorías, y por lo tanto impide

3
contemplar la vida humana como fruto de las decisiones libres de sujetos racionales y

libres. (Agejas, 2008:174)

La ideología del género pretende legitimar la trascendencia del género (elemento subjetivo

por su naturaleza sociocultural y temporal) por encima del sexo biológico y la naturaleza

humana. “Es decir, en la configuración de la identidad sexual, tendría más valor el

componente del género que el sexo biológico” (Huarcaya, 2011); reduccionismo que se

observa no sólo en el discurso público, la acción política, o la normativa legal; sino que

incluso se ha infiltrado en el sistema educativo peruano, al menos en los textos escolares de

educación secundaria desde 2006.

Como toda ideología, también presenta una teoría conflictiva y un consecuente llamado a la

rebelión. A nivel individual, la ruptura se presenta como una rebelión hacia lo recibido por

la naturaleza (“el cuerpo, el sexo, el alma”) (Palazzani, 2011); también en una rebelión hacia

los límites naturales de la sexualidad y sus efectos (el embarazo, las formas de procreación,

la maternidad, la paternidad); a nivel interpersonal se invoca a un enfrentamiento constante

entre los sexos. A nivel social se observa un rechazo hacia las instituciones del matrimonio,

la familia, y a las normas sociales o culturales que se etiquetan como “heteronormatividad”

o incluso “heterosexismo”.

Respecto a su origen político, Márquez y Laje (2016) la definen como un planteamiento neo

marxista, donde se produce un trasvase de la clásica lucha de clases sociales entre obreros

(oprimidos) y burgueses (opresores), a una nueva lucha cultural de clases entre mujeres

(oprimidos) y varones (opresores). De hecho, fue Engels, condiscípulo de Marx, el primero

en advertir (1884) sobre tal enfrentamiento:

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El primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo

entre el hombre y la mujer unidos en el matrimonio monógamo, y la opresión de una clase

por otra, la del sexo femenino por el sexo masculino. (Engels, 2011: 58-59)

Siguiendo la lógica de la nueva izquierda, la mujer debería rebelarse contra su propio cuerpo

y sus funciones reproductivas; luego contra el varón. A nivel privado contra el matrimonio,

la familia, y todo aquello que configura su “mística feminista” (Friedan, 2009); y a nivel

social contra todas las instituciones que se rigen por la normativa heterosexual, tal como

puede entenderse en el siguiente esquema:

Los orígenes de la revolución sexual, terreno fértil para la ideología de género pueden

rastrearse culturalmente desde el siglo XVIII con la herencia del pensamiento ilustrado y su

evidente “hostilidad hacia el cristianismo” e “idolatría hacia la ciencia”: “Si Dios no existe,

entonces el cristianismo es un fraude y la represión del instinto sexual es la peor forma de

inmoralidad” (Cook, 2016)

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En el siglo XVIII surge también la figura del Marques de Sade, conocido por ser el padre del

erotismo, y el primer promotor de la “libertad sexual”. Sus postulados fueron continuados

durante el s. XX por el sicoanalista Wilhem Reich, cuyos planteamientos recogidos en su

obra “The sexual revolution” se convirtieron en la “biblia” para las protestas estudiantiles de

mayo del 68 (Cook, 2016).

A nivel sociopolítico tuvo mucho impacto la influencia de los movimientos feministas de la

primera ola- y su herencia sufragista del siglo XIX- que lograron el reconocimiento legal de

los derechos de las mujeres para acceder a la propiedad, para divorciarse y también para votar

(Yenor, 2017a).

La segunda ola del feminismo, caracterizado por un reclamo radical de la igualdad absoluta

entre varones y mujeres, tuvo entre sus más ilustres exponentes a la filósofa francesa Simone

de Beauvior quien desde su popular libro “El segundo sexo” (1949) “proporciona una

justificación intelectual para divorciar el sexo del género y para sostener que esa cultura sola

ha determinado el significado del sexo y el cuerpo”. (Yenor, 2017: 1)

Durante las décadas de 1950-1970 diversos pensadores (Foucault, Firestone, Beauvior,

Millet, Money) proclamaron la separación del género del sexo, rechazando un

“esencialismo” biológico que afirmaba que las diferentes características y roles masculinos

y femeninos tienen una “base permanente en la biología sexual y unas proclividades

sicológicas innatas originadas en el sexo” (Yenor, 2017:1). A su activismo se sumarían

después los intereses de los colectivos Lgtbi

El punto de quiebre para el extremismo ideológico lo ha marcado sin duda Judith Butler,

profesora americana, y autora de libros clásicos para esta ideología como Gender Trouble:

6
Feminism and the subversión of identity (1990) y Undoing gender (2004). Butler, a diferencia

de sus antecesores, propone “deshacer el género” y todas las categorías que constriñen la

sexualidad humana, para dar paso a una “gran autonomía y creatividad en la identidad

humana” (Yenor, 2017:2).

3.2 Principales postulados ideológicos.

Los principales postulados de esta ideología podrían resumirse en la intencionalidad de

desnaturalizar de la sexualidad humana y de superar sus límites naturales (biológicos y

morales) desde de un voluntarismo subjetivo.

Se explican brevemente algunos

 La masculinidad y la feminidad se reducen únicamente a productos socioculturales,

pues no tienen raigambre natural y son resultado únicamente de una imposición

social, tal como sentenció Simone de Beauvior en su célebre frase “no naces mujer,

llega uno a serlo” (De Beauvior, 2005)

 Las diferencias naturales y de todo orden entre varones y mujeres se eliminan para

dar paso a una igualdad absoluta, que deslegitima cualquier intento de valorar la

complementariedad o de ofrecer tratos diferenciales a los sexos.

 Se promueve una oposición permanente entre naturaleza y cultura, entre sexo y

género. No se comprende que aquellos los roles sociales tradicionales que varón

(proveedor) y mujer (cuidadora de la casa) han desempeñado puedan evolucionar al

compás de la equidad, la cooperación mutua y por supuesto inspirados por el amor a

la familia en común.

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 El lenguaje común, amplificado desde los medios de comunicación se ve asaltado por

una serie de nuevos términos (Agejas, 2008) que generan una dialéctica conflictiva y

divisoria: gay friendly vs. homófobo; heterosexismo vs. diversexismo; prolife vs.

prochoice, progresistas vs fundamentalistas; y que reducen cualquier posibilidad de

entendimiento.

 La libertad se interpreta únicamente en clave de libertad sexual, y por tanto la

actividad sexual y sus diversas orientaciones se justifican como acciones propias de

la vida privada y sin repercusión en la esfera pública, como sucedía antes de las leyes

las legitimaran.

Sin embargo, una vez legalizadas las diversas uniones sexuales, se reinterpretan otros

derechos y exigencias en detrimentos de derechos fundamentales de la mayoría como

el derecho de los niños a tener un padre y una madre biológicos (en el caso de los

niños adoptados por parejas gay), el derecho a la libertad de conciencia (frente a los

médicos que objetan para no practicar abortos), el derecho a la libertad de expresión,

etc.

 La sexualidad se reduce únicamente a una fuente de placer: Al disociarse el

significado unitivo y el significa procreador del acto sexual

A pesar de la aparición de algunas pensadoras feministas (Badinter, 2003; Aparisi, 2002) que

apuestan por la complementariedad y la defensa de las diferencias sexuales, pues han

reconocido que la asimilación de los modelos masculinos socava la feminidad; este

pensamiento no ha impregnado la cultura y la revolución ideológica del género se ha vuelto

más extrema aún (“teoría queer”) al despojarse de cualquier legado, incluso del género como

categoría social. Se ha pasado de de-construir la sexualidad humana, el matrimonio y la

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familia; a la “de-construcción del género” (Butler, 2010); y sobre esa base difusa, se ha

proclamado la absolutización del individuo.

Desde el voluntarismo subjetivo podemos apreciar los excesos del movimiento transgender

(Anderson, 2018) que al considerar al género fluido como la base fundamental para la

conducta humana promueve a nivel cultural y legal el reconocimiento de las diferentes

identidades de género (más de 64 según los registros que ofrece Facebook) y sus derechos

civiles, las transformaciones corporales (y su correspondiente subsidio) a través de hormonas

y cirugías, e incluso “el cambio de sexo” en niños que son diagnosticados con disforia de

género sin el consentimiento de sus padres.

Así cada individuo (no ya la persona) puede elegir la orientación sexual e identidad que le

apetezca en el momento que lo desee, puede cambiar constantemente de identidad de género

(o la autoconciencia de la identidad) transformando su cuerpo en cuanto sea necesario. De

esta manera se niega lo recibido por la naturaleza (o el sexo), la cultura (o el género), pero

aún más, se transgrede los propios límites; pues el género se considera una “creación activa

y autodeterminación individual que sigue la lógica “actúo, luego soy” (Palazzani, 2011: 100)

¿A dónde puede conducir este desvarío? Castilla de Cortázar adelantó una respuesta en un

congreso internacional a propósito de esta ideología:

Si el ser humano se construye a sí mismo, si el género-independizado del sexo-, es elegible,

si ya no hay ni varón ni mujer-porque todo es intercambiable-, no se puede hablar con

propiedad de nada que sea estable, ni de identidad, ni de familia, ni de matrimonio, ni de

persona, ni de vida que sea respetada: sería el final de una cultura de relativismo y de muerte

que todo lo ha devastado (Castilla de Córtazar, 2011: 424)

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Los límites naturales y morales de las funciones reproductivas también son transgredidas y

publicitadas masiva y deliberadamente, generando confusión en el imaginario social. Así

tenemos, por ejemplo:

 La promoción del sexo “sin reproducción” y la “reproducción sin sexo” (Palazzani,

2011). La primera parte de la premisa arranca a inicios de 1960 cuando empieza la

comercialización de las píldoras anticonceptivas y se convirtió en realidad el anhelo

feminista de controlar las capacidades reproductivas del cuerpo. A esa primera

generación de drogas se han sucedido otros medios que incluyen la anticoncepción

de urgencia (píldora del día siguiente), la esterilización temporal (parches,

inyecciones, dispositivos intrauterinos), y la esterilización permanente (ligadura de

trompas y vasectomía)

La utopía de la reproducción sin sexo se alcanzó hace 40 años, con la primera

fertilización in vitro exitosa y el nacimiento de la primera “bebé probeta”. Desde

entonces las técnicas de reproducción asistida (inseminación artificial, fecundación

in vitro homóloga y heteróloga, maternidad subrogada) se han convertido en un

recurso accesible para todas las parejas potencialmente infértiles (heterosexuales), y

absolutamente infértiles, (homosexuales).

En un reciente artículo de diario El Mundo se sentencia tendenciosamente: “Y es que

las nuevas generaciones cada vez procrean menos en la intimidad de una habitación,

ahora muchas lo hacen tras las paredes de un aséptico laboratorio” (Arranz, 2017).

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 La disociación entre “paternidad biológica” y “paternidad social” (Palazzani, 2011)

El uso cada vez más masivo de las técnicas de reproducción asistida también ha

generado distorsiones en las relaciones de parentesco. Así, un varón puede ser padre

social/legal (o ejercer de padre) sin ser padre biológico, en caso de que haya usado

los gametos de un donante de esperma. Por el lado femenino, la madre genética (que

aporta el óvulo), no necesariamente coincide con la madre portadora (la que lleva el

embarazo y da a luz) y quien reclama la maternidad legal.

 La disociación entre identidad sexual y función reproductiva. La funcionalidad

reproductiva de los sexos donde el varón engendra y la mujer concibe (naturalmente

nunca al revés) se ve opacada por casos insólitos como los de varones transexuales

que quedan embarazados o las mujeres transexuales que amamantan. Solo a nivel de

la apariencia y la conducta, los medios ofrecen la impresión de que los sexos son

completamente intercambiables y que no existe ningún atributo irreductiblemente

masculino y femenino.

Así, los principales diarios internacionales titulaban (ya en 2008) el caso de Tomás

Beatie como “El primer hombre embarazado”. En realidad, se trataba de una mujer

biológica, que además conservaba su sistema reproductor femenino, pero que había

recurrido a cirugías (reconstrucción de los senos), a terapia hormonal para obtener

rasgos fenotípicos masculinos (voz gruesa, barba), luego había suspendido la ingesta

de estrógenos para recuperar su fertilidad, y había logrado el embarazo con una

inseminación artificial. Un titular más riguroso con la verdad hubiera sido “El primer

varón transgénero embarazado por inseminación artificial”.


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Si Tomás Beatie no pudo amamantar, una mujer transexual (es decir biológicamente

varón, pero con rasgos fenotípicos femeninos como efecto de las hormonas

feminizantes), ha logrado dar de lactar a su bebé y alimentarlo con lactancia exclusiva

durante 6 semanas según informaron las cadenas BBC y el diario El País. Sólo un

lector sesudo y muy crítico advertirá que se trata de una inducción experimental y

artificiosa cuyos efectos aún no han sido documentados ni validados por la

comunidad médica (García, 2018)

Sorprende, sin embargo, no sólo su amplia cobertura sino el tono complaciente hacia

este tipo de logros:

Para la experta, estos avances amplían el imaginario colectivo dando una

oportunidad “a que las numerosas personas que no nos sentimos cómodas dentro

de los rígidos marcos de las convenciones sociales podamos vivir nuestras vidas

sin sentir la presión vigilante de la mayoría” (García, 2018)

La exaltación de los sentimientos, y de la capacidad de autorrealización es un

ingrediente constante en este tipo de historias:

Ella considera también que no cree que el foco deba dirigirse a la identidad de la

persona “sino a las posibilidades que la ciencia nos ofrece para poder hacer

realidad esos anhelos que están relacionados con dar vida, y poder abordar la

crianza desde las decisiones individuales (García, 2018)

 La generación de la vida más allá de los límites temporales y del espacio.

Todas las mujeres tienen un reloj biológico que marca el ritmo de su fertilidad, y que

declina considerablemente a partir de los 35 años para cerrarse indefectiblemente una


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vez superada la menopausia, máximo a los 50 años. A pesar de esta verdad biológica,

los medios suelen informar de manera acrítica sobre los casos de mujeres mayores de

60 años que han logrado convertirse en madres gracias a las técnicas de reproducción

asistida.

Además, existe una corriente cultural que alienta a postergar la maternidad, para

priorizar la carrera profesional y las ambiciones personales (estudios, viajes,

romances, proyectos personales), antes que tener hijos. La maternidad puede esperar,

pues los óvulos jóvenes (de mujeres de 20 y 30 años) pueden mantenerse en la

congeladora hasta que ellas mismas decidan convertirse en madres solteras por

elección o madres con pareja. Sin embargo, esta postergación de la maternidad,

conocida como el síndrome de Anniston, puede ser angustiante y dolorosa tal como

declaran sus protagonistas (Lehmann-Haupt, 2010)

Es evidente que las funciones reproductivas son afectadas por la salud y cesan

definitivamente con la muerte, sin embargo, ya los medios han reportado casos de

mujeres que tras sus reclamos en tribunales han obtenido el derecho a ser fecundadas

con los gametos de sus difuntos maridos, recurriendo a “la extracción de semen

cadavérico” (Redacción Minutouno, 2016) o usando depósitos de semen previamente

congelados 1. Los jueces a favor de la fecundación post mortem se amparan en el

engañoso legalismo “lo que no está prohibido está permitido”, pero además creen que

los hechos de estos casos demuestran la voluntad que tuvo el difunto de convertirse

1
https://www.abc.es/sociedad/abci-casos-inseminacion-postmortem-enfrentado-europa-
201703222149_noticia.html

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en padre. Pero olvidan no sólo que la muerte está por encima de nuestros deseos, sino

que privan deliberadamente a un niño de nacer y crecer junto a su padre biológico.

 A las naturales barreras del tiempo se suman las obvias barreras del espacio que

cualquier acto procreativo supone. Sin embargo, el voluntarismo se impone

nuevamente sobre las leyes físicas y ya los medios hace eco de una nueva tendencia:

la inseminación casera con esperma comprado por internet. Sí, ahora es posible tener

hijos por catálogo, eligiendo al padre según su aspecto físico y condiciones

intelectuales y pagando por un servicio seguro, según promociona la empresa danesa

Cryos (Redacción de Sputnik, 2017). Aunque menos “seguro”, también en Perú ha

comenzado a ofertarse la compra y venta de semen masculino (Redacción de

Perú.com, 2013).

3.3 Diferencias conceptuales entre sexo y género

A pesar de la devaluación del término género y la confusión epistemológica que genera su

uso, sí es posible su utilización estrictamente técnica en el campo de las ciencias sociales, la

siquiatría, el ámbito educativo y de desarrollo. Esto exige necesariamente distinguir los

conceptos de sexo y género y comprender su posibilidad de una relación complementaria, y

sólo conflictiva en reducidos casos de disfuncionalidad.

Así, el sexo se refiere a la dimensión biológica o natural-objetiva que le viene dada a la

persona (y que incluye al sexo genético o cromosómico, gonadal, fenotípico, así como las

bases neuronales). La dimensión subjetiva o componente sociocultural del entendimiento de

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la sexualidad, que incluye la influencia de la familia la cultura, la sociedad y que podría

denominarse “género”.

La teóloga Jutta Burggraf fue una de las pioneras en realizar un esfuerzo intelectual por

conceptualizar el género de manera inequívoca2: “evoca los papeles desempeñados por los

individuos en la sociedad en el curso de la historia; son resultado de la interacción entre la

cultura y la naturaleza”. (Burggraf, 2006: 517) Aportó además una visión integradora entre

sexo y cultura, al explicar el proceso de formación y reafirmación de la identidad sexual-

personal.

Una persona adquiere progresivamente durante la infancia y la adolescencia la

consciencia de ser ‘ella misma’. Descubre su identidad y, dentro de ella, cada vez más

hondamente, la dimensión sexual de su propio ser. Adquiere gradualmente una identidad

sexual (dándose cuenta de los factores biopsíquicos del propio sexo y de la diferencia

respecto del otro sexo) y una identidad genérica (descubriendo los factores psicosociales

y culturales del papel que varones y mujeres desempeñan en la sociedad). En un correcto

y armónico proceso de integración, ambas dimensiones se corresponden y se

complementan. (Burggraf, 2006: 520)

Si se entiende el género como la categoría de análisis social (y por tanto variable según el

contexto histórico y cultural) que reúne los rasgos sociales y culturales que una determinada

sociedad imprime y ofrece como expectativas y actitudes a varones y mujeres; entonces el

género abarca aquellos factores que operan desde el ambiente, que a su vez pueden moldear

la sicología individual. Son factores externos a la persona, que no brotan de su interioridad,

2
El documento original se publicó en 1998

15
pero que definitivamente sí influyen en la autoconciencia de la propia identidad sexual como

varón o mujer.

Como síntesis podría afirmarse que es la personalidad y la libertad de cada quien, la que

tamiza la influencia del ambiente, y la huella de su propia biología, para construir y reafirmar

una autoimagen de su ser varón o ser mujer, tal como se muestra en el siguiente esquema.

Sexo y género no son lo mismo, no es conveniente usarlo como sinónimos, pero tampoco

como contrapuestos antagónicos, aunque sí complementarios. El género no está desligado

del sexo ni es superior a él. La huella de la naturaleza (o biología) es mucho más profunda y

trascendente que las inevitables influencias del ambiente y la cultura circundante.

El sexo siempre hace referencia a la naturaleza biológica de la identidad sexual, que la define

casi por completo, pues lo biológico nos trasciende totalmente en un cuerpo personal

sexuado, en un cuerpo que somos, y no en un cuerpo que “tenemos” como un traje artificial.

Sin embargo, el ser humano, justamente porque se desarrolla con biografías y circunstancias

16
históricas y culturales particulares, y por su inherente libertad, es capaz de expresar esa

identidad de manera diversa.

Mientras que el sexo sería un dato biológico recibido, el género remitiría al factor

cultural y cambiante, característico de la persona humana que naciendo inerme y poco

concluida, desarrolla su naturaleza dentro de una cultura y de un modelo social, gracias

a un entorno educacional y sobre todo, a su libertad (Viladrich & Castilla de Córtazar,

2018: 230)

La Iglesia Católica también se ha pronunciado respecto al género, advirtiendo en repetidas

ocasiones los riesgos reduccionistas de la ideología de género, y más recientemente para

esclarecer la relación entre sexo y género: “No hay que ignorar que el sexo biológico (sex) y

el papel sociocultural del sexo (gender) se pueden distinguir, pero no separar” (Amoris

Laetitia, n° 56)

Desde el campo siquiátrico, Nicolosi y Ames (2009) añaden que el género es “la percepción

que tenemos de la masculinidad o feminidad, no es simplemente un constructo social

arbitrario. Es, más bien, una forma básica y esencial en la que los humanos participamos en

sociedad y nos expresamos en el mundo real” (Nicolosi & Ames, 2009, 79).

Sucede –aunque con poca frecuencia y no por causas biológicas–que las personas sufren una

disrupción en su identidad, y desde su autoconciencia, creen que nacieron en el cuerpo

equivocado, porque se identifican con otro género. Esta incongruencia se acompaña con

“angustia y discapacidad clínica”. Experimentan lo que en siquiatría se conoce como

“disforia de género” (Mayer & McHugh, 2016: 86), un trastorno co-mórbido de alta

17
complejidad sobre el que no se puede informar con ligereza desde los medios de

comunicación.

El célebre psiquiatra John Monney fue el primero en utilizar el término género en un artículo

de investigación y el responsable de crear la insalvable escisión entre identidad sexual e

identidad de género en el campo médico. En sus experimentos con niños y niñas

interesexuales (antes llamados hermafrotidas) defendía que:

La identidad de género, al menos en esos niños, era plástico y podía construirse. En su

opinión, hacer que un niño o niña se identificara con un género solo requería construirle

los genitales típicos de un sexo y crearle un entorno adecuado para ese sexo en particular.

(Mayer & McHugh, 2016: 91)

Sin embargo, el tiempo demostró cruelmente, cómo muchos de esos niños (entre ellos Bruce

y Brian Reimer) sufrieron terribles daños sicológicos cuando se les impuso una identidad de

género arbitraria, que no se correspondía con su sexo biológico. Tal como lo cuenta el

periodista Colapinto, el convencimiento de Monney de su poder de transgredir la naturaleza

sexual, lo llevó a recurrir a la cirugía plástica, la aplicación de hormonas, la adecuación de

un ambiente social conforme al género elegido, e incluso el sometimiento de los niños Reimer

a verdaderas torturas sicológicas, a fin de reconducir su identidad. (Colapinto, 2000)

Tal como testificó para Colapinto, David Reimer (el niño que fue criado como niña); quien

se quitaría la vida en 2004, unos años después de su hermano gemelo:

Fue un lavado de cerebro…Daría cualquier cosa porque un hipnotizador lograra borrar

todos los recuerdos de mi pasado. Es una tortura que no soporto. Lo que me hicieron en

18
el cuerpo no es tan grave como lo que aquello provocó en mi mente (Burkeman &

Youngue, 2004).

A pesar del evidente fracaso, el “hallazgo médico” de Monney, (la independencia entre el

sexo y el género, entre la identidad de género y la identidad sexual), invadió también el campo

social, político, y por supuesto ha impregnado la cultura de nuestros días, al punto de creer

que la identidad (de género) puede elegirse según múltiples opciones; y que tiene poca o nula

vinculación con el sexo biológico.

En el ámbito del desarrollo, la declaración de los objetivos de desarrollo del milenio (ONU,

2000), propició que las agencias cooperantes y ong’s fijaran su atención en la necesidad de

combatir la desigualdad de oportunidades educativas, laborales y políticas para las mujeres

y las niñas. Bajo esta perspectiva de favorecer el empoderamiento femenino, se consolidó

también en el campo educativo y de desarrollo (Huarcaya, 2012) la equidad de género,

término que suele usarse como equivalente a “igualdad de género”, aunque este último puede

resultar más manipulable pues podría interpretarse como una negación de las diferencias

entre los sexos.

Desde el campo de la sociología se ha adoptado el término género con bastante consenso,

para caracterizar las relaciones entre varones y mujeres, cuyas notas distintivas no son

consecuencia de un mandato biológico. El concepto de género es un concepto relacional,

referido a la organización social de las diferencias sexuales (Scott, 1986)

Así la igualdad de género (gender equality) mide las diferencias de los logros alcanzados por

varones y mujeres en diferentes dominios, y es un ámbito fácilmente cuantificable. Uno de

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los instrumentos más conocidos para medir la igualdad de género es el Gender Development

Index (GDI):

El GDI mide las brechas de género en los logros de desarrollo humano, considerando las

disparidades entre mujeres y varones en tres dimensiones básicas del desarrollo humano

–salud, conocimiento y estándar de vida–usando como indicadores los mismos

componentes del IDH (índice de desarrollo humano). El GDI es la ratio de los IDH

calculado separadamente para mujeres y varones, usando la misma metodología que en

el IDH. Este es una medida directa de la brecha de género que muestra el IDH femenino

como un porcentaje del IDH masculino. (Human Development Reports, 2018)

A diferencia de la igualdad de género, la equidad de género (gender equity) se refiere a “la

percepción de justicia y oportunidad, antes que a la estricta igualdad de los resultados”

(McDonald, 2013, p.983). Esta última es básicamente subjetiva, capta las nociones de

justicia, se refiere más a las actitudes y creencias y resulta más compleja y difusa de medir.

Para hacer un acercamiento de la equidad de género, se utilizan encuestas como el World

Value Survey (WVS) que contiene preguntas relacionadas como: ¿Cuándo el trabajo está

escaso, los hombres deberían tener un mayor derecho al trabajo que las mujeres? (Arpino,

Esping-Andersonm, & Léa, 2015)

En la WVS se hacen también otras preguntas relacionadas a las expectativas de las sociedades

sobre los roles que deben desempeñar varones y mujeres y que suelen usarse por los

investigadores de las ciencias sociales para medir la equidad de género: ¿Si una mujer gana

más dinero que su esposo, esto casi seguro puede causar problemas?, ¿En conjunto, los

varones se desempeñan mejor como ejecutivos de negocios que las mujeres? (Inglehart, y

otros, 2014)

20
La equidad de género no se traduce en el contexto social en una igualdad absoluta entre

varones y mujeres. McDonald (2013) cita el caso de Holanda, donde las mujeres-madres

suelen preferir trabajos de tiempo parcial, y esa opción no involucra una percepción de

injusticia o falta de consideración. Apunta, además, que no sólo los individuos en sus

decisiones personales, alientan la equidad de género, sino también las instituciones

orientadas socialmente a la familia. Y así a diferencia de otros países desarrollados, en

Holanda, las empresas procuran que los trabajos de tiempo parcial tengan una proyección de

carrera, además de beneficios laborales.

A nivel social, y especialmente en el caso peruano, hacen falta muchos esfuerzos personales

y colectivos para promover la equidad de género:

Urge la erradicación de la violencia doméstica y sexual, la revalorización de las

diferencias y la complementariedad sexual. La esfera pública y la vida privada requieren

que se reconozcan los aportes diferenciales de padres y madres, que se revalorice el trabajo

doméstico y se empodere a la familia como el más importante ámbito de humanización.

En síntesis, que se promueva una cultura de respeto absoluto a la dignidad humana, por

encima de cualquier diferencia. (Huarcaya, 2017).

3.4 Diferencias entre ideología y equidad de género

La equidad de género, además de las percepciones sobre la igualdad de oportunidades y

justica entre varones y mujeres, puede entenderse también como enfoque de desarrollo

humano que:

Promueve la igualdad de derechos y oportunidades. Esto se manifiesta cuando se respetan

sus derechos fundamentales, cuando ambos tienen las mimas condiciones para contribuir

21
y beneficiarse del desarrollo económico, social, cultural. Se respetan sus diferencias

naturales y la sociedad aprecia por igual los roles que ambos cumplen. (Huarcaya, 2012:

56)

Desde el departamento de proyectos de la Universidad de Piura y en coordinación con el

Instituto de Ciencias para la Familia se han ejecutado (2009-2017) nueve proyectos de

desarrollo humano que han integrado el enfoque de equidad de género y han promovido

diversas capacitaciones y acciones destinadas a: fortalecer la autoestima de mujeres y niñas,

promover la participación política y ciudadana de las mujeres, inclusión de las mujeres en las

cadenas productivas, empoderamiento de la mujer en la toma de decisiones, incremento de

su liderazgo social y doméstico, reducción de la violencia familiar, etcétera.

Si bien las actividades de los proyectos estuvieron dirigidas especialmente a mujeres, por ser

un condicionante de la cooperación internacional, siempre hubo un reconocimiento explícito

en los talleres, de la igualdad en dignidad y derechos entre varones y mujeres, el valor de la

complementariedad, la importancia de la figura paterna en el hogar y en la crianza de los

hijos. Muchas actividades estuvieron dirigidas también a facilitar el acceso a la educación y

el mercado productivo de los jefes de familia.

La equidad de género, no propone un desconocimiento o transgresión de las bases naturales

que aporta la biología en la reafirmación de la identidad sexual. Hace compatible la igualdad

–en valor, en dignidad, en derechos y oportunidades- entre varones y mujeres; con sus

innegables y enriquecedoras diferencias. La equidad de género aprecia la complementariedad

sexual y la corresponsabilidad de varones y mujeres tanto en el ámbito público del trabajo

remunerado, la economía y la política- y en general cualquier aspecto de la vida social; así

22
como el trabajo colaborativo y la ayuda mutua de los sexos, en el ámbito privado (el hogar,

el matrimonio y la familia).

La ideologización del género, vinculada a un enfoque neo marxista de la historia y de las

relaciones humanas, ha encontrado lugar fundamentalmente gracias al activismo político en

estancias internacionales como los organismos de las Naciones Unidas, especialmente el

Fondo de Población, la OMS y Unicef. Sin embargo, es muy relevante conocer que la única

definición de género de carácter vinculante en los documentos jurídicos internacionales

(Navarro, 2018), es la definición aprobada en el Estatuto de Roma de la Corte Penal

Internacional de 1998: “se entenderá que el término “género” se refiere a los dos sexos,

masculino y femenino, en el contexto de la sociedad. El término “género” no tendrá más

acepción que la que antecede” (Organización de las Naciones Unidas, 2002). Existen otros

tratados europeos que ofrecen una definición de género más ambigua, pero Perú no los ha

suscrito.

3.5 Observaciones al tratamiento de los temas en los medios de comunicación

 Los medios de comunicación nacional, especialmente los diarios (en su versión

digital e impresa), así como los noticieros radio-televisivos, suelen copiar los reportes

que llegan desde las agencias de cable, sin interpretar ni cuestionar su contenido. La

postura acrítica no significa necesariamente neutralidad o imparcialidad informativa

como sentenciaba Chesterton: “La imparcialidad es un pomposo nombre para la

indiferencia, el cual es un elegante nombre para la ignorancia” (Agejas, 2008: 163)

 No se advierte ni se discuten las contradicciones éticas o los riesgos morales de las

historias y casos expuestos. Tampoco se solicitan opiniones de académicos que

23
podrían aportar al debate ético o expresar una postura contraria. Un reciente reportaje

sobre la historia de las técnicas de reproducción asistida en nuestro país (“Padre

probeta”) reseñaba la biografía del doctor pionero en su aplicación, pero

extrañamente justifica las controversias éticas como “cuestionamientos básicamente

de índole religioso”, desconociendo que la defensa de la vida del concebido, así como

de la dignidad humana es un asunto de ley natural y de derechos humanos. (Nuñez,

2018)

 Se aprecia un uso inclusivo de los términos creados por los ideólogos del género, y

que no necesariamente gozan de consenso académico ni social y que degeneran en

una manipulación del lenguaje. Por ejemplo: homofobia (un supuesto odio a los

homosexuales), transfobia (un supuesto odio a los transexuales y transgéneros),

crímenes odio (aún sin legislarse y definirse), violencia de género (un supuesto odio

hacia las mujeres o hacia los múltiples géneros, nunca hacia los varones), cismujeres

(para referirse a las mujeres biológicas), cisvarones (para referirse a los varones de

nacimiento), etcétera.

 En general se aprecia una postura favorable a los reclamos de la agenda ideológica.

En el caso de Perú, y de acuerdo a cómo se desenvuelve la coyuntura se ha podido

apreciar un apoyo abierto hacia los líderes y funcionarios que apostaban por la

inclusión del “enfoque de género” en el currículo educativo – en contraparte- con la

negación de la ideología de género, o la estigmatización de los colectivos civiles que

luchan contra esta, como el caso de “Con mis hijos no te metas”, a quienes se les

suele etiquetar como “fundamentalistas” o “religiosos”.


24
 En su momento se apreció también una amplia cobertura en debates y columnas de

opinión hacia quienes estaban a favor de la unión civil entre personas del mismo sexo

o incluso del “matrimonio gay”, en detrimento del espacio informativo para recoger

opiniones de quienes sostenían una posición contraria.

 En el ámbito de redes sociales se aprecia una importante repercusión de hashtags

importados y relacionados a la idg: #loveislove, #lovewings, y el reciente #metoo que

degeneró en la tendencia peruana #perupaisdevioladores.

4. Conclusiones y recomendaciones para comunicadores y líderes de opinión

En una época denominada por la post verdad, el dominio de las opiniones sobre los

hechos y el impacto de los “influencers” sobre la reflexión profunda, se hace cada vez

más evidente la urgente necesidad de que los comunicadores reciban una sólida

formación humanística para afinar su mirada crítica, y sobre todo para formarse en una

visión antropológica integral de la persona humana.

Visto el panorama genérico de la infiltración ideológica en los medios de comunicación,

se enumeran las siguientes recomendaciones:

-Profundizar en el estudio de las ciencias humanísticas, pues nos acercan a una

comprensión profunda del ser humano y a una visión fidedigna de su naturaleza. Solo

desde esta perspectiva es posible entender el aporte de la naturaleza y de la cultura en la

identidad personal sin caer en contradicciones ni reduccionismos.

25
-Practicar la tolerancia y la veracidad: Frente a las personas que experimentan alguna

“disforia de género”, “confusión de género” o “herida profunda de género” -como

describen Nicolosi y Ames (2009) al referirse a las personas con atracción homosexual-

siempre cabe la tolerancia y la compasión. La empatía para entender el sufrimiento del

otro y su necesidad de reconocimiento no está reñida con la defensa de la verdad. Siempre

será exigible y pertinente la defensa de la inalienable dignidad del ser humano más allá

de sus diferencias.

Esto exige un tratamiento respetuoso en las noticias que incluyen a personas a con

diversas identidades de género, a las que no les puede designar reductivamente como

“gays, homosexuales, lesbianas, transexuales”. Se tendría que hacer un esfuerzo por

denominarlas de una manera más rigurosa: “Personas con atracción hacia el mismo sexo,

personas con sentimientos homosexuales, personas con identidad transgénero”, etcétera.

-Cuestionar siempre las apariencias: Es innegable la existencia de casos que desafían los

límites naturales de la sexualidad humana como se ha explicado anteriormente. La apariencia

de realidad (como la del hombre embarazado) puede ser confusa e inclusa engañosa. Por lo

tanto, un comunicador tiene la obligación deontológica de cuestionar, aclarar, aportar una

crítica, antes de simplemente difundir una información.

-Dar espacio a voces disonantes del discurso “políticamente correcto”: Los debates

relacionados a la agenda política de la ideología de género no pueden estar monopolizados

por quienes tienen una postura favorable. Más bien se debe favorecer el equilibrio de

opiniones dando espacios a profesionales y colectivos civiles que tienen una postura

disonante y requieren de una oportunidad para expresarse.

26
-Evitar el uso de términos ambivalentes: Considerando la frecuente manipulación del

lenguaje que propone esta ideología, se sugiere ser muy rigurosos en el empleo de los

términos, buscar información en fuentes especializadas para aclarar conceptos e incluso

interrogar a los defensores de estos términos, sobre el sentido de estas palabras.

-Evitar la confrontación innecesaria con etiquetas descalificativas: La tensión cultural y

política que ha generado deliberadamente la idg no podrá superarse si constantemente se

denigra a los protagonistas de la polémica con etiquetas prejuiciosas como:

“fundamentalista”, “progre”, “pervertido”, “caviar”, “conservador”, entre otros. La cuestión

incluso se agrava si a la adhesión ideológica se le añade una adhesión política o religiosa,

buscando equivocadamente institucionalizar – y de paso deslegitimar – una postura o una

opinión personal, para convertirla en una “postura corporativa” o “postura de una iglesia”.

-Acceder a fuentes de información fiables: Los líderes de opinión deben conocer y

consultar constantemente revistas científicas y portales de instituciones académicas o de

prestigio que aborden los temas de la idg para tener una opinión informada y ayudar en su

labor de formadores de opinión.

En conclusión, los comunicadores se enfrentan a un panorama cultural complejo, y como

amantes de la verdad necesitan de más armas intelectuales para favorecer el

conocimiento y el entendimiento de estos temas. La idg es una abstracción

enrevesada, cuyos intereses políticos incluyen diversas áreas de acción: los ámbitos

educativo, legal, cultural, etc. Si se le trata como un único ente teórico, en

consecuencia, nos parecerá un enemigo invisible y sin rostro.

27
En cambio, si el conocimiento de la idg, nos ayuda a entender sus postulados y

pretensiones, los ciudadanos estarán en capacidad de adherirse a las causas que desean

defender según su propia axiología: la defensa de la vida frente al reclamo del

“derecho al aborto”, la defensa de la vida hasta su fin natural en oposición al reclamo

de la eutanasia, la defensa del derecho de los padres a educar la sexualidad de sus

hijos, frente a la intromisión del estado, etcétera.

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