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(conductas riesgosas)
Personalidad
Estado fisiológico
Ahora bien, al igual que en el modelo anterior, éste no está exento de problemas. Por
una parte, no está claro por qué la personalidad debería ser un marcador de condiciones físi-
cas subyacentes; por otra, saca nuevamente a luz la controversia sobre la heredabilidad de
los rasgos.
Psiconeuroinmunología
como disciplina integradora
Un modelo explicativo de la relación que se establece entre conducta y enfermedad propo-
ne una conexión entre la activación fisiológica del individuo y el funcionamiento del sistema
inmunitario. En los últimos años ha aumentado el interés por investigar en el campo de la
psiconeuroinmunología, disciplina que se encarga de estudiar las relaciones entre conducta,
cerebro y sistema inmune. Debido a que se propone como explicación de las relaciones entre
psicología y salud, nos parece adecuado detenernos en este punto y analizar sus aportacio-
nes al estudio de la relación entre el comportamiento humano y la salud.
En función de las células que participan en esta última forma de defensa pueden dis-
tinguirse dos tipos de respuesta inmunitaria específica:
a) Inmunidad humoral mediada por moléculas específicas para el antígeno, los llamados
anticuerpos, producidos, a veces, lejos del lugar donde actúan, los cuales intervienen,
por ejemplo, combinándose directamente con toxinas bacterianas y neutralizándolas,
recubriendo a las bacterias y promoviendo su fagocitosis, etcétera.
b) Inmunidad celular mediada por células que, específicamente sensibilizadas, se acumu-
lan en el tejido implicado en la reacción y liberan a nivel local mediadores farmacoló-
gicamente activos.
La inmunidad innata o inespecífica está constituida por las llamadas barreras naturales:
la piel, la conjuntiva de los ojos y las membranas mucosas que tapizan los tractos respirato-
rio, digestivo y genitourinario. Cada una de estas superficies mantiene la esterilidad de los
tejidos que recubren mediante diferentes mecanismos de tal manera que, para que se pro-
duzca una infección, los microorganismos deben atravesar esta barrera.
La piel está lubricada y humidificada por la secreción de las glándulas sudoríparas y
sebáceas las cuales contienen ácidos grasos que inhiben el crecimiento bacteriano. Esta barre-
ra sólo es superada en caso de quemaduras, cortes o heridas. Los microorganismos que atra-
viesan la piel encuentran por debajo de ella otras poderosas defensas que pierden su efica-
cia en el momento en que se produce agresión o abrasión de los tejidos. Este tipo de
agresión interfiere en la circulación vascular y linfática local y produce, por ejemplo, las lla-
madas úlceras de decúbito comunes en los pacientes obligados a permanecer durante estan-
cias prolongadas en cama. En estos casos, microorganismos normalmente inofensivos son
capaces de producir infecciones.
Las membranas mucosas de la boca, faringe, esófago y tracto urinario inferior están cons-
tituidas por varias capas de células epiteliales, a diferencia de las que recubren el tracto res-
piratorio inferior, el tracto gastrointestinal y el tracto urinario superior que están formadas por
una delgada capa de células epiteliales con funciones especializadas. Muchas membranas
mucosas están protegidas por una capa de moco que desarrolla una función protectora.
El moco es una estructura de tipo gelatinoso constituida por subunidades de glucopro-
teínas que atrapan las partículas y les impide que se acerquen a la membrana mucosa. Por
sus características, es fácilmente desplazado por los cilios del epitelio hacia el exterior, lo cual
lo señala como una formidable fuente de limpieza de las mucosas.