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que impugna radicalmente la propia noción

de autoría).
Aunque ser de un cierto género no implica que se desee de
una cierta manera, existe no obstante un deseo que es constitutivo
del género mismo y, como consecuencia, no se puede separar
de una manera rápida o fácil la vida del género de la vida
del deseo. ¿Qué es lo que quiere el género? Hablar de esta manera
puede parecernos extraño, pero resulta menos raro cuando
nos damos cuenta de que las normas sociales que constituyen
nuestra existencia conllevan deseos que no se originan en
nuestra individualidad. Esta cuestión se torna más compleja
debido a que la viabilidad de nuestra individualidad depende
fundamentalmente de estas normas sociales.
La tradición hegeliana enlaza el deseo con el reconocimiento:
afirma que el deseo es siempre un deseo de reconocimiento y
que cualquiera de nosotros se constituye como ser social viable
únicamente a través de la experiencia del reconocimiento. Dicha
visión tiene su atractivo y su verdad, pero también descuida un
par de puntos importantes. Los términos que nos permiten ser
reconocidos como humanos son articulados socialmente y son

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