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DICIEMBRE

EVANGELIOS DOMINICALES Y CELEBRACIONES DE IGLESIA

Familia, vive la Palabra de Dios


Domingo 03.12.2023

La Palabra (Extracto de Mc 13, 33-37)

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan.


Comenzó a sentir miedo y angustia, y les dijo: “Me muero de tristeza.
Quédense aquí y velen.”
Y avanzando un poco más, se postró en tierra y suplicaba que, si era
posible, no tuviera que pasar por aquel momento. Decía: “¡Abba, Padre!
Todo te es posible. Aparta de mí este cáliz de amargura. Pero no se haga
como yo quiero, sino como quieres tú.”
Regresó y los encontró dormidos. Y dijo a Pedro: “Simón, ¿duermes? ¿No
has podido velar ni siquiera una hora? Velen y oren para que puedan
hacer frente a la prueba, pues el espíritu está bien dispuesto, pero la carne es débil.”

Una reflexión para la vida de familia

Una de las imágenes más claras de la dimensión humana del Verbo encarnado, nos
presenta Marcos en su evangelio, al traernos a la memoria este pasaje de la vida de Jesús
que estaba pronto a su fin.

Se había retirado con Pedro, Santiago y Juan, algo que era muy normal para Él, a fin de
hacer oración. Por lo mismo dejó a sus acompañantes en el lugar para alejarse un tanto
y cumplir su objetivo diciéndoles: “Me muero de tristeza. Quédense aquí y velen.” Algo
muy poco corriente en Jesús que no mostraba exteriormente lo que bullía en su interior
y eso debe haber producido un impacto en sus discípulos que sólo veían al Maestro y su
fortaleza, lo que tenían muy claramente asumido al acompañarlo en su peregrinar.

En esta ocasión, Jesús, no esconde sus sentimientos, exteriorizando su estado de ánimo,


mientras le pide a los suyos que le acompañen, velando su retiro. Éstos que tenían las
mejores intenciones de cumplir el pedido de su Maestro, se vieron sorprendidos por el
cansancio, el silencio y la oscuridad, cediendo ante el sueño que cerró sus parpados.

Mientras tanto, Jesús dialogaba con su Padre eterno y le presentaba las inquietudes de
su humano corazón. Decía: “¡Abba, Padre! Todo te es posible. Aparta de mí este cáliz de
amargura.” Era el ruego de un ser humano, tal como cuando nos sentimos sobrepasados
por la adversidad y acudimos a Dios pidiendo ser liberados de un mal. La diferencia radica
en el trato deferente de Jesús con su Padre: “¡Abba!”. Esto, en el idioma arameo que Jesús
hablaba, era un trato íntimo que denotaba amor, seguridad y confianza, similar a nuestra
expresión “papito”. Lo que queda demostrado en el reconocimiento que hace de su poder
y el acatamiento que asume de su santa
voluntad.

¡Qué gran ejemplo! Para nosotros que no sabemos


cómo acercarnos a Dios y lo hacemos de forma
mecánica desenrollando nuestro pliego de
peticiones “para que” Él haga lo que queremos.
Sus discípulos, vencidos por el sueño, no le
acompañaban ni velaban su retiro como era su

La Palabra en mi Vida
Diciembre 2023
deseo, por eso el Señor acercándose toca a Pedro y le
dice: “Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar ni siquiera
una hora?”

Eso era totalmente cierto, pues ya lo hemos dicho en


otras ocasiones, la oración de Jesús no consistía sólo en
pequeños momentos, sino que cuando se retiraba era
por horas, incluso la noche entera. Por eso le recuerda
que no había sido capaz de hacerlo una hora,
anunciándole de paso la necesidad que tenían de
hacerlo antes de la prueba por la que habrían de pasar: “Velen y oren para que puedan
hacer frente a la prueba, pues el espíritu está bien dispuesto, pero la carne es débil.”

Es un presagio de lo que le ocurrirá al mismo Pedro que, llegado el momento, no tendrá


escrúpulos para negar ser un seguidor de Jesús, llegando a aseverar que no le conocía; y
no lo hará un vez, sino tres veces.

Cuando Jesús nos enseña a orar nos pide, antes de todo hacer un reconocimiento de la
paternidad de Dios, poniéndonos en el lugar que nos corresponde y concluye su enseñanza
instándonos a pedir explícitamente a nuestro Padre: “no nos dejes caer en la tentación;
líbranos Señor de todo mal”. Esto lo hace porque está cierto que nuestra debilidad, por el
alejamiento de Él, nos deja expuestos a caer con mucha facilidad, pues, aunque el espíritu
quisiera no incurrir en dicho error, la carne nos arrastra y caemos. Sus palabras lo
ratifican: “El espíritu está bien dispuesto, pero la carne es débil.”

Hoy, cuando somos bombardeados por un marketing implacable y las redes de


comunicaciones están plagadas de ofertas de todo tipo al alcance de un “clic”, resultamos
ser un terreno abonado y fértil para que la más ínfima semilla del mal, eche raíces en
nuestra tierra y pueda crecer sin control la maleza ponzoñosa. Ante ello está el consejo
de Jesús que nos repite una y otra vez: “Velen y oren para que puedan hacer frente a la
prueba.”

Ello significa, estén alertas, no dejen de orar en todo momento, pues donde abunda el
mal, mucho más abunda la gracia, con la salvedad que ésta no se impone por la fuerza y
espera la disposición de nuestra naturaleza para actuar y mostrarnos todo su poder. Ya
lo decía el gran Santo Tomás de Aquino: “La gracia supone la naturaleza”. Si nuestra
naturaleza no está disponible, estamos inhibiendo la acción de la gracia.

Entonces no debemos estar temerosos ante la tentación, muy por el contrario, pues si
estamos conscientes de nuestra debilidad apliquemos la enseñanza de Jesús que, San
Benito puso en la regla que regía el comportamiento de su comunidad: “ora et labora”.
Vale decir: “reza y trabaja”, pues así Dios estará siempre presente en tu vida y toda tu
acción será fecunda, porque para Dios nada es imposible y su gracia operará maravillas
en nosotros, como lo expresaba nuestra Madre: “...porque ha hecho maravillas el mí el
Poderoso…”

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿Qué sentimientos me provoca saber que Jesús era capaz de sentir tristeza?
¿Hay alguna otra actitud de su vida que nos conmueva? ¿Cuál?
¿Sentimos al orar que nuestra oración está conforme a lo que Dios espera?
¿Hay algo que debo modificar en mi manera de orar, pero me cuesta hacerlo?

Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.

La Palabra en mi Vida
Diciembre 2023
Familia, vive la Palabra de Dios
Viernes 08.12.2023

La Palabra (Extracto de Lc 1, 26-38)

Al sexto mes, envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada
Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la
descendencia de David; el nombre de la virgen era María. El ángel entró
donde estaba María y le dijo: “Dios te salve, llena de gracia, el Señor está
contigo.” Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba
qué significaba tal saludo. El ángel le dijo: “No temas María, pues Dios te
ha concedido su favor. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás
por nombre Jesús. Él será grande, será llamado hijo del Altísimo; el Señor
Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la descendencia de
Jacob por siempre y su reino no tendrá fin.”
María dijo al ángel: “¿Cómo será esto, pues no tengo relaciones con ningún hombre? El
ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con
su sombra, por eso, el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios. Mira, tu pariente
Isabel también ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que todos
tenían por estéril; porque para Dios nada es imposible.”
María dijo: “Aquí está la esclava del Señor, que me suceda como tú dices.”
Y el ángel la dejó.

Una reflexión para la vida de familia

Una vez más nos encontramos con el relato de San Lucas acerca del momento sublime
de la encarnación del Hijo de Dios en las purísimas entrañas de la virgen María y cada
vez que lo hacemos podemos contemplar no sólo la aparición de un ser celestial, como el
ángel que se hace presente en la vida de un mortal, sino la sencillez y humildad de dicho
mortal, engrandecido por Dios al extremo de llamarla “llena de gracia” que es el saludo
que el ángel le tributa.

Ciertamente María era la llena de gracia, vale decir, llena de la acción fecunda de Dios,
quien la había elegido para ser la puerta de entrada para que su Hijo amado ingresara en
el mundo, asumiendo la naturaleza humana.

Esto María lo ignoraba razón por la cual el saludo que aquel personaje celestial le dirigía
la llenó de confusión, pues en su sencillez no se sentía
acreedora a ser mencionada de dicha manera, ni a ser
merecedora de tal saludo: “Salve, llena de gracia, el
Señor está contigo.”

Pero el ángel calmó su inquietud, diciéndole: “No temas


María, pues Dios te ha concedido su favor.” Ello
significaba que era privilegiada del Señor Dios, pues si
le enviaba un emisario era porque quería hacerla
partícipe de algo que estaba en su plan divino. Con
humildad y recogimiento quedó atenta para enterarse
del mensaje del que el ángel era portador. El ángel
entonces comenzó a darle a conocer el plan de Dios:
“Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por
nombre Jesús.” Esto despertó una nueva inquietud en
su corazón, pues no estaba casada, sólo
comprometida, por lo que no se imaginaba como
podría ser eso, pero no replicó.

La Palabra en mi Vida
Diciembre 2023
El ángel, por su parte, continuó dándole a conocer lo que
estaba establecido por Dios en relación con ese hijo que
aún no concebía: “Él será grande, será llamado hijo del
Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
reinará sobre la descendencia de Jacob por siempre y su
reino no tendrá fin.” Una vez más estaba a prueba su
docilidad frente a su Dios, pues en su humildad, no cabía
en su imaginación pudiera ser la madre de un rey.

Por eso su respuesta fue una interrogante: “¿Cómo será


esto, pues no tengo relaciones con ningún hombre?” La
respuesta del ángel calmó toda su inquietud y su alma
se abrió para acoger la voluntad de su Dios y Señor: “El
Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra, por eso, el que va a nacer será
santo y se llamará Hijo de Dios.” Desde ese momento ya
su alma no experimentó ninguna inquietud e incertidumbre. No obstante, el enviado de
Dios fue más explícito entregándole una prueba fidedigna de cuan cierto era lo que le
había comunicado, diciéndole: “Mira, tu pariente Isabel también ha concebido un hijo en
su vejez, y ya está de seis meses la que todos tenían por estéril; porque para Dios nada es
imposible.”

Ya nada podría inquietarla, pues estaba cierta de estar en las manos de su Dios y Señor
a quien amaba sin condiciones, por ello sus labios pronunciaron el sí de su consentimiento
al decir: “Aquí está la esclava del Señor, que me suceda como tú dices.”

¡Qué gran prueba de amor! Pone todo su ser a disposición del Dios eterno, sin ningún tipo
de condiciones, sin especular con cavilaciones del por qué o el cómo, sólo haciéndose
instrumento dócil en las manos de su Señor. No se anula a sí misma, sino superpone a
sus propios proyectos la voluntad de su Dios, acogiendo con todo su corazón, toda su
alma, toda su mente, todas su fuerzas y capacidad de obrar, el proyecto que el Altísimo
tenía para la humanidad.

Al reflexionar sobre el misterio de la encarnación, nos queda meridianamente claro cuál


ha de ser nuestro comportamiento si lo que anhelamos es estar en sintonía con el querer
de Dios asumiendo su santa voluntad. Cierto es también que no tenemos un ángel que se
nos presente para hablarnos directamente, pero Dios, para el que nada es imposible, nos
habla de diversas maneras, como nos lo recordaba Jesús, cuando nos recriminaba porque
podíamos ser expertos para pronosticar el tiempo y no veíamos las señales que se nos
dan para que podamos descubrir la voluntad de Dios.

Por la enseñanza de la fe sabemos del bien y del mal, pero no siempre hacemos el bien.
Por la doctrina de Jesús sabemos lo que Dios quiere y no lo asumimos. El ejemplo de
nuestra madre nos insta a actuar con fidelidad.

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿Qué lugar ocupa Dios en nuestra vida? ¿Por qué lo consideramos así?
¿Cómo interpretamos las enfermedades? ¿Cómo amor o corrección de Dios?
¿Qué rescatamos de la actitud de María frente a la voluntad de Dios?
¿Estoy dispuesto a dejar de lado mis intereses si Dios me pide otra cosa?

Diácono Ronal Salvo Olave.

La Palabra en mi Vida
Diciembre 2023
Familia, vive la Palabra de Dios
Domingo 10.12.2023

La Palabra (Extracto de Mc 1, 1-8)

Comienzo de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Según está


escrito en el profeta Isaías: “Mira, envío mi mensajero delante de ti, el
cual preparará tu camino. Voz del que grita en el desierto: ¡Preparen el
camino al Señor; nivelen sus senderos!”
Apareció Juan el Bautista en el desierto, predicando un bautismo de
conversión para el perdón de los pecados. Toda la región de Judea y todos
los habitantes de Jerusalén acudían a él y, después de reconocer sus
pecados, Juan los bautizaba en el río Jordán.
Juan iba vestido con pelo de camello, llevaba una correa de cuero a su
cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Esto era lo que predicaba:
“Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante Él
para desatar la correa de sus sandalias. Yo los bautizo con agua, pero Él los bautizará
con el Espíritu Santo.”

Una reflexión para la vida de familia

Nos dice San Marcos en su evangelio que la buena noticia que representaba la venida de
Jesús correspondía a lo anunciado con mucha antelación en la voz del profeta Isaías,
reafirmado por el profeta Malaquías que nos habla del mensajero enviado por Dios que
irá delante de su Mesías.

La voz de los profetas, la tenía clara el pueblo de Israel que esperaba al Mesías liberador,
pero su interpretación era más libre, pues al estar sometidos al imperio romano,
esperaban ser liberados por el Mesías prometido del yugo que representaba un gobierno
extranjero. Nadie pensaba en la vida interior.

En este contexto aparece Juan que era un asceta que vivía en el desierto en donde
experimentó el llamado de Dios para anunciar el cumplimiento de la promesa, la llegada
del Mesías anunciado por los profetas y dada la radicalidad de su formación, exigía, a
quienes le escuchaban y estaban dispuestos a asumir sus recomendaciones, un cambio
radical en su manera de vivir. Pedía, no, una renuncia formal y externa, sino un cambio
real, en cuyo caso los bautizaba sumergiéndoles en el agua del río Jordán. De esta manera
la región de Judea, que era el lugar de su predicación y
los habitantes de Jerusalén que acudían a él, fueron
bautizados. Muchos judíos de todos los niveles sociales
recibieron de él el bautismo. Reconocían sus pecados,
invocando el perdón de Dios, el que recibían
públicamente por el gesto de ser sumergidos en las
aguas del río.

La descripción que nos hace Marcos de su manera de


vestir corresponde a la de los ermitaños que utilizaban
lo imprescindible sin dejar espacios para lo superfluo o
de acuerdo con la usanza de la mayoría. Su alimentación
era frugal y no se permitían comodidades. Su gran
ocupación era la vida interior, el estudio de las
Escrituras y la contemplación. Por eso, cuando Juan
comienza su predicación hace tanto hincapié en
enderezar los caminos y allanar los senderos que
correspondían al estilo de vida imperante.

La Palabra en mi Vida
Diciembre 2023
No se arroga la misión del Mesías
anunciado, presentándose como indigno
siquiera de servirle. Decía a la gente:
“Detrás de mí viene el que es más fuerte
que yo. Yo no soy digno ni de postrarme
ante Él para desatar la correa de sus
sandalias. Yo los bautizo con agua, pero
Él los bautizará con el Espíritu Santo.”

La sencillez y humildad de Juan contrasta


con nuestra propia forma de anunciar a
Cristo a aquellos que no le conocen o se han apartado de Él. Por lo mismo es conveniente
y oportuno detenernos en la persona de Juan que, siendo cercano a Jesús, consciente,
libre y voluntariamente, pone una distancia sin apelar jamás a dicha cercanía, haciéndose
más pequeño que un inútil servidor.

Cuanta diferencia con lo que ocurre en nuestro entorno donde prima el compadrazgo, la
amistad o el compromiso social o político, a fin de obtener beneficios. Juan nos muestra
la otra cara, la del compromiso formal con el Dios que nos ha otorgado el ser y nos
sostiene en él; que respeta al otro ocupándose de su persona en un aspecto integral, no
sólo de formalidad externa, sino viendo y velando por su vida interior, donde radica el
primer valor de la persona humana. Ejemplo: “el que tiene dos capas que regale una”.
Por eso su llamado es a una conversión radical e integral, no sólo de palabras o signos
externos, sino al cambio de las estructuras íntimas del ser, lo que deja demostrado al
llamar al reconocimiento de los pecados para implorar el perdón de Dios; exigiendo gestos
que respalden lo que se ha expresado en palabras, antes de someterlos al baño bautismal.

Nosotros, que hemos sido bautizados y confirmados en la fe, comprometiéndonos con el


Señor, podemos constatar nuestra falta de coherencia con el sacramento recibido, lo que
podemos apreciar al auscultar nuestra propia vida. En dicho caso la vida de Juan Bautista
puede ser un buen acicate para, imitando sus virtudes, retomar nuestra promesa, siendo
fieles al Señor a quien le hemos dado nuestro sí.

Al igual que la Santísima Virgen María estuvo disponible absolutamente para hacer la
voluntad de Dios, Juan deja su lugar de retiro y se entrega a la misión que estima le ha
sido encomendada, transformándose en un predicador que anuncia la venida cercana del
Mesías prometido, sin pedir nada a cambio y entregándose por entero hasta dar la vida
realizando su objetivo.

La claridad de su llamado tuvo la virtud de volver muchos corazones al Dios verdadero,


denunciando sin tapujos las malas prácticas de quienes se sentían poseedores de la
verdad.

Imitemos el coraje de Juan, anunciando al mundo la presencia de Cristo.

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿Estamos atentos para escuchar el llamado que el Señor nos hace?
¿Siento que puede ser el estudio de la Palabra una ocasión para ser llamado?
¿Tiene vigencia hoy el llamado de Juan a la conversión, tal como lo pedía?
¿Cómo interpretamos el compromiso de nuestro Bautismo y Confirmación?

Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.

La Palabra en mi Vida
Diciembre 2023
Familia, vive la Palabra de Dios
Domingo 17.12.2023

La Palabra (Extracto de Jn 1, 6-8. 19-28)

Vino un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como
testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por él.
No era él la luz, sino testigo de la luz. … Los judíos de Jerusalén enviaron
una comisión de sacerdotes y levitas para preguntar a Juan quién era. Él
confesó rotundamente: “Yo no soy el Mesías.” ellos le preguntaron:
“Entonces, ¿Eres tú, acaso, Elías?” Juan respondió: “No soy Elías.”
Volvieron a preguntarle:” ¿Eres el profeta que esperamos?” Él contestó:
“No.” De nuevo insistieron: Pues, ¿quién eres? Tenemos que dar una
respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?” Entonces
él, aplicándose las palabras del profeta Isaías, se presentó así: “Yo soy la voz del que
clama en el desierto: rectifiquen el camino del Señor.” Algunos miembros de la comisión
eran fariseos. Éstos le preguntaron: “Si no eres ni el Mesías ni Elías ni el profeta esperado,
¿por qué razón bautizas?” Juan afirmó:” Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes
hay uno a quien no conocen. Él viene detrás de mí, aunque yo no soy digno de desatar la
correa de sus sandalias.” Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan
estaba bautizando.

Una reflexión para la vida de familia

San Juan evangelista, con su sensibilidad acostumbrada para interpretar los hechos de
los que fue testigo presencial, nos habla de Juan el Bautista presentándolo como un
testigo de la luz que es el Señor Jesús, de quien es el precursor. Por ello acentúa que no
es la luz sino un testigo de ésta.

Para la gente del tiempo del Bautista, éste era una incógnita que inquietaba incluso a los
jefes religiosos de los judíos, ya que había aparecido predicando un bautismo de
conversión, práctica común entre la comunidad de los esenios a los que pertenecía Juan.

En tales circunstancias, los judíos de Jerusalén, determinaron enviar una comisión de


sacerdotes y levitas para indagar, directamente con Juan, quién era. Éstos le interpelaron
directamente para cerciorarse de su identidad y él les respondió que no era ni el Mesías,
ni Elías o un profeta, les dijo: “Yo soy la voz del que clama en el desierto: rectifiquen el
camino del Señor.”

Su sencillez y humildad le llevaban a presentarse sólo como


una voz que clamaba en el desierto, una voz que dejaba ver
un mensaje que era preparar el corazón para recibir al
Mesías. No se arroga ningún título que pudiera ser conocido
por la cultura de su tiempo, sólo es una voz que resuena
cual un sonido de campana que nos anuncia algún hecho o
acontecimiento.

Esto no era aceptable para los fariseos que formaban parte


del grupo y que daban mucha importancia a los títulos o
nombres que denotaran autoridad o categoría. Por eso le
interpelan acerca de la razón que le mueve para bautizar
que era el signo que utilizaba para certificar que Dios les
perdonaba los pecados, al reconocer sus faltas y hacer un
cambio radical de vida. Le dicen:

La Palabra en mi Vida
Diciembre 2023
“Si no eres ni el Mesías ni Elías ni el profeta
esperado, ¿por qué razón bautizas?” Juan
les hace ver que lo que hace es un gesto con
agua que ratifica una determinación real de
cambio de vida para recibir al Mesías, ya
expresado en su primera respuesta:
“rectifiquen el camino del Señor”,
agregando: ”Yo bautizo con agua, pero en
medio de ustedes hay uno a quien no
conocen. Él viene detrás de mí, aunque yo no
soy digno de desatar la correa de sus
sandalias.” Cuanta llaneza y sinceridad
encierra su respuesta, haciendo ver lo que nosotros diríamos: “no soy nadie” frente al que
está en medio de ustedes y que no pueden identificar porque no le conocen.

Esto que Juan plantea en su tiempo, hoy, también podemos apreciarlo en nuestro tiempo,
pues el Señor que ya se hizo presente una vez en medio de este mundo, está a las puertas
de su segunda venida y Él mismo nos ha entregado pautas para que podamos identificar
el tiempo de su venida. Esta vez no es la voz en el desierto la que nos orienta, sino “los
signos de los tiempos” a los que el Señor nos pide estar atentos.

Pero al igual que en tiempos de Juan en que el Mesías caminaba en medio de ellos y no
se percataban de su presencia, también en nuestro tiempo está muy cerca nuestro y no
lo detectamos, aún cuando ha sido muy claro para decirnos que, al ser misericordiosos,
oiremos de Él estas palabras: “Les aseguro que cuando lo hicieron con uno de estos mis
hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron.” Y si nos negamos a actuar con
misericordia, oiremos: “Les aseguro que cuando dejaron de hacerlo con uno de estos
pequeños, dejaron de hacerlo conmigo.” Mt 25, 40. 45.

Por eso cobra fuerza el llamado de Juan a la conversión que el Señor Jesús hace suyo,
instándonos a dar este paso para franquear las puertas del reino y escuchar su voz
invitándonos a pasar. La condición es el cambio radical de vida, poniéndole a Él en el
centro de nuestra existencia y desechando todos los ídolos de la cultura moderna que
obnubilan nuestra visión, impidiéndonos apreciar la luz que ilumina la vida de los
hombres que es nuestro Salvador Jesucristo.

Si damos este paso, con seguridad podremos distinguir los signos que nos anuncien la
llegada del Señor y en el intertanto ir descubriendo su presencia en todo cuanto nos
rodea, pues su luz hará más clara nuestra visión, para que su compañía sea la tónica de
nuestra vida.

Cultivemos, como nos lo pide Jesús, un corazón de pobre, capaz de poner al centro de
nuestra atención, no las riquezas materiales, sino la voluntad del Padre que siempre nos
dará lo mejor para nuestra vida, pues es providente, tal como lo vivió Juan cuya misión
fue hacerse servidor del Salvador

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿Somos los cristianos un referente creíble de la presencia del Señor?
¿Qué implica, hoy, rectificar el camino, allanar los senderos para el Señor?
¿Qué ídolos debo descartar de mi vida, para poner a Cristo al centro de ella?
¿Cómo plantear la conversión si el mundo de hoy es ateo y niega a Dios?

Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.

La Palabra en mi Vida
Diciembre 2023
Familia, vive la Palabra de Dios
Domingo 24.12.2023

La Palabra (Extracto de Mt 1, 18-25)

El nacimiento de Jesús, el Mesías, fue así: su madre estaba prometida a


José y, antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por la acción
del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla,
decidió separarse de ella en secreto. Después de tomar esta decisión, el
ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no
temas aceptar a María como tu esposa, pues el hijo que espera viene del
Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque
Él salvará a su pueblo de los pecados.”
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había anunciado el Señor
por el profeta: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre
Emmanuel” (que significa Dios con nosotros).
Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado:
recibió a su esposa y, sin tener relaciones conyugales, ella dio a luz un hijo, al que José
puso por nombre Jesús.

Una reflexión para la vida de familia

La narración del evangelista Mateo nos presenta el dilema que enfrentó José el
prometido de María, al enterarse de que ella estaba esperando un hijo antes de haber
tenido relaciones conyugales. Nos dice el evangelista que José era un varón justo, por lo
que no podía pasar por alto algo así, por la fidelidad que exigía el compromiso
establecido. Como su amor por María era sincero y leal, no quiso exponerla al juicio
público, prefiriendo asumir el hecho como si fuera su culpa, por lo que decidió
abandonarla en secreto.

Esta solución, a su entender, era lo mejor, pues así todo quedaría en secreto, María no
sería expuesta y el aparecería frente al resto como el responsable, lo que, aún no estando
bien, no traería las consecuencias que afectaban a la mujer si era encontrada culpable.
Con estos sentimientos se entregó al descanso nocturno.

Ya dormido, en medio de su sueño apareció el ángel del Señor que le habló, diciéndole:
“José, hijo de David, no temas aceptar a María como tu esposa, pues el hijo que espera
viene del Espíritu Santo.” Esto era algo que su mente no podía elaborar y lo que continuó
diciendo el ángel: “Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a
su pueblo de los pecados”, arraigó en él la determinación que debía proceder como le
había sido dicho en el sueño. Por eso al despertar asumió el sueño como la voluntad de
su Dios y acogió a María como su esposa,
confiando en que era obra del Todopoderoso
todo lo ocurrido.

¡Qué gran muestra de confianza en la


Providencia divina! A partir de ese momento
se hace responsable del cuidado de la madre y
del hijo que porta en sus entrañas. A ello habrá
contribuido la confesión de María que le habrá
puesto en conocimiento de cuanto le ocurrió
en la visita del ángel de Dios.

Dado que José era reconocido como un varón


justo, seguramente era un judío conocedor de

La Palabra en mi Vida
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la promesa que Dios había hecho a su
pueblo, la venida de un Mesías liberador y
el ángel le había dicho que el hijo que
María esperaba era el que salvaría a su
pueblo. Ello era una certificación de que
María era la virgen elegida y él respetaría
y velaría por su virginidad.

La nobleza y lealtad de José para con su


esposa, es algo digno de ser considerado,
pues él, libre y voluntariamente asume su
papel de custodio de María y su hijo,
posponiendo su propio proyecto de varón,
que habrá tenido el anhelo de formar su propia familia y en cambio asume y recibe la que
Dios le asigna en su providencia infinita.

Generalmente resaltamos el papel que le correspondió a María en el proceso de la


salvación, quedando José en la penumbra de un segundo plano que muchas veces no
consideramos en su real dimensión. Pero su rol de padre adoptivo de Jesús es de vital
importancia, pues Jesús, si bien es cierto es el Hijo de Dios, por determinación divina nace
como un varón común que ha de desarrollarse totalmente en el ámbito de una familia,
hasta alcanzar la madurez que le hará comprender integralmente su realidad. Quien le
guio en este proceso fue su padre adoptivo que fue el transparente de la paternidad
divina. Si Jesús, como varón verdadero, logra compenetrarse de que Dios es su Padre, es
porque lo ve reflejado en el comportamiento de José.

Así, bajo la conducción de su padre y los cuidados de su madre, bebiendo en la sabiduría


de ellos, irá desarrollando su vida, como un varón integral que, llegado el momento,
comienza a comprender y asumir su relación con su Dios, reconociéndolo como su Padre
verdadero, compenetrándose de la misión a la que estaba destinado que hará efectiva a
partir de sus treinta años.

Al amparo de su familia se irá conformando su ser personal el que lleva la impronta de


quienes velaron por su desarrollo y abrieron su mente al conocimiento que ellos tenían
como propios y que habían recibido a lo largo de su vida, más lo que decía en relación
con su fe, en el Dios único y verdadero, heredado de sus antepasados y que estaba en las
Escrituras.

Esos rasgos que aparecen en la vida de Jesús, son los que nos permiten conocer más de
la vida de sus padres, pues la pureza de su alma nos transmite como en un libro abierto,
lo que éstos representaron en su vida. Él mismo usará esto como ejemplo cuando habla
del corazón del ser humano: “No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé
fruto bueno. Cada árbol se conoce por sus frutos...El hombre bueno saca el bien del buen
tesoro de su corazón, y el hombre malo, de su mal corazón saca lo malo.” Lc 6,43-45.

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿Qué imagen nos proyecta de José, este pasaje del evangelio?
¿Cuál, considero, es la virtud que más resalta en la actitud de José?
¿Considero la paternidad humana como un reflejo de la de Dios? ¿Por qué?
¿Pueden los demás llegar a conocernos por el trato con nuestros hijos?

Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.

La Palabra en mi Vida
Diciembre 2023
Familia, vive la Palabra de Dios
Domingo 31.12.2023

La Palabra (Extracto de Lc 2, 22-40)

Cuando se cumplieron los días de la purificación prescrita por la ley de


Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como
prescribe la ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al
Señor. Ofrecieron también en sacrificio, como dice la ley del Señor: Un
par de palomas o dos pichones.
Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso,
que esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le
había revelado que no moriría antes de ver al Mesías enviado por el Señor.
Vino, pues, al templo, movido por el Espíritu y, cuando sus padres
entraban con el niño Jesús para cumplir lo que mandaba la ley. Simeón lo tomó en sus
brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar que tu
siervo muera en paz. Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos
los pueblos, como luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.” Su padre
y su madre estaban admirados de las cosas que se decían de él. Simeón los bendijo y dijo
a María, su madre: “Mira, este niño hará que muchos caigan o se levanten en Israel. Será
signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón; así quedarán
al descubierto las intenciones de muchos.”
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, que era ya muy
anciana. Había estado casada siete años, siendo aún muy joven, y después había
permanecido viuda hasta los ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo dando
culto al Señor día y noche con ayunos y oraciones. Se presentó en aquel momento y se
puso a dar gloria a Dios y a hablar del niño a todos los que esperaban la liberación de
Jerusalén.
Cuando se cumplieron todas las cosas prescritas por la ley del Señor, regresaron a Galilea,
a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía llenándose de sabiduría, y contaba
con la gracia de Dios.

Una reflexión para la vida de familia

La escena que narra Lucas nos muestra que, María y José, fieles cumplidores de la
norma establecida, acatan con sencillez lo dispuesto. Sin dar a conocer que el tesoro
que portaban, el Hijo de Dios y la virginidad de la madre que era purísima, hacían
innecesario dicho ritual. No obstante, lo asumen con humildad, acogiéndolo como la
voluntad de su Dios y Señor.

Al llegar al templo les sale al encuentro Simeón, un hombre justo y piadoso que
esperaba el cumplimiento de una promesa que en visión había recibido de parte de Dios:
“que no moriría sin antes ver al Mesías prometido”.

Impulsado por el Espíritu Santo se acercó a ellos


y tomando al niño entre sus brazos exclamó:
“Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar que
tu siervo muera en paz. Mis ojos han visto a tu
Salvador, a quien has presentado ante todos los
pueblos, como luz para iluminar a las naciones y
gloria de tu pueblo Israel.”

También estaba allí una anciana profetisa de 84


años que desde muy joven quedó viuda y pasaba

La Palabra en mi Vida
Diciembre 2023
los días y las noches en el templo rindiendo culto
a Dios con ayunos y oraciones y al ver al niño
comenzó a dar gloria a Dios, hablando del niño a
todos cuantos esperaban la liberación de Israel.

Entretanto, Simeón con el niño en brazos, seguía


diciendo a sus padres: “Mira, este niño hará que
muchos caigan o se levanten en Israel. Será
signo de contradicción, y a ti misma una espada
te atravesará el corazón; así quedarán al
descubierto las intenciones de muchos.”

María y José que sabían de las maravillas


obradas por Dios desde la visita del ángel a la futura madre y la revelación en sueños que
tuvo José, sumado a ello la experiencia de los pastores al momento de nacer el niño,
estaban asombrados y agradecidos en sus corazones por la misericordia de Dios que les
había hecho testigos y protagonistas de todo lo sucedido.

Esto llenaba sus almas de inmensa alegría, pero también les hacía comprender la
magnitud de la responsabilidad que conllevaban todos estos anuncios sobre la grandeza
que auguraban sobre su hijo, ya que tenían clara conciencia de su procedencia: era el Hijo
de Dios.

Todo esto podría haberlos inhibido, pues la empresa era superior a sus fuerzas, pero su
confianza en la misericordia del Dios infinito acicateaba todo su ser para arrojarse en los
brazos del Todopoderoso, adhiriéndoles con más fuerza a su plan divino. Cierto era que
entre todas las maravillas que oían decir de su pequeño también había una nube que se
dejaba ver en las palabras de Simeón: “A ti misma una espada te atravesará el corazón.”
Pero ello no alteraba su apego a su Señor, pues el ángel Había dicho: “Para Dios nada es
imposible.” Eso les permitían descansar en Él, pues Él les daría la fuerza y la sabiduría
para llevar a cabo la misión encomendada, en su Hijo amado.

Esta manera de creer y confiar en su Providencia es lo que nos hace falta en el presente,
pues nos hemos acostumbrado a la vida fácil, la del menor esfuerzo, ya que los avances
tecnológicos ponen a nuestra disposición todo tipo de soluciones y concluimos
descartando la acción de la gracia cual si fuese una utopía. El pensamiento materialista
nos lleva a pensar que es el hombre quien debe encontrar las soluciones, aunque éstas
estén en contra de los valores esenciales, como la vida.

María y José nos muestran con su vida, la docilidad que hemos de tener frente a la
voluntad divina, aceptando sin reservas el inescrutable plan Dios que puede hacernos
instrumentos dóciles en sus manos, tal como, por amor, puso en débiles manos humanas,
la vida de su Hijo amado encarnado.

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿Puede la fe en la Providencia hacernos aceptar con alegría un imprevisto?
¿Nos dejamos arrastrar por la depresión frente a un hecho aciago?
¿Creo en la suerte, los talismanes, el tarot o el pronóstico de los agoreros?
¿Hasta qué punto confío en la voluntad de Dios y su misericordia?

Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.

La Palabra en mi Vida
Diciembre 2023

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