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¿Cuáles son las causas de la pérdida de materia

orgánica?
El contenido de carbono orgánico del suelo depende principalmente del clima, la textura del
suelo, la hidrología, el manejo de las tierras y la vegetación.

Clima
La materia orgánica disminuye más rápido cuanto más alta es la temperatura, de tal forma que, en
los climas más calurosos, los suelos suelen tener menos materia orgánica que en los climas más
fríos.
Textura del suelo
En general, los suelos de textura fina tienen más materia orgánica que los de textura gruesa y
retienen mejor los nutrientes y el agua, por lo que reúnen buenas condiciones para el crecimiento
vegetal. Los suelos de textura gruesa se caracterizan por una mejor aireación y la presencia de
oxígeno acelera la descomposición de la materia orgánica.
Hidrología (drenaje)
Cuanto más húmedo sea un suelo, menos oxígeno hay para los procesos de descomposición de la
materia orgánica, que se acumula.
Manejo de las tierras (laboreo)
El laboreo aumenta el volumen de oxígeno en el suelo e incrementa la temperatura media de éste,
lo que estimula la descomposición de la materia orgánica. También se produce pérdida de materia
orgánica debido a la erosión, que reduce la capa superficial arable y el humus. En general, los
cultivos aportan menos materia orgánica al suelo que la vegetación nativa.
Vegetación
Las raíces aportan mucha materia orgánica al suelo. Las plantas de prados y pastizales tienen
raíces profundas que se descomponen dentro del suelo. En los suelos forestales, en cambio, es la
descomposición de las hojas la que aporta al suelo la mayor parte de la materia orgánica. Los
cultivos producen más biomasa aérea que las raíces. La producción de materia orgánica en las
tierras de labor depende del tipo de manejo de las tierras y, en particular, de si se retiran o dejan los
rastrojos.

El aumento de la superficie asignada a cultivos de cosecha en la región se debió a:

La mejor rentabilidad de la agricultura con respecto a la ganadería, con un rápido retorno de la


inversión; el notable avance logrado en la tecnología de todos los cultivos (mejora genética,
herbicidas específicos, mayor empleo de fertilizantes) y los ciclos climáticos favorables,
factores que en mayor o menor medida influyeron para que se produzca este proceso de
agriculturización.

Paralelamente también incidió la reducción del tamaño de las unidades productivas y la


generalización del manejo a cargo de contratistas y arrendatarios (la mayoría de los contratos
tienen duración anual), que dedican esos suelos a los cultivos agrícolas.

Estos cambios estructurales volcaron los sistemas de producción hacia esquemas fuertemente
agrícolas descuidando en muchos casos las rotaciones planificadas para cada lote en particular
y determinando secuencias poco armónicas con la sustentabilidad del sistema en el largo
plazo.

El incremento del rendimiento de los cultivos con índices de extracción de nutrientes crecientes,
creó una mayor dependencia de los fertilizantes, aunque en general, las dosis empleadas en
los últimos años no llegaron a reponer todo lo que los cultivos se llevaron del sistema de
producción con los granos.
Es así que en los últimos años, comenzaron a presentarse en nuestra región signos de
degradación de suelos básicamente medidos a través de la disminución de los tenores de
Materia Orgánica.

Estos balances negativos de MO también están siendo reportados en buena parte de la región
pampeana producto del avance en la superficie sembrada con soja, debido a que el carbono
extraído anualmente por la soja (mineralizado desde el suelo) no es compensado por la escasa
cantidad y baja relación Carbono/Nitrógeno de sus rastrojos. Asimismo, en suelos del sudeste
bonaerense (Balcarce, Tandil) se ha alertado sobre la pérdida de MO asociando la intensidad
de la disminución con una mayor presencia de cultivos de verano, especialmente soja, en las
secuencias de cultivos. Los resultados locales parecen indicar que en los suelos de nuestra
región la tendencia es similar, con el agravante que los mismos poseen menores niveles de MO
que en aquella zona.

Las prácticas agronómicas que determinan aumentos de rendimiento en grano (fertilización),


generalmente también son acompañadas por un aumento en la cantidad de rastrojos. Diversos
autores informan sobre la relación lineal que existe entre la cantidad de residuos que entran al
suelo y los niveles de MO del mismo, presentando los mayores valores cuando se incluyen las
gramíneas (maíz, sorgo, trigo) en la rotación.

La alta relación C/N de los rastrojos de maíz y trigo determinaría una descomposición más
lenta y favorecería la formación de MO estabilizada del suelo. La soja estaría en la situación
inversa.

Para que el balance de carbono sea positivo, el aporte de rastrojos y su posterior


transformación en MO debe ser superior a la descomposición.

En zonas áridas y sub-húmedas donde las rotaciones basadas en labranza contienen barbecho
y/o una proporción sustancial de cultivos de bajo consumo de agua, la intensidad puede ser
incrementada eliminando o disminuyendo la cantidad de barbecho usando Cultivos de
Cobertura en lugar de barbecho (barbecho verde), disminuyendo el período de barbecho, y/o
cultivando o incrementando la proporción de cultivos de alto consumo de agua.
En zonas húmedas donde las rotaciones convencionales consisten por completo en cultivos
con alto consumo de agua, la intensidad es incrementada usando doble cultivo y/o prácticas de
Cultivos de Cobertura.

Conclusión: diagramando rotaciones de cultivos coherentes en cuanto a diversificación e


intensidad en relación al ambiente productivo, efectuando labranzas conservacionistas,
racionales prácticas de manejo y una nutrición de los cultivos fundamentada en balances, es
como se podrá conservar el suelo y mejorar la sustentabilidad de los actuales sistemas
agrícolas.

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