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Igualdad en serio

Norberto E. Garay Boza


Juez y cofundador de SuLey

La muerte de George Floyd, ha sido una tragedia que impuso la reflexión con el
peso de las verdades incómodas, enfrentándonos a algo que por cotidiano no deja de ser
violento: que el racismo existe y llega sigilosamente a lugares insospechados. Recién pasó
el Día de la Persona Negra y la Cultura Afrocostarricense, conmemoración idónea para
reflexionar acerca de una carencia en la lucha contra los tratos discriminatorios que, pese a
su alcance, no suele ser dicha: el papel del Derecho Penal frente a la discriminación racial.
Lo primero que debe indicarse es que el racismo existe en nuestro país y que su
violencia es actual, incluye ese humor que se considera a sí mismo inofensivo y estima que
es gracioso aludir a la población afrodescendiente como inferior, igualmente posee actos
directos, como el “sutil” cambio de acera cuando al frente se aproxima una persona
afrodescendiente, también el hostil insulto o la violencia física. Esa discriminación no solo
es realizada por sujetos, también puede ser efectuada por instituciones o por ramas enteras
irónicamente dedicadas al orden social, como el Derecho Penal.
El actual artículo 380 del Código Penal, regula el delito de Discriminación racial,
sanciona con 20 a 60 días multa a la persona encargada de una institución o
establecimiento en donde se aplique cualquier medida discriminatoria fundada en
consideraciones raciales, de sexo, edad, religión, estado civil, opinión pública, origen social
o situación económica. La norma citada es de especial relevancia considerando que el
Derecho Penal busca sancionar aquellas conductas que lesionan bienes jurídicos que deben
ser protegidos, sin embargo, es en el marco de esa protección que existe un problema de
orden práctico que pone en evidencia un resabio de discriminación y, por ende, mientras no
sea reformado, permitirá por omisión esas odiosas y aciagas conductas.
En principio, cuando se violenta un bien jurídico protegido desde el Derecho Penal,
habrá una sanción, ésta será más fuerte cuan más importante es lo que se tutela. Así, la vida
ostenta la cúspide de la protección, si alguien asesina a otra persona tendrá una pena que irá
de los doce a los dieciocho años de cárcel, mientras que si alguien intenta hurtar un objeto
de mínimo valor sin uso de fuerza o violencia, se expondrá a una sanción de un mes a tres
años de cárcel. No obstante, el delito de Discriminación racial expone al sistema de
sanciones penales frente a sí mismo y le dice algo incómodo: que no protege con el vigor y
la vehemencia exigidos a la dignidad de las personas que han sufrido (y que sufren) tratos
discriminatorios.
Efectivamente, en nuestro país se sanciona con mayor fuerza el hurto de un objeto -
aún de valor mínimo- que la discriminación, esto pese a que vivimos en una cotidianidad
inmersa en el racismo. En medio de esa maraña cultural, en nada ayuda que el Derecho
Penal invisibilice, a fuerza de lo débil de su sanción de multa, el fenómeno de la
discriminación racial.
Si queremos una Costa Rica libre de discriminación, hay que reflexionar
críticamente y cambiar aquello de nuestra cultura que marca odiosas diferencias y, además,
hacer variaciones institucionales y legales, entre ellas reformar el delito de Discriminación
racial. Ya ha habido iniciativas en ese sentido, una de ellas se planteó en el expediente
legislativo No. 20174, que, entre otros extremos, proponía para ese crimen una pena de seis
meses a dos años de prisión, aumentándola de dos a tres años cuando el trato
discriminatorio se hubiere realizado por la persona encargada de una institución pública.
Aquel proyecto de ley fue justamente propuesto, pero no alcanzó a ver la luz de la vigencia
como Ley de la República.
De manera reciente se aprobó la Ley Contra la Violencia y el Racismo en el
Deporte, una norma justa y necesaria que promueve la educación, prevención y sanción de
la violencia, racismo o cualquier forma de discriminación contraria a la dignidad humana
en eventos deportivos oficiales. No obstante, esa protección debe extenderse, la
discriminación ha hecho metástasis y se manifiesta en sendos espacios. Mientras el
Derecho Penal sancione con multa los actos de discriminación racial, el mensaje implícito
será claro y lamentable: no se incentivará evitar tratos discriminatorios debido a lo débil de
la respuesta que daría el Estado a quien efectúe tan siniestras conductas. Si se quiere una
igualdad en serio, eso debe cambiar.

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