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INTRODUCCIÓN

En general la sexualidad humana es determinada genéticamente desde el momento de la


concepción con finalidad principalmente reproductiva, asociada al placer e inspirada en el
amor, que sirve para afianzar los vínculos de intimidad de la pareja que comparte ese acto y
disfruta su resultado placentero. Como principio el objetivo generador del deseo e inductor de
la respuesta y actividad sexual es otra persona madura, responsable, que elige libre y
voluntariamente participar en intimidad de esa relación física placentera, pero siempre
potencialmente reproductiva. Cuando esa persona se sustituye de forma consistente por parte
de esta, por un objeto que la simbolice, otro objeto sexual inadecuado (animal, por ejemplo),
persona inmadura (niño) o cuando la excitación sexual sólo se logra mediante prácticas que la
gran mayoría en el entorno cultural encontrarían anormales es cuando se habla de parafilia.

Es así, que las parafilias son formas de conducta erótica en los que los métodos por los que se
consigue la excitación sexual tienen una estructura de vinculación en la que el componente
interpersonal del vínculo no está presente o bien, se encuentra presente, pero en forma
desequilibrada.

El concepto de parafilia no está exento de controversia. Algunos atributos como los pechos
han sido más sexualizados, pero no en todas las culturas ocurre así, por ejemplo, en la
tradición japonesa las mujeres se vendaban los pechos para disimularlos. En Occidente que un
hombre adulto mantenga relaciones con una chica menor, no solo está mal visto, sino que
puede ser perseguido por la justicia. En cambio, en la cultura gitana, es normal que se casen
niñas de 14 años con hombres adultos.

Según un estudio de Joyal y Carpenter, publicado en julio de 2016 del Journal of Sex Research,
la mitad de los adultos canadienses encuestados expresaban interés erótico en una de las
parafilias que aparecen en el DSM-V, y al menos un tercio de ellos había participado en una
práctica erótica susceptible de ser considerada como parafílica, demostrando por tanto la
variedad inherente del hecho sexual humano. Además el uso a nivel legislativo y judicial de los
diagnósticos psicopatológicos resulta polémico, como demuestra un artículo de 2008 de la
National Coalition of Sexual Freedom realizado entre poblaciones autoidentificadas como
pertenecientes a alguna minoría erótica, en el que un 11% de los encuestados habían sufrido la
pérdida de la custodia de sus hijos en juicios de divorcio por sus prácticas eróticas no
normativas, especialmente si eran participantes de la subcultura BDSM.

Durante los últimos 150 años los psiquiatras y psicólogos han intentado conceptualizar las
conductas sexuales que se apartaban de la norma. Algunas preferencias, deseos y
comportamientos han sido patologizados y despatologizados, suponiendo esto un constante
debate para diferenciar los trastornos mentales de los comportamientos inmorales, no éticos o
ilegales. Esa lucha se puede constatar en algunos escritos de autores del siglo XIX y principios
del XX.

Richard Von Krafft – Ebing en 1886 publica Psychopathia Sexualis, donde denomina a las
parafilias perversiones sexuales e incluye dentro de ellas la homosexualidad. Pertenece a un
grupo de psiquiatras que propusieron incluir los problemas sexuales en el discurso médico-
legal, alejándolos de una posición moralista destinada a enjuiciarlos y condenarlos.

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Por otro lado, Freud en Three essays on the theory of sexuality (1905), habla de la
psicodinámica de las parafilias. En él recoge que la energía sexual está presente desde el
nacimiento en forma desorganizada. La libido se caracteriza por la satisfacción de
las fuentes auto erógenas no genitales: el mamar, comer, defecar, embarrarse y
posteriormente mirar y exhibirse. Cada uno de estos actos constituye un "instinto parcial", los
cuales se van integrando en forma gradual hasta llegar al dominio genital en el adulto. Estos
instintos parciales según Freud no desaparecen del todo y muchos de ellos permanecen bajo
las formas del beso, juego amatorio y el exhibicionismo, a menudo empleado como juego
presexual. Si estos instintos parciales tienen fijaciones en la etapa pregenital (o regresiones),
permanecerán como fuente dominante de gozo sexual en el adulto.

Las teorías de Krafft-Ebing y Freud han sido gradualmente reemplazadas (a partir del DSM-II)
por aproximaciones más cuantitativas, guiadas por los datos y basadas en los síntomas,
especialmente en las últimas ediciones del DSM.

En cuanto a la evolución de estos términos en el DSM: el DSM-I clasificó los intereses sexuales
atípicos como «desviaciones sexuales». El DSM-II continuó haciéndolo bajo el mismo nombre,
pero eliminó la homosexualidad de estas desviaciones. El DSM-III cambió el término a
«parafilias» y enfatizó que «en ellas los comportamientos o imágenes inusuales o bizarras son
necesarios para la excitación sexual y tienden a ser insistente e involuntariamente repetitivos».
Posteriormente, se borró la condición de «necesarios» y en su lugar se dijo que «se
caracterizaban por una excitación (...) que no forma parte de los patrones de actividad de
excitación normativos y que (...) pueden interferir con la capacidad para una actividad sexual
afectiva y recíproca». El DSM-IV supuso un cambio, puesto que reconoce la posibilidad de que
las fantasías y comportamientos no habituales pudieran ser usados para propósitos no
patológicos.

El término “parafilia” es un avance en la conceptualización de dichos trastornos en


comparación con el término anterior “perversión”, cuyas atribuciones peyorativas limitaban
desde el principio la posibilidad de ayuda para los pacientes.

Como veremos posteriormente, el DSM V sigue intentando hacer una distinción entre lo que
es una desviación sexual y un trastorno mental, distinguió entre parafilias y trastornos
parafílicos.

Frente al paradigma psicopatológico tradicional la sexología propone un modelo de pensar el


sexo en el que la categorización de los individuos en base a su sexualidad se hace
extremadamente complicado. La sexología fomenta una forma de actuar que prime el relato
biográfico de los sujetos y la autonomía de estos para auto identificarse y cultivar su
sexualidad. Una de las primeras nociones sexológicas es la de peculiaridades eróticas. Según la
Sexología sustantiva las peculiaridades son el último nivel de concreción e individuación del
mapa del hecho sexual humano de un individuo concreto, es decir, representan todos los
gustos, anclajes y formas de actuar de un sujeto sexuado concreto. No existe una jerarquía de
peculiaridades, dentro de esta categoría entran tanto prácticas y eróticas tradicionalmente
patologizadas y estigmatizadas como prácticas privilegiadas. Es una categoría que invalida la
idea de parafilia, dado que abandona la idea de normalidad, por la de la singularidad única de
las eróticas de las personas.

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Incluso a nivel social, el tipo de comportamiento sancionado ha ido variando a lo largo de la
historia: la masturbación, el sexo oral, anal y la homosexualidad fueron considerados en algún
tiempo síntomas de trastornos mentales, aunque ahora ya no lo sean. También ocurre lo
contrario. Comportamientos o síntomas que ahora catalogamos como trastornos, no siempre
lo fueron, como el bajo deseo sexual, la aversión por el sexo o el trastorno orgásmico
femenino. Además como se comentó anteriormente, los factores culturales están relacionados
con la sexualidad humana y en lo que consideramos normal o no.

CLASIFICACIÓN

Respecto a la clasificación de los trastornos parafílicos, no existe mucha diferencia en el DSM V


respecto al DSM IV. Entre algunos de los cambios está la existencia de un capítulo aparte para
los trastornos parafílicos.

El DSM – 5 usa el término “parafilia” para aquel interés sexual que difiere del interés sexual
habitual pero que no constituye ningún trastorno en sí mismo.

La diferencia por tanto entre parafilia y trastorno parafílico es que este último esté causando
actualmente malestar o daño al individuo o cuya satisfacción ha implicado un daño personal o
un riesgo de daño a otros.

Los trastornos parafílicos incluidos en el DSM – 5 son: trastorno de voyeurismo, trastorno de


exhibicionismo, trastorno de frotteu-rismo, trastorno de masoquismo sexual, trastorno de
sadismo sexual, trastorno de pedofilia, trastorno de fetichismo, trastorno de travestismo, otro
trastorno parafílico especificado y trastorno parafílico no especificado. Según este manual, se
han elegido estos y no otros, por ser más frecuentes y porque algunos de ellos pueden
provocar daño a otras personas.

Además, respecto a la remisión de estos trastornos, el DSM 5 también ha introducido un


criterio temporal y espacial de remisión. Solo se puede considerar remisión cuando no ha
llevado a cabo las conductas en un entorno no controlado, es decir, para decir que hay una
«remisión total» implica que no se ha llevado a cabo su interés sexual con una persona ni ha
habido malestar ni interferencia en distintos ámbitos durante al menos cinco años, estando en
un lugar o contexto en el que en teoría podría haberse realizado o haberse dado el caso.

Por otro lado, existe literatura que pone de manifiesto la comorbilidad de las parafilias con
otros trastornos mentales. Kafka y Hennen en 2002, con una muestra de 120 hombres
diagnosticados de parafilia, encontraron que un 71,8% padecía o había padecido un trastorno
del estado de ánimo, un 37,5% trastorno de ansiedad, un 37,5% abuso de sustancias y un 18%
TDAH. Otro estudio realizado en La Habana en 2016 encontró que en las comorbilidades del
eje I, prevaleció la dependencia al alcohol, a otras drogas y a otras sustancias (23.53 %); para el
eje II sólo se diagnosticaron trastornos de personalidad (33.33 %), con un predominio del
trastorno antisocial (50 %).

CARACTERÍSTICAS

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Para considerar un trastorno parafílico como tal, la duración del interés sexual debe ser de al
menos 6 meses, es decir, no es suficiente con una atracción esporádica, se presupone cierta
estabilidad.

Otra de las características que son propias de un trastorno parafílico y no simplemente una
parafilia, son las consecuencias negativas para el propio individuo o para otros, en términos de
daño o malestar. Además, en el trastorno de voyeurismo, de exhibicionismo, frotteurismo y
sadismo sexual, se indica que el individuo ha cumplido sus deseos con una persona que no ha
dado su consentimiento (ya que justamente lo que erotiza la situación es el no consentimiento
del otro).

La mayoría de las personas consideran repugnantes determinadas prácticas sexuales, pero está
claro que estas les podrían proporcionar placer sexual, por lo menos a nivel físico. La mayoría
experimentaría placer sexual con dichas prácticas, pero nunca las llevarían a cabo por el
malestar psicológico que les producirían. La gente se pregunta cómo es posible que haya
personas que sean capaces de llevar a cabo algunas prácticas sexuales aberrantes sin
experimentar posteriormente remordimientos ni arrepentimiento por sus actos.

La respuesta a esto podría ser que estos sujetos llevan a cabo estas conductas porque ya se
sentían mal antes de realizarlas (debido a la tensión acumulada por los esfuerzos evitativos
hacia el contenido mental relacionado con dichas conductas). Al final, la única forma que
tienen de descargar la tensión acumulada por los intentos de represión de estas conductas es
llevándolas a cabo.

La sensación placentera que experimenta mucha gente al saltarse determinadas normas, lo


que se conoce como “morbo”, estaría relacionada con estos procesos. En este sentido, una
parafilia no sería más que la expresión de un “morbo exacerbado”. Otra conclusión que podría
dar explicación a estas conductas es el hecho de que las conductas parafílicas podrían ser
etiológicamente similares a las compulsiones del TOC. Aunque los principales sistemas de
clasificación consideran las obsesiones y compulsiones del TOC como egodistónicas y las
fantasías y conductas sexuales de las parafilias como placenteras, probablemente esta
distinción no esté tan clara. Las fantasías o conductas parafílicas llegan a ser placenteras para
el sujeto porque antes ha experimentado una tensión (que se manifiesta en forma de malestar
psicológico o angustia moral) relacionada con dichos estímulos parafílicos y al aceptar en su
mente ese contenido sexual en forma de fantasías (o al llevar a cabo conductas parafílicas
reales) experimenta la liberación de dicha tensión (reforzamiento negativo). Es decir, no es que
el contenido de la fantasía sea placentero en sí mismo, sino que resulta placentero al ser
aceptado por el sujeto (descarga de tensión)

TRASTORNOS PARAFÍLICOS

Trastorno de voyeurismo

En el trastorno de voyeurismo, el criterio principal es que, durante un período de al menos seis


meses, está presente una excitación sexual intensa y recurrente derivada de la observación de
una persona desprevenida que está desnuda, desnudándose o dedicada a una actividad sexual,
y que se manifiesta por fantasías, deseos irrefrenables o comportamientos.

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El interés que se encuentra como punto central de este trastorno, es habitual en la población
general, pero son otras características lo que determinan el trastorno. El hecho de que el
observador se sienta entrando en la intimidad de la otra persona, sin que esta lo sepa, lo hace
sentir superior, privilegiado. No necesariamente tiene que estar observando escondido, sino
que puede hacerlo escondiendo sus intenciones.

Este comportamiento se acompaña, ocasionalmente, de actividades masturbatorias; pero no


es una condición necesaria para la práctica del voyeurismo. Además, el riesgo de ser
descubierto actúa como potenciador de la excitación.

El criterio B se centra en que la persona ha cumplido esas fantasías con otras personas que no
han dado su consentimiento o que estos deseos han causado malestar o interferencia en su
vida. Si una persona dice que no le generan ningún malestar o interferencia, según el DSM-5
no se le podría diagnosticar, sería una parafilia, pero no un trastorno.

Además, el criterio C especifica, que la persona debe ser mayor de edad, puesto que si es un
adolescente podría entenderse como maneras de experimentar esta fantasía por curiosidad.

El trastorno voyeurista es una de las parafilias más frecuentes y tiene una incidencia mucho
mayor entre los varones y suele comenzar durante la adolescencia o los primeros años de la
edad adulta.

En lo que respecta a los rasgos de personalidad del voyeurista, estos sujetos suelen ser tímidos
durante la adolescencia y con cierta dificultad para iniciar o mantener relaciones de pareja.
Suelen ser personas inseguras y a veces está presente en hombres que recibieron una
educación estricta.

En algunas culturas el voyeurismo se considera una perversión y varios países lo han clasificado
como un delito sexual. El Reino Unido agregó esta ofensa al Sexual Offences Act de 2003,
criminalizando el acto de espiar a alguien sin su consentimiento. Canadá promulgó una ley
similar a finales de 2005, declarando al voyeurismo un delito sexual. EE.UU también penaliza
esta práctica y en nueve estados del país hay leyes que castigan específicamente el “ Video
voyeurismo”, lo cual implica filmar a alguien sin su consentimiento mientras se encuentra en
situaciones privadas. Respecto a la legislación en España, el voyeurismo no se considera
atenuante.

En el caso de que exista ese trastorno, sí es necesario un tratamiento, que consistirá


en psicoterapia con asistencia a grupos de apoyo y el uso de algunos inhibidores selectivos de
la recaptación de serotonina.

Estos últimos medicamentos permiten paliar los actos compulsivos de mirar. En casos
extremos puede que sea necesario utilizar medicamentos antiandrógenos, que
son medicamentos que reducen los niveles de testosterona e inhiben la libido.

Cuando los ISRS no son eficaces, debido a la gravedad del trastorno, se pasa a considerar los
medicamentos para reducir los niveles de testosterona e inhibidores de la libido. Dado la
agresividad de este tratamiento y sus efectos secundarios se requiere del consentimiento
informado del paciente y de un riguroso de la función hepática y las concentraciones séricas
de testosterona.

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Respecto a la comorbilidad de este trastorno, se encuentra relaciona con la hipersexualidad y
otros trastornos parafílicos como el exhibicionismo, los trastornos depresivos, bipolar, de
ansiedad, uso de sustancias, déficit de atención con hiperactividad, trastorno de conducta y el
trastorno de personalidad antisocial.

Trastorno de exhibicionismo

El exhibicionismo se caracteriza por conseguir la excitación sexual a través de la exposición de


los genitales, habitualmente ante un extraño que está desprevenido. También puede referirse
a un deseo potente de ser observado por los demás durante la actividad sexual. El trastorno de
exhibicionismo implica actuar sobre estos impulsos sin el consentimiento de otra persona o
experimentar malestar significativo o deterioro funcional debido a tales deseos e impulsos.

El exhibicionismo es una forma de parafilia, pero la mayoría de las personas exhibicionistas no


cumplen con los criterios clínicos de un trastorno parafílico, que requieren que el
comportamiento, las fantasías o los deseos irrefrenables de la persona provoquen malestar
clínicamente significativo o deterioro funcional o causen daño a los demás (que en el
exhibicionismo incluye concretar los impulsos sin el consentimiento de otra persona).

La prevalencia estimada en varones no supera el 2 al 4%; es menor en las mujeres. Pocas


mujeres son diagnosticadas con trastorno exhibicionista.

El exhibicionista (habitualmente varón) puede masturbarse mientras se expone a sí mismo o


mientras tiene fantasías de exponerse frente a otros. Puede ser consciente de esta necesidad
de sorprender, de escandalizar o de impresionar al observador involuntario. La víctima casi
siempre es una mujer adulta o un niño de cualquier sexo. El contacto sexual real rara vez se
busca, y el daño físico al testigo desprevenido es inusual.

El inicio suele ser durante la adolescencia, pero en ocasiones el primer acto tiene lugar durante
la preadolescencia o en la mediana edad.

Alrededor del 30% de los agresores sexuales masculinos que son detenidos son exhibicionistas.
Tienen la tasa de reincidencia más alta entre todos los agresores sexuales y aproximadamente
del 20 al 50% vuelven a ser arrestados. Aunque se informaron situaciones de este tipo, la gran
mayoría de las personas con exhibicionismo no tienen comportamientos sexuales físicamente
agresivos. Muchos exhibicionistas están casados, pero el matrimonio suele tener problemas
por un desajuste social y sexual.

La persona con trastorno por exhibicionismo suele ser confundida por sus víctimas con un
agresor sexual pero realmente no es está en absoluto su intención, más allá de que alguien
pueda considerar que ser expuesto a los genitales de otra persona ya supone ser víctima de
una agresión. Normalmente el exhibicionista no pretende hacer daño al otro, tan solo
sorprenderle enseñándole sus genitales o masturbándose y es ese factor sorpresa el que le
excita. Las personas que tienen esta forma de exhibicionismo pueden hacer películas
pornográficas o convertirse en artistas animadores para adultos. Pocas veces tienen problemas
por este deseo y por eso es posible que no presenten un trastorno psiquiátrico.

Además, se incluye dentro de los delitos contra la libertad sexual y está regulado en el artículo
185 del Código Penal que recoge que «el que ejecutare o hiciere ejecutar a otra persona actos

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de exhibición obscena ante menores de edad o incapaces, será castigado con la pena de
prisión de 6 meses a 1 año o multa de 12 a 24 meses»

El tratamiento del exhibicionismo suele utilizar intervenciones psicoterapéuticas basadas en


técnicas conductuales o tratamientos médicos. Lo que busca la terapia es tratar de hacer
funcional ese deseo, trabajando sobre el acto compulsivo y disruptivo. Respecto al tratamiento
farmacológico se encuentra el tratamiento hormonal, con hormonas que disminuyen los
niveles de testosterona en sangre disminuyendo así el deseo sexual, y los fármacos
psicoactivos, siendo la fluoxetina uno de los más usados ya que reduce el deseo sexual y
disminuye los síntomas obsesivo-compulsivos que pueden estar asociados.

Por último, las comorbilidades encontradas con este trastorno, aunque sesgadas puesto que
muchos de los estudios se realizan en población que ha cometido delitos relacionados con
este) son el trastorno depresivo, bipolar, de ansiedad, el uso de sustancias, déficit de atención
con hiperactividad, hipersexualidad, otros TP y el trastorno de personalidad antisocial.

Trastorno de frotteurismo

El criterio principal para este diagnóstico es que, durante al menos seis meses hayan
presentado «excitación sexual intensa y recurrente derivada de los tocamientos o fricción
contra una persona sin su consentimiento, y que se manifiesta por fantasías, deseos
irrefrenables o comportamientos». En general, la persona con este trastorno suele excitarse
con la idea o fantasía, acompañada o no de la conducta, de que está rozándose con otra
persona que no se da cuenta o que está pasando por una situación embarazosa o incómoda.

Una de las posibles explicaciones a este trastorno se basa en el efecto de la exposición a


modelos de comportamiento semejantes durante la infancia, adquiriendo y aprendiendo la
conducta que en algunos casos han sufrido ellos mismos. De este modo podrían haber sido
abusados sexualmente, siendo obligados a tocar a un adulto. Desde una perspectiva
conductista se plantea la posibilidad de que estemos ante una conducta condicionada: en un
momento dado de gran excitación sexual se produjo un rozamiento con un desconocido o
desconocida, atribuyendo la excitación al roce y posteriormente consolidando mediante la
práctica dicha asociación. Otra teoría, que daría cuenta del hecho de que en algunos de estos
sujetos la realización de los rozamientos tiene un carácter compulsivo, es la teoría de la
terminación conductual de McConaghy: la presencia de estímulos asociados a la práctica de los
rozamientos provoca que aparezca un elevado nivel de ansiedad que el sujeto necesita
resolver mediante la práctica de los frotamientos. Para que dicha tensión no reaparezca, el
sujeto pasa a replicar la conducta.

Trastorno de masoquismo sexual y de sadismo sexual

Los trastornos de masoquismo sexual y de sadismo sexual entran dentro del grupo de
trastornos que cursan con dolor y sufrimiento.

El masoquismo sexual es la participación intencional en una actividad en la cual el sujeto es


humillado, golpeado y atado o es objeto de algún otro tipo de abuso para experimentar
excitación sexual. El masoquismo sexual se convierte en trastorno cuando provoca malestar
significativo o significativamente perjudica el funcionamiento de la persona.

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Se desconoce la prevalencia de la forma parafílica del trastorno de masoquismo sexual. Sin
embargo, un informe de datos de una encuesta telefónica en Australia (2001 a 2002) encontró
que el 2,2% de los hombres y el 1,3% de las mujeres informaron estar involucrados en
masoquismo sexual y/o sadismo en los 12 meses anteriores.

Las fantasías y la conducta sexual sadomasoquistas entre adultos que consienten su práctica
son muy frecuentes. La actividad masoquista tiende a ser ritual y duradera. En la mayoría de
los casos, la práctica en la humillación y los golpes simplemente se representa en fantasías,
sabiendo los participantes que es un juego y evitando una humillación o daños reales. Sin
embargo, la intensidad de la actividad aumenta con el tiempo en algunos masoquistas y
pueden provocarse lesiones graves.

Las actividades de los masoquistas pueden ser la manera preferida o exclusiva de producir la
excitación sexual. Las personas pueden concretar sus fantasías masoquistas en sí mismos, por
ejemplo: atándose ellos mismos, pinchando su propia piel, aplicándose descargas eléctricas o
quemándose a sí mismos.

O pueden buscar a una pareja que puede ser un sádico sexual. Las actividades con una pareja
incluyen ser: amarrado, con los ojos vendados, azotado, flagelado, humillado con orina o
defecación, obligado a travestirse o incluso parte de una violación simulada.

Los trastornos que se dan comórbidamente con el trastorno por masoquismo sexual suelen
incluir otros TP como el fetichismo travestista. En el caso del sadismo sexual, el DSM-5
menciona el trastorno de personalidad antisocial, la hipersexualidad, el trastorno por consumo
de sustancias y otros TP, pero especialmente el trastorno de masoquismo sexual.

La asfixiofilia se considera un subtipo de trastorno de masoquismo sexual. En este trastorno,


las personas restringen su respiración (asfixia parcial) en el momento del orgasmo o cerca de él
para exacerbar la experiencia. Por lo general, la gente usa prendas de vestir (p. ej., bufandas,
ropa interior) como lazo para ahogarse. El lazo suele estar sujeto a un objeto en el ambiente
(p. ej., perilla de la puerta, poste de la cama).

El sadismo sexual consiste en infligir un sufrimiento físico o psicológico (p. ej., humillación o
terror) en otra persona para estimular la excitación sexual y el orgasmo. El trastorno de
sadismo sexual es el aquel que provoca malestar significativo o deterioro funcional. Las
personas con este trastorno han actuado según sus deseos irrefrenables o tienen fantasías
debilitantes o angustiantes con temas sexualmente sádicos.

El sadismo sexual es una forma de parafilia, pero el comportamiento sexual sádico leve es una
práctica sexual común entre adultos que la consienten, su alcance suele ser limitado y no es
dañino. No obstante, en algunas personas, las conductas van aumentando hasta llegar a un
punto de hacerse daño.

La mayoría de los sádicos sexuales tienen fantasías persistentes en las cuales la excitación
sexual se produce por el sufrimiento que se inflige a la pareja, consentido o no. Cuando se
practica con parejas que no consienten la práctica, el sadismo sexual constituye una actividad
criminal y es probable que continúe hasta que el sádico sea detenido. Sin embargo, el sadismo
sexual no es sinónimo de violación, sino una amalgama compleja de sexo y poder sobre la
víctima. El sadismo sexual se diagnostica en < 10% de los violadores, pero está presente en el

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37 al 75% de las personas que han cometido homicidios por motivos sexuales. El sadismo
sexual es particularmente peligroso cuando se asocia a un trastorno de la personalidad
antisocial.

Trastorno de pedofilia

El trastorno pedófilo se caracteriza por fantasías, impulsos o conductas sexualmente


excitantes, intensas y recurrentes que involucra a adolescentes jóvenes (generalmente ≤ 13
años); se diagnostica sólo cuando las personas tienen ≥ 16 años y son ≥ 5 años mayor que el
niño, blanco de las fantasías o conductas.

La pedofilia es una forma de parafilia que causa daño a los demás y por lo tanto se considera
un trastorno parafílico.

Las agresiones sexuales contra los niños constituyen una parte importante de los actos
sexuales criminales que se informan. Para los adolescentes mayores (17 a 18 años), el continuo
interés o involucramiento sexual con adolescentes de 12 o 13 años puede no cumplir con los
criterios clínicos de un trastorno. No obstante, los criterios legales pueden ser diferentes de los
psiquiátricos. Por ejemplo, la actividad sexual entre un joven de 19 años y un joven de 16 años,
puede ser un delito y no un trastorno pedófilo. Existen muchas culturas que aceptan la
actividad sexual, el matrimonio y la maternidad a edades mucho más tempranas que en
occidente y aceptan diferencias de edad mucho mayores entre parejas sexuales en
comparación con lo que consideran correcto en las culturas occidentales.

Al igual que en los dos trastornos anteriores, se considera que el consumo de pornografía
infantil puede ser un indicador útil para el diagnóstico.

La mayoría de los pedófilos son varones. La atracción puede ser hacia niños pequeños, niñas
pequeñas o ambos sexos. Pero los pedófilos prefieren niños del sexo opuesto en una relación
2:1. En la mayoría de los casos, el adulto conoce al niño y puede ser un miembro de la familia,
un padrastro o una persona con alguna autoridad. Mirar o tocar parece más prevalente que el
contacto genital. Los pedófilos exclusivos se sienten atraídos sólo por niños; los tipos no
exclusivos también pueden sentirse atraídos por los adultos.

En nuestra sociedad no solo se condena moralmente el comportamiento sexual con un menor


(susceptible de diagnóstico y de condena), sino también la atracción o deseo hacia un menor,
aunque pudiera ser solo parafílico, es decir, no ir acompañado de malestar significativo ni de
interferencia.

Los pedófilos depredadores, muchos de los cuales tienen un trastorno de personalidad


antisocial, pueden obligar y amenazar con hacer daño físicamente al niño si revela el abuso.

La evolución de la pedofilia es crónica y los autores de este crimen a menudo presentan abuso
o dependencia de sustancias y depresión. Es frecuente la disfunción familiar permanente,
antecedentes personales de abuso sexual y los conflictos conyugales. Otros trastornos
comórbidos incluyen el trastorno por déficit de atención/hiperactividad, trastornos de
ansiedad y el trastorno por estrés postraumático.

En España en 2019 nace el proyecto PrevenSI, para el abuso sexual infantil. Esta herramienta
entre otros servicios ofrece atención y derivación a pedófilos. En su carta de presentación

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expone que se estima que hasta el 5% de hombre jóvenes y adultos presentan pensamientos,
deseos, fantasías y/o conductas de abuso sexual infantil. Además, entre el 40 y 50% de los
abusadores detenidos o condenados cumplen criterios diagnósticos de pedofilia.
(https://prevensi.es/)

Trastorno de fetichismo

El fetichismo es la utilización de objetos inanimados como método preferido para producir la


excitación sexual. Sin embargo, en el lenguaje común esta palabra se suele utilizar para
describir intereses sexuales particulares, como tomar roles en el juego sexual, preferencias por
ciertas características físicas y actividades u objetos sexuales preferidos. El trastorno de
fetichismo se refiere a una recurrente, intensa excitación sexual a partir del uso de un objeto
inanimado o de la atención meticulosa en una parte (o partes) del cuerpo no genital que
provoca un significativo malestar o deterioro funcional. El trastorno fetichista ahora incluye el
parcialismo, es decir, no solo se refiere al interés sexual por objetos inanimados, sino también
por partes del cuerpo no sexuales (frecuentemente pies, dedos de los pies, cabello...).

El fetiche puede reemplazar a la actividad sexual habitual con una pareja o puede integrarse en
una actividad sexual con una pareja que lo consienta. La conducta fetichista menor como
adyuvante de una conducta sexual consensuada no se considera un trastorno porque no hay
angustia, discapacidad ni disfunción significativas. Los patrones y los comportamientos de
excitación fetichistas obligatorios, más intensos y altamente compulsivos pueden provocar
problemas en las relaciones o consumir por completo y destruir la vida de la persona.

La razón por la que un objeto inanimado o una parte del cuerpo llega a ser erotizada en sí
misma en ocasiones puede entenderse por procesos de condicionamiento en experiencias
anteriores, pero no siempre resulta sencillo encontrar una explicación. Lo que hace el
fetichista con el objeto o parte del cuerpo puede ser muy variado, desde mirarlo u olerlo hasta
tocarlo, saborearlo o hacer que lo lleve puesto su compañero durante la interacción sexual. En
ocasiones el fetichista colecciona sus objetos. La dependencia que llega a establecer respecto
al objeto es tal que con frecuencia prefiere la actividad sexual con el fetiche antes que la
interacción de pareja.

Los fetiches pueden incluir la ropa del sexo opuesto, pero si la excitación sexual se produce
principalmente por vestir la prenda (del sexo opuesto) en vez de usarla de alguna otra manera,
la parafilia es considerada travestismo.

El tratamiento del trastorno fetichista puede consistir en psicoterapia, medicación o ambas.


Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) han tenido eficacia limitada en
algunos pacientes que solicitan tratamiento.

Desde el punto de vista de la comorbilidad, el trastorno de fetichismo puede aparecer junto


con otros TP y con hipersexualidad.

Trastorno de travestismo

El travestismo implica una excitación sexual recurrente e intensa a partir del uso de prendas
del sexo opuesto, que puede manifestarse como fantasías, impulsos o comportamientos.

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El trastorno travestista es el travestismo que provoca malestar o deterioro funcional
significativos.

Algunos estudiosos creen que el fetichismo transvestista debería eliminarse de la Clasificación


Internacional de Enfermedades (CIE) en la próxima revisión, aunque sigue siendo cierto que
algunos hombres que se transvisten lo hacen compulsivamente y están angustiados y
afectados por su comportamiento. El travestismo y el trastorno travestista son raros en las
mujeres.

Los varones heterosexuales que se visten con ropa de mujer suelen comenzar esta conducta al
final de la infancia. Hasta el 3% de los hombres se han vestido con prendas del otro género y se
han sentido estimulados sexualmente por ello al menos una vez, pero muchos menos informan
travestismo regular. El transvestimo se asocia, al menos inicialmente, con excitación sexual
intensa. La excitación sexual que se produce por la ropa en sí se considera una forma
de fetichismo y puede ocurrir con travestismo o independientemente de él.

En este trastorno es muy importante el diagnóstico diferencial, sobre todo teniendo en cuenta
la confusión que hay entre la población general al respecto. Un travestista se excita vistiéndose
con ropa de otro género, pero eso no significa que sea homosexual ni que se sienta miembro
del otro género. Esto es especialmente importante distinguirlo si se especifica que se produce
excitación con sentirse una mujer, lo cual no es exactamente igual que ser transexual y sentir
que perteneces al otro género.

Cuando sus parejas colaboran o están dispuestas a participar, los travestis pueden tener
actividad sexual con una vestimenta total o parcialmente femenina. Cuando la pareja no
colabora, pueden sentirse ansiosos, deprimidos, culpables y avergonzados por su deseo de
vestir ropa de mujer y pueden experimentar disfunción sexual en su relación.

La mayoría de los travestidos no acude para recibir tratamiento. Algunos acuden para el
tratamiento de la disforia de género, el abuso de sustancias o la depresión asociada.

Los grupos sociales y de apoyo para hombres travestidos suelen ser muy útiles. La
psicoterapia, de ser indicada, está dirigida a la autoaceptación y a modular las conductas de
riesgo.

El trastorno por travestismo con frecuencia se asocia a otras parafilias, sobre todo al
fetichismo y al masoquismo

h. Otro trastorno parafílico especificado y trastorno parafílico no especificado

Acrotomofilia Excitación sexual al ver un Adolescentilismo Excitación por imitar los


miembro (pierna/brazo) amputado manerismos adolescentes

Andromimetofilia Mujer que se excita por Apotemnofilia Excitación por sufrir la


imitar a un hombre amputación de miembros del cuerpo

Asfixiofilia Excitación sexual por Autagonistofilia Excitación por ser


estrangulamiento observado desnudo

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Autasasinofilia Excitación por ser expuesto a Autonepiofilia Véase “infantilismo”
peligros mortales

Bestiafilia Mantener relaciones sexuales con Biastofilia Excitación por la idea de ser
animales violado

Cataterofilia Excitación por la inserción de Cleptofilia Excitación sexual por robar


un catéter

Clismafilia Excitación sexual por recibir Coprofilia Excitación por ser ensuciado con
enemas heces humanas

Coprofagía Excitación por ingerir heces Erotofonofilia Excitación por atentar contra
humanas la vida de otro

Formicofilia Excitación por tener insectos en Gerontofilia Excitación ante personas


contacto con los genitales notablemente mayores que uno mismo

Ginemimetofilia Excitación por ver a un Hibristofilia Excitación por tener relaciones


hombre imitar a una mujer sexuales con un criminal

Hipoxfilia Véase “asfixiofilia” Infantilismo Excitación por vestirse y


comportarse como un niño

Misofilia Excitación por suciedad (tierra, Mixofilia Excitación por ver a uno mismo o a
polvo, lodo, etc.) su compañero en coito

Morfofilia Excitación por un tipo de cuerpo Narratofilia Excitación sexual por narrativas
(enano, obeso, bajo, etc.) obscenas

Necrofilia Interés en mantener relaciones Olfactofilia Excitación por olores corporales


sexuales con cadáveres (secreciones vaginales, etc.)

Pictofilia Excitación por pornografía Somnofilia Interés en mantener relaciones


sexuales con personas inconscientes

Stigmatofilia Excitación por tatuajes Telefonicofilia Excitación por conversaciones


indecentes por teléfono

Urofilia Excitación por orinar sobre otra Zoofilia Excitación por actuar como un
persona, o viceversa animal (ladrar, llevar correa)

Los devotees: son personas sin discapacidad que se sienten atraídos sexualmente por las
personas con
discapacidad, por lo general los que tienen problemas de movilidad y, sobre todo,
amputaciones.
Existen 2 tipos de devotees vinculados a los problemas de movilidad: los abasiofilicos y los
acrotomofilicos:
• Abasiofilico: son los devotees que excitación sexual por personas minusválidas o con ayudas
ortopédicas

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como escayola, sillas de ruedas, férulas y ortesis.
• Acrotomofilico: son los devotees que sienten deseo sexual por alguien que tiene algún
miembro amputado.

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