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Universidad Yacambú

Vicerrectorado Académico
Facultad de Humanidades
Psicología

Parafilias

Alumno:
Ambar Avila
N Expediente:
HPS- 16100943
Una parafilia es un patrón de comportamiento sexual a objetos, situaciones,
actividades o individuos atípicos. No existe un consenso para establecer un límite
preciso entre el interés sexual inusual y la parafilia. Incluso existe debate sobre si
alguna de las consideradas parafilias debería figurar en los manuales de diagnóstico o
no. El número y taxonomía de las parafilias también es controvertido; algunas fuentes
listan hasta 549 tipos de parafilias. El DSM-5 tiene especificados ocho desórdenes
parafílicos. Se han propuesto varias subclasificaciones de las parafilias, pero algunos
argumentan que un enfoque psicológico completo podría reflejar mejor la evidencia.
En 1987 la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (American Psychiatric
Association) eliminó el término perversión del DSM y de la terminología psiquiátrica
mundial. Desde esa fecha en adelante se denominan parafilias.
Las consideraciones acerca del comportamiento considerado parafílico dependen de
las convenciones sociales imperantes en una época y lugar determinados. Ciertas
prácticas sexuales, como el sexo oral o la masturbación, fueron consideradas
parafilias hasta mediados del siglo XX, aunque hoy en día se consideran prácticas no
parafílicas, siempre que la actividad del sujeto no se limite únicamente a ellas. Por
ello resulta imposible elaborar un catálogo definitivo de las parafilias.
Las definiciones más usuales recogen comportamientos como la pedofilia, el
sadismo, el masoquismo, el exhibicionismo, el voyeurismo, la zoofilia, la coprofilia,
la necrofilia, el fetichismo, el frotismo, la podofilia, entre otros.
Parafilia versus erotismo
Cabe destacar que la práctica de algunas conductas sexuales inofensivas, aunque poco
comunes no implica una parafilia por sí misma.1 No se vive en una situación de
parafilia si la práctica sexual poco habitual cumple estas tres condiciones:

Estas prácticas sexuales no son la única forma con la cual la persona alcanza goce
sexual y puede obtener un orgasmo, sino que sean solo una forma de sexo casual,
voluntaria y no indispensable ni obsesiva para la práctica sexual. Por ejemplo, una
pareja que practica el sadomasoquismo o la asfixiofilia con cierta regularidad, pero
pueden sostener otro tipo de relaciones sexuales si así lo desean. En estos casos el
fetiche se convierte únicamente en una práctica erótica que «condimenta» la relación,
pero no constituye el centro de la relación en sí, pero es algo que aún no se sabe.
Si estas prácticas sexuales no causan daño físico, psicológico, económico, etc., a la
persona que la practica o a las personas que están involucradas en la práctica. Se
torna patológica cuando afecta nocivamente de forma objetiva la vida de la persona
practicante, de quienes la rodean o de la sociedad en general. Ejemplo: un sádico
sexual es inofensivo en tanto que sus parejas, adultas voluntarias, participen
consentidamente en el acto sexual con las medidas de seguridad adecuadas. Se torna
peligroso y parafílico cuando el sádico está descontrolado y se aboca a violar y
torturar víctimas indefensas. Cuando los involucrados son personas conscientes y
voluntarias que participan del acto de forma consensuada. Esto, naturalmente, es
imposible en algunas parafilias claramente transgresoras donde el objeto de placer del
paráfilo no está en condiciones nunca de dar su aprobación y la relación sexual
siempre puede causar daño como en la pedofilia, el frotismo y la somnofilia.
En síntesis, no toda práctica erótica poco tradicional es una parafilia. Se torna como
tal cuando deja de ser saludable y controlable por el individuo y cuando es
evidentemente destructiva y enfermiza. Aquel que «guste de esposar a su pareja a la
cama de vez en cuando» no es parafílico como sí lo sería aquel «incapaz de tener
relaciones si la persona no está esposada a la cama».
Origen de las parafilias
Se han postulado diferentes teorías respecto a las posibles causas de la parafilia,
especialmente porque se han registrado todo tipo de parafilias, algunas hasta por
objetos y circunstancias claramente no sexuales.
El sexólogo Magnus Hirschfeld considera que la atracción sexual siempre se
desarrolla con base a diferentes estímulos individuales del medio. En este sentido
todo ser humano tiene "parafilias" o "fetiches" normales y saludables como sería un
hombre heterosexual que siente preferencia hacia las mujeres morenas sobre las
pelirrojas o hacia las gordas sobre las delgadas, y viceversa. Estos patrones sexuales
pueden incluir no solo aspectos físicos sino objetos —ropa, lencería, uniformes, etc.
— para Hirschfeld el fetiche se torna patológico cuando se sobrevalora uno de estos
objetos individuales, por ejemplo, los zapatos. El psicoanalista Donald Winnicott
consideraba el origen de los fetiches y parafilias en el objeto transicional. La tenencia
de un objeto transicional es normal y sana en casi todos los seres humanos durante su
niñez, pero en algunos casos se torna sexual. En todo caso la teoría del psicoanálisis
considera que cualquier trauma infantil puede producir un impacto en el inconsciente
que posteriormente se traduciría en una práctica neurótica o perversa; es la
proyección de la libido. Para algunos conductistas las parafilias y fetichismos son
producto del condicionamiento clásico, cuando una persona está expuesta a una
práctica sexual específica asociándola a un objeto, sujeto o circunstancia de forma tal
que la gratificación sexual se asocia a este condicionamiento. Es decir, de forma
similar a como Iván Pávlov logra que un perro asocie el sonido de una campana con
alimento y esto hace que el perro salive, un fetichista es alguien que está
condicionado para creer que los latigazos en la espalda producen placer sexual.
La teoría de que las parafilias surgen por abusos sexuales no está del todo probada y
se considera coloquial. La idea de que todos los pedófilos fueron objeto de abusos
cuando eran niños no está del todo comprobada, aunque se han encontrado
correlaciones entre personas que sufrieron abuso sexual y luego repitieron este abuso
en otros. Aun así, ni todos los abusadores fueron abusados, ni todos los abusados se
vuelven abusadores. No obstante, el psicoanálisis postula que los traumas infantiles
pueden generar conductas patológicas posteriores, a través de un mecanismo psíquico
que denominan compulsión de repetición y que podría explicar el origen de algunas
parafilias. Algunos psicoanalistas incluso postularon teorías respecto a la correlación
entre estímulos sexuales tanto placenteros como traumáticos en determinadas etapas
del desarrollo psicosexual con ciertas parafilias, por ejemplo, el sadomasoquismo
estaría en relación con la fase anal, ya que el sadomasoquismo encuentra placer en el
control y la fase anal es aquella donde el niño obtiene goce erótico al lograr controlar
su cuerpo (en general, el control de esfínteres es la tarea evolutiva que se instala
como metáfora de cualquier control), y así sucesivamente.
Fetichismo
En el siglo XVIII se introdujeron en Francia las llamadas pommes d´amour
(manzanas del amor) con notable éxito. Este artilugio de invención japonesa,
consistía en dos pequeñas esferas de metal que se introducen en la abertura vaginal.
El efecto erótico del ingenio (Gregersen, 1988), proviene de los movimientos de las
esferas y sus vibraciones cada vez que la pelvis cambia de posición. He aquí uno de
los tantos curiosos fetiches que la humanidad ha utilizado para incrementar el placer
sexual. Todos tenemos algo de fetichistas, como lo demuestran no solamente las
costumbres arraigadas en cualquiera de las sociedades que se pueden explorar, ya
hemos nombrado el estudio de Wilson sobre las fantasías habituales, pero el fetichista
parafílico se enardece fundamentalmente fantaseando o actuando casi exclusivamente
con un objeto fetiche. Al igual que en otras parafilias, ahí está la diferencia. El
fetichismo representa uno de los diagnósticos más difíciles debido al solapamiento
entre este y otros trastornos. La CIE-10 considera como elemento primordial del
diagnóstico el criterio de que el fetiche (objeto inanimado) sea la fuente más
importante de estimulación sexual, es decir, esencial para una respuesta sexual
satisfactoria (F65.0). En cuanto el DSM-IV, amplía algo más el concepto y lo define
con los siguientes criterios:
a) Durante un período de por lo menos seis meses, fantasías sexualmente recurrentes
y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos que implican el uso de
objetos no vivientes (por ejemplo, ropa interior femenina).
b) Las fantasías sexuales, los impulsos sexuales o los comportamientos provocan
malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas
importantes de la actividad del individuo.
c) Los fetiches no deben ser sólo artículos de vestir femeninos como los utilizados
para travestirse (fetichismo travestista) o aparatos diseñados a propósito de estimular
fácilmente los genitales (vibrador).
d) La especificación de que el fetiche tiene que ser un objeto sin vida evita aplicar
este código a aquellos individuos que se excitan intensamente con determinadas
partes del cuerpo como los pies, el cabello o las rodillas. Estas últimas preferencias se
aplican al parcialismo, una de las parafilias no especificadas (F65.9 CIE-10, 302.9
DSM-IV). El objeto activante bien se emplea durante la masturbación o bien lo lleva
el otro miembro de la pareja durante la actividad sexual con el fin de facilitar el
funcionamiento sexual de los fetichistas, que podrían presentar una falta de erección
si no pudieran llevar puesto, oler o frotarse contra los genitales el fetiche (sobre todo
en la autoestimulación).
e) La lista de objetos utilizados como fetiches podría ser exhaustiva; acostumbra a
incluir artículos comunes de la ropa interior femenina con variaciones como pueden
ser el uso de ligas, los clásicos objetos de caucho o goma, slips o zapatos más o
menos especiales siendo las botas específicamente del gusto de los fetichistas, como
si quisieran dar la razón a la experiencia de Rachmann (que veremos más adelante).
Mitchell (1954) (9), llegó a encontrar un fetichista de agujas imperdibles que, como
veremos, presentaba una patología cerebral concreta asociada. Partes tan atrabiliarias
como los pies o el pelo pueden llegar a ser considerados compulsivamente como
objetos de erección inmediata por el fetichista. Y es que los fetichistas pueden llegar
al extremo del robo para añadir a su colección la prenda o el objeto que les obsesiona.
f) Según McConaghy (1993) (10) estos robos son la causa de muchas de las
detenciones que sufren los fetichistas, lo cual a su vez desencadena la consulta
profesional. En la muestra de Kolodny, Masters y Johnson (1985) (11) uno de sus
pacientes tenía como fetiche los zapatos de tacones altos de las mujeres, y con el
tiempo había acumulado más de un millar de pares; según los mismos autores, los
tenía catalogados y los mantenía ocultos en un altillo para que su esposa no los
descubriera. g) En un estudio con 48 sujetos, Chalkley y Powell (1983) (12)
encontraron que aproximadamente el 60% prefería elementos de vestir, el 23% se
activaban por elementos de goma, el 15% escogía el calzado y el 15% prefería partes
del cuerpo (parcialismo), mientras que el resto se excitaba sexualmente por estímulos
que iban desde el cuero hasta el nailon. En esta muestra, el 44% prefería llevar el
elemento, el 23% disfrutaba viendo que el objeto lo llevaba otra persona y el 37,5%
robaba habitualmente el fetiche sea en los tendederos, en las lavanderías públicas o
entrando ilegalmente en las viviendas. Sea cual sea el caso, la distancia que se
establece entre fetichistas y sus partners puede llegar a ser amplia si, como pasa en
otras parafilias, la pareja se resiste al juego parafílico. A destacar, que en la mayoría
de informes clínicos se han encontrado porcentajes significativos de fetichistas que se
habían visto envueltos previamente en otras parafilias (p. ej. exhibicionismo,
frotteurismo, pedofilia o voyeurismo) lo cual se repetirá en la mayoría de las
parafilias estudiadas. h) Wilson y Gosselin (1980) (13) encuestaron a 87 miembros de
una sociedad fetichista de la goma, a 38 miembros de un club similar de fetichistas
del cuero, a 133 miembros de grupos sadomasoquistas y a 285 miembros de una
organización de travestidos y homosexuales. El hallazgo más significativo fue el
solapamiento entre los grupos: el 88% de los fetichistas realizaban actividades
sadomasoquistas y el 63% estaba implicado en el travestismo. Así y todo, las
controversias sobre la concurrencia de parafilias múltiples en el mismo sujeto son
constante. McConaghy (1993) concluyó que era un hecho ocasional, contradiciendo a
Abel et al (1987) (14) que lo consideraban muy frecuente. Nosotros nos inclinamos
más a considerar raro que una persona transporte varias parafilias y más aún que
cambien de una a otra.
Edad de comienzo
Por lo general, el trastorno empieza en la adolescencia, aunque el fetiche puede haber
tenido ya una especial significación durante la infancia. Una vez establecido el
trastorno, tiende a hacerse crónico.
Diagnóstico diferencial
La experimentación sexual no patológica puede implicar la excitación sexual a través
de objetos no humanos, pero este estímulo para la excitación no es preferido ni
requerido de forma persistente. En el fetichismo travestista la excitación sexual se
limita a los artículos de vestir genuinos utilizados para travestirse. A destacar, que el
objeto se utiliza –casi sin excepción– durante la masturbación y se incorpora a la
actividad sexual con un compañero con objeto de lograr la excitación sexual. Sadoff
(1989) (15) considera que hay dos tipos de fetiches el duro (objetos de caucho y
cuero) y el blando (pieles, plumas, etc.). El especial atractivo del cuero y de la goma,
probablemente se debe al hecho de que su textura se parece a la de la piel humana en
mayor grado que en otros materiales. Gosselin (1979) (16) –con datos muy
empíricos– ha defendido la hipótesis de que los fetichistas de artículos duros suelen
constituir un grupo tímido y pudibundo. Por lo general, y como hemos dicho, los
fetichistas coleccionan estos objetos y pueden llegar muy lejos –incluso al robo– para
añadir a su colección la prenda u objeto concreto que les obsesiona. Algunas veces, el
fetichista necesita que su pareja haga uso del fetiche de una forma especial para que
éste surta efecto: por ejemplo, la frotación de los genitales con una prenda de seda, o
la exigencia de que la compañera lleve ligas negras y zapatos de tacón alto. En la
mayoría de los casos, los fetichistas no tienen costumbres peligrosas para los demás,
persiguiendo el uso del objeto fetiche en privado. Hay escasos estudios
psicopatológicos fiables sobre el fetichismo, quizá porque es relativamente rara tanto
la consulta clínica, como la derivada de demandas judiciales. Aprovechamos para
decir que una abrumadora mayoría de parafílicos suelen llegar a la consulta sólo
cuando su conducta les ha puesto en conflicto con la sociedad. Sin embargo, es el
fetichismo la parafilia que ha sido más estudiada por los teóricos del
condicionamiento para reforzar la tesis a favor del aprendizaje de este tipo de
comportamientos sexuales, hasta convertirse en el paradigma de estas teorías.

Definición de filia y parafilia


La palabra “filia” viene del griego “philos”, que podríamos traducir como “amor” o
“amistad”. Se suele utilizar como sufijo para designar la afición o el gusto intensos
por un elemento determinado, que puede o no ser de tipo sexual; así, una persona
cinéfila es aquella que disfruta mucho del cine, y la filatelia es la afición de
coleccionar sellos.
No obstante, en psicología la sexualidad es el campo donde este concepto aparece de
forma más habitual. Dentro de este ámbito las filias se solapan con las parafilias,
definidas como patrones de conducta sexual en los que el deseo, la excitación o el
placer dependen en gran medida de elementos atípicos, aunque esto no
necesariamente conlleva una patología. Las parafilias son inofensivas si no conllevan
el malestar de la persona ni de otras, de forma que en muchos casos simplemente
consisten en una preferencia sexual. Esto suele suceder en el fetichismo (excitarse
con un objeto o parte del cuerpo), entre otras filias. Sin embargo, a veces estas
preferencias implican a personas que no consienten o simplemente dificultan las
relaciones de pareja. El término “filia” se contrapone al de “fobia”, que se utiliza para
hacer referencia a miedos o aversiones irracionales. Como las filias, las fobias pueden
en ocasiones ser de tipo sexual; por ejemplo, la erotofobia o genofobia es la aversión
a las relaciones sexuales, mientras que la palabra “medomalacufobia” hace referencia
al miedo a perder una erección.
Tipos de filia y sus características
A continuación, se presenta una breve descripción de las características principales de
distintos tipos de filias y parafilias. Asignarles una u otra etiqueta depende de la
intensidad de la preferencia, del malestar que conlleven a la persona o a otros y del
punto de vista de cada experto.

1. Fetichismo
El fetichismo es la preferencia sexual por objetos inanimados o bien por partes
concretas del cuerpo. Dos de las filias fetichistas más conocidas son la podofilia, que
implica los pies, y el retifismo o gusto por los zapatos. La preferencia por objetos
diseñados para la estimulación sexual, como los vibradores, no se considera
fetichismo.

2. Exhibicionismo
Esta filia consiste en la obtención de excitación y placer sexuales al exponer partes
del cuerpo, normalmente los genitales, a otras personas. Es habitual que la intensidad
de la conducta exhibicionista aumente con la práctica, pudiendo adoptar un carácter
compulsivo.

3. Voyeurismo o escoptofilia
El voyeurismo se define como el gusto marcado por observar a personas desnudas o
que están teniendo sexo. Los voyeurs suelen preferir que la persona observada no
sepa que la están mirando, y normalmente no buscan la relación sexual con ésta.

4. Frotteurismo
Las personas frotteuristas, o frotteurs, buscan el contacto físico con otras personas
para masturbarse después; en su forma patológica, lo hacen sin permiso y/o en contra
de su voluntad. Suele llevarse a cabo en lugares donde hay mucha gente, como el
transporte público o las discotecas. El frotteurismo es mucho más habitual en
personas jóvenes.

5. Masoquismo sexual
El masoquismo incluye el placer sexual que se obtiene al recibir daño físico o
humillación, así como cualquier otro tipo de sufrimiento. Se trata de la parafilia más
común en mujeres, y se asocia frecuentemente con el sadismo. En la epidemiología
del sadomasoquismo, destacan cifras diversas (Kinsey et al, 1953; Hunt, 1974 (58);
Stein, 1978 (59); Barbach y Levine, 1980) (60) que van desde el 17% de Stein (cifra
falseada ya que el autor trabajó sobre 1.230 clientes de prostitutas, lo cual no
representaba la población general) hasta el 10% de hombres de Hunt y el 6% del
propio autor. Sin embargo, en un examen más severo de las estadísticas, queda claro
que una gran parte de estas cifras consiste más en actividades de ligera violencia,
incluidas en el juego sexual que en una verdadera parafilia. Son curiosos los estudios
antropológicos que nombra Pedersen (1988): las etnias más proclives a estas
actividades resultaron ser anglosajones y judíos de la Europa Oriental, lo cual iría a
favor de factores culturales de represión de la agresividad, más propia en ambientes
no latinos.

6. Sadismo sexual
Las personas sádicas disfrutan sexualmente con la idea o la práctica de hacer daño a
otros. Aunque se habla con frecuencia del sadismo sexual patológico, hay mucha
gente sádica que sólo cumple sus fantasías con personas que lo consienten; esto
sucede por ejemplo en el BDSM, que engloba las prácticas de bondage, disciplina,
dominación, sumisión, sadismo y masoquismo.

7. Fetichismo travestista
Esta filia implica la obtención de placer sexual al vestirse como una persona de otro
género. Sólo se ha descrito en hombres heterosexuales, que en algunos casos no se
identifican con el género masculino. Cuando un varón se excita viéndose o
imaginándose como si fuera una mujer hablamos de autoginefilia.

8. Pedofilia
El manual DSM define la pedofilia como la preferencia sexual por personas que no
han llegado a la pubertad (menores de 13 años aproximadamente). La diferencia con
la pederastia es que este término designa la práctica de conductas de abuso a niños,
mientras que la pedofilia puede referirse también a impulsos o fantasías habituales
que no se han cumplido.

9. Gerontofilia
La gerontofilia es la preferencia sexual por personas de edad avanzada. Si la atracción
se da hacia varones ancianos esta filia se conoce como alfamegamia, mientras que si
el objeto de deseo son mujeres se trata de matronolagnia.

10. Necrofilia
Las personas necrófilas se sienten atraídas por los cadáveres, sean de humanos o de
otros animales. Aunque lógicamente la necrofilia suele llevarse a la práctica sin el
consentimiento de la persona fallecida, se han dado casos de necrofilia con permiso
previo del muerto, como el famoso episodio de Armin Meiwes, el “Caníbal de
Rotemburgo”.

11. Asfixiofilia
La asfixiofilia consiste en obtener placer con la sensación de ahogamiento. La asfixia
sexual puede llevarse a cabo con una pareja o como método de masturbación; en este
caso hablaríamos de asfixia autoerótica.

12. Zoofilia o bestialismo


En la zoofilia la persona siente deseo o realiza actividades sexuales con animales. Es
especialmente frecuente en entornos rurales y en pacientes psiquiátricos, y sólo muy
raramente se detectan casos de zoofilia exclusiva.

13. Urofilia y coprofilia


En la urofilia las fantasías incluyen la presencia de orina, mientras que en la
coprofilia sucede lo mismo con las heces. Una parafilia relacionada es el fetichismo
del pañal. Cuando la persona se excita con la idea de orinar o defecar encima de una
pareja sexual hablamos de salirofilia.

14. Xenofilia
Entendida desde un punto de vista sexual, la xenofilia es la preferencia por las
personas que son percibidas como miembros de una etnia exótica o distinta a la
propia. No obstante, en un sentido más amplio la xenofilia es el gusto por personas u
objetos de origen desconocido, y técnicamente tiene un significado opuesto al de la
palabra “xenofobia”.

15. Ginandromorfofilia o ginemimetofilia


Esta filia hace referencia a la atracción preferente, sea exclusiva o no, hacia personas
transgénero o transexuales. La concepción de la ginandromorfofilia como un tipo de
parafilia es criticada con frecuencia ya que puede favorecer la estigmatización de las
personas transgénero y de quienes se sienten atraídas por ellas.

¿Como se origina un trastorno sexual, Parafilia?


Los orígenes de las disfunciones pueden ser físicos, pero habitualmente tienen raíces
psicológicas. Las parafilias, directamente, siempre se deben a causantes de origen
psicológico y nunca físico. Una amplia variedad de factores psicológicos puede
provocar trastornos en la excitación, el deseo, la actitud o las reacciones físicas de
una persona ante el sexo, pero se resumen en tres tipos: los factores predisponentes,
los precipitantes y los de mantenimiento.

Factores predisponentes

Los factores predisponentes son aquellos en los que, como sugiere la palabra, un
hábito concreto, unas circunstancias o un episodio vital predisponen a una persona a
tener un trastorno sexual en el futuro: problemas relacionados con la familia o los
parientes, carencias en la educación sexual o incluso general, experiencias
traumáticas en la infancia o adolescencia, etcétera. Las parafilias vienen precedidas
siempre de algún factor predisponente: una de las causas más comunes de la pedofilia
y el masoquismo, por ejemplo, tiende a ser la de los problemas de abusos en la
infancia. Los predisponentes, sin embargo, no son exclusivos de las parafilias, sino
que también suelen cimentar futuras disfunciones.
En la prevención y el tratamiento de potenciales situaciones predisponentes radica el
mejor remedio para los trastornos sexuales. Un seguimiento adecuado a, por ejemplo,
los jóvenes y niños con familias desestructuradas o entornos adversos puede ser
clave. Las medidas de apoyo e información en situaciones difíciles pueden evitar que
estas personas deriven ciertos problemas hacia otros campos, entre los que el sexual
es un ámbito muy recurrente.

Factores precipitantes
Además, con un buen tratamiento se puede disminuir mucho la aparición de factores
precipitantes. El término también explica qué significan: si los predisponentes
dejaban el terreno preparado a un potencial trastorno, los precipitantes son el
elemento que lo desencadena. Siguiendo el ejemplo, si el predisponente de una
persona es una infancia traumática; una mala experiencia puntual como una relación
problemática, una ruptura o un problema que evoque esa infancia sería el factor
precipitante. Si no existe un predisponente que lo haya cimentado, esos problemas
son mucho menos susceptibles de precipitar un trastorno.
Factores de mantenimiento

Por último, aunque ya no tienen relación con el origen de los trastornos sexuales, hay
otro tipo de factores que hay que tratar para desbloquear un potencial trastorno. Se les
llama factores de mantenimiento, y son los que provocan que un problema
psicológico de este tipo perdure en el tiempo. Son, en otras palabras, los que bloquean
una posible solución, y normalmente tienen mucho que ver con las circunstancias que
rodean a una persona en el momento en que padece el trastorno. Las situaciones de
estrés que pueden generar ansiedad, o bien las frustraciones continuadas en otros
terrenos –aspiraciones personales, desarrollo profesional, etc.- que provocan
problemas de autoestima, son dos de los factores de mantenimiento principales.
Una visión general de estos trastornos sexuales nos revela un aspecto esencial para
comprenderlos y tratarlos: la gran mayoría de los factores que los originan o
mantienen están relacionados con episodios cotidianos relacionados con otros
ámbitos, problemas que no solo desembocan en trastornos sexuales, sino que son la
principal fuente de todos los trastornos psicológicos. La intervención previa y el
tratamiento inmediato de esos episodios son los mejores caminos para minimizar los
trastornos sexuales. Aquí, como en casi todos los campos de la medicina, la terapia y
la psicología, vale el dicho popular: más vale prevenir que curar.

Estrategias terapéuticas

Antes de poner en marcha técnicas especiales, el clínico deberá tener en cuenta los
factores psicopatológicos que pueden superponerse al acto parafílico y tratarlos. Este
es el caso de las manifestaciones depresivas, ansiosas, psicóticas, disfunciones
cerebrales, etc. previas a su conducta. Con esta premisa, proponemos los siguientes
criterios de selección: 1) El paciente debe estar mínimamente motivado para el
cambio, sin olvidarnos de los simuladores los cuales se adhieren a un tratamiento
simplemente para obtener ciertas ventajas en su situación legal. Es labor del terapeuta
el diferenciar estos casos y rechazarlos, sobre todo si se trata de tratamientos
psicológicos. 2) Debe experimentar conducta patológica repetida y recurrente. 3) El
problema debe poder definirse con criterios objetivos, precisos y observables. 4)
Paciente y terapeuta deberán estructurar las finalidades del tratamiento en forma
concreta y específica, p. ej. quiero ser capaz de ver niños menores de 11 años de
edad, resistiéndome a mis fantasías tentadoras. 5) Es labor del terapeuta el implicar al
paciente como agente activo de su propio cambio; es decir, debe conocer el plan de
tratamiento y dedicarle tiempo y esfuerzos. Es imprescindible que lleve un
autorregistro diario. A cambio, su terapeuta ofrecerá teléfono y consulta abiertos para
atender de inmediato los momentos de crisis que preceden al acto parafílico. 6) Es
sumamente positivo poder contar como coterapeuta a la pareja, si es que existe, es
colaboradora y el paciente lo acepta, summum de acontecimientos que,
desgraciadamente, no siempre ocurren.
Técnicas conductuales
Si bien las técnicas basadas en la modificación de conducta son útiles, les falta aún
responder a muchos interrogantes. En cualquier caso, recurrir a ellas es parsimonioso
porque están validadas con criterios experimentales, lo cual no ocurre con otros
métodos psicológicos faltos de apoyo en estudios controlados. El background
terapéutico es unívoco y se basa en principios semejantes, sea cualquiera que sea el
tipo de parafilia a tratar. Se trata de reducir la conducta parafílica, incrementar la
heterosexualidad u homosexualidad normales y afrontar los factores precipitantes
como el estrés o la falta de habilidades interpersonales. En líneas generales, se acude
a métodos aversivos, mediante un modelo de condicionamiento clásico, muy simple:
asociación de estímulo condicional (EC, parafílico) con el incondicionado (EI,
estímulo aversivo), siendo la respuesta a condicionar (RC), diapositivas, films,
narraciones o fantasías de conductas normalizadas. La respuesta incondicionada (RI)
puede evocarse con los mismos métodos, si bien pueden emplearse conductas
manifiestas como puede ser la presencia de un fetiche, la exhibición o el acto de
travestirse.

LINK DE VIDEO
https://youtu.be/ETzoypgmqRM

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