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Le enfadaban únicamente los gallos que eludían

su revólver. I, decían las gentes del país, había

mi' riosa como las querellas de la clásica anti-


üedad iba acabando con la raz de os ontal-
ván, raza hermosa y bravía de jinetes rencorosos,

Ilas de agua de riego o de política, en la so-


d de un cañaveral. ¡ uién iba. a condenarlos,

os o senadores que con la. amenaza de revolu-


Dingt1no se había aborrecido


- tanto como Je-

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condidos los tesoros de los egentiless y por qué


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viuda blanca salta al caballo del viajero nocturno

jos muy canosos podía contar que «hace tanto·


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tiempo, :n1i amito» don Jenaro halló en una ca-


baña de pescadores, junto al mar, a su joven es-

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haciendas comarcanas la noticia de que estaba


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muriéndose, la compasión fué general. Pero noti-

instalara en la capilla de la hacienda una come


de gallos. Había pedido confesión; y como el pe- ·
nitenteera de fuste, el reverendo obispo del depar

tamento no vaciló en cabalgar dos días para traer



los santos óleos .
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