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15/11/2016 ¿Soy un verdadero hombre?

| El Psicoanalisis revista digital

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¿Soy un verdadero hombre?


por Miriam Chorne | Los hombres y sus semblantes, Número 19

El psicoanálisis lacaniano ha convertido el axioma de que no hay virilidad que


la castración no consagre en un fundamento de la re exión sobre la asunción
del sexo.

Esta a rmación conoce ciertas matizaciones, de una de las cuales quiero


ocuparme hoy. En primer lugar la población: ciertos hombres que a pesar de
ocupar indudablemente el lado hombre en las fórmulas de la sexuación
mantienen en su relación con las mujeres una pasividad que los conduce a
ellos mismos a interrogarse sobre su virilidad.

El interés por esta divergencia provino del análisis de un hombre histérico —


que continúa todavía en análisis— y para quien la imposibilidad de responder
a la cuestión de lo que quiere una mujer se convertía en una interrogación
acuciante a la vez que transformaba a la mujer en un objeto extraño e
inquietante, que le producía descon anza.

Se trata de una distinción señalada por Lacan 1 en su análisis de la


«resolución» de Hans de su con icto edípico. La salida de su cura supuso
situarse como varón. Sin embargo lo hizo de una manera que Lacan caracterizó
como de espera frente a las mujeres. En su relación con ellas —pronosticó— no
tomaría la iniciativa en el campo sexual, esperaría que la mujer madre «hiciera
por él».

En el mismo texto se re rió a esta posición de Hans como un verdadero


paradigma de algunos hombres de la generación del cuarenta y cinco. Y
Jacques Alain Miller 2 retomando estas observaciones hizo notar que no era la
de Lacan, que había sido joven en las postrimeríasde la primera guerra
mundial, «con un París recorrido por una pulsación erótica muy diferente y
donde los discursos moralizadores no tenían el peso que tuvieron en la

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juventud post- liberación».

El propio Lacan aclara en la última reunión del Seminario que si hizo a


propósito de Hans una alusión a la evolución de las relaciones entre los sexos
evocando la generaciónde 1945 fue para no caer en una re exión
excesivamente actual (que le dejaba a otros: Françoise Sagany tras ella a
Alexandre Kojève, que había realizado un estudio sobre dos obras de la autora
en los años en los que Lacan hablaba sobre el tema, 1957-1958). Es una
observación que nos autoriza a extender la re exión, generalizándola, y a
preguntarnos sobre los efectos de la posición fantasmática más allá de que la
posición adoptada sea indudablemente heterosexual.

¿En qué consiste el paradigma que constituye Hans? Los hombres descritos por
el paradigma son hombres que dejan que las mujeres tomen la iniciativa, se
dejan «bajar los pantalones por ellas», esperan que ellas «avancen», según la
directa y al mismo tiempo na descripción de Lacan. Aunque algunos de ellos
puedan quejarse de que las emprendedoras sean las mujeres y añadan que
esa disposición les produce angustia.

Hay en esta caracterización varios elementos que quiero ordenar a n de


destacarlos:

1) Hay una suposición implícita, la de que existen diversos modos de


distribución de las posiciones sexuadas que corresponden a distintos
momentos de la historia social. Aunque quizás la periodización de esta
historia haya de hacerse contemplando una duración diferente de la
indicada al inicio por Lacan. No son sólo los hombres del cuarenta y cinco
si incluye a Hans por un lado y a nuestros contemporáneos por el otro.

2) Que estos desplazamientos sociales del síntoma corresponden a razones


de estructura, es decir de discurso.

3) Que hay una relación entre la paternidad y la posición sexual delos


hombres. En el caso se trata de la declinación de la imagen paterna tal
como fue diagnosticada por Lacan en sus primeros textos psicoanalíticos y
la correspondiente declinación de la virilidad de los hombres en el lazo con
las mujeres.

4) Debemos añadir que esta declinación no es ajena a un cambio


correlativo producido en la posición de la madre: ofrece al hijo comolugar
de identi cación el del falo quea ella le falta. Es esta, sin duda, una
posición que ofrece la estructura de las salidas femeninas en relación con
la castración. Es la salida «normal», pero nos parece que la época favorece
enla misma medida de la declinación del Nombre-del-Padre en nuestra
cultura que el hijo se identi que al ideal materno. Incluso que haga del

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falo materno el objeto de su deseo.

5) Generalizando lo señalado en los cuatro puntos anteriores es posible —y


es lo que quiero subrayar— establecer una distinción que encuentro útil
para caracterizar la estructura subjetiva de algunos hombres que si bien
se inscriben del lado hombre en las fórmulas de la sexuación, es decir se
sitúan legalmente como heterosexuales, muestran los atolladeros del falo
con los que tropiezan —y a la vez en los que se sostienen— para alcanzar
su posición sexuada, mostrando que no se sienten legitimados como
hombres. 3

Podríamos agregar un nuevo ejemplo de Lacan que con rma esta


generalización. Se re ere a un paciente suyo del que a rma «no era más
homosexual que Hans», y añade queen su opinión «no habría podido jamás
devenirlo». Sin embargo lo oyó en un momento de su análisis articular «que en
su infancia había tenido sin la menor duda el fantasma de ocupar la posición
materna. Se trataba para él de ofrecerse como víctima en lugar de la madre».

Toda su situación infantil, fue vivida a partir de la inoportunidad de la


insistencia sexual del padre, personaje exuberante, incluso intrusivo respecto
de sus necesidades sexuales. La madre con su rechazo de las demandas del
padre fue considerada —de manera justi cada o no— en ocasión de un nuevo
requerimiento desconsiderado del padre como una víctima. El resultado fue
que el analizante produjo el fantasma de ocupar el lugar de su madre.

Lacan a rma que el fantasma en este caso tenía el sentido opuesto del de
Hans, este último le pide a su padre que coja, que folle a su madre un poco
más, en tanto que el paciente de Lacan le pide al suyo que lo haga menos. Es
claramente diferente, sin embargo, ambos deben utilizar el mismo signi cante
«Fóllala» e incluso «Folláme en lugar de ella si es necesario». 4

La resolución en el caso de Hans comporta por otra parte, según Lacan, que el
niño se instale en algo tan esencial como el rechazo de nuevos nacimientos.
Hay una especie de pacto con la madre (y la cigüeña) mientrasal mismo tiempo
parece anhelar tener niños. Tiene el deseo de tener niños imaginarios, en la
medida que la situación se resolvió por una identi cación al deseo materno.
Tendrá hijos de su sueño, de su espíritu. Se satisfará enteramente con sus
creaciones. Tendrá hijos estructurados a la manera del falo materno, del cual
hará el objeto de su propio deseo. Mientras él se situará como una especie de
objeto fetiche en el deseo de su madre.

Hay todavía otra observación de Lacan en relación con el caso de Hans que me
parece precursora en cuanto a formulaciones posteriores sobre la cuestión de
la asunción del sexo y la paternidad. Me re ero a sus comentarios en relación a

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que el padre de Hans no juega de verdad su función de agente de la


castración. En ese momento no los relaciona de modo explícito con la pasividad
que marcará la vida sexual de Hans, pero puede interesar conectarlos con el
tipo de lazo que establece con las mujeres. El padre se viste con el semblante
de quien cumple la función separadora de la madre pero lo hace
«obedeciendo» a Freud y su teoría psicoanalítica. En realidad como el propio
Hans le interpreta, el padre hace pareja con la abuela no con la madre. Su
condición es más la de hijo, un hijo enmadrado, que la de padre. Como diría
Lacan mucho más tarde en RSI, 5 para que un padre ejerza como padre, como
padre real no sólo simbólico es necesario que haga de una mujer la causa de
su deseo.

También es una condición necesaria para que pueda abrir para su hijo la
posibilidad legítima de relación con una mujer, es decir, para que el hijo pueda
encarar virilmente el lazo con su pareja sexual.
1. Lacan, Jacques: Le Séminaire. Livre iv, París: Seuil, 1994, cap. XXI.
2. Miller, Jacques Alain: «Buenos días, sabiduría», Colofón, 14 (abril 1996).
3. Lacan, Jacques: o. cit., cap. XXI.
4. Ibídem, cap. XXIV.
5. Lacan, Jacques: Le Séminaire. Livre XXII. RSI.

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