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"La comunicación científica y profesional dirigida al público

no especializado tiene que lograr transmitir adecuadamente la


información sin tergiversarla. El uso de datos y/o su
representación gráfica incorrecta pueden malograr este
objetivo.”
La ciencia, y todos sus ámbitos, se caracterizan tanto como su especialización como, a
menudo, por su complejidad [3]. Es por ello, que para redactar un texto de carácter
científico o para hacer una intervención explicativa sobre cualquier materia como la
física, se requiere de un lenguaje o jerga especializados y específicos de dicha materia.
“El lenguaje de la ciencia es un lenguaje de tipo formalizado, frente a otros de carácter
natural, y al igual que los lenguajes técnicos se caracteriza por su especificidad.” [1,
pp.51]. Pero ¿se debe adaptar el lenguaje específico y complejo al público cotidiano y
no profesionalizado?

En primer lugar, cabe destacar el porqué de la complejidad terminológica y sintáctica


del lenguaje científico, ya que, naturalmente esta tiene una razón de ser. Una de las
razones, y puede que la más fundamental es la “universalidad” [1, pp. 52]
entendiéndose que para que un texto científico sea entendido por los expertos de todo
el mundo, tiene que adecuar su lenguaje de tal forma que la barrera idiomática no
suponga un problema. Un ejemplo de esto sería el uso del Sistema Internacional de
medidas en ciencias como la física o la química [1]. Otra de las razones y que tiene
bastante de relación con la mencionada anteriormente sería la búsqueda y urgencia de
la objetividad [1]. Así, “A diferencia del lenguaje diario o el literario, el científico
pretende librarse de las connotaciones o matices afectivos.” [1, pp. 53].
Entonces, si el lenguaje científico tiene que ser universal y objetivo, porqué cuesta
tanto a los no profesionales o estudiosos de este campo entender los conceptos que
explica. En parte, y en lo que se centra el debate del artículo, la incorrecta transmisión
del lenguaje científico, más que el propio lenguaje en sí es la que hace de este
abstracto y complicado para los estudiantes no indicados en la ciencia [2]. Como
ejemplo de ese anhelo de transmisión del lenguaje científico, se encuentra Galileo,
quien en una época donde el lenguaje divulgativo por excelencia era el latín, escribió
parte de sus obras en italiano para que lo pudieran entender una mayor cantidad de
gente [1].
Así, la figura del profesorado de ciencias cobra una vital importancia a lo hora de
transcribir y transmitir el saber científico a sus alumnos. “todo profesor de ciencias no
sólo es un profesor de lenguaje, sino que además debe ser un intérprete de este para
sus alumnos.” [2, pp. 451]. Esto se debe a que, como hecho fundamental, el lenguaje
es el elemento importante en la metodología científica. Por tanto, es imposible
comprender la ciencia sin entender ese lenguaje [2].

Como solución o ayuda a que el profesorado transmita correctamente, Quílez-Pardo


habla de un método de aprendizaje colaborativo en la clase de ciencias [2, pp. 452],
formando así una dialéctica profesor-alumno en la que el especialista guíe al oyente en
la materia sobre la que trata la clase.
A modo de conclusión, el lenguaje científico, que complejo, necesita de una explicación
y acercamiento por parte de los expertos a modo que los conceptos que maneja
puedan entenderse y traducirse en un lenguaje cotidiano, sin dejar a un lado aquellos
términos precisos y fundamentales en la explicación científica.

Bibliografía

[1] E. LLácer Llorca, F. Ballesteros Roselló, “El lenguaje científico, la divulgación de la


ciencia y el riesgo de las pseudociencias” , Quaderns de Filologia. Estudis lingüístics,
vol. 17, pp. 51-67, 2012.

[2] J. Quílez-Pardo, “El lenguaje de la ciencia como obstáculo de aprendizaje de los


conocimientos científicos e propuestas para superarlo”, RBPEC, vol. 16, n. 2, pp. 449-
476, ago, 2016.

[3] J. Gómez de Enterría, “El lenguaje científico técnico y sus aplicaciones didácticas”,
Carabela, n. 44, pp. 30-39, 1998.

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