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1. EL LENGUAJE CIENTÍFICO
1.1 Algunas consideraciones previas
1.2 Elementos caracterizadores
1.3 Problemas más importantes que tiene planteados
1.3.1 Sinonimia y polisemia terminológicas
1.3.2 La convivencia con otras lenguas
1.3.3 La comunicación con el no especialista
1. EL LENGUAJE CIENTÍFICO
Pero no basta lo anterior para definir y situar dicho lenguaje, sino que
hemos de contar asímismo con las diferentes situaciones comunicativas que
pueden darse y con los protagonistas del acto de comunicación: emisor,
receptor, contexto, canal utilizado, contenido del mensaje… Atendiendo a
dichos parámetros, y en lo que a nuestro propósito se refiere, podemos intuir
que existe una manera de usar el lenguaje científico cuando la comunicación
se produce exclusivamente entre especialistas, pero hay otra modalidad
también para los intercambios que se establecen entre profesionales y
profanos; lo que suele denominarse lenguaje de divulgación. Las
comunicaciones anteriores, además, pueden tener lugar a través de una vía
oral o escrita y la situación comunicativa puede producirse no en el estrecho
ámbito de un contexto formal –una publicación, por ejemplo-, sino en otro
más distendido (como el laboratorio, un seminario…) Evidentemente, el
lenguaje no será exactamente igual en todas esas situaciones, sino que se irá
adaptando para conseguir que su función comunicadora primordial se
produzca en cada momento de manera eficaz.
1 No existe, pues, un único lenguaje científico como tal, sino que eso es una etiqueta que
utilizamos a nuestra conveniencia para denominar los lenguajes utilizados en cada
ciencia: hay un lenguaje de la medicina, uno de la química, uno de las matemáticas...,
cada uno con sus peculiaridades; a pesar de ello, las características que comparten, las
características comunes, importantísimas, nos permiten agruparlos artificialmente bajo
esa denominación de “lenguaje científico”.
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siempre se dan, porque con frecuencia en este discurso científico, junto a la
función representativa -y, a veces, incluso, prescindiendo de ella-, aparecen
otras funciones del lenguaje, muy alejadas de la mera transmisión de
conocimientos: conativa, expresiva, etc., que tienen como fin la interacción
social. De ahí que esas llamadas “características” deban interpretarse, más
bien, como unas metas hacia las que parece tender este tipo de discurso, de
entre las que las dos más importantes son, sin duda, la precisión y la
neutralidad u objetividad.
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biología o la medicina, por ejemplo— tienen más dificultades para conseguir
que todos sus términos sean neutros.
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deformidad de la muñeca que se conoce como mano valga, para la que
existen, al menos, otras tres denominaciones: carpus curvus, deformidad de
Madelung y subluxación de Madelung.
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la ambigüedad, lo cual, no debería ser necesario cuando de mensajes
“científicos” se trata.
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mensaje, especialmente cuando no son de dominio universal, sino que
responden a la inventiva de cada profesional.
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en la situación que le corresponde, por lo que el especialista se debe adaptar
a cada circunstancia. De no hacerlo, obligará a quien es totalmente ajeno a
intentar expresarse en un registro que desconoce. Esta es la base, por
ejemplo, de los errores que cometen los pacientes cuando intentan hablar
como lo hace su médico, tales como las gatotiritis, las pastillas fluorescentes,
las tromposis, los opositorios, los embarazos extrataurinos o las consultas al
doctor Torrino, por ejemplo.