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Consecuencias sociales de la revolución digital

La revolución digital ha implantado nuevas formas de interacción con la realidad que nos
viene dada a partir de los medios digitales y nos permiten tener acceso a enormes
cantidades de datos e información.
A comienzos del siglo XIX, una vez puesta en marcha la revolución industrial, surge en
Inglaterra el ludismo, un movimiento proletario que se oponía a la introducción de la
maquinaria en los centros de trabajo, ya que la industrialización de la producción suponía
el fin de los procesos tradicionales de manufactura, que traía consigo la pérdida de
empleo y el demérito de la mano de obra. Como respuesta ante la amenaza que
representaba esta revolución, los trabajadores destruían las máquinas, manifestando de
esta manera su inconformidad.
Hoy, en pleno siglo XXI, y en el curso de la revolución digital, la anécdota referida nos
plantea las siguientes preguntas: ¿los cambios introducidos por las tecnologías suponen
resistencia por parte de la sociedad? ¿Cómo nos adaptamos frente a los cambios
introducidos por la tecnología?
Desde el contexto de la revolución digital, la primera pregunta parece extraña, ya que
más que resistencia habría que hablar de complacencia, la tecnología condiciona cada
vez más nuestros modos de vivir.
La empatía que muestran las sociedades contemporáneas al desarrollo tecnológico,
evidencian una dinámica de vida que inició hace poco más de un siglo, y que se relaciona
con la eficiencia y la velocidad a la hora de resolver problemas. Hasta hace veinte años
existían una serie de objetos y aparatos electrónicos que respondían a una función
específica: un reloj, una calculadora, una agenda, una computadora, un teléfono, objetos
que resolvían de manera eficaz las necesidades propias de la vida moderna.
Sin embargo, actualmente, todas esas tecnologías han quedado incorporadas en un solo
aparato: el teléfono inteligente.
Respecto a la segunda pregunta, es preciso entender que esta captación de la tecnología
por parte de la sociedad, responde a una serie de características que pueden quedar
enmarcadas en lo que el sociólogo polaco Zigmunt Bauman llamó como “modernidad
líquida”. Este término se refiere a las dinámicas fluctuantes que rigen la vida del hombre
contemporáneo, en donde todo está en un constante devenir, y nada debe, ni puede,
quedarse estático.
En palabras de Bauman: “Hoy la mayor preocupación de nuestra vida social e individual
es cómo prevenir que las cosas se queden fijas, que sean tan sólidas que no puedan
cambiar en el futuro. […] Estamos acostumbrados a un tiempo veloz, seguros de que las
cosas no van a durar mucho, de que van a aparecer nuevas oportunidades que van a
devaluar las existentes. Y sucede en todos los aspectos de la vida: con los objetos
materiales y las relaciones con la gente. Y con la propia relación que tenemos con nosotros
mismos, cómo nos evaluamos, qué imagen tenemos de nuestra persona, qué ambición
permitimos que nos guíe. Todo cambia de un momento a otro, somos conscientes de que
somos cambiables y por lo tanto tenemos miedo de fijar nada para siempre”.
Teniendo en cuenta el concepto de modernidad líquida es como logra entenderse la
continua adaptación de la sociedad contemporánea a los cambios introducidos por la
revolución digital.
Detrás de estas reflexiones, surge una nueva pregunta frente a estos tiempos de constante
cambio: ¿cómo puede prever la sociedad lo que está por venir, si nada permanece fijo?

Bibliografía:
Emprende la C.T.S. y V.
Raymundo Eurico Trejo Hernández / Erika Téllez Mora
2019 Editorial Progreso, S. A. de C. V.
GRUPO EDELVIVES

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