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Friedrich Nietzsche
(Décima semana: 2/11 al 8/11)
Crítica a la razón
Desde sus primeros escritos Nietzsche propone la separación entre la verdad y lo moral,
ámbito en el que lo verdadero se identificaba con lo bueno. Por el contrario, verdad y
mentira son consideradas por él como estrategias humanas de supervivencia.
Esto supone ir contra la concepción que concibe una adecuación entre el mundo y el
pensamiento, una correspondencia estricta entre ambos, que hace posible conocer
con certeza, con verdad, la naturaleza del mundo.
El lenguaje, opera, entonces, no como descripción de las cosas tal como ellas son,
sino como metáfora que transforma “las cosas” en “imágenes” de las cosas
(representaciones).
Sin embargo, eso no significa que sea el producto de la voluntad individual o subjetiva, ya
que para Nietzsche el sujeto, contrariamente a la concepción moderna, es el emergente del
poder y de la coacción de fuerzas, que, en líneas generales pueden considerarse de dos
tipos:
Fuerzas activas, las que afirman como valor superior a la vida; son propias de
los fuertes.
Fuerzas reactivas, cuando aplica el sometimiento a la propia vida, negándola;
son propias de los débiles.
Así, la lucha por el poder, es la lucha por la imposición de una forma de vida que genera un
cierto tipo de sujetos.
En tal sentido, el cristianismo representa una fuerza reactiva, que opera contra lo vital y que
impone la conformación de sujetos débiles (sometidos)
Crítica a la trascendencia
Frente a las filosofías de la trascendencia (las que buscan un principio explicativo superior y/o
exterior al conjunto), el pensamiento de Nietzsche pertenece a las filosofías de la inmanencia
(las que explican el conjunto por un principio interior al mismo)
Por ello anunciará “la muerte” del principio trascendente que estima paradigmático en la
concepción occidental: Dios, que conlleva el principio de la inmortalidad del alma y la
desvalorización de la vida terrenal en pos de una vida mejor, pero a futuro (más allá de la
muerte, es decir, más allá de la vida terrena)
Asimismo, se opone a los humanismos, que aun siendo ateos (en tanto desconocen la figura de
Dios) siguen manteniendo un principio trascendente (la conciencia, el Hombre como resultado
del progreso a lo largo de la historia)
Ese hombre debe ser reemplazado por el “superhombre” que será el que renueve las relaciones
de los hombres entre sí y con el mundo, y con ello los valores, ya no signados por un principio
trascendente o vertical, sino inmanente u horizontal.
Así, la propia subjetividad moderna, concebida en términos individuales, es desplazada por una
visión en la que el “sujeto” ya no es el determinante del conjunto, sino un emergente de ese
conjunto.