Está en la página 1de 9

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL

FACULTAD DE HUMANIDADES
MAESTRÍA EN ESTUDIOS SOCIALES

ÉTICA DEL SUJETO E IDEOLOGÍA EN LA PRÁCTICA DEPORTIVA


Aída Sotelo
El núcleo de esta investigación fue el sujeto del significante o ser hablante, conceptos de
origen lacaniano cuya pertinencia en un estudio social del deporte me propuse examinar.
El tema como tal fue un efecto de mi experiencia docente en las cátedras Problemas éticos
contemporáneos, Problemas éticos del deporte y Proyecto de Grado en Deporte Social de
la Licenciatura en Deporte de la UPN, donde la consideración de la práctica saludable y
buena para todos, coexistía con el afán de resolver problemas éticos, que exigían sacar esa
dimensión de la opacidad.
En efecto, constituir criterio para establecer responsabilidades y causas de un acto es una
labor dispendiosa y exigente, que viene siendo sustituida por la instrucción en materia de
códigos y reglamentos cuya pragmática ahorra al sujeto el esfuerzo de reconocer y juzgar
su acción, tanto más si auxilios tecno-científicos la guían cada vez más hacia la
funcionalidad lucrativa.
El deporte constituye en ese sentido un paradigma de las prácticas modernas, si bien el
cubrimiento territorial de los medios de comunicación y espectáculo le confiere una
excepcional influencia cotidiana global, caracterizada por el vértigo de la simultaneidad
informática y por la hibridación entre ludus y ciencia. Fisiología, farmacología, bioquímica
o biomecánica, sirven hoy al rendimiento orgánico, aunque no siendo siempre benéfica la
eficiencia cabe cuestionar si en el deporte la ética llega a ser algo más que un “catecismo
axiológico” que las estratégicas tecno-científicas logran saltar, en pro del triunfo deportivo.
El sujeto y la definición del deporte
Tres rasgos distinguen al deporte de juego, educación física y otras actividades recreativas:
la competencia, una rigurosa reglamentación y las exigencias de su institución jerárquica.
Esta caracterización actual omite lo que dijo Norbert Elias dos décadas atrás, en su estudio
social sobre deporte y ocio: Primero, “los estudios del deporte que no son a la vez estudios
de la sociedad, son estudios fuera de contexto” (Elias y Dunning, 1992, p. 39). Segundo,
que desde la invención del primer deporte, la caza de zorros, “se produjo un cambio en la
naturaleza del goce, que era y es característico de muchas otras variedades deportivas”
(p.38). Tercero, que “la presión social a autocontrolarse en las actividades deportivas para
no causar daño a los otros ha llevado el autocontrol a un nivel en el que hace daño a uno
mismo” (p.36). No obstante esas advertencias, la práctica continúa aislada del devenir
social general, sus vínculos con otros procesos sociales se examinan superficialmente y se
olvidan por completo sus efectos insidiosos sobre los sujetos, paradójicamente cuando
políticas nacionales e internacionales, como Deporte para todos de la OMS, arguyen su
influencia moral, es decir sobre los hábitos, la educación, la salud y las relaciones sociales.

1
El error de ese supuesto, que revela su carácter ideológico, está en pretender que el
impacto cotidiano en los hábitos sería saludable y benéfico para todos, al tiempo que se
desconoce el “cambio en la naturaleza del goce” señalado por Elias. ¿Cómo eludir que la
conminación a la eficiencia hacia la meta única y esencial que es el record afectaría el goce
del sujeto, en tanto el deporte apunta a producir siempre un plus de rendimiento y un plus
de diversión?
El punto ideológico y político que concierne al deporte está allí, aunque escamoteado
gracias a la ambigüedad en que se mantienen tanto sus vínculos sociales como su
diferenciación del juego. De una parte, se eleva a política pública la enseñanza técnica del
deporte y su lema moral: “Más alto, más fuerte, más rápido”; de otra parte, se lo sigue
considerando políticamente neutral, en tanto juego se lo independiza del devenir social.
Cuestionar al sujeto deportista, no sólo hizo posible construir un nuevo marco de
razonamiento para evidenciar los efectos sobre el sujeto social y singular del plus-de-goce o
record. También permitió explicar los motivos que sostienen la ambigüedad entre juego y
deporte, amén de analizar la “novedad territorial”, que este último viene subtendiendo
desde hace más de un siglo.
La decisión de incorporar elementos de teoría psicoanalítica a un estudio social expone la
intención de resaltar articulaciones posibles entre diversas perspectivas de elaboración
sobre lo real del malestar en la globalización y la condición tecno-científica del deporte fue
propicia para aceptar la invitación de Boaventura de Souza Santos en su texto Una
epistemología del sur: la reinvención del conocimiento y la emancipación social a
“identificar los límites de las insuficiencias estructurales del paradigma científico
moderno” a los cuales nombra acertadamente el autor como “resultado del gran avance en
el conocimiento que él propició” (2009, p. 31).
De otra parte, la teoría psicoanalítica no sólo fue pertinente sino imprescindible en ese
trabajo de frontera, porque reintroduce en el discurso al sujeto que todo conocimiento
científico desaloja y porque busca demostrar en la escucha uno a uno, que no existe
discurso que no esté causado por un goce, esto es, por alguna satisfacción. De ahí que
Lacan recomendara como condición para intervenir en política, advertir las relaciones
entre goce y discurso. Son distintos el goce del juego, el goce de la paidia infantil y el goce
producido en el juego de palabras (iocus), del goce en el deporte y otras formas modernas
de ocio.
Un estudio con tres aspectos de frontera
1) La operación del juego comporta dos registros, de un lado, el régimen significante o de la
palabra, de otro lado el registro real del objeto causa del deseo, que surge cuando el sujeto
se separa del Otro cuyos significantes adoptó. Todo sujeto antes de hablar es hablado por
ese Otro, es lo que explica la necesidad de preservar el tiempo lógico que cada sujeto
emplea en su proceso de constitución. El sujeto requiere ser hablado inicialmente, infans
significa sin palabras, precisamente porque para acceder al lenguaje que lo precede, debe
tomar los significantes del Otro. Luego elegirá los que hará propios, pero, la infancia
requiere tiempo. El tiempo lógico singular no sólo comporta un momento inicial para ver y
recibir el don educativo de la transmisión. El grueso de los deportistas profesionales son
introducidos en esa práctica en la infancia, es decir, por el deseo de Otro y el bien que Otro
le augura, antes de interrogar si el sujeto elegiría ese supuesto bien, si es su ética.

2
Freud observa el juego precoz de un niño pequeño con un carretel que aleja mientras
pronuncia la palabra Fort (fuera) y atrae con ayuda de un hilo diciendo Da (cerca), como
respuesta a la partida de su madre. El juego hace surgir un objeto destinado a simbolizar
una pérdida de sí, que sanciona la alternancia de palabras y la repetición abre a la facultad
de temporalizar. El juego surge cuando el niño atisba lo ilusorio de su omnipotencia, la
pierde entonces, al tiempo que aparece otro goce, el goce del significante, goce de la marca
o de la diferencia en cuanto tal, que pide repetición. El juego es pues un sustituto mítico de
la pérdida de goce original, cuando el organismo sin marcas accede al registro simbólico, lo
que para Kant era salir del “salvajismo” al pasar a la cultura. Así, el juego es
contemporáneo del sujeto mismo, estructurado al celebrar la pérdida de goce que la
educación reemplaza por la aparente gratuidad al juego, que es en realidad goce del
significante.
2) Como técnica dirigida a una meta preestablecida que exige superar el cuerpo propio
para producir un plus-de-goce (cada vez más goce y no más que ese), la práctica del
deporte profesional sitúa al sujeto en la frontera entre el jornalero de la era industrial y la
estrella cuya actuación “distrae” a las masas, con la ambigüedad política que eso implica.
3) Una tercera frontera separa los conocimientos, de un lado y de otro, el saber juzgar y
elegir exigido por la ética. El objeto real de goce es singular, existe sólo para el sujeto y por
fuera de “los límites del discurso científico” que evoca Boaventura de Souza Santos. Es
decir, no existe episteme de ese objeto que da la singularidad al ser del sujeto, su ética. De
ahí que en el Menón, Platón haga decir a Sócrates no haber encontrado a nadie que sepa
lo que es la virtud (1871, p.284). La experiencia psicoanalítica también evidencia que a la
ética del sujeto corresponde un objeto inefable, su ser de goce. No se puede simbolizar el
ser y esa incapacidad significante lleva al joven sujeto desde la revuelta adolescente a la
segregación, pasando por la adopción de identificaciones o de prácticas (el deporte entre
otras) buscando orientación.
Encuentro, repetición en la territorialidad actual
Esto justifica reservar tiempo a la educación, como tiempo lógico y propio del sujeto, con la
independencia de la cronología colectiva, tiempo para permitirle plantear los enigmas
históricos y esenciales de su existencia. En el sentido de separar el conocimiento del saber
exigido por la ética, Hannah Arendt escribía desde Palenville en agosto de 1954, a su amiga
Mary McCarthy: “por más que se comparta la lógica, la racionalidad científica, esto es algo
totalmente incapaz de guiar a alguien por el mundo” (1998, p. 54). La educadora y
psicoanalista Anna Aromí dice que para Arendt es un gran error creer que la verdad es el
resultado del pensar, carente de garantía y de resultados. “La ciencia sí obtiene resultados,
pero el acto de pensar comienza después de que una experiencia de verdad ha tocado una
cuerda sensible en alguien” (1999, p.61).
Carente de episteme, imposible enseñar la virtud, advertía Sócrates. Arendt confirma que
ni la lógica ni la ciencia orientan y Aromí agrega otra dificultad, el carácter contingente de
un encuentro con la verdad, para dar lugar al juicio propio. Entonces, la búsqueda ética del
sujeto es más próxima a la estructura del juego, que a la de un código axiológico o al
manual de comportamiento. De un lado, exige un proceso de acceso al lenguaje o
combinatoria de signos, al precio de la pérdida de goce que induce la educación, cuyas
insatisfacciones empujan al sujeto por la vía sustitutiva de la fantasía, del juego, cuya

3
repetición busca encuentros con el objeto de goce que permitan al niño organizarlo,
siempre y cuando se respete su singular tiempo lógico en ese proceso.

Territorialidad del deporte


El deporte en cambio es un saber tecnológico que impone otra lógica al sujeto. Michel
Caillat propone una definición con mayor énfasis territorial:
[El deporte] es una práctica física competitiva, en la cual el cuerpo es tomado como objeto
de desarrollo, que demanda un entrenamiento racionalizado, un deseo de confrontación,
que se desarrolla por entero en el marco de una institución internacional, nacional o local
(federaciones, comités, clubes), que es la que le impone sus reglas (1966, p. 16).

En la era del entretenimiento, la revolución de las comunicaciones y la informática, nuevas


condiciones de espacio-tiempo rigen la aldea global, y surge una creciente aspiración a la
mundialización en todos los campos, particularmente en el deporte durante el siglo XX. El
constitucionalista Antonio Baldassarre describe de qué modo la globalización genera hoy
territorios bajo sus nuevas condiciones espacio-temporales:
[En la globalización] una acción humana determinada, en simultaneidad con otras que
provienen no se sabe de qué lugar, puede extenderse directamente desde un punto a otro
del mundo, puede llegar a cualquier parte del globo anulando por completo el espacio físico,
es decir, la distancia, y comprimiendo al máximo, a veces incluso aniquilando el tiempo
necesario para realizar la acción en sí misma (citado en Di Ciaccia, 2002, p.6).

La aceleración social y la simultaneidad emocional son un hecho procedente de las


apuestas tecno-científicas, algunas precursoras del deporte, como la apuesta de Pascal, la
apuesta de Newton, la apuesta de Gutemberg, la apuesta de Huygens, en las cuales me
detuve durante la investigación. Así, en virtud de la importancia que tienen aquí las
relaciones entre sujeto y lenguaje, coincido con Johan Huizinga: la cultura se juega (1972)
pues toda construcción cultural resulta de la apuesta de un sujeto. Lacan dijo al respecto:
El símbolo surge en lo real a partir de una apuesta. Incluso la noción de causa, en lo que
comporta de mediación entre la cadena de símbolos y lo real se establece en una apuesta
primitiva: ¿ocurrirá o no? No es por nada que la noción de probabilidad está en el centro de
las ciencias físicas –como muestra el desarrollo actual de la epistemología– y que la teoría
de probabilidades reactualiza una serie de problemas, que en siglos de historia del
pensamiento, fueron alternadamente puestos en evidencia y ocultados (Lacan, 1978, p.
226).

Mi propia apuesta, al dar la palabra al sujeto deportista sobre su experiencia profesional,


era ¿podría evidenciar el influjo ideológico que instauran los dictados de la institución
deportiva global o la singularidad de cada sujeto podría sobreponerse a la moral del record
a la hora de realizar sus elecciones?
Categorías de análisis
1) La apuesta: impensable el Otro del lenguaje, que precede la pregunta del juego:
¿Sucederá o no tal evento? La apuesta supone la aparición y la división del sujeto.
2) Agón y adversario: el deporte establece así las relaciones.

4
3) Discurso: concepto lacaniano que remite a las cuatro estructuras de dominio
existentes en el ámbito social.
4) Ética del sujeto: remite al síntoma singular del sujeto, su objeto inédito y a-social
de goce.

Unidades de análisis
1. Cinco horas de entrevista a la profesora de la Universidad Pedagógica Nacional.
2. Elaboraciones escritas y ejercicios sobre los orígenes de su relación con el deporte,
realizados por cada uno de los estudiantes del curso sobre Investigación e innovación, de la
Licenciatura en deporte de la UPN en el semestre 01 de 2012. Testimonio escrito de una
campeona de remo de Francia.
3. Testimonios orales de estudiantes y egresados de la Licenciatura en Deporte de la UPN
escucha uno a uno desinstitucionalizada, durante cinco sesiones bajo la regla de
asociación libre.
Finalmente, puesto que en la experiencia freudiana la singularidad del sujeto se manifiesta
en su síntoma fundamental como su resistencia a la homogenización, la investigación
debió analizar algún acto ético en el deporte. Me comprometí a establecer el contrapunto
entre la moral deportiva y del síntoma singular de algún deportista, para lo cual incorporé
los siguientes:
4. Material autobiográfico y biográfico de deportistas: 1) El campeón, película donde
Anthony Fingleton, campeón australiano de natación en 1960, narra su vida. 2) El oro y la
oscuridad crónica donde Alberto Salcedo Ramos relata la vida de Pambelé. 3) El largo
camino a la libertad autobiografía de Nelson Mandela y El factor humano donde John
Carlin describe los detalles estratégicos de Mandela, incluido el Mundial de Rugby del 95,
en pro de la reconciliación de la población sudafricana, tras décadas de apartheid.
Testimonios y efectos de la competencia sobre el sujeto
A – La competencia participa en la génesis del sentimiento moral y social.
1) El espíritu comunitario proviene de la envidia originaria que el niño experimenta frente a
un competidor por el amor del educador, como sucede al tener un nuevo hermano.
2) Surge así la exigencia de igualdad ante ese competidor, esa es la raíz de la consciencia moral
social y del sentimiento del deber.
3) “La justicia social quiere decir que uno se deniega muchas cosas para que también los otros
deban renunciar a ellas” (Freud, 1982, XVIII).

B – Pero, la competencia puede instaurarse como mera rivalidad.


1) La demanda del Otro induce inhibiciones, comparaciones y otras fantasías.
2) El deporte instala el Discurso del Amo o Autoridad del Vencedor.
3) La moral del plus: “Más alto, más rápido, más fuerte” promueve al individuo aislado.
4) La moral deportiva y el discurso capitalista borran al perdedor.
5) Deportista adquiere estatuto de trabajador, de mercancía y de desecho.
6) Educación por competencias: ‘competente’ = ‘eficiente’. No ‘apto para elegir’.

5
Testimonios y efectos de la tecnificación sobre el sujeto
Como saber el deporte manifiesta sus relaciones de origen con la ciencia y podría definirse
como ella por la reducción de material significante que caracteriza la aparición de la lógica
y de la ciencia misma, donde las explicaciones son reemplazadas por unas cuantas letras o
cifras. Así mismo, si el juego tiene algún origen está en las convicciones del hombre de sus
responsabilidades como recordaba Lacan en 1955:
El hombre pensaba que había lugares que se conservaban, pero también creía que su acción
tenía que ver con la conservación de ese orden. Durante mucho tiempo creyó que sus ritos,
sus ceremonias –el emperador abriendo el surco de la primavera, las danzas de la
primavera, que garantizan la fecundidad de la naturaleza– sus acciones ordenadas y
significativas –acciones en el verdadero sentido, el de una palabra–, eran indispensables
para el mantenimiento de las cosas en su lugar. No pensaba que lo real se desvanecería si él
no participaba de esa forma ordenada, pero pensaba que lo real se alteraría. No pretendía
hacer la ley, pretendía ser indispensable para la permanencia de la ley. Definición
importante, porque en verdad salvaguarda perfectamente el rigor de la existencia de lo real
(Lacan, 1978, pp. 342-343).

Pero, la ciencia moderna es un discurso que se libera del sentido reduciendo el mito a la
cifra y mediante el artificio de la tautología matemática. Así mismo, el deporte reduce sus
metas al record, marca que elimina al mito, el sentido del juego. Por eso, mientras Freud
explicaba la alegría de conocer ligada a la articulación significante en el juego, Groos
atribuye la alegría del jugador al poder, como ocurre en el deporte. Tanto en la ciencia
como en el deporte, la verdad se reduce a un juego de valores, a una lógica del signo y el
sujeto resulta borrado tanto del discurso de la ciencia como del record deportivo.
Propuse entonces definir al deporte como efecto de la separación entre ese saber mítico
del juego (S2) y el significante amo (S1). Este significante amo del cuerpo tecnificado es la
única causa, el único goce deportivo: el record.
La práctica del deportista es validada por una jerarquía institucional no practicante, cuyo
ideal moral es que cada nuevo record se mundialice y exigir más al deportista (lema
olímpico), pero, sólo más de lo mismo, en un régimen heterónomo de regulación al servicio
de la plusvalía en la empresa del espectáculo.
Efectos sobre el lazo social
El juego tiene carácter social y como el sujeto mismo es efecto del lenguaje: “Desde el
punto de vista de la palabra no se juega solo hay ya articulación de tres signos, incluyendo
un ganar o un perder, sobre lo cual se perfila el sentido mismo del resultado” (Lacan,
1978).
A la pregunta ¿qué es jugar? Lacan responde: es suponer en un sujeto una regularidad que
se oculta, pero se traduce en una desviación mínima en la curva de probabilidades (1978).
La singularidad del jugador contraría la curva del colectivo.
Condiciones de la invención social del deporte
Mientras el juego es efecto del significante sobre el niño, la invención moderna del deporte
aparece en Inglaterra luego de una histórica crisis religiosa, que recuerda las funciones
litúrgicas del juego. No surge durante la reforma sino a partir del choque entre las
corrientes calvinista y arminiana del protestantismo, coincidente con el ascenso capitalista

6
y la Revolución Industrial. El deporte se mundializa del mismo modo que la ciencia,
constituye una importación tecnológica más. El hecho de que prácticamente todos los
deportes surgieran inicialmente en Inglaterra revela un compromiso de origen con el
Estado moderno, único que admite la confrontación entre individuos considerados iguales
a priori, como dice el sociólogo francés Jean-Marie Brohn:
El deporte exige la fluidez del mercado donde se disuelven todas las barreras corporativas,
donde se volatilizan todos los obstáculos institucionales, que impiden a los hombres, a las
mercancías y a las ideas intercambiarse libremente (Brohn, 1982, p. 79).

El deporte es una técnica dirigida a potenciar físicamente individuos intercambiables, en


tanto un individuo es el sujeto amputado de su inconsciente, de su afectación por el Otro y
sus mitos. No obstante, el deporte se presenta hoy al niño como juego, aprovechando que
los juegos tumultuosos de la infancia o paidia entusiasman e incluyen también
movimiento y lenguaje.
Pero, transmitir saber no resuelve los dilemas de la educación, que no pocas veces operó
como vehículo ideológico, en una difusión de técnicas y contenidos negligente con la
constitución del sujeto y de su criterio. George Canguilhem interrogaba “¿no es llamativo
que en La ideología alemana, Marx no cite a las ciencias entre las ideologías?” (2005, p.
48). El término ideología puede pues designar cualquier conocimiento, cuando llega a
mutar en pensamiento vacuo en nombre de las lecciones de la historia y del realismo
político.
La ideología que designó primero una ciencia natural de la adquisición por el hombre de
ideas calcadas sobre lo real, designa en lo sucesivo todo sistema de ideas producido como
efecto de una situación inicialmente condenada a desconocer su relación real con lo real.
La ideología consiste en el desplazamiento del punto de aplicación de un estudio (p. 47).

El problema de esos sistemas, que desconocen la relación real de una situación con lo real,
es que sus ideas se realizan socialmente. El politólogo Paul Ariès denuncia al ilimitismo del
deporte como una ‘necro-tecnología’ de ese orden, portadora del imperativo de crecer de
modo indefinido económicamente o en cualquier otro aspecto y denomina deportivación
de la vida a la difusión de una lógica que constituye fábricas de lo humano propias del
capitalismo, donde se daría “fin al yo en el sentido de Kant o de Freud” (Ariès, 2012).
No obstante la pendiente industrial y moralizadora de la producción deportiva, que varios
autores señalan, de ningún modo podríamos declarar que en el deporte el sujeto no puede
realizar su singularidad. Lo inaceptable es que haya una fórmula útil para todos. Pues, lo
esencial en la ética es la apuesta del sujeto, expuesta en sus actos. La apuesta de Mandela,
por ejemplo, parece explícita en el enunciado Ubuntu: “Yo soy porque nosotros somos” de
la cultura xhosa. Pero, es quizás el autogol de Andrés Escobar durante el último partido de
la Selección Nacional en el Mundial de Fútbol de 1994, la acción de menos intrincado
análisis, no sólo por ser aparentemente un acto fallido, que siempre es logrado, sino por el
comentario de su puño y letra que dejó antes de ser asesinado. Desde el momento del
autogol, Andrés Escobar dijo que “debía volver a dar la cara”, quizás porque para él, como
para Bridoison de Las bodas de Fígaro, la mancha: su autogol, entraba en la cuenta. El
problema es que ese autogol contrariaba la ideología global, que niega la falta en el Otro y
niega al a (objeto de goce), que vale sólo para un sujeto, que constituye su apuesta. Antonio
Di Ciaccia afirma que en la globalización se finge “que lo simbólico es íntegro y entero.
Simulamos que no hay plusvalía, que no hay plus-de-goce” (2010). Andrés sabe eso, pero

7
insiste en negar que los asuntos sociales afecten al fútbol y al llegar a Colombia luego de lo
sucedido, escribió un artículo publicado un día después de su muerte, donde no se refirió a
las amenazas recibidas antes del partido, que los obligaba a ganar sí o sí a Estados Unidos.
Su texto sólo consideraba errores técnicos a los que restó importancia concluyendo: “Hasta
pronto, porque la vida no termina aquí”, cuyo sentido resultaría trágicamente irónico,
pero, útil para evidenciar el sentido de su apuesta. El artículo revela que Andrés jamás dejó
de creer en el deporte como juego, por eso sus resultados no podrían llevar a nadie a la
muerte ni sería afectado seriamente por los conflictos sociales. Pero, el acto fallido es otra
cosa. El autogol demuestra que el saber tecno-científico no basta para tratar lo real del
sujeto. A pesar de su fervor y fidelidad a la moral deportiva, algo en Andrés no marcha, se
resiste a la moralidad deportiva del plus-de-goce y viene con esa resistencia su elocuente
autogol, como expresión de algo irrenunciable de su singularidad.
A manera de conclusiones provisionales puedo decir que el rendimiento físico no aporta
nada a la salud, puesto que lo saludable es la actividad física, reducir la angustia y el
sedentarismo. De otro lado, lo divertido para el sujeto es su síntoma, poner en juego su
objeto singular de goce, no el triunfo institucional, como evidencia la mala cara de Leonel
Messi al recibir el premio al mejor jugador en el Mundial 2014. Pero, esto tan evidente, en
el eventual caso de ser reconocido, se diría soto voche, en virtud de la función que el
deporte cumple socialmente, como ideología de eficiencia.
El deportista es un héroe desactivado, confinado al escenario. Técnica y moral deportivas
dan satisfacción de poder, agredir y vencer al sujeto, mientras el sujeto es sobornado por
una prima de placer narcisista y entonces constituye un ideal de amo, en posición de
esclavo, que renuncia a los placeres según la moral moderna y el mercado, que no admite
límites, impone la Autoridad del Vencedor, una moral de rivalidad y de eliminación que
“libera” al individuo de lazos, al liquidar las cosas del amor.
En 1968, Lacan dice que hay una debilidad de la verdad en nuestro tiempo. El hombre
moderno teme cuando le suceden cosas que no comprende, incluso si las ha querido:
«entra en un estado de pánico, que es la neurosis» (Lacan, 1974).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. ARENDT, H. y McCARTHY, M. (1998) Entre amigas. Correspondencia entre Hannah


Arendt y Mary McCarthy 1949-1975, Barcelona: Editorial Lumen.
2. ARIÈS, P. (2012, 29 de agosto) « Sportivation de la vie Ultra Trail du Mont-Blanc Ultra
Sieste 2012 » [en línea] Consultado el 20 de septiembre de 2012, en
http://www.youtube.com/watch?v=lJ-NS2sdK34
3. ARISTÓTELES. (1972) Poética, Madrid: Aguilar.
4. AROMÍ, A. (septiembre de 1999) “Hacer existir al futuro”, en El Niño, Revista del Instituto
del Campo Freudiano y el CIEN, N° 7, Barcelona: Paidós, pp. 59-63.
5. BROHN, J-M. (1982) Sociología política del deporte, México: Fondo de cultura económica.
6. CAILLAT, M. (1966) Sport et civilisation, Paris : Le Harmattan.
7. CANGUILHEM, G. (2005) "¿Qué es una ideología científica?", en Ideología y racionalidad
en la historia de las ciencias de la vida, Buenos Aires: Amorrortu editores.
8. DI CIACCIA, A. (16 de julio de 2010) “La ética en la era de la globalización” [en línea]
Consultado el 6 de marzo de 2014, en
http://www.blogelp.com/index.php/la_etica_en_la_era_de_la_globalizacion_a
9. ELIAS, N. y DUNNING, E. (1992) Deporte y ocio en el proceso de la civilización, Madrid:
Fondo de cultura económica.

8
10. FREUD, S. (1982) “Más allá del principio del placer” [1920] Obras Completas, Vol. XVIII,
Buenos Aires: Amorrortu editores.
11. HUIZINGA, J. (1972) Homo ludens, Madrid: Alianza Editorial, Emecé Editores.
12. LACAN, J. (1978) Le moi dans la théorie de Freud et dans la technique psychanalytique.
Séminaire II, Paris : Éditions du Seuil.
13. PLATÓN (1871) “Menón”, en Obras completas, Vol. 4, Madrid: Patricio de Azcárate.
14. SANTOS, B. de S. (2009) Una epistemología del sur: la reinvención del conocimiento y la
emancipación social, CLACSO, México: Siglo XXI Editores.

También podría gustarte