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Pararrayos y extras

&
L.A.xC.= NIHIL
Título: Pararrayos y extras & L.AxC.= NIHIL
Autor: Insurrezione
Año de publicación: 1980
Traducción: Kimün

Primera edición en español, primavera de 2021


Tiraje: 150 ejemplares
Impreso en territorio dominado por el Estado de Chile

Coedición:

Irrupción Ediciones
irrupcionediciones@gmail.com

Pensamiento y Batalla
pensamientoybatalla@gmail.com

Sobre esta publicación no tenemos ningún derecho que reclamar


ni permiso que conceder. ¡Todo es común!
Pararrayos y extras
&
L.A.xC.= NIHIL

Insurrezione
PRESENTACIÓN

Los documentos que presentamos a continuación, fue-


ron polémicos en su tiempo y estamos seguros que tam-
bién lo serán hoy, ya que atañen a un tema complejo del
cual se reflexiona poco “estratégicamente”, y en donde
además existe una poderosa mistificación en los entor-
nos revolucionarios: la violencia armada.
No hay ninguna duda de que el capital y el mundo que
éste reproduce se fundamenta en la violencia estructural,
que en la medida en que se profundiza la crisis, se vuelve
cada vez menos “simbólica” y más evidente a los ojos
de cualquiera: lo experimentamos a diario en nuestros
trabajos, medios de transporte, escuelas y universidades,
barrios, hogares y en cada esfera de la vida cotidiana
subsumida a esta lógica irracional. Sin embargo, no po-
demos caer en la tentación de simplificar el antagonismo
y la subversión social a una simple confrontación vio-
lenta entre dos bandos, en donde, irremediablemente,
seremos derrotados por el aparato más fuerte, con ma-
yores recursos, medios logísticos y personal: el Estado.
La especialización y la autonomización en el “ejercicio
de la violencia” de una minoría voluntarista —por muy
entusiasta que sea—, no son capaces por si mismos de

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acelerar los tiempos o quemar etapas, ni tampoco ayu-
dan a que el movimiento real que lucha por la supresión
de las condiciones de nuestra existencia avance sustan-
cialmente, es más, muchas veces lo empuja de lleno al
abismo. Los textos de “Insurrezione” que presentamos
en esta edición analizan y realizan un balance en torno
a este “problema” que tuvo consecuencias catastrófi-
cas para el potente movimiento proletario que emergió
explosivamente en la región italiana desde fines de la
década de los años 60 y que cerró definitivamente su
ciclo bajo una espiral de represión y violencia ciega a
principios de los 80.
Sin embargo, estas consideraciones preliminares no
tienen en ningún caso por objetivo llamar a la paz so-
cial y a una inmovilidad a todas luces suicida y re-
accionaria: la violencia revolucionaria es necesaria
en todo momento, pero lo central e importante es su
contenido social y ligazón con el movimiento antago-
nista, únicas garantías para calibrar esta actividad de
manera adecuada, evitando tanto su recuperación por
parte del enemigo, como el “sustitucionismo” de una
vanguardia elitista que opera en nombre de l@s explo-
tad@s: así, en el mejor de los casos el proletariado no es
más que un espectador pasivo que siente una simpatía
abstracta por las acciones de carácter espectacular que
realiza “la guerrilla”.
La revuelta que azotó la región chilena en todo el te-
rritorio desde octubre de 2019, fue un claro ejemplo de
una sintonía entre los elementos que señalamos: las ma-
nifestaciones combativas, la lucha callejera, el sabotaje,

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las tomas y ocupaciones, se volvieron masivas y difusas,
es decir, fueron asumidas colectivamente, paralizando al
aparato represivo y volviéndolo impotente al no poder
cortar ninguna “cabeza visible” o derrotar en su propio
terreno a ningún grupo específicamente “político-mili-
tar”. También la violencia ejercida por los weichafe del
movimiento mapuche autónomo quienes están ligados
orgánicamente a los lof en resistencia y recuperación te-
rritorial, es una experiencia digna de mencionar, ya que
ha suscitado un salto cualiativo importantísimo de la
perspectiva anticapitalista y de la guerra social en curso
en Chile. No obstante, el problema de “las armas” y su
degeneración en “violencia separada” en una cuestión
siempre latente.
La cuestión que se busca discutir y problematizar
aquí, en el fondo, es el papel que cumplen las minorías
activas —en palabras de Bakunin— en el desencadena-
miento de procesos de subversión social. No se trata de
negar la influencia de empuje que puedan tener ciertos
sectores minoritarios, los cuales a través de prácticas de
conflictividad y enfrentamiento directo logran instalar
e incitar a nivel social una ruptura con la reproducción
de la rutina y normalidad capitalista. No obstante, esta
consideración supone descartar de antemano cualquier
pretensión leninista de insertar “desde afuera la con-
ciencia a las masas” y a su vez que una vanguardia “deba
dirigir” aquellos procesos de subversión, como también
que una minoría armada pueda reemplazar la insurrec-
ción generalizada del proletariado. Ahora bien, este rol
de las minorías activas no puede ser ignorado o apartado

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de cualquier reflexión al respecto, pues nuestro propio
presente histórico nos habla de ello.
De este modo, se hace bastante difícil comprender
el carácter generalizado, difuso y anárquico, que en
definitiva adquirió la revuelta de 2019 cuando estalló,
sin referirse expresamente al rol que cumplieron las ac-
ciones de la juventud más combativa del estudiantado
secundario en los liceos, como una fuerza germinal de
un proceso de subversión social que logró extenderse.
Estas acciones se venían expresando con ímpetu des-
de años anteriores —por lo menos desde 2016—, en
forma de enfrentamientos frecuentes con las fuerzas
policiales a las afueras de los colegios. Aquí cobra pre-
ponderancia el denominado fenómeno de los “overoles
blancos” y el escándalo que provocó en los medios de
comunicación dominantes, el cual lo comprendemos
como una respuesta por parte de la juventud proletaria
a los proyectos estatales tipo aula segura que buscaban
controlar a los sectores más combativos del movimien-
to estudiantil, en tanto que éste había operado como
factor crucial de desestabilización política del orden
capitalista, desde las experiencias de las movilizacio-
nes estudiantiles de 2001 hasta su punto culmine en
2011. La juventud combativa de los liceos fue capaz de
desplegar una violencia minoritaria y rudimentaria he-
cha artesanalmente en base a bencina y fuego, que tras
varios años de persistencia configuró en la práctica un
preludio innegable para el conflicto social descontro-
lado que llegó a desplegarse con alcances imprevisibles
en 2019.

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Estas expresiones estudiantiles de violencia, desobe-
diencia y confrontación mencionadas anteriormente
fueron las que crearon una atmósfera de conflictividad
permanente dentro del ámbito de los liceos secunda-
rios, pero no hubieran cumplido un factor detonante
para una revuelta generalizada si se hubieran mante-
nido enclaustradas como un fin en sí mismas en sus
cuatro paredes. Fue cuando esta atmósfera intransi-
gente de conflictividad estudiantil logró conectarse
con la precariedad cotidiana capitalista que pudieron
efectivamente “prender” a nivel social y hacer sentido
en la vida de tant@s otr@s proletari@s. La ligazón con
lo social, los llamados a las “evasiones masivas” por la
subida en el pasaje del Metro, a saltar los torniquetes,
fueron cruciales para ir más allá de la pura mistifi-
cación del fuego y mutar en una subversión incon-
trolada y masiva, en una legitimación de la violencia
política como medio de lucha, colocando en cuestión
la propiedad privada y las relaciones mercantiles. En
definitiva, esto demuestra que las “condiciones obje-
tivas” no llegan por sí solas, pues las condiciones para
una revuelta deben ser creadas y la pasividad nunca
es y será una opción; desde algún lugar dentro de la
reproducción de la vida alienada deben necesariamen-
te surgir, siendo en un primer momento siempre mi-
noritarias. No obstante, si estas acciones minoritarias
logran generalizarse, es debido a una compleja y es-
pecífica interconexión con la coyuntura del conflicto
social, atravesada por múltiples factores e imposible
de prever con antelación fehaciente.

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Otras experiencias de violencia por parte de grupos
especializados en la historia reciente de la región chile-
na, muestran por el contrario que el poder de fuego de
ciertas organizaciones armadas no es lo determinante
para la expansión y profundización de la subversión
social en periodos de apertura en el enfrentamiento en-
tre las clases: acá se asoma el problema referente de las
“formas” y los “contenidos”. A principios de los años
80, las organizaciones de carácter marxista-leninista
que surgieron en medio de las llamadas “jornadas de
protesta nacional”, si bien en un principio tenían un
componente de legitimidad y base social importante,
su evolución como aparatos armados especializados, ni
lograron desviar el itinerario político de “transición de-
mocrática” previsto por la propia Dictadura acelerando
etapas, ni pudieron alcanzar por medio de las armas una
perspectiva de superación revolucionaria de la relación
social capitalista. Tomemos el caso del Frente Patriótico
Manuel Rodríguez —incluyendo su escisión autóno-
ma— y del complejo partidario MAPU-Lautaro. Por
una parte, por más que el FPMR tuvo la capacidad de
montar acciones de una envergadura realmente impor-
tante, realizando apagones en ciudades de manera coor-
dinada con amplitud territorial, efectuando un atentado
al propio Pinochet en 1986, por ejemplo, su perspectiva
de “liberación nacional”, su leninismo vanguardista y
por tanto su estatismo, y su búsqueda de una verdadera
“democracia popular”, en lo cualitativo no significó un
cuestionamiento radical que lograra superar la trampa
de elegir entre “dictadura o democracia”, por lo cual

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hay que preguntarse cuál es el contenido concreto de la
violencia desplegada. Su deriva autónoma (FPMR-A)
desligada del Partido Comunista desde 1987 y su pos-
terior “Guerra Patriótica Nacional” no hizo más que
acrecentar su aislamiento social y desmembramiento
por parte de las fuerzas represivas del Estado. El caso del
complejo partidario MAPU-Lautaro es aún más dramá-
tico. Teniendo un origen mucho más rudimentario y de
extracción popular, el camino armado que recorrió hacia
la clandestinidad creciente -con la creación en 1987 de
sus Fuerzas Rebeldes y Populares Lautaro- y su inevita-
ble aislamiento respecto a su base social, no tuvo un final
muy distinto. En plena victoria masiva de la “transición
democrática” sobre la subversión social de los años 80,
a partir de 1990 el MAPU-Lautaro le declara una literal
guerra al propio Estado Chileno, cuyas consecuencias
fueron cada vez más desastrosas: su militancia fue des-
ligándose paulatinamente, resultó encarcelada, o fue
asesinada por el Estado. La lección es clara: al aparato
estatal no se le puede pretender “vencer” en su propio
terreno militar.
Finalmente, reiteramos que no somos en ningún caso
partidarios de un pacifismo igualmente suicida, ni cree-
mos que hay una posibilidad de ruptura sin violencia
con las relaciones sociales capitalistas que nos están
destruyendo hoy como nunca antes. Estas líneas tienen
como objetivo incitar a la crítica y al cuestionamiento,
tal y como lo hizo la revista “Insurrezione” en la Italia
de los años 70, en torno a la mistificación “de los fie-
rros”, y hacer hincapié en la necesidad urgente de un

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cambio radical en nuestras formas de vida, lo cual sólo
puede realizarse de manera colectiva.

¡Por el comunismo y la anarquía!

Irrupción Ediciones & Pensamiento y Batalla,


primavera 2021.

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INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN CHILENA
DE PARAFULMINI E CONTROFIGURE,
NÚMERO ESPECIAL DE LA REVISTA
“INSURREZIONE” (1980)

En memoria de Francesco Kukki Santini (1951-1996)

Entre 1968 y 1980, grandes movimientos de revuelta


sacudieron en Italia los fundamentos del Estado nacido
en 1945 de las cenizas de la dictadura fascista. Aquel era
un Estado prisionero de intereses oscuros que vivía en
simbiosis con la mafia y la gran criminalidad y que per-
sistentemente usaba las masacres para deshacerse de sus
opositores. De esta situación, el Partido llamado Comu-
nista (PCI) era contemporáneamente cómplice, víctima
y beneficiario. Cómplice porque aceptaba las reglas del
juego, víctima porque esas mismas reglas le impedían
el acceso al poder, y beneficiario porque a cambio de
garantizar la paz social, le era concedidos pequeños pri-
vilegios en el ámbito de la industria cultural y en las
administraciones locales.
Era obvio que aquellos movimientos se debían en-
frentar, antes o después, con las fuerzas de la izquierda
institucional y sus epígonos, adoptando, quizás por esto
mismo, formas y expresiones aún más ricas y radicales
que en otros países. Fue así que la lucha de clases en
Italia pronto sobrepasó el ámbito de la fábrica para in-
vadir el territorio y la vida cotidiana: se ocuparon casas,

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se crearon lugares de encuentro, revistas, radios libres
(o sea, no controladas por el Estado ni tampoco comer-
ciales), centros sociales, grupos de discusión, periódicos
murales. Se inventaron formas nuevas de comunicación
y, según las indicaciones de Lautréamont, la poesía dejó
de ser asunto de los poetas para volverse la necesidad
de todos.
Por primera vez en nuestro país se expresó claramente
la exigencia de subvertir los roles sociales, de abolir el
trabajo asalariado, de refundar la política, de crear nue-
vas relaciones y de explorar los múltiples campos de
la experiencia humana. Si bien ahora puede hacer reír,
en Italia aquella fue la época de lo posible. Una parte
minoritaria pero muy activa y ruidosa de la población
vivió como en un gran laboratorio social donde la gra-
tuidad estaba a la orden del día, así como el derecho a la
flojera y la felicidad. Y fue precisamente la inquietante
radicalidad de estos momentos lo que produjo el pánico
y el desconcierto en el campo enemigo.
Antes que la máquina de la reproducción social se
atascara, las fuerzas de la reacción encabezadas por
el PCI se reorganizaron para desatar el contraataque.
Golpearon con inteligencia, reduciendo la complejidad
del conflicto social en curso al terreno de la lucha ar-
mada donde sólo podían salir vencedores. Una parte
considerable del movimiento cayó en la trampa cre-
yendo que bastaba seguir las delirantes indicaciones del
así llamado partido armado para golpear “el corazón
del Estado” (este era uno de los eslóganes de las Bri-
gadas Rojas) y organizar sus funerales. Sin embargo,

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el Estado no tenía corazón y los resultados de aquel
malentendido fueron catastróficos.
El pequeño grupo de personas reunidas en 1977 en tor-
no a la revista Insurrezione (que llevaba como subtítulo
la frase “quién sea que hable de revolución sin referirse
a la vida cotidiana tiene en la boca un cadáver”), activo
sobre todo en Milán, se opuso desde el principio al en-
gaño, mereciendo por esto la acusación de oportunismo
e, incluso, de pusilanimidad. Irónicamente, muchos de
los que entonces pronunciaron aquellos drásticos juicios,
apenas apresados, aceptaron colaborar con las fuerzas de
la represión. Agreguemos que no éramos para nada paci-
fistas: apoyábamos la violencia de masas y las expropia-
ciones colectivas que se practicaban con singular alegría.
A diferencia, por ejemplo, de Guy Debord o Gian-
franco Sanguinetti (véase su escrito Sobre el terrorismo
y el Estado) nosotros no pensábamos que las organi-
zaciones como las Brigadas Rojas y muchas otras eran
una conspiración del Estado. Aun así, nos oponíamos
tajantemente a la lucha armada como dimensión espe-
cializada que tendía a autonomizarse y a imprimir una
aceleración ficticia al movimiento real.
Parafulmini e controfigure —opúsculo polémico y
de ocasión— salió en 1980, o sea con un cierto retraso
respecto a la propagación de la lucha armada que vi-
vía en aquel tiempo sus momentos más altos de fulgor
mediático. Ahora sabemos que, llegado a este punto, el
juego había terminado, aunque en ese entonces pocos
comprendieron que el movimiento estaba ya próximo
a colapsar y hundirse.

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De laboratorio de la revolución, Italia pasó a conver-
tirse en la fábrica de la contrarrevolución y de la re-
composición neocapitalista que se desplegó con enorme
vigor en el curso de los años ochenta para después cris-
talizarse en los gobiernos de Berlusconi de los años no-
venta. A nuestro entender, el origen del modelo italiano,
la clave de su (efímero) éxito, se encuentra justamente
en esta contrarrevolución total y generalizada iniciada
entonces con los gobiernos llamados de solidaridad na-
cional, de los cuales, cuatro decenios después, todavía
se viven las consecuencias.
Los textos aquí recogidos ofrecen una idea de la rea-
lidad italiana de aquellos años, no muy fácil de com-
prender para el lector latinoamericano de nuestros días.
Mientras los primeros dos fueron escritos ad hoc; los
otros fueron divulgados precedentemente a través de
la revista Insurrezione y en otros lugares. Se agregaron
también un par de escritos de Raúl Vaneigem y Giorgio
Cesarano (1928-75), quienes no fueron parte de nuestro
grupo, pero expresaron puntos de vista que compartía-
mos. La fecha de publicación de estos —muy anterior
a los hechos en cuestión— los hizo inmune a la acusa-
ción de oportunismo, tan irresponsablemente empleada
contra cuántos buscaban fugarse de la falsa dialéctica
valentía de las armas/vileza de la crítica.
Motivo ocasional fue la aparición de un nuevo grupo
clandestino, Azione Rivoluzionaria, que tenía un perfil
libertario, incluyendo entre sus propios inspiradores
también a quien, como Vaneigem, era apasionadamente
hostil a tales prospectivas. A nuestros ojos, todo aquello

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demostraba que el punto de no retorno ya había sido
alcanzado y que la política armada podía ya nutrirse de
cualquier ideología, sin alterar más su propia esencia.
Según nosotros, su naturaleza profunda se expresaba
en prácticas sacrificiales, conspirativas y de catacumba
que conducían al nihilismo o, peor, al colaboracionismo.
Releído en nuestros días, e incluso asumiendo una que
otra inevitable exageración, Parafulmini se presenta to-
davía como uno de los pocos textos críticos que, des-
de el interior del movimiento, señalaron con claridad
la necesidad de una toma de posición en estos temas.
Además, mostraba, a pesar del retraso y creemos, de
manera convincente, cómo el fetichismo de las armas
había devorado el único gran intento de cambio social
sucedido en Italia en la segunda mitad del siglo veinte.
Y no de manera generalizada, sino en la mejor tradición
de los opúsculos revolucionarios, practicando la crítica
ad hominem. Lamentablemente, justo porque iba contra
la corriente, el opúsculo pasó prácticamente desaperci-
bido. De nada, sirve repetir que teníamos razón: es un
amargo consuelo para quien, como nosotros, le apostó
todo a la revolución social.

Octubre de 2021
Claudio Albertani, Tito Pulsinelli
ex integrantes de Insurrezione

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ADVERTENCIA A LA PRIMERA EDICIÓN

Este opúsculo es una respuesta al documento de Azio-


ne Rivoluzionaria “Apuntes para una discusión inter-
na y externa” aparecido en el n° 13-14 de “Controin-
formazione”1.
Los dos artículos “Pararrayos y extras” y “L.A. x C=-
Nihil” constituyen la respuesta inmediata de dos com-
pañeros al documento de Azione Rivoluzionaria. Dado
que se ha rechazado su publicación en dos revistas del
movimiento, ha surgido la necesidad de difundirlas de
forma autónoma.
Agregamos los pasajes de la revista “Insurrezione”
que tratan directamente el argumento de la “lucha ar-
mada”, y dos artículos aparecidos en “Anarchismo”2
n. 21 y n. 23-24, intervenciones que el texto de Azione
Rivoluzionaria califica de “crítica-crítica”.
Agregamos también algunos pasajes de Vaneigem,
que, más allá de confusiones y ambigüedades, preci-

1 Revista de difusión nacional durante 1973 que no pertenecía a


ningún grupo en particular pero que tenía como objetivo ser un
espacio en donde se mostraran tanto los desarrollos del capitalis-
mo como sus respuestas subversivas. [N. de la T.]
2 Revista que duró casi 20 años (1975-1994), contribuyendo teóri-
ca y prácticamente a los años de insurgencia en Italia. [N. de la T.]

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san su posición del todo distante de la lucha armada,
a pesar del torpe intento de Azione Rivoluzionaria de
cooptarlo como el inspirador ideológico del terrorismo
más intelectualizado. Finalmente, incluimos algunas
tesis de Apocalisse e rivoluzione (1973) como contri-
bución a la comprensión y a la crítica del proyecto de
guerra civil in vitro, que efectivamente tuvo lugar al-
gunos años más tarde.

[Enero de 1980]

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PARARRAYOS Y EXTRAS

“(...) para quien haya accedido al consumo del


rol —tardío— de intelectual de vanguardia y
aquí quiera detenerse, sólo le queda estar en
una carrera desesperada y biliosa con los omni-
potentes centros de producción de imágenes: ser
contratado como actor o extra. Actor o extra no
remunerado y realmente hecho a un lado o, de
otro modo, liquidado: en esto consiste precisa-
mente la codiciada y beatificante diferenciación
‘cualitativa’”

(G. Cesarano-G. Collu, Apocalisse e rivo-


luzione, Dedalo, Bari 1973, P. 93)

1. El movimiento del ‘77 y la “guerrilla”

La expulsión de Lama de la Universidad de Roma en


febrero de 19773 marca la ruptura histórica del prole-

3 La “cacciata di Lama” o contestación y expulsión de Luciano


Lama. Hace referencia a lo sucedido durante el mes de febre-
ro del 77’ en el que, durante un comicio sindical celebrado en
la universidad de la Sapienza de Roma, Lama, quien era en ese
entonces secretario general de la CGIL (Confederación General

23
tariado italiano con las organizaciones-racket4 que pre-
tendían controlarlo y representarlo. En este episodio se
manifestó un movimiento nuevo, imprevisto e incom-
prensible para los poderes constituidos.
En los años precedentes, el capital y sus experimenta-
dores habían construido, in vitro, dos modelos funda-
mentales, en los que estaba destinada a identificarse la
oposición que la alianza DC-PCI5, y sus programas de

Italiana del Trabajo, controlada por el Partido Comunista), es


exhortado violentamente por algunos jóvenes presentes, por ser
uno de los principales defensores del Estado y acérrimo oposi-
tor al terrorismo de izquierda. Los jóvenes que participaron de
esta contestación eran parte del movimiento del 77’, en especí-
fico de los “indiani metropolitani”, quienes constituían, según
ellos mismos, el área más libertaria y creativa del movimiento,
así como también por algunos militantes de Autonomia Operaia,
movimiento de izquierda extraparlamentaria activo entre 1973 y
1979. [N. de la T.]
4 El concepto de racket, tomado de Adorno y Horkheimer, es uti-
lizado en el sentido dado por Jacques Camatte, como la actividad
de las organizaciones políticas en el marco de la actual comunidad
del capital (ya sea que se trate del Estado como del devenir gru-
puscular “revolucionario”), las cuales se comportan como bandas
mafiosas o gansteriles bajo una lógica de rivalidad, competencia y
enemistad, en base a una teoría autonomizada en tanto que ideo-
logía. Para profundizar en el tema recomendamos: Palinorc, F.
(2001) Rackets (http://comunizar.com.ar/wp-content/uploads/
Palinorc-Rackets.pdf); Camatte, Jacques & Collu, Gianni (1969)
Sobre la organización. Las mafias (dentro y fuera del Estado) y el
Estado como mafia (https://libcom.org/library/sobre-la-organi-
zaci-n-jacques-camatte). [N. del E.]
5 Se refiere a la Democracia Cristiana y al Partido Comunista
Italiano. [N. de la T.]

24
carestía y sacrificio, [que] previsiblemente habría pro-
vocado. El primero, puesto en marcha con el congreso
de Rimini de “Lotta Continua”6 y la manifestación de
la contracultura de los círculos del proletariado juvenil,
tendía a canalizar hacia la reivindicación de carácter
esencialmente cultural a las masas de jóvenes y de des-
ocupados. El menor de los males para el sistema era que
los jóvenes se batiesen por ver reconocido su derecho
a una nueva identidad y a un estilo de vida alternativo,
en el que confluían la ideología del exceso, la auto-
complacencia de la droga, los llantos y lamentaciones
por la marginación y la “crisis de valores”, la reivin-
dicación del derecho a las costumbres más insensatas
y contradictorias. En el marco de tal ideología bien
podía entrar cualquier tipo de autorreducción7. Lo que
escandalizaba a los cronistas de “L’ Unitá” y del “Co-

6 Desde el 1 al 3 de abril de 1970 se celebra en Rimini el ter-


cer congreso nacional del movimiento. Desde este momento el
movimiento comienza a centralizarse y a desarrollar políticas de
partido tradicional, incluso condenando la acción individual y
finalmente, unos años más tarde, renegando de su inicial carácter
extraparlamentario. [N. de la T.]
7 En los ‘70 en Italia dentro del movimiento autónomo se llevó
adelante una política de “autorreducciones” de servicios básicos,
tales como: electricidad, agua potable, gas, alquileres, transporte,
etc. Consistía en no pagar los servicios o imponer un precio mu-
cho más bajo a las compañías, mediante la fuerza colectiva de
la acción directa. Recomendamos: http://www.elbarrioantiguo.
com/experiencias-de-autorreducciones-en-el-movimiento-auto-
nomo-italiano-de-los-anos-700/ [N. del E.]

25
rriere della sera”8 eran únicamente las expropiaciones
en las cuales la turba se abastecía de champagne y ca-
viar: demostrando así que rechazaban los “contenidos”
en cuyo nombre los jóvenes debían “reagruparse”: las
ideologías y las modas neocristianas de la miseria, de la
escasez y de la crisis. Dentro de estos “nuevos” ideales
las masas juveniles incluso se podían quejar y deba-
tir sin cesar, no para rebelarse ni destruirlos, sino al
contrario, para reivindicar con estos la dignidad de la
propia condición existencial, y la libertad de adornarla
con cuánta pluma y mascarada creyese mejor cada cual.
El otro tipo de oposición que el poder se preparaba a
neutralizar ventajosamente era la abstracta y especiali-
zadamente militar. De hace un tiempo ya que los soció-
logos aseveraban que, a la escalada de la crisis social y
económica, el aumento de la desocupación y la progre-
siva criminalización de los presupuestos opositores del
bloque DC-PCI, había que sumar también un aumento
del terrorismo. De buen grado el capital italiano podía
aceptar este desafío, siempre que se mantuviese sobre
un terreno exclusivamente militar. De hecho, este tipo
de conflicto (que bien o mal siempre es posible reducir
a un problema técnico, y que para resolverlo el capital
dispone, de antemano, fuerzas superiores a las enemi-
gas), si comportaba indudables inconvenientes para las

8 “L’ Unitá” y “Corriere della Sera” son dos periódicos italianos.


El primero del PC italiano fundado por Antonio Gramsci y ac-
tivo, con altibajos, hasta 2017. El segundo, fundado en 1876, sigue
activo en la actualidad, sin ninguna afinidad política reconocida
por el mismo. [N. de la T.]

26
filas de oficiales y policías, por otra parte, presentaba
ventajas tales que la convertían en un mal menor, in-
comparablemente preferible al peligro de un movimien-
to de oposición de masas, ilegal y violento. Primero que
todo, el carácter esencialmente espectacular de la mayor
parte de las acciones terroristas (en particular de los
homicidios: las plateas aman la sangre) proporcionaría al
sistema la posibilidad de convertir, incluso a las figuras
más magras de sus aparatos represivos, en importantes
sucesos propagandísticos; además, el desarrollo de una
guerra civil limitada, induciría a todos los enemigos del
poder a escapar, por medio de la clandestinidad, de la
verdadera guerra cotidiana, y daría al mismo Estado la
oportunidad de expresar al máximo su propio terro-
rismo, en un marco de estado permanente de asedio y
de enrolamiento generalizado. Sobre todo, congelaría
a la mayor parte —las masas, el pueblo, el proletaria-
do, a quienes recurren los clandestinos— en el rol de
espectadores, indignados o fanáticos (electrizados por
el golpe de escena, fascinados por vivir, en sueños, las
propias “aventuras”, reproduciendo en la realidad su
propia condición de impotencia), en cualquier caso,
participantes pasivos. Finalmente, la economía de los
campos atrincherados es por sí misma una economía de
racionamiento, en la que a cada uno se le pide la plena
identificación con la crisis distractora; mientras tanto,
no hay orden público más perfecto que el de los fran-
cotiradores y los toques de queda. Ya que el enemigo
puede estar en la esquina, hay que atrincherarse en casa
a la espera del momento oportuno para desencadenar

27
no ya la pasión revolucionaria, sino el rencor contenido
y la cadena de venganzas. En Europa el precedente de
Irlanda del Norte ya demostraba cómo la militarización
del conflicto —deseada tanto por el IRA9 como por
el ejército de ocupación— entregaba una salida eco-
nómica y operativa al capital, barriendo de la calle la
turba combativa de jóvenes desocupados y bloqueando
y dividiendo a los trabajadores afectados por la codicia
reivindicativa.
El movimiento del ‘77 contradice radicalmente todas
las predicciones de los expertos del capital italiano. El
asalto a Lama es la expresión de una violencia espon-
tánea y generalizada incontenible, que rompió abrup-
tamente todas las barreras culturales y generacionales
preestablecidas: indios10 y militantes de la Autonomía,
jóvenes drogados y obreros organizados se encontra-
ban en la acción, más allá de las respectivas identidades
sociológicas —que para los revolucionarios no se tra-
ta, por cierto, de reivindicar sino de abolir— en cuanto
proletariado, es decir, en cuanto movimiento histórico
que destruye y supera el capital y la sociedad demen-
te por él producida. La pesadilla de todos los poderes
toma cuerpo y realidad: los proletarios se encuentran
sin intermediarios, cada uno haciéndose cargo autó-

9 El Ejército Republicano Irlandés (IRA) en una organización na-


cionalista irlandesa, formada por voluntarios, surgida a principios
del siglo XX que lucha por la independencia del Reino Unido de
Gran Bretaña. [N. del E.]
10 Se refiere al movimiento anteriormente mencionado “indiani
metropolitani”. [N. de la T.]

28
nomamente de la solución de sus propios problemas,
refutando a todos aquellos —sindicalistas, burócratas
estalinistas, militantes grupusculares o ideólogos con-
traculturales— que pretendían hablar en su nombre,
y comienzan a organizarse colectivamente. En este, su
movimiento, los obreros salvajes encuentran espontá-
neamente, al margen de los autoproclamados vanguar-
dia y de los especialistas de la política, en los jóvenes
desocupados —en la turba de los barrios y de las univer-
sidades— a sus aliados naturales y compañeros. El mar-
chito edificio del compromiso histórico vacila bajo los
golpes de un movimiento de masa, violento y armado.
Este movimiento —que un mes después del ataque al
comicio de Lama, se sublevaba el 12 de marzo en Roma
y en Bolonia— ha demostrado en su misma práctica de
la violencia su total ajenidad no sólo a la quejumbrosa
problemática del “personal” especializado y la previsi-
ble “ironía” de tantos aspirantes a intelectuales del “ala
creativa”, sino también a la lógica de las organizaciones
armadas clandestinas.
En las páginas del último número de la revista “Con-
troinformazione”, Azione Rivoluzionaria reprocha a la
revista “Insurrezione” el haber planteado la separación
irreductible entre los insurgentes de marzo y los espe-
cialistas de la lucha armada: “... el mismo movimiento del
‘77 no nace de la nada, tiene su propia historia detrás,
en la que han influido también, es difícil negarlo, las
acciones de la guerrilla. Si nos hubiéramos limitado a
la ironía, Lama habría celebrado su comicio en la uni-
versidad de Roma, y lo que ha sido un hecho histórico,

29
la expulsión de Lama de la universidad, habría sido un
comicio perturbado, quizá con inteligencia, pero siem-
pre un comicio, y, por lo tanto, una victoria de Lama y
sus acólitos. Es difícil separar el movimiento del ‘77 de
todo lo que se ha dicho y hecho en estos últimos años,
especialmente por los grupos armados y por la guerrilla
autónoma”. (Azione Rivoluzionaria, “Apuntes para una
discusión interna y externa”, en “Controinformazio-
ne”, n. 13-14, marzo 1979 P. 90). Lejos de limitarse a
la ironía, miles y miles de combatientes no dudaron en
tomar las armas cuando las encontraban, al saquear las
armerías el 12 de marzo, mientras los clandestinos sólo
se preocupaban de hacer llegar rápidamente su crítica a
estas acciones, en cuanto que “espontaneístas” y “aven-
tureras”, es decir, irreductibles a su control, y contrarias,
en la práctica, a cualquier delegación en la solución de
los propios problemas, incluidos los militares.
Así mismo, el poder no usó esquemas interpretati-
vos muy diferentes a los de los guerrilleros de Azione
Rivoluzionaria: englobando todo el ‘77, buscó contra-
poner un alma “creativa” a un alma “combativa” del
movimiento, intentando establecer nuevamente las dos
identidades preconstituidas —la contracultural y la mi-
litarista— que el movimiento había rechazado. De esta
manera, políticos y sociólogos, como siempre, no en-
tendieron nada de la realidad, pero, en compensación
intentaron, por un lado, maniobrar a los rebeldes cul-
turales —juveniles, indios, feministas, etc.— contra el
desarrollo de la determinación y coherencia del movi-
miento revolucionario, y por el otro, acreditar la idiotez

30
del complot urdido por ocultas organizaciones para-
militares. El movimiento ha sabido gritar a la cara de
todos sus observadores pagados lo que son en realidad:
¡ESTÚPIDOS!
Para el movimiento, ni las vanguardias culturales, ni
las vanguardias armadas saben distinguirse de los siervos
del poder por medio de su supuesto entendimiento de
la realidad.
Mucho menos se puede decir hoy que las críticas de
Azione Rivoluzionaria sean inteligentes: “...se puede
aventurar la hipótesis contraria: el movimiento ya ha-
bría sido desbaratado, en sus sedes, en sus periódicos, en
sus radios, si la guerrilla no hiciese de pararrayos, atra-
yendo hacia sí todo el aparato represivo”. (Texto citado,
P. 90). Si con la reciente ola de arrestos de militantes de
“Autonomía Operaia” acusados del secuestro de Moro
no bastase para despejar el campo de estas estupide-
ces, entonces vale la pena considerar, por un instante,
la más ambiciosa de todas las acciones de la guerrilla,
precisamente el secuestro de Moro. Según Azione Ri-
voluzionaria, la “sustancia” de esta empresa “está en la
capacidad del movimiento revolucionario en su conjun-
to de asestar un golpe al centro [y las Brigadas Rojas
se reconocen como parte de este movimiento]”. (Texto
citado, P. 88.). “El precio fue pagado por el movimiento
clandestino, por la guerra sicológica que se desató, los
sospechosos, la cacería de brigadistas, las vocaciones po-
liciales despertadas”. (Texto citado, P. 89). A parte del
hecho, por otro lado innegable, de que el poder moti-
vó cientos y cientos de arrestos, denuncias, encarcela-

31
mientos arbitrarios de compañeros del movimiento a
causa del secuestro de Moro, y limitándonos a recordar
que la única petición concreta de mayor rigor represivo
presentada por el PCI al gobierno democratacristiano
fue, en aquella ocasión, el cierre de las sedes y el arresto
de una serie de militantes —señalados con nombre y
apellido— de “Autonomia Operaia” de Roma, las BR,
en cambio, dirigieron su golpe “al centro” de la ten-
sión revolucionaria que persistía en Roma, aunque en
plena fase de reflujo, por más de un año, imponiendo
prepotentemente a la atención de todos el espectáculo o
el símbolo de la lucha revolucionaria. En la atmósfera
alucinante de aquellos días, inevitablemente percibida
como ajena, es decir indeseable, no vivida y no compren-
dida por los revolucionarios, se hizo posible clavar a las
masas en la pasividad de una situación de película, en la
que la suerte de cada uno, después de un año de lucha
determinada y conducida por sujetos que actuaban au-
tónomamente en la realidad cotidiana y común a todos,
volvía a estar en brazos de fuerzas ajenas, que se movían
más allá no sólo de la voluntad sino también del cono-
cimiento de todos. Entre estas fuerzas lejanas se estaba
obligado a elegir bajo la presión del verdadero chantaje:
se debía tomar partido, una vez más había que delegar.
Si el Estado podía imponer a todos su chantaje infame
(“o conmigo o con el terrorismo”), por otro lado, las BR
pedían a todos de soñar: o alentándoles como hinchada,
o, los más “radicales”, prometiéndose a sí mismos entrar
un día en el partido de los héroes. Este fue el mensaje
de las BR: enrólense —o también quédense en casa, en-

32
ciendan el televisor y aplaudan. Este fue desde siempre
el mensaje de las organizaciones clandestinas: la acción
Moro lo llevó a todas las casas y, de este modo, obligó
a rechazarlo radicalmente a todos los que querían per-
manecer fieles a su propia subjetividad revolucionaria.

2. La jerarquía del “Frente Popular” en las


organizaciones clandestinas: actores y extras

Con torpe celo Azione Rivoluzionaria explicita con


claridad el chantaje siempre velado por el lenguaje bu-
rocrático-político de las proclamas BR: “La crítica crí-
tica que tiende a aislar la guerrilla del movimiento, es
perfectamente funcional al plano de represión, el cual
usa la violencia en contra de la guerrilla y usa la crítica
(desde Asor Rosa11 a los cínicos sin pasión) para aislarla.
La crítica crítica, que todo lo sabe, no sabe, en cambio,
que aislando la guerrilla prepara también las condiciones
de su propia precipitación en la clandestinidad, a menos
que el capital, en su gran ingenuidad, tal como no sabe
reconocer hoy en día a sus amigos, y tortura, mata, per-
sigue a los terroristas, mañana no sabrá reconocer como
su única enemiga la crítica crítica y le garantizará a esta
cátedras y escenarios” (Texto citado, P. 90). Sin moles-
tarse en refutar la imbecilidad cristiana de quien quiere
ver demostrada la verdad de una fe por medio del mar-
tirio de sus seguidores, lo que de inmediato se viene

11 Historiador y crítico literario italiano perteneciente al PCI


(Partido Comunista Italiano). [N. de la T.]

33
a la mente, leyendo este pasaje infame, es la extorsión
directa del estalinismo, durante 50 años, contra toda la
oposición internacional (la misma que usó Lenin contra
Kronstadt12 y la Oposición Obrera13): “Rusia, patria del
socialismo, está amenazada por los imperialistas, y para
defenderla se han inmolado miles y miles de proletarios
de todo el mundo: por eso, los que critican a Rusia, obsta-
culizan la política interior o exterior etc., son funcionales
al imperialismo, incluso no son más que una fachada,
una máscara, agentes del fascismo internacional traves-
tidos”. Azione Rivoluzionaria lanza todo esto contra
quien critique la lucha clandestina, en un documento
en el que no hace, en cambio, ninguna crítica a los esta-
linistas de las BR; aliados ambiciosos en el proceso de
construcción de la guerrilla.
La complicidad de los anarquistas en la contrarrevo-
lución de España en 1936-37 demuestra con mil ejem-
plos que, así como quien anda con el cojo aprende a
cojear, quien va con los estalinistas aprende a calumniar
a los revolucionarios. Tal como en España, hoy existe
en Italia un Frente Popular, minoritario y clandestino,
es cierto, pero que aspira, como aquel de entonces, a
ser mayoritario y llegar al poder, a cobijar en sus filas
el ímpetu del proletariado revolucionario. Incluso un

12 Sobre la insurrección de Kronstadt recomendamos: Avrich,


Paul (s/f) Kronstadt 1921. Buenos Aires: Anarres; Mett, Ida
(2006) La comuna de Kronstadt. Crepúsculo sangriento de los
Soviets. España: Ediciones Espartaco Internacional. [N. del E.]
13 Recomendamos: Kolontai, Alejandra (s/f) La oposición obrera.
Madrid: Castellote editor. [N. del E.]

34
mínimo conocimiento de las revoluciones y de las con-
trarrevoluciones del pasado deja claro que al interior de
cada frente popular existen jerarquías muy rígidas, que
se corresponden con el peso específico de las organiza-
ciones que lo componen. Por ejemplo, en la España de
1936-37, el minúsculo partido comunista tenía al inte-
rior del Frente Popular una autoridad inmensamente
superior en comparación con la de los anarquistas, que
incluso eran la fuerza mayoritaria, por mucho, del pro-
letariado español. A diferencia de esto, el frente actual
de las organizaciones clandestinas tiene un resultado
esencialmente espectacular: para este Frente Popular no
se trata de repartirse los ministerios de un gobierno con-
trarrevolucionario, sino sólo los roles en el espectáculo
de la revolución. También en este caso el Frente tiene su
propia jerarquía interna: mientras los roles de protago-
nista y actor principal son indiscutiblemente asignados
a los estalinistas, a los extraños libertarios de Azione
Rivoluzionaria no les quedan más que los roles de ex-
tras. A los brigadistas los títulos de los periódicos y el
aplauso de los admiradores pasivos; a los anarquistas las
caídas feas y las escenas rompe huesos.

3. Crítica de la vida cotidiana

“Solo la autonomía real (y que nos disculpe la crítica


crítica por este principio) como proyecto armado contra
todos los aspectos de la vida social, la constitución de
una red de resistencia y ataque a los centros vitales del
sistema de explotación y de muerte, el vivirse en plenitud

35
con la conciencia de estar ya parcialmente fuera de las
tenazas del capital, puede dar inicio a este camino de
liberación. Pero incluso aquí, a nivel del sujeto operante
como a nivel social, es necesario cortar los puentes con la
normalidad cotidiana, crear una situación de no retorno,
clandestinizarse”. (Texto citado, P. 90). Así los guerri-
lleros de Azione Rivoluzionaria advierten la crítica de
la vida cotidiana. Ya hemos dicho cómo, en realidad, la
“elección estratégica de la clandestinidad” no ha lleva-
do a estos militantes más que a la “liberación” en el rol
catastrófico de extras. Por el contrario, la crítica radical
—desde la cual Azione Rivoluzionaria intenta recuperar
algunas posiciones, como por ejemplo la de Vaneigem,
en su citado documento (que, por otro lado, copia todas
las temáticas críticas de “Insurrezione” para después in-
sultar a la misma, atribuyéndole posiciones de la nada)—
jamás ha expresado alguna simpatía por el terrorismo
político, e incluso siempre ha combatido duramente las
posiciones de inmediatismo armado como la del docu-
mento de Azione Rivoluzionaria. En consiguiente, está
claro que cuando una práctica, que explícitamente plan-
tea su diferencia en la “elección estratégica de la clandes-
tinidad”, se apropia de determinadas posiciones, como
la de la crítica de la vida cotidiana, por ejemplo, lo hace
exclusivamente con fines de recuperación.
La única postura radical ante lo existente es, hoy por
hoy, la de quien enfrenta desde su lugar específico en la
sociedad (es decir en la situación en la que más espontá-
nea y sinceramente se desarrollan sus relaciones socia-
les, de comunicación, de amor y amistad) la verdadera

36
guerra —cotidiana y sin cuartel— contra el capital y su
interiorización. Esto significa, en primer lugar, luchar
contra la organización de la propia vida según el mundo
de las apariencias, de las imágenes, es decir, luchar contra
la interiorización de los códigos de comportamiento que
el capital constantemente produce, renueva y transmite.
Querer ser revolucionario, es decir, querer experimentar
la aventura posible de la vida según las propias pasio-
nes materiales y los propios sentidos, implica el rechazo
radical de la identificación con cualquier determinación
social del capital, con cualquier identidad, máscara pre-
concebida y ficticia, que esconde y mistifica la dinámica
de la vida. Es en el percibirse como cuerpo en movimien-
to, reconociendo las propias pasiones por lo que son,
es decir, irreductibles a la sociedad de los símbolos y su
organización, y armándose contra ésta, que a cada uno
le es posible reencontrar el sentido de una vida única y
específica. Y es sólo en este punto en el que se presenta
la necesidad, y con ello, se abre la posibilidad de vivir
el proyecto armado contra el capital en conjunto con la
comunidad que nos rodea. Cada praxis revolucionaria
coherente, reconoce la falsedad de todas las identidades
sociales propuestas por el capital y las combate todas,
sabe que es, en sus formas más violentas y sectarias,
absolutamente clandestina al espectáculo, sabe que está
otro lugar. Es cierto que quien vive este “otro lugar”, en
términos inmediatos o geográficos, no tiene la mínima
idea de dónde se encuentra: pues no hay otro campo de
batalla que el mundo dominado totalmente por el capi-
tal, tanto dentro como fuera de los individuos; y, de este

37
mundo, de esta batalla, no se escapa. Para quien combate
la verdadera guerra dentro y fuera de sí, estando cons-
ciente de que lo hace, la clandestinidad siempre es un
obstáculo más a superar en la batalla de la propia trans-
parencia y coherencia, aunque en algunos casos sea una
necesidad inevitable, mientras que quien rechaza ficticia-
mente la propia identidad social “normal” para escoger la
identidad heroica y espectacularmente hiperbolizada del
“guerrillero” —clandestino más para la policía que para
el movimiento real—, se ubica hoy en día, por una de las
bromas que juega la óptica espectacular, no sólo al centro
de los conflictos a fuego, sino también al centro de los fue-
gos de la máquina fotográfica, al centro del espectáculo.
Esta que debió ser la lucha contra el valor se convierte
en la última valorización posible de la personalidad del
militante, el último rito sacrificial capaz de producir va-
lor. Como declaran los extraños libertarios de Azione
Rivoluzionaria, es cierto que la prolongación de la prác-
tica militar clandestina democratiza esta posibilidad de
autovaloración: “cada barrio, cada ciudad, tiene ya su
teatrillo y sus actores; la violencia es un espectáculo al al-
cance de todos siempre y cuando estén provistos de buena
voluntad”. (Texto citado, P. 90). Del mismo modo, pero
desde un punto de vista opuesto, es cierto que la violen-
cia revolucionaria, la real, destruye cada teatrillo y cada
espectáculo, y sabe reconocer en todos los actores a los
enemigos naturales de la verdad y la superación.

[Mayo 1979]

38
L.A. x C.=NIHIL

El dato que emerge nítidamente como resultante de la


contraposición espectacular entre Estado y lucharma-
dismo14, es la indiferente neutralidad de los proletarios
que se alejan cada vez más de la política, en sus infinitas
variantes. Esta indiferencia no es éxito del Poder ni de
los funcionarios de su apéndice “el contrapoder”: sino
el mismísimo signo de la fase de punto muerto que se
atraviesa, y de la necesidad de superar la ideología —
típicamente italiana— de la lucha armada. Un obrero
de Alfa15 decía: “los obreros ya no están más con ellos
[PC y sindicatos] pero tampoco están con nosotros, que
estamos obligados a una desgastante campaña defensi-
va para responder al linchamiento de los estalinistas. Se
habla siempre de cosas externas a la fábrica y a nosotros,
jamás de nuestros problemas”. Son embestidos por el
espectáculo porque dejan de lado su propia realidad. Se

14 Lottarmatismo: con este concepto se le da una connotación


ideológica más que de estrategia o medio práctico político a la
lucha armada. [N. de la T.]
15 Alfa Romeo, importante fábrica automotriz nacida en 1910
en Milán, y que desde los años ‘50 contó con un sindicato activo.
[N. de la T.]

39
quiere prolongar al infinito el juego de la revalorización
de la putrefacta democracia con la oposición forzada
de la “elección” entre el Estado o la lucha armada, in-
duciendo al abandono o el eclipse de los procesos de
autoorganización de base por la generalización de la
lucha autónoma.
Llegó el momento de comprender a fondo la dife-
rencia que hay entre golpear a algún jefe, a algún re-
presentante, a algún funcionario de la máquina social
capitalista, y la de detener —en cambio— el mecanismo
productivo, la acumulación, en suma, desencadenar la
revuelta contra la esclavitud del trabajo asalariado. En
el primer caso son más que suficientes los militantes
que creen haber devuelto dignidad a la política porque
han empuñado una pistola, y que, de este modo, espe-
ran candidatearse a la dirección del proletariado; la otra
perspectiva, es asunto sólo de los sujetos críticos —en la
teoría y en la práctica— de la alienación de este mundo y
de todas las ideologías que lo permean. Entre estas, urge
disolver aquellas ideologías del antagonismo ficticio y
de la oposición espectacular, porque a cada ideología le
es intrínseco un poder separado y burocrático que nie-
ga la subversión subjetiva y social, e impone “el eterno
retorno a lo idéntico”: ¡la representación, ser represen-
tante o representado!
La política-en-armas que cree que la pistola es la en-
cargada de regir el mundo y la trayectoria de los proyec-
tiles para “dar la línea” a los proletarios, no se da cuen-
ta que resbala en las arenas movedizas del terrorismo
(reflejo del estatal, aunque opuesto), y que allá donde

40
alcanzó un nivel estratégico para la lucha, no ha abierto
ningún horizonte, empatando a cero con el aparato re-
presivo estatal. Las luchas en Irlanda y Palestina, donde
la connotación nacionalista predomina en la ideología,
y el terrorismo (disuasivo) es el elemento prevaleciente
de la estrategia, muestran en modo claro el impasse, la
calle sin salida, la gangrena de una situación que aniquila
la emergencia de otras formas de subversión, y petrifica
el todo en el triunfo de la política que acepta, estoica-
mente, todos los roles y todas las alianzas con las fuerzas
más repugnantes.
¿Es posible recordar un solo caso en que el terrorismo
—y las organizaciones erosionadas por el fetichismo
militar y autonomizadas de la multiforme y “esponta-
neísta” subversión real— haya doblegado y derrotado
a un Estado?
Únicamente quien ha renunciado a las armas de
la crítica llega obtusamente a creer que sólo con la
espada puede cortar las hebras infinitas de la red de
dominación que nos envuelve a todos, o aún peor
imaginar masoquistamente que puede realizar una
revolución sustituyendo al proletariado, quien —de-
clinando la invitación de clandestinizarse y autobunke-
tizarse en la esfera militar— continúa en la subversión
anónima en alguna de las excursiones en las que se re-
produce el poder: la economía, la producción, la cir-
culación de la mercancía, las estructuras de adoctrina-
miento y condicionamiento psicológico de masas, el
marketing, la valorización impuesta por la publicidad,
el espectáculo, la información, la familia, respondiendo

41
con el saqueo, la crítica a la mercancía, el reconoci-
miento de las pasiones, etc.
La incesante práctica de la crítica a todas las aliena-
ciones y todas las jerarquías mina los fundamentos de
solidez de esta sociedad, y prepara concretamente las
posibilidades de la insurrección; a la inversa, el espec-
táculo de la revolución, que surge del amor-odio de los
profesionales de la violencia a sueldo de los gobernantes,
y de los que quisieran “representar” o “interpretar” las
necesidades proletarias, da vida solamente a una ilusión
óptica, auténtica parodia de la subversión. Tanto es así,
que los proletarios que debieran identificarse de entrada
—porque reconocen sus propios intereses— se alejan o
se quedan mirando, mientras los realizadores del espec-
táculo (periodistas, sociólogos, politólogos, disidentes,
“simpatizantes”, etc.) trabajan a ritmos estajanovistas16
por lograr crear el pathos indispensable para hacerles
sentir protagonistas épicos, pero de una dimensión de
conflicto artificial y artificioso: exorcizan el conflicto
real incipiente y potencian las líneas defensivas enemigas.
Quizás haya quien piense que la necesidad de actuar
implica necesariamente sacrificarse a la sociedad de la
desvitalización; desde siempre el poder ha ocultado, ca-
llado y eliminado de la memoria todo lo que realmente le
perjudica y todo lo que podría temer. ¿Entonces por qué

16 Método para aumentar la productividad laboral que se aplicó


en la URSS y sus satélites que se basaba en la propia iniciativa
de autoexplotación del proletariado —fue elogiado por Stalin—.
Recibe su nombre del minero Alekséi Stajánov. [N. del E.]

42
funciona como un amplificador, casi como una agen-
cia promocional y propagandística de la lucha armada?
¿Es ceguera o previsión? El poder mastica todo lo que
digiere, refuerza lo que evalúa como una calamidad
mucho más contenible que una subversión anónima,
multiforme, sin esquemas descontados, sin profesores,
pues esta obliga al enemigo a proceder sin orden, evita el
enfrentamiento en campo abierto e impide represiones
destructivas. Hay más inteligencia estratégica en el cere-
bro colectivo de la autoliberación que en el de cualquier
grupo de militantes.
Es el modelo histórico de la conspiración, moderniza-
do, el que se reutiliza, y que sabiamente es rechazado
—porque es el producto de otro momento histórico y
de otro movimiento que tenía buenas razones para creer
que el poder tuviera un corazón— en cuanto que ya ha
revelado sus límites y su debacle. La violencia liberadora
del proletariado —no fetichizada, no estetizada— ya no
puede vestir los atuendos del blanquismo17 o maquillar-
se mimando a la Organización de Combate de los so-
cialistas revolucionarios rusos o del Comité Ejecutivo.
La negación de lo existente es transparencia, claridad,
crítica en proceso, que inventa continuamente los mo-
dos con los que se manifiesta, y no revisita el museo de
cera del pasado.

17 Corriente del movimiento obrero francés, basada en el pen-


samiento de Louis-Auguste Blanqui (1805-1881), que sostenía la
asunción al poder por parte del proletariado a través de un golpe
de Estado y la acción insurreccional protagonizada por una pe-
queña minoría. [N. de la T.]

43
Algunos comentarios al documento de Azione Rivo-
luzionaria aparecido en el n. 25 de “Anarchismo”.
Sensación de tener enfrente un retablo de colores vi-
vaces y polícromos, puesto al fondo como escenogra-
fía, para ennoblecer un discurso maníaco que reitera
apodícticamente la ineluctabilidad y la superioridad de
la lucha armada. Cuando los cultores absolutos de la
acción recurren a la “vacía ejercitación cultural”, por lo
demás, evidentemente recuperatoria, significa que sus
acciones no son inteligibles. Entonces, hacen su pirueta
como los pavos, pero dice Apollinaire en el Bestiario:

“Toca tierra con las plumas


y parece, si hace una pirueta, más bello
pero en verdad muestra implume
este pájaro el culo”

Y el “culo” es el del nihilismo, que se debe nutrir de to-


das las ideologías, que debe traficar a diestra y siniestra
los andrajos con los que taparse, para proponer nueva-
mente, imperturbable, el mismo vacío: el desierto de las
pasiones, de las que salva sólo una: la mortificación del
sacrificio. El documento deja abierta la puerta a todo
y a todos, es un puente para la constitución del Frente
Amplio Popular lucharmadista, desde los estalinistas
hasta los situacionistas. Va al caso recordar que Vanei-
gem —ampliamente citado— ya en 1972 en Terrorismo
o revolución ponía en guardia contra los recuperadores
nihilistas, que habían propuesto de nuevo la “política”
en el último estadio del terrorismo: “El izquierdismo se

44
fortalece a medida que la protesta responde al restable-
cimiento del poder, recupera su ‘real’ oposición, y tiende
a tomar prestado del situacionismo la ideología de la
superación, creatividad e inmediatez, desde la que no
puede más que ofrecer, en la violencia vivida de la abs-
tracción y la coherencia concreta del vacío, una práctica
de juego terrorista”.
Es válido criticar a quien sibilinamente devela: “La
crítica crítica que tiende a aislar la guerrilla del movi-
miento, es perfectamente funcional al plano de represión,
el cual usa la violencia en contra la guerrilla y usa la
crítica (desde Asor Rosa a los cínicos sin pasión) para ais-
larla”. También el señor Josif Vissarionovic Dzugasvili18
sostenía que cuantos criticaban a su persona, su obra y
sus opiniones eran “perfectamente funcionales” al na-
cionalsocialismo y al señor Hitler. En suma, es la lógica
totalitaria del mensaje publicitario: ¡tómalo o déjalo!19
Tal seguridad debe ser natural en quienes están afecta-
dos de tanta modestia y credulidad como para rebauti-
zar como guerrilla aquello que en cambio es “el recurso
cada vez más frecuente de las armas en la lucha política”,
y que llegan al punto de afirmar que: “El movimiento
tiene el espacio de la guerrilla, si esta cae, lo arrastrará
con ella”, y a fantasear con que “¡el poder no puede

18 Se trata de Iósif Stalin. [N. del E.]


19 Al final de este párrafo los autores agregan un jingle publicita-
rio famoso en los ‘80 de unos caramelos llamados Golia. El jingle
es: “Chi non mangia la Golia é un ladro o una spia!”, es decir,
quien no come Golia es ladrón o espía. [N. de la T.]

45
criminalizar el movimiento porque hoy le acoge una
sociedad subterránea en desarrollo!”. Esta es una misti-
ficación genuina, una inversión total de la realidad, por-
que si un sentido tienen los recientes ataques represivos
es justamente el de empujar hacia “la sociedad subterrá-
nea” y la clandestinidad. ¡Se debe sufrir de infantil ego-
centrismo como para creerse el ombligo del mundo, y
para inducir a creer que el lucharmadismo es el baricen-
tro de todo, pilar y centro neurálgico del movimiento de
la negación, o aún más, su paterno protector!
Nada menos que en Alemania la “guerrilla” fue una
mera cuestión de orden público, resuelta por especialis-
tas con potencial de guerra sicológica superior al “con-
trapoder”, y la redujeron a las condiciones que cono-
cemos; ¿quizás se tiene la imprudencia de pensar que
hoy en Alemania ha desaparecido el antagonismo de
clase? O éste, en cambio, tiene por protagonistas su-
jetos que no recurren al artificio de “cortar los puentes
con la normalidad cotidiana, crear una situación de no
retorno, clandestinizarse”, y que no han reconocido los
propios intereses en el reducirse a la “quinta columna de
los frentes de liberación del Tercer mundo, en el corazón
de las metrópolis imperialistas”, sino que hicieron del
sistema de producción y de vida allí reinante el objeto
de su lucha, y de su vida, el vehículo de ésta.
Es pueril imaginar a los proletarios sumergiéndose en
la dimensión de las catacumbas de la conspiración, o
creer que se dejen magnetizar por el heroísmo y por
la temeridad inútil, “por el momento perfecto de la ac-
ción y del sentido de la organización”, ¡porque no son

46
como los Tuareg del desierto que se dejan deslumbrar
por los relojes electrónicos que no les sirven de nada!
No hacen suya la audacia inútil separada de la eficacia,
en cambio, saben apreciarla cuando provoca cambios
en el vivir concreto, porque son conscientes de no “es-
tar ya parcialmente fuera de las tenazas del capital” y
no siendo reformistas-de-la-vida-cotidiana, continúan
recorriendo, por cuenta propia, el camino “que lleva a
no se sabe dónde”.
El estalinismo, pública y explícitamente reivindicado
por las BR (comunicado n. 19 del proceso de Turín, y
también en los sucesivos), en el documento se vuelve
“estalinismo” entre comillas, y más adelante nos viene
incluso explicado que: “La ideología, como se sabe, es
más lenta que la práctica, pero las ‘revisiones’ antes o
después no tardan en llegar”. De los nihilistas activistas
y de quienes están habituados a todo tipo de revisión
ideológica, con el fin de continuar reproduciendo la
nada, es posible esperar cualquier tipo de camuflaje,
porque en el fondo es importante lo que se hace y no
lo que se piensa, y no viendo alguna relación entre las
dos cosas, pueden reafirmar olímpicamente la solida-
ridad esquizofrénica entre servidores de la nada… y
después que cada uno rellene con la ideología que más
le agrade: primero el resistencialismo marca Secchia20,

20 Se refieren a la figura de Pietro Secchia (1903-1973), quien fue


un importante político antifascista del PCI, que se unió a la “Re-
sistenza” partisana (1943-1945) contra el fascismo y el nazismo
durante la época de Mussolini. [N. de la T.]

47
después el tercermundismo frentista, el obrerismo le-
ninista y derivados, el consejismo libertario, y los des-
perdicios situacionistas.
Sin embargo, es suficiente con mirar a contraluz este
caldo y, como en un billete, es posible divisar el filigra-
na: “Construir ‘cabezas de puente’21 en la fábrica para
golpear en el corazón del capital y del naciente ‘Esta-
do-Partido’, es el objetivo primero de las organizaciones
combatientes [...] los compañeros insertos en las estructu-
ras que sostienen el capital se mueven en un agua muy
turbia, expuestos a la represión no sólo de las jerarquías
de fábrica, y su policía interna y externa, sino también
a la entera red de espionaje del partido y del sindicato;
empeñados en el trabajo de fábrica tienen escasas po-
sibilidades de procurarse los medios y estructuras y, en
ausencia de una estructura organizativa adecuada, son
conducidos a formas de autolimitación”.
Es el concepto de Lenin, que tuvo el mérito de expresar
con más claridad y con menor falsa conciencia: a los obre-
ros solamente les es posible desenvolverse con una con-
ciencia tradeunista22, sólo el Partido y los revolucionarios
de profesión pueden traer desde afuera (de las concretas y
dadas condiciones de alienación) la conciencia revolucio-
naria y su presunta praxis. Es la más obvia confesión de

21 En términos militares, una “cabeza de puente” es la defensa de


un extremo de algún puente en territorio enemigo. El término se
ha generalizado para indicar cualquier clase de área defendida que
se extiende dentro de territorio hostil. [N. de la T.]
22 Se refiere a las viejas trade unions –sindicatos- nacidas en el
Reino Unido con la revolución industrial. [N. del E.]

48
desconfianza en la autonomía y en la autoorganización
de los obreros revolucionarios. Después de tantos giros
viciosos en los meandros de todas las ideologías, el punto
de apoyo es el núcleo de la doctrina leninista (sólo este
sentido es de efectivo “no retorno”). Así se logra explicar
la idiosincrasia resentida de la que está impregnada el
documento (y la cabeza) de estas personas, hacia la in-
surrección y hacia los que continúan viendo en Danzica,
Detroit, Stettino, y también en Bolonia, los momentos
más altos de insubordinación proletaria moderna, y de
subversión del mundo de la mercancía, del espectáculo,
de la alienación, de la jerarquía, y de sus patrones y ser-
vidores: partidos, sindicatos, politiqueros y especialistas
de todo tipo. Cuando los movimientos reales destruyen
algunas de las condiciones dadas en el mecanismo de
producción del dominio y de la paz social, precisamen-
te porque ignoran a todos los tutores políticos, racket e
ideólogos, a lo sumo son gratificados con alguna etiqueta
(espontaneísta, MPRO, etc.): pero ¿cuál era la praxis más
elevada y destructiva de las organizaciones combativas
durante la primavera del ‘77? Frente a un movimiento
que fue crítica práctica hacia el reformismo y su ideo-
logía —del cual el movimiento del ‘68 albergaba toda-
vía ilusiones y no fue suficientemente drástico—, estos
“profesionales” brillaron por su ausencia, y lo único que
destacó fue la vacuidad de uno que otro ritual de “disparo
en las piernas”, frente a las desencadenadas energías de
miles de rebeldes consumidos por sus propios roles en
la sociedad, creando un momento de ruptura y profunda
discontinuidad en el reino de la normalidad.

49
A pesar de las (auto) reconfirmaciones sobre la com-
patibilidad y multiplicidad de fines a los que serviría el
lucharmadismo, basada en su naturaleza “todoterreno”,
en realidad sucede que quienes rechazan o miran en me-
nos la perspectiva insurreccional, permanecen eterna-
mente enamorados de cualquier remanente de ideología
de la transición al socialismo. Una lectura atenta de la
parte final del documento lo demuestra. Inundado por
una cantidad notable de peticiones de principios de gran
efecto, pero de sustancia nula, emerge toda una serie
de problemas que evidencian la lógica tardo-tercerin-
ternacionalista y el modelo de la transición a un socia-
lismo realizado; la temática más delirante se da cuando
imaginan la revolución en el sólo país-Italia, que deberá
tener ¡“buenas relaciones con algunos países árabes re-
lativamente independientes del imperialismo americano
o soviético…”! Más adelante, después de haber procla-
mado que el “comunismo es finalmente la abolición del
trabajo, y que esto no será posible al inicio de la revolu-
ción más que sólo parcialmente”, se sostiene que “todos
deben estar involucrados en la producción en masa (sic)
para impedir que los ‘placeres’ de tal producción recaigan
siempre sobre las mismas espaldas”, y así sucesivamente.
Conocemos este lenguaje, conocemos esta lógica. Es
la del realismo político y la reforma de lo existente, pues
que cada fantasioso logra hacer resurgir de las cenizas
humeando —¡Mejorados!— los dictados de la economía
política. Son los infortunios de quien ha hecho del arma

50
una enfermedad. Ni siquiera son todavía Komeini23 en
París y ya razonan como Komeini en Teherán; no han
subvertido nada todavía y ya piensan legislar y regla-
mentar la negación que todavía debe desencadenarse y
realizar la transformación. Cuando se tiene la pretensión
de organizar el mundo, en realidad lo que se está orga-
nizando es su sufrimiento o su intervención anestésica.
El movimiento de negación del sistema de vida más
mísero en cuanto a pasión y placer que el hombre haya
conocido jamás en su historia —y que la clase dominante,
en su fase de declinación, quisiera fijar definitivamente—,
pasa a través de todos los retículos y telones en que el
mundo está artificialmente subdividido, y tiene motiva-
ciones mucho más densas y ricas, que se sitúan más allá
de la economía política y de las encíclicas de sus sacerdo-
tes. La miseria de este mundo no es la escasez de bienes,
sino una siempre más total insatisfacción y malestar, que
emerge de cada categoría sociológica y de cada rol en el
que la existencia humana está comprimida y fracturada,
y de la conciencia creciente de que ningún bien —y nin-
gún rol— puede mínimamente pagar o compensar las
renuncias y las abdicaciones cotidianas al placer. ¡Lo que
nosotros queremos, no nos lo pueden dar los poderes!
La subversión, por cuenta del individuo que se posi-
ciona en rigurosa antítesis con la comunidad constitui-

23 Ruhollah Jomeiní (1902-1989), ayatolá iraní, líder político-es-


piritual de la Revolución islámica de 1979, que derrocó al último
sah Mohammad Reza Pahleví, y fue líder supremo del país hasta
su muerte. [N. de la T.]

51
da, remitiéndose a aspiraciones profundas e inconfesa-
bles, antepondrá en el orden del día aquello que cada
ideólogo busca codificar con su lengua momificada: la
felicidad y el gusto por vivir, y la crítica vivida como
anticipación del devenir. La renuncia a cada modelo his-
tórico o incluye también la renuncia a los contemporá-
neos productos derivados del pasado, y esto es, a los que
imaginan un futuro que se moldea sobre el presente, y
que incluso más, preparan los moldes ideológicos con
los que darle forma, o es una mentira.
El devenir no puede ser separado de lo que se es hoy,
o es mejor callar, y dejar la proyección de la vida a la
inteligencia despierta y empoderada de la comunidad
arrancada de la cosificación. Además, así se evitaría la
eyección de otros excedentes de heces ideológicas.

[Mayo de 197824]

24 Según una edición revisada, correspondería no al ’78, sino al


’79. [N. del E.]

52
APÉNDICE I
OKTOBERFEST

1. La sensación intolerable que cada uno de nosotros


sintió a causa de la noticia del asesinato de Baader, Enss-
lin y Raspe, y del intento de eliminación de Moeller, es la
herida lacerante de reconocer una parte de nosotros en
estas mujeres y en estos hombres, y que en ellos recono-
ce y admira individuos que, en lo inmediato, no pueden
tolerar más el presente estado de las cosas.
Por otra parte, la pretensión de quienes componen
la Rote Armee Fraktion25 de educar a las masas con el
ejemplo y de organizar la lucha revolucionaria como
vanguardia, siempre nos ha dejado del todo ajenos y
absolutamente contrapuestos a su perspectiva.

25 La Fracción del Ejército Rojo (en alemán: Rote Armee Frak-


tion o RAF, 1970-1998), también denominada como la “Banda
Baader-Meinhof” (bautizada así por los apellidos de dos de sus
principales líderes), fue una de las organizaciones marxistas ar-
madas más activas de la Alemania Occidental en la posguerra. La
RAF pretendía ser un grupo de resistencia al estilo de la guerrilla
urbana. Baader, Ensslin y Raspe fueron asesinados -aunque se dijo
que fue un “suicidio en grupo” dentro de la cárcel- al fracasar en
el exterior una acción de secuestro de un avión que buscaba pre-
sionar al Estado para su liberación, en el llamado “otoño alemán
del ‘77”; Möller sobrevivió. [N. de la T.]

55
2. La indignación que gritamos en las plazas contra los
mercenarios dementes que se ensañaron con Gudrun,
Jan Carl, Andreas e Irmgard, es yesca para el fuego que
arde y arderá dentro y fuera de nosotros. Mayor es la
determinación y la energía en nuestra lucha de siempre
contra el capital: la única y específica ayuda que pode-
mos dar a los compañeros alemanes, como a los suda-
fricanos o ecuatorianos, es la de combatir siempre más
firmemente el capitalismo italiano y su forma específica
de dominio democrático.

3.El asesinato de miembros de la RAF en la cárcel de


Stammheim no nos dice nada que ya no estuviera claro
desde el día en que fue asesinada Ulrike Meinhof26: las
protestas de intelectuales y demócratas (entre ellos,
reaccionarios como Trombadori27) únicamente reve-
lan la mala fe de quienes, agitando los espantapája-
ros de Alemania y de la germanización, quieren tapar
las vergüenzas de su casa. Sin tantos escándalos, hace
tiempo ya que en Italia los “terroristas” son liquida-
dos en el lugar de su captura; el “Estado nacido de
la Resistencia”28 evita así complicaciones procesales

26 Ulrike Meinhof (1934-1976), periodista y fundadora junto a


Baader de la RAF, fue hallada muerta en circunstancias sospecho-
sas -ahorcada con una toalla- en la prisión. [N. de la T.]
27 Antonello Trombadori (1917-1993) periodista, crítico de arte,
poeta en dialecto romano, antifascista y político afiliado al PCI,
conocido por sus posturas moderadas. [N. de la T.]
28 Se refiere a la “Resistenza” italiana que unificó el país bajo un
Estado en 1946. [N. de la T.]

56
o carcelarias, y errores como el que salvó la vida de
Irmgard Moeller.
Pero, también en asuntos de suicidio la democracia
italiana está a la vanguardia: Pinelli29 cayó de la venta-
na de la comisaría de Milán gritando “¡Es el final de la
anarquía!” ocho años antes que el zurdo Baader pensara
su “zurdo tiro” contra el Estado alemán, disparándose
una bala en la nuca con una pistola de 18 cm de largo
empuñada con la mano derecha.

4. El odio inextinguible que juramos a los asesinos del


Estado, y el desprecio todavía más profundo, si es posi-
ble, que sentimos por sus opositores democráticos ita-
lianos o alemanes, no nos impide, sin embargo, criticar
y rechazar la perspectiva y la lógica de la RAF y de los
grupos afines a ella, por inútil y extraña al proceso re-
volucionario en curso.
La RAF demuestra creer en el espectáculo de la je-
rarquía cuando secuestra a Schleyer, jefe de los indus-
triales alemanes, pensando golpear al máximo detentor
del poder real, y cree en serio en la enorme mentira del
humanitarismo democrático cuando secuestra un avión,
como si una centena de vidas humanas valiera algo para

29 Giuseppe Pinelli (1928-1969) fue un ferroviario anarquista mi-


lanés, que murió en extrañas circunstancias al caer de la ventana
de la comisaría de Milán. Pinelli había sido arrestado durante los
días previos por la sospecha de su participación en el “estrago de
la plaza Fontana”, en Milán, donde explotó una bomba en la sede
de la Banca Nazionale di Agricoltura, dejando 17 muertos y 88
heridos. [N. de la T.]

57
la máquina-capital y sus funcionarios. El Monstruo-au-
tómata de Marx es tan indiferente a la suerte de sus se-
cuaces como a la de sus enemigos. Incluso, más que la
tormenta propagandística posibilitada por las largas
negociaciones para el canje de Schleyer por prisioneros
de la RAF, la muerte de los rehenes de Mogadiscio30
hubiera sido una verdadera panacea para la humanitaria
democracia alemana.
Reflejo de la imagen de la revolución que el capital
mismo proyecta, el terrorismo “revolucionario” pone
en escena una serie de conflictos armados entre seres
humanos, individuos y organizaciones, reproduciendo,
bajo la apariencia de la lucha de clases, la competitiva
guerra permanente entre las facciones del capital. Esta
mistificación llega al punto de encarnar la calumnia que
el capital opone a la revolución cuando la pinta como
la guerra de pequeños grupos contra la sociedad civil y
democrática en su conjunto.
La verdadera guerra, la verdadera lucha de clases,
permanece inasible a los actores de la guerrilla perte-
necientes a grupos terroristas y escuadras especiales. Al
margen del espectáculo, el proletariado comunista com-
bate, anónimamente, al Monstruo-autómata, es decir, la
concretización impersonal y anónima de la muerte, que
devora la vida al punto destructivo de contraponerse a
la especie humana en su complejidad.

30 Hace referencia a los rehenes que fueron liberados indemnes


finalmente en Mogadiscio, Somalia. [N. de la T.]

58
5. En Italia, las organizaciones clandestinas, como las
Brigadas Rojas, revelan su sustancial extrañeza al con-
flicto de clase en curso, y su incomprensión de los tér-
minos reales de las cuestiones, incluso militares, que el
movimiento subversivo debe plantearse hoy, repitiendo,
en modo ya demencial, la escena del ajusticiamiento de
los funcionarios del capital (elegidos entre las filas de la
derecha hostil al PCI y, a menudo, entre los que ocupan
las gradas más bajas en la jerarquía del espectáculo) y
criticando, en cuanto “aventuradas” y “espontaneístas”,
las manifestaciones y las formas organizativas, todavía
embrionarias, del naciente movimiento revolucionario.
Pretendiendo, más o menos abiertamente, haber sido
sus instigadores, los grupos clandestinos no se dan
cuenta de las características más relevantes del movi-
miento subversivo existente hoy en Italia: a saber, su
profunda carga antirreformista, y la dimensión masiva
de sus prácticas ilegales y violentas. De este modo las
organizaciones armadas no captan ni siquiera los térmi-
nos de las cuestiones estrictamente militares que el mo-
vimiento revolucionario se va planteando hoy en día,
organizando sus propias formas de autodefensa y de
ataque, a base territorial o a escala masiva. No se trata
de constituir comandos capaces de rivalizar en eficien-
cia con los servicios secretos, o de raptar al presidente
de los industriales, sino de contribuir a que todos los
que están involucrados en el proceso revolucionario se-
pan expresar, en cuanto sujetos autónomos, su propia
potencia destructiva.

59
6. La masacre de los militantes de la RAF ha provocado
también las protestas hipócritas de los grupos refor-
mistas como Lotta Continua, Democrazia Proletaria
y Movimento Lavoratori per il Socialismo, desde hace
tanto tiempo empeñados en la brutalidad represiva y
en la delación sistemática de los revolucionarios y los
militantes de las organizaciones clandestinas o armadas.
Súbitamente expulsados de sus posiciones de poder por
el viento de febrero31 (aparte de situaciones como la de
Milán, donde un grupo como Movimiento Lavoratori
per il Socialismo aún puede llevar a término sus odiosas
agresiones sin ser molestados), estos zombies se convir-
tieron en clandestinos en las situaciones de lucha, como
Democrazia Proletaria, o, más oportunamente, se “di-
solvieron” en el así llamado movimiento, como Lotta
Continua. El único argumento “político” que les queda
contra la insurgencia revolucionaria es el de su propio
miedo a la represión o a la violencia del aparato estatal
(véase el intento de Lotta Continua y de Radio Città
Futura32 de sabotear la manifestación romana contra la
embajada alemana). Con tal de calumniar la violencia
revolucionaria estos infelices hoy intentan apropiarse

31 Hace referencia a la “cacciata di Lama” en febrero, que dio


inicio al movimiento del ‘77. [N. de la T.]
32 Radio Città Futura fundada en 1977 y que funciona hasta la
actualidad. Nace ligada al PCI. También estuvo involucrada con
los hechos de esos años, siendo incluso allanada cuando fue el
secuestro de Moro, aunque siempre se le criticó su postura co-
munista más moderada. Actualmente está más cercana al Partito
Democrático. [N. de la T.]

60
de los restos de la crítica radical a la lucha armada; a los
ex-revolucionarios que, envenenados por su escepticis-
mo y por su cinismo, proporcionan conscientemente,
es decir, de mala fe, armas al rescate de la teoría revolu-
cionaria, sepan que con ellos seremos particularmente
severos. Así como severa fue la realidad en movimiento
que eliminó la “autonomía creativa” maodadaísta (A/
traverso33 y derivados) cuando, en la conferencia de Bo-
lonia contra la represión, no pudieron esconder su com-
plicidad objetiva con Lotta Continua, a la que el PCI
había, después de abiertas tratativas, dado el control de
la ciudad durante los tres días del encuentro.
Pero el miedo del cual se lamentan los modernos y
militantes refundados de Lotta Continua y Democrazia
Proletaria, a nosotros nos alegra. Es fácil reconocerlo: es
el miedo a la insurgencia revolucionaria, el miedo que da
el avecinarse real de la revolución, de quien creía poder
continuar jugando indefinidamente con su imagen en
los modos castos y puros de la ideología.

[de “Insurrezione”, octubre34 1977]

33 Revista fundada en 1975 por el movimiento boloñés. [N. de la T.]


34 Según una edición revisada, la fecha de publicación correspon-
dería a noviembre de 1977. [N. del E.]

61
PUNTOS DE INACTUALIDAD

*La guerrilla (pequeña guerra), de expresión comunita-


ria y de ruptura con los valores en los que se fundamenta
la dominación, se ha hecho degenerar en una “razón
social” especializada de aparatos políticos, reducida a
expresión militar del levantamiento social. Así, ha po-
dido ser la herramienta con la que las burguesías au-
tóctonas entran en el “corazón del poder” desplazando
a las clases dirigentes demasiado propensas al Capital
extranjero (o multinacional).

*La ideología lucharmadista es el producto de dos mi-


tologías políticas, ambas de carácter democrático: el
resistencialismo antifascista, y el tercermundismo con
sus “liberaciones nacionales”; éstas son vehículos para
la transformación de las formas de dominación, no su
supresión.

*El lucharmadismo es la continuación de la política con


otros medios. El reflujo post ‘68 y el fracaso de las mi-
croburocracias grupusculares ahogadas en el pantano
de la reedición de las viejas herramientas políticas mani-
festadas históricamente en el pasado remoto, no fueron

63
suficientes para desechar los contenidos con los que se
nutrían. Estos reviven en el lucharmadismo.

*El lucharmadismo es, por lo tanto, una forma de lucha


que retoma —extremándola— la política: vanguardia,
especialización, unidimensionalidad en el actuar, par-
cialidad, separación.
En cuanto forma extremada, no es difícil encontrar las
facetas del poliedro político en los aparatos lucharma-
distas: reformismo, economicismo, obrerismo, feminis-
mo, ecologismo… ¡armado!

*¿Entonces, el “armarse” es darle únicamente un ca-


rácter pistolero a la política, una prótesis viril a la mano
raquítica de la representación? Armar los espíritus, pur-
garse de los valores y de las ideologías interiorizadas,
desembarazarse de los arcaísmos del pasado histórico
(de derrota), superar las pérdidas, afirmar el deseo, re-
futar las alienaciones que nos cosifican, vibrar de pasión,
ser conductores de vida, impregnar —en suma— con
nuestra práctica crítica cada realidad en la que se repro-
duce el dominio, y hacerlo sin recaer en la clasificación
especializada, ¿no es distinto a reproducir —en la veta
viril y marcial— la política?

*La socialidad encarna sus raíces en la vivencia subjetiva


cotidiana, y es la crítica real, percibida con cada uno de
los cinco sentidos.
La política nace (y aborta) en la economía y en la ri-
tualidad de sus bienes. El hombre, para reencontrarse,

64
lucha contra la lógica de la mercancía que lo somete.
La política permanece prisionera en los imperativos
de la mercancía: sólo puede interferir en los ritmos de
producción, no se interroga sobre las razones de su
misma existencia.

*En el mundo de la parcelación y la representación, cada


uno hace de la (propia) parcialidad la globalidad; cada
uno de valores escatológicos carga el rol predestinado,
y mira desdeñosamente al resto.
Hasta ahora ha habido quienes han hecho de la econo-
mía y del ámbito productivo la contradicción principal,
la columna vertebral, la centralidad, etc. Hay quienes
—en la eterna búsqueda del “nuevo” sujeto revolucio-
nario y del medio revolucionario por excelencia— han
realizado la misma operación con los jóvenes, las muje-
res, los marginales, los locos, etc.
Los lucharmadistas creen que su medio es revolucio-
nario en términos absolutos, y atribuyen a su práctica
la primacía, la superioridad cualitativa, la mayor poten-
cialidad subversiva entre todas las demás.
¿Desde cuándo, en la lucha contra el poder que basa
su dominio en la especialización y en las separaciones,
una práctica —parcial, reiterada, serial—, es superior a
las demás? ¿Por qué?

*El capital no es sólo economía, política, represión... es


poder de los medios de comunicación, es espectáculo,
es la capacidad de representar la realidad del modo que
le es más conveniente, es control del saber y del cono-

65
cimiento… es la psiquiatría, el profesor universitario, la
medicina, el padre, el obrero, etc.
Existen, por lo tanto, contradicciones entre lo que se
está constreñido a hacer (y ser), y hacer surgir la esen-
cia humana negada por el Capital/Estado, aún capaz de
negarla. El movimiento revolucionario se afirmará si es
capaz de afrontar —y negar— todas las contradicciones,
en extensión y profundidad, es decir, cada momento de
reproducción de la dominación.

*La ecuación “violento = revolucionario”, o “terreno de la


ilegalidad = imposibilidad de recuperación para el poder”,
es falsa, porque se basa en la contraposición-negación con
sólo una de las categorías o de los valores imperantes.
No puede ser sólo el poder —su código— el que con-
nota y da forma totalmente a la negación, a lo que de-
bería destruirlo, so pena de permanecer en su territorio.
No se niega al carabinero con el contra-carabinero, la
política con política, la alienación con medios alienados.

*La división entre las manos (acción) y el resto, recuer-


da aquella más general entre el cuerpo y el cerebro, o
extremidades y centros propulsores cerebrales. Es re-
afirmación de la contraposición pensamiento/acción,
intelectual/militante, teórico/combativo, valentía/co-
bardía, etc. Envueltos al interior de la propia práctica
reificada —considerada naturalmente como superior a
las otras— se termina por apartar de la radicalidad, es
decir, de la propia recomposición orgánica para reen-
contrar la subjetividad.

66
En Francia, donde la primacía es conferida a la teoría:
plétora de panfletos, folletos; alienación de escritura.
En Italia, país de la primacía de la práctica, secuela de
épica-acción repetidos obsesivamente (símbolos políti-
cos de la negación), generalizados en el tiempo y en el
espacio al paso de los ritmos de las cadenas de montaje,
se asume lo cuantitativo como valor guía: de ahí la alie-
nación de los cócteles Molotov.
Dos formas sustancialmente equivalentes de parciali-
dad: ideas que no se vuelven práctica, y práctica que no
sabe superarse por su desprecio a la teoría.

*¿Qué es un atentado? Puede ser sabotaje (que, si es


practicado por los productores, es uno de los síntomas
que anuncian la proximidad de la insurrección) o botar
un muro. Botar un muro es botar un muro. Pero en el
escenario del espectáculo político un acto como botar
un muro se convierte en un lenguaje en código, una co-
municación por símbolos. Puede querer decir: no nos
va, estamos enojados, queremos asustarlos; pero lo dice
con un símbolo que golpea, a su vez, a un símbolo de
la alienación. ¡Es más, también debe ser interpretado!

*En el proceso de Turín, el joven estalinista Frances-


chini35 dijo: “Nosotros disparamos contra las funciones,
contra las togas, ahora si hay un hombre adentro lo
sentimos…”.

35 Alberto Franceschini fue uno de los miembros fundadores de


las Brigadas Rojas. [N. del E.]

67
El debate sobre la conexión, y las recíprocas deter-
minaciones, entre función y funcionario es antiguo, y
siempre resurge de las cenizas. No hay duda que un
levantamiento social como el ruso, que logró eliminar
a todos sus funcionarios (los engranaje-hombre de la
máquina del poder), no logró superar la función, la for-
ma capitalista. Y esto, y múltiples motivos más, hace de
los leninistas los apologistas de la industrialización, y
los vehículos para la penetración del capital en Asia y
África, a través de los frentes de liberación.
Allá donde ha fracasado un movimiento social, aún
con sus parcialidades, ¿puede surgir una microburo-
cracia estalinista con su culto a la acción máximamente
espectacular? ¿Con su ideología entonces trágica, hoy
absurda, del estalinismo?
¿Con su constante negación de la socialización del
movimiento para desnaturalizarlo y asegurarse la
“representatividad política”? Para estos, el partido lo
es todo, el movimiento, en cambio, nada.
Disparar a un juez no es, todavía, una crítica al dere-
cho, sino véase cómo estos hacen “procesos populares”,
aplicando un “derecho revolucionario”, ejercitando la
“justicia proletaria”.

*Es válido aún el discurso sobre los medios y los fi-


nes. Para los materialistas, el fin está contenido en los
medios, el medio ya es el fin, uno es consecuencia del
otro. A es A, y A no puede convertirse, en virtud de la
fe, en B.

68
*Para los lucharmadistas no se sabe si es más impor-
tante la producción de un evento (disparar a las pier-
nas) o la gestión que hacen a través de los mass-media
para reforzar su “imagen política” entre los proleta-
rios. Seguramente, el acceso a los medios de comuni-
cación del poder es un modo alienado de comunicarse
con los proletarios.
Frente al evento espectacular, en el que pocos son los
sujetos activos, a los otros no les queda más que la fun-
ción pasiva, el grito a favor o en contra, la identificación
—o no— con los staff operativos. Que se trate de ges-
tores sindicales, culturales o de lucharmadistas es una
cosa secundaria y sin importancia.
La revolución es abandono del espectáculo que pa-
siviza, que nos hace objeto, ojos que ven imágenes; es
multiplicación de los sujetos críticos, capaces de reco-
nocer, cada vez más, en sí mismos (y siempre menos en
las vanguardias del espectáculo) la capacidad de actuar
en modo creativo.

*“Nunca es del todo cierto que la masa es vil y estúpida,


cuando parece tal; en cambio, es cierto que jamás está
dispuesta a engañarse con la osadía inútil, o la sabiduría
separada de la eficacia. Puede identificarse con esto por
transferencia, como espectadora, y es su modo de de-
fenderse cuando no cree verdaderamente”.

*Para las “masas”, evidentemente, el lucharmadismo es


al modo insurreccional lo que la eyaculación precoz es
al orgasmo.

69
El lucharmadismo termina por ser la miniatura de la
guerra civil, su continencia, su control pilotado. Sobre
todo, si se reduce a expresiones monovalentes de partido
combativo. Este produce efectos que, para el poder, son
equiparables a la bacanal de ferragosto36 en las calles.

*La violencia espectacular funda el criterio mismo de


la violencia, volviéndose parámetro y valor de medida.
Cuanto más espectacular es la violencia, más se ba-
nalizan las infinitas violencias que cada uno vive en la
cotidianidad. Estas terminan por hacerse polvo, desa-
parecer, parecer minucias de neuróticos, reprochables
frustraciones.
Más se sufre pasivamente, más se tiene necesidad del
espectáculo de la violencia para consumar la penumbra
de la sobrevivencia.
Más se abandona el terreno de las contradicciones de
la vida cotidiana, más avanza la política y retrocede la
socialidad.

*La lógica de la producción de las mercancías es la


razón de ser del capital. No importa que estas sean
útiles, inútiles, mortíferas o placenteras. Lo impor-
tante es que se produzcan (y se consuman), que en sí
contengan energías vitales, que el poseerlas dirija el
trato distintivo del hombre, la escala de valores con la
cual juzgarlo.

36 Se refiere a las fiestas del 1 de agosto, celebración italiana equi-


valente al año nuevo. [N. de la T.]

70
Hasta ahora el movimiento revolucionario ha per-
manecido al interno de la lógica de la producción de
la mercancía: ha pedido más dinero y menos trabajo,
es decir, produzcamos menos, pero dennos más dinero
para consumir.
Hoy, un movimiento radical debiera plantear el pro-
blema: ¿Es útil la producción de estas mercancías? ¿El
hombre puede abastecerse de lo que necesita utilizando
sólo su propia inteligencia creativa? Es decir, quitando
al trabajador el carácter de mercancía que produce mer-
cancía, al trabajo el carácter de alienación, y al producto
el de mercancía.
Un movimiento capaz de imponer sus propios intere-
ses, y que se cuestiona a fondo las razones de lo que está
obligado a hacer, puede finalmente aspirar a liberarse del
trabajo, y de la destrucción que el capital ha hecho de la
naturaleza. Ante esto, toda ambición ecológica aparece
en toda su miseria.

*Ser portadores de la buena nueva de la “reapropiación”


es avalar la mercancía todavía, es valorizarla. Quien —fe-
tichista de la industrialización— encontrándose exclui-
do del proceso productivo se detiene a teorizar sobre la
reapropiación es un paralítico, que se afirma sobre una
muleta prestada por el poder: no pone en duda el modo
de producción capitalista, no critica a los obreros-mer-
cancía porque es obrerista, y les exhorta al consumo de
plástico, de veneno, de ruido, de cosas desvitalizadoras.
Permanece deudor del capital.

71
Y si, violentamente se reapropia, pasa por primo her-
mano de éste.

[de “Anarchismo” n. 21, mayo-junio 1978, P. 156-158]

72
ITALIA 1977: UN ASALTO AL CIELO

Si reivindicamos sin más la riqueza de las expresiones


violentas y armadas del movimiento (robos generaliza-
dos y expropiaciones como crítica al trabajo asalariado,
radicalización del enfrentamiento en las calles, sabotaje,
etc.), por otra parte, estamos convencidos que el terreno
de la violencia no pueda constituir en sí mismo un mo-
mento cualificante, un momento, en otras palabras, que
caracterice, en cuanto tal, a los nuevos revolucionarios.
“La impaciencia de usar hoy a toda costa las armas, en
realidad retarda el movimiento en el cual el proletaria-
do en su conjunto recurrirá a las armas, porque anticipa
la represión. Aquellos que se autocomplacen en el uso
estúpido de las armas no son la parte más avanzada y
más dura del actual movimiento revolucionario, sino la
retaguardia de su consciencia teórica y estratégica”. (Ma-
nifiesto distribuido en Bolonia el 23 de septiembre de
1977, firmado: Ass. Per l’ Epidemia della Rabbia Con-
tagiosa).
En nuestra opinión, es precisamente la descomposi-
ción social la que empuja hacia elecciones totalizantes
—la lucha armada como dimensión especializada y se-
parada— que, reduciendo la complejidad del conflicto

73
en acto a una pelea entre pandillas, se queda en un terre-
no que el capital siempre logra gestionar con éxito. Si,
por cuanto respecta a las BR, por ejemplo, no podemos
impedirnos de sentir un poco de simpatía por la medida
en que a veces logran ridiculizar y batir al Estado en
su mismo terreno, no nos olvidamos que su programa
neoestalinista y repleto de ideologías militaristas, nada
comparte con el proyecto de la revolución proletaria.
Es sobre la base del fracaso del movimiento del ‘68
que es posible comprender la presente oleada de te-
rrorismo. Cuando, al inicio de los años ‘70, la pers-
pectiva de una revolución total parecía alejarse, algu-
nos grupos creyeron posible destruir al Estado en un
enfrentamiento militar. La incapacidad de comprender
que ningún voluntarismo armado o algo similar puede
sustituir el paso del movimiento real, dio origen a una
curiosa ideología que mezclaba elementos de rebeldía
ingenua y trazos de ultrabolchevismo, en un hórrido
popurrí. Al inicio, los grupos armados lograron al me-
nos el objetivo de mostrar la vulnerabilidad del Estado,
pero la rápida racionalización del aparato policial hizo
inmediatamente más eficaz la represión y, bien pron-
to, su práctica se transformó en una guerra personal,
autonomizada de una lucha real. Por otra parte, el tí-
pico eslogan “golpear al corazón del Estado”, esconde
el verdadero objetivo, el capital, del cual el Estado es
sólo una manifestación fenoménica. Actualmente, los
grupos armados se han convertido en un obstáculo en
el desarrollo del movimiento que ellos (BR) critican
en cuanto espontaneísta y aventurado (!). Estas críticas

74
recuerdan los lamentos de la izquierda oficial, de la que
esta gente no constituye más que el ala radical.
Independiente de las intenciones y del ardor revolu-
cionario de los individuos singulares, nosotros vemos
en este tipo de lucha armada el germen de la recupe-
ración. No solo y no tanto en el sentido de la cani-
balización policial sino en la reducción absolutamente
funcional al poder, lo repetimos, de la revolución a una
mera cuestión militar. A esto nosotros oponemos la
verdadera guerra, guerra que atraviesa la totalidad so-
cial y no se deja reducir sólo al enfrentamiento armado.
Es cierto que los grupos autónomos no se identifican
con las BR, pero es también cierto que su impulso acrí-
tico hacia la militarización del movimiento presenta los
mismos problemas.
Claramente el Estado está tratando de empujar a un
gran número de personas a la clandestinidad. Así logra
reducir el movimiento a su dimensión militar, donde
todavía puede vencer, por lo menos en esta fase. Grupos
como las Brigadas Rojas creen encontrar en esto la con-
firmación de su estrategia. Sin embargo, es significativo
que el reciente periodo, caracterizado por una confusión
creciente y una suerte de vuelta al militantismo tradicio-
nal, esté marcado por el terrorismo más estúpido (Ca-
salegno y Acca Laurentia37).

37 Se refiere al asesinato de Carlo Casalegno, periodista de “La


Stampa”, periódico italiano, que escribió algunos artículos en
contra de la lucha armada. Se le abordó el 16 de noviembre del
‘77, pero no muere sino después de días de agonía. Al día siguiente
del atentado, hubo multitudinarias manifestaciones contra el ter-

75
Es evidente que los grupos clandestinos están jugando
con la ambigüedad entre crisis y revolución, entre ges-
tión neoestalinista y transformación radical en el sentido
comunista.

[de “Insurrezione”, noviembre de 1977]

rorismo. El atentado de Acca Laurentia, sucedido el 7 de enero


de 1978, consistió en el asesinato de 3 militantes de derecha, de
menos de 20 años de edad cada uno. Los dos primeros fueron
asesinados a disparos a la salida de la sede del partido Movimento
Sociale Italiano, por 4 o 5 militantes de izquierda, aparentemente
de las BR. El último de ellos, en cambio, fue asesinado por un
carabinero “accidentalmente” durante la manifestación que se
realizó inmediatamente después de que se informara lo sucedido,
a la salida de la misma sede. [N. de la T.]

76
DE “NOTAS SOBRE EL MOVIMIENTO DEL ‘77”

14) En el grotesco paralelo que “Rosso”38 (típicamente


gradualista, porque propone los modelos chino y vietna-
mita de “larga marcha” y de “guerra de larga duración”,
haciendo pasar el goteo de la guerrilla urbana como su-
peración adecuada a los tiempos de la insurrección pro-
letaria) establece entre la situación presente en Italia y
las revoluciones nacionales de China y Vietnam, termina
por reproducir las posiciones de las Brigadas Rojas, que
incluso critica competitivamente, con la inevitable en-
vidia de quien no puede consolarse en la miseria de su
propia práctica más que con tiros triunfalistas. En com-
paración con “Rosso”, al menos las BR hacen lo que di-
cen, persiguiendo hasta el final aquel proyecto de guerra
civil in vitro que la crítica radical ha denunciado desde
los días de sus primeras manifestaciones, en cuanto even-
to capaz de “transformar la emergencia de la revolución,
bloqueándola en el infame espectáculo de la guerra civil”.

38 Periódico italiano de Milán -1975-1979-, perteneciente al área


de la llamada Autonomia Operaia. Supuestamente contrario al
“reformismo”, de corte “negrista” (Toni Negri), y alejados a la vez
del leninismo extraparlamentario de las BR. [N. de la T.]

77
Si Negri teoriza una desestabilización del sistema que
con la intervención artificiosa de las vanguardias comba-
tientes podría precipitar en anticipo y prevenir la explo-
sión de un movimiento revolucionario, significando, en
realidad, la repetición absurda de la tragedia del “tercer
período”, y dejando el embrión del movimiento y su
organización revolucionaria existente completamente al
descubierto frente al previsible contraataque del capi-
tal, en cambio, las Brigadas Rojas se preparan día a día
precisamente para esta eventualidad. Las BR han sabido
plantear, desde el punto de vista del estalinismo y de la
guerra civil, las mismas cuestiones que los revoluciona-
rios no han sido capaces de abordar concretamente (en
particular, el necesario enfrentamiento con las fuerzas
armadas del capital). Por otra parte, la manifestación de
formaciones clandestinas de extracción ideológicamen-
te libertaria, caracterizadas por el conciliador lenguaje
post-situacionista, no es una respuesta a estas cuestio-
nes: nos dice únicamente que los revolucionarios no han
podido hacer otra cosa más que perseguir a los estali-
nistas hasta su propio terreno, y que, una vez más, los
anarquistas han entrado en el frente popular.
15) El terrorismo es el enemigo privilegiado del siste-
ma: a quien reconoce su respeto, aquel con el que po-
lemiza en sus propios medios. El capital se proyecta en
él, y en él ve su propia imagen reflejada: en el desarro-
llo de aparatos terroristas “ve” una posible alternativa a
la revolución, y al más inofensivo de sus enemigos, de
quien está siempre dispuesto a realizar una extensión
mafiosa. En los militantes de la izquierda combatiente

78
“reconoce las máscaras del antagonismo político, el único
antagonismo que el capital siempre ha demostrado saber
integrar automáticamente a su propia realización”.
Más bien, en el universo del capital, el desarrollo de un
aparato clandestino se convierte en un obstáculo formi-
dable para la emergencia de la conciencia revolucionaria;
hoy día ya no se trata de hacer una guerra entre seres
humanos, sino de golpear y abatir un ser sensible-supra-
sensible, monolito de las mil caras, el capital, el mons-
truo-autómata y su valor en proceso, interiorizado en
cada uno, hecho sangre y carne en todos y contra todos.
16) Si es cierto que las Brigadas Rojas han planteado
a todos, a policías y revolucionarios, la cuestión militar
en todo su fundamental relieve, esta misma cuestión ha
sido planteada y se la han planteado, en otra escala y en
una dimensión bien distinta, miles de mujeres y hom-
bres, antes que nada armados con la certeza insurrec-
cional de ir al encuentro con las fuerzas militares del
Estado, y, en consecuencia, provistos en gran parte de
armas, con la mente despejada de moralismos contra
la destrucción y el vandalismo, ambos necesarios para
salvar el pellejo de la impiedad de los blindados que
la Democracia ha lanzado contra ellos, y que dejan en
evidencia la absoluta impotencia de un aparato infini-
tamente mejor armado, y que hace uso indiscriminado
de sus armas de fuego. En ocasiones como estas, miles
de individuos conscientes de sí empiezan a medirse en
el terreno de la insurrección, es decir, en el enfrenta-
miento armado de una amplia colectividad combativa
a escala metropolitana, enfrentamiento hoy limitado a

79
una acción cuyo fin esencial no puede ir más allá de
restaurar el entusiasmo, la confianza y el coraje de los
revolucionarios, pero ya tendiendo a lo que serán los
enfrentamientos directamente dirigidos a la conquista
de los centros neurálgicos de la ciudad y a la derrota de
las fuerzas militares del capital.
Por cierto, no será el enfrentamiento progresivamente
más amplio entre el Estado y los aparatos clandestinos
lo que permitirá desarrollarse a escala revolucionaria:
al contrario, la guerra civil no logrará más que la sobre-
vivencia convulsa de los campos atrincherados, donde
los ciudadanos fieles al Estado se identificarán cada vez
más con los policías y “al opuesto y simétricamente,
cada hombre que no se reconozca en el poder, se sentirá
atraído hacia la posición que está de parte de los fusiles”,
alistándose en este o en aquel aparato de la represión
religiosa de la “lucha armada”.
17) Al contrario, se trata para todos nosotros de re-
conocer los rasgos de la revolución tal como tienden a
manifestarse en el corazón del dominio real del capital:
de recoger y comprender las lecciones de las grandes
revueltas de nuestra época en el Occidente capitalista,
y de criticarlas para superarlas: retomar la iniciativa
que ya ha llevado a nuestros contemporáneos al ata-
que en el corazón de las metrópolis del capital: desde
las revueltas de las ciudades norteamericanas entre el
‘65 y el ‘68, al mayo francés (donde la eficacia militar
de los insurgentes fue insuficiente, y este quizás fue
el límite principal del movimiento, cuya extensión y
profundidad, sin embargo, permanecen significativa-

80
mente sin superar), desde la revuelta polaca del ‘70 a la
de Bolonia del año pasado [1977].
Estas experiencias no han dejado rastro en el proce-
so estratégico de las Brigadas Rojas, replegado sobre
la perspectiva de resistencia del tercermundismo, fasci-
nado por las victoriosas guerras nacionales de Argelia
y de Vietnam, posibles en una situación radicalmente
distinta a la nuestra, acrítico ante las sangrientas derrotas
de los movimientos guerrilleros de América Latina (y
a los modelos nacional-oportunistas de los Tupamaros,
del ERP y del MIR), y a la inevitable impotencia de
los Weather Underground y de las Panteras Negras en
USA, y siniestramente ligado a la pesadilla contrarre-
volucionaria de los terroristas, indiscutiblemente reac-
cionarios, del IRA en Irlanda del norte.

[de “Insurrezione”, marzo de 197839]

39 Según una edición revisada, la fecha de publicación correspon-


dería a octubre de 1978. [N. del E.]

81
DE “RUSIA ESTÁ CERCA”

Justo cuando la Autonomía romana, ya investida por


la oleada de delaciones (“dossier de la infamia”, etc.) y
una cotidiana campaña propagandística de calumnias,
se enfrentaba con éxito a las continuas provocaciones
y agresiones físicas de parte de las escuadras armadas
del PCI, regularmente cubiertas por el aparato estatal,
fue tomada desprevenida por la formidable acción de
sabotaje contra la tensión revolucionaria en Roma que
significó el secuestro de Moro por parte de las Briga-
das Rojas. Aparentemente, la situación romana había
sido normalizada. El secuestro de Moro en particular,
clavó a todo el movimiento, que ya daba signos evi-
dentes de agotamiento, a la pasividad del espectáculo
de la falsa guerra entre los ineficientes aparatos represi-
vos del Estado y la eficiencia del aparato clandestino de
las Brigadas Rojas. Por otra parte, la Autonomia Ope-
raia romana, ante el terrible e inesperado ataque que
le venía encima con el secuestro de Moro, dio signos
de desorientación haciendo emerger todos los residuos
democráticos que la afligen, y terminando por adherir
a la campaña de los referéndum convocados por los ra-

83
dicales y “extraparlamentarios” contra la legge Reale40
y el financiamiento público de los partidos, y pagando
a un alto precio la defensa indiscriminada del fenóme-
no de la “lucha armada”, criticada con anterioridad en
modo del todo insuficiente, en particular en el caso de
la masacre antifascista de via Acca Laurentia. El síntoma
“culmine” de la gravísima situación de desorientación
tras el secuestro de Moro, está constituido por las am-
bigüedades y la confusión que los Comités Comunistas
Revolucionarios, atribuyéndose el rol de “aclaradores”
de la situación, han difundido en sus intervenciones.
Exactamente al contrario de cuanto Scalzone41 y sus
amigos han sostenido, bien se puede decir que no solo la
acción de las Brigadas Rojas no puso, de hecho, en crisis
al Estado en su complejidad (de acuerdo a los hechos,
solamente golpeó una parte de sus funcionarios, y al
máximo reveló, una vez más, el rol de siervo fiel y celoso
del capital interpretado, también en esta ocasión, por el
Frente Popular desde el PCI a Lotta Continua), sino,
incluso que esta acción forma parte de una estrategia

40 Especie de “Ley antiterrorista” que se redactó en 1975 en el


cuarto gobierno de Aldo Moro para combatir el terrorismo de los
llamados “años de plomo” italianos. En 1978 hubo un referéndum
para la abrogación de la ley, es decir, para suspenderla, en contra
de esto estaba el PCI y todos los demás partidos de gobierno.
Finalmente, la ley continuó vigente. [N. de la T.]
41 Oreste Scalzone, intelectual marxista ex militante de Potere
Operaio y luego miembro de Autonomía Operaia, cayó preso
junto a sus compañeros durante las redadas policiales que se rea-
lizaron después del secuestro de Moro. [N. de la T.]

84
del todo ajena y contraria al desarrollo del movimiento,
abruptamente arrinconado por un acto desprovisto de
toda utilidad y sentido con respecto a la apertura de una
perspectiva revolucionaria. Es del todo falso conside-
rar a las Brigadas Rojas, una organización desde hace
tiempo completamente autonomizada con respecto al
enfrentamiento de clase en curso (y, además, declara-
damente ajena y más bien hostil al mismo movimiento
del ‘77), como uno de los componentes del movimiento
comunista y, por lo tanto, proyectar una posible acción
común con ellos, si no es rígidamente subordinada a los
movimientos propios de las Brigadas Rojas, indudable-
mente del todo autónomas, pero de las exigencias del
movimiento revolucionario; así como indudablemente
patético fue el intento de meter en la discusión a la “lí-
nea externa”42, haciendo presión por la liberación del
“prisionero político” Aldo Moro.

[de “Insurrezione”, junio de 1978]

42 Se refiere a toda la presión que causaron las cartas de Moro


pidiendo que el Estado cediera ante las BR, por las que hubo co-
mentarios y opiniones de parte de todas las facciones de la política
italiana. Los representantes de la izquierda presionaban para que
se accediera a las exigencias de las BR, los de oposición se negaban,
y hasta el Papa pidió la liberación del “prisionero político” Aldo
Moro. [N. de la T.]

85
EL CASO DE ALFA ROMEO
[de “Rusia está cerca”]

“Rosso” estaba entre los principales organizadores del


piquetazo al Alfa Romeo, en respuesta a la movida ofen-
siva del PCI y de la CGIL, orientada a experimentar
una situación de trabajo forzado extraordinario que, en
cuanto respecta a las masas, estaba garantizado por la
intervención de las escuadras de partisanos siberianos
del PCI, y directamente por el PS, en cuanto respecta
a eventuales autónomos irreductibles43. Los méritos y
los límites de la iniciativa de Autonomia —indiscutible-
mente valiente, y lanzada tempestivamente contra un
punto crucial de la actual estrategia del capital italiano—
están ligados al rol determinante que tuvo “Rosso”,
quien se inclinó a subrayar, en coherencia con cuanto
ha dicho el profesor Negri (véase El dominio y el sabo-
taje, Feltrinelli, Milán 1978), el valor del enfrentamiento
en curso entre obreros “garantizados” sindicalizados de

43 Habla de la “nuova Giulietta”, 1978, cuando los sindicatos


pidieron trabajar también los sábados para responder a la meta
de producción, a lo cual se negó Autonomía Operaia y las BR,
fuertemente presentes entre los obreros de Alfa Romeo en Milán.
[N. de la T.]

87
un lado, y “obreros sociales”44 revolucionarios del otro.
Es superfluo criticar el concepto de obrero “garantiza-
do” (en el caso del Alfa Romeo, garantizado de trabajo
esclavizado gratuito y de intervención policial en caso
de desacuerdo), pero es importante notar, en cambio,
cómo esta imagen de la lucha en Alfa Romeo coincide
precisamente con la que propone el PCI, y tiende a abrir
una fosa, cada vez más insuperable, entre la clase obrera
de las fábricas y los jóvenes desocupados, “criminales” o
neo-militantes leninistas que sean. He aquí que la teoría
de la “autovaloración” sostenida por Negri y por “Ros-
so” da sus frutos: las imágenes del “autónomo” y del
“vándalo”, instintivamente detestadas por los obreros,
serán aún más detestadas mientras los mismos obreros
tiendan cada vez más, y espontáneamente (como si no
bastara la propaganda especial del PCI), a contraponerse
en reflejo, oponiendo la propia imagen espectacular de
“trabajadores comunistas”, “actores del sacrificio” es
decir, asnos que se rompen la espalda por salvar el país
entero, y se vean tratados como rompehuelgas por un
tropel de chascones y delincuentes.
Es un hecho que, si bien la actitud y las justificaciones
teóricas de los autónomos pudieron haber tenido resul-
tados contraproducentes, la intervención de las Briga-
das Rojas fue, en cambio, incluso opuesta al sentido de
la lucha en curso, una vez más. Por otra parte, en uno
de sus volantes, reportado por “Black Out”, indicaban
como único objetivo, obviamente en un plano estric-

44 Concepto teorizado por Antonio Negri. [N. de la T.]

88
tamente militar, una lucha potencialmente generaliza-
da sólo contra las horas extras y la desocupación, los
hombres y la jerarquía, excluyendo categóricamente los
sabotajes y la destrucción de los productos terminados.
Por otra parte, el “terrorismo” ha sido, como siempre,
el caballo de batalla del PCI que, en un periodo en el
que se habla tanto de germanización, ha demostrado
cómo cuestiones similares se resuelven en Rusia, con-
duciendo al canto del “Bella ciao” a compactas legiones
de obreros stajanovistas contra el “invasor”, desocu-
pados y autónomos; los “terroristas”. A la Confindus-
tria45 y al PCI les gusta, más que una solución alemana,
una situación “a la rusa”: es decir, una situación en la
que al aparato estalinista le sean confiados la gestión y
el control, mientras que la intervención policial avie-
ne sólo desde la delación directa de los estalinistas, y
en estricta coordinación con las auténticas operacio-
nes represivas, conducidas “espontáneamente” por los
“obreros comunistas”.

Insurrezione, 1978

45 Principal organización representativa de las empresas manu-


factureras y de servicios italianas, desde 1910 hasta la actualidad.
Fundada con el objetivo de tutelar los intereses de las empresas
industriales ante los sindicatos de trabajadores. Tuvo lazos con el
fascismo de Mussolini. [N. de la T.]

89
OTROS PUNTOS DE INACTUALIDAD

*“La división de los hombres en actores o espectadores


es el hecho central de nuestro tiempo. Estamos obsesio-
nados por los héroes que viven por nosotros y que noso-
tros castigamos. Si todas las radios y televisores fueran
privados de su fuente de poder, todos los libros y cuadros
quemados mañana, cada espectáculo y cine cerrados, to-
das las artes de vivir por delegación o a través de dele-
gados…” (Jim Morrison). El espectáculo más logrado
y envolvente que el poder de nuestro tiempo nos sirve
cotidianamente es la pirotecnia mágica de la lucha ar-
mada. Pocos actores, tantos secundarios, extras, y una
inmensa platea, todo con la sabia dirección amplificante
de las estructuras de la comunicación de masas.

*Quien haya creído que movimientos como el del ‘68


se atascaron en las arenas movedizas del reformismo
grupuscular porque el poder disponía de pistolas y los
otros sólo de anacrónicas hondas (“Vietcong vence por-
que dispara”) y después se lanzó de lleno a abastecerse
de un centenar de armas, hoy le cuesta admitir que la
relación de fuerzas ha cambiado en favor del poder: si
antes era de 1.000 armas a 1, ¡hoy es de 600.000 a 300!

91
¡La brecha aumenta en proporción geométrica y se
mofa del voluntarismo aritmético! Es un juego que
tiene extrañas analogías con la carrera electoral por la
conquista del 51 por ciento de las balas…
El ataque en un único terreno, además realizado por
especialistas profesionales, ha llevado a una concentra-
ción y un reforzamiento del poder a nivel militar (los
mercenarios de la policía privada son ya más numerosos
que los cabos de la policía regular).
La crítica —y la práctica— sectorial y parcial exige
la racionalización y modernización del sistema militar
institucional; es la “negación anémica” que el poder
incorpora para seguir sobreviviendo. La crítica —y la
práctica— es unitaria (es decir, tiende a impregnar la
totalidad de las instituciones y de las ideologías que le
sostienen) o no es nada.

*Comprender que lo que aquí se consuma no es la gue-


rra civil de una comunidad que insurge contra todas las
condiciones de dominación —sino su pantomima pues-
ta en escena por los guionistas de los mass-media, la psi-
codramatización artísticamente dilatada por los especia-
listas en “humanidad diversa”— es muy sencillo cuando
se piensa en la realidad rusa, ¡donde del 1905 al 1906 los
anarquistas armados suprimieron cerca de 4.000 entre
funcionarios y oficiales zaristas! La reflexión, acaso, de-
biera detenerse en la consideración que, a pesar de esto,
no obstante, esta radicalidad de intentos, el resultado ha
sido… aquel larvoso y nefasto Estado “soviético” que
ha ilegalizado hasta la libertad de pensar.

92
Los émulos contemporáneos, con sus cotonas de far-
maceutas y sus actitudes de auditores judiciales, no
son otra cosa que el eco tenue de un pasado que el
poder no se cansa de circunscribir, esterilizar y utilizar
para “actualizar” el espectáculo de la representación
invertida de la realidad, y para instituir un diafrag-
ma-bunker que separe una vez más al proletariado de
sí mismo y de la implosión de sus pasiones que son —
estas sí— destructivas y capaces de invertir la totalidad
de la sociedad.

*Lo que aquí se consuma, aparte de no ser una guerra


civil, no es ni siquiera una verdadera guerrilla; dice, de
hecho, Rudolf de Jong: “[la guerrilla es] guerra a peque-
ña escala, contra todo, sostenida por toda la población,
o por amplios sectores de esta, en la que quien participa
continúa lo más posible su vida jornalera y su traba-
jo [...] Mi concepto de verdadera guerrilla implica que
el guerrillero ‘profesional’, que ha abandonado su vida
ordinaria, no es parte de ésta. El Ejército Rojo chino en
su ‘larga marcha’ de los años Treinta, las columnas de
Fidel Castro en la Sierra Maestra, el grupo boliviano de
Che Guevara, no pertenecen a la verdadera guerrilla.
Estos representan el núcleo de un nuevo ejército, el foco
—palabra en boga en los ‘60— de una nueva estructura
normal dirigida por el poder”.
La diferencia cualitativa entre la guerrilla reducida a
profesión y confinada al lazareto de la economía polí-
tica solamente (es decir, a la necesidad de mera mercan-
cía) y la guerrilla zapatista es la misma diferencia que

93
transcurre entre la vida y las imágenes de celuloide que
intentan reproducirla.
En Morelos fue la población indígena de las antiguas
comunidades la que se rebeló, porque con la expro-
piación de sus tierras, para permitir la expansión de la
industria azucarera, era toda su vida la que se veía ame-
nazada; sus valores, sus ritmos cotidianos, su intensa
vida comunitaria. Fue la rebelión de una comunidad que
refutó el modelo de sobrevivencia del cual la industria
era portadora, que disgregaba las formas hasta entonces
vigentes en las que todos se reconocían. Y en esta rebe-
lión de todos, extendida a cada ámbito del cotidiano,
no había lugar para especializaciones, para roles pre-
establecidos que tienden a transformarse en oficio; en
una palabra, no se combatía al enemigo, que quería su
domesticación, adoptando sus esquemas y sus ideolo-
gías, sino negándolas radicalmente.
Refutaron el simile similia similibus y adoptaron la
doctrina de los contrarios; ya en los medios usados era
visible la negación de lo existente. Otro tanto hicieron
los makhnovistas rusos: no eran solamente un puñado
de hombres armados, sino una vasta comunidad que se
asoció según otros criterios, que produjeron labrando
la tierra con criterios distintos de los que se les había
impuesto hasta aquel momento, que instauraron rela-
ciones interpersonales e interfederativas entre grupos de
base, cada vez más socializados y que… combatieron a
bolcheviques y blancos.

94
*Los lucharmadistas contemporáneos ceden todavía
a equívocas teorizaciones sobre el “contrapoder”, ima-
gen miniaturizada e invertida de lo existente, de la que
constituye la otra cara de la moneda; no se dan cuenta
que ya han reproducido interiormente ese mundo que,
en los delirios del voluntarismo, creen negar.
El proceso de transformación de la realidad y del
hombre viene entendido como una ampliación pro-
gresiva del “contrapoder” hasta convertirse en Poder,
ampliación que se obtiene exasperando la parcialidad
mutiladora de la reducción esquelética de la subver-
sión social a su sombra de “forma militar”, operada por
tayloristas especializados, reunidos en las corporaciones
combatientes.
A los miopes cultores del “contrapoder” recorda-
mos lo que escribió G. Sadoul en “La revolution Su-
rrealiste” de diciembre de 1929: “Tomo aquí la ocasión
para saludar a la Ghepeu, contra-policía revolucionaria
al servicio del proletariado, necesaria a la Revolución
rusa tanto como el Ejército rojo”. Y Aragón en “Front
Rouge” (1931): “¡Viva la Ghepeu, figura dialéctica del
heroísmo!”
El hecho de que se puede ser solamente negación del
poder, anti-poder, y que para serlo no es suficiente, en
absoluto, con contraponerse a cualquier figurilla-fun-
ción-rol de la dominación en curso (policía, cabo, ca-
pataz) tomando, incluso, prestada su lógica, y que en
cambio, se necesita extender el alcance de la crítica a la
subjetividad colonizada por el capital, domesticada en
la objetividad de la mercancía interiorizada y devenida

95
“yo”, a la lógica del poder introyectada que se convierte
en un reflejo condicionado, representa el límite que el
lucharmadismo no quiere cruzar.
La “batalla” monovalente, unidimensional, de los lu-
charmadistas, está toda abocada a la obtención del po-
der en la producción de la mercancía, reevaluando su
objetividad; y, en particular, imprime una crítica-prác-
tica moralista en los jefecillos, donde se exime, en modo
maniqueo, de ejercitar la crítica contra sus propias sub-
jetividades que… reproducen más poder de cuanto des-
truyen.

*Aquellos que dejan dos dedos debajo de una prensa,


que marchitan los pulmones en las minas o que des-
empeñan trabajos en tal modo nocivos que una cuota
anual fija deriva en sentencia de muerte; los emplea-
dos de los ciclos productivos de la química pestilente
o nuclear que exponen sus cuerpos a cada injuria y que
llevan en la carne las cicatrices del trabajo… y bien, no
por esto pueden desertar del rol impuesto, no disuel-
ven la jaula imaginaria de la función a la que han sido
condenados. ¿Por qué razón una bala, un “disparo a las
piernas”, y una tasa más elevada de paranoia, debieran
surtir el efecto —¡verdaderamente taumatúrgico!— de
purgar a los malvados, de ennoblecer el pantano de los
(amigables) jefecillos?
Sobrevalorar los efectos producidos por la pedagogía
del terror (golpear uno para educar cien) significa no
levantar el vuelo desde la celda de la mística purifican-
te y purificadora, y quedarse atrapados en la red de la

96
venganza; quien se engaña con que corta la red, está
obligado a lanzarse en las aguas donde es el pescador el
que decide donde y cuando soltar los peces.

*¿Golpear la mercancía, las tecnologías, el ciclo de


reproducción del presente inalterado, el mecanismo o
a los hombres? Los cristianos resentidos y los mani-
queístas golpean a los hombres. La condición de pro-
letariado es dada por la conciencia de no tener ningún
poder sobre la propia vida. ¿Los otros —los amigables/
jefecillos— son una excepción?
A menos que se quiera excluir a priori todo carácter de
humanidad al proceso de transformación radical, resulta
que la fulminación maniquea de quien es —incluyéndo-
le— determinado por las relaciones sociales vigentes, es
un atajo que pasa por encima de la maraña de las deter-
minaciones reales del presente, del cual somos parte.
La crítica debe ser un láser que se insinúa en profun-
didad. “El dilema es organizar la lucha contra la muerte
sin sacrificar la vida, que sólo es plenamente tal en la
libertad de la espontaneidad” (O. Alberola). Golpear el
mecanismo entonces, no a sus vasallos, porque el color
del uniforme nos habla de sus patrones, no de sus vasa-
llos. Una cadena de montaje saboteada, parada, que no
produce, hace del jefe un tipo que ha perdido su función
de control jerárquico sobre los obreros, que desde ese
momento ya no son más “asalariados” sino ociosos.
De las mercancías, de su imperialismo totalitario so-
bre la vida no queremos saber más y nada nos importa,
de los hombres sí.

97
Viceversa, para el capital el hombre no es nada y las
mercancías lo son todo, y los sacrifica tranquilamente
a éstas. Esto hace del capital la fuerza más nihilista de
nuestro tiempo.

*El lucharmadismo, al máximo logra “desestabilizar”


el equilibrio de la esfera ficticia del político, pero no
desestructura el mundo de las instituciones, los circui-
tos impresos de hombres alienados, ajenos a sí mismos
y a sus propios deseos, que han perdido la brújula que
orienta hacia el principio del placer.
La crítica emanada del lucharmadismo se detiene en
la superficie de las cosas (sean estas objetos-mercancía
u objetos-humanos), no penetra en profundidad, no se
allega a la raíz de las cosas que es el hombre mismo, y
no llega porque no sabe reconocer las aspiraciones pro-
fundas, y no las reconoce porque no sabe identificarlas
—en primer lugar— en sí mismo, como hombre que se
afirma contra la deshumanización impuesta.
Más que exaltar la discontinuidad, las rupturas, las dife-
rencias, las anomalías y las perversiones, en primer lugar,
de la propia subjetividad, se mimetiza detrás de cualquier
rol “respetable”, imita la normalidad y lo correcto, des-
pués los reproduce revalorados por un exceso de ideolo-
gía… y así comienza el baile de la auto-clandestinización
de la identidad del propio yo y de la propia voluntad de
goce en ese circo de amaestrados que es la supervivencia.

*No es de extrañar si después el lucharmadismo muestra


de lleno lo que realmente es en el fondo: rutina, lógica

98
cuantitativa, repetición obsesiva. Lucharmadismo como
factor endémico, como cultivo bacteriano que solamen-
te tiene capacidad de auto-reproducirse; variable de la
política que deviene cada vez más predecible, controla-
ble, programable. ¡Variable que deviene constante! Un
precio que hay que pagar —contemplado en el balance
de predicciones— en el continuo reproducirse del poder.
En el juego de la subversión del ordenamiento deshu-
manizado es hora de introducir otras “variables”, otros
juegos.
La práctica subversiva expresada en los saqueos y en
la destrucción de la monstruosidad urbana avenida du-
rante el apagón de New York [del 1977], ha demostrado
que todos aquellos que son poseídos por una voluntad
de vida conocen sus necesidades, y saben satisfacerlas
apenas se presentan las condiciones mínimamente favo-
rables; y en hacerlo se destierra toda lógica de heroísmo.
Y se ha demostrado también la total extrañeza con estos
advenimientos de todo tipo de “vanguardia”, racket po-
lítico o corporación combativa.
Cuando la emancipación es —de verdad— obra de los
explotados mismos, todos los “segmentos organizados”
le son ajenos, ninguno reivindica, ninguno puede limi-
tarse a la reivindicación del espectáculo en la pasividad
de espectador o de fan.
Solamente puede lamentarse de no haber sido parte.

*Quien opera todavía en la división esquizofrénica del


tiempo, en presente y futuro, donde el presente es el
purgatorio para acceder al paraíso, es un monaguillo que

99
se obstina en permanecer en el limbo de la alienación,
es un politiquero mediador del presente con el pasado
remoto “revolucionario”.
Es un eternizador de la máxima cristiana “¡no hay
placer sin sufrimiento!” y no entiende que “Revolución
significa dar vuelta el reloj de arena. Subversión es otra
cosa: significa romperlo, eliminarlo” (Dubuffet).
La osadía no está en el decirlo sino en el hacerlo.

*El lucharmadismo es un mito. También en el pasado


otros mitos han ejercido su influjo esotérico entre los
explotados, por ejemplo, el de la huelga general, que
se esperaba que hubiera podido desbaratar a las clases
dominantes.
El mito se produce y toma lugar en la mente y en las
expectativas de los subordinados porque —evidente-
mente— lo necesitan y son portadores de este parti-
cular tipo de “demanda”. Es una realidad que viene
a manifestarse por determinaciones entrecruzadas de
quienes plantean la “demanda”, de quienes la “satisfa-
cen” con la práctica, y de quienes la cultivan con una
obra concertada de soporte informativo y cultural que
la masifica.
El mito es la absolutización de un instrumento, de
un medio específico de lucha, es un error que toma
por globalidad exhaustiva algo que tiene validez so-
lamente si es combinación —al mismo tiempo— de
varias metodologías de ataque. Termina por ser predi-
lección de la nota monocorde tocada por el concierto
polifónico.

100
Esta absolutización de una parcialidad deviene posi-
ble en una estructura de carácter de tipo religioso que
no tiende a la autoliberación, sino que espera que algo
fuera de sí misma vaya a liberarla; revolución entendi-
da como escatología.
El mito es una fuerza combustible que empuja a la
parálisis, alimenta la esperanza “política” en el futuro
(forma moderna de religiosidad), que distorsiona los
contornos de lo real opacándolo, y vuelve incluso posi-
ble que la joroba de un Andreotti46 cualquiera pase por
el agujero de la aguja de un lucharmadista, mientras la
pierna poliomielítica de Agnelli47 continua esquiando…

*El sindicato es la estructura que refleja(ba), en modo


distorsionado, el espectro de las necesidades económicas
de los asalariados, e intentaba satisfacerlas considerando
la necesidad de salvaguardar la cohabitación entre capi-
talistas y asalariados, donde poder continuar haciendo
de mediadores.
Los partidos “obreros” son estructuras que reflejaban
las necesidades más ficticias, pulverizadas, enrarecidas
y falseadas.

46 Giolio Andreotti 1919-2013. Político italiano uno de los máxi-


mos exponentes de la Democracia Cristiana, ocupó varios cargos,
entre ellos presidente del consejo de ministros de Italia y senador
vitalicio. Tenía lazos con la mafia, sin embargo, nunca se le pudo
condenar. [N. de la T.]
47 La familia Agnelli es una histórica familia de la burguesía aris-
tocrática italiana, vinculada a la industria automovilística, princi-
palmente a la FIAT. [N. del E.]

101
En el momento en que los proletarios comienzan a
refutar la división de sus intereses en económicos y
políticos y toman en sus manos sus propios asuntos,
el lucharmadismo se alza como estructura capaz de
administrar el ejercicio de la venganza, dicha también
“justicia proletaria”. Es una estructura que representa
la esfera de los así llamados “bajos instintos”, y que
necesita, por lo tanto, de sus public-relations, de sus
delegados que recogen las instancias de “base” y las
transmiten a las “cúpulas” militares, que después pasan
a la ejecución.
Sustancialmente, la relación entre “base” llamada a
expresar sus opiniones, los delegados de masa solici-
tados para compilar los indicios-de-aceptación de las
acciones realizadas y los staff operativos, permanece
inmutable. No hace ninguna diferencia que se trate de
operadores políticos, sindicales, de animación cultural
o lucharmadistas.
Es un modelo que estructuralmente no presenta nada
nuevo. Incluso si la óptica invertida de los lucharmadis-
tas culpa a la “base” de su presunta inactividad, y ama
pensarse y representarse como el “bloque avanzado”
que expresa su antagonismo, incluso cuando todos están
mudos y ciegos.

*FLN, FALN, ELN, ERP, MLN-Tupamaros, Black


Panthers, Weathermen, Gauche Proletarienne, MIL,
GAP, FRAP, etc. Una lista apenas esbozada de diferen-
tes contextos geopolíticos que desmiente el triunfalismo
guerrillero de importación, y confirma el fracaso de to-

102
das las formas hasta ahora realizadas de parcialización
de la praxis subversiva y de su degradación a submilita-
rismo que compite con el militarismo institucional. Solo
una práctica que combina todos los medios posibles de
lucha, en un concierto que atraviese todos los momentos
de la reproducción del poder, puede poner en práctica
fases de liberación.
Aunque se opongan MPLA, PAIGC, Frente argelino,
etc. como “victorias”, sabemos que son las victorias que
históricamente han significado el nuevo dominio de la
burguesía de Estado, que, además, ahora pueden optar
entre los varios “imperialismos” a disposición.

*En el presente, los reales negadores de la vida social


encarcelada pueden combinar la voluntad de vida con
los recursos de la fantasía despierta, con la guerra in-
terior librada en la celda de aislamiento del propio yo
(para expeler tabúes, reglas, normas, éticas), con las po-
tencialidades de los cuerpos devenidos conductores de
placer, con la identificación del Poder en los tiempos
muertos y en los extrañamientos que se encuentran a lo
largo de la cotidianidad (y no en la invención de nuevos
estratos sociológicos siempre “más combativos”), con el
redescubrimiento del nomadismo y de la deserción ace-
lerada de los roles, con el conocimiento entendido como
experiencia vivida en la peripecia y en el movimiento
errático y no como hecho exclusivamente cerebral, con
la decodificación de todos los lenguajes con que el poder
nos habla…

103
Aprendamos a reconocer la subversión cotidiana en
los términos con los que vivía Bakunin en el ‘48: “¡Pare-
cía que el universo entero estuviese invertido; lo increíble
era habitual, lo imposible posible, y lo posible el absurdo
habitual!”

[de “Anarchismo”, n. 23-24, septiembre-diciembre


1978, PP. 264-268]

104
APÉNDICE II
DE “TERRORISMO O REVOLUCIÓN” 1972

Aparentemente el Estado juega a ganador excitando a


los Cosacos del nihilismo para calmarles inmediatamen-
te con el espectro de la guerra civil y con la represión
repartida entre una y otra parte, aunque dentro de las
tradiciones de la justicia de clase. Éste intenta mostrarse
como el conciliador social, y precisamente en este senti-
do, todos los programas de los partidos y de los grupos
políticos necesitan de su devenir ideal. Pero basta una
ligera regresión, un grano de arena en la retícula, para
que explote la crisis, o mejor, para que revele su realidad
inmediata. Si el capitalismo está sujeto a crisis, el sistema
espectacular-mercantil no arriesga nada de su parte, por
la simple razón de que es un estado de crisis perma-
nente, es la autorregulación del desajuste, provocado
por la acumulación y por la socialización de la mercan-
cía; imagen de la crisis que encuentra “solución” en el
mundo invertido del espectáculo, que reabsorbe, en un
intervalo de tiempo reducido —medido en conjunto y
que nos es medido—, la crisis cada vez más profunda de
la voluntad de vivir.
Al mínimo pretexto —recesión económica, brutali-
dad policial, disturbio de fútbol, ajuste de cuentas…—

107
la violencia social retomará su curso. ¿No es quizás el
momento de penetrar a fondo en la teoría radical, de
comportarse sobriamente, trabajando en el avance de
la revolución internacional? Luego, si el partido de la
superación no logra liquidar las condiciones de sobrevi-
vencia, es la autodestrucción para todos. Si los Cosacos
son liberados, si los mercenarios y los desesperados del
nihilismo se ponen en marcha, no terminaremos jamás
de chapotear en la sangre.
No hay vuelta atrás. Si la sociedad de la sobrevivencia
ha jurado paralizarnos poco a poco, para evitar perecer
lentamente en las cloacas de la soledad, entre el abu-
rrimiento y la contaminación, más vale precipitar ale-
gremente el curso de las cosas y la muerte de los seres
cosificados.
Si la trampa se estrecha, muchos preferirán morir
otorgándose el placer de arrastrar consigo, con bombas,
machete y martillo incluido, todo lo que viene del rei-
no de la sobrevivencia: jueces, curas, esbirros, patrones,
jefes directos. Aquí están las condiciones que Coeurde-
roy, Maldoror, “Los Escitas” de Blok y Artaud invoca-
ban desde el fondo de la subjetividad oprimida. Éstas
esperan en la calle, donde los periódicos redistribuyen
la criminalidad, filtran los hechos por el tamiz que los
ubica en la cuenta del derechismo o del izquierdismo,
especifican los roles, alimentándolos según los estereo-
tipos de la cólera y la indignación.
Bellas almas del lenguaje dominante, son ustedes las
que incitan al asesinato, al odio, al saqueo, a la guerra ci-
vil. A la sombra del espectáculo cruel y ridículo resurge

108
la antigua guerra de los pobres contra los ricos, que hoy,
disfrazada y falsificada por la refracción ideológica, es
la guerra de los pobres que quieren continuar siéndolo
y de los pobres que quieren dejar de serlo.
Si la historia se tardase en pronunciar, con la viva voz
de los proletarios del antiproletariado, la orden de li-
quidar el sistema mercantil, lo cual son capaces de reali-
zar, las antiguas formas de violencia legalista e ilegalista
unificarían los dos campos en la misma y antagónica
autodestrucción.
En el ala extrema del izquierdismo situacionista y del
derechismo, el juego terrorista tiene ya la ventaja como
práctica ideológica del fin de las ideologías. Si nosotros
no salvamos el juego, se salvará en nuestra contra.
El derechismo ha desatado a sus miserables. El terror
blanco se anuncia con los habituales miasmas del pavor.
La cacería a la salvajada izquierdosa alinea a los jefes
abatidos en torno al rencor satisfecho por la impotencia
de gozar. Jóvenes insolentes, melenudos y harapientos
pagan la cuenta de las pasiones destrozadas en el espec-
táculo —el deseo de participar realmente—, el precio del
voyerismo, que alcanza la eficacia del reflejo policial de
reprimir, en aquello que ve y que quiere ver.
Gracias al juego de los antagonismos, bastará con que
a la cobardía de los pequeñoburgueses policial deje de
responder la cobardía de los amigos de las víctimas y de
las víctimas potenciales para que la táctica de las repre-
salias prevalezca en las manifestaciones de exorcismo y
en la agitación protestataria.

109
Un obrero dispara a su jefe de turno, falla, abate a
un policía por error. El fiscal de la corte de assise48 de
la Loira Atlántico49 exige y obtiene la pena de muerte
en su contra. Se cierra el círculo. Cuando se propague
el ejemplo de la banda Baader, como todo incita a que
suceda, el fiscal sufrirá a manos de un tercero el mismo
castigo que inflige, cada vez que reprime en los demás
su propio rechazo a la humillación. No pasa un mes sin
que el servicio de orden sindical y los comandos patro-
nales no intervengan contra los huelguistas salvajes, sin
que la policía no meta en prisión, no maltrate y no mate
por error. ¿Qué mejor incitación a la guerrilla urbana, a
la autodefensa salvaje? Hasta que no sea admitido por
todos y sin reservas que se necesita destruir el sistema
mercantil e incentivar las bases de la autogestión gene-
ralizada, ninguna represión, ninguna promesa, ninguna
razón podrá sacar de la autodestrucción general y de
la lógica en curso a los revoltosos de la sobrevivencia,
según la cual es mejor abatir a un policía que suicidarse,
matar a un juez que matar a un policía, linchar a un pa-
trón que matar a un juez, y saquear las grandes impren-
tas, incendiar la Bolsa, devastar los bancos, dinamitar
las iglesias que linchar a los jefes: porque las reglas del
juego terrorista son los policías, los jueces, los patrones,

48 Es un órgano de jurisdicción que se utiliza en Italia para los


delitos más graves, como terrorismo y asesinato. Una especie de
tribunal conformado por magistrados y ciudadanos del país, ele-
gidos según cada caso. [N. de la T.]
49 Una región de Francia. [N. de la T.]

110
los jefes, los defensores de la mercancía y de su sistema
de muerte, que imponen y multiplican la representación.
La exhortación ilegalista ya ha perdido su voluntaris-
mo obsoleto. La organización del espectáculo incita más
imperativamente a la violencia que los anarquistas del
pasado. El odio a la familia no sabe otra cosa más que
hacerse de apologistas luego de que el sistema mercantil
no sabe qué hacer de la familia. (…)
El señuelo del beneficio abstracto inmediato —la
destrucción ecológica no es más que un aspecto de
esto— expresa, en su supresión y en su derrocamiento,
la tensión individualmente experimentada por todos
hacia una vida pluripasional. Si el peso de una tal in-
versión social, objetivamente reforzada por la lógica de
la mercancía, bloquea el cambio de perspectiva, impide
el derrumbe global, desespera incluso a la conciencia
revolucionaria, aísla y destruye las tentativas de insu-
rrección, entonces no nos queda más que el juego de la
destrucción en todos los sentidos, el placer suicida del
terrorismo, el tiro al juez, en un western social en el que
todos habrán merecido la bala que los golpea.
Todo o nada, pero no la sobrevivencia. La revolución
o el terrorismo.
Ahora, hoy la estrategia del espectáculo no es que el
proletariado se disimule completamente a sí mismo.
Es en vano que la creciente proletarización, gracias a
la culturización y sus perros guardianes, se hace pa-
sar por nueva negritud, por una osadía de ser nada, es
decir, por cualquier cosa en la escala de la apariencia.
Ningún proletario se siente a gusto, es decir que no

111
tiene nada que lo reafirme frente a quien quiera per-
suadirlo de lo contrario.
Más aún; todo lo que evocan los sueños de la subjeti-
vidad y las esperanzas de la voluntad de vivir continúa
ejerciendo, en detrimento de las cáscaras ideológicas, un
poder de animación sobre la mayoría.
Así como las teorías situacionistas encontraron, antes
de 1968 y a pesar de la difusión restringida, la mejor
acogida en los espíritus espontáneamente dispuestos a
entenderlas y practicarlas, su falsificación ideológica no
ha perdido su atracción racional y pasional más que para
ganar en poder de fascinación.
Por absurdo que sea su empeño en los circuitos del
lenguaje dominante, palabras como sobrevivencia, es-
pectáculo, realización individual, crítica global, mues-
tran cómo el espectáculo recupera mal la teoría radical,
y peor aun los que la practican con la consciencia crítica
de la posible recuperación.
Si el situacionismo deviene en la panacea del izquier-
dismo, su pseudo unidad en la descomposición, también
significa que este constituye la última ideología, aquella
que no puede más que desaparecer, sea en la realidad
alienada por el juego terrorista, sea en el movimiento
de realización del proyecto situacionista.
La ideología crítica no puede más que devenir en ideo-
logía armada; y en pseudo unidad del residual frente de
delincuentes que conducen por separado la revuelta par-
cial en todas las trincheras de la opresión y de la mentira.
En su último estadio, una tal recuperación ilumina
también una separación esencial, principio de cada jerar-

112
quía, de cada sacrificio, de cada separación: la división
entre lo intelectual y lo manual.
Mientras la acumulación y la socialización de las mer-
cancías implican una disminución tendencial del poder,
la devaluación del rol y de la función del intelectual
coincide con la culturización del espectáculo. Absor-
biendo la cultura, el espectáculo tiende a reducir el rol
intelectual a una función burocrática, mientras la abs-
tracción del yo, en los roles a los cuales está sometido
el individuo, es entendida como promoción y regresión
hacia el intelectualismo.
El espectador se intelectualiza a medida que el espec-
táculo agota los depósitos de la cultura. De modo que,
rechazándose como espectador, como participante en
la pasividad general, como un conjunto de roles, cada
uno llega a criticarse a sí mismo en su intelectualización
forzada.
A diferencia de los viejos rencores de los autodidactas
y los ignorantes hacia los hombres de cultura patentada,
el rechazo espontáneo del intelectualismo responde a
una crítica confusa del espectáculo y de los roles. Así
de divertido es ver cómo en el antagonismo de las ideo-
logías de derecha y de izquierda, el intelectualismo de
los anti-intelectuales se alza contra los intelectuales del
anti-intelectualismo; como los piensa-bestias hacen la
guerra a las bestias pensantes.
El intelectual —aquel de la academia, del café del co-
mercio y de los grupúsculos— segrega ideología como la
ideología generalizada intelectualiza al más embrutecido
de los viejos combatientes. Los cambios sociales no han

113
sido suscitados, hasta ahora, más que por la agitación de
los intelectuales, bajo su control y con la mediación de
la cultura. Considerando que la radicalidad de Marx,
de Sade, Fourier podría haber desaparecido, cómo en
cambio comienza a revivir en el proyecto situacionista
y cómo se expone a convertirse, entre las manos de la
nueva universalidad intelectual, en un amasijo incom-
prensible condenado dos veces por la práctica terrorista
—como su fuente oculta y como su inútil dimensión
abstracta—, parece urgente transmitirla a quienes cono-
cen su uso, dado que viene de su propia práctica y dado
que sólo su práctica puede perseguirla sin fin.

R. Vaneigem

114
DE “APOCALIPSIS Y REVOLUCIÓN” 1973

A los modos clásicos de la procesión fálica ultraiz-


quierdista, cuando en la palabra del jefe carismático se
concentraban los orgasmos sublimados de sus adeptos,
los está sustituyendo la procesión fálica del arma clan-
destina. Corroídos por la polución de la ideología, los
falos se esconden, pero para mostrarse más grandes bajo
la ropa. Con tal de durar más allá de su fin necesario,
el yo-político, el más desacreditado bandido del merca-
do, echa mano de su último argumento, se decora con
el martirio, dado o prestado. Cuanto más se estrecha
el asedio de la no-vida reinante y obliga a cada uno a
ocuparse de su necesidad de vivir y deshacerse de cada
ideología que lo escuda, tanto más el yo-político sien-
te que su juego es la muerte. Justo en el momento en
que hay que desaprender todo en la disgregación de la
política militante, y todo por aprender en la emersión
convulsa y dramática de la sobrevivencia “militar”, al fin
desnudada (todos soldados de la Nada), los más empe-
dernidos valorizadores del yo-político saltan el abismo
a pies juntos, corren a cavar fosas.
El hombre del resentimiento es el sacerdote fálico más
espectacular: parece salir de un filme, o en realidad no

115
ha salido nunca. Pero la sobrevivencia puede parecer
un filme solo a quien está de la parte del proyector. Los
muchos que se sientan en lo oscuro están comenzando a
entenderlo. Primero que todo: nada de héroes. Ni en la
cama, ni en la mesa, ni con las cartas, ni con la cara cor-
tada, ni falsos, ni tanto menos “verdaderos”. No se trata
de ser impotentes pacifistas o payasos hijos de las flores;
se trata de saber dónde comienza la lucha real y donde
continúa. Exactamente dónde comienza, y terminará, la
producción de sí mismo como figura, la administración
de sí como ente autónomo de la valorización interiori-
zada, la mercantilización de las relaciones humanas en la
colusión garantizada por el intercambio inauténtico. La
conjura del silencio sobre la simple, patente, omnipre-
sente imposibilidad de continuar fingiendo que se vive.
No atañe solo a los “obnubilados”. Ya que estamos “a la
vanguardia”, comencemos a mirar qué hay detrás de la
“belleza” del martirio político. ¿Cómo es que los “jus-
ticieros” se asemejan tanto a nuestros verdugos? (…)
Están viniendo años turbios y sangrientos. Esto lo de-
bemos saber tanto mejor cuanto más resueltamente re-
chacemos rendirnos a la última figura de la muerte, en-
rolándonos bajo su bandera. Capital iluminista y capital
terrorista, mezclando todas las cartas se enfrentarán en
una horrorosa confusión, también en nuestros mismos
cuerpos, en nuestras mismas vidas. Los partisanos de la
vida no se dejarán matar “pacíficamente”, pero tampo-
co consentirán a la muerte apropiarse de sus pasiones.
Dejemos que los suicidios sepulten a los asesinos.

116
Terrorismo: el leninismo en la sociedad del espectáculo.
Punto de intersección entre el nihilismo anarquista
“ruso” —o en verdad el resentimiento romántico-de-
cadente europeo— y la práctica política en la fase de
dominación formal del capital, el leninismo se sublima,
en la fase de dominación real, colocándose en la inter-
sección entre “instinto de muerte” —operante social-
mente a un nivel que ya se ha vuelto ontológico— y la
“necesidad de valorización” de cada militante nihilista,
que ya ha experimentado todos sus canales tradicio-
nales de sublimación como una mercancía obsoleta: la
abnegación política, la cultura, el arte, etc. En la fase de
dominación formal, el intelectual trajo “desde afuera”
la ideología-mentira al proletariado, transformándose,
según los niveles de su abnegación sacrifical, en un bu-
rócrata político y militar realmente operante a nivel de
organización social. En la fase de dominación real, cuan-
do no hay ninguna mentira ideológica más para llevar a
quien sea, ni mucho menos algo por organizar (todo ya
se ha hecho), para quien haya accedido al consumo del
rol —tardío— de intelectual de vanguardia y aquí quiera
detenerse, sólo le queda estar en una carrera desesperada
y biliosa con los omnipotentes centros de producción
de imágenes: ser contratado como actor o extra. Actor
o extra no remunerado y realmente hecho a un lado o,
de otro modo, liquidado: en esto consiste precisamente
la codiciada y beatificante diferenciación “cualitativa”;
la liturgia del sacrificio real y sangriento permanece
siempre como la estructura ancestral y prehistórica de
toda composición orgánica del valor (sacrum): el va-

117
lor hombre-cantidad, en los inicios de su “hazaña”, no
escapa a la lógica según la cual lo “nuevo” brota de la
sangre de los héroes del pasado. En el thriller de sus-
penso de los opuestos extremistas, guionizado por los
varios Ministerios de la Seguridad Nacional, en este es-
pectáculo especial proyectado en mundovisión, extrema
astucia de la contrarrevolución y última metamorfosis
de la “consciencia de clase” leninista, traída desde afue-
ra al proletariado en lucha contra las condiciones exis-
tentes (la “vida”), actúa el fin oculto de transformar la
emergencia de la revolución, bloqueándola en el infame
espectáculo de la guerra civil. Por lo tanto, un partido
leninista verdaderamente pseudo revolucionario hoy
puede subsistir solamente como “vanguardia arma-
da”: o traerá al proletariado el espectáculo especial o no
será. No existen otros roles: o reformistas o terroristas.
La ultraizquierda tradicional ya no tiene otro espacio.
Las recientes diatribas del izquierdismo europeo a este
propósito son la manifestación más completa de su
muerte real.
En su funcionalidad con la sobrevivencia y la revitali-
zación del diseño del capital, la identidad de las pandillas
de los “opuestos extremistas” se manifiesta, paradójica-
mente, más allá de la identificación cómoda e insistente-
mente propagandeada por el fascismo socialdemócrata:
la suma de las mentiras, a un grado suficientemente in-
tegrado de mistificaciones interactivas, da por resultado
la más execrable de las verdades. La ideología y la prác-
tica nazista se pueden encontrar fácilmente punto por
punto en la patología de los “terroristas rojos”. Véase

118
el libro del terrorista neonazi Freda: La desintegración
del sistema, auténtico manifiesto ecuménico del “parti-
do de la disolución”, en el que se contrapone a la con-
cepción economicista burguesa y socialdemócrata de
la vida, la concepción “guerrillera” y “heroico-sacral”;
concepción que reúne, según el autor, no sólo a nivel
“objetivo”, como dicen los reformistas, sino también
y sobre todo a nivel “subjetivo”, a los neonazis y las
“vanguardias armadas del proletariado”. Más allá de las
diferentes cronologías míticas a las que pueden referirse,
concluye Freda, no les queda a los “guerrilleros” más
que reconocer su propia identidad reaccionaria.
Los “nuevos mártires”, los únicos bolcheviques mo-
dernos posibles, deben ser desenmascarados y señalados
al proletariado revolucionario como sus más insidiosos
enemigos. Mientras todas las otras actividades “militan-
tes” caen en el indiferenciado pozo negro de la misma
pereza con la que son practicadas y percibidas, el “es-
pectáculo especial”, debidamente redondeado por los
órganos competentes, es efectivamente una de las últi-
mas chances del sistema para resucitar de la catalepsia a
la sensibilidad emotivamente indiferente de los usuarios
de los mass-media, galvanizándolos con el “contacto”
de una política concentrada en electroshock. Ningún
espacio, ni el terreno práctico, ni el teórico, puede ser
concedido a los comedidos viajeros de la fábrica de la
muerte: la restauración del “sacrum” auténtico y ances-
tral, que retrotrae hacia la prehistoria, la ideología y el
rito del sacrificio sangriento, que revitaliza la religión,
son desnudadas en todos sus detalles y colocadas en la

119
picota. Este es hoy en día un empeño de primer orden
para la dialéctica radical.
Perfectamente consciente de la puesta en juego, la
internacional contrarrevolucionaria juega todas sus
cartas en el ocultamiento todavía posible de los tér-
minos reales del conflicto. A ningún costo el cuerpo
proletario de la especie debe reconocer su dimensión
y potencia propia, a toda costa debe reinar y dominar
(en la imaginación subjetiva como en su matriz social:
la representación planificada de imágenes) el esquema
reductivo y opaco de la política, el perdurar mistifica-
do de todos los pasados perdidos. La guerra civil debe
continuar usurpando los lugares, los modos y los tiem-
pos de la revolución.
Donde las guerras civiles todavía son reales, en los
términos de un aplazamiento histórico que se justifi-
ca y se explica en el uso estratégico del aplazamiento
como arma defensiva de la internacional contrarrevo-
lucionaria, el conflicto tiene lugar entre dos aparatos
de poder alternativo, cada uno de los cuales represen-
ta un posible futuro inmediato, en todo y para todo
dependiente de las opciones estratégicas del capital.
Pacheco Areco-Tupamaros; Allende-Derecha mili-
tar-Izquierda MIR; Whitelaw-IRA Provisionals- IRA
Officials; Hussein-Al Fatah; como también De Gau-
lle-OAS, y así sucesivamente, son el anverso y el re-
verso de la misma carta: la carta de la conservación del
poder en cuanto aparato, para lo cual se presenta como
variable en juego exclusivamente la ideología de encu-
brimiento y las pandillas rivales de sus funcionarios.

120
Pero, como todo esto ya no es posible y pertenece a
un pasado histórico definitivamente superado por la
dinámica de disgregación de la ideología política (los
mitos putrefactos de las “resistencias”), la internacio-
nal contrarrevolucionaria despliega toda la triturada
inventiva de sus escenógrafos secretos para resucitar
artificialmente al espectro de la guerra civil. Sólo así
puede esperar retener en la política, y en el juego de
las contrapartes, la fuerza creciente de una revuelta
que, asumiendo como propia la negación definitiva de
toda política, tomando el partido de la vida, acerca cada
día al capital hacia la caducidad de su contradicción
con la vida. La guerra civil producida “in vitro” es el
narcótico al que el poder confía sus sueños: sustentar
su propia duración multiplicando las pesadillas de los
proletarios, hacer que sus áreas de dominio se definan
como campos atrincherados, que sus ciudadanos fieles
se identifiquen con sus policías y que, por contra y si-
métricamente, cada hombre que no se reconozca en el
poder se sienta empujado hacia la “posición” que está
de la parte de las pistolas. O de parte de otros gatillos:
es “su” elección.
O el termitero de Mao, o un gueto tan vasto como
para rodear los palacios de invierno como un océano, y
sobre estos el hierro y el fuego. Entretanto, también se
empieza a abrir fuego, apuradamente, contra los rehenes
(Attica 197150, Lod y Monaco 1972, etcétera). La so-

50 El 9 de septiembre de 1971 en la cárcel de Attica ubicada en


el estado de Nueva York —EE.UU.— se produjo una rebelión

121
breabundancia de siervos desata las manos. Al terroris-
mo de los revolucionarios ingenuos que se ilusionan con
intercambiar la vida de cualquier guardia o espécimen
contrario a la “libertad” por volar a un “país no impe-
rialista”, el terrorismo capitalista responde coherente-
mente masacrando en el mismo lugar e indistintamente,
a rehenes y “bandidos”.
El proceso revolucionario ya no podrá tener nunca
más los rasgos exclusivos de la guerra civil, los rasgos
de la Comuna de París o de la Makhnochina. Pero siem-
pre es más probable que la producción “in vitro” de la
guerra civil, el espectáculo especial pirotécnico y sen-
sacional del terrorismo teleguiado, obtenga un relativo
éxito, y en consecuencia un involucramiento relativo de
una parte del proletariado revolucionario en su práctica
alienada. Y precisamente a través de la experiencia vivida
de esta alienación, aparecerá cada vez más claramente el
necesario pasaje a la fase última del proceso: la disgrega-
ción activamente perseguida, la liquidación armada (con
todas las armas necesarias) del universo concreto en que
el capital, absolutamente dominante, realiza su propia
valorización. La verdadera guerra civil se desencadena
desde el interior de cada ser: en la maduración acelerada
de una consciencia que arranca el ser a la apariencia,
lo verdadero a lo aparente, la realidad en proceso a la

de los prisioneros quienes tomaron el control del centro peni-


tenciario y tomaron como rehenes a los guardianes. El motín fue
reprimido brutalmente resultando 43 muertos y más de 80 presos
heridos. [N. de la E.]

122
representación en disolución, una consciencia que refu-
tando juntas la esencia salvaje de la guerra y la esencia
mortífera de la “civilidad” supere ambas en la afirmación
“incivil” de su propia extrañeza absoluta con el mundo
de las apariencias, y que lo combata para liquidarlo con-
cretamente de una vez por todas. La lucha será armada,
para que se sepulten para siempre los instrumentos de la
muerte. Distinguir revolucionarios armados de sicarios
de la falsa guerra parecerá a veces difícil, pero lo pare-
cerá solamente, y no para la dialéctica radical: el cuerpo
proletario de la especie se reconoce instantáneamente
en los hechos de Detroit, de Danzica, de Stettino, y,
del mismo modo, se reconocerá instantáneamente en
los rasgos inconfundibles de las insurrecciones vitales.
Concéntrate: tú también serás un pedazo de carne tri-
turada. Por una parte los tétricos soldados del terroris-
mo sangriento, tan absortos en la procesión fálica de su
momento futuro —cuando el falo hará fuego, explotan-
do en las bodas de los prometidos muertos— como para
soportarse a cualquier costo, travestidos, falsificados,
trasplantados, desarraigados, ya no importa vivir como
en un entretiempo, ya no importa compartir desgracias:
toda capacidad crítica se extingue en el crepúsculo de la
política clandestina, todo contorno real es un excedente
bajo la mirilla, así toda huella de su cotidiana vergüenza
como de su cotidiana y específica revuelta se pierde de
vista, en la obsesión deslumbrante del resentimiento
idolatrado, el tiempo reducido a la relojería que le se-
para de la inmolación. Por otra parte, los grises masti-
cadores de la nada, los frailes de la pasión arrepentida,

123
los resentidos de las alucinaciones agotadas, los viudos
de los mayos, los desertores de la pop-política, las fe-
ministas de la procesión fálica invertida: los castradores
castrados. Neo-cristianos todos, los primeros son los
soldados de una confirmación kamikaze, los segundos
los siervos de un señorío sin señor. Acorazados en ex-
tremo, cerebros de músculo e idiotas sin materia gris,
los primeros esconden dentro de sus armaduras una
rata asustada, tanto más asustada cuanto más grande
es el monumento al heroísmo que la nutre de balas; en
la palidez y en la delgadez de los segundos, espíritus
babosos y penes ácidos, memorias humilladas y vaginas
desmemoriadas, una rata de alcantarilla engorda, nutri-
da de orgasmos aplazados. Así en la rigidez cadavérica
de los distribuidores de muerte, como en la fatiga larval
de los ayunadores de vida, triunfa el mismo nihilismo:
la renuncia o fracaso o bajeza al proyecto cualitativo,
el sacrificio de toda certeza a un resentimiento suicida.
No existe comportamiento o línea de conducta que se
definan revolucionarios de por sí. Apenas se instituye
como mera estilización de la conflictividad, y por lo
tanto se convierte en “realización del arte”, todo com-
portamiento, cada línea de conducta va a situarse, en
relación con lo existente, como su accidente particular.

G. Cesarano y G. Collu

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ÍNDICE

Presentación.....................................................................7
Introducción a la edición chilena de Parafulmini
e Controfigure, número especial de la revista
“Insurrezione” (1980) (Claudio Albertani
& Tito Pulsinelli).............................................................15
Advertencia a la primera edición..................................21
Pararrayos y extras........................................................23
L.A. x C.=NIHIL..........................................................39
APÉNDICE I
Oktoberfest....................................................................55
Puntos de inactualidad..................................................63
Italia 1977: un asalto al cielo.........................................73
De “Notas sobre el movimiento del ‘77”....................77
De “Rusia está cerca”....................................................83
El caso de Alfa Romeo [de “Rusia está cerca”]...........87
Otros puntos de inactualidad.......................................91
APÉNDICE II
De “Terrorismo o revolución”
1972 (Raoul Vaneigem)...............................................107
De “Apocalipsis y revolución”
1973 (Giorgio Cesarano & Gianni Collu).................115

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