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LIDIA FERNANDEZ CARNERERO SOCIOLOGÍA DE LAS MIGRACIONES

CIE
Los CIEs están en el actual debate político, pero solo es parte de un proceso
institucionalizado más amplio dentro del sistema de expulsión en España. Por ello,
habrá que hacer un análisis intersecccional sobre las diferentes y heterogéneas
situaciones de los CIEs, los divergentes debates y los amplios actores que participan
-internados, políticas públicas, agentes, abogados, jueces, administraciones etc.-.

La legalidad del internamiento de los extranjeros es controvertida; por un lado,


el Convenio Europeo de Derechos Humanos (art. 5.f), la Directiva de Retorno (art.15) y
la vigente Ley de Extranjería (arts. 61.1.e y 62) presuponen la privación de libertad
para no eludir una orden de expulsión ya dictada y que se materialice. Por otro lado,
esto tiene problemas constitucionales por limitar de forma desproporcionada el
derecho a la libertad personal (art. 17 CE) y por vulnerar la prohibición constitucional
que la administración imponga sanciones que impliquen una privación de libertad (art.
25.3 CE).

Durante años, el abuso de estos internamientos -máximo legalmente de 60


días-, se han ido formulando con intensidad, aunque en el ultimo año se han priorizado
las “solicitudes cualificadas”, dictadas hacia extranjeros con antecedentes policiales y
penales. Existen los internamientos de personas irregulares en orden de “devolución”,
personas que intentan llegar irregularmente mediante las barreras españolas. En estas
últimas hay que poner el acento ya que sufren en muchos casos vulnerabilidades y
necesidades humanitarias. Menos frecuente es el internamiento por denegación de
entrada o retorno, aunque se dan. Por último, y siendo solo el 5% de todos los
internos, el internamiento puede ser por la decisión de un juez penal de sustituir con la
expulsión una pena impuesta por la comisión de un delito.

El establecimiento de los CIE se dio en el Reglamento de Extranjería de 1996,


pero no fue hasta 1999 cuando se reguló por primera vez el régimen interno de estos
centros y se crearon formalmente los CIE de Madrid, (Aluche), Barcelona (Zona
Franca), Valencia (Zapadores), Málaga, Las Palmas y Murcia (Sangonera La Verde). A
finales de 2006 se crearon los CIE de Santa Cruz de Tenerife, Algeciras y Fuerteventura.
Estos tienen que ver en su mayoría con regiones con bastante inmigración y regiones
de entrada y salida. Originariamente, se podía distinguir entre CIE de expulsión y CIE
de devolución o de frontera. Son heterogéneos, pero suelen tener una parte de
administración y ora de módulos de habitaciones y dormitorios. Otros tienen salas de
ocio y comedores. Todos ellos tienen déficits muy grandes en torno al mobiliario y en
torno a las condiciones de las zonas de visita. No hay médicos todas las horas, ni el
servicio de orientación judicial, ni asistencia social en algunos de ellos. No hay que
dejar de mencionar los problemas de gestión que tienen derivados de la presencia
única policial en los centros, siendo los únicos en contacto directo con los presos. “En
definitiva, las instalaciones, los servicios y el personal que trabaja en los CIE hacen que
la situación de estos centros sea peor que la de los centros penitenciarios” (González,
2017).

Numerosos activistas y grupos entran en el debate sobre la clausura o reforma


de los CIE, planteando la ineficacia de los CIE, su ilegitimidad desde un punto de vista
ético, político y jurídico, así como la existencia de alternativas viables al internamiento.
La información desde dentro es bastante opaca, aunque en los últimos años, datos
proporcionados por el Defensor del Pueblo y la Fiscalía General del Estado han
relatado más información.

La problemática a mi entender no está solamente relacionada con la apertura


de los CIE, si no por una deficitaria política de inmigración, con tintes racistas, que
vulnera muchos derechos humanos.

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