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Género, tecnología y desarrollo

ISSN: 0971-8524 (impreso) 0973-0656 (en línea) Página de inicio de la revista: https://www.tandfonline.com/loi/rgtd20

Cambio climático, "tecnología" y género:


"Adaptar a las mujeres" al cambio climático
con cocinas y depósitos de agua

Noémi Gonda

Para citar este artículo: Noémi Gonda (2016) Cambio climático, "tecnología" y género: "Adaptación
de las mujeres" al cambio climático con cocinas y depósitos de agua, Gender, Technology and
Development, 20:2, 149-168, DOI: 10.1177/0971852416639786.
Para enlazar con este artículo: https://doi.org/10.1177/0971852416639786

© 2016 Instituto Asiático de Tecnología SAGE


Publications

Publicado en línea: 25 oct 2017.

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Cambio climático, Género, Tecnología


y Desarrollo 20(2)

"tecnología" y ©
149-168
2016 Instituto

género: "Adaptar a Asiático de


Tecnología SAGE
Publications
las mujeres" al sagepub.in/home.nav
DOI: 10.1177/0971852416639786
cambio climático con http://gtd.sagepub.com

cocinas y depósitos
de agua

Noémi Gonda1

Resumen
En los países más afectados por el cambio climático, como
Nicaragua, se promueven tecnologías de adaptación con el doble
objetivo de garantizar los medios de vida de las mujeres y los
hombres del campo y reducir al mismo tiempo los riesgos
relacionados con el clima a los que se enfrentan. Aunque los
investigadores y profesionales suelen ser conscientes de que no
todas las "tecnologías" pueden ser beneficiosas, no tienen
suficientemente en cuenta las injusticias que estas tecnologías de
adaptación podrían (re)producir. Inspirado en los trabajos de
académicas feministas que trabajan en el campo de los estudios sobre
ciencia y tecnología (CTS), este artículo intenta demostrar la necesidad
de ampliar el debate sobre las tecnologías de adaptación al cambio
climático sensibles al género. Argumento que, en primer lugar, este
debate debe cuestionar los efectos potencialmente opresivos de las
narrativas sobre el cambio climático que exigen soluciones
tecnológicas. En segundo lugar, insto a las investigadoras y
profesionales feministas a denunciar los efectos
contraproducentes de las tecnologías de adaptación que impiden la
transformación de los roles de género "tradicionales". Basado en

1
Universidad Centroeuropea, Departamento de Ciencias y Políticas Medioambientales,
Budapest, Hungría.

Autor correspondiente:
Noémi Gonda, Universidad Centroeuropea, Departamento de Ciencias y Políticas
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2016
Artícul
Medioambientales, 1054 Budapest, Nador utca 9, Hungría.
Correo
o electrónico: gonda_noemi@phd.ceu.edu

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Sobre la base de mi trabajo de campo etnográfico en zonas


rurales de Nicaragua, este artículo aboga por repensar el papel de
las tecnologías de adaptación al cambio climático a la hora de ofrecer
posibilidades para cuestionar las desigualdades de género.

Palabras clave
Adaptación al cambio climático, roles de género, "tecnología" de
adaptación al cambio climático, interseccionalidad, perspectiva
feminista, cocinas, depósitos de agua, Nicaragua.

Introducción
Las "tecnologías" de adaptación al cambio climático1 son un tema
importante para los profesionales del cambio climático. Esta
importancia se pone de manifiesto en el creciente número de
publicaciones que tratan este tema. Por ejemplo, "Tecnologías para la
adaptación al cambio climático", una guía publicada por el Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), pretende ayudar
a los gobiernos de los países en desarrollo y a los profesionales de la
agricultura a definir sus necesidades "relacionadas con la tecnología".
El informe describe la "tecnología" en los siguientes términos: "[l]a
tecnología [...] incluye infraestructura física, maquinaria y equipos
(hardware), conocimientos y habilidades (software) y la capacidad de
organizar y utilizar todo ello (org- ware); pero también la tecnología
biológica con la que producen los agricultores" (Clements, Haggar,
Quezada, & Torres, 2011, p. 14). Además, destaca la importancia de
proporcionar a los agricultores acceso a "tecnologías apropiadas" que
puedan ayudarles a adaptarse al cambio climático y que puedan
gestionar de forma sostenible a largo plazo. Entre ellas se incluyen
dispositivos que ahorran trabajo, como arados de tiro, semillas y
técnicas de cultivo mejoradas, teléfonos móviles que proporcionan
acceso a información de mercado, etc. (Clements et al., 2011).
En general, los agentes internacionales del desarrollo que trabajan en
el ámbito del cambio climático han redoblado sus esfuerzos para tener
en cuenta las complejas repercusiones que las nuevas "tecnologías" de
adaptación pueden tener en las relaciones de género. Por ejemplo, el
Módulo 18 sobre Género y Agricultura Climáticamente Inteligente del
"Libro de consulta sobre género y agricultura", publicado por la FAO
(Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura), el Banco Mundial y el FIDA (Fondo Internacional de
Desarrollo Agrícola), subraya que las tecnologías de agricultura
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climáticamente inteligente deben tener el potencial de generar
beneficios relacionados con la igualdad de género (2015, p. 16).
Aunque reconozco y aplaudo estos

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En mi opinión, ni los investigadores ni los profesionales debaten


suficientemente los posibles efectos de las "tecnologías" de adaptación
en las relaciones de género. De hecho, en Nicaragua, las llamadas
"tecnologías" sensibles al género, como las estufas ahorradoras de leña
y los depósitos de agua, suelen concebirse como basadas en una
comprensión limitada del género, y están diseñadas para las mujeres,
consideradas como un grupo homogéneo con necesidades
("tecnológicas") similares.
Inspirado por el trabajo de académicas feministas, comprometidas
con los estudios de ciencia y "tecnología" (Cockburn, 1997; Haraway,
1988, 1997; Harding, 1986; McNeil, 2007; Wajcman, 2010), así como
por la comprensión feminista de la interseccionalidad (Crenshaw, 1991;
Elmhirst, 2011; hooks, 2000; Nightingale, 2011; Weasel, 2004), mi
objetivo en este artículo es mostrar cómo una perspectiva feminista
puede ampliar la comprensión de las "tecnologías" de adaptación al
cambio climático sensibles al género. Esto significa que los
profesionales no sólo deben considerar los posibles beneficios e
inconvenientes (de género) de las "tecnologías", como los sistemas de
almacenamiento de semillas, las cocinas solares, los teléfonos móviles
o los depósitos de agua, sino también las culturas y prácticas (de
género) que pueden estar asociadas a la promoción de estas
"tecnologías" (Wajcman, 2010, p. 143). De hecho, según los estudios
sobre ecología política feminista, entiendo la relación entre género y
medio ambiente como un proceso dinámico en el que la cultura y la
sociedad desempeñan un papel integral (Nightingale, 2006). En este
sentido, la transformación o el refuerzo de los roles y las relaciones de
género "tradicionales", junto con las subjetividades relacionadas,
pueden verse como manifestaciones de luchas de poder tanto a nivel de
discursos como de prácticas relacionadas con la adaptación al cambio
climático. Dentro de este enfoque, mi interés radica en examinar los
posibles efectos opresivos de las "tecnologías" de adaptación al cambio
climático a la hora de (re)producir relaciones de género desiguales en
las zonas rurales de Nicaragua. Intento proporcionar evidencia empírica
y justificación teórica para lo que considero la urgente necesidad de
repensar el papel de las "tecnologías" de adaptación al cambio
climático que se presentan como ofreciendo posibilidades para desafiar
las actuales desigualdades de género.
En primer lugar, presento mi marco teórico, mis métodos de
investigación y el contexto de mi investigación, a la vez que ilustro
cómo la elección de "tecnologías" de adaptación por parte de los
profesionales del cambio climático está arraigada en suposiciones sobre
los pequeños agricultores y sus prácticas. A continuación, explico cómo
las "tecnologías" del cambio climático que supuestamente tienen una
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perspectiva de género alienan a sus beneficiarias, en su mayoría
mujeres, al vincularlas a los roles de género "tradicionales" de ir a
buscar leña y agua. Concluyo el artículo destacando que las narrativas a
través de las cuales se insta a las mujeres a adoptar

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Las "tecnologías" de adaptación sólo se están convirtiendo en un medio


para afianzar los roles de género existentes en lugar de promover su
transformación hacia la igualdad. De hecho, en mi estudio de caso,
estas narrativas no se basan en las perspectivas ni se orientan hacia las
necesidades de los miembros de la comunidad local. De hecho, debido
a una comprensión limitada de los roles de género como inmutables, las
cocinas de leña o los depósitos de agua que se introdujeron sirvieron
principalmente a los intereses de los hombres. Esto ocurrió no sólo
porque se alivió la carga de trabajo de los hombres, sino también
porque no se abordaron las relaciones patriarcales desiguales. Sostengo
que este resultado requiere más investigación sobre los posibles papeles
de las "tecnologías" de adaptación a la hora de ofrecer posibilidades de
transformación de las relaciones desiguales de poder, incluidas las
relacionadas con el género.

La perspectiva feminista de las "tecnologías" de


adaptación al cambio climático en las zonas
rurales de Nicaragua
Mi enfoque de las "tecnologías" de adaptación al cambio climático se
basa en tres importantes principios de la perspectiva feminista de los
estudios sobre ciencia y tecnología. Estos son: (a) el carácter
mutuamente constitutivo de la tecnología y el género, (b) la perspectiva
interseccional apreciada por las feministas de la tercera ola (Crenshaw,
1991; Elmhirst, 2011; hooks, 2000; Nightingale, 2011; Weasel, 2004),
y (c) la necesidad de ver los procesos a través de los cuales se
introducen las "tecnologías" de adaptación al cambio climático como
procesos mediados por relaciones de poder.
En primer lugar, al igual que otras académicas feministas que se han
dedicado a los estudios sobre ciencia y tecnología (Cockburn, 1997;
Haraway, 1988, 1997; Harding, 1986; McNeil, 2007; Wajcman, 2010),
baso mi análisis en el reconocimiento de que las "tecnologías" de
adaptación contribuyen a la construcción de las relaciones de género. A la
inversa, las relaciones de género también construyen "tecnologías" de
adaptación. Como afirma Wajcman, "la intersección de los estudios
feministas y CTS [...] [ha puesto el] foco en la configuración mutua del
género y la tecnología, donde no se presupone que el género o la
tecnología sean preexistentes o que la relación entre ellos [sea]
inmutable" (2010, p. 144). Esta co-construcción ocurre a nivel simbólico
en las narrativas de los proyectos de cambio climático que pueden
considerar a las mujeres y hombres rurales que adoptan "tecnologías" de
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cambio climático como potencialmente adaptados al cambio climático.
Tales narrativas les otorgan nuevas posiciones de sujeto y liderazgo
dentro de las sociedades locales. De hecho, "las relaciones
sociotécnicas se manifiestan no sólo en objetos físicos e instituciones,
sino también en símbolos, lenguaje y

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identidades" (McNeil, 2007, citado en Wajcman, 2010, pp. 144-145).


Así, la relación de las mujeres y los hombres rurales con las
"tecnologías" de adaptación puede producir o cuestionar subjetividades
relacionadas con el género u otros factores que potencialmente pueden
llegar a ser opresivas o ventajosas (Haraway, 1997, citado en Wajcman,
2010, p. 145).
Un segundo aspecto importante de mi enfoque es el uso de las
perspectivas interseccionales. En efecto, "[l]as personas no son solo
hombres y mujeres con roles culturalmente definidos, sino que habitan
identidades múltiples y fragmentadas que se entrecruzan con la clase, la
raza, la etnia, la sexualidad, etc.". (Elmhirst, 2011, citado en Tschakert,
2012, p. 149). Estas identidades múltiples y fragmentadas contribuyen a
configurar la forma en que las mujeres y los hombres rurales
experimentan el cambio climático, así como su relación con las
"tecnologías" de adaptación. Las diferencias surgen y se producen a
partir de las prácticas cotidianas (Nightingale, 2011, p. 155) de usar o
presenciar el uso de estas "tecnologías". Estas diferencias en la
experiencia pueden ser tanto simbólicas (cuando, por ejemplo, las
experiencias de las mujeres se ven influidas por la nueva identidad que se
les asigna como las más aptas para poner en práctica actividades de
ahorro de energía) como materiales (cuando las experiencias de
determinadas personas se ven teñidas por el hecho de vivir a gran
distancia de las fuentes de agua). Es importante señalar que mi
justificación para utilizar la perspectiva interseccional también explica
por qué, aunque me interesa el género, no me fijo únicamente en él. De
hecho, el género nunca puede ser una categoría que explique por sí sola
las opresiones o los privilegios. Las personas nunca son sólo mujeres u
hombres. Y si el género interviene como opresor o como ventaja,
siempre funciona junto con otros factores, como la etnia, la clase, la
edad y la ubicación geográfica. Así, en lugar de identificar las
categorías en juego como ventajosas o desventajosas en el acceso o la
capacidad de aprovechar las "tecnologías" de adaptación al cambio
climático, me centro en comprender cómo su intersección puede llegar
a ser opresiva.
Los datos empíricos para este estudio de caso se recopilaron entre
2013 y 2014 mediante observación participante y entrevistas con
mujeres y hombres de una comunidad rural del "Corredor Seco" de
Nicaragua, reconocida como la zona más afectada por el cambio
climático en el país (Campos Cubas, Madriz Paladino, López
Baltodano, Valle Miranda, & Montiel Fernández, 2012). Según el
censo comunitario de 2014, esta comunidad, situada en el municipio de
Telpaneca, en el departamento norteño2 de Madriz, está formada por 42
familias. La mayoría de los habitantes son pequeños agricultores que
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producen maíz, frijoles y algunas hortalizas en pequeñas parcelas de
una tierra extremadamente degradada. Algunos de ellos poseen un
número limitado de cabezas de ganado. El paisaje de la comunidad ha
cambiado considerablemente en los últimos 50 años.

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desaparecieron como consecuencia de la deforestación comercial


impulsada por las empresas durante la década de 1970. La revolución
verde de finales de los 80 y principios de los 90 trajo consigo el uso
creciente de herbicidas, que fomentó la tala y plantación de grandes
extensiones de bosque. Más recientemente, la expansión de la
ganadería por parte de personas que no viven en la comunidad ha
contribuido a aumentar la deforestación y la degradación de la tierra.
Desde principios de 2014, una organización no gubernamental
(ONG) nicaragüense lleva a cabo un proyecto de adaptación al cambio
climático en la comunidad con la ayuda del Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD). El proyecto forma parte del
programa de las Naciones Unidas "Enfoque Territorial al Cambio
Climático" (TACC) que entre sus objetivos busca aumentar la
resiliencia a los impactos del cambio climático. El programa se está
aplicando actualmente en varias cuencas fluviales del "Corredor Seco",
donde la narrativa del cambio climático está cada vez más presente en
la vida de los pequeños agricultores, a través de la introducción de
proyectos de adaptación, sesiones de formación y el pro- movimiento
de "tecnologías" de adaptación.
Entrevisté a 40 mujeres y hombres rurales de la comunidad sobre los
cambios que experimentaron en sus vidas. También entrevisté a 20
expertos en cambio climático y desarrollo que trabajan en el mundo
académico, en ONG internacionales y nicaragüenses, y a 10 activistas
feministas que trabajan en ONG, movimientos de mujeres o en el mundo
académico. Analicé los documentos de proyecto disponibles y asistí a
numerosas actividades relacionadas con la adaptación al cambio
climático, incluidos talleres y seminarios de formación. También
mantuve conversaciones informales con mujeres y hombres rurales,
profesionales del cambio climático, especialistas en género y activistas
feministas de Nicaragua. Participé en la vida cotidiana de las familias
de la comunidad y escuché muchas historias de vida personales para
"iluminar los aspectos cognitivos, simbólicos e incluso lingüísticos del
cambio climático, así como las respuestas conductuales y las dinámicas
de poder a escala micro y macro" (Roncoli, Crane y Orlove, 2009, pp.
103-104).
Uno de mis hallazgos importantes fue la lucha discursiva entre lo
que el proyecto de adaptación al cambio climático considera
"tecnologías" y lo que queda fuera de esta denominación. Este aspecto
está directamente relacionado con el tercer punto de mi marco, que
considera el proceso de introducción de "tecnologías" de adaptación
como un proceso de poder. En la siguiente sección, discuto varios
aspectos problemáticos del proyecto de cambio climático que están
relacionados con él: en primer lugar, al dar prioridad a las soluciones
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tecnológicas, pasa por alto la transformación social como estrategia de
adaptación necesaria; en segundo lugar, no considera que las
"tecnologías" puedan contribuir a cuestionar las desigualdades sociales.

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"Prácticas" y "tecnologías" de adaptación al


cambio climático: Una jerarquía discursiva
Antes de la puesta en marcha de sus actividades, el programa TACC
encargó un estudio de las "prácticas" y "tecnologías" de adaptación al
cambio climático que serían apoyadas por el proyecto (Benavidez &
Olivas, s.f.). Estas "prácticas" y "tecnologías" se seleccionaron en
función de su potencial para aumentar la resiliencia al cambio climático
de la población rural local. Realizado en seis comunidades de dos
departamentos del "Corredor Seco" con 124 participantes en la
investigación, que fueron entrevistados individualmente o en grupos
focales, el estudio dio como resultado lo que algunos benefi- ciarios del
proyecto llaman comúnmente el "menú de tecnologías".3
El estudio (Benavidez & Olivas, s.f.) distingue entre "prácticas" y
"tecnologías" de adaptación al cambio climático. "Práctica" se describe
como "la acción que se desarrolla con el uso del conocimiento
tradicional o local" mientras que "tecnología" se define como "el
conjunto de conocimientos técnicos y científicos o equipos o técnicas
que contribuyen a diseñar y crear bienes y servicios para la adaptación
ambiental y para satisfacer las necesidades de las familias rurales"
(Benavidez & Olivas, s.f.). En este estudio, la reforestación y el no uso
de la tala y quema se designaron como "prácticas" de adaptación al
cambio climático, mientras que el establecimiento de bar- reras, presas,
cisternas, embalses y el uso de fertilizantes orgánicos se categorizaron
como "tecnologías" de adaptación. Aunque el estudio no estableció una
jerarquía entre estas "prácticas" y "tecnologías", esta distinción ha
llevado a que las "tecnologías" se consideren superiores a las
"prácticas" en las actividades diarias del proyecto. Así se puso de
manifiesto durante una sesión de formación del TACC sobre
adaptación al cambio climático celebrada el 9 de febrero de 2014.
Uno de los ejercicios del taller consistió en comparar dos imágenes
del paisaje: (a) un paisaje degradado (en blanco y negro) con signos
visibles de erosión, monocultivo y falta de agua y (b) una zona
protegida (a todo color) que mostraba prácticas de conservación del
suelo y el agua. En un debate sobre las imágenes, Don Mariano,4 un
agricultor de la comunidad que ha participado muy activamente en este
tipo de proyectos, calificó el paisaje conservado de "tecnificado"5 en
contraposición al paisaje degradado. Para él, la "tecnificación" se
refería a todas las "tecnologías" que TACC había estado promoviendo
en la región. Los comentarios de otros participantes en el taller
indicaron que el resto de los participantes estaban de acuerdo con la
interpretación de Don Mariano. Las "tecnologías" identificadas con
mayor frecuencia fueron la diversificación de la producción agrícola, la
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reforestación, la construcción de embalses para el almacenamiento de
agua, la recogida de agua de lluvia, las técnicas de conservación del
suelo y el agua, la producción orgánica y los establos para los animales.

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Cabe destacar que estas "tecnologías" solían denominarse de forma


diferente antes de que la adaptación al cambio climático se convirtiera
en una prioridad nacional (Gobierno de Nicaragua, 2010, 2012). Como
antiguo cooperante en Nicaragua entre 2002 y 2010, recuerdo que se
denominaban, por ejemplo, prácticas agrícolas campesinas e indígenas
o prácticas de gestión de recursos naturales. Los proyectos de
adaptación han c o n d u c i d o a la "relegitimación y repetición de
viejas prácticas de desarrollo" (Ireland, 2012, p. 92), de manera que
discursivamente pasan a formar parte de un entorno "tecnificado"
considerado resiliente al cambio climático, perdiendo así su carácter
"indígena".
El cambio en el estatus discursivo de las viejas "prácticas" de
desarrollo también tiene repercusiones en las subjetividades de las
personas a las que se supone que utilizan estas "tecnologías". Me llamó
la atención cómo un técnico del proyecto le dijo a un grupo de jóvenes
elegidos para promover el proyecto: "Ustedes fueron elegidos porque
tienen un nivel de conocimiento más alto que... digamos... los
productores" (Facilitador del proyecto, Telpaneca, 29 de mayo de
2014). Los produc- tores, se refería, eran los campesinos adultos varones
de la comunidad, generalmente mayores de 40 años y sin estudios de
secundaria, ya que en la comunidad no existía una escuela hasta hace
pocos años. La explicación del técnico suponía un abierto desafío a la
perspectiva local "tradicional" en la que se valoran los conocimientos
ancestrales que poseen principalmente los ancianos.
Sostengo que el cambio discursivo de las "prácticas" a las
"tecnologías" refleja el enfoque dominante del cambio climático que
concede una importancia primordial al conocimiento científico
construido como objetivo y neu- tral (MacGregor, 2010). Desde este
punto de vista, las soluciones tecnológicas se consideran mejores, sobre
todo si proceden de fuera de la comunidad. Esta jerarquía discursiva no
sólo infravalora los conocimientos ancestrales, sino que también
excluye a algunos posibles sujetos para la adaptación. De hecho, el
proyecto de adaptación al cambio climático en la comunidad es
presentado por su coordinador y técnico como un proyecto
implementado con un enfoque de cuenca. En teoría, un enfoque de este
tipo implicaría trabajar con todas las personas susceptibles de influir en
su ecosistema. Sin embargo, el proyecto sólo se centra en los pequeños
agricultores y no se dirige ninguna acción a los ganaderos, poderosos
económica y a menudo políticamente, que poseen grandes extensiones
de tierra y están detrás de los mayores incendios forestales o del uso
insostenible de los recursos hídricos locales.
La noción feminista de situacionismo (Haraway, 1988) en relación
con el conocimiento sobre el cambio climático es crucial para poner de
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relieve esa injusticia detrás de lo que cuenta como un conocimiento
valioso (relacionado con las "tecnologías") y lo que se considera menos
valioso (relacionado con las "prácticas"). Siguiendo el argumento del
trabajo de Melissa Leach y James Fairhead que se basa en

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feminista (Haraway, 1988), parece crucial "desplazar un poco el centro


de atención del contenido y la epistemología del conocimiento a las
relaciones históricas e institucionales en las que dicho conocimiento se
desarrolla y se representa" (Leach & Fairhead, 2002, p. 302). El mismo
argumento es válido para las "tecnologías" de adaptación al cambio
climático. En este caso, parece que las relaciones históricas e
institucionales en las que se promueven las "tecnologías" de adaptación
al cambio climático están inmersas en relaciones de poder desiguales.
Las desigualdades están relacionadas, por ejemplo, con la clase social,
ya que se considera a los pequeños agricultores "culpables" de la
deforestación y se les exige que se adapten a los cambios resultantes
cuando, en realidad, se culpa a los ganaderos ricos. Las desigualdades
también tienen que ver con la etnia y la brecha generacional; los
conocimientos autóctonos de los ancianos se consideran menos valiosos
que los conocimientos "científicos" transmitidos a los jóvenes.
Tras haber mostrado la problemática división discursiva que se
establece entre "tecnologías" y "prácticas", paso ahora a las
"tecnologías" que se promueven como parte del componente de género
del proyecto. ¿A quién se insta a adoptar las denominadas "tecnologías"
sensibles al género y con qué justificación?

"Adaptar" a las mujeres al cambio climático con


cocinas y depósitos de agua
Cuando llegué por primera vez a la comunidad, una trabajadora de una
ONG, que había estado activa incluso antes de 2010, me habló de un
grupo de mujeres de la comunidad llamado Las Vulnerables. Me llevó
algún tiempo encontrar al grupo, ya que en 2014 habían cambiado su
nombre por el de Grupo San José, siendo San José el patrón de la
comunidad. Los miembros contaron que el grupo se formó a principios
de la década de 2000 para cuidar de la salud de los niños de la
comunidad. Doña Rosa, una mujer casada de 28 años, madre de dos
niñas y fundadora del grupo, explicó que un técnico les sugirió que
adoptaran el nombre de Las Vulnerables. "Nos dijo que era un buen
nombre para el grupo porque algunas éramos madres solteras... y... las
otras... bueno, las otras... éramos mujeres" (Doña Rosa, entrevista, 11
de abril de 2014). Aunque este diálogo tuvo lugar 10 años antes de que
el primer proyecto de cambio climático llegara a la región, refleja las
narrativas de las iniciativas de cambio climático, donde las mujeres
todavía se construyen a menudo como un grupo homogéneo y como las
principales víctimas del cambio climático.
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158 Género, tecnología y desarrollo 20(2)

Esta interpretación de las mujeres como las más vulnerables al


cambio climático se basa en el argumento de que en las zonas rurales la
recogida de agua y leña para las necesidades domésticas es
responsabilidad de las mujeres como parte de su función reproductiva.
Este argumento afirma que el tiempo que las mujeres dedican a recoger
agua y leña está aumentando, ya que tienen que caminar más para
encontrar estos recursos como consecuencia del deterioro
medioambiental y la deforestación. Según este razonamiento, es
probable que las mujeres no sólo sufran más las consecuencias del
cambio climático, sino que también estén más dispuestas a poner en
marcha acciones que alivien sus cada vez más pesadas tareas (Soares,
2006a, 2006b). Esto nos lleva a preguntarnos: ¿cuáles son las
"construcciones discursivas y culturales de las masculinidades y
feminidades hegemónicas" (MacGregor, 2010, p. 127) que justifican la
promoción de cocinas que ahorran leña y depósitos de agua por parte de
los proyectos de cambio climático bajo la etiqueta de "tecnologías" de
adaptación al cambio climático sensibles al género? Es igualmente
importante entender cómo los beneficiarios reales de estas
"tecnologías" desafían las identidades de género hegemónicas.6
Con la justificación de que ir a buscar agua y leña forma parte de las
funciones de género "tradicionales" de las mujeres, junto con la
preocupación por la salud respiratoria de las mujeres y la deforestación,
el proyecto de adaptación al cambio climático de la comunidad
seleccionó a 26 mujeres para que fueran las beneficiarias directas de las
estufas ahorradoras de leña. A estas mujeres se les pidió que firmaran
un papel en el que mostraban su aceptación de la estufa que iban a
recibir. Sin embargo, al menos la mitad de las mujeres no quisieron
firmar el documento porque no podían hacerlo sin el permiso de sus
maridos. Esto ocurrió durante la estación seca, cuando muchos hombres
de la comunidad estaban trabajando en plantaciones de café, caña de
azúcar o tabaco en otros lugares. El personal del proyecto interpretó la
negativa de las mujeres participantes como una manifestación de su
falta de empoderamiento. Expresaron su asombro por el hecho de que
estas mujeres no pudieran decidir por sí mismas sobre una cuestión que,
en su opinión, era de su responsabilidad. Sin embargo, las entrevistas
con 12 mujeres y ocho hombres de 16 hogares diferentes de la
comunidad revelaron que mujeres y hombres compartían la
responsabilidad de ir a buscar leña. La tabla 1 muestra una clasificación
de las respuestas relativas a quién va a buscar leña para las necesidades
del hogar, así como las ventajas percibidas de las estufas ahorradoras de
leña por los hogares que se beneficiaron de ellas.
Aunque estos ejemplos pueden no ser cuantitativamente
representativos de los 42 hogares de la comunidad, demuestran que la
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construcción de la recogida de combustible como una tarea
exclusivamente femenina refuerza los roles de género "tradicionales"
que son "tradicionales" sólo en opinión de los ejecutores del proyecto.
De hecho, en todos los hogares menos en dos, los hombres participaban
en la recogida de leña. En 11 de los 16 hogares, los hombres eran
predominantemente

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Gonda 159

Tabla 1. Responsabilidad de buscar leña y uso de cocinas mejoradas en los


hogares de la comunidad

Número Número
Número de de hogares de hogares
Hogares donde se donde
que reduce el Reducción
recibieron uso de de humos
Responsable de Mejorado madera es
se observa Observado
Buscar leña en Número de Cocinar con Nuevo con Nuevo
el Hogar Hogares Estufa Estufa Estufa
Sólo hombres 7 4 3 2
Generalmente 4 4 4 1
hombres,
ocasionalmente
mujeres y niños
(cuando no hay
hombres
disponibles)
Hombres y 3 3 3 1
mujeres con
niños
(alternando
según
disponibilidad y
necesidades)
Sólo mujeres 1 0 0 0
No ir a buscar 1 1 1 1
leña: los
miembros del
hogar la compran
o la intercambian
por bienes con
personas ajenas
al hogar.
Total 16 12 11 5
Fuente: Trabajo del autor, basado en entrevistas individuales en la comunidad,
enero-diciembre de 2014.

encargada de esta tarea.7 El único hogar en el que una mujer sola se


encargaba de recoger leña era el de una mujer soltera que vivía sola. Un
hogar que compraba o intercambiaba leña por productos como huevos o
maíz estaba formado por una pareja de ancianos con movilidad limitada,
dos hijos adultos con discapacidad mental y una nieta de cinco años. De
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los 14 hogares en los que los hombres se dedicaban a la recogida de
leña, 12 recibieron estufas ahorradoras de leña. En todos los hogares
menos en uno, formado por una pareja joven y sus hijos, se consideró
una clara ventaja.

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160 Género, tecnología y desarrollo 20(2)

dos hijas. Antes de que se les proporcionara una nueva cocina, habían
construido una con materiales locales como arcilla y piedras, y su
cocina era tan eficiente energéticamente como la cocina de cemento
recibida del proyecto. Pero, para recibir una cocina del proyecto, el
personal del proyecto pidió a la pareja que destruyera la cocina anterior,
algo que ambos, marido y mujer, me dijeron que lamentaban.
En los 11 casos en los que los hombres participaban
predominantemente en la recogida de leña, la estufa les benefició. Esta
situación es contraria al objetivo del proyecto de reducir el tiempo que
las mujeres dedican a la recogida de leña. En esta situación, las mujeres
se habrían beneficiado más si se les hubiera dado una estufa que
emitiera menos humo. De hecho, la observación de los participantes
mostró que la mayoría de las mujeres se encargaban de cocinar (con
algunas excepciones entre la generación más joven que se comentan
más adelante). Sin embargo, en siete casos no se observó ninguna
reducción del humo. Esto se debió al hecho de que no se instaló
ninguna chimenea por razones como la inadecuación de un techo de
plástico para una chimenea. En un caso, el aumento del humo se debió
a que un hogar decidió conservar tanto su antigua estufa como la nueva,
en contra del consejo del proyecto.
El segundo argumento, subyacente en la construcción discursiva de
las mujeres como víctimas frente al cambio climático, es que con el
aumento de la escasez de agua, debido al cambio climático, las mujeres
pueden sufrir más porque tendrían que caminar más para encontrar el
recurso. La introducción de reservorios de agua para el almacenamiento
de agua de lluvia durante varios meses del año es una "tecnología" de
adaptación ampliamente discutida en el "Corredor Seco" de Nicaragua,
donde las precipitaciones tienen lugar entre junio y octubre. Mis
conclusiones, que se muestran en la Tabla 2, cuestionan la extendida

Tabla 2. Responsabilidad de ir a buscar agua y uso de los depósitos de


agua en los hogares de la comunidad

Responsable de buscar agua Número Número de hogares que


en el hogar de hogares recibieron depósitos de
agua
Principalmente hombres 4 2
Hombres y mujeres con niños 4 2
(alternando según
disponibilidad y
necesidades)
Sólo mujeres, ocasionalmente 5 2
con niños
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Total 13 6
Fuente: Trabajo del autor, basado en entrevistas individuales en la comunidad
enero-diciembre de 2014.

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Gonda 161

imagen de la mujer con un cubo en la cabeza luchando por encontrar


agua en un paisaje seco. Ilustran que las mujeres no son las únicas
encargadas de buscar agua y, por tanto, no son las únicas que se
benefician de los embalses.
En ocho de los 13 hogares entrevistados, los hombres participaban
en la recogida de agua, mientras que en el resto de l o s cinco hogares
era responsabilidad de las mujeres. Curiosamente, estas cinco mujeres,
una soltera y cuatro casadas, rondaban o superaban los 50 años de edad
(con maridos de aproximadamente la misma edad o mayores). En los
cuatro casos en los que hombres y mujeres compartían la
responsabilidad de ir a buscar agua, se trataba de parejas jóvenes (de
entre 20 y 30 años) con hijos pequeños. Los cuatro hogares e n l o s
q u e los hombres se encargaban de ir a buscar agua consistían en un
hombre soltero que criaba solo a sus nietos, una pareja de ancianos con
movilidad reducida cuyos nietos les ayudaban a buscar agua, y dos
matrimonios de unos cuarenta años con varios hijos pequeños en la
granja.
Resulta interesante observar que la transformación de las tareas de
recogida de agua y leña se debe a dos factores aparentemente
contradictorios. En primer lugar, están relacionados con el
mantenimiento de "tradiciones" que responsabilizan a las mujeres de las
tareas domésticas. La reciente deforestación y la escasez de agua
obligan a las poblaciones rurales a caminar cada vez más lejos para
encontrar estos recursos. Mientras las mujeres se quedan en casa, son
cada vez más los hombres quienes van a buscar leña y agua tras una
jornada de trabajo agrícola. Como dijo Doña Rigoberta, una mujer
casada de 49 años con diez hijos, "los hombres traen leña de donde
están trabajando" (Doña Rigoberta, entrevista, 23 de octubre de 2014).
En su familia, la leña se recoge actualmente de una parcela de 3,5
hectáreas que su marido y sus hijos alquilan al mayor ganadero de la
comunidad para plantar cereales básicos. Además, en comparación con
hace diez años, también ha aumentado el uso de burros y caballos para
buscar agua en la comunidad, ya que las fuentes de agua están más
alejadas. El hecho de que los animales sean, por lo general,
responsabilidad de los hombres en esta comunidad también puede
explicar por qué los hombres se han implicado cada vez más en la
búsqueda de agua.
Estos ejemplos demuestran que, si bien los roles de género están
cambiando debido a la menor disponibilidad de agua y leña, la
dirección en la que se están transformando está fuertemente
influenciada por las identidades de género hegemónicas que confinan a
las mujeres a la casa y aceptan la movilidad de los hombres, así como
la responsabilidad de manejar el ganado. La segunda razón por la que la
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recogida de agua y leña se ha convertido en una tarea menos femenina
está relacionada con un cambio observable en la distribución de papeles
entre las parejas heterosexuales jóvenes. En las parejas de más edad, las
mujeres se encargan sobre todo de buscar agua, mientras que en las parejas
jóvenes tanto el marido como la mujer comparten esta responsabilidad.

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162 Género, tecnología y desarrollo 20(2)

Los casos de hombres solteros o de hogares en los que abundan los


hombres jóvenes también demuestran que los papeles de género en la
recogida de agua se están transformando. Esta transformación fue
confirmada por Doña Ninoska, una mujer casada de 60 años con seis
hijos y un marido de 71 años.

Doña Ninoska: Los hombres de antes no querían [hacer "trabajo de


mujeres"], por ejemplo a mi esposo no le gusta limpiar la estufa. [...]. Él
dice: 'Yo no soy gay, él dice: 'Yo no soy mujer'. No le gusta. Y prefiere
morirse de hambre que encender el fuego.
Yo: Si no hay nadie, a lo mejor lo enciende él.
Doña Ninoska: No, aunque no haya nadie no lo enciende[...]. Los jóvenes de
hoy [son diferentes]. Por ejemplo mis hijos cocinan. Cuando yo no estoy en
casa ellos se cocinan, [hacen] sus huevos, sus tortillas...8 (Doña Ninoska,
entrevista, 12 de agosto de 2014)

Vi personalmente a uno de los hijos de Doña Ninoska, un hombre


casado de 38 años con tres hijos, cocinando en casa y buscando agua.
También trabaja en la escuela primaria de su hijo de ocho años, donde
participa cocinando los alimentos que recibe a través de un programa
escolar gubernamental. En mis entrevistas, fueron sobre todo las
personas mayores de 40 años las que notaron cambios en las relaciones
de género. Algunos de los entrevistados atribuyeron las condiciones
que facilitan estos cambios a las políticas gubernamentales que
promueven la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Como
explicó Doña Rosibel, una mujer casada de 48 años,

Entonces era más difícil porque mira, si estaba en la casa [mi marido] don
Lalo, que es el hombre, y decía "mira, aquí te pongo este saco de judías y no
lo toques", así tenía que ser. Es verdad que en esos tiempos era así: el
hombre decidía todo y el hombre mandaba. [...] Hoy [es diferente]... y eso
se lo agradezco mucho a [la esposa del Presidente] doña Rosario Murillo y a
[el Presidente] don Daniel Ortega porque ellos pusieron esos límites que
dicen que yo tengo tantos derechos como mi esposo y entonces te puedo
decir que me parece bien, me gusta. (Doña Rosibel, entrevista 25 de abril de
2014)

Los cambios en los roles de género no sólo están relacionados con las
medidas gubernamentales mencionadas por Doña Rosibel, de las que
hablo en detalle en otro lugar (Gonda, s.f.). También están relacionados
con la disminución de la producción de maíz debido a las sequías cada
vez más recurrentes, la disminución de la fertilidad de la tierra y la falta
de apoyo técnico y económico para los pequeños agricultores.
Curiosamente, algunas mujeres establecieron el vínculo entre la
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disminución de la productividad de la tierra y el agua

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Gonda 163

de las tareas tradicionalmente asumidas por las mujeres. Por ejemplo,


Doña Fernanda, una mujer de unos 30 años de una comunidad de otra
región agroecológica (húmeda) que también sufre los efectos de la
sequía, me contó lo siguiente:

Antes las mujeres solían hacer más tortillas [. ] Ahora, sólo la yuca y la
plátano. Y antes comíamos más tortillas. [Había] más maíz. Antes se
cosechaba en grandes cantidades, bastante. Y ahora, sólo unas pocas
cosechas son buenas. Las tierras se han agotado. (Doña Fernanda,
Entrevista, 26 de junio de 2013)

Doña Fernanda explicó que en su juventud, las mujeres solían dedicar


una hora, generalmente, de 3 a 4 de la mañana, a preparar tortillas para
el desayuno y continuaban preparando tortillas frescas tres veces al día.
Ahora, debido al menor consumo de tortillas provocado por la menor
producción de maíz y la menor disponibilidad de leña, esta obligación
se ha suavizado. De hecho, la yuca o el plátano hervidos que se sirven
cada vez más en las comidas en lugar de la tortilla requieren menos
leña y tiempo de preparación. Esto muestra cómo los roles atribuidos a
las mujeres están cambiando debido a la disminución de la producción
de maíz, que puede estar relacionada con las sequías, pero también con
el cambio de precios, la presión sobre el uso de la tierra, el aumento de
la importación barata de alimentos básicos y el aumento del consumo
de trigo y pan de las pequeñas panaderías y las grandes tiendas de
comestibles. Doña Fernanda explicó que, en este caso, la disminución
del consumo de maíz y de la disponibilidad de leña se tradujo en más
horas de sueño para ella, un cambio que consideró positivo.

Conclusión
La introducción de cocinas mejoradas y depósitos de agua como
"tecnologías" de adaptación al cambio climático sensibles al género
intenta transformar a los sujetos, en particular a las mujeres, "en una
cierta dirección de mejora" (Scott, 1995, p. 200 citado en Rankin, 2001,
p. 30) coherente con los roles de género predominantes que se
consideran "tradicionales" e inmutables. Esto se hace a través del
cultivo discursivo de la mujer vulnerable pero ecologista que lleva a
cabo la adaptación al cambio climático tanto para desafiar su
vulnerabilidad como porque está "naturalmente" llamada a hacerlo por
sus roles de género. Con este objetivo, los proyectos de cambio
climático se apropian del vocabulario del empoderamiento, ilustrado
por las intenciones del personal del proyecto de garantizar que las
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mujeres sean las beneficiarias directas y las usuarias.

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164 Género, tecnología y desarrollo 20(2)

de las estufas estampando su firma. Pero la escasa comprensión de los


llamados roles de género "tradicionales" hace que la introducción de
estufas de leña o depósitos de agua sirva principalmente a los intereses
de los hombres, en lugar de lograr el doble resultado de adaptación al
cambio climático e igualdad de género. Esto ocurre no sólo porque se
alivian las tareas masculinas, sino también porque no se abordan las
relaciones patriarcales de desigualdad. Promover "tecnologías" de
adaptación al cambio climático para las mujeres que refuerzan los roles
de género "tradicionales" es, por tanto, problemático. Estos roles de
género "tradicionales" no son tan "tradicionales" como los imaginan los
profesionales del cambio cli- mático. Además, esta interpretación hace
que la adaptación al cambio climático, junto con la búsqueda de agua y
leña, forme parte de las funciones reproductivas de las mujeres.
Además, como demuestran mis observaciones y entrevistas, los roles de
género están cambiando, algo que las intervenciones sobre el cambio
climático tienden a pasar por alto. Es una lástima, porque estas
intervenciones podrían, de hecho, basarse en estas relaciones de género
transformadas, especialmente cuando son positivas. Tampoco se
menciona mucho en el ámbito del cambio climático el hecho de que los
papeles "tradicionales" de la mujer, como hacer tortillas, pueden
resultar menos gravosos bajo los efectos del cambio climático.
Los investigadores y profesionales de la adaptación deben incluir
mejor la perspectiva feminista en sus planteamientos sobre el género
cuando apoyan la introducción de "tecnologías" de adaptación en las
comunidades rurales. Significa reconocer que la "tecnología" y el
género son co-constitutivos tanto a nivel material como simbólico, que
el género como factor opresor o privilegiador nunca actúa por sí solo, y
que las "tecno- logías" de adaptación al cambio climático son un
artefacto de poder. El enfoque feminista puede ayudar a centrarse en el
papel transformador del género en lugar de centrarse en roles de género
estáticos. También significa prestar más atención a los efectos de los
discursos (de género) (Elmhirst, 2011) sobre las "tecnologías". Por
último, esta perspectiva abre el espacio para hablar de subjetividades
resistentes, por ejemplo, a través de casos de mujeres que no quieren
ser vistas como vulnerables, que ya no van a buscar agua y leña, o de
hombres que asumen roles tradicionalmente atribuidos a las mujeres
como parte de sus estrategias (de género) de adaptación al cambio
climático.
Hacen falta más investigaciones etnográficas sobre la adaptación al
cambio climático que ayuden a detectar la impugnación de las
tecnologías de poder que construyen y refuerzan las identidades de
género hegemónicas. Dicha investigación, por ejemplo, podría
centrarse en analizar las pequeñas resistencias a las "tecnologías" de
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adaptación al cambio cli- mático. El papel de los factores de desventaja
que se entrecruzan en la creación de vulnerabilidades (climáticas) o
influyen en el cambio climático.

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Gonda 165

Hay que tener en cuenta las estrategias de adaptación para explicar por
qué algunas personas adoptan la tecnología y otras no. Estas
impugnaciones, en particular, pueden explicar por qué algunos
proyectos no alcanzan sus objetivos. Las subjetividades y resistencias
de género son importantes. Pueden ayudar a cuestionar los planes de
adaptación "tecnificados" que se dirigen sobre todo a los pequeños
agricultores, a quienes se considera culpables de la deforestación, o a
las mujeres, a quienes se considera atadas a sus roles tradicionales de
género. En una época en la que instituciones como la Organización de
las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) o el
Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (GCIAI)
abogan por la adaptación de la agricultura al cambio climático, es
necesario profundizar en el debate sobre la adaptación al género de las
"tecnologías" de adaptación que se promueven. Si bien este debate ya se
ha iniciado (Twyman, Bernier, Muriel, Paz, Ortega y Koningstein,
2015), las académicas y profesionales feministas tienen la
responsabilidad de impulsarlo.

Notas
1. En todo el artículo utilizo la palabra "tecnología" entre comillas porque,
como demostraré más adelante, la propia definición de lo que se considera
"tecnología" de adaptación al cambio climático y lo que queda fuera de esta
denominación está imbricada en las relaciones de poder. Cuando utilizo otras
palabras entre comillas simples es también para poner de relieve las
relaciones de poder que determinan la elección de la formulación.
2. División administrativa de Nicaragua.
3. Todas las traducciones al inglés de las entrevistas y los documentos,
originalmente escritos en español, son mías.
4. Se han cambiado todos los nombres.
5. La palabra utilizada en español era "tecnificado".
6. Basándome en la definición de Margaret Wetherell y Nigel Edley (1999),
defino las identidades de género hegemónicas como la forma en que
mujeres y hombres "se ajustan a un ideal y se convierten en tipos cómplices
o resistentes, sin que ninguno consiga encarnar exactamente ese ideal"
(Wetherell & Edley, 1999, p. 337; citado en Connell & Messerschmidt,
2005, p. 84).
7. La investigación de Terry Sunderland et al. (2014) sugiere que los hombres se
dedican más a la recogida de leña que las mujeres en América Latina en
comparación con otras regiones del mundo como África. Lo interesante para
mi argumento es que, a pesar de esta observación, el discurso sobre el cambio
climático atribuye a las mujeres la responsabilidad de la recogida de leña en
todas partes, como si el mundo fuera a ser un lugar homogéneo. Además,
mis entrevistas muestran una evolución en el sentido de que, con la
creciente escasez de agua, son cada vez más los hombres quienes se
encargan de buscarla.
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8. Las tortillas son tartaletas hechas de maíz que los nicaragüenses suelen
comer con la mayoría de sus comidas.

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166 Género, tecnología y desarrollo 20(2)

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