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CENSURA EN LA ESPAÑA ILUSTRADA

Durante la Ilustración española se llevó a cabo un intenso programa de censura con


el objetivo principal de impedir la expansión y difusión de ideas revolucionarias
ilustradas y de pensamientos contrarios al dogma que se había impuesto en la
religión cristiana. La creación libre de los autores y el comercio de los libreros
estaban legalmente limitados en estos momentos por dos tipos de censura: la civil,
llevada a cabo por el Consejo de Castilla, que era previa a la impresión y que se
llevaba a cabo en todos los dominios de la Monarquía; y la de carácter religioso, que
dependía del Santo Oficio de la Inquisición, que actuaba sobre libros ya impresos y,
mayoritariamente, sobre aquellos provenientes del extranjero.
Nos encontramos en este momento con distintos autores cuya lectura y difusión
estaba prohibida, como Lutero, Erasmo o Voltaire. Además, habían otras obras de
autores distintos que también eran objeto de censura y estaban consideradas
inadecuadas, como algunas de Dante, Petrarca, Bocaccio, Maquiavelo o Cervantes.
También existía un tipo de censura institucional en la universidad, con un grupo de
profesores interesados por las nuevas ideas perseguidos por otros. De esta forma,
el proceso de ilustración en España tuvo un desarrollo muy progresivo, con el
estancamiento y la nula difusión de muchas ideas.
De esta forma, observamos como la Inquisición se integra en el sistema polisinodial
de la monarquía, pues resulta una estructura muy eficaz. El examen previo de la
obra dependía del Consejo de Castilla mientras que las competencias del Santo
Oficio comenzaban en las fronteras del reino, ya fuesen terrestres o marítimas, por
medio de comisarios. Si los libros eran prohibidos o se cercaba sobre ellos la
sospecha de incumplir la normativa, eran enviados de inmediato para su censura al
tribunal correspondiente. Dentro del territorio español, los libreros estaban obligados
a presentar al comisario de turno el inventario de todos los libros recibidos. La
censura, por tanto, se enmarcaba en extensos mecanismos administrativos y
judiciales.
Tras la Constitución de Cádiz, la actividad censora merma por parte del Consejo de
Castilla y de la Inquisición, pues se consagra un cambio político. No obstante, este
desmantelamiento de las estructuras políticas existentes no se llevó a cabo de
repente, sino que fue progresivo y lento.
CENSURA GUBERNAMENTAL:
El órgano de censura regio era el Consejo de Castilla, que debía velar por el orden
establecido y ejercer así el control ideológico sobre la nación y el conjunto de los
ciudadanos que habitaban en el reino. El principal objetivo era evitar que llegasen a
España ideas extranjeras y se difundieran mediante la publicación de obras y libros
que contuviesen dichas ideas. De esta manera, los ilustrados eran bastante
conscientes de que tenía poco margen a la hroa de hablar de lo que era entendido
como “lo político”, es decir, no existía una gran libertad a la hora de hablar sobre las
decisiones regias, los asuntos de guerra o las medidas impositivas, entre otros
muchos asuntos.
Se establece una barrera profiláctica en los Pirineos y se somete, a partir de ahora,
a los puertos marítimos a un control más estricto. El principal objetivo era parar el
ingreso de folletos y obras revolucionarias, así como la impresión o la publicación de
cualquier papel que hablase de la revolución francesa en las publicaciones
periódicas españolas, y que pudiese hacer despertar las ideas revolucionarias
también en España.
La censura civil, es decir, la que llevaba a cabo el Consejo de Castilla, era previa a
la impresión de los documentos en todos los dominios de la Monarquía. El examen
previo de la obra dependía de los criterios establecidos por la legislación real para la
impresión y comercio de libros. No obstante, que una obra fuese autorizada por este
órgano no quería decir que estuviese exenta de pasar el examen inquisitorial.
Tras la promulgación de la Constitución de 1812, se establece la libertad de escribir,
imprimir y publicar las ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o
aprobación alguna anteriores a la publicación en su artículo 371, lo que produjo el
declive de la actividad civil censora.
CENSURA INQUISITORIAL:
A través de ella se desarrolló una amplia dinámica represiva. Es utilizada como un
símbolo, una seña de identidad de las distintas construcciones ideológicas de los
españoles, pues la influencia del Tribunal del Santo Oficio en la cultura y en la
mentalidad fue para los liberales sinónimo de represión sobre el movimiento de
modernización y tolerancia que se fundamentaba en la razón y que se iba
imponiendo en Europa. La Inquisición impidió la difusión del pensamiento ilustrado y
liberal.
La Inquisición llevaba a cabo la censura de los libros ya publicados, sobre todo,
aquellos que provenían del extranjero. Prohibía estas obras mediante Edictos o
disposiciones particulares, así como mediante la publicación de los Índices y
Catálogos de libros prohibidos y expurgados. Estos Edictos se exponían en las
iglesias como aviso público.
El Consejo de la Inquisición era el órgano que se encargaba de tomar la decisión
final, es decir, permitir la lectura y difusión de una obra o prohibirla. Los párrocos,
además, debían advertir a sus fieles de la obligación que tenían de delatar, pues se
les podría imponer una pena de excomunión. En el índice de Valdés de 1559 se
establecen los principios que debían regir la censura inquisitorial, que fueron
reproducidos en los índices posteriores. De hecho, en el siglo XVIII se realizaron
tres reformas, en los años 1707, 1747 y 1790.
En ellos, se remarca que se prohíbe todo aquello que se relacione con la
nigromancia, las ciencias ocultas la astrología y todo aquello que fomente o impulse
la superstición. Además, también se prohíben las obras sin nombre de autor,
impresor, lugar o fecha de edición. Por último, otro elemento que significaba la
prohibición de la obra era que atentasen contra la reputación del prójimo.
Junto a estos inquisidores, nos encontramos a los calificadores, que son los que
debían valorar las diferentes proposiciones del libro. Esta era una labor voluntaria.
Uno de los primeros elementos de juicio que tenían los calificadores era distinguir
entre los autores herejes y los autores católicos, lo que suponía un factor
determinante a la hora de tomar una decisión. Además, las censuras fueron
abandonando de manera progresiva la práctica del expurgo para comenzar a
aplicarse a la totalidad del contenido de la obra.
El proceso de censura se iniciaba de dos maneras distintas, pues por un lado, se
podría dar la interceptación de la obra a través de controles establecidos en las
fronteras, por ejemplo, y por otro, encontramos el elemento de la delación, que se
configura en torno a la obligación de carácter religioso a la que se debían todos los
cristianos. Tras la denuncia, se abría un periodo informativo secreto. El tribunal de
distrito es el que se pronunciaba según los informes emitidos por al menos dos
calificadores. Si estos no discrepaban, se remitía directamente el expediente al
Consejo de la Suprema y General Inquisición, para que culminara el proceso
emitiendo el edicto de condena y la prohibición o expurgo de la obra. Por otro lado,
en caso de que existiese discrepancia, se enviaba a este consejo una copia
completa de las diversas actuaciones que se habían llevado a cabo para que
tomasen una decisión final.
LA PRENSA ILUSTRADA:
La prensa en España tuvo un despertar bastante tardío. No obstante, tras una etapa
fructífera, Floridablanca prohibirá la publicación de todos los periódicos excepto los
oficiales el 24 de febrero de 1791. De esta forma, la Gaceta de Madrid, Mercurio y El
Diario de Madrid fueron las únicas publicaciones exentas de esta supresión. El
objetivo de esta medida era evitar el contagio de las ideas revolucionarias francesas
que habían aflorado sobre todo tras la revolución francesa de 1789.
En estos momentos muchos periódicos se encuentran dentro del Índice último de
libros prohibidos y mandado a expurgar creado por el Santo Oficio de la Inquisición
en el año 1790, con Agustín Rubín de Ceballos como Inquisidor General. Ante el
creciente apego del público general hacia la prensa, Carlos IV mandó una mayor
atención a la censura de los periódicos existentes y la prohibición de la edición de
otros nuevos con la Real Orden del 28 de abril de 1804. Se crean nuevos periódicos
autorizados por el rey y, además, se determina que el Juez de Imprentas sea quien
nombre a los censores.
LA OPINIÓN PÚBLICA:
Durante la época ilustrada, empezaron a producirse numerosas traducciones de
obras extranjeras, publicaciones periódicas, diccionarios de comercio y
enciclopedias con contenidos económicos, que representaron diversas corrientes y
doctrinas socioeconómicas. Este conjunto de nuevas ideas compartieron dos
elementos esenciales, la propuesta de una nueva política reformista basada en el
ideal de felicidad tanto individual como social, y la percepción de un público
relevante, amplio y complejo al que van dirigidos todos estos productos.
Muchas de estas obras estuvieron financiadas por las novedosas Sociedades
Económicas de Amigos del País, que supusieron espacios nuevos de sociabilidad
política. Eran asociaciones cuyo propósito fundamental era la difusión de las nuevas
ideas y conocimientos de la Ilustración. El precedente más importante de estas
sociedades se asienta en la Sociedad Bascongada de Amigos del País, nacida
gracias a las tertulias de ilustrados de las provincias vascas. A partir de 1748, estas
tertulias comienzan a regularizarse y reglamentarse. Según estos estatutos, la
Sociedad nacía con la intención de fomentar la agricultura, la industria, el comercio,
las artes y las ciencias.
El resto de sociedades nacerían gracias al fomento oficial del poder central, que se
establece en el “Discurso sobre el fomento de la industria popular” de Campomanes,
diseñando un plan para crear este tipo de sociedades. Pronto empezaron a llegar
peticiones de diversos puntos del territorio para la fundación de dichas instituciones,
llegando a crearse solo entre 1775 y 1808 un total de 97 sociedades. Esta iniciativa
iba sobre todo dirigida a la nobleza, al clero y las personas acomodadas.
Según el “Discurso sobre el fomento de la industria popular” de Campomanes, las
sociedades deberían de informar al gobierno de la situación económica y social de
los diversos territorios, para aplicar así un sistema de reformas u otro. También
fomentaban la educación mediante la creación de diversas escuelas. No obstante, la
diferencia de intereses de las personas que componían este tipo de instituciones
condenaba al fracaso a muchas de las diferentes iniciativas que se llevaban a cabo.

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