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ARGUEDAS: UN

ESCRITOR
COMPROMETIDO ENSAYO
·12/01/2020·14 MINUTO DE LECTURA·1256 VIEWS

Su escritura plasmaba la realidad que vivió, sintió, sufrió y gozó.


La realidad del conflicto de dos culturas opuestas, encontradas,
controversiales, y a la vez, dos realidades en proceso de fusión,
o mejor, de entrega incondicional…

Por / Rafael P. Alarcón Velandia*


La vida y la obra literaria y social de José María Arguedas está
enmarcada en los hechos sociales y políticos significativos del
Perú en los primeros 60 años del siglo XX: un mundo de
contradicciones, integraciones-desintegraciones, ambivalente
ante una aspirada modernidad en medio de idealismos
capitalistas y socialistas, de pueblos que poco a poco se van
convirtiendo en híbridos, donde se mezclan costumbres,
lenguajes, culturas, explotado y explotador, la lucha por la
supervivencia y el capital, que va labrando la entrada del Perú
ancestral a la modernidad incipiente de lo urbanístico e industrial,
formándose cordones de miseria que se convierten en focos de
conflictos y luchas sociales.
Todo ese proceso que se fue gestando en el Perú desde finales
del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, donde los
habitantes de la sierra –el mundo indígena y campesino– y los
habitantes del litoral –el mundo hispanizado, dueño del poder en
todas sus facetas, de habla hispana– que hasta entonces habían
estado en cierta forma demarcados como explotados y
explotadores, dueños de las tierras y sirvientes de ellas,
marginales e integrados, míticos y protectores de la naturaleza
contra destructores de la misma, colonizadores y colonizados,
todos estos aspectos, construyen en el Perú movimientos de
reivindicación, de integración, de hacer conocer al mundo de la
sierra quechua como una parte importante para el desarrollo
social, político y económico.

José María Arguedas. Foto / Archivo


Pero a la vez, las resistencias del mundo hispánico del litoral y de
los asentados en la sierra, que ven amenazados sus privilegios,
precipitan una serie de conflictos sociales y políticos que
paulatinamente, a través del todo siglo veinte, se transforman en
un estado de hibridez cultural, política, social y económica.
José María Arguedas nace en la sierra, en Andahuaylas, Perú, el
18 de enero del año de 1911. Su madre, Victoria Altamirano
Navarro, murió tres años después; su padre, Víctor Manuel
Arguedas Arellano, fue un abogado que ejerció como juez, un
poco errante por su oficio, alcohólico e inestable emocionalmente.
Al morir la madre en 1914, Arguedas pasa al cuidado de su
abuela paterna Teresa Arellano, y de sus tíos Rosa y José
Manuel, hasta 1917. Su familia hispánica y en cierta forma
terrateniente.
Su padre le influye modelos del mundo occidental hispánico. Es
criado de los 6 a los 10 años por una comunidad indígena
quechua donde adquiere su lenguaje e introyecta su cultura –que
la sigue conservando, profundizando y defendiendo durante toda
su vida, hasta creer que es parte de ellos–, desde allí pretende
integrarse al mundo hispánico y católico de los colegios y las
universidades en las cuales se forma y posteriormente trabaja.
Esos mundos peruanos plagados de contradicciones y luchas se
convierten en el mundo personal y literario de José María
Arguedas. No hay obra de él que no refleje la realidad que
observó, experimentó y vivió, pero al mismo tiempo la llenó de
ficción con maestría literaria, dejando un rastro permanente de su
sufrimiento existencial personal, autobiográfico, hasta el 28 de
noviembre de 1969 cuando se disparó en su cabeza para morir
cuatro días después.
En varias oportunidades declaró Arguedas que vivió su primera
infancia con una sensación de abandono, de maltrato,
compensado en parte por su relación de aprecio, admiración y
temor hacia su padre, y la comunidad indígena que lo acogió y le
impregnó de su cultura.
Hay polémica entre los estudiosos de Arguedas en cuanto unos
sustentan que él definitivamente se convirtió en un indígena
quechua comunitario; otros refieren que, aunque se compenetró
con dicha cultura, aprendió su lengua y en cierto modo vivió por
pasajes como ellos, nunca fue totalmente un indio quechua, sabía
que lo amaban, pero al mismo tiempo lo consideraban un blanco
inmerso en ellos.
Esta doble caracterización cultural –marcada por las formas de
pensar y el lenguaje de dos etnias– que formó durante su infancia
y su adolescencia fueron factores fundamentales en la
orientación existencial de su vida, en sus relaciones sociales,
políticas y culturales, plasmada en toda su obra literaria y
antropológica. Expectativas, proyectos, frustraciones y
desesperanzas recorren la vida de Arguedas en su conflicto de
coexistencia en dos mundos aparentemente diferentes e
irreconciliables, vertidos desde sus primeros escritos y su
novela Yawar fiesta, hasta su última novela inconclusa
autobiográfica El zorro de arriba y el zorro de abajo.
Convivir con los indios comuneros Utec-pampa, que se
diferenciaban de otras etnias indígenas por incorporar un sentido
especial de felicidad y libertad compenetrados con la naturaleza –
a la cual defendían ante la amenaza devastadora del hombre
occidental que invadía sus terrenos y se asentaba en ellos para
destruir y someter tanto a campesinos como indígenas– marcó el
sentido de pertenencia de Arguedas a dicha etnia, su defensa y
su lucha contra el hombre blanco occidental tanto de la serranía
como del litoral peruano.

CONTEXTO DE FORMACIÓN ACADÉMICA


E INFLUENCIAS

En 1917 en Puquio ingresa a la escuela de Aurelio Bendezú a


aprender a leer y escribir en castellano. En 1928 su padre se
traslada a Huancayo, lo matricula en el Colegio Santa Isabel para
continuar los estudios secundarios. En dicho colegio empieza a
confrontar sus dos mundos culturales, pero especialmente a
entender a la etnia blanca de la sierra en su cultura y su lenguaje.
Allí es influenciado por el profesor de ciencias Mariano Kléskovic
para iniciar la lectura de los libros de Víctor Hugo.
En 1928, en una ceremonia del 28 de julio, lee su proclama La
patria será grande, la cual aparece en el primer número
de Antorcha, su primera revista que funda con unos amigos del
colegio, donde deja intuir su proyecto social y de escritor.
En 1931, a los 20 años, ingresa a la Facultad de Letras de la
Universidad de San Marcos en Lima. Posteriormente funda su
segunda revista, Palabra, en donde consignará en diferentes
géneros literarios, desde los cuentos hasta los ensayos, cada una
de sus inquietudes intelectuales relacionadas con la situación
social, histórica y política del Perú de su época, pero al mismo
tiempo tratando de hacer entender al resto del mundo que la
visión que tienen de un indígena serrano es errada, incluyendo a
su admirado Mariátegui –pensaba que éste se alejaba de la
realidad de dicho indígena y que sólo teorizaba sobre ella, que no
la había vivido como él, que no le entendía perfectamente su
cultura y su lengua, por ello encontraba imprecisiones en sus
textos–.
Las lecturas de Dilthey marcaron el camino para entender al
hombre y las ciencias, del espíritu y de la naturaleza. Lee con
especial esmero y análisis las siguientes obras: El mundo
histórico, Psicología y teoría del conocimiento, Vida y poesía,
Crítica de la razón histórica. En dichas páginas encuentra
elementos conceptuales para tratar de entender al hombre, su
mundo interior y exterior, el papel de la comprensión. La relación
de Arguedas con Dilthey se evidencia muy bien en un artículo
que escribió en 1953 titulado La sierra en el proceso de la cultura
peruana, citando apartes de Vida y poesía. Toma las enseñanzas
de Dilthey sobre la obra de arte, el artista y su mundo, y los
ceñimientos de lo universal.
La valoración del mundo andino de la sierra por Arguedas era, al
mismo tiempo, su autovaloración, y ello lo conducía a una
escritura creativa, impregnada de realidad y de fantasía, de
significados. Era una creatividad derivada de las experiencias e
interpretación de los mundos indígena y occidental, que se
desconocían, pero que se acercaban en un proceso de
modernización industrial, capitalista, muy desigual entre las
partes.
Termina su carrera en 1937, a los 26 años. Dos años después,
1939, culmina su tesis de bachiller con el trabajo La canción
popular mestiza: su valor poético y sus posibilidades.
De 1939 en adelante se dedica a estudiar diversas
manifestaciones del folclor de la sierra peruana, los mitos
indígenas quechuas, las condiciones socio-políticas de dicha
región; estudios que nunca abandonó, por el contrario, los fue
profundizando a través de los años, registrándolos en diversas
publicaciones de revistas, libros, en parte vertidas en forma
realista ficcional en sus novelas, con un excelente método
descriptivo y narrativo.
Además, asistió a innumerables reuniones, coloquios, encuentros
y congresos de literatura, antropología y sociología en el Perú,
México, Argentina, Cuba, Guatemala, España, Italia, Alemania
Oriental y Estados Unidos, absorbiendo corrientes diversas sobre
temas culturales, polemizando y replanteando su olfato de
observador agudo, fundamentando la teoría de sus exploraciones
y sus posiciones literarias y etnológicas. El contacto con
escritores como Juan Rulfo, Alejo Carpentier, Juan Carlos Onetti
y Vargas Llosa lo alimenta y contradicen.
De 1958 a 1963 trabaja en la investigación para su tesis doctoral
en Letras y obtiene el doctorados en 1963, con su tesis Las
comunidades de España y del Perú.
El contacto con escritores como Juan Rulfo, Alejo Carpentier,
Juan Carlos Onetti y Vargas Llosa lo alimenta y contradicen.
Fotografía / Archivo

CONTEXTO LITERARIO Y CULTURAL

La obra de Arguedas se debatió entre dos mundos


completamente diferentes, con características propias e historias
propias. El mundo del litoral costeño lo atormentó por la
destrucción y la degradación del hombre, mostrada en la política,
en la industria, en la miseria, en el individualismo opresor, que
transcribe y representa en sus obras.
Le dolió, además, la incorporación de los indígenas quechuas al
mundo del litoral con la paulatina pérdida de su lengua, sus
costumbres, su fraternidad y todo aquello real y fantasioso del
mundo andino. Una fantasía de una unidad nacional impregnó su
pensamiento, donde la miseria y la explotación no fueran la
constante del peruano.
Su escritura plasmaba la realidad que vivió, sintió, sufrió y gozó.
La realidad del conflicto de dos culturas opuestas, encontradas,
controversiales, y a la vez, dos realidades en proceso de fusión, o
mejor, de entrega incondicional, la una –andina quechua–
acercándose a la otra –litoral industrializada, urbana e
hispánica–, pero no en igualdad de condiciones, no con
fraternidad; la primera abandonando su cultura, su lengua, sus
costumbres, proporcionándose lenta y dolorosamente a la otra,
individual, egoísta y explotadora. Pero sus escritos no solamente
revelan el conflicto social de dos comunidades opuestas y
contradictorias, también revelan esa misma lucha en su interior
psíquico, en su proceso de ser, porque el mismo vivió ese mismo
proceso de partir de lo indígena quechua a la urbe hispanizada, y
en ello encontró incomprensiones, violencia, agresión, desprecio,
burla. La pérdida constante del sentido de su vida y la pérdida del
placer por actuar en un mundo que sentía que no le pertenecía y
la necesidad de estar en ese mundo a la vez, combatiéndolo, lo
precipitaban a sus crisis creyendo que había vivido en vano.
Su
parcial origen indígena fue la marca sustancial de su vida y obra.
Fotografía / Archivo
Arguedas parte de la literatura testimonial narrando las
experiencias de su infancia, tanto su integración al mundo cultural
indigenista quechua como de las vivencias de su discriminación y
el maltrato del que fue objeto en infancia. Su posterior proceso de
integración al mundo hispano-parlante y las nuevas formas de ser
marginado y discriminado, pero a la vez sus lecturas y sus inicios
escriturales, le dan el sentido de esa realidad externa que le
había sido ajena, asimilándola y criticándola con esa gran
capacidad de intuición y comprensión que poseía. Podríamos
decir que fue un gran hermenéutico de la realidad, tanto de su
mundo interior como exterior.
En la entrevista concedida a Chester Christian el 3 de agosto de
1966 Arguedas nos relata sobre su proceso escritural así:
Yo puedo escribir poesía en quechua y no lo puedo hacer en
castellano, lo que me está demostrando que mi lengua materna
es el quechua. Los primeros libros que escribí están muy
cargados no solamente de términos quechuas, sino de sintaxis
quechua. Y el problema más agudo que tuve fue el de cómo
describir este mundo que yo había aprendido en quechua,
describirlo en castellano. El castellano realmente me parecía una
lengua muy extranjera. Hice unas adaptaciones del quechua al
castellano, no muy ex profeso, bastante intuitivas, y los primeros
libros están escritos en una especie de jerga…Mi novela Todas
las sangres está escrita en un castellano bastante limpio, pero
con resonancias quechuas evidentes, lo mismo que en todas mis
novelas.
En Cómo me inicié como escritor nos relata sus primeras
motivaciones y retos escriturales:
Yo comencé a escribir cuando leí las primeras narraciones sobre
los indios, los escribían de una forma tan falsa escritores a
quienes yo respeto, de quienes he recibido lecciones como López
Albujar, como Ventura García Calderón. López Albujar conocía a
los indios desde su despacho de Juez de asuntos penales y el
señor Ventura García Calderón no sé cómo había oído hablar de
ellos… En estos relatos estaba tan desfigurado el indio y tan
melosos y tonto el paisaje o tan extraño que dije: “No, yo lo tengo
que escribir tal cual es, porque yo lo he gozado, yo lo he sufrido”
y escribí esos primeros relatos que se publicaron en el pequeño
libro que se llama Agua. (p.39)

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Sus primeros pasos marcados por lo intuitivo y lo autodidacta


fueron seguidos de una formación académica. Ese proyecto de
escritor lo fue cimentando al leer y profundizar las obras de José
Carlos Mariátegui –en su revista Amauta–, Víctor Hugo,
Baudelaire y Honorato de Balzac.
Arguedas en sus obras proyecta esa unidad entre sus mundos
interior y exterior. Su historia personal es la misma historia de un
pueblo indígena serrano que el progreso industrial trata de
culturizar bajo otros valores distintos a sus valores ancestrales,
en donde la coherencia y la fraternidad indígenas se ven
amenazadas por el individualismo creciente de carácter
capitalista del hombre del litoral, donde el ataque a la lengua
quechua y su reemplazo por lo hispanoparlante cada día es más
impactante y destructor.
Ante esto, Arguedas describe sus experiencias, sus testimonios
de la realidad compleja que le tocó vivir, como la introyectaba y la
exponía a través de la escritura de sus libros y artículos.
Esas primeras experiencias infantiles y juveniles de Arguedas las
narra en sus escritos, creando el personaje Ernesto –su propio
yo– en Los ríos profundos, como referente y actor de los sucesos
del mundo de la sierra con su contradicciones, problemáticas
sociales, la explotación de los indígenas y los colonos por los
dueños de las grandes haciendas y de las tierras, donde el
impacto emocional lo sacude de sentimientos de adherencia a
los oprimidos y desvalidos, a ese pueblo quechua del cual se
sentía como uno de ellos; sus escritos poco a poco lo inducen a
la comprensión del sufrimiento personal y del pueblo donde está
inserto, con la característica de integrar o traducir literariamente
del quechua al español las vicisitudes existenciales –propias y
ajenas–, escribiendo en una forma híbrida, como vemos en sus
relatos de Agua (1935), Warma kuray (1935), La muerte de los
Aranco (1955), Hijo solo (1957), El Barranco (1939), La agonía
del Rasu-Ñiti (1961), El sueño del pongo –una obra de la
narración oral quechua que Arguedas escribió primero en dicho
lenguaje y luego la tradujo al español en 1965–.
La compenetración entre el proyecto existencial de Arguedas con
su proyecto de escritor se ve reflejada en el discurso que
pronunció en octubre 1968 al recibir el premio Inca Garcilaso de
la Vega, donde expuso sus ideas fundamentales que le rigieron
durante su vida:
Acepto con regocijo el premio Inca Garcilaso de la Vega, porque
siento que representa el reconocimiento a una obra que pretendió
difundir y contagiar en el espíritu de los lectores el arte de un
individuo quechua moderno que, gracias a la conciencia que
tenía del valor de su cultura, pudo ampliarla y enriquecerla con el
conocimiento, la asimilación del arte creado por otros pueblos
que dispusieron de medios más vastos para expresarse. Yo no
soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como
un demonio feliz, habla en cristiano y en indio, en español y en
quechua. Deseaba convertir esa realidad en lenguaje artístico y
tal parece, según cierto consenso más o menos general, que lo
he conseguido. Por eso recibo el premio Inca Garcilaso de la
Vega con regocijo.

Funeral de
Arguedas. Fotografía / El Comercio
Según Vargas Llosa, Arguedas no se preocupó por la técnica de
la novela y su “único problema teórico que se planteó fue el de
cómo hacer hablar, en las narraciones que escribía en castellano,
a los personajes indios que, en la vida real, hablaban y pensaban
en quechua”. Además, sus obras están plasmadas “por todos los
demonios de su infancia que lo acosaron”.
La reflexión crítica de su pasado y del trascurso de la vida pudo
haberlo llevado a acumular una gran carga existencial que no
deseaba llevar, no la soportaba, que las satisfacciones
producidas ya no le interesaban ni las deseaba en el momento
actual, quería vaciarse, sin sentimientos de reproche, pero sí de
desesperanza; el suicidio era buena opción para volver al vacío,
a la nada.
El 28 de noviembre de 1969 en su oficina de la Universidad
Agraria en Lima se dispara dos tiros en la cabeza, muriendo el
dos de diciembre, dejando en su última obra El zorro de arriba y
el zorro de abajo –novela inconclusa y diarios personales- todo lo
relativo a su existencia, sus proyectos personales, sociales y
literarios; además, los motivos de su suicidio e instrucciones para
su funeral. Hay se acentúa su figura de mito que ya había
empezado a construir en la última década de su vida.

BIBLIOGRAFÍA

o Alemany Bay, Carmen. Cronología de José María Arguedas,


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o Rochabrún, Guillermo. (2011). ¿He vivido en vano? La mesa
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o Torero, Alfredo. (2011). Recogiendo los pasos de José María
Arguedas. Lima: Editorial Juan Gutemberg.
o Vargas Llosa, Mario. Literatura y suicidio: el caso de Arguedas, El
zorro de arriba y el zorro de abajo, Revista Iberoamericana, enero-
junio 1980. Nos.110-111.

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