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Septiembre de 2016
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de un modo muy distinto a como se hacía históricamente y, en ese diálogo,
también nos fuimos re-apropiando valores que no son los propios de la
prisión.
Lo más paradójico fue que, cuando empezamos, las voces más opositoras
eran nuestros propios pares. Era como que había que resistir al "¿acá venís
a estudiar?", "¿ahora venís a estudiar?", "hubieras estudiado antes, no
estarías preso, hubieras sido más pícaro" y cosas por el estilo. En un
principio eran bastante hostiles, como decía, porque implicaba también
romper con ciertas representaciones que muchas veces tenemos quienes
estamos dentro de la prisión, con respecto a lo que es la universidad.
Empieza a fluir toda una serie de contrapuestos en esas representaciones
en las que uno va viendo cómo se idealizan, muchas veces a partir de
determinadas experiencias de vida, los conflictos añorados o los lugares
donde uno no puede acceder o están limitados.
Lo más difícil también fue sortear la no autonomía del cuerpo. Desde que
estábamos en prisión nos decían qué teníamos que hacer, cuándo lo
teníamos que hacer, cómo lo teníamos que hacer, dónde lo teníamos que
hacer y si podía o no podía ser. En ese primer momento creo que
efectivamente fue una aventura en todo sentido: una aventura para la
Universidad, una apuesta institucional por parte de docentes, no
docentes, centro de estudiantes, compañeros que también ponían en esta
experiencia… "ah, le vamos a ir a garantizar el derecho a la educación a
los presos". Entonces, el peso de esa pulseada, de esa tensión caía sobre
los cuerpos atrapados. Había que generar un circuito de condiciones para
las reuniones del Programa, era juntarnos con ellos, pero ellos se iban a
sus casas y nosotros nos quedábamos ahí. El malestar del Servicio y el
malestar del sistema recaían sobre nosotros.
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subjetividad de uno frente a todas esas adversidades o avatares y
reapropiarse uno mismo como sujeto de derechos, como sujeto que tiene
derechos, pero también una responsabilidad y unas obligaciones. Fue el
desafío más descabellado que tiene el Programa, no fue tanto garantizar
el derecho a tomar como estudiantes determinados contenidos y criterios,
sino a que nosotros nos empecemos a reconocer como sujetos de derechos,
que tenemos una identidad y que no había que renegar tanto de esa
historia de vida que nosotros teníamos porque, en definitiva, también era
la historia que queríamos empezar a reconfigurar. Nos puso en un lugar
bastante incómodo porque estábamos entre el antes y el después, el ahora
que uno tiene, en una apuesta institucional a la que también nos llevaban
un poco nuestras convicciones y nuestra ideología, pero que también nos
exigía ponerle el cuerpo.
Tiene que ver esto con una cuestión de la transmisión de valores, no tanto
de contenidos. En esa transmisión de valores lo que uno va haciendo es
reconfigurar preguntas que están todos los días: ¿cómo resignifico mi
sexualidad cuando el sexo opuesto no está para que yo pueda definir mi
preferencia?; ¿cómo significo mi ser padre cuando no puedo tener
relaciones cotidianas y permanentes con mi hijo?; ¿cómo re significó ser
esposo, novio, tío, abuelo? ¿Cómo lo hago conmigo mismo, por un lado,
y qué horizonte de posibilidades se despliegan a partir de esa ajenidad en
el trato con los demás, con el otro?
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que a mí también en lo personal me significó muchísimo, porque era
vencer muchos miedos y muchos impedimentos, yo pensé que la
universidad nunca iba a ser un lugar para mí. En ese momento histórico,
además, en el que los sectores excluidos y marginados estábamos
convencidos de que la universidad era un centro elitista al que solo venían
a estudiar las personas que tenían mucho dinero. Entonces también era
un desafío deconstruir esos prejuicios, esas representaciones que uno
tenía para empezar a apropiarse de un espacio como la universidad en
una institución como la cárcel. De hecho, tuvimos discusiones enormes
con la coordinadora porque había compañeros que ponían de manifiesto
todo el tiempo que eso era solo una virtualidad, que ese espacio o esa
significación como estudiantes universitarios solo se daba en el término
de algunas tutorías que eran dos horas y después se acababa el show.
Algunos de nosotros, realmente lo vivíamos de otro modo: era como que,
justamente, porque te vas, tengo que esperar hasta la semana que viene,
yo tengo un montón de cosas que hacer hasta la semana que viene cuando
vengas; mejoremos esta presencia. Eso dinámicamente te exigía poner la
cabeza en otro lugar que no era el lugar físico de la cárcel de todos los días
y que, como estamos presos, a bancar determinados rituales por parte de
la institución (que se van haciendo hábitos), sino justamente a ver cómo
podíamos no solamente nosotros romper esos hábitos institucionales, sino
también promover a que otros puedan verlos de una manera distinta.
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términos de: “bueno, cuál es la finalidad de la cárcel, qué pretende la
cárcel”, y lo contraponemos con qué es lo que pasa en la realidad, vemos
que tendríamos que repensar muchas cosas para que eso sea posible,
porque si no, volvemos a la distancia que hay entre lo teórico y lo práctico.
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Entonces en el relato y en la construcción de la subjetividad de uno eso
empieza a importar y muchísimo. Y entonces para concluir: ¿por qué no
mejor, como dice Mariano Gutiérrez, pensar en estas estrategias que lo
que hacen, en definitiva, es humanizar las cárceles nada más y nada
menos? Digo, no estamos hablando de cosas que haya que hacer y que
requieran millones de dólares de presupuesto ni setecientas cincuenta mil
cosas tecnológicas, sino, simplemente, un mate compartido, un té frío
muchas veces o esperar media hora para que te traigan del pabellón y
aprovechar para hablar de cosas que te interesan. Son, en definitiva, las
mismas cosas que hablamos en el pasillo, yo y los alumnos de la facultad;
son las mismas cosas que hablamos en el pasillo cuando salimos de clase
en clase con algún profe o con un compañero, en la cola de la cantina.
Por eso, a lo que los exhorto es a que se acerquen al Programa que le hacen
falta muchas manos, muchas voluntades para seguir construyendo esto,
para que esto siga construyendo también las subjetividades de
compañeros y compañeras que están en las cárceles de Córdoba.
Bibliografía
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