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SOY...

TERESA DE JESÚS
Me llamo Teresa de Jesús, así se me conocen y así me doy a conocer. Nací en Ávila, el 28 de marzo
de 1515, sí, ya son ¡500 años! Mi padre era Don Alonso Sánchez de Cepeda. Se
casó con Doña Catalina del Peso y tuvo dos hijos: Juan y María. Se quedó viudo y
se casó con Doña Beatriz de Ahumada, mi madre. Viví rodeada de hermanos y
hermanas, nueve chicos y dos chicas, educados en un ambiente cristiano y con
posibilidades económica.
Me llevaba especialmente bien con Rodrigo. Jugábamos, reíamos, hacíamos
travesuras y leíamos vidas de santos y de mártires. Un día decidimos escaparnos
de la ciudad para morir mártires, porque queríamos estar “para siempre, siempre, siempre” con Jesús,
pero nos encontraron a las afueras y nos llevaron de nuevo a casa. Se nos quedó grabado el deseo de
ser y estar para siempre con Jesús.
Cuando tenía 13 años, mi madre muere repentinamente. La tristeza llenó mi corazón. Ella me
transmitió el amor a la lectura y a Dios a través de la oración.
A mi casa llegaba habitualmente mucha gente, parientes, amigos... Poco a poco fui interesándome por
mi imagen, por la fiestas, por la lectura de libros de caballería... hasta el punto que a mi padre le
pareció demasiado y decidió internarme en un colegio de monjas Agustinas para que se hicieran cargo
de mi educación.
Era el año 1531 y tenía 16 años. En el convento de las Agustinas, conocí a una monja, de la que me
hice muy amiga, Doña María de Briceño. Algo comenzó a cambiarme por dentro. Estuve en el
convento alrededor de año y medio. Tuve que volver a mi casa porque me puse muy enferma. Nunca
tuve buena salud. En el tiempo que tenía que hacer reposo, volví a la costumbre de leer vidas de
santos que me ayudaron a ver la vida de otra manera.
Recuperada, comencé a visitar a una amiga mía, Juana Juárez, que era monja en el convento de la
Encarnación. Estaba segura de que era ésa la vida que tenía que vivir y como no conseguía
convencer a mi padre, me escapé de casa, con mucha pena, el 2 de noviembre de 1532 para ingresar
en el convento de Carmelitas de la Encarnación. Desde ahora seré Teresa de Jesús.
Dos años después, cuando tenía 22 hice la profesión. En ella me comprometí con Dios para siempre.
Este “para siempre” que escuché desde pequeña en mi interior, lo entiendo ahora como lo que no se
acaba y es eterno, es Dios. Pero necesitaré muchos años para aprender a vivirlo. Volví a caer otra vez
enferma, muy grave, en 1539, hasta el punto de entrar en coma. Creyeron que había muerto y si no es
por mi padre, que se resiste a enterrarme, mi vida habría terminado allí.
Después de volver del coma, quedé impedida y postrada en una cama alrededor de tres años, con
muchos dolores, pero poco a poco fui recuperando la movilidad.
Casi sin darme cuenta, volví a apartarme de lo que quería vivir. De nuevo comencé a preocuparme por
mi imagen, por quedar bien, ser simpática y agradable en el locutorio con las personas con las que
hablaba... y también dejé la oración, la relación frecuente con Jesús. Quería hacerlo todo, tenerlo todo,
pero no es posible.
Muere mi padre en 1543 y yo sigo viviendo superficialmente, recibo visitas, salgo a casa de
bienhechores, de amigos, aunque era monja contemplativa. Agradecían mi compañía porque me veían
simpática, inteligente... y así, doce largos años en los que sentía que “por una parte me llamaba Dios y
por otra, yo seguía al mundo” (V 7,17)
A salir de este laberinto me ayudó un padre dominico. Me aconsejó que no dejara la oración por
ninguna razón y así lo hice siempre, aunque algunas veces me resultó muy difícil. Poco a poco fui
viendo que la distancia entre los deseos de servir y amar a Dios y las obras se iba haciendo más
pequeña. Hasta que llegó un momento en el que sentí cómo Dios cambiaba mi corazón, es lo que
llamamos conversión. Ahora en el centro estaba él y cabían a su lado personas, preocupaciones,
tareas..., pero el centro era Él.
A los 41 años y después de esta experiencia de unión estrecha con Dios, con un grupo de hermanas
de la Encarnación decidimos fundar un convento más pequeño, ¡porque en este éramos unas 200
monjas!, Queríamos vivir cómo Dios nos pedía, de una forma más sencilla, menos acomodada, con
menos distracciones que nos alejen de él y con más posibilidades de vivir con la soledad necesaria
para el encuentro con Dios.
No fue fácil, había que pedir permisos, encontrar un lugar, buscar dinero... Hasta el 24 de agosto de
1566 no fue posible. En ese día fundamos en Ávila el convento de San José. Comienza la Reforma del
Carmelo. Desde ahora seremos Carmelitas Descalzas.
A lo largo de estos años, surgen en Europa numerosos grupos religiosos que atacaban a la Iglesia
católica. Felipe II quiso ser gran defensor de la fe y sostuvo muchas luchas con el fin de proteger el
cristianismo. Se crea también una especie de tribunal que juzgaba a aquellos que no practicaban la
religión católica, era la Inquisición. Fueron muy duros y exigentes. Yo me vi sometida a este tribunal.
Que la fe no se apagase en el mundo era mi gran deseo, pero ¿qué podía hacer yo?. Muy poquito. Y
eso poquito decidí hacerlo. Quería que todo el mundo conociera y amara a Jesús. Mi amor por Él iba
aumentando en mi corazón y salía de él en forma de obras. Y lo que hice fue fundar nuevos conventos
en los que podré servir y amar a Dios. Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana,
Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas de Segura, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la Jara,
Palencia, Soria, Granada, Burgos... quizá olvide alguno. Fueron quince años de estar en camino con
muchas dificultades, pero veía que el Señor lo quería. En estos años, también comienza la rama
masculina de la reforma, de la mano de un gran amigo, fray Juan de la Cruz. Necesitaría mucho más
tiempo para hablaros de él, pero seguro que tendréis ocasión de conocerlo.
A petición de mis confesores y para acompañar a mis hermanas en el camino de hacer experiencia de
Dios, escribo varios libros.
Al terminar la fundación de Burgos, de camino a Ávila, enferma y agotada, llego a Alba de Tormes y el
4 de octubre de 1582 con 67 años, me encuentro definitivamente con el Dios que ha ido habitando,
convirtiendo y ensanchando mi corazón…
Es así, que Teresa de Jesús, el 12 de marzo de 1622 es canonizada por el Papa Gregorio XV. El 27
de septiembre de 1970 es proclamada Doctora de la Iglesia por el papa Pablo VI. Y celebramos su
fiesta el 15 de octubre de todos los años, en nuestra institución educativa como Patrona.
RECUERDA QUE:

ACTIVIDADES

1.-¿Qué día de octubre se celebra su festividad?


2.- ¿Con qué hermano se llevaba mejor?
3.- ¿Cuál es el primer apellido de su padre?
4.-¿Dónde nació Santa Teresa? ¿cómo se llamaban sus padres?
5.- ¿Qué rescatas de la vida de Santa Teresa?
8.-¿De qué y cuándo falleció Santa Teresa de Jesús?
9.- En una línea de tiempo describe la vida de Santa Teresa
10.-Elabora un mural, un acróstico, frases de Santa Teresa, pensamientos teresianos

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