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Esterols 2016
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poco Jesús le fue revelando su dolor por el olvido de los pobres, su pena por
la ignorancia que tenían de Él y el deseo de ser amado por ellos. Jesús le pidió
a Madre Teresa que fundase una congregación reli-
giosa –Misioneras de la Caridad– dedicadas al servicio
de los más pobres entre los pobres. Después de casi
dos años de pruebas y de discernimiento, con permi-
so del Papa Pío XII, la Madre Teresa deja el conven-
to de Loreto para vestir con el sari blanco orlado de azul y entrar así en el
mundo de los pobres.
Después de un breve curso con las Hermanas Médicas
Misioneras en Patna, Madre Teresa volvió a Calcuta donde
encontró alojamiento temporal con las Hermanitas de los
Pobres. Comienza allí su visita a los barrios pobres. Visitó a
las familias, lavó las heridas de algunos niños, se ocupó de
un anciano enfermo que estaba extendido en la calle y cui-
dó a una mujer que se estaba muriendo de hambre y de
tuberculosis. Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús
en la Eucaristía y salía de casa, con el rosario en la
mano, para encontrar y servir a Jesús en “los no
deseados, los no amados, aquellos de los que nadie
se ocupaba”. Después de algunos meses comenza-
ron a unirse a ella, una a una, sus antiguas alumnas.
Así fueron naciendo poco a poco las Misioneras de
la Caridad.
Al inicio de los años sesenta, Madre Teresa comenzó a enviar a sus Her-
manas a otras partes de India. En 1965 abrió una casa en Venezuela. Ésta fue
seguida rápidamente por las fundaciones de Roma, Tanzania y, sucesivamente,
en todos los continentes. Comenzando en 1980 y continuando durante la dé-
cada de los años noventa, Madre Teresa abrió casas en casi todos los países
comunistas, incluyendo la antigua Unión Soviética, Albania y Cuba.
Durante estos años de rápido desarrollo, el
mundo comenzó a fijarse en Madre Teresa y en la
obra que ella había iniciado. Numerosos premios,
comenzando por el Premio Indio Padmashri en
1962 y de modo mucho más notorio el Premio
Nóbel de la Paz en 1979, hicieron honra a su obra.
Al mismo tiempo, los medios de comunicación comenzaron a seguir sus acti-
vidades con un interés cada vez mayor. Ella recibió, tanto los premios como la
creciente atención “para gloria de Dios y en nombre de los pobres”.
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Teresa le responde: “Tiene toda la razón. Ese Alguien por quien nosotras hacemos lo
que hacemos es Jesús, bajo el doloroso disfraz de los más pobres entre los pobres”.
Madre Teresa amaba a Jesús por encima de todo.
En todos veía a Jesús y a todos quería llevarlos a
Jesús. Cuando trataba a la gente, se podría decir que
lo suyo era “poner en contacto con Jesús”. A
cada hermana le enseñaba con detalle lo que tenía
que hacer. Por ejemplo: darle al moribundo algo de
comer o, simplemente, sentarse a su lado, rezar a su
lado o afeitarle. Cuando el Papa Juan Pablo II fue a Calcuta, hizo exactamente
lo mismo: lo cogió de la mano, lo llevó hasta el moribundo y le dijo: “Santo
Padre, bendígalo, por favor”. ¡A todos los ponía en contacto con Jesús!
Y esta convicción la quería transmitir a sus dirigidas. En una de sus colo-
quios con ellas dice:
“Recuerdo que una de nuestras hermanas ingresó en la congregación
tras salir de la universidad. Procedía de una familia muy acomodada. Al
día siguiente fue, con otras compañeras, a trabajar en el Hogar del Mori-
bundo abandonado. Antes de salir les dije: «Habéis visto con cuánto
amor y delicadeza trataba el sacerdote, durante la Misa, el Cuerpo de Cris-
to. Aseguraos de hacer lo mismo con los moribundos, puesto que en cada uno de ellos
se encuentra Jesús bajo apariencias de dolor.»
Ya de regreso, la joven corrió hacia mí con una sonrisa muy hermosa
y me dijo: «Madre, durante tres horas he estado tocando el cuerpo de Cristo.» Yo le
pregunté: «¿Qué ha sucedido?» Me contestó: «Al poco de llegar, trajeron a
un hombre recogido por la calle, cubierto de gusanos. No fue fácil, pero
me di cuenta de que en él estaba tocando el cuerpo de Cristo.»
Es verdad, a Jesús lo encontramos en primer lugar en la Eucaristía y,
en segundo lugar, en todo ser humano, especialmente en el que sufre.
Decía: “Jesús nos enseña: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de
estos mis hermanos más pequeños, a Mí me lo hicisteis»”. Y, para explicarlo,
contaba los cinco dedos de su mano diciendo: “¡A-Mí-me-lo-hicisteis”
Un cuestionario de vida
1. ¿Cuál es el peor defecto?... El mal humor.
2. ¿Cuál es la persona más peligrosa?... La men-
tirosa.
3. ¿Cuál es el sentimiento más ruin?... El rencor.
4. ¿Qué es lo más imprescindible?... El hogar.
5. ¿Cuál es el regalo más bello?... El perdón.
6. ¿Cuál es la sensación más grande?... La paz
interior.
7. ¿Cuál es la mayor satisfacción?... El deber
cumplido.
8. ¿Cuál es la fuerza más potente del mundo?...
La fe.
9. ¿Quiénes son las personas más necesarias?...
Los padres.
10. ¿Cuál es la cosa más bella de todas?... El
amor.
¡¡¡Detente!!!
Puedes tener la tentación de leer este folleto sin pararte a pensar.
Madre Teresa veía a Jesús en todos los que le rodeaban. Tú, ¿ves a Jesús en el
otro? ¿En qué personas te cuesta más ver a Jesús? ¿Qué podías hacer
para verlo?
El amor a Jesús nos ayuda a superar todo lo que nos pueda “repugnar” del otro.
¿Cómo podrías amar más a Jesús?
Jesús está en el otro (hermanos, amigos, maestros, monitores, …). ¿En qué cosas
debes mejorar para que tu trato con ellos sea como al mismo Jesús?
Si ves a Jesús en los demás, tendrás un gran amor por todos. ¿Qué puedes hacer
para que desaparezcan de ti las críticas, las murmuraciones, los juicios?
¿Te resulta difícil ver a Jesús en los demás? Actúa de tal manera que los de-
más puedan ver más fácilmente a Jesús en ti.
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Propósito: “Voy a pasar por la vida una sola vez, cualquier cosa buena que yo
pueda hacer o alguna amabilidad que pueda hacer a algún humano,
debo hacerlo ahora, porque no pasare de nuevo por ahí...” (Madre Teresa)
¿Qué es la santidad?
Dice Madre Teresa: “La santidad no es un
lujo de unos pocos. Es un deber simple,
para ti y para mí. La santidad es simplemen-
te aceptar la voluntad de Dios con una
gran sonrisa. Es simplemente aceptarle tal y
como viene a nuestra vida, aceptar que tome de nosotros lo que quiera, que nos lleve
donde Él quiera, sin consultarnos. Nos gusta que nos consulten, pero Él tiene que
poder rompemos en pedazos y que cada piececita sea suya, porque sin Él está
vacía”.
Otras veces explicaba: “La santidad es simplemente un deber para ti y para
mí, porque Dios nos ha creado para cosas más grandes: para amar y ser
amados, para ser santos.”.
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el Señor”. “Seguirle sin mirar atrás, sin temores, creyendo que sólo Jesús es la
vida”.
Tenía claro que santidad no es lo mismo que el “éxito” o que las cosas sal-
gan como deseamos: “Dios no pretende de mí que tenga éxito. Solo exige
que le sea fiel. A los ojos de Dios no son los resultados lo que cuenta. Lo
importante para Él es la fidelidad”.
Revisémonos
Según la Madre Teresa, ¿qué tendrías que hacer tú para ser santo? ¿Por dónde
podrías comenzar?
¿Cuál puede ser el primer impedimento para que comiences en serio el ca-
mino de la santidad?
Santidad es recibirlo todo de Dios y darle todo lo que nos pide. ¿Qué te quiere dar
Dios y tú no terminas de recibirlo? ¿Qué te está pidiendo?
¿Por qué los fallos no son impedimento para ser santos? ¿Qué podrías hacer tú
para que los fallos no te desanimen?
¿Qué significa hacer las cosas con amor? ¿Cómo puedes hacer con amor
las cosas de cada día? ¿Cómo hacer con más amor tus deberes?
¿Por qué se podría decir que la santidad es “obediencia”?
Propósito: “El mundo sería un lugar mucho mejor si todo el mundo sonriera más. Son-
ríe, por lo tanto, muestra alegría y celebra que Dios te ama.” (Madre Teresa)
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condenar a nadie. Podría ser que nosotros fuésemos los responsables de que
otros realicen actos que no nos parecen correctos”.
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¿Cómo va el amor?
¿Cuál debería ser el límite del amor? ¿Hasta dónde llega tu límite?
Lo importante no es lo que hacemos sino el amor que ponemos en lo que hacemos.
¿Todavía haces las cosas porque te toca, porque te lo mandan, porque
no hay remedio? ¿Cómo podrías hacerlas por amor?
Amar también es dejar que otros den. ¿Eres de los que lo saben todo, o te de-
jas enseñar? ¿Te dejas ayudar por los otros? ¿Escuchas y valoras las ini-
ciativas de los demás? ¿Te pones celoso o te alegras cuando otro hace el
bien?
Propósito: “Aceptemos con una sonrisa todo lo que Dios nos manda y démosle
todo lo que nos pide, dispuestos a decir sí a Jesús, aunque no nos pida pare-
cer”
(Madre Teresa)
leras no se habían limpiado nunca. ¡Ni una vez! En pocos días y sin decir mu-
chas palabras, dejaron los baños, wáteres, y pasillos de cada planta limpios. Al
mismo tiempo los niños heridos recibían cariño, fueron lavados y las enferme-
ras recibían ánimo porque estaban desbordadas por el influjo tan grande de
heridos. Su servicio fue casi milagroso, pues decían: el cuidado amoroso de las
hermanas producía un efecto tan fantástico en la recuperación de los niños que se daban
curaciones casi inexplicables.
Madre Teresa nos enseña así que, una manera de examinar nuestro amor,
es revisando de continuo nuestra manera de servir: si nuestro servicio es pobre
y casi “obligado”, es que nuestro amor está también muy flaco y enclenque. A Madre Tere-
sa no hacía falta que le pidieran servir, su amor la llevaba a ser la primera en
los oficios que prácticamente nadie quería.
Y para servir también hay que prepararse, ¡hay que estudiar! Sin el tiempo
que estuvo Madre Teresa aprendiendo elementos de enfermería antes de dedi-
carse a los “más pobres de entre los pobres”, no hubiera podido atender, or-
ganizar y distribuir convenientemente a las hermanas que se dedicaban a los
leprosos, moribundos, enfermos, …
En ella se podían ver vividas las palabras de Jesús: “el que quiera ser grande en-
tre vosotros sea vuestro servidor”. Madre Teresa fue una mujer grandiosa porque
supo convertirse en servidora de todos. No vivía para sí misma, sino que transformó
toda su vida en un servicio a Jesús, bajo el “disfraz” de los más pobres. Entregaba
su libertad sin reservas, hasta “hacerse esclava” y por eso ahora ocupa el pri-
mer lugar, conforme también a lo que enseña Jesús: “el que quiera ser el primero
entre vosotros, sea esclavo de todos”.
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¿Y el servicio?
¿Se podría decir de ti que sólo vives para los demás? ¿Qué no vives para ti?
Si a veces no encuentras sentido a lo que haces, es muy posible que te estés buscando
a ti mismo. ¿En qué cosas puedes estar buscándote a ti mismo?
¿Con frecuencia te piden servir, te recuerdan tus obligaciones? A veces el problema no
es tanto de pereza, sino de falta de amor.
El más preparado puede servir más y mejor. ¿En qué consiste tu preparación?
Propósito: “El santo y seña de los primeros cristianos era la alegría. Así pues, sirva-
mos al Señor con alegría” (Madre Teresa)
E s posible que alguna vez te haya ocurrido: has leído cierta vida de un
santo y, según como esté escrita, te desanimas. Al ver los grandes mi-
lagros que hacía el santo y los prodigios que le rodeaban, crees que la
santidad no es para ti. Pero no es así, Madre Teresa nos demuestra que la san-
tidad no consiste en hacer obras ex-
traordinarias, sino en hacer extraordi-
nariamente bien las obras ordinaras.
¡Las cosas que ella hacía también las po-
demos hacer nosotros! Su vida estaba
llena de estas pequeñas obras de cada día
que se convertían en extraordinarias gra-
cias a su amor. Desde luego, las cosas pe-
queñas solamente son grandes en la medida en que estén impregnadas de
amor. Decía: “No podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas
con un gran amor”. Son cosas pequeñas para los ojos de los hombres, pero
para los ojos de Dios son grandes. Y recomendaba: “seamos fieles en las cosas
pequeñas, porque ahí estará nuestra fortaleza”. “No hay nada que sea pequeño a los ojos de
Dios, y él mismo se tomó la molestia de hacerlas para enseñarnos cómo actuar. Por eso se
transformaron en infinitas”.
La vida de la Madre Teresa estaba llena de múltiples cosas peque-
ñas, pero llenas de mucho amor. Acostumbraba a llevar consigo una bolsa de
la que salían muchos regalos para los demás. En una oportunidad, viajando hacia
Praga en helicóptero, iba sacando y repartiendo cosas ricas entre sus acompa-
ñantes. Luego sacó una tableta de chocolate y, antes de darles a los de su alrede-
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dor, se dirigió hacia los pilotos y les ofreció chocolate. Al bajar del helicóptero,
como era costumbre, los dos pilotos se quedaron a ambos lados de la escalerilla.
Uno de ellos tenía lágrimas en los ojos. Cuando alguien le preguntó la razón,
dijo: es que llevo veinticinco años piloteando este helicóptero, con muchísimos famosos y gente
importante entre los pasajeros, pero nunca había recibido nada de nadie. Hoy ha sido la prime-
ra vez: Madre Teresa me ha dado chocolate y una Medalla Milagrosa.
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Madre Teresa. Las hermanas le dijeron que estaba en la parte de atrás limpian-
do los baños. Al llegar allí la encontró limpiando los wáteres. Ella lo vio entrar
y, tomándolo por un voluntario, le explicó cómo tenía que coger la escobilla y
cómo había que limpiar la taza para no malgastar agua. Después le entregó la
escobilla y lo dejó allí solo. A los quince minutos el señor volvió de los baños,
se dirigió a la Madre Teresa y le dijo: ya he
acabado. ¿Puedo hablar con usted? Ella asintió y el
hombre sacó un sobre del bolsillo diciendo:
Madre Teresa, soy el director de la compañía aérea, le
traigo sus billetes. Quería entregárselos personalmente.
Aquel director contó después la historia mu-
chas veces: Aquellos fueron los veinte minutos más
importantes de mi vida: los que me pasé limpiando
wáteres. Decía que nunca había sentido la ale-
gría que sintió ese día.
que terminó el discurso. Luego buscó la primera cabina telefónica para llamar a
una de las emisoras y preguntar quién era aquella mujer. Buscó la casa de las
hermanas en San Francisco, se confesó y empezó una nueva vida.
¿Cosas pequeñas?
Lo que hace grandes las cosas pequeñas es el amor. Y cuando quitas importancia a
las cosas pequeñas, pierdes fuerza. ¿Cuáles son esas cosas pequeñas que des-
cuidas y puedes hacer con más amor? Haz una lista de al menos 10.
Una de las pequeñas cosas que perdemos es el tiempo. ¿Cómo te podrías organizar
mejor para no perderlo? ¿Por qué el orden facilita el servicio? ¿Cómo puedes ser más
ordenado?
Propósito: “Para Dios no hay nada insignificante. Cuanto más pequeñas sean las
cosas, mayor debe ser el amor que ponemos en hacerlas”. (Madre Teresa)
Sabía escuchar
Sus palabras siempre estaban llenas de sentido. Nunca había nada
superficial en sus conversaciones, ni siquiera en las cosas más pequeñas.
Siempre sabía callar para escuchar. Cuando alguien iba a verla tenía
siempre la impresión de que no esperaba a nadie más. Toda su atención se
centraba en aquella persona por completo. Era como si ella y aquella persona
fueran los únicos que estaban allí. Para ella nunca las visitas eran una molestia.
La otra persona sentía que era para la Madre Teresa la más importante
del mundo. El otro se sentía como si fuera uno de sus mejores amigos.
Decía: “Estar con alguien, escucharle sin mirar el reloj y sin esperar resul-
tados o beneficios nos enseña algo sobre el amor. El éxito del amor reside en el
mismo amor, no en el resultado de ese amor”. Pero tampoco perdía el tiempo en con-
versaciones inútiles. Escuchaba, iba a lo esencial, y con pocas palabras dejaba
satisfecha a la persona con que dialogaba.
¿Cosas pequeñas?
¿Qué hacía de la Madre Teresa una mujer tan bondadosa? ¿Piensa tres aspectos de
su personalidad que te gustan más? ¿Cuál te gustaría vivir?
¿Cómo reaccionas cuando alguien te lleva la contraria? ¿Cómo podrías reaccionar con
bondad?
Madre Teresa sabía escuchar y sus palabras estaban siempre llenas de sentido. ¿Cómo
están tus conversaciones? ¿Escuchas? ¿Hablas y no dejas hablar? ¿Criticas?
El silencio te ayuda a ser amable
Me gusta insistir en la recomendación del silencio.
El silencio de la lengua nos enseñará a hablar a Dios.
El silencio de los ojos nos ayudará a ver a Dios.
Nuestros ojos son como dos ventanas por las cuales puede
entrar o Cristo o el mundo.
A veces necesitamos coraje para mantenernos cerrados.
Mantengamos el silencio del corazón.
Como la Virgen, que todo lo conservaba en su corazón.
Propósito: “Debemos tratar de ser amables y corteses los unos con los
otros, y ser conscientes de que no es posible amar a Cristo si no lo amamos en el prójimo”.
(Madre Teresa)
La Providencia divina
Y Dios cuidaba delicadamente de ellas. Cuenta ella misma: “Recuerdo
que una Hermana vino a decirme: «Madre, no hay arroz para viernes y sábado. Deberíamos
decírselo a la gente». Me sentí sorprendida, porque a lo largo de 25 años jamás había tenido
que escuchar nada semejante. El viernes por la mañana, a eso de las nueve, llegó un camión
cargado con millares de barritas de pan. Nadie en Calcuta supo por qué el gobierno había
cerrado las escuelas, pero el hecho se produjo y todo el pan nos fue traído: durante dos días,
nuestros atendidos pudieron comer pan hasta la saciedad. Yo adiviné por qué Dios había
cerrado las escuelas: quería que nuestros atendidos supiesen que ellos eran más importantes
que la hierba, los pájaros y las flores del campo; que ellos eran sus predilectos. Aquellos
millares de personas debían tener una prueba de que Él los amaba, de que se preocupaba por
ellos. Aquello era una reiterada prueba de la ternura de Dios hacia sus hijos”. Y añadía:
“Creo que en la vida no existe la suerte: todo es amor de Dios”.
Una vez se quedaron sin harina y sin dinero para poder comprar más. La
hermana cocinera se lo dice a la Madre Teresa y ella le responde: “Tú eres la
encargada de la cocina, ¿no? ¡Pues vete a la capilla a rezar!” Y mientras rezaba,
un desconocido llamó al timbre y les entregó un saco de harina.
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De todas maneras
Si haces el bien, te acusarán de tener motivos egoístas,
¡HAZ EL BIEN DE TODAS MANERAS!
El bien que hagas se olvidará mañana,
¡HAZ EL BIEN DE TODAS MANERAS!
La honestidad y la franqueza te hacen vulnerable,
¡SÉ HONESTO Y FRANCO DE TODAS MANERAS!
La gente de verdad necesita ayuda, pero se pueden burlar si lo haces,
¡AYÚDALES DE TODAS MANERAS!
Dale al mundo lo mejor de ti mismo y puede que te critiquen,
¡DALE AL MUNDO LO MEJOR DE TODAS MANERAS!
SÓLO ES POSIBLE SI SE TIENEN LOS OJOS Y EL CORAZÓN EN JESÚS
Ser pobres…
¿Qué aspectos de la pobreza de Madre Teresa te gustan más? ¿Cuáles estás dis-
puesto a imitar? ¿Te parece que alguno no? ¿Por qué?
¿Por qué cuando se vive la pobreza de despierta más la fe y se valoran
las cosas según su justa medida?
¿Qué cosas desperdicias y se podrían aprovechar? ¿Cuidas bien de tus
cosas o eres de los que las echan a perder o las extravían fácilmente?
¿Qué relación tiene la pobreza con la limpieza y el orden?
Explica la frase: tenemos voto de pobreza, no voto de economía.
Propósito: “Quiero ser santo significa: quiero despojarme de todo lo que no es Dios; quie-
ro exprimir mi corazón y vaciarlo de toda cosa creada; quiero vivir en pobreza y
desapego” (Madre Teresa)
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8. El perfume de la humildad
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Ejercicio de humildad
Hablar lo menos posible de sí mismas.
Evitar la curiosidad.
Aceptar las contradicciones con buen humor.
Madre Teresa de Calcuta
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¿Soberbia?
Madre Teresa limpiaba wáteres, ¿qué servicios y actitudes te pueden servir
de antídoto contra la soberbia?
¿Cuáles son los rasgos que te parece que caracterizan a una persona
humilde?
Propósito: “El orgullo lo destruye todo. Imitar a Jesús es la clave para ser mansos y
humildes de corazón”. (Madre Teresa)
U
na de las virtudes que más demuestra la
santidad de una persona es la obedien-
cia. Obedecer es entregar la propia
voluntad a Dios. Es renunciar al propio
plan para vivir enteramente según el plan de Dios.
Obedecer es preguntarle cada día a Dios: ¿qué
quieres que haga? Y Dios suele responder a través
de la autoridad legítima (padres, educadores, mayores, …) o por medio de las
circunstancias (horario, planes, imprevistos, limitaciones, …). Cuando una perso-
na quiere ser obediente, renuncia a lo más íntimo que tiene dentro de sí: su propia voluntad.
No siempre es fácil obedecer, y por ello la obediencia es la piedra de toque para
saber si una persona va caminando seriamente por el camino de la santidad.
Madre Teresa, como todos los santos, se caracterizó por una obediencia fina (en
los más mínimos detalles) y fiel (siempre).
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¿Cómo entendía la obediencia?
En tres consignas se podría resumir la vida de Madre Teresa: “amorosa con-
fianza”, “total entrega” y “¡alegría!”. Tres puntos estrechamente relacionados con
la obediencia. Estaba convencida de que cada día Dios hace el plan para cada uno de
nosotros y nos lo ofrece como un don. La vida de Madre Teresa consistía en intentar adap-
tarse siempre a ese plan que Dios le proponía. Las tres consignas se podrían entender
así: “Amorosa confianza” significaba para ella fiarse plenamente de que
el plan de Dios era lo mejor, aunque en ese momento no lo comprendiera del todo;
“Total entrega” significaba entregarse con completa disponibilidad al
plan que Dios le proponía. Y de estas dos actitudes surgía, como conse-
cuencia, una gran “alegría”.
Para Madre Teresa ser obediente significa no pertenecerse a sí misma,
sino pertenecer por completo a Jesús: “si me entrego totalmente a Jesús, le
pertenezco a Él”. Y por eso estaba dispuesta a que Dios se sirviera de ella
como mejor quisiera, sin que le consultara, sin que le pidiera permiso. Obe-
decer consiste en “aceptar cualquier cosa que Él nos dé y en dar cualquier cosa que Él
nos quite, con una gran sonrisa”.
Y esta disponibilidad que tenía Madre Teresa para los planes de Dios también la
transmitía a sus hermanas. En una ocasión, tres jóvenes hermanas habían acabado
de tener la ceremonia de los votos perpetuos. Como era costumbre, la Madre
Teresa ahora les indicaría su nueva misión. En la tarde del mismo día, encon-
tramos a las tres hermanas en el aeropuerto, cada una con una pequeña caja
bajo el brazo. Cada caja contenía una esterilla enrollada para dormir, dos saris
doblados, una Biblia, un libro de oraciones y unos pocos objetos personales.
Su destino: ¡Argentina! Completamente disponibles para estar allí sirviendo a Jesús al
menos cinco o diez años. Lo que más llamaba la atención de las hermanas era su
expresión: “¡Estamos contentísimas!”. Era la alegría profunda que se experi-
menta cuando nos ponemos totalmente en las manos de Dios.
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La oración y el trabajo
Les decía a las hermanas: hemos de convertir nuestro trabajo en oración. Pero la ga-
rantía de poder hacerlo es asegurando los ratos especiales de oración. Así
lo manifiesta el horario que siguen en sus casas: levantarse a las 4.40; a las 5.00
oración; a las 5.45 Santa Misa con sermón. Después, desayuno y limpieza. Desde
las 8.00 a las 12.30, servicio a los pobres y necesitados. A las 12.30 el almuerzo,
seguido de un breve descanso. A las 14.30, lectura y meditación hasta las 15.00. A
esa hora, el té; desde las 15.15 hasta las 16.30 de la tarde, adoración al Santísimo.
De nuevo, servicio a los pobres hasta las 19.30. A esa hora, cena; a las 21.00 la
oración nocturna; a las 21.45, a dormir.
En una ocasión la superiora de una de las casas, al ver que tenían tanto tra-
bajo con los pobres, le escribió a la Madre Teresa para ver si podían quitar
alguna hora de oración para convertirla en trabajo con los pobres. Madre Te-
resa le contestó que, si tanto trabajo tenían, más bien hacía falta una hora más
de oración. Y explicaba: “Podemos convertir nuestro trabajo en oración. Nunca podre-
mos sustituir la oración por el trabajo”.
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Propósito: “Si buscas a Dios y no sabes por dónde empezar, aprende a rezar y tó-
mate la molestia de rezar todos los días”. (Madre Teresa)
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