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La simbiosis del tiempo en el Otoño del Patriarca.

Por Elkin Franz Quintero Cuéllar

“…volando entre el rumor oscuro de las últimas hojas heladas de su otoño hacia la patria de tinieblas de la
verdad del olvido”.

García Márquez

La historia latinoamericana está nutrida por realidades, leyendas, mitos y cuentos


que con el discurrir del tiempo tejen una multiplicidad de sensaciones y son el objeto de
reflexión, denuncia y crítica de los escritores del Boom. Desde esta perspectiva, “El Otoño
del Patriarca” (García Márquez, 1975) es una anécdota siempre igual, narrada en tono
llano, sereno y por momentos caricaturesco. Seis bloques narrativos sin diálogo y puntos
aparte. Una apuesta literaria que procura la mitificación del sujeto a través del tiempo
desde la experiencia del poder. Esta obra, debe tomarse como un espejo de nuestra
naturaleza, porque en ella se cuenta con rudeza la crueldad, la agonía, excesos y muerte
en épocas de inestabilidad política y social. ¿Acaso el Otoño del Patriarca se convierte en
un eco social o una tragedia tebana en relación con los dictadores como Marcos Pérez
Jiménez, Francisco Franco, Augusto Pinochet, Hugo Chávez o Fidel Castro?

Se podría reflexionar, ¿el tiempo del personaje es el de su crueldad por su mundo


interno o el creado por las prácticas culturales y políticas de la época? Para dar un poco de
luz al tema, los distintos narradores materializan el problema con sus hechos, con los actos
malvados del déspota, la vida pública e íntima, las cuales trenzan a través de un detalle
meticuloso. Se perciben un servilismo en el orden de los decires de los seres que ejecutan,
sirven y observan los sucesos de sus miedos, y que frente a todas esas actitudes parece
materializarse la violencia.

El punto de partida gira en torno a una multitud que invade el palacio en ruinas
para hallar al dictador muerto. Se puede leer “… a lo largo del primer patio, cuyas baldosas
habían cedido a la presión subterránea de la maleza, vimos el retén en desorden de la
guardia fugitiva” (p.7). También, “… y entonces, entreabrió la puerta del dormitorio y se
asomó a la sala de audiencias y se vio así mismo en cámara ardiente” (p.36). A medida que
avanza la narración, las gentes sorprendidas vagan y su conciencia colectiva los rodea y
desplaza hacia el pasado. Los giros narrativos recaen en la conciencia y en lugares
referentes de unos y otros. Siempre en movimiento, una rara mezcla de tiempos y
situaciones que nacen y mueren desde las emociones.

En este orden, el resultado visual de la lectura de las primeras páginas se convierte


en un retrato sobre la percepción y las opiniones que estimula la observación de los
lugares y objetos, y en especial, la experiencia de la muerte. A pesar que la acción del
libro sucede en un lugar del Caribe que no se nombra. El único referente es “… aquella
estación de milagro del Caribe en enero” (p. 26). Igualmente, hay una alusión directa a la
costa por sus prácticas culturales y sociales: “… me vistieron con un traje de flores como
una marimonda” (p. 35) o, “… cuando aflojaba el calor, se sentaba a tomar el fresco de la
tarde debajo de los tamarindos” (p.28). Valdría anotar que, en Colombia, el consumo del
tamarindo se da en su mayoría en la región Caribe. De esta forma, al final del capítulo se
puede leer: “… volvió al dormitorio, abrió la ventana del mar … y vio el acorazado de
siempre … y más allá del acorazado, fondeadas en el mar tenebroso, vio las tres carabelas.”
(p.52). En cuanto a tiempo y lugar existe una imprecisión espacial y temporal; no
obstante, las continuas descripciones permiten inferir que se refiere a una zona caribeña.

Frente a la confusión y ambigüedad temporal que presenta el primer capítulo,


García Márquez utiliza el recurso de la memoria para guardar un equilibrio formal no sólo
hacia el recobro del tiempo, sino hacia su génesis. Entre líneas se lee: “… Dios guarde a
magnífico que resucitó al tercer día de entre los muertos …, él solo era el gobierno, y nadie
entorpecía ni de palabra ni de obra los recursos de su voluntad” (p. 43). Además, plantea la
configuración doble del olvido como tópico ideológico permanente. “… y yo solo me basto
y me sobro para seguir mandando hasta que vuelva a pasar el cometa y no una sino diez
veces, porque lo que soy yo no me pienso morir más” (p. 41). Cierra con: “… porque
Bendición Alvarado no me parió para hacerle caso a los lebrillos sino para mandar, y al fin
y al cabo yo soy yo el que soy yo, y no tú” (p. 31). Las anteriores son evidencias necesarias
para la fundación y firmeza en el poder y a su vez, un olvido como ausencia estructural y
funcional de los pueblos latinoamericanos.
Obviamente, el cambio de narradores y voces narrativas nos permite poner en tela
de juicio los espacios: “… imagínese, una vaca en el balcón de la patria, qué cosa más
inicua, que país de mierda” (p.11). A su vez nos invita a sumergirnos sin temor en los
diversos sucesos políticos, sociales y culturales: “… los tiempos del ruido, el furgón de la
peste, la carroza del año del cometa, el coche fúnebre del progreso dentro del orden, la
limusina del primer siglo de paz” (p.8). Al mismo tiempo, gravitar sobre el eje de la ética, el
poder y el mundo político: “… todo aquello entre el escándalo de los funcionarios vitalicios
… porque nadie sabía quién era quién ni de que parte de quién en aquel palacio de
puertas abiertas dentro de cuyo desorden descomunal era imposible establecer dónde
estaba el gobierno” (p.13). En síntesis, se evidencia una estrategia narrativa que apunta a
la constitución del sentido humano a través de una voz plural y fragmentada, de un
nosotros que no es unitario y del cual, cualquier personaje puede apropiarse.

Es decir, el primer capítulo nos permite renombrar viejas ideas, emociones,


objetos. Y al ritmo de las diversas voces realizar una lectura crítica sobre los juicios de lo
político, estético y ético de las diversas culturas que se disputan el poder. Entonces,
valdría la pena preguntar: ¿qué clase de mundo nos ofrece una visión en redondo de la
vida través de una persona que lo contiene, puede y decide todo? Habría que reflexionar,
en el contexto la actual las teorías emergentes, los nuevos paradigmas, y métodos de
alcanzar el poder, los mecanismos de cohesión social. El Otoño del Patriarca deja en
evidencia las formas, los medios y el tiempo para realizarlo.

Referencias

Celeita, Lola and Neyla Pardo. (1991). Un modelo lingüístico para el análisis integral del discurso:
propuesta metodológica aplicada a “El otoño del patriarca”. Bogotá: Instituto Caro y
Cuervo.

García Márquez, G. (1975). El otoño del patriarca. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.

Garrido, D. A. (1996). El texto narrativo, Editorial Síntesis, Madrid. р. 30, 31, 32.
Ortega, J (1978). “El otoño del patriarca: texto y cultura”. Hispanic Review. p. 421-446.

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