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INTRODUCCIÓN A LA LITERATURA GRIEGA

C. M. BOWRA
1 INTRODUCCIÓN
La literatura como una de las bellas artes ya se cultivaba con distinción en Sumer, Akkad y
Egipto. A mediados del II milenio a. C., los griegos comenzaban ya a mostrar sus capacidades al
ir asimilando la civilización de la Creta minoica, mientras los hititas de Anatolia y el pueblo
semítico de Ugarit (Ras Shamra) al norte de Siria, tenían sus literaturas en plena madurez. De
ellas los griegos pudieron recibir algunas lecciones en lo tocante a las leyendas de los dioses y
hombres, cosmologías y teogonías, plegarias e himnos, panegíricos de los vivos y lamentos de
los muertos. Al llevar a cabo sus empresas militares o comerciales en tierras extranjeras, pudieron
tomar de aquí y de allá leyendas, arti cios o técnicas susceptibles de provechosa utilización para
sus propios nes. Cuanto tomaron los griegos de otro pueblo, lo transformaron de modo que se
adecuase a sus concepciones, y acentuase lo que era peculiarmente suyo tanto en gusto como
en enfoque.
Desde los primeros versos que nos quedan de ellos hasta las producciones del
paganismo agonizante, unos doce siglo posteriores, imprimieron un sello inconfundible a su arte
de la palabra, gracias a su penetrante y generosa noción de lo que podía o no podía hacer.
Siempre obraron en la creencia de que con las palabras no hay que escatimar esfuerzos para
sacar de ellas el máximo provecho y hasta cuando perdido la fogosidad de sus primeros
ímpetus, siguieron teniendo a la literatura en gran estimación y aferrándose a ella como una
reliquia del pasado que todavía no había perdido su capacidad de encantar los oídos de los
hombres.
La literatura griega comienza en la segunda mitad del siglo VIII a. de C. De esa época se
conservan textos cortos, fragmentarios, inscritos o pintados en vasos, o tallados en piedra,
procedentes de Atenas, Ítaca, Peracora en el Golfo de Corinto e Ischia en la Bahía de Nápoles.
Suelen tocar los temas eternos de la jovialidad convivial, la danza, el vino, la amistad y el amor, y
la consagración de objetos a dioses. Textos compuestos en su mayor parte en hexámetros.mNo
hay nada anterior pues los griegos no tuvieron alfabeto hasta mediados del siglo VIII. Este
alfabeto era una versión mejorada del fenicio, con signos tanto para las vocales como para las
consonantes, y en vez de operar con sílabas, como la escritura cuneiforme, lo hacía con letras
singulares.
En estos días aurorales el verso tenía prioridad sobre la prosa. La prosa sirve para
nalidades muy prácticas, pero su elevación a bella arte viene después de que el verso comienza
a revelar sus limitaciones. Los griegos se dejaron guiar por ese su instinto del equilibrio de
formas, que resulta inexplicable, pero que se ha de reconocer como una de sus cualidades más
características.
Más o menso y no muy distintos de ellos son los dos grandes poemas épicos, la Iliada y
la Odisea,, que la Antigüedad atribuía a Homero y que se pueden situar entre el 750 y el 700 a. de
C.. Tras haber sido escritos en época temprana, los fueron copiando a lo largo de los siglos
escribas sucesivos. Se conservan varios centenares: la más antigua un mero fragmento del siglo
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IV a. de C. y la más reciente del siglo XV d. de C. Los poemas homéricos son la primera expresión
plena del espíritu creador helénico. Los restantes fragmentos primitivos, parecidos en lengua y
metro, son los subproductos de un arte panhelénico pujante. Sin embargo, el hexámetro, que
proporciona el metro para todos estos poemas, muestra que esta poesía no es una novedosa
innovación cuando se ofrece por primera vez a nuestro conocimiento. Tras los poemas homéricos
hay todo un pasado cuyas obras no han sobrevivido por no haberse transmitido por escrito en la
ausencia de escritura.
La evolución de este arte perdido se remonta a la primera gran época de Grecia enter el
1600 y el 1200 a. de C. (llamados aqueos y posteriormente micénicos). Aunque esta sociedad
estaba organizada fundamentalmente para la guerra, sabía, empero, cultivar las bellas artes y
exportaba sus mercancías a multitud de tierras lejanas. La poesía ocupaba su puesto entre las
bellas artes, aunque más como un medio para alabar a los príncipes en vida o de conmemorarlos
después de muertos. Esta época tuvo su propio sistema de escritura y sus burócratas
registraban en tablillas de arcilla inventarios y títulos de propiedades, ofrendas a dioses, etc.
Empleaban un silabario de unos 87 signos para las consonantes seguidas de las vocales.
Sistema muy de ciente usado por los escribas a manera de taquigrafía. La poesía se ejecutaba
oralmente y es esta la razón de que no perdure nada anterior a Homero. Con anterioridad existía
una poesía que tras el cataclismo de la invasión doria c. 1200 a. de C., cuyo arte del canto
continuó cultivándose tanto en el continente europeo como en las colonias de Asia Menor, a
partir de c. 1100 a. de C., y que guardaban como un tesoro.
El arte y la técnica de la poesía se transmite de generación en generación gracias a un
entrenamiento riguroso en las necesidades de la composición y de la recitación oral. El joven
bardo aprende de sus mayores las líneas generales del relato, los nombres y las peculiaridades
personales de sus protagonistas, las reglas del metro, los epítetos apropiados para las cosas,
lugares y personas y un ingente acervo de frases formularias que constituyen su principal
material de composición y su constante recurso para enfrentarse con cualquier necesidad. La
frase, una vez que se ha acuñado y contrastado su valor, exige respeto por estar establecida y
venir del pasado. Se la espera y exige en el contexto apropiado. Versa sobre un pasado fenecido
al que, inevitablemente, elementos nuevos penetran en ella y se asimilan a los viejos moldes, pero
muchos de los elementos antiguos perduran.
Detrás de Homero hay una tradición de este tipo que probablemente se remonta a 700
años antes, al apogeo de la Grecia micénica. De dichos bardos no conocemos nada, pero
Homero aprendió su o cio y pudo hacer ese asombroso empleo de ellas. La escuela de Homero
correspondía a Jonia, pero había otras como la de Beocia, que dio origen a Hesíodo en una
generación no muy posterior a Homero; a mediados del siglo VIII Eumelo de Corinto narró las
hazañas pasadas de su pueblo; también en Creta, Chipre y demás.
Cuando la literatura griega empieza para nosotros tiene tras de sí una enorme trayectoria
que pone en contacto el siglo VIII a. de C. con el siglo XVI a través de una sucesión
ininterrumpida de bardos.
La inestimable posesión del hexámetro se evidencia en la serie de frases conservadas en
los poemas homéricos y que delatan su origen micénico. Aunque a menudo están alteradas para
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acomodarse a un uso lingüístico nuevo, si la tradición viva no hubiera estado pertrechada desde
sus inicios con metro tan adaptable, difícilmente hubiera podido ser tan vigorosa ni tan tenaz
como fue. En el ritmo acentual lo que cuenta es la intensidad con que se pronuncia cada sílaba;
en el cuantitativo (ritmo primitivo de los pueblos indoeuropeos, sánscrito y antiguo persa), su
duración al pronunciarse.
La mayoría de la poesía moderna se basa en el acento. Aunque el ritmo depende del
equilibrio en la contraposición de sílabas, acentuadas o inacentuadas, largas o breves, dicho
equilibrio se consigue con medios muy diferentes y no siempre está marcado o es obvio, ya que
el acento en cada sonido puede variar de volumen por antojo del hablante o por exigencia del
sentido y no siempre podemos decir qué sílabas son las acentuadas y cuáles no. Lo que en
manos no apropiadas pude conducir a que un verso carezca de ritmo de nido, de estructura y de
equilibrio. Por el contrario, el verso cuantitativo se basa en el supuesto de que una sílaba larga
exige el doble de tiempo para pronunciarse que una breve, lo cual implica que la totalidad del
sistema sea más regular, tenga más consistencia y disciplina. Es un sistema sin ambigüedad que
depara un alto grado de exactitud a las relaciones mutuas de las sílabas y asegura entre ellas el
equilibrio indispensable para todo ritmo efectivo.
El hexámetro griego se bas en la cantidad. Consiste en seis pies, cada uno de los cuales
es en teoría un dáctilo, es decir, una sílaba larga seguida de dos breves, pero en la práctica al
dáctilo le puede sustituir el espondeo, es decir, dos largas y en el último pie el dáctilo no se usa
jamás, tal vez para indicar con ello el n del verso.
No sabemos dónde se inventó el hexámetro. Nada parecido existe ni en la versi cación
semítica ni en la hitita. Quizá fuera un préstamo de la Creta minoica, pero nada sabemos de su
perdido lenguaje. Es verosímil que sea una invención griega basado en el sistema original
indoeuropeo de la cantidad, alentado por la naturaleza de la lengua griega que se adapta muy
bien a él, y no porque sea fácil de componer, que no lo es, sino porque se acomoda al genio de la
lengua griega por su capacidad para cambiar su tempo y su equilibrio interior, pudiéndose
adecuar por ello a una gran variedad de sentimientos.
La poesía oral de las épocas oscuras de Grecia, antes de la llegada del nuevo alfabeto y
de la aparición de Homero, no se la puede menospreciar como mero interludio entre las glorias
de Micenas y los albores de la Grecia histórica, se disipó en el aire pero señaló el camino que
había de tomar la literatura, y a ella se deben ciertas de sus características predominantes, como
la mezcla de convención y originalidad, la capacidad de mantenerse el a las viejas formas y de
adaptarlas a nuevos nes. En la épica, que toma su técnica y sus materiales de un pasado
remoto, conserva los temas antiguos en su integridad y no se le ocurre entremezclarlos con
temas modernos. Tanto la tragedia como la comedia orecieron sobre primitivas convenciones
que heredaron de ritos religiosos y que jamás creyeron oportuno abandonar; el canto coral nació
de la danza; y la historia con Heródoto conservó muchas de las normas del antiguo estilo del
relato, según se practicaba al aire libre en las ciudades y pueblos de Grecia; el diálogo hábil y
sutil de Platón; los idilios pastorales de Teócrito.
Buscaban también novedades y las encontraban, pero dentro de un esquema tradicional,
no a costa de romperlo. Cuando a mediados del siglo V revolucionaron la lengua d ela lérica oral
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en el ditirambo y trataron de hacerla más exuberante e ingeniosa de lo que en realidad podían
esperar que fuera, su fracaso en última estancia se basó en ejemplos del pasado que quizá se
entendieron equivocadamente, pero que al menos se entendieron y establecieron. Se dieron
cuenta de que no bastaba con copiar las realizaciones del pasado y de que era preciso el
adaptarlas constantemente; el asimilarlas y añadirlas algo, ya fuera el hacer una ligera
modi cación en una antigua conseja, o el dar una interpretación nueva a un suceso ya relatado
mil veces. Con ello evitaban anquilosar su capacidad creadora y convertirse en meros imitadores.
EL hexámetro continuó empleándose durante siglos y en su debido momento se le hizo
pasar del relato de las hazañas de los dioses y de los héroes a otros temas: la agricultura, la
naturaleza del ser, las creencias religiosas, el buen yantar, los oráculos de los dioses, los dichos
proverbiales, las costumbres de los peces y o dios, las órbitas de las estrellas, los epita os y las
dedicaciones.
EL canto oral también evolucionó, de simple acompañamiento de danza, sus palabras
fueron adquiriendo ritmos atractivos a partir del movimiento de la danza. En el siglo VIII Alemán
pudo construir una estrofa rme y variada a base de unidades métricas que se equilibran y se
completan mutuamente gracias a sus diferencias de ritmo. En el siglo V Píndaro y los trágicos
áticos escribieron cantos corales mucho más complejos, tanto por la naturaleza de sus unidades
métricas como por la combinación de éstas dentro de un esquema métrico único que se
adecuaban a las exigencias de la danza a la que acompañaban e ilustraban. Incluso el dístico
elegíaco, que duró tanto tiempo, que duró tanto tiempo como el hexámetro y deriva de él. fue en
principio un canto con acompañamiento de auta (medio expresivo de coyunturas conviviales,
dedicatorias a los dioses y epita os de los muertos.
En todas las manifestaciones de su poesía asumían que las palabras debían tener una
disposición métrica regular. Sus leyes métricas son mucho más exactas que el paralelismo de la
antigua de la antigua poesía semítica o la aliteración del germánico. No emplearon la rima pues el
verso y la estrofa tenían de por sí existencia en su propia fuerza melódica y no necesitaban
ninguna ayuda extraña. Observaron reglas muy estrictas de prosodia, colocando en el hexámetro
una cesura o corte. La poesía griega tiene elegancia formal y una disciplina que refrena las
palabras y acrecienta con ello su e cacia, lo que obligó a los poetas a prestar una atención
cuidadosa a lo que se disponían a decir y a escoger sus palabras con meticuloso discernimiento.
La épica estaba en posesión de un amplio repertorio de frases, que con el tiempo
quedaron consagradas y se hicieron indispensables a todos los poetas anteriores a la escritura. El
lenguaje de los poemas homéricos jamás lo habló hombre alguno. Es una creación arti cial
destinada a la recitación oral. Contiene palabras nuevas y viejas, formas arti ciales acuñadas
para subvenir a las necesidades del metro, vocablos tomados de lugares y dialectos diferentes,
palabras forjadas en desafío a la lología sobre viejos modelos, otras cuyo signi cado originario
se había olvidado y a las que se confería uno nuevo. 23
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