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1)

Por otro lado hoy en día, la información personal se ha convertido en un activo

económico valioso, pero también conlleva riesgos significativos por su uso irresponsable.

En la era digital, la gestión de la información privada se ha vuelto un tema central en la

conversación sobre la privacidad y la seguridad en línea. La utilización indebida o la divulgación

sin permiso de la información privada de los usuarios puede tener consecuencias no deseadas en la

vida de las personas.” (Argente, etal. 2017, p.107). La cita subraya la importancia crítica de

proteger la información privada en línea para evitar consecuencias negativas en la vida de las

personas. Destaca la necesidad de gestionar éticamente los datos personales, reconociendo la

vulnerabilidad que implica su mal uso o divulgación no autorizada. Las grandes plataformas de

redes sociales capturan y retienen una enorme cantidad de datos de sus usuarios, los cuales

incluyen detalles sensibles y privados sobre sus vidas. La filtración, manipulación,

comercialización o empleo no ético de estos datos tiene el potencial de dañar seriamente la

reputación, la empleabilidad, las finanzas, la estabilidad emocional o las relaciones

interpersonales de los individuos. Es por ello que dichas plataformas tienen la profunda

responsabilidad ética de custodiar y gestionar esta información de forma prudente y

respetuosa. Tienen el deber de honrar y proteger la confianza que los usuarios han

depositado en ellas al compartir información personal. De lo contrario, se estarían

aprovechando de su posición de poder sobre los datos personales sin considerar

adecuadamente las consecuencias adversas que esto podría tener sobre los legítimos dueños

de dicha información.

2)
La adicción a redes sociales está fuertemente asociada a problemas de salud mental según

evidencia reciente En el panorama contemporáneo, el auge del uso de redes sociales ha

transformado la manera en que las personas se relacionan y consumen información. No obstante,

este aumento significativo en el tiempo dedicado a estas plataformas ha suscitado inquietudes en

relación con posibles impactos en la salud mental. "El aumento del tiempo dedicado al uso de las

redes sociales está relacionado con la sensación de aislamiento del mundo real, lo que puede

contribuir al desarrollo de trastornos mentales” (Rodrigues, 2020, par 2). El tiempo creciente

dedicado a las redes sociales se vincula con la sensación de aislamiento en el mundo real,

planteando la posibilidad de contribuir al desarrollo de trastornos mentales.

Esto responde a que los espacios virtuales, a pesar de su apariencia de hiperconexión,

distorsionan los vínculos interpersonales, los simplifican y los vuelven efímeros. Ese brillo de

irrealidad termina por desconectar a muchos usuarios. A la vez, la sobreexposición constante a

estímulos digitales altera los circuitos cerebrales de recompensa, generando ansiedad y frustración.

Más allá de esto, el bombardeo de estímulos sociales falsos crea una sensación ilusa de validación y

éxito que resulta altamente adictiva. Los "me gusta", los comentarios y las visualizaciones activan

centros placenteros del cerebro, lo cual refuerza conductas de uso compulsivo. Simultáneamente,

ver el aparente éxito social de otros en estas plataformas dispara sentimientos de insuficiencia

personal e infelicidad. Es una espiral que no ayuda a la autoestima y desensibiliza el placer por

recompensas genuinas. En síntesis, el potencial adictivo de estos entornos digitales representa un

serio problema de salud pública que no podemos pasar por alto. La investigación existente ya

vincula su sobreuso con índices más altos de depresión, trastornos alimenticios, insomnio, entre

muchos otros efectos contraproducentes. Es urgente diseñar estrategias de concientización y

regulación antes de que esta tendencia siga creciendo de forma alarmante.


3)
Por otro lado, es innegable que las redes sociales se han vuelto responsables de facilitar la

propagación masiva de noticias falsas y desinformación en la era contemporánea.

En el panorama digital contemporáneo, la explosión de las redes sociales ha redefinido no

solo la forma en que nos conectamos, sino también cómo recibimos y compartimos información.

[…] las redes sociales (Hao & Basu, 2020), hecho que ha provocado numerosos desafíos

con relación a la comunicación. El más notorio ha sido la elevada difusión de información falsa y

fake news a través de medios digitales como redes sociales, páginas web y canales de mensajería

instantánea como WhatsApp (Catalán-Matamaros,2020, p.1).

La cita destaca el impacto de las redes sociales en el panorama comunicativo actual, subrayando el

notable desafío que enfrentamos: la propagación masiva de información falsa y fake news a través

de diversas plataformas digitales.

Las redes sociales han simplificado enormemente la diseminación de contenidos, veraces o no. Por

su amplio alcance, facilitan que informaciones dudosas lleguen a millones de personas en cuestión

de horas. A esto se suma que los usuarios suelen compartir este tipo de contenidos con poco o

ningún filtro crítico, debido a sesgos cognitivos humanos. Otro factor clave es que el modelo

publicitario de las grandes redes incentiva la viralización de contenidos impactantes, aunque sean

falsos. Un titular falso pero llamativo genera más clicks y shares que un dato veraz expresado de

forma moderada y precisa. Esta lógica del clickbait se impone en plataformas como Facebook o

Twitter. Así, las redes sociales se han vuelto terreno fértil para la viralización instantánea de bulos,

teorías conspirativas y desinformación interesada desde centros de poder económico o político. Su

enorme capacidad de difusión de contenidos, sumada a la escasa reflexión crítica de los usuarios y

los intereses publicitarios, explican por qué se han convertido en uno de los principales canales de

propagación de noticias falsas hoy en día.

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