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Sin embargo, la compasión en relación con la autoestima es mucho más que eso.
En primer lugar, no es un rasgo de carácter inmutable. En realidad, la compasión es una
habilidad, una facultad que puedes adquirir o mejorar. En segundo lugar, la compasión
no es algo que sientes solo hacia los demás. También debería inspirarte a ser amable,
empático y servicial contigo mismo.
La comprensión:
La aceptación:
La aceptación de los demás supone que reconocemos los hechos acerca de ellos
despojados de nuestros juicios habituales.
El perdón:
El verdadero perdón de los demás significa que cerramos las cuentas pendientes.
La persona que te hizo daño no te debe nada. Ya no está en posición de deudor respecto
a lo que haya sucedido. Has abandonado toda idea de venganza, reparación, restitución
o compensación. Afrontas el futuro con una hoja en blanco entre ambos.
1. ¿Qué necesidad estaba (el, ella, yo) intentando satisfacer con su (mi) conducta?
2. ¿Qué creencias o conocimiento influyeron en la conducta?
3. ¿Qué dolor, daño u otros sentimientos influyeron en la conducta?
Luego siguen tres afirmaciones que te recuerdan que puedes aceptar a una
persona sin acusarla o evaluarla, por desgraciadas que puedan haber sido sus elecciones:
Es interesante señalar que estas dos opciones son equivalentes cuando las pones
en práctica. Las dos te liberan de tener que vivir comparándote con los demás y de
hacer constantes juicios sobre tu valor relativo.
La tercera opción es diferente de las dos primeras, sin llegar a ninguna de las
dos. En ella reconoces tu propia experiencia interior del valor humano. Lo
esencial es admitir que tienes un valor personal, según evidencia tu propia
experiencia interior, por breve y ocasional que haya sido.
La cuarta forma de afrontar el problema de la valía es realizar una buena
contemplación de tu persona a través de la lente de la compasión. La compasión
te expresa la esencia de tu carácter de ser humano.
Te puedes perdonar y dejar pasar tus fracasos y errores porque ya has pagado
por ellos. Por nuestra propia constitución, no siempre conocemos el mejor camino, e
incluso conociéndolo, podemos no tener los recursos necesarios para seguirlo. Tu
mérito, por tanto, es que naciste en este lugar y que puedes seguir viviendo en él a pesar
de la enorme dificultad que comporta luchar.
5. La compasión hacia los demás.
Para ser completa, la compasión ha de orientarse tanto hacia uno mismo como
hacia los demás. Puede que ahora te parezca más fácil comprender, aceptar y perdonar
a las personas que te rodean que comprenderte, aceptarte y perdonarte a ti mismo. O
bien puede que, te parezca relativamente fácil sentir compasión por ti mismo. O bien
puede que, te parezca relativamente fácil sentir compasión por ti mismo, pero que te
irriten constantemente los fallos de los demás. Estos dos desequilibrios pueden afectar
a tu autoestima.
6. La empatía.
Un término más adecuado que la compasión hacia los demás es el de empatía.
La empatía consiste en entender de forma clara las ideas y sentimientos de otra persona.
Supone escuchar con atención, hacer preguntas, dejar a un lado los propios juicios de
valor y utilizar la imaginación para comprender el punto de vista del otro, sus opiniones,
sentimientos, motivaciones y situación. La intuición que se alcanza mediante el
ejercicio de la empatía lleva de forma natural al proceso compasivo de comprensión,
aceptación y perdón.
La empatía no es sentir lo mismo que siente otra persona. Eso es una cualidad
parecida pero diferente que no siempre es posible o apropiada. La empatía no es actuar
de forma tierna y comprensiva. Eso es apoyo, otra acción que no siempre es posible o
apropiada. La empatía tampoco es acuerdo o aprobación. La empatía opera fuera y
antes de la simpatía, el apoyo, el acuerdo y la aprobación.
Con un amigo: Elige a un amigo al que le guste probar cosas nuevas. Explícale que
quieres mejorar tus habilidades de escucha. Pídele que te cuente algo que sea
importante en su vida: una experiencia traumática, un recuerdo infantil importante o una
esperanza de futuro. Mientras tu amigo habla, tu tarea es escucharlo con atención y
hacerle preguntas sobre las partes que no entiendas. Pídele que te las aclare o que las
desarrolle. Penetra bajo la superficie de los hechos pidiéndole información sobres sus
pensamientos y sentimientos.
De vez en cuando, repite con otras palabras lo que ha dicho tu amigo: “Así que, en otras
palabras…”; “Espera, déjame ver si lo entiendo tu; tu pensaste que…”. La paráfrasis es
una parte importante de la escucha empática porque te mantiene bien encaminado. Te
ayuda a suprimir tus interpretaciones falsas de la realidad y a aclarar lo que piensa tu
amigo. Él sentirá la satisfacción de saber que se le ha escuchado de verdad, y tienes la
oportunidad de corregir cualquier error que cometas. Luego incorporas las correcciones
en paráfrasis revisadas.
Con conocidos: Ahora puedes llevar a cabo un ejercicio más difícil. Elige a personas a
las que no conozcas tan bien y practica tus habilidades de empatía sin que ellas sepan lo
que estás haciendo. Habléis de lo que habléis, pídele a tu interlocutor que te aclare y
amplíe lo que te explique. Resiste tu impulso de discutir o de contarle una anécdota
propia. Date cuenta de cuando empieces a juzgar mentalmente y deja a un lado tus
juicios de valor. Recuerda que no tiene por qué gustarte, que solo intentas comprender
algo sin que tu voz crítica participe. En especial, presta atención a las comparaciones
automáticas.
Reformular sus palabras usando las tuyas (paráfrasis) es aún más importante cuando
estás con alguien a quien no conoces bien. Te ayuda a recordar una historia poco
familiar, te aseguras de prestar atención al hablante y te ayuda a separar tus propios
procesos mentales de lo que realmente se ha dicho. A medida que tu conocido aclara y
corrige, profundiza en la conversación y esta pasa a un nivel más personal e íntimo. Las
verdaderas opiniones, sentimientos y áreas de incertidumbre o vulnerabilidad se irán
mostrando poco a poco a medida que el hablante perciba que eres un oyente atento e
interesado en el que puede confiar. Repite este ejercicio con frecuencia y tus conocidos
se convertirán en amigos.
Con extraños: En una fiesta u otra reunión, escoge a alguien a quien no conozcas o que
te disguste. Inicia una conversación con esa persona y utiliza tus habilidades de escucha
para intentar comprender bien lo que te dice. Sigue las mismas instrucciones de la
conversación con amigos y conocidos, teniendo en cuenta que probablemente te
resultará más difícil suspender el juicio y centrarte en pedir información y realizar la
paráfrasis. Cuando escuchas a alguien que realmente te desagrada o con quien no tienes
nada en común, es importante recordar la base de la compasión: todo el mundo intenta
sobrevivir, igual que tú. Formúlate a ti mismo las tres preguntas necesarias para una
respuesta compasiva: “¿Qué necesidad está satisfaciendo al decir esto?” “¿Cómo le hace
sentir más seguro, con más control, menos ansioso, con menos dolor?”; “¿Qué creencias
le influyen?”.
Este es un ejercicio que puedes practicar una y otra vez para desarrollar
habilidades de comprensión, aceptación y perdón. El momento actual, mientras lees
esto, es tu presente. Cualquier otro momento de tu vida es el pasado. Utilizas algunos
de esos hechos que calificas de malos para rechazarte a ti mismo. Pero no tienes que
seguir hiriéndote con el pasado. Puedes revivir estos sucesos utilizando la respuesta
compasiva. Esto es lo que tienes que hacer. Primero, selecciona un hecho del pasado,
uno que tu voz crítica haya utilizado para atacarte. A continuación adopta una postura
cómoda. Cierra los ojos y haz unas cuantas inspiraciones profundas. Examina tu
cuerpo para identificar la tensión y estira o relaja las zonas tensionadas. Ahora, déjate
llevar por el pasado. Remóntate al momento en que se desarrollaba el hecho que has
escogido. Contémplate haciendo aquello que ahora lamentas. Fíjate en cómo ibas
vestido, observa la habitación o lugar, a todas las personas implicadas. Escucha
cualquier conversación que tuviera lugar. Nota cualquier sentimiento que vivieras en
aquel momento, tanto emocional como físico. Reproduce el hecho lo mejor que puedas.
Fíjate en cómo se desarrolla la acción, escucha las palabras, nota tus reacciones,
empieza a formularte las preguntas de la respuesta compasiva. Tómate un tiempo para
contestar y piensa en el contexto emocional del acontecimiento.
Desearía que esto no hubiese sucedido, pero estaba intentando satisfacer mis
necesidades. Me acepto sin valoración crítica o malestar por haberlo intentado.
Me acepto, ahora y entonces, como una persona que intenta sobrevivir.
Este ejercicio tiene tres partes: visualizar y sentir compasión por alguien que te
ha hecho daño, por alguien a quien hayas hecho daño y por ti mismo. Puedes hacer que
alguien te lo lea o grabarlo y escucharlo. Si lo grabas, habla lentamente, en tono bajo,
claro y relajado.
Para alguien que te ha hecho daño. Siéntate o túmbate con los brazos
extendidos y las piernas estiradas. Cierra los ojos y haz varias inspiraciones
profundas. Sigue respirando profunda y lentamente a medida que recorres tu
cuerpo para identificar la tensión. Cuando percibas zonas rígidas, relaja los
músculos y entra en estado de relajación profunda. Deja que tu respiración se
vuelva aún más lenta y suspende tus juicios. Acepta todas las imágenes que te
vengan a la mente, aún cuando no tengan sentido en ese momento. Imagínate
que tienes una silla delante de ti. Una persona está sentada, en silencio, en ella,
alguien que tú sabes que te ha he daño de alguna forma. Dile en ese momento
todo lo que piensas, escríbelo antes si es necesario, desahógate con esa persona y
una vez hecho, pasamos a la aceptación y el perdón, dejar atrás lo sucedido en el
pasado y el daño. Cuando estés listo, di: “Te perdono” y deja que la imagen se
desvanezca.
Para alguien a quien has hecho daño. Imagínate que esa persona que tienes
delante es alguien a quien has dañado, alguien de quien esperas comprensión,
aceptación y perdón. Fíjate en todos los detalles de su ropa y de su aspecto.
Haz la visión lo más real que puedas. La persona a la que dañaste te mira con
tranquilidad, expectante. Explícale porque hiciste lo que hiciste, que acepte el
hecho de que le hiciste daño, pídele perdón y que te comprenda, acepte y
perdone.
Hacia ti mismo. En la última parte de esta meditación, imagínate a ti mismo
sentado en la silla. Una vez más, repara en los detalles: obsérvate vestido como
vas vestido, con el aspecto que tienes ahora. Imagínate que la imagen de ti
mismo te está diciendo. Exprésate con compasión hacia ti mismo mostrando
una actitud de empatía, comprensión y aceptación por lo que has hecho, porque
es como lo hiciste en ese momento pensado que era lo mejor, o de la manera que
sabías hacerlo. Perdónate por tu error. Relájate y descansa. Estás en paz
contigo mismo. Cuando estés preparado abre lentamente los ojos.