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P                                              

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󰁊 󰁯 󰁡 󰁱 󰁵 󰁩 󰁭 󰁓 󰁯 󰁬 󰁥 󰁲
Manual para soltar
Practicando la aceptación radical de la terapia dialéctico conductual

© Ediciones Psara, 2022


© Joaquim Soler
© Prólogo: Azucena García Palacios
© Epílogo: Ausiás Cebolla Martí

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de este libro puede volver a imprimirse,
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© Edición Psara Ediciones, 2022


ISBN 978-84-125487-6-1
ISBN EBOOK: 978-84-125487-7-8
Depósito Legal: CO 1317-2022
“Solo hay dos cosas que detienen la mente, conseguir lo que quieres o querer lo
que tienes”
A g 󰁲 a d e c i 󰁭 i e 󰁮 󰁴 󰁯 󰁳

Quiero agradecer a un buen número de amigos su dedicación y


ayuda en lahan
Luis, que realización
mantenidode este
vivo proyecto. En primer
el libro durante lugar,
todo a Mati y
el proceso.
También a muchos de nuestros pacientes de la Unidad en el
Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona, de los que nunca
dejamos de aprender y que nos enseñan qué es lo que funciona y
cuándo nos equivocamos.
Al margen de Mati y Luis, quiero también agradecer la valiosa
participación de colaboradores como Rosa Tejedor, Jaume
Subirach, Josep García, Elisabet Casellas, Elena Peral, Carlos
Schmidt, Isabel Fernández, Josep M. Farre, Juan Carlos Pascual y
Mai Martín. Sin ser las categorías excluyentes, algunos me han
ayudado con su amplio conocimiento en territorios que dominan
más que yo. Otros han aportado innumerables correcciones y
cambios en el texto con los que disimular mi limitada capacidad
para escribir, pues a pesar de haber redactado un buen número de
artículos para revistas de psicología y psiquiatría, un libro se aleja
bastante del siempre descriptivo y neutro estilo de la literatura
cientíca. A otros les agradezco su anidad de intereses, con
quienes he mantenido largas charlas que han enriquecido el libro. A
todos, mil gracias por sus sugerencias y entusiasmo durante todo
este tiempo. Por último, agradecer a los autores citados en el texto
y que son la fuente original de todas las ideas en las que este libro
se basa. De entre ellos, quiero destacar la gura de a Marsha
Linehan. Autora que he tenido la suerte de conocer, y que, con su
innovadora aportación intelectual y humana, ha contribuido
poderosamente a mejorar los tratamientos psicoterapéuticos
basados en psicología clínica y cientíca contemporánea.
Mai Martín, Josep M. Farre
P 󰁲 ó 󰁬 󰁯 󰁧 󰁯

Existen multitud de publicaciones, seminarios, talleres, etc. para


enseñarnos a solucionar
alcanzar nuestros objetivos problemas, tomar la
vitales; en formato mejor
papel, decisión,
en audio, en
vídeo, en streaming, etc. Pero ¿qué ocurre cuándo ese objetivo es
imposible de lograr? ¿cuándo ese problema no tiene solución?
¿cuándo no existe la “mejor” decisión? Nos han enseñado que hay
que persistir, seguir intentándolo, darle vueltas para ver si
encontramos la manera de cambiar las cosas para llegar a la
solución. Y eso está bien. Los seres humanos nos caracterizamos
por una gran capacidad resolutiva, más allá de lo imaginable, que
nos ha permitido, por ejemplo, poblar la práctica totalidad del
planeta o conseguir hacer cosas para las que no estamos diseñados,
como desplazarnos por el aire utilizando aparatos que vuelan.
Pero hay veces que persistir en intentar encontrar la solución no
es la mejor estrategia porque nos quedamos anclados en esa tarea,
nos provoca sufrimiento y no nos deja dedicarnos a otras
actividades signicativas. Quim Soler nos da las claves en este libro
de cuándo es necesario desistir y aceptar, de cuándo lo mejor es
soltar.
Este libro trata de eso, de entrenar la capacidad de aceptación, en
palabras del autor, “la habilidad para percibir un entorno o
situación sin demandar o exigir que sea diferente”.
El lector puede pensar que está ante otro libro en el que nos
proponen las virtudes y los benecios de la aceptación,
confrontándolas con el estilo racional del solucionador de
problemas. No es eso lo que se encuentra en estas páginas. Muy al
contrario, se presentan las estrategias de solución de problemas y
de aceptación en un continuo, donde la síntesis es la clave. Lo que sí
es cierto es que tradicionalmente nos hemos dedicado mucho más a
la solución de problemas que a la aceptación y este texto nos
proporciona información y estrategias muy útiles para practicar la
aceptación.
Los primeros capítulos están dedicados a reexionar sobre
cuándo nos benecia esforzarnos en cambiar y solucionar
problemas y cuándo es más útil aceptar la realidad. También nos
aclara conceptos importantes relacionados con la aceptación como
la resignación y la confrontación irracional y el papel tan
importante que juega el control que tenemos sobre los
acontecimientos.
La segunda parte del libro se dedica a la práctica de soltar. Quim
soler utiliza referencias de otros autores muy acertadas, metáforas
y ejemplos prácticos para describir cómo entrenar la actitud de
aceptación y cómo practicarla. Y lo hace de una forma magistral,
involucrando al lector en cada ejemplo, en cada ejercicio,
demostrando las cualidades y experiencia que tiene como docente y
cómo terapeuta.
La lectura del manual no es pues una lectura pasiva. Los ejercicios
están diseñados para ir haciéndolos paso a paso, por lo que la
lectura se convierte en un aprendizaje experiencial. Ejercicios como
la isla del dolor o ¿Quién está al mando? nos sitúan en una actitud
mucho más abierta hacia la aceptación, entendiendo aspectos como
la ilusión de control o las preferencias.
El Manual de Soltar nos propone entrenar la aceptación de una
forma completa, centrándose en una forma de aceptación
característico de un programa terapéutico del que el autor es un
experto reconocido, la terapia dialéctico conductual diseñada por
Marsha Linehan: la aceptación radical.
Este aspecto también distingue este texto de otros textos sobre la
aceptación. A partir del capítulo 6 Quim Soler nos ofrece un
entrenamiento en aceptación radical, completa. Se trata de
practicar la aceptación mental, la más conocida, soltando los
juicios, y también la aceptación corporal, otra forma bien conocida.
Pero no sólo eso, más novedosa es la aceptación emocional, que
supone el conocimiento y, en muchas ocasiones la reconciliación
con nuestras emociones. Y, por último, la aceptación conductual,
que supone la voluntad de actuar con una actitud de apertura a la
experiencia.
De nuevo es necesario enfatizar cómo el autor nos guía con
ejercicios concretos para entrenar la aceptación radical. El texto
incluye alrededor de 30 ejercicios prácticos como Solo esta
respiración, todo es perfecto tal como es, frase lapidaria,
meditación zazen, permitir la experiencia, la media sonrisa, acción
opuesta, entredeotros.
ejercicio nal El énfasis
integración en lalos
de todos práctica se culmina
elementos con un
entrenados.
En denitiva, Quim Soler ha conseguido en este libro, con un
estilo didáctico, ameno y muy cercano, hacer fácil el entrenamiento
en una de las actitudes más relacionadas con salud y bienestar, la
aceptación. Estoy convencida de que este texto proporcionará
bienestar a muchas personas, en el sentido de la plegaria de la
serenidad que Quim Soler rescata también en este libro:
“...concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo
cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la
sabiduría para conocer la diferencia…”
Azucena García Palacios
Catedrática de Psicopatología. Universitat Jaume I
C a p í t u l o 1

I n t r o d u c c i ó n

Soltar es fácil, siempre y cuando lo que sueltes cumpla con dos


condiciones: que sea algo físico, y que no te importe. Eso hace que
separarse de algún objeto obsoleto, como un televisor de tubo o el
cargador de un móvil antiguo, sea bastante fácil para la mayoría de
personas —a no ser que tengas tendencia a la acumulación—. La
cosa se complica cuando lo que hay que soltar no es físico: como un
pensamiento. Es como si alguien te dijera: “Visualiza o escucha el
número cuatro en tu mente; ahora no lo recuerdes. Recuerda
cualquier número, menos el cuatro”. Es algo parecido a lo que
sucede
repite encon la típicay canción
la cabeza pegadiza
no es fácil del verano;
desprendernos la melodía se nos
de ella.
Tampoco es fácil soltar cuando es con un objeto físico con lo que
estamos identicados, un objeto que nos importa; como lo es el
anillo para Bilbo Bolsón en El Señor de los Anillos. Al pequeño hobbit,
no le resultó sencillo soltar tan preciado tesoro para dejarlo en
manos de Frodo. Lo mismo nos ocurre con objetos a los que
otorgamos valor. En este último caso, el acto de soltar también se
hace complicado; pero aún se da una condición más difícil.
Ahora imagina la combinación de estos dos factores a la hora de
soltar:
idea, unalgo
plan,queo un
te importa
proyectoymental
que además
que esno es físico; para
importante comoti.una
En
estos casos, puede que leer un manual como este te sirva de ayuda.
¿O es que alguien te ha explicado cómo aprender a soltar?
«Soltar no es fácil, sobre todo si es un objeto o una idea importante para mí»

Todo el mundo tiene planes con los que lograr objetivos que
considera valiosos en su proyecto personal de vida. Creemos que
cuando consigamos esos objetivos ya podremos ser felices; como al
obtener un determinado puesto de trabajo, la pareja que nos
merecemos, reconocimiento laboral o cierto estatus social.
También elaboramos planes para paliar nuestras carencias. La idea
es subsanar una deciencia en nosotros, para sentirnos bien al n.
Normalmente, estos planes de corrección adoptan la forma de: “Si
pudiera conseguir/ser más tal o menos cual, todo iría mejor”. De
hecho, muchas veces nuestros planes para ser felices están
conectados, en ely fondo,
dijo el lósofo conzen
maestro esosDavid
proyectos
Lloydde (1992),
recticación. Como
estos planes
“emergen de la sensación de carencia”. Hace ya un tiempo, me topé
con un poema que decía:
"... la pregunta no es: ¿por qué somos tan pocas veces la persona que queremos ser?, sino
¿por qué queremos ser tan pocas veces la persona que realmente
realmente somos?".
“Oriah Mountain Dreamer”

Este planteamiento me pareció interesante, aunque de entrada no


es fácil de comprender, y menos aún, de responder. Sin embargo,
es curioso darse cuenta de la cantidad de veces a lo largo del día (y
la semana) que nos esforzamos y presionamos para ser distintos de
cómo somos.
Lo cierto es que estas críticas que nos hacemos y que señalan
nuestra necesidad de corrección, no parecen ser muy efectivas. De
lo contrario, después de tanta insistencia veríamos algún progreso
en esa área decitaria. Es más, ese diálogo autocrítico acaba
convirtiéndose en una forma de pensamiento intrusivo y repetitivo
identicado como un factor de vulnerabilidad en el desarrollo de
muchos problemas de salud mental. Podríamos incluir aquí los
trastornos de ansiedad, de la conducta alimentaria o la depresión.
¿Entonces, por qué lo hacemos? Existen diversos motivos, pero en
parte es como si la sociedad —y en especial, nuestra sociedad
occidental—, nos transmitiera la idea de que el ser humano es un
proyecto algo defectuoso; como si fuéramos una buena idea que
surgió de nuestros padres, pero que no llegó a materializarse en su
forma completa. Nos vemos como un producto que sale al mercado
prematuramente, y que aún está en versión beta. Esta sensación de
ligera —o severa— “defectuosidad” es lo que parece motivar a
muchas
ser personas
una mejor a buscar
versión de sílamismos.
corrección de forma
Es por crónica,
ello por lo quellegar
muchaa
gente cree y siente en el fondo que, si los demás supieran cómo es
“realmente”, no lo querrían. Y esto puede afectarnos en cualquier
área de nuestra personalidad, ya sea intelectual o física. Como
norma general, muchos de nosotros pensamos que no solo
deberíamos ser más guapos, sino también más listos. Este afán por
corregir nuestra carencia
yo me pregunto, puede
¿es “ese llevarnos
décit” toda lasivida.
corregible Ahora bien,
ponemos todo
nuestro empeño en ello?
«Si la autocrítica fuera efectiva en algún grado, seríamos ya ángeles »

Nuestro cerebro es una máquina de resolver problemas; su


función principal es anticipar y predecir posibles resultados. Así,
parece congruente el utilizar tan extraordinaria herramienta para
corregirnos. Esta tarea puede llevarnos a largos y reiterados
análisis con el n de resolver un problema y dejarnos noches sin
dormir en pos de la solución. En muchas ocasiones —sobre todo si
nos centramos en un problema físico—, nuestra mente intenta
arreglar el asunto siguiendo las mismas estrategias con las que
distribuiría los muebles en una habitación, reexionando sobre
cómo llevaría agua desde un punto A hasta un punto B o incluso
pensando en cómo llegaría a la Luna desde la Tierra.
Como señalaba al inicio, no todos los problemas son “físicos”, sino
que los hay de otros tipos. En el caso de las relaciones
interpersonales, se dan cuando queremos conseguir que alguien
nos entienda o que se comporte de una determinada manera para
evitar un problema. Otros conictos proceden más bien de nuestras
dudas o sufrimientos, como la sensación de inadecuación o décit
personal. En estos dos últimos grupos, la capacidad resolutiva de la
mente ya no es tan ecaz. Al contrario, como veremos, puede ser
especialmente problemática.
Primero vamos a imaginar un ejemplo con un objeto físico.
Visualicemos mentalmente una mesa con folletos informativos,
colocada en medio de un recibidor y que, por lo tanto, nos diculta
el paso: es necesario rodearla para no tropezar con ella. Nuestras
mentes se activarán para resolver el problema. Primero imaginarán
escenarios virtuales, en los que la mesa pueda ubicarse en otros
lugares, y después evaluarán, si esta encaja o no, y los pros y
contras de cada uno de estos cambios. Una vez hallada la mejor
ubicación en el escenario de la mente, iremos al escenario físico y
moveremos la mesa. Así, el problema estará resuelto y no
pensaremos más en ella.
Ahora, imaginemos un segundo escenario en el que el problema
ya no es la ubicación física de la mesa, sino que esta se rompe: esa
mesa era lo único que había heredado de mi abuela, a quien quería
mucho —tenía un valor sentimental para mí —. Ahora el problema
no está “allí fuera” sino “dentro de mí”, es decir, en cómo sacar la
“mesa” de mi mente. ¿Puede mi mente razonable —diseñada para
entender el mundo físico— resolver de forma analítica este
obstáculo que no es físico? Si dijéramos que sí, entonces mediante
un mayor esfuerzo analítico —“darle vueltas” mentalmente al
asunto para encontrar una solución— efectivamente resolveríamos
el problema. Pero, ¿cuál es tu experiencia en este tipo de
situaciones? Piensa en la última vez que tuviste un problema
emocional: ¿pudiste resolverlo echándole horas mentales?
Todos podríamos enumerar ocasiones en las que tratamos de
resolver con insistencia un problema importante para nosotros.
Con frecuencia, pueden pasar dos cosas: que las solucionemos o
que no. Si ocurre la primera —como vimos en el ejemplo de la mesa
“física”—, n de la historia. La mente queda liberada hasta que
encuentre un nuevo problema que resolver — spoiler: normalmente
no tarda mucho—.
No obstante, supongamos que nos encontramos ante el segundo
escenario en el que no solucionamos el problema. En ese caso, mi
mente recibe la misma emoción de aversión causada por la
comparación entre lo que es y lo que debería ser: “No debería
haberse roto la mesa que heredé”. Se activa el análisis, pero al no
dar con una solución, el esfuerzo por resolverlo continúa. ¿Puedes
identicar algún problema en el que te hayas quedado “atascado”
en un estado de rumiación indenido? Si aún sigues atrapado en
ello,
hechopregúntate:
de que te ¿en quéopuesto
hayas grado ha mejorado
a ella la situación
y le hayas por el
dado innitas
vueltas en tu mente? ¿En qué grado el esfuerzo invertido te ha
acercado a tu objetivo? ¿Qué emociones te han acompañado
durante este proceso?
Todos hemos afrontado situaciones a lo largo de la vida en las que
no hemos conseguido lograr nuestro objetivo y decidimos, por lo
tanto, pasar página.
el propósito Por ejemplo,
de ir diariamente ante, que
al gym un amor no lacorrespondido,
nos den razón en una
discusión importante... Tómate un momento y trae a tu memoria
alguna situación en la que dejaste de insistir en algo, donde dejaste
de luchar para que la realidad se ajustara a tus preferencias. ¿Qué
sucedió en ese momento? ¿Cómo te sentiste? Puede que al
principio experimentaras tristeza, y sería lógico, pues la tristeza es
la emoción de la pérdida y se activa en momentos de renuncia. Pero
es muy probable que, a esa tristeza, le acompañase o le siguiese una
sensación de paz y libertad. Ese fue el momento en que la mente
dejó de ser monotemática y encontró espacio para nuevos
contenidos. En este punto, conviene aclarar algo fundamental:
pasar página no signica rendirse, ni tampoco poner la otra mejilla.
Para poder rendirnos, tiene que haber existido la posibilidad de
ganar y, en las situaciones a las que nos referimos —como veremos
más adelante— esta nunca existió realmente.
«No siempre resolvemos los problemas, a veces nos obligamos a “pasar página”,
que es una manera de dejar entrar nuevos contenidos»

Existen innitas maneras de sufrir, pero no existen tantas formas


para dejar de hacerlo. Imagínate que el dolor es un líquido negro y
amargo, como el café, y que tú eres la taza que lo contiene. La
primera opción para aliviarlo sería tirar el café; si puedes hacerlo,
es la opción que elige nuestra mente de forma inmediata: soluciona
el problema. Si no puedes tirar el café, aún te quedan otras tres
opciones. Veámoslas.
La primera sería endulzarlo para disminuir su amargor, o echarle
leche para que no sea tan negro; esa opción es cambiar la forma en
la que piensas sobre el problema. Encontrarle un sentido a ese
dolor, por ejemplo, lo hará más llevadero. La diferencia entre hacer
trabajo físico forzoso y correr una maratón, está en el sentido que
las personas adjudican al cansancio y al dolor. A pesar de que el
grado de extenuación es similar en ambos casos, los efectos sobre
nuestras emociones y el estado de ánimo son muy distintos.
También existe la segunda opción. No hacer nada. En este caso,
sin duda, vas a seguir sufriendo.
enY,este
porlibro—
último,eslalatercera opción —que
de convertirte en unaestaza
la que más nos
de mayor interesa
capacidad.
La cantidad de café, su color y amargor siguen siendo los mismos,
pero nuestra capacidad para contenerlo y tolerarlo será mayor.
En este libro intentaremos desarrollar la última opción,
fomentando nuestra habilidad para percibir un entorno o una
situación sin exigir que sea diferente. En otras palabras, se trata de
entrenar la capacidad para la aceptación. Siempre que decimos o
pensamos “esto no debería ser así”, “esto no debería haber pasado”,
“esto no es justo”, ponemos de maniesto nuestra incapacidad para
la aceptación. Lo hacemos muchísimas veces y no solo nosotros,
sino todo el mundo; es por eso por lo que nos parece normal. Sin
embargo, el hecho de que lo consideremos algo corriente, no
signica que sea veraz, útil y, mucho menos, saludable.
Si lo piensas con detenimiento, es algo sorprendente. Y es que
cuando no aceptamos, entramos en un estado de irrealidad, un
estado ilusorio en el que aquello que “no debería haber ocurrido”,
ya ha ocurrido. Por lo tanto, al decir “esto no debería haber
ocurrido” es como si intentáramos modicar el pasado, aun cuando
sabemos que eso, sencillamente, no es posible. Yo podría hacer la
siguiente observación: “Debería haber escrito este libro hace años”.
¿Acaso eso cambia el hecho de que no lo haya hecho? ¿Me ayuda en
algo decirlo? Está claro que por más que piense en ello mil veces,
no escribí este libro en 2010.
En resumen, hay dos motivos por los cuales la aceptación es tan
importante. El primero es porque en esta vida se requieren
habilidades de solución de problemas para resolver aquello que
tiene remedio. Y no solo eso, también hacen falta habilidades para
permitir y sujetar aquellos problemas que no tienen solución, pero
con los
sutil, cualesnotenemos
aunque que convivir.cuando
menos importante: El segundo motivo resolver
no podemos es más
los problemas, el no aceptarlos añade un problema adicional que
podría evitarse si practicáramos la aceptación.
Para el ser humano promedio del siglo XXI, aceptar no es algo que
suene demasiado atractivo. Si la disyuntiva está entre aceptar lo que
no nos gusta o lograr algo, casi todos preferimos lo segundo.
Además,
ideas un mensaje
imperantes en que promueva
nuestra cultura.la Va
aceptación
en contrase de
opone a las
mensajes
como “querer es poder”, “quien la sigue la consigue” o “just do it”
que resultan muy tentadores —y, es verdad que en ocasiones
realmente funcionan—. No obstante, el reclamo con el que se nos
insta a tomar el control de cualquier situación es gasolina para
nuestro ego, lo hincha. Y, siendo honestos, pocas cosas nos gustan
más que alimentar con buen combustible a nuestro ego. El tema —
más allá de si estos mensajes son atractivos o no— es si realmente
son ciertos y/o útiles. ¿“Querer” es realmente “poder”?
No hace mucho me topé con una cifra que me pareció interesante.
Según estimaciones del Population Reference Bureau se calcula que
en la Tierra han habitado 108 000 millones de humanos (homo
sapiens) en los últimos 50 000 años. ¿Crees que vivieron una vida
compatible con el lema de “querer es poder”? ¿Qué utilidad tendría
el mensaje “just do it” en el medievo o para tus ancestros? Si para
ellos no se aplicó este lema, ¿por qué crees que para ti sí? ¿En qué
te diferencias de los 108 000 millones de humanos que existieron
antes que tú?
«Precisamos de habilidades para solucionar problemas que tienen solución, pero
también para ser capaces de aceptar los que no la tienen. En estos últimos, nos
atascamos y les dedicamos un exceso de energía de forma totalmente improductiva»

Si te parece interesante no solo aprender a solucionar problemas,


sino también a aceptarlos, este libro seguro que te resultará útil. El
objetivo principal es que, mediante ese aprendizaje, disminuya tu
sufrimiento. A medida que te adentres en él, espero que
comprendas en qué forma la aceptación es útil para un tipo de
problemas concretos. En especial, para aquellos que te acompañan
desde hace mucho tiempo y en los que no observas una
correspondencia entre tu esfuerzo y la solución del problema.
Aquellos que están atascados, con los que no avanzas y que
consumen mucha de tu “energía mental”.
Quiero dejar claro que las habilidades que comentaremos en este
libro no se deben usar de forma indiscriminada. Como señalaba con
anterioridad, saber aceptar los problemas es tan importante como
saber solucionarlos.
aprender Hay muchas
es precisamente personas
la resolución que lo que
de problemas. Pornecesitan
ejemplo,
ocurre con frecuencia que quien no puede resolver un problema, es
porque no sabe denirlo. Eso es fundamental, porque si no sabes
concretar dónde está el problema, ¿cómo vas a poder dar una
respuesta ecaz a esa situación? Si el problema es “no soy feliz”,
¿por dónde empiezo? Denir de forma genérica y no operativa o en
términos emocionales, diculta en gran medida resolver cualquier
cuestión. También hay quien dene sus problemas actuales en
términos de pasado. El problema es lo que me pasó y eso hace que,
de entrada, sea irresoluble porque no puedo modicar el pasado.
Así que no solo resolver, sino hacerlo de forma hábil, es también
una técnica: para solucionar un problema hay que saber describirlo
con precisión. Tenemos que delimitar también las consecuencias
problemáticas que tiene para nosotros una determinada situación,
en términos de presente y de forma conductual; qué obstáculos se
interponen en mi camino y qué debería ocurrir para sentirme
mejor al respecto. No es lo mismo expresar una problemática con
un “¡ya me tienes hasta las narices!”, que decir “es la cuarta vez en
los últimos quince días que no pones el lavavajillas, a pesar de que
tú dijiste que te encargarías de esto. Cuando llego a casa y no está
puesto, lo tengo que poner yo y eso hace que me vaya a dormir más
tarde de lo que quiero”. Al margen de saber denir los problemas,
también es importante ser creativo a la hora de buscar soluciones.
Quizás existan muchos caminos para resolver un mismo problema,
pero si solo hemos escogido uno para que nos conduzca a un nuevo
rumbo, la capacidad creativa queda limitada. De inmediato
censuramos cada uno de los otros caminos y las aventuras que
habríamos vivido.
En denitiva,
porque no sabenhaycómo
personas que(no
hacerlo no porque
puedenno
resolver
exista sus
unaproblemas
solución).
La respuesta, en ese caso, no es aprender a aceptar, sino aprender a
resolver. Sobre eso hay muy buenos libros y técnicas. Si crees que
este puede ser tu caso, vale la pena que inviertas algo de tiempo y
esfuerzo en ello, antes de profundizar en el desarrollo de la
aceptación. Cuando puedes cambiar aquello que haya que cambiar
para
hacer.lograr el resultado
Imagina deseado,
que mi hijo viene y eso es justo
me dice: lo que
“Papá, tienes que
he suspendido
siete asignaturas este semestre, pero no sufras por mí, ya lo tengo
aceptado y me siento mucho mejor”. Es cierto que los siete
suspensos ya los tenemos, pero a partir de ese momento lo ecaz
sería aplicar de inmediato estrategias de solución de problemas
para la siguiente convocatoria. Podría responderle algo así como:
“Si has suspendido un examen importante, acepta este suspenso y
ponte de inmediato a estudiar para el próximo”.
Las personas no tenemos un botón de suprimir, no podemos
borrar de nuestra mente ciertas experiencias, pensamientos o
emociones, no tenemos la opción de vaciar la papelera de reciclaje.
Si uno se compra un coche con cambios automáticos, no olvidará
cómo conducir con cambio manual, incluso si ese conocimiento ya
no le es tan útil.
Muchas veces, invertimos tiempo en tratar de borrar lo que
sabemos. ¿En alguna ocasión has tirado de estrategias para no
pensar en algún tema, hacer como si no hubiese pasado, sacarlo de
tu cabeza? Es evidente que no funcionan. Cuando deseamos no
haber tenido tal experiencia o transformar una vivencia
desagradable en una apacible, la mayoría de las veces estamos
condenados a fracasar. La primera opción no está disponible,
porque lo que ocurrió en el pasado no podemos modicarlo en el
presente, y la segunda raramente la alcanzamos. En este libro
queremos desarrollar estrategias para no empeorar estas
situaciones, no añadir problemas adicionales al conicto de base.
Tratamos de liberarnos así de la rumiación mental sin la necesidad
de liberarnos del problema forzosamente. Estos dos objetivos son
posibles si aprendemos las habilidades necesarias y las ponemos en
práctica.
La aceptación, en cierto sentido, no es muy distinta de coger un
objeto. Vamos a verlo mediante un breve ejercicio. Observa los
objetos que tienes delante de ti y toma uno de ellos. Mientras lo
sostienes en la mano, nota su peso durante un momento —debes
soportar su peso—. Ahora déjalo en la mesa o en el suelo. ¿Qué
ocurre
objeto? justo cuando
No. Pero tú yatunomano lo suelta?
percibes ¿Haeste
su peso, cambiado
ya no teelafecta.
peso del
De
hecho, si fuera muy pesado, lo que notarías al soltarlo sería alivio.
En resumen, todos los objetos que te rodean pesan, pero a ti no te
inuyen si simplemente permites que estén allí donde están.
«A la hora de encontrar soluciones, tenemos que aprender a denir bien los
problemas en términos de tiempo presente y con sucientes dosis de creatividad. En
ese caso, resolvemos, no aceptamos»
«Aceptar no es “borrar”, sino tratar de “no empeorar” la situación con rumiaciones
innecesarias»

Uno de los motivos por los que nació este libro, se encuentra en lo
mucho que estas habilidades han ayudado a pacientes que han
recibido tratamiento en la unidad de Trastorno Límite de la
Personalidad (TLP) del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau en
Barcelona. Durante los últimos 20 años, muchas personas con
dicultades para regular sus emociones y con historial de intentos
de suicidio, han buscado tratamiento en nuestra unidad. La
propuesta terapéutica que ofrecemos se basa en la Terapia
Dialéctico Conductual (TDC), desarrollada por la Dra. Marsha
Linehan en laincluye
tratamiento décadaeldeaprendizaje
los 90 en los
de Estados
distintas Unidos. Este
habilidades
centradas en aumentar su capacidad para regular las emociones.
Una vez nalizada la terapia, preguntamos a los pacientes qué
habilidades les han parecido más útiles. La respuesta, a menudo,
hace referencia a los contenidos que encontraremos aquí. La Dra.
Linehan desarrolló muchas de estas técnicas partiendo de una sola
pregunta: ¿qué diferencia a las personas que salen más fortalecidas
de una situación dolorosa o de una crisis, de aquellas que ante
situaciones adversas se desmoronan completamente? ¿Por qué a
algunos el dolor les hace más fuertes y a otros los destruye? Yo
añadiría otra pregunta: ¿puede existir el crecimiento personal sin
dolor? O dicho de forma diametralmente opuesta, ¿conoces a
mucha gente a la que el éxito le haya hecho mejor persona? Según
mi experiencia, las situaciones de crisis, en las que experimentamos
sufrimiento, pueden ser el precursor de una mayor empatía,
compasión,
disminuir el claricación
ego. de valores, algo que también nos ayuda a
Es cierto que el amor también nos puede hacer mejores personas
y, en efecto, vemos que la gente enamorada logra mayores niveles
de apertura a la experiencia, amabilidad o capacidad para conectar
con otros. Sin embargo, el problema del enamoramiento romántico,
es que, como los yogures, tiene fecha de caducidad. Al desvanecerse
ese estado mental transitorio, la persona vuelve a ser exactamente
la que era antes de estar enamorada. Curiosamente es en el dolor
donde se pueden generar cambios más estables sobre cómo
percibimos el mundo e interactuamos con él y con los demás.
Los contenidos que desgranamos aquí, también se relacionan con
una línea de investigación en la que llevamos más de una década
trabajando. En ella hemos explorado la ecacia de técnicas de
mindfulness y de habilidades de tolerancia al malestar para personas
con dicultades en la regulación emocional (Carmona i Farrés y
cols., 2018; 2019; Elices y cols., 2016; 2017; Feliu-Soler y cols., 2013;
Soler, 2012; 2016). Durante una conversación que mantuve con la
Dra. Linehan en 2015 en la Universidad de Washington (Seattle)
sobre alguno de estos trabajos, me complació coincidir con ella en
la importancia del componente de aceptación de mindfulness, en
ocasiones eclipsado por el énfasis en el aspecto de la atención.
Aunque la denición de mindfulness que se usa con más frecuencia
es la “capacidad para prestar atención al momento presente”,
parece ser que el componente atencional de la práctica depende del
estado emocional del momento. En cambio, la capacidad de
aceptación resulta ser más estable e independiente de la
transitoriedad del estado anímico (Elices y cols., 2019). Además,
aunque podría parecernos que los dos aspectos clave de mindfulness
─atención y aceptación─, son cosas muy distintas, hay quien
propone que en el fondo son lo mismo, la cara y la cruz de una
misma moneda (Brown y cols., 2004).
Pregúntate, ¿dónde pondría mi atención si todos los problemas y
temas que ahora se encuentran en el estatus de “no aceptados”,
instantáneamente pasaran a la categoría de “aceptados”? Y a la
inversa,
cuando soy¿quéconsciente
ocurre cuando
de dóndemi estoy
atención
y de está en hago
lo que el presente,
en este
momento, y de repente, me doy cuenta de que hay algo que no es
como debería ser? Lo que quiero que veas con estas dos preguntas
es que la aceptación enfoca tu atención en el presente, mientras que
cuando no aceptas, te alejas del momento presente.
Otro motivo que dio origen a la elaboración de este material fue
mi participación como profesor del máster de mindfulness de la
Universidad de Zaragoza. Hace aproximadamente diez años, mi
amigo y coordinador del máster, el Dr. Javier García Campayo, me
pidió dictar un seminario centrado en el concepto y la práctica de la
aceptación. Este libro, recopila el contenido actual de aquel taller.
Como ya he comentado, existen numerosos y excelentes libros para
entrenar la habilidad de cambiar situaciones (o aprender a
solucionar problemas), pero no hay muchos que expliquen cómo
podemos cambiar nosotros mismos, sin tratar de cambiar las cosas.
Es por eso por lo que quise suplir dicha carencia con este “manual
para soltar”.
En gran medida, las estrategias propuestas provienen de
intervenciones psicológicas en las que mindfulness y aceptación
tienen un papel relevante para disminuir el sufrimiento y aumentar
la exibilidad psicológica. Asimismo, se incluyen conceptos
provenientes de literatura no cientíca, en su mayor parte de
perspectivas orientales.
Para terminar, me gustaría dar una recomendación a los lectores:
la primera parte es esencialmente informativa y psicoeducativa, y la
segunda práctica. Aunque te resulte tentador, yo te aconsejo que no
te dirijas directamente a la parte práctica. Hacer las prácticas sin
entender “para qué”, ni qué buscamos con ellas, te sería de poca
utilidad. Es como si te soltaran en un campo de hierba con una
pelota, sin decirte que el objetivo del juego es meter el balón en la
portería del fondo, usando solo los pies.
Esto es fundamental, porque la aceptación está muy contaminada
por algo que en inglés se dene como false friends. Son aquellas
palabras que, por su semejanza con otras de nuestra propia lengua,
dan lugarcarpet
ejemplo, a equívocos; se parecen,
no es carpeta, pero no signican
sino alfombra, lo mismo.
o embarrassed Por
no tiene
nada que ver con estar embarazada, sino que hace referencia a
estar avergonzado. La más clásica de estas asociaciones equívocas
se produce entre la palabra “aceptación” y la palabra “resignación”.
En la tradición budista encontramos una idea similar, la de los
near enemies —enemigos cercanos—. Se trata de conceptos que
parecen próximos, pero que, ante un análisis detallado y profundo,
resultan antagónicos. Tenemos claro que amor y odio son
antagónicos (far enemies), pero la compasión y la pena pueden
parecernos conceptos cercanos a simple vista, aunque no lo sean.
En el caso de la aceptación, tiende a confundirse frecuentemente
con la resignación. Entender la diferencia entre estos dos conceptos
es básico para que las prácticas de este libro te sean útiles. Así que
primero entiende y luego practica. Explora y contrasta en tu
experiencia personal la veracidad de lo expuesto, y si te cuadra,
entonces practica y sigue practicando. La clave para desarrollar una
habilidad es comprenderla claramente y repetirla una y otra vez.

R e f e r e n c i a s b i b l i o g r á  c a s

Brown, K. W., & Ryan, R. M. (2004). Perils and promise in dening and measuring
mindfulness: Observations from experience. Clinical Psychology: Science and Practice,
11(3), 242–248. https://doi.org/10.1093/clipsy.bph078
Carmona i Farrés, C., Elices, M., Soler, J., Domínguez-Clavé, E., Pomarol-Clotet, E.,
Salvador, R., & Pascual, J. C. (2019). Eects of Mindfulness Training on Borderline
Personality Disorder: Impulsivity Versus Emotional Dysregulation. Mindfulness, 10(7),
1243–1254. https://doi.org/10.1007/s12671-018-1071-4
Carmona i Farrés, C., Elices, M., Soler, J., Domínguez‐Clavé, E., Martín‐Blanco, A.,
Pomarol‐Clotet, E., … Pascual, J. C. (2019). Eects of mindfulness training on the default
mode network in borderline personality disorder. Clinical Psychology & Psychotherapy,
26(5), 562–571. https://doi.org/10.1002/cpp.2382
Elices, M., Pascual, J. C., Portella, M. J., Feliu-Soler, A., Martín-Blanco, A., Carmona, C., &
Soler, J. (2016). Impact of Mindfulness Training on Borderline Personality Disorder: A
Randomized Trial. Mindfulness, 7(3), 584–595. https://doi.org/10.1007/s12671-016-0492-1
Elices, M., Soler, J., Feliu-Soler, A., Carmona, C., Tiana, T., Pascual, J. C., … Álvarez, E.
(2017). Combining emotion regulation and mindfulness skills for preventing depression
relapse: a randomized-controlled study. Borderline Personality Disorder and Emotion
Dysregulation, 4(1), 13. https://doi.org/10.1186/s40479-017-0064-6
Elices, M., Tejedor, R., Pascual, J. C., Carmona, C., Soriano, J., & Soler, J. (2019). Acceptance
and present-moment awareness in psychiatric disorders: Is mindfulness mood
dependent? Psychiatry Research, 273, 363–368.
https://doi.org/10.1016/j.psychres.2019.01.041
Feliu-Soler, A., Pascual, J. C., Borràs, X., Portella, M. J., Martín-Blanco, A., Armario, A., …
Soler, J. (2014). Eects of Dialectical Behaviour Therapy-Mindfulness Training on
Emotional Reactivity in Borderline Personality Disorder: Preliminary Results. Clinical
Psychology & Psychotherapy, 21(4), 363–370. https://doi.org/10.1002/cpp.1837
Loy, D. (1992). Avoiding the void: The lack of self in psychotherapy and Buddhism. Journal
of Transpersonal Psychology, 24(2), 151–179.
Oriah. (2001). The Dance. San Francisco, CA, US: Harper San Francisco.
Soler, J., Elices, M., Pascual, J. C., Martín-Blanco, A., Feliu-Soler, A., Carmona, C., &
Portella, M. J. (2016). Eects of mindfulness training on dierent components of
impulsivity in borderline personality disorder: results from a pilot randomized study.
Borderline Personality Disorder and Emotion Dysregulation, 3(1), 1.
https://doi.org/10.1186/s40479-015-0035-8
Soler, J., Valdepérez, A., Feliu-Soler, A., Pascual, J. C., Portella, M. J., Martín-Blanco, A., …
Pérez, V. (2012). Eects of the dialectical behavioral therapy-mindfulness module on
attention in patients with borderline personality disorder. Behaviour Research and
Therapy, 50(2), 150–157. https://doi.org/10.1016/j.brat.2011.12.002
C a p í t u l o 2

󰂿 F á c i l , d i f í c i l o i m p o s i b l e d e

c a m b i a r 󰀿

Para empezar a desarrollar la aceptación, te propongo un primer


ejercicio. Dibuja una tabla con tres columnas como la que
encontrarás más abajo.
En la primera columna, apunta cosas de tu vida que sean muy
fáciles de cambiar. Tómate un tiempo hasta identicar unas 3 o 4
cosas. Cuando hacemos el ejercicio en grupos de terapia, en esta
columna de “cosas fáciles” solemos toparnos con ejemplos como:
cambiar el peinado o el tinte del pelo, la montura de unas gafas de
sol, la ropa que uno lleva, el canal de la TV (si su programación nos
aburre), cambiarnos de gym o de academia de inglés (si
encontramos opciones más cercanas o baratas), etc.
Ahora, en la segunda
s egunda columna, anota cosas que te sean difíciles de
cambiar. Por ejemplo, piensa en objetivos que requieran de un
esfuerzo considerable pero que se puedan conseguir con
dedicación. La gente suele escribir metas como sacarse un título
académico (un máster o una carrera universitaria) u obtener el
permiso de conducir. También incluimos aquí aspectos
relacionados con la por
vida más saludable; salud, como dejar
ejemplo, cambiar hábitoshacer
de fumar, para deporte
tener una
de
forma regular, comer menos o hacerlo de manera equilibrada. En
todos estos ejemplos, el reto es considerable y a menudo requiere
de un esfuerzo sostenido en el tiempo si queremos tener éxito.
Y para terminar de rellenar la tabla, en la tercera columna,
enumera cosas que son imposibles de cambiar. Esta columna está
reservada para aquello que —como su título indica— crees que es
imposible o extremadamente difícil de cambiar. A menudo
aparecen problemas relacionados con nuestras familias; la
personalidad de un padre o hermano y su (in)capacidad para
comprendernos. Asimismo, encontramos situaciones como padecer
una determinada enfermedad, su evolución, cronicidad o la muerte.
También solemos anotar cosas que hicimos o dejamos de hacer en
el pasado y las consecuencias que ello tiene para nuestro futuro y
nuestro presente. Del mismo modo, incluiríamos en esta columna
características acerca del
del propio ser humano mundo
como y la sociedad en la que vivimos, y
especie.
Cosas fáciles de cam
cambi
biar
ar Co
Cosa
sass difíciles de ca
camb
mbia
iarr Co
Cosa
sass imposibles de cambiar

Al hacer este ejercicio en los grupos de terapia, surge con


con bastante
frecuencia el debate de si algunas cuestiones pertenecen a una
categoría o a otra. Por ejemplo, para algunas personas el dejar de
fumar es difícil pero posible, mientras que para otras es algo que
parece imposible. Lo mismo ocurre con el tema de las parejas. Para
algunos cambiar a una pareja es algo difícil pero posible, mientras
que para otros es posible cambiar “de” pareja, pero no cambiar “a
su” pareja.
De ahí que un punto relevante al hacer estos análisis sea el tener
presente las variables contextuales e idiosincráticas. Recordemos
que la situación de un individuo no tiene por qué ser generalizable
a otro, aunque el problema sea el mismo. Esta es la razón por la que
un mismo problema pueda clasicarse en una u otra columna,
dependiendo de la persona. Por ejemplo, correr una maratón será
algo difícil pero alcanzable para muchos, mientras que, para otros
—por su edad o condición física— puede resultar imposible. Lo que
es posible para otro, quizás no lo sea para ti.
Volvamos a tu lista… Ahora échale un ojo a todas las cosas que
qu e has
escrito en la categoría de fácil, luego a todas las intermedias y
nalmente a las de la columna de “imposibles”. Detente en cada una
de ellas y reexiona sobre qué tienen en común. Después regresa a
este texto.
Observando tu lista, ¿cuáles son las cosas más importantes? ¿Y las
menos importantes? ¿En qué columnas están las más importantes?
Si quieres,(1puedes
elemento = nada puntuar de 110
importante, a 10 el grado de relevancia
= extremadamente de cada
importante).
La conclusión a la que muchos llegamos al hacer este ejercicio, es
que hay una gradación de izquierda a derecha según la importancia
que les damos. Es decir, las cosas que apuntamos como “fáciles de
cambiar”, nos importan menos que aquellas que son “difíciles o
imposibles de cambiar”. Aunque es cierto que también hay cosas
muy importantes
demostrar que lo queque son fácilesmás
consideramos de relevante,
conseguir,suele
mesergustaría
lo que
no depende de nosotros; es, incluso, muy difícil de modicar o
alcanzar. Con esto, quiero que veas que la aceptación no es solo una
habilidad interesante desde el punto de vista psicológico —no es
una opción para aumentar o potenciar tu bienestar— sino una
necesidad.
Clasicar correctamente los problemas en estas tres columnas es
más importante de lo que parece, pues si nos equivocamos de
categoría, eso quizás explica por qué estamos estancados en el
sufrimiento. En ocasiones, situamos los problemas erróneamente
en la casilla intermedia y, como creemos que son alcanzables,
luchamos y nos esforzamos. Sin embargo, ¿qué resultados
obtenemos en términos de ecacia? ¿Cuánto progreso hay a lo
largo del tiempo? ¿Y si en realidad el problema pertenece a la
última columna?
Para ilustrar este punto, piensa por un momento en un problema
grave y, desafortunadamente, muy frecuente en nuestra sociedad
occidental: el de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA). En
España, el 40 % de las chicas de 12 años hacen o han hecho algún
tipo de dieta. Además, en un 5 % de la población femenina estas
restricciones alimentarias son lo sucientemente graves como para
recibir el diagnóstico de un TCA y, en consecuencia, tratamiento
psicológico y psiquiátrico. Según algunos estudios, en el 50 % de los
casos no se logrará una remisión completa del trastorno.
Existen varios tipos de TCA, pero un punto frecuente y central de
esta problemática, es que las personas que los sufren no se gustan,
se avergüenzan de su físico y se comparan constantemente con los
demás. Este descontento con su aspecto tiene que ver con los
criterios
especícosque marca alnuestra
en cuanto sociedad,
ideal físico que unounos
ha decriterios
alcanzar.bastante
Nuestra
sociedad determina una altura y un peso perfectos. Y cuanto más te
alejas de estos criterios estéticos, mayor es tu problema. Nuestra
cultura fomenta la autoestima basada en la imagen, sobre todo en
mujeres y, cada vez más, también en hombres —los abdominales
six-pack son buena muestra de ello—.
El contexto
vestir (qué ropasocial determina
está de aspectos
moda), pero como
también algonuestra forma de
más peligroso. Se
trata de características estructurales, como nuestro peso y altura.
Según un artículo de una conocida revista de moda, las chicas que
aspiren alcanzar los estándares de las modelos deberían medir
entre 1’72 y 1’80 m. El peso, según la misma publicación, debe estar
por debajo de los 60 kg, puesto que la mayoría de las modelos pesan
entre 51 y 57 kg.
Teniendo en cuenta estos dos parámetros, ocurre un fenómeno
que, al menos para mí, resulta muy interesante. Imaginemos ahora
dos grupos de jóvenes con edades de entre 13-14 años. Un primer
grupo se siente mal porque su peso supera el ideal deseado, y un
segundo grupo sufre porque su altura es inferior a la que marca el
estándar de belleza. En ambos casos, cuanto más alejados estén
estos jóvenes de lo “esperado”, más sufrirán debido a la
comparación. Sentirán con frecuencia emociones como ansiedad,
culpa, tristeza y vergüenza, y conductualmente harán esfuerzos
para disimular, evitar o compensar lo que consideran un décit.
Los jóvenes con un peso superior al deseable comerán menos y
evitarán alimentos
segundo grupo usarán
ricos en
tacones,
calorías,evitarán
mientrascierta
que los
vestimenta
jóvenes delo
situarse junto a compañeros altos, que les hagan parecer aún más
bajos.
Ahora hagamos un salto en el tiempo y supongamos que estas
personas tienen ya 34 años. ¿Cuántas de ellas seguirán sintiéndose
mal por su “sobrepeso” y cuántas por su “baja estatura”? Tomemos
como índice de preocupación el número de veces que piensan en el
tema durante una semana. ¿Crees que los bajitos/as, a sus 34 años,
pensarán muchas veces en su altura en toda la semana? Y en el caso
de las personas obsesionadas por su peso, ¿crees que seguirán
preocupándose?
Con toda probabilidad, al pasar los años, la mayor parte de las
personas de baja altura ya no sufrirán por ese complejo. ¡Aun
cuando su altura no haya cambiado y sigan siendo “bajitos”! ¿Por
qué no sucede lo mismo con el grupo de personas con “sobrepeso”?
Seguramente todavía se preocupen por el peso y hasta se sometan a
distintas
cuestionesdietas de forma
estéticas crónica. Si dejar
fuera simplemente una de preocuparse
cuestión por
de tiempo,
¿por qué unos lo superan y otros no? Parece que algunas personas
pueden dejar de sufrir a pesar de no tener aquello que desean
(como la altura ideal), pero otras, siguen sufriendo si no lo
consiguen (como el peso ideal). En mi opinión, hay una diferencia
clave que radica en la forma de clasicar mentalmente estos dos
problemas.
En el caso de modicar la altura —y volviendo a la tabla de las 3
columnas— la gente clasica correctamente el problema como algo
“imposible” de cambiar y, gracias a eso, disminuye radicalmente la
duración del sufrimiento. Es decir, el hecho de comprender que no
pueden modicar su altura, les permite aceptar tal condición. Sin
embargo, esto no es lo que ocurre con el peso, ya que la mayoría de
la gente clasica el problema “bajar de peso” como algo “difícil pero
conseguible”. Sin entrar en la discusión respecto de hasta qué
punto el peso es modicable —deberíamos considerar cuestiones
como los ritmos metabólicos individuales, la genética y hábitos de
salud, entre otros—, simplemente señalaré que es interesante
observar
hermanosla gemelos
correlación
monocigotos,
(similitud) de
mucho
peso entre
más hermanos
elevada eny entre
estos
últimos, con independencia de dónde vivan o la edad que tengan
(Hjelmborg y cols., 2008).
Por todo ello, quiero resaltar algo valioso respecto a la aceptación,
y es la posibilidad que nos brinda de no preocuparnos por cosas
importantes, aun cuando no podamos cambiarlas o conseguirlas.
Esto no quiere decir que lo que antes no nos gustaba, nos vaya
gustar ahora. Dudo que alguien preocupado por su altura a los 14
años, diga a los 34 que no le gustaría ser más alto —creo que la
mayoría de ellos preferirían ser más altos—. Lo interesantes es que,
de alguna manera y sin cambiar sus preferencias, ya no sufren por
ello. Más adelante, hablaremos en profundidad de ello.
«La aceptación nos brinda la posibilidad de no preocuparnos por cosas
importantes, aunque no podamos conseguirlas»

¿Por qué
Desde nos resistimos
mi punto tantomuchos
de vista, hay a la idea de aceptar
factores ciertas cosas?a
que contribuyen
esta resistencia. Uno de ellos tiene su origen en las características
de nuestra sociedad actual. Recibimos cientos de mensajes que nos
empujan a obtener lo que queremos, como la idea de “querer es
poder” o de que si estamos lo sucientemente motivados
conseguiremos lo que deseamos; como dicen, cualquiera puede ser
presidente.
Este razonamiento es frecuente, pero solo parcialmente cierto.
Como veremos, hay dos formas de conseguir lo que quieres:
cambiar lo que tienes o cambiar lo que deseas.
A grandes rasgos, nuestra mente funciona como un comparador
entre lo que tenemos (o creemos que tenemos) y lo que queremos
(Segal y cols., 2002; Williams, 2008). En este sentido, todos nuestros
problemas surgen, esencialmente, de la diferencia entre lo que “es”
y lo que “debería
“deberí a ser”. En el espacio que hay entre esa discrepancia
di screpancia
emerge la mente. Es curioso observar el hecho de que somos
nosotros mismos quienes dictamos cómo “deberían ser las cosas”.
Si el problema es importante y existe una gran diferencia entre lo
que es y lo que debería ser —lo que conlleva consecuencias
desfavorables— es probable que rumiemos largamente sobre él. Así,
cuando clasicamos un problema como “importante”, este acapara
toda nuestra atención; lo analizamos mentalmente y nos hace
plantearnos escenarios virtuales para poder planicar y encontrar
una solución. El objetivo es simple: subsanar la discrepancia,
acortar la brecha y que todo vuelva a ser “como debe ser”. Esta
forma de reaccionar ante los problemas puede activarse ante
diferentes situaciones, desde conseguir una cita con una chica,
hasta evitar la calvicie o pagar menos impuestos.
«Hay dos formas de cambiar lo que deseas: cambiar lo que tienes (“lo que es”) o
cambiar lo que pides (“lo que debería ser”)»
Aunque aparentemente solo hay dos tipos de problemas —los
importantes y los no importantes—, si nos jamos con más detalle
podremos dividirlos en cuatro categorías.
• Problemas que importan y que controlamos: como aprobar un
examen
una crucial —que
enfermedad para laseque
resuelve estudiando—
hay tratamiento ecazo ymejorarse
disponible.de
• Problemas que no importan y que controlamos: como que no
me guste el programa de TV que estoy viendo —cuando tengo yo
el mando a distancia— o el libro que estoy ojeando en una
librería —donde hay muchos otros para escoger—.
• Problemas que no importan y no controlamos:como que no me
guste el programa de TV que estoy viendo, PERO el mando a
distancia no lo tenga yo, sino mi pareja.
• Problemas que importan y que no controlamos: como tener una
enfermedad para la que no hay un tratamiento ecaz disponible
o enamorarnos de alguien que no nos corresponde. A esta última
categoría pertenecen los problemas que más nos complican la
vida, aquellos que nadie quiere tener.
Si lo pensamos detenidamente, en el fondo, la importancia del
problema es secundaria, lo verdaderamente crucial es nuestro
grado de control sobre el mismo. La variable control es la que
determina la mejor
tienes control, respuesta
merece la penapsicológica ante un
actuar. El hecho deproblema. Solo si
que el problema
sea importante o no, es irrelevante. Importancia y control pueden
ser variables totalmente ortogonales —o, dicho de otra manera,
totalmente independientes entre sí—. Tanto es así que, cuando
estamos abrumados por un problema importante y que no
controlamos, suele ser útil dedicarnos a resolver algo que sí
controlamos, aunque tenga poca importancia. Por ejemplo,
podríamos coger cita con el dentista o cambiar una bombilla
fundida de un armario. ¿Y por qué es tan útil? Pues porque el hecho
de actuar y movilizarnos para resolver un problema —aunque tenga
poca importancia— aumenta nuestra sensación de dominio y
control y produce un aumento de las emociones positivas; facilita el
contexto para responder de forma más ecaz a aquello que nos
importa, pero no controlamos. La próxima vez que estés abrumado
por un problema importante, prueba a ocuparte de algo sobre lo
que sí tienes
Esta controlsobre
observación y observa qué efecto tiene
la importanica en ti. no es nueva,
del control
pues como ya decía en el 700 d. C. el erudito indio Shantideva: "Si
hay un remedio, ¿de qué sirve entonces la preocupación? Si no hay
remedio, ¿de qué sirve entonces la preocupación?".
Desafortunadamente, aunque entenderlo racionalmente ayuda, no
es suciente.
De forma intuitiva, ya detectamos que el control es un elemento
clave a la hora de resolver o no un problema. Por ejemplo, imagina
que le preguntamos a un conocido si aprobó o no el carnet de
conducir y nos contesta algo como: “Bueno, es que este año cogí dos
o tres veces la gripe y además la escuela me quedaba algo lejos de
casa para ir andando y hubo huelgas de transporte público.
Además, ha ssido
ido un año lluvioso y ssee me rompió el paraguas y creo
que el profe me tiene manía.” ¿Cómo te quedas tras esta
explicación?
A veces, aunque entendamos racionalmente que no tenemos
control sobre el problema y que de nada sirve preocuparnos, no
sabemos qué hacer para sacárnoslo de la cabeza. Cuando se trata de
algo que
caso omiso
nosdeimporta,
dicho raciocinio
es como ysiactivara
nuestrademente
formadecidiera
instantánea
hacer
el
modo preocupación y sufrimiento. Aunque le digamos rmemente
que es inútil preocuparse —pues la solución no depende de
nosotros—, el efecto es, en el mejor de los casos, efímero. Y si
además empleas un tono imperativo, lo que haces recibe en
términos psicológicos el nombre de supresión. Esto tiene peores
consecuencias que el no hacer nada, porque el pensamiento vuelve
con mayor insistencia, como un boomerang. Como se suele decir:
“No quieres sopa, pues toma dos tazas”. El fenómeno fue ilustrado
mediante el clásico
cual se inspiró experimento
en una observacióndeldelpsicólogo Daniel Wegner,
célebre escritor el
ruso Léon
Tolstói. En él, pedía a los participantes que pensaran en lo que
quisieran de forma consciente durante 5 minutos, pero con la única
condición de no pensar en un oso blanco. Si no conoces el
experimento, pruébalo ahora mismo.
La mayoría de la gente asume que el mundo interior y el mundo
exterior
la mentefuncionan
no son lo bajomismo—.
las mismas
Porleyes, pero no
ejemplo, es así —la mano
la conducta motoray
observable depende de nuestra “intención”; uno realiza un gesto
con su mano en función de su “voluntad”. Imagina que yo te digo,
“deja este libro en la mesa”. Tú lo harás (o no) en función de si
quieres seguir mi indicación, pero lo que no ocurrirá es que dejes el
libro en la mesa en contra de tu voluntad. Tu mano no actúa como
si estuviera poseída, dejando el libro en la mesa ante tus ojos
atónitos. Si lo dejas es porque quieres, y si no lo haces, pues porque
no. Simple. Pero, ¿sucede lo mismo con el mundo interior?
¿Decides tú lo que piensas, sientes o deseas? Si te digo, “piensa en
cualquier verdura menos en una lechuga verde y fresca”, ¿puedes
hacerlo?
«El control es lo que determina la respuesta a los problemas, sean estos importantes
o no»

R e f e r e n c i a s b i b l i o g r á  c a s

Hjelmborg, J. V., Fagnani, C., Silventoinen, K., McGue, M., Korkeila, M., Christensen, K., ...
& Kaprio,
adult twins.J. Obesity,
(2008). Genetic inuences
16(4), 847-852. on growth traits of BMI: a longitudinal study of
https://doi.org/10.1038/oby.2007.135
Segal, Z. V., Williams, J. M. G., & Teasdale, J. D. (2002). Mindfulness-based cognitive
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Williams, J. M. G. (2008). Mindfulness, depression and modes of mind. Cognitive Therapy
and Research, 32(6), 721-733. https://doi.org/10.1007/s10608-008-9204-z
C a p í t u l o 3

Q u é e s y q u é n o e s l a a c e p t a c i ó n

S o b r e l a a c e p t a c i ó n , l a r e s i g n a c i ó n y l a

c o n f r o n t a c i ó n i r r a c i o n a l

Las personas tenemos diferentes formas de enfocar los problemas


según las experiencias que hayamos vivido en situaciones
parecidas, además de nuestra genética individual y el estado de
ánimo en el que nos encontremos en un momento determinado. La
forma en que nos enfrentamos a los obstáculos es muy signicativa,
pues
puedecomo
variarhemos visto, sudeimpacto
dependiendo a nivelEste
la persona. psicológico
fenómenoy no
social
es
nuevo para la psicología de la salud, puesto que ha podido
comprobar que quienes sobreviven a grave enfermedades médicas
no lo hacen únicamente debido a variables biológicas o médicas,
sino también psicológicas (Chida y cols., 2008; Reynolds, 2000). En
el campo de la psicología, hablamos de “estilos de afrontamiento”
para referirnos a las diferentes formas en las que las personas
afrontamos un problema —incluyendo nuestros pensamientos,
emociones y nuestra conducta en relación a él—. Algunos son más
ecaces
sentimos que otrosa yuna
respecto esto inuyedeterminada,
cuestión no solamentesinoentambién
cómo anos
lo
largo del tiempo que permanece en nuestra mente (Diener y cols.,
2011).
Que hoy haga sol o llueva escapa totalmente a mi control, pero eso
no quiere decir que mis acciones no tengan mayor impacto en otras
situaciones. Si en vez de ir al cine todas las tardes me paso horas
estudiando para un examen, tendré más posibilidades de sacar
buena nota. Entre el primer escenario (el clima = nada de control) y
el segundo (estudiar para un examen o ir al cine = mucho control),
observamos que las situaciones presentan diferentes gradaciones
de control.
Sin ser esto una ciencia precisa, podemos diferenciar algunas
variables que suelen inuir en el resultado.
res ultado. Cuando estas dependen
de nosotros, hablamos de “control interno”, mientras que, si no
dependen
Por ejemplo,de las
nosotros, decimos
horas de estudioque
queestán bajo “control
dedicamos externo”.
a una asignatura
están bajo control interno —soy yo quien decide cuánto tiempo
dedicarle al estudio—, pero el grado de exigencia que tiene un
profesor sobre la asignatura y el método que utiliza para evaluarnos
están fuera de nuestro control, es decir, son variables de “control
externo”. Por tanto, aprobar o suspender dependerá en parte de
variables internas (horas de estudio) y por otra, de variables
externas (profesor).
Como en el caso del examen, hay cosas que podemos hacer para
resolver cierto tipo de problemas y que resultan útiles. No obstante,
eso no nos garantiza que el resultado sea exitoso, ya que hay más
variables en juego. Si quieres conseguir un trabajo, tendrás que
enviar currículums, contactar a amigos y familiares, apuntarte a
una bolsa de trabajo, tener la formación adecuada para el puesto y
presentarte a las entrevistas. Sin duda, al hacer todo eso estarás
más cerca de encontrar empleo, pero no tendrás la certeza de estar
trabajando en 3 meses.
¿Recuerdas al amigo que describíamos antes, el que no había
podidolassacarse
gripe, huelgaseldecarnet de conducir
transporte alegandole como
y que el profesor causas En
tenía manía? la
mi opinión, el problema con esta descripción es que le falta una
parte importante: las variables internas —estudiar, ir a clase, haber
hecho los test de exámenes—. Nuestro amigo solo nos habla de
variables externas como el clima, la actitud del profesor, etc. Pero
eso nos deja con una sensación de poca credibilidad al escucharlo,
de haber oído un montón de excusas. En el fondo, todos sabemos
que lo fundamental para sacarse el carnet es leer varias veces el
tedioso libro de normas de circulación y hacer muchos test de
conducir de prueba.
«El “control interno” es lo que depende de nosotros –estudiar para un examen–,
mientras que el “control externo” son variables externas que escapa a nuestro control
—grado de exigencia de un profesor—»

De este modo, llegamos a un punto clave: la aceptación es algo


activo, que requiere de nuestra participación. Aceptar implica saber
cuándo
dejar ireslonecesario
que no actuar,
dependecuándo resulta útilEste
de nosotros. y relevante, y saber
es un aspecto
fundamental y una de las diferencias que existen entre la
aceptación y la resignación. La resignación —que fácilmente se
confunde con aceptación— se caracteriza por la adopción de un
enfoque pasivo. Cuando nos resignamos, hacemos menos de lo que
podríamos hacer. Es como si al darnos cuenta de que no podemos
garantizar el resultado que deseamos —pues hay más variables
externas que internas implicadas—, decidiéramos tirar la toalla. En
ocasiones, podemos ver esta actitud cuando decimos (u oímos)
frases como “¿para qué esforzarme?”, “mejor lo dejamos”, “yo
paso”, “no hay nada que pueda hacer”, o “no quiero ni hablar del
tema”.
Ahora veamos otro estilo opuesto a la resignación: la
confrontación irracional. En ese caso —como al resignarnos—
también nos oponemos a algo, pero esta vez de forma activa y
beligerante. Sobreestimamos la probabilidad de éxito y actuamos
creyendo que tenemos más control sobre la situación del que
realmente tenemos. Cuando se trata de problemas que nos
importan y sobre los que no tenemos control, la confrontación
irracional puede adoptar dos formas. Puedo asumir ilusoriamente
que tengo el control y actuar de forma testaruda o bien puedo
autoengañarme negando que me importa, como en la fábula de la
zorra y las uvas. En esta fábula atribuida a Esopo, se cuenta cómo el
animalito ve un racimo de uvas y trata de alcanzarlo. Pero después
de intentarlo varias veces sin obtener resultado —pues las uvas
están demasiado altas—, las desprecia diciendo que están verdes.
Las frases siguientes son características del estilo de
confrontación irracional: “Esto no puede ser así”, “esto no me
puede
voy pasar a mí”,sea“tiene
a solucionar comoque haber
sea”, “si un
unoerror”,
quiere“no me lo
puede creo”, “lo
conseguirlo
todo”. Esta actitud proactiva no tiene por qué resultar efectiva, el
problema está en creer que nuestras acciones sí van a serlo. Si
busco trabajo en el sector de la hostelería en Menorca, pero es
invierno, por mucho que vaya a las entrevistas en bermudas, eso no
cambiará el hecho de que, la temporada baja no es un momento
ideal para conseguir el empleo.
Cuando aplicamos la confrontación irracional, queremos ejercer
más control del que realmente tenemos. Cualquier persona a la que
se le diagnostique un cáncer de mal pronóstico hará todo lo posible
por mejorar. Sin embargo, ¿hacer “todo lo posible” es
“confrontación irracional”? Depende. Si “hacer todo lo posible”
genera una falsa ilusión de control, pues sí, será confrontación
irracional. En cambio, si hacemos “todo lo posible” siendo
conscientes de que, a pesar ello, el resultado no está garantizado,
eso es compatible con la aceptación.
Las personas que actúan sin ser conscientes de que el éxito no
está garantizado, cuando se enfrentan a una realidad que no es
como la que esperaban, pasan de la confrontación irracional a la
resignación. En la confrontación sobreestimamos nuestro grado de
control, mientras que en la resignación lo subestimamos. La
aceptación implica algo más que una actitud activa: sabiduría para
distinguir lo que podemos controlar y lo que no.
El problema con la resignación es que no nos deja ver que incluso
cuando tenemos muy poco control, podemos hacer algo que nos
acerque
una un pasitograve
enfermedad más adelo mal
que pronóstico,
queremos. Imagínate
resignarseeneseldejar
caso de
llevar a cabo acciones sabias que valen la pena. Puede que tenga un
grado de inuencia bajo, digamos que un 10 %, pero ¿si me resigno
haré cosas dentro de ese margen? Probablemente no. Estoy
convencido de que no es lo mismo intentar hacer algo, que
preguntarte el resto de tu vida qué hubiera pasado de haberlo
hecho.
Aunque la probabilidad de éxito sea escasa, vale la pena actuar.
Puede parecer contra intuitivo pero aunque pierdas y no logres tu
objetivo,
depende ganarás seguridad
del resultado, sino en
detiactuar
mismo.deParte
formadecongruente
esa seguridad
conno
lo
que uno cree que es importante, aceptando que quizás no llegues a
la meta. La idea es que, si algo no sale como esperaba —y puede no
salir—, no será por mí. No hace mucho, me encontré con un vecino
cuando iba a tirar la basura al contenedor. Él, al verme tirar el
cartón en el contenedor azul y el plástico en el contenedor amarillo,
me dijo amablemente: “¿Sabes que aún no te multan si lo tiras todo
en el verde?”. El vecino, intentaba ayudarme haciéndome saber que
hay una forma más cómoda de tirar la basura sin consecuencias
negativas (tirarlo todo en el verde). Sin embargo, lo que él no
consideró es que yo reciclo porque valoro la ecología y, por tanto, lo
seguiré haciendo, aunque sea un poco más costoso. Lo interesante
de la anécdota es que no reciclo porque crea que eso vaya
forzosamente a salvar al planeta —no necesito que me garanticen
un resultado—, sino que lo hago por coherencia interna y, al
hacerlo, me siento mejor. Este es un buen ejemplo de acciones que
realizamos motivados por nuestros valores, y no necesariamente
por el logro externo. Así, podemos hacer que el nivel de frustración
e irritación que experimentamos cuando las cosas no salen como
queremos, disminuya considerablemente.

Otra diferencia sutil pero relevante entre aceptación y resignación


—y que
nos tiene poderosas
resignamos creemosimplicaciones emocionales—
que no podemos hacer nada es quecambiar.
para cuando
Sin embargo, eso no es aceptación, porque estamos convencidos de
que la situación debería ser distinta. No entendemos que la
situación es como es porque no puede ser de otra forma. Cuando
acepto, soy capaz de comprenderlo porque entiendo que no podría
haber sido diferente. En la resignación y en la confrontación
irracional siempre hay oposición, y esta oposición es la que nos
conduce —como ya dijimos— al sufrimiento. Si no podemos pasar
página es porque seguimos pensando que la realidad “no debería
ser así”; esta resistencia hace que el malestar se cronique. Es por
eso por lo que la resignación/confrontación suele ir acompañada de
un estado de ánimo negativo u hostil, añade un componente
adicional de amargura.
Imagina que una tarde de septiembre, estás con unos amigos
tomando un refresco en una terraza, disfrutando de la compañía y
la charla hasta que empieza a refrescar, cosa que hace que todos se
levanten y termine la quedada. Dudo mucho que alguien se vaya
andando a casa maldiciendo el ritmo de rotación de la Tierra y
nuestra posición planetaria respecto al Sol, en la que los días son
más cortos que en junio. No lo hacemos, a pesar de que nos hubiera
gustado quedarnos un rato más. En este caso, hay entendimiento y
comprensión, por eso podemos disfrutar de la situación sin
lamentar lo que hemos perdido.
La resignación, por el contrario, se parece más a lo que hacíamos
de adolescentes cuando nuestros padres no nos dejaban salir de
noche.
entendíaEnque
mi no
caso, yoaún
tenía siempre “aceptaba”
el control que no
de muchas podía
áreas ir, pues
de mi vida.
Pero en el fondo, seguía pensando que era ridículo que no me
dejaran salir. Así que me quedaba en casa sin seguir discutiendo
con mis progenitores, pero en un estado de insatisfacción interna y
una actitud oposicionista durante el resto de la noche. Es
importante entender que no se trata únicamente de dejar de luchar.
Aceptar, además, implica comprometerse activamente con el resto
de opciones alternativas que me ofrece un determinado contexto,
partiendo del dolor de lo que no pudo ser. ¿Qué opciones me ofrece
una noche en casa, una vez acepto que hoy no puedo salir?
En cierto sentido, entre la confrontación irracional y la
resignación, se encuentra la aceptación radical. No lo digo así
porque sea el término medio, sino porque se trata de una
perspectiva distinta. La aceptación radical implica adoptar una
actitud activa y sabia. La sabiduría nos permite actuar sobre el
problema, sin confundir lo que hacemos con lo que deseamos; nos
permite hacer “lo que toca”, y olvidarnos de lo demás. Este
concepto te resultará familiar si has oído alguna vez la oración de la
serenidad, atribuida al pensador Reinhold Niebuhr: “[...]
Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo
cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la
sabiduría para conocer la diferencia […]”
Me acuerdo del padre de un paciente que estaba frustrado porque
su hijo, en paro desde hacía tiempo, se había ido por la tarde al
cine. Para poder entender el problema, le pregunté: “¿Tenía alguna
entrevista de trabajo a la que dejó de acudir para ir al cine?” La
respuesta fue “no”, así que le volví a preguntar: “¿Y antes de ir al
cine había mirado cosas de trabajo, había enviado CV, había
llamado a su tío por si tenía algún trabajo...?” La respuesta del
padre esta vez fue “sí”. Ante esta situación, ir al cine es aceptación;
el joven se esfuerza, pero no se obsesiona para controlar lo que no
controla. Cuando aceptamos, actuamos sobre y desde nuestra área
de inuencia, no indiscriminadamente. Y además, cuando hemos
hecho todo lo posible, estamos abiertos a aceptar cualquier
resultado. ¡Sí, cualquier
Recientemente, resultado!
una madre me comentaba que su hijo adolescente
se ausentaba de las clases y no mostraba ningún interés por las
tareas académicas. Se la veía muy preocupada porque estaba
convencida de que esto podría tener repercusiones importantes en
el futuro de su hijo —preocupación que yo también compartía—.
Ella me decía: “No entiendo, Quim, ¿lo que tengo que hacer es
aceptar y dejar que haga lo que le dé la gana? ¡Yo no puedo hacer
eso!”
Creo que el problema es que ella estaba confundiendo mi
propuesta de aceptación
hijo a la buena contrabajo
de Dios. Mi la ideafue
de tratar
resignarse y abandonar
de mostrarle cómoa su
lo
que estaba haciendo era oponerse con todas sus fuerzas a una
realidad: que ella no tenía control sobre los intereses y
motivaciones de su hijo adolescente. A consecuencia de esta
oposición, ella y la relación que mantenía con su hijo sufrieron un
gran desgaste emocional. Y es que su hijo no paraba de hacer
promesas que luego incumplía, con lo que la madre sentía mucha
rabia y desesperación. Las discusiones entre madre e hijo, no
producían ningún cambio en favor de su interés académico; al
contrario, causaban un mayor distanciamiento entre ambos.
Aceptar, en este caso, implicó llevar a cabo acciones basadas en su
legítimo interés como madre para que su hijo tuviera la mejor
formación posible, hacer lo que estuviera en su mano para crear un
contexto que reforzara y facilitara el estudio. Después, le tocaba
aceptar “radicalmente” la posibilidad de que todo cayera en saco
rato, el hecho de que quizás no sirviera de nada para que el hijo se
interesase por los estudios. Pero aun siendo este el caso, al menos
la madre podría dormir tranquila por la noche, sabiendo que hizo
todo lo que pudo y que, si no lo consiguió, no fue por su inacción.
La Dra. Marsha Linehan sostiene que la realidad es como en un
juego de cartas; juegas con las cartas que te tocan, y te esfuerzas
por hacer tu mejor jugada. De nada sirve pensar en las cartas que te
merecerías tener y que no tienes, en la suerte, o perder el tiempo
comparando tus cartas con las de los demás jugadores. La única
alternativa realmente ecaz, es pensar en la mejor jugada que
puedes hacer con
Para ilustrar esas
esto, encartas, aunque sea
TDC utilizamos una simple pareja.
frecuentemente el siguiente
ejemplo. Imagínate que te condenan a prisión por un delito que no
has cometido, debido a una serie de circunstancias desafortunadas.
Tendrás que sufrir una condena de cinco años por algo que tú no
hiciste. Es probable que sea muy difícil para ti aceptar esa
circunstancia, sabiendo que eres inocente. Por ello, no sería
extraño que estando en prisión te negaras a aceptar las normas que
allí se te imponen. Podrías llamar al celador cada vez que se apagan
las luces por la noche porque no has terminado de leer el capítulo
de tu del
lugar libropotaje
o exigir
de al comedor
lentejas nadaqueapetecible
los juevesque
te te
sirvan paella
suelen en
poner
delante. Estarías actuando desde la confrontación irracional, con la
consecuencia inevitable de que estos desafortunados cinco años
fueran horrorosos. La aceptación, a diferencia de la resignación,
implica jugar según las normas. No es necesario que las normas te
gusten ni que estés de acuerdo con ellas, solo que aceptes seguirlas;
pues las normas existen, están ahí por un motivo que escapa a tu
control. Aceptar es algo más que eso. Por un lado, es dejar que el
mundo sea como es. Por el otro, es comprometerse a participar
activamente en esa realidad. Si aceptamos, jugamos según las
normas: nos apuntamos al equipo de ajedrez o de básquet, usamos
la biblioteca de la prisión y hacemos actividades que nos resulten
interesantes y tengan sentido para nosotros.
La aceptación es particularmente útil en momentos de la vida que,
de tener nosotros el control, no habríamos escogido vivir. ¿Cómo te
has sentido cuando te has negado a aceptar una realidad particular?
¿Cómo te has sentido en el momento en que decidiste soltar, dejar
de insistir imperativamente?
Estilo de Pensamientos Los demás Conducta Ecacia
Afrontamiento me ven…
“Nada de lo que haga será Como alguien Tirar la to
toalla Baja
útil” sumiso o
Resignación “¿Para qué esforzarse?” “No derrotista
quiero ni hablar del tema”
“¿Total, para qué?”
“Esto no puede estar Como alguien Exigir e Baja
Confrontación pasando” altivo intentar
Irracional
“Ni hablar, esto no va a controlar lo
quedar así” que no controlo
“Esto tiene que ser sí o sí”
“Puede que no lo consiga, Como alguien Hacer lo que Alta
pero no será por no digno, con toca
Aceptación
intentarlo” autorrespeto
“Esto no me gusta y todo no
depende de mí, pero haré lo
que pueda para cambiarlo”

R e f e r e n c i a s b i b l i o g r á  c a s
Chida, Y., & Steptoe, A. (2008). Positive Psychological Well-Being and Mortality: A
Quantitative Review of Prospective Observational Studies. Psychosomatic Medicine,
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Reynolds, P. (2000).
Black/White CancerUseSurvival
of Coping Strategies
Study. andJournal
American Breast of
Cancer Survival: Results
Epidemiology, from the
152(10), 940–949.
https://doi.org/10.1093/aje/152.10.940
C a p í t u l o 4

L a i s l a d e l d o l o r

Te propongo que hagamos un ejercicio llamado la isla del dolor.


Todos tenemos una isla del dolor que reúne todos los problemas de
la categoría “alta importancia y cero control”. Normalmente,
podemos identicar 3 o 4 que podrían pertenecer a esta isla. Puede
que muchos de ellos estén en la lista que has elaborado en el
capítulo 2 (la de la tabla). Si no todavía no lo has hecho, realiza el
ejercicio ahora. Piensa en aquellos problemas que han ocupado tu
mente desde hace largo tiempo —en los que te ves enredado con
frecuencia— y apúntalos. Esos en los que has invertido mucho
tiempo
pueden yaparecer
esfuerzo,cosas
peroque
siguen ahí sin
quieras resolverse.
cambiar como:En esta hiciste
lo que categoría
en
el pasado, una característica personal o un comportamiento de
alguien que es importante para ti, no conseguir algo que realmente
deseas, la pérdida de algo o alguien que quieres, o una enfermedad.
Es crucial que entiendas que el dolor generado por estos problemas
es ineludible. Igual ocurre si acerco la mano al fuego, lo natural es
sentir dolor. Además de natural, el dolor es necesario; de no
sentirlo, dañaríamos inadvertidamente nuestro cuerpo —como
sucede en los casos de individuos que han nacido sin capacidad
para percibir dolor (Nagasako y cols., 2003) —. Pero no solo el dolor
somático (de los tejidos) es útil, también lo es el emocional. Por
ejemplo, saber que sentiremos aicción tras una pérdida, nos
mueve a buscar nuevas relaciones o a cuidar de aquellos que sufren.
Evidentemente, el tamaño de la isla del dolor varía de persona a
persona. Piensa en esa gente a la que parece que le suceden todas
las desgracias del planeta. Para ellas, la isla del dolor puede llegar a
tener el tamaño de todo un continente. También nos encontramos
el caso opuesto, personas a las que parece que la suerte siempre les
sonríe, que
tengan isla todo
del dolor,
les va genial.
sino que
Nosnavegan
da la sensación
entre islotes
de que de
ellos
pura
no
felicidad y comodidad. Lo sorprendente es que, en ambos extremos,
el grado de bienestar y felicidad no siempre va relacionado con el
tamaño de la isla de dolor. Como dice la Dra. Linehan, hay gente a
la que el dolor la destruye y hay gente a la que le hace más fuerte.
El sentido común nos llevaría a pensar que cuanto más grande es
la isla, más grande es el sufrimiento. En cuanto a las islas pequeñas,
por el contrario, las asociamos a una mayor felicidad. Ahora bien,
aunque en numerosas ocasiones es así, existen casos que
contradicen nuestro sentido común. Hay gente que vive en
auténticos continentes de dolor, limitaciones y pérdidas, que
sorprendentemente da charlas sobre la felicidad. Tomemos el
ejemplo del joven australiano Nick Vujicic, quien creció sin
extremidades y, pese a estas limitaciones, se ha dedicado a impartir
charlas por todo el mundo contra el bullying. ¡Hasta es padre de
cuatro hijos! Del mismo modo, aquellos que tú considerarías muy
afortunados —pues todo les ha sonreído en la vida (o como decimos
en Cataluña: “gente que nació con la or en el culo”)— son a veces
tan infelices que se han planteado terminar con sus vidas (estrellas
de Hollywood, por ejemplo).
En efecto, el tamaño de la isla del dolor sin duda importa, pero no
lo es todo. La otra variable que hemos de tener en cuenta es nuestra
respuesta ante esa isla y su contenido. Podemos oponernos a ella o
permitir que exista. La resistencia ante los contenidos de la isla
amplía nuestro dolor, eso es lo que genera el sufrimiento. La
reacción de ylucha
sufrimiento, psicológica
este mar ante el dolor
puede convertirse en uncrea un mar
océano. ¿Cómode
podemos contener nuestra isla y limitar sus fronteras? Pues a
través de la aceptación y la permisividad. Es importante entender lo
que mencionábamos en el capítulo anterior, que la importancia y el
control no están relacionados. Si fueran dos líneas en una hoja,
formarían el símbolo ‘+’. El valor (nivel) de importancia, por elevado
que sea, no aumenta los valores del eje de control. Es por este
motivo por lo que la motivación a la hora de resolver un problema
signicativo no hará que tengas más control sobre él. La relación
entre la importancia de un problema y el grado de control que
tenemos sobre él, es como la que existe entre la longitud del pie y el
cociente intelectual: nula.
«Lo que importa no es el tamaño de la isla, sino nuestra respuesta ante ella»

El contenido de la isla del dolor será distinto para cada persona,


aunque habitualmente están pobladas por tres o cuatro temas que
llevamos enquistados. Donde hay más variabilidad entre individuos,
es en el tamaño del mar de sufrimiento. Vamos a ver ahora el
porqué.
El sufrimiento es producto de la interacción entre los problemas
que nos importan pero que no están bajo nuestro control, y la
magnitud de la resistencia que ejercemos contra ellos. Por lo tanto,
esta ecuación tiene dos variables, no solo una. Clásicamente se ha
denido como “sufrimiento = dolor x resistencia” (Shinzen Young,
2006), lo que nos permite entender por qué algunas personas con
islas relativamente pequeñas sufren más que personas con islas
mucho más grandes.
La variable psicológica que llamamos “resistencia” es muchísimo
más importante de lo que parece a simple vista. Lo entenderemos
mejor mediante los siguientes ejemplos:
Situación A
Imagina que el n de semana has estado esquiando y has tenido
un accidente en el que has acabado con un brazo roto. Estás en la
sala de urgencias
Mientras de cuenta
esperas, te das un hospital
de que,esperando al traumatólogo.
si no te mueves en absoluto,
el dolor se reduce signicativamente —casi desaparece—. Al poco
rato, llega el traumatólogo de guardia —que ya ha visto las placas—
y tras examinarte te dice: “Tienes el hueso roto y mal colocado, si lo
enyeso tal y como está, la movilidad de tu brazo quedará limitada.
La mejor opción será que te lo recoloque manualmente. Será rápido
y te dolerá mucho, pero una vez que haya terminado, tu brazo
volverá a su lugar y no tendrás limitaciones de movilidad en el
futuro. ¿Me das permiso para que te lo recoloque?”. ¿Qué es lo que
responderíamos la mayoría de nosotros? “¡Pues claro! ¡Hazlo, y
hazlo rápido!” Nadie querría quedar limitado de por vida pudiendo
recuperarse totalmente, a pesar de que ello implique sufrir unos
instantes de dolor intenso.
Prosigamos. Con tu permiso, el traumatólogo recoloca el brazo en
su sitio y, efectivamente, te causa un dolor de 9 en una escala del 1
al 10. El dolor extremo se mantiene aproximadamente durante 5
segundos. La pregunta ahora es: ¿el haber pasado por esta situación
tendrá algún efecto sobre tu cena en casa, esa noche? ¿Decidirás
cambiar la serie de televisión que tenías pensado ver? Al margen de
la incomodidad del yeso, ¿soñarás con el accidente? ¿Será tu
desayuno a la mañana siguiente muy distinto del de siempre?
Situación B
Ahora nos encontramos ante una situación distinta. Imagina que
ese mismo Decides
ciudad. día, nalmente no vas a esquiar
aprovechar para y eliges
ir de quedarte en la
compras.
Desafortunadamente, cuando vas al garaje a buscar el coche,
alguien se te acerca por detrás y enseguida te pone un pañuelo en la
nariz impregnado de una sustancia que te adormece. Cuando
despiertas, estás sentado en una silla en medio de una nave
industrial abandonada, solo y atado. Al poco tiempo, alguien se
aproxima y te dice al oído: “Tú aún no lo sabes, pero el crujido que
hacen los huesos humanos al romperse me provoca un inmenso
placer. Ahora me apetece romperte uno, y me da igual si gritas o
ono;quién
ahórrate
eres”.elActo
ofrecerme dinero;
seguido, me da
te rompe el igual
brazo.siDurante
tienes hijos, familia
5 segundos
experimentas un dolor de 9 en una escala del 1 al 10. Después te
desata y desaparece.
Y ahora, te pregunto lo mismo que en el caso A: ¿el haber pasado
por esta situación tendrá algún efecto sobre tu cena en casa, esa
noche? ¿Decidirás cambiar la serie de televisión que tenías pensado
ver? Al margen de la incomodidad del yeso, ¿soñarás con el
accidente? ¿Será tu desayuno a la mañana siguiente muy distinto
del de siempre?
Es interesante observar cómo un mismo dolor físico puede tener
diferentes implicaciones en el futuro, dependiendo de nuestra
resistencia a él. En la situación A no hay trauma psicológico, no
experimentarás ashbacks con el traumatólogo poniéndote el brazo
en su sitio, ni tendrás pesadillas recurrentes en urgencias ni
entrarás en un modo de hipervigilancia al acercarte a un centro de
salud. No se generan problemas secundarios al dolor. Es probable
que durante la cena hables de la rotura del brazo y el yeso, pero
¿será ese el único tema de conversación? No lo creo. Puede que ni
siquiera sueñes con la caída. Al día siguiente, es probable que
desayunes lo mismo que todos los días. ¿Qué emociones surgirán
hacia la persona que causó el dolor? En la situación A, quizá sientas
agradecimiento hacia el médico, pero con toda seguridad no
sentirás lo mismo por tu torturador en la situación B, a pesar de
que el dolor fuese exactamente el mismo. La actitud ante el dolor es
la clave. En el primer caso “damos permiso” al dolor. Si aplicáramos
la ecuación del sufrimiento que mencionamos antes a la situación
A, el dolor es 9 pero la resistencia u oposición al traumatólogo es
mínima, con lo que el resultado en términos de sufrimiento es
elevado: 9 de dolor x 1 de resistencia = 9. En el caso de la tortura de
la situación B, la oposición a la experiencia de dolor es máxima. La
ecuación quedaría en: 9 de dolor x 10 de resistencia = 90. ¿Cuál será
el resultado más probable? Estrés postraumático.
Esta misma ecuación nos permite entender por qué una madre
decide dar acomo
experiencia luz sin
una ladeepidural y, pese
las mejores de sualvida.
dolor, considera
Tanto esa
es así que
tiene un segundo hijo a través del mismo procedimiento. En
denitiva, espero que estos ejemplos nos demuestren lo importante
que es la actitud psicológica.
Algunas estufas eléctricas o tostadoras tienen una pieza llamada
también “resistencia”. Este componente, como su nombre indica,
ofrece resistencia al paso de los electrones, poniéndose rojo y
aumentando de temperatura. Pues nosotros hacemos algo parecido
con los temas que no nos gustan; nos oponemos a dejar paso a la
realidad
este caso,porque no es como
es legítimo sentirnosotros
rechazocreemos
ante el que debería
dolor, pero ser. En
lo que
genera la resistencia es añadir la idea de que las cosas no deberían
ser así. Quiero puntualizar aquí, que las personas no escogemos lo
que nos gusta y lo que no. Si así fuera, yo escogería que me gustaran
más las acelgas y menos el chocolate. Por eso, decirle a alguien que
no debería gustarle algo que le gusta, es no entender que la
preferencia no es una elección.
La oposición tiene dos consecuencias indeseables. La primera es
que amplica la experiencia negativa, convirtiendo el dolor
ordinario en un sufrimiento evitable. La segunda es que esa
amplicación no afecta solo a la intensidad, sino también a la
duración del sufrimiento, lo cronica. La prueba de ello es que no
podemos olvidar lo que no aceptamos. Cuando hay algo que no
aceptamos, permanece en la mente como si fuera un contrato de
delización. Un aspecto crucial para mí y sobre el que quiero
insistir —seguiremos hablando de él más adelante—, es que nos
parece lógico pensar que lo que causa la rumiación mental es la
importancia del problema y sus consecuencias negativas. ¡Pero no
es así! Lo que causa la rumiación es la resistencia a él, la oposición.
Si hubiera dolor, pero no nos resistiésemos a él, no pensaríamos de
forma reiterada en el problema. Compruébalo por ti mismo y trata
de que no se te olvide.
Los motivos por los que la mente nos causa sufrimiento son tan
complejos como fascinantes. Si te interesa profundizar en ellos, te
aconsejo ir al capítulo “la realidad tal como es”. Una vez termines,
regresa de recomendable,
lectura es nuevo y sigue puede
leyendoquedesde este punto.
te resulte Aunque
un poco su
densa.
Recuerda que es opcional, así que lo dejo a tu elección.
«Si ejercemos resistencia y nos oponemos a una realidad que nos desagrada, lo
único que lograremos será amplicar la sensación de malestar, cronicándola y
entrando en un improductivo círculo de rumiaciones mentales»

E j e r c i c i o 1

󰂿 Q u é e s l o q u e n e c e s i t o a c e p t a r ? ( P a r t e

A )
El primer paso para trabajar con este libro será denir qué cosas
necesitamos aceptar en nuestra vida. Es por eso por lo que, como
ejercicio inicial, te sugiero pararte un momento y pensar sobre qué
es aquello que necesitas aceptar y el grado en que lo aceptas
actualmente.
Enumera 2 hechos muy importantes en tu vida que necesitas
aceptar.
Indica el grado de aceptación actual en una escala del 0 al 5, donde
0 = no lo acepto en absoluto y 5 = lo acepto absolutamente.
Hechos muy importantes que neces
necesito
ito ac
acepta
eptarr Grado
Grado de acepta
aceptación
ción actu
actual
al (0 - 5)
5)
1
2

Ahora, vayamos a la segunda parte del ejercicio:


Enumera 2 hechos de relativa importancia que te esté costando
aceptar actualmente en tu vida.
Indica el grado de aceptación actual en una escala del 0 al 5, donde
0 = no lo acepto en absoluto y 5 = lo acepto absolutamente.
Hechos de relativa importancia que necesito Grado de aceptación actual (0 -
aceptar 5)
1
2

󰂿 Q u é e s l o q u e n e c e s i t o a c e p t a r ? ( P a r t e

B )

Lo siguiente que harás es seleccionar tan solo un hecho de cada


lista (mayor y relativa importancia) con los que empezarás a
trabajar de ahora en adelante.

Hechos que necesito aceptar y en los que voy a trabajar


1
2

Si es necesario, revisa tu lista y reescríbela comprobando que se


trate de hechos. Evita incluir interpretaciones, exageraciones u
opiniones. Evita juicios como “bueno” o “malo”. Por ejemplo, no
utilices frases como “aceptar que mi madre nunca me quiso”, pues
eso es una interpretación —a no ser que tu madre te dijera
explícitamente que nunca te quiso—. Si nos centramos solo en los
hechos, podríamos reescribir la frase anterior de la siguiente
forma: “Aceptar que mi madre nunca me vino a recoger al cole” o
“mi madre nunca me hizo una esta de cumpleaños”. Esto último es
descriptivo y no interpretativo, son hechos. Del mismo modo, no
escribas “aceptar que el imbécil de Fulanito es un egoísta”, puesto
que “imbécil” y “egoísta” son juicios y no describen los hechos ni las
consecuencias reales de sus actos. Esos actos probablemente
tuvieron repercusiones no deseadas en nosotros y por ello los
juzgamos. Si crees que es necesario, revisa tu lista después de haber
leído el capítulo 10, que trata sobre el juicio.
Para empezar a practicar la aceptación, es útil escoger primero un
problema sobre el que tengamos nulo control pero que nos importe
poco. Por este motivo, te pido que incluyas en las listas problemas
de ambos tipos, pues cuanto más importantes son, más difícil es
aceptarlos.
R e f e r e n c i a s b i b l i o g r á  c a s

Nagasako, E. M., Oaklander, A. L., & Dworkin, R. H. (2003). Congenital insensitivity to pain:
an update. Pain, 101(3), 213–219. https://doi.org/10.1016/S0304-3959(02)00482-7
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C a p í t u l o 5

󰂿 Q u i é n e s t á a l m a n d o 󰀿

La capacidad de contemplar las cosas desde el punto de vista de los


demás diere según el grado en que podemos salir de nuestra
perspectiva individual, unos somos más capaces y otros menos —
aunque todos procesamos la información desde nuestro marco de
referencia personal—. En este sentido, todos somos
intrínsecamente egocéntricos, porque vemos el mundo desde
nuestra ubicación física y desde nuestra perspectiva psicológica
personal, que a su vez está inuida por nuestras experiencias,
objetivos, creencias, preferencias y sesgos. Si estamos encerrados
en nuestro
humana propio punto deLavista,
al egocentrismo. no es difícil
costumbre entender latodo
de relacionarlo tendencia
con la
propia persona es muy clara en dos tipos de personalidad: la
narcisista y la evasiva. La personalidad narcisista, más conocida que
la segunda, se caracteriza por el convencimiento de la superioridad
de uno respecto a la mayoría. La personalidad evasiva, más
frecuente pero de la que se habla menos, se caracteriza por la
creencia de que somos individuos inferiores y defectuosos. Aunque
aparentemente parecen personalidades diametralmente opuestas,
no lo son en absoluto. Al menos, no lo es el fuerte impacto que
creen tener en el mundo que les rodea; pues tan cierto resulta que
ni todos admiran y envidian las características del narcisista, como
que tampoco desprecian y/o compadecen las del individuo evasivo.
Ahora me gustaría proponerte un ejercicio con el que me topé
hace un tiempo (Liquorman, 2012). En la página siguiente
encontrarás una línea horizontal. El extremo izquierdo
corresponde a tu nacimiento y el derecho, a tu presente. A
continuación, piensa en los momentos más relevantes o cruciales
de tu vida, aquellos que fueron realmente signicativos. Tómate tu
tiempo,
otra no tienes
ocasión, si lo que
creesacabar el ejercicio
necesario. Piensahoy;
en 5puedes revisarlo
o 6 cosas en
que sean
importantes para ti. Puedes colocar en la línea situaciones y
acontecimientos que hayan sido positivos, pero también otros que
consideres negativos. Sitúa los eventos positivos encima de la línea,
y los negativos debajo. Es mejor que cuando hagas esta valoración
te encuentres en un estado emocional estable, ya que las emociones
intensas provocan sesgos en nuestra forma de pensar y, en
consecuencia, nuestra valoración se ve afectada. Fíjate en que
cuando estamos animados, nuestra mente procesa las situaciones
de forma distinta a cuando nos encontramos decaídos. Bajo un
estado de ánimo positivo nos volvemos más curiosos, buscamos la
novedad y priorizamos la recompensa. En un estado de ánimo
negativo, sin embargo, la mente prioriza la evitación de posibles
daños (Isen y cols., 2001; Soler y cols., 2014). Por ello, un mismo plan
de n de semana, como por ejemplo la posibilidad de ir a hacer
rafting, nos puede parecer una idea muy atractiva en un momento y
arriesgada en otro.
Una vez hayas identicado estos eventos, fíjate en cada uno de
ellos y pregúntate: ¿Qué peso tuvieron las circunstancias para que
esta situación sucediera tal y como sucedió? Con ello me reero al
peso de variables externas, ajenas a tu inuencia.
Al terminar, observa el resultado global de todas tus valoraciones.
Lo que pretendo ejemplicar —al menos así sucede en mi caso—,
es que nuestro grado de control o de inuencia sobre las
circunstancias más importantes de nuestra vida es relativamente
bajo.
Es probable que al principio no nos dé esa sensación, pues el
software de nuestra mente sobreestima el grado de control y
enseguida se atribuye el mérito del éxito. Ojo, este mismo software
también puede atribuirse toda la responsabilidad de los fracasos.
Pero si uno se detiene en un análisis minucioso, se da cuenta de que
el grado de control suele ser bastante más ilusorio y de que no
tenemos tanta inuencia en la ecuación como inicialmente
creíamos.
Vamos a ver otro ejemplo, est
estaa vez personal. En principio, podría
atribuir
buen ojomi
y aéxito a la hora dedeatraer
mis habilidades una pareja
seducción. reproductiva
Aunque, si hacemosa mi
un
análisis más pormenorizado, la ecuación debería incluir variables
no conscientes, como por ejemplo la distancia de nuestros sistemas
inmunológicos detectada por el olfato y que media en la atracción
(Grammer y cols., 2005). Asimismo, deberíamos añadir multitud de
variables externas como el hecho de que mi pareja, antes de
conocerme, tuviese interés en realizar una formación especializada
en psicología. A la hora de escoger formación, mi pareja tenía 2
opciones en mente, una más atractiva para ella que la otra. El
asunto es que no llegó a inscribirse a tiempo para su primera
opción y optó por la segunda. En esa época, yo estaba colaborando
en un estudio cientíco con una profesora de la Universidad
Autónoma de Barcelona. En una de las conversaciones que mantuve
con esta profesora, me ofreció participar como tutor en uno de los
másteres que ofertaban desde la Facultad de Psicología y, como en
ese momento me pareció interesante para mi currículum, dije que
sí. Aleatoriamente se asignaron 35 alumnos a unos 20 tutores. Así es
como conocí a mi mujer. ¿Qué mérito tengo yo en ello? Si ella no
hubiese llegado tarde para matricularse en su primera opción, si yo
no hubiese decidido aceptar el participar en aquel estudio, si ella no
hubiera estado interesada en coger más tutores para su máster ese
año, si ella no hubiera sido asignada a mi hospital sino a otro de los
19 tutores restantes, etc., pues yo ahora no tendría a mis dos hijos.
Para autores como Wayne Liquorman (2012) y su maestro Ramesh S.
Balkesar (1999), esa ilusión de control causa un falso sentido de
autoría personal.
E j e r c i c i o 2

󰂿 Q u i é n e s t á a l m a n d o ?

ACONTECIMIENTOS POSITIVOS
Nacimiento ←————————————————————————→
Presente
ACONTECIMIENTOS NEGATIVOS
Para hacer este ejercicio escoge un momento en el que sientas que
tus emociones están en equilibrio.
Sitúa en esta línea temporal, 5 o 6 acontecimientos relevantes en
tu vida, algunos que consideres positivos y otros que consideres
negativos.
Detente en cada uno de estos acontecimientos, evalúalos y
pregúntate: ¿Qué peso tuvieron las circunstancias externas —ajenas
a mi inuencia— en esta situación?
En esta línea de pensamiento, el propio Freud señaló en su
momento que a la humanidad le encanta creerse el centro de todo.
Pero parece que no somos el centro del universo, la Tierra resultó
ser un planeta que gira alrededor de una estrella de tamaño medio
entre incontables galaxias. Tampoco somos el centro de la creación,
como bien explicó Darwin. No somos cualitativamente diferentes al
resto de animales, solo una forma de homínido que pertenece a la
familia de los grandes simios, junto al chimpancé, el orangután y el
gorila. Del mismo modo, buena parte de nuestro comportamiento
depende de aspectos de nuestra mente que escapan a nuestro
control, de los que no somos conscientes. Entendemos por
inconsciente no tanto la propuesta freudiana, sino simplemente
todos los procesos de nuestro cerebro de los que no somos autores
activos y que ocurren de forma automática. La cantidad de procesos
de autorregulación consciente en comparación con aquellos
inconscientes, es insignicante (Bargh y cols., 1997). Al margen de la
temperatura,
etc., los actos la
quedigestión, el metabolismo,
consideramos regulación
voluntarios —como endocrina,
andar o leer—
son en su mayor parte inconscientes. Por ejemplo, al leer eres
consciente de este texto, pero no de la tarea de decodicar el
sentido de los signos, que son las letras de las palabras. Sin esa
rápida, hábil e inconsciente gestión, la avalancha de información te
saturaría en un instante (Grinde, 2016).
A pesar de ello, con frecuencia nos parece que mucho de lo que
nos sucedió en los momentos importantes de nuestra vida,
dependió de nosotros. Creemos que pasó lo que pasó porque uno
quiso hacer casos,
en algunos algo depero
una ¿tú
determinada manera.
escoges querer Puede
lo que que seaPorque
quieres? cierto
de ser así, yo modicaría alguna de mis preferencias. Con eso no
quiero decir que las preferencias de uno no cambien, lo que quiero
decir es que no cambian por el hecho de quererlo. Por ejemplo,
imagina que unos padres descubren que su hijo adolescente está
consumiendo cocaína. Le piden que se ponga en tratamiento, pero
su hijo “no quiere”. Supongamos que ese chico sigue consumiendo
durante los próximos 10 años. Pasado ese tiempo es el hijo (y no los
padres) el que “quiere” tratamiento. ¿Eligió el hijo rechazar 10 años
antes el tratamiento? ¿Eligió 10 años después aceptarlo? Tal como
lo veo, lo que cambió con el tiempo fueron sus prioridades. Al
cambiar sus prioridades cambiaron sus elecciones. Puede que,
siendo adolescente, su prioridad fuera la diversión y no tuviera
experiencias negativas porque no había consumido lo suciente.
Con un historial de 10 años con la cocaína, la experiencia ya no es la
misma. El consumo ya no es recreativo y la abstinencia es un
problema. La pregunta es: ¿Decide él dejarlo o son sus prioridades
las que median en esa decisión?
La ilusión de control es cierta sobre todo en cuanto a los éxitos.
Por ejemplo, cuando un jugador habitual de tragaperras consigue
llevarse el premio en una máquina, ¿a quién atribuye el éxito? ¿A la
programación informática que rige y asigna los premios en cada
jugada o a su habilidad para gestionar la pulsación de los botones
en el momento preciso? ¿A su buen ojo para introducir la moneda
cuando “nota” que la máquina está ya “caliente” para dar el premio?
Permíteme
mundial de llevar esta idea
natación. al extremo que
Consideramos con elparte
caso de un
sucampeón
victoria
depende de variables relacionadas con sus actos voluntarios.
Bueno, es cierto que tras esa medalla hay muchísimas horas
entrenamiento, pero ¿qué mérito tiene él respecto a su talento, su
predisposición física heredada genéticamente: su complexión ósea
que determina su otabilidad, o su altura? Si tú tuvieras su misma
edad, ¿crees que con todas esas horas de entreno tú llegarías a ser
campeón mundial en natación? Tampoco podemos dejar de lado las
características temperamentales y de aprendizaje que le coneren
esa persistencia
puede o su horas
entrenar ocho pasiónalpor
díaely seis
mediodíasacuático —gracias¿Podrías
a la semana—. a ellas
tú alcanzar su nivel sin esos rasgos de personalidad y valores?
Como bien señala Sam Harris (2012) en un libro enteramente
dedicado a este tema, detrás de las historias de triunfo de esos
hombres “hechos a sí mismos” encontrarás que su éxito dependía
por completo de condiciones de base en las que ellos no tuvieron
parte y que simplemente les beneciaron. Ellos no escogieron su
genoma, que determinó rasgos en su personalidad, ni el país donde
nacieron ni el momento histórico en que lo hicieron ni las
condiciones sociopolíticas y económicas que, en conjunto,
resultaron cruciales para su progreso.
La imagen que este tema me sugiere es la de encontrarnos en una
barca sin motor ni vela, pero con timón. El objetivo es llegar hasta
una isla que vislumbramos en el horizonte, a lo lejos. Con este n
manejamos nuestro timón, puesto que puede inuir en la deriva de
nuestra barca. Pero, ¿de qué sirve el timón y el margen de maniobra
que nos da, si las invisibles corrientes marinas son diametralmente
opuestas a nuestro destino elegido? ¿Alcanzaremos tierra? ¿Si no
llegamos, a quién le echaremos la culpa? Ahora imaginemos que
esas corrientes submarinas nos acercan a nuestra deseada isla.
Manejamos el timón y llegamos a buen puerto. En ese caso, ¿a quién
le atribuyes el feliz desenlace? ¿A las corrientes subacuáticas o a tu
hábil manejo del timón?
Como señalan Teasdale y Chaskalson (2011), el mundo y nuestra
experiencia son, en esencia, poco ables y condicionales. Lo que
sucede interna
condiciones y externamente
cambiantes, enormemente depende de que
complejas, unainteractúan
serie de
mutuamente. Las personas no somos conscientes de muchas de
estas condiciones, es más, no controlamos la mayoría de ellas. No
obstante, esa falta de abilidad pasa inadvertida ante la brutal
simplicación que nuestra mente hace de una ecuación tan
intrincada. La mente reduce la enorme complejidad y los patrones
dinámicamente cambiantes del mundo a algo más sencillo,
independiente, conable y estable: eso es nuestro pensamiento. Nos
da una falsa sensación de control, de elevada predictibilidad, como
si tuviéramos un plan y además fuera able. Pero tengamos
presente una cosa, y es que todo el mundo se muere por sorpresa,
no estaba en su agenda.

P r e f e r e n c i a v s . d e s e o d e i n  u e n c i a

Creo que es importante hacer una distinción entre dos conceptos,


el de “preferencia” y el de “deseo de inuencia”. Preferencia es ser
consciente de lo que me gusta y lo que no, mientras que “deseo de
inuencia” es exigirle a la realidad un resultado determinado en
base a nuestra preferencia.
Todos tenemos preferencias, no hay nada tóxico en ello. De hecho,
como señalamos anteriormente, las personas no escogemos lo que
nos gusta, incluso cuando no nos gusta que nos guste. Si decimos,
“preero los días soleados a los lluviosos”, no hay problema; el
problema aparece Sicuando
en una exigencia. esta preferencia
me enfado tanesválida
porque el día se convierte
lluvioso, tengo un
problema. Ya no puedo simplemente pasar página, me encallo
mentalmente en ese estado. El deseo de inuencia activa la mente,
ya que al exigir un res
resultado
ultado generamos una expectativa
expectati va que puede
no cumplirse; añadimos una emoción adicional a la de la simple
preferencia. Es una imposición, pero ¿para quién? ¿Para la
realidad? ¿Para el universo? ¿Acaso el universo tiene conciencia,
voz y voto sobre lo que sucede?
La aceptación no implica que no tengamos preferencias, sino que
estas no se traducen
ello, aceptación en imposiciones
tampoco es lo mismoparaque
el mundo exterior.
indiferencia Por
—otro
concepto que en ocasiones se confunde o se asocia erróneamente a
la aceptación—. En la indiferencia no hay preferencia. Como
trataremos en profundidad más adelante, podemos preferir algo y
al mismo tiempo aceptar que eso no tiene por qué hacerse siempre
realidad. Es normal que hayamos establecido una correspondencia
directa entre preferencia y deseo de resultado. Cuando actuamos
para lograr un resultado en particular, es porque lo preferimos a
otras opciones posibles. En muchas ocasiones, efectivamente
conseguimos lo que deseamos; como dice el refranero español,
“quien no llora, no mama”. Además, en nuestra cultura
frecuentemente se nos transmiten ideas simplistas que fomentan
esa correspondencia, como “querer es poder”.
«La aceptación implica que nuestras preferencias no tienen que hacerse realidad a
la fuerza ni convertirse en una imposición. Aceptación no equivale a indiferencia»

Ahora imagina que tienes una hija a la que quieres


qui eres mucho y que se
está haciendo mayor. Un día, cuando ya es una adolescente, te dice
que tiene novio y que lo invitará un día a casa para que lo conozcáis.
Efectivamente, al poco tiempo, un día viene a casa con él. Pero hay
un problema: el joven no te gusta, no te gusta en absoluto. Y no es
porque sea un ladrón, tenga una enfermedad contagiosa o
numerosos antecedentes delictivos por narcotráco. Es
simplemente porque no te gusta, hay algo en su carácter, en sus
valores, que no se corresponde con el tipo de pareja que querrías
para tu hija. ¿Qué vas hacer? ¿Le buscarás a tu hija un candidato
mejor? ¿O lo invitarás a la cena de Navidad? En este escenario el
tema está claro: no es lo mismo preferencia que deseo de
inuencia. A pesar de que existe una comedia española —titulada
“Es por tu bien”— en la que un grupo de padres descontentos
abogan por “inuir” activamente en el candidato para sus hijas, esta
opción no es la más recomendable desde un punto de vista
psicológico. La mayoría de nosotros dejaremos a un lado nuestros
deseos y, al margen de nuestras legítimas preferencias, incluiremos
alPara
nuevo integrante
fomentar unaen la familia.
actitud de aceptación, un paso determinante es
renunciar a inuir de forma directa sobre un resultado. De lo
contrario, no se puede aceptar, es incompatible. Cuando
aceptamos, adoptamos una actitud similar a la de algunas familias
que compran un décimo de lotería “por si suena la auta”. Es
interesante observar cómo ese deseo de inuencia cambia o “muta”
las emociones y puede incluso convertir algo agradable en
desagradable.
Como el budismo nos enseña a diferenciar, toda experiencia —un
pensamiento,
desagradable ouna emoción
neutra. o una
En este sensación—
sentido, puede
no existe ser agradable,
diferencia entre la
experiencia de un conejo y la nuestra. Todos los animales
conscientes tenemos la capacidad de experimentar placer y dolor —
capacidad que evolucionó con los amniotas hace unos 300 millones
de años (Grinde, 2018) —. Lo más seguro es que el conejo disfrute
más al comer zanahoria que rastrojo seco, eso es evidente; si tiene
las dos opciones delante, optará por el tubérculo. Pero a diferencia
de nosotros, no tiene capacidad simbólica. Imagina que un día le
damos zanahoria y al siguiente paja seca, y así vamos alternando
entre estos dos alimentos diariamente. Sin embargo, un día que le
tocaba zanahoria, le damos paja. ¿Nos mirará jamente con el ceño
fruncido y nos levantará el dedo corazón de su patita derecha? No,
ese día comerá paja con la misma actitud que del día anterior.
¿Pasaría lo mismo con un humano? Los humanos no solo tenemos
la capacidad de ser conscientes —como el conejo— de lo que nos
produce placer o insatisfacción en este mismo momento, sino que
podemos imaginar escenarios simbólicamente —en nuestra mente
—. Al comparar algo real y presente con algo simbólico, imaginario
e irreal, generamos nuevas reacciones emocionales que resultan
muy idiosincrásicas y arbitrarias. Pongamos que me gustan los días
soleados; que hoy es lunes y hace sol. Salgo a la calle por la mañana
y siento los rayos de sol que me iluminan. De acuerdo con mis
preferencias, al principio me resulta agradable, pero tengo que ir a
trabajar, el n de semana llovió y además pienso: “Debería haber
hecho sol durante el n de semana y no hoy”. Esto hace que la
satisfacción inicial
observar cómo, porsecomparación,
transforme en insatisfacción.
podemos Es aquello
convertir interesante
que
nos gusta realmente, en motivo de desdicha. Volveremos sobre esta
idea más adelante cuando hablemos sobre los juicios (capítulo 10) y
las emociones primarias y secundarias.
Cuando una cosa nos gusta (preferencia) queremos que dure, que
se extienda en el tiempo lo máximo posible (deseo de inuencia):
eso es lo que cambia la emoción. Una paciente me comentaba que
cuando conoce a un chico al principio disfruta de la interacción, se
divierte, es natural y espontánea. Pero si la relación continúa y
pasan a ser
disfrutar, unanopareja
pero formal,
porque ella se
el chico cambia radicalmente
comporte de formaydistinta,
deja de
sino porque ella se centra en gran medida en no perder la relación.
Deja de disfrutar de lo que está ocurriendo (real y presente), y
empieza a preocuparse por que lo que podría pasar (futurible y
cticio). El miedo a perder lo que tiene, le impide disfrutar del
momento; eso no le pasaría al conejo.
¡Así que, cuidado! Algo que en un principio resulta graticante
puede causarnos después ansiedad. En otras palabras, las personas
podemos mediante nuestra capacidad simbólica, convertir un
refuerzo positivo en un refuerzo negativo. La canción romántica
que una pareja escuchó al conocerse y que les evocaba recuerdos
placenteros, puede provocarles una oleada de tristeza tras la
ruptura, siendo estas las mismas notas musicales.
En el caso de un refuerzo positivo, nos empuja a hacer algo que
nos apetece, como por ejemplo ir al cine, a buscar setas o ver un
partido
nos motiva
de fútbol.
a hacerElcosas
caso para
del refuerzo
evitar consecuencias
negativo es diferente
negativas,porque
como
pagar impuestos para que no nos pongan una multa, ir al dentista
para no tener una caries, o estudiar ante un examen para no tener
que repetir. Si te jas, la emoción que nos mueve en el caso del
refuerzo positivo o negativo es muy distinta. No es lo mismo
dirigirse a una esta, que a una entrevista de trabajo —siempre que
a uno le gusten las estas, claro está—. Cuando una cosa nos gusta
(preferencia) solemos querer que continúe (deseo de inuencia).
Aunque también nos ocurre que cuando una cosa no nos gusta
(preferencia),
inuencia). El queremos que desaparezca
efecto es también (esopues
desfavorable, también
comoesvimos
deseocon
de
la ecuación del sufrimiento en el capítulo 4, aumenta la negatividad
de la experiencia.

E l s u f r i m i e n t o y e l p a s o d e l t i e m p o

Imaginemos ahora otro escenario: llegas un día al trabajo y te


encuentras con un problema inesperado. Te toma un tiempo extra,
pero acabas resolviéndolo. Al rato, surge otra dicultad con la que
tampoco contabas, pero te las arreglas para solucionarla —sin que
esto implique atrasarte con tus otras tareas ya programadas—. Para
rematar tu jornada laboral, aparece de nuevo un contratiempo que
demanda tu atención, así que volverás a casa con algo de retraso.
Cada vez que surgían estos problemas extra, tu estrés iba
aumentando hasta el momento en que los resolvías. Ahora imagina
que, justo antes irte a casa, te llama tu jefe para decirte que aún
tendrás que encargarte de 3 asuntos urgentes y que, por tanto, te
vayas haciendo a la idea de que saldrás más tarde del trabajo. A n
de cuentas, llevas todo el día resolviendo situaciones similares, pero
en términos de sufrimiento ¿crees que esta última llamada te
causará el mismo estrés que en los casos anteriores?

E j e r c i c i o 3

F a c t o r t e m p o r a l

Para ejemplicar esto, te propongo el siguiente ejercicio en el que


observarás sensaciones físicas en tu brazo.
Extiende un brazo hacia delante, perpendicular al suelo, y presta
atención a dos cosas: primero, a las sensaciones físicas de la
respiración en la nariz, el abdomen o donde estas percepciones
sean más claras para ti. Además, presta atención a las sensaciones
físicas del brazo extendido.
Ahora, inicia un cronómetro para contar el tiempo y, siguiendo las
instrucciones
comiencen anteriores,
a ser detenlo
desagradables cuando
a causa dellas sensaciones
cansancio y deldel brazo
peso del
brazo. No lo bajes todavía. ¿Cuánto tiempo ha transcurrido hasta
que empezaste a experimentar incomodidad? _____. Continúa
leyendo solo cuando esto haya ocurrido.
Sigue manteniendo el brazo extendido y observando las
sensaciones durante el doble del tiempo que lleves hasta ese
momento. Una vez transcurrido ese tiempo, ya puedes bajarlo.
¿Qué sentiste cuando leíste que tenías que mantener el brazo en
alto el doble de tiempo? Cuando realizo este ejercicio en grupo, los
participantes suelen observar que, al escuchar esta instrucción,
bajan un poco el brazo. ¿Por qué? Pues porque cuando nos
volvemos conscientes de que tenemos que mantener el brazo en esa
posición tan incómoda durante mucho rato, realmente nos pesa
más.
Hay una diferencia notable entre el instante anterior y posterior a
haber recibido la instrucción de aguantar el doble de tiempo. Una
vez que aparece el pensamiento “tengo que aguantar el doble”, todo
cambia. Esta modicación de la experiencia es interesante porque
no se produce de forma gradual, sino que se trata de un cambio
brusco que nos permite demostrar cómo algo “no físico” —el
pensamiento de “tengo que aguantar el doble”— produce un
cansancio real y un aumento del dolor. En ese momento, justo
cuando se produce ese cambio, el mero dolor pasa a ser
sufrimiento.
Lo mismo sucede con el dolor emocional. Piensa en un problema
que te preocupe, que te genere ansiedad. Céntrate en él hasta que
sientas una de las respuestas siológicas más comunes como, por
ejemplo, opresión en el pecho. Fíjate en esa sensación mientras te
preguntas: “¿Hasta cuándo tendré que soportar esta situación?”.
¿Qué efecto tuvo la pregunta respecto a la sensación de opresión?
Algo similar les ocurre a las personas con depresión. Cuando
alguien depresivo escucha la alarma por la mañana, solo al abrir los
ojos ya nota su falta de energía. Entonces piensa en todas las cosas
que debe
noche. Al resolver a lorepaso
hacer este largo del día antes
mental de volver
de todas a la cama
las tareas por la
pendientes,
es como si, psicológicamente, las estuviera llevando a cabo de
verdad. La sensación de que le falta energía se intensica cada vez
que piensa en una actividad pendiente y le provoca ansiedad
anticipatoria. Se le hace obvio que no tiene carbón suciente en la
caldera de ese tren que es su cuerpo, para subir semejante cuesta.
Fácilmente, apaga el despertador, se da la vuelta, e intenta seguir
durmiendo.
¿Qué sucedería si al despertarnos nos preguntásemos solo por el
siguiente
salir de lapaso
cama?queY tenemos que salimos
una vez que dar? Pordeejemplo,
la cama,¿soy capazir de
¿puedo al
baño y ducharme? Y una vez que nos duchamos, ¿soy capaz
vestirme?, y luego ¿puedo desayunar?, etc.
Este enfoque no certica que uno llegue al nal del día habiendo
hecho todas las tareas que se había propuesto. Lo que sí puedo
aseguraros es que llegaremos más lejos que si tan solo nos damos la
vuelta y optamos por seguir durmiendo.

E j e r c i c i o 4

M e d i t a c i ó n : S o l o e s t a r e s p i r a c i ó n

A continuación, te propongo la siguiente meditación —incluida en


la TDC (Linehan, 2004)— para poner en práctica la idea de que
únicamente es necesario tolerar el presente, este momento.
Cuando experimentes dolor intenta, de la mejor manera que
puedas, centrarte en vivir solo ese instante. Puedes usar la
respiración como anclaje, practicando este ejercicio durante unos
10 minutos o más, si te apetece.
Adopta una postura digna y cómoda, con la espalda erguida*. Para
ello, imagina que soportas una jarra de agua en tu cabeza.
Distribuye el peso de tu cuerpo a lo largo de tu espina dorsal para
que tu columna esté erguida y soporte su peso de forma relajada.
Durante cada inspiración e inhalación, céntrate únicamente en
tolerar el dolor que sientas en ese momento. Cuando inhales di
“solo esta”, y cuando exhales di “respiración”. Deja que la frase te
recuerde dónde debes enfocarte en esta meditación. Solo esta
inspiración. Solo este momento de dolor.
Cualesquiera que sean las sensaciones, emociones o pensamientos
que aparezcan, están ahora; en esta inspiración, en esta exhalación.
Permite que las sensaciones te anclen a este preciso momento.
Acuérdate —es fácil olvidarlo— de que este momento también
pasará. Si sientes tristeza, miedo o dolor, tolera solo esta
inspiración, solo esta espiración.
Date cuenta
respiración. de cuándo
Si piensas “¿hastaloscuándo
pensamientos
tendré quetehacer
distraen
esto?”,dedate
la
cuenta. ¿Qué efecto tiene sobre tu dolor el hecho de haber tenido
ese pensamiento? Sé consciente de que son solo pensamientos, de
cómo crearon un tiempo mental inexistente, y vuelve a enfocarte en
las sensaciones. Céntrate en las sensaciones presentes en esta
inspiración, momento a momento. En las sensaciones que hay solo
en esta espiración. Nada más.
Deja que la frase “solo esta respiración” te guíe y te ancle a este
preciso momento.
(*Si tienes problemas de espalda puedes realizar el ejercicio estirado)

R e f e r e n c i a s b i b l i o g r á  c a s

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C a p í t u l o 6

A c e r c a m i e n t o a l a s f o r m a s d e

a c e p t a c i ó n

Para la mayoría de nosotros, aceptar no es algo nuevo. Todos hemos


aceptado cosas a lo largo de nuestra vida. Tener experiencia previa
puede sernos útil ahora, ya que lo que cambia en la aceptación es
solo la letra de la canción, no la música. En otras palabras, cambia
el contenido que debemos aceptar, puesto que las habilidades
psicológicas para ello son siempre las mismas.

E j e r c i c i o 5

l a m ú s i c a d e l a c e p t a r

Busca un lugar donde puedas realizar este ejercicio


tranquilamente. Primero, lee las instrucciones y luego, sigue las
indicaciones con los ojos cerrados.
Trae a tu mente una situación del pasado que hayas aceptado —
busca alguna que no esté relacionada con una situación actual—.
Cuando ya la tengas, pregúntate: ¿Qué piensas ahora sobre ella? No
te jesson.
cómo solo Por
en elejemplo,
contenido
datedecuenta
los pensamientos, nota tambiéno
de si son descriptivos
juiciosos, y el tono que los acompaña. ¿Cómo te sientes cuando algo
del presente te hace recordar el tema? ¿Qué emociones,
sentimientos y deseos te acompañan? Y si aparece alguna emoción
en relación a ello, ¿en qué parte exacta del cuerpo la sientes?
Pregúntate: ¿Cómo actúas en relación a ese asunto? ¿Qué haces y
dices al hablar de ello o cuando surge el tema?

Finalmente, piensa
anteriormente, cuando en
aúncómo
no la era paraaceptado
habías ti estay hazte
situación
las
mismas preguntas que antes, pero en pasado. ¿Qué pensabas sobre
aquella situación? ¿Cómo te sentías? ¿Qué sensaciones físicas
acompañaban a esos sentimientos y dónde las sentías? Y, por
último, ¿qué comportamientos tenías antes de haberla aceptado?
Sé descriptivo y compara tu experiencia antes y después de
aceptar la situación, y en cada uno de sus niveles —pensamientos,
emociones, sensaciones físicas—. ¿Cómo te sientes cuando aceptas?
¿Y cuándo no? ¿Qué diferencia has notado cuando has aceptado la
situación? ¿Qué cambió para ti?
Puede que tras este ejercicio hayas descubierto que alguna
circunstancia en particular —interna o externa— te ha facilitado la
aceptación. En esos casos, hay un escalón cualitativo, un antes y un
después. La mayoría de las veces esa circunstancia propició un
momento de comprensión al que antes no podías acceder. De ser
así, es interesante
facilitó. En otras detectar
ocasionesy analizar el porqué,ningún
no se produjo qué fuesalto
lo que
y lo
la
aceptación fue producto de un proceso más gradual. Ya sea el
primer o el segundo caso, la aceptación es como una lasaña. Tiene
capas con distintos niveles de experiencia.
Aceptar implica entender a nivel mental, relajar-soltar a nivel
emocional-corporal y actuar de forma sincrónica y coherente con
la aceptación a nivel conductual. Un problema frecuente al
acercarnos a la aceptación es que, a veces, nos esforzamos en un
nivel, pero nos olvidamos de los otros.
Ya introdujimos
(Linehan, brevemente
1993; 2014) al hablarel concepto de “aceptación
de resignación radical”
y confrontación
irracional. Aquí, “radical” quiere decir dos cosas: total y
completamente. “Completamente” hace referencia a los distintos
niveles de la aceptación. La importancia de aceptar algo
completamente puede no ser evidente. Así que imagínate esta
situación: si uno se repite a sí mismo cien veces por la mañana ante
el espejo: “Soy una persona segura” (mental), pero cada vez que
debe tomar una decisión consulta sistemáticamente qué hacer a
varios de sus familiares y amigos (conductual), no hay una
congruencia entreque
algunos ejemplos estos niveles,
pueden no existe
ayudarnos una aceptación.
a claricar Veamos
este punto.
Ana y Santiago fueron pareja durante 3 años hasta que él decidió
terminar la relación. Tres meses después, Ana dice que aceptó la
ruptura y que está lista para “seguir adelante” con su vida. Justo en
ese momento, Santiago llama y le comenta que le gustaría quedar
con ella porque recordó que tiene algunas cosas suyas para
devolverle. Le pregunta si pueden verse al día siguiente. Ana intenta
a toda costa posponer la cita un par de días, pues es imprescindible
que antes de ver a Santiago vaya a la peluquería. ¿Realmente crees
que Ana aceptó la ruptura? ¿Hay coherencia entre lo que Ana dice –
aceptar la ruptura– y lo que hace –querer “arreglarse” antes de ver
a su ex–?
Volviendo al tema de los niveles de aceptación, es importante
aclarar que, aunque los distintos elementos ejercen una inuencia
mutua entre sí —nuestras emociones tienen un impacto en nuestra
conducta
en y ensentimos
cómo nos nuestrosypensamientos, y los pensamientos
en lo que hacemos—, inuyen
podríamos decir que
el aspecto conductual de la aceptación es clave.
Es así porque la conducta posee una característica que la
distingue del pensamiento y la emoción, algo que la hace
poderosa. Tú no decides lo que sientes ni lo que piensas, pero sí
decides lo que haces. Yo no puedo decidir no pensar en alguien,
pero sí puedo decidir no llamarle a pesar de seguir pensando en él.
A lo largo del libro, profundizaremos en ello al hablar de aceptación
conductual.
Llevar a cabo
aceptación conductas que
es fundamental; al sean
menoscompatibles y coherentes
por dos razones. con la
Imaginemos
el caso de Pedro, un chico que acaba de terminar una relación con
su pareja, Patricia. Después de que su novia lo dejara, Pedro debe
enfrentarse a una nueva rutina, “a la era post-Patricia”, como él
llama a esta nueva etapa. Al sacar el tema en terapia, una de las
primeras cosas que Pedro cuenta es que en el último mes —desde
que ella lo dejó— pasa la mayoría de las noches en casa de un
amigo. Estar en su piso le resulta muy doloroso porque “todo me
recuerda a ella”, dice. Además, ha dejado de ir al gimnasio —solían
ir juntos—
Ante y ha cambiado
la pregunta de por quéelhacamino quedetoma
cambiado para volver
ruta para ir al trabajo.
a casa,
Pedro responde que ahora que sabe dónde vive Patricia, así puede
pasar delante de su apartamento. Cuando pasa por su calle, mira
desde la acera si hay luz en el piso, y si es el caso, busca por los
alrededores hasta encontrar el coche de su ex aparcado. Luego mira
a través de los cristales para ver si hay algún objeto en el vehículo
que señale que Patricia tiene otra pareja.
En este punto, os hago la misma pregunta que le hice a Pedro
entonces: ¿Realmente crees que hay algo que podamos hacer en
terapia que vaya a cambiar cómo te sientes respecto a la relación si
sigues haciendo lo que haces? ¿Cuánto tiempo crees que te llevará
aceptar que la relación se ha terminado si sigues comportándote
así?
Aunque Pedro no sea consciente de ello, es probable que estas
conductas —quedarse en casa de un amigo, dejar de ir al gimnasio,
cambiary la
Pedro de aceptación
camino para volver
y que, del trabajo— se en
paradójicamente, interpongan entre
lugar de “pasar
página” Pedro siga ansioso y triste por más tiempo. Este ejemplo
nos demuestra que cuando nuestros comportamientos no son
compatibles con la aceptación, estamos perpetuando sin querer, el
problema.
Qué crees que sería más fácil para Pedro: ¿Modicar sus
conductas y volver a su rutina diaria o dejar de pensar en Patricia y
dejar de sentirse triste por la ruptura? Aunque volver a su rutina
diaria seguramente sea difícil para él, modicar estas conductas
será más fácil que
determinadas dejar de El
emociones. tener esos pensamientos
control o evitarnuestro
que tenemos sobre sentir
comportamiento es mucho más grande que el control que tenemos
sobre lo que pensamos y/o lo que sentimos. Recordemos el
experimento de Wegner en el que les pedía a los participantes que
pensaran en cualquier cosa menos en un oso blanco. Desde
entonces, las investigaciones realizadas muestran la misma
tendencia y advierten de las consecuencias perjudiciales que
conlleva tratar de “eliminar pensamientos” (Dickson Ciesla y Reilly,
2012). Algo parecido sucede a nivel emocional. Me acuerdo de una
persona a la que cada vez que le preguntaba sobre una situación en
particular me decía: “No es necesario hablar de ello, hace tiempo
que lo superé”, mientras apartaba la mirada con una mueca de
desagrado. En ese caso, aquello que la persona verbaliza y lo que
muestra su conducta, no es consistente con lo que expresa a nivel
emocional, y a nivel facial/corporal. Es posible aceptar, si el
mensaje mental, emocional-corporal y conductual, es congruente
con la aceptación.

R e f e r e n c i a s b i b l i o g r á  c a s

Dickson, K. S., Ciesla, J. A., & Reilly, L. C. (2012). Rumination, Worry, Cognitive Avoidance,
and Behavioral Avoidance: Examination of Temporal Eects. Behavior Therapy, 43(3),
629–640. https://doi.org/10.1016/j.beth.2011.11.002
Linehan, Marsha M. (1993). Skills training manual for treating borderline personality
disorder. New York, NY: Guilford Press..
Linehan, Marsha M. (2014). DBT® Skills Training Manual (Second Edition). New York, NY:
Guilford Press.
Wegner, D. M., Schneider, D. J., Carter, S. R., & White, T. L. (1987). Paradoxical eects of
thought suppression. Journal of Personality and Social Psychology, 53(1), 5–13.
https://doi.org/10.1037//0022-3514.53.1.5
C a p í t u l o 7

A c e p t a c i ó n m e n t a l

Empezaremos hablando de la aceptación mental, pues como dice el


fundador de la psicología social moderna Kurt Lewin, “no hay nada
más práctico que una buena teoría” (Eysenck, 1987). Es un buen
punto de partida para proseguir con los siguientes niveles. Hablar
de diferentes “niveles” de aceptación funciona en sentido práctico,
porque así podemos inuir en cada uno de ellos. Y es que, como ya
dijimos, están conectados entre sí.
Cuando “solo” aceptamos mentalmente, nos quedamos en el
territorio de la razón pura; hablamos, pero no ponemos en práctica
lo que decimos. Esto lo observo en los grupos de tratamiento que
dirijo a veces para pacientes con TCA, al sacar el tema de los
presentadores del tiempo en la TV. Piensa en su edad y aspecto
físico. ¿Tienen los presentadores masculinos edades y
características físicas similares a las presentadoras? La respuesta es
no. Esta observación siempre enciende un acalorado debate en el
que los pacientes terminan criticando nuestra sociedad. Coinciden
en que las mujeres no deberían ser oreros, y que se deberían
aplicar las mismas variables a la hora de darle el trabajo a un
hombre o a una mujer. Estos participantes de los grupos de
tratamiento de TCA lo tienen muy claro: “¡Es intolerable!”, “¡eso
tiene que acabar!”, “¡eso es asquerosamente machista!”, “¡siempre la
misma historia del cuerpo de la mujer como un objeto!”.
Es entonces cuando les digo: “Pues ya que lo tenemos tan claro,
¡hoy comamos el postre que más nos gusta!”. Como te imaginarás —
tratándose de personas aterrorizadas por el aumento de peso— la
respuesta a esta sugerencia no suele ser un sí demasiado enfático,
contrastando radicalmente con su previa indignación. Con esta
anécdota quiero subrayar que creer en algo y encarnar eso en lo
que uno cree,
pensamos sonmental)
(nivel dos cosas
y lo diferentes.
que sentimosLa (nivel
disociación entre ocurre
emocional) lo que
en ocasiones ante una noticia como la muerte de alguien conocido.
En ese momento, puedes acceder a un conocimiento frío y racional.
Sabes que la persona ha fallecido, pero ¿lo sientes? En ocasiones,
puede que necesitemos más tiempo para experimentar la pérdida
de forma emocional. Por ejemplo, a lo mejor el fallecimiento
reciente se hace más evidente al ir a algún lugar donde solíamos
encontrar a esa persona, cuando nos descubrimos con la intención
de llamarle, o cuando nos encontramos inesperadamente con un
objeto que le pertenecía.
Otro buen ejemplo de las distintas formas en la que procesamos la
información se nos plantea ante lo que conocemos como dilemas
morales o éticos. Una muestra clásica es el del tranvía (Philippa
Foot, 1978). Nos encontramos enfrentados a la siguiente disyuntiva:
un tranvía sin control avanza rápidamente por una vía en la que hay
cinco personas
individuos trabajando;
morirán. Tenemossi lano posibilidad
hacemos nada, estos cinco
de accionar un
conmutador que dirigirá al tranvía por una vía alternativa, en la
que, por desgracia, hay otra persona trabajando. ¿Deberíamos
accionar la palanca de cambio? Si lo hacemos, salvamos cinco vidas,
pero como resultado de nuestra acción morirá una persona. ¿Qué
harías tú? Tómate tu tiempo y una vez hayas tomado una decisión al
respecto, lee la siguiente variante del dilema.
Un tranvía avanza veloz y sin control. Como antes, se dirige hacia
las cinco personas. Pero en este caso, imagínate que estás en un
puente sobredelante
gran peso la vía yde
podrías detener —en
la máquina el paso
vezdeldetren lanzando
estar un
ante un
conmutador de vías—. Justo a tu lado, sobre el puente, hay un
hombre voluminoso. Si lo empujas caerá a la vía y morirá, pero
salvarás a las cinco personas que trabajan en la vía. ¿Qué harás, lo
empujarás o no?
Desde el punto de vista analítico y matemático, las 2 situaciones
son iguales. Pero es probable que nuestra decisión sea diferente en
un escenario y en el otro. Esta diferencia se debe a que nuestro
cerebro no se sirve de los mismos circuitos para procesar las dos
situaciones. Por una parte, existe un sistema deliberado y racional,
que lleva a cabo análisis de coste-benecio, donde lo que
predomina es la activación de las zonas prefrontales del cerebro.
Siguiendo este razonamiento, escogeremos la opción que maximiza
el número de vidas salvadas. Por otro lado, podemos enfocar el
dilema utilizando estructuras cerebrales emocionales como la
corteza prefrontal ventromedial, el surco temporal superior y la
amígdala, que no se activan en el primer dilema (Greene y cols.,
2004). Cuando incluimos aspectos emocionales en la ecuación, la
decisión no es puramente utilitaria, lo que hace que la elección
cambie. Me pregunto si, la misma persona que pulsa el botón de un
misil y mata a treinta personas, sería capaz de eliminar una por una
a las treinta personas a golpe de bayoneta.
En denitiva, si el nivel mental excluye la parte emocional, no es
representativo de ti porque deja de lado tus valores. Es por eso por
lo que la aceptación mental no debe ser puramente analítica. Como
dicelaelmente”
en Dalai Lama,
y un “un cambio
cambio en en el corazón
la mente, es siempre
también debe un cambio
incluir un
cambio en el corazón. Todos los niveles de nuestra lasaña mental,
emocional y conductual forman parte de la misma experiencia y
deben orientarse en la misma dirección.
De forma no tan explícita, ya hemos trabajado aspectos de la
aceptación mental, tales como comprender por qué y para qué es
necesario aceptar. Comprender es un primer paso, necesario e
importante, pero no siempre suciente. Partir de premisas
equivocadas puede impedir la aceptación como, por ejemplo,
clasicar un tema
intentar resolver uncomo controlable
problema de lógicacuando
usandono lo es. erróneas.
fórmulas Es como
A modo de ejemplo, tenemos dos que trenes salen a la misma hora,
uno de Barcelona hacia Zaragoza y el otro de Zaragoza hacia
Barcelona; conociendo la distancia total y la velocidad de cada uno,
¿en qué punto se encontrarán? Por mucho que te esfuerces y
repitas los cálculos nunca lo resolverás usando la fórmula del
cálculo de la gravedad. Es necesario partir de premisas adecuadas,
y esa fórmula es la que relaciona velocidad, espacio y tiempo.
La terapia dialéctico conductual propone algunas asunciones que
nos pueden ayudar a orientarnos hacia la aceptación. Una asunción
es una creencia que no puede ser necesariamente demostrada.
Cuando doy cursos sobre el tema y presento estos supuestos a los
participantes, la gente se posiciona sobre su veracidad y surgen
largos debates en torno a ello. Para mí, lo importante no es discutir
si estos son ciertos o no, sino demostrar que son útiles. En mi
experiencia, cuanto más reexionamos sobre ellos, más claros y
provechosos resultan.
Es difícil determinar la veracidad de creencias y pensamientos
porque en el fondo, estos siempre son una representación, son
ilusorios. Por ello, antes de introducirnos de lleno en los cuatro
supuestos de los que consta la aceptación, hablaremos un poco de
las características del pensamiento. En el terreno psicológico, es
fundamental que partamos de premisas útiles, más que veraces.
Existen supuestos de dos tipos: explícitos e implícitos. En este
último grupo incluimos las creencias que adoptamos sin ser
conscientes de ello. Por ejemplo, si te pregunto qué vas a hacer en
los próximos dos días, tú tendrás un plan, pero ¿ese plan sería el
mismo si supieras que solo te quedan 3 días de vida?
Probablemente, no. Así que vemos cómo existe una creencia
implícita que regula nuestra agenda y de la que no éramos
conscientes hasta ahora: “Voy a seguir vivo una temporada más”.
Esta creencia es algo que asumimos, aunque no lo podamos probar.
Estos supuestos cuadran con mi experiencia y para mí son válidos,
pero no pretendo convencer a nadie sobre su certeza. Como dije, al
margen
La veracidad
de sude
veracidad,
las creencias,
creo rmemente
como decíamos,
que son
es siempre
supuestos
unútiles.
tema
discutible, su utilidad, a mi parecer, mucho menos. Si tras leerlas y
reexionar abiertamente sobre ellas tienes una visión
diametralmente opuesta, puede que sea mejor que tires a la basura
este libro, ya que para la aceptación es necesaria una cierta
conguración mental; sin ella, las prácticas que proponemos te
serán poco provechosas. Si estos supuestos te parecen
contraintuitivos o atentan contra la visión que tenías del mundo,
puedes hacer lo mismo que con un programa informático, le das 30
días de prueba, y luego decides si lo compras o no.
«Lo relevante de un pensamiento no es si es cierto, sino si es útil»

R e f e r e n c i a s b i b l i o g r á  c a s

Eysenck, H. J. (1987). “There is Nothing More Practical Than A Good Theory” (Kurt Lewin) -
True or False? (pp. 49–64). https://doi.org/10.1016/S0166-4115(08)60064-3
Greene, J. D., Nystrom, L. E., Engell, A. D., Darley, J. M., & Cohen, J. D. (2004). The Neural
Bases of Cognitive Conict and Control in Moral Judgment. Neuron, 44(2), 389–400.
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Philippa, F. (1978). The problem of abortion and the doctrine of the double eect in virtues
and vices.
C a p í t u l o 8

L o s s u p u e s t o s d e l a a c e p t a c i ó n

1 - L a r e a l i d a d e s c o m o e s

La idea fundamental de este supuesto es que las leyes del Universo


no cambian a voluntad. Y no cambian porque estas no tienen
voluntad, pero no resulta tan evidente como parece. Cuando las
cosas nos salen repetidamente mal, muchos de nosotros decimos:
“Joder, ¿otra vez a mí?”. Tenemos la sensación de que hay algo en
nuestra contra, llámale destino, Dios o Universo. Es como si esa
“entidad” necesitara que alguien le recordara: “¡Oye! Hay más
humanos en la Tierra, deja algo de mala suerte para el resto, ¿¡no te
parece!?”. La voluntad y el interés son características puramente
humanas, un subproducto del ego. La realidad o el Universo no
trabajan a favor ni en contra nuestra, simplemente actúan. A veces,
el curso natural de la realidad nos favorece y otras veces no, pero
este movimiento es siempre independiente de nuestra opinión e
interés.
Imagina que tenías en mente salir a navegar, pero al llegar a la
orilla observas que el mar está muy picado y tienes que lidiar con la
desilusión demar
o a culpar al no poder disfrutar
por ello? Puededeque
tu plan
en lainicial.
Antigua¿Vas a indignarte
Grecia aquellos
que creían en Poseidón, el dios del mar, sí que lo vivieran como si la
deidad no les hubiera favorecido. Hoy en día, pocas personas creen
en Poseidón. El mar es una gran masa de moléculas de agua y, al
margen de los seres vivos que lo habitan, no es probable que
alguien le atribuya consciencia ni intenciones. Esa falta de
intencionalidad nos ahorra el añadir emociones adicionales de
rabia o culpa a desilusión inicial de quedarnos en tierra ese día.
Para ayudarte a adoptar este punto de vista, intenta pensar en el
Universo
barranco,como lo harías
¿crees que lecongusta,
una piedra.
que noSi lalecoges
gustay lao tiras
que por
le un
es
indiferente? Si tu respuesta es que “le resulta indiferente” advierte
que tampoco podría ser posible, porque para que algo sea
indiferente tiene que estar dotado de una consciencia y una piedra,
como el Universo, no la tiene.
Esto no quiere decir que no haya gente con una tasa de desgracias
elevadísima en comparación con otros, pero es que las leyes del
Universo no distribuyen equitativamente. Ocurre como cuando
tiramos un dado 6 veces esperando que salga cada cara una única
vez. La media de cien tiradas sí que será de 1 cara cada 6 tiradas,
pero no consecutivamente.
Las tortugas ponen miles de huevos y solo un porcentaje muy
pequeño de ellos sobrevive. Puede parecernos triste, pero eso no
signica que haya algo actuando en contra del 95 % de las crías de
tortuga que mueren.
Por tanto, nos
contraintuitiva encontramos
en nuestra conoccidental
sociedad una ideamoderna:
que nosqueparece
algo
no nos guste, no implica que no tenga que ocurrir. Imagina que, de
un lado, están todas las leyes del universo, y del otro lado tus
legítimas preferencias. ¿Crees que hay algún tipo de relación entre
unas y otras? A mi parecer, esta conexión es nula. Con eso no
quiero decir que tener esperanza en que las cosas vayan bien no
tenga sentido; creo que es más ecaz en términos de utilidad y
favorable psicológicamente que el pesimismo. Ir a una esta
pensando que te darán una calurosa bienvenida modica, por la
simple anticipación,
interactuar nuestro
en ella. Si estado
pensamos de estaremos
eso, ánimo y nuestra forma de
más sonrientes,
participativos y abiertos a la experiencia que si anticipamos ser
rechazados, ya que probablemente nuestra conducta será más
esquiva. Es lo que conocemos por el nombre de profecía
autocumplida (Rosenthal & Jacobson, 1968), o sea, el asumir ser
bienvenido o rechazado aumenta la probabilidad de que ocurra uno
u otro escenario. Al actuar de forma distinta, las consecuencias
también lo son. Sonreír o mostrarse serio, mantener contacto
ocular o apartar la mirada, acercarse o alejarse, inuyen en el
desenlace de nuestra participación en la esta. Así, esperar que
determinados acontecimientos vayan bien, incide en que eso
ocurra, pero no hay nada mágico en ello, sucede de forma
psicológica. De hecho, las expectativas previas juegan un papel tan
relevante en la experiencia, que los estudios cientícos deben
protegerse de ellas con estratagemas diseñados para eludir el
famoso y potente “efecto placebo” (Benedetti, Carlino y Pollo, 2011).
El problema está en creer que, por el hecho de desear un
determinado resultado, este va a ser más probable. En una ocasión,
me encontré con una amiga que se iba a casar y me comentó que
para celebrar la boda había escogido un bello paraje en unos
prados, con una pequeña casita de montaña. Como la ceremonia
era en abril, le deseé mucha suerte y que no lloviera. Ante mi
sorpresa, ella me respondió: “¡Claro que no lloverá, Quim!” Curioso,
le pregunté que cómo podía saberlo con seguridad y ella me
respondió: “No lloverá porque es el día de mi boda”. No sé si el día
de
ellasuseboda llovió
casara. o no;comentamos
Como si no fue así,en
meelalegro, pero
capítulo no ocasiones,
5, en sería porque
la
conguración de las variables te favorece en un determinado
momento y en otros entorpece tus objetivos. Como en el ejemplo
que vimos, en el que queríamos alcanzar una isla en un bote sin vela
y sin motor, las corrientes —tan reales como imperceptibles desde
el bote— son más determinantes que tu intención al manejar el
timón.
En Occidente se nos ha transmitido de forma tácita el mensaje de
que tener un problema es optativo. Nuestra sociedad apoya la
ilusión de control
do it”. Otra individual
muestra conla eslóganes
de ello es visión quecomo el conocido
algunos “just
republicanos
tienen sobre los motivos por los que los sintecho en EE. UU. viven
en tales condiciones: a) son vagos, b) se lo han buscado y se lo
merecen o c) en el fondo, les gusta. Esta perspectiva de una
problemática tan compleja no es más que una sobresimplicación,
un modelo de “fuerza de voluntad” en el que estas personas
terminaron sin hogar por no esforzarse lo suciente. Como si nadie
estuviera determinado por otras causas como su pasado, contexto,
biología y todo dependiera de su voluntad. Aunque desconozcas
todos los hechos, sé consciente de que existe una cadena de eventos
que conduce hasta una situación determinada.
Esta idea de que la realidad es como es y no depende de nuestros
intereses, resulta para algunas personas, poco espiritual. Yo no soy
un experto en ese tema, por eso no puedo hablar de la relación con
Dios ni su existencia (o la de algo superior), solo puedo opinar sobre
cómo actuar, desde la psicología, para no amplicar el sufrimiento.
Algo que sí quiero matizar es que mucha gente entiende
enti ende la religión
r eligión
como un club de membresía exclusivo y excluyente, y la
espiritualidad como otra forma de pedir algo a Dios, al estilo “¿qué
hay de lo mío?”. Tenemos que darnos cuenta de que esto no deja de
ser una forma de buscar el control, en esta ocasión por una vía
mágica no muy diferente a la superstición. Exigir un resultado no
tiene nada que ver con la espiritualidad, cosa que saben aquellos
místicos y expertos en esos temas (Rohr, 2013). La espiritualidad
tiene mucho más que ver con permitir —una forma de aceptar—
que con para
religiosa inuir. Mucha algo,
conseguir gentetiene
se comporta “bien”
un objetivo. y se
Eso es, considera
como señala
el sacerdote franciscano Richard Rohr al hablar del auténtico y el
falso yo, un proyecto más del ego que lo reduce todo a “dame lo que
quiero”. A mi entender, la espiritualidad no consiste en conseguir lo
que queremos, sino en entender y actuar desde la interconexión, la
globalidad y distanciándonos del ego.
«Asumir unas consecuencias positivas o negativas, cambia nuestra conducta y
nuestra emoción, y puede inuir en el resultado nal. Sin embargo, desear un
resultado no siempre lo hace más probable porque no todo depende de nuestra

voluntad»

2 - T o d o t i e n e c a u s a s

Que no conozcamos las causas de algo, no signica que estas no


existan; lo que nos lleva a otro punto clave: si algo ha pasado es
porque no podía no pasar. Como dice la Dra. Linehan (Linehan 1993,
2014), a menudo nos encontramos diciendo “esto no debería haber
pasado” cuando realmente eso sí que “debía” pasar, ya que existían
causas para ello. Otra cosa muy distinta es si nos gusta o no.
Pongamos como ejemplo zonas de elevada concentración de
accidentes: los puntos negros de las carreteras. Detrás de esos
cruces o curvas nos encontramos con un largo historial de
accidentes y muertes, y fácilmente decimos “eso no debería pasar”.
Pero realmente, ¿no debería pasar? Imaginemos una curva muy
cerrada tras una elevación del terreno que nos impide ver un
brusco giro en el trazado de la carretera. Justo antes del cambio de
rasante, una larga recta permite que los coches cojan mucha
velocidad. Cuando nos lamentamos, decimos que “no deberían”
haber muerto tantas personas en ese giro. Sin embargo, ¿eso
evitará que siga muriendo gente en esa zona? Hay causas para ello y
los accidentes solo terminarán cuando las condiciones
desaparezcan. Lamentarse y decir “no debería pasar”, no cambia las
causas. No cambia el trazado ni la visibilidad ni el cambio de
rasante o la recta previa. Puesto que hay motivos que determinan el
accidente, “debería” haber pasado. Por otro lado, esta armación es
del todo compatible
horrorice que ocurran con quecosas.
estas no nosNoguste, no lo por
pasa nada queramos, y nos
decir “no me
gusta que pase”, expresarlo es legítimo y apropiado. Es más útil
identicar las causas que favorecieron lo ocurrido para así
modicarlas, que emitir juicios y no cambiar nada. Una vez
cambiemos las causas, ya no podrá volver a ocurrir lo mismo. ¿Si
todo lo que lo evitaría, no está allí para impedirlo, no es normal que
haya sucedido de ese modo?
Creo que es importante usar el “debería” para hablar de causas,
pero no para hablar de preferencias. En este sentido, usamos de
forma
Imaginadistinta
que telos “debería”¿Qué
pregunto: en elesplano físico
lo que que en pasar
“debería” el psicológico.
si estoy
sosteniendo un frasco con la mano y abro mis dedos? Todos
diremos que “debería caer”, sean cuales sean las consecuencias de
la caída del objeto. Debe caer, independientemente de que contenga
una medicina o un veneno, de que sea valioso o baratísimo.
Sorprendentemente, al hablar de psicología lo entendemos de
forma distinta, como si no existieran causas para que alguien haga
algo —especialmente si va en contra de nuestros deseos—. Por
ejemplo, cuando alguien actúa de manera egoísta decimos que "no
debería ser así, debería ser más amable", pero obviamos el hecho de
que ha conseguido aquello que quería actuando de forma
interesada, o cuando una empresa quiebra y despide a sus
empleados decimos que “no deberían perder su trabajo”. En ambos
casos, existen causas para ello, lo que pasa es que van en contra de
nuestras preferencias. Nos es mucho más fácil entender que si
alguien abre los dedos, lo que sostiene “debe” caer al suelo, que
entender el hecho de que los abre porque no puede hacer otra cosa
—pues ese gesto también tiene sus causas (querer romper el frasco,
espasmo involuntario, temblor, etc.)—.
Así pues, cabe preguntarse ¿qué es lo que hace que uno actúe de
una determinada manera? Según la propuesta de Staats (1999), lo
que una persona piense, sienta o haga en un momento particular
depende de un conjunto de variables. ¿Y cuáles son? Por un lado, su
historia personal, aprendizajes previos, etc. Imaginemos a alguien
que ha tenido cinco parejas y que, en los cinco casos, la relación
oterminó
menosena contra de su voluntad.
los 6 meses de haberAdemás, siempre
comenzado se terminóAhora
la relación. más
imaginemos que esta persona ha iniciado una nueva relación de
pareja y que, hasta la fecha, todo marcha bien. No hay ninguna
señal presente que indique que la relación está en peligro o
deteriorándose. La pareja se quiere, lo demuestra y disfruta del
tiempo que pasan juntos. Imaginemos que esta relación avanza
favorablemente y llegan a los 6 meses. En este contexto, nuestro
feliz enamorado recibe un wasap el viernes por la tarde que dice:
“Anulo la cita para cenar, ya hablaremos”. ¿Qué crees que se le
pasará por la cabeza?
meses siempre se hartó¿Crees que si hubiera
de las parejas sido
y las dejó, él quien
pensaría a los 6
y sentiría
lo mismo al leer el mensaje? Lo dudo. Lo que quiero señalar con
este ejemplo, es que nuestra historia personal determina de forma
contundente cómo respondemos a los acontecimientos presentes.
Un segundo componente de la ecuación es nuestra propia
siología. No es lo mismo afrontar una mala noticia un día, que
otro, siendo la mala noticia exactamente la misma. En función de
cómo hemos dormido, de cuánto hace que comimos, de si sentimos
alguna molestia física, de si hicimos deporte, de si salimos de noche
y bebimos demasiado vino, de nuestro estado hormonal etc.,
responderemos de una manera o de otra. La vulnerabilidad

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