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La formulación de una ética revolucionario-cristiana a la luz de la

exégesis bíblica crítica de la figura histórica de Jesús de Nazaret

Óscar Paul Ramírez Morera1


Universidad de Costa Rica

«Und wir können nicht redlich sein, ohne zu erkennen, daß wir in der
Welt leben müssen – etsi deus non daretur. Und eben dies erkennen wir
– vor Gott! (…) Gott gibt uns zu wissen, daß wir leben müssen als
solche, die mit dem Leben ohne Gott fertig werden. Der Gott, der mit
uns ist, ist der Gott der uns verläßt (…) Vor und mit Gott leben wir ohne
Gott. Gott läßt sich aus der Welt herausdrängen ans Kreuz, Gott ist
ohnmächtig und schwach in der Welt und gerade und nur so ist er bei
uns und hilft uns.»
Dietrich Bonhöffer

Introducción
Frente a los problemas económico-sociales causados por el capitalismo neoliberal en la
actualidad, cuyas consecuencias se tornan cada vez más evidentes (pobreza, desempleo forzado, etc.),
todavía hoy gran parte de las poblaciones latinoamericanas se identifica, de una u otra forma, con el
perfil religioso de una de muchas confesiones cristianas en el continente (predominantemente con el
perfil católico).
Ahora bien, desde el siglo pasado (sobre todo durante la época de la Guerra Fría) hasta hoy, la
función ideológico-social de las confesiones cristianas ha sido la legitimación de la pasividad política
ante la injusticia social. En gran parte, dicha legitimación proviene del discurso de las instituciones
cristianas latinoamericanas, cuyo fundamento ideológico fue proveído por la prédica y la enseñanza de
los misioneros cristianos estadounidenses en la segunda mitad del siglo XX.
En este discurso cristiano de carácter fundamentalista e interpretativamente influenciado por los
intereses de la clase burguesa estadounidense, se propone un modelo ético de la Imitatio Christi, es
decir, del seguimiento del comportamiento moral de Jesucristo. No obstante, dicho modelo ético se
basa en una imagen de Jesucristo altamente pacífica y apolítica, la cual resulta de una exégesis de los

1 Bachiller en física y en meteorología, estudiante de licenciatura en meteorología y futuro graduando de la maestría


académica en física médica (febrero de 2024), carné A75199. Este ensayo se presentó el jueves 30 de noviembre del 2023
(IIC) como requisito para la aprobación del curso “seminario: marxismo y cristianismo (F 3090)”. Este curso fue impartido
por el profesor Lic. Helio Gallardo.

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pasajes evangélicos deformada por el sesgo ideológico de los intérpretes fundamentalistas de cuño
estadounidense, quienes defienden, consciente o inconscientemente, los intereses burgueses de control
social de la población latinoamericana cristiana, la cual representa la mayor porción de la población
total. Así, pues, como la mayor parte de la población cristiana asume el modelo ético de la Imitatio
Christi, en consonancia con una imagen apolítica y pacifista de Jesucristo, dicha población también
será apolítica y pacifista, lo que inhibe cualquier participación cristiana en política o, si hubiese tal
participación, sería pacifista y nunca consideraría a la violencia como recurso legítimo de instauración
de la justicia social frente a la política económica del capitalismo neoliberal.
Entonces, considerando la exposición anterior a modo de contextualización del problema
teórico por abordar y de la justificación del texto por presentarse aquí, este trabajo académico de
investigación universitaria plantea la siguiente tesis: la participación político-cristiana y su uso del
recurso a la violencia física, en caso de ser necesaria, son legítimos si el cristiano políticamente
revolucionario asume un modelo ético de la Imitatio Christi basado en la figura del Jesús histórico y
no en la figura teológica de Jesucristo construida según criterios fundamentalistas y burgueses. Así,
pues, para lograr probar la veracidad de esta tesis, se desarrollan los siguientes objetivos, a saber:
● Presentar el concepto secular de la figura del Jesús histórico proveído por la crítica literario-histórica;
● Exponer el concepto judío del reino de Dios en el Jesús histórico según la crítica literario-histórica;
● Mostrar un nuevo modelo ético de Imitatio Christi basado en el concepto secular de la figura del
Jesús histórico y de su correspondiente concepto judío de reino de Dios.
Por consiguiente, la organización de este trabajo sigue el orden sucesivo de los tres objetivos
previamente escritos en las secciones 1-3 por desarrollarse a continuación.

1. El concepto secular de la figura del Jesús histórico


Antes de presentar el concepto secular de la figura del Jesús histórico, es imperativo darle al
lector dos observaciones preliminares. En primer lugar, cuando escribimos ‘concepto secular’ de la
figura del Jesús histórico, el adjetivo refiere al trabajo de investigación de crítica literario-histórica de
los textos evangélicos canónicos realizado por expertos no confesionales, es decir, no religiosos. Esto
provee un plus en cuanto a objetividad de la investigación exegética de la figura histórica de Jesús de
Nazaret, pues evitamos el sesgo ideológico de la investigación de un cristiano comprometido con los
dogmas cristológicos formulados por alguna institución religiosa relevante.

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En segundo lugar, cuando escribimos el término ‘Jesús histórico’, el calificativo supone una
distinción metodológica importante en el análisis histórico-literario, a saber, el distingo entre el Jesús
histórico y el Cristo de la fe. En otras palabras, la investigación laica de los textos evangélicos
canónicos reconstruye una imagen del Jesús histórico prescindiendo de criterios religiosos y
dogmáticos, lo que implica la desmitologización del personaje evangélico de Jesús de Nazaret, que la
investigación laica considera como la amalgama de una figura histórica y una figura teológica. Ahora
bien, los rasgos del personaje de Jesús de Nazaret, considerados como mitológicos (i.e., constructos
puramente mentales), son justamente las características divinas. Así, pues, al personaje evangélico de
Jesús de Nazaret se le remueven los rasgos mítico-teológicos, a saber, su consustancialidad con Dios-
Padre, su capacidad para hacer milagros contra natura y para conocer el pensamiento oculto de otras
personas, etc. Entonces, lo que queda de información biográfica del personaje evangélico es lo que el
investigador laico considera como históricamente verosímil y congruente con la experiencia histórica
normal. Esto es lo que veremos a continuación.
Previo a presentar las características históricamente fidedignas de Jesús de Nazaret, es
imperativo suministrarle al lector un resumen brevísimo del contexto histórico y social de la Palestina
(o provincia romana de Judea) del siglo I e.c., basado sintéticamente en la exposición de J. E. Londoño
(2013, pp. 19-20) [asimismo, otros textos se citan cuando sea pertinente], ya que Jesús de Nazaret vivió
en este período histórico y su vida pública junto con su predicación se vio influenciada por las
circunstancias histórico-sociales. Toda esta información histórico-social también será útil en la sección
2 de este ensayo a propósito del concepto judío de reino de Dios.
El inicio de la dominación romana sobre Israel está datada a partir del año 63 a. C. En el año 27
a. C., la República romana se convierte en el Imperio romano cuando el senado romano entrega el
poder absoluto a Octavio (con el título de Augusto). Ahora bien, el Imperio romano permitía reyes
vasallos (etnarcas); por este motivo, el primer rey vasallo de Judea fue Herodes (año 30-31 a. C.), el
cual murió justamente en el año del nacimiento de Jesús de Nazaret, en el año 4 a. C. Por otra parte,
durante los gobiernos del etnarca Arquelao y del emperador romano Tiberio (años 14 a. C. - 37 d. C.),
es cuando tenemos noticias de los hechos de Jesús de Nazaret en virtud de las biografías evangélicas.
A principios del año 40 d. C., por las convicciones religiosas judías (gobierno teocrático por
medio de un rey mesiánico), por la opresión del Imperio romano y por el mal gobierno de los etnarcas
judíos (J. D. G. Dunn, 2013, p. 243), movimientos rebeldes de resistencia contra el Imperio surgen en
Judea, como los zelotes y los sicarios, por el gran descontento judío ante la ocupación romana. Según J.

3
D. G. Dunn (2013, p. 247), los zelotes fueron los principales impulsores de la rebelión contra Roma
durante el período 66-70 d. C., iniciándose así la primera gran guerra judío-romana. Esta guerra tuvo un
final desastroso para los judíos: Jerusalén fue tomada por los romanos y el segundo templo de Salomón
fue destruido por la campaña militar del general Tito, durante el reinado del emperador Vespasiano.
Ahora bien, considerando la situación económica de los judíos del siglo I e.c., de acuerdo con S.
Guijarro (2017), a la sociedad de Israel, o provincia romana de Judea, se le puede considerar como una
sociedad agraria avanzada, según los modelos culturales de sociedades del Mediterráneo. En este tipo
de sociedades, la mayoría de habitantes era campesina, la cual producía un pequeñísimo excedente
económico para subsistir. Los gobernantes (romanos o etnarcas judíos) se apropiaban de dicho
excedente, generando miseria entre los habitantes. Esta apropiación por la clase social alta explica las
características de estas sociedades agrarias avanzadas, a saber, “(…) su rígida estratificación social, su
escasa especialización, la tensión entre las ciudades y el campo, su economía subdesarrollada, etc.
(…)” (Guijarro, 2017, p. 291).
Asimismo, el conflicto social de las sociedades agrarias avanzadas se concentraba en la disputa
por las tierras, es decir, el factor decisivo de la economía. Las consecuencias económicas y sociales
más importantes de este tipo de sistema social eran las siguientes:

(…) la concentración de la propiedad de la tierra en manos de un número cada vez más reducido de personas, así
como el creciente endeudamiento de un número cada vez mayor de pequeños agricultores y la correspondiente
reducción de muchos al rango de arrendatarios o jornaleros y a la condición de arrestados o esclavos a causa de las
deudas (E. W. Stegemann y W. Stegemann, 2001, p. 142).

La disputa por la tierra, los impuestos severos, la esclavitud y el robo de bienes por parte de la
aristocracia judía y de los romanos, acrecentaron el antagonismo social entre éstos y el pueblo judío.
Esto explica la razón de las continuas revueltas contra el gobierno en el período 40–70 a. C.
Una vez que hemos expuesto sintéticamente sobre el contexto histórico-social del Jesús
histórico y de las narraciones evangélicas, procedemos a presentar los rasgos fundamentales de la
imagen histórica de Jesús de Nazaret críticamente extraídos de los Evangelios canónicos. Para el
desarrollo de nuestra exposición sobre el Jesús histórico, nos basamos concisamente en la información
proveída por F. Bermejo (2012, pp. 380, 397) y por A. Piñero (2018, Cf. sec. II, cap. 8, pp. 293-310).
Finalmente, para completar la información biográfica del Jesús histórico, a propósito del proceso
jurídico de Jesús de Nazaret frente a un tribunal romano y su pena capital, usaremos la información

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concreta proveída por los autores G. Theißen & A. Merz (1999, Cf. sec. 14, cap. IV, pp. 487–516), J.
Montserrat (2007, pp. 89–94) y W. Bösen & P. Mikat (2011, pp. 1297–1302).
● Jesús de Nazaret era un artesano galileo: esto significa que lo más probable es que Jesús se
dedicará, para ganarse el sustento alimentario de cada día, a ser carpintero o albañil de obra civil. Jesús
probablemente aprendió de su padre José estos oficios, los cuales eran comunes entre las clases sociales
bajas del Israel del siglo I.
● Jesús era intensamente religioso y estaba preocupado por el significado esencial de la Torá
(ley de Moisés): lo más probable fue que Jesús se convirtió en rabbí (‫ ַרבִּ י‬en hebreo; esta palabra quiere
decir ‘mi maestro’) por cuenta propia, es decir, estudiando independientemente de cualquier
instructor/escriba fariseo2. Ahora bien, sus parábolas, técnicamente macarismos, se encuadran
perfectamente en la retórica farisaica del siglo I, la cual buscaba discutir los dilemas ético-jurídicos,
desde el punto de vista de la Torá, tomando al mandamiento de salvaguardar la vida como criterio
racional principal de solución de dilemas ético-jurídicos.
● Jesús era discípulo de Juan Bautista: la característica de un Jesús discipulado por la
instrucción de Juan Bautista proviene de la obra ‘Antigüedades de los Judíos’ (XVIII, 5,2) escrita por
Flavio Josefo, historiador judío simpatizante de los romanos. Asimismo, considerando ciertos datos
“históricos” de los Evangelios, los exégetas y los historiadores piensan que fue Juan Bautista quién le
transmitió a Jesús de Nazaret la doctrina estrictamente judía sobre el reino de Dios y su venida
inminente a Israel (ver sección 2 a propósito de esta doctrina). Además, los investigadores proponen
que Jesús pertenecía al grupo religioso de Juan Bautista pero posteriormente se separó de éste para
formar su propio grupo religioso públicamente activo (i.e., los apóstoles y algunos discípulos más).
● Jesús como famoso predicador y como afamado taumaturgo: el nazareno fue muy popular
entre las masas judías de clases sociales bajas, y en algunos casos en clases sociales un poco más altas,
en virtud de la prédica de la venida inminente del reino de Dios. Asimismo, fue muy célebre por sus
labores de exorcista y sanador. De hecho, muchos investigadores exegéticos afirman que posiblemente
Jesús fue más famoso por los exorcismos y la taumaturgia que por su prédica del Reino. Esta última
aseveración se constata por la noticia evangélica del fracaso de la prédica de Jesús en Galilea 3, ya que
no consiguió un buen número de seguidores que moviera a Dios a instaurar su Reino y, por este motivo,

2 En la época histórica de Jesús nazareno, no existía ninguna institución rabínica que controlara la formación y la
ordenación de rabinos. Aunque, hasta cierto punto, los escribas y los maestros rabinos fariseos controlaban la enseñanza de
la Torá.
3 De hecho, Jesús maldice a tres ciudades de Galilea tras el fracaso de su predicación en dichas ciudades (Cf. Mt 11. 20-24;
Lc 10.13-16).

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tuvo que movilizarse a Jerusalén para continuar su labor de predicación de la inminente llegada del
reino de Dios y su parénesis al arrepentimiento moral para los judíos.
● Jesús como agitador social debido al contenido de sus discursos públicos: Jesús estuvo unos
seis meses en Jerusalén previo a su crucifixión (estimación de la investigación histórico-literaria).
Aunque seguramente Jesús tenía sus actividades religioso-sociales intermitentemente, es decir, que
predicaba a las masas humanas temporalmente en distintas zonas de Jerusalén y luego se escondía, pues
la consecuencia política de la prédica del reino de Dios era el rechazo del gobierno romano y de la
aristocracia judía y él no podía arriesgarse a un arresto que detuviera su misión religiosa.
Asimismo, las actividades religioso-sociales de Jesús molestaron al gobierno judío local debido
a que él perturbó el funcionamiento del Templo por el uso comercial de éste, lo que llevó
consecuentemente a la perturbación del orden público. Notemos que esto no significa que Jesús no
estuviera de acuerdo con que el Templo era el único lugar de expiación de pecados para los judíos.
Finalmente, es imperativo observar que muy posiblemente Jesús nazareno se declaró Mesías-Rey de
Israel hacia el final de su vida, lo cual es otra afrenta para el gobierno romano en Judea y para la
majestad del emperador romano (Tiberio). Así, pues, es evidente las connotaciones políticas de los
discursos jesuáticos públicos.
● Jesús fue procesado judicialmente por un tribunal romano estrictamente bajo la ley romana y
condenado a muerte en la cruz sólo por esta ley: la investigación histórico-literaria, crítica y laica, ha
demostrado que la participación judía, en la condena de Jesús de Nazaret a muerte, es una mera
construcción mítico-literaria de los autores evangelistas 4 (sin descartar algún tipo de colaboración judía
en dicha condena), pues dicha investigación histórica tomó en cuenta los datos sobre los procesos
judiciales romanos durante el siglo I.
En el siglo I e.c., según la fuente antigua del Codex Iustiniani (siglo VI), la pena romana de
muerte agravada (crucifixión, hoguera o suplicios en el circo), o mors aggravata, se aplicaba

4 Considerando el Sitz im Leben evangélico (i.e., el contexto vital de los autores evangelistas), varios investigadores
exégetas creen que la declaración unánime de los evangelistas a propósito de la culpa judía en la muerte de Jesús,
proclamando al pueblo judío como el pueblo deicida, estaba motivada por los conflictos sociales entre cristianos y judíos
después de la destrucción militar del segundo Templo de Jerusalén por los romanos (año 70 e.c.). Las tensiones sociales
entre judíos y cristianos se acrecentaron después de esta tragedia religioso-social por la creciente sospecha de las
autoridades romanas hacia los judíos vistos como sediciosos en general y por la desaparición de los judeocristianos, cuyo
lugar fue tomado por los cristianos gentiles, quienes estaban grandemente influenciados por la propaganda romano-imperial
en contra de los judíos (E. Miquel, 2010, p. 57). En otras palabras, la tragedia del año 70 e.c. dio un gran impulso a la
evolución histórica del cristianismo como religión claramente diferenciada del judaísmo con matices más grecorromanos
que judíos.

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incondicionalmente a cualquier individuo de clase inferior 5 que cometiera los siguientes delitos:
sublevación popular, homicidio, magia de especie inferior y lesa majestad. Ahora bien, considerando
los dos puntos anteriores sobre el perfil biográficamente fidedigno de Jesús de Nazaret, la pena capital
romana de crucifixión se aplicó a Jesús por: (1) lesa majestad, es decir, por ofender la soberanía del
emperador Tiberio mediante la prédica del reino judío de Dios, en la cual quedaba dicho emperador
excluido del futuro reino de Dios; (2) por maiestatis populi romani imminutae, o sea, por un crimen en
perjuicio de la grandeza del pueblo romano, ya que la prédica del reino de Dios incitaba, al menos en el
ámbito ideológico, a la sedición política del pueblo judío en contra del pueblo romano.
Ahora bien, durante el siglo I e.c., solamente el prefecto romano de su correspondiente
provincia romana podía ejecutar la sentencia de muerte (ius gladii) por sedición o por cualquier otro
delito punible con muerte en la legislación romana. En el caso de Jesús de Nazaret, lo que más
probablemente acaeció fue que Poncio Pilato, prefecto romano de la provincia de Judea (26–36 d. C.),
siguió un procedimiento jurídico de cognitio extra ordinem (contencioso legal por coacción
administrativa). Según dicho procedimiento y por los delitos previamente señalados, Jesús fue
procesado rápidamente por Pilato, con unos pocos testigos, y este prefecto dictó el veredicto pronto, es
decir, la muerte en cruz.

2. El concepto judío del reino de Dios en el Jesús histórico


Para el desarrollo del concepto judío de reino de Dios en esta sección, el punto de partida es el
análisis literario del contenido del discurso público de Jesús de Nazaret. En principio, lo que la crítica
histórico-literaria ha demostrado es que el contenido esencial de la prédica jesuática es su colección de
dichos o Logia (plural de la palabra griega Logion [λόγιον], cuya traducción literal es ‘sentencia’), los
cuales críticamente se extrajeron de los Evangelios canónicos y del Evangelio de Tomás (apócrifo
neotestamentario) en el hipotético documento Q (Cf. Robinson et al., 2002). Ahora bien, básicamente
estos dichos jesuáticos son las parábolas o macarismos, tal y como ya habíamos mencionado
previamente. No obstante, el problema de estos macarismos jesuáticos es que hacen alusiones al
concepto de reino de Dios (e.g., mediante comparaciones) pero nunca lo definen. Es impresionante que
el concepto teológico central de los dichos jesuáticos no se defina en ningún pasaje evangélico.

5 Los romanos distinguían entre dos clases sociales, a saber, clase inferior (humiliores, tenuiores) y clase superior
(honestiores). Con el paso del tiempo, esta distinción social se convirtió en no ciudadanos romanos y ciudadanos romanos,
respectivamente.

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Para resolver el problema literario anteriormente indicado, la exégesis bíblica ha recurrido a los
conceptos de la antropología cultural conocidos como sociedad de alta contextualización y sociedad de
baja contextualización. Entonces, en una sociedad de alta contextualización o culturalmente
homogénea, existen informaciones, nociones, valores, etc., compartidos por la mayoría de individuos
de dicha sociedad. Por otra parte, en una sociedad de baja contextualización o culturalmente
heterogénea, sus individuos comparten pocas informaciones, nociones, valores, etc.
Por consiguiente, es verosímil suponer que la sociedad judía del siglo I, en la que se
desenvolvió Jesús el Nazareno, fue una sociedad de alta contextualización, lo que implica que dicha
sociedad “(…) suele producir textos esquemáticos de trazos vigorosos y que dejan mucho espacio a la
imaginación del lector/oyente, el cual entiende perfectamente las referencias presentes en el texto”
(Aguirre, 1994, p. 22). En otras palabras, las parábolas jesuáticas de los Evangelios están llenas de
presupuestos culturales que los lectores/destinatarios originales (i.e., los propios judíos) conocían
perfectamente. Por este motivo, hay muchas nociones culturales del texto evangélico que su autor no
explica porque el auditorio judío las entiende adecuadamente.
Entonces, tomando en cuenta la discusión del párrafo previo, Jesús de Nazaret nunca explicó el
concepto de reino de Dios porque tanto él como su auditorio judío compartían el mismo concepto
teológico en cuestión. Ahora bien, para dilucidar cuál es dicho concepto teológico, hay que analizar
algunos textos bíblicos canónicos y la literatura apócrifa judía. Sin embargo, como pretendemos ser
sintéticos a la hora de definir el concepto judío de reino de Dios, presentamos a continuación los
resultados de la investigación crítico-exegética basándonos en Haag & Merklein (2011, pp. 1354–
1357), en el salmo 17 de Salomón (SalSa) [Cf. A. Piñero (1982, pp. 49–55)]6 y en A. Piñero (2015, pp.
532-533; Cf. el punto IX del capítulo IV a propósito del concepto judío de la teología de la restauración
de Israel). Las características fundamentales del concepto judío de reino de Dios son las siguientes:
● Reino de Dios como sociedad políticamente independiente: es decir, una nueva sociedad
israelita sin dominio extranjero. Esto es de capital importancia para los judíos del siglo I porque los
paganos volvían impura, desde el punto de vista religioso, a la ciudad jerosolimitana y así el judaísmo
no se podía practicar correctamente. Asimismo, cómo indicábamos en unos párrafos previos al inicio de
la exposición del concepto secular del Jesús histórico, en dónde presentábamos un resumen de la
situación social y política de la sociedad israelita del siglo I, la pobreza y la miseria, causadas por la

6 Este texto judío-fariseo es representativo del pensamiento general de los judíos posteriormente al año 70 e.c., ya que
después de este año, debido a la inexistencia del culto del Templo de Jerusalén, el judaísmo empezó su transición hacia el
judaísmo rabínico, el cual es fundamentalmente fariseo (la confesión judío-farisea se volvió dominante tras la destrucción
del Templo). En otras palabras, el judaísmo fariseo es la base ideológica de gran parte del judaísmo ortodoxo actual.

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política económica del gobierno romano y del gobierno etnarca judío, eran motivos fuertes para que el
pueblo judío deseara la independencia política de Roma y de los reyes vasallos judíos.
● Reino de Dios como entidad puramente material, no ultramundana, llena de bienes
materiales (Cf. Is 33.20; 52.7,8; Lc 12.31; Mt 6.33): a diferencia del concepto cristiano de reino de
Dios, el cual refiere a una entidad celestial, según el concepto de reino judío de Dios, la nueva sociedad
israelita restaurada se lleva a cabo en la tierra firme de Israel, empezando en el monte Sión.
● Reino de Dios únicamente dirigido por un rey-mesías davídico (Cf. Is 11.1-5; Dn 7.13-14; Is
65.17; SalSa 17.4,21,32): cómo dicta la tradición veterotestamentaria, solamente los descendientes del
rey David pueden ascender al trono de la monarquía israelita, que es la única institución política de la
nueva sociedad legitimada por Dios mismo. Asimismo, Dios asegura que el reinado del rey-mesías
davídico será eterno y se llevará a cabo sin problema alguno.
● Reino de Dios como sitio seguro para el cumplimiento de la ley de Moisés (Cf. SalSa 17.27):
esta característica del reino de Dios estará garantizada por Dios a través de Su mano derecha, a saber, el
rey-mesías davídico.
● Reino de Dios como centro del gobierno mundial (Cf. Is 24.21-23; Zac 14.9; Is 2.2-4; SalSa
17.3; SalSa 17.22,24,30): la tradición judío-escatológica también afirma que, al final de los tiempos, el
reino de Dios se instaurará en el monte Sión, mediante el poder político del rey-mesías davídico, y que
todos los demás reinos del mundo quedarán sometidos al poder político del reino de Dios. En otras
palabras, la dinastía monárquica davídica reinará el mundo y destruirá a las naciones impías.
● Reino de Dios como sociedad utópica constituida principalmente por judíos palestinos, por
judíos de la diáspora y por algunos gentiles prosélitos (Cf. Mt 8.11; SalSa 17.26,31,34,44): en el
pensamiento judío tradicional, el reino de Dios estará poblado principalmente por las doce tribus de
Israel. Ahora bien, en el siglo I, prácticamente sólo existían dos tribus en territorio palestino, a saber, la
tribu de Judá y la tribu de Benjamín (i.e., el reino israelita del sur). Las otras diez tribus (i.e., el reino
israelita del norte) nunca volvieron de su exilio a Asiria por mandato del rey Salmanasar V (año 721 a.
C.). Entonces, las deportaciones históricas de la población judía, debido a la política internacional de
naciones potencias de Medio Oriente, produjeron las comunidades judías de la diáspora. Por ende, la
idea religioso-política del reino de Dios implica la reunión de las todas las doce tribus de Israel en el
territorio palestino. Asimismo, la tradición judía piensa que algunos prosélitos (i.e., paganos
convertidos al judaísmo) podían entrar en la nueva sociedad judía, i.e., el reino de Dios.

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3. Un nuevo modelo ético de Imitatio Christi para el cristiano revolucionario
El desarrollo anterior del concepto secular del Jesús histórico y del concepto judío de reino de
Dios nos muestra un perfil político-social de Jesús de Nazaret: el Nazareno estuvo implicado en la
situación política de la primera mitad del siglo I (que él lo haya querido conscientemente, o no, es
indiferente) y su compromiso social con los judíos más socialmente vulnerables, y su crítica de las
instituciones políticas (tanto romanas como judías), dicha crítica manifestada implícitamente en el
discurso público sobre el reino de Dios, provocó conmoción social entre judíos y romanos, e incluso
esto llevó a Jesús hacia la muerte por crucifixión en virtud de sus delitos de sedición (lesa majestad y
maiestatis populi romani imminutae) desde la perspectiva jurídico-romana.
Asimismo, el concepto judío de reino de Dios, implícito en el contenido central de la prédica
jesuática, nos muestra cómo Jesús pensaba en una nueva sociedad israelita: (a) una sociedad libre de
dominación política extranjera que empobreciera a la población de dicha sociedad por su injusta
política económica; (b) una sociedad en la que se satisfacen todas las necesidades materiales y
religioso-espirituales de la población de dicha sociedad; (c) una sociedad utópica (en sentido
materialista y no fantasioso-literario) realizada en un territorio concreto y en un momento presente de
la historia humana.
No obstante, es imperativo que indiquemos los problemas ideológicos que causa el concepto
judío de reino de Dios. Este concepto tiene tintes nacionalistas, pues refiere a una nueva sociedad que
está gobernada sólo por un rey-mesías judío, el cual somete el mundo entero al gobierno israelita
(como un gobierno antidemocrático y fascista), y que es económica y socialmente justa para los judíos,
casi en exclusividad para ellos (esto se constató en el último punto del concepto judío de reino de Dios
previamente escrito). Ahora bien, sabemos perfectamente que esta observación reciente es un problema
para nuestra formulación de la ética revolucionario-cristiana de la Imitatio Christi, pero dicho problema
se puede solucionar al atender al concepto de la teología de la restauración de Israel desde la
perspectiva del pensamiento del apóstol Pablo. Sobre todo, lo que nos interesa señalar de la doctrina
paulina es el concepto de adopción.
De acuerdo con A. Piñero (2015, pp. 485, 489-493), tomando en cuenta los versículos bíblicos
de Rom 8.1-18, el apóstol Pablo utiliza el concepto romano-jurídico de la adopción para explicar la
admisión formal de un pagano como hijo de Dios (habiendo aceptado a Jesús como rey-mesías
mediante un acto de fe/confianza), con pleno valor jurídico, el cual será incluido al reino de Dios con
los mismos derechos de un hijo legítimo (natural) de Dios, es decir, un judío de etnia hebrea. Por lo

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tanto, en principio, los gentiles creyentes en el rey-mesías de Israel (i.e., Jesús el Nazareno) recibirán el
mismo trato socioeconómico y político que los judíos. En este sentido, los beneficios sociales de la
nueva sociedad (el reino de Dios) serán equitativos para todos los que logren ingresar en ella.
Por consiguiente, lo que el cristiano revolucionario puede apropiarse de nuestra discusión
anterior, y de la exposición de la sección 2, es el perfil sociopolítico de Jesús de Nazaret y el concepto
judío-jesuático de reino de Dios matizado por el concepto de adopción de la doctrina paulina, lo cual
permite una suerte de universalización del concepto judío de reino de Dios, el cual es nacionalista y
exclusivista.7 Notemos, pues, que el perfil sociopolítico de Jesús Nazareno y su concepto judío de reino
de Dios paulinamente matizado permiten extraer los siguientes principios éticos de acción política, a
modo de imitación de la actividad social de Jesús de Nazaret, para el cristiano revolucionario:
● Involucrarse en la militancia política en favor de las personas socialmente más desfavorecidas
de nuestras sociedades actuales, en vista del progresivo deterioro de las condiciones materiales de
existencia (i.e., el aumento de la pobreza), siguiendo las exigencias de justicia social acordes con el
principio ético jesuático de la projimidad (Cf. Lv 19.18; Mt 5.43-44; Mt 19.19; Mt 22.39; Mc 12.31; Lc
10.27);
● Realizar una denuncia de la injusticia social y una crítica de las instituciones políticas,
mediante los espacios públicos de prédica cristiana, aludiendo al concepto de reino de Dios como
nueva sociedad socialmente justa para todos;
● Participar en el proceso revolucionario, incluso si esto implica la muerte propia (por sedición
desde el punto de vista de la jurisprudencia del Estado burgués), teniendo en mente la lucha por una
sociedad social y económicamente más justa, es decir, la concretización de los aspectos materiales del
reino de Dios (acceso a mejores condiciones materiales de existencia para todos).
Ahora bien, los tres puntos anteriores presentan sintéticamente el nuevo modelo ético de la
Imitatio Christi para el cristiano políticamente comprometido y, si fuese necesario, revolucionario. Este
modelo ético le permite al cristiano apropiarse de la revolución/emancipación social sin temor de la
violencia física asociada con dicha revolución y sin sentirse moral y religiosamente culpable por el
pecado de la violencia física. El mismo perfil sociopolítico de Jesús y su concepto de reino de Dios
asumían tácita o explícitamente la violencia física como medio de transformación social realizada por
Dios mismo y no por el ser humano.

7 Aquí no discutimos si realmente Jesús de Nazaret sólo quería la salvación de su pueblo o si contemplaba la posibilidad de
que la llegada del reino de Dios también implicaría la salvación de todos los gentiles adeptos a la fe judía o judeocristiana.
Solamente nos interesa construir una doctrina cristiana coherente con los valores socialistas de carácter marxista.

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Sin embargo, adelantándonos a una posible objeción, es verdad que Jesús, y también muchos de
sus compatriotas, pensaba que el reino de Dios era instaurado en Israel por Dios mismo y sus legiones
de ángeles (por la violencia física si fuese necesario). No obstante, cómo repasamos en la breve historia
de Israel en el siglo I (sección 1), existieron grupos judíos revolucionarios que lucharon contra Roma
por la independencia política de Israel. Entonces, es evidente que habían judíos que no podían esperar
que Dios mismo estableciera el reino de Dios porque la situación socioeconómica y política ya era
insoportable. Probablemente, estos judíos revolucionarios del siglo I comprendían que, aunque creían
en la existencia de YHWH, tenían que tomar una decisión y una iniciativa para combatir a un poder
político-económico opresor porque, quizá, entendieron implícitamente la dialéctica de la presencia y de
la ausencia de Dios en los asuntos humanos, así como la entendió Dietrich Bonhöffer (ver epígrafe).
En otras palabras, los judíos revolucionarios del siglo I, y Jesús era uno de ellos al menos en el
ámbito discursivo, actuaron según sus circunstancias sociales etsi Deus non daretur. Dios ayuda a los
seres humanos en sus problemas sociales mediante su abandono, ya que esto obliga a las personas a
hacerse responsables de su propia vida y de la vida de aquéllos importantes en su vida. Asimismo, este
abandono de Dios refuerza, al menos en el caso de los creyentes fervorosos, el ímpetu espiritual del
individuo religioso para enfrentar los problemas de esta vida. Sobre todo, esto se cumple si hay una
comprensión racional de las propias creencias religiosas a partir de una exégesis científica y crítica de
los textos bíblicos, tal y como hemos mostrado previamente.
Así, pues, si la concepción marxista de sociedad es la “(…) sustitución de antiguas bases,
creadoras de miseria y desigualdad, por nuevas estructuras socioeconómicas que supriman estos males
en su misma causa y favorezcan de este modo un desarrollo real y general” (P. Blanquart, 1970, p.
135), el cristiano políticamente comprometido, con una ética de la Imitatio Christi similar a la
presentada en este ensayo, no tendrá ninguna excusa para involucrarse junto con los militantes
marxistas en construir una nueva sociedad socialmente justa en la que la mayoría desposeída pueda
vivir dignamente (J. Hernández, 1990, pp. 605-606), pues ambos, los cristianos y los marxistas, tendrán
la forma de actuar de Jesús de Nazaret en común (toda ética cristiana debe incluir la militancia política;
Cf. F. Moreno, 1990, p. 280). Y, en medio del proceso revolucionario, los marxistas, cristianos o ateos,
contribuirán con los análisis de la realidad social, siguiendo el método del materialismo histórico (P.
Blanquart, 1969, p. 106), para comprender específicamente cómo actuar social y políticamente y así no
cometer errores fatales que lleven a la revolución social a su fracaso.

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Finalmente, como una nota al margen de nuestro modelo ético de la Imitatio Christi, el uso de la
violencia física planificada es un recurso último y sólo utilizable, tanto por marxistas como por
cristianos con nuestra Imitatio Christi, cuando las condiciones sociales obligan a ello (P. Lecocq, 1970,
p. 107). Recordemos que los cristianos no pueden condenar absolutamente todo uso de la violencia
física (pues no todos los problemas sociales se pueden resolver por medios no violentos; Cf. F. Biot,
1969, p. 157), pues deben actuar en el caso de la violencia institucionalizada en la política económica y
en la represión, las cuales marginan a gran parte de la población mundial. Asimismo, los cristianos
pueden contribuirles a los demás revolucionarios, marxistas o no, a la creación de una conciencia moral
que regule el uso de la violencia física sin prohibirla totalmente. En otras palabras, la norma cristiano-
revolucionaria sería ésta: “(…) tanta libertad y no-violencia cuanto sea posible; tanta violencia cuanto
sea necesaria” (H. Gollwitzer, 1969; traducción nuestra del alemán).

4. Conclusiones
● El concepto secular del Jesús histórico nos presentó un perfil biográfico de Jesús de Nazaret
política y socialmente comprometido con los judíos de su tiempo (i.e., el siglo I e.c.). Esto quiere decir
que el Jesús histórico jamás condenó la participación política de los judíos, porque él conocía la
situación difícil socioeconómica y política bajo la opresión del gobierno romano y del gobierno etnarca
judío. Por ello, Jesús de Nazaret estuvo de parte de los marginados, de los más necesitados, es decir, de
los más pobres, los cuales eran la gran mayoría en su época. Además, en el ámbito público, la función
social jesuática de denuncia de la injusticia social, mediante la prédica del reino de Dios, llevó a Jesús a
la muerte por crucifixión. Éste es un ejemplo de nuestra Imitatio Christi para los cristianos
revolucionarios: comprometerse con la causa de la lucha por la justicia social hasta sus últimas
consecuencias.
● El concepto judío de reino de Dios del Jesús histórico, modificado al considerar el concepto
paulino de adopción de los cristianos gentiles que universaliza dicho concepto, permite tener un
referente ideológico del tipo de sociedad nueva aspirable por los cristianos revolucionarios y que, a su
vez, dicho concepto de sociedad nueva es compatible con el concepto marxista de sociedad socialista.
Esto fortalece la posibilidad de colaboración político-social entre cristianos y marxistas para lograr un
mismo objetivo: la justicia social y una nueva sociedad que permita el bienestar de la mayoría a
propósito de las condiciones materiales de existencia.

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● Nuestro nuevo modelo ético de la Imitatio Christi, construido a partir del concepto secular del
Jesús histórico y del concepto judío de reino de Dios modificado por el concepto paulino de adopción,
permite plenamente la participación cristiana en la revolución social (etsi Deus non daretur según la
dialéctica de la presencia y la ausencia de Dios formulada por D. Bonhöffer), pues esta ética considera
la militancia política como un acción humana necesaria para hacer realidad los valores cristianos que
velan por el bienestar material y espiritual de todos los seres humanos y por la sana convivencia social.
Asimismo, aunque nuestra ética de la Imitatio Christi no contempla explícitamente el problema del uso
de la violencia física como método de establecimiento de la justicia social y de la nueva sociedad
socialista (o reino de Dios), el cristiano revolucionario puede contribuir a la conciencia moral de todos
los revolucionarios no cristianos para regular el uso de la violencia física y evitar un uso
desproporcional o injusto de ella sobre los individuos del poder político actual.

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