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El desarrollo reciente de la teoría sociológica muestra un creciente interés entre los sociólogos
por superar las polarizaciones a que dieron lugar las diferentes concepciones sobre el hombre
y la sociedad que constituyen el punto de partida de cada uno de los enfoques propios de la
sociología en general, y de la sociología de la educación en particular. Este interés también se
observa entre los referentes de la sociología de la educación actual, donde se destacan P.
Bourdieu y B. Bernstein, quienes orientaron gran parte de su trabajo a construir modelos de
análisis integradores, capaces de eliminar dos dilemas centrales de la teoría sociológica: por un
lado, objetivismo vs. subjetivismo; y por otro, macro vs. micro. Ambos autores sostienen que,
para dar cuenta de la complejidad del mundo social, hay que abandonar estas dicotomías, o
falsos dilemas como los llama Bernstein (1990), y crear un aparato conceptual capaz de unir los
dos términos. La teoría de P. Bourdieu intenta superar la oposición entre objetivismo y
subjetivismo, mientras que la de B. Bernstein procura unir lo micro con lo macro. En capítulos
posteriores desarrollaremos en detalle los principales aportes de ambos al análisis del
fenómeno educativo. En este apartado solamente queremos hacer referencia, de manera muy
general y sintética, a este aspecto clave de sus respectivas teorías: la integración de
paradigmas que hasta hace poco se planteaban como opuestos.
Sostiene Bourdieu (1998) que su trabajo está guiado por la firme intención de superar la
oposición entre objetivismo y el subjetivismo. Desde su punto de vista, el objetivismo, cuyo
principal exponente es Durkheim, al centrarse en las estructuras objetivas, ignora el proceso
social mediante el cual los actores participan en la construcción de esas estructuras y sobre la
base de las cuales ellos actúan. A su vez, el subjetivismo, con el interaccionismo y la
fenomenología a la cabeza, representa el mundo social basándose en los procesos de
percepción, pensamiento y acción de los actores, ignorando las estructuras objetivas en las
cuales esos procesos se producen. Los primeros ignoran la acción y el agente; los segundos
ignoran las estructuras objetivas.
Para evitar este dilema, Bourdieu pone el acento en las prácticas, a las que considera un
producto de la relación dialéctica entre la estructura y la acción (Ritzer, 1999). Propone dos
conceptos fundamentales para lograr su objetivo, el de habitus y el de campo. El habitus es el
producto de la internalización de las estructuras. Comprende los esquemas mentales o
cognitivos mediante los cuales los agentes producen sus prácticas y luego las perciben y las
evalúan. El hábitus es producido, estructurado, por el mundo social y, a su vez, es un
estructurador de ese mundo. Bourdieu lo describe como un sistema de disposiciones
estructuradas y estructurantes, constituido por las prácticas y constantemente orientado al
cumplimiento de fines prácticos (Bourdieu y Wacquant, 1995). El habitus se manifiesta en
todas nuestras prácticas, funciona de