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La concepción simbólica de la cultura

La concepción simbólica de la cultura

Referencias
LECCIÓN 1 de 2

La concepción simbólica de la cultura

En Argentina, viajar a Disney constituye una suerte de ritual que se realiza para celebrar el cumpleaños número 15 de varios jóvenes. Además, para muchas familias se trata de
una visita turística obligada, por lo que deciden invertir tiempos y recursos para concurrir a este centro de entretenimientos.

Figura 1. El mundo mágico de Walt Disney

Fuente: Keatyn, C. (2019). El mundo mágico de Walt Disney. Recuperado de https://www.tripsavvy.com/top-disney-resorts-1894737

¿Cuál es tu opinión sobre los modelos de vida que propone la “cultura Disney”? ¿Piensas que los modelos de belleza o los valores propuestos influyen en nuestras sociedades?
¿Por qué atrae a tantas personas año tras años? ¿Qué puedes comentar sobre la cultura y su influencia en los deseos de las personas?

En los años ‘80 el mundo observaba el ascenso musical de Michael Jackson y este hecho trajo repercusiones a escala mundial, pero especialmente en nuestro país tuvo una
notable amplificación. Así, comenzaron a observarse diversos programas televisivos que buscaban al “Michael Jackson argentino”. Este fenómeno también ocurrió en otros
países latinoamericanos.

Figura 2. Imitación de Michael Jackson


Fuente: Perú tiene talento (arom620) (2012). Imitación de Michael Jackson [Captura de pantalla]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?
v=97BKuqzgNuk

¿Qué tipo de relación encuentras entre este fenómeno y la influencia de la cultura sobre los valores y la identidad de las sociedades? ¿A qué paradigma sociológico puedes
asociar estas experiencias?

Pierre Bourdieu (1930-2002)

Pierre-Felix Bourdieu estudió filosofía en la École Normale Supérieure de París. Durante 1958 y 1960, en Argelia, realizó uno de sus trabajos de investigación más
emblemáticos. Este le permitió consolidar sus bases de reflexión dentro del campo de la sociología y combinar la teoría con la base empírica.

Figura 3. Pierre Bourdieu

Fuente: Círculo de Bellas Artes de Madrid (2020). Pierre Bourdieu. Recuperado de https://www.circulobellasartes.com/biografia/pierre-bourdieu/

En su obra La miseria del mundo (Bourdieu, 1999a), el autor francés “y sus colaboradores analizan, con la rigurosidad de la sociología empírica, las diversas formas de
explotación, dominación y exclusión que operan dentro del capitalismo contemporáneo” (Germaná, s.f.,
https://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/publicaciones/sociologia/1999_n12/art012.htm). En la obra se destaca toda su labor de crítica de la cultura, y señala que la distinción
cultural no es más que una forma encubierta de dominación. Asimismo, Bourdieu comprendió que su sociología y el oficio del sociólogo ofrecían instrumentos de expresión y
de crítica, capaces de posibilitar una autorreflexión autónoma a los seres humanos, para liberarlos de la violencia simbólica. Su sociología ha buscado, sobre todo, sacar a la luz
los misterios de las instituciones sociales, los ritos culturales y sus relaciones con el poder, para devolver al agente social su derecho de pensar y justificar su propia existencia
(Bourdieu, Chamboredon y Passeron, 1975).

El estructural constructivismo

La propuesta de Bourdieu es una búsqueda por superar los momentos objetivistas (Marx) y subjetivistas (Weber) del análisis social y evitar, de esta manera, la reducción que
cada uno de ellos implica si se los toma por separado. Bourdieu se autodefine, entonces, como estructuralista constructivista, ya que su análisis se basa en la afirmación de que
existe una relación dialéctica entre objetivismo (la sociedad que estructura al hombre) y subjetivismo (el hombre que hace a la sociedad). Desde aquí parte para la creación y el
desarrollo de su teoría del concepto de espacio social, en la que asume que “por estructuralismo o estructuralista, solo se entiende la afirmación de que existen en el mundo
social mismo, estructuras objetivas independientes de la conciencia y de la voluntad de los Agentes” (Bourdieu, 1987, 147).

En el caso del constructivismo social, considera que:

se caracteriza por tres rasgos fundamentales: primero, supera los conceptos dicotómicos. Segundo, existe el esfuerzo por aprehender las realidades sociales
como construcciones históricas y cotidianas de actores individuales y colectivos, construcciones que tienden a sustraerse a la voluntad clara y al control de
estos mismos actores. Y tercero, destaca que las realidades sociales son resultado de un proceso de construcción histórica que el principio de la acción social
se da entre las formas objetivadas (reglas e instituciones) y las formas subjetivadas (representaciones, formas de sensibilidad) de la realidad social. (Bourdieu
en Giménez, 2002, p. 2)

De esta manera, Bourdieu logra ofrecer un salto cualitativo para la comprensión de los fenómenos sociales en un debate que, hasta ese momento, permanecía estancado. Se
puede decir, entonces, que a partir de una epistemología que relaciona las dimensiones subjetivas y objetivas para comprender el mundo social, Bourdieu destaca que los
agentes mantienen la capacidad de cambio, y esto es producto de la lucha y la búsqueda de apropiación de los recursos en disputa.

Te invitamos a responder la siguiente pregunta desde tus conocimientos: ¿Bourdieu continua la línea de algún autor clásico en particular?

Si, el objetivismo de Marx.

Si, el subjetivismo de Weber.

Si, el método científico de Durkheim.

Todos, desarrolla una nueva metodología para comprender los fenómenos sociales.

Ninguno, crea un nuevo método sin tener en cuenta a los demás.


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Campo social y su configuración interna

Primeramente, podemos hacer referencia a qué entiende Bourdieu por espacio social. El autor parte de su postura relacional y afirma que existen espacios de interacción y
diferenciación social a los cuales llama campo social. De esta manera, parte de considerar que los agentes o instituciones no operan en el vacío social, aunque se distancia de las
posturas de clase u otras categorías semejantes y afirma que dichos espacios sociales delimitan una distinción respecto de otros campos. A su vez, en el interior de cada uno de
estos, existe un juego por la distribución del poder (Cantón, 2009).

La noción de campo se concibe como un modo analítico para dar cuenta sobre la totalidad, o al menos, un conjunto de relaciones objetivas en las que históricamente se
encuentran ligados entre si los agentes y, con ella, intenta sobrepasar las arbitrarias oposiciones entre estructura e historia, y entre conservación y transformación. Así, el espacio
social es definido relacionalmente por un conjunto de interacciones que encubren, ciertamente, relaciones de fuerza que proponen una distribución desigual del poder entre los
agentes que lo conforman. Estos espacios de diferenciación social (campos sociales) pueden adoptar las modalidades de campos sociales específicos, los cuales pueden ser
clasificados, por ejemplo, el campo científico, el político, el artístico, el literario, etcétera. Este hecho permite reconocer a este fenómeno en el marco particular de las
sociedades modernas, donde la vida social se reproduce en campos diferenciados y, si bien la modernidad posibilitó que cada campo adquiera una mayor autonomía, debido a
que cada uno de estos se rige por leyes propias y exclusivas, cada campo participa también de la totalidad de la estructura social.

Los campos diferenciados existen dentro del espacio social y este concepto, para Bourdieu, "es definido por la exclusión mutua, o la distinción, de las posiciones que lo
constituyen, es decir, como estructuras de yuxtaposición de posiciones sociales" (Bourdieu, 1999b, p. 161). De esta manera, si se entiende al campo como un sistema de
relaciones objetivas que se configura de manera desigual en torno a poderes (o capitales) específicos, se puede sostener que cada campo cuenta con ciertas particularidades
sistemáticas comunes. Bourdieu define, entonces, que cada uno de los campos cuenta con dos elementos constitutivos:

1 La presencia de un capital denominado simbólico, con el cual se recrea la capacidad o poder de significar los objetos y del reconocimiento o prestigio
social.

2 La lucha entre los agentes del campo, por la apropiación y el control de dicho capital simbólico.

Agentes sociales y su trayectoria

Puede comprenderse, entonces, que el espacio o campo social es, más bien, un campo de fuerzas, un conjunto de relaciones de fuerzas objetivas que se imponen a todos los que
entran en ese campo y que no se pueden reducir a las intenciones de los agentes individuales ni a las interacciones directas entre los agentes. Sin embargo, el mundo social
puede considerarse como algo que los agentes construyen, pero solo pueden deshacerlo o rehacerlo sobre la base de un conocimiento realista y particular acerca de su
concepción del mundo y sobre la factibilidad concreta acerca de lo que son capaces de realizar con base en su posición.

Dentro de las investigaciones realizadas, el autor utiliza, para referirse tanto a individuos como a grupos, el concepto de agente. A diferencia de actor, persona o sujeto, la
posibilidad de emplear esta categoría de agente, permite comprender a una persona o cosa, que posee atributos y capacidad de producir un efecto, es decir, una entidad que obra
y tiene virtud de obrar (Real Academia Española [RAE], 2020).

En cada uno de los campos, los agentes ingresan movidos por su illusio y asumen posiciones diferenciadas que demarcan, a su vez, las posiciones dominantes o de
subordinación, según corresponda al poder acumulado, y que se encuentran en lucha permanente. Asimismo, y a lo largo de la historia, se acumula un capital (de conocimiento,
habilidades o creencias) que le otorga al campo un carácter dinámico. En este actúan dos posiciones:
1 Quienes asumen una posición dominante respecto del orden del campo, reconocidos como aquellos que ostentan el capital simbólico.

2 Quienes mantienen una posición subordinada en el campo, reconocidos como aquellos que buscan poseer dicho capital simbólico (Cantón, 2009).

Es posible afirmar que, el hecho de intervenir en la lucha contribuye a la reproducción del juego mediante la creencia en el valor del juego que el mismo campo produce (García
Canclini, 2004). Los agentes se distribuyen (posicionan) en el campo social y ubican posiciones de privilegio dominantes o subordinadas. Bourdieu explica que dicha
distribución ocurre debido a dos elementos particulares:

1 Dimensión según el volumen global de capital que los agentes poseen.

2 Dimensión según la composición de su capital (el peso relativo de diferentes especies de capital en el conjunto de sus posesiones) (Cantón, 2009).

Los capitales

El capital dentro de la teoría bourdiana, ya sea que esté generado a través de personas u objetos, tiene la capacidad de producir beneficios y reproducirse en forma idéntica o
transformada. Hablar de capital es referirse a los recursos puestos en juego en los diferentes campos que tienden a persistir, reproducirse o perpetuarse y hacen que no todas las
cosas sean igualmente posibles o imposibles. Estas conclusiones surgen como resultado del análisis de Bourdieu respecto de las posibilidades de que distintos individuos
progresen en el sistema educativo y las posibilidades de éxito o fracaso dentro del campo educativo (Bourdieu y Passeron, 2001).

A continuación, describiremos la composición particular que comprende a cada uno de los capitales:

El capital económico es directa e inmediatamente convertible en dinero y puede institucionalizarse a través de derechos de propiedad, ya sean
intelectuales o bienes materiales.

El capital cultural es convertible, bajo determinadas circunstancias, en capital económico y se puede institucionalizar a través de las calificaciones
educativas. Para Bourdieu, el capital cultural hace referencia a formas de conocimiento, predisposiciones, actitudes, habilidades y educación. Puede existir
en tres formas: primero, en disposiciones, predisposiciones duraderas de la mente y el cuerpo, formas de relacionarse y comportarse; segundo, en bienes u
objetos culturales: libros, diccionarios pinturas, instrumentos, máquinas, etcétera; y tercero, de una manera institucionalizada, proporciona un set de
cualificaciones que le confiere propiedad original al capital y garantiza las calificaciones académicas.

El capital social incluye las formas de conexiones u obligaciones sociales que se pueden convertir en capital económico y pueden institucionalizarse a
través de títulos de nobleza. En otras palabras, es el capital presente en los lazos sociales y los compromisos de reciprocidad entre los agentes.

El capital simbólico merece una especial atención, dado que este recurso es el que recubre o legitima a los demás capitales.

Se trata de ciertas propiedades que parecen inherentes a la persona misma del agente, como la autoridad, el prestigio, la reputación, el
crédito, la fama, la notoriedad, la honorabilidad, el buen gusto, etcétera. Así entendido, el capital simbólico es el poder de significar los
objetos y las personas, no es más que el Capital Económico, Cultural o Social en cuanto conocido y reconocido. (Bourdieu, 1987, p.
160)

El habitus
Quizás uno de los aspectos más sobresalientes de la teoría de Bourdieu consiste en el concepto que denominó como habitus. El término habitus se diferencia de hábito dado que
sugiere una disposición permanente en el cuerpo de los agentes sociales. Puede entenderse como la bisagra entre la visión objetiva y subjetiva del fenómeno social, que
considera a la historia objetivada en las cosas bajo forma de instituciones y la historia encarnada en los cuerpos bajo la forma del sistema de disposiciones duraderas.

Para Bourdieu, el agente social

no solo actúa hacia el exterior, sino que está condicionado subjetivamente o desde dentro por el sistema de sus disposiciones adquiridas. El habitus se define
a la vez, como sistema adquirido de esquemas generadores (…) y como sistema de disposiciones duraderas y transponibles. (Bourdieu en Giménez, 2002, p.
4)

El habitus implica así tanto el sense of one’s place como el sense of other’s place, un conocimiento más o menos objetivo de la estructura social de la que es
parte y que ha incorporado, y que, por esto mismo, puede funcionar como una anticipación práctica en el juego social. (Calderone, 2004,
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4453527.pdf)

Bourdieu entiende por habitus a todas

las formas de obrar, pensar y sentir que están originadas por la posición que una persona ocupa en la estructura social. Bourdieu no habla de clases en un
sentido uniforme, sino de un habitus de clase, entendido como la posición del agente (o instituciones) dentro de la estructura de una clase social, en la que el
individuo contribuye a la producción y reproducción de este mismo sistema de relaciones entre las clases. Va más allá del sentido de pertenencia, comprende
a la totalidad de nuestros actos como la historia hecha cuerpo. (Bourdieu, en Cantón, 2009, p. 72)

¿Qué es para tí el habitus?

Es lo mismo que el hábito.

Es una rutinización.

Es la estructura hecha cuerpo.

El cuerpo que recrea la estructura.

Es lo mismo que cultura.

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En la teoría de Bourdieu, habitus y campo son las dos caras de una misma medalla para la comprensión del fenómeno social. El habitus incorpora el principio de visión y de
división constitutivo de un orden social o de un campo, en cuanto

conjunto de los esquemas de percepción, de apreciación y de acción inculcados por el medio social en un momento y en un lugar determinado. Es decir, es
un conjunto de disposiciones socialmente adquiridas mediante el aprendizaje y aparece como la mediación entre las condiciones objetivas y los
comportamientos individuales. (Germaná, 1999, https://sisbib.unmsm.edu.pe/ BibVirtual/Publicaciones/sociologia/1999_n12/art015.htm)

Comprender la noción de habitus, implica colocar al individuo, en cuanto a su dimensión personal, subjetivo, ya sea también como social o colectivo. El habitus de modo
concreto es una subjetividad socializada.

La lucha por el capital simbólico

En términos concretos, se puede afirmar que campo y habitus son dos de los elementos centrales de esta teoría, que denotan la dimensión objetiva y subjetiva, respectivamente.
Por un lado, los campos sociales se construyen sobre la base de principios de diferenciación o de distribución, construidos por el conjunto de las propiedades que actúan en el
universo social. Estos emergen como resultado de la historia de luchas anteriores entre los agentes que lo conforman y, asimismo, operan como “una configuración relacional
dotada de una gravedad específica, capaz de imponerse a todos los objetos y agentes que penetran en ella” (Bourdieu en Mazzoni Michelena, s.f., https://edoc.pub/el-habitus-y-
el-espacio-de-los-estilos-de-vida-pdf-free.html).

Cada uno de estos campos cuenta con dos elementos constitutivos. Estos son:

1 La existencia de un capital simbólico, conocido también como el poder de significar los objetos y el reconocimiento social.

2 La lucha por la apropiación y el control de ese capital simbólico por parte de los agentes.

Asimismo, puede observarse que dentro del campo los agentes se encuentran ubicados en dos posiciones:

1 Quienes asumen una posición dominante respecto del orden del campo, reconocidos como aquellos que ostentan el capital simbólico.

2 Quienes mantienen una posición subordinada en el campo, reconocidos como aquellos que buscan poseer dicho capital simbólico.

La moda, por ejemplo, cuenta con una significativa relevancia en torno a la lucha por el capital simbólico y la capacidad de determinar, por parte de algunos grupos, aquello que
es bello o incluso verdadero. Las marcas, los diseños y las producciones no son otra cosa, en términos bourdieanos, que modos con los cuales unos agentes mejor posicionados,
gracias a determinadas estrategias y a la apropiación de los capitales culturales, sociales y económicos, intentan que rija un orden social determinado en un campo e imponer, a
su vez, los propios principios arbitrarios de visión y división del mundo.

La teoría de las representaciones sociales: Serge Moscovici


Las representaciones sociales pueden entenderse como un conocimiento instalado en el sentido común, que es un conocimiento práctico, ya que está presente
en las decisiones y actitudes de las personas hacia la realidad circundante. Moscovici sostiene que las cosas materiales llegan a ser importantes realmente
para las personas –incluso al punto de condicionar su acción– cuando se han convertido en ideas o creencias. De allí su interés en estudiar estas ideas y
creencias. Así, las representaciones sociales son entendidas como tipos de creencias paradigmáticas, organizaciones de creencias, organizaciones de
conocimiento y lenguaje (Moscovici y Marková, 1998, p. 140).

De manera más precisa, Moscovici asigna a las representaciones sociales las funciones de elaboración de los comportamientos y de comunicación entre los
individuos. A través de las representaciones sociales las personas podrían aprehender la realidad e integrarse a la misma. Así, entiende a la representación
como un corpus organizado de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad física y social,
se integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercambios y “liberan los poderes de su imaginación” (Moscovici en Araya Umaña, 2002: 27).

De tal forma, nuestra interpretación de los objetos y hechos estaría condicionada por las representaciones previas que tenemos sobre los mismos y sobre el
contexto en el que estamos inmersos. (Bustamante, s.f., http://www.corciencia.
org.ar/4727/1/Representaciones%20de%20estudiantes%20ingresantes%20sobre%20la%20Universidad.pdf)

Según la teoría de Moscovici, las representaciones tienen un carácter dinámico. “Por un lado, habría representaciones hegemónicas, las cuales, estando constituidas, coaccionan
a los individuos; por el otro, ciertas representaciones serían constituyentes por ser productoras de nuevas significaciones” (Castorina y Kaplán, en Bustamante, s.f.,
http://www.corciencia.org.ar/ 4727/1/Representaciones%20de%20estudiantes%20ingresantes%20sobre%20la%20Universidad.pdf).

Podemos observar en este aspecto un punto de encuentro con la propuesta de Bourdieu, cuando se refiere al habitus como estructura estructurada y estructurante. Dicho lo
anterior,

podemos afirmar que la posición socioestructural y material que ocupan los sujetos define su lectura de la realidad social y condiciona su visión de esta. Al
respecto, Jodelet (1984) advierte que lo social está presente tanto en el contexto en que se sitúan los grupos o individuos como en la comunicación que se
genera entre ellos y en los códigos, valores, ideologías, propios de las posiciones sociales a las que pertenecen. El conocimiento que configura las
representaciones sociales se constituiría, entonces, a partir de las experiencias, así como de las informaciones y modelos de pensamiento que recibimos y
transmitimos a través de la tradición, la educación y la comunicación social. “De este modo, ese conocimiento es en muchos aspectos un conocimiento
socialmente elaborado y compartido” (Jodelet, 1984, p. 473). (Bustamante, s.f.,
http://www.corciencia.org.ar/4727/1/Representaciones%20de%20estudiantes%20ingresantes%20sobre%20la%20Universidad.pdf)

En otras palabras,

Moscovici plantea la necesidad de reconocer la influencia del entorno en la constitución de las representaciones; de allí, su carácter social. Una vez formadas
las representaciones, estas tienen un carácter condicionante de las nuevas representaciones que construiremos: “nuestras representaciones también son
instituciones que compartimos y que existen antes de que accedamos a ellas. Formamos nuevas representaciones a partir de las anteriores o contra ellas”
(Moscovici y Marková, 1998, p. 124). (Bustamante, s.f.,
http://www.corciencia.org.ar/4727/1/Representaciones%20de%20estudiantes%20ingresantes%20sobre%20la%20Universidad.pdf)
Hemos comenzado el módulo hablando de la dificultad que implica el hecho de definir el concepto de cultura. Una de las causas de dicha dificultad radica en la idea de que la
cultura es coextensiva a toda la sociedad, pero al mismo tiempo se distingue en un campo específico. En otras palabras, la cultura se extiende a toda la sociedad: podemos
observar y analizar la cultura cada vez que hablamos de sociedad; pero, al mismo tiempo, entendemos que cuando hablamos de cultura, hablamos de algo diferente a sociedad,
algo que posee una especificidad. ¿Qué la hace diferente?

La definición de cultura que proponemos, luego de recorrer las diferentes concepciones, es la siguiente: “es la organización social del sentido interiorizado por los sujetos y
objetivado en formas simbólicas, todo ello en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados” (Giménez Montiel, 2005, p. 85).

En principio, esta definición puede resultarnos sumamente compleja. La revisaremos nuevamente y de manera integral al finalizar el módulo. Intentaremos iniciar el abordaje de
está por el elemento central que hace a su especificidad, esto es, la posibilidad de simbolizar.

La cultura como proceso simbólico

Retomando a Clifford Geertz y a John B. Thompson, Giménez Montiel (2005) explica la cultura como los procesos simbólicos de la sociedad. La cultura se entiende, así, como
la “organización social del sentido” (p. 67). En otras palabras, estaría compuesta por todas aquellas pautas de significado transmitidas históricamente y a partir de las cuales los
individuos pueden comunicarse.

En el sentido extensivo con que aquí lo asumimos, siguiendo a Geertz, lo simbólico es el mundo de las representaciones sociales materializadas en formas
sensibles, también llamadas “formas simbólicas”, y que pueden ser expresiones, artefactos, acciones, acontecimientos y alguna cualidad o relación. En
efecto, todo puede servir como soporte simbólico de significados culturales: no solo la cadena fónica o la escritura, sino también los modos de
comportamiento, las prácticas sociales, los usos y costumbres, el vestido, la alimentación, la vivienda, los objetos y artefactos, la organización del espacio y
del tiempo en ciclos festivos, etc. (Giménez Montiel, 2005, p. 68)

La cultura se entiende, entonces, como procesos simbólicos de la sociedad. Dentro de dichos procesos, podemos mencionar tres problemáticas a saber: de los códigos sociales,
de la producción del sentido y de la interpretación o del reconocimiento de dicho sentido. Para internalizar esta propuesta, es necesario comprender que, tal como se mencionaba
en la definición con la que comenzamos el apartado, nos referimos a una concepción de cultura como proceso simbólico que siempre está enmarcado en un contexto
sociohistórico que condiciona su producción. Por tanto, hablar de cultura implica hablar de un efecto de sentido que se produce a partir del uso de ciertos códigos y que
finalmente adopta su forma de acuerdo con la interpretación que se haga de este. Por lo tanto, el contexto social en el que tiene lugar dicho proceso maneja sus propias reglas de
producción y recepción, a las que Eliseo Verón (1993) llama: “operaciones de asignación de sentido en las materias significantes” (p. 129).

Nótese el acercamiento al campo de la comunicación que envuelve esta concepción de cultura. El carácter ubicuo y totalizador de la cultura se observa en el hecho de que la
podemos encontrar, bajo esta concepción, en todas las manifestaciones de la vida individual y colectiva (de allí que la cultura sea coextensiva a la sociedad). Por otra parte,
comprender la cultura de esta manera pone en evidencia la importancia de la cultura como instrumento de intervención y poder, dado que, por su carácter totalizador y su
aspecto simbólico, posibilita el orden de la conducta colectiva. La cultura es, entonces, autónoma porque se rige por una lógica semiótica propia; pero al mismo tiempo es
coherente con su entorno, y las prácticas culturales se concentran, por lo general, en torno a nudos institucionales poderosos tales como la iglesia, el Estado, los medios de
comunicación, que en buena medida administran y organizan los sentidos compartidos por los individuos. Así, Giménez Montiel (2005) pone de relieve la importancia de estos
grupos de poder que no tendrían en sus objetivos la uniformidad cultural, sino más bien la administración y organización de las diferencias mediante operaciones tales como la
hegemonización, jerarquización y marginalización. Se genera así la exclusión de determinadas manifestaciones culturales al mismo tiempo que se introduce cierto orden y, por
consiguiente, cierta coherencia dentro de la pluralidad cultural que caracteriza a las sociedades modernas; además, se configura un mapa cultural en el que subculturas
minoritarias, étnicas y marginales quedan afuera.

Con la ambición de continuar avanzando en la comprensión de la noción de cultura, puntualizaremos aquí algunos de los elementos que constituyen la especificidad de la
cultura en su esencia sígnica:
Es artificial, no innata.

Es convencional, no natural ni absoluta.

Tiene la capacidad de condensar la experiencia humana, pero no es un estado originario de la naturaleza humana (Lotman en Giménez Montiel, 2005).

Así, si la concepción antropológica de la cultura la concibe como las costumbres, tradiciones y valores que constituyen el modo de vida de un pueblo; el marxismo la concibe
como semejante a cierta ideología o visión del mundo; y la concepción simbólica de la cultura la entiende como un proceso en continua producción, actualización y
transformación de modelos simbólicos, que se da a través de la práctica individual y colectiva, en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados. Esta
articulación entre el código que permite simbolizar y su contexto de producción y recepción refuerza la pertinencia de la cultura como objeto de estudio para la sociología. Por
lo tanto, los abordajes de la cultura que hoy se llevan a cabo son múltiples: estudios sectoriales, estudios de culturas dominantes y subalternas o estudios dinámicos (que se
enfocan en la creación, la crítica, la conservación, la difusión o el consumo de la cultura, entre otros aspectos).

Formas interiorizadas y formas objetivadas de la cultura

Si pensamos en los elementos culturales propios de una determinada sociedad, generalmente lo primero que viene a nuestra mente es una serie de rasgos observables: su
vestimenta, sus comidas típicas, sus fiestas tradicionales, la música con la que se identifica. Sin embargo, dejamos de lado lo sustancial de la cultura, esto es, las
representaciones compartidas por un determinado grupo, las ideologías, las actitudes, las creencias, etcétera. La concepción semiótica (simbólica) de la cultura nos obliga a
vincularla más con los actores que la internalizan y con lo que internalizan, que con los objetos en sí mismos. La cultura objetivada (en la imagen es lo que podemos observar:
la vestimenta, los ritos, etc.) es accesible, simple de abordar; por el contrario, el acceso a las formas simbólicas interiorizadas (las representaciones, las creencias, etc.) resulta de
mayor complejidad.

Figura 4. Campeones de barrio

Fuente: ZonaFut (Usuario) (2017). Campeones de barrio. Recuperado de http://zonafut.com/ historias/campeones-de-barrio/


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Referencias

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%20de%20estudiantes%20ingresantes%20sobre%20la%20Universidad.pdf

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Problemas Teóricos y Conocimientos Infantiles (pp. 111-152). Barcelona: Gedisa.
Perú tiene talento (arom620) (2012). Niño sorprende bailando como Michael Jackson en Perú Tiene Talento [Captura de pantalla]. Recuperado de
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Verón, E. (1993). La semiosis social: fragmentos de una teoría de la discursividad. Barcelona: Gedisa.

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