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-Este relato de la curación que Jesús hizo a un ciego, ilustra bellamente el proceso de la salvación. Los
pecadores perdidos, ciegos por el pecado (12:40; 2 Co. 4:4), no tienen capacidad para reconocer al
Salvador ni para encontrarlo por su cuenta (Ro. 3:11; 8:7). El ciego no se habría sanado si Jesús no lo
hubiera buscado y se le hubiera revelado. Así es en la salvación; si Dios no alcanzara a los pecadores,
ciegos espirituales, nadie se salvaría (Ro. 5:6; cp. Jn. 6:44, 65). Y tal como el ciego se sanó sólo
cuando obedeció la orden de Jesús—lavarse en el estanque de Siloé—, los pecadores también solo se
salvan cuando en humildad y obediencia aceptan la verdad del evangelio (Ro. 1:5; 15:18; 16:26; He.
5:9; cp. 2 Ts. 1:8; 1 P. 4:17)
-Los fariseos, incapaces de responder a la lógica irrefutable del hombre y enfurecidos porque él
presumiera que podía enseñarles, recurrieron a gran cantidad de ofensas personales contra él.
-Como este pasaje ilustra, cuando los escépticos incrédulos investigan los milagros de Cristo u otro
suceso sobrenatural registrado en la Biblia, solo puede haber un resultado. A menos que el Espíritu
Santo abra sus ojos ciegos, negarán la veracidad de tales relatos, no importa cuál sea la evidencia.