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7-10
1 Y sucedió que, habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos para
comer, ellos le estaban observando.
7 Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola:
8 «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea
que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú,
9 y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: "Deja el sitio a éste", y entonces vayas a
ocupar avergonzado el último puesto.
10 Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que,
cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Y esto será un honor
para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa.
Por eso la venida del Reino de Dios, para los que tenían como valor clave el honor, era un
símbolo de venganza porque esperaban un Mesías que viniera a reinar y les restituyera el
honor que habían perdido desde la invasión de los Romanos. Porque la forma de
relacionarse con los demás estaba determinada por la manera de relacionarse con Dios, de
entender el Reino de Dios; para los Fariseos y maestros de la ley el reinado de Dios
significaba la venganza de todos sus enemigos para devolverles su honor. Así como lo
expresa Jeremías 51,56:
Porque viene contra ella, contra Babilonia, el destructor, sus valientes serán apresados,
quebrados están sus arcos; porque Dios de retribuciones es el SEÑOR, ciertamente dará la
paga.
Pero ese no era el plan de Jesús, la venganza para restituir su honor no es su manera de
comprender el Reino de Dios, por eso no creen en Jesús porque están esperando un mesías
como David:
Lucas 1, 31-33: 31 Y he aquí, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús. 32 Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará
el trono de su padre David; 33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no
tendrá fin.
Juan 7,42: 42 ¿No ha dicho la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David, y
de Belén, la aldea de donde era David?
Esa había sido su imagen de Dios, de esta manera entendían la acción de Dios en su
historia. La de alguien que vendría a restituirles la estima que habían perdido delante de los
Romanos. Lo que tenían esa expectativa imaginaban que Dios venía a hacer lo que les
tocaba a ellos hacer y se chocaron con la realidad de que Dios cumple sus promesas, pero
no cumple las expectativas que nosotros nos hacemos de sus promesas.
Hay que dejar a Dios ser Dios. Dios no es como nosotros somos, tampoco es como nosotros
lo imaginamos.
Esa opinión emocional que tenemos de nosotros mismos tiene dos componentes:
Componente de conocimiento: Formado por el conjunto de conocimeintos sobre uno
mismo. Representación que cada uno se forma acerca de su propia persona, y que varía con
la madurez psicológica y con la capacidad que tiene alguien de conocerse a sí mismo. Por
tanto, indica ideas, opiniones, creencias, percepción y procesamiento de la información.
Componente afectivo: Sentimiento de valor que nos atribuimos y grado en que nos
aceptamos. Puede tener un matiz positivo o negativo según nuestra autoestima: “Hay
muchas cosas de mí que me gustan” o “no hago nada bien, soy un inútil”. Lleva consigo la
valoración de nosotros mismos, de lo que existe de positivo y de aquellas características
negativas que poseemos.
Una autoestima sana implica una valoración objetiva y realista de nosotros mismos,
aceptándonos tal como somos y desarrollando sentimientos positivos hacia nosotros
mismos.
El niño, antes de utilizar un lenguaje, va constituyendo una imagen de sí mismo a partir del
trato que recibe; los gestos, los tonos, la forma de hablarle, la mirada, la forma de tocarle...
le van dando pista del lugar que ocupa entre esas personas tan importantes para él. Por
tanto, la autoestima no es innata, se construye y define a lo largo del desarrollo por la
influencia de las personas significativas del medio familiar, escolar y social, y como
consecuencia de las experiencias de éxito y fracaso.
El niño debe sentirse un miembro importante dentro de su familia, por la forma en que se le
escucha, se le consulta, se le responsabiliza, se valoran sus opiniones y aportaciones. Por
otra parte, los niños con una buena autoestima suelen tener confianza en sí mismos y en su
capacidad para hacer las cosas, se responsabilizan de sus propios actos, colaboran con el
grupo y tienen ganas de aprender y de hacer cosas nuevas. Estos comportamientos son
muestra de un proceso de construcción de buena autoestima.
Veamos uno de los varios ejemplos en los que Jesús restaura la autoestima del nuevo
pueblo de Dios:
Esta es una mujer avergonzada y temerosa que se acerca a Jesús secretamente, con la
confianza de quedar curada de una enfermedad que la humilla desde hace tiempo. La mujer
sufre pérdidas de sangre: una enfermedad que la obliga a vivir en un estado de impureza
ritual y discriminación. Las leyes religiosas le obligan a evitar el contacto con Jesús y, sin
embargo, es precisamente ese contacto el que la podría curar. Arruinada por los médicos,
sola y sin futuro, viene a Jesús con una fe grande. Solo busca una vida más digna y sana.
Jesús atribuye la curación de la mujer a su fe. Esta palabra significa aquí la creencia en el
poder de Dios, presente y activo en Cristo mediante los milagros, que son los signos de la
venida del reino. El milagro se produce en esta mujer a través de dos gestos de Jesús: