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Electra es una de las siete piezas dramá ticas completas que se conservan de

Só focles. Su tema gira en torno al ciclo troyano, es decir, la guerra de Troya y sus
consecuencias. El primer elemento compositivo propio de la época clá sica es el
choque entre el hombre y el destino marcado por los dioses y revelado por los
orá culos. Los esfuerzos de los humanos, simples muñ ecos, son inú tiles ante la
inapelabilidad de las divinidades, por otro lado, tan caprichosas e incoherentes
como los propios hombres.
El poder de los sentimientos es enorme. En esta tragedia, el principal es el de la
venganza. Clitemnestra mató a su marido Agamenó n para vengar el sacrificio que
éste hizo de su hija Ifigenia para favorecer la voluntad de los dioses. Electra y
Orestes matan a Clitemnestra y Egisto para vengar la muerte de Agamenó n. Es casi
como un suma y sigue difícil de detener porque los hombres de ideas claras y
sentimientos firmes no ceden ante la violencia o el temor.
Estamos ante una tragedia griega, lo que implica: presencia de personajes nobles
esforzá ndose por sus objetivos (muchas veces, generosos y altruistas), pero en
abierto choque con el destino o voluntad de los dioses; acció n dramá tica densa,
grave y sangrienta, con un final mortal (la del hombre que má s luchó por sus
objetivos); estilo literario elevado, solemne y dialécticamente eficaz; y, finalmente,
la concentració n de la sustancia dramá tica en un lugar, un día y una acció n
determinada. Asimismo, significa que la catarsis es un efecto importante que la
obra debe provocar en el espectador. Este, asombrado o sobrecogido ante el
espectá culo sangriento que ve en escena, debe analizar, reflexionar y purificar sus
sentimientos y pensamientos. En una palabra, debe salir del teatro humanamente
má s avisado y moralmente má s completo e íntegro a como entró .
La maestría y habilidad teatrales de Só focles es tal que enhebra la acció n sin
descanso, con una ló gica y un ritmo siempre sostenidos y crecientes. El lector se ve
atrapado en este torbellino de pasiones fuertes y ya no puede abandonarlo. El final
es amargo y sangriento, con unas dosis de melancolía y tristeza bien evidentes.
Para este final, ¿era necesario tanto enfrentamiento, lucha y sangre? Como siempre
en la tragedia clá sica, el autor hace una llamada a la reflexió n, a la prudencia y a la
necesidad de sopesar nuestras intenciones antes de actuar.

Lugar y tiempo de la acció n dramá tica

La acció n discurre en el palacio real de Micenas, capital del reino heleno de su


mismo nombre. A veces cambian de espacio físico: entrada y recibidor del mismo,
dependencias privadas y, al final, aquella en la que Egisto mató a Agamenó n y él
mismo muere ahora.
La acció n ocupa un día nada má s. Los acontecimientos pasan muy rá pido y, por las
intervenciones de los personajes, sabemos que habían ocurrido graves sucesos de
sangre en el pasado que, ahora, se precipitan en una tensió n insoportable que
exige una solució n drá stica. Se alude a hechos de diez o má s añ os atrá s, como
cuando Agamenó n sacrificó a Ifigenia, pero ahora todo se adensa y adquiere un
sentido dramá tico del que nadie puede escapar. El tiempo de la escritura, como ya
se dijo al principio, oscila entre el 420 y 410 a. C.
Personajes

Só focles crea un elenco de personajes muy só lidos, perfectamente delimitados,


coherentes y consecuentes con su modo de sentir y pensar. A continuació n
analizamos los má s destacados:
-Electra: muchacha de familia real (hija de Agamenó n y Clitemnestra, reyes de
Micenas, rico reino del centro-este de la Península del Peloponeso) aparece llena
de sentimientos de venganza. Resolutiva y firme en sus ideas, está dispuesta a
vengarse por su mano si no cuenta con má s ayuda. Recrimina a su hermana su
apocamiento, amenaza a su madre con liquidarla a la primera oportunidad y urge a
su hermano a la venganza. Cuando esta llega, se siente feliz. No es ni buena ni mala,
solo se mueve por la necesidad de restaurar su orden moral, destruido por la
conducta despreciable de su madre. Es consciente de su clase social y varias
ocasiones así lo manifiesta, siendo sensible, por ejemplo, a un có digo de conducta
propio de la nobleza o realeza.
-Clitemnestra: dolorida porque su marido Agamenó n había sacrificado a los dioses
a su hija Ifigenia para tener vientos favorables que los llevara a Troya, se venga de
este a través de la mano de su amante y nuevo rey, Egisto. Tenía sus motivos, pero
su nueva situació n es insuperable para sus hijos. Ahora reina en paz y felicidad, sin
remordimientos, pensando que su vida tiene un sentido pleno. Los viejos temores
de venganza de su hija Electra y la falta de noticias sobre Orestes la preocupan, de
ahí que actú e muy tajante y despó ticamente sobre este asunto.
-Orestes: hermano de Electra, es la mano ejecutora de la venganza. También piensa
por su cuenta, de ahí que ofrezca unas honras fú nebres ante la tumba de su padre y
luego trace un artero plan para entrar en el palacio de Micenas y eliminar a
quienes habían matado a su padre.
-Crisó temis: hermana de Electra y Orestes, aparece como una mujer juiciosa,
serena y un tanto apocada. Teme las reacciones de su madre y la obedece con
sumisió n casi excesiva. No le gusta su vida ni el estado de cosas, pero los acepta
como mal menor porque no tiene medios para cambiarlo.
-Egisto: estamos ante el nuevo rey de Micenas. Apenas interviene, pero ha tenido
mucho peso en el desarrollo de la acció n. É l había matado a Agamenó n y es el
nuevo marido de la reina, así que ha recibido beneficios materiales y sociales muy
importantes. En tanto que el resto de los personajes se mueven por sentimientos,
sobre todo el de venganza, este tiene su interés en los beneficios prá cticos de su
alianza con Clitemnestra.
-Pedagogo y Pílades: fieles servidores de Orestes, lo protegen y le ayudan a
perpetrar su venganza. El primero había sido maestro de los hijos de Agamenó n; el
segundo es un militar y hombre de acció n leal a su señ or.

Electra es una de las tragedias de má s calidad y perfecció n del dramaturgo griego


clá sico Só focles (Atenas, 497 a. C.- 406 a. C.). La obra se ambienta en el ciclo
troyano (es decir, la guerra de Troya, su destrucció n y la vuelta a casa de los
aqueos, vencedores; estos hechos los narró por primera vez Homero en el siglo VIII
a. C.; acaso tuvieron lugar varias centurias previas). La pieza dramá tica es una
continuació n de ciertos hechos y personajes. Se estima que la pieza fue estrenada
en Atenas entre el 420 y el 410 a. C; Só focles la compuso en los añ os finales de su
vida; siendo anciano, el dramaturgo mantuvo un pulso creativo asombroso y
fructífero. Dos mil quinientos añ os después, seguimos disfrutando de la hondura y
calidad de sus obras, llenas de vida, verdad y belleza.
El contexto en el que se desenvuelve la obra es el siguiente: tras el final de la
guerra de Troya, los protagonistas regresan a sus hogares. Agamenó n, rey de
Micenas y comandante de las tropas griegas, regresa a su trono y hogar. Su esposa,
Clitemnestra, con la ayuda de su amante, Egisto, lo asesina traidoramente. Se hace
con el trono y vive con su nuevo compañ ero. Era un modo de vengar que
Agamenó n, sobre diez añ os antes, hubiera sacrificado a la hija de ambos, Ifigenia, a
los dioses para tener vientos propicios y poder llegar a Troya. Con la madre viven
sus dos hijas, Electra, despreciada por su madre, y vive “como una vil esclava”,
segú n ella afirma, y Crisó temis, chica tranquila y resignada a su vida sin horizonte,
pues “es preciso que obedezca a quien tiene la omnipotencia”. Orestes, el otro hijo,
había sido salvado de la ira de la madre gracias a que Electra lo había alejado de
aquella.
La obra comienza con la llegada de Orestes a Micenas decidido a vengar la muerte
de su padre; desea ejecutar una sentencia del orá culo de Delfos sobre este asunto,
emitido por Lojias. Lo acompañ an un antiguo y fiel maestro, Pedagogo, y Pílades,
su fiel servidor. Los tres preparan una farsa para engañ ar a su madre y poder
vengarse. Crisó temis y Electra mantienen un duro y desgarrado diá logo en el que
esta le propone vengar la muerte de su padre, pero aquella lo rechaza por
insensato.
Al mismo tiempo, Clitemnestra ha tenido pesadillas, “un terror nocturno”, con la
muerte de Agamenó n. Este había vuelto a la vida, le había arrebatado la corona a
Egisto, la había enterrado y allí había surgido un á rbol tan grande que daba sombra
a toda Micenas. Es una mujer fría, resolutiva y autoritaria, aunque ahora el miedo
le hace mella. Envía inmediatamente a su hija a Crisó temis a realizar ceremonias
fú nebres para asegurar la tranquilidad de vivos y muertos. Electra le da sus
cabellos y su cinturó n para que los deposite en la tumba, como ofrenda. El Corifeo
anuncia que es una buena señ al y pronto “la Justicia anunciada vendrá ”.
Ahí percibimos las tensas relaciones entre madre e hija y el profundo
resentimiento, casi odio, que Electra siente por su madre. Clitemnestra le afea que
“no me respetas”, lo cual es verdad; la tilda de “insolente bestia”. Su hija le anuncia
que si pudiera, haría que Orestes la matara por venganza. También se siente sola y
desamparada, física y emocionalmente, en un entorno hostil y violento, “anegada
en lá grimas y sufriendo las penas sin fin de mis males”. Los coros la consuelan y
comprenden su tristeza. Clitemnestra odia a su hija y le desea lo peor. El Pedagogo
se presenta en el palacio real y anuncia a Clitemnestra que su hijo Orestes ha
muerto compitiendo en una carrera de carros. La madre reacciona con gran
alegría, a duras penas contenida. Le anuncia a su hija que, “En lo sucesivo, ni
Orestes ni tú destruiréis esta felicidad”, en tanto que Electra, “desdichada” y
“consumida por el dolor”, se siente totalmente desamparada con esta noticia.
Crisó temis le anuncia a su hermana que ha encontrado muchas ofrendas y cabello
en la tumba de Agamenó n, lo que le recuerda a Orestes. Electra no lo cree porque el
Pedagogo había anunciado ante ella misma y su madre la muerte de Orestes. Le
propone a su hermana vengarse inmediatamente de su madre y de su padrastro,
aunque le cueste la vida. Le dice a su hermana “libérate a ti misma pensando cuá n
vergonzoso es a los que son bien nacidos vivir en el oprobio”. Su hermana,
prudente y cobarde, rehú sa participar, al tiempo que le recuerda que “tú eres una
mujer, no un hombre, y tienes muchas menos fuerzas que tus enemigos”. Orestes
se presenta en el palacio disfrazado, acompañ ado de Pílades. Porta una urna con
los supuestos restos de Orestes, es decir, de él mismo, que ha de entregar a Egisto.
Electra, al escuchar esto, pide retener en sus manos la urna un momento y,
desgarrada de dolor, realiza una elegía dirigida a su hermano, también a su padre y
a sí misma, pues ya solo desea “compartir tu tumba”.
Electra y Orestes mantienen un vivo diá logo en el que este se cerciora de los
sentimientos de su hermana y, al fin, le desvela que es su hermano, lo que a ella
llena de “alegría”; y que procederá con la venganza inmediatamente, pero ha de
disimular su excitació n. Aunque no se ve en escena, liquidan a Clitemnestra. El coro
anuncia: “Las imprecaciones se han cumplido: viven aquellos a quienes la tierra
recubre. Los que han sido muertos vierten al fin a su vez la sangre de sus
matadores. Pero heles aquí, todos cubiertos de sangre de la víctima sacrificada a
Ares, y no tengo nada que decir”. Llega a palacio a Egisto, pero su contento se torna
en amargura al reconocer a Orestes. Lo conducen a la misma sala donde él había
matado a Agamenó n para recibir su castigo final. Quiere hablar, pero Electra apura
a su hermano: “¡Má talo!”. Orestes le anuncia: “Ciertamente, no morirá s como
pretendes, sino como me conviene, para que tu muerte no carezca ni siquiera de
esta amargura. Este castigo debería ser el de todos aquellos que quieren ser má s
poderosos que las leyes, es decir, la muerte. De este modo, los malvados serían
menos numerosos”.
El coro cierra la obra con palabras aleccionadoras: “¡Oh raza de Atreo, qué
innumerables calamidades has sufrido antes de liberarte por este ú ltimo
esfuerzo!”.

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