Está en la página 1de 257

1

NO ME CONTAMINES
ANTOLOGÍA REALIZADA POR:
LA TUERCA ANDANTE

2023

Antologador: Daniel Álvarez


Arte de tapa: Claudia Espejo
Sitio de difusión: La Tuerca Andante
2023

2
PRÓLOGO -5
(Daniel Álvarez)
ESTAMOS CERCA -8
(Nicolás Figueredo)
LAACHON -18
(Juan Manuel Gómez Cotes)
EL HOMBRE ÁRBOL -24
(Satriani Durán Vázquez)
EL OXIGENADOR -38
(Maximiliano Guzmán)
LIVIANDAD-56
(Angie Ferrero)
CONTAMINACIÓN SONORA-63
(Omar Rosa González)
ESTA TIERRA QUE HABITAMOS-68
(Álvaro Lozano Gutiérrez)
SIEMPRE HAY SENDAS-78
(Eduardo Omar Honey Escandón)
SEMBRANDO COLIBRÍES-88
(Andrea Sandoval)
MANÁ DE LA VIDA-102
(Juan Miguel Idiazabal)
3
RECICLANDIA-119
(Berni Rosenfeld (Bernardo Raúl Rosenfeld)
EL SUPLENTE-148
(Fabio Gabriel Martínez)
SEÑO, ME PICAN LOS OJOS-170
(Rubén Vigo)
KOBOL – FUEGO EN LAS SIERRAS-178
(Inés Lanfranchi)
HOY SI-188
(Graciela Nadaro)
EL SECTOR CUATRO-195
(Juan José "Juanci" Laborda Claverie)
NO ME DEJE ABUELO-220
(Lilian Raquel Costantino)
LA MINA-229
(Luis Alberto Taborda)
SOLASTALGIA-241
(Javier Almena)
AGRADECIMIENTO -256

4
PRÓLOGO

Aunque la onda sea vivir en la


luna/Yo sigo pensando,/ ¿me he de comer
esa tuna? Decía la canción de la banda
Mexicana, Molotov. Y por más que la
ciencia y la tecnología vendan un discurso
que prometen innovación para proteger al
planeta, las diferencias económicas se
vuelven cada vez son más grandes, y
disfrazan a la contaminación de progreso.
Investigan sobre la posibilidad de vida en
otro planeta pero no tendremos los
alimentos que surgen de nuestro suelo fértil
y se cocinan como historias cuando las
escuchamos, las leemos, o las comentamos.
La narrativa no es ajena a esta
situación, es una puerta que invita a crear
historias donde la realidad y la ficción se
entrelazan. En esta antología, cada relato es

5
muestra de ello. Aunque son invenciones,
los autores saben que están inspiradas en
sucesos reales tales como la apropiación de
los territorios pertenecientes a las
comunidades originarias, explosiones en
zonas geográficas las cuales, en la actualidad,
son inaccesibles; persecuciones y
desapariciones a militantes
socioambientalistas; historias de personas
que padecen alguna enfermedad congénita
por culpa de alguna actividad industrial que
pone en riesgos a comunidades.
Es sabido que nuestro planeta está
sufriendo, envejeciendo, y agotando los
recursos naturales que nos sustentan y
permiten vivir. El pobre mundo no sabe
cuánto más podrá resistir antes de colapsar.
Parte de su sufrimiento es nuestra
responsabilidad, pero aún más recae sobre

6
los grandes capitalistas que se enriquecen
empobreciendo a los pueblos.
La literatura, en esta ocasión no
solamente viene a ser una herramienta de
denuncia, también viene a ponerle un
parche a algunas heridas en nuestro hogar.
Quizás este gesto sea un pequeño aporte
que desde el equipo de La Tuerca Andante
decidimos realizar para acompañar a las
asambleas ecologistas y activistas que
levantan su puño para defender al único
lugar que tenemos para vivir. A su vez es un
llamado a la conciencia y a la acción, un
recordatorio de que juntos podemos generar
cambios significativos para preservar
nuestro entorno en pos de construir un
futuro sostenible.

Daniel Álvarez

7
ESTAMOS CERCA

Nos gustaba arrancar temprano.


Alfredo preparaba el equipo de mate, y yo,
media dormida aún, llevaba las valijas al
auto. En el cielo ya se intuía que el sol del
día iba a ser pleno. Lo lindo del paisaje en
aquella provincia, era ver el horizonte árido,
y amarillo, que tímidamente nos ofrecía
unas montañas que jamás llegaban.
- Todo listo cariño. Las dos valijas, la
carpa, la conservadora, todo arriba del auto.
- dijo Alfredo con su voz opaca y rasposa.
Las primeras horas solían pasar
rápido. Escuchábamos un poco la radio y
cuando nos cansábamos de las voces
poníamos un casete. Pero recuerdo
nítidamente que aquella mañana era

8
diferente. Algo por debajo del aire nos
dejaba una sensación metálica en la
comisura de los pensamientos. La misma
noche tuve un sueño que me despertó
agitada. Se lo comenté a Alfredo.
- Che, sabes que anoche soñé algo
rarísimo.
Me miró, con su mirada tupida. Y
cada vez que lo hacía, me fascinaba la
profundidad que guardaban sus ojos.
Aunque creía conocerlo muy bien, en
ese instante me parecía un desconocido.
- Estaba en medio de una pared. No
me pude percibir corpóreamente. Quizás,
yo misma estaba dentro de la pared, no lo
sé. Pero de un lado había muchas mujeres
llorando. Con un llanto desesperado -
Alfredo dejo de mirar la ruta y me miro dos
segundos - y del otro lado de la pared
criaturas tiradas en el suelo.

9
- Qué raro - Me dijo, y subió un poco
el volumen del estéreo.
Salimos de Chalesito a las 7 de la
mañana. Ya eran las 10, y todavía no
habíamos hecho ninguna parada. Le dije a
Alfredo que tenía ganas de mear, que
paremos en algún lugar. Él, como siempre,
me ofreció la banquina, algo que jamás
aceptaría. A lo sumo me arriesgaría por un
árbol, pero en aquel desierto no había ni
una sola planta.
- Mirá, según el cartel que pasamos
hace poco, acá a dos kilómetros hay un
pueblito. ¿Te parece si vamos, y de paso
aprovechamos para almorzar algo?
- Si - Le dije - Te lo exijo Alfredo. No
soporto más. ¿O pretendes que te moje el
auto?
Entonces nos desviamos de la ruta
principal, e ingresamos al pueblo. No puedo

10
recordar cómo era el nombre, el cartel
estaba bastante gastado por el sol. Para ese
entonces ya hacía mucho calor y empezaba
a irritarme.
- Menos mal que eran dos kilómetros
- Estamos cerca - recuerdo tan clara esa
frase de Alfredo, como si anunciaran el
nacimiento de aquella sensación que tenía el
aire desde temprano, o como si continuara
parte de mi pesadilla.
Casi llegando al pueblo tuvimos que
doblar en una esquina. Era un lugar
completamente deshabitado. O eso parecía
- Busquemos algún bar Alfredo
- Si - Me dijo y freno el auto de golpe.
Miré hacia delante. Un señor enorme,
con un delantal blanco y una máscara de
gas, se había parado en medio de la calle.
Jamás en la vida me había asustado tanto.

11
Ver a ese tipo fue muy raro. Sostenía su
cuerpo como los borrachos, casi sin ánimos.
- La puta madre - Le dije a Alfredo -
¿Qué le pasa? ¿Por qué está ahí sin
moverse? ¡Tócale bocina!
- No lo sé querida. Se salvó de que no
lo choque.
El sujeto nos miraba a través de su
máscara de gas. Parecía una enorme mosca
blanca. Lentamente, se dio vuelta y
comenzó a caminar hacia la vereda. Sus
movimientos me seguían pareciendo raros,
torpes.
- ¿Será que tiene algún problema
mental?
- Pareciera - Y me salió una leve
sonrisa mirándolo a Alfredo. Esas sonrisas
que indican alivio.
Seguimos un par de cuadras, y en una
esquina encontramos un restaurante de

12
pueblo, antiguo, con el frente de ladrillo
común. Me volvieron las ganas de hacer pis,
así que entré corriendo. El lugar estaba
vacío. No eran más de 10 mesas, y una barra
larga de madera.
- Hola, buen día - Dije en un tono
enfático para que me pudieran escuchar.
Alfredo estaba bajando del auto, cerrando
las ventanas.
Escuché unos pasos en el fondo del
pasillo. Una señora bastante pálida, de unos
cincuenta años y con unas ojeras gigantes,
salió.
- Hola - Dijo
- Hola buen día - Volví a repetir -
Estamos buscando algo para comer, ¿Están
abiertos no?
- Si - La señora apenas se movía
- Genial. ¿Podría pasar al baño? Con
mi marido venimos viajando hace unas

13
horas, y no encontramos ninguna estación
de servicio donde parar.
- Si adelante. - Y con su enorme mano
me señalo un cartel que decía ―baños‖.
Cuando salí, Alfredo ya se había
sentado en una mesa.
- ¿Qué pedimos? - Le dije mientras me
limpiaba las manos con un pañuelo húmedo
- No lo sé, la señora que te atendió se
volvió a meter dentro, y no me trajo
ninguna carta.
- Rarísimo. ¿Te diste cuenta de que no
hay nadie en la calle? La única persona que
cruzamos fue el señor que llevaba una
máscara de gas.
Se oyeron unos pasos en el pasillo. La
señora, pálida, volvió a aparecer. Se
acercaba lentamente hacia nosotros. En las
manos parecía traer un cuaderno.

14
- Hola señores, les traigo el menú - La
pronunciación de las palabras era lenta y
con una voz grave.
- Gracias - le dijo Alfredo mirándola
extrañado
- De nada - Y la mujer sonrió.
Prácticamente no tenía dientes y sus encías
eran oscuras y viscosas
Me puse a ver la carta. Se me había
ido el apetito para ese entonces. En el fondo
tenía un mal presentimiento. El aire seguía
siendo denso, y en la comisura de los labios
se sentía un leve gusto metálico. Recordé
brevemente la pesadilla
- ¡Estamos cerca! ¡Estamos cerca! - Un
golpe secó golpeó la ventana. Me asusté
muchísimo, Alfredo también. Nos dimos
vuelta y era el mismo hombre que cruzamos
en la calle. Estaba gritando en la vereda, y
nos miraba.

15
- ¡Ay! La puta madre - dijo mi marido
y frunció la mirada
- No soporto más este lugar Alfredo,
vayámonos, ya hice pis.
- Está bien - Y ambos subimos al
coche
El hombre con su máscara de gas
seguía parado mirándonos. No se movió.
Cuando nos alejamos me voltee para
observarlo. El sol le daba de lleno. Nada de
lo que sucedía tenía sentido. ¿Estamos
cerca? ¿Cerca de qué?, su frase quedo
sonando en mi cabeza, y estoy seguro de
que en la de Alfredo también.

16
Nicolás Figueredo

Nací en 1993, en
Buenos Aires.
Vivo en Grand
Bourg y
actualmente soy
profesor de
filosofía, y
estudio la carrera
de Tecnicatura
en tecnologías de las industrias.

17
LAACHON

Cuando Ka´i alcanza su plenitud,


Irama aprovecha las sombras de un
frondoso trupillo para descansar y comer la
sandía que su madre le había dado como
provisión para el almuerzo. Luego de saciar
el apetito, espera que transcurra la tarde,
recostado sobre el tallo del árbol. Llevará
los chivos hacia la laguna, que él llama
cariñosamente Laachon. Mientras aguarda,
piensa en la hermosa sensación de darse un
baño en esas aguas que calman la sed a
todos. La ruta es larga para poder
abastecerse de esa pequeña fuente de agua.
El territorio de los wayuu, se caracteriza por
presentar escasez del líquido vital y
cualquier laguna que exista es un paraíso en

18
medio de tanta sequedad. Los ranchos se
encuentran dispersos unos de otros, pero
siempre tratan de construirlos cerca de las
fuentes de agua. El agua representa la unión
de las familias, su ausencia representa
miedo, hace presencia en los mensajes de
Lapü y en los rituales, ella es la vida misma.
Laachon vive por las bendiciones de Juya,
padre Lluvia quien brinda el preciado
líquido, guardado en múcuras. Los
alimentos que se preparan con él facilitan la
vida en estas planicies calientes. Para
liberarlo del poder maligno de Wanülüü, los
ancestros usaban paños para filtrarla, la
dejaban en reposo o con la pulpa de Yosu
apartaban el agua que no se pudiera beber,
así se prevenían las enfermedades del
estómago y la piel.
ºDurante su recorrido, Irama recuerda lo
que dijo su abuela Carmen, la noche

19
anterior durante la cena: Juya los está
castigando por los daños que los wayuu les
están haciendo a los animales y plantas al no
respetarlos porque se dedican a cazarlos y
talarlos solo por dinero, los alijuna también
les están causando perjuicios debido a que
están contaminando las lagunas y hojas de
los árboles. Ellos le extraen carne a Mma de
sus entrañas en ese lugar que ellos llaman
Cerrejón. Esa carne negra, ya profanada, la
llevan en un tren que riega rastros de ella,
siendo una maldición para las fuentes de
agua y plantas que se ubican al lado de la vía
férrea. La abuela decía que Juya ha dejado
de derramar las bendiciones y la última de
ellas, Laachon, no demorará muchas lunas
en secarse por los fuertes rayos de Ka´i.
Cuando el joven llega a la laguna se
encuentra con otras personas de la
comunidad, quienes iban a lavar ropa y

20
bañarse, pero han decidido regresar, otras
llevan en sus recipientes el ahora amarillento
líquido. La anciana tenía razón: Laachon y
las demás fuentes de agua se están
acabando, y la poca que queda en la
superficie solo puede provocar que la gente
se enferme de diarrea y brotes en la piel.
Al darse cuenta de la poca
profundidad de Laachon, Irama se resigna a
asearse su cuerpo con paños como
acostumbra hacerlo cuando cuentan con
poquita agua durante la época en que Joutai
invade sus viviendas con la arena del
desierto. Todos limitarán cualquier actividad
que demande gastar mucha agua. Para las
próximas lunas, la sed de los chivos deberá
saciarse con la pulpa de Yosu para que no se
mueran por culpa de Wanülüü.
Es seguro que su padre le pida ayuda
para excavar un pozo en las arenas y así

21
conseguir agua dulce. Irama extrañará
bañarse tres veces al día. El adolescente solo
espera que los wayuu y los alijuna dejen de
comportarse mal con las plantas y animales
para que Juya no los castigue más.

Glosario:
Alijuna: Término que usan los wayuu para
referirse a los que no son de su cultura,
sinónimo de extraño.
Joutai: Viento fuerte en periodos de sequía.
Ka´i: Sol.
Lapü: El sueño.
Mma: Madre Tierra
Wanülüü: Entidad maligna asociada a la
sequía y las enfermedades.
Yosu: Cardón, cuya pulpa sirve de alimento
en periodos de sequía.

22
Juan Manuel Gómez Cotes

(Maicao, La Guajira,
Colombia - 1987).
Indígena Wayuu del
ei’ruku Epinayu.

Autor de relatos
publicados como
"Kokochon",
mención especial en el
Concurso "La escuela tiene la palabra" y
"Nativo" del libro ―Los caminos que nos
unen Cuentos colombianos desde la ciencia
y la naturaleza‖. Ganador de la
Convocatoria de Estímulos 2020 ―Arte en
Aislamiento‖, del Concurso Guajira Mágica
2022 y del Concurso de Cuento de la
Universidad de La Sabana 2022 ―El encanto
de mi país‖.

23
EL HOMBRE ÁRBOL

En el Bosque de la Primavera cada


año se queman los árboles y la hoja seca que
cae de ellos, éstas se encienden con el fuego
levantando fumarolas gigantescas; columnas
de humo que vuelven oscuro el día y que
son tan altas que llegan hasta con Dios, pero
como él es fumador no le molesta el humo.
Esto hace más sucio el aire de la ciudad.
Esas mañanas áridas e infernales de
primavera o de verano, en el canal 4 de
Televisa nos informan de la calidad del aire:
Las Pintas, Miravalle, Tonalá… Muchos
puntos IMECA de partículas suspendidas
por metro cúbico de aire ¡Qué sé yo!
Mi amigo Diego era un muchacho de
veinte años, activista, intelectual, vegano,

24
artista, feminista, fotógrafo, escritor,
estudiante, genio incomprendido,
revolucionario de izquierda… ¿Qué más
son los muchachos hoy en día?
-¡Ya quisiera Juan Rangel!
-Esos muchachos van a cambiar al
mundo, si Dios quiere. Porque sin él no
somos nada ¿O él no es nada sin nosotros?
No sé, pero de lo que sí estoy seguro es que
mi generación y unas otras de finales de los
ochentas van a revolucionar esto y vamos a
vivir mejor. ¿No han visto que con un texto
en Internet se hacen auténticas revueltas?
¡Dios los bendiga!
A Diego y a sus amigos conscientes
les preocupaban los siniestros en el pulmón
más grande de la ZMG.
-¿Y qué es la ZMG?
-Pues la Zona Metropolitana de
Guadalajara, ¿No sabía? Infórmese: la

25
conforman Guadalajara, Zapopan,
Tlaquepaque, Tonalá y unos dicen que
también Tlajomulco y El Salto. Allí hay
gente pobre, ya lo sé, pero ni modo, Diego.
La ZMG es también de los pobres.
-Ay, es que Tonalá, Tlajomulco y unas
partes de Zapopan están medio feítas.
Dicen los jóvenes de hoy.
¡Y qué! ¡Si no les gusta pues no vayan!
Diego y algunos amigos suyos planeaban
algo desde hace meses para evitar que
urbanizaran una zona del bosque, usando
como pretexto que esa zona se incendió por
causas naturales o fortuitas: irían al bosque a
protestar, a tomarse fotos y hacer una carne
asada a orillas del río que corre en lo
profundo de los cerros arbolados.
-¡Y allá van! Cuatro muchachos en un
Mini Cooper nuevo y reluciente,
escuchando mezclas electrónicas a todo

26
volumen por la carretera. Diego, Ricardo,
Emmanuel y Celina van felices esperando
encontrarse con sus demás amigos activistas
para armar la revuelta pacífica.
-Al llegar al bosque, y más
específicamente, al punto que habían
acordado desde su red social favorita,
notaron que no había llegado nadie. Ni el
del asador…
-Pero más de cien personas
confirmaron su asistencia. Comentó
Ricardo decepcionado.
-Así son, no te preocupes. Yo por eso
no invito a nadie a ningún lugar.
Como nadie llegó al punto de reunión,
ellos tuvieron que empezar a actuar:
cortaron con cuchillos algunos árboles
pequeños que una fundación defensora del
bosque había plantado una semana antes, y
con ellos hicieron pancartas y cosas así:

27
―NO AL INSENDIO‖,
―QUEREMOS AIRE LINPIO‖ y
―SALBEMOS ALL BOSKE‖ eran los
mensajes que se leían en sus pancartas. Así
aparecieron las fotos en Internet.
Los paracaidistas de la zona, que son
unos pendejos que se preñan entre sí y
luego se van a vivir a lugares lejanos porque
nadie los quiere mosqueando las ciudades
bonitas, escucharon el barullo y decidieron
llamar a la policía. Las fuerzas del orden se
presentaron en menos de diez minutos y ya
tenían bien claro lo que harían: golpear y
robarles algo, si es que tenían. Cuando los
muchachos vieron la camioneta azul de los
municipales, con la polvareda que iban
dejando a su paso, rompiendo el silencio de
la naturaleza, se asustaron y se echaron a
correr. Ricardo y Emmanuel llegaron al
carrito y se fueron; Celina se torció el tobillo

28
al intentar huir y cayó al suelo; Diego corrió
y se internó en el bosque.
Los policías llegaron y vieron a Celina
tumbada en la tierra, muy asustada y eso les
excitó, me imagino.
-¿Por qué lo dices?
Porque la levantaron y la metieron a la
patrulla, luego la llevaron a un paraje lejano
del bosque y la violaron.
-Ah, con razón.
Los dos pillos la esposaron a una reja que
estaba allí, sin razón de ser, y la desvistieron,
luego se bajaron los pantalones, los
calzoncillos grandes y llenos de agujeros
para sacar su sexo y penetrarla.
-¡Qué banquete se dieron! Tenía unos
pechos grandes, firmes y redondos; sus
pezones eran rosados y pequeños, su piel
clara, sus piernas largas, su cabello castaño

29
oscuro caía en sus hombros y además estaba
muy bien depilada. ¡Qué banquete!
-¿Y cómo carajo sabes?
-Ay, pues vi el vídeo que subieron a
Internet. Uno de los policías grabó al
mismo tiempo que se masturbaba viendo a
su colega pichar con la hermosa Celina. Era
una chica muy gritona a la hora de intimar,
según oí en la grabación de ocho minutos y
cuarenta y cinco segundos. Si gusta usté, le
paso el link.
Después de que los dos policías
eyacularon en el rostro de la chica, en su
vagina y en sus tetas, le pegaron el tiro de
gracia. La sangre corrió hasta el suelo,
manchando las piedras y la hojarasca.
Mientras Celina se sacrificaba por la
causa, Diego estaba escondido detrás de un
árbol rezando; se persignaba y pedía al Dios
que estuviera disponible, que lo salvara de la

30
policía sin saber del festín que se daban
cerro abajo.
-¡Sálvame, Dios! Yo sólo quiero
cambiar al mundo. De tanto miedo, tanta
angustia y tanta fe, de repente abrió los ojos
y vio que era enorme, como de unos veinte
metros o quizá más, era de madera y tenía
muchas hojas en la cabeza: era un árbol.
A partir de ese momento se decidió
proteger a los demás árboles del bosque. El
plan era sencillo: Si veía que alguien quería
cortar alguno, él se caería encima del
ingenuo y lo mataría. Simple.
Oscureció en Jalisco y el bosque se
fue quedando sin los habituales visitantes
que les encanta empuercar el agua del río,
las madrigueras de los animales y todo lo
que se encuentran. Se creen dueños del
mundo, piensan que con su dinero todo lo

31
pueden comprar y hacer. Hijos de puta.
Zánganos explotadores, ¡Puercos!
Diego, el hombre árbol se quedó
dormido después de tanto esperar a quién
matar; sentía una calma inefable producto
de su inexorable impotencia ante todos los
problemas que antes le agobiaban y que ya
no importaban. El sonido del río al correr,
los animalitos del bosque y del viento
soplando suavemente le ayudaron a dormir
bien y tranquilo: la policía no puede detener
a los árboles.
Horas después un ruido agresivo,
seguido por un golpe sordo se fueron
repitiendo una y otra vez en la quietud.
Cada uno más fuerte y cerca que el otro.
Diego abrió los ojos, buscando de dónde
venía pero no había nada. Desde allá arriba
no se veía mucho de lo que pasaba en el
suelo.

32
De pronto, al lado de él, cayó un pino
y alcanzó a ver lo que pasaba: tres imbéciles,
cortando árboles con motosierras y
machetes. Diego quiso entonces caer
encima de ellos, pero se le había subido el
muerto (Seguramente fue el pino que
tumbaron). No se pudo mover y entonces
sintió cómo era cortado lentamente con
motosierra. Diego lloraba y pedía piedad,
pero los hombres no hablan el idioma de los
árboles, ni ningún otro. Balbucean un
montón de palabras en español y en inglés
nomás, como todos. Así que le pidió ayuda
a Dios. Nadie contestó.
Diego, el hombre árbol, cayó al piso y
pudo ver como incendiaban la hojarasca
justo antes de que le cayeran a machetazos
los otros dos.
Salió el sol a las pocas horas y la
noticia del incendio en el Bosque de la

33
Primavera provocado por un rayo nos
preocupó a todos.
-¿Rayos en abril? ¿Es posible?
-Todo para Dios es posible.
Después de la nota de menos de un
minuto se vino la bomba: Joven estudiante
es asesinada, violada y torturada por su
pareja sentimental, a causa de un ataque de
celos cuando paseaban por el Bosque de la
Primavera. Aparece personal del Instituto
de Ciencias Forenses en pantalla y una
camilla cubierta por una sábana blanca.
Seguiremos informando.
-¿Y siguieron informando?
-¡Qué va! Las Chivas perdieron contra
el América. Hay cosas más importantes que
una puta muerta. Si ya no puede coger ni
enseñar las tetas ¿Para qué sirve?
-¿Y qué pasó con Diego?

34
Lo tienes en las manos, está lleno de tinta el
pobrecito.

35
Satriani Durán Vázquez

Nació el 14 de
abril de 1995 en
Guadalajara,
Jalisco, México;
estudió la
licenciatura en
Derecho y la
licenciatura en
Filosofía. Es autor de Sin Razón de Ser y
Sin Nada Que Perder (2015); Cuentos,
Mentiras y Poesías (2016); Morirse en
México (2017), y De Calles, Casas, Bares y
Moteles (2019). Ha colaborado para
distintos medios y compilados impresos y
electrónicos en México, Colombia,
Guatemala y España, así como participado
en distintos eventos culturales en todo
México, Centroamérica y Colombia. No ha

36
ganado ni piensa ganar premios de
concursos literarios arreglados, fraudulentos
o amañados.

37
EL OXIGENADOR

Estoy viajando hacia mi decimoquinta


consulta con la Doctora Némesis Clemente.
Ella en la consulta anterior me aseguró que
no voy a perder la vista.
Una pequeñísima ramificación en mi
rostro originó una raíz que nace desde el
principio de mi nariz y se ramifica por mis
dos ojos, exactamente por la cuenca de mis
dos ojos, dándome un gravísimo malestar y
sintiendo como si a cada hora, uno de mis
ojos podría soltarse por el crecimiento de
una rama. De ella depende que mis ojos
sobrevivan al ramal. Cada consulta cuesta
un dineral. El Laboratorio Thunberg no se
hace cargo del tratamiento.

38
— Están en el contrato que usted
firmó. Si, ¡usted! — me dijo un hombre
trajeado con un casco de oxígeno en la
Recepción del Laboratorio.
Quisiera haberle pedido que me leyera
la letra chica.
Es que sucede que los cientificistas,
médicos y experimentadores del
Laboratorio de la Corporación Thunberg
prometieron mediante una Cadena
Nacional, junto al Presidente de la Nación,
hacer un mundo mejor, con obediencia y
respeto hacia el Medio Ambiente. Pero en el
medio del ambiente quedamos nosotros
firmando un documento junto con nuestro
carnet de identidad donde procedíamos a
poner nuestro cuerpo a beneficio del
planeta. Me enorgullece haberlo hecho, no
es que me arrepienta, fue una decisión
exclusivamente mía y del resto de la mitad

39
del país que accedió a ser parte del plan, un
plan mayor, inconsistente y de alto grado de
experimentación. Un gato siempre necesita
ratones. Y si el gato es un compendio de
accionistas que financian una utopía a costas
de cuerpos ajenos…pero está bien, acepto
que no todo pasó como hubiese deseado
pero yo quería cambiar mi cuerpo, mi tez
trigueña, mis ojos marrones y mi voz grave.
Necesitaba un nuevo incentivo para
conseguir novia, casarme, tener hijos que
cuidar y jubilarme con un sueldo pasivo del
Estado Mayor. Estoy seguro de haber
conseguido lo del Sueldo y de haberme
insinuado con varias muchachas sin llegar a
los besos y comprendiendo juntos el horror
de darnos cuenta de que, a condición y
contrato, la nueva programación de
nuestros genes por el laboratorio, en una
desdicha infeliz, nos ha dejado

40
completamente infértiles. Eso podía
suceder. Y es que sucede. ―Efectos
secundarios de la transformación‖
El Doctor Beatriz Marcel, Director
del Área de Comunicación y Promoción
Institucional de Thunberg pudo ofrecer en
un programa de televisión una explicación a
la imposibilidad de engendrar.

Es incompatible La Madre Naturaleza


con McDonald’s

Palabras más o palabras menos, a eso


le siguió:

Aún hay empresas que nos venden


productos fumigados con agrotóxicos, aún
hay empresas que contaminan nuestro lugar
de residencia con pesticidas y aviones
Chemtraills.

41
Esas empresas pertenecen a las
grandes esferas de poder y no podemos
detenerlas a menos que empecemos una
guerra. Una Cuarta Guerra Mundial.

En el programa de televisión el
entrevistador aplaudió de pie al Doctor.
¿Acaso el Doctor no es financiado por
Burger King y la Cadena de Supermercados
Walmart además de las Farmacéuticas que
coordinan los medicamentos que
consumimos todos los Oxigenadores?
Ese es un punto que puedo abarcar
con raciocinio y una postura ideológica
lejana a la media de la comunidad en que
estoy inmerso.
Mi opinión formal sobre el tema es
este:

42
Es imposible creer que un grupo
experimental de cientos y miles de personas
pueden hacer variar el oxígeno en la Tierra.
Para eso están los árboles, árboles que se
cortan desde raíz para estudiar sus
composiciones genéticas para darle forma a
una alteración en el ADN humano y
conseguir en la vacunación gradual,
convertir al Ser Humano en una Planta de
Oxígeno parlante.
Haciendo así una revolución en los
conceptos de la vida humana y planetaria.
Pero como el experimento está
regulado por Monsanto, Marlboro y La
Organización Mundial de la Salud junto con
Los Laboratorios Thunberg y la ONU,
además del ético procedimiento antiético de
los dueños de las tecnologías por
computadoras y viajes espaciales.
Filántropos recibiendo la dolarización en

43
nuestros cuerpos mientras hacen mella en
su aguantadero de vanidad, es poco
probable y es objetivo pedir una verdadera
explicación a todo esto. Quienes
contaminan son quienes nos acusan a
nosotros de contaminadores y es por esa
causa que han trasformado al Ser Humano
en un monstruo, en un circuito de
oxigenación mediante la alienación y la
subjetividad de creer que realmente estamos
haciendo un bien al planeta. Me cuesta
orinar, me duele el trasero cuando quiero
defecar, se me traba la lengua al hablar,
pierdo el conocimiento fácilmente y soy
más inflamable que nunca. ¡A razón de
salvar el mundo…! ¡a razón de salvar el
mundo!

Y allá va otra familia intentando


escapar de Los Contra Natura, que arriba de

44
sus motocicletas, cargado hasta los dientes
de ametralladoras, gas pimienta y espadas
samuráis mandan el mensaje polifónico de
―GOTT IST NICHT MUTTER NATUR.
KRVARATSKHELIA IST EIWEIß.‖
(Dios no es la Madre Naturaleza.
Kvaratskhelia es la proteína)
El hombre regordete corre por su
vida, olvidando a su esposa y sus hijas
adolescentes detrás de él, a merced de la
muerte definitiva. En definitiva, ellos no
sobrevivirán y quizás nosotros tampoco.
A esa familia, Los Contra Natura los
desollarán en vivo para mostrar lo frágil que
es el ser humano.
Mostrarán en una red decodificada
dentro de la página principal del Estado
Mayor, en el sector ―Para el Pueblo, La
Ceremonia Secreta‖, con el título sobre un
fondo rosa con letras rojas: Außenseiter

45
sollten diesen Text nicht lesen können (Los
Forasteros no deberían poder leer este
texto) como los‖ injertos verdes‖,
generadores de la compost natural del ser
humano, logra formar un estado en el
cuerpo que provoca después de una gran
serie de dolores intensos, la subversión
contra el hidróxido de carbono,
conformando en cada individuo, una
capsula de Oxígeno hecha desde el mismo
cuerpo vivo. Una vez habiendo mostrado
esto con un obsoleto Power Point, como en
cada uno de sus programas, dirán a viva
voz:

DIE LUFT IST VERPESTET VON


CHEMIKALIEN UND DAS WASSER
VERSCHMUTZT VON ABFALL. SIE
BAUEN ZUCHTANLAGEN, WLCHE
EHER IN EINEN HORRORFILM

46
PASSEN, ABER SIE SIN REAL. IN
DIESEN ZUCHTANLAGEN SPIELEN
SIE GOTT! IM VOLLSTEN VOLLSTEN
VERTRAUEN ZU IHREN
BARBARISCHEN TATEN FAHREN
SIE IMMER WEITER IN RICHTUNG
ABGRUND. DIE MENSCHEN WAREN
SCHON VON ANFANG AN ZUM
SCHEITERN VERURTEILT.

(El aire está contaminado con


productos químicos y el agua está
contaminada con basura. Están
construyendo criaderos que parecen más de
una película de terror, pero son reales. ¡En
estas perreras juegan a ser Dios! Con plena
confianza en sus actos bárbaros, avanzan
cada vez más hacia el abismo. La gente
estaba condenada desde el principio).

47
Para finalizar con la familia siendo
desollada por su Metzger, que interpretando
el papel de un Sauce con cuchillos, colocará
a la familia en una cama de metal en forma
vertical, frente a cámara mientras suena la
canción favorita de Los Contra Natura:

Ich lieb dich, rote Rose, rote Rose,


Rosemarie
(Te quiero, rosa roja, rosa roja, Rosemarie)

du-uhuh, nur du.


(tu-uhuh, solo tú)
Fühl, bitte fühl mich, fühl mich, bitte fühl
mich, Rosemarie.
(Siénteme, por favor siénteme,
siénteme, por favor siénteme, Rosemarie.)
du-uhuh, nur du.
(Tú-uh-uh, sólo tú.)
ich bau dir Schlösser aus Acryl, (ahhhh)

48
(Te construiré castillos de acrílico, (ahhh))
wir spielen dann Frau und Mann.
(jugaremos a ser marido y mujer)

Pero no es suficiente para


lamentaciones. Quizá el mundo explote
antes de que logremos un cambio general,
pero lo intentaron, lo intentamos y
podemos seguir intentándolo. De alguna
manera más ortodoxa, más compasiva y
sincera.
— ¿Doctora, usted cree en la
providencia?
— Solo creo que debería tomar estás
pastillas para sus ataques de ansiedad.
Recuerde nunca pero nunca, nunca, nunca,
arrancarse las hojas del cabello ni del pubis.
Es la anomalía la que previene un deceso.
¿Usted entiende el grado de importancia que

49
tiene hoy su cuerpo? ¿Entiende o no lo
entiende?
Vuelvo a colocarme la ropa y con la
honestidad de un niño o un borracho, le
explico a la Doctora mis problemas a la
hora de relacionarme amorosamente con
una mujer.
La Doctora sonríe y me entrega una
tarjeta con un nombre en rojo, corazones en
forma de plantas y una dirección.
— Vaya aquí. Es un ―Solos y Solas‖
para Oxigenadores.
Le agradezco y al salir de la clínica,
observo como los que aún no firmaron el
contrato para oxigenar al planeta,
sobreviven con máscaras de gas o cascos de
oxígeno.
¿Podría ser uno de ellos?
¿Es demasiado tarde para ir hacia atrás
y volver a mi vida anterior?

50
Pero no hay futuro para pensamientos
del pasado.
Y una idea fugaz e imprudente llega a
mi mente.
¿Y si me convierto a la religión
Kvarats?
Pero el pensamiento es demasiado
fugaz, demasiado inútil, demasiado serio
para ser puesto a conversación con mi
conciencia moral.
Y me acerco a una Agencia de Taxis
donde hay una mujer Oxígeno atendiendo el
teléfono.
— Quiero un taxi…— le digo pero
no me oye.
Entre nosotros también nos
ignoramos, nos desquitamos por nuestra
burda y brutal elección de ser lo que somos,
de vestirnos con este disfraz para toda la
vida.

51
— Quiero estar muerto — vuelvo a
hablarle a la mujer Oxígeno que deja por un
segundo el tubo del teléfono y me mira con
su peor cara de elocuencia.
— Estamos con demora. Puede
pedirle a un Contra que lo lleve. Quizá no
regrese. Allí, exactamente en la otra esquina
hay una reunión de Contras dispuestos a
deshacerse del Apoderado Legal del
Sindicato de Oxigenadores. Lo están
tramando hace tiempo…disculpe, sigo en
conversación…— y la mujer Oxígeno
retoma el habla al teléfono.
Y es una buena idea.
Después de todo, es una buena idea.
Pero… ¿sin mi oxígeno cuantos
morirían?
¡Sin mí no habría peces, ni pájaros, ni
pobres!

52
Es posiblemente una decisión
apresurada pero viviré…viviré solo para
saber que al final de mi vida, he salvado una
vida. La mía y por consiguiente, la de los
demás.

53
Maximiliano Guzmán

Nació en Recreo
Catamarca –Argentina
Estudió Cine y
Televisión en La
Universidad Nacional
de Córdoba –Argentina.

El 2022 publicó la
novela corta: Hamacas
(Editorial Zona
Borde))

Ha publicado cuentos en las revistas


argentinas: Espacio Menesunda, Revista
Gualicho, Diario Hoy Día, El Rompehielos, La
tuerca andante, El Ganso Negro, Los Asesinos
Tímidos, La Mancha Zine, Salvaje Sur, Revista
Catarsis, también en Chile: Revista Kuma,

54
Chile del Terror, Revista Phantasma, en
México: Revista Delatripa, Revista Hueco,
Revista Rito, Revista Escafandra, Revista
Anapoyesis, Revista Óclesis, Cósmica Fanzine,
Alas de cuervo, en Perú: Letras y Demonios y en
Ecuador: Teoría Ómicron. Participó en la
Antología Internacional Sucio de Letras de La
tuerca andante y en Uruguay: Antología de
Ciencia Ficción Dura y Erótica de Editorial
Solaris de Uruguay.

55
LIVIANDAD

“En el universo real existen toda clase de


masas, así que debemos imaginar nuestra lámina de
caucho como acribillada de hendiduras. (…) Si
aplanamos la lámina de caucho, creamos un
universo donde la gravedad no existe (…) Si
logramos que la lámina de caucho fuera totalmente
plana, la gravedad y la masa desaparecerían”
(Isaac Asimov ―La bola de billar‖)

Al principio fue algo imperceptible,


apenas un movimiento leve de las cosas, tal
vez por eso nadie dijo nada o quienes lo
detectaron, lo atribuyeron a la vista cansada,
un golpe de calor, al viento o al gato.
Lo cierto es que lo inamovible ya
había comenzado a moverse por sí mismo:

56
los libros en las bibliotecas unos
centímetros más allá, los adornos unos
centímetros más acá; las llaves sobre las
mesas de entrada; los vasos y los platos en el
secador de la cocina; los cepillos de dientes,
las lapiceras en los escritorios pero llegó un
punto, en que el movimiento fue más
brusco e inesperado y la gente comenzó a
asustarse. Se asegura que en ese entonces y
por dar un ejemplo, los vasos alcanzaron -
hacia arriba y en línea recta- una altura de
hasta cinco centímetros o seis, igual que los
juguetes tirados al azar en el suelo por los
más pequeños.
En síntesis, las cosas literalmente
flotaban por un momento hasta volver a su
posición inicial.
Los supersticiosos pensaron que se
trataba de fantasmas, creyentes y sacerdotes
se reunieron en círculos de oración a rezar

57
todos los santos días y sostuvieron sus Ave
María a viva voz, rodeados de rosarios y
cruces que volaban a su alrededor sin lograr
amedrentarlos.
Por su parte, los incrédulos, se
limitaban a manotear en el aire a los objetos
flotantes y simulando indiferencia, los
ponían otra vez en su lugar.
Dentro de estos grupos y otros más,
pocos fueron los que vieron en el aire a sus
celulares ya que no los soltaban por nada del
mundo, ni siquiera para ir al baño. Las redes
estaban colapsadas de noticias e
información falsa, avisos sobre el fin del
mundo, posteos de arrepentimiento,
opiniones y teorías sin argumentos ni base
científica. Había que leer todo lo que se
publicaba minuto a minuto, segundo a
segundo; subir los reels y las fotos más
originales, crear memes, crear contenido;

58
poner me gusta sin mirar, participar de
forma activa como fuera, con lo que sea: un
twitter de ―¡Ay, mamá! ¡Nos vamos a
morir!‖, una canción de Lennon, una foto
sensual, un llamado desesperado de amor,
no importaba. La vida transcurría tras
pantallas de todos los tamaños con los aires
acondicionados a tope, los ventiladores
pidiendo un respiro, las plazas colmadas de
personas muertas de calor.
Las escuelas y las oficinas cerraron, los
locales comerciales, los bancos. Los
hipermercados se vieron obligados también
a cerrar sus puertas. Con el calor cada vez
más agobiante y las cosas flotantes, el
gobierno aconsejaba no moverse
demasiado. Los kioscos y las estaciones de
servicios se quedaron sin gaseosas ni bolsas
de hielo para vender, las últimas botellas de
medio litro las atraparon en el aire y las

59
entregaron a los clientes como globos
inflados con gas.
Todo lo liviano flotó. Fueron pocos
los que se miraron a los ojos con otros,
fueron menos los que dijeron te quiero de
verdad, tal vez alguno se permitió sentir y
llorar.
Lo último que aseguraron fue que con
el calor la tierra se fue aplanando, cada vez
más y más como una lámina de caucho sin
hendiduras hasta que la masa desapareció y
se llegó a la gravedad cero.
Las flores soltaron sus pétalos, las
raíces de los pocos árboles que quedaban en
las ciudades se desprendieron de la tierra,
los gorriones salieron eyectados hacia el
espacio. Todo lo liviano flotó, todo lo
pesado: los autos, los semáforos, los
aviones, los barcos; los edificios, los
animales y cada persona, viva o muerta,

60
salió disparada -hacia arriba y en línea recta-
a la velocidad de la luz.
El pronóstico del tiempo esperado
para ese día era de 52 grados, no se sabe a
ciencia cierta a cuántos grados llegó
finalmente y no quedó una sola sombra en
todo el planeta.

61
Angie Ferrero

Recibí mención en el
concurso Tres Tríos,
Bs. As., Poesía 2011
José Luis de Tejeda,
Cba. y tercer premio
en el Concurso Paco
Urondo, Villa María.
Publiqué ―La soga en
los pies‖ (Ciprés Ed.
2012) "Le Poupé"
(Ed. Nocturna 2014) y ―La Corriente‖
(Color Ciego Ed. San Luis, 2019).
Escribípara Cassette Blog (México) Diario
Marcha (Bs.As.), Ay Mag y Desterradxs
(Cba.). Mis cuentos fueron publicados en
Antologías de Chile, Bs. As. y Cba., también
en diarios y revistas.

62
CONTAMINACIÓN SONORA

Miraba en la televisión el parte de la


COVID, un amigo me comentó:
La COVID son números mientras no
afecte a tu familia.
Ahora comprendo mejor, vivo en una
ciudad totalmente anárquica, muchas leyes y
muy poca disciplina, nos creemos muy
solidarios y maltratamos a los vecinos.
No había reparado en la
contaminación sonora. Me quito las
chancletas y entro descalzo al cuarto de mi
hijo, le doy las pastillas, cierro con cuidado
la puerta, le falta grasa a las bisagras.
El mensajero me trae el pan, no se
puede limitar a entregarlo, tiene que hablar
en voz alta, ya están los vendedores ¿Quién

63
hizo esa musiquita? Mozart, acabó con
nosotros, los vendedores de paletitas de
helados la tienen grabada, aquí la estoy
oyendo y está a dos cuadras, el vendedor de
galletas ya ha pasado dos veces, la de
cebollas una, eso sin hablar de los claxon,
hay un bache al frente de mi casa, cuando
vinieron con el asfalto, no alcanzó, el jefe de
brigada no ha terminado de asfaltar su patio,
ahora si dos autos se van a dar cruce, ambos
quieren hacerlo por la senda en buen estado
y ahí viene el claxon, pero no son solo los
autos un bici taxi puede tener el pito de una
locomotora.
Cambiando de tema, no puedo
cambiar, el criador de palomas tiene un
silbato de policía, soltó cincuenta palomas,
muy lejos de aquí y ya les está pitando, debe
haberse tragado una bocina cuando

64
chiquito, habla alto, combina el silbato con
la voz ―Yeaaa,Yeaaa‖.
Pudiera acolchonar la habitación, pero
y el calor, ahora se despertaron los del
segundo piso, cuantos decibeles genera ese
equipo de música, digo de bulla, porque
música no es.
Al fondo y al frente hay perros, le
ladran hasta una mosca. Llegó el Alcalde, lo
llaman así por creerse cosas, pita antes de
parquear y además prueba los frenos,
arrastrando las gomas, mi chico se pone la
almohada en la cabeza ante tanta bulla.
En este instante estoy oyendo lo que
habla el del fondo por teléfono: Mañana va
para allá, a hacer una conejera…y mi hijo
lesionado, con su fractura de cráneo por un
accidente absurdo: Chocó con una carreta
oscura en el medio de la calle. Somos los
mejores, resilientes, resistentes creativos y

65
yo ¿Cómo logro silencio para mi hijo? El
médico dijo, en casa está mejor.

66
Omar Rosa González

Ciego de Ávila, Cuba.


1956. Licenciado en
Educación, ejerció como
profesor quince años.
Posteriormente realizó
un Técnico medio de
Contabilidad, laborando
por más de quince años,
como contador. Trabajó
en la esfera Bancaria, ahora está jubilado y
se ha dedicado a escribir sus vivencias.

67
ESTA TIERRA QUE HABITAMOS

Volvieron a ver su tierra después de


muchos años en el exilio. La curva del
camino, ya reconocida hace tiempo, les
indicó que estaban cerca de la parcela en
donde alguna vez fueron felices. Manuel
acarició la cabeza de su hijo mientras miraba
los ojos melancólicos de Martha, tratando
de contagiarle esa esperanza que hoy sin
embargo se dibujaba solo como una
promesa. Caminaban lentamente como
buscando desandar los pasos que la
violencia les había obligado a dar
abandonando todo lo que poseían.
Hacía ya un año que la guerra había
terminado. La paz se firmó entre los
aplausos de unos y la indiferencia y el

68
escepticismo de otros. El perdón y el olvido
se impusieron por decreto. Se habló mucho
de víctimas y de reparación. Miles de
hombres y mujeres colmaron las oficinas del
gobierno buscando que el Estado les
reconociera sus muertos y les devolvieran la
tierra que hacía mucho tiempo los
poderosos les habían arrebatado.
- Desde aquí ya queda poco para el
rancho. Lo primero será acomodar la cerca,
yo me acuerdo que antes se nos metían
mucho los animales del compadre José y
nos dañaban las matas.
-Estoy cansado y tengo hambre.
-No se preocupe Esteban apenas
lleguemos su mamá nos prepara algo, más
bien súbase al caballo y ayúdenos a guiar las
demás bestias.
Martha levantó los ojos y vio su
antigua casa al final del sendero. Era solo

69
una ruina. Cuatro paredes seguían en pié en
medio de una tierra gris que daba
testimonio de tiempos de violencia y
muerte. Amarraron los caballos y las mulas,
entraron respirando largamente como quien
despierta de un terrible sueño y ahora solo
quiere reconocerse en el mundo de los
vivos.
- En esta habitación nació usted.
Martha y Manuel acariciaban las
paredes y acercaban el oído como queriendo
que estas les reconocieran y les dieran la
bienvenida.
-Aquí en este patio mataron a su
hermano Julián, le dispararon tres veces.
Se detuvieron mirando un árbol
muerto, abrazándose y sabiendo que lo que
seguía era lo más duro, recuperar la tierra
también es añorar a los muertos, seguir
adelante a pesar de la tristeza.

70
En la Mañana Braulio y José
saludaron desde el recodo del camino.
Encontraron a la familia entre herramientas
acomodando el techo y descargando las
últimas cosas que traían consigo.
-Compadre esta tierra está enferma.
Ya no crece nada. Los de la oficina del
gobierno nos dicen que es mejor venderla.
Manuel miraba un puñado de ceniza
que se encontraba bajo sus pies. La tomó en
sus manos tratando de olerla.
- Sembraron palma los últimos quince
años, el señor que compró todo esto tenía
mucha plata, trajo maquinaria, trabajadores
y muchos químicos. La tierra se agotó y
ahora es un puñado de ceniza. Solo ceniza
Manuel, solo eso nos dieron.
- ¿Y entonces que van a hacer
ustedes?

71
-La cosa va muy mal Manuel, con
otros hemos decidido vender, veníamos a
decirle a usted, para ver si siendo muchos
nos pagan un poco más.
-¿Y nuestros muertos? ¿Los que nos
mataron? Esta tierra es nuestra y no la
vamos a dejar.
-Compadre, no es cosa de muertos es
cosa de vivos, si nos quedamos aquí va a ser
para morirnos de hambre.
Manuel sintió que el sol castigaba su
cuerpo. Miraba con pena a su familia, pero
con más pena y dolor a los dos hombres
que ahora solo hablaban de vender todo y
volver a una ciudad que no les pertenecía,
que siempre los había tratado como
extraños.
- Gracias compadres pero yo me
quedo. Si alguien les pregunta le dicen que
prefiero el hambre aquí en mi tierra que en

72
los tugurios de la ciudad. Si, para mi esa
hambre es peor.
Las semanas que vinieron fueron
terribles. Efectivamente la tierra agotada se
había convertido en un puñado de ceniza y
sal. Sembraron primero las semillas que les
dio el gobierno pero ni un brote hacia
avizorar que la situación cambiaria. Ahora
solo les quedaba el maíz, el mismo que
Martha recogió en un tarro el día que
mataron a su hijo, el día que abandonaron
todo.
Manuel y su hijo tomaron los
azadones y cavaron lo más profundo que
pudieron. Al fondo la promesa de una tierra
negra y fértil nunca los esperó. Todo era
igual, un hollín que se extendía hasta donde
alcanzaba la mirada. Esa tarde una
camioneta lujosa se estacionó afuera del
rancho. En ella un hombre obeso y una

73
mujer joven, que a Esteban le pareció
hermosa, los miraban con desprecio y
lastima. No se bajaron del vehículo, no
hablaron con nadie, solo esperaban como
buitres a ver que la familia cayera, para
apoderarse del miserable terreno que
habitaban.
-Yo creo que no es la sal lo que mató
esta tierra, fue la sangre de tanto muerto. La
sangre de su hijo y el mío que nos mataron
en este mismo patio.
Sembraron el maíz, lo regaron
trayendo el agua de muy lejos por que
incluso los ríos se negaban a dar su
consuelo. Los días pasaron y solo se veía el
mismo paisaje triste. Cuando se agotó el
alimento supieron que tal vez habían vuelto
a esta tierra solo para morir.
-Martha, amor que nos queda.

74
-Un puñado de harina y unas
cucharadas de café.
-Entonces llego la hora, prepare la
comida, después solo nos queda morirnos.
Comieron amargamente, no dijeron
nada, solo se miraban pensando que la vida
se había ensañado siempre con ellos, que
eran los condenados de la tierra. Salieron del
rancho y contemplaron las estrellas. Se
acostaron en medio del campo y esperaron
así que Dios cerrara sus ojos.
Cuando despertaron los primeros
brotes se levantaban orgullosos. Habían
vencido.

75
Álvaro Lozano Gutiérrez

Álvaro Lozano
Gutiérrez nació en
Bogotá, Colombia, en
1978. Realizó estudios
de Filosofía en la
Universidad Pontificia
Bolivariana de
Medellín. Fundador
del Colectivo Literario Alebrijes y el
Cineclub Zoetrope. Ganador entre otros del
Concurso de Cuento Corto
Latinoamericano (2017) con el relato ―Esta
tierra que habitamos‖. Concurso letras
diversas Revista Goliardica Medellín (2001)
con la crónica ―La bohemia‖, finalista del
Premio Nacional de Crónica Ciudad Paz
(2018) y Finalista del Concurso Nacional de

76
Cuento la Cueva (2021). Colaborador
habitual del Taller de Formación Estudiantil
Raíces TJER de la Universidad Distrital
Francisco José de Caldas en Bogotá y el
periódico Periferia Prensa Alternativa. Sus
textos han sido publicados en varios medios
impresos y digitales de Colombia y América
Latina.

77
SIEMPRE HAY SENDAS

Le hice la señal de entrada a Karime-


de-la-Soledad. Ella, jubilosa, brincó fuera
del agua, hico una pirueta y se dejó caer con
sus más de tres toneladas empapando a la
tripulación del trimarán.
Aguanté la risa, confirmé por última
vez mi mascarilla y el visor antes de
lanzarme de espaldas por la borda. Los
satélites meteorológicos indicaban un frente
tormentoso a medio día de distancia así que
era el sol radiante era engañoso. Las
corrientes marinas eran insuficientes para
mantener tranquila esta parte del Pacífico en
el caos del cambio climático.
—Sofía-c-de-la-triple-quilla, ¿juegos-a-
mos? —sonó el traductor con la voz

78
impersonal de siempre—. Aún eres tiempo
vivo.
Karime nadaba junto a mí. La aleta y
la cola artificial que le implantaron tras que
sobrevivió la Guerra de la Ruta Ártica
funcionaban a la perfección a pesar de más
de una década de su finalización. Sobre el
pequeño ojo el bioimplante de
comunicación se iluminaba cada vez que
mentalizaba un mensaje.
—No, hoy no jugaremos. Terminaré
el trabajo y me iré con el trimarán. ¿Me
contarás porqué escogiste tu nombre? Es
mejor que el que tienes tatuado ORK-117g.
—Laskia, una de las compañeras de
tripulación y ex-militar, me contó que
indicaba que era una orca con genética
editada, incubada de forma artificial y la ―g‖
indicaba que formaba parte de un grupo o
familia de cuando menos seis ejemplares.

79
—No quiero —respondió la orca y se
alejó a lo profundo.
Aceleré mi inmersión. Me faltaban
muestras entre los doce y quince metros. La
iluminación era buena desde arriba, pero los
esqueletos blanqueados del coral generaban
sombras que me estorbaban.
—Bello dolor del bosque ido —
resonó otra vez dentro de mi casco—. Son
tiempo muerto.
Atisbé a Karime a unos diez metros a
mi derecha, detrás. Solo flotaba y
permanecía atenta y meditando. Fue
programada desde que nació para
acompañar a las fuerzas especiales
submarinas. Luego, tras ser liberada, de
forma casi instintiva continuaba con la
misión que le injertaron en su ser.
—Así es, Kar —contesté con el
sobrenombre que me autorizó a darle—.

80
Murió este arrecife, este bosque de corales
antes de que el norte se deshelara, antes de
que nacieras.
—Cantar el tiempo muerto no revive.
Encontré un excelente ejemplar y con
cuidado lo extraje usando mi navaja para
luego meterlo en una bolsa.
—Recordar es revivir. Más importante
es aprender de él.
Sentí el empuje del agua cuando ella
retrocedió de golpe, giró varias veces y
frenó de súbito. Era una de sus formas de
reflexionar lo que los de la superficie
expresábamos. Su inteligencia era superior al
promedio de la humana, pero su concepto
del mundo era muy diferente ya que su
mundo lo era.
Nadé unos metros a la izquierda y me
quedé paralizada. Una mancha multicolor
demostraba con claridad que era coral vivo.

81
—¿Tiempo vivo respira tiempo
muerto en la superficie del presente? —
expresó Karime al detenerse a un lado mío.
Había sido tanto pregunta y
afirmación.
—Sofía, tenemos dos problemas —
restalló la voz de Laskia en la escafandra, era
mi vigía desde el trimarán—. Jacky avisó
que la tormenta cambió de rumbo y se
acerca a buena velocidad. El otro y mucho
peor, se acercan unos killers con su jauría.
Sube de inmediato, tenemos que largarnos.
Maldije, tormenta y unos mercenarios
buscando molestar en lo que conseguían un
contrato para la siguiente guerra. Con
delicadeza corté un trozo mínúsculo en el
límite del coral vivo y lo guardé en un
frasco.
—¿Para recordar? —preguntó Karime
luego de contemplar mi acción.

82
—Sobrevivir, para sobrevivir. Si lo
podemos llevar a examinar al biolab
australiano, quizás la evolución tenga una
respuesta para recuperar los arrecifes y
podríamos intentar replicarlo en otras
partes.
—Recibo cripto de milops y cantos de
ORK-937a. Jauría cinco delfines, sin clan.
Emergí a la superficie, el oleaje había
crecido en intensidad. Nadé al trimarán y sin
más, Jacky ordenó que bajaran las velas.
Laskia se acercó para ayudarme con las
muestras y para quitarme los tanques como
las aletas.
—Gracias, Lask. ¿Qué quiso decir
Karime?
—Aún recibe comunicación militar
encriptada en las frecuencias militares —
explicó Karime—. De seguro charlan con la
orca líder de la jauría que viene. Es raro,

83
pero solo traen una orca y puros delfines.
Deben estar entrenándola, por su número,
es muy joven y está diseñada como alfa,
como líder.
—¡Diosa Madre! —gritó Jacky en
cuanto logró que la tripulación nos pusiera
en marcha. El trimarán empezó a acelerar—
. ¿Por qué tardaste tanto?
—Lask, pásale el frasco por favor.
Escéptica, Jacky lo tomó y se quedó
sin palabras. Por detrás un cielo de negras
nubes y rayos que caían al mar retumbó una
y otra vez. Aún a lo lejos, como una
luciérnaga perdida en el oleaje, se alcanzaba
a ver el navío que nos perseguía.
—Esto… —empezó Jacky.
—Sí, me lo encontré allá abajo. Como
decían en esa vieja película: ―la vida
encuentra su camino‖.

84
—Mira quién nos acompaña —indicó
Laskia e hizo que girara la cabeza. Karime
nadaba a nuestro costado. Los implantes
sobre sus ojos cambiaban de color— y te
busca.
Reenruté la transmisión de la
escafandra a mi implante coclear.
—Jacky-a, Laskia-b, Sofía-c, llamadme
ahora Karime-g-de-la-triple-quilla. Traigan
los bosques, traigan el tiempo vivo —
expresó con determinación y giró hacia
nuestra popa. Se perdió en el oleaje rumbo
al encuentro de la luciérnaga que se
acercaba.
—¡Laskia! No me digas que…
—Para eso fue entrenada, por eso
vive: para cuidar. Y no te angusties, que
esos se preocupen. Traen una orca
inexperta, delfines y de seguro son
marineros de agua dulce cuando se trata de

85
tormentas. Esa lancha no aguantará a
diferencia de nuestro trimarán.
—Pero…
—Sofía —interrumpió Jacky—, a tu
puesto que hay que tomar ventaja del
viento. Debemos llegar al biolab cuanto
antes, nuestra amiga nos da una
oportunidad y es momento de devolver
estos favores. Vamos, ya verás que regresa,
encontrará también su camino.

86
Eduardo Omar Honey Escandón

(México, 1969) Ing.


en sistemas. Autor de
Códex Obsidiana,
Futuros ocaso,
Cósmicos Espejos
Humeantes, Séptima
Puerta y Gollarium.
Publica
constantemente en
plaquettes, revistas físicas, virtuales e
internet. Textos suyos fueron primer lugar,
segundo lugar o finalistas. Ha sido
seleccionado para participar en diversas
antologías. Pertenece a la generación 2020-
2022 de Soconusco Emergente. Prepara dos
libros de cuentos y su primera novela.

87
SEMBRANDO COLIBRÍES

Hace rato que había perdido la


orientación. Si hubiera escuchado a mi
madre quizá habría evitado ésta situación,
pero me temo que es demasiado tarde para
ello. Cerré los ojos. Tenía que ahorrar
fuerzas para más tarde. A mis costados tenía
a dos hombres corpulentos que junto con el
chofer y su copiloto sumaban cuatro.
Cuando me recogieron unas horas atrás sólo
vi a dos, pero no pude ver sus rostros. Digo,
cuando te apuntan con dos cuernos de
chivo, lo que uno menos quiere es andar
pidiendo que te muestren sus angelicales
rostros debajo de aquellos pañuelos rojos.
Tan pronto me subieron a la camioneta, me
ataron las manos y cubrieron mi cara con un

88
saco. No sin antes darme unos buenos
moquetazos.
Recuerdo cómo comenzó todo. Hace
unos años, mi hermana Fabiola se
encontraba en mi casa como cada domingo
desde que salimos de nuestro pueblo.
Mientras nos contamos cómo nos fue
aquella semana y preparamos la comida, el
televisor estaba encendido. Una conferencia
de prensa del presidente hacía ruido de
fondo. Anunciaba que ante la demanda
energética se invertiría en lo más
provechoso a futuro: el litio.
—¡Claro! Provechoso —dijo Fabiola
de mala gana.
—Nah, nah, nah, provechoso —dije
haciendo muecas.
Ella soltó la carcajada y me lanzó un
trozo de lechuga a mi cara combativamente.

89
—Ya madura. Por éso no tengo
cuñada.
Entré carcajadas y balas de comida
dejamos el tema. Pero a partir de entonces,
por todos lados apareció información: al
parecer, este elemento tenía propiedades
que podían ser muy provechosas para la
fabricación de baterías y que su costo era
muy alto. Las grandes empresas pagarían
bien por él. Ante la crisis económica, la
respuesta por parte de los ciudadanos fue
positiva. Yo no le presté mayor importancia
hasta meses después.
Mi padre me habló un jueves. Me comentó
que habría una asamblea el fin de semana en
la comunidad. Una empresa había pedido la
concesión de unas tierras por 50 años.
Habían encontrado el precioso metal en
nuestro territorio y estaban dispuestos a
pagar una renta proporcional a sus

90
ganancias. El pueblo se haría rico. Pero mi
jefe no les creía y quería saber la opinión de
sus dos hijos.
Fabiola no perdió tiempo, se juntó
con un grupo de paisanos radicados fuera,
algunos agrónomos, otros biólogos, todos
ellos estaban en contra. Yo en cambio,
decidí no posicionarme. Quizá este proyecto
sí cambiaría la situación del país. El grupo
preparó una investigación con datos sobre
lo que ocurre en las comunidades debido a
las minas. El domingo en la madrugada, ya
estaban allá. Según me contaron después, la
asamblea había determinado que no
aceptarían el proyecto.
Sin embargo, el mes posterior
volvieron a convocar asamblea. Las
autoridades municipales habían firmado los
papeles sin el permiso de la población.
Fabiola estaba colérica. Vino apresurada a

91
casa para convencerme de acompañarla. Yo
me negué. Alguna buena razón habrían de
tener para hacerlo, afirmé.
—Es cómodo, ¿no? Sentarse a
observar sin hacer nada —su entrecejo me
hizo saber que en ése momento también
estaba molesta conmigo—. Ni te preocupes,
que no te necesitamos.
No me dejó contestarle, salió de mi
casa volando.
En esta ocasión no solucionaron todo
en una sesión. Fueron y vinieron un sin fin
de veces más. Que si estaba en el RAN, que
si la empresa existía, que un careo frente a
autoridades más arriba, que sí la autonomía,
que a juntar firmas, que una marcha, que un
bloqueo… Con el tiempo dejaron de
avisarme, así que les perdí el rastro. Sin
importar todos sus intentos, la mina se
instaló. Mientras los que estaban metidos en

92
el problema se olvidaron de sus vidas, yo
comencé a extrañar la vivacidad de su visita
los domingos.
Fui a ver a mi jefe unos meses
después de que iniciaran actividades los
mineros. Detrás de mi pueblo sobresalía un
cerro mordisqueado. Pude observar que
había nuevas casas en el pueblo, con
fachadas de ciudad y locales que ni por
asomo habría imaginado antes. Mamá
estaba triste. Dentro del convenio venía la
cesión de uno de los ríos que daba abasto de
agua potable a la comunidad. Así que el
suministro ahora les llegaba en menor
cantidad y de un color amarillento. Traté de
convencerla de que era temporal, que con la
renta que les dieran por las tierras se iban a
poder reponer. Sólo obtuve una mirada
llena de desprecio y decepción.

93
—Si hablaras con tu hermana, no
estarías diciendo semejantes sandeces.
—Mi hermana siempre quiere tener la
razón.
Mamá se rió de manera sarcástica. Salí
de la cocina antes de que siguiera
regañandome. Mi papá estaba afuera,
desyerbando el solar. En cuanto notó mi
presencia, sin voltear a mirarme comenzó a
hablar.
—Ayer asaltaron la tienda de Cristina
e intentaron violar a su hija. Por suerte don
Roberto escuchó el alboroto y las fue a
socorrer —se enderezó para sentarse sobre
sus rodillas y miró el árbol frente a él—. Los
cabrones andan en la cárcel, ya. Pero me
temo que aún no estamos preparados para
afrontar todo lo que esa mina trajo.
Se limpió la mejilla y continuó en su
labor como si yo nunca hubiera estado ahí.

94
Cuando salí del pueblo para regresar a
la ciudad, ví a un montón de mocosos
fumando en una esquina. No tuvieron que
decírmelo, no era tabaco.
Las muertes comenzaron de a poco.
Primero fue mi sobrino Sebastián. Luego
fue Karen, la nieta de doña Ramona.
Después de un tiempo, se perdió la cuenta y
el orden. Los rumores no dejaban de correr.
Algunos lo achacaban a la mina, otros a un
castigo divino. Las protestas aumentaron y
Fabiola seguía a la cabeza con más
determinación que nunca.
Un sábado llegó a mi casa. Desde la
discusión de aquella vez no había regresado.
Me dijo que le habían mandado mensajes
amenazándola, declarando que si no paraba,
la matarían a ella y a mis padres. El pueblo
estaba a nada de lograr un amparo que
lograría sacar a la minera del pueblo y ante

95
aquel golpe, ellos respondieron con otro
igual de fuerte. Lloró frente a mí
pidiéndome ayuda. Fue la primera vez que
la vi en ésa situación. Ella nunca había
necesitado de alguien, mucho menos había
tenido miedo de otra persona. Aunque
pequeña, siempre había sido una fiera.
—Te dije hace mucho tiempo que
pararas ésto —hablé firme—. Pero como
siempre, una vez que te plantas en un lugar
eres incapaz de retroceder.
—¿Estás diciendo que es mi culpa? —
respondió con voz entrecortada, mientras
dirigía su mano temblorosa a la cabeza—
No sé ni porqué vine a ti, en primer lugar.
Ésa fue la última vez que ví a mi
hermana. Una semana después la muerte de
una activista indígena era titular en todos los
periódicos.

96
—¿En verdad la traté tan mal como
para que decidieran no avisarme de su
muerte? ¿Tenía que enterarme por los
malditos periódicos y no por ustedes?
—¿Y qué querías? ¿Qué te dijera para
que vinieras a culparla aún en su velorio?
No, mijo. Ella no merecía tal final —
escuché a mamá tragar saliva del otro lado
de la línea—. Mi hija sólo estaba alzando la
voz por todos los que no pueden hablar.
No tardó en colgarme. Las lágrimas
no la dejaron continuar. Por la tarde salí
rumbo a mi rancho. El auto iba lleno del
olor de los mirtos que tanto le gustaban.
Apenas recuerdo el trayecto, llegué directo
al panteón. Su tumba aún era un montón de
arcilla sin lápida. En su cabeza tenía una
cruz que pude identificar fue hecha por
papá. Coloqué las flores a sus pies. Noté
como las piernas se quedaban sin fuerza, caí

97
de rodillas mientras las lágrimas fluían por
mis ojos. Grité. Cuando sentí que no iba a
poder sostenerme más, me recosté a un lado
de mi hermanita. Abracé aquel montículo
que me separaba de ella. No sé cuánto
tiempo pasó antes de tranquilizarme. El
silencio comenzó a tomar fuerza. Escuché
las hojas de los árboles chocar por el viento
y la ausencia del cantar de las aves. Las
hormigas subían sobre mis brazos cortando
camino. Entonces lo entendí. ―Ella sólo
estaba alzando la voz por todos los que no
podían hablar‖. Mientras yo había pensado
en la economía, Fabiola y el resto de mis
paisanos estaban actuando por los seres
vivos afectados por nosotros. Las plantas,
los niños, los animales…
Luego que me repuse, fui a buscar a
mis papás. Quizá el costo de la revolución
energética era demasiado. Hasta entonces vi

98
el pueblo con otros ojos. Todo se veía más
desértico. Muchos árboles que se
encontraban dentro de los terrenos de los
nuevos residentes habían sido talados. El río
estaba prácticamente seco. Y las abejas,
aquellas que nunca descansaban, ya no
estaban más. Un moño negro colgaba del
portón de mi casa. Mis padres se
encontraban en la cocina, cenando. Sus
rostros se veían agotados, como si hubieran
vivido más años de los que les contaba. Me
disculpé por lo egoísta que fui, por hacer
caso omiso a sus llamadas antes y por no
haber estado para mi hermana. Mi padre me
disculpó en el momento, mi madre tardó
más. A partir de aquel día comencé a
informarme de lo que habían hecho y
logrado los grupos de trabajo. Me uní a las
filas, que ya no sólo demandaban que se

99
detuviera la mina, también exigían justicia
por Fabiola.
El ruido de la camioneta me hizo
volver al presente. No tenía que
preguntarles a dónde iba o quién los había
mandado. Lo sabía. Era consciente de que
no volvería a casa, que mi madrecita iba a
encontrar mi cadáver en algún lugar del
pueblo con alguna manta de advertencia. Y
que en unas horas, yo estaría junto a mi
hermana, donde siempre debí estar.

100
Andrea Sandoval

Escritora chocholteca
nacida el 15 de
septiembre de 1996 en
el Distrito Federal.
Estudiante de física en
la UNAM, amante de
la danza y todo aquello
que pueda ser creado
con las manos. Actualmente es secretaria del
Comité de Cultura de su comunidad Kirju
Nonde Ngiguani y es participante activa del
Gran Colisionador de Textos
Eespeculativos. Participó en la antología
"Mis raíces" de la Editorial Alquimia y en el
primer número de ConCiencia de la
Universidad Simón Bolívar.

101
MANÁ DE LA VIDA

Las paredes y rutas están repletas de


propaganda estatal. Quien se atreva a
grafitearlas, si es atrapado se verá
sentenciado automáticamente a pena de tres
años de encarcelamiento en un campo de
reeducación y trabajos forzados. Nadie
recuerda desde cuándo esto ocurre. Todos
repetimos los viejos slogans como compact
disc rayado.
―Todo está bien‖ ―El agua natural es
dañina para la salud‖ ―El Caudillo fuma
cigarrillos Bebe‖ ―Tome agua envasada
Raulito‖ ―Caudillo Unión Argentina‖

--------------------------------------

102
Hace cinco años que no llueve en la
zona. Hace cinco años que la Agencia de
Agua Nacional no me acerca un bidón. Mi
rancho está muy lejos, me dijo el
funcionario la última vez que me acerqué a
Mar del Plata. Desde cuándo cuarenta
quilómetros son lejos, más cuando falta el
agua en toda la zona. Este año se
conmemoran doscientos años de la
Revolución Caudillista por la Liberación del
Pueblo, que mentira. Hace cien años que
casi todo el país está sin agua. Sólo los
amigues del régimen y sus súbditos reciben
agua últimamente.
Saqué la bicicleta que era de mi abuelo
del garaje y engrasé la cadena. Brújula, lápiz
y mapa. También lo último del agua que
conseguí en la proveeduría de Sierra de los
Padres. Carísima, pero no es culpa del
Simón. Tiene que vivir y la inflación no

103
ayuda. Si todo sale bien, no vuelvo más. No
necesito nada, salvo agua.
Pedaleé durante media hora,
adentrándome en el campo en busca de un
poco de esperanza.

--------------------------------------

Llegué hasta la orilla de la vieja laguna


La Brava. El pequeño pueblo montado allí
sobrevive todavía. La Brava debería ser
potable o tener una planta potabilizadora,
pero la vista del Caudillo no llega hasta aquí.
Sigo pedaleando, quiero ver la laguna
de aguas azuladas de las fotos e historias de
mi infancia o lo que queda de ella. Hace por
lo menos quince años que no vengo para
este lado. Al acercarme al boulevard de
maderas, la veo. Y la huelo. El camino a su
alrededor construido en tiempos en que mi

104
abuelo era un pequeño niño de ojos
marrones separa a los transeúntes por lo
menos cinco metros del agua. Abundan los
carteles.
―Prohibido bañarse‖ ―Agua
contaminada‖ ―Todo está bien‖ ―No
pescar‖ ―Severas multas‖ ―No realizar
deportes de agua‖ ―El Caudillo fuma
cigarrillos Bebe‖ ―Tome agua envasada
Raulito‖ ―Caudillo Unión Argentina‖

--------------------------------------

Mientras me alejo pedaleando rumbo


a la sierra en busca de una cueva que
explorar, pasa una calesa voladora
vociferando por un megáfono conectado
burdamente a su techo:
―Se vende agua envasada, calefones a
pila atómica, verduras hidropónicas

105
transgénicas anti-envejecimiento con omega
32 y vitamina P. Fumar es salud. Las colillas
no contaminan, se biodegradan. Reporte a
los ecoterroristas. Vote lista 946 para
delegados. Fumé cigarrillos Bebe, como el
Caudillo. Cigarrillos Bebe, desde 2065 el
cigarrillo de los Caudillos. Televisores,
celulares, libros electrónicos, baterías de
litiol compuesto, todo usado. Compramos y
vendemos al mejor precio. Protéjase de
Tessie Chambers, si escucha el llamado
avise a su psiquiatra. En Pueblo La Brava,
confíe en Vitorio Gamberro, calle 73
esquina 76. Se vende agua envasada,
calefones a pila atómica, verduras
hidropónicas transgénicas…‖
Hasta el cansancio. Mientras me alejo
veo a un pibe, no tendrá más de dieciséis
años, dar la última pitada y arrojar la colilla
al agua. No llega. Aunque eso no importa,

106
toda la orilla de La Brava está repleta de
colillas de cigarrillos. Una espesa manta de
estos. Las escuelas dicen que no
contaminan, que los ecologistas estamos
locos. Somos terroristas por diferir con la
versión oficial.

--------------------------------------

─ Mire, m´ hijo, usted no puede decir


nada, pero en la escuela le mienten. ─ Dijo
mi abuelo seriamente. Me miraba a los ojos,
mientras yo repetía como loro la lección que
había aprendido ese día. Mi abuelo era mi
faro, así que sus palabras resonaron como
un vendaval en mí. Abrí los ojos como la
lechuza y paré las orejas como el perro.
─ ¿Qué decís, abuelito? ─ No me
atreví a preguntar o decir más nada. Me
estaban por dar la lección de mi vida.

107
─ Sí, Ranquelito querido, cuando yo
era chico, más chico que vos. De eso hace
ciento veinticinco años, creo que tenía siete,
cuando mi padre, tu bisabuelo Jonás me
explicó que el agua natural es muy buena
para la salud, por eso el gobierno la quiere
controlar. Además, fumar es malo, por más
que en la escuela y los medios lo nieguen.
Ya lo sabían ellos cuando tu bisabuelo era
chico. Eso cambió después de la Revolución
Caudillista, que estuvo bancada por las
tabacaleras. De hecho, al principio hubo
científicos que desaparecieron porque
clamaban que los nuevos cigarrillos además
de ser muy nocivos para la salud, venían con
un compuesto llamado Bebedol X-259 que
hace que la gente sea más dócil y susceptible
al control mental. Esas personas fueron a
desacreditadas o muertas o encarceladas en
los nuevos campos de reeducación o se

108
exiliaron. ─ Mi abuelo sorbió un mate para
acentuar su punto, recuerdo que el ruido y
la cara que puso me hicieron sonreír. ─ En
que estaba… A sí, además, esa fue la época
en que se comenzó a desacreditar a los
ecologistas y científicos que pregonaban que
una colilla de cigarrillo contamina hasta
1000 litros de agua. Asimismo, pueden
ingresar al cuerpo de forma indirecta a
través de la cadena alimentaria y provocar
efectos adversos en la salud. Por eso no
fumamos en esta casa. Por eso no tenés que
fumar Ranquelito. Me tenés que prometer
que vas a cuidarte vos y vas a cuidar el agua.
Sin agua no hay vida, m´hijito. O por qué te
pensás que ocurrió la guerra con el sur y se
separaron las provincias patagónicas. Por el
agua. Fueron más vivos. Si pudiéramos
evadir las patrullas te llevaría hasta allá a
vivir en libertad. Pero estoy viejo y esa es

109
una historia para otro momento. ─ Una
briza movió gentilmente los frutales que
cercan el rancho. Mi abuelo se asustó. ─ Me
tenés que prometer que no vas a hablar con
nadie de esto, no quiero que te metas en
problemas. El Caudillo es un déspota y la
maestra un robot que escupe lo que el
Estado le indica, si pudiera estudiarías en
casa. No nos dejan. ─ Me clavó la mirada.
Ahí nomás crucé mis dedos sobre la boca y
se lo prometí. Cuando crecí un poco más y
pude comenzar a visitar algunas de las
últimas bibliotecas de los pueblos y parajes
cercanos encontré la bibliografía que
respaldaba sus palabras y sus miedos. Por
suerte a estos lugares, como el agua
envasada oficial, el Estado tampoco llega.

--------------------------------------

110
Tengo que haber pedaleado una hora
más antes de parar. Adentrándome en el
campo y las sierras. El camino era difícil,
pero no me importó. Tengo que poder
encontrar agua natural antes de que sea
demasiado tarde. Tomé un sorbo de mi
cantimplora. El sabor mentolado del agua
nunca me agradó. La propaganda oficial
decía que así no había que lavarse los
dientes.
La sierra comenzó a cambiar de
tonalidades. Los verdes eran más verdes.
Los ocres más oscuros. Se escuchan pájaros,
finalmente. La mano del hombre no ha
llegado hasta aquí. Tal vez, sólo tal vez, esté
cerca de mi objetivo. Agua. Hace rato que
no veo cercas o alambradas. Tierra de nadie.
Podría reclamarla y mudarme si hay agua
cerca.

111
Pedaleé un poco más hasta encontrar
una cueva. No parecía la gran cosa, pero
tenía que explorarla. Toda esta zona estaba
muy verde y viva para que no hubiera agua
en algún lado. Seguramente una napa
subterránea, un lago o un arroyo escondido.
Algo. Si hasta el aire huele más dulce acá.
Dejé la bicicleta adentro de la cueva,
para que nadie la viera. No fuera a ser que
una patrulla del ejército sobrevuele estos
lares y me encuentren por la bici.

--------------------------------------

Qué emoción. La caverna resultó más


grande de lo que imaginé. Las paredes son
de roca, por momentos pareciera que son
verdes o marrones. Afelpadas. El aire es
más dulzón acá adentro. Hay mucha
humedad, estoy todo transpirado a pesar de

112
haberme puesto Antitranspiralex 3000 esta
mañana. Por lo menos no hay moscas o
mosquitos. Aunque escucho por momentos
algunos ruidos, como chillidos y pequeñas
patitas tiqueando en la piedra.
Algo pasó sobre mis zapatillas. No
debiera sentirlo, sin embargo, era algo lo
suficientemente grande y pesado. Cuando
apunté con mi linterna una cola larga se
escabullía en una hendija de la pared. Apuré
el paso.
La cueva se estrecha y se bifurca. Dos
caminos a escoger.
De uno sale un infierno de chillidos.
Debe estar repleto de animales de algún
tipo. Murciélagos en el mejor de los casos.
Insectos desconocidos. Ratas en el peor.
Del otro se escucha algo como un
arrullo. El aire es más dulzón. Aunque la
cueva, en este caso, continúa estrechándose.

113
Dudo unos instantes, pero una brisa veloz
cerca de mi cabeza me hace elegir
rápidamente. Me adentro más y más en la
sierra. Hace más calor a medida que
desciendo. Siento que eso hago. No tengo
muchos puntos de referencia en la
semipenumbra.
El camino me obliga a gatear. Luego
de unos metros lo escucho. El ruido del
correr del agua. Suena como un arroyo o un
río. Me pongo la linterna en la boca y
continuo. De pronto, siento como si tocara
pequeñas gomitas acuosas, aterciopeladas.
El aire sabe a chocolate. Al bajar la cabeza
veo que son pequeñas flores rojas sobre una
cama de pastos gruesos verdes. Se extienden
hasta una abertura. Siento mis manos
mojadas. Es agua, estás florecillas crecen
dentro del agua. Me lamo los dedos. Saben a
agua dulce, no a ese mentol horrible al que

114
me tienen acostumbrado. Me apresuro. Hay
una fina capa de esporas o eso parece. A
medida que avanzo me siento más débil.
¿Hace cuánto tiempo que estoy aquí dentro?
El arrullo, ahora es más fuerte. La humedad
es palpable. Estoy por llegar. Ya no doy más
de cansancio. Pareciera haber luz. Con un
soplo de fuerzas atravieso la abertura.
Finalmente, ante mí. Un río o arroyo
subterráneo. Las paredes hasta donde se ve,
son luminiscentes. Algún tipo de planta o
hongo las cubren. Veo algunos insectos
volar y creo que en la bóveda hay
murciélagos. El piso rojo y verde con estas
florecillas redondas que no abandonan. No
doy más. Tomó un trago directamente del
caudal. Si hasta pareciera haber peces
dentro. No alcanzo a ver dónde termina o
comienza todo esto. El agua está fresca. No
sabe a lo que yo esperaba.

115
Estoy muy cansado. Tengo que llenar
la cantimplora y el bidón que traje en mi
mochila. Mejor me tiraré a descansar un
rato. Cerraré los ojos por unos instantes.

--------------------------------------

Colchones verde-rojizos,
colchones brillantes,
colchones de gotas de rocío,
colchones de gotas de ácido,
colchones creadores de Guasones,
colchones de una flor,
colchones de pegajosa muerte,
colchones de pétalos mágicos,
colchones ricamente pobres,
colchones de tentáculos,
sueño de pulpos japoneses lovecraftianos,
pesadilla de insectos argentinos.

116
Drosera uniflora
la florónica muerte fotogénica.

Glosario:
1. Tiquear: verbo, sonido que realizan
pequeñas patas o pies al golpear
contra una superficie dura y que suena
tic tic tic. También el sonido que
realizan los relojes, en cuyo caso se
puede decir tictoquear.
2. Drosera uniflora, 2019, Juan Miguel
Idiazabal.

117
Juan Miguel Idiazabal

Mar del Plata (Bs.


As.) 1984.
Traductor Público
y Profesor de
Inglés y Gestor
Cultural. Desde
2013, es miembro
de La Prosa
Mutante. Creó la
editorial independiente Herensuge en 2016.
Publicó 15 libros, los últimos son Carmela y
Toulouse sobre fondo verde (Ediciones
Arroyo, 2022); El milagro de la nieve
(Herensuge, 2021); Cuánto tiempo más
llevará (Niña Pez Ediciones, 2021); Lo que
perdimos (Herensuge, 2020); Esa partícula
que llamás Dios (Halley, 2020).

118
RECICLANDIA

Casi ninguno de los atareados


habitantes del mundo residual que legó el
siglo 30 sospechaba que podía haber otro,
su imagen especular más limpia.
Hasta ahora sólo se habían ocupado
en clasificar, separar, reciclar e inventarle
nuevos usos a cada partícula de desastre que
les vomitaba incesantemente la boca de la
Gruta Madre.
Sencillamente no tenían tiempo para
otra cosa. Y aunque lo tuvieran, no veían la
necesidad de cuestionar lo que era su única
fuente de sustento, ocupación, creatividad y
entretenimiento. Y no debían hacerlo;
estaba censurado y prohibido.
Los reciclandeses no podían menos
que sentir orgullo por su forma de ser, que
iba especializándose y perfeccionando a
medida que se sucedían las generaciones.

119
Tradiciones de recuperadores
conformaban verdaderos hilos históricos: el
barrio de Caceroville concentraba multitud
de aplastadores, desmenuzadores y
fundidores que entregaban lingotes de
aluminio para diversos usos.
La zona de Automotalia se había ido
distinguiendo por sus engendros
polimecánicos que lograban devolver a la
utilidad cacharros andantes de la más
diferente prosapia..
Xilandia constituía un vergel de
innovaciones que admiraba a entendidos y
legos, produciendo aglomerados, papeles y
hasta tejidos celulósicos multicolores que
abastecían las necesidades de vestimenta a
partir de madera desgarrada.
Un caso aparte era la comunidad
Gastrológica, que lograba milagros
alimentarios dejando atrás un espúreo
origen chatarrero. Si alguna partícula
nutricional restaba en la materia prima que
los inmensos calderos procesaban por

120
toneladas, seguramente estaría presente en
los productos finales. Todos confiaban en la
profesionalidad de los especialistas, que
habían logrado un paulatino descenso en el
índice de mortalidad por reciclalimentación.
Si de algo podía envanecerse Reciclandia era
de su limpieza. El menor signo de desorden
(un papelito suelto, por ejemplo) encendía
alarmas y convocaba cuadrillas que se
ocupaban inmediatamente de reparar la
excepción. Es que el país no aceptaba la
basura, salvo su transformación útil. No era
fácil de comprender, sin embargo.
Los recién venidos debían ser
educados para no constituírse en agentes de
un caos que los amenazó desde siempre.
Pero la aparición de muchos niños y
jóvenes trajo como consecuencia preguntas
que ningún adulto se atrevía a formular. Por
ejemplo, Vitra 87 no podía resistirse a la
curiosidad que la llevaba a deambular por
barrios ajenos a la especialidad de su ámbito
familiar (recuperar materiales vidriados). Lo

121
mismo sucedía con sus mejores amigos:
Cuer 143, Alu 232 y Fer 49, entre muchos
otros que sufrían idéntica picazón. Sin
proponérselo al principio, estos jóvenes
comenzaron a celebrar reuniones que se
hicieron cada vez más largas y frecuentes.
Se sentían a gusto compartiendo su
inocente rebeldía, sin sospechar que habían
despertado la atención del Concejo
Supremo, autoridad absoluta desde
incontables años atrás. La dedicación de los
Supremos estaba enfocada en reciclar a los
reciclandeses de modo de mantener el aceitado
mecanismo de interrelaciones que la
sociedad había ido perfeccionando con
mucho esfuerzo para garantizar una
armonía siempre al borde del caos.
Los principios básicos de esa armonía
habían ido quedando olvidados. El Concejo,
previsor, se propuso emitir un documento
refundante que renovara fundamentos a la
unión de tan diversos ciudadanos.

122
Distribuído mediante cientos de miles
de copias, decía:

COMUNICADO

Queridos compatriotas de Reciclandia,


Nosotros el Concejo Supremo dirigimos
nuestra paternal voz a Ustedes, en tiempos
en que nuestro país ha superado sus
primeros cien años de progreso y esfuerzo
constantes, en busca de la felicidad del
mundo y de cada uno de sus habitantes.
Sentimos que recordar los principios
pioneros que nos dieron origen se hace
necesario cuando nuevas generaciones
resultan ingenuo rebaño para pastores
disolventes que como malezas surgen al
menor descuido. Por eso les decimos:
A) Establecimos ésta, nuestra joven
Patria, como alternativa pacífica superadora
de una sociedad consumista que se
desentendía de las consecuencias de sus

123
excesos sobre los habitantes y el medio
ambiente;
B) Para lograrlo hemos contado con el
apoyo y hasta con la colaboración de los
más lúcidos gobernantes de la comunidad
opulenta, ya que somos tan necesarios a ella
como la recíproca, estableciendo una
división del trabajo de mutua conveniencia;
C) En esa asociación de mutuo beneficio,
sin duda somos los más prósperos ya que
nuestra actividad incesante no sólo es
benéfica para ellos puesto que los libra de
elementos a los que no pueden dar uso, sino
que los pone nuevamente en valor
aprovechando la ingente masa de materiales
y energía que contienen;
D) Eso significa ganancia neta para el
pueblo Reciclandés: emplea su creatividad,
se especializa, genera un generoso
abastecimiento gratuito de materias y
energía que se nos provee como justa
recompensa por nuestra incesante tarea
reconstructiva; en fin podemos perfilar esta

124
asociación de comunidades como verdadero
ejemplo de convivencia pacífica entre
sociedades distintas que se proyecta con
seguridad hacia un venturoso porvenir;
E) Los diferentes agrupamientos o
gremios que componen Reciclandia como
un todo orgánico deben tener presentes en
todo momento estos principios liminares y
transmitirlos a las nuevas generaciones,
siempre propensas a dejarse tentar por
perspectivas que aparentan ser más justas,
pero en realidad sólo son menos exigentes
en esfuerzo para cada miembro del pueblo y
horadan la solidaridad popular que es la
argamasa vinculante sustentadora de este
histórico emprendimiento social.-
El Concejo Supremo de
Reciclandia

125
Demás está decir que esta inesperada
y severa acción ideológica del C.S. produjo
más agitación que calma en la sociedad
reciclandesa, en particular entre los pocos
jóvenes que tímidamente y en privado
habían comenzado a preguntarse sobre su
manera de vivir. Contra lo supuesto por los
dirigentes, la marea de divergencias
comenzó a crecer.
- ¡Cómo dan vuelta todo! ¡Ahora resulta
que somos privilegiados ocupándonos de
la basura ajena!
- ¿Por qué no rotamos y que se vengan los
ricachones a limpiar la mierda de su
derroche?
- ¡Eso! ¡Así nos dejan tiempo para
divertirnos a nosotros también!
- Acá hay gato encerrado… ¿No tendrán
su ―premio‖ los Supremos por
mantenernos así?
- No sé, pero el premio que le tocó a mi
padre después de cuarenta años

126
disecando cuero fue ¡morirse en zapatillas
y sin cinturón!
- ¿Y el aire? ¿Ustedes pueden respirar o
andan medio asfixiados como mi familia?
- Algo muy sucio debe haber, porque en
vez de preocuparse por el descontento
podrían hacer algo para mejorar las
cosas…
- Pero ¿quiénes son los Supremos; alguno
los vió recorriendo?
El acaloramiento en las discusiones
aumentaba. Más y más chicos participaban
de las reuniones que al parecer estaban mal
vistas pero poco escuchadas. Algunos
adultos se acercaron para ver qué decían sus
hijos; en el fondo hacía mucho que querían
hacer oír también su voz.
Era domingo; el feriado semanal había
sobrevivido a las mutaciones de la sociedad.
Si bien no guardaba la placidez de otras
épocas, hubiera sido impracticable la
reunión familiar o vecinal sin su
persistencia. Ese domingo, la ya numerosa

127
banda de amigos decidió inspeccionar un
lugar altamente reservado: la boca de la
Gruta Madre.
En realidad, nunca la comunidad la
había entendido como boca sino como el
orificio opuesto de una monstruosa
digestión; en fin… Por allí llegaban
embutidos a presión los elementos de
descarte que ocupaban las jornadas de
Reciclandia. La abertura era semicircular y
su perímetro estaba rodeado de
interruptores, tomacorrientes y llaves de
todo tipo que marcaban la llegada de
diferentes formas de energía. Si había un
sitio sensible era ése; por eso una guardia
permanente de vigiladores se apostaba en la
zona para asegurar cierta normalidad. En
qué consistía, era lo que los chicos se
proponían investigar este domingo.
De hecho, la Gruta era una parte
importante –pero no la única- de una gran
construcción que incluía las instalaciones del
gobierno, la gran sala de clasificación con

128
más de una centena de pupitres y pañoles de
depósito, la sede y alojamiento del Cuerpo
de Vigiladores, etc. En días habiles era
imposible inmiscuírse por allí sin portar la
cédula electrónica de identificación y el
adecuado permiso de visita. Pero los
domingos, todo se relajaba.
En esta ocasión, además, los que
estaban de guardia eran los hermanos Lati
276 y 281, ex recicladores y amigos de la
bandita exploradora. Pretextando pura
curiosidad y ganas de divertirse, los chicos
se dividieron: unos quedaron bromeando
con los guardias mientras que el resto se
dispersó por el edificio.
Algunos de ellos se habían convertido
en expertos en cerraduras, candados y
combinaciones. Por supuesto, expertos en
abrirlos. El desafío mayor era ingresar a la
casamata blindada que guardaba las oficinas
del Concejo. Estaba construída en
hormigón armado de triple espesor, puertas

129
de acero y su exterior cubierto de carteles
amenazantes. Nada de esto los amedrentó.
La sorpresa fue desembocar en una sala
estrecha sin ninguna mesa o silla. La planta
estaba ocupada en su totalidad por una
máquina compleja, oscura y bufante;
aparentemente una computadora de
ultimísima generación, que emitía
misteriosas señales por todos sus costados.
El monstruo cibernético debía consumir
mucha energía, ya que varios
acondicionadores de aire trabajaban a
capacidad máxima para mantener los
circuitos a temperatura adecuada.
Después de la intriga inicial, Cyber 24
fue convocado para desentrañar el
funcionamiento del raro aparato. Tuvo que
pedir más ayuda, desencriptar claves y usar
ganzúas, pero finalmente pudo quitar las
puertas que protegían un conjunto de
monitores secretos. Lo que comprobaron
los sorprendió todavía más: ¡los habían
estado espiando!

130
Allí estaba registrado e identificado lo
que cada cual había dicho ante el respectivo
párrafo del mensaje oficial. Torrentes de
sudor frío corrieron por las espaldas. Era
evidente que el supuesto comunicado
constituía un globo de ensayo para detectar
la ingenua oposición de los chicos. ¡Y ellos
mismos se habían metido en la boca del
lobo!
Más que rápido, muy asustados,
cerraron y limpiaron rastros en la medida
que iban siendo conscientes que ESO que
habían encontrado era todo lo que había del
supuesto Concejo Supremo. Pero a pese a la
apresurada borratina de huellas, alguna pista
pudieron haber dejado al alcance del
monstruo; de todos modos, ya no había
remedio.
La preocupación que agobiaba a
Cyber 24 mientras escapaba a toda
velocidad resultaba plenamente justificada.
Él no entendía del todo, pero su capacidad
técnica e intuición le hacían temer algo

131
mucho peor de lo que acababa de descubrir
junto a sus amigos. Él y todos habían
crecido engañados por una ilusión diseñada
con un propósito oscuro. Pero se quedaba
corto. Cada instante de su presencia había
sido registrado en detalle, comenzando con
el momento del alegre encuentro con sus
amigos guardias. Apenas la banda se retiró,
fueron los primeros apresados. No sería
gratuita la excursión…

Muchos barrios de Reciclandia se


conmocionaron. En cada sitio donde vivía
alguno de los que esa tarde exploraron las
instalaciones centrales había un contingente
armado esperando para detenerlos. Ni los
más ancianos recordaban un despliegue
semejante sin tener en cuenta la “RCP”,
como quedó folclorizada la ―rebelión de la
comida podrida‖ ocurrida unos 85 años
atrás.
No pudieron atraparlos a todos, pero
estaban identificados. El grupo no había

132
llegado a separarse cuando advirtió el
despliegue represivo y sin pensarlo
demasiado, corrieron a esconderse como
niños a los antiguos depósitos. Agitados,
deliberaron sobre qué hacer.
Vitra 87, que se había salvado por un
pelo de caer en la redada, estaba indignada:
- ¡¡Nos estuvieron mintiendo todo el
tiempo, a nosotros y antes a nuestros
padres!!
- ¡Además, lo que usan en contra nuestro
es moderno; la chatarra es para
mantenernos entretenidos!
- ¡Sí, la picana que le van a aplicar a los Lati
seguro es de última generación!
- ¡Pero no podemos pedirles a los viejos
que hagan huelga! Por un lado, no se van
a animar; y por otro, si el reciclaje es
mentira ¿de qué serviría?
- ¡Encima, los van a rendir por hambre! ¡A
ellos y a nosotros!

133
Se callaron y quedaron pensando. No
le encontraban la vuelta a la situación.
Entonces Alu 232 saltó, iluminado:
- ¡Ya sé; tenemos que dársela por el
culo!
Casi todos se aflojaron por lo absurdo
del chiste. Pero Fer 49 alzó la voz, muy
serio:
- ¡¡Alu, tenés toda la razón; sos un
genio!!

Pasaron horas discutiendo un plan


ambicioso y secreto. Las pupilas ardían de
entusiasmo, cuando se dieron cuenta que
estaban rodeados por un inmenso operativo
policial. Decidieron entregarse para ganar
tiempo y poder reconectarse con su familia
y conocidos. Los chicos eran demasiados
para hacerles daño impunemente; además,
eran vitales al sistema por sus habilidades.
Una batalla se perdería, pero la guerra tenía
que ser larga.

134
En efecto, estuvieron sometidos a
interrogatorio por dos días; los soltaron
después. Se mantuvieron firmes en la excusa
de la curiosidad juvenil. Sabían que costaba
probar que había más. Pero sin darse
cuenta, estaban siendo parte de una rebelión
que iría más allá de un reclamo cosmético.
Antes de ser detenidos habían podido
inventariar la gigantesca montaña de
chatarra que los cobijaba en los depósitos
abandonados. Recicladores al fin, los
jóvenes veían al montón de fierros oxidados
como arma, y a los modernos móviles
policiales como futuro chaperío inútil.
Poco tiempo después, todo
Reciclandia estaba enterado de los
inquietantes descubrimientos en el edificio
de la Gruta Madre. El consenso se había
evaporado y medio mundo conspiraba, se
quejaba abiertamente o imaginaba
desenlaces apocalípticos. Pero se quedaban
cortos…

135
Muy lejos, entre tanto, los verdaderos
poderosos también tramaban calamidades
contra los trabajadores. La temeraria acción
de los temerarios había destapado una
caldera de injusticias, lo que anticipaba una
rebelión popular a corto plazo.
¿Cómo detenerla? Si reducían o
suspendían el envío de reciclables para
amenazar con falta de trabajo, la metrópoli
se ahogaría en su propia basura. Así fue que
los poderosos prefirieron simular una tregua
mientras enlistaban a los cabecillas
preparando un golpe demoledor.
Del otro lado, este impasse fue tomado
como regalo providencial, ya que fue
aprovechado para los preparativos del
complot que preparaban en silencio. Los
rebeldes (ya no eran sólo jóvenes) se
reunían poco, en sitios cambiantes y poco
vigilados. De todos modos, no podían
librarse de una sensación de siniestra
incertidumbre. Los comentarios en familia

136
fueron reemplazados por pequeñas
reuniones secretas con vecinos afines.
Cada tanto, una reunión mayor
sucedía o se convertía en asamblea debido a
la creciente tensión que cualquiera podía
advertir. Así fue el caso de Villa Cuero,
donde una mateada sabatina juntó a más de
treinta. La actividad de Cuer 143 era allí un
secreto a voces, sobre todo al conocerse su
detención.
-¿Qué pasó, pibe, que te llevaron?
¿Qué querían?
-Nada, sólo que se enteraron que no
nos gusta cómo nos tratan…
-¿A quién le puede gustar? ¡Todos los
de por acá se la pasan enfermos o
enbroncados!
-¿Te pegaron?
-Apenas, madre, no se preocupe ¡y no
vaya a contarle a la abuela!
-¿Qué se creen, que somos cerdos que
nos bancamos la porquería?

137
-¿Y hasta cuándo? ¡Al final nos
ocupamos de la suciedad de los finoli!
-Tranquilos; ya van a tener que
escucharnos!
-¡Es que si no revientan de basura no
nos van a respetar!
-¡Falta poco para que revienten..!
-¡Vos cuidate, que el hilo se corta por
lo más delgado!

No llamó la atención ver a los


chatarreros moverse por entre las montañas
de fierros oxidados de los viejos depósitos.
Fer 49 y sus compañeros 52 y 55
manipularon ese día vigas pesadas de
construcción, perfiles IPN y UPN del 14 ó
más, rodillos macizos de laminadora, trozos
de puentes y grúas. Todo se había
convertido en material obsoleto al ser
reemplazado por aleaciones de aluminio y
titanio; o más recientes moldeados de
grafito y silicio.

138
Un camión sobre orugas desplazaba
lento 100 toneladas de fierros viejos
destinados a rellenar suelos anegadizos
donde crecerían nuevos barrios para
laburantes. Se descompuso bien antes de
llegar, quedándose varado cerca de la Gruta
Madre. Como impedía el tránsito, hubo que
rodearlo de señales de advertencia y ocupar
más de veinte policías en el desvío de
personas y carromatos. Mientras, un Clark
pequeño reparado en Automotalia iba y
venía para alivianar de a poco al mamotreto
encajado. Para aliviar el nudo infernal, se
permitió que el lugar de depósito provisorio
de la carga fuera ni más ni menos que el
playón de clasificación al que desembocaba
la Gruta.
Contrariada por tantas anormalidades,
la Suprema compu bufaba impotente
órdenes contradictorias.
Lo que el ingenio cibernético no
llegaba a comprender es que la gran rebelión
estaba en plena marcha, y que el plan “XC”

139
había comenzado a implementarse. Cientos
de vecinos llegaban de todos los puntos de
Reciclandia. Se acercaban a ayudar, aunque
recién en medio del lío se daban cuenta que
estaban colaborando en el desguace de una
organización injusta. Uno a uno, los
acondicionadores de aire de la casamata
dejaron de funcionar. El monstruo
enloquecido se recalentaba, pero sus alarmas
ya no eran escuchadas por nadie.
Mezclados en la multitud, los chicos
de la banda de Vitra aumentada por
muchísimos nuevos adherentes, se movían
en forma organizada. Las enormes piezas de
hierro iban siendo trasladadas a la misma
boca de la Gruta, donde previamente se
había despejado de basura un espacio de
unos 50 metros de profundidad. Una gruesa
zaranda de fierros redondos trenzados hacía
de reja para contener el empuje de los
desperdicios compactados a alta presión.
Cuando algunos jefes de vigiladores se
dieron cuenta que lo que sucedía era más

140
que una calamitosa conjunción de
accidentes, intentaron intervenir. Pero un
grupo especial de recicladores fornidos se
encargó de convencerlos de que deberían
optar por ocupar uno de los dos lados de la
zaranda. Remisos a convertirse en carne
picada, la decisión de los funcionarios fue
relativamente sencilla.
Mientras la ola de basura compactada
reptaba de a milímetros hacia la reja, varios
muchachones acumulaba un respaldo
inextricable de fierros convertidos en
montaña, destinada a resistir el empuje que
avanzaba imparable. ¿Quién vencería esta
vez?
La barricada de acero ocupó el espacio
que separaba el frente de la basura y la
zaranda: eran 40 metros de hierros
entremezclados. En pocos minutos se
desencadenaría la cinchada histórica cuyo
resultado determinaría vida o muerte para el
movimiento de los rebeldes, pero

141
posiblemente para ellos mismos y quién
sabe para cuántos trabajadores del reciclaje.
De pronto, desgarradores aullidos
paralizaron a los desesperados que
amontonaban chatarra ante la mole
deslizante de basura. Dos perros habían
quedado atrapados mientras husmeaban
distraídos en procura de alimento. Era tarde
para salvarlos de una muerte horrible, pero
su sacrificio simbolizaba el fatal
enfrentamiento de la opulencia generadora
de basura con los obreros del reciclaje. Los
involuntarios testigos debieron apartar la
vista ante el fin de los inocentes animales.
El frente de la ola de basura
compactada finalmente llegó a la zaranda de
acero, reventando todo a su paso. Los
metales más débiles comenzaron a
aplastarse, mientras los perfiles más
robustos que los soportaban se iban
compactando en un amontonamiento
amorfo. Un minuto después, el avance se

142
frenó, enfrentado por decenas de toneladas
resistentes.
Entonces se sintió el temblor. Primero
un hondo latido, que se fue acentuando
hasta llegar al terremoto más intenso.
Las casas comenzaban a derrumbar su
precariedad, mientras las casamatas de
hormigón armado mostraban fisuras. La
monstruosa vibración siguió aumentando,
derribando todo lo que intentaba sostenerse
erguido. Sin embargo, el tapón resistía. De
repente una fisura irregular quebró la
desembocadura de la Gruta con estrépito
explosivo y de inmediato retrocedió hacia el
norte. Los primeros tramos y uniones se
marcaban como sendas erupciones más o
menos intensas que jalonaban un horrendo
avance de destrucción que se perdía tras el
horizonte.
Pese a que esta secuencia podía
suponerse aliviando la tremenda presión
contenida en el túnel de envío de
desperdicios, nuevas explosiones lejanas

143
provocaron tsunamis que asolaron las costas
más bajas.
De pronto, un cerco de grandes
humaredas se elevó detrás del horizonte
visible, acompañado de remotas explosiones
de tipo nuclear. Era un cerco infernal, sólo
percibido por destellos de diferentes matices
incendiados.
Varios días de incertidumbre
transcurrieron hasta que el desastre
comenzó a amainar. Los vecinos de
Reciclandia celebraban con bailes y peñas
improvisadas el fin de más de un siglo de
contaminación y desigualdad. El plan ―XC‖
había tenido éxito, al fin. Pero ahora la
rebeldía no alcanzaba; había que elaborar y
construir una nueva normalidad, para lo
cual había que aprovechar las lecciones de la
triunfal rebelión no sólo en Reciclandia sino
en todo el mundo.
Así fue que lentamente se armó una
expedición normalizadora cuya difícil
misión era el intento de reconvertir toda la

144
sociedad a una forma de desarrollo
colaborativa con la naturaleza.
Allá van; viejos y jóvenes; desprolijos
y bullangueros, en vehículos que ninguna
imaginación enloquecida hubiera podido
concebir y menos para una marcha triunfal.
La novedad es que ahora existía para
conquistar un horizonte prometedor gracias
al costoso proceso histórico que habían
protagonizado.
Cómo les iría era un misterio, para
ellos y nosotros.

Pero eso tendría que ser materia de


otro relato…

145
Berni Rosenfeld (Bernardo Raúl Rosenfeld)

Este autor es ingeniero


electrónico, inventor
profesional y agente de
patentes. Aparte de
escribir poesía, cuento,
novela, guión y ensayo;
practica música, luthiería
y aeromodelismo.
Nació en C.A.B.A. y actualmente está
radicado en Los Molles, Junín, San Luis,
Argentina.
Forma parte de la SADE San Luis, la
asociación La Ventana y grupos literarios
como Palabras al pie de la Sierra, entre
otros.
Recibió tres premios INNOVAR y el
primer premio de cuento en el concurso

146
Piedra Blanca catedral de la Poesía de la
Municipalidad de la Villa de Merlo.

147
EL SUPLENTE

En aquella época tenía la arrogancia de pensar, y


muchas veces hasta decirlo, que yo no era un
profesor sino un escritor que daba clases de
Literatura.

Sergio Gaiteri

Las casas están rodeadas de


campos, los barrios están
rodeados de campos, el
pueblo está rodeado de
campos.

Dos años atrás me recibí de


comunicador social y todavía no conseguía
un trabajo que tuviera que ver con lo que
había estudiado. Me pasaba la mañana en
una fundación que se encargaba de niños y
jóvenes con problemas mentales. Era
148
secretario, cadete, pagaba facturas, llevaba
carpetas, abría la puerta y atendía el
teléfono. Cosas simples que cualquiera
podría hacer. Ayudaba a una secretaria flaca
con pinta de hippie, que siempre corría de
un lado a otro y nunca estaba tranquila.
Fumaba a cada rato y se tomaba muy a
pecho su trabajo. Sonaba el teléfono y antes
del segundo timbre ella atendía, lo mismo
con la puerta. Iba y venía a la fundación en
una bici mientras escuchaba músicos
brasileños. También cantaba, aunque nunca
la escuché. Ella me enseñaba qué tenía que
hacer y qué no. La fundación la dirigía una
vieja que se vestía como una pendeja y la
verdad que, a pesar de la edad, se mantenía.
Era hija de un economista reconocido y
parecía cansada, como si todas sus fuerzas
se hubieran acabado en organizar la
fundación y ahora sólo quisiera disfrutar de
la vida, lejos de ese lugar.

149
El resto de mis compañeros eran
psicólogos y psicólogas o pasantes que
estaban la mañana entera con los chicos
realizando distintos talleres cómo de
expresión corporal o música. De vez en
cuando se acercaban a la oficina a tomar
mate, fumar y descansar.
Por la tarde trabajaba en un call center
precario, por horas, en máquinas viejas y con
vinchas que tenían los auriculares rotos o el
micrófono dañado. Cuando entraba una
llamada tenías que gritar para que te
escucharan. Mis compañeros eran en su
mayoría estudiantes o jóvenes de barrio. En
los breaks charlábamos de fútbol, música,
criticábamos la empresa y organizábamos
fiestas. Mientras atendíamos las consultas
escribíamos mensajes sobre pedazos de
papeles y se lo dábamos a las chicas para
arreglar citas o salidas para tomar cerveza y
comer pizza. Me gustaba el ambiente pero
odiaba el trabajo, era secante y la gente
hablaba a cada rato para preguntarte si su
tarjeta tenía saldo o cuánto debían pagar a fin
de mes. A veces se enojaban y te insultaban
150
como si uno fuera el culpable de que hayan
comprado tanto y se encontraran sin un peso
más para seguir gastando. En ciertas
ocasiones, algunas de mis compañeras
lloraban cuando las trataban mal; yo, en
cambio, me paraba, miraba dónde estaba el
supervisor y cortaba sin dudar.
A fin de mes escuchaban mis llamadas
y marcaban mis errores. Creo que nunca
logré los objetivos, pero no me importaba:
sentía, como la mayoría de mis compañeros,
que estaba de paso en ese lugar.
Trabajaba cerca de doce o trece horas
por día entre los dos laburos y cobraba muy
poco, pero no me sentía mal, me tomaba con
dignidad lo que hacía. Los martes y viernes,
cuando me mandaban desde la fundación a
hacer algunos trámites al centro, siempre
aprovechaba y me iba a la Junta de
Educación, entraba y en el pizarrón me fijaba
si alguna escuela necesitaba profesor. Sacaba
una hoja y tomaba nota de la institución, la
carga horaria, los teléfonos y apenas
regresaba a casa hablaba para inscribirme. Al
principio me registraba con esperanzas, pero
151
mientras transcurría el tiempo y los rechazos
se repetían por el poco puntaje que daba mi
título me hacía la idea de que nunca iba a salir
de esos lugares.

Un mediodía, mientras almorzaba, el


teléfono sonó; atendí y una mujer, que
parecía disponer de poco tiempo, dijo que me
hablaba de una escuela para ofrecerme unas
horas. Mencionó el nombre y el número del
secundario, pero la verdad que ni me
acordaba cuántas horas eran y menos de qué.
—Son veinte horas de lengua —dijo.
—¿Por cuánto tiempo?
—Indefinido, no sabemos hasta
cuándo tiene carpeta médica la titular.
Hablamos un par de cosas más, pero
al rato ya me estaba apurando para que
tomara una decisión. Era jueves y el lunes
debía empezar a dictar clases. Ella necesitaba
una respuesta, no había tiempo. En ese
momento se me vinieron un montón de
cosas a la cabeza: enfrentarme a un grupo de
adolescentes, ponerme frente a un curso,
enseñar algo que no sabía y dejar todo lo que
152
había hecho hasta el momento.

Cuando la luna desaparece y la


noche se vuelve inmensamente oscura,
los motores se encienden y las avionetas
vuelan sobre los campos y las casas,
rociando agroquímicos que se mezclan
en la tierra y en la sangre.

La escuela queda a unos cuarenta


kilómetros de Córdoba. En auto llegaba en
unos treinta o cuarenta minutos, en cambio
en colectivo tardaba casi una hora. Había días
en que la ruta se llenaba de camiones con
acoplados repletos de soja, maíz y papa.
Camionetas cuatro por cuatro que iban y
venían y peones en bici que se tiraban a la
banquina cuando escuchaban los motores.
El pueblo era de características típicas:
en el centro, una plaza con banderas rotas, la
municipalidad, el banco, un bar y un pub.
Dos o tres cuadras de casas y se acababa esa
parte. El resto se extendía al costado de la
ruta entre campos llenos de legumbres, casas
153
lujosas y edificaciones precarias.
La secretaria, la misma que me había
hablado ese medio- día, me hizo firmar los
papeles.
—Acá, ¿qué pongo? —pregunté.
—Su legajo. Abajo su documento.
—¿Y dónde dice… ―condición‖?
—Suplente.

La directora me dio el discurso de


bienvenida, un discurso más bien escueto. Su
voz daba miedo, era una voz como
impostada y parecía gritar y no hablar. Con
su boca formaba de manera perfecta cada
letra. Usaba un perfume raro, fuerte. Esa
mañana, recuerdo, sonaba un cd de música
clásica en la computadora.
Mi primer día fue tranquilo. Hasta
tuve tiempo de sacar mi cuaderno rojo y
hacer un par de anotaciones, al estilo de un
diario personal.

Día uno, la bienvenida: me costó


levantarme. Di vueltas en la cama, cerré los ojos.
Estaba muy ansioso. Tenía miedo de dormirme. No
154
pude descansar, sólo dormité.
La secretaria usa el pelo recogido. Parece
linda pero demasiado seria. Me hizo firmar los
papeles. Su trato fue correcto, frío, miraba los
documentos, yo la miraba a ella. Al final, cuando se
dio cuenta que no entendía nada, me ayudó.
No tuve clases. Los chicos tenían retiro
anticipado o algo así. Me volví en colectivo leyendo
“Los Suicidas” de Di Benedetto, robado de la
biblioteca de la escuela.

Día dos: los profesores no tienen sala. Se juntan en


una cocina chiquita. Ahí toman mate y conversan.
Apenas llegué se presentaron y me dijeron sus
nombres y la materia que daban. Tomé mate con
ellos, mates ricos y dulces. Escuché chistes y sus
historias. La directora me acompañó al aula, me
presentó y los chicos me miraron con cara rara pero se
quedaron en silencio. Ella se fue y los chicos siguieron
en silencio. Me presenté. Prometí ayudarlos.

Día tres: hoy tuve demasiadas horas seguidas.


Antes de entrar a cada curso tengo que preparar la
clase, estudiar de nuevo, porque no me acuerdo nada.
Me enteré que la directora era antes profesora de
155
música. Me parece que mucho no la quieren.

Día cuatro: me llamaron la atención. Me sentí


mal. Los chicos me pidieron que organizara un sorteo
y todo se convulsionó. Gritaban y yo no podía
hacerlos callar. Levanté la voz, hice sonar el borrador
en el pizarrón pero nadie me escuchó. La chica que
sacó el número ganador (que en realidad no ganaba
nada, sólo entregar una semana más tarde el trabajo
que había quedado pendiente de la otra profesora) se
abrazaba con su amiga y daban vueltas alrededor del
curso como si acabaran de ganar un Mundial. Me
agarré la cabeza hasta que la situación se calmó de
golpe. Pensé que mis gritos habían funcionado, pero
cuando levanté la cabeza me di cuenta que la
directora estaba en la puerta, con cara de asco,
observando a los chicos de una manera que daba
miedo y sin decir nada, sólo con la mirada que iba de
arriba hacia abajo como menospreciando a la
ganadora. Los chicos se callaron y recién ahí habló,
con esa voz impostada, sin dejar de rebajar con la
mirada: “¿por qué tanto alboroto?” Intenté explicarle
pero no me escuchó, siguió con la mirada clavada en
la ganadora y se fue.
El curso quedó en orden. Al rato tocó el
156
timbre y respiré aliviado. Antes de irme, la directora
me habló. Dijo que los chicos no pueden gritar, no
pueden cantar, no pueden saltar, no pueden correr y
menos festejar de esa manera. Tenía ganas de
preguntarle qué pueden hacer los chicos entonces, pero
me quedé callado.
Día cinco: Hablé con otros profesores y les
pregunté cómo manejaban el curso. Me dieron
consejos, uno de ellos me dijo que no me preocupara.
Es cuestión de tiempo.

Día seis: En el recreo de las dos me crucé con la


chica del sorteo. Me habló en voz baja y me mostró su
mochila. Aden- tro estaba el libro de Roald Dahl
“Historias extraordinarias”. También lo había
robado.

Dejé el cuaderno rojo, me dediqué a


preparar clases y charlar con la profe de
Ética. Sentados en el sillón de cuerina,
gastado y roto, hablábamos de política,
educación, su hijo, su ex marido y sus ganas
de salir.

El piloto no tuvo en cuenta el


157
viento. Despegó y roció los campos, pero
el veneno se fue para las casas y se metió
en los tanques de agua. Los chicos
vomitaron sangre.

Al mes y medio sufría bastante con un


curso en especial: PRIMERO ―A‖, el mismo
donde estaba la alumna ganadora del sorteo.
No sabía cómo manejarlo y un jueves todo se
volvió incontrolable. Estaba en la sala de
profesores y el timbre sonó una vez, pero no
me levanté de la silla porque ese timbre es
para los alumnos, reglas de la escuela. Al
minuto se escuchó el segundo timbre, salí
rumbo al PRIMERO ―A‖ rogando que fuera
un día tranquilo, pero apenas crucé la oficina
de las celadoras me di cuenta que medio
curso estaba afuera. Algunos se escondían
detrás de los canteros y de a uno los tenía que
ir llamando para que ingresaran. Para colmo,
SEGUNDO ―A‖ estaba en hora libre, así que
miraban el alboroto y querían ser parte de él.
Levantaba la voz y pedía que entraran pero
ellos preferían estar afuera. Los chicos de
SEGUNDO se metieron con los de
158
PRIMERO y en un momento llegué a tener
más de sesenta alumnos gritando, saltando,
golpeándose, y uno que le pagaba patadas a la
puerta hundiendo la chapa porque se quería ir
y yo no lo dejaba. Otros se insultaban y se
paraban arriba de los bancos, saltaban y caían
sobre los hombros de los compañeros. Una
nena lloraba porque un gordo grandote le
tiraba de los pelos y le decía que su padre era
un policía botón. De los cursos del frente se
cruzaban los alumnos, mandados por otros
profesores para ver qué pasaba, y se
quedaban con la boca abierta al ver ese
manojo de chicos que parecían querer
romper el aula, los pasillos, el patio, la
escuela, pisarla, patearla, prenderla fuego y
convertirla en cenizas. La celadora llegó a los
pocos minutos y la chica del concurso corrió
a buscar a la directora mientras yo seguía con
los intentos de controlar algo que era
imposible. Se cruzaron alumnos de otros
cursos y hasta profesores que querían ayudar
pero en realidad complicaban aún más la
situación: detrás de ellos venían más chicos y
entraban al aula del desmadre, que en un día
159
normal, y con todos sentados, apenas cabían
treinta, pero que en ese momento llegó a
tener más de cien personas en una completa
anarquía, conmigo en el medio, gritando
como loco, agarrando a chicos de los
hombros y empujándolos para que se
sentaran.

Pedí licencia por una semana. Los


primeros días los pasé en cama reflexionando
sobre la docencia y preguntándome si
realmente estaba preparado, o si sólo era un
pendejo perdido que no podía con esa
responsabilidad. Luego intenté hacer una vida
normal: leer, escribir, olvidarme de la escuela
y salir, como solía hacerlo.

La profesora de Ética me llamó por


teléfono un domingo. Me preguntó cómo
estaba, me pidió que le contara lo que había
pasa- do y se cagó de risa. Me dio consejos
para dominar el curso, cómo poner cara de
malo, borrar mi sonrisa estúpida y manejarme
con mucha autoridad. Además, me contó que
en la escuela pasaban cosas peores como para
160
acordarse de un docente que recién
empezaba y perdía el control de los alumnos
constantemente.
Regresé y nadie mencionó ese jueves
de locura, en cambio, en la sala de profesores
sólo se hablaba de la avioneta, que no había
tenido en cuenta el viento y que había
rociado un barrio entero con agroquímicos,
cerca de la escuela. Muchos alumnos eran de
ese lugar y vomitaban sangre.
Hicimos una nota, el profesor de
Música la redactó y yo fui uno de los
primeros en firmarla. El profe de Física me
contó los casos de cáncer que había en el
pueblo y la profe de Biología me dijo que su
hija se enfermaba a cada rato y que los
doctores le habían dicho que tal vez la causa
de los males eran esas fumigaciones. En mi
caso, cada vez que llegaba a la escuela me
picaban las piernas.
Ese día no dictamos clases, pasamos la
mitad de la tarde hablando. La inspectora y la
directora querían que volviéramos al aula
pero nuestra postura fue firme. A las dos
horas, el profe de Plástica habló con el
161
gremio, y estos con el ministerio, y así hasta
llegar al teléfono de la inspectora, que le
importaba más no perder un día de clases que
los chicos contaminados, y recién en ese
momento pudimos suspender las actividades.
En el lapso que duró la presión del gremio y
la decisión de mandar los chicos a la casa, salí
un rato a caminar. Observé a los alumnos de
los cursos bajos, el modo en que andaban de
un lado a otro, sin necesidad de un timbre o
una celadora o un profesor que los mandara
al curso, y caminaban, corrían y jugaban con
libertad. Los más grandes tomaban gaseosas y
mandaban mensajes, tirados en la cantina o
en los pasillos, o se acercaban y simplemente
estrechaban mi mano y me preguntaban si los
iban a mandar a casa. Otros me relataban de-
talles escalofriantes, como la descripción de
los vómitos y las caras de los infectados.
La chica del sorteo se deslizaba en una
silla empujada por una amiga; se la veía feliz.

En el pueblo, los hombres y las


mujeres, los niños y las niñas se enferman
más de lo habitual y sus narices se llenan
162
de mucosidades y sus gargantas
carraspean. A algunos les lagrimean los
ojos. Todos saben por qué, pero nadie
hace nada.

Las clases se suspendieron apenas por


dos días y pronto la escuela volvió a la
normalidad. Pensaba que se iban a hacer
marchas para pedir que los productores
respetaran las leyes de fumigación. Pero todo
quedó en la nada. Mucha gente vivía del
campo y muchos chicos trabajaban en
tiempos de cosecha. En la sala de profesores
el tema pronto se dejó de hablar, también
había bastantes docentes casadas con
agropecuarios.
Esa tarde me fui de la escuela
pensando en la titular y sus ganas de volver
antes de tiempo. Mientras me alejaba del
pueblo y me rascaba la pantorrilla me di
cuenta que la escuela también estaba rodeada
de campos.

Día cuarenta y uno: la profesora de Ética dejó


las horas. No me animé a invitarla a salir. A mí
163
también me queda poco tiempo. A veces siento esa
sensación de lo que puede dejar de ser.

164
165
Fabio Gabriel Martínez

(1981) Campamento
Vespucio, provincia de
Salta. Participó en la
Antología de jóvenes
narradores de Córdoba
"Es lo que hay" (Editorial
Babel 2009). Su primer
libro de relatos "Despiértenme cuando sea
de noche" fue editado por Editorial Nudista
en 2010 y reeditado en 2012, recibió el
tercer premio en el género cuento en Fondo
Nacional de las Artes. A mediados del 2013
publicó su primer novela ―Los pibes
suicidas‖ (Editorial Nudista) finalista del
Premio Cambaceres organizado por la
Biblioteca Nacional. Ese mismo año la
provincia de Salta lo galardonó en el
concurso provincial literario por su libro

166
―Dioses del fuego y otros relatos‖. Fue
parte de la colección Leer es Futuro llevada
a cabo por el Ministerio de de Cultura de la
Nación.
A partir del año 2016 se volcó a la
gestión cultural y organiza los eventos de
literatura y música en vivo ―Historias
Contemporáneas‖ y ―Sinfonía del
Sentimiento‖. Uno de sus principales
objetivos es que los y las artistas que
participan cobren por su trabajo.
En el 2017 el Concurso de cuentos de
General Cabrera le otorgó el segundo
premio a su cuento ―Las fiestas terminan
primero‖.
En el 2018 Editorial Nudista reeditó
su último libro de cuentos ―Dioses del
Fuego y otros relatos‖. Este mismo año
participó como expositor de la Feria

167
Internacional del libro de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
En el 2019 la editorial Borde Perdido
le editó el libro ―El grupo antipop del norte
argentino‖.
En el 2020 la provincia de Salta le
otorgó el primer premio en el Concurso
provincial de literatura infanto juvenil por la
novela corta ―La asombrosa laguna del
cielo‖.
El año pasado, el Fondo Nacional le
otorgó la beca creación para que pudiera
terminar su novela ―Que la fuerza te
acompañe‖.
En 2022 fundó su propia editorial
Antipop donde publicó su último libro ―La
guardia de la noche‖ y reeditó ―Los pibes
suicidas‖ y ―La asombrosa Laguna del
cielo‖.

168
Coordina talleres de escritura creativa
de manera virtual y presencial.

169
SEÑO, ME PICAN LOS OJOS

¡Seño, ahí viene el ruido! Del cielo


llega el bramido del motor, ese que parece
una metralleta. Se te mete en la cabeza. Te
perfora. Cada día a las diez, llega el taladro
que rompe la armonía en el silencio del
campo.
Cuando toca la campana, a las ocho,
todos en fila. En la escuelita no hay timbre
de esos modernos, sólo campana. La Dire
sacude el brazo de un lado para el otro, se le
zamarrean las pulseras plateadas por la
muñeca y entre las mangas del delantal
blanco inmaculado. Bella esa música,
metálica, ordenada, en cuanto parece que se
apaga, ya está el otro golpe atrás para
sumarse. Diez campanazos, diez. Adentro.
La campana se escucha a leguas, por entre
medio de las siembras de choclo y girasoles

170
que se despiertan con ganas de meterse
también en el Cole. Las acelgas y los
rabanitos se ponen más verdes en la quintita
de la escuela. El horizonte allá a lo lejos,
dibuja apenas una curva, donde algunos
álamos parece que bailan al viento.
El Sol me entra por los ojos desde la
ventana que da al Este. Yo sé que la seño
habla, que desde el frente del aula da las
primeras indicaciones, dice cosas que
importan, todos atienden, no vuela ni una
mosca, pero en la ventana que da al Este,
sale el Sol. No puedo evitarlo. Es una fiesta.
Cerca de las ocho y cuarto, va creciendo el
otoño, como a esa hora el sol se viene de
júbilo. Los girasoles son los primeros en
descubrirlo. Por eso los llamarán así.
Caiduchos le andan por la noche, pero en
cuanto la luz llega, se respingan, como que
les inyectan alegría desde las venas, su sabia

171
corre alocada por dentro, y ahí nomás, ahí
nomás se ponen firmes, giran aún medios
dormidos, y le apuntan al astro caliente.

¡BIENVENIDO A LA VIDA DON SOL!

El campo se pone naranja, el verde


salta desde abajo y los choclos dejan ver su
sonrisa. El campo nace. Y yo ahí,
perturbado. Como a las nueve ya todo está
en orden y vuelvo a la clase, al dos por dos,
a Belgrano el gran patriota, San Martín con
sus granaderos negros, criollos, y algunos
blancos cruzando la cordillera y dando
pelea, trepando las venas de América hacia
el Norte. Tres por tres nueve.
Todavía siento un dolor acá en el
costado, a la derecha, la doctora que me
mira dice que me quede tranquilo, pero me
duele. Mamá está seria, ella fue siempre muy

172
alegre, hay que verla bailar, es un trompo mi
vieja. No hay dentadura más perfecta en el
mundo, dientes blancos y derechitos. A la
gente, de verla reír, se le pasan las penas, así
me dice siempre la Tía Marta. Ahora esta
seria, me duele acá a la derecha. Mamá no se
mueve del rincón. La habitación es blanca,
muy blanca y hay mucha luz, hace días que
no veo el Sol a las ocho y cuarto. No sé por
qué me pican los ojos, será por eso, mucha
luz. Igual Mamá está oscura, le pega la luz
de frente allá en el rincón, pero está oscura.
Los brazos cruzados y la vista en el piso, no
me mira, como si yo no estuviera, me sigue
doliendo acá a la derecha, la doctora me
dice que me estoy portando bien, que soy
un buen chico, ya tengo 8 añitos, soy
grande, y siempre me porto bien, solo me
pierdo un poco desde las ocho a las nueve
porque sale el sol, y los girasoles bailan y

173
quieren abrazarlo y después entrar a clases.
A la seño le había dicho que me picaban los
ojos después del ruido. El ruido llega como
a las diez, el motor de la avioneta se mete en
el aula a tal punto que a la seño ni la
escucho, yo me siento al fondo, a la
izquierda, ahí está la ventana más grande
que da al campo. Ya desde lejos se escucha
el motor cuando viene, me parece ver a los
maizales que se agachan por miedo que la
hélice los decapite, llega rasante, el motor
cada segundo se hace más fuerte, yo lo miro
desde la ventana, todo el grado hace lo
mismo, si total a la seño ni se la puede
escuchar. Y ahí está, pegado a la tierra,
pintado de negro, y detrás una nube blanca
cubriéndolo todo. La seño siempre grita ¡ahí
viene, ahí viene!, esa es la señal para cerrar
las ventanas, y corre Cecilia, que es la más
alta, a pegarle el tirón a la ventana de

174
adelante y yo que estoy cerca de la otra, me
subo al banco y tiro fuerte para abajo.
Cerrado.
Hay que ver cómo queda el vidrio,
todo mojado, pegajoso, chorreado de
blanco. Al señor del campo ya le habían
dicho que no fumigue, que no está bien, que
cae sobre el cole todo eso que tira. Seño me
pican los ojos, seño.
La doctora me escucha el corazón, me
dice que está fuerte como el de una caballo,
y yo me acuerdo del Tobi, que es el caballo
del Sergio, cada vez que me deja lo monto
un rato, hay que ver como montando en
cuero se le escucha el corazón al Tobi,
fuerte, como otro caballo galopando por
dentro. Y así debe estar el mío, eso es
bueno pienso, me voy a sanar. Pero mamá
está oscura, sigue en la esquina. Justo la veo
entrar a Tía Marta, seguro está esperando

175
que mi vieja sonría y le de alegría a todo el
hospital, pero no, mamá llora y abraza a Tía
Marta. Algo anda mal, no sé, pero algo no
está bien aunque mi corazón galope como
un caballo, como el Tobi. Me duele acá a la
derecha y me pican los ojos doctora. Todo
va a estar bien Manuel, tenés un corazón de
hierro.
A lo lejos escucho el ruido del motor.
Serán las diez seguramente, los chicos
estarán en el Cole, hoy no fui, hace unos
días que no estoy yendo, no sé, ojalá vuelva,
ojalá la semana que viene no me duela más
acá a la derecha, cerca del ombligo. Tengo
unas ganas de ver el amanecer a las ocho y
cuarto.

176
Rubén Vigo

Escritor y poeta,
vive actualmente en
Mendoza. Sus
textos han sido
publicados en La
Mosquitera Medio
Comunitario de El
Bermejo Mendoza y
participa en la Revista Cultural el
Latinoamericana El Viento de San Luis.

177
KOBOL – FUEGO EN LAS SIERRAS

Vivencia de Ine Lanfranchi tras un gran incendio


en la Villa de Merlo
Agosto del 2013

De las sierras secas salen un par de


ramas retorcidas que no son parte de la
armonía del paisaje. Del dibujo de espinillos
en flor que amortiguan la dureza de sus
espinas, de los damascos florecientes que
salen del centro de la tierra, de los duraznos
silvestres que destacan sus flores
demostrando su presencia, unas ramas
secas, de alma seca, casi renegridas
desentonan con la fotografía.
Los cantos de las aves buscan pareja,
ellos también se preparan para la astralidad

178
de la primavera, de sus interiores explotan
colores en sus plumajes, como dignos hijos
de la pachamama. Las densas capas que
cubrieron sus cuerpos en el invierno caen
para dar lugar al más resplandeciente
plumaje nupcial, pero las ramas secas,
pequeñas en semejante inmensidad, sin
savia ni vida, poco pueden acompañar la
melodía nupcial que se avecina.
Los Kobol del fuego se mezclan con
el paisaje, con el follaje. Sus manos se
mueven acompañadas de un extraño
bamboleo, pertenecientes a un ser del que
poco se sabe hasta ahora ya que esas ramas
parecieran extremidades tenebrosas que
podrían confundirse con manojos de raíces
arremolinadas por voluntades indecisas.
Manos como garras hace trizas,
preparadas para la maldad, con largas uñas
espiraladas en algunos dedos, en otros sólo

179
encorvadas y crujientes. Temblorosas por
un dejo de conciencia, quizás. De sus
pegajosos e indeseables dedos iban pegados
fuegos que le daban la certeza de ser un
sapo de pantano, y abracadabra, el fuego se
hizo realidad y salió de su envase y su mano
delgada y fría como la muerte misma acercó
la llama al objetivo.
Sonrió de placer, luego rugió,
rebuznó, abrió sus ojos de murciélago, se le
erizó la piel de sapo y salió, saltó de arbusto
en arbusto para desaparecer en el acto.
Paraba cada tanto y miraba para atrás, no
comprendía cómo el fuego era tanto, cómo
se le había escapado de las manos, estaba
todo descontrolado, no era así como lo
imaginaba, o tal vez sí.
Su cabeza comenzó a crujir y a
zumbar de malos pensamientos, de que me
importa empañado por algún lejano

180
remordimiento. Todo su cuerpo tembló, lo
que antes era una voz ahora era sólo un
trueno. No podían salir palabras de él sólo
espasmos y gemidos, era parecido a un
cerdo salvaje.
Tres días después del incendio, su
obra maestra estaba terminada. Había
destruido los colores. Apenas quedaba un
atisbo de ellos. Todos habían desaparecido y
los que no, tenían sus despojos cubiertos
por el tizne, por el antifaz que oculta la
belleza posterior al fuego. Reinaba el negro.
La paleta contaba de la combustión y hasta
se podía imaginar el capricho del viento, su
ir y venir para volver a ir a lugares ya
recorridos, el jugar con el fuego en su
intento de ascender a las divinidades y
demostrar su poder.
Los brillos pre-primaverales se habían
opacado, todo había sucumbido ante la gran

181
luz infernal de aquella noche. Se fueron los
horneros copulando, los nidos con los
pichones, los capullos de las flores
esperando septiembre, las semillas del
aguaribay fueron cenizas entes que
pimienta, la zorra sucumbió lenta con sus
tres cachorros en la boca, la sachacabra bajó
corriendo hacia la ruta cuando la atropelló
un auto, las serpientes buscaron refugio en
hogares, el alma del espinillo buscó agua al
fondo de su raíz para perder su legado en
las llamas.
Pero el ecosistema seguía
funcionando, debía hacerlo, alguna gente
había sacado troncos sueltos, los pedazos
caídos, los dibujos que decantaron de las
formas opuestas, el retorcido complemento,
la otra, la caída que había sido recolectada,
la oposición exacta, esa ya no estaba.

182
El aire estaba más ventilado pero
dejaba rastro de aromas rancios, agrios,
espesos, de aromas de dolor, sudor, de
humo en las ropas, en la piel, de animales
abrazados, de lágrimas, enlazaban aromas
cargados de pérdida, de odio, de preguntas,
de confusión, de angustia, aromas
inquisidores del origen del fuego, de la
longitud, la geográfica extensión calcinada
como si la boca de un dragón gigante con
manos pequeñas y repugnantes hubiera
construido un laberinto infernal, sofocando
elevaciones y quebradas, sin alternativa, sin
posibilidad de sofocación, sin principio que
permita organizar un fin.
También venían aromas de nuevas
esperanzas, de suspiros, de aves que habían
logrado huir, de colonizadores, de
intendencias, de vuelta a empezar, frescos y
reconfortantes, de necedades y cegueras, de

183
secas esperanzas, de posibles soluciones, de
decisiones certeras, de justa venganza.
Había que continuar. Así lo dispuso
un pájaro carpintero que sacaba la corteza
quemada de un algarrobo calcinado para
encontrar existencia tras la muerte.

184
Inés Lanfranchi

Su nombre de pila
es María Inés
Lanfranchi. Nació
en Capital Federal
el 27 de agosto de
1967, radicada en
Villa de Merlo San
Luis desde el 2009.
Se recibió de
Terapista Ocupacional, se graduó en
Estimulación Temprana, posee título de
Docente, es Narradora oral, se graduó en
Coaching Ontológico, dedicándose al
Coaching Literario, es Escritora.
Realizó su formación en Literatura
Fantástica de la mano de Ciruelo Cabral y
Liliana Bodoc asistiendo a sus cursos de
185
formación durante los años 2015, 2016 y
2017 quien fue tutora literaria de sus dos
últimos libros.
Se ha formado en Psicología Analítica
en ELEUSIS durante el año 2021 y ha
colaborado con el equipo de Dirección.
Posee sello editorial propio llamado
DAM ediciones. Es narradora del programa
Radial ―Las 1001 noches‖ que se transmite
por FM Identia 103.3.
Es representante en la provincia de
San Luis de la Editorial Prosa con sede en la
Sociedad Argentina de Escritores Nacional
y TirNanOg, editorial de su último libro
abocado en su totalidad a la Literatura
Fantástica.
Organizó la Primera Feria del Libro
Virtual de la Villa de Merlo al Mundo, en
situación de pandemia, ―Nacerá lo que

186
seamos capaces de soñar‖ desde el 16 de
octubre al 8 de noviembre del 2020.
Haciendo una segunda edición en diciembre
del 2021.
Realiza seguimiento de obras en
progreso y coaching literario, acompañando
a escritores noveles a tener sus libros
editados de alcance nacional e internacional.
Coordina grupos de estudio de
Antropología Simbólica y Literatura
Fantástica vía Zoom durante los años
2020,2021, 2022 y 2023.
Organizó y dicta actividades de
Formación en Literatura Fantástica Nivel I y
II vía Zoom.
En el año 2022 participó del club de
lectura a niños de Colombia ―Las Palabras
no muerden‖ organizado por la Fundación
Art7seven de Texas.

187
HOY SI

Lo había escuchado varias veces, en


otras ciudades había sucedido, pero siempre
pareciera que las noticias son solo eso,
noticias, que les ocurren a otros, que nunca
la iban a alcanzar, a ella, no.
Todo comenzó cuando colapsó su
capacidad de escucha. Se hablaba de un
cambio climático, hacía ya tiempo. La
semana pasada una vecina le había dicho
que era inminente, que estuviera preparada.
Eran tantos, tan abrumadores, tan
contradictorios los informes que
circulaban... Su capacidad de asimilar no dio
a basto. Colapsó. No quiso oír más.
Pero esta vez sí. Fue en vivo y en
directo. En su ciudad, en su barrio, en su
casa. Ahí se produjo el hecho.

188
De pronto la oscuridad. La había
sorprendido en la cocina.
Torpemente avanzó. Ni un resplandor
de las luces de afuera que iluminara la
escena, como había sucedido otras veces
que se había cortado la luz.
Tropezó con un banco, lo maldijo.
Como estaba descalza sintió el impacto en
su dedo meñique del pie izquierdo. El dolor
era intenso. Recordó que tenía una pequeña
linterna en algún cajón. Fue en su búsqueda.
Tenía que atravesar el living y recorrer el
pasillo para llegar al dormitorio. Allí
encontraría la linterna, en el cajón de la
mesa de luz. Esta vez avanzó con una
estrategia que no le permitiría repetir la
torpeza y recibir otro golpe: tantearía las
paredes. Todo era extraño, no parecía su
casa. Todo estaba como lejos. Intentó

189
apurarse, dejar la pared. Decidió cruzar el
living.
Donde debía estar la mesa encontró el
vacío.
Tampoco halló las sillas ni otro objeto
que le fuera familiar.
Escuchó gritos de los transeúntes que
ascendían desde la calle hasta el segundo
piso de su departamento del segundo piso
del edificio.
Comenzó a desesperarse al no lograr
encontrar el camino hacia el dormitorio.
Recordó que la semana pasada había
visto un par de velas Ranchera, revolviendo
el cajón del mueble bajo mesada de la
cocina, cuando buscaba una vieja cuchara
que usaba para remover la tierra de las
macetas.

190
Tanteó en la oscuridad, respiró hondo
y desandando sus pasos logró llegar a la
cocina, abrió el cajón, encontró las velas.
¡Fósforos! Debían estar al lado de la
cocina, se tranquilizó, ahí estaban. Sus
manos temblaban, logró encender uno, lo
acercó al pabilo de la vela que ardió
débilmente
De pronto sintió un aullido fuerte,
uno solo. -Es el viento-, se dijo, el viento
que agita los árboles de la vereda.
La pequeña llama se apagó. El silencio
se hizo insoportable. Su corazón galopó. El
temor atenazó sus músculos, cayó de
rodillas.

191
Graciela Nadaro

Oriunda de la Ciudad de
Buenos Aires y artista en
múltiples disciplinas,
Nadaro decidió adoptar la
identidad merlina al
radicarse en la Villa de
Merlo, San Luis,
Argentina, en el año 2017.
La escritura la acompaña desde su juventud
en sus diversas vertientes y se ha
perfeccionado en Talleres Literarios, en
Buenos Aires y posteriormente, en su actual
locación .
Integra el colectivo Palabras al Pie de
la Sierra, grupo itinerante que cada mes
reúne escritores y poetas de la región, con el
objetivo de dar a conocer sus producciones
literarias.

192
En el año 2020 participa en la Primera
Feria Virtual del Libro Desde Villa de Merlo
al Mundo, con Susurros en la Noche, donde
incluye algunas de sus poesías.
Ese mismo Año cursa, virtualmente el
Seminario Escribir Ficción de Extensión de
Filosofía y Letras de la UBA, a cargo de
Maja Yanel, con ella sigue la Clínica de
Obras Literarias en Proceso, allí surge
Ultramar y Otros Relatos siendo este su
primer libro, que da cuenta de su
creatividad.
Participó de las sucesivas ediciones de
La Noche de las Artes de la Villa de Merlo
como pintora, escultora y grabadora.
En la radio local FM IDENTIA,
produjo y condujo el programa ―Canciones
y poesías en la noche‖ y fue columnista de
―La noche romántica‖ en la misma emisora.
Ambos ciclos nominados en los premios

193
Carolina Tobar García, resultando premiado
el último mencionado.
Formada en la Escuela de Teatro para
Actores de Cristina Moreira, en el Teatro
Nacional Cervantes, incursionó en
escenarios teatrales, en televisión,
publicidad, cine y radioteatro, actividades a
las cuales se dedica.
Desde la adolescencia se dedicó a las
Artes Plásticas y Visuales destacándose
como sus principales sus maestros Aníbal
Carreño en pintura y Leo Vinci en escultura;
expuso sus obras en las salas del Centro
Cultural San Martín, el Palais de Glace, el
Consejo Deliberante de la ciudad de Buenos
Aires y en la Galería de Arte de ATC, entre
otras.
Como fotógrafa participó en Salones
Nacionales representando al Fotoclub
GEBA.
Es, además y Psicóloga Social.

194
EL SECTOR CUATRO

Y el tercer ángel tocó su trompeta, y cayó del


cielo una estrella ardiente como una luz, y esa
estrella es Ajenjo, y cayó sobre la tercera parte de las
aguas y las tierras y fueron estas aguas amargas y
mucha gente murió por esa agua amarga.
Apocalipsis según San Juan
Rev 8:10-11

Anna me sirvió guiso. Mamá Olga


despertó a mi hermano, gritándole que
cenara y que se fuera a trabajar, que llegaría
tarde. Pavel rezongó y dio unas vueltas más.
Ella lo amenazaba con acusarlo ante papá
cuando regresase de Termez.
Prendí la radio, me gustaba cenar con
música. Mamá desde su cuarto me gritó que

195
la apague, que había que ahorrar energía.
Anna me avisó que mamá estaba de mal
humor, que era mejor que sacase mi
cuaderno e hiciese la tarea. No quiero, le
contesté caprichosamente. Era viernes a la
noche y volvería a la escuela en dos días.
Insistió que lo hiciese, si no mamá me
reprendería. Le dije que no podía, que
cuando terminase de cenar debía lavar los
platos. Mi hermana dijo que ella lo haría por
mí.
Mientras masticaba un pedazo de pan
humedecido en salsa, abrí el cuaderno y
traté de imaginar la composición que nos
encomendó la maestra: Stalin nos hizo
grandes. Le pregunté a mamá Olga por qué
Stalin nos había hecho grandes, pero ella se
enojó, se cuestionaba para qué me enviaba a
la escuela si no aprendía, que deberían
ponerme a trabajar. Le contesté que no me

196
gustaba estudiar, que preferiría estar
jugando afuera como los otros niños del
edificio. Me gritó que si seguía
contestándole me golpearía.
Pavel apareció en la cocina, se sirvió
guiso en un plato sucio y se sentó a mi lado.
-¿Qué estudias, renacuajo? -Me
preguntó.
-Tengo que escribir sobre Stalin, sobre
que Stalin nos hizo grandes. Pero no sé
quién fue, bah… en la escuela me lo dicen
todos los días, pero nunca entiendo.
-¿Stalin nos hizo grandes? Mentira.
Pero si se lo desmientes a la maestra te
castigará. Recién aprendes a leer y ya te
quieren llenar la cabeza.
-Pero ¿quién fue Stalin?
-Un tipo que gobernó hace mucho la
Unión de Repúblicas, pero ni siquiera era
ruso, era de Georgia o Armenia, es lo

197
mismo, esos lugares ni siquiera son
europeos.
-¿Por qué es mentira que nos hizo
grandes?
-Porque sí, porque estábamos
destinados a crecer sea quien fuera el que
nos manejase. A lo mejor puso fábricas en
Ucrania, fábricas que había que poner por la
propia evolución de las sociedades
humanas. ¿Pero qué industrias pusieron aquí
en Prípiat? Las que no quiere tener nadie en
ningún lado, ni siquiera los rusos en Siberia.
¿Y sabes por qué? Porque si ocurriera algún
accidente podría explotar toda la ciudad. ¿Y
sabes por qué la pusieron aquí? Porque ni
siquiera nos consideran ucranianos, en Kiev
o en Odessa creen que somos bielorrusos.
Es más, una planta donde trabajan todos
ciudadanos de Prípiat, ni siquiera lleva el
nombre de esta ciudad, sino de otra. Y para

198
colmo pretenden hacernos creer que somos
la ciudad del futuro.
Mamá apareció por detrás y le dio un
chirlo en la nuca, le decía que no me llenara
la cabeza con sus ideas peligrosas.
-Tienes que estudiar renacuajo, y
tienes que estudiar lo que el Estado te diga,
estudiar para ser físico como yo, así el
querido Partido de mamá te pone a trabajar
de trasnoche, porque bajo el pretexto de la
guerra contra los capitalistas, a ningún
soviético se le ocurre una idea para
acomodar a sus trabajadores en horarios
normales.
-Por eso quería tanto a mi hermano, él
siempre sabía todo, era el único de la casa
que se animaba a discutirle a mamá Olga.
Pavel me despidió sacudiéndome el pelo,
tomó su bicicleta y salió del edificio rumbo
al trabajo, el sector cuatro de la planta.

199
Anna tomó mi cuaderno e improvisó unos
párrafos sobre Stalin.
-Puedes salir a jugar -dijo-. Sólo una
hora, hasta que mamá se tranquilice. No te
vayas lejos del edificio.
Le agradecí su autorización. Sabía que
el tiempo de juegos sería menos de lo que
ella me otorgaba. El alumbrado público
funcionaba hasta las once de la noche.
Siempre nos juntábamos los niños del
edificio en el pórtico. Allí, Oleg era el centro
de atención. Tenía una caja de cartón. La
abrió y asomó una ardilla.
La encontró mi mamá en el parque -
nos dijo.
-Alexandra Irina contaba que había
acompañado a su padre al trabajo. Estaban
construyendo un parque de juegos
mecánicos. Había probado los autitos
chocadores y el carrusel. Todos la

200
envidiábamos, ninguno de nosotros había
podido jamás montar en uno de esos, y
nunca lo hicimos.
Los ocho niños decidimos jugar a las
escondidas, las sombras de la noche
ayudaban a la eficacia de nuestros
escondites. El papá de Oleg, Petr Modrin,
llegó al edificio y desde el pórtico nos
saludó uno a uno, señalándonos y
llamándonos por nuestros nombres,
delatando nuestros lugares. Oleg se enojó,
nos había arruinado el juego. Su papá nos
contó que en la otra esquina había unos
soldados tratando de atrapar a un oso.
Corrimos y vimos cómo ya lo tenían
amordazado. El animal se resistía y tres
soldados con todas sus fuerzas trataban de
contenerlo. Era un cachorro extraviado. A
finales de abril despertaban del letargo
invernal en busca de comida, debía de haber

201
llegado a la ciudad persiguiendo olores. Lo
subieron a una camioneta. Uno de los
soldados era Igor Mikelenko, un joven
recién casado que vivía en el último piso de
nuestro edificio. Antes de subir nos saludó.
Explicó que llevarían al oso hasta un bosque
a las afueras de la ciudad. Preguntamos si
podíamos tocarlo pero nos lo negó.
Las luces se apagaron, tuvimos que
ayudarnos con el resplandor de las casas
para volver a nuestro edificio. Nos
despedimos hasta la mañana siguiente.
Mamá tejía en su silla mecedora,
Anna, sentada cerca de ella, escribía una
carta a Krassmir Olanev, uno de los
subordinados de papá. Ella decía que era
sólo un amigo, pero yo sospechaba que se
trataba de más que eso. La última vez que
papá había tenido un receso lo invitó a
cenar. Nos dábamos cuenta de las miradas

202
entre el cabo y mi hermana, y cuando le
conté a papá, me dijo que lo había invitado
porque le gustaba ese chico para Anna.
Cerré los ojos y esperé que el sueño
llegase. Apenas pude dormir una hora. Un
estruendo atravesó la noche haciendo
temblar el piso. Salté de la cama. Casi en
llanto pregunté a mamá qué sucedía. No
sabía, mi hermana tampoco.
-No debe ser nada, chiquito -dijo
luego mamá-. A lo mejor son los militares
tirando bombas de estruendo en
conmemoración de algo.
-¿Por qué tiran?
-Es la costumbre militar. Cuando se
cumple alguna fecha importante tiran
bombas al cielo. No te preocupes.
-¿Qué conmemoran?
No sé, no me acuerdo qué pasó un 26 de
abril. No te preocupes, y vuelve a acostarte.

203
Hice todo mi esfuerzo por relajarme y
dormir, y poco a poco lo iba logrando, ya
había cerrado los ojos cuando sentí que
llamaban a la puerta. Era Oleg preguntando
por mí. Mamá lo retó diciéndole que no
eran horas de golpear en casas ajenas, pero
lo hizo pasar.
-Vamos -me dijo-. Todos los chicos ya
están afuera. Se hizo de día.
Le dije que eso no podía ser. Miré el
reloj de pared que marcaba la una y cuarenta
de la noche. Anna, asomada a la ventana de
la cocina dijo que era cierto. Me vestí para
salir pero mamá me lo prohibió. Esto se
parece a la profecía de San Juan, decía y se
santiguaba. Le pidió a mi amigo que se vaya
a su casa y ordenó a Anna no mirar al cielo,
había que cerrar las ventanas de inmediato y
ponerse a rezar. Dije que quería salir a jugar,
pero me contestó que rezara por mi alma.

204
Le pedí a mi hermana que
intermediase, pero me dijo que en esa
ocasión nada podía hacer, que a pesar de
que hubiera luz era pasada la medianoche.
Fui a mi cuarto.

Desobedecí y abrí la ventana. El cielo


estaba iluminado. No era como la luz del
sol, se trataba de una luz verdosa, como si
una bengala gigante estuviera flotando en el
aire a unos cuantos kilómetros de allí. Vi
que en la planta baja no sólo estaban mis
amigos, sino sus padres y todo el vecindario,
todos señalando el cielo.

Volví al comedor y pregunté


nuevamente qué sucedía. No sabían. Anna
había prendido la radio esperando escuchar
algo pero no encontró nada.

205
A esta hora la transmisión está
cortada. Si fuese algo importante la habrían
reanudado para avisarle al pueblo.
-¿Nos estarán invadiendo por fin los
estadounidenses? -pregunté.

Mi hermana dijo que no lo creía, que


si nos invadieran no sería por nuestra
ciudad, sino por Rusia, por Vladivostok,
tenía que ser otra cosa. Mamá insistía en que
rezásemos, y contaba de la estrella Ajenjo de
las profecías de San Juan.

Mi hermana me dio una taza de leche


tibia y se acostó en la cama conmigo. Pasaba
el cepillo por mi cabeza tratando de que me
duerma.
-No te preocupes renacuajito, mañana
seguro en la radio explicarán qué pasó.

206
-Mañana le preguntaré a Pavel, él
siempre sabe todo.

El sábado me desperté tarde, sentía en


la lengua un gusto metálico muy
desagradable. Mamá Olga no había dormido
en toda la noche. Los sábados toda la
familia limpiaba el departamento
minuciosamente. A mí me tocaba limpiar
toda la vajilla, aún, cuando ésta estuviera
limpia, si no lo hacía no me dejaban salir a
jugar en toda la semana. Me había
acostumbrado a hacer esta tarea
acompañado por el sonido de la radio, me
gustaba la música. Por la ventana vi a lo
lejos pasar volando un helicóptero, nunca
había visto uno. Lavar todo me llevó una
hora. Pavel aún no había regresado, Olga
maldecía diciendo que como siempre se
habría ido de baile con muchachas de mala

207
reputación. Anna volvió de hacer los
recados y comentó que había visto a
algunos militares pasearse con barbijos. De
pronto interrumpieron la música para
anunciar que la noche había habido un
incendio en la planta, más precisamente en
el sector cuatro. Mi madre se puso pálida.
Anna la sentó en una silla y me pidió que le
hiciera compañía mientras ella volvía. Mi
hermana salió al pasillo y dijo que hablaría
con el señor Kiririn, un ingeniero del primer
piso que trabajaba en la planta, aunque en
un sector distinto al de Pavel.

Fueron los cinco minutos más largos


de mi vida. Mamá tenía un rosario apretado
en su puño, pero no rezaba, miraba un
punto perdido de la mesa. Yo tenía miedo y
me decía que nada había pasado, que nada le
había sucedido a Pavel, mi hermano, el

208
todopoderoso, el que todo lo sabía. No
podía haber pasado nada, él mismo me
había dicho la noche anterior que si hubiera
un accidente en la planta habríamos muerto
todos en la ciudad. Anna volvió y trajo
buenas noticias. Kiririn le confirmó el
incendio en el sector cuatro, le dijo que
tenía entendido que no hubo víctimas, y que
los empleados del sector estaban obligados
a permanecer en la planta hasta que cesara el
fuego.
-¿Por qué no lo apagan los bomberos?
-Renegó mamá Olga, era la primera vez que
la escuchaba cuestionar al sistema.
Es por precaución -le explicó Anna-.
Los bomberos no están calificados para
lidiar con la tecnología de planta. -Se me
inflaba el pecho orgulloso de mi hermano
mayor. Lo imaginaba a Pavel entrando por
una ventana y rescatando del fuego a una

209
bella muchacha, luego se enamorarían y se
casarían.

Cuando mamá se tranquilizó y todo


volvía a su curso habitual pedí permiso para
salir a jugar, pero me lo negó rotundamente.
Nadie de la familia saldría de la casa hasta
que Pavel volviera. ¡No era justo! Protesté y
amenazó con darme una cachetada. Era su
casa, era su hijo el que estaba afuera, y,
mientras papá no volviera, era ella quien
ponía las reglas a la familia. Anna propuso
que leyera en el dormitorio. Sacó de la
biblioteca unos libros al azar y me los
ofreció. Encontré uno que me atrajo, uno
de un señor Nabokov. Durante unas horas
me entretuve con él, hasta que mi madre,
mientras acomodaba ropa limpia en el
dormitorio, tuvo la curiosidad de ver qué
leía. Me reprendió a los gritos, diciéndome

210
que ese escritor era un pervertido, que no
era un autor para mi edad, que me iría al
infierno y que me acusaría con mi padre.
¿Qué había hecho de malo al leer fábulas de
hadas y duendes? Volví a protestar, a
exigirle que se me dejara salir a jugar con los
otros niños. Esta vez mamá amenazó con
encerrarme en el baño. Fue Anna quien, tras
convencerla, a la tarde llevó la radio a
nuestro cuarto y propuso jugar a bailar
disfrazados. Anna era muy divertida, se
ponía los vestidos de nuestra gorda madre y
la imitaba. Yo me ponía las camisas de Pavel
y la desafiaba. Nos reímos mucho. Después
de cenar, llevó las barajas al cuarto y jugó
conmigo hasta la media noche. Dormimos
abrazados.

A media mañana me despertaron los


ruidos de mamá revolviendo la casa. Anna

211
estaba en la cocina con Dimitri Gorenko,
un sargento camarada de papá. Papá
siempre hablaba por radio con él desde la
frontera de Termez, a través de él nos hacía
saber que estaba bien. Mamá ordenó que
me cambiase rápido, que nos íbamos. No
entendía nada, pedí explicaciones pero me
devolvió la misma orden que antes.

Anna tenía preparado un bolso con mi


ropa. Me advirtió que no dijese nada a
nadie, nos íbamos y nos íbamos en ese
preciso instante.
-¿Y papá?
-Está viajando para aquí desde la
frontera de Afganistán.
-Entonces ¿por qué nos vamos?
-Habló recién con Gorenko, le pidió
que nos sacara de la ciudad.
-¿Por qué?

212
-No te puedo decir, es secreto de
Estado.

Afuera estaba la camioneta del


Partido, la había llevado el camarada de
papá. El sargento cargaba nuestras cosas al
vehículo. Sentado en la puerta del edificio
estaba Oleg. Estaba distinto, su piel estaba
bronceada. Traía consigo la caja de cartón.
La abrió y me la mostró. Su ardilla estaba
dura, no se movía, ni siquiera respiraba.
-No entiendo -me dijo-. La caja tenía
agujeros para que pudiera respirar. Le había
dado nueces para que comiera.
-A lo mejor era una ardilla vieja.
-¿Por qué no viniste a jugar ayer?
-Mamá Olga no me dejó. Es por mi
hermano.

213
Ayer jugamos toda la mañana.
Hubiéramos seguido a la tarde, pero varios
de nosotros nos sentimos mal.

Preguntó adónde nos íbamos. Mamá


interceptó cualquier tipo de contestación
que pudiera darle. Le dijo que nos íbamos
de paseo por unos días, nada más. Los
cuatro abordamos la camioneta. Antes de
que arrancase pregunté dónde estaba Pavel.
Nadie contestó y el coche arrancó.
-¿Dónde está Pavel? -Volví a
preguntar.
-Nos vamos a Odessa -me dijo
Gorenko-. Es una linda ciudad, te va a
gustar.
-Mi hermano dice que los de Odessa
no nos consideran ucranianos.

214
Anna me abrazó fuerte. Mamá rompía
en llanto.
La última noche le pegué porque le
dijo a su hermano que aquí mandaban las
industrias que nadie quería tener. ¿Cómo iba
a saberlo? -Mamá Olga lloraba con más
fuerza.

No comprendía nada. El camarada de


papá miraba al frente y trataba de manejar lo
más rápido que pudiese.
-¿Dónde está Pavel? - Insistí.
Nadie me contestó.
-¿Y Pavel? ¡Yo no me voy de aquí sin
mi hermano mayor!
Todos me miraban, y en esa acción
brotaban lágrimas de cuanto ojo me
apuntase. Finalmente fue Anna quien me
dijo:

215
-Renacuajo, no fue un incendio, fue
una explosión.
Mi hermano Pavel, y otras treinta
personas, había muerto en esa maldita
planta de energía nuclear que lleva el
nombre de la ciudad vecina de Chernobyl.
Esa misma tarde de domingo, llegaron
a Prípiat dos mil setecientos autobuses, para
vaciar de personas a la ciudad. No les
dijeron el por qué.

El 26 de abril de 1986, en la ciudad


ucraniana de Prípiat, cercana a la frontera
con Bielorrusia, un error humano en el
Sector Cuatro de la planta de Energía
Nuclear de Chernobyl, produjo el accidente
nuclear más grave de la historia. Se estima
que la cantidad de material radioactivo
liberado fue unas 500 veces mayor a la
liberada por las bombas atómicas arrojadas

216
en Hiroshima y Nagasaki en 1945. En el
contexto de la guerra con Afganistán, las
autoridades Soviéticas mantuvieron el
accidente como Secreto de Estado,
comenzando la evacuación de la población
dos días después. Para sofocar los efectos
de la catástrofe se utilizó a casi 600.000
personas sin equipo protector, de las cuales
100.000 murieron a causa de la exposición a
la radiación.

La palabra Chernobyl significa en hebreo


Hierba Negra, este es el nombre de la
variedad más común del ajenjo.

217
Juan José "Juanci" Laborda Claverie

Nació en San Luis,


Capital, en 1980.
Estudió Comunicación
Social.
Publicó el volumen de
cuentos Historias e
histerias, la nouvelle El
cirujano, y los poemarios Insert Coin y
Cómo enamoré a Schwarzenegger, repelí
una invasión alienígena y arruiné a Danny
DeVito; y participó en distintas antologías
locales y nacionales de narrativa y poesía.
Recibió premios y menciones en diferentes
concursos narrativos.
Lleva adelante el sello Color Ciego
Ediciones.

218
Desde 2011 conduce Cuentos
Criollos, programa radial sobre la nueva
narrativa argentina, que es retransmitido en
distintas emisoras de todo el país.
Coordinó talleres de redacción literaria
para niños y adolescentes, y también otros
destinados a público adulto.
Como reseñador y crítico colabora
para Revista Kundra, Sólo Tempestad y
para Radio Nacional San Luis.
Colabora ad honorem con la
realización de audiolibros para Editorial
Nudista, Córdoba.

219
NO ME DEJE ABUELO

Bajo la sombre del gran sauce, se


mecía la silla donde estaba acomodado don
Jaime. Su mirada se perdí en el horizonte.
Bajo sus pies cimbraba la tierra, no era buen
presagio.
Ese rugido de la tierra lo despertaba
de la siesta a orillas del río Neuquén.
La tierra está enojada pensaba y a la
vez le pedía perdón a la mapu que lo había
cobijado en ese paraje desde muy pequeño.
Corría de un sitio a otro, Juancito con
apenas 8 años, parecía un cachorro
desbocado.
—¡Hay mijito quédese quieto por
amor de dios! - le decía Jaime, al pequeño-.
—Ah! ¡Pero abuelito! -rezongo el
niño.

220
—Ven, te quiero contar una historia.
Cómo todo niño que se precie de tal
se sentó en el sueño junto a su abuelo con
sus piernas cruzadas y mirándolo
atentamente.
A unos cuantos kilómetros de allí,
existía un campamento petrolero, las
excavaciones eran permanentes. Recorrían
las picadas con sus vehículos con tracción
en las cuatro ruedas, antaño lo hacían con
los camiones rusos.
En esa ocasión iban acompañados por
los gendarmes, pues sabían que San Juan, no
era fácil de convencer.
Ya les habían dado distintos plazos
para que se fueran del lugar, y hasta el
momento no lograban su cometido.
Está no era distinta a las otras veces
que habían ido al paraje del Sauce Bonito.
Allí lo encontraron y desde el otro lado del

221
cerco comenzaron a gritarle de manera
agresiva.
—¡Viejo! ¡Viejo! Ya te pedimos de
todas las formas y te explicamos que tenías
que irte con tu wila a otra .Este lugar ya no
te pertenece .La próxima vez que volvamos
te tiramos este cerco y tu rancho a la
mierda... ¿Qué querés? ¿Qué vengamos con
los milicos y la jueza?
El viejo los miraba con cierta
indiferencia y desdén. Prendió su cigarro y
les respondió muy enojado.
—¡Vengan cuando quieran! ¡Aquí los
voy a estar esperando. Está es mi tierra, la
de mis ancestros y de acá no me voy ni
muerto! Se agachó y tomo de debajo de la
silla una escopeta. ¡Vengan manga e
hijoeputas!
El gendarme quedó shokeado, no
sabía que actitud tomar, pues en su interior

222
reconocía que el viejo Jaime tenía razón.
Mientras que trataba de calmar a los
petroleros que buscaban tremendos palos
de la caja de la camioneta.
La situación era muy grave. Comenzó
a vibrar la tierra otra vez, más fuerte de lo
normal. Hasta los mismos ocupantes de la
camioneta se alteraron, al grado de subir a la
camioneta, y haciendo marcha a otras y a
toda velocidad abandonaron el lugar.
Recobrando su postura Jaime volvió a
mirar al niño y le hablo.
—Tenes que recordar para siempre
esto que te voy a contar. La tierra está
enojada ruge y rezonga a cada rato, el agua
que recorre el río se ha tenido de un color
extraño, huele a azufre, esto nunca había
pasado. Cuando yo tenía tu edad, todo esto
era verde, sembrábamos y vivíamos de lo
que cosechábamos. Calentábamos la sopa

223
todas las noches y usábamos esa misma
agüita para cocinar o bañarnos. La tierra era
feliz en ese entonces, nadie protestaba en la
ruta, no existían esas máquinas inmensas
que sacan bencina. Tu tata cantaba cada
mañana, mientras horneaba torta frita y
calentaba el agua pal mate. Hay mijito tengo
tanta tristeza, soñaba con un futuro para los
nietos, pero no a este costo.
Tu nana se fue, y desde el cielo nos
mira, sabe que la tierra está enojada con
nosotros, por dejar que la lastimen. Ya se
mijito que uste se merece todo en esta vida,
pero mire, no me deje olvidado en estás
ruinas. Yo era libre y feliz cuando dormía
bajo las estrellas y miraba el cielo mientras
las ramitas se encendían y el fuego me
animaban en esas noches largas de la
invernada. Mire el campo mijito ya ni chivas

224
tenemos, hasta ellas están ofendidas, ni su
rica leche nos regalan.
—¡Pero tata! -dijo el pequeño-
¿porque me dice esto? Mientras se le
escapaban las lágrimas de sus ojos.
—No es para que se asusté mijo es pa
que uste se acuerde cuando sea viejo como
hoy lo soy yo, para que nunca baje sus
brazos. Siempre luche, y piense que cuando
uste no esté, estarán sus hijos, pa defender
la tierra que nos ve nacer.
No llore, no le afloje, que nadie será
más fuerte que usted, porque yo estaré a su
lado, pa cuando la mapu me sacuda los pies
pidiéndome que la defienda.
—Yo sé, tata, pero no me deje solo.
En el informativo de la radio, comentaban
de la explosión de un pozo petrolero y la
muerte de cuenco operarios. La sociedad

225
sabe que detrás de estos hechos hay alguien
que no cumple con su trabajo.
Aquella noche, Juan, durmió sentado a
los pies de su abuelo que lentamente dejaba
escapar su voz, cuando sintió por última vez
el rigor de la tierra bajo sus pies.

226
Lilian Raquel Costantino

Mi nombre es
Lilian Raquel
Costantino, soy
profesora en
Ciencias Políticas,
y escribo desde el
2003. Nací en la
Prov. de Cba., en
la localidad de
Cosquín un 31 de agosto de 1968.
Actualmente vivo en Neuquén, Plaza
Huincul, y continuo con mi proyecto de
escritura además de la participación en
diferentes grupos de escritores a nivel
latinoamericano, edito mis propios libros,
los corrijo y público. Cree mi propio sello
Editorial, llamado ATELIER, donde

227
tenemos la publicación mensual de la
Revista Literaria ACUARELAS, y
ANTOLOGIAS. Soy además gestor
cultural, por lo que ocasionalmente organizo
encuentros y actividades literarias en
diferentes lugares de la provincia. He
participado en encuentros presenciales y
virtuales, antologías físicas y digitales, en un
total de 20 hasta la actualidad.
Mi objetivo es seguir creciendo en la
escritura.

228
LA MINA

¡Hoy es el día!, exclamó el niño, apenas


hubo abierto los ojos, ¡El día!
Su madre lo miró con ternura y
comenzó a vestirlo sin decir nada.
¡La camioneta de papi está en el galpón
porque hoy se fue al trabajo con Salinas…!, dijo,
ahora asomándose a la ventana que daba a
la parte de atrás.
Efectivamente, la vieja camioneta
amarilla estaba en el galpón. Se la veía allí
junto a las bicicletas de la casa, y a una
carretilla que sería para llevar tierra en la
época de los trasplantes, o arena para los
bordos de la acequia.
Creo que anoche soñé con lo que va a pasar
hoy. Sí, claramente lo soñé. Todo estaba muy
quieto. Y yo con papi lo vimos desde cerca. Ni una
229
hoja se movía. Papi me dio su mano y me señaló un
lugar. Entonces, ¡brum, brum, brum!
Tenés servido el desayuno, si no te apuras
llegaremos tarde, avisó la madre.
Se oyó la descarga del depósito del
baño y el niño llegó corriendo hasta la mesa
de la cocina. Estaba peinado y traía puesta la
campera verde de medio tiempo. Parecía
tener un par de años más de los que en
realidad tenía. Mientras apuraba unos
bocados de pan casero y unos tragos de
mate cocido, se acordó:
¡La cámara, mami, la cámara! Mira si no
llevamos y nos perdemos la escena que va a ser la
más vista en Facebook y en YouTube. Voy a pasar
a ser famoso en la red. ¡Ahora sí que las primas de
Córdoba van a quedar con la boca abierta!
Por Dios, traga antes de hablar. Pareces
desquiciado.

230
¿Qué te parece? Si es el momento más grande
de mi vida. Claro que después del momento de mi
nacimiento, ¿no, mami?
Las cosas que te mete en la cabeza tu
padre… Tampoco hay que exagerar. Se trata de un
día especial en su trabajo, eso sí.
Mami, lo que pasa es que vos estás un poco
viejita y no entendés: hoy es el día que todos esperan,
el día programado desde hace meses, el día que no
puede faltar en el almanaque. ¡Vamos!
Y brincó hacia la puerta, mientras
Tom ladraba desaforado y movía la cola
girando alrededor de él. La madre tomó la
cámara de la repisa, su abrigo y las llaves de
la camioneta que colgaban de un ganchito
junto a la puerta. Y lo siguió. El reloj de la
cocina marcaba la hora nueve menos cuarto.
La camioneta retrocedió unos cuantos
metros hasta el portón de entrada. De allí
tomo por la calle en dirección sur. Tom

231
quedó ladrando. Un par de vecinas que
regaban sus jardines los saludaron al pasar.
Más adelante, antes de doblar, el niño
sintonizo una radio local para saber si ya
informaban del asunto. No, estaban con
música.
Cuando salieron al carril advirtieron
que por el mismo circulaba un tránsito
desacostumbrado. Un número inusual de
vehículos se dirigían todos en la misma
dirección que ellos.
Mami, desde ya te aviso que vas a tener que
sacar esa cinta verde que colgaste en el espejo
retrovisor. Ahora todo ha cambiado. Estamos en
otra época. Vas a tener que actualizarte…, dijo el
niño e hizo un ademán como para intentar
quitar la cinta que pendía frente a él.
¡Quietas las manos! ¡Ni sueñes con retirarla!
¡Faltaba más! ¡Con los símbolos no se juega!, lo
alertó la madre, enérgica, amagando darle un

232
chirlo. ¡Yo no cambio mi forma de pensar, aunque
me duela ver que las cosas van para otro lado!
Lo que pasa, mami, es que vos sos una
simple maestra, y las maestras no están preparadas
para entender el mundo de hoy, el mundo del 2015,
y menos el mundo del futuro…
¡Eso crees vos, mocoso! Lo que hay que
entender lo entiendo muy bien. Y también entiendo
por qué tu padre hace lo que hace. Todo esto es por
un tiempo, hasta que termines la primaria y
podamos irnos.
¡Qué decís! Yo pienso quedarme en el pueblo
y trabajar como papi cuando sea grande.
En eso llegaron a la altura de una
casita con verja, rodeada de plantas de flores
y frutales. Detrás se veía una viña bien
dispuesta. Allí la madre detuvo la camioneta,
hizo sonar la bocina, al tiempo que decía, Lo
llevamos al abuelo, ¿te parece?

233
Dale, dijo el niño mientras se bajaba y
encaraba al trote buscando el fondo de la
casa. De allí vino acompañado de un
hombre alto y delgado, con el rostro tostado
por el sol y una tijera de podar en la mano.
Hola hija, buen día, dijo el
hombre, estaba entretenido retocando algunas
plantas
¿Querés acompañarnos?, vamos hasta el
cerro, le dijo la madre, te traeremos cuando pase
todo.
Vamos, pues, respondió el hombre.
La camioneta amarilla se puso otra vez
en marcha, cruzaron un zanjón abierto,
utilizando un puente bastante endeble.
Alcanzaron la ruta, cuya cinta asfáltica se
perdía en el horizonte, apuntando hacia un
paisaje de montañas quietas, azules. Lejos,
se destacaba un cerro nevado. El niño

234
continuaba con su parloteo. La madre y el
abuelo iban callados.
En un desmonte hicieron alto. Un
alambrado firme y largo se extendía hacia
uno y otro lado. Algunos vecinos con sus
autos se encontraban dispersos en varios
cientos de metros a lo largo del alambrado.
Tomaban mate y aguardaban. Cada tanto,
bien a la altura de los ojos de una persona
adulta, se encontraban unos carteles que
decían en letras rojas:

URANIUM GLOBAL /
PROPIEDAD PRIVADA /
PROHIBIDO AVANZAR.

El campo, detrás del alambrado, era


extenso. Duramente iluminado por un sol
que caía cada vez más a pleno. Al fondo, a
dos o tres kilómetros, se divisaba una

235
serranía de base amarillenta y rojiza. Más
cerca de la ruta, diversas construcciones de
color blanco: las instalaciones de la mina.
Una camioneta, con tulipas en el techo y
vidrios polarizados y aspecto amenazador
pasó, siguiendo un camino interior, como
en una ronda precautoria. El niño
escuchaba la radio, puesta a todo volumen,
y no podía más con su ansiedad.
Falta poco, apenas 5 minutos. Estos vivos de
la radio están transmitiendo desde adentro. Me
gustaría estar allí. Con papá. ¿Dónde pusiste la
cámara, Mami?
Tranquilo, le dijo la madre. Acordate que
el equipo de papi ya hizo el trabajo y ahora sólo
tienen que buscar refugio y apretar el botón.
Un botón rojo, mami, que apretará el
ingeniero encargado. Eso es muy importante, porque
si aprieta el botón amarillo toda la operación se
detiene.

236
Tenés razón, admitió la madre, un botón
rojo.
Y entonces vas a ver lo que es bueno, abuelo,
entonces…
Y no hubo tiempo para que el niño
añadiera ni una sílaba más. El paisaje entero,
hacia el fondo, pareció cobrar vida. La
tierra, en la franja baja, estremecida, se
hincho, corcoveó de un modo extraño, se
quebró y salieron disparadas hacia el aire de
la mañana, cantidades impresionantes de
roca, de arena, de polvo fino[W1P1] .
Luego, llegó el estruendo, sordo,
como apagado. Que luego tomó la forma de
bramido, de lamento. A la vez que las
toneladas de material desprendido caían otra
vez hacia la superficie.
Eso fue todo. El locutor de la radio,
estentóreo, aulló:

237
¡Magnífico espectáculo! ¡Un espectáculo único,
que abre una nueva etapa en la historia de nuestro
pueblo! ¡Y que da paso a un mundo de producción y
progreso! ¡Acabamos de presenciar la primera
explosión a cielo abierto en nuestra Mina de
Uranio! ¡Un triunfo de la ciencia, un adelanto
increíble de la técnica, que gracias a Dios y a la
Virgen del Valle, acaba de producirse sin ningún
inconveniente! ¡Felicitamos a todos los obreros y
técnicos que hicieron posible este día maravilloso!
El chiquillo, con la cámara al cuello,
conmocionado por lo que acababa de
presenciar, saltó a acurrucarse en brazos de
su madre, mientras aturdido e indeciso,
ensayaba algunos palmoteos que intentaban
llegar a ser un aplauso.
¡Viva papá!, exclamó.
¡Viva, viva!, le replicaron con voz
desmayada la madre y el abuelo, mientras

238
intercambiaban sendas miradas furtivas, en
las que brillaban lágrimas sin consuelo.

239
Luis Alberto Taborda

Vive en
Tinogasta de
Catamarca desde
hace muchos
años. Ha escritos
numerosos libros
de poesía, relatos
breves, cuentos,
historia regional
y otros géneros.
El presente cuento corresponde al libro La
Mina, Babel Ediciones, Córdoba, 2013.

240
SOLASTALGIA

(I)
En una pantalla de smartphone varios
titulares aparecieron debajo de la barra del
buscador: «El incremento de huracanes deja sin
hogar a más de quinientas personas al sur de
México; El sector agrícola neerlandés vuelve a
protestar en contra de reducir las emisiones de
nitrógeno, se oponen ferozmente; El aumento de
suicidios escolares supera la cifra del mes pasado que
pone en riesgo la seguridad de varios centros de
enseñanza superior…».
El usuario, unos segundos antes de
desplegar el teclado, recibió sucesivas
notificaciones en la parte superior de la
pantalla: «Última actualización del sistema,
introduce el código 7Cb9KL para localizar tu

241
pedido, ¡última oportunidad! Suscríbete a nuestra
revista …». El último mensaje entornó su
vista hacia las notificaciones, pero el usuario
silenció el teléfono inteligente unos
segundos después. Pensaba que no
importaba gran cosa lo que pudiera sentir,
mientras lo disimulara. (¿No importaba gran
cosa lo que los otros sintieran mientras lo
disimulara?) No, no importaba gran cosa
(¿No importaba?).
(Emily Hickman te ha añadido al
grupo ―Eco-News ‖)
— Acaban de anunciar por las noticias
mi reportaje de Australia. —Esta mañana
han declarado los hechos como desastre
natural tras la evacuación de 50.000
personas .
—¿Quién colaboraría en una campaña
benéfica?

242
_https://www.noticiasinternacionales.com/
/Oceanjournalist.au
//autoridades_toman_medidas_ante_
las_fuertes_lluvias…_//text.html.
— Aquí os dejo el enlace —añadió
mientras seguía escribiendo.
Emily creció en Queensland, cerca del
Golfo de Carpentaria, donde en varios
periodos de su vida ha presenciado varias
lluvias torrenciales que han amenazado a la
sociedad australiana desde hace años,
dejando una gran cantidad de vecinos sin
hogar. Un ejemplo de lo mencionado fue La
tormenta de granizo de Sidney a principios del
nuevo milenio que dejó sin hermano a
Emily tras el impacto de varios bloques de
hielo sobre el techo de su automóvil cuando
estaba estacionado delante de su casa. Los
cristales del vehículo quedaron destruidos y
el cadáver de su hermano quedó mutilado al

243
llegar los servicios de emergencia. Esta
perdida despertó su interés por las
fundaciones que buscan recaudar fondos
para ayudar a los afectados por desastre
naturales, ya que cada año la situación se
agrava cada vez más.
En el centro de investigaciones sobre
el cambio climático Emily afirmaba: «…El
registro de las últimas precipitaciones procedentes del
estado de Nueva Gales se deben al aumento de
temperatura de las masas de aire caliente que
proporcionaban más humedad a la atmosfera […]
este aumento puede deberse, entre otros factores, al
cambio climático […] Por ende propongo un plan
anual de recaudación de fondos económicos en
beneficio de las familias afectadas por las
inundaciones y un plan de evacuación nacional
distribuido en cada centro escolar del país…».
Desde entonces, han podido restablecer la
paz en los hogares de gran cantidad de

244
vecindarios en Australia. —¿Por qué no
contaban con ningún protocolo de
actuación previo? —preguntó Alexander al
reconocer la noticia.
—Creo haberlo visto en otro

periódico digital.
—Deberían tomar medidas en el
asunto. —Siempre pagamos los mismos —
señaló. Alexander trabaja en la gestión de
mantenimiento del Parque Nacional del Valle
de la muerte en California donde los meses de
abril a septiembre las temperaturas
aumentan hasta superar los cuarenta grados
en las dunas de arena situadas al norte del
valle. En un artículo publicado en el blog
oficial del Parque declaraba: «…las tormentas
que se generan en el Pacífico en invierno descargan
en las montañas cercanas al valle […] llegando
secas a este…». Notaba un claro aumento de
temperaturas con respecto a otros años.
245
Además, con frecuencia encontraba
esqueletos de mamíferos totalmente intactos
al recorrer con su Jeep cada punto sobre el
llano desierto. Estos hechos hicieron
reflexionar sobre el horario biológico de los
animales y el insomnio.
En este espacio natural el problema de
las altas temperaturas afecta de forma
directa a gran parte del hábitat natural, pero
el mayor problema en esta reserva natural
proviene de la acumulación de luz artificial
que origina un brillante resplandor sobre el
cielo, proveniente de la ciudad de las Vegas
en Nevada. Tras el aumento de animales
deshidratados decidió redactar un protocolo
ambiental de instalación de luces LED con
un brillo color calabaza para que contrastara
con el destello producido por la gran
cantidad de letreros. Solucionando el
problema de insomnio de los animales y de

246
los turistas que visitan el parque.
https://www.DeathValleyblog.us//Una_ide
a_brillante…Alexander_Smith_Jhonson_//
te xt.html.
— Os dejo por aquí un ejemplo de

protocolo .
—No, no contaban con ningún plan.
—¿Es dónde trabajas? —preguntó ella
— Voy a cotillearte.
—¿Qué hoteles recomiendas para
alojarme?
—@Emily podrías meter en el grupo
el siguiente contacto —preguntó Hiroki. —
Contacto +50568993514.
—Hace varios meses que en el Barrio
de Chuo no es obligatorio llevar mascarilla
.
—Mantenemos el mismo AQI —
matizó mientras seguía escribiendo.

247
—Bueno .
En la capital de Japón varias zonas se
encuentran bajo análisis constante de la
calidad del aire debido al aumento de
muertes prematuras de las últimas dos
décadas provocados por problemas de
respiración. El estado declaró miles de
muertes por asma al principio del año
pasado; Las fábricas automovilísticas,
emisiones industriales y centrales eléctricas;
acumularon más de mil toneladas de gases
tóxicos en la realización de estos procesos
industriales; El suficiente humo para ahogar
todo un ecosistema.
—¡Qué gran noticia!

—Me alegra @Hiroki—halagó


ella.
—Tengo suerte de vivir cerca del
puente de Nihonbashi—recalcó.

248
Pues, siempre que paseaba por la
ciudad era obligatorio en su rutina antes de
llegar a la oficina respirar el aire húmedo
apoyado al principio del puente para
refrescar sus pulmones, ya que su horario
no le permitía tomarse ni un breve respiro
en su jornada diaria como empresario, pero
esos breves momentos en el puente le
transportaban a su infancia en la cual
siempre quiso destruir la calzada que tapaba
una porción de cielo al levantar la cabeza
para mirar las estrellas: «…Quiero edificar
puentes que conecten ciudades […] para destruir
carreteras que desconectan el mundo…».Apuntaba
en su diario, ya que varias décadas atrás
construyeron una autopista elevada encima
del puente que tapaba la visión con el Monte
Fuji. Quería construir miradores que
deleitasen a los turistas con los paisajes.
Incluso contaba con varias obras artísticas

249
relacionadas con el estilo arquitectónica
nipon.
(Emily Hickman añadió al grupo
+50568993514)
—IMG.JPG —Es el fondo de
pantalla de mi teléfono .
—Si alguien quiere más fotografías
que me hable por privado —declaró Hiroki

https://www.NevadaHotel.us//Sitio_web_
reserva
—Por si te interesa @Emily—
sugirió Alexander.
—Hola a todos me llamo Ángeles
Dávila vivo en la ciudad de Managua
(Nicaragua) al lado del lago Xolotlán, en el
barrio de Rubén Darío; perdón por
molestar, pero desde hace años pertenezco a
una asociación que busca ayuda para los
habitantes afectados por seísmos en mi país.

250
Hiroki me recomendó vuestro grupo para
difundir noticias relacionadas con el cambio
climático Ante esta situación me gustaría
contar con vuestro apoyo pinchando en el
siguiente enlace y reenviándolo a otras
personas, muchas gracias —Concluyó.
Dávila había vivido el Terremoto de Managua
de 1972 que destruyó su ciudad en las
vísperas de la Navidad de ese mismo año.
Con tristeza recuerda la perdida de sus
padres durante aquel temblor de tierra,
engullidos por los escombros. Fue la única
de su familia en realizar el éxodo hacia la
zona de los supervivientes. Decidió
dedicarse a esta causa tras este duro golpe
en su vida.

https://www.DonacionesterremotoManagu
a.ni//Ayuda_Nicaragua//text.html_

251
—Que foto más linda enviaste
—aduló Ángeles
—La ha mandado @Hiroki.

— Menuda desgracia —declaró


Alexander.
Tras varios mensajes similares el
usuario tomó de nuevo el smartphone para
desbloquearlo y recopilar todos los mensajes
enviados a lo largo del día. Contó con más
de trescientas notificaciones. Leyó con
rapidez varios mensajes del grupo hasta que
varios ruidos provocados por bocinas de
camiones sonaron desde la calle al interior
de su habitación. Cuando subió las persianas
vio una manifestación que recorría la calle
principal de su bloque de pisos cortando
todo el tránsito regular de vehículos y
peatones. El ruido del claxon no paraba de
colarse por sus tímpanos de forma

252
desagradable cada vez que algún
manifestante desde su coche protestaba en
contra del cambio climático.
La policía comenzó a intervenir al
formarse distintos altercados a lo largo de la
calle que concluyeron con disparos de
varios agentes sobre los protestantes antes
de que el usuario volviera a bajar la persiana
para volver a estar de nuevo tumbado en la
cama sin ganas de salir al exterior.

253
Javier Almena

Javier Fernández
Chamorro (pseudónimo
Javier Almena) nació el
3 de febrero del año
2000 en la ciudad de
Toledo (Castilla la
mancha, España) donde
cursó secundaria en el
Instituto Manuel de
Guzmán (Navahermosa, Toledo) y la
modalidad de Ciencias en su etapa del
Bachillerato (Navalmorales, Toledo), pero
su amor por las letras le llevó a cambiar de
rama antes de comenzar su carrera de
Filología hispánica en la Universidad de
Salamanca (Castilla y león, España) donde
fue censurado por su delegación tras
presentar uno de sus Cruentos en un

254
concurso de su facultad en abril de 2022,
considerando el escrito como demasiado
violento y desagradable. Varios meses
después publicó en Argentina una Antología
junto a otros escritores relacionados con el
género.
También ha participado en varios
micro-abiertos y ha vivido en la casa del
poeta ilustrado Juan Meléndez Valdés en su
estancia en la ciudad de Salamanca y cada
verano trabaja como socorrista en una
piscina municipal (Navalucillos, Toledo),
cercana a su ciudad.

255
AGRADECIMIENTO

La presente antología cuenta con la


colaboración de:

Agradecemos: María Beatriz Speranza,


Claudia Espejo, La puebla libros, grupo
Atelier y a Biblioteca Liliana Bodoc.

256
No nos contaminen

257

También podría gustarte