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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
La sonrisa trocada
tenía una cita con Fernando González en la Librería Dante, para recoger los
de París.
enloquecidas”.
—Al fin llega a esta ciudad un poco de sabiduría —dijo, abrazando el libro
con su cuerpo ágil, y me miró desde el otro lado, con esa mirada de pícaro y
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Guayabal.
—Es que Gardel va a hacer una escala en Medellín... él estuvo aquí hace
El carro me dejó enfrente del casino de Scadta, pude ver que en el campo
venía el avión con sus tres motores encendidos carreteando hacia el casino.
el avión se detuvo frente al casino de la Saco, que estaba a unos 100 metros
del nuestro.
claro con cinta azul oscura y saludó al público que aplaudía; llevaba un traje
de seda. Se dirigió al interior del casino; las gentes gritaban vivas y querían
—Buenas tardes --me dice con el extraño acento gutural de los alemanes,
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
Recordé que durante el último mes las disputas habían sido bastante
agresivas y que en Bogotá, el día que venía para Medellín, los dos pilotos se
peleaban por nosotros los pasajeros, pero no estoy seguro. Gardel salió del
Vino Hartmann y nos invitó a subir al avión. Al salir del cobertizo había
mucho viento. Subí a la nave y me senté en el puesto detrás del mando, para
vez. Don Guillermo Escobar y don Jorge Moreno se sentaron frente a mí; un
míster que no conozco subió con ellos; debe ser otro alemán, se están
Thom y Hartmann aceleran los motores y el avión hace tal estruendo que,
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alemán, o mejor, gritan para poder oírse. Pensé que ese idioma es muy
está rezando en silencio, no quiere que se note que tiene miedo. El cabinero
nos ofrece algodón para los oídos. El avión que conduce a Gardel llega a la
nosotros y hacernos dar un susto. Veo venir el avión volando a baja altura y
por la furia insensata de la competencia, las dos naves fueron una. Dentro de
olor a lavanda. Los sombreros de fieltro ingleses, con sus cintas de seda
pista. Un doctor Montoya trató de hacer las necropsias pero nadie podía
reconocernos, había humo de todos los colores; buscaron las argollas para
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saber quién era quién, pero el calor había fundido el oro; ahora éramos
Argentina.
que hace años, allá en Medellín, mi esposa Margarita le lleva flores, le reza, y
le encomienda nuestros hijos, a ese señor que, a decir de todos los que me
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despertarlo, pues es día de fiesta. El padre lee los diarios, hay silencio y paz
rayo de sol toca el fino cabello, un movimiento bajo las mantas y dos ojos
domingo.
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agrade al niño, algo que le haga feliz para verlo reír, para gozar con su gozo.
Avanzan por los jardines mirando las ventas de confites; mentas de colores,
El padre del niño ensaya a lanzar los aros dentro de las botellas; cinco
aros; si pasa uno por el cuello de una botella se la gana. No hay suerte,
tampoco mucho tino... es la verdad. Más allá están los animales domésticos:
gazapos, palomas, gatitos... los cachorros. El niño ve los gazapos, sigue sin
reparar en la jaula de las aves, duda ante los gatos y se precipita al lugar de
los cachorros.
cabeza, entonces mira a su padre, el padre alza las cejas y mira a la madre.
cachorra solidaridad y le sigue mirando. Los claros ojos de los cuatro años
los cachorros.
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de chocolate; el niño lo rechaza con enfado. Suspiros como atascos del alma
despejado, en los juegos del parque el niño olvida por momentos al perrito.
El olor de los caballos mitiga la congoja del niño. Marta y Adolfito suben a
color té claro.
cochero le entrega al padre, que recibe al niño, una boleta para la rifa de una
—¿Cómo juega?
—¿Qué ocurre?
—Nada, que nos han obsequiado una boleta para una rifa.
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hacia la tarde, tendidos sobre la grama, una leve siesta cruza el sosiego del
domingo.
rifa.
—Los niños que posean boleta para la rifa, por favor acercarse: en unos
Sin contestar, sin mirar atrás, Adolfo se mete entre la gente que está
agolpándose frente a una tarima. El niño pide que lo carguen para poder ver.
sol azafrán de la tarde, ve los cachorros que juegan, que simulan ataques, se
tumban, y ríen, tocados por la luz enrojecida parecen más hermosos... casi
distraído del amor, del impulso, de la hermandad de las criaturas que los
une. Otro atasco del alma florece en la altura del padre. Viene el sorteo.
Marta, la madre trata de apartar a sus hombres del lugar, pero nada
consigue. El hombre de las mascotas llama a una niña para que saque de
una bolsa de paño verde el número ganador. La niña pasa de brazo en brazo,
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volando por la tarde. La luz vibra. Sobre la tarima, la mano pequeña busca en
perrito siente los aromas del niño. La suave fragancia de la infancia sella el
vínculo y el ánima de los juegos los posee. Los padres que querían gozar
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una papilla para Adolfito. En la habitación, sobre las mantas sin tender de la
vencidas por el sueño. Los padres cenan en la cocina, una amarga discusión
al parque, que era domingo, que había un festival, que comías un helado de
chocolate con chispas de menta, que había un señor con muchos cachorros.
Soñaste que dabas un paseo en la carreta de los caballos, que por la tarde
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suelo. Dijo:
—Hola papá, anoche soñé que íbamos al parque y que me dormía sobre la
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La doctora Azul
Claudia entró primero. A los nueve meses de estar en análisis me dijo que
ayudaría a pagarlo. Creí que el tratamiento sería con el doctor Gasca, pero
llamada “doctora Azul” (es una especie de club cuyos socios se envían
yegua, un aire equino hace pensar más en una hembra que en una terapeuta.
íntimas; pero cuando me pidió que le contara mis sueños y mis fantasías,
cuando me explicó qué era la asociación libre: —que dijera lo primero que se
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El tema del análisis era mi relación con Claudia, pero la doctora me leyó:
”el psicoanálisis explora los cimientos del ser y sus estructuras y busca
reconstruir la vida, la relación con los padres y los hermanos, los traumas
iluminaciones. Ella parecía divertirse con mis historias pero decía muy poco,
casi nada.
las más largas”, dijo. Pensé que eran metodologías diferentes, o que tal vez
por estar empezando, mis sesiones eran más largas. Un jueves llegué al
aroma, una fragancia que había conocido en otra mujer, y me dije que una
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Entonces le pregunté que si uno no quería decir nada, qué pasaba. “No pasa
Esa noche soñé que estaba en una playa de Tumaco. Tenía 17 años. Era el
brillos del fuego, era altiva y dueña de sí. De pronto vino caminando, pasó a
próximas, no podía mirarla. Sentí que ella estaba allí detrás para mostrarme
algo. Cuando al fin pude mirar atrás, no estaba. Sólo su fragancia. El jueves
asocia con cola de caballo?”, preguntó. “La cola de una potranca“. “¿Y qué
se le ocurre con detrás de mí?”. “Algo que deseo pero que no alcanzo, algo
que me van a dar y no me han dado”. “¿Qué más?”, insistió. ”Algo húmedo y
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14 minutos.
que hablara un poco más de la mujer de mi sueño. Le dije que era una
muchacha por la que había sentido un deseo muy intenso durante un paseo
a Tumaco, y que la había visto en las tardes, cuando volvía del mar, bañarse
con agua de lluvia. La primera vez estaba en traje de baño, y cuando advirtió
que la miraba se desnudó y se puso a lavar su traje; luego con una vasija
grande, sacaba agua de la tina que estaba debajo del alero, a un lado de la
cuerpo. El agua brillaba con la luz de la tarde y su desnudez era una ofrenda
esa escala espinal, bajaba y se perdía entre las nalgas aglutinadas y firmes,
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El jueves no fui. Sentí una alarma, una leve señal que me decía que algo
malo podía pasarme. El martes regresé. Me senté en la salita y vi otra vez los
rostros de los pacientes, su angustia; quise huir, pero algo como un hábito,
seres humanos se mide por la capacidad que tengan para ser felices. La
frustración se produce por falta de valor para hacer lo que deseamos hacer,
respondió.
No podía creer lo que estaba oyendo. Le dije que decir eso era muy fácil
pero que ya quería ver una muestra de esa teoría. Entonces dijo: “dejemos
aquí”.
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muchacha echándose agua con la vasija. Le aclaré que no era un sueño sino
un recuerdo, algo que había sucedido cuando tenía 17 años. Dijo: ”Háblame
aquí”.
cuando al despertar de una pesadilla comprobamos con alegría que era sólo
abandonado el tratamiento.
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apartamento.
Una hora más tarde llegó Claudia. “¿Qué pasó, por qué te viniste sin decir
nada?”. “No, dime tú, ¿de dónde sacaste eso de entra a mi templo? ¿Quién
te lo dijo?”. Ella me miró sin sorprenderse. ”Es lo que has dicho de esa
ebria, me miraba con una risa ebria y cínica. Agregó: ¿”No sabes que yo
durante las horas en que va a clases de tenis. Ahora soy parte del grupo, fui
de ti… esa que llaman doctora Azul, tu analista”. “¡Qué analista ni qué nada!
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nadie para obtener placer, podré sentirlo con cualquiera, incluso con
terapeuta es ese Gasca? ¿Tenista, pintor, y usa el diván para desnudar a sus
Gasca?”. “Me las ha dicho él, y yo las he interiorizado, o sea que ahora las
digo yo”. Entonces pronuncié lo que quería fueran mis últimas palabras:
Pensé que debía hablar con la doctora Azul, antes de darle un portazo a
los analizados y supe que yo, ahora, era uno de ellos. En pocos meses me
había disipado. Iba a decir lo que tenía que decir, y a salir para siempre de
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Lo que le voy a decir se lo quiero decir mirándola a los ojos”. “No hay
problema. Entonces siéntate aquí”, y me indicó una silla. “¿Por qué estás tan
decirte que no sé cómo pudo ella saber de ese recuerdo”, dijo mirándome a
para que ella pudiera continuar”. “Según eso, si uno no tiene con que pagar
Claudia dijo que ella había escuchado mi recuerdo en una reunión de control
de casos, que usted lo había contado allí”. Indignada exclamó: “¡No sé cómo
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siguió diciendo: “Me duele lo que estás viviendo. Desde que me hablaste de
los globos que elevaban cuando niños, supe lo que eras. Cuando me
comprendí que me deseabas. Que yo era ese algo detrás, esa fragancia…”.
equinas, su alta grupa, sus hijares. “Yo quiero ser tu sueño. Ven, entra en mi
mientras decía: ”Borra tus miedos, borra tu angustia en mis pechos. Abrió
su blusa y brotaron sus senos color melón, con pezones rosados duros y
retrospectivo, una felicidad, una falicidad épica nos gobernaba y terminó con
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La oración de Manuel
por un claro camino que desciende de una montaña. Desde la altura del
iglesia. El trayecto es largo, deben caminar una hora desde la casa de las
para no llegar tarde. Manuel va mirando los cámbulos, las acacias florecidas,
aire mirando hacia la tierra. Aletea inmóvil, ulula, emite un hilo de sonido que
parece que se fuera a estrellar contra la tierra. A un metro del suelo frena en
una serpiente y la eleva hacia el cielo. La serpiente lucha por soltarse de las
garras del águila; arrancada del suelo y arrastrada hacia el fondo del aire,
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abraza y le dice:
los cabellos recogidos de las damas, las primeras sombras en los ojos de
las muchachas, los bien planchados sacos de los hombres, hacen que por
unas pocas horas, todas las mañanas del domingo, sea ocasión para jugar a
ser otros, para soñar con una belleza que sus vidas no tienen. Entran en la
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de cedro, huele a agua de florida de Murray y Lanman, que usan los señores,
y a Pachulí, el perfume que gusta a las señoras. Manuel mira los ires y
impecables, los solemnes movimientos, mira entre las filas del frente y juega
a ver, fila por fila, a todos. Cuando termina de mirar a las personas de las
filas del frente sigue con las de atrás; de pronto, entre la galería de rostros
aparece el de una muchacha, como una fruta fresca olvidada, una dádiva, y
la luz de esos ojos nuevos y la piel pomarrosa lo hacen sentir algo naciente
susto y al placer de un milagro; los ojos nuevos bajo las pobladas cejas, la
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—Señor del cielo y de las cometas, del aire y de las luces, señor de los
peces del río, de los nidos, señor de los juegos de todos los hermanos, y de
la rueda que hace sufrir a los que apuestan, señor de las naranjas y de los
serpiente, señor de la lluvia quiero que la rueda de la suerte nunca pare, para
que nunca pase nada malo… señor, que nadie gane ni pierda y que mi padre
en tierra amiga...
Manuel mira a su padre y nota que esta adormilado, o tal vez orando
Pensó si será verdad que Dios existe, y siente miedo de haber pensado si
suerte, si sus oraciones serán oídas por alguien, o si será él el único que las
oye, y se promete orar para que no sea así, orar para que Dios exista. Se
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mejor que algo nos apagara las voces y ser silencio, y seguir mirando la
belleza.
El padre de Manuel abre sus ojos y se incorpora, toma a su hijo del brazo,
hijo, con el espíritu sosegado, caminan bajo los árboles. Llegan al lado de
poco de agua con la mano; está fresca, siente deseos de buscar guayabas y
padre.
Viene el padre presuroso para ver qué ha ocurrido; sobre las hojas del
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portillo de la finca, aromas de leña, sobre el tejado de la casa humo azul. Una
Manuel corrió a ver a su madre, entró a la gran cocina y allí estaba, sonriente
—Sí, hijo, si existe, sólo que ya no alcanza para todos. Existe a veces,
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e–mails de Cielo
Hola todos.
Al fin aquí, en la tierra que tanto he soñado, el vuelo fue bueno, pero sentí
pienso que volar para nosotros los humanos es algo tan ajeno. No hay nada
de que nos haya dotado la naturaleza que sugiera que podemos volar, tal vez
por ello fuimos compensados con la imaginación y con los sueños, pero en
vuelo pensé que si la naturaleza nos dijo, al construirnos así, que no éramos
para el aire y que el aire estaba destinado a las aves y a los insectos, volar
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así lleve sólo unas horas aquí, puedo decirles que Nueva York está entrando
en mí.
Holas,
Hoy conocí la ciudad desde arriba, fui a las Torres Gemelas, al fin pude
mirar hacia abajo, aquí todo el tiempo he mirado hacia arriba. Cuando estuve
en la terraza ¡que vértigo! y que belleza: pude ver el mar, el río Hudson, el
una luz para que los capitanes sepan que están llegando, que pueden
Holas y vientos,
Les tengo una noticia mala y otra peor, la mala es que reprobé la admisión
para estudiar literatura que era lo que yo quería, y la peor es que para
de vuelo, nada que ver lo uno con lo otro, pero así fueron las cosas. El
quedarme vaya a estudiar para volar, si sólo he volado una vez, y sentí
mucho miedo; sobre todo al despegar, al dejar la tierra, y sentir cómo ese
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que ser azafata sería lo último que haría, me parecían tan bonitas, tan
elegantes y bien peinadas, pensé que yo no podría hacer ese trabajo, pues el
las hace parecer distantes y seguras. Bueno, ahora voy camino de esa gentil
Queridos todos:
con todos. Sé que las estadísticas dicen que es el medio de transporte más
Hola Famili.
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de interacción con los clientes. Todo para alentar a volar sin temor, para
Queridos y extrañados:
Conocí un muchacho muy atractivo, es alto, tiene cejas pobladas como las
que le gustan a mamá, creo que es turco o algo así. Hablamos en inglés
porque él ni pío de español, y yo ni pío de eso que habla: árabe. Me dijo que
está estudiando aviación y que presiente que será feliz volando. Tiene una
que es una buena persona. Sólo hemos salido dos veces y me siento
cómoda con él, aunque a veces es muy trascendental. Lo que más me gusta
son sus ojos árabes y que es peludito como un osito. Es muy respetuoso y
muy formal, tal vez demasiado para mi gusto. Ahora que vivo entre tanto
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
Queridos míos.
Por acá todo bien. Ayer me enteré de que seré enviada a entrenamiento
para auxiliar de vuelo; o sea que voy a ser azafata. Son tres semanas de
dotación, debo memorizar varias instrucciones que hay que decir a los
curso, me asignarán a un avión de una ruta nacional. ¿Será que me veré así
Queridos–idas
nuestra base. El turco se puso más feliz que yo cuando le conté, parecía
que estoy enamorada, y ahora tengo que dejarla. Desde ahora será amor de
Mis Amadisisisiiimos
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
fascinante; es sentirse un ser de las alturas, ser parte de esa poderosa forma
son los aviones y los aeropuertos, me fascina, cuando nuestra nave está en
conociéramos más, todavía no conozco casi nada sobre él. Lo único que sé
es que es religioso, de esa religión de los árabes y que entre los libros de
Holas y nubes.
tripulación del avión es como una familia que atiende una casa que vuela;
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sueño?”. Será que le digo que sí? Creo que si me dice algo más lindo caeré.
compañera: ¿hoy para dónde vamos?. Los hoteles quedan cerca de los
aeropuertos, se oye el rumor de los aviones que llegan y salen, y las noches
luto y oro coquetean y nos miran; saben que somos imposibles, que
desde las alturas; es como ver una pintura; las costas coronadas de
la noticia de una ciudad. Hay una distancia formidable que permite ver el mar
fugaz y única manera de ver la tierra como la ven los dioses es lo mejor de
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al fin, una feliz, una cálida voz humana que nos confirma donde estamos y
Hola preciosos,
mi día de descanso. Estoy loca de ganas de decirle que sí, pero es que no
sé, él tiene algo como extraño que no logro desentrañar. Tal vez el viaje sirva
para saber algo, para develar su misterio. Espero que en la temporada baja
Hola Mamá
Creo que ahora sí sé lo que es volar; siento que estoy enamorada, Al Maijil
me ha mostrado todo lo que soy para él. Me escribió algo tan bonito:
“Princesa del aire, suave presencia de la altura, vecina del sol, de las
él y que delicadas manos de nube aten con hilos invisibles el amor que nos
ardan por siempre las antorchas de la victoria. Serás en el Islam una flor en
dulzura y me explica que el espíritu es superior al cuerpo y que por ello sólo
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seré suya ante Dios. Yo quisiera que fuera antes porque está rebueno mi
osito. Mami ya hablé lo de la reserva, las tarifas más bajas son en septiembre
avisaré.
Holas y aires
Boston los Ángeles, El turco es terco y quiere volar conmigo, dice que no va
que la materia es que ”es el aire el que hace al fuego. Y recuerda que es el
aire, quien sostiene las naves en el cielo”. Según él, el aire es como el
nuestro propio aire, seremos libres, viviremos a nuestro aire”. Todo lo que
dice es tan bonito, yo a veces no entiendo pero creo que tiene razón.
trascendental les manda a decir que soy “la novia del aire que Dios estará
con y en nosotros con ustedes”. Los quiero mucho. Nos vemos en las
torres, espero que las encuentren; sólo tienen que mirar hacia el cielo.
Los mártires están bajo el ala de Alá, vuestra hija os ama, Alá, os ama,
Osama os ama.
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Desde la altura de crucero que nos lleva de Bogotá hasta Buenos Aires
ignorar sus nombres hace creer que esas luces anónimas son la
geografía.
—Es Cali, la tercera ciudad más poblada del país. La fundó hace 470
años don Sebastián de Belalcázar quién fue condenado a muerte por sus
mil metros de altura. Desde allí se extiende hasta el río Cauca, y en ella
Pero en ella también hay árboles mágicos, que al ser tocados por la luz
hace que se agiten los ramales, las faldas y los espíritus; hay un
estremecimiento de dicha, todo parece una fiesta, una entrega suave, libre,
un sereno desparpajo gobierna las tardes y las noches, y nos hace sentir
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bailar, o salir a los parques, o al frente de sus casas, para sentir esa
embriaguez, esa desobligada sensación de ser felices sin serlo. Tal vez allí
está el secreto: Hay ciudades donde uno vive por lo que pasa en ellas, o
por la gente y las cosas que hacen quienes en ellas viven, pero en Cali uno
vive porque es fácil, porque ella es, a pesar de ella, cálida y fresca, negra y
—¿ Es galerista?
mafiosos les vendieron muchas obras falsas, y muchas originales. Hay que
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galería de Buenos Aires; debo hablar con ellos sobre las condiciones y la
posible obtener una. Las pinturas tienen un pasado, como las personas, a
historia de este cuadro es una de las más extrañas con que me haya
un artista. Se impuso el reto de volver arte lo que no era arte. La idea era
Las dos Marilyns y Elvis triple. En 1964 trabajó en una serigrafía sobre
lienzo de 1 metro por 1 metro a la que llamó Marilyn. La obra tuvo mucho
gente comenzó a imaginar que el trabajo de Andy decía cosas, hacía ver de
otra manera lo que era sólo una fotografía intervenida con color. El mito y
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serigrafía le pidió al artista que le escribiera una nota al respaldo, para que
Mínguez. Dijo que tenía un cliente para comprar originales y que lo único
había puesto para vender la Marilyn. Entonces el cuadro fue a parar a Cali,
sin remite, ni destinatario, sin historia, sin pasado; una obra de arte
fantasma.
Yo pedí carne roja y vino tinto. Pregunté porqué no pedía vino y me dijo
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Sabía que deambulaba por el café de Los turcos, un lugar donde se reúnen
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mataron, algo debía”, “andaba en cosas raras”, y todo tipo de razones que
apartar a los malandros. Pero cuando está con los artistas se vuelve digno
encontraba. Al café de Los turcos no iba desde hacía dos meses y sus
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que en Cali las cosas suceden por la tarde: la gente vive en un plácido
duermevela. Son tan distraídos que cualquiera que desee hacer algo, lo
y adormilados viven que cuando los roban, lo único que atinan a decir es
“se perdió esa plata”. Cómo es tan fácil tener éxito, Cali se ha llenado de
necesita aplauso fácil, lo mejor es que se vaya para Cali. La vida comienza
por la tarde cuando el calor cede y la brisa fresca y fragante baja de los
caminaba por el norte y en una esquina, al otro lado de la calle lo vi. Iba a
—Si quiere hablar conmigo veámonos en San Nicolás, mañana a las dos,
Al día siguiente a las dos entré al restaurante, un lugar que sirve comida
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almorzar.
—¿Y qué puedo ganar contando esa historia…? ¿Tal vez una muerte
café?
—¿Dónde vamos?
—Sobrevolamos Perú.
madre del Toche así lo hizo, y el primer lugar donde estuvo la Marilyn de
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Toche, para entregar la obra enmarcada, pero ella siempre estaba rezando.
Hasta que un día le dijo: “Quédese con ese cuadro y páguese con él la
enmarcación. Ahora aquí no hay ni un peso, todo lo que quedó es para los
había un afiche de Marilyn, pero un afiche de verdad, donde ella se veía tal
lloró y contó las penurias que vivía y el carpintero se regresó con la Marilyn
reparaciones no pagadas, para la venta. Las exhibió al frente del taller: eran
rótulo que decía “Se vende”, y el precio. A la Marilyn le puso el precio que
quería mostrarle a la familia del Toche, que sólo pretendía recuperar lo que
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podían pintar ellos mucho mejor. Lo más triste para el carpintero era que
había ofrecido nada. Una noche el carpintero cerró tarde y olvidó entrar a
Marilyn; al día siguiente cuando llegó para abrir, se encontró con que
arbolito, levantó los ojos y vio un cuadro grande, y lo que parecía ser una
foto de Marilyn, pero era borrosa. Azcárate se limpiaba los ojos tratando de
ver mejor, pero no mejoraba lo que veía. “Estoy borracho”, se dijo. Luego
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cubículo. Adentro una cama sencilla, una silla metálica, un interruptor para
la luz y una toalla pequeña. Allí lo dejaron. Al día siguiente, entre el sopor
plástica con que los protegen para que la gente no los vea. Y cuando algún
“como voy a comprar un libro de arte sin mirar el arte que trae”. Estaba
Andy Warhol. Abrió cualquier página y encontró la Marilyn que había visto
iluminación, asaltó su conciencia. Leyó lo que decía el libro sobre esa obra,
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sintió que había soñado lo de Marilyn, o que era una alucinación producida
Octavio.
El carpintero dijo:
Azcárate entró con sus pasitos cortos y se inclinó sobre el cuadro, pudo
Estaba allí ante la Marilyn de Andy Warhol. No podía creerlo. “Al fin voy a
—Pero si no lo ha visto.
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dijo que ya le había prestado muchas veces y que no veía porqué debía
historia.
—¿Quien lo tiene?
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taller vio el cuadro recostado a la pared del fondo. Sin pedir permiso se
Venegas chilló:
—Sólo déjeme ver ese cuadro —y atropellando a don Octavio llegó hasta
la pintura y la movió cómo quien pasa una página. Alcanzó a ver por un par
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—¿Cuánto le ofrecieron?
—Eso no importa,
—¡Salga de aquí!
barandal.
--Siga y lo saca.
Azcárate juntó los 5.000 pesos que lo tenían muerto del hambre con lo
documento.
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tendió sobre el colchón sin sábanas a mirarlo. Recordó con placer que
había amado, y que cuando supo que la habían matado para ocultar su
había hecho justicia por el crimen. Nunca pensó que terminaría siendo el
dueño del cuadro más famoso, del más famoso artista contemporáneo y
y soñó que lo habían llamado para hacer una película, en la que sería el
actor protagónico: El poder de las mentiras y las mentiras del poder. Era
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fila para el castíng estaba Venegas, que también aspiraba al papel. Carlos,
lo llamó.
asustado pensando que le habían robado el cuadro, miró la pared y vio que
tenía mucha hambre, que entraba al restaurante de Lalo, y que pedía una
había, que esa era una sopa para Marilyn, que allí sabían que ella sólo
dejado una nota. Leyó la nota: “Tengo el cliente para la Marilyn. Mi teléfono
es 6615757. Venegas”.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
La tapó con uno de los plásticos y se fue al restaurante. Buscó una mesa
dijo:
—Ya he oído muchas historias. Si quiere comer aquí, debe pagar lo que
la pared:
—Usted y sus cuentos. Si quiere comer, déjeme eso que trae ahí como
cogía con las dos manos en la misma actitud de la foto de una película que
llena de aire y las magníficas piernas que sostenían el más hermoso ser del
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—No puedo decir lo mismo. Vengo para que me diga cuánto vale un
—Nada, no vale nada. Vale un poco más que una litografía. ¿Me está
un negocio.
lo vendo”. Ese ”vendo” en singular sonó muy mal a los oídos de Azcárate.
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estima lo que posee. De pronto se detuvo, giró hacia atrás, y dijo: “gracias
Andy Warhol. Miguelito ya sabía que Mínguez había comprado ese cuadro
ayudando a vender al tal Toche, y que presumía cuando decía que era
suyo.
sala estaba el libro de Taschen sobre Warhol, abierto en la página 15. Allí
decía: “Marilyn, 1964, serigrafía sobre lienzo, 101.6 x 101.6 cm. Con la
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Warhol.
una tabla de quesos, aceitunas, panecillos con paté y otros manjares que
el arte y la publicidad. Decían que ”si bien la publicidad, lo que llaman arte
antropológica sobre los nuevos dioses y los nuevos credos, los ídolos y
las marcas. Y los ídolos como marcas, y que esa era una mirada que luego
—Te lo dejo —dijo—, en los únicos que confío es en los maricas. Mañana
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puedo ayudar en el museo, por el origen del cuadro, pero sé que aquí hay
nada malo.
que sabía era que el señor Azcárate tenía un conocido que la estaba
vendiendo.
—Alguien a quien su cliente le pagó una deuda con ese cuadro. Vaya
hable con él para que se entere, y no se las venga a picar aquí de vivo, que
respondió Azcárate.
apartamento.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
con ella.
escrúpulos, viven esperando que a sus clientes los maten, o los extraditen,
ellos como rémoras, chupando de donde pueden. El tal Quintana que tenía
Quintana le dijo a Azcárate que le daba 200 dólares mientras tanto, y que
sacaría de pobre.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
deuda para que recibiera la Marilyn de Warhol por los quinientos mil
obras de arte, igual a como lo hacían los banqueros japoneses. El bruto del
mafioso aceptó y sólo le pidió una foto del cuadro. Otro abogado allegado a
denunció con la policía para ganarse una recompensa. Y allí fue donde
de Mataburro y el Enmaletado.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
su valor es muy inferior a lo que todos suponían, pero alcanzará para que
su dueño viva unos años sin tener que fiar la sopa del almuerzo.
—Que tenga un feliz viaje. —Me gustó lo que dijeron los artistas sobre la
publicidad.
—¿Por qué?
Volamos en contravía de los Andes. Desde el cielo del norte hacia el sur
vemos una gran cordillera abierta que viene desde la Tierra del Fuego y la
día toca con sus cobres la blanca altura de los nevados chilenos. El avión
belleza. Siento su aliento afrutado, los tonos de roble en que vienen sus
—Brindo por sus palabras, que tenga suerte… esta noche elevaré una
—Adiós.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
Agua lluvia
en las noches cuando en fila avanzan para fecundar. Aunque muy joven era
respetado por ser carácter claro y sereno. Además era muy atractivo; el
sus formas y la pesca alimentaba su belleza. Siempre andaban por allí cerca
del pequeño astillero, las mujeres, llevando fresco, o alguna fruta para su
sed. Raúl todavía no había caído en las trampas del amor aunque tenía 19
sabía que él era especial, distinto a los otros muchachos y a sus otros hijos,
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
sabía que algo grande sería para su hijo y lo trataba también de manera
diferente.
que pretendía construir un barco de madera y que había estado por el litoral
preguntando por los carpinteros navales de esas costas. Luis Reina, viejo
que fuera con él a escoger las maderas y que fuera en Mulatos donde se
no hay con que escribir; apenas un lápiz rojo para trazar cortes. Don Luis
apuntó con números infantiles el monto acordado para él, que era maestro
remontaron las aguas del río Satínga, buscando los aserríos; tomaban
trozas apiladas, las acariciaban como si el contacto con ellas les rebelara su
piezas.
estuario. Una llovizna tenue, habitual y calma se deslizó por el aire sin
lenta de las horas de los pobladores del aserrío. Dos días más estuvieron
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
ningún momento.
forma de balsas por el río hasta el estero y de allí con marea bajando en
jornadas de seis horas hasta que la marea baje y la balsa avance hacia el
mar. Estas maniobras pueden tomar varios días durante los cuales hay que
vivir sobre la balsa, pescar, cocinar, dormir, hacer fogón de hierbas para
espantar jejenes y otros bichos picantes los manglares. Raúl fue encargado
los ángulos y platinas, y los soportes, las puntillas, las garlopillas, las limas
pegantes, las sogas, cadenas y poleas para subir y bajar las piezas y los
cepillos, los cáñamos para los hilos, el punzón, lápices rojos y lápices
azules, una guaya y un cable de acero de cuarenta metros, resina para sellar,
no se sentía muy seguro de poder hacer esas compras y sabía que don Luis
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
de mangle que sería el lugar de los armadores y la primera casa del barco,
lista.
Esperó a que Isaura le terminara dos camisas y se reunió con don Luis y
el Capi para saber las prioridades y el orden de las compras, los almacenes
—Lo mejor es que se quede en mi casa, allá podrá guardar todo lo que
El capi García era un hombre de unos 45 años, su tez más rosácea que
blanca, su peinado impecable, las gafas raiban pilot, y una seguridad que lo
recién bañado.
va a hacer.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
—En esa casa hay juguetes que usted no se imagina, no quiero que se
lo olvide.
desde la orilla del poblado de La Vigía. unas linternas hicieron señas para
Buenaventura.
había figurado. El capi García salió del camarote perfectamente peinado con
—Ahí estás, fermento del firmamento, que raro que no esté lloviendo.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
Mirando el puerto sonrió como quien mira un ser querido que está
tres cabezas.
—Esto es bueno para la potencia -dijo el Capi- aunque no creo que usted
lo necesite.
Raúl hablaba poco, aunque no era tímido. Sabía que estaba aprendiendo,
que era mejor escuchar y observar, y que el silencio es el mejor recinto para
Raúl sintió un frío nuevo, el frío seco de la altura, se le taparon los oídos y
entre la niebla; Raúl no había visto y sentido antes tantas cosas nuevas en
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
Raúl vio una luz limpia, desempañada, que mostraba lo visible con
propia luz colores, aromas que la impregnan, lo que veía era nítido como un
Gorgona y vio por primera vez el fondo del mar y los peces, con una claridad
mayor que aquella con la que veía los pájaros en los árboles y los rostros de
sus hermanos.
colina; el terreno sobre la cual fue construida tiene 33 metros de frente por
gran solar que llega hasta la calle de atrás. En la primera parte del solar, una
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
La casa era luminosa y alta. Ivett llamó a Laura, una mulata que el capitán
había traído de San Antonio, arriba del río Guapi, porque tenía gracia y sobre
—¿Diga?
—Sí, señora.
—Venga yo le enseño.
por una cocina grande a un corredor amplio donde había una sala, pasaron
por la piscina, llegaron al solar. Raúl miró los árboles de mango y sus frutos
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
—Aquí son un poco raros, pero hay libertá. No se si eso sea bueno, pero a
mi me gusta aquí.
eso dice la señora Ivett. Ahí está el baño. La ropa sucia me la lleva ahora.
de la huerta le apaciguó, sintió como si esa casa fuera su casa, su lugar. Una
sosiego de Raúl.
desde la huerta; la luz era limpia y estaba impregnada de oros; una frescura
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
dijo:
—Ya es tarde, ha dormido tanto que se le pasó la hora del almuerzo, pero
papas al vapor y ensalada. Lo que comía era nuevo, pero le agradó mucho;
comió despacio para aprenderse los sabores que iba sintiendo, el aroma de
almíbar.
—Don Capi, gracias por todo… ¿cuando vamos a empezar a hacer las
compras?
—No tenemos afán, mañana podemos hacer una parte, por ahora
Una golondrina pasó rasante para beber del agua quieta de la piscina. La
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
algodones aéreos.
—¿Adónde?
—A Carulla —explicó.
Salieron por la puerta del solar a la calle de atrás, bajaron por un andén
que olía a cadmias, entre las sombras y el viento de las acacias y los
guayacanes. Caminaron unos doscientos metros hasta otra calle más ancha,
la cruzaron y entraron a un gran almacén. Raúl jamás imaginó que algo así
cosas que no había visto y de los colores de los productos aparados en las
mirando las fotos de los gatos y los perros en los empaques. Nunca había
mullidos.
Luego vagó por entre las verduras y las frutas, la mayoría de las cuales no
otras de pie con etiquetas en las que había diablos, barcos, mujeres, campos
sorprendiendo a Raúl.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
la comida.
La luz estaba irisada, las hojas rodaban por la calle sopladas por la brisa,
—Ven siéntate con nosotros —dijo la señora Ivett, señalando uno de los
La señora Ivett estaba descalza, sus pies eran finos, parecían suaves y un
poco infantiles. Había en ella una belleza progresiva; cada vez que Raúl la
levantó de la mesa para ir a la cocina, las últimas luces del día tocaron su
espalda desnuda salpicada de pecas, su cuello alto giró haciendo mecer una
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
—Sí, el menor.
— ¿Y tienes 18?
Sonó el teléfono.
El Capi se levantó sin prisa, con serenidad entró a la casa. Ivett volvió
lo visible. Ella sonrió y fue a poner música, sonó una canción bellísima, casi
una flauta cantaba mejor que todos los pájaros. Laura trajo otra cerveza,
—¿Pasó algo?
— ¿Qué pasa?
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
El Capi mecía el vaso para tintinear los hielos dentro del whisky, y miraba
la mano de Ivett. Ella acabó el vino que tenía servido, se despidió y subió a
las habitaciones.
El viento movía el solar. Laura salió y se sentó con Raúl. Esta vez no
Laura contó a Raúl que los patrones no estaban y que el capitán se había
ido de viaje. Dos días después regresó doña Ivett, sola. Dijo que el capitán se
iba a ausentar por tres semanas, y que le había mandado la razón de que lo
esperara.
ciudad era muy dispareja; había lugares muy agradables pero otros eran
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
Animal”- que el Capitán llamaba: ”campos de paz animal”, porque eran más
los animalitos que ayudaban a morir que los que ayudaban a vivir. Una tarde
la señora invitó a unos amigos a la casa. Entre ellos había una publicista
medio filósofa y un tipo que decía ser ambientalista. Ivett les presentó a Raúl
y le pidió que los acompañara en la mesa y que se tomara unas cervezas con
amaba a los animales de verdad, tanto que prefería que murieran a que
dijo que si de eso se trataba todos deberíamos estar muertos. Ivett contestó
que sí, que la muerte era mejor que el sufrimiento, y que la sobrepoblación
impedían que la gente se muriera cómo y cuando les tocaba morirse. Otra
invitada sostuvo que las guerras y el terrorismo no eran malas, pues era una
murieran más hombres que mujeres, pues las mujeres son las que
engendran”.
Los días en que la señora estuvo fuera de casa, Laura contó a Raúl
podido tener hijos, que una vez en una fiesta estaban haciendo mucho
alboroto y cuando salió a ver qué era lo que pasaba, la señora y los amigos,
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
viajar y a veces volvía al otro día, y otras veces se demoraba hasta un mes.
matrimonio. Que ella le contaba a él todo lo de las fiestas con sus amigos
cuando volvía de sus viajes, y él se reía con las historias, pero que las
aburría un poco. Fue a la cocina y comió con Laura, luego salió sin ser
Por la puerta podía ver la luz de la piscina iluminando la casa, una luz ebria
ondulaciones del agua, oía a lo lejos las voces de los visitantes y la risa de la
señora Ivett. Desde la huerta venían los aromas de las hierbas, del brevo y el
Recordó las palabras de don Luis Reina, “en esa casa hay juguetes que
por el jardín. Miró hacia la piscina y vio venir a la señora con su etéreo
—¿Estás despierto?
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
—Sí.
—¡Para qué?
—Ven.
—Mira bien; el fruto está detrás del vestido que lo cubre, retira el vestido y
prueba la fruta.
Él comió.
—Así es.
vía láctea a los pezones intactos; el vientre, milagro de una geometría dócil
habían revolcado toda la huerta. Pasaron varios días, la señora estaba casi
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
siempre fuera de casa. A veces por las tardes llamaba a Raúl y le decía que
la huerta.
Una mañana, era domingo, al otro lado del alto muro que separaba el solar
Raúl se incorporó, Laura pasó de prisa a abrir la puerta. Raúl no podía creer
dijo:
hemos traído. Está afuera detrás de ese muro, debemos bajarla. Yo renuncié
a hacer el barco, pero me pidió que viniera a hablar con usted, quiere que le
entregue los planos y los dibujos, quiere que se haga aquí en este solar.
otro día me dijo todo esto y se fue en una lancha a tomar un avión en Guapi.
La señora vino, don Luis explicó lo que ocurría y ella como si ya lo supiera
negros fuertísimos bajaban las treinta y cinco toneladas de madera, don Luis
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
se sentó a mirar los planos con Raúl en la mesa de la piscina. Doña Ivett
parecía feliz, se veía entrar y salir, y como a Laura le tocaba descanso, ella
juguetes, tendrás que aprender a jugar sin saber nada sobre ese juego —
Los hombres se fueron y a un costado del solar quedó apilada, según los
cortes y las calidades, toda la madera del barco. Esa tarde Raúl preguntó a
doña Ivett que cuando vendría el capitán, pues debía hablar con él.
dijo que debía salir del país, y que no sabía cuando podía regresar, que tenía
comenzar con lo que tenía, que esa semana le llevarían dos sierras
eléctricas; una manual y una fija. Que era muy lindo lo que habían vivido.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
—Mi más hermoso secreto. Un beso largo de brevas confitadas, una grata
fruta perdida.
hierbas con agua de lluvia. Llegaron las sierras y los encargos de la lista,
domingo se oyeron los resoplidos de frenos de aire y los rugidos del motor,
tocaron a la puerta: traían la quilla. Una quilla de 21 metros con una nota de
don Luis explicando que ”viendo el solar y las calles por donde debían sacar
el barco había calculado que máximo podía tener 23 metros”. Con la quilla,
las trozas para comprobar si las virutas que extraía estaban secas, cuando
semanas sin descasar, armó los costillares y la nave tomó forma; parecía el
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
No había noticias de los dueños de casa. Una noche hacía calor y Raúl
salió a la huerta para sentir la fresca, iba a comer una uchuva, cuando oyó
nave, que todo zozobraba, una fuerza morena, un poder superior radiaba de
ese cuerpo desnudo que emergía brillando del agua, las caderas inauditas
estremecían todo el solar, los mangos se caían, las uchuvas reventaban los
sintió enfermo.
desayunaban.
Raúl casi no puede trabajar. Por la noche llamó doña Ivett, habló primero
—El Capitán está grave, quiere que veas una carpeta que tiene en el taller,
no me esperes, eres el bichito más dulce que he probado, la madera más fina
la carpeta. Primero vio las fotos: fotos de los manglares, mirándolas recordó
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
azares del manglar, el sonido de la piángua en marea baja, las historias del
atarrayador con las que lo asustaba su madre si decía mentiras. Recordó las
Miró otra foto donde esa mujer regaba la huerta de las hierbas aromáticas, y
Luego tomó unos papeles en donde leyó algo escrito con letra grande:
“Dejas el suave valle que soñaron tus ojos, asciendes los Farallones
muelles del Piñal el aroma dulce de las maderas y el sonoro dominó de los
estibadores aguardan los buques y la selva aserrada. Por las calles llovidas,
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
escampada en el malecón del parque. Sobre las largas mesas del mercado
los encocados, las cazuelas. El gusto del océano en la crema de jaiba deja
Parque del Perro no supo cómo había llegado a ese círculo verde. Vislumbró
entre las confusas mareas que lo llevaban un orden, un sedal que ataba los
convulsas emergía una brújula que mostraba la ruta que los había
encallado.
madera que reía, y una más, en la que remaba en un potrillo por el estero de
Raquel Estupiñán saca del caldero monedas doradas… les brizna sal…Don
café… con una concha de piangua don Santiago ralla coco para hacer
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
Raúl comprendió que esa carpeta era el archivo secreto de una vida
imposible. Desde la mesa de trabajo del Capi miró el armazón del barco y
origen, Sintió una urgencia corporal de hablar con el Capi. Pero no fue
posible. Entonces comprendió que lo único que podía hacer era terminar el
barco y marcharse.
Laura intuía que algo trascendente le ocurría a Raúl y que debía ayudarle.
la comisaría. Laura les dijo que nadie iba a ir porque en esa casa ya no había
dueños y que ella lo único que estaba esperando era que terminaran el barco
para embarcarse. Cuando el casco estuvo listo parecía el arca de los hijos de
nave averiada de los mayores que los perdió en la más desnuda de las
el elegido en una colina de Cali a más de mil metros de altura sobre el nivel
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
azules de las brochas sobre la madera pacífica. Una mañana Raúl caminaba
la hierva vio a Laura, desnuda toda, con los ojos cerrados, serena y feliz,
remontó la montaña.
hijo, y desde la playa Isaura y don Luis, miraban las bellas dimensiones de la
nave. Ya en casa, Raúl contó a su madre que el capitán había muerto, Que la
señora había vendido la casa y que ahora vivía en Nueva York, donde
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
—Aquí traigo las semillas de todas las plantas, la señora Ivett se las
mandó a regalar.
--¿A regalar?, si esa huerta la sembré yo, cuando trabajaba para los que
todo.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
muerte.
casos que llevaba, podría hallar luces sobre aquel extraño salto al vacío.
de leer los extensos folios. Comencé por los casos que había fallado
extrañas, algo que parecían versos, y dibujos que realizaba durante las
audiencias. Leí procesos que tenían que ver con crímenes involuntarios; un
En la casa del juez encontré otro grupo de casos: el proceso por la muerte
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
resolver, en las que sugería que los fiscales que investigaron los casos no
habían visto hacia donde había que mirar. Hablé otra vez con los colegas del
juez Cruz, para preguntarles si sabían algo sobre unos casos sin resolver
que parecía estar investigando por su cuenta. Nadie dijo nada útil, sólo unas
Ajenos
es tras los cristales, nada brilla más que lo ajeno. Embriagados por la belleza
emerge en la sangre, dispuestos a morir, deben tener para sentirse, para ser
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
pólvora.
sorprendido llorando a escondidas, pero que no había querido decir por qué
Les he visto abatidos bajo la sábana de una buena vecina, ocultos ya los
actos del silencio, libres de los designios del cielo, la huída sin pausa
expedientes, pero los crímenes no tenían nada que los conectara; las
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
parecían fortuitos; tan accidentales que no era verosímil una conexión entre
empleada del Juez durante nueve años. Dijo no saber nada sobre el suicidio,
nadie, eran unos expedientes que tenía en otra parte, tal vez en la casa, --
explicó.
doctor.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
supe que había una relación entre los casos de los expedientes y aquellos
casos y a investigarlos.
Releí el caso del mago que había desaparecido. En un lugar del sur de la
ciudad habían citado al mago para una función privada; eso dijo a su madre
Otro, aún más enigmático; era el de un conocido sastre del barrio San
afirmar que no existía ninguna razón para que algo así hubiera ocurrido. El
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
comprobé que esos crímenes sólo habían sido registrados por el diario El
sangre, ocupando la primera página con una foto del cadáver y un titular
del cierre.
más por hambre que por deseos de hablar conmigo. Fuimos a La Cazuela un
palabras.
grano.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
–A qué se refiere?
–A todo.
–No es mi asunto, para eso están los investigadores, dijo con un tono de
molestaba.
Un vez me sacó tablas con un jaque perpetuo y se sintió muy feliz, estaba
–¿Cree que el alma del doctor Cruz tenía alguna pena oculta?
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
misma.
misma.
las tarifas de los clasificados. Son unas oficinas pintadas de anaranjado con
para salir disparados a la escena del crimen. “Allí donde quiera que la
estertores de las miles de víctimas que han pasado por sus mantas y rodillos
de una prisión, despacha el dueño. Estuve mirando por ahí, tratando de leer
preguntarme:
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
la enseñó y dijo:
--Son las del año pasado, pero están vigentes, el señor Mejía no ha
querido subir este año, es por lo de la competencia, nos está tocando muy
duro. Lo que más se anuncia aquí, son centros médicos para interrupciones
ejemplo, este pequeño vale $25.000 y más grandecito, como este del
–No, todavía no. Sólo deseo saber lo que cuesta, voy a hacer un
--El señor Mejía dice que un verdadero periodista es aquel que es capaz de
“por aquí a la orden, lo que necesite”. Fui a la oficina del doctor Cruz; la
ventana era muy baja, que un empujón bastaría para volar por los aires hacia
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
–Si, tiene razón, a estos edificios del centro viene tanta gente que los
--El Ajedrez es un lugar a donde uno siempre quiere volver, sus caminos
pierden al que transita por ellos, el jugador elige a donde ir, a qué
eso es tan peligroso, su belleza lo puede atrapar a uno para siempre. Yo les
inútiles.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
de su interés.
–No crea, a ellos ya les picó el bicho del ajedrez y es mi deber advertirles
doctor Cruz?
pasquín de sangre, que vende el dolor ajeno a los carroñeros de esta ciudad.
negocio mostrarla, que la muerte ajena reconforta a los vivos y otros más
vivos hacen lo que sea para vender esa sangre. Pero lo más increíble, es que
basta, hay que poner algo que sea llamativo, algo ingenioso que resuma y
–¿Usted cree posible, que los titulares de El Caleño sean la salida táctica a
102
Las sonrisas trocadas – José Zuleta
sonriendo.
camisa guayabera me observaba detrás del cristal. Miré sus ojos y recordé
Salí atemorizado del periódico, busqué a Víctor para contarle lo que había
descubierto.
Tres meses más tarde después de los careos, los testimonios, de tener
que liberar al señor Mejía, por falta de pruebas, y por lo que la defensa
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
La última carta
premiación nos reunimos para celebrar en el club que está frente al río, al
Pasó entre los billares verdes, iluminados por lámparas de luz ámbar que
Edward Hoper. Avanzó por el salón y se sentó en una de las mesas de juego.
traje de algodón de flores rojas y fondo blanco, algo fuera de tono para la
hora y el lugar.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
mundo hacía sentir que cada vez podía ser más atractiva y entonces me
por lo que había pedido. —Es gringa, habla enredado, pidió una cerveza y
--¿Un ajedrez?. Debe ser por llamar la atención --dijo Larotta campeón del
torneo.
piezas sobre el tablero. En realidad puso muy pocas, según podíamos ver
categoría juvenil.
R2CD, A2TD, T3CR P2AD. No parecía nada interesante. Pregunté qué era, y
me dijo:
105
Las sonrisas trocadas – José Zuleta
cerciorarse, pasando su mano por las piezas como una caricia que cuenta,
piel era rosácea, y que si bien su belleza era progresiva, también era
a González y jugaron una Ruy López muy rápido, pero sin reloj. Las negras
--No sé creo que es Rusa, habla con esa quebrazón de vajilla que tienen
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
nuestro territorio.
escribiera un remite.
café.
--Que amable dar tu remite sin conocernos. Yo estoy hace poco aquí, por
trabajar.
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
--Es algo divertido, algo que apasiona a los clientes, pero que es mal visto
ajedrez.
sabemos jugar. Los que tienen verdadero talento entran a las escuelas de
formación de maestros.
--No, yo no tenía el talento suficiente para eso, pero era una jugadora que
parece mejor.
deambulan por el lobby de ese hotel, las historias sobre sus dádivas y sus
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
conserjes con las cartas del menú, en los que se ofrecen noches y placeres
papel de color salmón y atado con cintas azules. Algo inusual en el paquete
forma de las letras supe que era un idioma eslavo. Vino, como un caballo
Recordé la dádiva del remite y sus ojos azulándome. Sólo en ese momento,
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
del lugar, pero no veía a la muchacha rusa. Seguí recorriendo el hotel, salí a
insectos invisibles. La palmera dejó caer desde el cielo una hoja grande y
La tarde avanzó hacia un azul rosa cursi. Eran las 5 cuando la vi. Vestida
negros, ceñidos, zapatos altos y el cabello recogido, atado con una peineta
en forma de mariposa. Estaba al fondo del jardín, con otra mujer vestida de
la misma manera. Moví las manos para saludarla y mi saludo fue respondido
a mitad de camino, por una de las damas aceitosas. Los hombres blindados
por una puerta lateral. Uno de los hombres blindados se levantó de su silla y
--¿Qué le pasa?
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
--Nada.
--¿Conoce a la señora?
El hombre blindado miró hacia el lugar para ver si veía a alguien y no vio a
nadie. Me enfocó con ojos asesinos, y dijo: --no sabe con quien se está
metiendo.
Tenía barba en corte candado y más cadenas pendientes que los otros
dos hombres. Movía de manera convulsa una mano en la que sonaba una
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
resistí, el hombre sacó una pistola. Grité, el hombre miró para todos lados y
suelo unos zapatos corriendo hacia mí. El hombre se alejó con sus botas
texanas. Cuando miré hacia arriba, hallé el rostro salvador de la rusa y sus
--¿Qué te pasó?
despidió diciendo.
pieza”...
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
misma Ruy López que había jugado con la rusa, y llegamos a un final con
WO. Era Guarín. Jugué peón dama. El jugó una defensa Gruenfeld. Llegamos
apresuró, por falta de tiempo, a comer. Quiso devolver la jugada, pero “ficha
Los ajedrecistas son seres extraños, nada convencional rige sus vidas. El
único credo es el tablero. Acechan detrás de las horas una oportunidad para
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
mis piezas.
De pronto una voz conocida me susurró al oído: “alfil cinco caballo”. Miré
para saludarla. Ella no apartó sus ojos del tablero. Escrutándolo dijo en
llegué a la puerta pequeña por donde ella había entrado, el día de los
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
cuero. Una dama oriental, hacía aire con un abanico de seda. Diamantes
una barra con cuatro butacas y tres mesas redondas. La sed me llevó, pedí
una cerveza. Una joven perfecta descendió por el aire el vaso escarchado
donde burbujeaba oro líquido. Con una sola sonrisa saludó, atendió la sed y
cuando apareció en mis ojos: mezclaba dos mazos de cartas con destreza.
Una seguridad mágica las hacía volar por el aire y entrar al mazo de la otra
mano como surtidores de agua en una fuente que fluyen uno hacia el otro,
acto. Se detuvo, ofreció una carta para partir a un caballero, introdujo las
115
Las sonrisas trocadas – José Zuleta
había descubierto. Salí sin ser notado. Entendí: los chinos son los dueños
Por ello los chinos importan los crupiés, y el mejor lugar para encontrar esos
finalmente la ví salir una tarde. Iba con su paso rápido y seguro. Me tocó
hacer pequeños trotes para poder alcanzarla. Caminaba por la Avenida del
Río hacia la Tertulia. Llegó a un mercadito, entró, compró unas pocas cosas
--Si, tengo unos minutos, pero no es bueno que me vean con nadie.
Subimos la colina, abrí la puerta y esperé a que llegara. Cuando entró dejó
116
Las sonrisas trocadas – José Zuleta
Me abrazó, su risa regalaba luz a los ojos. Miró el lugar, se detuvo en las
Con una destreza manual notable, realizó la apertura del paquete sin
romper ni rasgar nada. Retiradas las cintas, desplegado el papel, surgió una
caja de madera, adentro de la caja, otra caja, y en la tercera, había una carta
lectura y terminar de preparar el café. Colé el tinto y volví con las tazas
temblaba.
--Mi padre está en problemas, serios problemas: para venir aquí hemos
Me quedé en silencio sin saber que decir. Además de la carta le envió una
117
Las sonrisas trocadas – José Zuleta
y se marchó.
y era ella. Subió, tenía el vestido del primer día: volátiles campos de algodón
florecido, sobre la tela, estaba excitada, quería decir, pero no decía, quería
--¿Podré confiar en ti ?.
--Es algo muy delicado, muy complejo, es ilegal. Es para salvar a mi padre.
Me tomó de la mano y me llevó frente a ella. sentí otra vez el aliento eslavo
picardía y música antes de sonar. Sentí el delicado rosa de sus carnes detrás
del algodón. Fui objeto del más dichoso juego de manos, diestras serenas,
feliz y casi no entendí algo que decía, porque miraba incrédulo la belleza que
–¿Qué dices?...
118
Las sonrisas trocadas – José Zuleta
--No hay otra forma de salvar su vida. Yo lo metí en ese lío y debo sacarlo.
la clave de sietes.
–Una vez siete pides más, dos veces siete plantas, yo me vuelo, tres veces
Se trata de hacer veintiún puntos; jotas, reyes y reinas valen diez; el as,
vale uno o diez, según se quiera; y los otros números valen lo que valen.
abajo debo apostar muy poco, si el anillo tiene la piedra hacia arriba, en su
explicó que no podía estar mucho tiempo en el casino, que no jugara más de
arriesgara. Que jugara media hora más, tratando de no perder. Que no fuera
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Las sonrisas trocadas – José Zuleta
intereses del casino. Me explicó que debía vestirme mejor y aparentar tener
dinero, que tratara de jugar cuando la mesa estuviera sola y que jugara en
tres puestos. No podían verla perder, jugadores habituales del casino, pidió
que no la mirara a los ojos, dijo que había cámaras de seguridad grabando y
Dijo que teníamos que reunir el dinero en dos semanas y que después yo no
--Bienvenido al Dorado.
Eran las tres de la tarde, deambulé con las fichas en la mano por los
jugaban y bebían, Miré las fichas: eran bellas, las hice sonar, acaricié sus
bordes dentados, sentí el troquel del relieve de las cifras, los colores
profundos, el peso liviano pero firme. Llegué hasta la mesa donde estaba
Irina y pregunté, sin mirarla a los ojos, si podía jugar. Jugué en tres puestos
durante una hora y cuarenta y cinco minutos. Gané, no supe muy bien cómo
ni por qué. Las manos veloces y precisas se detenían al frente de mis cartas
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lugar, había más gente que al comienzo, jugué un par de fichas pequeñas en
la ruleta. Tomé un refresco por cuenta de la casa, cambié las fichas y salí del
casino. Al amanecer, llegó Irina con su uniforme ceñido y sus ojos de niño
que acaba de llorar. Me abrazó, --Lo hiciste muy bien --dijo. Entregué el
dormir, observé los rasgos de su rostro, la fina materia de que estaba hecha.
hacia el aljibe del ombligo y sigue bajando hasta el bosque ardoroso. Los
mueble las piernas conducen al paraíso de los pies descalzos; dedos finos,
los precisos arcos de las uñas y las diminutas medialunas blancas, todo
creado por dioses artistas para los pasos precisos que la llevan por el
mundo.
En las primeras tres semanas jugué nueve veces, el noveno día ya habíamos
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hizo una seña y llamó a otra jugadora para que remplazara a Irina. Vino una
del salón. Seguí jugando hasta que se me acabaron las fichas y me retiré del
casino.
al casino pero no tenía dinero, presté a un amigo para poder comprar fichas
y realizar mi rutina: Fui, entré, compré 100 dólares, y la busqué por las
blindado jugando en la ruleta. No sabía qué hacer. Pensé que no debía irme,
pues sería casi una confesión. Me senté a jugar. La mesa estaba vacía y
jugué en tres puestos como lo hacía con Irina. Jugué con mucha cautela sin
tiempo para esperar a que llegara. Jugué dos horas y un hombre se sentó a
jugar el la mesa. Jugué dos manos más y me retiré. Había perdido diez
que algo malo estaba ocurriendo. El supervisor pasó dos veces a mi lado,
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traté de mostrarme sereno. Estiré el tiempo todo lo que pude para ver si
llegaba: no llegó. Cuando sentí que ya no era natural estar en ese lugar me
marché. Regresé a los tres días, compré cien dólares en fichas y la busqué
por todas las mesas; no estaba. Me senté a jugar en una mesa sola, con la
muchacha que había reemplazado a Irina el último día. Arriesgué más esta
volví a mis asuntos: fui al club, jugué un par de torneos y quedé por ahí, en
apartamento para dar una clase de ajedrez, y vi una carta bajo la puerta. Algo
he podido explicarme por qué llegué a hacer lo que hice. No quiero que te
pase nada malo, necesito ayudarte y no encontré otra manera. Lo que te dije
empleo: te perdí en una apuesta, y por eso estás allá. El dinero que me
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que ofrecer mis riñones y mis córneas a las mafias de tráfico de órganos,
acompaña, ahora después de tantos años comprendí que la suerte está con
el que no juega. Si se reta el azar, él es más poderoso que todos los deseos
ocupan de él. Los juegos de inteligencia son todo lo contrario: es quién más
que mejor puede jugar y ganará, sin que la suerte intervenga. En el ajedrez el
siquiera como espectador. Sé que es muy tarde para mí. Quiero que sepas
que te amé y que no puedo vivir con las culpas que he acumulado, pero es
mi deber ser veraz, al menos una vez, para morir con un poco de dignidad.
juega ajedrez, que es lo que sabes, no regreses, no hay nada para ti en esta
rígida estepa. Fui feliz cuando te dormía cantando, siempre que te ví reír, y el
Fui feliz mirando tus ojos, siguiendo tus manos, calentando tus pies en el
suerte, que debías jugar del lado contrario al que yo había jugado, por ello te
presenté a los dueños de la casa de juego. Era clandestina, sí, pero creí que
tu talento para jugar te llevaría muy lejos. Hoy estás muy lejos, no sé nada de
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ti, ni siquiera sé si te llegará esta carta. Espero que al menos esta vez tenga
suerte: cuando mis órganos hayan pagado tu deuda, que es mi deuda, ellos
mañana en que vimos, después de la lluvia, tres arcos iris sucesivos, el día
en paz.
No podía creer lo que leía mi amigo. Él quedó más desconcertado que yo.
Salí a la calle y traté de digerir la carta, quise volver a leerla, miré esa sopa
noches soñé con Irina, leí a Chejóv, estudié el juego de Bronstein, miré un
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Una noche estaba en el club de ajedrez, era tarde, el garitero recogía las
sillas y las montaba sobre las mesas para barrer, yo estaba leyendo, comía
maní y tomaba una cerveza, leía Wint de Chejóv. En un momento mis ojos
buscaron el plato del maní para coger uno, y vieron una mano veloz
sin jugar un tiempo, luego me llevaron donde Li, el dueño. Me dijo que debía
recuperar lo que había perdido contigo, que tu habías seguido jugando y que
por eso no estaban seguros de que yo estuviera robando, que me daba tres
noches en su casino del hotel Meliá para reponer los diez mil dólares que
debía. La primera noche llegó un judío fanfarrón, jugaba y hablaba, dijo que
yo debía ser judía, que mis rasgos eran hebreos, que él era dueño de una
hora. Se quedó sin dinero y se fue. Al rato regresó a seguir jugando mientras
nunca había perdido tanto dinero con una mujer que no fuera su esposa, y
teléfono y al rato llegó un muchacho con más dinero, y en otra hora perdido
todo otra vez, vinieron a relevarme para que fuera a comer. Me llevaron
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donde Li: me dijo que era muy buena, que a ese judío le podía ganar mucho
mesa, se sentó y empezó a decir que iba a recuperar lo que había perdido.
Jugaba muy mal, bebía y presumía. En tres horas perdió diez y siete mil
dólares. Li me felicitó, dijo que lo tenía atrapado. Jugué con mafiosos, con
señoras aburridas, con ludópatas, y varias veces más con el judío, hasta que
un día llegó un joven muy serio y se puso a vociferar, era el hijo del judío. Le
me dijo que era libre, que mi padre había pagado la deuda. Que me tomara
unas vacaciones y que tenía las puertas abiertas para cuando quisiera
diálogo con el papel que leía. Una quebrazón del alma, las finas y precisas
lectura, lluvias ácidas lavaron la grafía del padre. Selló mis labios pidiendo
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La Construcción
hacen conjeturas sobre lo que puede ser esa obra que abarca media
los obreros qué es lo que están construyendo y estos dicen que por ahora
sólo les han dicho que excaven y les han dado instrucciones para hacerlo.
Los rumores aletean por las cocinas, por los solares, por las tiendas, y en la
hora de la brisa cuando sacan las mecedoras para recibir el aire fresco de
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obra para ver trabajar a los hombres. La excavación está llena de puentes y
de rampas hechas con tablas, por donde suben y bajan hombres negros,
piedras de río, con picos y palas cavan trincheras algunas tan profundas que
se tragan por entero a los hombres, y de ellas se ven salir las paladitas de
Enrique y sus amigos entran en la obra y corren por los puentes, las rampas
de la infancia, todas las semanas acuden al lugar para ver los lentos avances
obreros,
sabemos. Los rumores sobre la obra continúan: todos los días alguien en el
barrio arriesga una conjetura, o una falsa certeza: que es un colegio, que van
para mujeres, sino para menores, que el barrio se va a dañar, que mejor
un cuartel de policía, pues si es así con más razón hay que vender... que no
es un cuartel, sino una plaza de mercado, que no, que es una iglesia de los
mormones que son esos gringos tan bonitos de camisa blanca y ojos azules,
que no es nada de eso. Qué es ?... Así el barrio tenía una suerte de
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una iglesia la casa se valoriza, que si es un cuartel hay que irse del barrio
que cada dos casas hay una sala de velación. Que no sea exagerado, que
ser desarrollo una cárcel. Cuánto quiere perder, a que es una estación de
que estos ya están borrachos. Los meses pasaban y no se sabía nada cierto;
a los niños no los volvieron a dejar entrar a la obra desde que un vecino de
Enrique se fracturó un brazo al caer desde una rampa cuando jugaban a ser
todos los días a las hendijas, a las fisuras, a las juntas de las tablas, para
ver algo revelador...Al año, los muros sobresalieron por encima del
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--Debe ser una iglesia, La erecta ascensión de los muros rosáceos hizo
las tardes maduras, cuando los vecinos sacaban sus sillas para recibir la
que se confundían con los azafranes y cobres del cielo; entonces las damas
que ascendía, y en la altura tocado por las luces de la tarde, se podía sentir
lugar desde donde cual mirar el interior de la obra, no veían por la altura de
no vio nada, y se quedó repasando las palabras que acababa de oír... “Los
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les dijo que ya sabía lo que estaban haciendo: cuando todos estuvieron
reunidos, con gran solemnidad les dijo: - Es una taquilla. -¿una taquilla? Yo
--Oíste mal, hijo, una “capilla” debe ser lo que oíste... Enrique apartó la
habladurías del barrio, ni de la familia. Él sabía que había oído lo que había
oído, pero con el pasar de los días comenzó a dudar, y un forcejeo entre la
de sus hermanos, qué quería decir taquilla y este le contestó que no sabía.
libro. Ahora estaba más confundido que antes: Oficinas, trenes. ¿Por qué
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una palabra para cosas tan distintas?...Ahora sí empezó a creer que había
oído mal, que seguramente entendió taquilla y era capilla. Entonces decidió
metálico que tocaban para llamar. El tubo tiene amarrado de un extremo, con
una cuerda, una barrita de metal para golpear.. Tocó pasito, con miedo, y al
negro,
--ajá, con que tú eres el que toca y sale corriendo, vas... Enrique lo
eso, cualquier cosa que le diga le miento. Váyase para su casa a estudiar,
que es lo que tiene que estar haciendo. Ese día Enrique fue feliz, era el único
que sabía qué era la obra. Estaba seguro de que había oído que los planos
corregidos eran de una taquilla, presentía que el teatro era más divertido que
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eso de enigma, que había en ella, lo que le fascinó. Un día durante el recreo,
Enrique se llenó de valor y le preguntó -¿Que es un teatro?. Ella con una voz
--Un teatro es un lugar donde se ven los cuentos, donde la música sale de
los músicos, donde los cantantes existen, donde se ven las películas.Los
teatros parecen iglesias, los techos son altos como en los templos, pero el
piso no es plano, es como una colina suave que baja hacia el escenario
donde se presentan los artistas, y donde hay una cortina más grande que
todas las cortinas del mundo, una cortina que le dicen telón y que cierran y
abren para que cambien los paisajes, o para que los bailarines se cambien
va a ver cine es distinto: Primero, prenden una luz alta que sale de una
ventanita cuadrada muy arriba, atrás, y esa luz atraviesa toda la sala, y en
esa luz, que es como los rayos del sol, cuando por las tardes se inclinan, se
ve el polvo del aire, esa luz es blanca primero y es como ciega, pero
llega hasta la tela blanca y templada que está al fondo, y empieza la vida de
todo muy nuevo, y muy alto, aunque no los dejaron entrar, les dijeron que
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señor muy bravo los sacó corriendo. Las fotos mostraban a un hombre muy
consiguió boleta para entrar, los amigos no tenían con que, y los que tenían,
capilla era un teatro donde “quien sabe que iban a ver y a oír, los niños y los
jóvenes del barrio” .Cuando Enrique Volvió de la función matinal, todos los
los caballos, los trenes a toda velocidad, las pirámides, elefantes y tigres y
los malos. Siempre hay más malos que buenos, pero los buenos siempre le
ganan a los malos, es al revés que en la vida real. Ese domingo, Enrique
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