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Los principios de la comida rápida fueron como una auténtica revolución. Productos muy
sabrosos, que eran servidos al momento y que se podían disfrutar en cualquier lugar y hora. De
hecho, esa es la base de la comida basura: está hecha para que nos guste y para atraernos, no
para alimentarnos. La comida basura no son más que productos altamente procesados, con
muchos hidratos simples, grasas trans y sodio, además de aditivos y saborizantes, que no
tienen como objetivo saciar el hambre, sino aportar placer y que volvamos a consumirlos otra
vez.
Y es que a pesar de que no paramos de escuchar las consecuencias de la comida basura, sin ir
más lejos en este mismo artículo, volvemos a tropezar una y otra vez en la misma piedra. La
verdad es que hay una explicación, la comida basura está hecha para eso. Puede parecer una
exageración, pero estos alimentos causan en nuestro cerebro una reacción similar a la que
provocan las drogas. Su sabor hace que se activen nuestros mecanismos de placer, por lo que
una vez empezamos resulta difícil parar. Por otro lado, los aditivos y procesados que se le
añaden modifican los sabores, las texturas y los colores para hacerlos aún más apetitosos y
atractivos.