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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

POSGRADO EN ANTROPOLOGÍA
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
ESCUELA NACIONAL DE ESTUDIOS SUPERIORES, UNIDAD MORELIA
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ANTROPOLÓGICAS
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES SOCIALES
CENTRO DE INVESTIGACIONES MULTIDISCIPLINARIAS SOBRE CHIAPAS Y
LA FRONTERA SUR

UN ANÁLISIS SOBRE LA PRESENCIA DE LA FAUNA EN EL TEMPLO MAYOR


DE TENOCHTITLAN: UNA PROPUESTA DESDE LA ARQUEOZOOLOGÍA, LA
BIOLOGÍA Y LA ETNOHISTORIA

TESIS
QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE:
MAESTRÍA EN ANTROPOLOGÍA

PRESENTA:
ISRAEL ELIZALDE MENDEZ

TUTOR:
DR. ANDREW SOMERVILLE, IOWA STATE UNIVERSITY

CIUDAD DE MÉXICO, SEPTIEMBRE 2022

1
2
A NATALIA

3
4
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo no hubiera sido posible sin el respaldo del posgrado en antropología de la

UNAM, El Conacyt y El Proyecto Templo Mayor, INAH. No puedo omitir el invaluable apoyo

de diversos investigadores, amigos y familiares. En primer lugar, agradezco a mi tutor

Andrew Somerville por aceptar dirigir este trabajo, por sus comentarios y lectura del

manuscrito, pero principalmente por su confianza.

Asimismo, expreso mi gratitud a Leonardo López Luján por sus sugerencias y

largas conversaciones. De igual manera, reconozco a Annick Daneels por sus

comentarios y la lectura del manuscrito. A Alejandra Aguirre y Diana Moreiras por la

paciencia para leer con atención este documento y por sus atinadas opiniones.

A Alfredo López Austin, María Castañeda de la Paz, y Carlos Serrano por

compartir de manera desinteresada su conocimiento y auxiliarme, tanto dentro de las

aulas como fuera de ellas.

Asimismo, agradezco a todo el equipo del Museo del Templo Mayor, a mis

colegas y amigos del Proyecto Templo Mayor, en particular a Erika Lucero Robles,

Belem Zúñiga, Michelle De Anda, Antonio Marín Calvo, Óscar Ruiz, Ximena Chávez

Balderas y Jacqueline Castro, quienes de manera generosa me compartieron invaluable

información que hoy nutre este documento.

Por supuesto, este trabajo no hubiera sido posible sin las anotaciones de los

especialistas de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académicos del INAH, en

especial debo reconocer el apoyo de Ana Fabiola Guzmán, Norma Valentín y Montserrat

Morales Mejía.

5
Finalmente, extiendo mi agradecimiento a mi familia; a mi madre, a mis

hermanos y particularmente a Natalia Favila, fuente de amor e inspiración.

6
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 13
CAPÍTULO 1. LA ARQUEOZOOLOGÍA EN EL PROYECTO TEMPLO MAYOR. MONOGRAFÍA DE UNA
DISCIPLINA 17
1.1 La fauna del Templo Mayor. El ayer y hoy de las investigaciones
arqueozoológicas 19

1.2 Antecedentes arqueofaunísiticos del Proyecto Templo Mayor 20

1.3 Campos de estudio dentro del Proyecto Templo Mayor 21

1.4 Problemas y perspectivas. El porqué del estudio de la fauna del Templo


Mayor 29

1.5 Objetivos 34

CAPÍTULO 2. LA FAUNA DESCUBIERTA EN LAS OFRENDAS DEL TEMPLO MAYOR DE


TENOCHTITLAN 37
2.1 Metodología para un estudio a gran escala 40

2.1.1 Creación de base de datos para la fauna arqueológica 41

2.2. Diversidad de especies y su distribución en las ofrendas 45

2.2.1 Fauna intrusiva 47

2.2.2 Fauna doméstica 47

2.2.3 Fauna nativa asociada a contextos urbanos 48

2.2.4 Fauna silvestre 51

2.3 La fauna a través del tiempo. Las etapas constructivas del Templo Mayor y la
expansión del imperio 60

2.3.1 Etapas II y III (1375-1440 d.C.) 64

2.3.2 Etapas IV, IVa y IVb (1440-1481 d.C.) 65

2.3.3 Etapa V (1481-1486 d.C.) 66

2.3.4 Etapa VI (1486-1502 d.C.) 67

7
2.3.5 Etapa VII (1502-1520 d.C.) 69

2.4 Tratamientos póstumos practicados a la fauna del Templo Mayor 70

2.5 Relación entre la abundancia y las ofrendas 76

2.6 ¿Local o foráneo? La biología como método de aproximación al origen de las


especies 79

2.7 Una propuesta de análisis a micro-escala 87

2.7.1 Excavación y levantamiento de materiales 89

2.7.2 Dibujo digital y la integración por capas 92

2.7.3 Análisis espacial a partir de los Dibujos de AutoCAD 93

2.7.4 Estudio espacial de los restos óseos 94

CAPÍTULO 3. LAS FUENTES DOCUMENTALES COMO MECANISMO PARA ENTENDER LA


PROCEDENCIA Y LA PRESENCIA DE LA FAUNA EN LOS DEPÓSITOS RITUALES 97
3.1 Desarrollo del imperio e implementación de una política exterior 98

3.2 El tributo, el comercio y el mercado de animales entre los mexicas 102

3.2.1 El tributo de animales y restos faunísticos 106

3.2.2 Comercio y mercado de animales 120

CAPÍTULO 4. DISCUSIÓN: NUEVOS DATOS ARQUEOLÓGICOS VS FUENTES DOCUMENTALES 133


4.1. Del objeto al documento, la fauna arqueológica y sus implicaciones 134

4.2. La fauna ausente en el Templo Mayor 143

4.3. La fauna de acuerdo con su tiempo y su espacio 144

CONSIDERACIONES FINALES 151


BIBLIOGRAFÍA 155

8
ÍNDICE DE FIGURAS

Figura 1. Publicaciones arqueozoológicas del Templo Mayor. .............................................. 27


Figura 2. Esquema entidad-relación de la base de datos para el registro de los
vertebrados del Templo Mayor. ......................................................................................................... 43
Figura 3. Tabla de base de datos clave-valor usada en la captura de la información
de las crónicas de los siglos XVI y XVII. En el recuadro rojo se resaltan los metadatos
por bloque de información que permitieron la construcción de la tabla general
(cuadro azul). Esta tabla tiene la característica de poder filtrar los resultados por
palabra, clave, o valor, esto facilitó la captura, pero permite hacer consultas
rápidas.......................................................................................................................................................... 45
Figura 4. Presencia de cuatro grupos biológicos en las ofrendas del Templo Mayor
de Tenochtitlan por clases biológicas. ............................................................................................. 46
Figura 5. Ubicación de las codornices en la Zona Arqueológica del Templo Mayor.
Dibujo de Michelle De Anda Rogel e Israel Elizalde Mendez, cortesía PTM........................ 50
Figura 6. Distribución de los anfibios encontrados en las ofrendas del Templo
Mayor. Dibujo de Michelle De Anda Rogel e Israel Elizalde Mendez, cortesía PTM. ....... 53
Figura 7. Restos de ranas (Ranidae sp.) en la Ofrenda 143 asociados a contextos
acuáticos. Fotografía de Néstor Santiago, cortesía PTM. ............................................................ 54
Figura 8. Distribución de los reptiles en la Zona Arqueológica del Templo Mayor.
Dibujo de Michelle De Anda Rogel e Israel Elizalde Mendez, cortesía PTM........................ 56
Figura 9. Distribución de las aves en la Zona Arqueológica del Templo Mayor.
Dibujo de Michelle De Anda Rogel e Israel Elizalde Mendez, cortesía PTM........................ 58
Figura 10. Ubicación de los mamíferos en la Zona Arqueológica del Templo Mayor.
Dibujo de Michelle De Anda Rogel e Israel Elizalde Mendez, cortesía PTM........................ 60
Figura 11. Número de ofrendas por etapa constructiva descubiertas hasta el
momento. .................................................................................................................................................... 62
Figura 12. Gráfica normalizada de la recurrencia de animales por etapa
constructiva. .............................................................................................................................................. 62
Figura 13. Presencia de fauna por etapa constructiva. Dibujo de Michelle De Anda
Rogel e Israel Elizalde Mendez, cortesía PTM. ............................................................................... 64

9
Figura 14. Fauna depositada en las ofrendas entre 1375-1440 d.C..................................... 65
Figura 15. Fauna depositada en las ofrendas entre 1440-1481 d.C..................................... 66
Figura 16. Fauna depositada en las ofrendas entre 1481-1486 d.C..................................... 67
Figura 17. Fauna depositada en las ofrendas entre 1486-1502 d.C..................................... 68
Figura 18. Fauna depositada en las ofrendas entre 1502-1520 d.C..................................... 69
Figura 19. El lobo de la Ofrenda 174 fue descubierto en 2017, portaba ajorcas de
cascabel, un faldellín de caracoles, orejeras de madera, un pectoral de oro y
portaba un tztzopaztli. Fotografía Mirsa Islas, cortesía PTM. .................................................. 72
Figura 20. Restos de una piel de águila real encontrada en la Ofrenda 141.
Fotografía Mirsa Islas, cortesía PTM. ................................................................................................. 73
Figura 21. Falanges de felino localizadas en la Ofrenda 166. Proceden de un
contexto removido. Fotografía Mirsa Islas, cortesía PTM. ......................................................... 74
Figura 22. Tipos deposición de la fauna del Templo Mayor.................................................... 76
Figura 23. Gráfica del valor de importancia durante la Etapa IV. .......................................... 78
Figura 24. Gráfica del valor de importancia durante la Etapa VI. .......................................... 79
Figura 25. Mapa de las potenciales áreas de abastecimiento de peces marinos
(tomado de Guzmán 2007: 286). ....................................................................................................... 82
Figura 26. La mayoría de las especies proceden de ambientes locales, o
compartidos, y en menor número de ecosistemas foráneos. ................................................. 83
Figura 27. Distribución potencial de las cuatro especies foráneas de tortuga
reportadas en las excavaciones del Templo Mayor (Conabio 2021). .................................. 84
Figura 28. Relación de Tenochtitlan (punto verde) respecto de la distribución
actual del águila real (café) y avistamientos modernos (puntos rojos). Mapa
basado en los datos de la Conabio y D’arrario y colaboradores (2019). ............................ 86
Figura 29. Proceso de registro en excavación y registro. ......................................................... 88
Figura 30. La conservación de las relaciones contextuales en gran medida está en
función del tipo de receptáculo; a) Espacio vacío. En la Ofrenda 125 los huesos de
dos águilas se entremezclaron debido a la descomposición de los diferentes
materiales orgánicos, y b) Espacio rellenado. La espátula rosada (Platalea ajaja)
encontrada en la Ofrenda 128 se mantuvo en posición anatómica en contacto
directo con el relleno constructivo. .................................................................................................. 91

10
Figura 31. Empalme de los dibujos digitales. ................................................................................ 93
Figura 32. La Ofrenda 125 se componía de más de 3500 objetos (dibujo de Israel
Elizalde). ...................................................................................................................................................... 95
Figura 33. El lobo de la Ofrenda 125 fue encontrado en conexión estricta y suelta
y ataviado con varios objetos hechos de oro, piedra verde, madera y turquesa
(dibujo de Israel Elizalde). ................................................................................................................... 96
Figura 34. Mapa de expansión del imperio mexica por gobernante de acuerdo con
la información provista por Berdan y colaboradores (1996). .............................................101
Figura 35. En el Códice Mendocino se retrata el pago de águilas reales vivas por
parte de Xilotepec y Oxitipan (Codex Mendoza 1992: 31r). ..................................................111
Figura 36. El Xoconochco pagaba 80 pieles de felino (Codex Mendoza 1992: 47r) .....115
Figura 37. Tributo de plumas para finales del imperio (tomado de Mongne 2019:
45). ...............................................................................................................................................................119
Figura 38. Distribución de los mercados dentro y fuera del imperio. Tomado de
Berdan (2017:18) ..................................................................................................................................128
Figura 39. Tras la expedición a Ayotlan, los comerciantes traen sus presentes al
soberano Ahuítzotl (Códice Florentino 1979. Lib. 9: 61), .......................................................129
Figura 40. Presentes dados al soberano mexica procedentes de Xicalanco (Códice
Florentino 1979, lib. 9: 18r). ..............................................................................................................130
Figura 41. Potenciales rutas de comercio dentro y fuera de los límites del imperio
entre 1469-1481 d.C. y 1486-1520 d.C. ........................................................................................131
Figura 42. Usos de la fauna de acuerdo con las evidencias históricas y
arqueológicas. .........................................................................................................................................142
Figura 43. Mapa del imperio mexica para 1440-1469 d.C., en conjunto con
distribución potencial del jaguar, donde se marcan con puntos rojos las provincias
que tributaban o comercializaban jaguares vivos o como pieles en diferentes
épocas del imperio. Mapa basado en los datos de Sahagún (2000: 807), Códice
Mendoza (1992: 47r), Durán (2006, 1: 162, 182, 206) Alvarado Tezozómoc (2008:
93, 110, 152) Relaciones Geográficas del siglo XVI (Acuña 1985, 4: 94; Acuña 1985,
5: 109) (Conquistador anónimo 2004, 1). ....................................................................................147

11
Figura 44. Mapa del imperio mexica para 1519 d.C., en conjunto con distribución
potencial del jaguar, donde se marcan con puntos rojos las provincias que
tributaban o comercializaban jaguares vivos o como pieles en diferentes épocas
del imperio. ..............................................................................................................................................148

12
INTRODUCCIÓN

El Templo Mayor de Tenochtitlan, localizado en el centro de la Ciudad de México, fue el

edificio más importante y el punto central religioso, económico y social de la cultura

mexica entre 1325-1521 d.C. Las incesantes campañas arqueológicas llevadas a cabo en

los recientes años en el recinto sagrado de Tenochtitlan han permitido descubrir

edificios, esculturas y particularmente complejos depósitos rituales conformados por

cientos de miles de objetos que nos brindan una oportunidad única de estudiar las

prácticas rituales, sociales, políticas y económicas desde la cultura material.

Desde 1978, año en que se descubre el monolito de la diosa Coyolxauhqui y

comienzan las excavaciones sistemáticas por parte del Proyecto Templo Mayor,

sorprendió la cantidad de restos faunísticos que fueron depositados en las ofrendas

hace más de 500 años. Inmediatamente, esta clase de materiales atrajo la atención de

los investigadores, principalmente biólogos, arqueólogos, e historiadores. Gracias a la

integración de varias disciplinas es que hoy día contamos con un enorme corpus de

información (López Luján 1993; Matos Moctezuma 1982; Wagner 1982).

Respecto a la fauna reportada en las excavaciones, a lo largo del tiempo se han

realizado decenas de trabajos en diferentes áreas de estudio, muchos de ellos de amplio

espectro, y otros más centrados en dilucidar interrogantes tan particulares como el

análisis de una única especie u organismo (Álvarez 1982; Álvarez y Ocaña 1991; Díaz

Pardo y Teniente Nivón 1991; Guzmán Camacho 2018; López Luján et al. 2010;

Ontiveros Escalona 2015; Polaco 1982, 1991, 1998; Quezada Ramírez et al. 2010;

Robles Cortés 2019; Robles Cortés et al. 2018; Solís Marín et al. 2021; Valentín

13
Maldonado y Zúñiga Arellano 2006; Valentín Maldonado 1999a; Velázquez Castro

1999, 2011; Velázquez Castro y Zúñiga Arellano 2019; Zúñiga Arellano et al. 2019).

Ciertamente, se han estudiado aspectos desde la identificación taxonómica y anatómica

de los individuos, se han hecho propuestas sobre su uso o representación en las

ofrendas, se han planteado hipótesis sobre la procedencia y la manutención de la fauna.

Una de las primeras propuestas para este trabajo fue precisamente el dilucidar

el origen y la dieta de las aves y los mamíferos que fueron localizados en las ofrendas,

desafortunadamente este tipo de estudios tuvo que posponerse debido a la pandemia

ocasionada por el virus SARS-CoV-2, lo que provocó el cierre de laboratorios e

imposibilito la exportación de las muestras.

Ante esta situación, no podemos pasar por alto que la brumadora cantidad de

restos, sumado a la complejidad de los contextos, ha dificultado que analicemos todos

estos datos en su conjunto. Bajo esta óptica, este trabajo busca concentrar los datos de

cuatro grupos biológicos; anfibios, reptiles, aves y mamíferos generados durante más

de 44 años de investigaciones zooarqueológicas en el Templo Mayor, con el objetivo de

analizar y discutir el porqué de su presencia en las ofrendas, el factor simbólico y

adquisición de bienes, centrándonos en el origen y las rutas de tránsito de estos

animales de acuerdo con los datos brindados desde la arqueología y la historia.

De esta manera, la presente tesis se compone de cuatro capítulos. A lo largo del

capítulo 1 se reseñan los antecedentes, se describen las principales líneas de

investigación que se han llevado a cabo, y se refieren los objetivos generales de este

trabajo.

14
En el segundo capítulo describimos la metodología de análisis, y nos abocamos

a referir el corpus de vertebrados reportados en las inmediaciones del Templo Mayor,

bajo cuatro parámetros fundamentales, la identificación taxonómica, la distribución

espacial, temporal y el valor de importancia.

El tercer capítulo aborda otra interrogante, el origen de estos animales, pero a

partir de los documentos históricos. En este episodio se hace un ejercicio para

reconocer las especies o animales citados en las fuentes, las rutas y formas en que

arribaban a la capital mexica.

Finalmente, en el cuarto capítulo referenciamos lo descrito entre la fauna y los

documentos, e integramos una mirada biológica al observar la distribución las especies,

de manera somera se analizan los factores que hicieron posible que estos animales

llegaran hasta las ofrendas.

15
16
CAPÍTULO 1. LA ARQUEOZOOLOGÍA EN EL PROYECTO TEMPLO MAYOR.

MONOGRAFÍA DE UNA DISCIPLINA

Introducción

Tras el descubrimiento del monolito de la diosa Coyolxauhqui en 1978, dieron inicio las

exploraciones sistemáticas en lo que fue la antigua ciudad de Tenochtitlan, en el centro

de la Ciudad de México. Durante el mes de febrero de ese año como parte de las labores

de salvamento arqueológico, se recuperaron cinco ofrendas en torno al monumento

(García Cook y Arana 1978). Apenas un mes después del hallazgo, Eduardo Matos

Moctezuma instauró el Proyecto Templo Mayor (PTM) del INAH con la finalidad de

investigar, de manera sistemática, los vestigios del Huei Teocalli y los templos aledaños

(López Luján 1993: 381–407; Matos Moctezuma 1982). Desde 1978 a la fecha, el

proyecto ha tenido nueve temporadas de campo, las primeras tres coordinadas por el

propio Matos Moctezuma entre 1978-1989, y desde 1991 a la fecha es dirigido por

Leonardo López Luján (López Luján 2019a).

En sus inicios, el proyecto se dividió en cinco áreas externas y tres secciones de

excavación. Asimismo, se integraron especialistas de diversas áreas, particularmente se

contó con la colaboración de especialistas adscritos a los laboratorios del INAH.

Finalmente, el propio Matos Moctezuma fundó el Programa de Arqueología

Urbana (PAU) en 1991, el cual tiene la difícil tarea de estudiar y proteger los vestigios

del antiguo centro ceremonial que yacen bajo el centro histórico de la ciudad, y que son

17
excavados en el marco de obras de remodelación públicas y privadas (Matos

Moctezuma 1992:133; Barrera Rodríguez 2019: 87).

Durante 44 años de excavaciones en el recinto sagrado de Tenochtitlan, se han

localizado cerca de 209 depósitos rituales, estos consisten en conjuntos de objetos, que

en palabras de López Luján (López Luján 2020b: 15) son la expresión material de las

ceremonias individuales o colectivas. Los mexicas dispusieron cientos de miles de

elementos en cajas de ofrendas hechas de sillares, cofres de piedra o tepetlacalli, o

directamente sobre el relleno constructivo de las estructuras.

De esta manera, se han podido excavar diversas ofrendas que se distribuyen en

los diferentes cuerpos del Templo Mayor, en los templos aledaños y bajo el piso de plaza

del patio este, el patio norte, el patio sur y la Plaza Oeste (Barrera Rodríguez 2019;

López Luján 1993, 2006, 2019a). Cabe indicar que no todas las ofrendas corresponden

a un mismo momento temporal, Matos Moctezuma (1981: 50) y López Austin y López

Luján (2009: 207-213) señalan que el Templo Mayor fue agrandado al menos en siete

ocasiones, esto permite asegurar que todas estas ofrendas, fueron colocadas en

diferentes momentos entre 1375-1521 d.C..

La diversidad, aunado a la cantidad de objetos localizados al interior de los

receptáculos, ha significado uno de los principales objetivos de investigación dentro del

proyecto, lo que ha permitido la integración de diversos especialistas de áreas afines o

interesados en el pasado mexica.

De tal suerte, Las diversas investigaciones realizadas desde 1978 han podido

estudiar la vida religiosa que era practicada en el recinto sagrado de Tenochtitlan. Pero

a su vez, nos han acercado a entender varios aspectos de la sociedad mexica como son:

18
social, político y económico, información que durante muchos años solamente pudo ser

atendida desde el dato histórico. Ya sea por la materia prima con la que se elaboraron

los artefactos, las técnicas de manufactura aplicadas a estos objetos, los motivos

representados o el lugar donde fueron localizados, lo cierto, es que las fructíferas

campañas de excavación han generado un cúmulo de información derivada de la

materialidad de los objetos (López Luján 1993: 28–29).

En este primer capítulo recapitulamos los trabajos de diversos investigadores

que estudiaron la fauna y de los que nos valemos para la conformación de nuestra base

de datos, se describen las distintas líneas de investigación, y se establecen algunas

perspectivas de esta clase de estudio.

1.1 La fauna del Templo Mayor. El ayer y hoy de las investigaciones arqueozoológicas

Los materiales faunísticos descubiertos en las ofrendas del Templo Mayor se

caracterizan por su abundancia, estado de conservación y diversidad de especies, lo que

ha originado que buena parte de las investigaciones arqueológicas se centren en el

estudio de esta clase de elementos. Asimismo, la complejidad de los materiales ha

derivado en la conformación de nuevos campos de investigación insertos en disciplinas

como la biología, la arqueología, la etnozoología y la historia.

Antes de iniciar este breve recuento, debo señalar que en las próximas líneas se

describen especialmente los trabajos referentes al grupo de los cordados y

principalmente a los cuatro grupos biológicos sobre los que versa este trabajo: anfibios,

reptiles aves y mamíferos. Dejando para un futuro un análisis formal sobre la literatura

relacionada con toda la fauna en este sitio.

19
1.2 Antecedentes arqueofaunísiticos del Proyecto Templo Mayor

Comencemos este apartado por referir un hecho histórico que podríamos citar como el

primer trabajo taxonómico. Nos referimos al descubrimiento y estudio de un cánido

descubierto en 1791 durante las obras de saneamiento de la capital de la Nueva España

ordenadas por el Conde de Revillagigedo (González Claverán 1988: 107; de León y

Gama 1990: 11; López Luján y Sugiyama 2015: 26). Este hallazgo coincidió con la

llegada de la expedición dirigida por Alejandro Malaspina.

La campaña contaba con especialistas en los campos de la mineralogía, la botánica

y la zoología. El capitán Antonio Pineda, encargado de la sección de zoología durante el

viaje, realizó la primera inspección del mamífero reportado en el centro de la ciudad,

determinando que podía corresponder con un lobo (Canis lupus) o un coyote (Canis

latrans) (de León y Gama 1990: 11). Por desgracia, los restos de este animal no se

conservan hoy día, lo que dificulta reconocer la especie a la que alude Pineda. Sin

embargo, por las descripciones dejadas por Antonio de Léon y Gama (1990: 11)

podemos inferir que el cánido procedía de un contexto de ofrenda.

Posteriormente, durante la primera mitad del siglo XX, se realizó la primera gran

excavación en torno al Templo Mayor. En 1914 Manuel Gamio excavó la porción sur del

edificio principal de los mexicas, reportando varios restos de origen animal y

representaciones zoomorfas en piedra. Moisés Herrera, taxidermista y especialista en

zoología, se encargó de identificar y clasificar los restos biológicos, determinando la

presencia de anfibios, reptiles, aves y mamíferos procedentes de las excavaciones

(Herrera 1990).

20
Las excavaciones continuaron hasta 1948 y 1966, momento en el que fueron

exploradas tres ofrendas en el Templo Mayor. Los arqueólogos encargados reportan

restos de diversos animales que por desgracia solo son descritos de manera somera,

entre lo más significativo está la mención a un pez sierra y los caparazones de tortugas

(Angulo 1966: 1-6; Estrada Balmori 1990: 375-380).

Finalmente, son sobresalientes son resultado del Departamento de Salvamento

Arqueológico. Como lo hemos descrito, con el hallazgo del monolito de Coyolxauhqui,

fueron exhumadas cinco ofrendas. Tres de estos depósitos inmediatamente llamaron la

atención de los biólogos al contener cientos de restos faunísticos. Alicia Blanco (1978)

analizó los animales de las cistas 1, 3 y 5, datos retomados posteriormente por Elena

Carramiñana (1988). Las reveladoras investigaciones determinaron por primera vez el

uso dado a los reptiles, aves y mamíferos que componían estas ofrendas, se aventuran

a proponer algunos tratamientos póstumos, así como interesantes reflexiones sobre el

sacrificio de los guajolotes (Blanco Padilla 1978; Carramiñana 1988; García Cook y

Arana 1978).

Todos estos trabajos, además de simbolizar innovadoras investigaciones de su

época, han significado puntos de inflexión en la historia de la arqueozoología del

Templo Mayor y han contribuido al entendimiento del rol que la fauna jugaban en las

ofrendas mexicas.

1.3 Campos de estudio dentro del Proyecto Templo Mayor

Pasemos ahora a describir los trabajos emprendidos en el marco del Proyecto Templo

Mayor. En gran medida son resultado de la visión de Eduardo Matos Moctezuma, quien

21
contempló la inclusión de biólogos desde la fundación del PTM en 1978 (Matos

Moctezuma 1982: 11). También, se deben mencionar dos factores que permearon en el

desarrollo de la disciplina: el tiempo y el espacio. La perspectiva de Matos Moctezuma

se vio acompañada del desarrollo del Laboratorio de Paleozoología del INAH a cargo de

Ticul Álvarez Solórzano, que de forma fortuita y afortunada se ubicó a escasos metros

de las excavaciones. Esta integración generó que especialistas como el propio Álvarez

Solórzano (1982; Álvarez y Ocaña 1991), Óscar Polaco(1982, 1991) y Edmundo Díaz

Pardo (1982; Díaz Pardo y Teniente Nivón 1991) se dedicarán al estudio de los peces,

reptiles, aves y mamíferos desde el mismo momento de los hallazgos, esta sinergia

entre la biología y la arqueología se ha mantenido durante 44 años.

Es claro que tras cuatro décadas son muchos los campos de estudio que se han

abordado desde la perspectiva arqueozoológica. Una de las primeras aproximaciones

al análisis de estos restos fue precisamente su identificación. La mayoría de las

caracterizaciones taxonómicas y anatómicas han sido realizadas por los biólogos del

INAH. La identificación de los distintos organismos ha derivado en propuestas sobre la

abundancia y la variedad de especies, determinación de potenciales áreas de

procedencia, inferencias sobre las técnicas de captura o caza y supuestos referentes al

transporte de animales vivos desde tierras remotas al centro de la capital (Álvarez

1982; Álvarez y Ocaña 1991; Blanco et al. 2006; Cao-Romero et al., 2017; Díaz Pardo

1982; Díaz-Pardo y Teniente-Nivón 1991; Guzmán 2007; Guzmán y Polaco 1999; 2000;

22
Polaco 1982; 1991; Robles Cortés 2017; 2019 Valentín 1999; 2002; 2017; 2018;

Valentín y Álvarez 2014; Valentín y Zúñiga-Arellano, 2003; 2006; 2007).1

A la fecha se tiene el registro de seis phyla (Polifera, Cnidaria, Echinodermata,

Artropoda, Mollusca y Chordata) siendo los más numerosos los restos de moluscos,

seguido de los cordados. De manera sorprendente, la gran mayoría de especies no son

endémicas de la Cuenca de México, teniendo su origen en tierras distantes (Álvarez

1982; Álvarez y Ocaña 1991; Díaz Pardo 1982; Díaz Pardo y Teniente Nivón 1991;

Guzmán Camacho 2007, 2018; Guzmán Camacho y Polaco 2000; López Luján 1993,

2006; López Luján et al. 2018; López Luján y Polaco 1991; Polaco y Guzmán Camacho

1997; Robles Cortés et al. 2018; Solís Marín et al. 2021; Valentín Maldonado y Zúñiga

Arellano 2003, 2006, 2007; Velázquez Castro 2000, 2007b, 2011; Zúñiga Arellano 2013;

Zúñiga Arellano et al. 2019).

De manera complementaria a la identificación taxonómica, los investigadores

han enfatizado aspectos referentes al perfil biológico de los individuos. Tal es el caso de

la estimación de la edad, el tamaño, la determinación del sexo, los colores, las formas, y

las condiciones de salud-enfermedad que presentaban los ejemplares al momento de

morir (Álvarez y Ocaña 1991; Díaz Pardo y Teniente Nivón 1991; Elizalde Mendez

2018; González López et al. 2011; Guzmán Camacho 2007; Guzmán Camacho y Polaco

1 Sobre la identificación taxonómica de los animales del Templo Mayor, unas de las primeras
aproximaciones fueron realizadas por las biólogas Alicia Blanco y Elena Carramiñana del Departamento
de Salvamento Arqueológico, estas investigadoras examinaron los restos encontrados en tres de las cinco
ofrendas localizadas en torno al monolito de Coyolxauhqui. Si bien, algunos de sus resultados discrepan
entre sí, son un parteaguas para esta clase de estudios en el sitio, e invita a pensar en el reestudio de estos
materiales (Blanco Padilla 1978; Carramiñana 1988).

23
2000; López Luján 2006; López Luján et al. 2012; Robles Cortés 2019; Robles Cortés

et al. 2018; Valentín Maldonado y Zúñiga Arellano 2003).

La complejidad en el estudio de los restos faunísticos radica, no solo por la

cuantiosa cantidad de especies e individuos, sino también por las múltiples formas en

que estos fueron colocados en las ofrendas. En este sentido, diversos investigadores se

han acogido en disciplinas como es la tafonomía, la arqueología experimental y la

osteoarqueología de campo para dar respuestas al tipo de depósito (Chávez Balderas

et al. 2011; López Luján et al. 2022; Quezada Ramírez et al. 2010; Robles Cortés 2019;

Valentín Maldonado 1999b; Velázquez Castro 2007b, 2007a; Velázquez Castro et al.

2017; Velázquez Castro y Melgar Tísoc 2014).

La tafonomía tiene dos vertientes de análisis, los procesos que le suceden al

cuerpo entre la muerte y el enterramiento (bioestratinómicos) y los mecanismos que

afectan a los restos entre el enterramiento y su descubrimiento o destrucción total

(diagenéticos), en ambos casos pueden ser naturales o culturales(Lyman 1994).

Bajo esta clasificación, el estudio de los procesos bioestratinómicos ha

favorecido el registro de marcas antrópicas como son: huellas de corte (descarne,

desarticulación y viceración), alteraciones térmicas (directa e indirecta) y fracturas

perimórtem que ayudan a esclarecer el uso de la fauna previo a su depósito en las

ofrendas. En este sentido, se ha explorado la manufactura de artefactos, la elaboración

de pieles de peces, reptiles, aves y mamíferos y se han hecho propuestas sobre el

sacrificio de animales, ya fuera por cardiectomía o flechamiento (Álvarez y Ocaña 1991;

Carramiñana 1988; Chávez Balderas 2019; Chávez Balderas et al. 2019; Guzmán

24
Camacho y Polaco 2000; Quezada Ramírez et al. 2010; Robles Cortés 2019; Valentín

Maldonado y Zúñiga Arellano 2006).

En lo tocante a la arqueología experimental, es una línea de investigación que se

ha venido desarrollando desde 1997 en el Museo de Templo Mayor, como una forma de

subsanar la carente información arqueológica que se tiene sobre los procesos de

manufactura de los objetos, pues los materiales ofrendados por lo general responden a

artefactos bellamente confeccionados (Velázquez Castro 2007b, 2007a: 78). A este

respecto, los investigadores se han beneficiado de los rasgos que dejan las herramientas

con las que fueron elaborados para observarlas bajo lupas ópticas y microscópicas.

Esta técnica tiene como objetivo observar, identificar y clasificar las huellas de

manufactura a microescala haciendo uso del microscopio electrónico de barrido (MEB).

Es así, como se han podido reconstruir las cadenas operativas, descifrando en cierta

medida, aspectos tecnológicos de la cultura mexica. Los fructíferos resultados han

hecho que se trace una nueva línea para conocer, en un primer momento los estilos

tecnológicos y segundo, las “tradiciones” mesoamericanas, lo que ayudaría a establecer

regiones de producción de artefactos terminados.

A este respecto, Adrián Velázquez ha planteado que una buena parte de los

artefactos de concha, hechos sobre materias primas foráneas, fueron elaborados en la

ciudad de Tenochtitlan. A su vez, deduce la presencia de estilos tecnológicos

diferenciales, lo que indicaría que varios ornamentos fueron traídos una vez

confeccionados y algunos otros fueron hechos por diferentes talleres y por distintas

manos de especialistas en la propia capital mexica (Velázquez Castro 2007b, 2011;

Velázquez Castro et al. 2017; Velázquez Castro y Melgar Tísoc 2014; Velázquez Castro

25
y Zúñiga Arellano 2019). Si bien, en un primer momento se contempló esta técnica solo

en el estudio de los artefactos malacológicos, en años recientes se ha aplicado a los

instrumentos hechos sobre huesos de las aves y los mamíferos (Robles et al. 2022).

Una disciplina que revolucionó nuestro entender de los contextos de ofrenda es

la osteoarqueología de campo. Si bien el registro de los dones siempre ha sido de

primera importancia dentro del proyecto, a partir del año 2007 el registro de los restos

faunísticos se volvió minucioso, ya no únicamente se tomaban coordenadas de los

elementos, fotografías y dibujos. En el caso de los vertebrados, se comenzó a registrar

al momento de la excavación la posición, la orientación, la norma de aparición, el tipo

de conexión anatómica de cada uno de los huesos y las asociaciones contextuales

directas e indirectas (Chávez Balderas et al. 2011).

El registro en campo vino acompañado de la adaptación de programas de

computación, tal es el caso de AutoCAD, FileMaker y Photoshop.2 Gracias a la innovación

de Tenoch Medina y José María García Guerrero es que se comenzó con el análisis

espacial de los objetos ofrendados, en donde se analiza la distribución de los restos en

un plano horizontal y vertical (Chávez Balderas et al., 2011; De Anda Rogel et al.2017;

López Luján et al. 2022; Zúñiga Arellano et al. 2021).

Finalmente, el Proyecto Templo Mayor ha optado, en algunos casos, por los

análisis de laboratorio. A este respecto, se han practicado estudios de ADN, isótopos de

oxígeno y estudios de imagenología (tomografía y radiografía). Algunos ya concluidos,

2 General las relaciones entre los objetos son de dos tipos: directas e indirectas. En el primer caso
consideramos aquellos elementos que forman una unidad discreta de análisis. Por su parte, las relaciones
indirectas son aquellas que se encuentran contiguas o cercanas entre sí, pero que no corresponden a una
misma unidad de Análisis, es decir, los materiales tienen una distancia o profundidad similar o igual, pero
dentro del plano simbólico o interpretativo no se asocian entre sí.

26
algunos en proceso y unos más que se tienen contemplados en el futuro (Chávez

Balderas 2019; Chávez Balderas et al., 2022; Favila et al. 2022; Moreiras et al. 2021). Lo

cierto es que además de los métodos tradicionales, actualmente se contemplan análisis

que permitan discernir interrogantes en torno a la fauna del Templo Mayor. Los

resultados obtenidos han significado la reinterpretación de algunos contextos,

generando que la comprensión de este pasado resulte mucho más compleja. Por

ejemplo, respecto a la discusión de la presencia de híbridos de lobo-perro en las

ofrendas del Templo Mayor, se pudo descartar su presencia, determinando solo la

presencia de lobos puros (Chávez et al. 2022).

Asimismo, Diana Moreiras y colaboradores (2021) mediante la aplicación de

isótopos de oxígeno han determinado la procedencia de un águila y tres lobos,

corroborando su cautiverio en Tenochtitlan.

Figura 1. Publicaciones arqueozoológicas del Templo Mayor

27
En la Figura 1 se presenta el recuento de la literatura referente al Templo Mayor de

Tenochtitlan publicada entre 1978 y 2021. En primer lugar podemos notar la

constancia en la publicación de este tipo de trabajos. Cabe indicar que en 1982 y 1991

se publican dos libros que versan sobre los primeros resultados de las excavaciones,

nos referimos a El Templo Mayor: excavaciones y estudios (Matos 1982) y La fauna del

Templo Mayor (Polaco 1991) en estos dos textos se recaban los resultados de las

primeras tres temporadas de campo del proyecto.

También es importante mencionar que desde 1999 se ha generado una gran

producción de material en cuanto a moluscos se refiere, en gran medida influenciados

por el equipo de Adrián Velázquez Castro. En estos se incluyen las identificaciones de

los materiales y se contrastan las diversas técnicas de manufactura de los objetos

(Valentín-Maldonado y Zúñiga Arellano 2007; Velázquez Castro 2000, 2007a;

Velázquez Castro et al. 2017).

Recientemente, las publicaciones se han diversificado, en gran medida por la

incursión de especialistas del IPN, UNAM, UBC, la universidad de Guadalajara, el Instituto

de Ecología de Xalapa, entre muchos otros. De esta manera se han seguido estudiando

grupos como los cordados y los moluscos, pero se han incluido investigaciones

referentes, por ejemplo, sobre echinodermos, artrópodos, y poliferos (Favila et al. 2022;

López Luján et al. 2018; Medina et al. 2021; Solís Marín et al. 2021; Zúñiga Arellano

et al. 2019).

Sin duda, los 44 años del Proyecto Templo Mayor han significado una creciente

inquietud por analizar los restos de los animales, los resultados se han presentado en

foros nacionales e internaciones, y se ha materializado en más de 100 obras entre

28
libros, capítulos de libro, artículos científicos y de divulgación, tesis de licenciatura,

maestría y doctorado (Figura 1).3 Es indiscutible la incursión de nuevos especialistas y

el interés por el estudio de estos materiales ha significado que podamos entender de

mejor forma cada organismo y su presencia en las ofrendas mexicas.

1.4 El porqué de la integración de la información y análisis de la fauna del Templo Mayor

El devenir de los años ha traído consigo nuevas técnicas y métodos para estudiar el

pasado remoto. En lo concerniente a la identificación taxonómica, la ampliación de las

colecciones comparativas y la aplicación de estudios genéticos como el ya mencionado

ADN, han permitido corroborar la identificación de algunos ejemplares. A su vez, se han

registrado nuevas especies, y en algunos casos se han depurado algunos registros ya

existentes.

En este sentido, se debe considerar que muchas veces se trabaja con restos

incompletos, fragmentados o deteriorados, lo que hace más compleja la identificación

anatómica y taxonómica. Ciertamente, es en suma difícil caracterizar cada individuo al

no contar con los elementos diagnósticos. Otra desventaja es la edad que tenían los

ejemplares al momento de morir, ya que el desarrollo esqueletal impacta directamente

en el tamaño y la forma de los organismos, características imprescindibles a la hora de

identificar a los ejemplares. Finalmente, y como lo menciona Formingon (2010) una

colección comparativa o de referencia nunca estará completa, pues nunca se alcanzará

3En el apéndice 1 se anexa el listado de obras conocidas y que fueron recapituladas para la elaboración
de este capítulo.

29
la diversidad de fauna existente, este hecho hace que no se tenga un corpus total de

comparaciones, lo que limita la identificación específica.

De tal manera, dentro de los continuos estudios sobre la fauna del Templo

Mayor, se han practicado varias modificaciones a las identificaciones originales,

reclasificando muchos de los ejemplares en especies o familias distintas. Solo por poner

un ejemplo, en 1981 el felino encontrado al interior de la Ofrenda H, fue identificado

por Polaco (López Luján y Polaco 1991: 156) como un ejemplar de jaguar (Panthera

onca), pero descrito como un puma (Puma concolor) por Álvarez y Ocaña (1991: 123).

De manera similar sucedió con los félidos de la Cámara 2 y Cámara 3, ambos fueron

publicados como jaguares (Broda 1987: 21) pero en estudios posteriores se determinó

que correspondían a dos pumas (Álvarez y Ocaña 1991: 124).

Como lo hemos citado, recientemente han sido estudiados los cánidos de la

Ofrenda H. A principios del siglo XXI, Alicia Blanco y colaboradores (Blanco Padilla et al.

2006; Valadez Azúa et al. 2001) expresaron la idea de que estos individuos pudieran

ser híbridos de lobos y perros, al encontrar similitudes con los reportados años antes

en otros sitios como Teotihuacan, a estos híbridos se les llamó “Loberros”.

Con el fin de indagar el origen, conocer el perfil biológico y simbolismo de estos

ejemplares, es como fueron reanalizados los cánidos de la Ofrenda H, así como otros

tres ejemplares más descubiertos al frente del Templo Mayor. Los resultados genéticos

arrojan datos reveladores, los resultados de ADN nuclear y mitocondrial son

coincidentes con el lobo gris (Canis lupus), descartando la presencia de híbridos, al

menos hasta los registros actuales. De esta manera se puede decir que al día de hoy solo

30
han sido excavados ejemplares de lobos en estas ofrendas (Blanco Padilla et al. 2006;

Chávez Balderas 2019; Chávez Balderas et al. 2022; Valadez Azúa et al. 2001).

Respecto al número mínimo de individuos, también se han realizado algunas

correcciones. Vale resaltar el caso de los cocodrilos encontrados en las ofrendas. En los

primeros estudios sobre estos saurios, fueron identificados 15 individuos, tres

cocodrilos de río (Crocodylus acutus), cinco cocodrilos de pantano (Crocodylus

moreletti) y siete no pudieron ser identificados por falta de material de referencia.

Recientemente, Robles Cortés (2019) determinó que en realidad fueron inhumados 21

ejemplares; cuatro cocodrilos de río, seis cocodrilos de pantano y los restantes no

pudieron ser identificados.

Uno de los grupos megadiversos en México y en las ofrendas mexicas lo

constituyen los peces. La cantidad de especies y la dificultad en su estudio, ha

provocado que a lo largo de los años sean varios los especialistas los que han

contribuido a su estudio. Por su puesto que esto ha generado que, al contar con nuevas

herramientas, y una mejor colección comparativa, la identificación de los individuos se

vea incrementada y depurada. Por ejemplo, los peces de las ofrendas del denominado

complejo A por López Luján (1993: 237-290) fueron inicialmente estudiados por Elena

Carramiñana, Teniente-Nivón y Edmundo Díaz-Pardo, quienes habían determinado la

presencia de 367 individuos (Guzmán 2007: 274). Sobre estos trabajos, se sumó en

años recientes el laborioso análisis de Ana Fabiola Guzmán Camacho quien concluyó la

presencia de 391 peces localizados en estas 11 ofrendas.

La importancia que reviste esta clase de materiales ha originado varios

esfuerzos por tratar de conjuntar la información existente referente a la fauna. Respecto

31
a los vertebrados, destaca la ya citada obra titulada La fauna del Templo Mayor,

coordinada por Óscar J. Polaco y publicada en 1991, en la que se recabó la información

biológica y contextual de poco más de 44 ofrendas. Existe el también referido estudio

de Guzmán Camacho que versa sobre la ictiofauna del complejo A, en donde se incluye

el material de 11 depósitos (Guzmán Camacho 2007). Por su parte, López Luján (2006,

1: 196-197, 220-223) apoyado de Polaco, conjuntó y analizó el material encontrado en

La Casa de las Águilas al norte del Templo Mayor, reportando restos de animales en las

nueve ofrendas registradas.

Asimismo, diversos investigadores han realizado exhaustivas pesquisas de

grupos biológicos particulares, como son artefactos de concha, pepinos y estrellas de

mar, corales blandos y duros; aves como son águila real y espátula rosada, entre muchos

otros (Solís Marín et al. 2021; Olivier y López Luján 2017; Ontiveros Escalona 2015;

Robles Cortés 2017; Valentín-Maldonado y Zúñiga Arellano 2007; Velázquez Castro

2000; Zúñiga Arellano 2013; Zúñiga Arellano et al. 2019). Finalmente, debemos

mencionar el laborioso trabajo de Ximena Chávez (2019) sobre la Ofrenda 126. La

investigadora analizó más de 9,000 huesos e identificó cerca de 85 individuos

pertenecientes a 25 especies, cabe resaltar que este si bien no es el depósito con el

mayor número de individuos, si resalta por la diversidad de animales que contenía.

La abrumadora cantidad de organismos presentes en las colecciones

arqueológicas del Templo Mayor hace de su análisis una tarea casi imposible, este factor

hace que muchos de los materiales hayan sido mencionados parcialmente y algunos

otros no han sido asentados en la literatura hasta el día de hoy. Este es el caso de

materiales resguardados en la Bodega de Bienes Culturales del Museo del Templo

32
Mayor que no han sido aún estudiados por los especialistas. Un ejemplo de esto lo

podemos ver en la Ofrenda K, la cual contenía restos de al menos dos águilas reales

(Aquila chrysaetos) y un puma juvenil completo, de los cuales solo fue referido el cráneo

del felino por Álvarez y Ocaña (1991: 124).

Si bien muchas veces las nuevas identificaciones no representan un cambio en la

interpretación del depósito. Si lo constituyen en la forma en que miramos los aspectos

biológicos y culturales, al hablar de una mayor diversidad de especies, un mayor

número de ejemplares, y un cambio en las formas en que fueron depositados estos

individuos, lo que por supuesto conlleva otras implicaciones sociales y económicas.

Sobre esto, nos referiremos a detalle en el segundo y tercer capítulo.

Contemplando una mirada antropológica y ecológica, se ha buscado determinar

el origen de los animales. Principalmente desde identificación taxonómica y áreas de

distribución de las especies, y por otra, desde el estudio de los documentos históricos

del siglo XVI y XVII.

No obstante y como lo refiere López Luján (2019), los materiales biológicos y

artefactos localizados en las ofrendas pocas veces coinciden con los objetos descritos

en los documentos del siglo XVI, siendo el registro arqueológico mucho más diverso del

dictado en los códices y textos históricos. Asimismo, cabe aclarar que la amplia

distribución geográfica de las especies, hace casi imposible determinar la procedencia

de cada individuo.

Considero que aún restan muchos estudios en torno a estos ejemplares, donde

se deberá recurrir a métodos como el ADN o ZooMS para la identificación taxonómica, el

estudio de isótopos estables y radiogénicos para determinar la procedencia y la dieta

33
de los ejemplares, compendios morfométricos para entender aspectos biológicos de las

especies, solo por poner algunos ejemplos (von den Driesch 1976; Moreiras et al. 2021;

Quesada et al. 2016; Richter et al. 2022; Sugiyama et al. 2015).

En espera de estos estudios, en este trabajo buscamos recabar, sistematizar,

analizar y conformar una base de datos general que ayude a discernir las distintas

hipótesis en cuanto al uso, la presencia y origen de la fauna del Templo Mayor se refiere,

al tiempo que exploramos del por qué su presencia en los depósitos rituales.

1.5 Objetivos

Bajo esta óptica, en este trabajo se pretende conjuntar la información existente sobre

cuatro grupos biológicos; anfibios, reptiles, aves y mamíferos, enlistar y clasificar la

información que se ha formulado durante estos 44 años. Asimismo trazaremos una

línea para reconocer las áreas potenciales o probables zonas de abastecimiento de estos

animales a partir de la información contextual e histórica, lo que permita indagar las

relaciones sociales de las distintas épocas y fases del Templo Mayor, esto nos permite

establecer algunas líneas de investigación para desarrollar en el futuro. Para lo cual

seguimos dos puntos principales de estudio, analizar los reportes de animales en el

Templo Mayor, y el estudio de los documentos históricos de los siglos XVI y XVII. En este

sentido, planteamos tres objetivos particulares que buscaremos dar respuesta en los

siguientes capítulos:

• Conformación de una base de datos en la que se recapitule la información

referente a la fauna del Templo Mayor, tanto aquella ya reportada en la

literatura, como las observadas en nuestros trabajos en campo.

34
• Reconocer los patrones de selección y determinar los usos de las distintas

especies por temporalidad. Si en efecto, la elección de los materiales responde a

un plano simbólico favorecido por aspectos políticos y ecológicos por los cuales

se adquirieron estos bienes de prestigio.

• Finalmente, se determinarán, de acuerdo con los registros arqueológicos, los

animales que fueron de mayor aprecio para ser colocados en las ofrendas, y

discutiremos sobre los posibles orígenes que estos puedan tener.

35
36
CAPÍTULO 2. LA FAUNA DESCUBIERTA EN LAS OFRENDAS DEL TEMPLO

MAYOR DE TENOCHTITLAN

Introducción

La fauna encontrada en las excavaciones arqueológicas del Proyecto Templo Mayor

comprende un nutrido corpus de los objetos que conforman los depósitos rituales. En

la mayoría de los casos, su presencia está dictada por un riguroso valor simbólico. En

efecto, se ha determinado que los restos de estos animales eran dispuestos

cuidadosamente con la intención de acompañar o transmitir un discurso de acuerdo

con la cosmovisión nahua (Aguirre Molina 2019; Argüelles Echevarría 2019, 2021;

Chávez Balderas et al. 2010; Gallardo Parrodi 2014; López Luján 1993: 101–103; López

Luján et al. 2012; López Luján y Polaco 1991; Velázquez Castro 2000).

A este respecto, las exhaustivas campañas de excavación han develado con

mayor claridad el uso ritual de estos animales, varios ejemplares fueron dispuestos

cuidadosamente en una suerte de capas horizontales y verticales con el fin de

representar el universo, en lo que se ha llamado cosmogramas (Argüelles Echevarría

2019; López Luján 1993: 111–115, 2020a: 22). Por ejemplo, los animales marinos,

como corales, conchas, caracoles, y peces eran una forma de representar los niveles

inframundanos, en tanto que algunos reptiles, como serpientes, tortugas y cocodrilos

simbolizaban el plano terrenal. Finalmente, las aves como águilas, halcones y garzas

servían para representar niveles celestes (López Luján 1993: 240-290, 2006, 1: 226;

2020a: 22–23; López Luján et al. 2012: 16; Robles Cortés 2017; Solís Marín et al. 2021).

37
En años recientes, el cuidadoso registro en campo ha permitido visualizar

conjuntos de objetos que conforman unidades discretas. Nos referimos a varios

animales completos o semicompletos que fueron colocados con ornamentos o insignias,

que hacen la suerte de elementos compuestos. Los restos de algunos lobos, jaguares,

pumas, águilas y halcones fueron ataviados con la intención de representar

presumiblemente guerreros (López Luján et al. 2022).

Asimismo, varios ejemplares sirvieron para “vestir” o decorar otros objetos,

sobre esto, hemos podido observar que restos incompletos, como cráneos de serpientes

o extremidades de algunas aves, en realidad forman parte de atavíos de otros

elementos, dificultando el comprender el complejo discurso simbólico que se hallan

tras los restos arqueofaunísticos. Así lo vemos, por ejemplo, en el caso de tres cuchillos

de pedernal localizados en la Ofrenda 137 que parecen portar los cráneos de serpientes,

los restos de una piel de mono araña (Ateles geoffroyi) que cubría un cuchillo con el fin

de representar a Ehécatl-Quetzalcóatl en la Ofrenda 125. O bien, extremidades de

felinos que fueron colocadas con la piel para cubrir objetos, algunas veces identificados

como “asientos” (Aguirre Molina 2019, 2021; Chávez Balderas et al. 2010; López Luján

et al. 2010, 2012; Velázquez Castro 2000), aunque como en el caso de la Casa de las

Águilas, también pueden ser amuletos de los difuntos (López Luján 2006, 1: 249). Los

nuevos resultados han hecho que volvamos a observar los antiguos depósitos con otros

ojos, y podamos dilucidar una relación entre el tipo de entierro y el motivo que se

buscaba representar.

También, se ha especulado que muchos de los ejemplares quizás nos narren el

ritual mismo. Por ejemplo, los múltiples registros de codornices que aparecen en las

38
ofrendas, o bien, los cientos de punzones de hueso hechos sobre felinos, cánidos y

águilas, que aluden directamente a las ofrendas de sangre que se practicaban al

momento de hacer la inhumación (Aguirre 2002; 2004; López Luján 2006, 1: 248-249;

Alvarado Tezozómoc 2008:136; Durán 2006, 1:42, 2: 400; Sahagún 1989:283-284,

545).

De tal suerte, el valor simbólico determinó la presencia de un cuantioso corpus

de animales en las ofrendas. Respecto a los vertebrados y sobre los que nos referiremos

en este capítulo, se ha estimado la presencia de más de 1,300 individuos localizados en

más de un centenar de ofrendas. Significativamente, los peces marinos son los más

numerosos,4 seguido de reptiles, aves, mamíferos y anfibios5 (Álvarez 1982; Álvarez y

Ocaña 1991; Blanco Padilla 1978; Carramiñana 1988; Chávez Balderas et al. 2019; Díaz

Pardo 1982; Díaz Pardo y Teniente Nivón 1991; García Cook y Arana 1978; Guzmán

Camacho 2007, 2018; Guzmán Camacho y Polaco 2000; López Luján 1993, 2006; López

Luján et al. 2012; López Luján y Polaco 1991; Valentín Maldonado y Zúñiga Arellano

2003, 2006).

Los restos de estos animales comprenden una amplia distribución al interior del

recinto sagrado, se registraron en varias ofrendas del Huei Teocalli, los templos

aledaños y bajo los pisos de plaza. Asimismo, los diversos depósitos donde se excavaron

los restos faunísticos se distribuyen en seis de las siete etapas constructivas

identificadas por Eduardo Matos Moctezuma (1981), correspondientes a los gobiernos

4 En cuanto a los vertebrados, los peces son los más numerosos y con mayor diversidad de especies
(Guzmán Camacho y Polaco 2005: 4).
5 Es posible que la poca presencia de anfibios se deba al tamaño y la dificultad que implica su

conservación y excavación.

39
de Acamapichtli, Huitzilíhuitl, Chimalpopoca, Itzcóatl, Motecuhzoma I, Axayácatl, Tízoc,

Ahuítzotl y Motecuhzoma II (1375-1520 d.C.).

En este capítulo nos abocaremos a describir detalladamente, los restos

reportados, su ubicación, formas de enterramiento, temporalidad y patrones de

dispersión. Para este efecto, seguimos una metodología estándar pensada a partir de

nuestra experiencia en el Proyecto Templo Mayor, que consistió en la construcción de

una base de datos, que posteriormente fue analizada sistemáticamente.

2.1 Metodología para un estudio a gran escala

Este trabajo aborda una perspectiva arqueológica, biológica e histórica, para ello nos

valemos de cuatro fuentes de información generales: 1. Revisión directa de los restos

óseos. 2. Estudio de la literatura (publicaciones e informes de campo proporcionados

por el Proyecto Templo Mayor, INAH), 3. Fuentes documentales de los siglos XVI y XVII6 y

4. Registros de la distribución actuales de las especies basados en la Conabio. De tal

suerte, se tiene un compendio de datos de anfibios, reptiles, mamíferos y aves,

depositados entre 1375-1520 d.C. A continuación, describimos los parámetros

metodológicos aplicados en este trabajo.

6 Los resultados se exponen en el tercer capítulo.

40
2.1.1 Creación de base de datos para la fauna arqueológica

Para efecto de este análisis, el diseño de la base de datos fue planteado bajo los

postulados de Ofrendata (Badillo 1997),7 del Proyecto Faumap (Williams et al. 2018),8

y del programa ZooArchNet (LeFebvre et al. 2019).9 Estos proyectos estipulan que las

bases de datos deben ser claras, sistemáticas, accesible, fáciles de usar, no deben

caducar, que puedan ser actualizadas, que permitan la integración de recursos externos

como son fotografías y dibujos, lo que invariablemente nos lleva a pensar en programas

para el procesamiento, visualización y análisis de la información desde diferentes

escalas, que sean compatibles con varias plataformas, dispositivos, y sistemas

operativos.

Bajo esta óptica, se tomó como base el modelo relacional presentado por el

Proyecto Neotoma Paleoecology DataBase (Williams et al. 2018). Asimismo, el esbozo

de las tablas y los campos se hicieron siguiendo la base de datos de restos orgánicos del

Proyecto Templo Mayor del INAH diseñada por Diego Jimenez Badillo (1997),

modificada por López Luján, y la propuesta de Ximena Chávez Balderas para el registro

de los restos óseos (Chávez Balderas 2019: 644). De tal suerte, como ya lo citamos, la

7 Ofrendata consiste en un sistema de base de datos unificada para el control de la colección arqueológica
derivada de las excavaciones del Proyecto Templo Mayor y resguardadas en el Museo del Templo Mayor.
La información se dividido en tres tablas generales, 1. Arqueología, 2. Conservación y 3. Curaduría
(Badillo 1997: 103-127).
8 Faumap es un repositorio en línea en donde se incluyen registros arqueológicos y paleontológicos de

invertebrados y vertebrados encontrados en diversos sitios de América del Norte. Esta base de datos es
administrada por el proyecto Neotoma Paleoecology DataBase. Este proyecto se nutre de las bases de
datos de varios centros de investigación en el mundo, principalmente en Estados Unidos de América, la
información se que se puede consultar en línea incluye datos de polen, plantas, minerales, y resultados
derivados de estudios tafonómicos e isotópicos (radiogénicos y estables) (Williams et al. 2018)
9 ZooArchNet corresponde a un proyecto multidisciplinario donde se busca integrar la información

biológica y arqueológica de los macro y micro restos faunísticos resguardados en el museo de Florida. El
objetivo primordial es entender las relaciones entre el ser humano y el ambiente. Este proyecto ha
desarrollado repositorios de acceso libre y puestos a la disposición de la comunidad científica (LeFebvre
et al. 2019: 2)

41
base de datos se realizó en tres directrices: 1) registro y análisis de materiales

arqueológicos, 2) información biológica y 3) registro de fuentes documentales. Se

construyó una base de datos relacional10 en el programa MySQL (software de acceso

libre), que fue gestionada con el visor Workbench 8.0. Este diseño a manera de tablas,

campos e índices, entre otras ventajas, permite sistematizar la información, agilizar las

consultas y análisis de los datos (Figura 2).

10 Las bases de datos relacionales contemplan la creación de tablas separadas, con campos
independientes, a los que se les conoce como entidades o unidades discretas. Cada tabla y campo se
interconectan en una base de datos a través de llaves primarias o llaves foráneas, método por el cual se
relaciona entre sí la información. Esta clase de modelo, basado en un esquema lógico, evita la redundancia
de datos, y al mismo tiempo evita que la información escrita no dependa de la repetición de la
información, esto hace que este tipo de diseño sea mucho más flexible en el ordenamiento y creación de
nuevos campos (Badillo 1997: 76-77,).

42
Figura 2. Esquema entidad-relación de la base de datos para el registro de los
vertebrados del Templo Mayor.

2.1.1.1 Registro y análisis de materiales arqueológicos

En este repositorio se incluyen las tablas concernientes a la descripción general de las

ofrendas (número de Ofrenda, ubicación, temporalidad, año del hallazgo, tipo de

continente y descripción general). A cada individuo se le asignó un ID para su

identificación, hasta el momento solo se incluyen anfibios, reptiles, aves y mamíferos,

43
se circunscribió la información básica de cada ejemplar (especie, tipo de entierro,

estado del ejemplar, etc.) y en el caso de los elementos que hemos podido analizar, se

incluyeron datos concretos (osteológicos, tafonómicos, paleopatológicos, y

contextuales).

2.1.1.2 Información biológica por especie

La información biológica quedó consignada en una única tabla con los campos de: clase,

familia, género, especie, nombre común, descripción general, distribución (actual e

histórica) y campos externos que faciliten la visualización de mapas.

2.1.1.3 Registro de fuentes documentales

Con el objetivo de indagar sobre la presencia, usos y procedencia de la fauna, han sido

consultados 16 distintos documentos históricos, por supuesto, esta es una labor que

deberá continuar por la cantidad y extensión de los escritos. Para efectos de este

trabajo, se crearon campos de clave-valor recomendados para la consulta de

documentos, en este caso se integró la información de la fuente (siglo de elaboración,

tradición, temática, etc.), y se elaboró un diccionario para describir la presencia y el uso

de fauna referida en los documentos, se consignó la procedencia de algunas especies y

los métodos de adquisición (Figura 3).

44
Figura 3. Tabla de base de datos clave-valor usada en la captura de la información de
las crónicas de los siglos XVI y XVII. En el recuadro rojo se resaltan los metadatos por
bloque de información que permitieron la construcción de la tabla general (cuadro
azul). Esta tabla tiene la característica de poder filtrar los resultados por palabra, clave,
o valor, esto facilitó la captura, pero permite hacer consultas rápidas.

Este modelo de base de datos deberá ser nutrida en los próximos años con nuevos datos

derivados de los análisis puntuales y las nuevas excavaciones en el recinto sagrado de

Tenochtitlan, lo que permitirá su empleo para la indagatoria en nuevas investigaciones.

2.2. Diversidad de especies y su distribución en las ofrendas

A la luz de los datos, los restos de animales descubiertos en el recinto sagrado destacan

por la diversidad de especies, así como por la cuantiosa cantidad de restos que fueron

inhumados en los contextos de ofrenda. Asimismo, numerosos investigadores se han

percatado de la abundante presencia de especies silvestres, que al parecer, fueron

seleccionadas por ser animales peligrosos, feroces, de vistosos colores, o de grandes

45
dimensiones (Guzmán Camacho 2007; López Luján 1993: 100–105; López Luján et al.

2012: 14; Zúñiga Arellano et al. 2019).

De los más de 1,300 ejemplares de vertebrados reportados hasta la fecha, en este

trabajo nos abocaremos a describir únicamente un corpus de 778 individuos

correspondientes a cuatro clases biológicas: Anfibios, reptiles, aves y mamíferos.

(Figura 4). Al respecto, a la fecha se han depositado 44 especies pertenecientes a 37

géneros y 26 familias. En esta base aún no se ha incorporado la clase de los peces, al ser

uno de los grupos más ricos en cuanto a diversidad, además de que ha sido estudiado

recientemente por la doctora Ana Fabiola Guzmán (2018, 2019, 2022).

Figura 4. Presencia de cuatro grupos biológicos en las ofrendas del Templo Mayor de
Tenochtitlan por clases biológicas.

Por lo expresado anteriormente, podemos observar una tendencia a encontrar

animales silvestres. Sin embargo, existen algunos registros de perros y guajolotes y

otros más de fauna vinculada a las esferas domésticas. Solo en algunos casos, se

46
consigna la presencia de animales producto de intrusiones, es decir, animales que no

fueron dispuestos de manera intencional, y que en la mayoría de los casos proceden de

contextos alterados. Comencemos por describir la presencia de estos animales y su

distribución en las ofrendas.

2.2.1 Fauna intrusiva

Algunos de los animales que han aparecido en las ofrendas, no corresponden a

depósitos intensionales. Esto se advierte al observar la presencia de pequeñas especies

de roedores (Microtus mexicanus, Peromyscus maniculatus) que son propias de la

Cuenca de México, y que ocasionaron la remoción del contexto de manera natural.

Asimismo, han aparecido restos de animales que no son endémicos del continente

americano, nos referimos a los borregos (Ovis aries) y ratones (Mus musculus) que

fueron introducidos tras la llegada de los españoles (Álvarez y Ocaña 1991: 108,

110,113, 119: López Luján 1993: 102, 2006, 1: 229; Chávez Balderas 2019: 482). La

presencia de estos materiales indica la perturbación de los contextos tiempo después

de ser colocado, por lo que entendemos que su presencia no se considera intencional.

De esta manera, estas cuatro especies no son incluidas en este estudio.

2.2.2 Fauna doméstica

Como lo comenta López Luján y colaboradores (2012: 15) las ofrendas del Templo

Mayor no se caracterizan por tener entre sus dones restos de animales considerados

domésticos. En este sentido, resulta notoria la casi nula presencia de estos organismos,

considerando a priori que los guajolotes corresponden a animales domésticos, se puede

47
consignar apenas los restos de cuatro de estas aves (Meleagris gallopavo) y un perro

(Canis lupus familiaris).

Los restos de las cuatro aves se localizaron en la porción sur de la zona

arqueológica. Tres se hallaron en la plataforma del Templo Mayor, en la porción

dedicada a Huitzilopochtli y uno más en el Templo Rojo Sur (Carramiñana 1988: 239;

Álvarez y Ocaña 1991: 135; Olmedo 2002: 336). Por su parte, el cánido se encontró en

la Ofrenda V, contexto funerario localizado en el acceso poniente de La Casa de las

Águilas (López Luján 2006, 1: 223; Chávez Balderas 2007: 281-290).

2.2.3 Fauna nativa asociada a contextos urbanos

En este apartado incluimos aquellas especies que no se consideran domesticadas

biológicamente, pero que mantuvieron un estrecho vínculo con el ser humano en época

prehispánica, ya fuese por servir de sustento alimenticio, uso ritual o como remedio

medicinal, pero que son más fáciles de capturar, criar y reproducir, por ejemplo los

peces dulceacuícolas de las cercanías al lago, aves como los patos y las codornices y

mamíferos como son los conejos (Corona-Martínez 2002, 2013; Serra Puche y Valadez

Azúa 1986: 51–86; Valadez Azúa 1994: 303–305). En esta categoría es importante

destacar la presencia de varias codornices en las ofrendas del Templo Mayor

consideradas endémicas de la zona, en total se han podido identificar 127 individuos

correspondientes a tres especies (Colinus virginianus, Callipepla squamata y Cyrtonyx

montezumae). Pese a la abundancia de estos materiales, apenas podemos hacer algunas

anotaciones respecto a su distribución y algunos tratamientos póstumos.

48
Comencemos por indicar que el mayor número de individuos se concentran en

las ofrendas del complejo A. Estos depósitos se ubican en los ejes principales del Tempo

Mayor y por sus características, López Luján (1993: 261-290) consideró que fueron

colocadas durante rituales de consagración al edificio. Respecto a la disposición de

estas aves en las ofrendas, 63 individuos proceden de las ofrendas 11, 13 (plataforma)

y 17 (fachada este), depósitos localizados sobre el eje central, 36 ejemplares se

localizaron en la porción del Templo de Huitzilopochtli, nos referimos a los reportados

en las ofrendas 8, 33, 38 (Capilla), 7, 60, 62 (Fachada sur), 6 y 93 (Plataforma). Mientras

que en el sector correspondiente a Tláloc se localizaron 18 aves en las ofrendas 56

(capilla), 69, 88 (fachada este), 61 (fachada norte) 23 y C2 (plataforma). El resto de

estas aves se encontraron dispersos en el edificio A (2), Edificio B (1), edificio F (1), y

en la plaza Oeste (5) (Figura 5).

49
Figura 5. Ubicación de las codornices en la Zona Arqueológica del Templo Mayor.
Dibujo de Michelle De Anda Rogel e Israel Elizalde Mendez, cortesía PTM.

Respecto a la frecuencia, destaca la abundancia de codornices en cuatro ofrendas. En

efecto, la mayor concentración de individuos se identificó en las ofrendas 13 y 17, así

como 7 y 61, ofrendas simétricas, y que por su contenido se ha especulado,

corresponden a un mismo ritual, por lo que es factible que fueran dispuestas en un

mismo momento (López Luján 1993: 238-240).

Asimismo, se han localizado restos de conejos (Sylvilagus floridanus). De este

mamífero solo se han reportado cuatro individuos; tres de estos proceden de contextos

alterados o removidos, cabe aclarar que estos ejemplares solo están representados por

escasos huesos (Álvarez y Ocaña 1991: 117, 119, 120). Uno más fue registrado en la

Ofrenda 126, aunque de este solo se recuperó un hueso (Chávez Balderas 2019: 484).

50
De tal forma, del compendio de individuos aquí recabado referente a los

animales nativos que generalmente se han asociado con usos domésticos, en este caso

comprenden el 17.57 % de la muestra. Sin embargo, vale señalar que el 16.41 %

corresponden a restos de codornices, lo que hace inobjetable el uso ritual de esta ave.

2.2.4 Fauna silvestre

Como ya hemos referido, el mayor número de vertebrados reportados en las ofrendas

del Templo Mayor proceden de especies silvestres, ya sea de nichos locales, o bien, que

proceden de regiones distantes. En total, se estima la presencia de 642 individuos

correspondientes a 25 familias, de las cuales se han reconocido 32 géneros, llegando a

identificarse 38 especies. Debido a la gran diversidad familias y especies, a

continuación, describimos a los individuos por clase biológica.

2.2.3.1 Anfibios

Los anfibios corresponden a uno de los grupos menos representados en los contextos

de ofrenda, si bien no descartamos que se deba al poco uso ritual de estos animales, es

más plausible sugerir que la falta de registros se trate, al diminuto tamaño de los restos

y la estructura ósea lo que dificulta su preservación y recuperación. Pues como varios

investigadores han observado, estos animales fueron representados en códices y

esculturas, en el caso del Templo Mayor, el hallazgo más visible es el llamado “altar de

las ranas” al frente del Templo Mayor (López Austin y López Luján 2009: 303;

Baquedano 2022). Además, Elizabeth Baquedano (2022) refiere la existencia de

51
representaciones de anfibios en otros materiales como son piezas de conchas y piedra,

que probaría el uso ritual de estos animales en las ofrendas.

De acuerdo con estas evidencias, es más plausible pensar que los restos óseos de

estos diminutos animales no hayan podido ser recuperados y otras veces identificados

por sus características físicas. Por ejemplo, en años recientes Erika Robles ha podido

corroborar la presencia de al menos dos anuros en la Ofrenda 3 (Robles Cortés,

comunicación personal, 2020), los cuales no habían sido registrados hasta hace unos

años. Lo cierto es que apenas se han podido identificar 10 individuos en cuatro

ofrendas.11 También, características como su tamaño, estructura y conservación han

hecho imposible hacer una clasificación más allá del género. De tal suerte, solo sabemos

que fueron dispuestos sapos y ranas (Bufo sp., Ranidae sp.). Respecto a su distribución

en el recinto sagrado, debemos señalar que dos de las ofrendas se localizaron en la

plataforma y dos más al pie del Templo Mayor, en la Plaza Oeste (Figura 6).

11 En otro tipo de contextos, López Luján (2006, 1: 221) señala la presencia de al menos un anfibio al
interior de un brasero en las excavaciones de la Casa de las Águilas.

52
Figura 6. Distribución de los anfibios encontrados en las ofrendas del Templo Mayor.
Dibujo de Michelle De Anda Rogel e Israel Elizalde Mendez, cortesía PTM.

Resulta significativa, la asociación que mantienen estos anfibios con contextos de

muerte, funerarios y acuáticos (Álvarez y Ocaña 1991: 128; Baquedano 2022; López

Austin y López Luján 2009: 303; López Luján 2006, 1: 221). No es de extrañar esta

relación, pues estos animales eran relacionados con el agua y eran el augurio de las

lluvias (Gómez Martínez 2013: 180). Aunque por desgracia, pocos datos pudimos

recabar sobre su disposición al interior de los receptáculos, siendo una asignatura

pendiente el estudio de estos anfibios. El único ejemplo, lo observamos en la Ofrenda

143, donde estos animales fueron colocados junto con estrellas de mar, conchas y

53
caracoles, en una suerte de nivel acuático, de acuerdo con nuestras pesquisas, estos

individuos fueron colocados en la esquina noreste del receptáculo, en una forma de

triángulo con la cabeza hacia el interior, es decir los tres individuos se orientaban en

forma concéntrica (Figura 7).

Figura 7. Restos de ranas (Ranidae sp.) en la Ofrenda 143 asociados a contextos


acuáticos. Fotografía de Néstor Santiago, cortesía PTM.

2.2.3.2 Reptiles

Los reptiles corresponden al grupo más numeroso. Se han identificado 372 individuos,

pertenecientes a por lo menos 14 especies y seis géneros. A la fecha se han recuperado

21 cocodrilos (C. acutus, C. moreletti, C. sp.), dos boas (B. constrictor), 35 culebras

(Colubridae sp.), 128 serpientes de cascabel correspondientes a dos géneros Bothrops

(sp.) y Crotalus (C. molossus, C. atrox, C. polystictus, C. ravus, C. triseriatus). Finalmente,

se identificaron 186 tortugas, de las cuales 107 corresponden a la familia Emydidae

(Trachemys scripta) y 79 pertenecen a la familia Kinosternidae (K. sp., K. acutum, K.

hirpities, K. integrum, K. leucostumun, K. scorpoides) (Álvarez 1982; Álvarez y Ocaña

54
1991:128-133; Carramiñana 1988: 232, 239-240; López Luján 2006, 1: 221-222;

Robles Cortés 2017, 2019; Valentín-Maldonado y Zúñiga Arellano 2006: 509; Valentín

Maldonado 1999b).

Respecto a la distribución de estos animales en el recinto sagrado, en general

fueron encontrados en los cuerpos y la plataforma del Templo Mayor, aunque en menor

cantidad, se localizaron restos de serpientes y tortugas en los Edificios A, B, D, H, I, La

Casa de las Águilas y en la Plaza Oeste.

Las tortugas se hallaron en 21 ofrendas, casi todas asociadas a los cuerpos y la

plataforma del Templo Mayor. Se advierte una significativa concentración de

especímenes en las ofrendas 7(n=72), 11 (n=11), 23 (n=27) y 61(n=22), es decir, más

del 60 % de estos animales se encuentran en estos tres depósitos que como referimos,

forman parte del Complejo A (López Luján 1993: 238-240).

Por su parte, las serpientes se localizaron en 38 ofrendas, la mayoría en el

Templo Mayor, es notoria la concentración de estos ofidios hacia los ejes principales del

edificio, destacando su presencia en las ofrendas 7, 13,17 y 61. Otro importante lugar

donde se dispusieron a estos reptiles, corresponde a la Plaza Oeste, donde

recientemente se han excavado 43 individuos (Figura 8).

55
Figura 8. Distribución de los reptiles en la Zona Arqueológica del Templo Mayor.
Dibujo de Michelle De Anda Rogel e Israel Elizalde Mendez, cortesía PTM.

Gracias a los esfuerzos de Álvarez y Ocaña (1991: 128-133), Norma Valentín (1999) y

Robles Cortés (2017, 2019), es que tenemos un mayor conocimiento sobre el rol que

jugaron estos animales en las ofrendas. Aunque debemos señalar que faltan más

estudios para conocer el significado de estos animales en las ofrendas del Templo

Mayor.

2.2.3.3 Aves

Las aves corresponden al segundo grupo más numeroso, hasta el momento se han

podido identificar 151 individuos concernientes a 12 familias. Entre los

descubrimientos se enlistan restos de cinco garzas (Ardea alba, Egretta caerulea), un

56
tucán (Ramphastos sulfuratus), diez espátulas rosadas (Platalea ajaja), 16 colibríes

(Amazilia violiceps, Basilinna leucotis, Eugenes fulgens, Lampornis amethystinus), 2 aves

de la familia Tyrannidae, pero sobre todo destaca la abundante presencia de aves

rapaces en los depósitos rituales. En efecto, se han reconocido 96 individuos de cuatro

familias; 58 ejemplares de la familia Accipitridae (Accipiter striatus, Aquila chrysaetos,

Rupornis magnirostris, Harpia harpija, Buteo jamaicensis), cinco Strigidae (Bubo

virginianus, Otus sp.), 32 Falconidae (F. peregrinus, F. sparverius, falco sp.) y uno de la

familia Tytonidae (Tyto alba). Finalmente, cabe añadir que 13 aves no han sido

identificadas (Álvarez y Ocaña 1991: 133-136; Argüelles Echevarría 2019; Chávez

Balderas 2019: 555-564; Elizalde Mendez et al. 2019; Guzmán Camacho 2014; López

Luján 1993: 323-428, 2006: 222-223, 249, 2015b; López Luján et al. 2010, 2012; Olivier

y López Luján 2017; Quezada Ramírez et al. 2010: 21; Valentín Maldonado 2002: 335-

336).

Respecto a la distribución, estas aves se encuentran en los edificios del patio

norte, tal es el caso del Edificio A, B y la Casa de las Águilas. Otra constante es la

presencia de estas aves rapaces en el sector dedicado a Huitzilopochtli, y en la Plaza

Oeste, mientras que aves como las garzas se encuentran exclusivamente en la porción

dedicada a Tláloc. Otra característica identificada por Oliver y López Luján (2017), es la

presencia de espátulas exclusivamente al pie del Templo Mayor, los investigadores

advierten el vínculo de esta ave con los soberanos y los guerreros, a lo que señalan, es

la posible causa de su distribución al frente del Templo Mayor (Figura 9).

57
Figura 9. Distribución de las aves en la Zona Arqueológica del Templo Mayor. Dibujo
de Michelle De Anda Rogel e Israel Elizalde Mendez, cortesía PTM.

2.2.3.4 Mamíferos

Finalmente, hablemos de los mamíferos reportados en las ofrendas. A la fecha se han

podido reconocer 111 individuos, donde sobresalen los grandes depredadores. La

familia más numerosa corresponde a los felinos que está representado por cuatro

especies; siete jaguares (Panthera onca), 30 pumas (Puma concolor), 21 linces (Lynx

rufus) y un ocelote (Leopardus pardalis) además de nueve individuos que no han podido

ser identificados. Los cánidos están representados por 37 lobos (Canis lupus) (Álvarez

y Ocaña 1991: 136–141; Chávez Balderas 2019: 486–554; Chávez Balderas et al. 2022;

López Luján 2006: 222; López Luján y Polaco 1991: 156). Respecto a otras especies,

solo advertimos el registro de un fragmento de piel de mono araña (Ateles geoffroyi) en

la Ofrenda 125 y placas de un armadillo (Dasypus novemcinctus) en la Ofrenda 78,

58
además de dos individuos que no pudieron ser identificados (Chávez Balderas et al.

2010; Valentín Maldonado 2002: 335).

Sobre su distribución, son pocos los patrones perceptibles, pero resalta el caso

del puma y el lobo. Sobre los pumas, se puede apreciar una disposición en el eje central

del edificio a Tláloc (ofrendas 23, 24,107 y Cámara 2), patrones reproducidos en el caso

de los cánidos, pero al frente del templo de Huitzilopochtli (ofrendas 1, 172, 174). De

acuerdo con López Luján y colaboradores (2022), esta distribución podría relacionarse

el simbolismo de cada sector, el sur relacionado con el Sol, el solsticio de invierno y la

temporada de secas, mientras que el norte se asocia a la tierra, el solsticio de verano y

la época de lluvias. Esta dualidad nos hace recordar los ejemplares descubiertos en la

Ofrenda H, donde se localizaron el esqueleto completo de un puma y el de un lobo,

ambos juveniles. El estudio de López Luján y Óscar Polaco (1991: 156) determinó que

ambos ejemplares fueron colocados de manera paralela en el mismo nivel y con la

misma orientación, aunque en este caso los animales están orientados al este y el cánido

se distribuye en el sector norte de la caja de ofrenda.

El resto de los individuos no parece tener una distribución concreta. Pero se

advierte una amplia dispersión de cánidos y felinos al frente del Templo Mayor, en

específico en el eje central de Huitzilopochtli, y el eje central del edificio. En este punto

vale señalar que el mayor número de animales proviene de la Ofrenda 126, excavada

por Ángel González y José María García Guerrero y estudiada por Ximena Chávez

Balderas (2019) (Figura 10).

59
Figura 10. Ubicación de los mamíferos en la Zona Arqueológica del Templo Mayor.
Dibujo de Michelle De Anda Rogel e Israel Elizalde Mendez, cortesía PTM.

2.3 La fauna a través del tiempo. Las etapas constructivas del Templo Mayor y la

expansión del imperio

El recinto sagrado de Tenochtitlan sufrió una constante remodelación desde su

construcción hasta el momento de la conquista española, la edificación de un nuevo

templo se realizaba cubriendo la etapa anterior, ya fuera de manera parcial o total.12

Por desgracia, solo se tiene información parcial de cada uno de estos momentos, lo que

limita el que podamos comparar de manera directa entre etapas constructivas. Por una

parte, las primeras etapas quedaron enterradas a gran profundidad y bajo el nivel

freático. Además, gran parte del edificio se encuentra destruido a causa de la conquista

española en 1521, la cimentación de la ciudad colonial y posteriormente la

12El Templo Mayor cuenta con siete etapas constructivas completas y seis parciales (López Austin y
López Luján 2009: 208).

60
conformación de la actual Ciudad de México, este hecho genera que a la fecha se hayan

excavado diferentes secciones del templo en cada una de sus etapas. lo que dificulta el

cotejo entre los depósitos más antiguos con los de los últimos periodos (López Austin y

López Luján 2009; López Luján 2015a).

Este factor genera que, de manera natural, existan apenas once depósitos en la

Etapa II y once en la Etapa III. La Etapa V fue severamente afectada, y gran parte está

anegada bajo las construcciones modernas, por lo que solo se han recuperado nueve

ofrendas. En tanto que de los depósitos de la Etapa VII, se pueden contabilizar 34

depósitos, sin embargo, varios se encontraron parcial o totalmente alterados (Figura

13).

De tal suerte, el mayor número de ofrendas se localizaron en la Etapa IV (IVa y

IVb) y VI. De la cuarta etapa se conserva toda la plataforma del Huei Teocalli, mientras

que las fructíferas excavaciones en la Plaza Oeste han permitido conocer más sobre la

sexta etapa constructiva, ocasionando que nuestro mayor cúmulo de información se

concentre precisamente en estas dos épocas, edificadas entre 1440-1481 y 1486-1502

d.C. (Matos Moctezuma 1981: 50) (Figura 11, Figura 12). Para efectos de este ejercicio,

normalizamos el número de ofrendas respecto a la cantidad de animales encontrados.

61
Figura 11. Número de ofrendas por etapa constructiva descubiertas hasta el momento.

Figura 12. Gráfica normalizada de la recurrencia de animales por etapa constructiva.

62
En lo tocante a los depósitos con presencia de fauna, cabe indicar que las 98

ofrendas que presentan restos de vertebrados se distribuyen en seis de las siete etapas

constructivas (1375-1520 d.C.). Del corpus contabilizado en este trabajo, el menor

número procede de la segunda, tercera y quinta etapas constructivas. De manera

significativa, la mayoría de los restos se concentran en los depósitos correspondientes

a las etapas IVb y VI, corresponderían a los gobiernos de Axayácatl (1469-1481) y

Ahuítzotl (1486-1502 d.C.) respectivamente (Matos Moctezuma 1981) (Figura 11,

Figura 12).

Basados en la Figura 12, es importante mencionar dos aspectos, la quinta etapa,

pese a ser la menos excavada, y solo en ciertos sectores de la zona arqueológica,

concentra una importante presencia de restos de animales. Este mismo factor se

observa en los depósitos correspondientes a la séptima etapa constructiva (1502-1520

d.C.), donde adicionalmente, se han recuperado restos de animales alóctonos de la

región. Por lo anterior, consideramos interesante describir los restos de acuerdo con su

temporalidad (Figura 13).

63
Figura 13. Presencia de fauna por etapa constructiva. Dibujo de Michelle De Anda
Rogel e Israel Elizalde Mendez, cortesía PTM.

2.3.1 Etapas II y III (1375-1440 d.C.)

Estas dos primeras construcciones se relacionan con el ascenso al trono de los primeros

cuatro tlatoque; Acamapichtli, Huitzilíhuitl, Chimalpopoca e Itzcóatl. Durante este

periodo los mexicas se encontraban bajo el yugo de Azcapotzalco, hasta su formación

como ciudad independiente.

En cuanto a la fauna encontrada en los depósitos correspondientes a esta

temporalidad, se han excavado restos de codornices (Cyrtonyx montezumae y Colinus

virginianus), restos de un ave de la familia Tyrannidae, y únicamente en dos casos, se

observa la presencia de halcones (Falco sp.). Mientras que de los mamíferos únicamente

64
se advierte la presencia de un conejo (Sylvilagus floridanus) (Álvarez 1982; Álvarez y

Ocaña 1991) (Figura 14).

Figura 14. Fauna depositada en las ofrendas entre 1375-1440 d.C.

2.3.2 Etapas IV, IVa y IVb (1440-1481 d.C.)

En esta etapa se asocian 32 ofrendas que destacan por la abundante diversidad de

especies, se han excavado animales de la costa, los manglares y las selvas tropicales: tal

es el caso de los reptiles como tortugas (Kinosternon hirtipies, Kinosternon acutum,

Kinosternon scorpioides, Kinosternon leucostomus, Pseudemys scripta), cocodrilos

(Cocodylus moreletii y Cocodylus acutus), y serpientes (Boa contrictor, Sistrurus ravus,

Crotalus sp.),

En el caso de las aves se observan águilas reales (Aquila chrysaetos), diversas

especies de halcones (Falco esparverius, Falco peregrinus) y gavilanes (Accipiter

striatus). Finalmente, de los mamíferos destacan el puma (Puma concolor), el lince (Lynx

rufus), el lobo (Canis lupus), y se cuenta con el registro de un jaguar completo (Panthera

onca), asimismo se han identificado codornices (Álvarez y Ocaña 1991: 124-127;

Blanco 1978; Robles 2019; Chávez y Elizalde 2017; López Luján 1993, 2006, 1: 222)

(Figura 15).

Como veremos más adelante, esta etapa se relaciona con los reinados de

Motecuhzoma Ilhuicamina y Axayácatl, es durante este periodo que el imperio logra su

primer gran expansión fuera del centro de México. Durante este periodo se

65
conquistaron provincias en la Costa del Golfo, y se consolidan las conquistas durante el

reinado de Axayácatl, donde también se controlan ciudades del valle de Toluca y

centros comerciales como Tlatelolco (Berdan y Anawatl 1997). Tal parece, que esto se

ve reflejado en la diversidad de especies, pero principalmente en la procedencia de

éstas. Por ejemplo, los reptiles tienen su origen en las costas del Golfo y del océano

Pacífico, de donde también pudieran estar arribando especies como el jaguar y la

espátula rosada.

Figura 15. Fauna depositada en las ofrendas entre 1440-1481 d.C.

2.3.3 Etapa V (1481-1486 d.C.)

De las nueve ofrendas localizadas en esta etapa constructiva, en cuatro se han

reportado restos de vertebrados. A la fecha se tiene el registro de cinco aves,

correspondientes a cuatro águilas incompletas y un Accipiter striatus, apenas

66
representado por los huesos de un ala (López Luján 2006, 1: 222). Además, se hallaron

los restos de un jaguar representado por un diente y una vértebra, restos de la

mandíbula de un cánido (posiblemente de un perro), y restos de un puma (Álvarez y

Ocaña 1991; López Luján 2006, 1: 223) (Figura 16). Cabe indicar que la ausencia de

contextos correspondientes a esta etapa en gran parte es porque la plataforma del

edificio yace bajo la actual calle de Argentina. Posiblemente en el futuro podamos

conocer más sobre la diversidad de fauna en este periodo de tiempo. Lo que es de

destacar es que pesé a los pocos depósitos explorados, la fauna explorada responde a

superdepredadores.

Figura 16. Fauna depositada en las ofrendas entre 1481-1486 d.C.

2.3.4 Etapa VI (1486-1502 d.C.)

Son 29 ofrendas asociadas a esta etapa, en su mayoría destacan por la cantidad de

restos biológicos. En el caso de los vertebrados, se han identificado especies similares

a las de las otras etapas antes citadas. Sin embargo, se ha tenido la suerte de excavar un

mayor número de ejemplares de ocelotes, linces, jaguares, pumas, lobos, águilas reales,

halcones, gavilanes, espátulas rosadas y por primera vez se registran aves nocturnas

como son lechuza de campanario (Tyto alba) y búho cornudo (Bubo virginianus) (Figura

17).

67
Figura 17. Fauna depositada en las ofrendas entre 1486-1502 d.C.

Sobre los descubrimientos se pone en evidencia la disponibilidad de recursos al evaluar

el perfil biológico de estos ejemplares, es clara la presencia de individuos de diferentes

edades, ejemplo de esto son los cánidos de 2 y 8 meses, 2 años y adultos seniles de 15

años aproximadamente (López Luján y Polaco 1991; López Luján et al. 2012; Elizalde

2017; Chávez et al. 2019). Además, se observan ejemplares completos, restos de pieles,

restos de la manufactura de estas y punzones de hueso, es decir, una gran diversidad

de formas que llevan a pensar en otro tipo de obtención y un conocimiento anatómico

especializado que desafortunadamente no hemos podido observar en otras etapas

constructivas. Otra regularidad presente es el continuo registro de aves como el águila

real, lo que puede ser explicado por el dominio y expansión mexica a las provincias del

norte de la Cuenca de México desde los periodos de Motecuhzoma Ihuicamina hasta y

el posterior tributo consignado en el Códice Mendocino (1992: fol. 55r).

68
2.3.5 Etapa VII (1502-1520 d.C.)

Sobre esta etapa contamos con pocos datos arqueológicos, pues fue devastada producto

de la conquista española. Apenas se tienen registrados los restos de fauna en 18

depósitos, pero varios parcialmente destruidos. La fauna aquí depositada corresponde

a especies similares a las antes descritas, es decir, se reportan restos de reptiles como

serpientes y tortugas, mamíferos como pumas, jaguares y un lobo, respecto a las aves,

se siguen ofrendando águilas, espátulas rosadas, y destaca la presencia de un ejemplar

de águila arpía (Harpia harpyja), el único registro de esta especie hasta el momento en

las inmediaciones del Huei Teocalli (Figura 8).

Figura 18. Fauna depositada en las ofrendas entre 1502-1520 d.C.

Si bien, estamos conscientes que no podemos hacer una correlación directa entre las

etapas constructivas, así como las áreas donde han sido encontradas, es interesante

conservar patrones entre la fauna descubierta. Por una parte, la presencia de las

codornices además de distribuirse en varios sectores del templo, los edificios aledaños,

las plazas y los patios, se presentan en casi todas las etapas. Asimismo, notamos

patrones de deposición de los felinos y las aves rapaces.

69
Por supuesto, debemos señalar que no en todos los casos se encontraron completos,

por el contrario, muchos de estos animales pasaron por tratamientos póstumos, que la

mayoría de las veces ocasionaron que les fueran retiradas partes corporales. A

continuación, describiremos las generalidades de estos procesos.

2.4 Tratamientos póstumos practicados a la fauna del Templo Mayor

En cuanto a las múltiples formas en que los animales fueron colocados, se pueden

destacar los animales completos, las preparaciones de las pieles, sectores anatómicos

articulados, huesos manufacturados y huesos aislados. Por supuesto, cada una de estas

formas cuentan con diversas variantes.

Para efectos de ese trabajo construimos una clasificación basada en el tipo de

restos encontrados, la cantidad, tipo de marcas antrópicas y el tipo de conexiones

anatómicas. De tal suerte, categorizamos seis formas generales y cuatro subgrupos por

las cuales pasaron los ejemplares antes de ser colocados en las ofrendas (Tabla 1). Esta

clasificación se realizó con el propósito de analizar de manera general los procesos de

adquisición, preparación, utilización, y descarte (Chávez Balderas 2019; Chávez

Balderas et al. 2019; Sugiyama 2014).

Clasificación Sub clasificación Descripción


Ejemplares completos Completos Corresponde a todos
aquellos animales que
fueron colocados completos,
no registran marcas
antrópicas, y se reporta más
del 90 % del esqueleto.
Completos menos de Son considerados todos
80 % aquellos animales que no
aparecen completos, pero el
número de restos es menor
al 80 % del esqueleto.

70
Ejemplares semicompletos Pieles En este caso se consideraron
todos aquellos restos
resultado de modificaciones
culturales, en la mayoría de
los casos, con la finalidad de
preservar la piel de los
individuos. Tiene huellas de
descarne y desarticulación
en puntos anatómicos
específicos, además de
mantener una cierta
relación anatómica entre
elementos.
Con marcas antrópicas Son considerados todos
aquellos animales que no
aparecen completos,
presentan marcas de
actividad humana, pero que
no se puede asociar a ningún
tratamiento particular como
el de las pieles.
Incompletos Son agrupados aquellos
ejemplares que proceden en
su mayoría de entierros
secundarios, no guardan
relación anatómica, pero se
localiza más de un segmento
del mismo individuo.
Segmentos anatómicos Corresponde a restos de un
articulados mismo sector anatómico, ya
sea que fue localizado
articulado o se considera
que pudo colocarse aún con
tejidos blandos.
Huesos aislados Piezas óseas aisladas.
Indeterminados No se puede advertir el tipo
de depósito.
Tabla 1. Clasificación de los tipos de tratamientos con base en la presencia de sus
restos.

En el caso de la fauna del Templo Mayor, fueron registrados los ejemplares completos,

estos individuos se caracterizan por conservar más del 90 % del esqueleto y

generalmente se hallan en posición anatómica. De acuerdo con las recientes

71
excavaciones, podemos asegurar que varios de estos individuos figuraban como

elementos centrales en las ofrendas, tal es el caso de águilas, halcones, pumas, jaguares

y lobos ataviados (Figura 19). En general, se ha observado que estos grandes

depredadores representaban a los guerreros muertos al interior de las ofrendas (López

Luján et al. 2012; López Luján et al. 2022).

Figura 19. El lobo de la Ofrenda 174 fue descubierto en 2017, portaba ajorcas de
cascabel, un faldellín de caracoles, orejeras de madera, un pectoral de oro y portaba
un tztzopaztli. Fotografía Mirsa Islas, cortesía PTM.

No obstante, la mayoría de los ejemplares corresponden a individuos incompletos, que

tienen la particularidad de presentar marcas antrópicas, ya sea causadas por

instrumentos punzocortantes, o por exposición directa o indirecta al fuego.

El caso mejor documentado es la preservación de las pieles, que pueden ser

identificadas por la presencia de huellas de descarne y desarticulación en sectores

anatómicos específicos (Figura 20). Pues para garantizar la preservación de la

72
epidermis se retiraban los órganos de la cavidad abdominal, los tejidos blandos y en

ocasiones, se extraían ciertos huesos como son costillas, vértebras e inclusos partes de

las extremidades (López Luján 2006, 1: 222; Olivier y López Luján 2017; Ontiveros

Escalona 2015; Quezada Ramírez et al. 2010; Robles Cortés 2017; Valentín Maldonado

y Zúñiga Arellano 2006: 521) (Figura 20).

Figura 20. Restos de una piel de águila real encontrada en la Ofrenda 141. Fotografía
Mirsa Islas, cortesía PTM.

Por otra parte, se registraron huesos articulados, podemos suponer que estos fueron

colocados aún con tejidos blandos y piel, esto se puede deducir al observar la posición

anatómica de los materiales. Estos elementos generalmente aparecen asociados a otros

artefactos, haciendo la suerte de elementos compuestos. Esta clase de animales pocas

veces ha sido descrito e interpretado. Al respecto, López Luján y colaboradores (2010)

73
reportaron las alas de un gavilán (Accipiter striatus) asociado a un niño de entre 6-8

años, se presume que los restos de esta ave vestían al individuo con el fin de representar

el ixiptla de Huitzilopochtli.

Un caso similar lo observamos en la Ofrenda 143. Al centro del receptáculo fue

colocado un cuchillo de pedernal con aditamentos que invitan a pensar que fueron

vestidos con plumas de un ave y la piel de una serpiente.

Otra forma recurrente de encontrar los restos de animales corresponde a los

huesos aislados. En este grupo se encuentran los materiales fragmentados o piezas

completas, que no presentan conexiones anatómicas visibles. Respecto a este tipo de

elementos, hasta hace poco tiempo habían sido poco atendidas. Sin embargo, gracias a

las excavaciones realizadas en el Mayorazgo de Nava Chávez podemos hacer algunas

observaciones. Corresponden a materiales reusados, presentan o proceden de

contextos perturbados. Además, varios de estos materiales presentan fracturas

postmórtem, y un grado mayor de deterioro (Figura 21).

Figura 21. Falanges de felino localizadas en la Ofrenda 166. Proceden de un contexto


removido. Fotografía Mirsa Islas, cortesía PTM.

74
Dada la naturaleza de estos contextos, es factible pensar que los materiales pasaron por

un proceso diferente, ya sea que fueron usados en otros eventos, o bien que procedan,

quizás, de otras ofrendas. Esta última hipótesis abre otro camino de investigación, y es

que, si este fuera el caso, deberían ser revisadas las colecciones para determinar si en

efecto, pueden pertenecer a otro individuo que ha sido registrado en otro depósito. Lo

que hace aún más compleja la difícil tarea de obtener un número mínimo de individuos.

Adicionalmente, se han encontrado restos faunísticos que no fueron colocados

de manera intencional y que no guardan ninguna relación con aspectos simbólicos o

rituales, pero que nos proveen de información referente al ambiente y manejo de fauna

en el pasado. Al respecto, vale señalar la presencia de restos de codornices encontradas

en el interior de un águila real, resultado de su última ingesta. Estos huesos tienen la

particularidad de presentar fracturas perimórtem (Elizalde et al. 2019).

Finalmente, cerca de un 20 % de los individuos no pudieron asociarse a ningún

tratamiento, siendo una asignatura pendiente para futuras investigaciones. En varios

sentidos, es importante observar los tratamientos o formas en que fueron depositados

los restos de estos ejemplares, pues nos acerca a entender el manejo de fauna y las

diversas técnicas empleadas para su preservación, además de permitir concebir el

significado que se buscaba transmitir con su presencia (Figura 22).

75
Figura 22. Tipos deposición de la fauna del Templo Mayor.

Cabe indicar que la clasificación aquí presentada debe usarse con cautela, pues como lo

referimos con el felino de la Ofrenda K, algunos ejemplares fueron reportados

incompletos, aun cuando los restos del ejemplar fueron encontrados completos. Por lo

que, hasta no realizar estudios más precisos, los datos que exponemos son solo

generales que nos permiten apreciar tendencias en el uso de la fauna.

2.5 Relación entre la abundancia y las ofrendas

De acuerdo con lo anterior, se ha podido observar la alta o poca presencia de algunos

organismos en las ofrendas. Sin embargo, un punto a tomar en cuenta al cuantificar la

76
fauna es que muchos de los ejemplares excavados pueden proceder de un mismo

depósito. Es decir, la disponibilidad de un recurso pudo ser solo durante un evento o

estar relacionado solo con un sector del Templo, pues es claro que el ofrendar ciertas

especies dependía del significado que se trataba de transmitir.

De esta forma, consideramos necesario obtener el índice de valor de importancia

(IVI), la abundancia relativa (AR) y la frecuencia relativa (FR) de las especies reportadas

por el PTM. Estos análisis permiten evaluar la cantidad de individuos en relación con la

concentración de especies por ofrenda en una misma etapa constructiva. Para tal efecto,

seguimos la metodología propuesta por Ana Fabiola Guzmán (2007, 2019), quien ha

podido observar similitudes y diferencias entre las ofrendas del Complejo A y las

reportadas en el predio del Mayorazgo de Nava Chávez.

De tal suerte, mediante estos estudios se pudo normalizar la alta presencia de

individuos que solo fueron dispuestos en una ofrenda, y poner en perspectiva aquellas

especies que se utilizaron en varios depósitos a lo largo de una fase.

Respecto a la fauna depositada en la cuarta etapa y que en su mayoría fue

excavada durante las primeras temporadas del PTM, podemos considerar que las

tortugas son los animales con un mayor índice de importancia. Sin embargo, un dato

que debemos considerar es el uso frecuente de estos animales en un mismo evento, por

ejemplo, en la Ofrenda 7 fueron colocados los caparazones de 32 tortugas jicotea

(Trachemys scripta) y 40 de tortugas casquito (Kinosternon acutum, Kinosternon

hirtipies, Kinosternon leucostumun, Kinosternon scorpoides, Kinosternon sp.).

Caso contrario sucede con animales como el puma, el gavilán, o el águila real,

especies de las que sabemos se dispusieron una menor cantidad de individuos, pero

77
que se distribuyen en un mayor número de ofrendas. Esto indicaría que, durante varios

eventos, se tuvieron disponibles estos animales (Figura 23).

Figura 23. Gráfica del valor de importancia durante la Etapa IV.

Los resultados respecto a la Etapa VI son interesantes, pues las serpientes

presentan una amplia abundancia relativa (por lo general del género Crotalus), pero se

advierte el uso constante de águilas reales como un elemento insignia de esta etapa. En

efecto, se reporta en varios depósitos y zonas del recinto sagrado. Es factible, que como

lo expresa López Luján (2019) el simbolismo del ave se viera beneficiado para este

momento histórico de un monopolio de este tipo de aves.

Otros dos ejemplos se observan para el caso de los restos de espátula rosada

(Platalea ajaja) y de lobo gris (Canis lupus) encontradas al frente del Templo Mayor.

Sobre la primera especie podemos destacar que se encuentra en proporción de una por

78
ofrenda. Es decir, aunque en menor número, pero fue una especie recurrentemente

usada en la parafernalia ritual de este momento.

Por su parte, el mayor número de restos de lobo se presentan en la Ofrenda 126

(Chávez Balderas 2019), pero es significativo que existan restos de estos individuos en

otras cinco ofrendas, y que además sean ejemplares de diversas edades y correspondan

a individuos completos (Figura 24).

Figura 24. Gráfica del valor de importancia durante la Etapa VI.

Una hipótesis es que durante este periodo se tenía el flujo constante de cierto tipo de

animales que los hacían accesibles en todo momento para ser depositados en las

ofrendas, caso contrario de aquellos ejemplares que, aunque pueden ser varios

individuos, solo fueron dispuestos en un solo evento.

2.6 ¿Local o foráneo? La biología como método de aproximación al origen de las especies

Como bien lo expresó Óscar J. Polaco (1991), la identificación taxonómica de los restos

arqueozoólogicos, son la “llave” de entrada a la información biológica de la especie, lo

79
que permite aproximarse a los ecosistemas de los que proviene el ejemplar. Apoyados

de la ecología moderna, los biólogos y arqueólogos extrapolamos las áreas de

distribución actual de cada especie al pasado remoto, a sabiendas de que la mancha

urbana, el rápido crecimiento demográfico de la población y la destrucción del hábitat,

ha generado el confinamiento de estas especies a espacios cada día más pequeños, o

generando la migración a áreas donde antes no habitaban.

Los sitios de distribución, dicho en términos de Zunino y Palestrini (1991)

corresponden al espacio geográfico donde una especie interactúa con el ecosistema.

Esta zona está limitada por las restricciones fisiológicas, interacción con otros grupos

biológicos, clima, etc. No obstante, la ecología de poblaciones y la biogeografía han

planteado modelos en los que se contempla la movilidad, la dinámica temporal, factores

históricos, ecológicos y fisiológicos que imperan en la interacción animal (Maciel Mata

et al. 2015: 5). De tal forma, mediante los avistamientos y modelos matemáticos, se

logran indicar las potenciales áreas de distribución de las especies (Aiello-Lammens

et al. 2015; Corona-Martínez y Cruz Silva 2020; Phillips et al. 2017). Bajo esta idea, los

biólogos y los arqueólogos hemos podido determinar áreas potenciales de procedencia

de la fauna del Templo Mayor.

De esta manera sabemos que, en buena medida, los animales localizados en las

ofrendas no son especies residentes del Centro de México. Por ejemplo, se ha

documentado la presencia de peces marinos, que ponen en evidencia la influencia que

tenían los mexicas sobre las costas del Golfo de México, el océano Pacífico y el Caribe

(Díaz Pardo y Teniente Nivón 1991: 104; Guzmán Camacho 2018; Guzmán Camacho y

Polaco 2000, 2005; Polaco y Guzmán Camacho 1997). De acuerdo con Ana Fabiola

80
Guzmán (2007: 282-287) los animales que se han identificado proceden de litorales,

lagunas costeras, ambientes estuarios y continentales costeros, un buen número de

estos ejemplares corresponden a animales de arrecifes (Figura 25.)13

Si observamos la distribución de estos animales desde una mirada diacrónica, es

significativa la presencia de ejemplares procedentes del océano Atlántico durante la

Etapa IV (1469-1481 d.C.). En contraste, para las Etapas VI y VII (1486-1519 d.C.) se

observa el uso de ejemplares endémicos del océano Pacífico (Guzmán 2019). Lo que

parece tener su justificación en la expansión e influencia del imperio mexica sobre los

actuales estados de Guerrero, Oaxaca y Chiapas para este periodo (Figura 25).14

13 Las potenciales áreas de abastecimiento corresponden en el caso del Océano Atlántico y Caribe, al
Sistema Arrecifal Veracruzano Norte, El sistema Arrecifal veracruzano y el sistema Arrecifal de
Campeche y Yucatán. En el caso del Océano pacifico las zonas arrecifales más cercanas al centro de México
corresponden a la Bahía de Puerto Escondido, aunque existen otras potenciales áreas de abastecimiento
como resultan Zihuatanejo, Acapulco Huatulco y Puerto Ángel (Guzmán 2007: 284).
14 El hallazgo de otras clases biológicas refuerza esta hipótesis. En las ofrendas correspondientes al

periodo de Ahuítzotl (1486-1502) y Motecuhzoma II (1502-1519) se hallan corales, equinodermos y


moluscos que tienen su origen en el océano pacifico.

81
Figura 25. Mapa de las potenciales áreas de abastecimiento de peces marinos (tomado
de Guzmán 2007: 286).

No obstante, no en todos los casos es tan sencillo asegurar que los ejemplares

provengan, en efecto, de regiones tan distantes. En lo tocante a los cuatro grupos

biológicos descritos en este capítulo, es notoria una amplia distribución tierra adentro,

en zonas áridas, montañosas, lagunas y lagos continentales, etc. lo que hace más difícil

determinar la procedencia de algunas especies.

En efecto, los cuatro grupos de vertebrados aquí documentados abarcaron una

amplia distribución dentro y fuera de la ciudad de Tenochtitlan. Además, una buena

parte de los ejemplares encontrados corresponden a especies migratorias o de

82
residencias temporales, lo que complica aún más el tener certeza de las áreas de

procedencia. De esta manera, el primer paso fue clasificar las especies identificadas en

tres grupos: 1) animales que residen tanto dentro de la cuenca como en otra región

geográfica, 2) animales exóticos que solamente radican fuera de la Cuenca de México, y

3) animales que posiblemente habitaron en el centro, aunque no hay datos concretos

sobre su distribución (Figura 26).

Figura 26. La mayoría de las especies proceden de ambientes locales, o compartidos, y


en menor número de ecosistemas foráneos.

En el caso de los reptiles documentados en las ofrendas, debemos señalar que varios de

estos individuos pudieron encontrarse contiguas a la ciudad de Tenochtitlan. Varios

géneros de serpientes (Crotalus triseriatus, Crotalus polystictus, Crotalus molossus,

Crotalus ravus, Crotalus sp.) y tortugas (Kinosternon hirtipies) habitan cerca o en la

Cuenca de México, lo que facilitaría su acceso.

83
No obstante, también se advierte la presencia de reptiles que proceden de áreas

distantes. En general, localizados dentro de los depósitos de las Etapas IV, IVa y IVb

(1440-1481 d.C.), se dispusieron especies de regiones neotropicales, tal es el caso de la

boa constrictora (Boa constrictor), cuatro especies de tortugas; pantano (Kinosternon

acutum), estuche (Kinosternon scorpioides), de labios blancos (Kinosternon

leucostomus) y gravada (Trachemys scripta) (Álvarez y Ocaña 1991: 146) (Figura 27).

También se puede citar la presencia de las dos especies de cocodrilo (Cocodylus

moreletii y Cocodylus acutus) descubiertas en las inmediaciones del Templo Mayor. De

acuerdo con Robles Cortés (2017: 273-274) los cocodrilos de río encontrados en las

ofrendas podían proceder de los actuales estados de Colima, Guerrero o Oaxaca, en

tanto que los cocodrilos de pantano quizás arribaron de los estados de Veracruz,

Campeche o Tabasco.

Figura 27. Distribución potencial de las cuatro especies foráneas de tortuga


reportadas en las excavaciones del Templo Mayor (Conabio 2021).

En el caso de las aves, estudiar su origen resulta una tarea más que compleja, pues

existen especies con altas áreas de distribución y son animales con una mayor

84
capacidad de dispersión. Las especies de aves depositadas en las ofrendas habitan en

casi todos los ecosistemas de México; zonas áridas, semiáridas, montañosas, bosques

templados, de coníferas, matorral espinoso, áreas montañosas, pantanos, lagunas

costeras y manglares.

De esta manera, la mayoría de las especies encontradas bien se pudieron

localizar en las inmediaciones de la ciudad, o en las provincias cercanas.15 Solo tres

especies podemos asegurar que llegaron de tierras distantes, nos referimos a un

ejemplar de águila harpía (Harpia harpija), la espátula rosada (Platalea ajaja) y el

colibrí garganta (Lampornis amethystinus) (Olivier y López Luján 2017: 163; Gallardo

2000: 150).

Otros ejemplares son difíciles de precisar. Por ejemplo, en la actualidad el águila

real se localiza en los estados de Baja California, Sonora, Chihuahua, Durango, Nayarit,

Sinaloa, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí, Zacatecas, Aguascalientes,

Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo y Michoacán (Ecardi 2010). No obstante, se ha

especulado que su residencia se extendía al menos a los estados de México, Morelos,

Oaxaca, Puebla y parte de Veracruz.

Al respecto, se han podido registrar avistamientos de estas aves cerca de las

Costas del Golfo y en áreas protegidas como Tehuacán en Puebla (D’Addario et al.

2019), además, como lo abordaremos en el siguiente capítulo, algunos documentos

históricos permiten inferir que estas aves llegaban de provincias localizadas al norte

del Centro de México (Codex Mendoza 1992 55r; Matrícula de Tributos 1997) (Figura

28).

15 Sobre este tema, se expresarán nuestras ideas en el capítulo 3.

85
Si bien es cierto que en los ecosistemas neotropicales se presenta la mayor

riqueza de especies en México, tal es el caso de estados como Veracruz, Michoacán,

Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Campeche, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo, además de las

regiones de América Central, es claro que si solo nos guiamos por la identificación

taxonómica resulta casi imposible determinar el origen de las especies.

Figura 28. Relación de Tenochtitlan (punto verde) respecto de la distribución actual


del águila real (café) y avistamientos modernos (puntos rojos). Mapa basado en los
datos de la Conabio y D’arrario y colaboradores (2019).

Finalmente, los mamíferos encontrados en las ofrendas tienen un variado lugar de

procedencia. Por ejemplo, el puma (Puma concolor) se distribuye en todo el continente

americano, mientras que animales como el lince (Lynx rufus) o el lobo cubren una gran

extensión, desde el norte, abarcando toda la franja central de México. El lobo, aunque

hoy extinto de estas áreas, se infiere que se extendía en áreas de los estados de México,

Morelos, Puebla, llegando incluso a áreas de Oaxaca (Ceballos y Silvia 2006).

86
Respecto a la fauna exótica, son pocos los animales que son exclusivos de áreas

foráneas, solo algunos restos de pelo de mono araña (Ateles geoffroyi), una pata de

ocelote (Leopardus pardalis) y las osamentas de jaguar (Panthera onca) (Álvarez y

Ocaña 1991; Blanco Padilla 1978; Chávez Balderas 2019: 555-565; López Luján 1993,

2006, 1:221-222; Valentín-Maldonado y Zúñiga Arellano 2006: 509-521).

El jaguar resulta un caso particular, pues de los animales exóticos que se han

encontrado en las ofrendas, es la única especie que se ha localizado completa. Debemos

señalar que la distribución histórica de este félido abarca las regiones tropicales y

subtropicales, corredores biológicos distribuidos por la parte externa de los ejes neo

volcánicos, desde Sonora y Tamaulipas, hasta Chiapas y la península de Yucatán

(Briones-Salas et al. 2012; Ceballos González y Giselle Oliva 2006). Este factor invita a

pensar en diversos mecanismos de captura, transporte y manutención, hasta el

momento de ser colocados en las ofrendas. Antes de continuar, debemos puntualizar

que la mayoría de los ejemplares, bien pudieron ser capturados en áreas cercanas a la

capital, o en provincias no tan distantes como se suponía.

2.7 Una propuesta de análisis a micro-escala

A lo largo de este capítulo hemos enfatizado la necesidad de analizar la fauna en su

conjunto y de acuerdo con la temporalidad, área de procedencia y tipos de tratamientos.

Sin embargo, esta clase de análisis no estaría completo si no abordáramos cada unidad

en su contexto particular. Por supuesto, uno de los grandes retos es entender el

significado de los restos en cada una de las ofrendas. Algunas de las aproximaciones a

este tipo de datos fueron bien concebidas por Ana Fabiola (2007, 2018), Leonardo

87
López Luján (1993, 2006, 1), Amaranta Argüelles (2021) y Alejandra Aguirre (2019,

2021).

Los últimos años un grupo de especialistas en restos faunísticos se ha encargado

de la identificación, análisis y estudio de los restos encontrados en las excavaciones

recientes al frente del Templo Mayor. En cuanto al entendimiento de los contextos, uno

de los mayores aportes parte de la osteoarqueología de campo empleada por Ximena

Chávez Balderas y colaboradores (2011), el registro en campo va acompañado de

dibujos digitales en AutoCAD propuesto por Tenoch Medina y José María García

Guerrero. La conformación de esta metodología ha venido a dar nuevas luces sobre el

tipo de deposición, los diversos tratamientos póstumos y los usos de la fauna en el

Templo Mayor.

En este apartado hacemos implícita la necesidad por abordar este problema de

manera sistemática acompañada de una propuesta metodológica. De tal suerte,

proponemos tres fases de estudio derivadas de la osteoarqueología de campo, la

tafonomía, y la arqueozoología, y en la cual insertamos el dibujo digital (Figura 29).

Excavación Registro Digitalización

ciónRegistro

LimpiezaLevantamien Gráfico
tr Fotografía Dibujo
to o Dibujo
Bases de datos
Levantamienton

Etiquetas
Registro
Figura 29. Proceso de registro en excavación y registro.

tro

88
Digitalización

ciónRegistro
2.7.1 Excavación y levantamiento de materiales

El registro contextual comienza desde el momento mismo de la excavación, y es aquí

donde será importante valernos de disciplinas como la tafonomía y la osteoarqueología

de campo para describir puntualmente cada elemento.

En este sentido, siguiendo los postulados de Duday (1997), Pereira (1997) y

Chávez Balderas y colaboradores (2011), los huesos deben ser identificados

anatómicamente desde campo, lo que, a todas luces, significa un cambio en el registro

tradicional. Posteriormente, cada elemento se debe lateralizar, describir la norma de

aparición, los tipos de conexión en relación con otros restos del mismo individuo. Esto

nos acercará a una mejor interpretación de la función de cada espécimen, pues como se

ha mencionado, la mayoría de los objetos encontrados en las ofrendas no tienen su

origen en el azar, por el contrario, fueron dispuestos en relación con otros elementos,

que en conjunto, forman un complejo lenguaje simbólico producto de un evento o acto

ritual específico (López Luján 1993: 31; Aguirre 2019).

Para este registro contextual, se parte de los principios tafonómicos,

bioestratinómicos y diagenéticos propuestos por I. A. Efremov (1940) y Diane P. Gifford

(1981) y basados en Lee Lyman (1987, 1994, 2002, 2010), Chávez Balderas y

colaboradores (2011) y Melina Silva y John Verano (2014), quienes proponen analizar

los procesos acontecidos y los agentes que afectan principalmente a los materiales

orgánicos después de su muerte. Para tal efecto, se deben analizar ciertos factores que

influyen directamente sobre la preservación de las relaciones contextuales, a

continuación, describimos los principales factores a tomar en cuenta durante el

registro:

89
1. Tipo de receptáculo. En el Templo Mayor y los edificios aledaños se han

reportado tres diferentes tipos de contenedores; 1) cajas de sillares, 2) cofres de piedra

y 3) en contacto con el relleno constructivo de las edificaciones (López Luján 1993: 95-

98). Conocer el contexto de donde proceden los objetos, es determinante para el

análisis espacial de los objetos. Por una parte, influye en la preservación o deterioro de

los materiales. Por otra parte, el tipo de depósito determina el grado de movimiento

acontecido al interior del receptáculo. Siguiendo los principios de la osteoarqueología

de campo, existen tres espacios 1) vacío (sin sedimento), 2) rellenado (al momento de

realizar el ritual se le agregó tierra de manera intencional) y 3) relleno progresivo (por

medio de filtraciones poco a poco se cubren los materiales). En un espacio vacío, los

materiales orgánicos tienden a colapsar abruptamente, situación que rara vez sucede

cuando se depositaron con arcilla, en donde la materia orgánica pérdida,

paulatinamente es remplazada por arcilla, disminuyendo el grado de movimiento

(Duday 1997) (Figura 30).

90
a

)
Figura 30. La conservación de las relaciones contextuales en gran medida está en
función del tipo de receptáculo; a) Espacio vacío. En la Ofrenda 125 los huesos de dos
águilas se entremezclaron debido a la descomposición de los diferentes materiales
orgánicos, y b) Espacio rellenado. La espátula rosada (Platalea ajaja) encontrada en la
Ofrenda 128 se mantuvo en posición anatómica en contacto directo con el relleno
constructivo.

2. Componentes del depósito. En la medida de lo posible, son identificados los objetos

que componen la ofrenda, ya que inciden en la actividad acontecida al interior del

receptáculo mientras permanecen enterrados. Aquellos depósitos con presencia de

material orgánico tienden a alterarse en mayor medida. Puesto que una vez que se

desintegran, se provoca el colapso de los objetos dispuestos sobre estos.

91
3. Factores intrínsecos y extrínsecos. Una vez enterrados los materiales, estos

interactúan con factores químicos, físicos y biológicos. De tal forma, se deben

considerar elementos como: 1) El material con el que están cubiertos los objetos, 2) el

desplazamiento producto de otros elementos16 y 3) el lugar donde se colocó el

receptáculo.17

2.7.2 Dibujo digital y la integración por capas

Durante el proceso de excavación es difícil que podamos observar relaciones entre

elementos, ya sea por la gran cantidad de materiales que se encuentran o por la misma

arcilla que cubre los objetos. Este factor en cierta medida puede ser subsanado

mediante programas de computación. Es en este punto donde nos valemos del dibujo

digital, pues va más allá del dibujo tradicional, en el que se obtienen las coordenadas y

se retratan los objetos. La intención final es que estos recursos gráficos nos ayuden a

procesar de mejor forma la información contextual.

Gracias a la propuesta de Tenoch Medina y José María García, en el Proyecto

Templo Mayor se ha recurrido al programa AutoCAD con el objetivo de dilucidar las

relaciones entre objetos. Una de las ventajas con las que se cuenta en este programa, es

la división por capas y elementos. Cada uno de los materiales puede quedar subdividido

dependiendo de su materia prima o especie. La subdivisión de los materiales por capas

16 Este puede ser natural; como es el caso de roedores, o cultural; como son las perturbaciones por
construcciones actuales.
17 Las lajas del fondo de la Ofrenda 138 muestran desplazamiento a consecuencia de encontrarse sobre

una subestructura cuadrangular.

92
facilita la visualización de los objetos en unidades discretas tan finas como sea

necesario, de tal forma, podemos aislarlos o bien, observarlos en conjunto (Figura 31).

Figura 31. Empalme de los dibujos digitales.

2.7.3 Análisis espacial a partir de los Dibujos de AutoCAD

En este apartado veremos algunos de los fundamentos para la aplicación, así como

algunos ejemplos de los resultados a los que se han llegado a partir del análisis

contextual, esperando que el futuro sea más alentador. En general las relaciones entre

los objetos son de dos tipos: directas e indirectas. En el primer caso, consideramos

aquellos elementos que forman una unidad discreta de análisis. Mientras que las

relaciones indirectas son aquellas que se encuentran contiguas o cercanas entre sí, pero

que no corresponden a una misma unidad de análisis, es decir, los materiales tienen

93
una distancia o profundidad similar o igual, pero dentro del plano simbólico o

interpretativo no se asocian entre sí. En este sentido, la mayoría de los elementos

identificados hacen referencia o forman parte de un lenguaje, es en este punto donde el

análisis espacial debe manejarse con especial cuidado, pues podemos caer en el error

de asociar material que, si bien están juntos, esta distribución se haya originado por

otros factores, y no corresponda a una asociación directa entre elementos, como lo

hemos indicado.

Para el estudio espacial de los elementos dentro de las ofrendas, el primer paso

es determinar el motivo representado, la profundidad de los elementos, las relaciones

directas e indirectas entre objetos. El estudio espacial de los elementos contempla la

distribución en un plano horizontal y en vertical, tratando de interpretar el porqué de

los objetos en las ofrendas. Pues tal y como lo menciona Jiménez Badillo (1991: 27)

“permiten al arqueólogo pasar desde la simple percepción de atributos en los objetos

hasta la formulación de enunciados lógicos concernientes a ellos”.

2.7.4 Estudio espacial de los restos óseos

Muchos de los animales encontrados en las ofrendas del Templo Mayor corresponden

a entierros primarios, es decir, aún articulados y con tejidos conectivos, que tras

descomponerse son susceptibles de desplazarse, volviendo muchas veces complejo

determinar la posición en la que originalmente fueron depositados. A su vez,

recientemente se ha observado que estos animales también están asociados a otros

elementos, tal es el caso de caracoles, cascabeles, pectorales, pendientes, etc. (López

Luján et al. 2018).

94
Por poner un ejemplo, La Ofrenda 125 contenía más de 3,500 objetos excavados

en seis niveles (Figura 32), en el fondo del depósito se colocó una loba mexicana (Canis

lupus baileyi) y que fue cubierta por miles de materiales marinos, conchas, caracoles

peces, cuchillos de pedernal, dos esqueletos de águilas, entre otros materiales. De

acuerdo con el análisis espacial se pudo determinar, que efectivamente este cánido fue

colocado completo, en posición decúbito lateral derecho, orientado al oeste y

presentaba una suerte de atavíos. En el cráneo le fueron colocadas dos orejeras de

madera y turquesa, un collar de cuentas de piedra verde, cerca de la rodilla se encuentra

un sartal de caracoles Oliva y las patas posteriores lucían ajorcas de cascabel de oro

(Figura 33).

Figura 32. La Ofrenda 125 se componía de más de 3500 objetos (dibujo de Israel
Elizalde).

95
Figura 33. El lobo de la Ofrenda 125 fue encontrado en conexión estricta y suelta y
ataviado con varios objetos hechos de oro, piedra verde, madera y turquesa (dibujo de
Israel Elizalde).

Finalmente, si bien apenas hemos comenzado con esta nueva forma de percibir los

contextos, consideramos que los resultados han sido gratificantes (Chávez Balderas et

al. 2011; De Anda Rogel et al. 2017; Zúñiga et al. 2021, López Luján et al. 2022). Esta

clase de análisis será fundamental para construir mejores discursos y reconocer el uso

de la fauna, ya no solo a partir de los procesos tafonómicos evidenciados en los huesos,

sino, por el contrario, un análisis integral donde contemplemos la identificación

taxonómica, la posición, los tratamientos póstumos y los motivos representados.

En suma, la implementación de programas computacionales nos permite ver ya

no solo patrones de distribución básicos, como la orientación de los objetos, los ejes

imaginarios, conjuntos de objetos mánticos, sino también podemos ver conjuntos de

objetos que pueden ser elementos de un mismo tipo como son los ejemplares completos

o de varias materias primas, tal es el caso de estos animales con atavíos.

96
CAPÍTULO 3. LAS FUENTES DOCUMENTALES COMO MECANISMO PARA

ENTENDER LA PROCEDENCIA Y LA PRESENCIA DE LA FAUNA EN LOS

DEPÓSITOS RITUALES

Introducción

Como se observó en el capítulo anterior, gran parte de los restos faunísticos

encontrados en las excavaciones arqueológicas corresponden a animales silvestres que

eran transportados de todos los rincones del imperio e incluso fuera de él. De acuerdo

con nuestras pesquisas, se pudo notar un corpus amplio tanto de individuos como de

especies. Algunas de las razones de esta diversificación podrían ser efecto de la propia

expansión del imperio, lo que trajo consigo la apropiación de nuevos territorios con

otra clase de especies. Asimismo, se puede reconocer la permanencia de algunos

géneros a lo largo del tiempo, es decir, se han registrado individuos de un mismo taxón

en diferentes etapas constructivas del Templo Mayor y los edificios aledaños, este factor

implica el acceso a esta clase de recursos, así como el simbolismo de cada uno de estos

bienes.

Por supuesto, esto no garantizaría el abasto de dichos materiales y quizás esa

sea otra razón de la diversificación que encontramos en las ofrendas. Para entender

estos procesos de cambios y permanencias, en este capítulo repasamos brevemente la

estructura social, política y económica del imperio desde su independencia de

Azcapotzalco, hasta la llegada y conquista española. Analizamos distintos documentos

históricos, con el fin de entender la vida en torno a estas especies, reparando sobre las

97
regiones potenciales de procedencia y se indagará sobre las rutas y actores que

participaron en estas travesías

Para tal efecto, debemos considerar que no todos los animales encontrados en

los contextos arqueológicos fueron depositados completos, este factor invariablemente

hace que consideremos varias formas por las cuales los animales podían arribar a la

capital, ya fuese como animales completos, materias primas, o bien, implementos y

ornamentos terminados.

De tal suerte, a continuación hacemos un recorrido por los eventos históricos

que determinan la presencia de la fauna en las ofrendas, al tiempo que planteamos un

ejercicio para analizar las posibilidades y las limitaciones de los documentos históricos.

3.1 Desarrollo del imperio e implementación de una política exterior

Tras la independencia mexica del yugo de Azcapotzalco hacia el año 1428 d.C.,

Tenochtitlan adquirió la figura central en la Cuenca de México, apropiándose de un

sistema económico, social y político impuesto por Azcapotzalco, y que fue replicado a

lo largo de los siguientes 91 años (1428-1519 d.C.). Los mexicas establecieron las

principales alianzas con Texcoco y Tlacopan, formando la llamada triple alianza

(Barlow 1948; Carrasco Pizana 2011). Esta estructura política generó una rápida

expansión del imperio no únicamente dentro del Centro de México, sino en pocos años,

teniendo influencia sobre provincias de las costas del Golfo y el océano Pacífico. Lo que

garantizó, entre otras cosas, la adquisición de animales procedentes de ambientes

tropicales y marinos.

98
En este sentido, los mexicas desarrollaron una estructura altamente efectiva, por

un lado, se formaron lazos matrimoniales de nobles indígenas con la intención de

generar alianzas interregionales (Berdan 2016b: 446; Castañeda de la Paz 2015: 65–

71). Asimismo, el estado intensificó las campañas militares, añadiendo nuevos

territorios al imperio y generando un circuito tributario (Berdan 1976, 1978, 2007;

Bueno Bravo 2012; Carrasco Pizana 1978, 2011; Codex Mendoza 1992; Gibson 1971;

Hassig 1990; Hirth 2016; Mohar Betancourt 2013). A su vez, se establecieron

coaliciones con provincias independientes, para la circulación y libre tránsito de

militares y comerciantes (Hassig 1990: 99–103; Smith 1996).

Durante el llamado periodo expansionista se comenzó la irrupción fuera del

centro de México. Durante el gobierno de Motecuhzoma Ilhuicamina (1440-1469 d.C.)

se realizaron importantes campañas militares al noreste y sureste del imperio,

cubriendo una extensión de los actuales estados de Morelos, Hidalgo, Puebla, Veracruz

y Oaxaca (Barlow 1992: 71–74; Berdan y Anawalt 1997: 16–17). Tras el ascenso de

Axayácatl al poder (1469-1481 d.C.), se consumaron las campañas comenzadas por

Motecuhzoma I y se continuó la política expansionista, principalmente del Valle de

Toluca (Barlow 1992: 75–80; Berdan y Anawalt 1997: 18–19; Tomaszewski y Smith

2011). Durante el corto mandato de Tízoc (1481-1486 d.C.) pocas adicciones se

hicieron, solo destacan algunas incursiones hacia pueblos sojuzgados de la huasteca, el

área que hoy ocupa Morelos y nuevas conquistas en el actual estado de Guerrero

(Berdan y Anawalt 1997: 20–21).

No así en el gobierno de Ahuítzotl (1481-1502 d.C.), momento en el cual se

practicaron las más largas expediciones hacia el sureste mexicano. A lo largo de su

99
mandato, se dio fin a las rebeliones huastecas y se consumó la conquista de Tlapa

(actual estado de Guerrero) iniciada por su antecesor (Gutiérrez 2013, 2016).

Posteriormente, se abrió paso al suroeste, se adhirió la provincia de Cihuatlan y se

lograron significativos acuerdos con otros pueblos de la costa del Pacífico con el

propósito de garantizar la seguridad en la frontera del imperio, cabe indicar que esta

estrategia fue aplicada a otras regiones marginales del imperio, donde por medio de

provincias clientes o estratégicas, se garantizaba la protección del imperio de vecinos

hostiles (Berdan 2007: 123; Smith 1996). Estas estrategias allanaron el camino para las

expediciones a las regiones de Oaxaca y Chiapas, las incesantes campañas rendirían

frutos. Casi al final de su gobierno, se alcanzó el dominio sobre la cabecera del

Xoconochco, lo que garantizó el flujo periódico de mercancías desde tierras mayas a

principios del siglo XVI (Gasco 2017; Gasco y Voorhies 1989).

El mandato de Motecuhzoma Xocoyotzin (1502-1519 d.C.), como lo expresa

Berdan y Anawalt (1997: 25), se caracterizó por ser el momento de consolidación del

imperio, principalmente en el sureste mexicano. Si bien, durante este periodo apenas

se integraron a la geografía del imperio tres provincias; Tlaxiaco y Coyoloapan al sur y

Oxitipan al norte (Barlow 2015: 210–211; Berdan y Anawalt 1997: 16–25), es claro que

durante este periodo se alcanzó una estabilidad en cuanto a las relaciones comerciales

y políticas se refiere (Figura 34).

100
Figura 34. Mapa de expansión del imperio mexica por gobernante de acuerdo con la
información provista por Berdan y colaboradores (1996).

De tal suerte, al momento de la irrupción europea, el imperio se conformaba por 38

provincias tributarias (Codex Mendoza 1992; Matrícula de Tributos 1997) y 17 pueblos

estratégicos que se consideran parte del imperio, pero que no fueron sometidos

mediante fuerza militar, gozaban de libertad política, y eran consideradas áreas

neutrales (Figura 34) (Smith 1996). De esta manera, el imperio gozaba de una fuerte

influencia en gran parte de Mesoamérica.

Este fenómeno trajo como consecuencia una red de abastecimiento y transporte

que producía un flujo constante de mercancías al interior y fuera del imperio (Berdan

1978, 2019; Hassig 1990; Hirth 2016: 59–86; Smith 1990). De acuerdo con Frances

Berdan (1994) existieron tres formas básicas de obtención y circulación de bienes en la

economía imperial, 1) el tributo, 2) el tráfico exterior y 3) el comercio interno. Otras

101
vías menos frecuentes corresponden a los botines de guerra y los regalos. Es bajo estos

mecanismos, que la ciudad de Tenochtitlan adquirió diversos restos de animales, ya

fueran completos, semicompletos, manufacturados como pieles, hecha comida,

materias primas, o bien, trajes y divisas decorados con elementos como plumas y pieles.

Sin duda, el sistema resulta en suma complejo, se estableció una organización

especializada en donde participaban los nobles, los recaudadores del tributo, los

comerciantes, y la gente común. Se organizaron espacios para el almacenamiento y se

conformaron áreas públicas para la compra, venta e intercambio de bienes (Carrasco

Pizana 1978; Hirth 2016).

3.2 El tributo, el comercio y el mercado de animales entre los mexicas

El éxito en las estrategias sociopolíticas, económicas y militares alcanzadas por el

imperio, garantizaron la presencia de miles de materias primas, bienes semiterminados

y productos finamente acabados procedentes de diversas regiones geográficas. Los

animales encontrados en el Templo Mayor de Tenochtitlan no son ajenos a estos

procesos. En buena medida, los restos excavados en el recinto sagrado de Tenochtitlan

son resultado de estas interacciones y redes económicas establecidas por el imperio

mexica entre los siglos XV y XVI. Las fructíferas redes económicas obligaron a la

búsqueda, la caza, la captura, el transporte, el cuidado y la manutención de todo tipo de

especies consideradas como elementos de lujo, que, mediante distintos circuitos,

arribaron a la ciudad de Tenochtitlan.

El sistema mejor documentado por el que estos animales arribaron al centro de

México, sin duda corresponde al tributo de las provincias sometidas. Mediante este

102
método dinámico, los mexicas recibían periódicamente objetos o materias primas

foráneas. También, por esta vía se podía obtener la mano de obra para la construcción

de edificios o templos, el trabajo comunal o agrícola. Por si fuera poco, los pueblos

sometidos podían ser obligados a marchar a la guerra (Berdan 1976: 187, 1978: 78–80,

2016b: 446; Mohar Betancourt 2013: 57, 60).

Gracias a que se han conservado diversos documentos, como la Matrícula de

tributos (1997), el Códice Mendoza (1992), Las relaciones geográficas del Siglo XVI

(Acuña 1985, 1986), y las crónicas de Diego Durán (2006) o Alvarado Tezozómoc

(2008) es como varios investigadores han podido reconocer el tipo de mercancías, las

diversas formas como se enviaban los objetos, las provincias que estaban obligadas a

pagar estos tributos así como los periodos de pago (Barlow 1992; Berdan 2013, 2016a,

2019; Berdan y Anawalt 1997; Gutiérrez 2013; Hassig 1990, 2013; Kobayashi 1993;

Mohar Betancourt 1987).

De manera paralela al tributo, los comerciantes conformaron un grupo

importante en la esfera social y económica del imperio, se encargaban de distribuir

diversos bienes dentro y fuera de la ciudad, situación que los posicionó como un puente

entre Tenochtitlan con el resto de los señoríos. Asimismo, Los mercantes establecieron

otra clase de lazos entre regiones, pues no solamente se transportaban bienes a la

capital del imperio, también llevaban, compraban y vendían sus mercancías en las

diferentes provincias y pueblos (Berdan 1978: 80; Calnek 1978; Hirth 2016: 90–101).

Al igual que sucedió con el tributo, la expansión del imperio mexica promovió el

flujo de mercancías dentro y fuera del imperio mediante el comercio y el mercado. La

extensión mexica trajo como consecuencia el control de rutas comerciales, puertos

103
comerciales, y monopolio de los objetos al interior, trayendo como consecuencia,

menos riesgos en el traslado de las mercancías, como pudieron ser asaltos a las

caravanas, y el control sobre los recursos ofertados (Bueno Bravo 2012: 139, 144, 151).

Por su parte, el comercio internacional o externo representó un punto

importante en las relaciones comerciales mexicas. Los comerciantes de larga distancia

o pochtécah limitaban sus productos a bienes de lujo o exóticos, tal sería el caso de

aquellos animales que habitan principalmente la región neotropical, pues se debían

financiar expediciones a largas distancias cubriendo los costos del transporte (Berdan

2019: 39; Hassig 1990: 135, 2013: 35).

Por su parte, los mercados, estructuras públicas, servían para la redistribución

de bienes, eran puntos locales o regionales, donde cualquier persona podía comprar o

vender mercancías, estos centros constituyeron un considerable centro económico

tanto al interior de la capital como en las provincias fronterizas. Algunos mercados eran

controlados por el propio imperio, como sucedió con Tlatelolco tras la conquista de

Axayácatl sobre Moquihuix. Este fenómeno se replicó en las provincias periferias,

donde se edificó el mercado de Tepeaca y se controló el de Coayxtlahuaca en Puebla y

Oaxaca respectivamente (Berdan 1978: 83–86; Blanton 1996; Hassig 1990; Hirth 2016:

60–62). En estos puntos, los animales eran un bien que se comercializaba ya fuera como

alimento, como adorno, a manera de pieles, y en ocasiones vivos.

A su vez que el imperio se fue extendiendo, se conformó una red de intercambio

y de regalos de carácter suntuario, por el cual los soberanos recibían presentes, ya

fueran bienes terminados y hechos con materias primas de alto valor, como fueron oro,

104
ámbar, cobre, turquesa, o restos de animales como plumas, pieles e incluso ejemplares

vivos (Durán 2006, 2: 341; Alvarado Tezozómoc 2008).

Los objetos exóticos, de lujo, o considerados de prestigio como son muchos de

los animales depositados en las ofrendas, posiblemente eran trasladados directamente

a las arcas del imperio, ser trasladados al palacio o bien, transitar por vías controladas,

tal y como lo deduce Berdan (2019) para el caso de las plumas. Estas hipótesis se

refuerzan si observamos los descubrimientos en otros sitios arqueológicos

contemporáneos a Tenochtitlan. Por ejemplo, la casi nula presencia de águila real en

otros yacimientos contemporáneos a Tenochtitlan discrepa de los más de 50

ejemplares descubiertos en las ofrendas del Templo Mayor, o bien, el registro de

animales alóctonos para esta época solo se encuentran en sitios donde se distribuyen

naturalmente, como sucede con el jaguar o el águila harpía. Es factible, que como lo

expresa López Luján (2019b) existiera un monopolio de algunos bienes o recursos.

Por fortuna, varios de los documentos que narran y dan cuenta de los bienes y

materiales que eran transportados al centro de México aún persisten. En varios de estos

legajos se da cuenta de los recursos faunísticos que eran transportados, su origen, y las

diversas formas como arribaban a Tenochtitlan. Asimismo, podemos conocer, en cierta

medida, la interminable cadena de personas que eran fundamentales para que los

animales llegaran a la Cuenca de México. Bajo esta idea, analicemos las tres vías más

comunes por las que arribaba la fauna a la capital, 1. el tributo, 2. el comercio y 3. El

mercado, además de dos formas poco documentadas; los regalos y los botines de

guerra.

105
3.2.1 El tributo de animales y restos faunísticos

La información descrita sobre los bienes tributados al imperio mexica procede

principalmente de dos fuentes: La Matrícula de Tributos (1997), documento que se ha

sugerido fue elaborado a principios del siglo XVI, y la segunda sección del Códice

Mendoza (1992), obra realizada alrededor del año 1554, a partir de la propia Matrícula

de Tributos (Castillo 1997; Berdan y Anawalt 1992). En ambos documentos se

enlistaron las provincias indicadas con sus respectivos topónimos, se describieron con

sumo cuidado el tipo de producto, y se refiere la cantidad que era enviada con

ideogramas. De tal suerte, sabemos que para 1519 se tributaban animales vivos, cientos

de plumas de diversos colores y decenas de pieles que eran transportadas de diferentes

provincias subyugadas.

Dada la importancia de los documentos, han sido varios los investigadores que

han analizado y descrito a detalle los productos tributados (Barlow 1992; Berdan 1978,

2007, 2013; Berdan y Anawalt 1997; Carrasco Pizana 1978; Castillo Farreras 1997;

Codex Mendoza 1992; Gutiérrez 2013, 2016; Hassig 1990, 2013; Hirth 2016; Mohar

Betancourt 1987, 2013; Smith 1996). Sin embargo, por desgracia solo nos brindan el

contexto al final del imperio, momento en que ya había alcanzado su máxima extensión.

Si miramos este hecho desde la arqueología, nos encontramos con algunas

interrogantes, pues la mayoría de los restos faunísticos del Templo Mayor proceden de

épocas anteriores (1440-1502). A este respecto, la falta de información histórica ha

ocasionado que, de manera natural, nos remitamos a estos códices para explicar la

procedencia de los animales encontrados en las ofrendas, muchas veces sin reparar en

la brecha temporal existente. Asimismo, como lo expresa López Luján (2019c) los

106
elementos que se ilustran en estos documentos son relativamente pobres a los

observados en los contextos del Templo Mayor, siendo estos últimos mucho más ricos

y diversos.

De tal forma, debemos reparar en información dada por otras fuentes escritas,

que, aunque son menos exactas, permiten visualizar un panorama global por el cual se

obtenían algunos bienes. A este respecto consideramos de gran relevancia la

información consignada por Alvarado Tezozómoc (2008), Diego Durán (2006),

Bernardino de Sahagún (1989), Juan de Torquemada (1986), Alonso de Zorita (1963),

las Relaciones Geográficas del siglo XVI (1985) Hernán Cortés (1975) y Bernal Díaz del

Castillo (2008). Si bien, no perdemos de vista que todos estos documentos fueron

escritos entre la primera parte del siglo XVI y el siglo XVII, consideramos que consignan

valiosa información para este estudio (Barlow 1948; Graulich 2014; López Austin y

García 2000).

De acuerdo con la información brindada por distintos investigadores, así como

la observada en los códices y los manuscritos, podemos clasificar a la fauna que llegaba

a Tenochtitlan en tres grupos generales; 1) por una parte, los ejemplares vivos, 2)

animales muertos, pieles o manojos de plumas y 3) trajes o divisas que eran decorados

o confeccionados con materias primas de fauna como podían ser plumas y pieles.

Siendo nuestro objetivo la fauna del Templo Mayor, nos abocaremos a describir la

procedencia de los animales vivos y los animales muertos que podían llegar en forma

de pieles.18

18Respecto al tributo de los trajes, Broda nos describe de manera precisa los tipos de trajes y escudos y
lugares de procedencia (1978). Recientemente Filloy Nadal y Olvido Moreno (2019), basadas en las

107
3.2.1.1 Tributo de animales vivos

De acuerdo con algunos escritos, varias provincias tributaban a Tenochtitlan una gran

diversidad de animales como: pescados frescos, tortugas, serpientes, diversos tipos de

felinos y cánidos, así como una gran variedad de aves. Los distintos animales procedían

tanto del centro de México, como de lugares costeros, tierras altas y selváticas (Acosta

1985; Alva Ixtlilxóchitl 1952; Alvarado Tezozómoc 2008; Codex Mendoza 1992; Durán

2006; Torquemada 1986; Matrícula de Tributos 1997).

Basados en los registros históricos, podemos apuntar que durante los primeros

años independientes de Tenochtitlan (1428-1440), se mantuvo el flujo de animales

locales, el soberano mexica exigía el tributo de las provincias sojuzgadas al margen de

la Cuenca de México como es el caso de Xochimilco, Coyoacán y Cuautitlán. Los

productos consistían principalmente en recursos lacustres ya fueran peces, patos, ranas

y axolotes. Asimismo, se exigían otros animales comestibles, tal es el caso de los conejos,

las liebres, las codornices y los venados. Al parecer, este tributo se mantuvo hasta la

primera parte del siglo XVI (Acuña 1985, 6: 48, 85; Alva Ixtlilxóchitl 1890, 1: 319:

Alvarado Tezozómoc 2008: 109; Torquemada 1975, 1: 227).

Sin embargo, todo apunta a que durante el mandato de Itzcóatl el tributo fue

limitado, pues no llegaban animales de mayores proporciones o considerados exóticos.

Salvo raras excepciones como el pueblo de Tolnacuchtla (al norte de Pachuca) que

divisas que aún persisten, nos presentan un corpus completo del trabajo de la pluma, desde la
identificación taxonómica con que realizaron estas piezas, lugares de procedencia, hasta la propuesta de
las regiones de origen.

108
además de contribuir con los ya mencionados venados, codornices y conejos, debía

pagar el tributo de águilas vivas, especie endémica de esta zona (Acuña 1985, 8: 123).

En las siguientes décadas, las conquistas de las tierras tropicales y

semitropicales de la costa del Golfo permitieron el tributo de productos considerados

de lujo. A este respecto, sobresale el tributo de los pueblos del Golfo comprendidos por

las cabeceras de Cuetlaxtla, Tzicoac y Tuchpan. Posterior a la irrupción de

Motecuhzoma I (1440-1469) Tenochtitlan exigió el pago de pescado fresco, tortugas,

serpientes, y muy especialmente guacamayas, loros y otra suerte de aves de bellos

plumajes (Durán 2006; Tezozómoc 2008; Alva Ixtlilxóchitl 1890; Acuña 1952). Alva

Ixtlilxóchitl (1952: 197) refiere que los 100 papagayos y 100 venados vivos que

tributaba Tzicoac eran exclusivos para la ciudad de Texcoco. No obstante, Berdan y

Anawalt (1997: 138) sugieren que, debido a la política interna, la entrega de estos

bienes debía dividirse entre los tres señoríos del imperio. También se refiere que varios

de los tributos que se pagaban a Motecuhzoma II fueron impuestos por sus

predecesores. Así se describe, en el caso de Axocopan y Hueypuchtla, que para el final

del imperio mandaban a la capital venados, liebres y serpientes. De acuerdo con las

Relaciones geográficas del Siglo XVI, es factible que estos recursos fueran transportados

a Tenochtitlan desde el mismo momento en que fueron sometidas estas provincias, es

decir durante el gobierno del primer Motecuhzoma (Acuña 1985, 8).

Para el periodo de Axayácatl, además de continuar con el dominio de estas

regiones, se estableció una red hacía el sureste de México, de donde se obtenían otra

clase de aves. Al respecto, cabe mencionar que Atlatlauhca, en Oaxaca, mandaba búhos,

gavilanes, tórtolas y codornices (Acuña 1985, 6: 48). Ya para el mandato de Ahuítzotl,

109
se observa el continuo flujo de guajolotes, conejos y venados. Por ejemplo, la provincia

de Cempoala transportaba todo género de aves existentes en la región, destacando el

pago recurrente de codornices (Acuña 1985, 6: 76). Lo que más sobresale durante este

periodo, es la irrupción al sureste mexicano, logrando con ello la adquisición de nuevas

especies, muchas de ellas como regalos, botines de guerra y principalmente comercio,

por lo que será abordado en el siguiente apartado.

Para el final del imperio se impusieron y cambiaron algunos tributos. Además de

las águilas apuntadas en el Códice Mendoza (1992; 31r, 55r) y la Matrícula de Tributos

(1997: lám. 11) procedentes de Oxitipan y Xilotepec, varias provincias enviaban

animales domésticos, silvestres y exóticos ( En el Códice Mendocino se retrata el pago

de águilas reales vivas por parte de Xilotepec y Oxitipan (Codex Mendoza 1992: 31r).

(Figura 35). Al Respecto, Quauhquilan, Xilotzingo, Huypuchtla y Xilotepec mandaban

codornices, “gallinas” (posiblemente guajolotes), conejos y otra suerte de aves (Acuña

1985, 4, 6, 8; Acosta 2004; Durán 2006).

110
Figura 35. En el Códice Mendocino se retrata el pago de águilas reales vivas por parte
de Xilotepec y Oxitipan (Codex Mendoza 1992: 31r).

La región de la Costa del Golfo seguía tributando papagayos que procedían, por ejemplo,

de Tlacotlalpan al sur del actual estado de Veracruz (Acuña 1985, 8). Asimismo, se

recibían anualmente jaguares, pumas, águilas y murciélagos de Muchitlan y Tistla, en el

actual estado de Guerrero.

Material Provincia Periodo


1427- 1440- 1469- 1481- 1502-
1440 1469 1481 1502 1519
Insectos Tistla x
Muchitlan x
Peces Cuetlaxtla x x
Serpientes Cuetlaxtla x
Tortugas Cuetlaxtla x x
Gallinas Epazoyuca x x
Quauhquilpan x
Atlaylauhca x
Atlitlalaquia x x
Axocopan x x x x
Teotitlan x x x x
Hueypuchtla x x x x
Tistla x

111
Muchitlan x
Cempoala x
Codornices Cimapan x
Hueypuchtla x
Yetecomac x
Tolnacuhtla x
Tenantzingo x
Quauhquilpan x
Papagayos o Tlacotlalpan x
guacamayas Cuetlaxtla x
Tzicoac x
Tuchpan x
Águilas Xilotepec x
Tolnacuhtla x
Muchitlan x
Tistla x
Oxitipan x
Búhos Tenantzingo x

Gavilanes Tenantzingo x

Tórtolas Tenantzingo x
Tlauhquechol Tlatelolco x
Xiuhtótotl Tlatelolco x
Tzinitzcan Tlatelolco x
Zacuan Tlatelolco x
Aves Cempoala x
Atlitlalaquia x x
Tenantzingo x
Venados Hueypuchtla x
Tzicoac x
Tenantzingo
Tolnacuhtla x
Adives Yetecomac x
Tolnacuhtla
Jaguares Cuetlaxtla x
Muchitlan x
Tistla x
Muchitlan x
Pumas Tistla x
Conejos Cimapan x

112
Yetecomac x
Hueypuchtla x
Tolnacuhtla x
Quauhquilpan x
Liebres Cimapan
Yetecomac x
Tistla x
Tolnacuhtla x
Quauhquilpan x
Tabla 2. Animales vivos que son mencionados como parte del tributo. Tabla basada en
la información de la Matrícula de tributos (1997), Durán (2006, 1) Códice Mendoza
(1992), Sahagún (2000); Torquemada (1975), Acosta (2011), Alva Ixtlilxóchitl (1965,
2) Relaciones Geográficas del siglo XVI (Acuña 1984, 4, 5, 6,7,8) Díaz del Castillo
(2008, 1), López de Gómara (1979).

El tributo de estos bienes podía ser de manera periódica, aunque una buena parte se

pedía para eventos o fiestas excepcionales, uno de los mencionados con frecuencia es

la inauguración del Templo Mayor. Por ejemplo, Durán refiere que tras la conquista de

Cuetlaxtla, durante el gobierno de Motecuhzoma Ilhuicamina, se ofrendaron algunos

animales traídos de esta provincia:

Fuéronse al templo y allí, llegando ante la imagen de Huitzilopochtli, puestos en


cuclillas, tomaron con el dedo de la tierra santa y comiéronla, y luego ofrecieron
delante del ídolo gran ofrenda de mantas de a veinte brazas y de plumas y de
algodón, y luego, joyas y piedras ricas, blancas y coloradas, y tomaron algunas
de aquellas culebras que traían, gruesas y haciéndolas trozos, las sacrificaron allí
(Durán 2006, 2: 203).

Asimismo se exigían tributos durante las entronizaciones, o las exequias de los

soberanos, a este respecto, Alvarado Tezozómoc (2008: 187) refiere que tras la muerte

de Axayácatl, se realizaron múltiples ofrendas, y rituales a los que acudieron todos los

señores de las comarcas vecinas, que transportaban diversas materias, por ejemplo

Tepeaca llevaba pieles de aves y mamíferos “luego vinieron los de Tepeaca y los de

Cuetlaxtla y ofrecieron conforme a los grandísimos tributos suelen dar de oro, piedras

113
de gran valor, pájaros, los pellejos de ellos, tlauhquechol, tzinitzcan y toznenes, cacao,

mantas”.

3.2.1.2 El tributo de pieles

Las pieles de los animales resultan elementos recurrentes en las ofrendas del Templo

Mayor, pero al igual que sucede con los animales vivos, es difícil poder estudiar la

procedencia y tributo de estos elementos, en gran parte, debido a que la información se

encuentra dispersa. Para afrontar este problema, generalmente se ha recurrido a lo

plasmado en El Códice Mendocino y La Matrícula de Tributos (Berdan 2007; Berdan y

Anawalt 1997; Castillo Farreras 1997; López Luján 2006, 1: 222, 2019c; Mohar

Betancourt 1987; Mongne 2019).

Respecto a lo observado en estos documentos, Xoconochco tributaba 160 pieles

de cotinga azuleja y 80 pieles de felino, presumiblemente de jaguares (Figura 36)

(Berdan y Anawalt 1997: 118; Codex Mendoza 1992: 47r; Matrícula de Tributos 1997:

25). Por su parte, Tepeaca pagaba 800 pieles de venado (Codex Mendoza 1992: 21r). Es

decir, de las 38 provincias que se mencionan en el documento, aparentemente solo dos

provincias tributaban periódicamente estos elementos a la capital mexica, y de las

cuales, solo las del felino pueden ser reconocidas en las ofrendas del Templo Mayor.

114
Figura 36. El Xoconochco pagaba 80 pieles de felino (Codex Mendoza 1992: 47r)

No obstante, algunos escritos apuntan a tributos en épocas más tempranas. A este

respecto, podemos visualizar además de las consignadas en los dos documentos

pictóricos, el tributo de restos de pescado seco, cueros de aves y mamíferos. En este

sentido, la información histórica permite observar la entrada de estos objetos a la

capital desde el gobierno de Motecuhzoma Ilhuicamina (1440-1469). Al igual que al

final del imperio, Tepeaca tributaba pieles de venados, en tanto que, las provincias

costeras del Golfo trasladaban, además de cérvidos, pescado seco, pieles de jaguares,

pumas y de otros felinos de menores proporciones (Durán 2006, 1: 182; Alvarado

Tezozómoc 2008: 155; Alva Ixtlilxóchitl 1952).

Alvarado Tezozómoc refiere la importancia de las conquistas de Tzicoac,

Cuetlaxtla y Tuchpan en la obtención de pieles de animales tropicales, posterior a las

conquistas, estas provincias pagaban pieles de Tlauhquechol, xiuhtótotl, Tzinizcan y

115
zacuan (Alvarado Tezozómoc 2008: 147-148, 156). Cabe mencionar que Cuetlaxtla tuvo

que duplicar el pago de su tributo como castigo tras su rebelión.

En el momento de la irrupción europea, al parecer las pieles exóticas procedían

principalmente de las provincias ubicadas en el neotrópico, esto claro, derivado de las

relaciones con el área del Golfo, Oaxaca y Chiapas (Acuña 1985; Codex Mendoza 1992:

42r, 47r; Durán 2006; Alvarado Tezozómoc 2008). Algunas de las referencias que más

llaman la atención, es el pago de cueros de felinos por parte de Tepecuila, Cuetlaxtla y

Tlacotlalpan esta última además mandaba dientes de lagartos (Acuña 1985, 4, 5).

Material Provincia Periodo


1427- 1440- 1469- 1481- 1502-
1440 1469 1481 1502 1519
Plumas Chalco X
Coayxtlahuac X
a
Cuetlaxtla X X
Tepeaca X
Tlatelolco X
Tzicoac X X
Xoconochco X
Tuchpan X
Xilotzingo X
Tlaxiaco
pescado seco Cuetlaxtla X X
Cueros de Yetecomac X
Adives Tlatelolco X
Pieles de Cuetlaxtla X
felinos Tlatelolco X
Tlacotalpan X
Xoconochco X
Pieles Tepeaca X X
Venado Tzicoac X
Aves muertas Xoconochco X
Dientes de Tlacotalpan X
lagarto
Cuetlaxtla X X

116
Pieles de Tepeaca X
Tlauhquecho
l
Xiuhtótotl Cuetlaxtla X X
Tepeaca X
Zacuan Cuetlaxtla X X
Tepeaca X
Tzinitzcan Cuetlaxtla X X
Tabla 3. Tributo de pieles y plumas. Tabla basada en la información de la Matrícula de
tributos (1997), Durán (2006, 1) Códice Mendoza (1992), Sahagún (2000);
Torquemada (1975), Acosta (2011), Alva Ixtlilxóchitl (1965, 2) Relaciones Geográficas
del siglo XVI (Acuña 1984, 4, 5, 6,7,8) Díaz del Castillo (2008, 1), López de Gómara
(1979), Berdan (2019).

Es interesante observar las referencias a las pieles de aves de bellos plumajes, como

pueden ser el tlauhquéchol o las pieles de felinos, como es el caso de los jaguares o

pumas. Pues si observamos lo reportado en el capítulo anterior, la presencia de estos

materiales en las ofrendas es notoria, es decir, se han registrado pieles de espátula

rosada y pumas. Sin embargo, no se tiene registro de esta clase de objetos para el caso

de los jaguares.

Asimismo, debemos advertir las nulas descripciones de pieles de águilas, claro

está que pudieron ser consignadas o agrupadas por los cronistas al referir a todos los

tipos de“pájaros”; sin embargo, resulta extraño que no se mencionen. Pues de las aves

plasmadas en los documentos históricos, resulta la mejor descrita. Por una parte,

recordemos que es el único animal vivo registrado en el Códice Mendoza y la Matrícula

de Tributos, además a la mirada de los españoles no pasó inadvertida, incluso Fernández

de Oviedo la llega a describir como ave de deformes garras (Fernández de Oviedo

1853), mientras que Sahagún incluso describe como eran capturadas (Sahagún 1989).

117
3.2.1.3 Tributo de plumas

Respecto al tributo de plumas, no ahondaremos demasiado, siendo que existe una

extensa literatura sobre este tema. Varios investigadores han referido los tipos de

plumas, lugar de procedencia y el uso de esta clase de objetos (Berdan 1994; Filloy

Nadal y Moreno Guzmán 2019; Mohar 2013; Mongne 2019). A este respecto, se ha

documentado que Tenochtitlan exigía el tributo de plumas rojas, amarillas, azules y

verdes que podían llegar a la capital ya fueran sueltas, en forma de atados, o como

manojos. Las más preciadas sin duda resultaban las plumas verdes, de las que se ha

propuesto, corresponden a plumas caudales de quetzal.

Berdan (2019: 38) en su estudio sobre el Códice Mendoza, apunta el tributo de

seis provincias; el Xoconochco debía pagar 3200 manojos de plumas: 800 amarillas, 800

azules, 800 rojas y 800 verdes. Por su parte, de Oaxaca se enviaban 1200 manojos de

plumas de quetzal pagadas por Tlaxiaco (400) y Coayxtlahuaca (800) (Berdan 1992:

311). Finalmente, tres provincias de la Costa del Golfo contribuían con esta clase de

objetos, Cuetlaxtla, Tuchpan y Tochtepec transportaban anualmente 20 talegas, 80

puñados, 25200 manojos, siendo esta última la que más aportaba a la triple alianza

(Berdan y Anawalt 1997: 112-113) (Figura 37).

118
Figura 37. Tributo de plumas para finales del imperio (tomado de Mongne 2019: 45).

Hacia los gobiernos anteriores se percibe un flujo intenso de estos bienes, así lo deja

ver Diego Durán (2006: 206) quien menciona: “y de estas plumas tributaban gran

cantidad, de todo género de plumas, de todos colores: verdes, azules, coloradas,

amarillas, moradas, blancas, entreveradas”. Asimismo, cabe señalar que podían

proceder de diferentes puntos, como lo señalan Filloy Nadal y Moreno Guzmán (2019:

61) las plumas exóticas procedían de las provincias tropicales. 19 En efecto, para el

periodo de Motecuhzoma Ilhuicamina se estableció el flujo recurrente de plumería de

19 Durante el periodo de Itzcóatl se describe el tributo de todo tipo de plumas, aunque en general
arribaban de provincias localizadas en los márgenes del lago como son Cuautitlán y Azcapotzalco y rara
vez eran transportadas de otras partes como Cuahnahuac (Alva Ixtlixóchitl 1952).

119
guacamayas, y loros de las comarcas de Cuetlaxtla, Tuchpan y Tzicoac (Durán 2006;

Torquemada 1985; Acosta 2003; Alva Ixtlilxóchitl 1952).

Para Berdan (1992: 304) las plumas adquirían un mayor precio por su color y la

distancia que recorrían, es decir el valor intrínseco de corresponder a materias primas

exóticas, de esta manera estos bienes se configuraron como unos de los elementos

tributados más importantes.

Adicionalmente, las plumas de bellos colores se usaban para la elaboración de

instrumentos, tocados, adornos y vestimentas. Es de suponer, que los objetos más finos

o hechos con materias primas exóticas fueran de uso exclusivo de los gobernantes,

dirigentes y sacerdotes (Acuña 1985, 6: 87-88; Sahagún 2000: 742, 747). Una buena

parte de estos elementos servía para la elaboración de escudos, flechas, trajes, e incluso

para la decoración del Templo Mayor (Acosta 2003: 324; El conquistador anónimo

2004, 1: 372). Asimismo, tras las exploraciones arqueológicas podemos estar seguros

de que también iban a parar a las ofrendas del Templo Mayor, a este respecto, se pueden

citar las improntas y restos de plumas de quetzal halladas en las Ofrenda 102 por el PAU

y en la Ofrenda 141 por el PTM (Valentín Maldonado y Zúñiga Arellano 2006: 509). en

este último deposito también se registraron plumas de garza confeccionados a manera

de tocado (Martha Soto, comunicación personal, 2015).

3.2.2 Comercio y mercado de animales

Pese a la estructura impuesta del tributo, es claro que se requería de otros medios para

abastecer de materias primas al imperio, por ejemplo, muchos animales, ya fueran vivos

o muertos, se movían por circuitos comerciales. López Luján (2019c: 232) alude a este

120
sistema como un factor para hacerse mercancías para las ofrendas del Templo Mayor.

Por su parte, Amaranta Argüelles (2021: 230) advierte que los restos de águilas y

espátulas rosadas procedentes de la Ofrenda 120, recuerdan a las descripciones de las

pieles que se vendían en el mercado de Tlatelolco. Por esta situación, resulta

fundamental adentrarnos a los productos que se comercializaban, tanto dentro como

fuera del imperio.

Si bien, entendemos lo complejo de estudiar la distribución y redistribución de

animales de los sistemas de comercio y mercado, consideramos necesario adentrarnos

a su análisis. Para tal efecto, partamos de algunos postulados; primeramente, como lo

señala Berdan (2017: 19), el comercio no puede entenderse sin el mercado, por lo que

acuñando a lo dicho por la autora, trataremos de describir como los animales se

encontraba inmersos en estos dos sistemas. Por su parte, Hirth (2012) refiere que los

bienes que llegaban a Tenochtitlan dependían de los sistemas de transporte y

almacenamiento.

En este sentido, Chapman (1957) y Hassig (1990: 79) plantean que el comercio

de bienes de lujo, prestigio, o de difícil adquisición eran poco comunes en el ámbito

local, pues su comercialización requería de costos elevados que no siempre podían ser

pagados por el comerciante y subsanados por el comprador. Si bien, para el caso del

maíz, la obsidiana o la cerámica han surgido interesantes debates sobre la

descentralización de estos productos (Hirth 2012; Smith et al. 2007). Aludiendo a lo

referido por Hirth, respecto a la concentración de los recursos, este factor aumentaría

los costos por considerar la carga energética.

121
Por las necesidades intrínsecas de un animal exótico y los requerimientos para

su obtención; dígase la captura donde deben considerarse el uso de redes, lanzas y

jaulas, además claro, del personal capacitado. Muchos de estos animales eran

trabajados como pieles, de otros solo se obtenían sus plumas, sin embargo, para que

estos bienes perduraran se debían someter a algunos tratamientos por personal

especializado. Asimismo, sucede con el transporte, y el cautiverio de animales, donde

además de la gente entrenada en el manejo de animales, se debe considerar el alimento.

Finalmente, mencionar, que, a diferencia de materiales inertes como el oro o la

turquesa, donde si la venta no es inmediata, los productos simplemente se almacenan.

Los animales vivos incrementan los gastos, pues todo el tiempo en cautiverio se deben

alimentar, limpiar, y si llegan a enfermar, curar. Por todo esto, es que nos inclinamos a

pensar en que estos bienes transitaron por rutas más específicas y controladas.

Finalmente, debemos apuntar las observaciones hechas por Berdan (1976: 190)

quien señala que el comercio local y regional servía para la venta y compra de productos

de consumo diario o considerados locales, principalmente se cubría la demanda de

alimentos como pueden ser pescados, codornices, guajolotes, patos, perros, etc. En

tanto que por sistema suprarregional e internacional se transportaban animales de uso

ritual, o de difícil adquisición, al menos esto se percibe al revisar las obras de Sahagún

(2000), Durán (2006) Alvarado Tezozómoc (2008) y Zorita (1963). En este sentido, el

comercio a larga distancia, al ser un sistema por el cual transitaba una limitada variedad

de objetos, eran de interés de los gobernantes y el estado (Berdan 1992). En efecto, los

pochtécah debían viajar largas distancias con el objetivo de obtener mercancías de lujo,

por ejemplo, las plumas, pieles o incluso animales vivos, que traspasaban la frontera. El

122
comercio se conformó en varias esferas, local, supraregional, regional e internacional

(Berdan 2017: 17)

3.2.2.1 Comercio Interno (local, regional y supraregional)

Al interior de la estructura social y económica del imperio, el comercio se caracterizó

por la venta de productos cotidianos. Así se puede ver que en mayor medida se

comercializaban pequeñas aves como son guajolotes, patos y codornices que podían ser

comercializadas vivas, asadas, cocidas e incluso como tamales. Es decir, un buen corpus

de los animales era vendido como producto alimenticio. Adicionalmente, se insertaron

productos de ornato, principalmente plumas de diversos colores y algunas pieles. A este

respecto, debemos destacar múltiples trajes, divisas, o adornos hechos con plumas y

pieles.

Una vez que los productos eran adquiridos y trasladados, la principal estructura

donde se comercializaban o intercambiaban por otros objetos eran los mercados. Al

respecto, debemos referir que existieron muchos espacios que se localizaron al interior

del imperio, aunque no todos sirvieron con el mismo objetivo.

Los mercados tenían áreas determinadas en las ciudades, y se instauraban en

ciertos días de la semana, podían visitarse de manera diaria, cada 5, 10 o 20 días.

Durante este tiempo se juntaba todo tipo de personas para comprar, vender o

intercambiar dones. A él acudían todo tipo de personas, ya fuera para adquirir

productos de consumo diario o por bienes más importantes (Berdan 2017: 17; Hassig

1990: 69, 81; Hirth 2016: 50–51; Mohar Betancourt 1987: 33; Zuazo 2004: 359).

Algunos espacios estaban divididos de acuerdo con el género de los artículos que se

123
vendían, o bien, algunos tianguis se especializaban en la venta de ciertos productos

como fue el caso de la venta de telas en Texcoco, o en Acolman la construcción del

mercado de perros (Bueno Bravo 2012; Calnek 1978; Hassig 1990: 76–82; Sahagún

1989).

Como lo señalamos animales domésticos, asados o cocidos eran del consumo

diario, de tal manera, en el margen de la Cuenca de México se estableció una red de

intercambio y compra-venta contante, donde sobresalen los puertos comerciales de

Chalco, Ayotzingo, Telelco, Xochimilco, Mexicaltzingo, y Huitzilopochco (Hassig 1990:

70). Por ejemplo a Xochimilco iban todo tipo de personas a adquirir y vender pescado

fresco y seco, patos, ranas, entre otros productos que se podían adquirir en el lago

(Alvarado Tezozómoc 2008: 60).

Sin embargo, al parecer, una de las políticas de Motecuhzoma I (1440-1469), no

fue solo el adquirir nuevos territorios y exigir tributo, sino que se estableció una red de

mercados transfronterizos, conectando el centro de México con el norte y sureste

mexicano. La geografía de las provincias dictaba mucho de su jerarquía, los mercados

más importantes se situaban en muelles, a las orillas de los lagos, ríos, o en puntos de

paso y de alto flujo de personas (Hassig 1990: 69–70). De tal suerte, se impusieron

ciudades como Chalco, Tepeaca, Tuchpan, Coayxtlahuaca, Tochtepec, Tulancingo y

Axocopan a las que más tarde se incorporarían los mercados de Tlatelolco y

Xoconochco. Estos centros garantizaban el paso directo de los comerciantes, pero

además servían de enclaves comerciales para las expediciones a larga distancia.

La provincia de Tepeaca, al sureste de Tlaxcala, significó quizás, el primer gran

mercado para el imperio. Tras la conquista de Motecuhzoma Ilhuicamina el mercado de

124
Tepeaca se configuró como elemento central de la política económica de la época, pues

correspondía el paso al Golfo y sureste mexicano, permitiendo comercializar con el sur

del imperio y el área Maya durante este periodo (Berdan 2007, 2019; Hassig 1990:

46).20

Respecto a los recursos faunísticos que se podían encontrar en esta importante

ciudad, podemos señalar que se comercializaban animales vivos como son jaguares,

pumas y gatos monteses, así como plumas de varios tipos de aves y diversos

especímenes de pescados secos. Estos productos podían proceder de diversos puntos,

pues no todas las materias se encontraban en la región. Por ejemplo, la distribución

actual del jaguar no contempla los márgenes de esta provincia. De acuerdo con la

política de este señorío y sus relaciones comerciales, esta clase de felino podría

proceder de las relaciones establecidas con pueblos circundantes Como Tochtepec o

Cuetlaxtla, o bien, ser objetos de lujo derivados del comercio a larga distancia (Durán

2006; Torquemada 1986).

Otro importante mercado se localizaba en Coayxtlahuaca, en Oaxaca, servía de

puente con el suroeste, principalmente con la costa de Oaxaca y Chiapas. De acuerdo

con Alvarado Tezozómoc (2008: 110–112) el mercado de esta provincia ya se

encontraba bien establecido y era reconocido desde antes de su adhesión al imperio,

significaba un punto de intercambio supraregional (Berdan y Anawalt 1992, 2: 103).

Para Isabel Bravo (2012: 144), tras la conquista de esta provincia, Tenochtitlan

conformó el llamado triángulo del oro, junto a Cuetlaxtla y Tepeaca. En este espacio los

20 Si bien parece que Tepeaca ya contaba con una importancia respecto al comercio, antes de la conquista,

pues se describe el constante transporte de mercancías con Chalco, en la Cuenca de México, es


precisamente durante el gobierno de Motecuhzoma I que cobra importancia supraregional.

125
comerciantes se reunían para comprar plumas de diversos tipos de aves o hilo de pelo

de conejo.

Finalmente, un lugar especial merece el mercado de Tlatelolco, para varios

investigadores se estableció como el centro más relevante de intercambio durante la

época prehispánica, e incluso posterior a este. Desde antes de la conquista Tenochca,

Tlatelolco ya lucía como un punto de conexión entre el centro con los pueblos de la costa

del Golfo. A él acudía toda suerte de personas por productos de consumo diario o bien

por materiales de lujo que ahí se vendían. De acuerdo con el conquistador anónimo

(2004: 392–393), el mercado abarcaba toda la plaza principal donde cada cinco días se

reunían miles de personas. En el interior se comercializaban animales para comer

codornices, pavos, patos, entre otros animales.

La importancia de Tlatelolco, también se puede observar desde su tributo, pues

era una de las pocas provincias que comercializaban productos que no se localizaban

en los márgenes de la ciudad. Las diferentes incursiones de los pochtécah a otras tierras,

por ejemplo, al sureste de donde intercambiaban plumas de quetzal, cotinga y pieles de

otros animales se ve de manifiesto en el tributo (Berdan 1992: 313). A este respecto,

vale apuntar el pago de cacao para la última parte del imperio, o bien, pieles y plumas

de animales exóticos, como zacuan, xiuhtótotl y tlauhquéchol durante el gobierno de

Axayácatl. El imperio mexica se aprovechó de los lazos de conexión que tenía Tlatelolco

para surtirse de productos foráneos mediante el tributo, esto fue claro debido a que en

126
este mercado se adquirían muchos de los materiales más importantes y de larga

distancia (Bravo 2012: 152).21

Continuando con las descripciones del mercado, debemos señalar que se

ofertaban plumas sueltas, ropa, tocados y otras divisas decoradas con estos elementos.

En otra parte se vendían pieles de venados, conejos, y otros animales (Berdan 1978: 83:

El conquistador Anónimo 2004: 392-393). Sahagún refiere la venta de quetzales, pieles

de animales fieros, plumas ricas de zacuan, xiuhtótotl y tlauhquéchol antes de la

conquista mexica (2000: 791). Por su parte Zuazo(2004) refiere, además de pieles y

plumas, pájaros, mariposas, abejones y “trajes” con cabezas de animales, cuerpos

hechos de plumas.

Adicionalmente, se refieren otros mercados en la parte norte y noreste del

imperio, por ejemplo; Tulancingo, Tuchpan, Tzicoac (Berdan 2016: 213). Pocos datos

son consignados respecto a estas provincias. Pero podemos estar seguros de su

importancia, pues como sucede con Tepeaca o Coayxtlahuaca, Atotonilco el Grande

conectaba el centro con el norte de México. Siendo además el paso hacía las provincias

del Golfo (Berdan 2007: 132) (Figura 38).

21 Hirth (2016: 52–58) y Broda (1987: 117) indican que muchos de los pueblos que tributaban a
Tenochtitlan, lo hacían con dones no locales, lo que obligaba a estas provincias a comerciar y obtener
recursos de pueblos cercanos, quizás esta fue la forma en que se obtenían las materias primas para la
manufactura de armas y trajes.

127
Figura 38. Distribución de los mercados dentro y fuera del imperio. Tomado de
Berdan (2017:18)

3.2.2.3 Comercio externo

El comercio internacional se caracterizó por ser controlado, dominado por un grupo

social, los pochtécah, y por ser un medio por el cual transitaba un limitado tipo de

productos. En este contexto, debemos entender que los comerciantes gozaban de una

fuerte injerencia sobre los materiales que circulaban a la capital mexica.

Es claro que el comercio iba de la mano de las conquistas mexicas, en varios

momentos de la historia, las incursiones de los mercantes fueron las causantes de las

guerras, dígase de manera directa o indirecta. Por ejemplo, durante el gobierno de

Motecuhzoma Ilhuicamina las empresas militares en Coayxtlahuaca, Tuchpan o Tzicoac

vienen precedidas de la muerte de los comerciantes enviados por el estado (Alvarado

Tezozómoc 2008: 90–91). Este fenómeno parece replicarse en los siguientes años,

128
durante el mandato de Ahuítzotl, los comerciantes sufrieron un asedio en su paso al

Xoconochco. Es precisamente la provincia de Ayotla la que tomó represalias contra los

comerciantes, que, tras un año de intensas guerras, regresaron triunfantes a

Tenochtitlan con obsequios para el gobernante, quienes dieron pieles de aves, de

felinos y plumas de diversos colores (Códice Florentino 1979, lib. 9: 61) (Figura 39).

Figura 39. Tras la expedición a Ayotlan, los comerciantes traen sus presentes al
soberano Ahuítzotl (Códice Florentino 1979. Lib. 9: 61),

Estos eventos nos permiten entender que los comerciantes traspasaban las fronteras

antes de la era expansionista del imperio, por lo que de una u otra forma, estas

provincias eran parte de ese comercio internacional y que a la postre formarían parte

de las provincias sojuzgadas. De tal forma, el comercio internacional también está en

función de la expansión del propio imperio, pues existieron varias fronteras, que de

forma regular eran traspasadas por los comerciantes.

Volviendo con los productos que transportaban los comerciantes, podemos

deducir el tráfico de tortugas, serpientes y conchas, procedentes de Cempoala y

Cuetlaxtla, incluso antes de la conquista (Alvarado Tezozómoc 2008: 93–94). Es

interesante observar la influencia Tlatelolca en esta región, Sahagún (2000) refiere que

129
los comerciantes de esta provincia fueron un grupo privilegiado en el transporte de la

pluma y pieles de animales desde la época de Tlacatéotl, Cuauhtlaltoa y Moquihuix, se

mantenía un flujo continuo ya sea de animales vivos, pieles o plumas, tal es el caso de

guacamayas vivas y plumas de espátula rosada, zacuan, chachiuhtotolin y papagayos

(Sahagún 1989: 791).

Para el periodo de Ahuítzotl, se describen las proezas de los pochtécah, se

“disfrazaban” y cruzaban la frontera en busca de objetos o animales exóticos

procedentes de Xicalanco. Este puerto localizado en el actual estado de Campeche, se

volvió un punto internacional de intercambio, donde se podían obtener toda suerte de

productos elaborados o comercializados en el Área Maya. En este centro se podían

obtener pieles de felino, manojos de plumas verdes, rojas o amarillas y caparazones de

tortugas, que de manera directa, eran transportadas a los pies del soberano mexica a

manera de regalos (Figura 40).

Figura 40. Presentes dados al soberano mexica procedentes de Xicalanco (Códice


Florentino 1979, lib. 9: 18r).

Años más tarde, durante los gobiernos de Ahuítzotl y Motecuhzoma II, se siguieron

usando estas vías de conexión, pero añadiendo puertos de intercambio como Nito al sur

130
de Guatemala (Berdan 2003). Resulta un objeto de interés este tipo de sistema si

evaluamos algunas de las rutas de conexión, durante el gobierno de Itzcóatl y los

primeros años del mandato de Motecuhzoma I se transitaban expediciones a la costa

del Golfo, hacía Cempoala y Cuetlaxtla, y al norte hacía Tuchpan y Tzicoac, posiblemente

cruzando por Tepeaca, Texcoco y Tulancingo, pues recordemos que existían áreas

hostiles como Tlaxcala y Meztitlan.

También en tiempos del primer Motecuhzoma se comercializaba con los valles

de Oaxaca, es probable que cruzando por Cuauhnahuac, o Atlixco. Finalmente, hay que

comentar que ya para el periodo de Ahuítzotl y Motecuhzoma II se podían usar rutas

por las provincias de Tochtepec hacia Xicalanco y Coayxtlahuaca, pasando por

Tehuantepec, Ayotla, hacía el Xoconochco y más allá (Figura 41).

Figura 41. Potenciales rutas de comercio dentro y fuera de los límites del imperio
entre 1469-1481 d.C. y 1486-1520 d.C.

131
132
CAPÍTULO 4. DISCUSIÓN: NUEVOS DATOS ARQUEOLÓGICOS VS FUENTES

DOCUMENTALES

Introducción

A lo largo de los capítulos anteriores se ha mencionado la importancia que tiene el

estudio de los restos arqueofaunísticos descubiertos en las inmediaciones del Templo

Mayor de Tenochtitlan. Así también, hemos referido las líneas de investigación que se

han seguido los arqueólogos, los biólogos, los restauradores, los veterinarios, los

antropólogos y los historiadores. Enlistamos y clasificamos los cuantiosos datos que se

han formulado tras 44 años de excavación. De manera complementaría, reparamos en

los datos brindados por las fuentes históricas respecto al posible origen y los sistemas

por medio de los cuales llegaban estos animales a la capital mexica. De tal manera, en

este capítulo puntualizaremos algunos aspectos que determinan su presencia.

Como lo referimos en el primer capítulo, la integración de biólogos, arqueólogos

e historiadores ha generado que entendamos de mejor forma aspectos relacionados

sobre la fauna entre los mexicas. En este capítulo confrontaremos lo dictado en los

documentos respecto a la información arqueológica, indagaremos sobre la presencia de

algunas especies particulares que se hallan frecuentemente en las ofrendas,

contrastaremos las cuantiosas menciones de algunos animales en las fuentes con la

poca o nula presencia en las ofrendas. Así como evaluaremos los resultados que han

significado las excavaciones de los últimos años y los cambios en las técnicas de

excavación y registro y platearemos algunas, de las que consideramos, deberán ser

133
nuevas líneas de investigación en el futuro con el objetivo de entender su origen y

presencia en estos complejos depósitos

4.1. Del objeto al documento, la fauna arqueológica y sus implicaciones

El estudio de la fauna arqueológica permite aproximarnos de una manera mucho más

fiel a los usos y al origen de los animales, al tiempo que nos dictan patrones para

entender las fiestas y los rituales en los que fueron empleados. Pero, en conjunto con

los datos históricos y etnográficos revolucionan nuestro entender, y nos aproximan a la

función, la relación y el simbolismo de acuerdo con el pensamiento mesoamericano y

particularmente los rituales oblatorios que se dieron lugar en el Templo Mayor de

Tenochtitlan.

La conjunción de esta información nos aproxima a dilucidar interrogantes, como

del porqué de su presencia en los depósitos, qué permitió que transitaran desde su

nicho ecológico hasta las ofrendas, y nos acercamos a explicar la razón de los diferentes

tratamientos póstumos que vemos en los restos arqueofaunísticos.

A la luz de los números y las especies representadas en las ofrendas si bien se

puede resaltar la diversidad de especies utilizadas, sobresale más el importante valor

simbólico otorgado a ciertas especies. Asimismo, el contar con una cronología del sitio

tan detallada, hace que contrastemos los datos con lo dictado en los documentos

históricos, permitiendo entender el traslado y uso de estos animales a lo largo del

tiempo.

De acuerdo con el recuento ilustrado en el segundo capítulo, podemos observar

los pocos registros de animales biológicamente domésticos, y más aún de ejemplares

134
completos que se hallan en los depósitos rituales. Sin embargo, existen interesantes

asociaciones que podemos mencionar. Por ejemplo, el único de registro de perro yace

en un depósito funerario (López Luján 2006, 1: 226), en tanto que los restos de

guajolote se encuentran en el sector sur del Templo Mayor, y en el Templo Rojo Sur,

aunque debemos enfatizar que solo uno de ello aparece completo.

En lo concerniente a la fauna silvestre asociada a nichos urbanos, se aprecia un

completo cambio en su presencia, observamos cientos de codornices, la gran mayoría

proceden de las Etapas IV y IVb (1440-1481 d.C.), particularmente, destaca la gran

concentración en las ofrendas 13, 17 y 60. La presencia de estas aves se ha asociado

frecuentemente a los rituales de sacrificio y ofrendas de sangre. Respecto a las tres

ofrendas mencionadas (13, 17 y 60), Leonardo López Luján (1993: 134-135, 262)

apunta que estos depósitos corresponden a ofrendas de consagración al edificio, y

sobresalen por objetos como víctimas sacrificiales, punzones y navajas para el

autosacrificio, por lo que sugiere que los restos de estas aves fueron parte de los

sacrificios durante la ceremonia.

El número significativo de estas aves, además de los contextos donde se han

localizado, han permitido pensar a los arqueólogos que, en efecto, son resultado de

sacrificios múltiples. Pues si notamos los documentos históricos del siglo XVI y XVII

podemos percatarnos del valor ritual de estas aves, principalmente en fiestas de

sacrificios y autosacrificios. De esta forma sabemos que, durante las ceremonias

periódicas, de petición, la inauguración o clausura de un edificio, era común el sacrificio

de aves. Al respecto fray Bernardino de Sahagún menciona:

“Ofrecían también sangre de aves delante de los demonios por su devoción,


especialmente delante del Huitzilopochtli, y en sus fiestas compraban

135
codornices vivas y arrancaban las cabezas delante del Diablo, y la sangre
derramábase allí, y el cuerpo arrojábanle en tierra, y allí andaba revoleando
hasta que se moría. Unos descabezaban una, otros dos, otros tres, según su
devoción.” (Sahagún 2000, 1:284).

Además, las codornices eran ofrecidas al Sol, durante la inauguración del Templo

Mayor, en la inmolación o ascenso de soberanos al trono o en la inauguración de obras

públicas (Acosta 2008: 450; Códice Florentino 1979: lib. 4; Duran 2006, 1: 376; Sahagún

2000: 182, 819; Torquemada 1985, lib. 1; 266).

Si bien, López Luján (2006, 1: 225) advierte que los edificios son escenarios de

múltiples actividades, donde se dan lugar recreaciones de mitos, sacrificios, oblaciones,

penitencias, purificaciones, meditaciones, plegarias, cantos, danzas, etc. Al hablar de las

ofrendas del Templo Mayor, es interesante notar la presencia de estas aves en

escenarios concretos como podían ser la inauguración del Templo Mayor, o fiestas

periódicas. Por ejemplo, una escena recurrente, consisten en dar gracias a

Huitzilopochtli tras las batallas libradas, en este sentido se hacían ceremonias en las

que se practicaba el autosacrificio, y donde se degollaban decenas de codornices en el

adoratorio que tras su sacrificio, estas aves bien podían ser colocadas en el fuego, bien

podían ser asadas o peladas (Durán 2006: 274)

No obstante, la presencia de estas pequeñas aves pueden ser resultado de otras

circunstancias, pues además de las múltiples referencias respecto a su sacrificio en

rituales, las nuevas indagatorias arqueológicas han podido develar interesantes datos.

Al respecto, vale señalar la presencia de restos de codornices en la Ofrenda 125, mismas

que no fueron colocadas de manera intencional y que son resultado de la ingesta de dos

águilas reales (Elizalde et al. 2019).

136
Por su parte, Robles Cortés a partir de la aplicación de luz UV, hace evidente que

al menos las aves de la Ofrenda 69 sucedieron por un proceso de hervido previo a su

depósito (Robles Cortés 2021: 67). Estos reveladores datos hacen más evidente los

diferentes usos y múltiples formas en que estas aves podían llegar a los depósitos

rituales. De manera interesante, Elena Mazzetto (2013) advierte la presencia de

codornices como alimento ritual, donde dependiendo de la festividad, estas podían ser

preparadas, asadas, en tamales o hervidas.

Ciertamente, los datos que se han recabado respecto de estas aves aún son

pobres y limitan las interpretaciones que podamos realizar sobre la presencia de estas

aves en las ofrendas del Templo Mayor. Pero es claro, que en los próximos años se

deberán hacer trabajos concretos sobre este tipo de aves que nos ayuden a entender

los diversos fines por los que estos fueron depositados, siempre apoyados del registro

arqueológico y los procesos tafonómicos que se puedan distinguir en los huesos.

Respecto a los animales exóticos, como hemos reportado, existe una gran

variedad de especies y organismos. No obstante, lo primero en lo que debemos reparar

en la frecuencia y discontinuidad de algunas especies. Y es que la presencia de estos

animales responde al menos a dos factores, por supuesto la factibilidad de hacerse con

los recursos, como lo hemos citado en el segundo y tercer capítulo, y, por otra parte, con

el valor simbólico e inherente de determinadas especies.

A este respecto, por poner un ejemplo, resalta la exorbitante presencia de

caparazones de tortuga en el cuerpo del Templo Mayor durante la cuarta etapa

constructiva, pero sorprendentemente disminuye su presencia en la sexta y séptima,

esta diferencia parece tener su respuesta en el significado de estos animales, pues como

137
lo han apuntado varios investigadores, estos animales pueden vincularse con el culto a

la tierra, lo que determinaría su presencia en la plataforma del Templo Mayor (López

Luján 1993; Robles Cortés 2019). Asimismo, otros elementos pueden ser instrumentos

musicales, como lo presenta el propio López Luján (1993).

Por su parte, las aves nocturnas aparecen en pocos depósitos. La lechuza de

campanario o el búho cornudo, habitantes de la Cuenca de México, y representados con

relativa frecuencia en la plástica mexica, rara vez se encuentran en las ofrendas (Marín

Calvo 2022). Hasta el 2007 que inician las excavaciones del Proyecto Templo Mayor en

el predio del Mayorazgo de Nava Chávez es que se excavan los restos de estas aves.

Sorpresivamente, todas reportadas en depósitos emplazados al frente del Templo, su

posición quizás guarde relación con el simbolismo dado, y es que recordemos que estas

aves fueron vinculadas con la muerte y el inframundo (Garagarza García 2020).

Precisamente, la Plaza Oeste tiene una fuerte relación con el inframundo, así lo

constatan los miles de huesos encontrados en la Ofrenda 126, esqueletos de espátulas

rosadas, o las efigies de cuchillos asociadas a guerreros muertos (Aguirre Molina 2021;

Chávez Balderas 2019; Chávez Balderas et al. 2019; Olivier y López Luján 2017).

En contraparte, se encuentran aquellas especies, que, en menor o mayor

cantidad, reflejan una continuidad temporal respecto a las etapas de los edificios. El más

claro ejemplo consiste en el águila real. En efecto, este depredador se alza como la

bandera y principal referente de la cultura mexica, distribuido en buena parte del

territorio mexicano, parece haber sido un animal restringido a las elites, los grupos de

poder o de uso exclusivo en las festividades. Retomando algunos de los registros

arqueofaunísticos, se ha descrito su presencia en Teotihuacan, Cholula y Tlatelolco

138
(Álvarez y Ocaña 1999; Polaco 2004; Sugiyama et al. 2013). Pero en ningún sitio se

percibe tanto su valor como en el Templo Mayor de Tenochtitlan donde se han

reportado 50 individuos además de decenas de punzones de hueso manufacturados

sobre los huesos largos de estas aves

No es casualidad la abrumadora cantidad de restos encontrados en las ofrendas

del Templo Mayor, y es que, si observamos la historia mexica, es uno de los pocos

animales que se le ve representado en varios pasajes míticos. Se le puede ver en el mito

de creación del Quinto Sol, es pieza fundamental en el peregrinar y fundación de

Mexico-Tenochtitlan, lo que la asocia a un símbolo bélico (Limón Olvera y Battcock

2013; López Luján 2015b, 2019b). Por lo que no es de extrañar que además sea el único

animal vivo que aparece representado en los códices de tributación.

Volviendo a los ejemplares arqueológicos, algunos indicadores nos hacen

reparar en la asociación directa que mantienen con estos símbolos, más allá de la

notoria concentración de ejemplares que se visualiza en la parte sur del Templo, en la

Plaza Oeste y en la Casa de las Águilas. Las recientes excavaciones nos permiten

entender, por ejemplo, qué varios de estos ejemplares fueron vestidos con

indumentarias bélicas, es decir portaban ajorcas de cascabel, oro, discos anáhuatl de

concha e incluso algunos se ha considerado que portaban puntas de proyectil (Argüelles

Echevarría 2021; López Luján et al. 2022). Si miramos al interior de los receptáculos,

notamos una disposición diferencial que se rige por la función de cada depósito,

podemos decir que en general se mantienen tendencias como la orientación de los

ejemplares al oeste, y su colocación en los niveles superiores de cada ofrenda. Es decir,

139
como lo había hecho notar López Luján (1993) sirven para representar el nivel celeste

en esta suerte de cosmogramas.

Finalmente, existen animales como el lobo que, hasta hace unos años se había

estudiado poco. En efecto, nuevamente las excavaciones llevadas a cabo por el Proyecto

Templo Mayor, y es que, si bien son descritos en los documentos históricos con relativa

frecuencia,22 hasta antes de 2007 solo habían salido a la luz tres lobos y uno que ha sido

identificado como “loberro”.

Es precisamente con las exploraciones al pie del Templo que se lograron

recuperar más de 30 ejemplares, algunos completos y otros cercenados (Argüelles

2021; Chávez Balderas 2019; Chávez et al. 2022). Lo que más resalta de estos

descubrimientos es, por una parte, que en efecto muchos de estos fueron colocados

como individuos centrales en las ofrendas, en segundo lugar, se han localizado

individuos de todas las edades, y finalmente muchos de estos presentan patologías que

permiten aseverar que en efecto se trataban de ejemplares mantenidos en cautiverio.

Es decir, ahora podemos decir que el vínculo del lobo con la sociedad mexica es mucho

más cercano de lo que se había pensado.

Volviendo a la descripción de la fauna descubierta, debemos enfatizar que no

todos los individuos han sido encontrados completos, quizás en el análisis de este factor

es donde encontremos la respuesta del porqué de su depósito. A este respecto, es

interesante observar ciertas asociaciones entre los contextos emplazados al sur del

22Se describe su hábitat, formas en que eran capturados o cazados, incluso se alude su presencia en el
vivario de Tenochtitlan (Acuña 1985; El conquistador Anónimo 2004: Acosta 319-320 Elizalde 2018).
Asimismo, se refiere que, en efecto, se confeccionaban trajes de guerreros con las pieles o cabezas de
estos animales (El conquistador anónimo 2004: 372; Grijalva 1972.:57).

140
Templo, en la porción dedicada a Huitzilopochtli. Por ejemplo, las alas de las aves

(carpometacarpos y falanges) generalmente aparecen asociadas a otros elementos, tal

es el caso de los infantes reportados en las ofrendas 111 y 176 (López Luján et al. 2010).

Sin embargo, no son los únicos elementos que hacen uso de la fauna para realizar

complejos simbólicos, podemos aludir a los cuchillos de pedernal reportados en las

ofrendas 143 y 172 excavados entre 2013 y 2018. Si hacemos caso a los pasajes

históricos, era frecuente colocarles alas de gavilanes u otras aves rapaces a los

guerreros muertos, con el objetivo que les ayudará en su camino hacia el Sol (Sahagún

2000: 834; Acosta 2003: 366).

Por su parte, se han podido identificar restos de animales que permiten inferir

que solo fueron dispuestas las epidermis de estos mismos animales. Las pieles de los

animales eran un bien preciado que servía para la decoración de varios objetos. Un

ejemplo son los asientos hechos de juncias y cañas, forrados “con pellejos de animales

fieros, como son tigres y leones, y onzas y gatos cervales, y osos, y también de ciervos,

adobado el cuero” (Sahagún 2000: 749). Asimismo, la piel se podía emplear en las

armas de los guerreros de nombre ocelotópec, hechos con piel de “tigre” (Sahagún 2000:

746). O bien, podían ser exhibidas por los guerreros como trajes (Durán 2006, lám. 39).

Respecto al uso de estos elementos, contamos con reveladores datos

arqueológicos que permiten inferir el uso de algunas pieles o fragmentos. Por ejemplo,

los fragmentos de falanges y garras de felinos permiten aseverar que fueron colocadas

las patas de estos animales. Aunque sin un análisis total, es poco lo que podemos decir

sobre estos elementos. Por citar algunos usos de las extremidades de los félidos, se

describe que con éstas se forraban las jícaras, se usaban para decorar deidades o para

141
la elaboración de asientos como lo hemos referido (Acosta 2003: 315: Sahagún 2000:

750, 838).

Encontrar vestimentas completas, papel, o cuchillos vestidos como los

estudiados por Alejandra Aguirre (2021), hacen que demos un vuelco a la asociación

contextual. Las variantes en los atavíos, los personajes representados, además de los

múltiples mensajes que se buscaban trasminar, hacen de la fauna un punto de partida,

entendiendo con esto, que los tratamientos identificados en los animales están

plenamente relacionados con su simbolismo (Figura 42).

Figura 42. Usos de la fauna de acuerdo con las evidencias históricas y arqueológicas.

Finalmente, se han reportado huesos sueltos, muchos resultados de perturbaciones

naturales o culturales, pero en muchos otros casos, parece que fueron colocados con

una clara intencionalidad. A este respecto, es interesante notar el empleo de elementos

142
aislados como parte de rituales de acuerdo con las fuentes documentales. Por ejemplo,

las garras de las águilas eran instrumentos punzocortantes usados en rituales de

autosacrificio, mientras que los dientes de los felinos o cocodrilos eran símbolos de

poder (Graulich y Olivier 2004: 129; Valverde Valdés 2013).

4.2. La fauna ausente en el Templo Mayor

Existen muchos animales que figuran con relativa frecuencia en las descripciones

históricas formando parte en múltiples contextos. Es el caso de los animales asociados

a las esferas domésticas como el venado, las liebres y los conejos, la fauna exótica como

las guacamayas, los quetzales o incluso los coyotes. Pero pese a que muchas especies

aparentemente son fáciles de obtener, tras 44 años de extensas e insipientes

investigaciones, no han aparecido o han podido ser identificadas en las ofrendas del

Templo Mayor.

A este respecto, algo de lo que nos damos cuenta a simple vista, es el poco uso

de animales como el perro y el guajolote. Como lo especificamos en el segundo capítulo,

la carencia de estos no responde por mucho a la disposición de los recursos, ni mucho

menos al poco apreció que se les tenía. Pues es sabido que tanto perros como guajolotes

estaban directamente vinculados a rituales de creación, servían ya fuese alimento, ya

fuese como ofrenda, ya fuese como acompañante de los difuntos (Corona-Martínez

2013; Corona-Martínez y Cruz Silva 2020; Garza 2002; Mazzetto 2013). Asimismo, son

pobres los registros de conejos, liebres y venados, es decir, animales de consumo diario.

De la misma forma, lo podemos observar con el caso de aves de bellos plumajes

como el quetzal o la guacamaya. Ciertamente, su ausencia es desconcertante, son

143
animales presentes en los documentos históricos en diversos pasajes, por ejemplo, se

narra el transporte de este tipo de animales desde el periodo del primer Motecuhzoma

a la capital. Además, tenemos representación y crónicas de la presencia de estas aves

en el aviario o casa de las aves en el pleno corazón de Tenochtitlan.

Observando otros contextos cercanos al Templo Mayor de Tenochtitlan (Álvarez

y Ocaña 1999:50; Valadez Azúa y Rodríguez Galicia 2005), es claro que estas aves

efectivamente estaban presentes en la Cuenca de México, por lo que únicamente

podemos proponer dos razones por las que no se localizan en las ofrendas.

1. El simbolismo de esta ave originó que se inhumaran en contextos particulares,

que debido al limitado espacio que se ha excavado, no se han reconocido.

2. La falta de papagayos en las ofrendas respondería a un valor dado al plumaje

que era mayor al de ofrendar los cuerpos completos: Al respecto vale señalar la cita de

Bernal Díaz del Castillo (2008) al hablar de las guacamayas en cautiverio, el

conquistador, permite visualizar que no era necesario el sacrificio de estas aves para

poder hacerse con la pluma, sino que cada cierto tiempo los amantecas o plumajeros

recolectaban o extraían las coloridas plumas de estas aves. Por supuesto, no tenemos

certeza de a que se deba la ausencia de estos animales en las ofrendas, pero lo que queda

claro es que no se debe a la falta de disponibilidad de los animales.

4.3. La fauna de acuerdo con su tiempo y su espacio

Pasemos a revisar los datos obtenidos respecto a las propuestas y procedencia de los

animales en Tenochtitlan. Ciertamente, es difícil, si no que casi imposible determinar

los lugares de procedencia de las especies de vertebrados localizadas en las ofrendas

144
del Templo Mayor. Muchas de las especies que se distribuyen naturalmente tierra

adentro, convengen en varios hábitats.

Es quizás está la razón por la que generalmente, los investigadores han

propuesto que la fauna procede de sitios recónditos, alejados y de difícil acceso, sin

especificar áreas concretas. Muchas veces, aludiendo al Códice Mendocino y a la

Matrícula de Tributos, se aventuran a sugerir dos o tres regiones.

Sin duda una limitante en la obtención de recursos exóticos e incluso locales

refiere al control o acceso que las relaciones culturales, sociales o políticas puede

conllevar. En efecto, aunque gran parte de estas especies tienen un amplio patrón de

dispersión, se debe considerar la parte histórica y diacrónica del hallazgo arqueológico,

en su conjunto nos permite sugerir áreas más restringidas de procedencia de la fauna.

Por ejemplo, los reptiles encontrados en las ofrendas del Complejo A, se asocian

a la expansión del imperio y control de las costas del Golfo. De esta manera, se explica

la presencia de tortugas y cocodrilos depositados entre 1440 y 1481, al observar los

territorios conquistados por Motecuhzoma I desde Tochtepec hasta Tzicoac. También

entendemos la presencia de un águila harpía en la Etapa VII, al asociar este momento

con el esplendor del imperio y el dominio sobre el sureste, particularmente en la

provincia de Xoconochco, Chiapas (1502-1519). Asimismo, para este momento se

intencificó el comercio con el área Maya a partir de puertos como Xicalanco y Nico.

Si bien la distribución del águila harpía se extiende desde el sur de México hasta

Argentina, donde incluso se han registrado avistamientos en el sur de Veracruz (Vargas

G. et al. 2006). La mayor población de estas aves se registra desde Chiapas hasta Brasil.

Por desgracia, sobre su tributo o comercio no tenemos descripciones, no obstante, si

145
observamos los descubrimientos arqueológicos referentes a esta rapaz en contextos

mesoamericanos, es notorio que a excepción del Templo Mayor, solo se ha registrado

la presencia de esta ave en sitios del área Maya, haciendo más factible que al no

observarla, sino hasta el final del imperio, esta ave proceda de áreas más remotas.

Asimismo, existen algunos casos que vale la pena estudiar y analizar más a

fondo. A este respecto, es interesante analizar la presencia de los jaguares en las

ofrendas de Templo Mayor, y es que cuando reparamos en la procedencia de estos

mamíferos, generalmente se alude al Códice Mendocino o a la Matrícula de Tributos,

siendo que el registro más temprano que se tiene se ha fechado para 1440-1469, es

decir, al menos 50 años de las incursiones al Xoconochco.

En este contexto, debemos enfatizar la amplia distribución de este félido en

tierras tropicales, cubriendo además del estado de Chiapas, gran parte de los estados

de Oaxaca, Veracruz, Campeche, Tabasco, Tamaulipas, San Luis Potosí, Colima, Guerrero

y Michoacán hasta el sur de Estados Unidos. Precisamente durante el mandato de

Motecuhzoma I (1440-1469) se exige el tributo de estos animales, reparando en los

datos recabados y presentados en el tercer capítulo, podemos observar que los felinos

eran tributados de las provincias de Cuetlaxtla y Tochtepec. Además también se

comienza una incesante interacción mercantil hacia lo que hoy es el estado de Oaxaca.

De acuerdo con la Figura 43, varios de los puntos de procedencia de estos

animales quedarían fuera de los límites de dominio e interacción de estos felinos para

este periodo. Si bien, no podemos descartar la posibilidad de que en efecto estos

animales procedan del sur de México vía comercio, es más plausible pensar que en

efecto se mandaban de las provincias sobre las que ya se ejercía un dominio.

146
Figura 43. Mapa del imperio mexica para 1440-1469 d.C., en conjunto con distribución
potencial del jaguar, donde se marcan con puntos rojos las provincias que tributaban
o comercializaban jaguares vivos o como pieles en diferentes épocas del imperio.
Mapa basado en los datos de Sahagún (2000: 807), Códice Mendoza (1992: 47r), Durán
(2006, 1: 162, 182, 206) Alvarado Tezozómoc (2008: 93, 110, 152) Relaciones
Geográficas del siglo XVI (Acuña 1985, 4: 94; Acuña 1985, 5: 109) (Conquistador
anónimo 2004, 1).

Para finales del imperio se menciona el comercio y tributo hacía el sureste mexicano, es

precisamente en este periodo donde se han encontrado un mayor número de jaguares

en las ofrendas del Templo Mayor, lo que indicaría que, en efecto, el comercio fue

fructífero, pero que además, al tener más puntos de control e intercambio se hacía más

posible que estos animales llegaran a la capital (Figura 44).

Por su parte, es interesante observar la venta de estos animales en los mercados

de Tepeaca y Tlatelolco, estos centros sirvieron como puntos de venta para poder

147
hacerse de este material. Pues como se observa en la Figura 44, los felinos no se

distribuyen naturalmente en estas regiones, lo que obligaba a estas provincias a

transportar sus materias de diversos puntos. Por ejemplo, Tepeaca y Tlatelolco hacían

importantes incursiones hacía las provincias del Golfo de México.

Figura 44. Mapa del imperio mexica para 1519 d.C., en conjunto con distribución
potencial del jaguar, donde se marcan con puntos rojos las provincias que tributaban
o comercializaban jaguares vivos o como pieles en diferentes épocas del imperio.

Finalmente, es importante resaltar el constante tributo de animales como: los conejos,

los venados y las codornices. En el caso de las codornices que se hallan abundantemente

en las ofrendas del Templo Mayor, generalmente son considerados a priori locales,

asumiendo que fueron cazadas u obtenidas en las cercanías de la Cuenca de México. Sin

148
embargo, varias fuentes nos hacen pensar que muchas de las provincias contribuían

con una buena parte de los productos que iban a parar en las ofrendas.

A este respecto es interesante notar que, en las festividades como las

conmemoraciones en el Templo Mayor, varios pueblos circundantes y unos más

distantes se daban cita en Tenochtitlan para rendir plegarias. Entre los dones, regalos

o tributos que llevaban a la ciudad se encontraban estos animales. Es decir, cabe la

posibilidad de que muchas de las aves o los animales que consideramos originarios del

Centro, provengan de otros pueblos. A este respecto, en los próximos años se deberán

hacer estudios sobre la procedencia de estos animales, que permitan aseverar el lugar

de procedencia y poder entender las mejores relaciones sociales de cada época.

149
150
CONSIDERACIONES FINALES

La complejidad en el estudio de los restos faunísticos radica, no solo por la cuantiosa

cantidad de especies e individuos que han sido reportados, sino también por las

múltiples formas en que estos fueron colocados en las ofrendas. A manera de conclusión

y de acuerdo con lo visto, debemos realizar algunas observaciones finales.

Uno de los primeros puntos y que debe ser fundamental, es la sistematización de

la información. En este documento tratamos de contribuir en parte con este punto, al

recabar, estructurar y vaciar la información en una base de datos que refiere al corpus

de vertebrados (anfibios, reptiles, mamíferos y aves) localizados en las inmediaciones

del Templo Mayor. De esta manera, se tiene el registro de estos animales descritos,

cuantificados y centralizados en un único formato que vale decir, puede ser exportado

a cualquier sistema o programa para su procesamiento.

Asimismo, viendo las ventajas de tener la información conjunta de una misma

especie, individuo o resto en una única base de datos, tratamos en lo posible de hacer

una propuesta flexible, con la posibilidad que en el futuro tanto biólogos,

zooarqueólogos, historiadores, etc., puedan integrar campos con la información

recopilada. Y es que uno de los grandes problemas, en efecto, es que cada investigador

efectúa sus anotaciones en programas o formatos independientes con información que

a largo plazo queda aislada.

Otro punto importante refiere a los cambios en las interpretaciones producto de

nuevos métodos y técnicas propuestos en los recientes años. Las excavaciones recientes

han venido a cambiar el escenario de como vemos los restos biológicos de estas

ofrendas, a la par de que hemos podido aprovechar las nuevas técnicas para su

151
identificación y estudio. Por poner un ejemplo, una disciplina que revolucionó nuestro

entender de los contextos de ofrenda es la osteoarqueología de campo.

Si bien el registro de los dones siempre ha sido de primera importancia dentro

del proyecto, es a partir del año 2007 que gracias a Ximena Chávez Balderas se integra

un registro particular para los restos óseos. Esto a la par del uso de programas

computacionales como AutoCAD, nos lleva a observar relaciones entre los individuos

con todos los materiales que componen el depósito. Esta clase de registro ha permitido

además de observar conexiones más complejas entre objetos, entender el uso de los

individuos, reconocer que su presencia puede estar regida por múltiples factores, desde

ser el individuo central de la ofrenda, formar parte de vestimentas, o simplemente ser

el desecho de alimento de otro ejemplar.

Los animales presentes en las ofrendas estaban regidos por el simbolismo o

mensaje que se buscaba comunicar. Pese a que hemos avanzado mucho a partir de

nuevos descubrimientos y la aplicación de nuevas tecnologías, estamos seguros de que

estamos lejos de entender en su conjunto los depósitos rituales. Pues hemos conseguido

observar relaciones entre objetos que hace algunos años no se contemplaban. No

obstante, debemos permanentemente reflexionar, replantear y buscar mejores formas

de análisis, pues estamos seguros de que no alcanzamos a cubrir a simple vista las

complejas relaciones entre objetos, lo que nos invita a contemplar programas

computacionales como AutCAD, Argis que sean acompañados de modelos estadísticos

para dilucidar relaciones o patrones entre elementos.

Respecto al origen, los descubrimientos arqueológicos de cierta manera nos han

dejado ver las áreas de procedencia e influencia mexica. Al final de esta recapitulación,

152
podemos hacer notar varias cuestiones. Como podemos observar en relación con las

primeras temporadas y las recientes excavaciones del PTM, gran parte de los restos

faunísticos encontrados en las excavaciones arqueológicas corresponden a animales

silvestres que muchas veces eran transportados de otras partes del vasto imperio

mexica. Asimismo, pudimos reconocer cambios y permanencias de algunas especies a

lo largo de las distintas etapas constructivas. Algunas de las razones de esta

diversificación podrían ser efecto de la propia expansión del imperio, lo que trajo

consigo la apropiación de nuevas especies. Otro factor que explique esta variación

corresponde a las modificaciones de los bienes tributados a lo largo del tiempo, o bien,

que las excavaciones se han centrado en otros puntos del recinto sagrado.

Finalmente, este tipo de estudios nos ha permitido visualizar los campos de

estudios que requieren mayor atención, y que deberán ser atendidos en los próximos

años. Al respecto, consideramos crucial la identificación taxonómica, existen muchos

individuos que por falta de elementos diagnósticos no han podido ser identificados, sin

duda las nuevas técnicas podrán contribuir a este problema. No podemos dejar de

mencionar el aporte que traería el estudio de alimentación y dieta a través de isótopos

estables. Del mismo modo este tipo de análisis nos ayudaría a precisar áreas potenciales

de abastecimiento y a entender de mejor forma el manejo de fauna en el pasado.

Asimismo, se pueden aplicar técnicas arqueométricas para poder dilucidar los

tratamientos o modificaciones culturales de algunas especies.

Pero no todo se encamina a técnicas de laboratorio. Debemos hacer visibles las

líneas que a nuestro juicio han quedado excluidas. Consideramos que es fundamental

poner atención a los reptiles como tortugas, serpientes, o los anfibios. Asimismo, se

153
deben considerar animales como las codornices que deberán ser estudiadas desde

todas sus perspectivas, la identificación, procesos tafonómicos, acomodo en las

ofrendas, su origen, morfología, etc. Sin duda, una difícil tarea que se deberá realizar en

el futuro.

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